Filipenses

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Índice: Sagrada Escritura, Filipenses

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Filipenses 1

1 Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los epíscopos y diáconos.
2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3 Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros,
4 rogando siempre y en todas mis oraciones con alegría por todos vosotros
5 a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy;
6 firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús.
7 Y es justo que yo sienta así de todos vosotros, pues os llevo en mi corazón, partícipes como sois todos de mi gracia, tanto en mis cadenas como en la defensa y consolidación del Evangelio.
8 Pues testigo me es Dios de cuánto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús.
9 Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento,
10 con que podáis aquilatar los mejor para ser puros y sin tacha para el Día de Cristo,
11 llenos de los frutos de justicia que vienen por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
12 Quiero que sepáis, hermanos, que lo que me ha sucedido ha contribuido más bien al progreso del Evangelio;
13 de tal forma que se ha hecho público en todo el Pretorio y entre todos los demás, que me hallo en cadenas por Cristo.
14 Y la mayor parte de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas, tienen mayor intrepidez en anunciar sin temor la Palabra.
15 Es cierto que algunos predican a Cristo por envidia y rivalidad; mas hay también otros que lo hacen con buena intención;
16 éstos, por amor, conscientes de que yo estoy puesto para defender el Evangelio;
17 aquéllos, por rivalidad, no con puras intenciones, creyendo que aumentan la tribulación de mis cadenas.
18 Pero ¿y qué? Al fin y al cabo, hipócrita o sinceramente, Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome.
19 Pues yo sé que esto servirá para mi salvación gracias a vuestras oraciones y a la ayuda prestada por el Espíritu de Jesucristo,
20 conforme a lo que aguardo y espero, que en modo alguno seré confundido; antes bien, que con plena seguridad, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte,
21 pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.
22 Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger…
23 Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor;
24 mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros.
25 Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe,
26 a fin de que tengáis por mi causa un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús cuando yo vuelva a estar entre vosotros.
27 Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio,
28 sin dejaros intimidar en nada por los adversarios, lo cual es para ellos señal de perdición, y para vosotros de salvación. Todo esto viene de Dios.
29 Pues a vosotros se os ha concedido la gracia de que por Cristo… no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él,
30 sosteniendo el mismo combate en que antes me visteis y en el que ahora sabéis que me encuentro.
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Filipenses 2
1 Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión,
2 que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos.
3 Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo,
4 buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás.
5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:
6 El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
7 Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre;
8 y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre.
10 Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos,
11 y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre.
12 Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación,
13 pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece.
14 Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones
15 para que seáis irreprochables e inocentes, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación tortuosa y perversa, en medio de la cual brilláis como antorchas en el mundo,
16 presentándole la Palabra de vida para orgullo mío en el Día de Cristo, ya que no habré corrido ni me habré fatigado en vano.
17 Y aun cuando mi sangre fuera derramada como libación sobre el sacrificio y la ofrenda de vuestra fe, me alegraría y congratularía con vosotros.
18 De igual manera también vosotros alegraos y congratulaos conmigo.
19 Espero en el Señor Jesús poder enviaros pronto a Timoteo, para quedar también yo animado con vuestras noticias.
20 Pues a nadie tengo de tan iguales sentimientos que se preocupe sinceramente de vuestros intereses,
21 ya que todos buscan sus propios intereses y no los de Cristo Jesús.
22 Pero vosotros conocéis su probada virtud, pues como un hijo junto a su padre ha servido conmigo en favor del Evangelio.
23 A él, pues, espero enviaros tan pronto como vea clara mi situación.
24 Y aun confío en el Señor que yo mismo podré ir pronto.
25 Entretanto, he juzgado necesario devolveros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, enviado por vosotros con el encargo de servirme en mi necesidad,
26 porque os está añorando a todos vosotros y anda angustiado porque sabe que ha llegado a vosotros la noticia de su enfermedad.
27 Es cierto que estuvo enfermo y a punto de morir. Pero Dios se compadeció de él; y no sólo de él, sino también de mí, para que no tuviese yo tristeza sobre tristeza.
28 Así pues, me apresuro a enviarle para que viéndole de nuevo os llenéis de alegría y yo quede aliviado en mi tristeza.
29 Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría, y tened en estima a los hombres como él,
30 ya que por la obra de Cristo ha estado a punto de morir, arriesgando su vida para supliros en el servicio que no podíais prestarme vosotros mismos.
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Filipenses 3
1 Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor… Volver a escribiros las mismas cosas, a mí no me es molestia, y a vosotros os da seguridad.
2 Atención a los perros; atención a los obreros malos; atención a los falsos circuncisos.
3 Pues los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que damos culto según el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús sin poner nuestra confianza en la carne,
4 aunque yo tengo motivos para confiar también en la carne. Si algún otro cree poder confiar en la carne, más yo.
5 Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo;
6 en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable.
7 Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo.
8 Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo,
9 y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe,
10 y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte,
11 tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos.
12 No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús.
13 Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante,
14 corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús.
15 Así pues, todos los perfectos tengamos estos sentimientos, y si en algo sentís de otra manera, también eso os lo declarará Dios.
16 Por lo demás, desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos adelante.
17 Hermanos, sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros.
18 Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo,
19 cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza, que no piensan más que en las cosas de la tierra.
20 Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo,
21 el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas.
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Filipenses 4
1 Por tanto, hermanos míos queridos y añorados, mi gozo y mi corona, manteneos así firmes en el Señor, queridos.
2 Ruego a Evodia, lo mismo que a Síntique, tengan un mismo sentir en el Señor.
3 También te ruego a ti, Sícigo, verdadero «compañero», que las ayudes, ya que lucharon por el Evangelio a mi lado, lo mismo que Clemente y demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.
4 Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres.
5 Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
6 No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias.
7 Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
8 Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta.
9 Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros.
10 Me alegré mucho en el Señor de que ya al fin hayan florecido vuestros buenos sentimientos para conmigo. Ya los teníais, sólo que os faltaba ocasión de manifestarlos.
11 No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo.
12 Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación.
13 Todo lo puedo en Aquel que me conforta.
14 En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación.
15 Y sabéis también vosotros, filipenses, que en el comienzo de la evangelización, cuando salí de Macedonia, ninguna Iglesia me abrió cuentas de «haber y debe», sino vosotros solos.
16 Pues incluso cuando estaba yo en Tesalónica enviasteis por dos veces con que atender a mi necesidad.
17 No es que yo busque el don; sino que busco que aumenten los intereses en vuestra cuenta.
18 Tengo cuanto necesito, y me sobra; nado en la abundancia después de haber recibido de Epafrodito lo que me habéis enviado, suave aroma, sacrificio que Dios acepta con agrado.
19 Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús.
20 Y a Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
21 Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Os saludan los hermanos que están conmigo.
22 Os saludan todos los Santos, especialmente los de la Casa del César.
23 La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu.
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Isaías

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Isaías 1
1 Visión que Isaías, hijo de Amós, vio tocante a Judá y Jerusalén en tiempo de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá.
2 Oíd, cielos, escucha, tierra, que habla Yahveh; «Hijos crié y saqué adelante, y ellos se rebelaron contra mí.
3 Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne.»
4 ¡Ay, gente pecadora, pueblo tarado de culpa. semilla de malvados, hijos de perdición! Han dejado a Yahveh, han despreciado al Santo de Israel, se han vuelto de espaldas.
5 ¿En dónde golpearos ya, si seguís contumaces? La cabeza toda está enferma, toda entraña doliente.
6 De la planta del pie a la cabeza no hay en él cosa sana: golpes, magulladuras y heridas frescas, ni cerradas, ni vendadas, ni ablandadas con aceite.
7 Vuestra tierra es desolación, vuestras ciudades, hogueras de fuego; vuestro suelo delante de vosotros extranjeros se lo comen, y es una desolación como devastación de extranjeros.
8 Ha quedado la hija de Sión como cobertizo en viña, como albergue en pepinar, como ciudad sitiada.
9 De no habernos dejado Yahveh Sebaot un residuo minúsculo, como Sodoma seríamos, a Gomorra nos pareceríamos.
10 Oíd una palabra de Yahveh, regidores de Sodoma. Escuchad una instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra.
11 «¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? – dice Yahveh -. Harto estoy de holocaustos de carneros y de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada,
12 cuando venís a presentaros ante mí. ¿Quién ha solicitado de vosotros esa pateadura de mis atrios?
13 No sigáis trayendo oblación vana: el humo del incienso me resulta detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no tolero falsedad y solemnidad.
14 Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar.
15 Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas:
16 lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal,
17 aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda.
18 Venid, pues, y disputemos – dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán.
19 Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis.
20 Pero si rehusando os oponéis, por la espada seréis devorados, que ha hablado la boca de Yahveh.
21 ¡Cómo se ha hecho adúltera la villa leal! Sión llena estaba de equidad, justicia se albergaba en ella, pero ahora, asesinos.
22 Tu plata se ha hecho escoria. Tu bebida se ha aguado.
23 Tus jefes, revoltosos y aliados con bandidos. Cada cual ama el soborno y va tras los regalos. Al huérfano no hacen justicia, y el pleito de la viuda no llega hasta ellos.
24 Por eso – oráculo del Señor Yahveh Sebaot, el Fuerte de Israel -: ¡Ay! Voy a desquitarme de mis contrarios, voy a vengarme de mis enemigos.
25 Voy a volver mi mano contra ti y purificaré al crisol tu escoria, hasta quitar toda tu ganga.
26 Voy a volver a tus jueces como eran al principio, y a tus consejeros como antaño. Tras de lo cual se te llamará Ciudad de Justicia, Villa-leal.
27 Sión por la equidad será rescatada, y sus cautivos por la justicia.
28 Padecerán quebranto rebeldes y pecadores a una, y los desertores de Yahveh se acabarán.
29 Porque os avergonzaréis de las encinas que anhelabais, y os afrentaréis de los jardines que preferíais.
30 Porque seréis como encina que se le cae la hoja, y como jardín que a falta de agua está.
31 El hombre fuerte se volverá estopa, y su trabajo, chispa: arderán ambos a una, y no habrá quien apague.
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Isaías 2
1 Lo que vio Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén.
2 Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones,
3 y acudirán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos.» Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh.
4 Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra.
