Lectio lun, 8 ene, 2024

I semana del Tiempo ordinario

Oración inicial

Muéstrate propicio, Señor, a los deseos y plegarias de tu pueblo; danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 1,14-20

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”.
Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.

Reflexión

Después de que tomaron preso a Juan, Jesús fue a la provincia de Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva de Dios. Juan fue tomado preso por el rey Herodes porque denunció el comportamiento inmoral del rey (Lc 3,18-20). ¡La prisión de Juan Bautista no asustó a Jesús! Vio en ella una señal de la llegada del Reino. Y hoy, ¿sabemos leer los hechos de la política y de la violencia urbana para anunciar la Buena Nueva de Dios?

Jesús proclamaba la Buena Nueva de Dios. La Buena Nueva de Dios no solamente porque viene de Dios, sino que también y sobre todo porque Dios es su contenido. Dios, El mismo, es la mayor Buena Nueva para la vida humana. Responde a la aspiración más profunda de nuestro corazón. En Jesús aparece lo que acontece cuando un ser humano deja que Dios entre y reine. Esta Buena Nueva del Reino de Dios anunciada por Jesús tiene cuatro aspectos:

¡El plazo está vencido! Para los demás judíos el plazo no estaba vencido todavía. Faltaba mucho para la llegada del Reino. Para los fariseos, por ejemplo, el Reino podía llegar sólo cuando fuera perfecta la observancia de la Ley. Jesús tiene otro modo de leer los hechos. Dice que el plazo está vencido.

¡El Reino de Dios se ha acercado! Para los fariseos la llegada del Reino dependía de sus esfuerzos. Llegaría sólo después que ellos hubiesen observado toda la ley. Jesús dice lo contrario: ¡El Reino se ha acercado!” Ya estaba allí, independientemente del esfuerzo hecho. Cuando Jesús dice: “¡El Reino se ha acercado!”, no quiere decir que el Reino estaba llegando en ese momento, sino que ya estaba allí. Aquello que todos esperaban, ya estaba presente en sus vidas, y ellos no lo sabían, no lo percibían (cf. Lc 17,21). ¡Jesús lo percibió! Pues él leía la realidad con una mirada diferente. Jesús revelará a los pobres de su tierra esta presencia escondida del Reino en medio de la gente. Es ésta la semilla del Reino que recibirá la lluvia de su palabra y el calor de su amor.

¡Conviértanse! El sentido exacto es mudar la forma de pensar y de vivir. Para poder percibir la presencia del Reino en la vida, la persona tendrá que empezar a pensar y a vivir de forma distinta. Tendrá que mudar de vida y encontrar otra forma de convivencia. Tendrá que dejar de lado el legalismo de la enseñanza de los fariseos y permitir que la nueva experiencia de Dios invada su vida y le dé ojos nuevos para leer y entender los hechos.

¡Crean en la Buena Nueva! No era fácil aceptar este mensaje. No es fácil empezar a pensar de forma distinta de todo lo que uno ha aprendido, desde pequeño. Esto sólo es posible mediante un acto de fe. Cuando alguien viene a traer una noticia diferente, difícil de ser aceptada, usted la aceptará sólo si la persona que trae la noticia es de confianza. Y usted dirá a los demás: “Pueden ustedes aceptar. Yo conozco a la persona. No engaña. ¡Es de confianza!” ¡Jesús es de confianza!

El primer objetivo del anuncio de la Buena Nueva es formar comunidad. Jesús pasa, mira y llama. Los cuatro primeros en ser llamados: Simón, Andrés, Juan y Santiago, escuchan, lo dejan todo y siguen a Jesús para formar comunidad con él. ¡Parece amor a primera vista! Según el relato de Marcos, todo aconteció durante el primer encuentro con Jesús. Comparando con otros evangelios, la gente percibe que los cuatro ya conocían a Jesús (Jn 1,39; Lc 5,1-11). Ya tuvieron la oportunidad de convivir con él, de verle cuando ayudaba a la gente y de escucharle en la sinagoga. Sabían como vivía y lo que pensaba. El llamado no fue cosa de un momento, sino más bien de repetidos llamados e invitaciones, de avances y retrocesos. ¡El llamado comienza y vuelve a empezar siempre de nuevo! En la práctica, coincide con la convivencia de los tres años con Jesús, desde el bautismo hasta el momento en que Jesús fue levantado al cielo. (He 1,21-22). Entonces, ¿por qué Marco nos lo presenta como un hecho repentino de amor a primera vista? Marcos piensa en el ideal: el encuentro con Jesús tiene que producir un cambio radical en nuestra vida.

Para la reflexión personal

Un hecho político, la prisión de Juan, llevó a Jesús a que iniciara el anuncio de la Buena Nueva de Dios. Hoy, los hechos políticos y sociales ¿influyen en el anuncio que hacemos de la Buena Nueva a la gente?
“¡Conviértanse! ¡Crean en la Buena Nueva!” ¿Cómo está aconteciendo esto en mi vida?

Oración final

Porque tú eres Yahvé, Altísimo sobre toda la tierra, por encima de todos los dioses. (Sal 97,9)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio Dom, 7 ene, 2024

Bautismo del Señor, fiesta

Inmersos en Cristo, conscientes del don recibido, enviados en el mundo
Marcos 1, 7-11

Oración inicial

Espíritu Santo que aleteabas en las aguas de la creación y has guiado los pasos de Moisés en el desierto, ven hoy sobre nosotros y sumérgenos en ti, para que nuestros pasos y sentimientos sean orientados hacia Cristo, en la escucha de su Palabra. Mora en nosotros, Espíritu del Padre, y guíanos a la verdad de nosotros mismos y al conocimiento del Hijo de Dios que nos redime y y nos hace ser una sola cosa con él, para que en nosotros pueda también el Padre complacerse.

El Evangelio

Una clave de lectura:

También Cristo, en su humano caminar, ha debido tomar gradualmente conciencia de su propia identidad y del papel confiado por el Padre dentro de la historia humana. El acontecimiento del bautismo en el Jordán indica esta toma de conciencia y proyecta a Jesús más allá de los confines de la propia tierra, la Galilea, a una misión de confines universales y en una dimensión de compartir la condición humana hasta lo inimaginable para él y sus profetas: es Dios mismo el que «desciende» junto al hombre, aún conociendo sus debilidades, para hacerlo «subir» hacia el Padre y darle acceso a la comunión con El. La «complacencia» del Padre que Jesús recibe en el Espíritu Santo lo acompañará siempre en el caminar terreno, haciéndolo constantemente consciente del amor gozoso de Áquel que lo ha enviado al mundo.

El texto:

En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.
Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”.

Un espacio de silencio

Interno y externo, para abrir el corazón y dar espacio para que la Palabra de Dios venga a nosotros.

La Palabra que se nos ha dado

El bautismo: los ritos de purificación mediante baños o abluciones eran frecuentemente usados en el hebraísmo de la época de Jesús (cfr Mc 7, 1-4), también entre los esenios del Qumran, como práctica cotidiana. La palabra bautismo indica un baño, una inmersión completa en el agua, y deriva del verbo baptizare, poco usado en el Antiguo Testamento griego a causa de la forma negativa de su significado: sumergir, hundir, aniquilar (anegando o hundiendo en el agua). Esta acepción negativa solo falta en 2Re 5, 14: la curación de Naamán, obtenida por una serie de baños en el Jordán practicados por orden de Eliseo. De aquí deriva el uso positivo en las épocas siguientes.

El bautismo de Juan: caracteriza toda su actividad ( de modo que llega a ser su nombre: cfr Mc 1,4) y vuelve a tomar las prácticas existentes, introduciendo algunas novedades. Juan hace su trabajo en un lugar impreciso a lo largo del Jordán y confiere el bautismo en el agua corriente del río, no en locales a propósito y en aguas preparadas para el rito. La conversión y la penitencia pedidas por él (Mc 1,4) miran más al plano moral que al ritual (cfr Lc 3,8) y el rito indicado de tal cambio existencial (baño y confesión de los pecados) sucedía una sola vez en la vida. Además, Juan dice claramente que su bautismo es sólo preparación de un suceso purificatorio más radical y directamente conectado al juicio final de Dios: el «bautismo en el espíritu» y en «el fuego» (cfr Mc 1, 7-8; Mt 11-12). El pueblo de la Judea y de Jerusalén acoge ampliamente la predicación de Juan, en tal forma que fueron gran número los que se acercaban a él para obtener el bautismo (Mc 1, 5) como incluso narra Flavio Josefo: es la realización evidente de la palabra profética citada por Mc 1, 2

Jesús y Juan en el Jordán: Juan sabe muy bien que no es el Mesías y de que es muy inferior a él en dignidad, aun siendo llamado a prepararle la venida, ya inminente (Mc 1,7-8). Todos los evangelios refieren este conocimiento, subrayada aquí por el uso del verbo en pretérito para el proprio bautismo y en futuro para el bautismo del Mesías. Esto refleja la preocupación (típica de las primeras comunidades cristianas) de mostrar la superioridad del bautismo cristiano al bautismo de Juan, al mismo tiempo que la preeminencia de Jesús el Cristo sobre Juan el Bautista (cfr Mt 3, 14; Jn 1,26,34). Marcos sintetiza al máximo la predicación de Juan; en particular, omite lo que se refiere al divino juicio final (cfr Mc 1, 7; Mt 3, 10-12), con el fin de poner en mayor relieve la predicación de Jesús.

