Lectio viernes, 8 mar, 2024

Tiempo de Cuaresma 

Oración inicial

Infunde, Señor, tu gracia en nuestros corazones para que sepamos dominar nuestro egoísmo y secundar las inspiraciones que nos vienen del cielo. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 12,28b- 34

En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» Jesús le respondió: «El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos».
El escriba replicó: «Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Reflexión

En el Evangelio de hoy (Mc 12,28b-34), los escribas y los doctores quieren saber de Jesús cuál es el mayor mandamiento. Hoy también mucha gente quiere saber qué es lo más importante en la religión. Algunos dicen: ser bautizados. Otros: la oración. Otros dicen: ir a Misa o participar en el culto del domingo. Otros: amar al prójimo y luchar por un mundo más justo. Otros se preocupan sólo de las apariencias y de los cargos de la iglesia.

Marco 12,28: La pregunta del doctor de la Ley. Poco antes de la pregunta del escriba, la discusión había sido con los saduceos entorno a la fe en la resurrección (Mc 12,23- 27). Al doctor, que había asistido al debate, le había gustado la respuesta de Jesús, y había percibido en él una gran inteligencia. Quiso aprovechar la ocasión para plantear una pregunta y recibir una aclaración: “¿Cuál es el mayor de todos los mandamientos?” En aquel tiempo, los judíos tenían una gran cantidad de normas para reglamentar la práctica y la observancia de los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. Algunos decían: “Todas estas normas tienen el mismo valor, pues vienen todas de Dios. No nos compite introducir distinciones en las cosas de Dios”. Otros decía: “¡Algunas leyes son más importantes que otras y, por ello, obligan más!” El doctor quiere saber la opinión de Jesús.

Marcos 12,29-31: La respuesta de Jesús. Jesús responde citando un pasaje de la Biblia para decir que el mandamiento mayor es “¡amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con toda la fuerza!” (Dt 6,4-5). En el tiempo de Jesús, los judíos piadosos recitaban esta frase tres veces al día: por la mañana, a medio día y por la noche. Era tan conocida entre ellos como entre nosotros el Padre Nuestro. Y Jesús añade, citando de nuevo la Biblia: “El segundo es éste: ‘Amarás tu prójimo como a ti mismo’ (Lev 19,18). No existe otro mandamiento mayor que estos dos”. Respuesta breve y¡muy profunda! Es el resumen de todo lo que Jesús ha enseñado sobre Dios y sobre la vida (Mt 7,12).

Marcos 12,32-33: La respuesta del doctor de la ley. El doctor concuerda con Jesús y concluye: “Sí, amar a Dios y amar al prójimo es mucho más importante que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. Es decir, el mandamiento del amor es más importante que los mandamientos relacionados con el culto y los sacrificios del Templo. Esta afirmación viene de los profetas del Antiguo Testamento (Os 6,6; Sal 40,6-8; Sal 51,16-17). Hoy diríamos que la práctica del amor es más importante que las novenas, las promesas, las misas, los rezos y las procesiones.

Marcos 12,34: El resumen del Reino Jesús confirma la conclusión del doctor y dice: “¡No estás lejos del Reino de Dios!” De hecho, el Reino de Dios consiste en unir los dos amores: amor a Dios y amor al prójimo. Pues si Dios es Padre/Madre, nosotros todos somos hermanos y hermanas, y tenemos que mostrarlo en la práctica, viviendo en comunidad. «¡De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas!» (Mt 22,40) Los discípulos tienen que ponerse en la memoria, en la inteligencia, en el corazón, en las manos y en los pies esta ley mayor, pues no se llega a Dios de no ser a través la entrega total al prójimo.

Jesús había dicho al doctor de la Ley: «¡No estás lejos del Reino!» (Mc 12,34). El doctor ya estaba cerca, pero para poder entrar en el Reino tenía que dar un paso más. En el AT el criterio del amor al prójimo era: “Amar el prójimo como a sí mismo”. En el NT, Jesús ensancha el sentido del amor: “¡Este s mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado! (Jn 15,12-13). Ahora el criterio será: “¡Amar al prójimo como Jesús nos amó!”. Es el camino seguro para llegar a una convivencia más justa y fraterna.

Para la reflexión personal

Para ti, ¿qué es lo más importante en la religión?
Nosotros hoy, ¿estamos más cerca o más lejos del Reino de Dios del doctor que fue elogiado por Jesús? ¿Qué piensas?

Oración final

Señor, ningún dios como tú, no hay obras como las tuyas; pues eres grande y haces maravillas, tú solo eres Dios. (Sal 86,8.10)

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Lectio jueves, 7 mar, 2024

Tiempo de Cuaresma

Oración inicial

Te pedimos humildemente, Señor, que, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 11,14-23

En aquel tiempo, Jesús expulsó a un demonio, que era mudo. Apenas salió el demonio, habló el mudo y la multitud quedó maravillada. Pero algunos decían: «Éste expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.
Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: «Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios con el dedo de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama».

Reflexión

El evangelio de hoy es de Lucas (Lc 11,14-23). El texto paralelo de Marcos (Mc 3,22-27) lo meditamos en enero.

Lucas 11,14-16: Las diversas reacciones ante la expulsión de un demonio. Jesús había expulsado un demonio que era mudo. La expulsión provocó dos reacciones diferentes. Por un lado, la multitud se quedó admirada y maravillada. La multitud acepta Jesús y cree en él. Por otro, los que no aceptan a Jesús y no creen en él. De estos últimos algunos decían que Jesús expulsaba a los demonios en nombre de Belcebú, el príncipe de los demonios, y otros querían de él una señal del cielo. Marcos informa que se trataba de escribas venidos de Jerusalén (Mc 3,22), que no concordaban con la libertad de Jesús. Querían defender la Tradición contra las novedades de Jesús.

Lucas 11,17-22: La respuesta de Jesús se divide en tres partes:

1ª parte: comparación del reino dividido (vv. 17-18ª) Jesús denuncia lo absurdo de la calumnia de los escribas. Decir que él expulsa los demonios con la ayuda del príncipe de los demonios es negar la evidencia. Es lo mismo que decir que el agua está seca, o que el sol es oscuridad. Los doctores de Jerusalén lo calumniaban, porque no sabían explicar los beneficios que Jesús realizaba para la gente. Tenían miedo a perder el liderazgo. Se sentían amenazados en su autoridad ante el pueblo.

2ª parte: ¿Por quién los expulsan vuestros hijos? (vv.18b-20) Jesús provoca a los acusadores y pregunta: “Si yo expulso en nombre de Belcebú, ¿en nombre de quién los discípulos de ustedes expulsan los demonios? ¡Contesten y expliquen! Si yo expulso el demonio por el dedo de Dios, ¡es porque llegó el Reino de Dios!”

3ª parte: llegando el más fuerte vence al fuerte (vv.21-22) Jesús compara el demonio con un hombre fuerte. Nadie, a no ser que sea una persona más fuerte, podrá robar en la casa de un hombre fuerte. Jesús es este más fuerte. Por esto consigue entrar en la casa y agarrar al hombre fuerte. Jesús agarra al hombre fuerte y ahora roba en la casa de éste, es decir, libera a las personas que estaban en el poder del mal. El profeta Isaías había usado la misma comparación para describir la venida del mesías (Is 49,24-25). Por esto Lucas dice que la expulsión del demonio es una señal evidente de que el Reino de Dios ha llegado.