5 Casa de Jacob, andando, y vayamos, caminemos a la luz de Yahveh.
6 Has desechado a tu pueblo, la Casa de Jacob, porque estaban llenos de adivinos y evocadores, como los filisteos, y con extraños chocan la mano;
7 se llenó su tierra de plata y oro, y no tienen límite sus tesoros; se llenó su tierra de caballos, y no tienen límite sus carros;
8 se llenó su tierra de ídolos, ante la obra de sus manos se inclinan, ante lo que hicieron sus dedos.
9 Se humilla el hombre, y se abaja el varón: pero no les perdones.
10 Entra en la peña, húndete en el polvo, lejos de la presencia pavorosa de Yahveh y del esplendor de su majestad, cuando él se alce para hacer temblar la tierra.
11 Los ojos altivos del hombre serán abajados, se humillará la altanería humana, y será exaltado Yahveh solo en aquel día.
12 Pues será aquel día de Yahveh Sebaot para toda depresión, que sea enaltecida, y para todo lo levantado, que será rebajado:
13 contra todos los cedros del Líbano altos y elevados, contra todas las encinas del Basán,
14 contra todos los montes altos, contra todos los cerros elevados,
15 contra toda torre prominente, contra todo muro inaccesible,
16 contra todas las naves de Tarsis, contra todos los barcos cargados de tesoros.
17 Se humillará la altivez del hombre, y se abajará la altanería humana; será exaltado Yahveh solo, en aquel día,
18 y los ídolos completamente abatidos.
19 Entrarán en las grietas de las peñas y en las hendiduras de la tierra, lejos de la presencia pavorosa de Yahveh y del esplendor de su majestad, cuando él se alce para hacer temblar la tierra.
20 Aquel día arrojará el hombre a los musgaños y a los topos los ídolos de plata y los ídolos de oro que él se hizo para postrarse ante ellos,
21 y se meterá en los agujeros de las peñas y en las hendiduras de las piedras, lejos de la presencia pavorosa de Yahveh y del esplendor de su majestad, cuando él se alce para hacer temblar la tierra.
22 Desentendeos del hombre, en cuya nariz sólo hay aliento, porque ¿qué vale él?
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Isaías 3
1 Pues he aquí que el Señor Yahveh Sebaot está quitando de Jerusalén y de Judá todo sustento y apoyo: (todo sustento de pan y todo sustento de agua);
2 el valiente y el guerrero, el juez y el profeta, el augur y el anciano,
3 el jefe de escuadra y el favorito, el consejero, el sabio hechicero y el hábil encantador.
4 Les daré mozos por jefes, y mozalbetes les dominarán.
5 Querrá mandar la gente, cada cual en cada cual, los unos a los otros y cada cual en su compañero. Se revolverá el mozo contra el anciano, y el vil contra el hombre de peso.
6 Pues agarrará uno a su hermano al de su mismo apellido, diciéndole: «Túnica gastas: príncipe nuestro seas, toma a tu cargo esta ruina.»
7 Pero el otro exclamará aquel día: «No seré vuestro médico; en mi casa no hay pan ni túnica: no me pongáis por príncipe del pueblo.»
8 Así que tropezó Jerusalén, y Judá ha caído; pues sus lenguas y sus fechorías a Yahveh han llegado, irritando los ojos de su majestad.
9 La expresión de su rostro les denuncia, y sus pecados como Sodoma manifiestan, no se ocultan. ¡Ay de ellos, porque han merecido su propio mal!
10 Decid al justo que bien, que el fruto de sus acciones comerá.
11 ¡Ay del malvado! que le irá mal, que el mérito de sus manos se le dará.
12 A mi pueblo le oprime un mozalbete, y mujeres le dominan. Pueblo mío, tus regidores vacilan y tus derroteros confunden.
13 Se levanta a pleitear Yahveh y está en pie para juzgar a los pueblos.
14 Yahveh demanda en juicio a los ancianos de su pueblo y a sus jefes. «Vosotros habéis incendiado la viña, el despojo del mísero tenéis en vuestras casas.
15 Pero ¿qué os importa? Machacáis a mi pueblo y moléis el rostro de los pobres» -oráculo del Señor Yahveh Sebaot-.
16 Dice Yahveh: «Por cuanto son altivas las hijas de Sión, y andan con el cuello estirado y guiñando los ojos, y andan a pasitos menudos, y con sus pies hacen tintinear las ajorcas»,
17 rapará el Señor el cráneo de las hijas de Sión, y Yahveh destapará su desnudez.
18 Aquel día quitará el Señor el adorno de las ajorcas, los solecillos y las lunetas;
19 los aljófares, las lentejuelas y los cascabeles;
20 los peinados, las cadenillas de los pies, los ceñidores, los pomos de olor y los amuletos,
21 los anillos y aretes de nariz;
22 los vestidos preciosos, los mantos, los chales, los bolsos,
23 los espejos, las ropas finas, los turbantes y las mantillas.
24 Por debajo del bálsamo habrá hedor, por debajo de la faja, soga, por debajo de la peluca, rapadura, y por debajo del traje, refajo de arpillera. y por debajo de la hermosura, vergüenza.
25 Tus gentes a espada caerán, y tus campeones en guerra.
26 Y darán ayes y se dolerán a las puertas, y tú, asolada, te sentarás por tierra.
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Isaías 4
1 Asirán siete mujeres a un hombre en aquel día diciendo: «Nuestro pan comeremos, y con nuestras túnicas nos vestiremos. Tan sólo déjanos llevar tu nombre: quita nuestro oprobio.»
2 Aquel día el germen de Yahveh será magnífico y glorioso, y el fruto de la tierra será la prez y ornato de los bien librados de Israel.
3 A los restantes de Sión y a los que quedaren de Jerusalén, se les llamará santos: serán todos los apuntados como vivos en Jerusalén.
4 Cuando haya lavado el Señor la inmundicia de las hijas de Sión, y las manchas de sangre de Jerusalén haya limpiado del interior de ella con viento justiciero y viento abrasador,
5 creará Yahveh sobre todo lugar del monte de Sión y sobre toda su reunión, nube y humo de día, y resplandor de fuego llameante de noche. Y por encima la gloria de Yahveh será toldo
6 y tienda para sombra contra el calor diurno, y para abrigo y reparo contra el aguacero y la lluvia.
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Isaías 5
1 Voy a cantar a mi amigo la canción de su amor por su viña. Una viña tenía mi amigo en un fértil otero.
2 La cavó y despedregó, y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella, y además excavó en ella un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agraces.
3 Ahora, pues, habitantes de Jerusalén y hombres de Judá, venid a juzgar entre mi viña y yo:
4 ¿Qué más se puede hacer ya a mi viña, que no se lo haya hecho yo? Yo esperaba que diese uvas. ¿Por qué ha dado agraces?
5 Ahora, pues, voy a haceros saber, lo que hago yo a mi viña: quitar su seto, y será quemada; desportillar su cerca, y será pisoteada.
6 Haré de ella un erial que ni se pode ni se escarde. crecerá la zarza y el espino, y a las nubes prohibiré llover sobre ella.
7 Pues bien, viña de Yahveh Sebaot es la Casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantío exquisito. Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad; honradez, y hay alaridos.
8 ¡Ay, los que juntáis casa con casa, y campo a campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país!
9 Así ha jurado a mis oídos Yahveh Sebaot: «¡Han de quedar desiertas muchas casas; grandes y hermosas, pero sin moradores!
10 Porque diez yugadas de viña darán sólo una medida, y una carga de simiente producirá una medida.»
11 ¡Ay, los que despertando por la mañana andan tras el licor; los que trasnochan, encandilados por el vino!
12 Sólo hay arpas y cítaras, pandero y flauta en sus libaciones, y no contemplan la obra de Yahveh, no ven la acción de sus manos.
13 Por eso fue deportado mi pueblo sin sentirlo, sus notables estaban muertos de hambre, y su plebe se resecaba de sed.
14 Por eso ensanchó el seol su seno dilató su boca sin medida, y a él baja su nobleza y su plebe y su turba gozosa.
15 Se humilla el hombre, se abaja el varón, los ojos de los altivos son abajados;
16 es ensalzado Yahveh Sebaot en juicio, el Dios Santo muestra su santidad por su justicia.
17 Pacerán los corderos como en su pastizal, y entre las ruinas gordos cabritos ramonearán.
18 ¡Ay, los que arrastran la culpa con coyundas de engaños y el pecado como con bridas de novilla!
19 Los que dicen: «¡Listo, apresure su acción, de modo que la veamos. Acérquese y venga el plan del Santo de Israel, y que lo sepamos!»
20 ¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo!
21 ¡Ay, los sabios a sus propios ojos, y para sí mismos discretos!
22 ¡Ay, los campeones en beber vino, los valientes para escanciar licor,
23 los que absuelven al malo por soborno y quitan al justo su derecho.
24 Tal devora las espigas una lengua de fuego y el heno en llamas se derrumba: la raíz de ellos será como podre, y su flor subirá como tamo. Pues recusaron la enseñanza de Yahveh Sebaot y despreciaron el dicho del Santo de Israel.
25 Por eso se ha encendido la ira de Yahveh contra su pueblo, extendió su mano sobre él y le golpeó. Y mató a los príncipes: sus cadáveres yacían como basura en medio de las calles. Con todo eso, no se ha calmado su ira, y aún sigue extendida su mano.
26 Iza bandera a un pueblo desde lejos y le silba desde los confines de la tierra: vedlo aquí, rápido, viene ligero.
27 No hay en él quien se canse y tropiece, quien se duerma y se amodorre; nadie se suelta el cinturón de los lomos, ni se rompe la correa de su calzado.
28 Sus saetas son agudas y todos sus arcos están tensos. Los cascos de sus caballos semejan pedernal y sus ruedas, torbellino.
29 Tiene un rugido como de leona, ruge como los cachorros, brama y agarra la presa, la arrebata, y no hay quien la libre.
30 Bramará contra él aquel día como el bramido del mar, y oteará la tierra, y habrá densa oscuridad, pues la luz se habrá oscurecido en la espesa tiniebla.
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Isaías 6
1 El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo.
2 Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban,
3 Y se gritaban el uno al otro: «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria.».
4 Se conmovieron los quicios y los dinteles a la voz de los que clamaban, y la Casa se llenó de humo.
5 Y dije: «¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito: que al rey Yahveh Sebaot han visto mis ojos!»
6 Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado de sobre el altar,
7 y tocó mi boca y dijo: «He aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa, tu pecado está expiado.»