El bautismo en el Espíritu: es el bautismo escatológico ya prometido por los profetas (cfr Jn 3, 1-5), ligado al fuego del juicio y también bajo forma de aspersión (cfr Ez 36. 25). Jesús lo recibe inmediatamente después y su bautismo será origen y modelo del bautismo de los cristianos. Por tanto, la comunidad cristiana se funda sobre el don del Espíritu Santo.

Jesús viene de Nazaret: Jesús sobresale en medio de la gran muchedumbre de penitentes judíos ( cfr Mc 1,5), porque proviene de una zona a la cual no había llegado nada más que los ecos de la predicación penitencial del Bautista, la Galilea (Mc 1,9). Este es un lugar importante para Marcos: Jesús inicia allí su actividad y allí es bien acogido; después de la Pascua, es allí donde los discípulos se reunirán (16,7) y lo entenderán plenamente y es desde allí de donde saldrán para la misión (16,20). A la luz de lo que dirá después la voz celestial, Jesús no es sólo «más fuerte» que Juan, sino que tiene una naturaleza muy superior a él. Y sin embargo él ha descendido entre aquéllos que se reconocen pecadores, sin tener ninguna disminución de la propia dignidad (cfr Fil 2, 6-7): es «la luz que brilla en las tinieblas» (cfr. Jn 1,5). El segundo evangelio no trae los motivos por los cuales Jesús va a recibir el bautismo de penitencia, aunque el acontecimiento es uno de los más esperados históricamente entre los narrados en los evangelios: al evangelista le interesa primariamente la revelación divina que sigue al bautismo de Jesús.

Vio que los cielos se rasgaban: no es una especie de revelación reservada a Jesús. Los cielos, literalmente, «se rasgan» oyendo la invocación de Isaías: «Si tú rasgaras los cielos y descendieras» (Is 63, 19b). Se abre así una fase del todo nueva en la comunicación entre Dios y los hombres, después de un tiempo de separación: esta nueva relación se confirma y llega a ser definitiva con la muerte redentora de Cristo, en cuyo momento «se rasgó» el velo del Templo (cfr. Mc 15,38) como si una mano del cielo la hubiese golpeado. Por lo demás, la Pascua de muerte y resurrección es el «bautismo deseado» de Jesús.(cfr. Lc 12,50).

El Espíritu descendió sobre él: Jesús sale del agua del río e inmediatamente después, abiertos los cielos, «desciende» el Espíritu y se posa sobre él. Entre tanto se ha acabado ya el tiempo de la espera del Espíritu y se reabre el camino directo que une a Dios con los hombres. Marco muestra plásticamente que es Jesús el único poseedor del Espíritu que lo consagra Mesías, lo vuelve plenamente consciente de ser el Dios-Hijo, lo habilita y sostiene en la misión querida por el Padre. El Espíritu, según Marcos, aparece sobre Jesús en figura de una paloma. Esta, ya en la narración referente a Noé, está puesta en relación a las aguas y a la obra de Dios en el mundo (cfr. Gn 8,8-12). En otro lugar, la paloma se utiliza como reclamo a la fidelidad y por tanto a la estabilidad del don, por su constancia en retornar al lugar del que sale (cfr. Ct 2,14; Jn 1, 33-34); el Espíritu se posa establemente sobre Jesús y se posesiona de él.

En esta frase de Marcos podemos también leer de rebote el «aletear del espíritu de Dios sobre las aguas» de la creación (Gn 1,2); con Jesús comienza verdaderamente una «nueva creación» (cfr. Mt 19,38; 2Cr 5,17; Gal 6,15).

Una voz que venía de los cielos: con la llegada de Jesús se ha restablecido la comunicación entre Dios y el hombre. Aquí no se trata de la que los rabinos llamaban «hija de la voz», substitución incompleta de la palabra profética, sino de una comunicación directa entre el Padre y el Hijo.

Vino …se vio descender…se oyó: admiramos la condescendencia de la Trinidad que «se abaja» hacia los hombres: desciende al Jordán en Jesús para recibir el bautismo como tantos pecadores, desciende sobre Jesús en el Espíritu por la autoconciencia y la misión y desciende en la voz del Padre para confirmar la filiación.

«Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»: varios pasajes del Antiguo Testamento pueden ser evocados por Marcos, para subrayar al menos con la alusión la importancia y los diversos valores de las palabras celestes. Ante todo, se evoca a Isaías 42, 1: «He aquí mi siervo, a quien sostengo yo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él; el dará el derecho a las naciones»; es Jhwh que presenta a su fiel siervo. Aquí, sin embargo, no se usa el título de «siervo», aunque sí el de «hijo» entrelazando el texto profético con un salmo de investidura real y mesiánica: «El me ha dicho: Tú eres mi Hijo, hoy yo te he engendrado» (Sal 2, 7). El evangelista ( a la par de los otros sinópticos) deja asomar así cual sea su identidad humana-divina y la misión de Jesús.

«Mi Hijo el predilecto»: A la luz de la fe pascual, Marcos no podía ciertamente entender esta revelación como la adopción del hombre Jesús por parte de Dios. La voz del cielo es una confirmación de una especial relación entre Jesús y el Padre. El título de Hijo de Dios es atribuido a Jesús ya en el primer versículo de Marcos y después al término de la pasión, en la declaración del centurión: «Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios» (Mc 1, 1; 15,39), pero aparece frecuentemente en varias formas (cfr. 3,11; 5,7; 9,7; 14,61). Para Marcos, el título de «Hijo de Dios» es particularmente relevante para la comprensión de la persona de Jesús y para la plena profesión de la fe, y de tal manera importante, que se convierte después en un nombre atribuido a Jesús por los Cristianos, con el cual ellos tratan de proclamar los elementos esenciales de la propia fe en El. (cfr Rm 1,4); el mesías rey, el salvador escatológico, el hombre con una especial relación con la esfera divina, el resucitado de entre los muertos, la segunda persona de la Trinidad. El hecho de que la voz del cielo lo proclame «el predilecto», «amadísimo» (como se repetirá en la Transfiguración: 9,7; cfr también 12,6) pone de relieve la relación del todo singular del Padre con Jesús, tan especial, que oscurece todas las demás relaciones de los hombres con Dios, por más privilegiadas que sean. También Isaac, como Jesús es el hijo «único y predilecto» (cfr Gn 22,2) y a quien no se le ahorra la angustia de la muerte violenta (cfr Heb 5,7).

«En ti me complazco»: estas palabras subrayan la elección mesiánica de Jesús, fruto de una benevolencia del Padre que muestra así su absoluta preferencia hacia el Hijo en el que halla gozo y satisfacción (cfr Is 42,1) mientras, obediente, comienza su misión para llevar los hombres al Padre (cfr. Mc 1,38).

Algunas preguntas

para orientar la reflexión y la actuación.

También Jesús como nosotros, está viviendo una fase de paso: el paso de la «vida escondida» a la «pública», nosotros estamos pasando de las fiestas natalicias al trabajo «ordinario». Éste es el tiempo en el que explicar nuestra misión, que consiste en el quehacer cotidiano (a veces arduo y siempre árido) de expresar en la vida la conciencia de que Dios Hijo está con nosotros como hermano y salvador, repartiendo los dones recibidos en el Bautismo. ¿Soy consciente de la misión que me ha confiado el Padre?¿Consigo expresarla en la vida normal o me limito a esperar las grandes ocasiones?

El Espíritu revela definitivamente a Jesús su identidad. ¿He tratado de mirarme a mí mismo (identidad, talentos, virtudes, defectos, condición social, etc) a la luz del Espíritu de Aquel que me ha creado? ¿Consigo mirarme dentro en la verdad y sin temor de mis «puntos de sombra»?

El Bautismo nos ha hecho «hijos de Dios en el Hijo»: la complacencia del Padre está también sobre nosotros y también nosotros somos ya sus «predilectos» (cfr Jn 2,7; 3,2.21; etc.). ¿Soy consciente del amor con el que el Padre me mira y se relaciona conmigo?¿Sé responder a ello con la simplicidad y la docilidad de Jesús?

En nuestra lectura se encuentra una manifestación de la Trinidad en acción: el Espíritu desciende sobre Jesús, el Padre habla al Hijo, abriendo una nueva comunicación con los hombres. ¿Cómo es mi oración? ¿A quien la dirijo normalmente?¿Me acuerdo que también yo vivo «inmerso» en la Trinidad y que también para mí se han «rasgado» los cielos?

Salmo 20

Rezamos el Salmo con la conciencia de ser predilectos de Dios y acompañados por Él siempre con gran ternura

¡Yahvé te responda el día de la angustia, protéjate el nombre del Dios de Jacob! Te envíe socorro desde su santuario, sea tu apoyo desde Sión. Tenga en cuenta todas tus ofrendas, encuentre sabroso tu holocausto; colme todos tus deseos, cumpla todos tus proyectos. ¡Nosotros aclamaremos tu victoria, celebraremos alegres el nombre de nuestro Dios! ¡Yahvé responderá a todas tus súplicas! Reconozco ahora que Yahvé dará la salvación a su ungido; le responderá desde su santo cielo con proezas victoriosas de su diestra. Unos con los carros, otros con los caballos, pero nosotros invocamos a Yahvé, nuestro Dios; ellos se doblegan y caen, nosotros seguimos en pie. ¡Oh Yahvé, salva al rey, respóndenos cuando te llamemos!