Lucas 11,23: Quien no está conmigo, está contra mí. Jesús termina su respuesta con esta frase: “El que no está conmigo, está contra mí. El que no recoge conmigo, desparrama”. En otra ocasión, también a propósito de una expulsión del demonio, los discípulos impidieron a un hombre el que usara el nombre de Jesús para expulsar un demonio, ya que no era de su grupo. Y Jesús respondió: “No se lo impidáis. Porque ¡lo que no está contra vosotros está con vosotros!” (Lc 9,50). Parecen dos frases contradictorias, pero no lo son. La frase del evangelio de hoy está dicha contra los enemigos que tienen preconceptos contra Jesús: “Quién no está conmigo, está contra mí. Y quien no recoge conmigo, dispersa”. Preconcepto y no aceptación hacen que el diálogo se vuelva imposible y rompen la unión. La otra frase la pronuncian los discípulos que pensaban tener el monopolio de Jesús: “¡Quién no está contra vosotros está a favor vuestro!” Mucha gente que no es cristiana práctica el amor, la bondad, la justicia, muchas veces hasta mejor que los cristianos. No podemos excluirlos. Son hermanos y obreros en la construcción del Reino. Nosotros los cristianos no somos dueños de Jesús. Es lo contrario; ¡Jesús es nuestro dueño!

Para la reflexión personal

 “Quien no está conmigo, está contra mí. Y quien no recoge conmigo, desparrama”
¿Cómo ocurre esto en mi vida?
“No se lo impidáis. ¡Quien no está contra vosotros está a favor vuestro!” ¿Cómo esto acontece en mi vida?

Oración final

Venid, cantemos gozosos a Yahvé, aclamemos a la Roca que nos salva; entremos en su presencia dándole gracias, aclamándolo con salmos. (Sal 95,1-2)

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Lectio miércoles, 6 mar, 2024

Tiempo de Cuaresma

 Oración inicial

Penetrados del sentido cristiano de la Cuaresma y alimentados con tu palabra, te pedimos, Señor, que te sirvamos fielmente con nuestras penitencias y perseveremos unidos en la plegaria. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 5,17-19

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley.
Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos».

Reflexión

El Evangelio de hoy (Mt 5,17-19) enseña como observar la ley de Dios de manera que su práctica muestre en qué consiste el pleno cumplimiento de la ley (Mt 5,17-19). Mateo escribe para ayudar las comunidades de judíos convertidos a superar las críticas de los hermanos de raza que los acusaban diciendo: “Ustedes son infieles a la Ley de Moisés”. Jesús mismo había sido acusado de infidelidad a la ley de Dios. Mateo trae la respuesta esclarecedora de Jesús a los que lo acusaban. Así nos da una luz para ayudar las comunidades a resolver su problema.

Usando imágenes de la vida cotidiana, con palabras sencillas y directas, Jesús había dicho que la misión de la comunidad, su razón de ser, es ser sal y luz. Había dado algunos consejos respecto de cada una de las imágenes. A continuación vienen los tres breves versículos del Evangelio de hoy.

Mateo 5,17-18: Ni una tilde de la ley dejará de ser vigente. Había varias tendencias en las comunidades de los primeros cristianos. Unas pensaban que no era necesario observar las leyes del Antiguo Testamento, pues es la fe en Jesús lo que nos salva y no la observancia de la Ley (Rm 3,21-26). Otros aceptaban a Jesús como Mesías, pero no aceptaban la libertad del Espíritu con que algunas comunidades vivían la presencia de Jesús resucitado. Pensaban que ellos, siendo judíos, debían continuar observando las leyes del AT (Hec 15,1.5). Había además cristianos que vivían tan plenamente en la libertad del Espíritu, que habían dejado de mirar la vida de Jesús de Nazaret o el AT y que llegaban a decir: “¡Anatema Jesús!” (1Cor 12,3). Ante estas tensiones, Mateo procura un equilibrio más allá de los dos extremos. La comunidad ha de ser un espacio, donde este equilibrio pueda ser alcanzado y vivido. La respuesta dada por Jesús a los que lo criticaban seguía bien actual para las comunidades: “¡No he venido a abolir la ley, sino a darle pleno cumplimiento!”. Las comunidades no podían estar contra la Ley, ni podían encerrarse en la observancia de la ley. Al igual que Jesús, debían dar un paso y mostrar, en la práctica, cuál es el objetivo que la ley quiere alcanzar en la vida de las personas, a saber, en la práctica perfecta del amor.

Mateo 5,17-18: Ni una tilde de la ley dejará de ser vigente Y a los que querían deshacerse de toda la ley, Mateo recuerda otra palabra de Jesús: “Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos”. La gran inquietud del Evangelio de Mateo es mostrar que el AT, Jesús de Nazaret y la vida en el Espíritu Santo, no pueden separarse. Los tres forman parte del mismo y único proyecto de Dios y nos comunican la certeza central de la fe: el Dios de Abrahán y Sara está presente en medio de las comunidades por la fe en Jesús de Nazaret que nos manda su Espíritu.

Para la reflexión personal

¿Cómo veo y vivo la ley de Dios: cómo horizonte de libertad creciente o cómo imposición que delimita mi libertad?
Y ¿qué podemos hacer hoy para los hermanos y las hermanas que consideran toda esta discusión como superada y sin actualidad? ¿Qué podemos aprender de ellos?

Oración final

¡Celebra a Yahvé, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión!, que refuerza los cerrojos de tus puertas y bendice en tu interior a tus hijos. (Sal 147,12-13)

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Lectio martes, 5 mar, 2024

Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre; aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 18,21-35

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Reflexión

En el evangelio de ayer oímos las palabras de Jesús sobre la corrección fraterna (Mt 18,15-20). En el evangelio de hoy (Mt 18,21-39) el asunto central es el perdón y la reconciliación. • Mateo 18,21-22: ¡Perdonar setenta veces siete! Ante las palabras de Jesús sobre la corrección fraterna y la reconciliación, Pedro pregunta: “¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿Siete veces?” Siete es un número que indica una perfección y, en el caso de la propuesta de Pedro, siete es sinónimo de siempre. Pero Jesús va más lejos. Elimina todo y cualquier posible límite para el perdón: «¡No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete!” Es como si dijera: “¡Siempre, no! Pedro, sino setenta veces siempre!” Pues no hay proporción entre el amor de Dios para con nosotros y nuestro amor para con el hermano. Aquí se evoca el episodio de Lamec del AT. “Dijo, pues, Lamec a sus mujeres Ada y Selía: ‘Escúchenme ustedes, mujeres de Lamec, pongan atención a mis palabras: yo he muerto a un hombre por la herida que me hizo y a un muchacho por un moratón que recibí. Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec ha de serlo setenta siete veces» (Gén 4,23-24). La tarea de las comunidades es la de invertir el proceso de la espiral de violencia. Para esclarecer su respuesta a Pedro, Jesús cuenta la parábola del perdón sin límite.

