Lectio Dom, 8 de oct, 2023

La parábola de los labradores homicidas Mateo 21,33-43

Oración inicial

Señor, en este domingo quiero rezarte con una de las imágenes más bellas del Antiguo Testamento: “no abandones la viña que tu diestra ha plantado”. Continúa cultivándola y enriqueciéndola con tu amor de predilección. Los fragmentos de tu Palabra en esta liturgia dominical sean motivos de esperanza y consolación. Que yo pueda meditarlos y dejarlos cantar en el corazón, hasta el último día de mi vida; que mi humanidad, se convierta en seno en el que pueda germinar la fuerza de tu palabra.

Lectura

Contexto:

La parábola de los labradores homicidas está colocada por Mateo en la cornisa de otras dos parábolas: la de los dos hijos (21,28-32) y la del banquete de bodas (22,1-14). Juntas las tres parábolas contienen una respuesta negativa: la del hijo al padre, la de algunos campesinos al dueño de la viña, la de ciertos invitados al rey que celebra las bodas de su hijo. Las tres parábolas intentan mostrar un único punto: se trata de aquéllos que como no han acogido la predicación y el bautismo de Juan, ahora están de acuerdo unánimemente en rechazar el último enviado de Dios, la persona de Jesús. La introducción a la primera parábola de 21,28-33 sirve también para la parábola de los labradores homicidas: Llegó al templo y mientras enseñaba los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se le acercaron y le preguntaron: ¿Con qué autoridad obras así?

¿Quién te ha dado esta autoridad? Es la aristocracia sacerdotal y aquella otra secular la que se acerca a Jesús cuando Él entra en el templo. Están preocupados por la popularidad de Jesús y hacen sus preguntas a Jesús para saber dos cosas: qué tipo de autoridad se atribuye para hacer aquello que hace, y el origen de esa autoridad. En realidad la segunda resuelve lo que se pide en la primera. Lo sumos sacerdotes y los jefes del pueblo exigen una prueba jurídica: no se recuerda jamás que los profetas tengan autoridad directamente de Dios.

El texto:

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: «Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.
Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.
Ahora, díganme: cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?» Ellos le respondieron: «Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo».
Entonces Jesús les dijo: «¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable?
Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos».

Un momento de silencio orante

La palabra de Dios no puede ser comprendida si Dios mismo no abre el corazón (Act 16,14). Pero a nosotros compete la escucha que es adhesión, asentimiento silencioso. Para no hacer prevalecer la curiosidad sobre la escucha, quedémonos en silencio delante de la Palabra…

Interpretar el texto

Invitación a la escucha:

La parábola se abre con una invitación a escuchar: Escuchad otra parábola (v.33) . Jesús parece reclamar la atención de los dirigentes del pueblo a la parábola que está por pronunciar. Es un imperativo, “escuchad”, que no excluye un sentido amenazador (Gnika), si se atiende a como termina la parábola: “Por esto os digo que el reino de Dios os será quitado y le será dado a un pueblo que lo hará fructificar” (43). Por el contrario, a sus discípulos Jesús explica la parábola sin amenazas (Mt 13,18).

¿Cuál sería la explicación de esta invitación amenazante para escuchar? El presupuesto se ha de buscar en las condiciones económicas de la Palestina del siglo 1º después de Cristo: grandes extensiones de terrenos pertenecían a latifundistas extranjeros, los cuáles arrendaban los terrenos a grupos de arrendatarios. El contrato de arrendamiento preveía que parte de lo que se cosechaba era para el patrón el cual ejercía su derecho enviando a gente de confianza a recaudar lo debido. En esta situación se puede comprender cómo estaría probado el estado de ánimo de los campesinos: existía un fuerte descontento que alguna vez acababa en revuelta.

Jesús en su parábola toca esta situación concreta, pero la transporta a un estado de comprensión más alto: aquella situación se convierte en un compendio de la historia de Dios con su pueblo. Para Mateo, al lector se le invita a hacer una lectura simbólica de la parábola: detrás del “patrón” está la figura de Dios; detrás de la viña Israel.

El atento cuidado del dueño por su viña (v.33):

Ante todo existe la iniciativa de un dueño que planta una viña. Tal atención y cuidado se describe por Mateo con cinco verbos: plantó… rodeó… cavó… construyó… arrendó. El dueño, después de haber plantado la viña, la arrienda a unos labradores y se ausenta.

Los diversos intentos por parte del dueño de recaudar los frutos de la viña (vv.34-36):

En esta segunda escena el dueño envía por dos veces a los siervos que, encargados por el dueño de recaudar los frutos de la viña, son maltratados y asesinados.. Tal acción agresiva y violenta se subraya con tres verbos: golpearon… mataron… apedrearon… (v.35). Enviando otros siervos, más numerosos que los primeros, e intensificando los ultrajes padecidos, Mateo intenta aludir a la historia de los profetas, pues también ellos tuvieron que sufrir tales ultrajes. Sólo para recordar: Urias es asesinado con la espada (Jer 26,23); Jeremías es puesto en el cepo (Jer 20,2); Zacarías es lapidado (2Cr 24,21). Una síntesis de este particular de la historia profética se encuentra en Nehemías 9,26: “han matado a tus profetas…”

Por último envía al hijo:

También se le invita al lector a reconocer en el hijo mandado por “último”, al enviado último de Dios a quien tendrán respeto y le entregarán los frutos de la viña. Es el último intento del dueño. La indicación de “último” lo define como Mesías. No se excluye, además, que este proyecto de eliminación del hijo sea modelado sobre otra historia del Antiguo Testamento: los hermanos de José que dicen: “¡Ea, matémosle y echémoslo en cualquier cisterna ¡” (Gén 37,20).

El relato de la parábola toca su vértice dramático con el éxito de la misión del hijo: que viene matado por los arrendatarios-viñadores con el intento de posesionarse de la viña y usurpar la propiedad. El destino de Jesús se acerca al de los profetas, pero, en cuanto que es hijo y heredero, es superior a ellos. Tal acercamiento crsitológico se puede encontrar en la Carta a los Hebreos, donde, sin embargo, se demuestra la superioridad de Cristo como hijo y heredero del universo: “Dios, que había hablado muchas veces en los tiempos antiguos y de diversos modos a los padres por medio de los profetas, últimamente… ha hablado a nosotros por medio de su Hijo, a quien ha constituido heredero de todas las cosas… (vv. 1-2)

Hay un particular en este final de la parábola que no se ha de descuidar: Mateo anteponiendo el gesto “lo echaron fuera de la viña” y haciéndolo seguir de este otro “lo mataron”, intenta decididamente aludir a la pasión de Jesús que fue conducido fuera para ser crucificado.

La entrega de la viña a otros labradores (v.42-43):

La parte final del relato evangélico afirma la pérdida del reino de Dios y su cesión a otro pueblo capaz de llevar fruto, o sea, capaz de una fe viva y operante en una praxis de amor. La expresión “por esto os digo…será quitado y será dado…” indica la solemnidad de la acción de Dios con la que viene signada la historia del antiguo Israel y la historia del nuevo pueblo.