Oración final

El contexto litúrgico no es indiferente para comprender este Evangelio. Tomemos el prefacio para elevar nuestra oración a Dios:

En el Bautismo de Cristo en el Jordán, oh Padre, tú has obrado signos prodigiosos para manifestar el misterio del nuevo lavado (nuestro bautismo); del cielo has hecho oir tu voz, para que el mundo creyese que tu Verbo estaba en medio de nosotros; con el Espíritu que se posaba sobre Él como paloma, has consagrado a tu Siervo con unción sacerdotal, profética y real, para que los hombres reconociesen en Él al Mesías, enviado a traer a los pobres la alegre noticia». Concédenos darte gracias y glorificarte por este don sin medida, por haber enviado a tu Hijo, nuestro hermano y maestro. Haz reposar sobre nosotros tu benévola mirada concédenos darte gloria en nuestra acción, por todos los siglos.

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio sáb, 6 ene, 2024

Epifanía del Señor, Solemnidad
Visita de los Reyes de Oriente
Mateo 2,1-12

En silencio delante de Dios

La escucha orante de la Palabra exige atención, exige que tu escuchar esté orientado a Dios sólo, con toda la disponibilidad de la que es capaz tu corazón. La calidad de la oración depende mucho de la atención que pongamos. Se ha dicho que la atención es “la esencia de la oración”. Si tu búsqueda de Dios es sincera, honesta, correcta, no podrás menos que encontrar a Dios. Hoy, en este domingo en el que Dios se manifiesta como luz de los hombres, queremos pedir al Señor “la pasión de escucharlo” con las palabras de la Beata Isabel de la Trinidad: “¡Oh Verbo eterno!, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme toda docilidad para aprender todo de Vos. Luego, a través de todas las noches, todos los vacíos, todas las impotencias, quiero estar siempre pendiente de Vos y permanecer bajo vuestra gran Luz” (Elevación a la Santísima Trinidad, 21 noviembre 1904)

La Palabra se ilumina

El contexto del pasaje:

Si en el primer capítulo del evangelio de Mateo el intento del evangelista es mostrar la identidad de Jesús (quién es Jesús), en el segundo, el misterio de la figura de Jesús viene engarzado con algunos lugares que señalan el comienzo de su vida terrestre. El pasaje litúrgico de este domingo contiene el principio del capítulo 2 de Mateo (2,1-29) al que le siguen otros tres cuadros narrativos: la fuga a Egipto (2,13-15): la matanza de los inocentes (2,16-18) y el regreso a Egipto (2,1923). Para una mejor comprensión del mensaje en 2,1-13 resulta más provechoso subdividir el relato de los Magos en dos partes siguiendo el criterio de los cambios de lugar: Jerusalén (2,1-6) y Belén (2, 7-12). Debemos aclarar que en el corazón de la historia de los Magos encontramos una cita bíblica que focaliza la importancia de Belén en este período de la infancia de Jesús. “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá: pues de ti, saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo, Israel” (Mt 2,6). Las dos ciudades constituyen el fondo de esta epopeya de los Magos y están unidas por dos hilos temáticos: la estrella (vv 2.7.9.10) y la adoración del Niño (vv 2.11).

El texto:

Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

En silencio delante de Dios

Sitúate con sencillez delante de Dios, inmerso en un profundo silencio interior; deja aparte toda otra consideración curiosa de pensamiento o imaginación; abre tu corazón a la fuerza de la Palabra de Dios.

Para una lectura atenta

El simbolismo de la estrella:

Los Magos, astrólogos orientales, dedicados a la astrología y a la predicción del destino, a veces interrogaban a los astros. Ahora, llegados a Jerusalén dicen que han “visto su estrella en su levantar”. El término “levantar”, en griego anatolê, significa, sin artículo, el Oriente (el punto cardinal por donde se levanta el sol); pero en el texto griego está el artículo y esto significa el surgir de un verdadero y propio astro. La confirmación de esto nos viene dada por un texto bíblico: “surgirá un astro de Jacob y se levantará un hombre de Israel” (Num 24,17). La estrella se convierte en figura del nuevo rey apenas nacido y les guía al lugar donde ha nacido y se encuentra. Interesante es anotar que esta estrella, no es visible en Jerusalén, sino que vuelve a aparecer a los Magos mientras ellos se alejan de la ciudad. La estrella es, verdaderamente el elemento más significativo del relato.

Primero de todo, los Magos en su largo caminar no han seguido a la estrella, sino más bien la han visto levantarse y enseguida la han asociado con el nacimiento del Mesías. Además el viaje no era hacia lo desconocido, sino que tenía como meta a Jerusalén, la ciudad a la cual acuden en peregrinación todos los pueblos de la tierra según el profeta Isaías.

La ciudad, a esta noticia de los Magos que vienen para adorar al Mesías, se conturba y se agita. Los habitantes de Jerusalén no parecen muy entusiastas y no se preocupan lo más mínimo de rendir homenaje al “nacido rey de los judíos”. Sino que, para colmo, Herodes proyecta matarlo.

Aunque en Is 1-6 la ciudad de Jerusalén está llamada a “levantarse y acoger la gloria del  Señor”, ahora en Mateo se asiste a una reacción de rechazo por parte del rey y de Jerusalén con relación al Mesías nacido en Belén. Tal conducta prefigura el comienzo de las hostilidades que llevarán a Jesús a ser condenado precisamente en Jerusalén. No obstante tal reacción, que impide a los Magos acercarse a la salvación precisamente en la ciudad elegida para ser instrumento de comunión de todos los pueblos de la tierra con Dios, los acontecimientos del nacimiento de Jesús se trasladan a Belén. Dios que guía los sucesos de la historia hace que se vayan de Jerusalén los Magos, que se pongan en camino y encuentren al Mesías, en la ciudad que fue patria de David, Belén. En esta ciudad David había recibido la investidura real con la unción dada por Samuel, ahora, por el contrario, el nuevo rey recibe una investidura divina: no con óleo, sino en el Espíritu Santo (1,18.20). A esta ciudad suben ahora los pueblos, representados por los magos, para contemplar el Emmanuel, el Dios con nosotros, y para hacer experiencia de paz y de fe…

El simbolismo del camino de los magos:

Un camino lleno de dificultades, pero al final termina con éxito

El motor de su itinerario es el aparecer de una estrella, asociada enseguida al nacimiento de un nuevo rey: “ hemos visto su estrella en el Oriente” . La estrella es aquí sólo una señal, un indicio que comunica a los Magos la iniciativa de ponerse en camino. Al principio puede ser que estén movidos por la curiosidad, pero enseguida esta curiosidad se transformará en deseo de búsqueda y descubrimiento. Se da el hecho que aquel indicio de la estrella ha conmovido a los personajes y los ha empujado a buscar para encontrar una respuesta: ¿quizás a un profundo deseo? ¡Quién lo sabe! El texto muestra que los Magos tienen en el corazón una pregunta y que no temen repetirla, haciéndose inoportunos: “¿Dónde está el rey de los Judíos?”

La pregunta se la hacen al rey Herodes e, indirectamente, a la ciudad de Jerusalén. La respuesta viene dada por los expertos, sumos sacerdotes, escribas: es necesario buscar el nuevo rey en Belén de Judá, porque así lo ha profetizado Isaías: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no , la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel” (Mt 2,6). El texto profético sale al encuentro de las dificultades de los Magos: la Palabra de Dios se convierte en luz para su camino.

En fuerza de aquella información, sacada de la profecía de Isaías, y confortados por el reaparecer de la estrella los Magos emprenden de nuevo el camino teniendo como meta, Belén. La estrella que los guía se para sobre la casa en la que se encuentra Jesús. Es extraño que los que viven en Belén o en los alrededores de la casa en la que se encuentra Jesús no vean aquella señal. Además, aquellos que poseen la ciencia de las Escrituras conocen la noticia del nacimiento del nuevo rey de Israel, pero no se mueven para ir a buscarlo. Al contrario, la pregunta de los Magos había, más bien, provocado en sus corazones miedo y turbación. En definitiva, aquellos que están cerca del acontecimiento del nacimiento de Jesús no se dan cuenta de los acaecido, mientras los lejanos, después de haber recorrido un accidentado camino, al final encuentran lo que buscaban. Pero, en realidad, ¿qué es lo que ven los ojos de los Magos? Un niño con su madre, dentro de una pobre casa. El astro que los acompañaba era aquel sencillo y pobre niño, en el cual reconocen al rey de los Judíos.

Se postran delante de Él y le ofrecen dones simbólicos: oro ( porque se trata de un rey); el incienso ( porque detrás de la humanidad del niño está presente la divinidad); mirra ( aquel astro es un hombre auténtico destinado a morir).

El camino de los Magos: un camino de fe:

No es errado pensar, que lo realizado por los Magos haya sido un auténtico camino de fe, mucho más, ha sido el itinerario de aquéllos que, aunque no pertenecen al pueblo elegido, han encontrado a Cristo. Al comienzo de un camino hay siempre una señal que pide ser vista allí donde todo hombre vive y trabaja. Los Magos han escrutado el cielo, para la Biblia sede de la divinidad, y de allí han tenido una señal: una estrella. Pero para comenzar el recorrido de fe no basta escrutar los signos de la presencia de lo divino. Un signo tiene la función de suscitar el deseo, que necesita para realizarse un arco de tiempo, un camino de búsqueda, una espera. Es significativa la expresión con la que Edith Stein describe su camino de fe: “Dios es la verdad. Quien busca la verdad, busca a Dios, conscientemente o no”.