Mateo 18,23-27: La actitud del dueño. Esta parábola es una alegoría, esto es, Jesús habla de un dueño, pero piensa en Dios. Esto explica los contrastes enormes de ésta parábola. Como veremos, a pesar de que se trata de cosas normales y diarias, existe algo en esta historia que no acontece nunca en la vida cotidiana. En la historia que Jesús cuenta, el dueño sigue las normas del derecho de la época. Estaba en su derecho si tomaba a un empleado y a toda su familia y lo ponía en la cárcel hasta que hubiera pagado su deuda por el trabajo como esclavo. Pero ante la petición del empleado endeudado, el dueño perdona la deuda: diez mil talentos. Un talento equivale a 35 kg. Según los cálculos hechos, diez mil talentos equivalen a 350 toneladas de oro. Aunque el deudor junto con su mujer y sus hijos hubiesen trabajado la vida entera, no hubieran sido nunca capaces de reunir 350 toneladas de oro. El cálculo extremo está hecho a propósito. Nuestra deuda ante Dios es incalculable e impagable.

Mateo 18,28-31: La actitud el empleado. Al salir de allí, el empleado perdonado encuentra a uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Agarrándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. La moneda de cien denarios es el salario de cien días de trabajo. Algunos calculan que era de 30 gramos de oro. ¡No existe medio de comparación entre los dos! Ni tampoco nos hace entender la actitud del empleado: Dios le perdona 350 toneladas de oro y él no quiere perdonarle 30 gramos de oro. En vez de perdonar, hace con el compañero lo que el dueño podía haber hecho, pero no hizo. Mandó a la cárcel al compañero, según las normas de la ley, hasta que pagara toda la deuda. Actitud chocante para cualquier ser humano. Choca a los otros compañeros. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Nosotros también hubiéramos tenido la misma actitud de desaprobación.

Mateo 18,32-35: La actitud de Dios. “Su señor entonces le mandó llamar y le dijo:

`Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’ Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.” Ante el amor de Dios que perdona gratuitamente nuestra deuda de 350 toneladas de oro, es nada más que justo que perdonemos al hermano una pequeña deuda de 30 gramos de oro. ¡El perdón de Dios es sin límites. El único límite para la gratuidad de misericordia de Dios viene de nosotros mismos, de nuestra incapacidad de perdonar al hermano! (Mt 18,34). Es lo que decimos y pedimos en el Padre Nuestro: “Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros personamos a los que nos ofenden” (Mt 6,12-15). La comunidad como espacio alternativo de solidaridad y fraternidad. La sociedad del Imperio Romano era dura y sin corazón, sin espacio para los pequeños. Estos buscaban un amparo para el corazón y no lo encontraban. Las sinagogas eran exigentes y no ofrecían un lugar para ellos. En la comunidad cristianas, el rigor de algunos en la observancia de la Ley llevaba a la convivencia los mismos criterios de la sociedad y de la sinagoga. Así, en la comunidad empezaban a haber divisiones que existían en la sociedad y en la sinagoga entre rico y pobre, dominación y sumisión, hombre y mujer, raza y religión. La comunidad, en vez de ser un espacio de acogida, se volvía un lugar de condena. Juntando las palabras de Jesús, Mateo quiere iluminar la caminada de los seguidores y de las seguidoras de Jesús, para que las comunidades sean un espacio alternativo de solidaridad y de fraternidad. Deben ser una Buena Noticia para los pobres.

Para la reflexión personal

Perdonar. Hay gente que dice: “¡Perdono, pero no olvido!” ¿Y yo? ¿Soy capaz de imitar a Dios?
Jesús nos da el ejemplo. En la hora de su muerte pide perdón pos sus asesinos (Lc 23,34). ¿Soy capaz de imitar a Jesús?

Oración final

¡De la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre de Yahvé! ¡Excelso sobre los pueblos Yahvé, más alta que los cielos su gloria! (Sal 113,3-4)

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Lectio lunes, 4 mar, 2024

Tiempo de Cuaresma 

Oración inicial

 Señor, purifica y protege a tu Iglesia con misericordia continua, y pues sin tu ayuda no puede mantenerse incólume, que tu protección la dirija y la sostenga siempre. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 4,24-30

En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: «Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria».
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una saliente del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.

Reflexión

El evangelio de hoy (Lc 4,24-30) forma parte de un conjunto más amplio (Lc 4,14-32). Jesús ha presentado su programa en la sinagoga de Nazaret por medio de un texto de Isaías que hablaba de pobres, de presos, de ciegos y de oprimidos (Is 61,1-2) y que reflejaba la situación de la gente de Galilea en el tiempo de Jesús. En nombre de Dios, Jesús toma postura y define su misión: anunciar la Buena Nueva a los pobres, proclamar la liberación a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, restituir la libertad a los oprimidos. Terminada la lectura, actualiza el texto y dice: “¡Hoy se ha cumplido esta escritura que acabáis de oír!” (Lc 4,21).. Todos los presentes quedan admirados (Lc 4,16-22ª). Pero luego hay una reacción de descrédito. La gente en la sinagoga queda escandalizada y no quiere saber más de Jesús. Decía: “¿No es éste acaso el hijo de José?” (Lc 4,22b) ¿Por qué quedan escandalizados? ¿Cuál es el motivo de aquella reacción tan inesperada?

Jesús cita el texto de Isaías sólo hasta donde dice: «proclamar un año de gracia de parte del Señor», y corta el final de la frase que decía: “e proclamar un día de venganza de nuestro Dios” (Is 61,2). La gente de Nazaret queda asombrada porque Jesús omite la frase sobre la venganza. Ellos querían que la Buena Nueva de la liberación de los oprimidos fuera una acción de venganza de parte de Dios contra sus opresores. En este caso, la venida del Reino sería apenas un mínimo cambio y no una mudanza o conversión del sistema. Jesús no acepta este modo de pensar. Su experiencia de Dios como Padre ayuda a entender mejor el sentido de las profecías. Descarta la venganza. La gente de Nazaret no aceptó la propuesta y comienza a disminuir la autoridad de Jesús: “¿ No es éste el hijo de José?”

Lucas 4,24: Ningún profeta es bien recibido en su patria. La gente de Nazaret sintió rabia hacia Jesús porque no había hecho ningún milagro en Nazaret, como había hecho en Cafarnaún. Jesús responde: “¡Ningún profeta es bien recibido en su patria!” En el fondo, ellos no aceptaban la nueva imagen de Dios que Jesús les comunicaba a través de esta nueva interpretación más libre de Isaías. El mensaje del Dios de Jesús superaba los límites de raza de los judíos para acoger a los excluidos y toda la humanidad.

 Lucas 4,25-27: Dos historias del Antiguo Testamento. Para ayudar la comunidad a superar el escándalo y entender el universalismo de Dios, Jesús usa dos historias bien conocidas en el AT: una de Elías y la otra de Eliseo. Por medio de estas historias criticaba la cerrazón del pueblo de Nazaret. Elías fue enviado a la viuda extranjera de Sarepta (1 Reyes 17,7-16). Eliseo fue enviado para atender al extranjero de Siria (2 Reyes 5,14).