8 Y percibí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré? ¿y quién irá de parte nuestra»? Dije: «Heme aquí: envíame.»
9 Dijo: «Ve y di a ese pueblo: Escuchad bien, pero no entendáis, ved bien, pero no comprendáis.
10 Engorda el corazón de ese pueblo hazle duro de oídos, y pégale los ojos, no sea que vea con sus ojos. y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se convierta y se le cure.»
11 Yo dije: «¿Hasta dónde, Señor?» Dijo: «Hasta que se vacíen las ciudades y queden sin habitantes, las casas sin hombres, la campiña desolada,
12 y haya alejado Yahveh a las gentes, y cunda el abandono dentro del país.
13 Aun el décimo que quede en él volverá a ser devastado como la encina o el roble, en cuya tala queda un tocón: semilla santa será su tocón.»
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Isaías 7
1 En tiempo de Ajaz, hijo de Jotam, hijo de Ozías, rey de Judá, subió Rasón, rey de Aram, con Pécaj, hijo de Remalías, rey de Israel, a Jerusalén para atacarla, más no pudieron hacerlo.
2 La casa de David había recibido este aviso: «Aram se ha unido con Efraím», y se estremeció el corazón del rey y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del bosque por el viento.
3 Entonces Yahveh dijo a Isaías: «Ea, sal con tu hijo Sear Yasub al final del caño de la alberca superior, por la calzada del campo del Batanero, al encuentro de Ajaz,
4 y dile: «¡Alerta, pero ten calma! No temas, ni desmaye tu corazón por ese par de cabos de tizones humeantes,
5 ya que Aram, Efraím y el hijo de Remalías han maquinado tu ruina diciendo:
6 Subamos contra Judá y desmembrémoslo, abramos brecha en él y pongamos allí por rey al hijo de Tabel.
7 Así ha dicho el Señor Yahveh: No se mantendrá, ni será así;
8 porque la capital de Aram es Damasco, y el cabeza de Damasco, Rasón; Pues bien: dentro de sesenta y cinco años, Efraím dejará de ser pueblo.
9 La capital de Efraím es Samaría, y el cabeza de Samaría, el hijo de Remalías. Si no os afirmáis en mí no seréis firmes.»
10 Volvió Yahveh a hablar a Ajaz diciendo:
11 «Pide para ti una señal de Yahveh tu Dios en lo profundo del seol o en lo más alto.»
12 Dijo Ajaz: «No la pediré, no tentaré a Yahveh.»
13 Dijo Isaías: «Oíd, pues, casa de David: ¿Os parece poco cansar a los hombres, que cansáis también a mi Dios?
14 Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.
15 Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno.
16 Porque antes que sepa el niño rehusar lo malo y elegir lo bueno, será abandonado el territorio cuyos dos reyes te dan miedo.
17 Yahveh atraerá sobre ti y sobre tu pueblo y sobre la casa de tu padre, días cuales no los hubo desde aquel en que se apartó Efraím de Judá (el rey de Asur).
18 Aquel día silbará Yahveh al enjambre que hay en los confines de los ríos de Egipto, y a las abejas que hay en tierra de Asur;
19 vendrán y se posarán todas ellas en las quebradas, en los resquicios de las peñas, en todas las corrientes y en todos los arroyos.
20 Aquel día rapará el Señor con navaja alquilada allende el Río, con el rey de Asur, la cabeza y el vello de las piernas y también la barba afeitará,
21 Aquel día criará cada uno una novilla y un par de ovejas.
22 Y así de tanto dar leche, comerá cuajada, porque «cuajada y miel comerá todo el que quedare dentro del país».
23 Aquel día, cualquier lugar donde antes hubo mil cepas por valor de mil piezas de plata, será de la zarza y el abrojo.
24 Con flechas y arco se entrará allí, pues zarza y abrojo será toda la tierra,
25 y en ninguno de los montes que se desbrozan con la azada se podrá entrar por temor de las zarzas y abrojos; será dehesa de bueyes y pastizal de ovejas.»
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Isaías 8
1 Yahveh me dijo: «Toma una placa grande, escribe en ella con buril: de Maher Salal Jas Baz,
2 y toma por fieles testigos míos al sacerdote Urías y a Zacarías, hijo de Baraquías.»
3 Me acerqué a la profetisa, que concibió y dio a luz un hijo, Yahveh me dijo: «Llámale Maher Salal Jas Baz,
4 pues antes que sepa el niño decir papá y mamá, la riqueza de Damasco y el botín de Samaría serán llevados ante el rey de Asur.»
5 Volvió Yahveh a hablarme de nuevo:
6 «Porque ha rehusado ese pueblo las aguas de Siloé que van de vagar y se ha desmoralizado ante Rasón y el hijo de Remalías,
7 por lo mismo, he aquí que el Señor hace subir contra ellos las aguas del Río embravecidas y copiosas. Desbordará por todos sus cauces, (el rey de Asur y todo su esplendor) invadirá todas sus riberas.
8 Seguirá por Judá anegando a su paso, hasta llegar al cuello. Y la envergadura de sus alas abarcará la anchura de tu tierra, Emmanuel.
9 Sabedlo, pueblos: seréis destrozados; escuchad, confines todos de la tierra; en guardia: seréis destrozados; en guardia: seréis destrozados.
10 Trazad un plan: fracasará. Decid una palabra: no se cumplirá. Porque con nosotros está Dios.
11 Pues así me ha dicho Yahveh cuando me tomó de la mano y me apartó de seguir por el camino de ese pueblo:
12 No llaméis conspiración a lo que ese pueblo llama conspiración, ni temáis ni tembléis de lo que él teme.
13 A Yahveh Sebaot, a ése tened por santo, sea él vuestro temor y él vuestro temblor.
14 Será un santuario y piedra de tropiezo y peña de escándalo para entrambas Casas de Israel; lazo y trampa para los moradores de Jerusalén.
15 Allí tropezarán muchos, caerán, se estrellarán y serán atrapados y presos.
16 Envuelve el testimonio, sella la enseñanza entre mis discípulos.
17 Aguardaré por Yahveh, el que vela su faz de la casa de Jacob, y esperaré por él.
18 Aquí estamos yo y los hijos que me ha dado Yahveh, por señales y pruebas en Israel, de parte de Yahveh Sebaot, el que reside en el monte Sión.
19 Y cuando os dijeren: «Consultad a los nigromantes y a los adivinos que bisbisean y murmujean; ¿es que no consulta un pueblo a sus dioses, por los vivos a los muertos?»:
20 en pro de la enseñanza y el testimonio ¡Vaya si dirán cosa tal! Lo que no tiene provecho.
21 Pasará por allí lacerado y hambriento, y así que le dé el hambre, se enojará y faltará a su rey y a su Dios. Volverá el rostro a lo alto,
22 la tierra oteará, y sólo habrá cerrazón y negrura, lobreguez prieta y tiniebla espesa.
23 Pues, ¿no hay lobreguez para quien tiene apretura? Como el tiempo primero ultrajó a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí, así el postrero honró el camino del mar, allende el Jordán, el distrito de los Gentiles.
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Isaías 9
1 El pueblo que andaba a oscuras
2 vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín.
3 Porque el yugo que les pesaba y la pinga de su hombro -la vara de su tirano- has roto, como el día de Madián.
4 Porque toda bota que taconea con ruido, y el manto rebozado en sangre serán para la quema, pasto del fuego.
5 Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero», «Dios Fuerte», «Siempre Padre», «Príncipe de Paz».
6 Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia, Desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso.
7 Una palabra ha proferido el Señor en Jacob, y ha caído en Israel.
8 Sabedla, pueblo todo, Efraím y los habitantes de Samaría, los que con arrogancia y engreimiento dicen:
9 «Los ladrillos han caído, pero de sillar edificaremos; los sicómoros fueron talados, pero por cedros los cambiaremos.»
10 Pues bien, Yahveh ha dado ventaja a su adversario, Rasón, y azuzó a sus enemigos:
11 Aram por delante y los filisteos por detrás, devoraron a Israel a boca llena. Con todo eso no se ha calmado su ira, y aún sigue su mano extendida.
12 Pero el pueblo no se volvió hacia el que le castigaba, no buscaron a Yahveh Sebaot.
13 Por eso ha cercenado Yahveh a Israel cabeza y cola, palmera y junco, en un mismo día.
14 El anciano y honorable es la cabeza, y el profeta impostor es la cola.
15 Los directores de este pueblo han resultado desviadores, y sus dirigidos, extraviados.
16 Por eso, de sus jóvenes no se apiadará el Señor, con sus huérfanos y viudas no tendrá misericordia, pues todos son impíos y malvados, y toda boca profiere majadería Con todo eso no se ha calmado su ira, y aún sigue su mano extendida.
17 Porque ha ardido como fuego la maldad, zarza y espino devora, y va a prender en las espesuras del bosque: ya se estiran en columna de humo.
18 Por el arrebato de Yahveh la tierra ha sido quemada, y es el pueblo como pasto de fuego; nadie tiene piedad de su hermano,
19 Corta a diestra y queda con hambre, come a siniestra y no se sacia; cada uno se come la carne de su brazo.
20 Manasés devora a Efraím Efraím a Manasés, y ambos a una van contra Judá. Con todo eso no se ha calmado su ira, y aún sigue su mano extendida.
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Isaías 10
1 ¡Ay! los que decretan decretos inicuos, y los escribientes que escriben vejaciones,
2 excluyendo del juicio a los débiles, atropellando el derecho de los míseros de mi pueblo, haciendo de las viudas su botín, y despojando a los huérfanos.
3 Pues ¿qué haréis para el día de la cuenta y la devastación que de lontananza viene? ¿a quién acudiréis para pedir socorro? ¿dónde dejaréis vuestra gravedad?
4 Con tal de no arrodillarse entre los prisioneros, entre los muertos caerían. Con todo eso no se ha calmado su ira, y aún sigue su mano extendida.
5 ¡Ay, Asur, bastón de mi ira, vara que mi furor maneja!
