Lectio jue, 18 ene, 2024

Tiempo ordinario

 Oración inicial

Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo, y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 3,7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, seguido por una muchedumbre de galileos. Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que Jesús hacía, se trasladó a donde él estaba.Entonces rogó Jesús a sus discípulos que le consiguieran una barca para subir en ella, porque era tanta la multitud, que estaba a punto de aplastarlo.En efecto, Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían algún mal, se le echaban encima para tocarlo. Cuando los poseídos por espíritus inmundos lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.

Reflexión

La conclusión a la que se llega, al final de estos cinco conflictos (Mc 2,1 a 3,6), es que la Buena Nueva de Dios tal y como era anunciada por Jesús, decía exactamente lo contrario de la enseñanza de las autoridades religiosas de la época. Por esto, al final del último conflicto, se prevé que Jesús no va a tener una vida fácil y será combatido. La muerte aparece en el horizonte. Decidirán matarle (Mc 3,6). Sin una conversión sincera no es posible comprender la Buena Nueva.

Un resumen de la acción evangelizadora de Jesús.
Los versos del evangelio de hoy

(Mc 3,7-12) son un resumen de la actividad de Jesús y acentúan un enorme contraste.

Un poco antes, en Mc 2,1 hasta 3,6, se habla sólo de conflictos, inclusive del conflicto de vida y muerte entre Jesús y las autoridades civiles y religiosas de la Galilea (Mc 3,16). Y aquí en el resumen, parece lo contrario: un movimiento popular inmenso, mayor que el movimiento de Juan Bautista, porque llegaba gente no sólo de Galilea, sino también de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de Tiro y de Sidón para encontrarse con Jesús (Mc 3,7-12). Todos quieren verle y tocarle. Es tanta gente y hasta Jesús queda preocupado. Corre el peligro de ser aplastado por la gente. Por eso, pide a los discípulos que tengan a disposición una barca para que la multitud no lo aplastara. Y desde la barca hablaba a la multitud. Eran sobre todo excluidos y marginados que venían a él para que los sanara de sus males: los enfermos y los poseídos. Estos que no eran acogidos en la convivencia social de la sociedad de la época, son ahora acogidos por Jesús. He aquí el contraste: por un lado el liderazgo religioso y civil que decide matar a Jesús (Mc 3,6); por el otro un movimiento popular inmenso que busca en Jesús la salvación. ¿Quién ganará?

Los espíritus impuros y Jesús. La insistencia de Marcos en la expulsión de los demonios es muy grande. El primer milagro de Jesús es la expulsión de un demonio (Mc 1,25). El primer impacto que Jesús causa en la gente es por causa de la expulsión de los demonios (Mc 1,27). Una de las principales causas del enfrentamiento de Jesús con los escribas es la expulsión de los demonios (Mc 3,22). El primer poder que los apóstoles van a recibir cuando son enviados en misión, es el poder de expulsar los demonios (Mc 6,7). La primera señal que acompaña el anuncio de la resurrección es la expulsión de los demonios (Mc 16,17). ¿Qué significa expulsar los demonios en el evangelio de Marcos?

En el tiempo de Marcos, el miedo a los demonios iba en aumento. Algunas religiones, en vez de liberar a la gente, alimentaban el miedo y la angustia. Uno de los objetivos de la Buena Nueva de Jesús era ayudar a la gente a que se liberara de este miedo. La llegada del Reino de Dios significó la llegada de un poder más fuerte. Jesús es “el hombre más fuerte” que llegó para someter a Satanás, el poder del mal, y sustraer de sus garras a la humanidad presa del miedo (Mc 3,27). Por esto, Marcos insiste tanto, en la victoria de Jesús sobre el poder del mal, sobre el demonio, sobre Satanás, sobre el pecado y sobre la muerte. Desde el principio hasta el fin, con palabras casi iguales, repite el mismo mensaje: “¡Jesús expulsaba a los demonios!” (Mc 1,26.27.34.39; 3,11-12.15.22.30; 5,1-20; 6,7.13; 7,25-29; 9,25-27.38; 16,9.17). ¡Parece como un refrán! Hoy, en vez de usar siempre las mismas palabras preferimos usar palabras diferentes. Diríamos: “¡El poder del mal, Satanás, que infundió miedo entre la gente, Jesús lo venció, lo dominó, lo sometió, lo destronó, lo derribó, lo echó, lo eliminó, lo exterminó, lo aniquiló, lo abatió, lo destruyó y lo mató!” Lo que Marcos quiere decirnos es lo siguiente: “A los cristianos está prohibido tener miedo a Satanás!” Después de que Jesús resucitó, es una manía y falta de fe hacer referencia a todas horas a Satanás, como si él tuviera algún poder sobre nosotros. Insistir en el peligro de los demonios para llamar a la gente a que vaya a las iglesias, es desconocer la Buena Nueva del Reino. ¡Es falta de fe en la resurrección de Jesús!

Para una reflexión personal

¿Cómo vives tu fe en la resurrección de Jesús? ¿Te ayuda a vencer el miedo?

Expulsión de los demonios. ¿Cómo haces para neutralizar ese poder en tu vida?

Oración final

¡En ti gocen y se alegren todos los que te buscan! ¡Digan sin cesar: «Grande es Yahvé» los que ansían tu victoria! (Sal 40,17)

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Lectio mié, 17 ene, 2024

Tiempo ordinario

 Oración inicial

Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo, y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 3,1-6

En aquel tiempo, Jesús entró en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poderlo acusar. Jesús le dijo al tullido: «Levántate y ponte allí en medio».
Después les preguntó: «¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?» Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira y con tristeza, porque no querían entender, le dijo al hombre: «Extiende tu mano». La extendió, y su mano quedó sana.
Entonces se fueron los fariseos y comenzaron a hacer planes, con los del partido de Herodes, para matar a Jesús.

Reflexión

En el evangelio de hoy vamos a meditar el último de los cinco conflictos que Marcos pone al comienzo de su evangelio (Mc 2,1 a 3,6). Los cuatro conflictos anteriores fueron provocados por los adversarios de Jesús. Este último es provocado por Jesús mismo y revela la gravedad del conflicto entre él y las autoridades religiosas de su tiempo. Es un conflicto de vida y muerte. Importa notar la categoría de los adversarios que aparece en este último conflicto. Se trata de fariseos y herodianos, es decir de autoridades religiosas y civiles. Cuando Marcos escribe su evangelio en los años 70, muchos recordaron la terrible persecución de los años 60, en la que Nerón se cargó a muchas comunidades cristianas. Al oír ahora como Jesús mismo había sido amenazado de muerte y como se comportaba en medio de estos conflictos peligrosos, los cristianos encontraban valor y orientación para no desanimarse a lo largo del camino.

Jesús en la sinagoga en día de sábado. Jesús entra en la sinagoga. Tenía costumbre de participar en las celebraciones de la multitud. Había allí un hombre con una mano atrofiada. Una persona con discapacidad física no podía participar plenamente, ya que era considerada impura. Aunque estuviera presente en la comunidad, era marginada. Debía mantenerse alejada del resto.

La preocupación de los adversarios de Jesús. Los adversarios observan para ver si Jesús cura en día de sábado. Quieren acusarlo. El segundo mandamiento da la Ley de Dios mandaba “santificar el sábado”. Estaba prohibido trabajar en ese día (Ex 20,811). Los fariseos decían que curar a un enfermo era los mismo que trabajar. Por esto enseñaban: “¡Está prohibido curar en día de sábado!” Colocaban la ley por encima del bienestar de las personas. Jesús los incomodaba, porque colocaba el bienestar de las personas por encima de las normas y de las leyes. La preocupación de los fariseos y de los herodianos no era el celo por la ley, sino la voluntad de acusar y de eliminar a Jesús.