Pistas meditativas para la praxis eclesial

El símbolo de la viña es para nosotros el espejo en el cuál se puede ver y reflexionar la historia personal y comunitaria de nuestra relación con Dios. Hoy es la Iglesia esta gran viña que el Señor cultiva con esmero y que confía a nosotros, viñadores (= colaboradores), con el deber de continuar la misión por Él comenzada.

Ciertamente la propuesta es grande. Sin embargo, como Iglesia, somos conscientes de la tensión que existe entre fidelidad e infidelidad, entre el rechazo y la acogida que la Iglesia puede experimentar. El evangelio de este domingo nos muestra que, no obstante las dificultades y la aparente fragilidad, nada puede detener el amor de Dios por los hombres, ni siquiera la eliminación de su Hijo, al contrario, este sacrificio nos procura a todos la salvación.

Somos llamados a estar con Jesús para continuar la misión de ayudar al hombre a encontrarse con Él para ser salvado; luchar cada día para contener las fuerzas del mal que intentan eliminar el deseo de obrar el bien y promover la justicia.

Como Iglesia somos llamados a aprender, en el ejemplo de Jesús, a experimentar la contestación y a ser capaces de soportar las dificultades en nuestro empeño de evangelizar. ¿Estás de acuerdo en que las pruebas educan nuestro corazón? ¿Y que las dificultades pueden ser un instrumento para medir nuestra autenticidad y la madurez de nuestra fe?

Salmo 80 (79)

El salmista expresa el deseo de todo hombre del contacto de la mano de Dios que prepara el terreno para plantar y trasplantar la viña predilecta.
De Egipto arrancaste una viña, expulsaste pueblos para plantarla, luego cuidaste el terreno, echó raíces y llenó la tierra.
Su sombra cubría las montañas, sus pámpanos, los enormes cedros; extendía sus sarmientos hasta el mar, hasta el Gran Río sus renuevos.
¿Por qué has hecho brecha en sus tapias, para que la vendimie cualquiera que pase, la devasten los jabalíes del soto y la tasquen las alimañas del campo?
¡Oh Dios Sebaot, vuélvete, desde los cielos mira y ve, visita a esta viña, cuídala, la cepa que plantó tu diestra! Como a basura le prendieron fuego: perezcan amenazados por tu presencia.
Que tu mano defienda a tu elegido, al hombre que para ti fortaleciste. Ya no volveremos a apartarnos de ti, nos darás vida e invocaremos tu nombre. ¡Haz que nos recuperemos, Yahvé Sebaot, ilumina tu rostro y nos salvaremos!

Oración final

¡Señor, cuántas veces el amor es pagado con la ingratitud más negra! No hay nada tan destructivo como sentirse traicionado, verse burlado, saber que hemos sido engañado. Todavía más difícil es el constatar que tanto gestos de bondad, de generosidad, de apertura, de tolerancia, como tantas palabras dichas con sinceridad y hasta el empeño de ser solidarios y sinceros, no ha servido de nada. Señor, tú que has conocido la ingratitud de los hombres; Tú que has sido paciente con quien te ofendía; Tú que has sido siempre misericordioso, manso, ayúdanos a combatir nuestra inflexible dureza hacia los otros. También nosotros te dirigimos la invocación del salmista: “No abandones la viña que tu diestra ha plantado”. Nuestra oración, después de este encuentro con tu Palabra, se convierta en súplica siempre más penetrante hasta llegar a tu corazón. “Levántanos Señor, muéstranos tu rostro y seremos salvos”. Señor, tenemos mucha necesidad de tu misericordia y mientras que en nuestro corazón esté el deseo y la búsqueda de tu rostro, el camino de la salvación está siempre abierto. Amén.

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio sáb, 7 de oct, 2023

Bienaventurada Virgen María del Rosario, memoria obligatoria

Oración inicial

¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 10,17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Él les contestó: «Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo».
En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: «¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».

Reflexión

El contexto. Anteriormente, Jesús había enviado a setenta y dos discípulos, ahora éstos vuelven y se explican. Puede constatarse que el éxito de la misión se debe a la experiencia de la superioridad, o mejor, de la supremacía del nombre de Jesús respecto a las potencias del mal. La caída de Satanás coincide con la llegada del Reino: los discípulos lo han visto al realizar la misión. Las fuerzas demoníacas han quedado debilitadas: los demonios se someten al poder del nombre de Jesús. Pero este convencimiento no puede ser el fundamento de su alegría y del entusiasmo de su testimonio misionero; la alegría tiene sus raíces profundas en el hecho de ser conocidos y amados por Dios. Esto no quiere decir que la protección de Dios y la relación con él nos sitúen siempre en ventaja ante las fuerzas demoníacas. Aquí se pone la mediación de Jesús entre Dios y nosotros: “Mirad, os he dado el poder” (v.19).

El poder de Jesús es un poder que nos hace experimentar el éxito ante el poder diabólico y nos protege. Un poder que sólo puede ser transmitido cuando Satanás es derrotado. Jesús ha asistido a la caída de Satanás, aunque aún no ha sido derrotado definitivamente; los cristianos están llamados a impedir este poder de Satanás sobre la tierra. Ellos están seguros de su victoria, aunque vivan en situación crítica: participan de la victoria en la comunión de amor con Cristo aunque son probados en el sufrimiento y la muerte. Sin embargo, el motivo de la alegría no está en la seguridad de salir indemnes, sino en el hecho de ser amados por Dios. La expresión de Jesús “vuestros nombres están escritos en el cielo” atestigua que el estar presente en el corazón de Dios (la memoria) garantiza la prolongación de nuestra vida en la dimensión de la eternidad. El éxito de la misión de los discípulos es consecuencia de la caída de Satanás, pero por otra parte muestra la benevolencia del Padre (vv.21-22): el éxito de la Palabra de Gracia en la misión de los setenta y dos, vivida como designio del Padre y en comunión con la resurrección del Hijo, es desde ahora revelación de la bondad del Padre; la misión se convierte en un espacio para revelar la voluntad de Dios en el tiempo humano. Esta experiencia la transmite Lucas en un contexto de oración: Muestra la reacción en el cielo (“te doy gracias”, v.21) y también en la tierra (vv.23-24).

La oración de júbilo. En la oración que Jesús dirige al Padre guiado por la acción del Espíritu, se especifica que “se llenó de gozo”, expresando la apertura al gozo mesiánico y proclamando la benevolencia del Padre. Se hace evidente en los pequeños, en los pobres y en los que no cuenta para nada, porque ellos han escuchado la palabra anunciada por los enviados y de esta manera acceden a la relación entre las personas divinas de la Trinidad. Sin embargo, los sabios y doctos, en su seguridad, se complacen en su competencia intelectual y teológica. Esta actitud les impide entrar en el dinamismo dado por Jesús a la salvación. La enseñanza que Lucas pretende transmitir a cada creyente, e igualmente a las comunidades eclesiales, se podría sintetizar así: la humildad abre a la fe; la suficiencia de las propias seguridades cierra al perdón, a la luz, a la benevolencia de Dios. La oración de Jesús tiene sus efectos sobre todos los que acogen la benevolencia del Padre y se dejan envolver por ella.