6 Contra gente impía voy a guiarlo, contra el pueblo de mi cólera voy a mandarlo, a saquear saqueo y pillar pillaje, y hacer que lo pateen como el lodo de las calles.
7 Pero él no se lo figura así, ni su corazón así lo estima, sino que su intención es arrasar y exterminar gentes no pocas.
8 Pues dice: «¿No son mis jefes todos ellos reyes?
9 ¿No es Kalnó como Karkemis? ¿No es Jamat como Arpad? ¿No es Samaría como Damasco?
10 Como alcanzó mi mano a los reinos de los ídolos – cuyas estatuas eran más que las de Jerusalén y Samaría –
11 como hice con Samaría y sus ídolos, ¿no haré asimismo con Jerusalén y sus simulacros?»
12 Pues bien, cuando hubiere dado remate el Señor a todas sus empresas en el monte Sión y en Jerusalén, pasará revista al fruto del engreimiento del rey de Asur y al orgullo altivo de sus ojos.
13 Porque dijo: «Con el poder de mi mano lo hice, y con mi sabiduría, porque soy inteligente, he borrado las fronteras de los pueblos, sus almacenes he saqueado, y he abatido como un fuerte a sus habitantes.
14 Como un nido ha alcanzado mi mano la riqueza de los pueblos, y como se recogen huevos abandonados, he recogido yo toda la tierra, y no hubo quien aleteara ni abriera el pico ni piara.»
15 ¿Acaso se jacta el hacha frente al que corta con ella? ¿o se tiene por más grande la sierra que el que la blande? ¡como si la vara moviera al que la levanta! ¡como si a quien no es madera el bastón alzara!
16 Por eso enviará Yahveh Sebaot entre sus bien comidos, enflaquecimiento, y, debajo de su opulencia, encenderá un incendio como de fuego.
17 La luz de Israel vendrá a ser fuego, y su Santo, llama; arderá y devorará su espino y su zarza en un solo día,
18 y el esplendor de su bosque y de su vergel en alma y en cuerpo será consumido: será como el languidecer de un enfermo.
19 Lo que quede de los árboles de su bosque será tan poco, que un niño los podrá contar.
20 Aquel día no volverán ya el resto de Israel y los bien librados de la casa de Jacob a apoyarse en el que los hiere, sino que se apoyarán con firmeza en Yahveh.
21 Un resto volverá, el resto de Jacob, al Dios poderoso.
22 Que aunque sea tu pueblo, Israel, como la arena del mar, sólo un resto de él volverá. Exterminio decidido, rebosante de justicia.
23 Porque es un exterminio decidido lo que Yahveh Sebaot realizará en medio de toda la tierra.
24 Por tanto, así dice el Señor Yahveh Sebaot: «No temas, pueblo mío que moras en Sión, a Asur que con la vara te da golpes y su bastón levanta contra ti (en el camino de Egipto).
25 Porque un poquito más y se habrá consumado el furor, y mi ira los consumirá.»
26 Despertará contra él Yahveh Sebaot un azote, como cuando la derrota de Madián en la peña de Horeb, o cuando levantó su bastón contra el mar en el camino de Egipto.
27 Aquel día te quitará su carga de encima del hombro y su yugo de sobre tu cerviz será arrancado. Y el yugo será destruido (…)
28 Vino sobre Ayyat, pasó por Migrón, en Mikmás pasó revista.
29 Han pasado el Vado: «Haremos noche en Gueba.» Temblaba Ramá, Guibeá de Saúl huía.
30 ¡Da gritos de júbilo, Bat Gallim, escucha Laisa! ¡Respóndele, Anatot!
31 Se desbandó Madmená. Los habitantes de Guebim se han puesto a salvo.
32 Hoy mismo en Nob haciendo alto menea su mano contra el Monte de la hija de Sión, la colina de Jerusalén.
33 He aquí que el Señor Yahveh Sebaot sacude el ramaje con estrépito; las guías más altas están partidas y las elevadas van a caer.
34 Golpeará las espesuras del bosque con el hierro, y por los golpes de un Poderoso, caerá.
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Isaías 11
1 Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.
2 Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh.
3 Y le inspirará en el temor de Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas.
4 Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado.
5 Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos.
6 Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá.
7 La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja.
8 Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano.
9 Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar.
10 Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la buscarán, y su morada será gloriosa.
11 Aquel día volverá el Señor a mostrar su mano para recobrar el resto de su pueblo que haya quedado de Asur y de Egipto, de Patrós, de Kus, de Elam, de Senaar, de Jamat y de las islas del mar.
12 Izará bandera a los gentiles, reunirá a los dispersos de Israel, y a los desperdigados de Judá agrupará de los cuatro puntos cardinales.
13 Cesará la envidia de Efraím, y los opresores de Judá serán exterminados. Efraím no envidiará a Judá y Judá no oprimirá a Efraím.
14 Ellos se lanzarán sobre la espalda de Filistea Marítima, a una saquearán a los hijos de Oriente. Edom y Moab bajo el dominio de su mano, y los ammonitas bajo su obediencia.
15 Secará Yahveh el golfo del mar de Egipto y agitará su mano contra el Río. Con la violencia de su soplo lo partirá en siete arroyos, y hará posible pasarlo en sandalias;
16 habrá un camino real para el resto de su pueblo que haya sobrevivido de Asur, como lo hubo para Israel, cuando subió del país de Egipto.
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Isaías 12
1 Y dirás aquel día: «Yo te alabo, Yahveh, pues aunque te airaste contra mí, se ha calmado tu ira y me has compadecido.
2 He aquí a Dios mi Salvador: estoy seguro y sin miedo, pues Yahveh es mi fuerza y mi canción, él es mi salvación,»
3 Sacaréis agua con gozo de los hontanares de salvación.»
4 y diréis aquel día: «Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas, pregonad que es sublime su nombre.
5 Cantad a Yahveh, porque ha hecho algo sublime, que es digno de saberse en toda la tierra.
6 Dad gritos de gozo y de júbilo, moradores de Sión, que grande es en medio de ti el Santo de Israel.»
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Isaías 13
1 Oráculo contra Babilonia, que contempló Isaías, hijo de Amós.
2 Sobre el monte pelado izad la bandera, levantad la voz a ellos, agitad la mano y que entren por las puertas de los nobles.
3 Yo he mandado a mis consagrados y también he llamado a mis valientes, para ejecutar mi ira a mis gallardos.
4 ¡Ruido estruendoso en los montes, como de mucha gente! ¡Ruido estrepitoso de reinos, naciones reunidas! Yahveh Sebaot pasa revista a su tropa de combate.
5 Vienen de tierra lejana, del cabo de los cielos, Yahveh y los instrumentos de su enojo para arrasar toda la tierra.
6 Ululad, que cercano está el Día de Yahveh, como la destrucción de Sadday viene.
7 Por eso todos los brazos decaen y todo corazón humano se derrite.
8 Se empavorecen, angustias y apuros les sobrecogen, cual parturienta se duelen. Cada cual se asusta de su prójimo. Son los suyos rostros llameantes.
9 He aquí que el Día de Yahveh viene implacable, el arrebato, el ardor de su ira, a convertir la tierra en yermo y exterminar de ella a los pecadores.
10 Cuando las estrellas del cielo y la constelación de Orión no alumbren ya, esté oscurecido el sol en su salida y no brille la luz de la luna,
11 pasaré revista al orbe por su malicia y a los malvados por su culpa. Haré cesar la arrogancia de los insolentes, y la soberbia de los desmandados humillaré.
12 Haré que el hombre sea más escaso que el oro fino, y la humanidad más que metal de Ofir.
13 Por eso haré temblar los cielos, y se removerá la tierra de su sitio, en el arrebato de Yahveh Sebaot, en el día de su ira hirviente.
14 Será como gacela acosada, como ovejas cuando no hay quien las reúna: cada uno enfilará hacia su pueblo, cada uno huirá hacia su tierra.
15 Todo el que fuere descubierto será traspasado, y todo el que fuere apresado caerá por la espada.
16 Sus párvulos serán estrellados ante sus ojos, serán saqueadas sus casas, y sus mujeres violadas.
17 He aquí que yo despierto contra ellos a los medos, que no estiman la plata, ni desean el oro.
18 Machacarán a todos sus muchachos, estrellarán a todas sus muchachas, del fruto del vientre no se apiadarán ni de las criaturas tendrán lástima sus ojos.
19 Babilonia, la flor de los reinos, prez y orgullo de Caldea, será semejante a Sodoma y Gomorra, destruidas por Dios.
20 No será habitada jamás ni poblada en generaciones y generaciones, ni pondrá tienda allí el árabe, ni pastores apacentarán allí.
21 Allí tendrán aprisco bestias del desierto y se llenarán sus casas de mochuelos. Allí morarán las avestruces y los sátiros brincarán allí.
22 Se responderán las hienas en sus alcázares y los chacales en sus palacios de recreo. Su hora está para llegar y sus días no tendrán prórroga.
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Isaías 14
1 Cuando se compadezca Yahveh de Jacob y prefiera todavía a Israel, los afincará en el solar de ellos, y se les juntarán forasteros, que serán incorporados a la casa de Jacob.
2 Tomarán a otros pueblos y, llevándoselos a su lugar, se los apropiará la casa de Israel sobre el solar de Yahveh como esclavos y esclavas. Harán cautivos a sus cautivadores, y dominarán sobre sus tiranos.
3 Entonces, cuando te haya calmado Yahveh de tu disgusto y tu desazón y de la dura servidumbre a que fuiste sometido,
4 dirigirás esta sátira al rey de Babilonia. Dirás: ¡Cómo ha acabado el tirano, cómo ha cesado su arrogancia!
5 Ha quebrado Yahveh la vara de los malvados, el bastón de los déspotas,
6 que golpeaba a los pueblos con saña golpes sin parar, que dominaba con ira a las naciones acosándolas sin tregua.
7 Está tranquila y quieta la tierra toda, prorrumpe en aclamaciones.
8 Hasta los cipreses se alegran por ti, los cedros del Líbano: «Desde que tú has caído en paz, no sube el talador a nosotros.»
9 El seol, allá abajo, se estremeció por ti saliéndote al encuentro; por ti despierta a las sombras, a todos los jerifaltes de la tierra; hace levantarse de sus tronos a los reyes de todas las naciones.