¡Levántate y ponte aquí en medio!. Jesús pide dos cosas al discapacitado físico: ¡Levántate y ponte aquí en medio! La palabra “levántate” es la misma que las comunidades del tiempo de Marcos usaban para decir “resucitar”. ¡El discapacitado debe “resucitar”, levantarse, ponerse en medio y ocupar su lugar en el centro de la comunidad! Los marginados, los excluidos, ¡deben ponerse en medio! No pueden ser excluidos. Deben ser incluidos y acogidos. ¡Deben estar junto con todos los demás! Jesús llamó al excluido para que se pusiera en medio.

La pregunta de Jesús deja a los demás sin respuesta. Jesús pregunta: ¿En día de sábado está permitido hacer el bien o hacer el mal? ¿Salvar la vida o matarla? Podía haber preguntado: ”En día de sábado está permitido curar: ¿sí o no?” Y todos hubiesen respondido: “¡No está permitido!” Pero Jesús cambia la pregunta. ¡Para él, en aquel caso concreto, “curar” era lo mismo que “hacer el bien” o “salvar una vida”, y “no curar” era lo mismo que “hacer el mal” o “matar una vida”! Con su pregunta Jesús pone el dedo en la llaga. Denuncia la prohibición de curar en día de sábado como un sistema de muerte. ¡Pregunta sabia! Los adversarios se quedaron sin respuesta.

Jesús queda indignado ante la cerrazón de los adversarios. Jesús reacciona con indignación y con tristeza ante la actitud de los fariseos y de los herodianos. Manda al hombre a que extienda la mano, y queda curada. Al curar al discapacitado, Jesús muestra que él no estaba de acuerdo con el sistema que ponía la ley por encima de la vida. En respuesta a la acción de Jesús, los fariseos y los herodianos deciden matarlo. Con esta decisión confirman que son, de hecho, defensores de un sistema de muerte. No tienen miedo a matar para defender el sistema contra Jesús que los ataca y critica en nombre de la vida.

Para la reflexión personal

El discapacitado fue llamado a ponerse en el centro de la comunidad. En nuestra comunidad, los pobres y excluidos ¿tienen un lugar privilegiado?
¿Te has confrontado alguna vez con personas que, al igual que los herodianos y los fariseos, colocan la ley por encima del bienestar de las personas? ¿Qué sentiste en aquel momento? ¿Les diste razón o los criticaste?

Oración final

Pero te compadeces de todos porque todo lo puedes y no aborreces nada de lo que hiciste; Señor, amigo de la vida. (Sab 11,23-26)

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Lectio mar, 16 ene, 2024

Tiempo ordinario

 Oración inicial

Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo, y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 2,23-28

Un sábado, Jesús iba caminando entre los sembrados, y sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le preguntaron: “¿Por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado?”
Él les respondió: “¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo necesidad y padecían hambre él y sus compañeros? Entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo podían comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros”.
Luego añadió Jesús: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Reflexión

La ley existe para el bien de las personas. En el día de sábado, los discípulos pasan por las plantaciones y se abren camino arrancando espigas. En Mateo 12,1 se dice que tenían hambre. Invocando la Biblia, los fariseos critican la actitud de los discípulos. Sería una trasgresión de la ley del Sábado (cf. Ex 20,8-11). Jesús responde invocando la misma Biblia para mostrar que los argumentos de los demás no tienen fundamento. Recuerda que el mismo David hizo algo prohibido, ya que sacó los panes consagrados del templo y los dio de comer a los soldados que tenían hambre (1 Sam 21,2-7). Y Jesús termina con dos frases importantes: (a) El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado (b) ¡El Hijo del Hombre es dueño del sábado!

El sábado es para el ser humano, y no el ser humano para el sábado. Durante más de quinientos años, desde el tiempo del cautiverio en Babilonia hasta la época de Jesús, los judíos habían observado la ley del sábado. Esta observancia secular se volvió para ellos en una fuerte señal de identidad. El sábado era rigurosamente observado. En la época de los Macabeos, hacia la mitad del siglo II antes de Cristo, esta rígida observancia llegó a un punto crítico. Atacados por los griegos en día de sábado, los rebeldes Macabeos preferían dejarse matar y no transgredir el sábado usando las armas para defender su vida. Por esto, murieron mil personas (1Mac 2,32-38). Reflexionando sobre esta masacre, los líderes macabeos concluyeron que debían resistir y defender su vida, aunque fuera sábado (1Mac 2,39-41). Jesús tuvo la misma actitud: relativizar la ley del sábado a favor de la vida, pues la ley existe para el bien de la vida humana, y no ¡el contrario!

¡El Hijo del Hombre es dueño del sábado! La nueva experiencia de Dios como Padre/Madre hace que Jesús, el Hijo del Hombre, diera una llave para descubrir la intención de Dios que está en el origen de las leyes del Antiguo Testamento. Por esto, el Hijo del Hombre, es dueño hasta del Sábado. Al convivir con el pueblo de Galilea, durante treinta años y sintiendo en su piel la opresión y la exclusión a que tantos hermanos y hermanas estaban condenados en nombre de la Ley de Dios, Jesús percibió que esto no podía ser el sentido de aquellas leyes. Si Dios es el Padre, entonces acoge a todos como hijos e hijas. Si Dios es Padre, entonces tenemos que ser hermanos y hermanas unos de otros. Fue lo que Jesús vivió y rezó, desde el comienzo hasta el fin. La Ley del Sábado debe estar al servicio de la vida y de la fraternidad. Fue por su fidelidad a este mensaje que Jesús fue preso y condenado a muerte. El incomodó el sistema, y el sistema se defendió, usando la fuerza contra Jesús, pues Él quería la ley al servicio de la vida, y no lo contrario.

Jesús y la Biblia. Los fariseos criticaban a Jesús en nombre de la Biblia. Jesús responde y critica a los fariseos usando la Biblia. El conocía la Biblia de memoria. En aquel tiempo, no había Biblias impresas como tenemos hoy en día. En cada comunidad había sólo una Biblia, escrita a mano, que quedaba en la sinagoga. Si Jesús conocía tan bien la Biblia, era señal de que, durante aquellos 30 años de su vida en Nazaret, había participado intensamente en la vida de la comunidad, donde el sábado se leían las Escrituras. ¡Nos falta mucho para que tengamos la misma familiaridad con la Biblia y la misma participación en la comunidad!

Para la reflexión personal

El sábado es para el ser humano, y no viceversa. ¿Cuáles son los puntos de mi vida que he de cambiar?
Aún sin tener la Biblia en casa, Jesús la conocía de memoria. ¿Y yo?

Oración final

Doy gracias a Yahvé de todo corazón, en la reunión de los justos y en la comunidad. Grandes son las obras de Yahvé, meditadas por todos que las aman. (Sal 111,1)

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Lectio lun, 15 ene, 2024

II semana del Tiempo ordinario

 Oración inicial

Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo, y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 2,18-22

En una ocasión en que los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban, algunos de ellos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, y los tuyos no?”
Jesús les contestó: “¿Cómo van a ayunar los invitados a una boda, mientras el esposo está con ellos? Mientras está con ellos el esposo, no pueden ayunar. Pero llegará el día en que el esposo les será quitado y entonces sí ayunarán.
Nadie le pone un parche de tela nueva a un vestido viejo, porque el remiendo encoge y rompe la tela vieja y se hace peor la rotura. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino rompe los odres, se perdería el vino y se echarían a perder los odres. A vino nuevo, odres nuevos”.

