Jn 12, 20-33 – CMM

Si el grano de trigo sembrado en la tierra muere, producirá mucho fruto.

  1. La lógica de Dios no es nuestra lógica. Sus caminos no son nuestros caminos. En la lógica humana para realizarnos necesitamos triunfar, vencer, ganar. En la lógica de Dios muchas veces hay que perder para ganar. Aparentes fracasos son, en los planes de Dios, caminos de triunfo y de plenitud. Muchas veces nos desanimamos porque los esfuerzos que hemos hecho; el bien que hemos tratado de realizar; el tratar de ser fieles a nuestra vocación cristiana; de superar las tentaciones del poder, del tener y del placer, no vemos que produzcan frutos en nosotros y en los demás. Pero, en la lógica de Dios, de hecho son el camino para producir frutos.
  2. En el evangelio de hoy Cristo nos da la clave para mirar las cosas desde la lógica de Dios. En la perspectiva de su pasión, el mayor aparente fracaso nos dice que para producir fruto hay que morir como el grano de trigo sembrado en la tierra para producir fruto. Nos señala así un camino de esperanza en medio de las dificultades, persecuciones, desalientos. Pero al mismo tiempo nos enseña a saber transformar cruces de resignación y autocompasión en la certeza de que marchamos a la liberación de la pascua, a la plenitud de la vida. Al mismo tiempo, Jesús comprende nuestros miedos. Él mismo confesó que los tenía. Dice en el evangelio ¿ahora que tengo miedo le voy a decir al Padre: Padre líbrame de esta hora? No, pues precisamente, para esta hora he venido.
  3. Aprendamos esta lección en nuestra vida. Muchas veces nos decimos “de nada han servido los esfuerzos por inculcar valores en nuestra familia”; nuestros hijos no responden a la educación que les hemos dado. Nosotros mismos, en lugar de cosechar cosas buenas, somos sometidos al sufrimiento, a la incomprensión y dudamos de “si valió la pena todo lo que hemos hecho”. No olvidemos que Jesús es el maestro que nos enseña con su doctrina y con su ejemplo a entrar en la lógica incomprensible de Dios. Se suele decir, que por la cruz se va a la luz. En la vida cristiana, muchas veces, perder significa ganar.

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