10 Todos ellos responden y te dicen: «¡También tú te has vuelto débil como nosotros, y a nosotros eres semejante!
11 Ha sido precipitada al seol tu arrogancia al son de tus cítaras. Tienes bajo ti una cama de gusanos, tus mantas son gusanera.
12 ¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones!
13 Tú que habías dicho en tu corazón: «Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Reunión, en el extremo norte.
14 Subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al Altísimo.
15 ¡Ya!: al seol has sido precipitado, a lo más hondo del pozo.»
16 Los que te ven, en ti se fijan; te miran con atención: «¿Ese es aquél, el que hacía estremecer la tierra, el que hacía temblar los reinos,
17 el que puso el orbe como un desierto, y asoló sus ciudades, el que a sus prisioneros no abría la cárcel?»
18 Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con honor, cada uno en su morada.
19 Pero tú has sido arrojado fuera de tu sepulcro, como un brote abominable, recubierto de muertos acuchillados, arrojados sobre las piedras de la fosa, como cadáver pisoteado.
20 No tendrás con ellos sepultura, porque tu tierra has destruido, a tu pueblo has asesinado. No se nombrará jamás la descendencia de los malhechores.
21 Preparad a sus hijos degollina por la culpa de sus padres: no sea que se levanten y se apoderen de la tierra, y llenen de ciudades la haz del orbe.
22 Yo me alzaré contra ellos – oráculo de Yahveh Sebaot – y suprimiré en Babilonia el nombre y resto, hijos y nietos – oráculo de Yahveh.
23 La convertiré en patrimonio de erizos y tierra pantanosa, la barreré con escoba exterminadora – oráculo de Yahveh Sebaot.
24 Ha jurado Yahveh Sebaot diciendo: «Tal como lo había ideado, así fue. Y como lo planeé, así se cumplirá:
25 Quebrantaré a Asur en mi tierra, sobre mis montes le pisotearé. Se apartará su yugo de sobre ellos, su fardo de sobre sus hombros se apartará.»
26 Este es el plan tocante a toda la tierra, y ésta la mano extendida sobre las naciones.
27 Si Yahveh Sebaot toma una decisión, ¿quién la frustrará? Si él extiende su mano, ¿quién se la hará retirar?
28 El año en que murió el rey Ajaz hubo esta oráculo:
29 No te alegres, Filistea toda, porque se haya quebrado la vara del que te hería; pues de raíz de culebra saldrá víbora, y su fruto será dragón volador.
30 Los débiles pacerán en mis pastos y los pobres en seguro se acostarán, mientras que haré morir de hambre tu posteridad, y mataré lo que de ti reste
31 ¡Ulula, puerta! ¡grita, ciudad! ¡derrítete, Filistea toda, que del norte una humareda viene, y nadie deserta en sus columnas!
32 ¿Y qué se responderá a los mensajeros de esa gente?: «Que Yahveh fundó a Sión, y en ella se refugiarán los pobres de su pueblo.»
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Isaías 15
1 Oráculo sobre Moab. Porque de noche ha sido saqueada, Ar Moab ha perecido Porque de noche ha sido saqueada, Quir Moab ha perecido.
2 Subía la hija de Dibbón a los oteros llorando: sobre el Nebo y sobre Medba Moab ulula. En todas sus cabezas, calvicie; toda barba, raída.
3 En sus calles se han ceñido sayal, sobre sus azoteas y en sus plazas todo el mundo ulula, baja llorando.
4 Gritaban Jesbón y Elalé, hasta Yahas se oía su voz. Por eso los guerreros de Moab tiemblan, su alma le tiembla dentro.
5 Su corazón por Moab clama, sus fugitivos van hasta Soar (Eglat Selisiyyá). ¡La cuesta de Lujit la suben llorando, y por el camino de Joronáyim dan gritos desgarrados!
6 ¡Las aguas de Nimrim son un sequedal, y se ha secado la hierba, se agostó el césped, no hay verdor!
7 Por eso hicieron ahorros… y sus reservas allende el arroyo de los Sauces se las llevan.
8 ¡Los gritos han rodeado las fronteras de Moab; hasta Egláyim llega su ulular, en Beer Elim su ulular!
9 ¡Las aguas de Dimón van llenas de sangre! ¡Aún más añadiré sobre Dimón! ¡Contra los escapados de Moab, y contra los que queden en su suelo un león!
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Isaías 16
1 Enviad corderos al señor del país desde la Roca del Desierto al monte de la hija de Sión.
2 Como aves espantadas, nidada dispersa, serán las hijas de Moab cabe los vados del Arnón.
3 Presenta algún plan, toma una decisión. Haz tu sombra como la noche en pleno mediodía; esconde a los acosados, al fugitivo no delates.
4 Acójanse en ti los acosados de Moab; sé para ellos cobijo ante el devastador. Cuando no queden tiranos, acabe la devastación, y desaparezcan del país los opresores,
5 será establecido sobre la piedad el trono, y se sentará en él con lealtad – en la tienda de David – un juez que busque el derecho, y sea presto a la justicia.
6 Hemos oído la arrogancia de Moab: ¡una gran arrogancia! Su altanería, su arrogancia y su furor y sus bravatas sin fuerza.
7 Por eso, que ulule Moab por Moab; ulule todo él. Por los panes de uvas de Quir Jaréset gimen: «¡Ay, abatidos!»
8 Pues la campiña de Jesbón se ha marchitado, el viñedo de Sibmá, cuyas cepas majaron los señores de las gentes. Hasta Yazer alcanzaban, se perdían por el desierto, sus frondas se extendían, pasaban la mar.
9 Por eso voy a llorar como llora Yazer, viña de Sibmá. Te regaré con mis lágrimas, Jesbón y Elalé, porque sobre tu cosecha y sobre tu segada se ha extinguido el clamor,
10 y se retira del vergel alegría y alborozo, y en las viñas no se lanzan cantos de júbilo, ni gritos. Vino en los lagares no pisa el pisador: el clamor ha cesado.
11 Por eso mis entrañas por Moab como el arpa resuenan, y mi interior por Quir Jeres.
12 Luego, cuando vea Moab que se cansa sobre el alto, entrará a su santuario a orar, pero nada podrá.
13 Esta es la palabra que en un tiempo pronunció Yahveh acerca de Moab.
14 Y ahora ha hablado Yahveh diciendo: «Dentro de tres años, como años de jornalero, será despreciada la gloria de Moab con toda su numerosa muchedumbre, y el resto será pequeñísimo, insignificante.»
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Isaías 17
1 Oráculo contra Damasco. He aquí que Damasco deja de ser ciudad, y va a ser montón de derribo.
2 Abandonadas sus ciudades para siempre, serán para los ganados; se acostarán allí y no habrá quien los espante.
3 Dejará de existir el baluarte de Efraím y el reinado de Damasco, y el resto de Aram vendrá a ser como la gloria de los israelitas – oráculo de Yahveh Sebaot -.
4 Aquel día, será debilitada la gloria de Jacob, y su gordura enflaquecerá.
5 Será como cuando apuña un segador la mies, y su brazo las espigas siega; será como espigador en el valle de Refaím,
6 – que quedan en él rebuscos -; como en el vareo del olivo: dos, tres bayas en la punta de la guía; cuatro, cinco en sus ramas fructíferas – oráculo de Yahveh, el Dios de Israel -.
7 Aquel día se dirigirá el hombre a su Hacedor, y sus ojos hacia el Santo de Israel mirarán.
8 No se fijará en los altares, obras de sus manos, ni lo que hicieron sus dedos mirará: los cipos y las estelas solares.
9 Aquel día estarán tus ciudades abandonadas, como cuando el abandono de los bosques y matorrales, ante los hijos de Israel: habrá desolación.
10 Porque olvidaste a Dios tu salvador, y de la Roca de tu fortaleza no te acordaste. Por eso plantabas plantíos deleitosos, y de mugrón extranjero los sembraste.
11 Hoy tu plantío veías crecer, y florecer desde la mañana tu simiente. Pero desaparecerá la mies el día de la enfermedad, y el dolor será incurable.
12 ¡Ay!, bramar de muchos pueblos, como bramar de mares braman. Retumbar de naciones que retumban como retumbo de crecidas aguas.
13 (De naciones que retumban como retumbo de crecidas aguas.) Pero él las increpa, y de lejos huyen, y son perseguidas como el tamo de los montes por el viento, y como torbellino por el huracán.
14 A la hora del atardecer se presenta el miedo, antes de la mañana ya no existen. Esea sea la parte de nuestros despojadores, la suerte de nuestros saqueadores.
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Isaías 18
1 ¡Ay, tierra de susurro de alas, la de allende los ríos de Kus,
2 la que envía por mar embajadores, y en barcos de juncos sobre la haz de las aguas! Id, mensajeros ligeros, a la nación esbelta y de brillante piel, al pueblo temible desde siempre, nación vigorosa y dominadora, cuya tierra surcan ríos.
3 Todos los moradores del orbe y habitantes de la tierra, al izarse pendón en los montes, mirad, al tañerse el cuerno, escuchad;
4 que así me ha dicho Yahveh: Estaré quedo y observaré desde mi puesto, como calor ardiente al brillar la luz, como nube de rocío en el calor de la siega.
5 Pues antes de la siega, al acabar la floración, cuando su fruto en cierne comience a madurar, cortará los sarmientos con la podadera y los pámpanos viciosos arrancará y podará.
6 Serán dejados juntamente a merced de las aves rapaces de los montes y de las bestias de la tierra; pasarán allí el verano las rapaces y toda bestia terrestre allí invernará.
7 En aquel tiempo se presentará un obsequio a Yahveh Sebaot, al lugar del nombre de Yahveh Sebaot, el monte Sión, de parte de un pueblo esbelto y de brillante piel, y de parte de un pueblo temible desde siempre, nación vigorosa y dominadora, cuya tierra surcan ríos.
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Isaías 19
1 Oráculo contra Egipto. Allá va Yahveh cabalgando sobre nube ligera y entra en Egipto, se tambalean los ídolos de Egipto ante él y el corazón de Egipto se derrite en su interior.
2 Revolveré a egipcios contra egipcios, peleará cada cual con su hermano, y cada uno con su compañero, ciudad contra ciudad, reino contra reino.
3 Se trastornará el espíritu de Egipto en su interior, y sus planes anularé. Consultarán a los ídolos, a los brujos, a los nigromantes y los adivinos.