Reflexión

Los cinco conflictos entre Jesús y las autoridades religiosas. En Mc 2,1-12 vimos el primer conflicto. Era entorno al perdón de los pecados. En Mac 2,13-17, el segundo conflicto trataba de la comunión de mesa con los pecadores. El evangelio de hoy habla del tercer conflicto sobre el ayuno. Mañana tendremos el cuarto conflicto alrededor de la observancia del sábado (Mc 2,13-28). Pasado mañana el último de los cinco conflictos será alrededor de la curación en día de sábado (Mc 3,1-6). El conflicto sobre el ayuno ocupa el lugar central. Por esto, las palabras medio sueltas sobre la tela nueva y el vestido viejo y sobre el vino nuevo en odre nuevo (Mc 2,21-22) hay que entenderlas como una luz que arroja su claridad también sobre los otros cuatro conflictos, dos antes y dos después.

Jesús no insiste en la práctica del ayuno. El ayuno es una costumbre muy antigua, practicada en casi todas las religiones. Jesús mismo la practicó durante cuarenta días (Mt 4,2). Pero él no insiste con los discípulos para que hagan lo mismo. Los deja libres. Por eso, los discípulos de Juan Bautista y de los fariseos, que estaban obligados a ayunar, quieren saber porqué Jesús no insiste en el ayuno.

El novio, está con ellos, así que no precisan ayunar. Jesús responde con una comparación. Cuando el novio está con sus amigos, es decir, durante la fiesta de la boda, los amigos no precisan ayunar. Jesús se considera el novio. Los discípulos son amigos del novio. Durante el tiempo en que él, Jesús, estuvo con los discípulos, hay fiesta. Llegará el día en que el novio dejará de estar, y en ese momento, si ellos quieren, podrán ayunar. Jesús alude a su muerte. Sabe y siente que, si continúa por este camino de libertad, las autoridades religiosas van a querer matarlo.

Remiendo nuevo sobre una tela vieja, vino nuevo en odre nuevo. Estas dos afirmaciones de Jesús, que Marcos coloca aquí, aclaran la actitud crítica de Jesús ante las autoridades religiosas. No se pone un remiendo nuevo sobre una tela vieja, porque a la hora de lavar la tela, el remiendo nuevo encoge, tira de la tela vieja y la estropea más aún. Nadie pone vino nuevo en un odre viejo, porque la fermentación del vino nuevo hace estallar el odre viejo. ¡Vino nuevo en odre nuevo! La religión defendida por las autoridades religiosas era como una ropa vieja, como un odre viejo. No se debe querer combinar lo nuevo que trae Jesús con costumbres antiguas. No se puede querer reducir la novedad de Jesús a la medida del judaísmo. ¡O el uno, o el otro! El vino nuevo que Jesús trae hace estallar el odre viejo. Hay que saber separar las cosas. Jesús no está contra lo que es “viejo”. Lo que quiere evitar es que lo viejo se imponga a lo nuevo y, así, le impediría manifestarse. Sería lo mismo que reducir el mensaje del Concilio Vaticano II al catecismo anterior al Concilio, como algunos están queriendo hacer.

Para la reflexión personal

A partir de la experiencia profunda de Dios que lo animaba por dentro, Jesús tuvo mucha libertad en relación con las normas y prácticas religiosas. Y hoy ¿tenemos esa misma libertad o nos falta la libertad de los místicos?
Remiendo nuevo sobre tela vieja, vino nuevo en odre viejo. ¿Hay esto en mi vida?

Oración final

Y nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene.(1Jn 4,16)

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Lectio Dom, 14 ene, 2024

II Domingo del Tiempo ordinario
La llamada de los primeros discípulos
Juan 1,35-42

Oración inicial

Pastor bueno, Padre mío, también Tú hoy desciendes de los montes eternos y llevas contigo a tu rebaño a las verdes praderas, de hierba fresca y agua buena. Tú hoy manda delante de ti a tu oveja predilecta, al Cordero a quien amas con amor inconmensurable; Tú nos das a tu Hijo Jesús, el Mesías. Míralo, está aquí. Te pido que me ayudes a reconocerlo, a fijar sobre Él mi mirada, mi deseo, mi esperanza. Haz que yo lo siga, que no me separe de Él, que entre en su casa y allí me quede, para siempre. Su casa, oh Padre, eres Tú mismo. En Ti yo quiero entrar, quiero vivir. El soplo de tu Espíritu me atraiga, me sostenga y me una en amor a Ti y a tu Hijo, mi Señor, hoy y por todos los siglos de los siglos. Amén

Lectura

Para colocar el pasaje en su contexto:

Este pasaje se encuentra al principio de la narración evangélica de Juan, medida por el recorrido de una semana, día tras día. Aquí estamos ya en el tercer día, cuando Juan el Bautista ha comenzado a dar su testimonio sobre Jesús, que llega a su plenitud, con la invitación a los discípulos de seguir al Señor, al Cordero de Dios. En estos días se inaugura el ministerio de Jesús, Palabra del Padre, que desciende en medio de los hombres para encontrarlos y hablar con ellos y vivir en medio de ellos. El lugar es Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba: aquí se realiza el encuentro con el Verbo de Dios y comienza la vida nueva.

Para ayudar a la lectura del pasaje:

35-36: Juan Bautista vive una experiencia fortísima a raíz del encuentro con Jesús: de hecho, es precisamente aquí, al tercer día, cuando él lo reconoce plenamente, cuando lo proclama con todas las fuerzas y lo señala como verdadero camino que se debe seguir, como vida, que se debe vivir. Aquí Juan disminuye hasta desaparecer y se agiganta como testimonio de la Luz.

37-39: Habiendo acogido el testimonio de su maestro, los discípulos de Juan comienzan a seguir a Jesús; después de haber escuchado la voz, ellos encuentran la Palabra y se dejan interrogar por ella. Jesús los mira, los conoce y comienza su diálogo con ellos. Él los lleva consigo, los introduce en el lugar de su morada y les hace estar con Él. El evangelista registra la hora precisa de este encuentro cara a cara, de este cambio de vida entre Jesús y los primeros discípulos.

40-42: De repente cunde el testimonio: Andrés no puede callar lo que ha oído y visto, lo que ha experimentado y vivido y se convierte en misionero, llamando a su hermano Pedro para que él también encuentre a Jesús. Él, fijando su mirada sobre aquel hombre, lo llama y transforma su vida; era Simón, ahora se ha convertido en Pedro.

 El texto:

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: «Éste es el Cordero de Dios». Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué buscan?» Ellos le contestaron: «¿Dónde vives, Rabí?» (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo: «Vengan a ver».
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (que quiere decir ‘el Ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás» (que significa Pedro, es decir ‘roca’).

Un momento de silencio orante

Estoy en silencio y dejo que estas palabras tan sencillas, pero poderosas, me envuelvan, tomando posesión de mi vida. Dejo que Jesús, viniendo, fije sobre mí su mirada, dejo que me pregunte, como a ellos: “¿Qué buscas?” y dejo que me lleve consigo, a su casa. Porque, sí, quiero vivir junto a Él…

Algunas preguntas

Trato ahora de escuchar todavía mejor este pasaje, recogiendo cada palabra, cada concepto, estando atento a los movimientos, a las miradas. Trato de encontrar verdaderamente al Señor en esta página, dejándome escrutar y conocer por Él.