Para la reflexión personal

La misión de ser portadores de la vida de Dios a los demás comporta un estilo pobre y humilde. ¿Está tu vida atravesada por la vida de Dios, de la Palabra de gracia que viene de Jesús?
¿Tienes confianza en la llamada de Dios y en su poder, que busca manifestarse a través de la simplicidad, de la pobreza y de la humildad?

Oración final

Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico en amor con los que te invocan; Yahvé, presta oído a mi plegaria, atiende a la voz de mi súplica. (Sal 86,5-6)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio vie, 6 de oct, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Lucas 10,13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, ciudad de Corozaín! ¡Ay de ti, ciudad de Betsaida! Porque si en las ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran realizado los prodigios que se han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que hubieran hecho penitencia, cubiertas de sayal y de ceniza. Por eso el día del juicio será menos severo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás encumbrada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el abismo».
Luego, Jesús dijo a sus discípulos: «El que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los rechaza a ustedes, a mí me rechaza y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

Reflexión

El evangelio de hoy da continuidad al envío de los setenta y dos discípulos y discípulas (Lc 10,1-12). Al final de este envío Jesús decía que había que sacudirse el polvo de los zapatos cuando los misioneros no fueran recibidos (Lc 10,10-12). El evangelio de hoy acentúa y amplía las amenazas a los que no aceptan recibir la Buena Noticia.

Lucas 10,13-14: Ay de ti Corazón y Betsaida. El espacio por donde Jesús anduvo durante aquellos tres años de su vida misionera era pequeño. Abarcaba unos pocos kilómetros cuadrados a lo largo del Mar de Galilea alrededor de las ciudades de Cafarnaún, Betsaida y Corazín. Fue en este espacio tan pequeño que Jesús realizó la mayor parte de sus discursos y milagros. El vino a salvar a la humanidad entera, y casi no salió del limitado espacio de su tierra. Trágicamente, Jesús tuvo que constatar que la gente de aquellas ciudades no quiso aceptar el mensaje del Reino y no se convirtió. Las ciudades se encerraron en la rigidez de sus creencias, tradiciones y costumbres y no aceptaron la invitación de Jesús para mudar de vida. “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido.” Jesús compara las dos ciudades con Tiro y Sidón que, en el pasado, fueron enemigos temibles de Israel, maltrataron al pueblo de Dios. Por eso, fueron maldecidas por los profetas (Is 23,1; Jr 25,22; 47,4; Ez 26,3; 27,2; 28,2; Jl 4,4; Am 1,10). Y ahora, Jesús dice que estas mismas ciudades, símbolos de toda la maldad hecha al pueblo en el pasado, se hubieran convertido si hubieran acontecido tantos milagros como en Corazón y en Betsaida.

Lucas 10,15: ¡Ay de ti Cafarnaún! “Y tú, Cafarnaún, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar?

¡Hasta el Hades te hundirás! Jesús evoca la condena que el profeta Isaías lanzó contra Babilonia. Orgullosa y prepotente, Babilonia pensaba: ”Voy a subir hasta el cielo, y levantaré mi trono encima de las estrellas de Dios; me sentaré en la montaña donde se reúnen los dioses, allá donde el Norte se termina; subiré a la cumbre de las nubes, seré igual al Altísimo» (Is 14,13-14). ¡Pensaba! Pero se engañaba de lo lindo. Aconteció lo contrario. Dice el profeta: “Mas, ¡ay! has caído en las honduras del abismo, en el lugar adonde van los muertos” (Is 14,15). Jesús compara Cafarnaún a esta terrible Babilonia que destruyó la monarquía y el templo y llevó al pueblo al cautiverio del cual no se recupero nunca jamás. Al igual que Babilonia, Cafarnaún pensaba ser algo, pero fue a parar en la sima del infierno. El evangelio de Mateo compara Cafarnaún con la ciudad de Sódoma, símbolo de la peor perversión, que fue destruída por la ira de Dios (Gén 18,16 a 19,29). Sódoma se hubiese convertido si hubiese visto los milagros que Jesús hizo en Cafarnaún (Mt 11,23-24). Hoy sigue la misma paradoja. Muchos de nosotros, que somos católicos desde la infancia, tenemos tantas convicciones consolidadas, que nadie es capaz de convertirnos. Y en algunos lugares, el cristianismo, en vez de ser fuente de cambio y de conversión, se ha vuelto el reducto de las fuerzas más reaccionarias de la política del país.

Lucas 10,16: Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado. La frase acentúa la identificación de los discípulos con Jesús en cuanto rechazado por las autoridades. En Mateo la misma frase de Jesús colocada en otro contexto, acentúa la identificación de los discípulos con Jesús en cuanto acogido por el pueblo (Mt 10,40). Tanto en el uno como en el otro caso, es en la entrega total que los discípulos se identifican con Jesús y que se realiza su encuentro con Dios, y que Dios se deja encontrar por aquel que le busca.

Para la reflexión personal

Mi ciudad y mi país, ¿merecen la advertencia de Jesús contra Cafarnaún, Corazín y Betsaida?
¿Cómo me identifico con Jesús?

Oración final

Guárdame, oh Dios, que en ti me refugio. Digo a Yahvé: «Tú eres mi Señor, mi bien, nada hay fuera de ti». Yahvé es la parte de mi herencia y de mi copa, tú aseguras mi suerte. (Sal 16,1-2,5)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio jue, 5 de oct, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 10,1-12

En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: «La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’.
Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca’. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad».

Reflexión.

El contexto. El cap. 10, que empieza con nuestro pasaje, presenta un carácter de revelación. En 9, 51 se dice que Jesús “se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén”. Este camino, expresión de su ser filial, se caracteriza por una acción doble: están estrechamente unidos el “ser quitado” de Jesús (v.51) y su “venida” mediante la invitación de sus discípulos (v.52); hay una ligazón en el doble movimiento: “ser quitado del mundo” para ir al Padre, y ser enviado a los hombres. De hecho sucede a veces que el enviado no es atendido (v.52) y por tanto debe aprender a “entregarse” sin por desistir ante el rechazo de los hombres (9,54-55). Tres breves escenas ayudan al lector a comprender el significado del seguimiento de Jesús, que va a Jerusalén para ser quitado del mundo.

En la primera, se presenta un hombre que desea seguir a Jesús a dondequiera que vaya; Jesús lo invita a abandonar todo lo que le proporciona bienestar y riqueza. Los que quieran seguirlo deben compartir con él su condición de nómada. En la segunda, es Jesús el que toma la iniciativa y llama a un hombre cuyo padre acaba de morir. El hombre pide una dilación de la llamada para atender a su deber de sepultar a su padre. La urgencia del anuncio del reino supera a este deber: la preocupación por sepultar a los muertos resulta inútil porque Jesús va más allá de las puertas de la muerte y esto lo realiza incluso en los que lo siguen. Finalmente, en la tercera escena, se presenta a un hombre que se ofrece espontáneamente a seguir a Jesús, pero pone una condición: saludar antes a sus padres. Entrar en el reino no admite demoras. Después de esta renuncia, la expresión de Lc 9,62, “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios”, introduce el tema del cap. 10.