Lucas 4,28-30: Querían matarle, pero él pasando en medio de ellos, se marchó. El llamado de Jesús no aplaca a la gente. ¡Al contrario! El uso de estos dos pasajes de la Biblia produce más rabia. La comunidad de Nazaret llega al punto de querer matar a Jesús. Y así, en el momento en que presenta su proyecto de acoger a los excluidos, Jesús mismo ¡fue excluido! Pero él mantuvo la calma. La rabia de los otros no consigue desviarle de su camino. Lucas nos muestra, así, lo difícil que es superar la mentalidad de privilegio y de cerrazón. Mostraba, además, que la polémica apertura hacia los paganos venía de Jesús. Jesús tuvo las mismas dificultades que las comunidades estaban teniendo en tiempo de Lucas.

Para la reflexión personal

¿El programa de Jesús está siendo mi programa o nuestro programa? ¿Mi actitud es la de Jesús o la del pueblo de Nazaret?
¿Quiénes son los excluidos que deberíamos acoger mejor en nuestra comunidad?

Oración final

Mi ser languidece anhelando los atrios de Yahvé;
mi mente y mi cuerpo se alegran por el Dios vivo. (Sal 84,3)

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Lectio domingo, 3 mar, 2024

Tercer Domingo de Cuaresma La purificación del templo Jesús el nuevo templo:Juan 2, 13-25

 Oración inicial

Espíritu de verdad, enviado por Jesús para conducirnos a la verdad toda entera, abre nuestra mente a la inteligencia de las Escrituras. Tú, que descendiendo sobre María de Nazareth, la convertiste en tierra buena donde el Verbo de Dios pudo germinar, purifica nuestros corazones de todo lo que opone resistencia a la Palabra. Haz que aprendamos como Ella a escuchar con corazón bueno y perfecto la Palabra que Dios nos envía en la vida y en la Escritura, para custodiarla y producir fruto con nuestra perseverancia.

Lectura

Juan 2, 13-25
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?” Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.

Contexto y estructura:

Nuestro pasaje sigue inmediatamente al primer signo de Jesús en Caná de Galilea (2, 1- 12). Existen algunas expresiones y frases que se repiten en las dos escenas y hacen pensar que el autor haya querido crear un contraste entre las dos escenas. En Caná, una aldea de Galilea, durante una fiesta de bodas, una mujer hebrea, la madre de Jesús, demuestra una confianza ilimitada en Jesús e invita a la acogida de su palabra (2, 3-5). Por otra parte, «los Judíos» durante la celebración de la Pascua en Jerusalén rechazan el creer en Jesús y no acogen su palabra. En Caná Jesús hizo el primer signo (2,11), aquí los judíos piden un signo (v.18), pero no aceptan el signo que Jesús les da (2,20). El desarrollo de nuestra pequeña historia es muy sencillo. El v. 13 la encuadra en un contexto espacial y temporal bien preciso y significativo: Jesús sube a Jerusalén por la Pascua. El v. 14 introduce la escena que hace desencadenar una fuerte reacción por parte de Jesús. La acción de Jesús viene descrita en el v.15 y motivada por el mismo Jesús en el v. 16. La acción y la palabra de Jesús suscitan dos reacciones. La primera, la de los discípulos, es de admiración (v. 17); la segunda, aquélla de los «judíos», es de desacuerdo y confrontación (v.18). Ellos reclaman una explicación por parte de Jesús (v. 19), pero no están abiertos a acogerla (v.20). En este momento interviene el narrador para interpretar auténticamente la palabra de Jesús (v.21). «Los Judíos» no pueden entender el verdadero significado de la palabra de Jesús. Pero ni siquiera los discípulos, que lo admiran como un profeta lleno de celo por Dios, la pueden entender ahora: sólo después de su cumplimiento creerán en la palabra de Jesús (v.22). Finalmente el narrador nos ofrece un resumen sobre la acogida entusiasta de Jesús por parte de las gentes en Jerusalén (vv. 23-25). Pero esta fe basada sólo en los signos no entusiasma a Jesús.

Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.
¿Soy capaz de confiarme a Dios completamente en un acto de fe o pido siempre signos?
Dios me proporciona muchos signos de su presencia en mi vida ¿soy capaz de acogerlos?
¿Me contento con el culto exterior o trato de ofrecer a Dios el culto de mi obediencia en la cotidianidad de la vida?
¿Quién es Jesús para mí? ¿Soy consciente de que sólo en Él y por medio de Él es posible encontrar a Dios?

Una clave de lectura

 para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

«Los Judíos»

El Evangelio de Juan tiene el carácter de un largo debate sobre la identidad de Jesús. En este debate cristológico está de una parte Jesús y de la otra «los Judíos». Pero este debate, más que la situación histórica del tiempo de Jesús, expresa la situación desarrollada hacia los años ochenta del primer siglo entre los seguidores de Jesús y los hebreos, que no lo han aceptado como Hijo de Dios y Mesías. Ciertamente, el enfrentamiento se inició ya durante el ministerio de Jesús. Pero la división entre los dos grupos que étnicamente eran todos lo mismo y constituido por hebreos, se hizo definitiva cuando aquéllos que no aceptaban a Jesús como Hijo de Dios y Mesías, sino que lo tenían como blasfemo, expulsaron a los seguidores de Jesús de las sinagogas, o sea, de la comunidad de fe hebraica (ver Jn 9, 22; 12,42; 16,2). Por tanto, «los Judíos» que encontramos a menudo en el cuarto evangelio no representan el pueblo hebreo. Son los elementos literarios en el debate cristológico que se desata en este evangelio. Ellos representan, no una raza, sino a aquéllos que han tomado una posición clara de rechazo absoluto de Jesús. En una lectura actualizada del evangelio, «los Judíos», son todos aquéllos que rechazan a Jesús, sea cual sea la nación o época a la que pertenezcan.

Los signos

Las curaciones y otras acciones taumatúrgicas de Jesús que los evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) llaman milagros o prodigios, Juan los llama signos. En cuanto que son signos señalan algo que va más allá de la acción que se ve. Ellos revelan el misterio de Jesús. Así, por ejemplo, la curación del ciego de nacimiento revela a Jesús como luz del mundo (Jn 8,12; 9, 1-41); la resurrección de Lázaro revela que Jesús es la resurrección y la vida (ver Jn 11, 1-45). En nuestra narración «los Judíos» piden un signo en el sentido de una prueba, que autenticase las palabras y acciones de Jesús. Pero en el cuarto evangelio, Jesús no obra signos como pruebas que garanticen la fe. Una fe basada en los signos no es suficiente. Es sólo una fe incipiente que puede conducir a la verdadera fe (ver Jn 20.30-31), pero que también puede no tener éxito (ver Jn 6,26). El evangelio de Juan nos pide que vayamos más allá de los signos, de no quedarnos en lo maravilloso, sino acoger el significado más profundo de revelación que los signos quieren indicar.