“Al día siguiente Juan estaba todavía allí” Siento, en estas palabras, la insistencia de la búsqueda, de la esperanza; siento la fe de Juan Bautista que crece. Los días están pasando, la experiencia del encuentro con Jesús se intensifica: Juan, no ceja, no se cansa, al contrario, cada vez está más seguro, más convencido, luminoso. Él está, se queda. Me comparo con la figura del Bautista: ¿Soy yo uno que está, que se queda? ¿O más bien, me retiro, me canso, me fatigo y dejo que mi fe se apague? ¿Yo estoy o me siento, atiendo o no espero más?

“Fijando la mirada sobre Jesús” Hay aquí un verbo bellísimo, que significa” mirar con intensidad”, “penetrar con la mirada” y se repite también en el v. 42, referido a Jesús, que mira a Pedro para cambiarlo de vida. Muchas veces, en los evangelios, se dice que Jesús fija su mirada sobre sus discípulos (Mt 19,26), o sobre una persona en particular (Mc 10,21); sí, Él fija para amar, para llamar, para iluminar. Su mirada no se separa nunca de nosotros, de mí. Sé que sólo puedo encontrar la paz intercambiando esta mirada. ¿Cómo puedo simular que no lo veo? ¿Por qué continuar fijando la mirada allí y allá, huyendo del amor del Señor, que sí se ha fijado en mí y me ha elegido?

“Siguieron a Jesús” Esta expresión, referida a los discípulos, no significa solamente que ellos comienzan a caminar en la misma dirección que Jesús, sino mucho más: que ellos se consagran a Él, que comprometen su vida por Él, para Él. Es Él quien toma la iniciativa, lo sé y el que me dice: “Tú sígueme”, como al joven rico (Mt 19,21), como a Pedro (Jn 21,22); pero yo ¿cómo respondo en verdad? ¿Tengo el valor el amor, el ardor para decirle: “Maestro, yo te seguiré adondequiera que vayas” (Mt 8,19) confirmando las palabras con los hechos? ¿O también digo yo como aquel del evangelio: “Te seguiré, pero deja primero que….”(Lc 9,61)?

“¿Qué buscáis? Por fin el Señor pronuncia sus primeras palabras en el evangelio de Juan y son una pregunta bien precisa, dirigida a los discípulos que lo están siguiendo, dirigida a nosotros, a mí personalmente. El Señor fija su mirada sobre mí y me pide: “¿Qué estás buscando? No es fácil responder a esta pregunta; debo bajar al fondo de mi corazón y allí escucharme, medirme, verificarme. ¿Qué busco yo verdaderamente? ¿Mis energías, mis deseos, mis sueños, mis haberes a donde se dirigen?

“Se quedaron con Él” Los discípulos se quedan con Jesús, empiezan a vivir junto a Él, a tener la casa en común con Él. Aun más, quizás empiezan a experimentar que el mismo Señor es su nueva casa. El verbo que aquí usa Juan, puede significar simplemente habitar, pararse, pero también morar en el sentido fuerte de habitar uno en el otro. Jesús habita en el seno del Padre y nos ofrece también a nosotros la posibilidad de habitar en Él y en toda la Trinidad. Él se ofrece hoy, aquí, a mí, para vivir juntos esta indecible, espléndida experiencia de amor. ¿Qué decido, por tanto? ¿Me paro también yo como los discípulos y me quedo con Él, en Él? ¿O me voy, me sustraigo de su amor y corro a buscar otra cosa?

“Y lo condujo a Jesús” Andrés corre a llamar a su hermano Simón, porque quiere compartir con él el don infinito que ha recibido. Da el anuncio, proclama al Mesías, al Salvador y tiene la fuerza de llevar consigo a su hermano. Se convierte en guía, se convierte en luz, vía segura. Es este un pasaje muy importante: del encuentro y del conocimiento de Jesús, al anuncio. No sé si estoy preparado para esto, no sé si soy lo suficientemente abierto y luminoso para hacerme testigo de Él, que se me ha revelado con tanta claridad. ¿Tengo quizás miedo, me avergüenzo, no tengo fuerzas, soy perezoso, soy un pasota?

Una clave de lectura

El Cordero de Dios:

En el v. 36 Juan anuncia a Jesús como el cordero de Dios, repitiendo el grito ya emitido antes, el día anterior: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. La identificación de Jesús con el cordero está rebosante de alusiones bíblicas, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

El cordero aparece ya en el libro del Génesis, en el cap. 22, en el momento del sacrificio de Isaac; Dios provee un cordero, para que sea ofrecido como holocausto en vez del hijo. El cordero desciende del cielo y toma sobre sí la muerte del hombre; el cordero es inmolado para que el hijo viva.

En el libro del Éxodo, en el cap. 12, se ofrece el cordero pascual, sin mancha, perfecto; su sangre derramada salva a los hijos de Israel del exterminador, que pasa de casa en casa, en la noche. Desde aquel momento todo hijo quedará señalado, sellado, por aquella sangre de salvación. Así viene abierto el camino de la libertad, la vía del éxodo, para llegar a Dios, para entrar en la tierra por Él prometida. Empieza aquí la senda, que conduce hasta el Apocalipsis, hasta la realidad del cielo.

El elemento del sacrificio, de la degollación, del don total acompaña constantemente la figura del cordero; los libros del Levítico y de los Números nos ponen delante continuamente esta presencia santa del cordero: éste viene ofrecido todos los días en el holocausto cotidiano; se inmola en todos los sacrificios expiatorios, de reparación, de santificación.

También los profetas hablan de un cordero preparado para el sacrificio: oveja muda, esquilada sin abrir siquiera la boca, manso cordero conducido al matadero (Is 53,7; Jer 11,19). Cordero sacrificado sobre el altar, todos los días.

En el evangelio, es Juan el Bautista el que anuncia y descubre a Jesús como verdadero cordero de Dios, que toma sobre sí el pecado del hombre y lo borra con la efusión de su pura y preciosa sangre. Es Él, de hecho, el cordero inmolado al puesto de Isaac; es Él el cordero asado al fuego la noche de Pascua, Cordero de la liberación: es Él el sacrificio perenne al Padre, ofrecido por nosotros; es Él el siervo sufridor, que no se rebela, no recrimina, sino que se entrega silencioso por nuestro amor. San Pedro lo dice claramente: “Vosotros estáis liberado de vuestra conducta gracias a la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto y sin mancha (1Pet 1,19).

El Apocalipsis revela todo sobre el Cordero. Es Él el que puede abrir los sellos de la historia, de la vida de cada hombre, del corazón escondido, de la verdad (Ap 7,1.3.5.7.9.12.;8,1), es el vencedor, aquél que se sienta sobre el trono (Ap 5,6), es él el rey, digno de honor, alabanza, gloria, adoración (Ap 5, 12) Es Él el Esposo, que invita a su banquete de bodas (Ap 19,7); es la lámpara (Ap 21,23), el templo (Ap 21,22), el lugar de nuestro descanso eterno; Él es el pastor (Ap 7,17), al que seguiremos adonde vaya (Ap 14,4).