Un verdadero deseo provoca preguntas. Los Magos, por su parte, encuentran a Jesús porque tienen en su corazón fuertes interrogantes. Tal experiencia del encuentro con Jesús es, verdaderamente, una provocación para la pastoral: se impone la necesidad de no privilegiar una catequesis hecha de certezas o preocupada por ofrecer respuestas prefabricadas, cuanto de despertar en el hombre de hoy preguntas significativas sobre cuestiones cruciales de la humanidad. Es lo que sugiere un obispo del centro de Italia en una carta pastoral: “Presentar a Cristo y al Evangelio en conexión con los problemas fundamentales de la existencia humana (vida-muerte, pecado–mal; justicia-pobreza, esperanza-desilusión, amor–odio, relaciones interpersonales familiares, sociales, internacionales…), donde se evita lo desfasado entre las preguntas de la humanidad y nuestras respuestas”. (Mons. Lucio María Renna, O.Carm.)

La respuesta, como nos enseña la experiencia de los Magos, se encuentra en la Biblia. Y no se trata sólo de un conocimiento intelectual o de un saber acerca del contenido de las Escrituras, como en el caso de los escribas, sino en un acercarse a ella guiado por el deseo, por la pregunta. Para los Magos aquella indicación contenida en las S. Escrituras fue iluminadora para cumplir la última etapa de su camino: Belén. Además la Palabra de Dios les permitió ver en los sencillos y humildes signos de una casa, del niño con María, su madre, al rey de los judíos, el esperado de Israel.

Los Magos adoran y descubren en Jesús a aquel que habían con tanta ansia buscado. El lector, por un lado se sorprenderá por la desproporción existente entre los gestos y dones de los Magos y la humilde realidad que se presenta a sus ojos; pero, por otra parte, está seguro que aquel niño, que los Magos adoran es precisamente el Hijo de Dios, el esperado Salvador del mundo. Y así el itinerario se convierte en itinerario de todo lector que lee esta significativa historia de los Magos: quien busca, aunque parezca que Dios está lejos, puede encontrarlo. Aquéllos que, por el contrario, presumen de saber todo de Dios y creen tener asegurada la salvación, corren el riesgo de privarse del encuentro con Él. En una catequesis habida en Colonia con ocasión de la XX Jornada de la Juventud así se expresaba el arzobispo Bruno Forte: “los Magos representan a todos los buscadores de la verdad, listos a vivir la existencia como un éxodo, en camino hacia el encuentro con la luz que viene de lo alto”

Además la experiencia de los Magos nos enseña que en toda cultura, en todo hombre hay esperanzas profundas que necesitan ser saciadas. De aquí la responsabilidad de leer los signos de Dios presentes en la historia de los hombres.

Para meditar

Después de la lectura de este pasaje del evangelio ¿estoy disponible a revivir el camino de los Magos?
¿Qué dificultades encuentras en el profundo conocimiento de Jesucristo? ¿Cómo puedes superarlas?
En tu búsqueda de la verdad ¿sabes confiarte, ponerte en camino y a la escucha de Dios?
A la luz de la Palabra, ¿qué cosa puede cambiar en tu vida?

Salmo 72,1-11

Es un salmo real, compuesto para festejar al rey en el día de su subida al trono. La primitiva comunidad cristiana no ha tenido ninguna clase de dudas en ver en estas imágenes el retrato del Mesías.

Confía, oh Dios, tu juicio al rey, al hijo de rey tu justicia: que gobierne rectamente a tu pueblo, a tus humildes con equidad.

Produzcan los montes abundancia, justicia para el pueblo los collados. Defenderá a los humildes del pueblo, salvará a la gente pobre y aplastará al opresor.

Durará tanto como el sol, como la luna de edad en edad; caerá como lluvia en los retoños, como rocío que humedece la tierra.

Florecerá en sus días la justicia, prosperidad hasta que no haya luna; dominará de mar a mar, desde el Río al confín de la tierra. Ante él se doblará la Bestia, sus enemigos morderán el polvo; los reyes de Tarsis y las islas traerán consigo tributo. Los reyes de Sabá y de Seba todos pagarán impuestos; ante él se postrarán los reyes, le servirán todas las naciones. Doxología

También nosotros te damos gracias Padre Santo cuyo nombre es sublime; con el Hijo y el Espíritu Santo siempre gloria por los siglos eternos.

Oración final

Sí, ¡Amén! Te lo decimos ¡oh, Padre! con todo el corazón sintonizados con el corazón de tu Hijo y de la Virgen María. Te lo decimos con toda la Iglesia y por todo el género humano. Haz que, reunidos en el amor, después del “sí” en la hora de la cruz podamos con voz unánime, en potente coro, en silencioso esplendor, cantarlo eternamente en el santuario del cielo. ¡Amén! ¡Aleluya! (Ana María Canopi)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio vie, 5 ene, 2024

Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno: tú que has querido manifestarte con nueva claridad en el nacimiento de tu Hijo Jesucristo, concédenos, te rogamos, que así como él comparte con nosotros, naciendo de la Virgen, la condición humana, nosotros consigamos en su reino participar un día de la gloria de su divinidad. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Juan 1,43-51

En aquel tiempo, determinó Jesús ir a Galilea, y encontrándose a Felipe, le dijo:
«Sígueme». Felipe era de Betsaida, la tierra de Andrés y de Pedro.
Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Hemos encontrado a aquel de quien escribió
Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José». Natanael replicó: «¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?» Felipe le contestó: «Ven y lo verás».
Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: «Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez». Natanael le preguntó: «¿De dónde me conoces?» Jesús le respondió: «Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera». Respondió Natanael: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel». Jesús le contestó: «Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver». Después añadió: «Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Reflexión

Jesús volvió para Galilea. Encontró a Felipe y le llamó: ¡Sígueme! El objetivo del llamado es siempre el mismo:»seguir a Jesús” Los primeros cristianos insistieron en conservar los nombres de los primeros discípulos. De algunos conservaron hasta los apellidos y el nombre del lugar de origen. Felipe, Andrés y Pedro eran de Betsaida (Jn 1,44). Natanael era de Caná (Jn 22,2). Hoy, muchos olvidan los nombres de las personas que están en el origen de su comunidad. Recordar los nombres es una forma de conservar la identidad.

Felipe encuentra Natanael y habla con él sobre Jesús: «Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y también los profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret». Jesús es aquel hacia quien apuntaba toda la historia del Antiguo Testamento.

Natanael pregunta: «Pero, ¿puede salir algo bueno de Nazaret?” Posiblemente en su pregunta emerge la rivalidad que acostumbraba existir entre las pequeñas aldeas de una misma región: Caná y Nazaret. Además de esto, según la enseñanza oficial de los escribas, el Mesías vendría de Belén en Judea. No podía venir de Nazaret en Galilea (Jn 7,41-42). Felipe da la misma respuesta que Jesús había dado a los otros dos discípulos: “¡Ven y verá!» No es imponiendo sino viendo que las personas se convencen. De nuevo, ¡el mismo proceso: encontrar, experimentar, compartir, testimoniar, llevar a Jesús!

Jesús ve a Natanael y dice: «¡Ahí viene un verdadero israelita, sin falsedad!» Y afirma que ya le conocía, cuando estaba debajo de la higuera. ¿Cómo es que Natanael podía ser un «auténtico israelita” si no aceptaba a Jesús como Mesías? Natanael «estaba debajo de la higuera». La higuera era el símbolo de Israel (cf. Mi 4,4; Zc 3,10; 1Re 5,5). Israelita auténtico es aquel que sabe deshacerse de sus propias ideas cuando percibe que no concuerdan con el proyecto de Dios. El israelita que no está dispuesto a esta conversión non es ni auténtico, ni honesto. El esperaba al Mesías según la enseñanza oficial de la época (Jn 7,41-42.52). Por esto, inicialmente, no aceptaba a un mesías venido de Nazaret. Pero el encuentro con Jesús le ayudó a percibir que el proyecto de Dios no siempre es como la gente se lo imagina o desea que sea. El reconoce su engaño, cambia idea, acepta a Jesús como mesías y confiesa: «¡Maestro, tu eres el hijo de Dios, tú eres el rey de Israel!» La confesión de Natanael no es que el comienzo. Quien será fiel, verá el cielo abierto y los ángeles que suben y bajan sobre el Hijo del Hombre. Experimentará que Jesús es la nueva alianza entre Dios y nosotros, los seres humanos. Es la realización del sueño de Jacob (Gén 28,10-22).

Para la reflexión personal

¿Cuál es el título de Jesús que más te gusta? ¿Por qué?
¿Tuviste intermediario entre tú y Jesús?

Oración final

Pues bueno es Yahvé y eterno su amor, su lealtad perdura de edad en edad. (Sal 100,5)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio jue, 4 ene, 2024

Oración

Oh Padre, Tú que eres Dios omnipotente y misericordioso, acoge la oración de nosotros tus hijos; el Salvador que tú has enviado, luz nueva al horizonte del mundo, surja y brille sobre toda nuestra vida. Él es Dios…

Lectura del Evangelio según Juan 1, 35-42

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: “Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?” Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo: “Vengan a ver”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías” (que quiere decir ‘el Ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que significa Pedro, es decir, ‘roca’).