Jesús nuevo Templo

El templo de Jerusalén era el lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Sin embargo, los profetas insistieron incesantemente en que no bastaba acceder al templo y ofrecer sacrificios para ser agradables a Dios (ver Is 1,10-17; Jer 7, 1-28; Am 4, 4-5; 5, 21-27). Dios pide la obediencia y una vida moralmente recta y justa. Si el culto exterior no expresa estas posturas vitales, es vacío (ver 1 Sam 15, 22). Jesús se injerta en esta tradición profética de purificación del culto (ver Zac 14, 21 y Mal 3,1 para la acción del futuro «Mesías» a este respecto). Los discípulos lo admiran por esto y rápidamente piensan que por este modo de comportarse tendrá que sufrir en la persona como Jeremías (ver Jr 26, 1-15) y los otros profetas . Pero para el evangelio de Juan la acción de Jesús es más que un gesto profético de celo por Dios. Es un signo que prefigura y anuncia el gran signo de la muerte y resurrección de Jesús. Más que una purificación, lo que hace Jesús es anunciar la abolición del templo y del culto allí celebrado, porque ya el lugar de la presencia de Dios es el cuerpo glorificado de Jesús (ver Jn 1,51; 4, 23).

Salmo 50

El culto que Dios quiere

Habla Yahvé, Dios de los dioses: convoca a la tierra de oriente a occidente. Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece; viene nuestro Dios y no callará. Lo precede un fuego voraz, lo rodea violenta tempestad; convoca desde lo alto a los cielos, y a la tierra para juzgar a su pueblo.
«Reunid ante mí a mis adeptos, que sellaron mi alianza con sacrificios». (Los cielos proclaman su justicia, pues Dios mismo viene como juez).
«Escucha, pueblo mío, voy a hablar, Israel, testifico contra ti, yo, Dios, tu Dios. No te acuso por tus sacrificios, ¡están siempre ante mí tus holocaustos! No tomaré novillos de tu casa, ni machos cabríos de tus apriscos, pues son mías las fieras salvajes, las bestias en los montes a millares; conozco las aves de los cielos, mías son las alimañas del campo.
Si hambre tuviera, no te lo diría, porque mío es el orbe y cuanto encierra. ¿Acaso como carne de toros o bebo sangre de machos cabríos? Sacrifica a Dios dándole gracias, cumple todos tus votos al Altísimo: invócame en el día de la angustia, te libraré y tú me darás gloria.
Pero al malvado Dios le dice: «¿A qué viene recitar mis preceptos y ponerte a hablar de mi alianza, tú que detestas la doctrina y a tus espaldas echas mis palabras?
Si ves a un ladrón vas con él, compartes tu suerte con adúlteros; abres tu boca con malicia, tu lengua trama engaños.
Te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre. Haces esto, ¿y he de callarme? ¿Piensas que soy como tú? Yo te acuso y te lo echo en cara.
Entended esto bien los que olvidáis a Dios, no sea que os destroce y no haya quien os salve. Me honra quien sacrifica dándome gracias, al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

Oración final

¡Oh Padre!, tú has constituido a tu Hijo Jesús templo nuevo de la nueva y definitiva alianza, construido no por manos de hombre sino del Espíritu Santo. Haz que, acogiendo con fe su Palabra, vivamos en Él y podamos así adorarte en espíritu y verdad. Abre nuestros ojos a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas que son miembros del cuerpo de Cristo para que sirviendo a ellos te demos el verdadero culto que tú deseas. Te lo pedimos por Cristo Nuestro Señor. Amén.

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Lectio sáb, 2 mar, 2024

Tiempo de Cuaresma

Oración inicial

Señor, Dios nuestro, que, por medio de los sacramentos, nos permites participar de los bienes de tu reino ya en nuestra vida mortal; dirígenos tú mismo en el camino de la vida, para que lleguemos a alcanzar la luz en la que habitas con tus santos. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 15,1-3.11-32

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: «Éste recibe a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo entonces esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.
Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.
El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ «.

Reflexión

El capítulo 15 del evangelio de Lucas está lleno de la siguiente información: “Todos los publicanos y pecadores se acercaban para oírle a Jesús. Los fariseos y los escribas, sin embargo, murmuraban. Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos» (Lc 15,1-3). E inmediatamente Lucas presenta tres parábolas entrelazadas entre sí por el mismo tema: la oveja perdida (Lc 15,4-7), la dracma perdida (Lc 15,8-10), el hijo perdido (Lc 15,11-32). Esta última parábola es el tema del evangelio de hoy.

Lucas 15,11-13: La decisión del hijo menor. Un hombre tenía dos hijos. El menor pide la parte de la heredad que le toca. El padre divide todo entre los dos. Tanto el mayor como el menor reciben su parte. Recibir la herencia no es un mérito. Es un don gratuito. La herencia de los dones de Dios está distribuida entre todos los seres humanos, tanto judíos como paganos, tanto cristianos como no cristianos. Todos reciben algo de la herencia del Padre. Pero no todos la cuidan de la misma manera. Así, el hijo menor se va lejos y gasta su herencia en una vida disipada, huyendo de su Padre. En tiempo de Lucas, el mayor representaba a las comunidades venida del judaísmo, y el menor a las comunidades venidas del paganismo. Y hoy, ¿quién es el mayor y quién el menor?

Lucas 15,14-19: La decepción y la voluntad de volver a casa del Padre. La necesidad de tener que comer hace que el menor perciba su libertad y se vuelva esclavo para cuidar de los puercos. Recibe el tratamiento peor que los puercos. Esta era la condición de vida de millones de esclavos en el imperio romano en tiempo de Lucas. La situación en la que se encuentra hace que el hijo menor recuerde la casa del Padre. Hace una revisión de vida y decide volver a casa. Hasta prepara las palabras que va a decir al Padre: “Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. ¡Trátame como a uno de tus jornaleros!” Jornalero, ejecuta órdenes, cumple con la ley de la servidumbre. El hijo menor quiere ser cumplidor de la ley, como lo querían los fariseos y los publicanos en el tiempo de Jesús (Lc 15,1). Era esto lo que los misioneros de los fariseos imputaban a los paganos que se convertían al Dios de Abrahán (Mt 23,15). En el tiempo de Lucas, cristianos venidos del judaísmo consiguieron que algunos cristianos, convertidos del paganismo, se sometieran al yugo de la ley (Gál 1,6-10).

Lucas 15,20-24: La alegría del Padre al reencontrar al hijo menor. La parábola dice que el hijo menor estaba todavía lejos de casa cuando el Padre ya lo vio, corrió a su encuentro y lo llenó de besos. La impresión que Jesús nos da es que el Padre se había quedado largo tiempo a la ventana mirando hacia la carretera para ver si el hijo despuntaría a lo lejos. Conforme con nuestra forma humana de pensar y de sentir, la alegría del Padre parece exagerada. Ni siquiera deja que el hijo termine las palabras que había preparado. ¡No escucha! El Padre no quiere que el hijo sea su esclavo. Quiere que sea su hijo. Esta es la gran Buena Nueva que Jesús nos trae. Túnica nueva, sandalias nuevas, anillo al dedo, churrasco, ¡fiesta! En esta alegría inmensa del reencuentro, Jesús deja trasparentar la gran tristeza del Padre por la pérdida del hijo. Dios estaba muy triste, y la gente se da cuenta ahora, viendo el tamaño de la alegría del Padre cuando vuelve a encontrar al hijo. ¡Es una alegría compartida con todo el mundo en la fiesta que pide preparar!