Ver:

En este pasaje encontramos por cinco veces expresiones referentes al ver, al encuentro de las miradas El primero es Juan, que tiene ya el ojo habituado a ver en lo profundo y a reconocer al Señor que viene y pasa; él debía dar testimonio a la luz y por esto tiene los ojos iluminados por dentro. En efecto, junto al río Jordán, él ve al Espíritu posarse sobre Jesús (Mt 3,16); lo reconoce como cordero de Dios (Jn 1, 29) y continuó mirando y fijando la mirada (v. 36) sobre Él para señalarlo a los discípulos. Y si Juan lo ve así, si es capaz de penetrar las apariencias, significa que ya antes había sido alcanzado por la mirada de Jesús, ya antes había sido iluminado. Como somos también nosotros. Apenas la mirada del testigo se apaga, se consigue la luz de los ojos de Cristo. En el v. 38 se dice que Jesús ve a los discípulos que lo siguen y el evangelista usa un verbo muy bello, que significa “fijar la mirada sobre alguno”, “mirar con penetración e intensidad”. El Señor obra verdaderamente así con nosotros: Él se vuelve hacia nosotros, se acerca, toma en serio nuestra presencia, nuestra vida, nuestro caminar en pos de Él y nos mira, a lo largo, sobre todo con amor, pero también con intensidad, con detención, con profunda atención. Su mirada no nos deja nunca solos. Sus ojos están fijos dentro de nosotros; están estampados en nuestras entrañas, como canta San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual.

Y después el Señor nos invita a abrir a su vez nuestros ojos, a comenzar a mirar de verdad; dice: “Venid y veréis”. Cada día nos lo repite, sin cansarse de dirigirnos esta invitación tierna y fuerte, rebosante de promesas y de dones. “Vieron donde moraba”, anota Juan, usando un verbo algo diverso, muy fuerte, que indica un ver profundo, que va más allá de las superficies y contactos, que entra en la comprensión, en el conocimiento y en la fe de lo que se ve. Los discípulos – y nosotros con ellos, en ellos – vieron, aquella tarde, donde moraba Jesús, o sea comprendieron y conocieron cual era su verdadera casa, no un lugar, no un espacio….

De nuevo vuelve el verbo gramatical del principio. Jesús fija su mirada sobre Simón (v. 42) y con aquella luz, con aquel encuentro de ojos, de almas, lo llama por el nombre y le cambia de vida, lo vuelve un hombre nuevo. Los ojos del Señor están también abiertos sobre nosotros y nos lavan de las obscuridades de nuestras tinieblas, iluminándolos de amor; con aquellos ojos Él nos está llamando, está haciendo de nosotros una nueva creación, está diciendo: “Sea la luz” y la luz fue.

Permanecer – morar:

Este es otro verbo importantísimo, fortísimo, otra perla preciosa del Evangelio de Juan. En nuestro pasaje se encuentra tres veces, con dos significados diversos: habitar y permanecer. Los discípulos preguntan inmediatamente a Jesús dónde vive Él, dónde está su casa y Él los invita a caminar, a entrar, a quedarse. “Se quedaron con Él aquel día” (v.39).

No es un quedarse físico, temporal; los discípulos no son sólo huéspedes de paso, que pronto se irán. No, el Señor les da espacio en su lugar interior, en su relación con el Padre y allí los acoge para siempre; pues dice: “Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, estén también ellos en nosotros…. yo en ellos y tú en mí…” (Jn 17,21.23). Nos deja entrar y entra; nos deja tocar en la puerta y toca Él mismo; nos hace morar en Él y pone en nosotros su morada junto al Padre (Jn 14,23).

Nuestra llamada a ser discípulos de Cristo y para ser sus anunciadores ante nuestros hermanos tiene su origen, su fundamento, su vitalidad, precisamente aquí, en esta realidad de la recíproca inhabitación del Señor en nosotros y de nosotros en Él; nuestra felicidad duradera y verdadera surge de la realización de este nuestro permanecer. Hemos visto donde Él vive, hemos conocido el lugar de su presencia y hemos decidido permanecer con Él, hoy y por siempre.

“Permaneced en mí y yo en vosotros…Quien permanece en mí y yo en él lleva mucho fruto… Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será dado… Permaneced en mi amor” (Jn 15)

¡No, no iré a ningún otro, no me refugiaré en otro lugar sino en Ti Señor, mi morada, mi lugar de salvación! Permite, te ruego, que yo permanezca aquí, junto a ti, por siempre. Amén.

Un momento de oración: Salmo 34

Rit. Tu rostro, oh Señor, yo busco, no me escondas tu rostro.

Consulté a Yahvé y me respondió: me libró de todos mis temores. Los que lo miran quedarán radiantes, no habrá sonrojo en sus semblantes. Si grita el pobre, Yahvé lo escucha, y lo salva de todas sus angustias. El ángel de Yahvé pone su tienda en torno a sus adeptos y los libra.

Gustad y ved lo bueno que es Yahvé, dichoso el hombre que se acoge a él. Respetad a Yahvé, santos suyos, que a quienes le temen nada les falta. Los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan a Yahvé de ningún bien carecen. Venid, hijos, escuchadme, os enseñaré el temor de Yahvé.

Los ojos de Yahvé sobre los justos, sus oídos escuchan sus gritos; Cuando gritan, Yahvé los oye y los libra de sus angustias; Yahvé está cerca de los desanimados, él salva a los espíritus hundidos. Muchas son las desgracias del justo, pero de todas le libra Yahvé.

Oración final

Padre, te doy gracias por haberme concedido la presencia de tu Hijo Jesús en las palabras luminosas de este evangelio; gracias por haberme hecho escuchar su voz, por haber abierto mis ojos para reconocerlo; gracias por haberme puesto en el camino para seguirlo y entrar en su casa. Gracias porque puedo morar con Él, en Él y porque Él, y contigo, estáis en mí. Gracias por haberme, una vez más llamado, haciendo nueva mi vida. Haz de mí, te ruego un instrumento de tu amor: que yo no deje nunca de anunciar al Cristo que viene; que yo no me avergüence, no me cierre, no me apague, sino que me vuelva siempre más feliz, por llevar a Él, a los hermanos y hermanas que tú me haces encontrar cada día. Amén.

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Lectio sáb, 13 ene, 2024

Tiempo ordinario

Oración inicial

Muéstrate propicio, Señor, a los deseos y plegarias de tu pueblo; danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 2,13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”
Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Reflexión

En el evangelio de ayer, vimos el primer conflicto que surgió entorno al perdón de los pecados (Mc 2,1-12). En el evangelio de hoy meditamos sobre el segundo conflicto que surgió cuando Jesús se sentó a la mesa con los pecadores (Mc 2,13-17). En los años 70, época en que Marcos escribe, había en las comunidades un conflicto entre cristianos venidos del paganismo y los cristianos venidos del judaísmo. Los que venían del judaísmo tenían dificultad en entrar en la casa de los paganos convertidos y sentarse con ellos en la misma mesa (cf. He 10,28; 11,3). Al describir como Jesús se enfrenta con este conflicto, Marcos orientaba las comunidades en la solución del problema.