4 Entregaré a Egipto en manos de un señor duro, y un rey cruel los dominará -oráculo del Señor Yahveh Sebaot-.
5 Se desecarán las aguas del mar, y el Río se secará y quedará seco; hederán los ríos,
6 menguarán y se secarán los canales de Egipto. La caña y el junco se marchitarán.
7 Los prados junto al canal, junto al borde del canal, y todo sembrado del canal se secarán, serán aventados y desaparecerán.
8 Gemirán los pescadores, y se lamentarán todos los que echan en el canal anzuelo; y los que extienden red sobre las aguas, languidecerán.
9 Estarán confusos los que trabajan el lino, cardadoras y tejedores palidecerán.
10 Estarán sus tejedores abatidos, todos los jornaleros desanimados.
11 En verdad, están locos los príncipes de Soán, los sabios consejeros de Faraón forman un estúpido consejo. ¿Cómo decís a Faraón: «Hijo de sabios soy, hijo de reyes antiguos?»
12 Pues entonces, ¿dónde están tus sabios? Que te manifiesten, pues, y te hagan conocer lo que ha planeado Yahveh Sebaot tocante a Egipto.
13 Han enloquecido los príncipes de Soán, han sido engañados los príncipes de Nof; los jefes de sus tribus extravían a Egipto.
14 Yahveh ha infundido en ellos espíritu de vértigo que hace dar tumbos a Egipto en todas sus empresas, como se tambalea el ebrio en su vomitona.
15 Y no le sale bien a Egipto empresa alguna que haga la cabeza o la cola, la palmera o el junco.
16 Aquel día será Egipto como las mujeres. Temblará y se espantará cada vez que Yahveh Sebaot menee su mano contra él.
17 El territorio de Judá será la afrenta de Egipto: cada vez que se lo mienten, se espantará ante los planes que Yahveh Sebaot está trazando contra él.
18 Aquel día habrá cinco ciudades en tierra de Egipto que hablarán la lengua de Canaán y que jurarán por Yahveh Sebaot: Ir Haheres se llamará una de ellas.
19 Aquel día habrá un altar de Yahveh en medio del país de Egipto y una estela de Yahveh junto a su frontera.
20 Estará como señal y testimonio de Yahveh Sebaot en el país de Egipto. Cuando clamen a Yahveh a causa de los opresores, les enviará un libertador que los defenderá y librará.
21 Será conocido Yahveh de Egipto, y conocerá Egipto a Yahveh aquel día, le servirán con sacrificio y ofrenda, harán votos a Yahveh y los cumplirán.
22 Yahveh herirá a Egipto, pero al punto le curará. Se convertirán a Yahveh, y él será propicio y los curará.
23 Aquel día habrá una calzada desde Egipto a Asiria. Vendrá Asur a Egipto y Egipto a Asiria, y Egipto servirá a Asur.
24 Aquel día será Israel tercero con Egipto y Asur, objeto de bendición en medio de la tierra,
25 pues le bendecirá Yahveh Sebaot diciendo: «Bendito sea mi pueblo Egipto, la obra de mis manos Asur, y mi heredad Israel.»
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Isaías 20
1 El año en que vino el copero mayor a Asdod -cuando le envió Sargón, rey de Asur, y atacó a Asdod y la tomó-,
2 en aquella sazón habló Yahveh por medio de Isaías, hijo de Amós, en estos términos: «Ve y desata el sayal de tu cintura, y quítate las sandalias de los pies.» El lo hizo así, y anduvo desnudo y descalzo.
3 Dijo Yahveh: «Así como ha andado mi siervo Isaías desnudo y descalzo tres años como señal y presagio respecto a Egipto y Kus,
4 así conducirá el rey de Asur a los cautivos de Egipto y a los deportados de Kus, mozos y viejos, desnudos, descalzos y nalgas al aire – desnudez de Egipto.
5 Se quedarán asustados y confusos por Kus, su esperanza, y por Egipto, su prez.
6 Y dirán los habitantes de esta costa aquel día: «Ahí tenéis en qué ha parado la esperanza nuestra, adonde acudíamos en busca de auxilio para librarnos del rey de Asur. Pues ¿cómo nos escaparemos nosotros?
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Isaías 21
1 Oráculo sobre el Desierto Marítimo. Como torbellinos pasando por el Négueb vienen del desierto, del país temible.
2 Una visión dura me ha sido mostrada: El saqueador saquea y el devastador devasta. Sube Elam; asedia, Media. He hecho cesar todo suspiro.
3 Por eso mis riñones se han llenado de espanto. En mí hacen presa dolores, como dolores de parturienta. Estoy pasmado sin poder oír, me estremezco sin ver.
4 He perdido el sentido, escalofríos me sobrecogen. El crepúsculo de mis anhelos se me convierte en sobresalto.
5 Se prepara la mesa, se despliega el mantel, se come y se bebe. – ¡Levantaos, jefes, engrasad el escudo!
6 Pues así me ha dicho el Señor: «Anda, pon un vigía que vea y avise.
7 Cuando vea carros, troncos de caballos, jinetes en burro, jinetes en camello, preste atención, mucha atención.»
8 Y exclamó el vigía: «Sobre la atalaya, mi señor, estoy firme a lo largo del día, y en mi puesto de guardia estoy firme noches enteras.
9 Pues bien: por ahí vienen jinetes, troncos de caballos.» Replicó y dijo: «¡Cayó, cayó Babilonia, y todas las estatuas de sus dioses se han estrellado contra el suelo!»
10 Trilla mía y parva de mi era: lo que he oído de parte de Yahveh Sebaot, Dios de Israel, os lo he anunciado.
11 Oráculo sobre Duma. Alguien me grita desde Seír: «Centinela, ¿qué hay de la noche? centinela, ¿qué hay de la noche?»
12 Dice el centinela: «Se hizo de mañana y también de noche. Si queréis preguntar, volveos, venid.»
13 Oráculo en la estepa. En el bosque, en la estepa, haced noche, caravanas de dedanitas.
14 Al encuentro del sediento llevad agua, habitantes del país de Temá; salid con pan al encuentro del fugitivo.
15 Pues de las espadas huyen, de la espada desnuda, del arco tendido, de la pesadumbre de la guerra.
16 Pues así me ha dicho el Señor: «Al cabo de un año como año de jornalero se habrá consumido toda la gloria de Quedar.
17 Del resto de los arqueros, de los paladines, de los bravos de los hijos de Quedar, quedarán pocos, porque Yahveh, Dios de Israel, lo ha dicho.»
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Isaías 22
1 Oráculo contra el valle de la Visión. ¿Qué tienes ahora, que has subido en pleno a las azoteas,
2 de rumores henchida, ciudad alborotada, villa bullanguera? Tus caídos no son caídos a espada ni muertos en guerra.
3 Todos sus jefes huyeron a una: del arco escapaban. Todos tus valientes fueron apresados a una: lejos huían.
4 Por eso he dicho: «¡Apartaos de mí! Voy a llorar amargamente. No os empeñéis en consolarme por la devastación de la hija de mi pueblo.»
5 Porque es día de perturbación, de extravío y de aplastamiento para el Señor Yahveh Sebaot. En el valle de la Visión se zapa un muro y el grito de socorro llega a la montaña,
6 Elam lleva el carcaj, Aram monta a caballo, Quir desnuda el escudo.
7 Tus mejores valles se vieron llenos de carros, y los de a caballo formaron frente a la puerta.
8 Entonces cayó la defensa de Judá. Contemplasteis aquel día el arsenal de la Casa del Bosque.
9 Y las brechas de la ciudad de David visteis que eran muchas, y reunisteis las aguas de la alberca inferior.
10 Las casas de Jerusalén contasteis, y demolisteis casas para fortificar la muralla.
11 Un estanque hicisteis entre ambos muros para las aguas de la alberca vieja; pero no os fijasteis en su Hacedor, al que desde antiguo lo ideó de lejos no le visteis.
12 Llamaba el Señor Yahveh Sebaot aquel día a lloro y a lamento y a raparse y ceñirse de sayal,
13 mas lo que hubo fue jolgorio y alegría, matanza de bueyes y degüello de ovejas, comer carne y beber vino: «¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!»
14 Entonces me reveló al oído Yahveh Sebaot: «No será expiada esa culpa hasta que muráis» – ha dicho el Señor Yahveh Sebaot -.
15 Así dice el Señor Yahveh Sebaot: Preséntate al mayordomo, a Sebná, encargado del palacio,
16 el que labra en alto su tumba, el que se talla en la peña una morada: «¿Qué es tuyo aquí y a quién tienes aquí, que te has labrado aquí una tumba?»
17 He aquí que Yahveh te hace rebotar, hombre, y te vuelve a agarrar.
18 Te enrolla en ovillo, como una pelota en tierra de amplios espacios. Allí morirás, y allí irán tus carrozas gloriosas, vergüenza del palacio de tu señor.
19 Te empujaré de tu peana y de tu pedestal te apearé.
20 Aquel día llamaré a mi siervo Elyaquim, hijo de Jilquías.
21 Le revestiré de tu túnica, con tu fajín le sujetaré, tu autoridad pondré en su mano, y será él un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá.
22 Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá.
23 Le hincaré como clavija en lugar seguro, y será trono de gloria para la casa de su padre.
24 Colgarán allí todo lo de valor de la casa de su padre – sus descendientes y su posteridad -, todo el ajuar menudo, todas las tazas y cántaros.
25 Aquel día – oráculo de Yahveh Sebaot – se removerá la clavija hincada en sitio seguro, cederá y caerá, y se hará añicos el peso que sostenía, porque Yahveh ha hablado.
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Isaías 23
1 Oráculo sobre Tiro. Ululad, naves de Tarsis, porque ha sido destruida vuestra fortaleza. De vuelta del país de Kittim les ha sido descubierto.
2 Quedad mudos, habitantes de la costa, mercaderes de Sidón, cuyos viajantes atravesaban el mar
3 por las aguas inmensas. La siembra del canal, la siega del Nilo, era su riqueza, y ella era el mercado de las naciones.