Dinámica del relato. El pasaje objeto de nuestra meditación empieza con expresiones muy densas. La primera, “Después de esto”, remite a la oración de Jesús y a su firme decisión de ir a Jerusalén. La segunda, respecta al verbo “designar”: “designó a otros setenta y dos y los envió…” (10.1), precisando que los envía delante de sí, es decir, con la misma resolución con la que él se encamina a Jerusalén. Las recomendaciones que Jesús les da antes de enviarlos son una invitación a ser conscientes de la misión a la que se les envía: la mies abundante en contraste con el número exiguo de obreros. El Señor de la mies llega con toda su fuerza, pero la alegría de su llegada se ve impedida por el reducido número de obreros. De aquí, la invitación categórica a la oración: “Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (v.2). La iniciativa de enviar a la misión es competencia del Padre, pero Jesús da la orden: “Id”, indicando después el modo de seguir (vv.4-11).

Empieza con el equipamiento. Ni bolsa, ni alforja, ni sandalias. Estos elementos manifiestan la fragilidad del que es enviado y su dependencia de la ayuda que viene del Señor y de los habitantes de la ciudad. Las prescripciones positivas se resumen, en primer lugar, en la llegada a la casa (vv.5-7) y después en el éxito en la ciudad (v.8- 11). En ambos casos no se excluye el rechazo. La casa es el lugar en el que los misioneros tienen los primeros intercambios, las primeras relaciones, valorando los gestos humanos del comer, del beber y del descanso, como mediaciones sencillas y normales para comunicar el evangelio.

La paz es el don que precede a la misión, es decir, la plenitud de vida y de relaciones; la alegría verdadera es el signo que caracteriza la llegada del Reino. No hay que buscar la comodidad, es indispensable ser acogidos. La ciudad, sin embargo, es el campo más extenso de la misión en el que se desenvuelve la vida, la actividad política, las posibilidades de conversión, de acogida o de rechazo. A este último aspecto se une el gesto de sacudirse el polvo (vv.10-11), como si los discípulos, al abandonar la ciudad que los ha rechazado, dijesen a sus habitantes que no se han apoderado de nada, o también podría indicar el cese de las relaciones. Al final, Jesús recuerda la culpabilidad de la ciudad que se cierre a la proclamación del evangelio (v.12).

Para la reflexión personal

Cada día el Señor te invita a anunciar el Evangelio a tus íntimos (la casa) y a los hombres (la ciudad). ¿Adoptas un estilo pobre, esencial, al testimoniar tu identidad cristiana?
¿Eres consciente de que el éxito de tu testimonio no depende de tus capacidades personales, sino sólo del Señor que envía y de tu disponibilidad?

Oración final

«Busca su rostro». Sí, Yahvé, tu rostro busco: no me ocultes tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación. (Sal 27,8-9)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio mié, 4 de oct, 2023

San Francisco de Asís, memoria obligatoria

Oración inicial

¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Lucas 9,57-62

En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, alguien le dijo: «Te seguiré a donde quiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza».
A otro, Jesús le dijo: «Sígueme». Pero él le respondió: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Jesús le replicó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios».
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia». Jesús le contestó: «El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».

Reflexión

En el evangelio de hoy sigue el largo y duro camino de Jesús desde la periferia de Galilea hacia la capital. Al salir de Galilea, Jesús entra en Samaria y sigue hacia Jerusalén. Pero no todos le entienden. Muchos le abandonan, porque las exigencias son enormes. Al comienzo de su actividad pastoral, en Galilea, Jesús había llamado a tres: Pedro, Santiago y Juan (Lc 5,8-11). Aquí también en Samaria son tres las personas que se presentan o que son llamadas. En las respuestas de Jesús, emergen las condiciones para poder ser discípulo/a de Jesús.

Lucas 9,56-58: El primero de los tres nuevos discípulos “Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.” Jesús le dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.” A esta primera persona que quiere ser discípulo, Jesús pide que se despoje de todo: no tiene donde reclinar la cabeza, mucho menos tiene que buscar una falsa seguridad donde reclinar el pensamiento de la cabeza.

Lucas 9,59-60: El segundo de los tres nuevos discípulos. A otro le dice: “Sígueme”. Él respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre.” Le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.” A esta segunda persona llamada por Jesús, Jesús le pide que deje que los muertos entierren a los muertos. Se trata de un dicho popular empleado para decir: deja las cosas del pasado. No pierdas tiempo con lo que ha ocurrido, mira adelante. Tras haber descubierto la vida nueva en Jesús, el discípulo no debe perder tiempo con lo que ha ocurrido.

Lucas 9,61-62: El tercero de los tres nuevos discípulos. “También otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa.” Le dijo Jesús: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.”A esta tercera persona llamada a ser discípulo, Jesús le pide que rompa con los lazos familiares. En otra ocasión había dicho: Aquel que ama a su padre y a su madre más que a mí, no puede ser mi discípulo (Lc 14,26; Mt 10,37). Jesús es más exigente que el profeta Elías quien deja que Eliseo se despida de sus padres (1Re 19,19-21). Significa también romper los lazos nacionalistas de la raza y de la estructura familiar patriarcal. Las exigencias fundamentales que Jesús presenta como condiciones necesarias para aquel o aquella que quiere ser discípulo/a son tres: (a) abandonar los bienes familiares, (b) no apegarse a los bienes que se han tenido y acumulado en el pasado, y (c) cortar con los lazos familiares. En realidad, nadie, aunque lo quiera, puede cortar con los lazos familiares, ni tampoco con lo vivido en el pasado. Lo que se nos pide es saber reintegrar todo (bienes materiales, vida personal y vida familiar) de forma nueva alrededor del nuevo eje que es Jesús y de la Buena Noticia que él nos trae.

Jesús, él mismo, vivió y se dio cuenta de lo que pedía a sus seguidores. Con su decisión de subir hacia Jerusalén, Jesús revela su proyecto. Su camino hacia Jerusalén (Lc 9,51 a 19,27) está representado como la asunción (Lc 9,51), el éxodo (Lc 9,31) o la travesía (Lc 17,11). Una vez llegado a Jerusalén, Jesús realiza el éxodo, la asunción o la travesía definitiva de este mundo hacia el Padre (Jn 13,1). Solamente una persona realmente libre puede hacerlo, porque un tal éxodo supone entregar la propia vida a los hermanos (Lc 23,44-46; 24,51). Esto es el éxodo, esta es la travesía, la asunción de la que las comunidades tienen que darse cuenta para que el proyecto de Jesús vaya adelante.