Jesús enseñaba, y a la gente le gustaba escucharle. Jesús vuelve a irse a orillas del mar. Llega la gente y él empieza a enseñar. Transmite la Palabra de Dios. En el evangelio de Marcos, el inicio de la actividad de Jesús está marcado por su enseñanza y por la aceptación de parte del pueblo (Mc 1,14.21.38-39; 2,2.13), a pesar de los conflictos con las autoridades religiosas. ¿Qué es lo que Jesús enseñaba? Jesús anunciaba la Buena Nueva de Dios (Mc 1,14). Hablaba de Dios, pero hablaba de él de forma nueva, diferente. Hablaba a partir de la experiencia que él mismo tenía de Dios y de la vida. Jesús vivía en Dios. Debe haber tocado el corazón de la gente a quienes les gustaba oírle (Mc 1,22.27). Dios, en vez de ser un Juez severo que de lejos amenazaba con castigo e infierno, volvía a ser, de nuevo, una presencia amiga, una Buena Nueva para el pueblo.

Jesús llama a un pecador a ser discípulo y le invita a comer a su casa. Jesús llama a Leví un publicano, y éste, inmediatamente, lo deja todo para seguir a Jesús. Empieza a formar parte del grupo de los discípulos. En seguida, el texto dice literalmente: Estando sentado a la mesa en su casa. Algunos piensan que su casa, se refiere a la casa de Leví. Pero la traducción más probable es que se trata de la casa de Jesús. Es Jesús que invita a todo el mundo a que coma en su casa: pecadores y publicanos, junto con los discípulos.

Jesús no vino para los justos, sino para los pecadores. Este gesto de Jesús provocó la rabia de las autoridades religiosas. Estaba prohibido sentarse a la mesa con publicanos y pecadores, ¡ya que sentarse a la mesa con alguien era lo mismo que tratarlo como hermano! En vez de hablar directamente con Jesús, los escribas de los fariseos hablaban con los discípulos: ¿Qué es eso? ¿Come con publicanos y pecadores? Jesús responde: No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores! Como anteriormente con los discípulos (Mc 1,38), también ahora es la conciencia de su misión lo que ayuda a Jesús a que encuentre una respuesta y a indicar el rumbo para el anuncio de la Buena Nueva de Dios.

Para la reflexión personal

Jesús llama a un pecador, a un publicano, persona odiada por el pueblo, para que sea su discípulo. ¿Qué mensaje existe en este gesto de Jesús para nosotros de la Iglesia católica?
Jesús dice que vino a llamar a los pecadores. Existen leyes y costumbres en nuestra iglesia que impiden a los pecadores el acceso a Jesús. ¿Qué podemos hacer para cambiar estas leyes y costumbres?

Oración final

Guarda a tu siervo también del orgullo, no sea que me domine; entonces seré irreprochable, libre de delito grave. (Sal 19,14)

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Lectio vie, 12 ene, 2024

Tiempo ordinario

Oración inicial

Muéstrate propicio, Señor, a los deseos y plegarias de tu pueblo; danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 2,1-12

Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro. Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”. Algunos escribas que estaban allí sentados comenzaron a pensar: “¿Por qué habla éste así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?”
Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: “¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’ o decirle: ‘Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados –le dijo al paralítico–: Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa”.
El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa igual!”

Reflexión

En Mc 1,1-15, Marcos nos hace ver cómo hay que preparar y divulgar la Buena Nueva de Dios. En Mc 1,16-45, nos ha hecho ver cuál es el objetivo de la Buena Nueva, y cuál es la misión de la comunidad. Ahora, en Mc 2,1 hasta 3,6, aparece el efecto del anuncio de la Buena Nueva. Una comunidad fiel al evangelio vive valores que contrastan con los intereses de la sociedad que la rodea. Por eso, uno de los efectos del anuncio de la Buena Nueva, es el conflicto con aquellos que defienden los intereses de la sociedad. Marcos habla de cinco conflictos que el anuncio de la Buena Nueva causa a Jesús.

En los años 70, época en la que escribe su evangelio, había muchos conflictos en la vida de las comunidades, pero no siempre sabían cómo comportarse ante las acusaciones que venían de parte de las autoridades romanas y de los líderes judíos. Este conjunto de cinco conflictos de Mc 2,1 a 3,6 servía como una especie de abecedario para orientar a las comunidades, tanto de ayer como de hoy. Porque el conflicto no es un incidente de recorrido, sino que forma parte integrante del camino.

He aquí el esquema de los cinco conflictos presentes en el evangelio de Marcos:

Textos
1º conflicto: Mc 2,1-12
2º conflicto: Mc 2,13-17
3º conflicto: Mc 2,18-22
4º conflicto: Mc 2,23-28
5º conflicto: Mc 3,1-6

Adversarios de Jesús
escribas
escribas y fariseos
discípulos de Juan y fariseos
fariseos
fariseos y herodianos

Causa del conflicto
Perdón de los pecados
comer con los pecadores
práctica del ayuno
observancia del sábado
sana en día de sábado

La solidaridad de los amigos hace que el paralítico obtenga el perdón de los pecados. Jesús está de vuelta a Cafarnaún. Se reunió mucha gente ante la puerta de casa. Acoge a todos y empieza a enseñar. Enseñar, hablar de Dios, era lo que Jesús más hacía. Llega un paralítico, cargado por cuatro personas. Jesús es su única esperanza. Ellos no dudan en subir al tejado y abrir un boquete en el techo. Tenía que ser una casa pobre, una chabola cubierta de hojas. Bajan al hombre y lo ponen ante Jesús. Jesús, viendo la fe de esta gente, dice al paralítico: ¡Tus pecados te son perdonados! En aquel tiempo, el pueblo pensaba que los defectos físicos (paralítico) fuesen un castigo de Dios por algún pecado. Los doctores enseñaban que esa persona impura se volvía incapaz de acercarse a Dios. Por esto, los enfermos, los pobres se sentían rechazados por Dios. ¡Pero Jesús no pensaba así! Aquella fe tan grande era una señal evidente de que el paralítico estaba siendo acogido por Dios. Por eso, declaró: ¡Tus pecados te son perdonados! Es decir: “¡Dios no te aleja de él!” Con esta afirmación Jesús niega que la parálisis fuese un castigo debido al pecado del hombre.

Jesús es acusado de blasfemia por los dueños del poder. La afirmación de Jesús era contraria al catecismo de la época. No combinaba con la idea que tenían de Dios. Por eso reaccionan y acusan a Jesús diciendo: ¡Este se burla de Dios! Para ellos, sólo Dios podía perdonar los pecados. Y sólo el sacerdote podía declarar que alguien había sido perdonado y purificado. ¿Cómo es que Jesús, hombre sin estudios, seglar, un sencillo carpintero, podía declarar a las personas perdonadas y purificadas de los pecados? Y había, además, otro motivo que los llevaba a criticar a Jesús. Ellos probablemente estarían pensando: “Si fuera verdad lo que Jesús está diciendo, ¡vamos a perder todo nuestro poder! Y vamos a perder la fuente de nuestra renta”.

Curando, Jesús demuestra que tiene poder de perdonar los pecados. Jesús percibe la crítica. Por eso pregunta: ¿Qué es más fácil decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o levántate, toma tu camilla y anda? Es mucho más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”. Pues nadie puede comprobar si de hecho el pecado fue o no perdonado. Pero si digo: “¡Levántate y anda!”, allí todos pueden comprobar si tengo o no ese poder de curar. Por esto, para mostrar que tenía el poder de perdonar los pecados en nombre de Dios, Jesús dijo al paralítico: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa! El hombre se curó. Así, mediante un milagro demostró que la parálisis del hombre no era un castigo de Dios, y mostró que la fe de los pobres es una prueba de que Dios los acoge en su amor.