Meditación

En el primer capítulo de su Evangelio, Juan nos conduce a través de una especie de viaje temporal, en una semana, con tres repeticiones de la expresión “al día siguiente” (vv. 29, 35 y 43). Nuestro pasaje nos ubica en el segundo de estos momentos, el central, y por lo tanto el más importante, caracterizado por el itinerario físico y espiritual que hacen los primeros discípulos de Juan hacia Jesús. Es el “día siguiente” del encuentro, de la elección, del seguimiento.

Nuestra escena está atravesada de manera muy viva por el intercambio intenso de miradas: de Juan hacia Jesús (v. 35); de Jesús a los dos discípulos (v. 38); de los discípulos a Jesús (vv. 38-39); y finalmente es Jesús el que dirige nuevamente su mirada a nosotros, en la persona de Pedro (v. 42). El evangelista utiliza verbos diferentes, pero todos cargados de distintos matices, de intensidad; no se trata de miradas superficiales, distraídas, fugaces, sino más bien de contactos profundos, intensos, que parten del corazón, del alma. Es así que Jesús, el Señor, mira a sus discípulos y nos mira a nosotros; es así también que nosotros deberíamos aprender a mirarlo a Él. De manera especial es bello el verbo que abre y cierra el pasaje: “fijar la mirada”, que significa literalmente “mirar dentro”.

Jesús está caminando por el mar, por las orillas de nuestra vida; es así que Juan lo retrata, lo fija, usando el verbo en el participio para decirnos que, en el fondo, Jesús aún hoy está pasando a nuestro lado, como en aquel día. También Él puede visitar y atravesarse en nuestras vidas; nuestra tierra puede acoger las huellas de sus pasos.

Tal vez el centro del pasaje se encuentra precisamente en el movimiento de Jesús; primero Él camina, luego se vuelve y se detiene, con la mirada, con el corazón, en la vida de los dos discípulos. Jesús “se vuelve”, es decir, cambia, se adapta, deja su condición de antes y asume otra. Jesús aquí se nos revela como Dios encarnado, Dios que ha descendido en medio de nosotros, hecho hombre. Se ha vuelto del seno del Padre y se ha dirigido a nosotros. * Es bello ver cómo el Señor nos hace participar en sus movimientos, en su propia vida; Él, de hecho, invita a los dos discípulos a “venir a ver”. No se puede estar detenido cuando se ha encontrado al Señor; su presencia nos pone en movimiento, nos hace levantar de nuestras viejas posiciones y nos hace correr. Tratemos de recoger todos los verbos que hacen referencia a los discípulos en este pasaje: “siguieron” (v. 37); “le seguían” (v. 38); “fueron… vieron… se quedaron con Él” (v. 39).

La primera parte del pasaje se cierra con la experiencia bellísima de los primeros dos discípulos que se quedaron con Jesús; lo han seguido, han entrado en su casa y se han quedado allí con Él. Es el viaje de la salvación, de la verdadera felicidad, que se ofrece también a nosotros. Basta solamente con aceptar quedarse, con ser firmes, decididos, estar enamorados, sin ir de acá para allá, hacia uno u otro maestro del momento, uno u otro nuevo amor de la vida. Porque cuando está Jesús, el Señor, cuando hemos sido invitados por Él, realmente no hace falta nada.

Algunas preguntas

El relato temporal de esta parte del Evangelio, con sus “al día siguiente” nos hace entender que el Señor no es una realidad abstracta y distante, sino que Él entra en nuestros días, en nuestros años que pasan, en nuestra existencia concreta. ¿Me siento dispuesto a abrir a Él mi tiempo, a compartir con él mi vida? ¿Estoy listo a entregar en sus manos mi presente, mi futuro, para que sea Él quien guíe cada “día siguiente” de mi vida?

Los discípulos realizan un bellísimo camino espiritual, evidenciado por los verbos “oyeron, siguieron, vieron, se quedaron”. ¿No deseo, yo también, comenzar esta bella aventura con Jesús? ¿Tengo los oídos abiertos para oír, para escuchar con profundidad y así yo también poder dar la misma respuesta positiva al Amor del Padre que desea llegar a mí? ¿Siento nacer en mí el gozo de poder comenzar un camino nuevo, caminando detrás de Jesús? ¿Tengo los ojos del corazón totalmente abiertos como para comenzar a ver lo que realmente sucede dentro de mí y a mi alrededor, y para reconocer en cada acontecimiento la presencia del Señor?

Pedro recibe un nombre nuevo por parte de Jesús; su vida se ve completamente transformada. ¿Me atrevo, hoy, a entregar al Padre mi nombre, mi vida, mi persona toda, así como es, para que Él pueda generarme de nuevo como hijo, como hija, llamándome con el nombre que él, en su infinito Amor, ha pensado para mí?

Oración final

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar, y me conduce hacia aguas frescas. Conforta mi alma, me guía por el camino justo por amor de su nombre. Aunque camine por valles oscuros, no temo ningún mal, porque Tú estás conmigo. (del Salmo 23)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio mié, 3 ene, 2024

Oración inicial

Señor, que has comenzado de modo admirable la obra de la redención de los hombres con el nacimiento de tu Hijo, concédenos, te rogamos, una fe tan sólida que, guiados por el mismo Jesucristo, podamos alcanzar los premios eternos que nos has prometido. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Juan 1,29-34

Al día siguiente, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel».
Entonces Juan dio este testimonio: «Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios».

Reflexión

En el Evangelio de Juan historia y símbolo se mezclan. En el texto de hoy, el simbolismo consiste sobre todo en evocaciones de texto conocidos del Antiguo Testamento que revelan algo respecto de la identidad de Jesús. En estos pocos versos (Jn 1,29-34) hay las siguientes expresiones con densidad simbólica: a) Cordero de Dios; b) Quitar el pecado del mundo; c) Existía antes que yo; d) El descenso del Espíritu como paloma; e) Hijo de Dios.

Cordero de Dios. Este título evocaba la memoria del éxodo. En la noche de la primera Pascua, la sangre del Cordero Pascual, con el que se señalaban las puertas de las casas, constituía para la gente señal de liberación (Es 12,13-14). Para los primeros cristianos Jesús es el nuevo Cordero Pascual que libera a su pueblo (1Cor 5,7; 1P 1,19; Ap 5,6.9).

Quitar el pecado del mundo. Evoca la frase tan bonita de la profecía de Jeremías: “Ya no tendrán que enseñarse mutuamente diciéndose el uno al otro: Conozcan a Yavé. Pues me conocerán todos, del más grande al más humilde. Porque yo habré perdonado su culpa y no me acordaré más de su pecado” (Jer 31,34).

Existía antes que yo. Evoca varios textos de los libros sapienciales, en los que se habla de la Sabiduría de Dios que existía antes de todas las demás criaturas y que estaba junto a Dios como maestro de obras en la creación del universo y que, por fin, fue a morar en medio del pueblo de Dios (Prov 8,22-31; Ec 24,1-11).

El descenso del Espíritu como paloma. Evoca la acción creadora en la que se dice que “el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas “ (Gén 1,2). El texto de Génesis 1,2 sugiere la imagen de un pájaro que vuela sobre un nido. Imagen de la nueva creación en movimiento bajo la acción de Dios.

Hijo de Dios: es el título que resume todos los demás. El mejor comentario de este título es la explicación del mismo Jesús: “Las autoridades de los judíos respondieron: No te apedreamos por algún bien que hayas hecho, sino porque siendo hombre, insultas a Dios, haciéndote pasar por Dios.» Jesús dijo:»¿No está escrito en la Ley de ustedes: Yo lo digo: ustedes son dioses? Se llama, pues, dioses a los que reciben la palabra de Dios; y no se puede dudar de la Escritura. Entonces, si el Padre me ha consagrado y enviado al mundo, ¿no puedo decir que soy Hijo de Dios sin insultar a Dios? Si yo no cumplo las obras del Padre, no me crean. Pero si las cumplo, aunque no me crean por mí, crean por las obras que hago y sepan de una vez que el Padre está en mí y yo estoy en el Padre.» (Jn 10,33-39)

Para la reflexión personal

Jesús se ofreció a si mismo, completamente, para toda la humanidad, y yo ¿qué puedo ofrecer para ayudar a mi prójimo?
También nosotros hemos recibido el Espíritu Santo ¿Cuán consciente soy de que soy templo del Espíritu?

Oración final

Cantad a Yahvé un nuevo canto, porque ha obrado maravillas; le sirvió de ayuda su diestra, su santo brazo. (Sal 98,1)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio mar, 2 ene, 2024

Tiempo de Navidad

Oración inicial

Dios todopoderoso: que tu Salvador, luz de redención que surge en el cielo, amanezca también en nuestros corazones y los renueva siempre. Por nuestro Señor. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Juan 1,19-28

Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: «¿Quién eres tú?»
Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: «Yo no soy el Mesías». De nuevo le preguntaron: «¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?» Él les respondió: «No lo soy». «¿Eres el profeta?» Respondió: «No». Le dijeron: «Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?» Juan les contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías».
Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: «Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias».
Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.

