La Vida de Cristo

LUDOLFO DE SAJONIA

La Vida de Cristo

Madrid, Universidad de Comillas, 2010, 2 vols., IXXVIII + 766 y 895 p.

Introducción, traducción y notas de EMILIO DE RÍO, SJ

Los amantes de la espiritualidad del siglo XIV están de enhorabuena al saber que se ha hecho una nueva edición de la Vita Christi del “Cartujano”, una de las obras más clásicas de toda la historia de la espiritualidad de la edad media, leída y aprovechada por todos los grandes espirituales del siglo XVI y también leída en los hogares cristianos. La transmisión textual se hizo primero en copias manuscritas y después difundida por la imprenta en muchas ediciones en la lengua latina original y en traducciones a las lenguas nacionales que no puedo especificar en esta breve recensión.

El autor es alemán, nacido hacia 1295-1300. Fue primero dominico y después cartujo en la Cartuja de Coblenza y de Estrasburgo, donde murió, probablemente, en 1378, con fama de santidad. Su producción literaria es amplia, pero adquirió fama, sobre todo, por esta obra que presentamos. En castellano existe una edición de principios del siglo XVI, realizada por un clásico de la lengua, el franciscano Ambrosio de Montesino, una verdadera joya de la literatura ascético-mística que se estrenaba entonces para exponer los caminos de la espiritualidad y la mística para acercarla al pueblo.

¿De qué trata esta obra y cuáles son las condiciones y novedades de esta edición? Basta una somera presentación para que el lector se haga una idea de ella y se aproveche de su contenido.

El trabajo del editor de esta obra ha sido inmenso. En primer lugar, ha acometido la empresa de traducir de nuevo el texto latino original al castellano actual. El lector, sobre todo conocedor de la clásica traducción del franciscano Ambrosio de Montesino, se preguntará por qué el editor no ha reproducido esa traducción ya clásica, sobre todo porque fue leída y utilizada por los autores espirituales del siglo XVI, entre otros por san Ignacio de Loyola y santa Teresa de Jesús. En su favor tenía el hecho de que en esta edición tiene en cuenta la referencia constante al autor de los Ejercicios Espirituales.

Personalmente, y en principio, fui favorable a la opinión de que debería haber reproducido aquella edición del siglo XVI por la razón obvia de que era un clásico de espiritualidad y un monumento de la lengua castellana, y, sobre todo, porque es la que leyeron y citaron nuestros autores; pero, en un segundo momento y pensándolo más en profundidad, he llegado a la conclusión de que también hay razones, y ahora pienso que más valiosas, para hacer lo que ha hecho el traductor.

La primera es que la traducción de Montesino constaba de cuatro gruesos volúmenes en folio. Y segunda, que no es una traducción literal del latín sobrio del original, sino libre, y más bien termina siendo una paráfrasis al texto latino, una redundancia verbal propia de un poeta y embellecedor de la lengua. La traducción de Emilio del Río se atiene con rigor al texto latino del autor. Si queremos comprobar los textos mismos citados por nuestros clásicos del siglo XVI, habrá que acudir a la floreada prosa del franciscano. Así que el lector de hoy pierde algo, pero también gana. Desde entonces no había tenido la suerte de una edición completa.

La presente traducción se hace desde la edición latina del siglo XIX, de. L. M. Rigollot, París, 1878. El traductor divide en dos partes la obra original, el volumen primero con 92 capítulos (desde la generación eterna del Verbo hasta la curación del ciego de Betsaida) y el segundo, de 89 (desde la confesión de fe de Pedro en Cesarea de Filipo hasta el infierno y la gloria).

La obra de Ludulfo es de valor inmenso; lo fue en el siglo XVI, cuando el laico no podía leer las Escrituras en la lengua vulgar, sobre todo a partir del Índice de Valdés, de 1559. Y en esta obra, el privilegiado que sabía leer y poseía medios económicos suficientes, tenía aquí no sólo la traducción de los textos de los cuatro Evangelios y otros textos del N. y del A. Testamento, sino un amplísimo y riquísimo comentario de este sabio dominico-cartujo, enriquecido, además, con comentarios de los santos Padres y escritores medievales. Y presentaba al lector culto, o lectores sencillos, un comentario exegético de propia cosecha, con mucho ingenio y sentido pastoral, según las normas de los cuatro sentidos, tradicionales desde los SS. Padres: literal-histórico, alegórico-teológico, antropológico-moral, anagógico-místico. De este modo el lector, tenía ante sí una verdadera enciclopedia del saber bíblico, de exégesis culta para aquel momento, un encuentro con los Padres de la Iglesia y escritores posteriores y un verdadero manual de vida espiritual.

Quiero insistir también en la idea de que la Vita Christi es, además de todo lo que vengo diciendo, un manual para hacer oración y meditación, ya que sigue el triple estadio clásico de la Lectio, Meditatio, Oratio, que concluye en la Contemplatio. Y, a partir del capítulo 59 de la parte II, casi todo el relato de la pasión, añade la conformatio, me parece que es una novedad en el método oración, y que sitúa al orante ante Cristo paciente para sacar conclusiones prácticas.

Me parece que se trata de una obra gigantesca que renace ahora de las cenizas y será útil no sólo para los especialistas en la historia de la espiritualidad y de la exégesis, sino para un cristiano que quiera estar bien informado de un patrimonio cultural de la Iglesia.

Los trabajos del editor, además de la paciencia y los años de trabajo empleados en la traducción, han sido varios. En primer lugar, una jugosa y suficiente “introducción” (pp. VIIXXVIII), útil para cualquier lector, también para los especialistas, que podrán seguir leyendo las citas bibliográficas utilizadas si lo desean. Y, al final del segundo volumen, unos “Índices” muy útiles. I Los textos de los Evangelios y algunos otros libros del N. T. que comenta Ludulfo, con las referencias a la parte y capítulos de la obra (pp. 783789). II Citas del A. y del N. Testamento (pp. 791-827), con las mismas referencias. III “Índice de materias”, abundantísimo (pp. 829863). IV “Índice general de la vida de Cristo” (pp. 865-894).

Quisiera resaltar también la confrontación que el editor hace del texto con el uso que de él hicieron algunos autores del siglo XVI, especialmente la confrontación constante con san Ignacio y sus Ejercicios Espirituales.

Por todo ello, me parece que esta obra puede hacer historia en la actual publicística, tan necesitada de obras antiguas o modernas que de verdad hagan ciencia, ayuden al conocimiento de la historia y también a la reflexión y a la oración meditada. Gracias al editor que ha puesto tanto esfuerzo e ilusión en este trabajo y le deseo que tenga mucha difusión. Que, al menos, no falte en las grandes librerías y bibliotecas.-

Daniel de Pablo Maroto.