El mensaje del milagro y la reacción de la gente. El paralítico se levanta, toma la camilla, empieza a andar y todos dice: ¡Nunca vimos cosa igual! Este milagro reveló tres cosas muy importantes: 1) las enfermedades de las personas no son un castigo por sus pecados. 2) Jesús abre un nuevo camino para llegar hasta Dios. Aquello que el sistema llamaba impureza no era impedimento para que las personas se acercaran a Dios. 3) El rostro de Dios revelado a través de la actitud de Jesús no es el rostro severo de Dios revelado por la actitud de los doctores.

Esto recuerda lo que dijo un drogadicto que se recuperó y que ahora es miembro de una comunidad en Curitiba, Brasil. Dijo: “Me crié en la religión católica. Dejé de participar. Mis padres eran muy practicantes y querían que los hijos fuesen como ellos. La gente era obligada a ir a la iglesia siempre, todos los domingos y las fiestas. Y cuando no iba, decían: «¡Dios castiga!” Yo no iba a gusto, y cuando crecí, poco a poco fui dejando. El Dios de mis padres no me gustaba. No lograba entender cómo Dios, creador del mundo, se convirtiera en un juez para mí, niño del campo, amenazándome con el castigo y con el infierno. ¡Me gustaba más el Dios de mi tío, que no pisaba la iglesia, pero que todos los días, sin falta, compraba el doble de pan que necesitaba, para darlo a los pobres!»

Para la reflexión personal

¿Te ha gustado el Dios del tío o el Dios de los padres del ex-drogadicto?
¿Cuál es el rostro de Dios que revelo a los demás a través de mi comportamiento?

Oración final

Lo que hemos oído y aprendido, lo que nuestros padres nos contaron, no lo callaremos a sus hijos, a la otra generación lo contaremos: Las glorias de Yahvé y su poder, todas las maravillas que realizó. (Sal 78,3-4)

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Lectio jue, 11 ene, 2024

Tiempo ordinario

Oración inicial

Muéstrate propicio, Señor, a los deseos y plegarias de tu pueblo; danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 1,40-45

En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.

Reflexión

Acogiendo y curando al leproso Jesús revela un nuevo rostro de Dios. Un leproso llega cerca de Jesús. Era un excluido, un impuro. Debía vivir alejado. Pero aquel leproso tenía mucho valor. Transgredió las normas de la religión para poder llegar cerca de Jesús. Y grita: “¡Si quieres, puedes limpiarme!” Es decir:“¡No precisas tocarme! Basta que lo quieras para que yo sea curado”. La frase revela dos enfermedades: a) la enfermedad de la lepra que lo hacía impuro; a) la enfermedad de la soledad a la que era condenado por la sociedad y por la religión. Revela al mismo tiempo la gran fe del hombre en el poder de Jesús. Profundamente compadecido, Jesús cura las dos enfermedades. Primero, para curar la soledad, toca al leproso. Y es como si le dijera: “Para mí, tú no eres un excluido. ¡Yo te acojo como hermano!” Enseguida, cura la lepra diciendo: ¡Quiero! ¡Queda limpio! El leproso, para poder entrar en contacto con Jesús, había transgredido las normas de la ley. De la misma forma, Jesús, para poder ayudar a aquel excluido y así revelar un rostro nuevo de Dios, transgredí las normas de su religión y toca al leproso. En aquel tiempo, quien tocara a un leproso, se volvía impuro ante las autoridades religiosas y ante la ley de la época.

Reintegrar a los excluidos en la convivencia fraterna. Jesús no solamente cura, sino que además quiere que la persona curada pueda convivir de nuevo con los demás. Reintegra a la persona en la convivencia. En aquel tiempo, para que un leproso fuera de nuevo acogido en la comunidad tenía que tener un certificado firmado por un sacerdote. Es como hoy. El enfermo sale del hospital sólo si tiene un certificado médico firmado por un doctor. Jesús obliga al leproso a que se busque el documento, para que pueda convivir con normalidad. Obliga a las autoridades a que reconozcan que el hombre había sido curado.

• El leproso anuncia el bien que Jesús le hace, y Jesús se vuelve un excluido. Jesús había prohibido al leproso que hablara de la curación. Pero no lo consiguió. El leproso, en cuanto se fue, empezó a divulgar la noticia, de modo que Jesús ya no podía entrar públicamente en el pueblo; tenía que andar por las afueras, en lugares apartados. ¿Por qué? Es que Jesús había tocado a un leproso. Por ello, en la opinión pública de aquel tiempo, Jesús, el mismo, era ahora un impuro y tenía que vivir alejado de todos. No podía entrar en las ciudades. Pero Marcos muestra que al pueblo poco le importaban esas normas oficiales, pues de todas partes llegaban a donde él estaba. ¡Subversión total!

• Resumiendo. Tanto en los años 70, época en la que Marcos escribe, como hoy, época en la que vivimos, era y sigue siendo importante tener delante unos modelos de cómo vivir y anunciar la Buena Nueva de Dios y de cómo evaluar nuestra misión. En los versos de 16 a 45 del primero capítulo de su evangelio, Marcos describe la misión de la comunidad y presenta ocho criterios para que las comunidades de su tiempo pudieran evaluar la misión. He aquí el esquema:

Texto

Actividades de Jesús Objetivo de la misión

Marcos 1,16-20: Jesús llama a los primeros discípulos formar comunidades
Marcos 1,21-22: La gente queda admirada con su enseñanza crear conciencia crítica
Marcos 1,23-28: Jesús expulsa a un demonio luchar en contra del poder del mal
Marcos 1,29-31: Cura a la suegra de Pedro restaurar la vida para el servicio
Marcos 1,32-34: Cura a enfermos y endemoniados acoger a los marginados
Marcos 1,35: Jesús se levanta pronto para rezar permanecer unido al Padre
Marcos 1,36-39: Jesús sigue anunciando no encerrarse en los resultados
Marcos 1,40-45: Curación de un leproso reintegrar a los excluidos

Para la reflexión personal

Anunciar la Buena Nueva consiste en dar testimonio de la experiencia concreta que uno tiene de Jesús. El leproso, ¿qué anuncia? Cuenta a los demás el bien que le hizo Jesús. ¡Sólo esto! ¡Todo esto! Y es este testimonio lo que lleva a los demás a aceptar la Buena Nueva de Dios que Jesús nos trae. ¿Qué testimonio doy yo?

Para llevar la Buena Nueva de Dios a la gente, no hay que tener miedo de transgredir las normas religiosas que son contrarias al proyecto de Dios y que dificultan la comunicación, el diálogo y la vivencia del amor. Aunque esto traiga dificultades para la gente, como se las trajo a Jesús. ¿Tuve este valor?

Oración final

Entrad, rindamos homenaje inclinados, ¡arrodillados ante Yahvé que nos creó! Porque él es nuestro Dios, nosotros somos su pueblo, el rebaño de sus pastos. (Sal 95,6-7)

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Lectio mié, 10 ene, 2024

Tiempo ordinario

Oración inicial

Muéstrate propicio, Señor, a los deseos y plegarias de tu pueblo; danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 1,29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Reflexión

Jesús restaura la vida para el servicio. Después de participar en la celebración del sábado en la sinagoga, Jesús entra en casa de Pedro y cura a la suegra de éste. La curación hace que la mujer se ponga de pie y atienda a los demás. Una vez recuperadas la salud y la dignidad, empieza a servir a las personas. Jesús no solamente sana a la persona, sino que sana para que la persona se ponga al servicio de la vida.