Reflexión

El evangelio de hoy habla del testimonio de Juan Bautista. Los judíos enviaron a “sacerdotes y levitas” para interrogarlo. Asimismo, algunos años después, mandaron a algunas personas a que controlaran la actividad de Jesús (Mc 3,22). Hay una semejanza muy grande entre las respuestas de la gente respecto a Jesús y las preguntas que las autoridades hicieron a Juan. Jesús preguntó a los discípulos: “¿Quién dice la gente que yo soy?” Ellos respondieron: “Elías, Juan Bautista, Jeremías; algunos de los profetas” (cf. Mc 8,27-28). Las autoridades plantearon las mismas preguntas a Juan: “¿Quién eres: el Mesías, Elías, el Profeta?” Juan respondió citando al profeta Isaías: “Yo soy la voz del que grita en el desierto: preparad el camino al Señor”. Los otros tres evangelios tienen también la misma afirmación respecto de Juan: no es el Mesías, pero vino a preparar la llegada del Mesías. (cf. Mc 1,3; Mt 3,3; Lc 3,4). Los cuatro evangelios prestan una gran atención a la actividad y al testimonio de Juan Bautista. ¿Cuál es el motivo de esta insistencia de los evangelios en decir que Juan no es el Mesías?

Juan Bautista había sido ejecutado por Herodes, alrededor del año 30. Pero hasta finales del siglo primero, época en la que fue escrito el Cuarto Evangelio, el liderazgo de Juan Bautista seguía siendo muy fuerte entre los judíos. Hasta después de su muerte la memoria de Juan seguía ejerciendo una gran influencia en la vida de fe de la gente. Era considerado como un profeta (Mc 11,32). Era el primer gran profeta que apareció después de siglos de ausencia de profetas. Muchos le consideraban como el Mesías. Cuando en los años 50, Pablo pasó por Éfeso allí en Asia Menor, encontró a un grupo de personas que habían sido bautizadas en el nombre de Juan (cf. He 19,1-4). Por ello, era importante divulgar el testimonio de Juan Bautista quien afirmaba que no era el Mesías y apuntaba a Jesús como el Mesías. Y así Juan contribuía a irradiar mejor la Buena Noticia de Jesús.

“¿Por qué bautizas entonces, si no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?” La respuesta de Juan es otra afirmación que apunta hacia Jesús como el Mesías: «Yo bautizo con agua, pero hay uno en medio de ustedes a quien no conocen. El viene detrás de mí, y yo no merezco soltarle la correa de la sandalia». Y un poco más adelante (Jn 1,33), Juan hace alusión a las profecías que anunciaban la efusión del Espíritu para los tiempos mesiánicos: “Verás el Espíritu bajar sobre aquel que ha de bautizar con el Espíritu Santo, y se quedará en él” (cf Is 11,1-9; Ez 36,25-27; Joel 3,1-2).

Para la reflexión personal

¿Ha habido en mi vida algún Juan Bautista que preparaba el camino a Jesús?
Juan fue humilde: no se hizo mayor de lo que era en realidad. ¿Has sido bautista para alguien?

Oración final

Los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios. ¡Aclama a Yahvé, tierra entera, gritad alegres, gozosos, cantad! (Sal 98,3-4)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio lun, 1 ene, 2024

Octava de la Natividad del Señor
Santa María, Madre de Dios, Solemnidad
Lucas 2,16-21

Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

Lectura

Clave de lectura:

El motivo que mueve a José y a María a llegarse a Belén fue un censo impuesto por el emperador de Roma (Lc 2,17). Periódicamente, las autoridades romanas decretaban estos censos en las diversas regiones del inmenso imperio. Se trataba de controlar a la población y saber cuántas personas debían pagar los impuestos. Los ricos pagaban los impuestos sobre los terrenos y bienes que poseían. Los pobres por el número de hijos que tenían. A veces el impuesto total superaba el 50% del rédito de la persona. En el evangelio de Lucas notamos una diferencia significativa entre el nacimiento de Jesús y el nacimiento de Juan Bautista. Juan nace en su casa, en su tierra, en medio de sus parientes y vecinos y es acogido por todos. (Lc 1,57-58). Jesús nace desconocido, fuera del ambiente familiar y de los vecinos, fuera de su tierra. “ No había puesto para ellos en el mesón”. Debió ser dejado en un pesebre (Lc 2,7). Intentemos colocar y comentar nuestro texto (Lc 2,16-21) en el amplio contexto de la visita de los pastores (Lc 2,8-21). Durante la lectura tratemos de estar atento a lo que sigue: ¿Cuáles son las sorpresas y contrastes que aparecen en este texto?

Una división del texto para ayudarnos en la lectura:

Lucas 2,8-9: Los pastores en el campo, los primeros invitados
Lucas 2,10-12: El primer anuncio de la Buena Noticia se hace a los pastores
Lucas 2,13-14: La alabanza de los ángeles
Lucas 2,15-18: Los pastores van a Belén y cuentan la visión de los ángeles
Lucas 2,19-20: Comportamiento de María y de los pastores ante los hechos
Lucas 2, 21: La circuncisión del pequeño Jesús
Lucas 2,21: La circuncisión del pequeño Jesús

Texto:

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.
Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.

Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

¿Qué es lo que más te ha gustado en este texto? ¿Por qué?
¿Cuáles son las sorpresas y contrastes que aparecen en el texto?
¿De qué modo el texto enseña que el pequeño es el más grande en el cielo y el más pobre en la tierra?
¿Cuáles son las conductas de María y de los pastores ante el Misterio de Dios que se les revela?
¿Cuál es el mensaje que Lucas quiere comunicarnos por medio de estos detalles?

Para aquéllos que desean profundizar más en el tema

Contexto de entonces y de hoy

El texto de esta fiesta de la Madre de Dios (Lc 2,16-21) forma parte de la descripción más amplia del nacimiento de Jesús (Lc 2,1-7) y de la visita de los pastores (Lc 2,8-21). El ángel había anunciado el nacimiento del Salvador, dando una señal para reconocerlo: “Encontraréis un niño envuelto en pañales, y acostado en un pesebre”. Ellos esperaban al Salvador de todo un pueblo y deberán reconocerlo en un niño recién nacido, pobre, que yace entre dos animales. ¡Gran sorpresa! El plan de Dios acontece de modo inesperado, lleno de sorpresa. Esto sucede hoy también. ¡Un niño pobre será el Salvador del mundo! ¿Te lo puedes creer?

Comentario del texto:

Lucas 2,8-9: Los primeros invitados

Los pastores eran personas marginadas, poco apreciadas. Vivían junto con los animales, separados del resto de la humanidad. A causa del contacto permanente con los animales eran considerados impuros. Nunca, nadie les hubiera invitado a visitar a un recién nacido. Pero precisamente a estos pastores aparece el Ángel del Señor para transmitirle la gran noticia del nacimiento de Jesús. Ante la aparición de los ángeles ellos se llenan de temor.

Lucas 2,10-12: El primer anuncio de la Buena Nueva

La primera palabra del ángel es: ¡No temáis! La segunda es: ¡Gozo para todo el pueblo! La tercera es: ¡Hoy! Para enseguida dar tres nombres como queriéndonos indicar quien es Jesús: ¡Salvador, Cristo y Señor! ¡Salvador es aquél que libera a todos de todo lo que les ata! A los gobernantes de aquel tiempo les gustaba usar el título de Salvador. Ellos mismos se atribuían el título de Soter = Salvador). Cristo significa ungido o mesías. En el Viejo Testamento éste era el título que se le daba a los reyes y a los profetas. Era también el título del futuro Mesías que cumpliría las promesas de Dios con respecto al pueblo. Esto significa que el recién nacido, que yace en un pesebre, viene a realizar la esperanza del pueblo. ¡Señor era el nombre que se daba a Dios mismo! Aquí tenemos los tres títulos más grandes que se pueda imaginar. A partir de este anuncio del nacimiento de Jesús Salvador Cristo Señor, imagínate alguno con una categoría más elevada. El ángel te dice: “¡Atención! Te doy esta señal de reconocimiento: encontrarás a un niño en un pesebre, en medio de los pobres!” ¿Tú lo creerías? ¡El modo como Dios obra es diverso del nuestro!

Lucas 2,13-14: Alabanza de los ángeles: Gloria a Dios en lo más alto del cielo, Paz en la tierra a los hombres en quienes Él se complace

Una multitud de ángeles aparece y desciende del cielo. Es el cielo el que se plega sobre la tierra. Las dos frases del versículo resumen el proyecto de Dios, su plan. La primera dice qué sucede en el mundo de arriba: Gloria Dios en lo más alto del cielo. La segunda dice lo que sucederá en el mundo de aquí abajo: ¡Paz en la tierra a los hombres que Él ama! Si la gente pudiera experimentar lo que verdaderamente significa ser amados por Dios, todo cambiaría y la paz habitaría en la tierra. Y sería ésta la mayor gloria de Dios que vive en lo más alto.

Lucas 2, 15-18: Los pastores van hasta Belén y cuentan la visión de los ángeles

La Palabra de Dios no es un sonido producido por la boca. Es sobre todo ¡un acontecimiento! Los pastores dicen literalmente: “Vayamos a ver esta palabra que se ha verificado y que el Señor nos ha manifestado” En hebreo, la expresión DABAR puede significar al mismo tiempo palabra y cosa (acontecimiento), generado por la palabra. La palabra de Dios tiene fuerza creadora. Cumple lo que dice. En la creación dijo Dios: “¡Hágase la luz! ¡Y la luz se hizo!” (Gén 1,3). La palabra del ángel a los pastores es el acontecimiento del nacimiento de Jesús.