4 Avergüénzate, Sidón, porque ha dicho la mar: «No tuve dolores ni di a luz, ni crié mancebos, ni eduqué doncellas.»
5 En cuanto se oiga la nueva en Egipto, se dolerán de las nuevas de Tiro.
6 Pasad a Tarsis, ululad, habitantes de la costa:
7 ¿Es ése vuestro emporio arrogante, de remota antigüedad, cuyos pies le llevaron lejos en sus andanzas?
8 ¿Quién ha planeado esto contra Tiro, la coronada cuyos comerciantes eran príncipes, cuyos traficantes eran nobles de la tierra?
9 Es Yahveh Sebaot quien ha planeado profanar el orgullo de toda su magnificencia y envilecer a todos los nobles de la tierra.
10 Cultiva tu tierra, hija de Tarsis: no hay puerto ya.
11 Su mano extendió él sobre la mar, hizo estremecer los reinos. Yahveh mandó respecto a Canaán, demoler sus castillos,
12 y dijo: No vuelvas más a rebullir, doncella oprimida, hija de Sidón. Levántate y vete a Kittim, que tampoco allí tendrás reposo.
13 Ahí tienes la tierra de los caldeos; no eran un pueblo; Asur la fundó para las bestias del desierto. Levantaron torres de asalto, demolieron sus alcázares, la convirtieron en ruinas.
14 Ululad, naves de Tarsis, porque ha sido destruida vuestra fortaleza.
15 Aquel día quedará en olvido Tiro durante setenta años. En los días de otro rey, al cabo de setenta años, le sucederá a Tiro como en la canción de la ramera:
16 «Toma el arpa, rodea la ciudad, ramera olvidada: tócala bien, canta a más y mejor, para que seas recordada.»
17 Bien, al cabo de los setenta años visitará Yahveh a Tiro, y ella volverá a su ganancia y se prostituirá a todos los reinos de la tierra sobre la haz de la tierra.
18 Será su mercadería y su ganancia consagrada a Yahveh. No será atesorada ni almacenada, sino que para los que moren delante de Yahveh será su mercadería, para comer a saciedad y para cubrirse espléndidamente.
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Isaías 24
1 He aquí que Yahveh estraga la tierra, la despuebla, trastorna su superficie y dispersa a los habitantes de ella:
2 al pueblo como al sacerdote; al siervo como al señor; a la criada como a su señora; al que compra como al que vende; al que presta como al prestatario; al acreedor como a su deudor.
3 Devastada será la tierra y del todo saqueada, porque así ha hablado Yahveh.
4 En duelo se marchitó la tierra, se amustia, se marchita el orbe, el cielo con la tierra se marchita.
5 La tierra ha sido profanada bajo sus habitantes, pues traspasaron las leyes, violaron el precepto, rompieron la alianza eterna.
6 Por eso una maldición ha devorado la tierra, y tienen la culpa los que habitan en ella. Por eso han sido consumidos los habitantes de la tierra, y quedan pocos del linaje humano.
7 El mosto estaba triste, la viña mustia: se trocaron en suspiros todas las alegrías del corazón.
8 Cesó el alborozo de los tímpanos, suspendióse el estrépito de los alegres, cesó el alborozo del arpa.
9 No beben vino cantando: amarga el licor a sus bebedores.
10 Ha quedado la villa vacía, ha sido cerrada toda casa, y no se puede entrar.
11 Se lamentan en las calles por el vino. Desapareció toda alegría, emigró el alborozo de la tierra.
12 Ha quedado en la ciudad soledad, y de desolación está herida la puerta.
13 Porque en medio de la tierra, en mitad de los pueblos, pasa como en el vareo del olivo, como en los rebuscos cuando acaba la vendimia.
14 Ellos levantan su voz y lanzan hurras; la majestad de Yahveh aclaman desde el mar.
15 Por eso, en Oriente glorificad a Yahveh, en las islas del mar el nombre de Yahveh, Dios de Israel.
16 Desde el confín de la tierra cánticos hemos oído: «¡Gloria al justo!» Y digo: «¡Menguado de mí, menguado de mí! ¡Ay de mí, y de estos malvados que hacen maldad, los malvados que han consumado la maldad!»
17 ¡Pánico, hoya y trampa contra ti, morador de la tierra!
18 Sucederá que el que escape del pánico, caerá en la hoya, y el que suba de la hoya, será preso en la trampa. Porque las esclusas de lo alto han sido abiertas, y se estremecen los cimientos de la tierra,
19 Estalla, estalla la tierra, se hace pedazos la tierra, sacudida se bambolea la tierra,
20 vacila, vacila la tierra como un beodo, se balancea como una cabaña; pesa sobre ella su rebeldía, cae, y no volverá a levantarse.
21 Aquel día castigará Yahveh al ejército de lo alto en lo alto y a los reyes de la tierra en la tierra;
22 serán amontonados en montón los prisioneros en el pozo, serán encerrados en la cárcel y al cabo de muchos días serán visitados.
23 Se afrentará la luna llena, se avergonzará el pleno sol, cuando reine Yahveh Sebaot en el monte Sión y en Jerusalén, y esté la Gloria en presencia de sus ancianos.
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Isaías 25
1 Yahveh, tú eres mi Dios, yo te ensalzo, alabo tu nombre, porque haschecho maravillas y planes muy de antemano que no fallan.
2 Porque has puesto la ciudad como un majano, y la villa fortificada,checha como una ruina; el alcázar de orgullosos no es ya ciudad, y nuncacserá reedificado.
3 Por eso te glorificará un pueblo poderoso, villa de gentes despóticas te temerá.
4 Porque fuiste fortaleza para el débil, fortaleza para el pobre en su aprieto, parapeto contra el temporal, sombra contra el calor. Porque el aliento de los déspotas es como lluvia de invierno.
5 Como calor en sequedal humillarás el estrépito de los poderosos; como el calor a la sombra de una nube, el himno de los déspotas se debilitará.
6 Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados;
7 consumirá en este monte el velo que cubre a todos los pueblos y la cobertura que cubre a todos los gentes;
8 consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado.
9 Se dirá aquel día: «Ahí tenéis a nuestro Dios: esperamos que nos salve; éste es Yahveh en quien esperábamos; nos regocijamos y nos alegramos por su salvación.»
10 Porque la mano de Yahveh reposará en este monte, Moab será aplastado en su sitio como se aplasta la paja en el muladar.
11 Extenderá en medio de él sus manos como las extiende el nadador al nadar, pero Yahveh abajará su altivez y el esfuerzo de sus manos.
12 La fortificación inaccesible de tus murallas derrocará, abajará, la hará tocar la tierra, hasta el polvo.
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Isaías 26
1 Aquel día se cantará este cantar en tierra de Judá: «Ciudad fuerte tenemos; para protección se le han puesto murallas y antemuro.
2 Abrid las puertas, y entrará una gente justa que guarda fidelidad;
3 de ánimo firme y que conserva la paz, porque en ti confió.
4 Confiad en Yahveh por siempre jamás, porque en Yahveh tenéis una Roca eterna.
5 Porque él derroca a los habitantes de los altos, a la villa inaccesible; la hace caer, la abaja hasta la tierra, la hace tocar el polvo;
6 la pisan pies, pies de pobres, pisadas de débiles.»
7 La senda del justo es recta; tú allanas la senda recta del justo.
8 Pues bien, en la senda de tus juicios te esperamos, Yahveh; tu nombre y tu recuerdo son el anhelo del alma.
9 Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco. Porque cuando tú juzgas a la tierra, aprenden justicia los habitantes del orbe.
10 Aunque se haga gracia al malvado, no aprende justicia; en tierra recta se tuerce, y no teme la majestad de Yahveh.
11 Yahveh, alzada está tu mano, pero no la ven; verán tu celo por el pueblo y se avergonzarán, tu ira ardiente devorará a tus adversarios.
12 Yahveh, tú nos pondrás a salvo, que también llevas a cabo todas nuestras obras.
13 Yahveh, Dios nuestro, nos han dominado otros señores fuera de ti, pero no recordaremos otro Nombre sino el tuyo.
14 Los muertos no vivirán, las sombras no se levantarán, pues los has castigado, los has exterminado y has borrado todo recuerdo de ellos.
15 Has aumentado la nación, Yahveh, has aumentado la nación y te has glorificado, has ampliado todos los límites del país.
16 Yahveh, en el aprieto de tu castigo te buscamos; la angustia de la opresión era tu castigo para nosotros.
17 Como cuando la mujer encinta está próxima al parto sufre, y se queja en su trance, así éramos nosotros delante de ti, Yahveh.
18 Hemos concebido, tenemos dolores como si diésemos a luz viento; pero no hemos traído a la tierra salvación, y no le nacerán habitantes al orbe.
19 Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán, despertarán y darán gritos de júbilo los moradores del polvo; porque rocío luminoso es tu rocío, y la tierra echará de su seno las sombras.
20 Vete, pueblo mío, entra en tus cámaras y cierra tu puerta tras de ti, escóndete un instante hasta que pase la ira.
21 Porque he ahí a Yahveh que sale de su lugar a castigar la culpa de todos los habitantes de la tierra contra él; descubre la tierra sus manchas de sangre y no tapa ya a sus asesinados.
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Isaías 27
1 Aquel día castigará Yahveh con su espada dura, grande, fuerte, a Leviatán, serpiente huidiza, a Leviatán, serpiente tortuosa, y matará al dragón que hay en el mar.
2 Aquel día se dirá: Viña deliciosa, cantadla.
3 Yo, Yahveh, soy su guardián. A su tiempo la regaré. Para que no se la castigue, de noche y de día la guardaré.
4 – Ya no tengo muralla. ¿Quién me ha convertido en espinos y abrojos? – Yo les haré guerra y los pisotearé, los quemaré todos a una,
5 o que se acojan a mi amparo, que hagan la paz conmigo, que conmigo hagan la paz.
6 En los días que vienen arraigará Jacob, echará Israel flores y frutos, y se llenará la haz de la tierra de sus productos.
7 ¿Acaso le ha herido como hirió a quien le hería? ¿ha sido muerto él como fueron muertos sus matadores?
8 Te querellaste con ella y la echaste, la despediste; la echó con su aliento áspero como viento de Oriente.
9 En verdad, con esto sería expiada la culpa de Jacob, y éste sería todo el fruto capaz de apartar su pecado; dejar todas las piedras que le sirven de ara de altar como piedras de cal desmenuzadas. Cipos y estelas del sol no se erigirán,
10 pues la ciudad fortificada ha quedado solitaria, mansión dejada y abandonada como un desierto donde el novillo pace, se tumba y ramonea.