Lucas 15,25-28b: La reacción del hijo mayor. El hijo mayor volvía de su trabajo en el campo y se encuentra con la casa en fiesta. No entra. Quiere saber qué pasa. Cuando se entera de la razón de la fiesta, se llena de rabia y no quiere entrar. Cerrado en sí mismo, piensa tener su derecho. No le gusta la fiesta y no entiende la alegría del Padre. Señal de que no tenía mucha intimidad con el Padre, a pesar de vivir en la misma casa. Pues, si hubiera tenido intimidad con él, hubiera notado la inmensa tristeza del Padre por la pérdida del hijo menor y hubiera entendido su alegría por la vuelta del hijo. Quien vive muy preocupado en observar la ley de Dios, corre el peligro de alejarse de Dios. El hijo menor, a pesar de estar lejos de casa, parecía conocer al Padre mejor que el hijo mayor, que moraba con él en la misma casa. Pues el menor tuvo el valor de volver a la casa del Padre, mientras que el mayor no quiere entrar en la casa del Padre. No se da cuenta de que el Padre, sin él, perderá la alegría. Pues él también, el mayor, es hijo lo mismo que el menor.

Lucas 15,28a-30: La actitud del Padre y la respuesta del hijo mayor. El padre sale de casa y suplica al hijo mayor para que entre. Pero éste contesta: «Padre, hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!» El mayor también quiere la fiesta y la alegría, pero sólo con los amigos. No con el hermano, ni siquiera con el padre. Ni siquiera llama al hermano menor con el nombre de hermano, ya que dice “ese hijo tuyo” como si no fuera su hermano. Y es él, el mayor, quien habla de prostitutas. ¡Es su malicia la que interpreta la vida del hermano menor! Cuántas veces nosotros los católicos interpretamos mal la vida y la religión de los demás. La actitud del Padre es otra. El acoge el hijo menor, pero también no quiere perder el hijo mayor. Los dos forman parte de la familia. El uno no puede excluir al otro.

Lucas 15,31-32: La respuesta final del Padre. Así como el Padre no presta atención a los argumentos del hijo menor, así también no presta atención a los argumentos del hijo mayor y dice: » Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ¡ha sido hallado!» ¿Será que el mayor tenía realmente conciencia de estar siempre con el Padre y de encontrar en esta presencia la causa de su alegría? La expresión del Padre «¡Todo lo mío es tuyo!» incluye también al hijo menor que volvió. El mayor no tiene derecho a hacer distinción. Si él quiere ser hijo del Padre, tendrá que aceptarlo así como a él le gustaría que el Padre es. La parábola no dice cuál fue la respuesta final del hermano mayor. Esto le toca al hermano mayor, que somos todos nosotros.

Aquel que experimenta la gratuita y sorprendente entrada del amor de Dios en su vida se alegra y quiere comunicar esta alegría a los demás. La acción salvadora de Dios es fuente de alegría: “¡Alégrense conmigo!” (Lc 15,6.9) Y de esta experiencia de la gratuidad de Dios nace el sentido de la fiesta y de la alegría (Lc 15,32). Al final de la parábola, el Padre manda alegrarse y hacer fiesta. La alegría queda amenazada a causa del hijo mayor que no quiere entrar. El piensa que tiene derecho a una alegría sólo con sus amigos y no quiere la alegría con todos los miembros de la misma familia humana. El representa a los que se consideran justos y observantes y piensan que no precisan conversión.

Para la reflexión personal

¿Cuál es la imagen de Dios que está en mí desde mi infancia? ¿Ha cambiado a lo largo de los años? Si ha cambiado, ¿por qué ha cambiado?
¿Me identifico con cuáles de los dos hijos: con el menor o con el mayor? ¿Por qué?

Oración final

Bendice, alma mía, a Yahvé, el fondo de mi ser, a su santo nombre. Bendice, alma mía, a Yahvé, nunca olvides sus beneficios. (Sal 103,1-2)

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Lectio vie, 1 mar, 2024

Tiempo de Cuaresma

 Oración

Por medio de nuestras privaciones cuaresmales, purifícanos, Señor todopoderoso, a fin de que podamos llegar con un espíritu nuevo a las próximas fiestas de la Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo…

Lectura del Evangelio según Mateo 21,33-43.45-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: «Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.
Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.
Ahora díganme: Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?» Ellos le respondieron: «Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo».
Entonces Jesús les dijo: «¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable?
Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Al oír estas palabras, los sumos sacerdotes y los fariseos comprendieron que Jesús las decía por ellos y quisieron aprehenderlo, pero tuvieron miedo a la multitud, pues era tenido por un profeta.

Reflexión

El texto del evangelio de hoy forma parte de un conjunto más amplio que engloba Mateo 21,23-46. Los jefes de los sacerdotes y de los ancianos habían preguntado a Jesús con qué autoridad hacía las cosas (Mt 21,23). Ellos se consideraban los dueños de todo y pensaban que nadie podía decir nada sin su permiso. La respuesta de Jesús consta de tres partes: 1) El mismo plantea una pregunta y quiere saber de ellos si Juan Bautista era del cielo o de la tierra (Mt 21,24-27). 2) Cuenta la parábola de dos hijos (Mt 21,28-32). 3) Cuenta la parábola de la viña (Mt 21,33-46) que es el evangelio de hoy.

Mateo 21,33-40: La parábola de la viña. Jesús empieza así: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar   y edificó una torre”. La parábola es un bonito resumen de la historia de Israel, sacado del profeta (Is 5,1-7). Jesús se dirige a los jefes de los sacerdotes, a los ancianos (Mt 21,23) y a los fariseos (Mt 21,45) y da una respuesta a la pregunta que ellos habían hecho sobre el origen de su autoridad (Mt 21,23). Por medio de esta parábola, Jesús aclara varias cosas sobre el origen de su autoridad: es el hijo, el heredero. (b) Denuncia el abuso de la autoridad de los viñadores, esto es, de los sacerdotes y ancianos que no cuidan del pueblo de Dios. (c) Defiende la autoridad de los profetas, enviados por Dios, pero masacrados por los sacerdotes y ancianos. (4) Desenmascara a las autoridades que manipulan la religión y matan al hijo, porque no quieren perder la fuente de renta que consiguieron acumular para sí, a lo largo de los siglos.

Mateo 21,41: La sentencia dada por ellos mismos. Al final de la parábola, Jesús pregunta: “Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” Ellos no se dieron cuenta de que la parábola estaba hablando de ellos mismos. Por esto, por la respuesta dada, decretaron su propia condena: “Dícenle: A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo.” Varias veces Jesús usa ese mismo método. Lleva a la persona a que diga la verdad sobre si misma sin que se dé cuenta de que se está condenando a si misma. Por ejemplo, en el caso del fariseo que condena a la mujer considerándola una pecadora (Lucas 7,42-43) y en el caso de la parábola de los dos hijos Mt 21,28-32).