Lucas 2,19-20: Conducta de María y de los pastores ante los hechos, ante la palabra

Lucas añade enseguida que “ María conservaba estas palabras (acontecimientos) meditándolos en su corazón”. Son dos modos de percibir y acoger la Palabra de Dios: (i) Los pastores se levantan y van para ver los hechos y verificar en ellos la señal que se les había dado por el ángel, y después, vuelven a sus rebaños glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído. (ii) María, por su parte, conservaba con cuidado todos los acontecimientos en la memoria y los meditaba en su corazón. Meditar las cosas significa rumiarlas e iluminarlas con la luz de la Palabra de Dios, para así llegar a entender mejor todo el significado para la vida.

Lucas 2,21: La circuncisión y el Nombre de Jesús

De acuerdo con una norma de la Ley, el pequeño Jesús es circuncidado el octavo día después de su nacimiento (cf Gén 17,12). La circuncisión era una señal de pertenencia al pueblo. Daba identidad a la persona. En esta ocasión cada niño recibía su nombre (cf Lc 1,59-63). El niño recibe el nombre de Jesús que le había sido dado por el ángel, antes de ser concebido. El ángel había dicho a José que el nombre del niño debía ser Jesús “él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21). El nombre de Jesús es Cristo, que significa Ungido o Mesías. Jesús es el Mesías esperado. Un tercer nombre es Emmanuel, que significa Dios con nosotros (Mt 1,23). ¡El nombre completo es Jesús Cristo Emmanuel!

Ampliando informaciones:

María en el evangelio de Lucas

– La función de los dos primeros capítulos del Evangelio de Lucas:

Se trata de dos capítulos bastantes conocidos, pero pocos profundizados. Lucas los escribe imitando los escritos del Viejo Testamento. Es como si estos dos capítulos fuesen los últimos del Viejo Testamento abriendo la puerta para la llegada del Nuevo Testamento. En estos capítulos nos hace sentir el perfume de un ambiente de ternura y alabanza. Del principio al fin, se alaba y canta la misericordia de Dios que, finalmente, viene a cumplir sus promesas. Lucas nos muestra cómo Jesús, cumple el Viejo Testamento iniciando el Nuevo Testamento. Y lo cumple a favor de los pobres, de los anawim, de aquéllos que sabrán esperar su venida: Isabel, Zacarías, José, Simeón, Ana , los pastores. Por esto, los dos primeros capítulos no son historia según el sentido que hoy le damos a la historia. Sirven mucho más como un espejo, en el que los destinatarios, los cristianos convertidos del paganismo, podían descubrir quién era Jesús y cómo había venido para realizar las profecías del Viejo Testamento, respondiendo a las más profundas aspiraciones del corazón humano. Era espejo también de lo que estaba acaeciendo en las comunidades del tiempo de Lucas. Las comunidades venidas del paganismo nacerán de las comunidades de los judíos convertidos. Pero ellos eran diferentes. El Nuevo Testamento no correspondía a lo que el Viejo Testamento imaginaba y esperaba. Era “la señal de contradicción” (Lc 2,34), causaba tensión y era fuente de muchos dolores. En la conducta de María, Lucas presenta un modelo de cómo las comunidades podían reaccionar y perseverar en el Nuevo.

La clave de lectura:

En estos dos capítulos Lucas presenta a María como modelo para la vida de las comunidades. La clave nos viene dada en aquel episodio en la que una mujer del pueblo elogia a la madre de Jesús. Jesús modifica el elogio y dice : “Dichosos aquéllos que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,27-28) Aquí está la grandeza de María. Es en el modo en el que María sabe referirse a la Palabra de Dios en el que las comunidades contemplan el modo más correcto de relacionarse con la Palabra de

Dios: acogerla, encarnarla, vivirla, profundizarla, rumiarla, hacerla nacer y crecer, dejarse plasmar por ella, aun cuando no se entienda o cuando nos hace sufrir. Es ésta la visión que subyace en los dos títulos de los capítulos 1 y 2 del Evangelio de Lucas, que hablan de María, la madre de Jesús.

Aplicando la clave a los textos:

Lucas 1,26-38: La Anunciación: “¡Hágase en mí según tu palabra! Saber abrirse, de modo que la Palabra de Dios sea acogida y se encarne.
Lucas 1,39-45 La Visitación: ¡Dichosa la que ha creído!” Saber reconocer la Palabra de Dios en los hechos de la vida
Lucas 1,46-56: El Magnificat: “¡El Señor ha hecho cosas grandes en mí!” Un canto subversivo de resistencia y esperanza
Lucas 2,1-20: El Nacimiento: “Ella conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” No había puesto para ellos. Los marginados acogen la Palabra
Lucas 2,21-32: La Presentación: ¡Mis ojos han visto tu salvación!” Los muchos años purifican los ojos
Lucas 2,33-38: Simeón y Ana: “Una espada te traspasará el alma” Ser cristianos quiere decir ser señales de contradicción
Lucas 2,39-52: A los doce años: “¿No sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” ¡Ellos no entendieron lo que les decía!

– Los contrastes que más resaltan en nuestro texto:
En las tinieblas de la noche brilla una luz (2,8-9)
El mundo arriba, el cielo parece envolver a nuestro mundo aquí abajo (2,13)
La grandeza de Dios se manifiesta en la pequeñez de un niño (2,7)
La gloria de Dios se hace presente en un pesebre, junto a animales (2,16)
El miedo provocado por la repentina aparición del ángel se convierte en alegría (2,9-10)
Las personas marginadas de todo son las primeras invitadas (2,8)
Los pastores reconocen a Dios presente en un niño (2,20)

Rezar con el Salmo 23 (22)

“¡El Señor es mi pastor!”

Yahvé es mi pastor, nada me falta. En verdes pastos me hace reposar. Me conduce a fuentes tranquilas, allí reparo mis fuerzas.
Me guía por cañadas seguras haciendo honor a su nombre. Aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tú vienes conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas ante mí una mesa, a la vista de mis enemigos; perfumas mi cabeza, mi copa rebosa. Bondad y amor me acompañarán todos los días de mi vida, y habitaré en la casa de Yahvé un sinfín de días.

Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio Dom, 31 dic, 23

Sagrada Familia: Jesús, María y José, fiesta
La presentación del Niño en el templo

Oración inicial

¡Oh Dios, nuestro Creador y Padre! Tú has querido que tu Hijo, engendrado antes de la aurora del mundo, fuese miembro de una familia humana; revive en nosotros la veneración por el don y el misterio de la vida, para que los padres se sientan partícipes de la fecundidad de tu amor, los ancianos donen a los jóvenes su madura sabiduría y los hijos crezcan en sabiduría, piedad y gracia, para gloria de tu Santo Nombre. Amén.

Lectura: Lucas 2, 22-40

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel”.
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda morar en nosotros y la dejemos iluminar nuestra vida; para que antes de nuestros comentarios, sea la misma luz de la Palabra la que se imponga y brille con su misterio de presencia viviente del Señor.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.
¿Por qué Jesús, hijo del Altísimo, y su madre María, concebida sin pecado, deben someterse a las prescripciones de Moisés? ¿Quizás porque María no tenía todavía conciencia de su inocencia y santidad?
Además de las palabras de Simeón, en su forma de obrar, como también en el de la profetisa Ana ¿hay un significado especial? Su obrar y su alegría, ¿no recuerdan quizás el estilo de los antiguos profetas?
¿Cómo explicar esta «espada que traspasa»: se trata de una herida de las conciencias ante los retos y los requerimientos de Jesús? ¿ O, más bien, se trata sólo de un íntimo sufrimiento de la Madre?
¿Puede significar algo esta escena para los padres de hoy, para la formación religiosa de sus hijos, para el proyecto que Dios tiene sobre cada uno de sus hijos, para los miedos y angustias que los padres llevan en el corazón pensando qué sucederá cuando sean grandes sus hijos?

Una clave de lectura

para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

Según la ley de Moisés / del Señor: es una especie de estribillo, muchas veces repetido. Lucas mezcla dos prescripciones, sin mucha distinción. La purificación de la madre era prevista por el Levítico (12,2-8) y se cumplía cuarenta días después del parto. Hasta ese momento la mujer no podía acercarse a los lugares sagrados, y la ceremonia era acompañada de una ofrenda de animales pequeños, un cordero primal y un pichón o una tórtola. Sin embargo la consagración del primogénito estaba prescrita en el Éxodo 13, 11-16: y era considerada una especie de «rescate» – también con la ofrenda de pequeños animales – en recuerdo de la acción salvífica de Dios cuando libró a los israelitas de la esclavitud de Egipto. En toda la escena los padres aparecen como en el acto de presentar / ofrecer el hijo como se hacía con las víctimas y los levitas; mientras en la figura de Simeón y Ana aparece más bien Dios que ofrece /presenta al hijo para la salvación del pueblo.