Jesús acoge a los marginados. Al caer de la tarde, terminado el sábado en la hora en que aparece la primera estrella en el cielo, Jesús acoge y cura a los enfermos y a los poseídos que la gente le trae. Los enfermos y los poseídos eran las personas más marginadas en aquella época. No sabían a quién acudir. Estaban a la merced de la caridad pública. Además de esto, la religión los consideraba impuras. No podían participar en la comunidad. Era como si Dios las rechazara y excluyera. Jesús las acoge. Así, aparece en qué consiste la Buena Nueva de Dios y lo que quiere alcanzar en la vida de la gente: acoger a los marginados y a los excluidos, y reintegrarlos en la convivencia de la comunidad. • Permanecer unido al Padre por la oración. Jesús aparece rezando. Hace un esfuerzo muy grande para tener el tiempo y el ambiente apropiado para rezar. Se levanta antes que los otros, para poder estar a solas con Dios. Muchas veces, los evangelios, nos hablan de la oración de Jesús en silencio (Mt 14,22-23; Mc 1,35; Lc 5,15-16; 3,21-22). A través de la oración, él mantiene viva en sí la conciencia de su misión.

Mantener viva la conciencia de la misión y no encerrarse en el resultado obtenido. Jesús se volvió conocido. Todos iban detrás de él. Esta publicidad gustó a los discípulos. Fueron a buscar a Jesús para llevarlo de nuevo junto con la gente que lo buscaba, y le dicen: Todos te buscan. Pensaban que Jesús iba a participar en el banquete. ¡Se engañaban! Jesús no acudió y dijo: Vamos para otros lugares. ¡He salido para esto precisamente! Seguramente se extrañaron. Jesús no era como se lo imaginaban. Tenía una conciencia mucho más clara de su misión y quería transmitirla a los discípulos. No quiere que se encierren en el resultado ya obtenido. No deben mirar atrás. Al igual que Jesús, deben mantener bien viva la conciencia de su misión. Es la misión recibida del Padre la que debe orientarlos en la toma de decisiones.

He salido para esto, precisamente. Este fue el primer malentendido entre Jesús y los discípulos. De momento, no es que una pequeña divergencia. Mas adelante, en el evangelio de Marcos, este malentendido, a pesar de las muchas advertencias de Jesús, crece y llega casi a una ruptura entre Jesús y los discípulos (cf. Mc 8,14-21.32-33; 9,32;14,27). Hoy también existen malentendidos de cara al rumbo del anuncio de la Buena Nueva. Marcos ayuda a prestar atención a las divergencias, para no permitir que crezcan hasta llegar a una ruptura.

Para la reflexión personal

Jesús no ha venido para ser servido, sino para servir. La suegra de Pedro empieza a servir. Yo, ¿hago de mi vida un servicio a Dios y a los hermanos y hermanas?
Jesús mantenía viva la conciencia de su misión mediante la oración. ¿Y mi oración?

Oración final

Cantad a Yahvé, bendecid su nombre! Anunciad su salvación día a día, contad su gloria a las naciones, sus maravillas a todos los pueblos. (Sal 96,2)

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Lectio mar, 9 ene, 2024

Tiempo ordinario

Oración inicial

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Lectura del santo Evangelio según Marcos 1,21-28

En aquel tiempo, se hallaba Jesús en Cafarnaúm y el sábado fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.

Reflexión

Secuencia de los evangelios de los días de esta semana. El evangelio de ayer nos informaba sobre una primera actividad de Jesús: llamó a cuatro personas para formar comunidad con él (Mc 1,16-20). El evangelio de hoy describe la admiración de la gente ante la enseñanza de Jesús (Mc 1,21-22) y el primer milagro expulsando un demonio (Mc 1,23-28). El evangelio de mañana narra la curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31), la curación de muchos enfermos (Mc 1,32-34) y la oración de Jesús en un lugar solitario (Mc 1.35-39). Marcos recoge estos episodios, que se transmitían oralmente en las comunidades, y los unió entre sí como los ladrillos en una pared. En los años 70, época en la que él escribe, las Comunidades necesitaban orientación. Al describir como fue el inicio de la actividad de Jesús, Marcos indicaba qué debían hacer para anunciar la Buena Nueva. Marcos hace catequesis contando a las comunidades los acontecimientos de la vida de Jesús.

Jesús enseña con autoridad, diversamente de los escribas. La primera cosa que la gente percibe es la que Jesús enseña de forma diferente. No es tanto lo referente al contenido, sino es la forma de enseñar que impresiona. Por medio de esta forma diferente, Jesús crea una conciencia crítica en la gente con relación a las autoridades religiosas de la época. La gente percibe, compara y dice: Enseña con autoridad, diferente de los escribas. Los escribas de la época enseñaban citando autoridades. Jesús no cita ninguna autoridad, sino que habla a partir de su experiencia de Dios y de la vida. Su palabra tiene raíz en el corazón.

¿Has venido a derrocarnos? En Marcos, el primer milagro es la expulsión de un demonio. Jesús combate y expulsa el poder del mal que se apoderaba de las personas y las alienaba de sí mismas. El individuo poseído gritaba: “¡Yo te he reconocido, tú eres el Santo de Dios!” El hombre repetía la enseñanza oficial que representaba al Mesías como “Santo de Dios”, esto es, como un Sumo Sacerdote, o como rey, juez, doctor o general. Hoy también, mucha gente vive alienada de sí, engañada por el poder de los medios de comunicación, de la propaganda del comercio. Repite lo que oye decir. Vive esclava del consumismo, oprimida por los préstamos de dinero, amenazada por los acreedores. Muchos piensan que su vida no es como debería ser si no pueden comprar aquello que la propaganda anuncia y recomienda.

Jesús amenaza al espíritu del mal: “¡Cállate y sal de ese hombre!” El espíritu hace revolcar al hombre, lanza un grito tremendo y sale de él. Jesús devuelve las personas a ellas mismas. Hace que la persona recupere su perfecto juicio (cf. Mc 5,15). No era fácil, ni lo fue ayer, ni lo es hoy, hacer que una persona empiece a pensar y a actuar de forma diversa de la ideología oficial.

¡Enseñanza nueva! Incluso le obedecen los espíritus impuros. Las dos primeras señales de la Buena Nueva que el pueblo percibe en Jesús, son éstas: su forma diversa de enseñar las cosas de Dios, y su poder sobre los espíritus impuros. Jesús abre un nuevo camino para que la gente llegue a ser pura. En aquel tiempo, una persona declarada impura no podía comparecer ante Dios para rezar y recibir la bendición prometida por Dios a Abrahán. Antes, tenía que purificarse. Esta y muchas otras leyes y normas dificultaban la vida de la gente y marginaban a mucha gente como impura, lejos de Dios. Ahora, purificadas por el contacto con Jesús, las personas impuras podían comparecer de nuevo ante Dios. ¡Era una gran Buena Nueva para ellos!

Para la reflexión personal

¿Puedo decir: “Soy totalmente libre, señor de mí mismo?” Si no lo puedo decir de mi mismo, entonces, algo en mí, está poseído por otros poderes. ¿Cómo hago para expulsar este poder extraño?
Hoy mucha gente no vive, sino que es vivida. No piensa, sino que es pensada por los medios de comunicación. No tiene pensamiento crítico. No es dueña de sí misma. ¿Cómo expulsar este “demonio”?

Oración final

¡Yahvé, Señor nuestro, qué glorioso es tu nombre en toda la tierra! ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él te cuides? (Sal 8,2.5)

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