Para la reflexión personal

Compara cada una de estas tres exigencias con tu propia vida.
¿Cuáles son los problemas que emergen en tu vida como consecuencia de la decisión que has tomado de seguir a Jesús?

Oración final

Tú me escrutas, Yahvé, y me conoces; sabes cuándo me siento y me levanto, mi pensamiento percibes desde lejos; de camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas. (Sal 139,1-2)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio mar, 3 de oct, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Lucas 9,51-56

Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: «Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?»
Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea.

Reflexión

El evangelio de hoy cuenta como Jesús decide ir para Jerusalén. Describe también las primeras dificultades que encuentra a lo largo del camino. Trae el comienzo de la larga y dura caminada desde la periferia hacia la capital. Jesús deja Galilea y sigue hacia Jerusalén. No todos le comprenden. Muchos le abandonan, pues las exigencias son grandes. Hoy pasa lo mismo. A lo largo del camino de nuestras comunidades, hay también incomprensión y abandono.

“Jesús decide ir hacia Jerusalén”. Esta decisión va a marcar la larga y dura caminada de Jesús desde Galilea hacia Jerusalén, de la periferia hasta la capital. Esta caminada ocupa más de una tercera parte de todo el evangelio de Lucas (Lc 9,51 hasta el 19,28). Señal de que la caminada hasta Jerusalén tiene una importancia muy grande en la vida de Jesús. La larga caminada simboliza, al mismo tiempo, el camino que las comunidades estaban haciendo. Trataban de realizar el difícil paso del mundo judío hacia el mundo de la cultura griega. Simbolizaba también la tensión entre lo Nuevo que continuaba avanzando y lo Antiguo que se encerraba cada vez más. Y simboliza además la conversión que cada uno de nosotros tiene que hacer, tratando de seguir a Jesús. Durante el camino, los discípulos y las discípulas tratan de seguir a Jesús, sin volverse atrás. No siempre lo consiguen. Jesús dedica mucho tiempo a la instrucción de los que le siguen de cerca. Un ejemplo concreto de esta instrucción lo tenemos en el evangelio de hoy. Luego, al comienzo del camino, Jesús sale de Galiela y lleva a sus discípulos para dentro del territorio de los samaritanos. Trata de formarlos para que puedan entender la apertura hacia lo Nuevo, hacia el “otro”, el diferente.

Lucas 9,51: Jesús decide ir para Jerusalén. El texto griego dice literalmente: «Cuando se completaron los días de su asunción (o arrebato), Jesús volvió su rostro hacia Jerusalén”. La expresión asunción o arrebato evoca al profeta Elías que fue arrebatado al cielo (2 Re 2,9-11). La expresión volver el rostro evoca al Siervo de Yahvé que decía: “Puse mi cara dura como piedras, y sé que no seré engañado” (Is 50,7). Evoca también la orden que el profeta Ezequiel recibió de Dios: «¡Vuelve tu rostro hacia Jerusalén!» (Ez 21,7). Usando esas expresiones, Lucas sugiere que con la caminada hacia Jerusalén, comienza una oposición más declarada de Jesús contra el proyecto de la ideología oficial del Templo de Jerusalén. La ideología del Templo quería a un Mesías glorioso y nacionalista. Jesús quiere ser un Mesías-Siervo. Durante la larga caminada, esta oposición aumenta y, al final, termina en el arrebato o en la asunción de Jesús. La asunción de Jesús es su muerte en la Cruz, seguida de la resurrección.

Lucas 9,52-53: Fracasa la misión en Samaría. Durante el viaje, el horizonte de la misión se ensancha. Jesús supera las fronteras del territorio y de la raza. Manda a sus discípulos a que preparen su venida en una aldea de Samaría. Pero la misión junto a los samaritanos fracasó. Lucas dice que los samaritanos no recibieron a Jesús porque él estaba yendo hacia Jerusalén. Por esto, si los discípulos hubiesen dicho a los samaritanos: “Jesús está yendo hacia Jerusalén para criticar el proyecto del Templo y para exigir una mayor apertura”, Jesús hubiera sido aceptado porque los samaritanos eran de la misma opinión. El fracaso de la misión se debe, probablemente, a los discípulos. Ellos no entendieron por qué Jesús “volvió la cara hacia Jerusalén”. La propaganda oficial del Mesías glorioso les impedía entrever. Los discípulos no entendieron la apertura de Jesús, y la misión fracasó.

Lucas 9,54-55: Jesús no acepta la demanda de venganza. Santiago y Juan no quieren llevarse la derrota para casa. No aceptan que alguien no esté de acuerdo con sus ideas. Quieren imitar a Elías y usar el fuego para vengarse (2 Re 1,10). Jesús no acepta la propuesta. No quiere el fuego. Ciertas Biblias añaden: «¡No sabéis qué espíritu os mueve!» Significa que la reacción de los discípulos no era del Espíritu de Dios. Cuando Pedro sugiere a Jesús que no siga por el camino del Mesías Siervo, Jesús llamó a Pedro de satanás (Mc 8,33). Satanás es el mal espíritu que quiere mudar el rumbo de la misión de Jesús. Mensaje de Lucas para las comunidades: ¡aquellos que quieren impedir la misión entre los paganos están movidos por el mal espíritu!

Durante los diez capítulos que describen el camino hasta Jerusalén (Lc 9,51 a 19,28), Lucas, constantemente, recuerda que Jesús está de camino hacia Jerusalén (Lc 9,51.53.57; 10,1.38; 11,1; 13,22.33; 14,25; 17,11; 18,31; 18,37; 19,1.11.28). Raramente, sin embargo, dice por dónde Jesús pasaba. Sólo aquí, al comienzo del viaje (Lc 9,51), en medio (Lc 17,11) y al final (Lc 18,35; 19,1), uno va sabiendo algo respecto del lugar por donde Jesús estaba pasando. Esto vale para las comunidades de Lucas y para todos nosotros. No podemos parar, aunque no siempre por donde pasamos está claro y definido. Lo cierto es el objetivo: Jerusalén.

Para la reflexión personal

¿Cuáles son los problemas que ya aparecen en tu vida como consecuencia de la decisión que has tomado de seguir a Jesús?
¿Qué aprendemos de la pedagogía de Jesús con sus discípulos que quieren vengarse de los samaritanos?

Oración final

Te dan gracias, Yahvé, los reyes de la tierra, cuando escuchan las palabras de tu boca; y celebran las acciones de Yahvé: «¡Qué grande es la gloria de Yahvé! (Sal 138,4-5)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio lun, 2 de oct, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Mateo 18,1-5.10

En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?»

Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: «Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo».