Las figuras de Simeón y Ana: son figuras cargadas de valor simbólico. Ellos tienen la tarea del reconocimiento, que proviene tanto de la iluminación y del movimiento del Espíritu, como también de una vida llevada en la espera más intensa y confiada. En particular a Simeón se le define como el «prosdekòmenos», a saber, uno que está todo concentrado en la espera, uno que va al encuentro para acoger. Por eso, él también aparece obediente a la ley, la del Espíritu, que lo empuja hacia el Niño, dentro del templo. También el cántico proclama manifiestamente esta su proexistencia: ha vivido para llegar a este momento: ahora se marcha, para que otros vean también la luz y la salvación para Israel y para las gentes. A su vez Ana, con su avanzada edad (valor simbólico : 84 = 7×12: el doce es el número de las tribus; o también 84–7= 77, perfección redoblada), pero sobre todo con su modo de vivir (ayuno y oración) y con la proclamación de quien «esperaba», completa el cuadro. Ella es guiada por el espíritu de profecía, dócil y purificada en el corazón. Además, pertenece a la tribu más pequeña, la de Aser: signo de que los pequeños y los débiles están más dispuestos a reconocer a Jesús el Salvador. Estos dos ancianos – que son como una pareja original – son símbolos del mejor judaísmo, de la Jerusalén fiel y dócil, que espera y se alegra, y que deja desde ahora en adelante brillar la nueva luz. c) Una espada que traspasa: en general se interpreta como anuncio de sufrimiento para María, un drama visualizado de la Dolorosa. Pero debemos más bien entender aquí a la Madre como el símbolo de Israel: Simeón intuye el drama de su pueblo, que será profundamente herido de la palabra viva y cortante del redentor (cfr Lc 12, 5153). María representa el recorrido. Debe confiar pero atravesará dolores y obscuridad, luchas y silencios angustiosos. La historia del Mesías sufriente será dilacerante para todos, también para la Madre: no se sigue a la nueva luz destinada al mundo entero, sin pagar el precio, sin ser provocados a tomar decisiones de riesgo, sin renacer siempre de nuevo de lo alto y en novedad. Pero estas imágenes de «la espada que traspasa,» del niño «que hará caer» y sacará a los corazones del sopor, no van separadas del gesto tan cargado de sentido de los dos ancianos: el uno, Simeón, toma entre los brazos el niño, para indicar que la fe es encuentro y abrazo, no idea o teorema: la otra, se hace anunciadora y enciende en «los que esperan» una fulgurante luz.

La vida cotidiana, epifanía de Dios: finalmente, es interesante notar que todo el episodio da relieve a las situaciones más simples y familiares: la pareja de esposos con el niño en brazos; el anciano que goza y abraza; la anciana que reza y anuncia, los oyentes que aparecen indirectamente comprometidos. También la conclusión del pasaje escriturístico hace entrever el pueblo de Nazaret, el crecimiento del niño en un contexto normal, la impresión de un niño dotado de forma extraordinaria de sabiduría y bondad. El tema de la sabiduría entrelazada con la vida normal de crecimiento y en el contexto del pueblo, deja la historia como suspendida: ella se reabrirá precisamente con el tema de la sabiduría del muchacho entre los doctores del templo. Y es precisamente también el episodio que sigue inmediatamente (Lc 2, 41-52).

Salmo 122 (123)

¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa de Yahvé! ¡Finalmente pisan nuestros pies tus umbrales, Jerusalén! Jerusalén, ciudad edificada toda en perfecta armonía, adonde suben las tribus, las tribus de Yahvé, según costumbre en Israel, a dar gracias al nombre de Yahvé. Allí están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David. Invocad la paz sobre Jerusalén, vivan tranquilos los que te aman, haya calma dentro de tus muros, que tus palacios estén en paz. Por amor de mis hermanos y amigos quiero decir: ¡La paz contigo! Por la Casa de Yahvé, nuestro Dios, pediré todo bien para ti.

Oración final

Te alabamos y Te bendecimos, oh Padre, porque mediante tu Hijo, nacido de mujer por obra del Espíritu Santo, nacido bajo la ley, nos has rescatado de la ley y has llenado nuestra existencia de luz y esperanza nueva. Haz que nuestras familias sean acogedoras y fieles a tus proyectos, ayuden y sostengan en los hijos los sueños y el nuevo entusiasmo, lo cubran de ternura cuando sean frágiles, lo eduquen en el amor a Tí y a todas las criaturas. A Tí nuestro Padre, todo honor y gloria.

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio sáb, 30 dic, 23

Tiempo de Navidad

Oración

Dios todopoderoso, a quien nadie ha visto nunca; tú que has disipado las tinieblas del mundo con la venida de Cristo, la Luz verdadera, míranos complacido, para que podamos cantar dignamente la gloria del nacimiento de tu Hijo. Que vive y reina …

Lectura del santo Evangelio según Lucas 2,36-40

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño,) se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Reflexión

En los primeros dos capítulos de Lucas, todo gira alrededor del nacimiento de dos criaturas: Juan y Jesús. Los dos capítulos nos hacen sentir el perfume del Evangelio de Lucas. En ellos, el ambiente es de ternura y de alabanza. Desde el comienzo hasta el fin, se alaba y se canta la misericordia de Dios: los cánticos de María (Lc 1,46-55), de Zacarías (Lc 1,68-79), de los ángeles (Lc 2,14), de Simeón (Lc 2,29-32). Finalmente, Dios llega para cumplir sus promesas, y las cumple a favor de los pobres, de los anawim, de los que supieron perseverar y esperar su venida: Isabel, Zacarías, María, José, Simeón, Ana y los pastores.

Los capítulos 1 y 2 del Evangelio de Lucas son muy conocidos, pero se profundiza poco en ellos. Lucas escribe imitando los escritos del AT. Es como si los dos primeros capítulos de su evangelio fueran el último capítulo que abre la puerta para la llegada del Nuevo. Estos dos capítulos son el gozne entre el AT y el NT. Lucas quiere mostrar cómo se está realizando las profecías. Juan y Jesús cumplen el Antiguo e inician el Nuevo.

Lucas 2,36-37: La vida de la profetisa Ana. “Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada. Casada en su juventud, había vivido siete años con su marido, y luego quedó viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones”. Al igual que Judit (Jd 8,1-6), Ana es viuda. Al igual que Débora (Ju 4,4), ella es profetisa. Esto es, una persona que comunica algo de Dios y que tiene una apertura especial para las cosas de la fe hasta el punto de poderlas comunicar a los demás. Ana se casó joven, vivió casada siete años, se quedó viuda y siguió dedicándose a Dios hasta los 84 años. Hoy, en casi todas nuestras comunidades, en el mundo entero, es posible encontrar a gente de una cierta edad, mujeres, muchas de ellas viudas, cuya vida se resume en rezar, asistir a celebraciones y servir al prójimo.

Lucas 2,38: Ana y el niño Jesús. “Presentándose en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén”. Llegó al templo en el momento en que Simeón abrazaba al niño y conversaba con María sobre el futuro del niño (Lc 2,25-35). Lucas sugiere que Ana participó en ese gesto. La mirada de Ana es una mirada de fe. Ve a un niño en los brazos de su madre y descubre en el al Salvador del mundo.

Lucas 2,39-40: La vida de Jesús en Nazaret. “Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él”. En estas pocas palabras, Lucas comunica algo del misterio de la encarnación. “El Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros” (Jn1,14). El Hijo de Dios se volvió en todo igual a nosotros, y asumió la condición de siervo (Filip 2,7). Fue obediente hasta la muerte y a la muerte de cruz (Filip 2,8). De los treinta y tres años que vivió entre nosotros, treinta los vivió en Nazaret. Si uno quiere saber cómo fue la vida del Hijo de Dios durante los años que vivió en Nazaret, tiene que tratar de conocer la vida de cualquier nazareno de aquella época, cambiar el nombre, ponerle el nombre de Jesús y conocerá la vida del Hijo de Dios durante los treinta y tres años de su vida, igual a nosotros en todo, excepto en el pecado (Heb 4,15). En estos treinta años de su vida, “El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él”. En otro lugar Lucas afirma la misma cosa con otras palabras. Dice que el niño “crecía en sabiduría, en edad y en gracia, tanto para Dios como para los hombres” (Lc 2,52). Crecer en sabiduría significa asimilar los conocimientos, la experiencia humana acumulada a lo largo de los siglos: los tiempos, las fiestas, los remedios, las plantas, las oraciones, las costumbres, etc. Esto se aprende viviendo y conviviendo e la comunidad natural de la gente. Crecer en edad significa nacer pequeño, crecer y devenir adulto. Es el proceso de cada ser humano, con sus alegrías y tristezas, sus descubrimientos y frustraciones, sus rabias y sus amores. Esto se aprende viviendo y conviviendo en la familia con los padres, los hermanos y las hermanas, los tíos y los parientes. Crecer en gracia significa: describir la presencia de Dios en la vida, su acción en todo lo que acontece, la vocación, su llamada. La carta a los Hebreos dice que: “Aun siendo Hijo, aprendió en su pasión lo que es obedecer” (Heb 4,8).

Para la reflexión personal

¿Conoces a personas como Ana, que tienen una mirada de fe sobre las cosas de la vida?
Crecer en sabiduría, en edad y en gracia: ¿Cómo acontece esto en mi vida?

Oración final

Cantad a Yahvé, bendecid su nombre! Anunciad su salvación día a día, contad su gloria a las naciones, sus maravillas a todos los pueblos. (Sal 96,2-3)

Todos los derechos: www.ocarm.org