Mateo 21,42-46: La sentencia dada por ellos mismo es confirmada por su mismo comportamiento. Por medio de la aclaración de Jesús, los sacerdotes, los ancianos y los fariseos entendieron que la parábola hablaba de ellos mismos, pero no se convirtieron. ¡Por el contrario! Mantuvieron su proyecto de matar a Jesús. Rechazaron la “piedra fundamental”. Pero no tuvieron el valor de hacerlo abiertamente, porque temían a la gente.

Los varios grupos de poder en el tiempo de Jesús. En el evangelio de hoy aparecen algunos de los grupos que, en aquel tiempo, ejercían el poder sobre el pueblo: sacerdotes, ancianos y fariseos. Sigue aquí una breve información sobre el poder da cada uno de estos grupos y de otros:

a) Sacerdotes: Eran los encargados del culto en el La gente llevaba el diezmo y los otros impuestos y ofertas para pagar sus promesas. El sumo sacerdote ocupaba un lugar muy importante en la vida de la nación, sobre todo después del exilio. Era escogido o nominado entre las tres o cuatro familias aristócratas, que detenían más poder y más riqueza.

b) Ancianos o Jefes del pueblo: Eran los líderes locales en las diversas aldeas y ciudades. Su origen venía de los jefes de las tribus

c) Saduceos: Eran la elite laica aristocrática de la Muchos de ellos eran ricos comerciantes o latifundistas. Desde el punto de vista religioso eran conservadores. No aceptaban las mudanzas defendidas por los fariseos, como por ejemplo, la fe en la resurrección y en la existencia de los ángeles.

d) Fariseo: Fariseo significa: separado. Ellos luchaban para que, a través de la observancia de la ley de pureza, ¡la gente llegara a ser puro, separado y santo como lo exigían la Ley y la Tradición! Por causa del testimonio ejemplar de su vida dentro de las normas de la época, ellos tenían un liderazgo moral muy grande en las aldeas de

e) Escribas o doctores de la ley: Eran los encargados de la enseñanza. Dedicaban su vida al estudio de la Ley de Dios y enseñaban a la gente cómo hacer para observar en todo la Ley de No todos los escribas eran de la misma línea. Algunos estaban unidos a los fariseos, otros a los saduceos.

Para la reflexión personal

¿Te has sentido alguna vez controlado/a, indebidamente, en casa, en el trabajo, en la iglesia? ¿Cuál ha sido tu reacción? ¿Cómo la de Jesús?
Si Jesús hoy volviera y contara la misma parábola, ¿cómo reaccionaría yo?

Oración final

Señor, como se alzan sobre la tierra los cielos, igual de grande es su amor con sus adeptos; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros crímenes. (Sal 103,11-12)

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Lectio jue, 29 feb, 2024

Tiempo de Cuaresma

Oración inicial

Señor Dios nuestro, a muchos de nosotros nunca nos ha ido tan bien, y por eso nos hemos vuelto engreídos y satisfechos de nosotros mismos, felices en nuestro pequeño mundo. Dios, que nuestros oídos permanezcan abiertos a Tu palabra y nuestros corazones a Ti y a nuestros hermanos y hermanas. No permitas que nos olvidemos de Ti, ni que pongamos nuestra confianza en nosotros mismos. Haz que estemos impacientes por Ti, por Jesucristo nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 16,19-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.
Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.
El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’ «.

Reflexión

Cada vez que Jesús tiene algo importante que comunicar, crea una historia y cuenta una parábola. De este modo, a través de la reflexión sobre una realidad invisible, lleva a los que le escuchan a descubrir la llamada invisible de Dios, que está presente en la vida. Una parábola pretende hacernos pensar y reflexionar. Por eso, es importante prestar atención incluso a los detalles más pequeños. En la parábola del Evangelio de hoy hay tres personas: el pobre Lázaro, el rico anónimo y el Padre Abraham. En la parábola, Abraham representa el pensamiento de Dios. El rico anónimo representa la ideología dominante de la época. Lázaro representa el grito silencioso de los pobres en tiempos de Jesús y en todos los tiempos.

Lucas 16: 19-21: La situación del rico y del pobre. Los dos extremos de la sociedad. De un lado, la riqueza agresiva; del otro, el pobre sin recursos, sin derechos, cubierto de heridas, sin nadie que lo acepte, que lo reciba, salvo los perros que venían a lamerle las heridas. Lo que separa a ambos es la puerta cerrada de la casa del rico. Para el rico, no hay aceptación ni piedad respecto al pobre que está a su puerta. Pero el pobre tiene nombre; el rico, no. Es decir, el pobre tiene su nombre escrito en el libro de la vida, no el rico. El nombre del pobre es Lázaro. Significa que Dios ayuda. Y a través del pobre, Dios ayuda al rico que podría tener un nombre en el libro de la vida. Pero el rico no se deja ayudar por el pobre, porque mantiene su puerta cerrada. El comienzo de esta parábola es un espejo fiel de lo que sucedía en tiempos de Jesús y en tiempos de Lucas. Es un espejo de todo lo que ocurre hoy en el mundo.

Lucas 16: 22: El cambio que revela la verdad oculta. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al abrazo de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la parábola, el pobre muere antes que el rico. Esto es una advertencia para los ricos. Durante el tiempo en que el pobre está vivo y a la puerta, todavía existe la posibilidad de salvación para el rico. Pero cuando el pobre muere, el único instrumento de salvación para el rico también muere. Ahora, el pobre está en el abrazo de Abraham. El abrazo de Abraham es la fuente de la vida, donde nace el pueblo de Dios. Lázaro, el pobre, forma parte del pueblo de Abrahán, del que fue excluido cuando estaba ante la puerta del rico. El rico, que se cree hijo de Abrahán, ¡no va hacia el regazo de Abrahán! Aquí termina la introducción a la parábola. Ahora comienza a revelarse su significado, a través de las tres conversaciones entre el rico y el padre Abraham.

Lucas 16: 23-26: La primera conversación. En la parábola, Jesús abre una ventana al otro lado de la vida, el lado de Dios. No se trata del Cielo. Se trata de la vida que sólo la fe genera y que el rico, que no tiene fe, no puede ver. Sólo a la luz de la muerte se desintegra esta ideología; entonces aparece cuál es el verdadero valor de la vida. Por parte de Dios, sin el pensamiento engañoso de la ideología, las cosas cambian. El rico ve a Lázaro en brazos de Abraham y le pide que le ayude en su sufrimiento. El rico descubre que Lázaro es su único benefactor posible.

Pero ya es demasiado tarde. El rico anónimo es piadoso, porque reconoce a Abraham y le llama Padre. Abraham responde y le llama hijo. En realidad, esta palabra de Abraham se dirige a todos los ricos que están vivos. En la medida en que están vivos, tienen la posibilidad de convertirse en hijos e hijas de Abraham si saben abrir la puerta a Lázaro, el pobre, el único que en nombre de Dios puede ayudarles. La salvación para el rico no consiste en que Lázaro le dé una gota de agua fresca para refrescar su lengua, sino en que él, el rico, abra la puerta cerrada al pobre para llenar el gran abismo que existe.