Reflexión

El evangelio de hoy presenta un texto sacado del Sermón de la Comunidad (Mt 18,1- 35), en el cual Mateo reúne frases de Jesús para ayudar a las comunidades del final del siglo primero a superar los problemas que debían abordar en aquel momento, es decir, la salida de los pequeños por causa del escándalo de algunos (Mt 18,1-14) y la necesidad de diálogo para superar los conflictos internos (Mt 18,15-35). El Sermón de la Comunidad aborda distintos asuntos: el ejercicio del poder en la comunidad (Mt 18,1-4), el escándalo que excluye a los pequeños (Mt 18,5-11), la obligación de luchar para que los pequeños vuelvan (Mt 18,12-14), la corrección fraterna (Mt 18,15- 18), la oración (Mt 18,19-20) y el perdón (Mt 18,21-35). El acento cae en la acogida y en la reconciliación, pues el fundamento de la fraternidad es el amor gratuito de Dios que nos acoge y nos perdona. Sólo así la comunidad será señal del Reino.

En el evangelio de hoy vamos a meditar sobre la acogida que hay que dar a los pequeños. La expresión, los pequeños, no se refiere sólo a los niños, sino a las personas sin importancia en la sociedad, inclusive a los niños. Jesús pide que los pequeños, estén en el centro de las preocupaciones de la comunidad, pues «el Padre quiere que ni uno sólo de estos pequeños se pierda» (Mt 18,14).

Mateo 18,1: La pregunta de los discípulos que provoca la enseñanza de Jesús. Los discípulos quieren saber quién es el mayor en el Reino. El mero hecho de preguntar indica que no han entendido bien el mensaje de Jesús. La respuesta de Jesús, es decir, todo el Sermón de la Comunidad, es para que se entienda que entre los seguidores y las seguidoras de Jesús tiene que primar el espíritu de servicio, de entrega, de perdón, de reconciliación y de amor gratuito, sin buscar el propio interés.

Mateo 18,2-5: El criterio de base: el menor es el mayor. “El llamó un niño y lo puso en medio”. Los discípulos quieren un criterio para poder medir la importancia de las personas en la comunidad. Jesús responde que el criterio son ¡los niños! Los niños no tienen importancia social, no pertenecen al mundo de los mayores. Los discípulos, en vez de crecer por encima o hacia el centro, deben crecer hacia abajo y hacia la periferia. ¡Así serán los mayores en el Reino! Y el motivo es éste: “Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe.” El amor de Jesús por los pequeños no tiene explicación. Los niños no tienen méritos, son amados por los padres y por todos por ser niños. Aquí se manifiesta la pura gratuidad de Dios que pide ser imitada en la comunidad por los que creen en Jesús.

Mateo 18,6-9: No escandalizar a los pequeños. El evangelio de hoy omite estos versículos de 6 a 9 y continúa en el versículo 10. Damos una breve clave de lectura para estos versículos de 6 a 9. Escandalizar a los pequeños significa: ser motivo por los cuales los pequeños pierden la fe en Dios y abandonan la comunidad. El insistir demasiado en las normas y en las observancias, como hacían algunos fariseos, alejaba a los pequeños, porque no encontraban la práctica libertadora traída por Jesús. Ante esto, Mateo guarda unas frases bien fuertes de Jesús, como aquella de la piedra de molino agarrada al cuello, o la otra: “¡Ay de aquel que fuera causa de escándalo!” Señal de que en aquel tiempo los pequeños no se identificaban con la comunidad y buscaban otros refugios. Y ¿hoy? Cada año, en Brasil casi un millón de personas abandonan las iglesias históricas y emigran hacia las iglesias pentecostales. Y son los pobres los que transitan. Si se van, es porque los pobres, los pequeños, no se sienten a gusto en nuestra casa. ¿Cuál es el motivo? Para evitar este escándalo, Jesús manda cortar la mano o el pie y arrancar el ojo. Estas afirmaciones de Jesús no pueden tomarse al pie de la letra. Significan que hay que ser muy exigente en combatir el escándalo que aleja a los pequeños. No podemos permitir, de ninguna forma, que los pequeños se sientan marginados en nuestra comunidad. Pues en este caso la comunidad dejaría de ser señal del Reino di Dios. No sería de Jesucristo. No sería cristiana.

Mateo 18,10: Los ángeles de los pequeños en presencia del Padre. “Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos”. Hoy, a veces, se oye que alguien pregunta: “Los ángeles ¿existen? ¿No serán un elemento de la cultura persa, donde los judíos vivieron tantos siglos cuando el exilio de Babilonia?” Es posible que sea así. Pero no es esto el quid de la cuestión, no es la cuestión principal. En la Biblia, el ángel tiene otro significado. Hay textos en que se habla del Ángel de Yahvé o del Ángel de Dios y de repente se habla de Dios. Se cambia en uno por el otro (Gén 18,1-2.9.10.13.16: cf Jue 13,3.18). En la Biblia, ángel es el rostro de Yahvé dirigido hacia nosotros. Ángel de la guarda es el rostro de Dios ¡hacia mí, hacia ti! Es la expresión personalizada de la convicción más profunda de nuestra fe, a saber, que Dios está con nosotros, conmigo, ¡siempre! Es una forma de concretar el amor y la presencia de Dios en nuestra vida, hasta los mínimos detalles.

Para la reflexión personal

Los pequeños ¿son acogidos en nuestras comunidades? Las personas más pobres del barrio ¿participan en nuestra comunidad?
Ángel de Dios, ángel de la guarda. Muchas veces, el ángel de Dios es la persona que ayuda a otra persona. En tu vida, ¿hay muchos ángeles?

Oración final

Porque tú Señor has formado mis riñones, me has tejido en el vientre de mi madre; te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios tus obras. (Sal 139,13-14)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio, sáb, 30 sep, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo; concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Lucas 9,43b-45

En aquel tiempo, como todos comentaban, admirados, los prodigios que Jesús hacía, éste dijo a sus discípulos: «Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendieron estas palabras, pues un velo les ocultaba su sentido y se las volvía incomprensibles. Y tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto.

Reflexión

El evangelio de hoy nos habla del segundo anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Los discípulos no entendieron la palabra sobre la cruz, porque no son capaces de entender ni di aceptar a un Mesías que se hace siervo de los hermanos. Ellos siguen soñando con un mesías glorioso.

Lucas 9,43b-44: El contraste. “Estando todos maravillados por todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: “Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.” El contraste es muy grande. Por un lado la gente vibra y admira todo aquello que Jesús decía y hacía. Jesús parece corresponder a todo aquello que la gente sueña, crea y espera. Por otro lado, la afirmación de Jesús que será preso y que será entregado en manos de los hombres. Es decir, la opinión de las autoridades sobre Jesús es totalmente contraria a la opinión de la gente.

Lucas 9,45: El anuncio de la Cruz. “Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado su sentido de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.” Y tenían miedo a hacer preguntas sobre el asunto”. Los discípulos lo escuchaban, pero no entendían las palabras sobre la cruz. Pero con todo, no piden aclaraciones. ¡Tienen miedo en dejar aflorar su ignorancia!

El título de Hijo del Hombre. Este nombre aparece con gran frecuencia en los evangelios: 12 veces en Juan, 13 veces en Marcos, 28 veces en Lucas, 30 veces en Mateo. En todo, 83 veces en los cuatro evangelios. A Jesús le gustaba mucho usar este nombre, más que todos los demás.

Este título viene del AT. En el libro de Ezequiel, indica la condición bien humana del profeta (Ez 3,1.4.10.17; 4,1 etc.). En el libro de Daniel, el mismo título aparece en una visión apocalíptica (Dan 7,1-28), en la que Daniel describe los imperios de los Babilonios, de los Medos, de los Persas y de los Griegos. En la visión del profeta, estos cuatro imperios tienen la apariencia de “animales monstruosos” (cf. Dan 7,3-8).Son imperios animalescos, brutales, deshumanos, que persiguen, deshumanizan y matan (Dan 7,21.25).

En la visión del profeta, después de los reinos antihumanos, aparece el Reino de Dios que tiene apariencia no de animal, sino que de figura humana, Hijo de hombre. Es decir, se trata de un reino con apariencia de gente, reino humano, que promueve la vida. Humaniza. (Dan 7,13-14). En la profecía de Daniel la figura del Hijo del Hombre representa, no a un individuo, sino, como el mismo dice, al “pueblo de los Santos del Altísimo” (Dan 7,27; Cf. Dan 7,18). Es el pueblo que no se deja deshumanizar ni engañar o manipular por la ideología dominante de los imperios animalescos.

La misión del Hijo del Hombre, esto es, del pueblo de Dios, consiste en realizar el Reino de Dios como un reino humano. Reino que no persigue la vida, ¡sino que la promueve! Humaniza a las personas. Al presentarse a los discípulos como a Hijo del Hombre, Jesús asume como suya esta misión que es la misión de todo el Pueblo de Dios. Y es como si les dijera a ellos y a todos nosotros: “¡Vengan conmigo! Esta misión no es sólo mía, sino que es de todos nosotros. ¡Vamos juntos a realizar la misión que Dios nos ha entregado, a realizar el Reino humano y humanizador que él soñó!” Y fue lo que él hizo y vivió durante toda la vida, sobre todo, en los últimos treinta años.

Decía el Papa León Magno: “Jesús fue tan humano, pero tan humano, como sólo Dios puede ser humano”. Cuando más humano, tanto más divino. ¡Cuando más “hijo del hombre” tanto más “hijo de Dios!” Todo aquello que deshumaniza a las personas aleja de Dios. Fue lo que Jesús condenó, colocando el bien de la persona humana como prioridad encima de las leyes, encima del sábado (Mc 2,27). En la hora de ser condenado por el tribunal religioso del sinedrio, Jesús asumió este título. Al preguntarle si era el “hijo de Dios” (Mc 14,61), responde que es el “hijo del Hombre”: “Yo soy. Y veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso” (Mc 14,62). Por causa de esta afirmación fue declarado reo de muerte por las autoridades. El mismo sabía de esto, pues había dicho: “El Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate de muchos” (Mc 10,45).

Para la reflexión personal

¿Cómo combinas en tu vida el sufrimiento y la fe en Dios?
En tiempo de Jesús había contrastes: la gente pensaba y esperaba de una forma, mientras que las autoridades religiosas pensaban y esperaban de otra forma. Hoy existe ese mismo contraste.

Oración final

Tu palabra, Yahvé, para siempre, firme está en los cielos.
Tu verdad dura por todas las edades, tú asentaste la tierra, que persiste. (Sal 119,89-90)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio, vie, 29 sep, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Juan 1,47-51

En aquel tiempo, cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: «Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez». Natanael le preguntó: «¿De dónde me conoces?» Jesús le respondió: «Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera». Respondió Natanael: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel». Jesús le contestó: «Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver». Después añadió: «Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Reflexión

El evangelio de hoy nos presenta el diálogo entre Jesús y Natanael, en el que aparece la frase: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.” Esta frase ayuda a aclarar algo respecto de los arcángeles.

Juan 1,47-49: La conversación entre Jesús y Natanael. Fue Felipe que llevó a Natanael hasta Jesús (Jn 1,45-46). Natanael había exclamado: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» Natanael era de Caná, que quedaba cerca de Nazaret. Al ver a Natanael, Jesús dice: «¡Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño!» Y afirma que ya le conocía cuando estaba debajo de la higuera. ¿Cómo es que Natanael podía ser un «israelita auténtico» si no aceptaba a Jesús como mesías? Natanael «estaba debajo de la higuera». La higuera era el símbolo de Israel (cf. Mi 4,4; Za 3,10; 1Re 5,5). «Estar debajo de la higuera» era lo mismo que ser fiel al proyecto del Dios de Israel. Israelita auténtico es aquel que sabe deshacerse de sus propias ideas cuando percibe que éstas no concuerdan con el proyecto de Dios. El israelita que no está dispuesto a hacer esta conversión no es no auténtico ni honesto. Esperaba a un mesías de acuerdo con la enseñanza oficial de la época, según la cual el Mesías vendría de Belén en Judea. El Mesías no podía venir de Nazaret, en Galilea (Jn 7,41-42.52). Por esto, Natanael se resistía en aceptar a Jesús como mesías. Pero el encuentro con Jesús le ayudó a percibir que el proyecto de Dios no siempre es como la persona se lo imagina o desea que fuera. Natanael reconoce su engaño, cambia idea, acepta a Jesús como mesías y confiesa: «¡Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el rey de Israel!»

La diversidad del llamado. Los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas presentan la llamada de los primeros discípulos de forma mucho más resumida: Jesús pasa por la playa, llama a Pedro y a Andrés. Luego después, llama a Santiago y a Juan (Mc 1,16- 20). El evangelio de Juan tiene otra manera de describir el inicio de la primera comunidad que se formó alrededor de Jesús. Trae unas historias bien concretas. Lo que llama la atención es la variedad de los llamados y de los encuentros de las personas entre sí y con Jesús. De este modo, Juan enseña como hay que hacer para iniciar una comunidad. Es a través de los contactos y de invitaciones personales,

¡hasta hoy! A unos Jesús los llama directamente (Jn 1,43). A otros, indirectamente (Jn 1,41-42). Un día, llamó a dos discípulos de Juan Bautista (Jn 1,39). Al día siguiente, llamó a Felipe que, a su vez, llamó a Natanael (Jn 1,45). Ninguna llamada se repite, porque cada persona es diferente. La gente nunca olvida los llamados y los encuentros importantes que marcan su vida. Recuerda hasta el día y la hora (Jn 1,39).

Juan 1,50-51: Los ángeles de Dios sabiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre. La confesión de Natanael está al comienzo. Quien es fiel, verá el cielo abierto y los ángeles subiendo y bajando sobre el hijo del Hombre. Experimentará que Jesús es la nueva alianza entre Dios y nosotros, seres humanos. Es la realización del sueño de Jacob (Gén 28,10-22).