Lucas 16: 30-31: La tercera conversación. «¡No, Abraham, pero si alguien de entre los muertos va a ellos, se arrepentirán!». El hombre rico reconoce que está equivocado, que ha cometido un error, porque habla de arrepentirse, algo que no ha oído nunca en su vida. Quiere un milagro, ¡una resurrección! Pero este tipo de resurrección no existe. La única resurrección es la de Jesús. Jesús, resucitado de entre los muertos, viene a nosotros en la persona de los pobres, de los que no tienen derechos, de los que no tienen tierra, de los que no tienen comida, de los que no tienen casa, de los que no tienen salud. En su respuesta final, Abraham es claro y convincente: «¡Si no escuchan ni a Moisés ni a los profetas, no se convencerán aunque alguien resucite de entre los muertos!». La conversación termina así y ¡es el final de la parábola!

Para la reflexión personal

¿Cómo tratamos a los pobres? ¿Tienen nombre? En mi actitud hacia ellos, ¿soy como Lázaro o como el rico?
Cuando los pobres entran en contacto conmigo, ¿escuchan la Buena Nueva?
¿A quiénes considero pobres? Hay muchos tipos de pobreza. Identificar estos tipos de pobreza debería llevarnos a ampliar a quién ayudamos, en lugar de limitarnos a «dar un donativo» y no implicarnos personalmente.

Oración final

Dichoso el que rechaza el consejo de los malvados y no se detiene en la senda que pisan los pecadores, ni se sienta en compañía de los cínicos, sino que se deleita en la ley de Yahvé y medita en su ley de día y de noche. (Sal 1, 1-2)

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Lectio mié, 28 feb, 2024

Tiempo de Cuaresma

Oración inicial

Señor, guarda a tu familia en el camino del bien que tú le señalaste; y haz que, protegida por tu mano, en sus necesidades temporales, tienda con mayor libertad hacia los bienes eternos. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 20,17-28

En aquel tiempo, mientras iba de camino a Jerusalén, Jesús llamó aparte a los Doce y les dijo: «Ya vamos camino de Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día, resucitará».
Entonces se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?» Ella respondió: «Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino». Pero Jesús replicó: «No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?» Ellos contestaron: «Sí podemos». Y él les dijo: «Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado».
Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos».

Reflexión

El evangelio de hoy habla de tres puntos: el tercer anuncio de la pasión (Mt 20,17-19), la petición de la madre de los hijos de Zebedeo (Mt 20,20-23) y la discusión de los discípulos que quieren el primer puesto (Mt 20,24-28).

Mateo 20,17-19: El tercero anuncio de la pasión. Están de camino hacia Jerusalén. Jesús los precede. Sabe que le matarán. El profeta Isaías lo había ya anunciado (Is 50,4-6; 53,1-10). Por esto, su muerte no es el fruto de un plan ya preestablecido, sino que es consecuencia de un compromiso asumido con la misión recibida del Padre junto con los excluidos de su tiempo. Por esto, Jesús alerta a los discípulos sobre la tortura y la muerte que encontrarán en Jerusalén. Pues el discípulo ha de seguir al maestro, aunque fuera para sufrir con él. Los discípulos están asustados y le acompañan con miedo. No entienden lo que está ocurriendo (cf. Lc 18,34). El sufrimiento no concuerda con la idea que ellos tienen del mesías (cf. Mt 16,21-23).

Mateo 20,20-21: La petición de la madre que pide el primer puesto para los hijos. Los discípulos no sólo no entienden el alcance del mensaje de Jesús, sino que continúan con sus ambiciones personales. Jesús insistía en el servicio y en la entrega, y ellos seguían con sus ambiciones personales y pedían los primeros puestos en el Reino. La madre de Santiago y de Juan, llevando consigo los dos hijos, llega cerca de Jesús y pide un lugar en la gloria del Reino para sus hijos, uno a la derecha y el otro a la izquierda de Jesús. Los dos no entendieron la propuesta de Jesús. Estaban preocupados solamente con sus propios intereses. Señal de que la ideología dominante de la época había penetrado profundamente en la mentalidad de los discípulos. A pesar de la convivencia de varios años con Jesús, no habían renovado su manera de ver las cosas. Miraban hacia Jesús con una mirada antigua. Querían una recompensa por el hecho de seguir a Jesús. Las mismas tensiones existían en las comunidades en el tiempo de Mateo y existen hoy en nuestras comunidades.

Mateo 20,22-23: La respuesta de Jesús. Jesús reacciona con firmeza: “¡Ustedes no saben lo que están pidiendo!” Y pregunta si son capaces de beber el cáliz que él, Jesús, va a beber, y se están dispuestos a recibir el bautismo que él va a recibir. Es el cáliz del sufrimiento, el bautismo de sangre. Jesús quiere saber si ellos, en vez del lugar de primer plano, aceptan entregar su vida hasta la muerte. Los dos contestan: “¡Podemos!” Parece una respuesta de boca hacia fuera, pues pocos días después, abandonarán a Jesús y lo dejarán sólo en la hora del sufrimiento (Mc 14,50). Ellos no tienen mucha conciencia crítica, ni perciben la realidad personal. Cuanto al lugar de primer plano en el Reino al lado de Jesús, aquel que lo da es el Padre. Lo que Jesús tiene que ofrecer es el cáliz y el bautismo, el sufrimiento y la cruz.

Mateo 20,24-27: Entre ustedes no sea así. Jesús habla, de nuevo, sobre el ejercicio del poder (cf. Mc 9,33-35). En aquel tiempo, los que detenían el poder no prestaban atención a la gente. Actuaban conforme a lo que oían (cf. Mc 6,27-28). El imperio romano controlaba el mundo y lo mantenía sometido por la fuerza de las armas y así, a través tributos, impuestos y tasas, lograba concentrar la riqueza de la gente en manos de pocos allí en Roma. La sociedad estaba caracterizada por el ejercicio represivo y abusivo del poder. Jesús tiene otra propuesta. Dice: “¡Entre vosotros no debe ser así! Quien quiere ser el mayor, sea el servidor de todos.” Enseña en contra de los privilegios y las rivalidades. Quiere mudar el sistema e insiste en el servicio como remedio contra la ambición personal.

Mateo 20,28: El resumen de la vida de Jesús. Jesús define su misión y su vida: “¡No he venido para ser servido, sino para servir!” Vino a dar su vida en rescate de muchos. Él es el Mesías siervo, anunciado por el profeta Isaías (cf. Is 42,1-9; 49,1-6; 50,4-9; 52,13- 53,12). Aprendió de su madre, que dijo: “¡He aquí la esclava del Señor!”(Lc 1,38). Propuesta totalmente nueva para la sociedad de aquel tiempo.

Para la reflexión personal

Santiago y Juan piden favores, Jesús promete sufrimiento. Yo, ¿qué le pido al Señor en la oración? ¿Cómo acepto el sufrimiento y los dolores que acontecen en mi vida?
Jesús dice: “¡Entre ustedes no sea así!” Mi forma de vivir en comunidad, ¿concuerda con este consejo de Jesús?

Oración final

Sácame de la red que me han tendido,
pues tú eres mi refugio;
en tus manos abandono mi vida
y me libras, Yahvé, Dios fiel. (Sal 31,5-6)

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