Los ángeles subiendo y bajando. Los tres arcángeles: Gabriel, Rafael y Miguel. Gabriel explicaba al profeta Daniel el significado de las visiones (Dan 8,16; 9,21). Fue ese mismo ángel Gabriel el que llevó el mensaje de Dios a Isabel (Lc 1,19) y a María, la madre de Jesús (Lc 1,26). Su nombre significa “Dios es fuerte”. Rafael aparece en el libro de Tobías. Acompañó a Tobías, hijo de Tobit y de Ana, en el viaje y le protegió de todos los peligros. Ayudó a Tobías a que librara a Sara de un mal espíritu y a curar a Tobit, el padre, de la ceguera. Su nombre significa “Dios cura”. Miguel ayudó al profeta Daniel en sus luchas y dificultades (Dan 10,13.21; 12,1). La carta de Judas dice que Miguel disputó con el diablo el cuerpo de Moisés (Jd 1,9). Fue Miguel el que venció a Satanás, derribándolo del ciego y arrojándolo al infierno (Ap 12,7). Su nombre significa “¡Quién como Dios!” La palabra ángel significa mensajero. Trae un mensaje de Dios. En la Biblia, la naturaleza entera puede ser mensajera de Dios, revelando el amor de Dios por nosotros (Sal 104,4). El ángel puede ser Dios mismo, en cuanto vuelve su rostro hacia nosotros y nos revela su presencia amorosa.

Para la reflexión personal

¿Tuviste ya un encuentro que ha marcado tu vida? ¿Cómo descubriste la llamada de Dios allí?

¿Te has interesado alguna vez, como Felipe, en llamar a otra persona para que participara de la comunidad?

Oración final

Te doy gracias, Yahvé, de todo corazón, por haber escuchado las palabras de mi boca.
En presencia de los ángeles tañeré en tu honor, me postraré en dirección a tu santo Templo. (Sal 138,1-2)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio, jue, 28 sep, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo; concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Lucas 9,7-9

En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de todos los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Pero Herodes decía: «A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues, éste del que oigo semejantes cosas?» Y tenía curiosidad de ver a Jesús.

Reflexión

El evangelio de hoy nos presenta la reacción de Herodes ante la predicación de Jesús. Herodes no sabe situar a Jesús. Había matado a Juan Bautista y ahora quiere ver a Jesús de cerca. En el horizonte despuntan amenazas.

Lucas 9,7-8: ¿Quién es Jesús? El texto empieza con un balance de las opiniones de la gente y de Herodes sobre Jesús. Algunos asociaban a Jesús con Juan Bautista y Elías. Otros lo identificaban como Profeta, esto es, como alguien que habla en nombre de Dios, que tiene el valor de denunciar las injusticias de los poderosos y que sabe animar la esperanza de los pequeños. Es el profeta anunciado en el Antiguo Testamento como un nuevo Moisés (Dt 18,15). Son las mismas opiniones que Jesús mismo recoge de los discípulos al preguntarle: «¿Quién dice los demás que o soy?» (Lc 9,18). Las personas trataban de comprender a Jesús desde lo que ellos mismos conocían pensaban y esperaban. Trataban de enmarcarle dentro de los criterios familiares del Antiguo Testamento, con sus profecías y esperanza, y de la Tradición de los Antiguos, con sus leyes. Pero eran criterios insuficientes. Jesús no cabía allí dentro, ¡era más grande!

Lucas 9,9: Herodes quiere ver a Jesús. “Entonces Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?” Y buscaba verle”. Herodes, hombre supersticioso y sin escrúpulos, reconoce ser el asesino de Juan el Bautista. Ahora quiere ver a Jesús. Lucas sugiere así que hay amenazas que empiezan a despuntar en el horizonte. Herodes no tuvo miedo de matar a Juan Bautista. No lo tendrá tampoco a la hora de matar a Jesús. Cuando le dijeron que Herodes trataba de hacerle preso, mandó a decirle: “«Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.” (Lc 13,32). Herodes no tiene poder sobre Jesús. Cuando en la hora de la pasión, Pilatos manda Jesús donde Herodes para que investigue sobre él, Jesús no le da ninguna respuesta (Lc 23,9). Herodes no merecía respuesta.

De padre en hijo. Hay veces en que se confunden los tres Herodes que vivieron en aquella época, pues los tres aparecen en el Nuevo Testamento con el mismo nombre:
a) Herodes, llamado el Grande, gobernó sobre Palestina del 37 al 4 antes de Cristo. Aparece en el nacimiento de Jesús (Mt 2,1). Mató a los niños de Belén (Mt 2,16).
b) Herodes, llamado Antipas, gobernó sobre Galilea del 4 al 39 después de Cristo. Aparece en la muerte de Jesús (Lc 23,7). Mató a Juan Bautista (Mc 6,14-29).
c) Herodes, llamado Agripa, gobernó sobre toda Palestina del 41 al 44 después de Cristo. Aparece en los Hechos de los Apóstoles (Hch 12,1.20). Mató al apóstol Santiago (Hch 12,2).

Cuando Jesús tenía más o menos cuatro años, murió el rey Herodes. Aquel que mató a los niños de Belén (Mt 2,16). Su territorio fue dividido entre los hijos. Arquéalo, uno de sus dos hijos, recibió el gobierno sobre la Judea. Era menos inteligente que el padre, pero más violento. Solamente en su toma de posesión fueron masacradas casi 3000 personas, ¡en la plaza del Templo! El evangelio de Mateo informa que María y José, cuando supieron que este Arquéalo había asumido el gobierno de Judea, tuvieron miedo de volver por allá y fueron a morar en Nazaret, en Galilea (Mt 2,22), gobernada por otro hijo de Herodes, llamado Herodes Antipas (Lc 3,1). Este Antipas quedó en el poder por más de 40 años. Durante los treinta y tres años que Jesús vivió nunca huno cambios en el gobierno de Galilea.

Herodes el Grande, el padre de Herodes Antipas, había construido la ciudad de Cesaréa Marítima, inaugurada en el año 15 antes de Cristo. Era el nuevo puerto de desagüe de los productos de la región. Debía competir con el gran puerto de Tiro en el Norte, y así ayudar para el fomento del comercio en Samaria y en Galilea. Por esto, desde los tiempos de Herodes el Grande, la producción agrícola en Galilea empezaba a orientarse no más a partir de las necesidades de las familias, como era antes, sino desde las exigencias de mercado. Este proceso de cambio en la economía continuó durante todo el gobierno de Herodes Antipas, más de cuarenta años, y encontró en él a un organizador eficiente. Todos estos gobernantes estaban bajo dueño. Quien mandaba e Palestina, desde el 63 antes de Cristo, era Roma, el Imperio.

Para la reflexión personal

Tengo que preguntarme siempre: ¿quién es Jesús para mí?
Herodes quiere ver a Jesús. Era curiosidad morbosa y supersticiosa. Otros quieren ver a Jesús, porque quieren encontrar un sentido a la vida. Y ¿qué motivación tengo que me empuja a ver y a encontrar a Jesús?

Oración final

Sácianos de tu amor por la mañana, y gozaremos y cantaremos de por vida.
Alégranos por los días que nos humillaste, por los años en que conocimos la desdicha. (Sal 90,14-15)

Todos los derechos: www.ocarm.org