11 Cuando se seca su ramaje es quebrado en astillas: vienen mujeres y le prenden fuego. Por no ser éste un pueblo inteligente, por eso no le tiene piedad su Hacedor, su Plasmador no le otorga gracia.
12 Aquel día vareará Yahveh desde la corriente del Río hasta el torrente de Egipto, y vosotros seréis reunidos de uno en uno, hijos de Israel.
13 Aquel día se tocará un cuerno grande, y vendrán los perdidos por tierra de Asur y los dispersos por tierra de Egipto, y adorarán a Yahveh en el monte santo de Jerusalén.
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Isaías 28
1 ¡Ay, corona de arrogancia -borrachos de Efraím- y capullo marchito -gala de su adorno- que está en el cabezo del valle fértil, aficionados al vino!
2 He aquí que uno, fuerte y robusto, enviado por el Señor, como una granizada, como huracán devastador, como aguacero torrencial de desbordadas aguas, los echará a tierra con la mano.
3 Con los pies será hollada la corona de arrogancia, los borrachos de Efraím,
4 y el capullo marchito, gala de su adorno, que está en el cabezo del valle fértil; y serán como la breva que precede al verano, que, en cuanto la ve uno, la toma con la mano y se la come.
5 Aquel día será Yahveh Sebaot corona de gala, diadema de adorno para el resto de su pueblo,
6 espíritu de juicio para el que se siente en el tribunal, y energía para los que rechazan hacia la puerta a los atacantes.
7 También ésos por el vino desatinan y por el licor divagan: sacerdotes y profetas desatinan por el licor, se ahogan en vino, divagan por causa del licor, desatinan en sus visiones, titubean en sus decisiones.
8 Porque todas las mesas están cubiertas de vómito asqueroso, sin respetar sitio.
9 «¿A quién se instruirá en el conocimiento? ¿a quién se le hará entender lo que oye? A los recién destetados, a los retirados de los pechos.
10 Porque dice: Sau la sau, sau la sau, cau la cau, cau la cau, zeer sam, zeer sam. »
11 Sí, con palabras extrañas y con lengua extranjera hablará a este pueblo
12 él, que les había dicho: «¡Ahora, descanso! Dejad reposar al fatigado. ¡Ahora, calma!» Pero ellos no han querido escuchar.
13 Ahora Yahveh les dice: « Sau la sau, sau la sau, cau la cau, cau la cau, zeer sam, zeer sam », de suerte que vayan y caigan hacia atrás y se fracturen, caigan en la trampa y sean presos.
14 Por tanto oíd la palabra de Yahveh, hombres burlones, señores de este pueblo de Jerusalén.
15 Porque habéis dicho: «Hemos celebrado alianza con la muerte, y con el seol hemos hecho pacto, cuando pasare el azote desbordado, no nos alcanzará, porque hemos puesto la mentira por refugio nuestro y en el engaño nos hemos escondido.»
16 Por eso, así dice el Señor Yahveh: «He aquí que yo pongo por fundamento en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: quien tuviere fe en ella no vacilará.
17 Pondré la equidad como medida y la justicia como nivel.» Barrerá el granizo el refugio de mentira y las aguas inundarán el escondite.
18 Será rota vuestra alianza con la muerte y vuestro pacto con el seol no se mantendrá. Cuando pasare el azote desbordado, os aplastará.
19 Siempre que pase os alcanzará. Porque mañana tras mañana pasará, de día y de noche, y habrá estremecimiento sólo con oírlo.
20 La cama será corta para poder estirarse y el cobertor será estrecho para poder taparse.
21 Porque como en el monte Perasim surgirá Yahveh, como en el valle de Gabaón se enfurecerá para hacer su acción, su extraña acción, y para trabajar su trabajo, su exótico trabajo.
22 Ahora no os burléis, no sea que se aprieten vuestras ligaduras. Porque cosa concluida y decidida he oído de parte de Yahveh Sebaot, tocante a toda la tierra.
23 Escuchad y oíd mi voz, atended y oíd mi palabra.
24 ¿Acaso cada día ara al arador para sembrar, abre y rompe su terreno?
25 Luego que ha igualado su superficie, ¿no esparce la neguilla, y desparrama el comino, y pone trigo, cebada y espelta, cada cosa en su tablar?
26 Quien le enseña esta usanza, quien le instruye es su Dios.
27 Porque no con el trillo es trillada la neguilla, ni se hace girar rueda de carreta sobre el comino; sino que con el bastón es apaleada la neguilla, y el comino con la vara.
28 ¿Se tritura el grano? No. No se le trilla indefinidamente; se hace girar la rueda de la carreta, y se le limpia, pero sin triturarlo.
29 También esto de Yahveh Sebaot ha salido: trazar un plan maravilloso, llevar a un gran acierto.
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Isaías 29
1 ¡Ay, Ariel, Ariel, villa donde acampó David! Añadid año sobre año, las fiestas completen su ciclo,
2 y pondré en angustias a Ariel, y habrá llanto y gemido. Ella será para mí un Ariel;
3 acamparé en círculo contra ti, estrecharé contra ti la estacada, y levantaré contra ti trinchera;
4 serás abatida, desde la tierra hablarás, por el polvo será ahogada tu palabra, tu voz será como un espectro de la tierra, y desde el polvo tu palabra será como un susurro.
5 Y será como polvareda fina la turba de tus soberbios, y como tamo que pasa la turba de tus potentados. Sucederá que, de un momento a otro,
6 de parte de Yahveh Sebaot serás visitada con trueno, estrépito y estruendo, turbión, ventolera y llama de fuego devoradora,
7 Será como un sueño, visión nocturna, la turba de todas las gentes que guerrean contra Ariel, todas sus milicias y las máquinas de guerra que la oprimen.
8 Será como cuando el hambriento sueña que está comiendo, pero despierta y tiene el estómago vacío; como cuando el sediento sueña que está bebiendo, pero se despierta cansado y sediento. Así será la turba de todas las gentes, que guerrean contra el monte Sión.
9 Idiotizaos y quedad idiotas, cegaos y quedad ciegos; emborrachaos, pero no de vino, tambaleaos, y no por el licor.
10 Porque ha vertido sobre vosotros Yahveh espíritu de sopor, he pegado vuestros ojos (profetas) y ha cubierto vuestras cabezas (videntes).
11 Toda revelación será para vosotros como palabras de un libro sellado, que da uno al que sabe leer diciendo: «Ea, lee eso»; y dice el otro: «No puedo, porque está sellado»;
12 y luego pone el libro frente a quien no sabe leer, diciendo: «Ea, lee eso»; y dice éste: «No sé leer»
13 Dice el Señor: Por cuanto ese pueblo se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí, y el temor que me tiene son preceptos enseñados por hombres,
14 por eso he aquí que yo sigo haciendo maravillas con ese pueblo, haciendo portentosas maravillas; perderé la sabiduría de sus sabios, y eclipsaré el entendimiento de sus entendidos.
15 Ay de los que se esconden de Yahveh para ocultar sus planes, y ejecutan sus obras en las tinieblas, y dicen: «¿Quién nos ve, quién nos conoce?»
16 ¡Qué error el vuestro! ¿Es el alfarero como la arcilla, para que diga la obra a su hacedor: «No me ha hecho», y la vasija diga de su alfarero: «No entiende el oficio?»
17 ¿Acaso no falta sólo un poco, para que el Líbano se convierta en vergel, y el vergel se considere una selva?
18 Oirán aquel día los sordos palabras de un libro, y desde la tiniebla y desde la oscuridad los ojos de los ciegos las verán,
19 los pobres volverán a alegrarse en Yahveh, y los hombres más pobres en el Santo de Israel se regocijarán.
20 Porque se habrán terminado los tiranos, se habrá acabado el hombre burlador, y serán exterminados todos los que desean el mal;
21 los que declaran culpable a otro con su palabra, y tienden lazos al que juzga en la puerta, y desatienden al justo por una nonada.
22 Por tanto, así dice Yahveh, Dios de la casa de Jacob, el que rescató a Abraham: «No se avergonzará en adelante Jacob, ni en adelante su rostro palidecerá;
23 porque en viendo a sus hijos, las obras de mis manos, en medio de él, santificarán mi Nombre.» Santificarán al Santo de Jacob, y al Dios de Israel tendrán miedo.
24 Los descarriados alcanzarán inteligencia, y los murmuradores aprenderán doctrina.
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Isaías 30
1 ¡Ay de los hijos rebeldes – oráculo de Yahveh – para ejecutar planes, que no son míos, y para hacer libaciones de alianza, mas no a mi aire, amontonando pecado sobre pecado!
2 Los que bajan a Egipto sin consultar a mi boca, para buscar apoyo en la fuerza de Faraón y ampararse a la sombra de Egipto.
3 La fuerza del Faraón se os convertirá en vergüenza, y el amparo de la sombra de Egipto, en confusión.
4 Cuando estuvieron en Soán sus jefes, y cuando sus emisarios llegaron a Janés,
5 todos llevaron presentes a un pueblo que les será inútil, a un pueblo que no sirve de ayuda – ni de utilidad – sino de vergüenza y de oprobio.
6 Oráculo sobre los animales del Négueb. Por tierra de angustia y aridez, de leona y de león rugiente, de áspid y dragón volador, llevan a lomos de pollinos su riqueza, y sobre jiba de camellos sus tesoros hacia un pueblo que no les será útil,
7 a Egipto, cuyo apoyo es huero y vano. Por eso he llamado a ese pueblo «Ráhab la cesante.»
8 Ahora ven, escríbelo en una tablilla, grábalo en un libro, y que dure hasta el último día, para testimonio hasta siempre:
9 Que es un pueblo terco, criaturas hipócritas, hijos que no aceptan escuchar la instrucción de Yahveh;
10 que han dicho a los videntes: «No veáis»; y a los visionarios: «No veáis para nosotros visiones verdaderas; habladnos cosas halagüeñas, contemplad ilusiones.
11 Apartaos del camino, desviaos de la ruta, dejadnos en paz del Santo de Israel.»
12 Por tanto, así dice el Santo de Israel: Por cuanto habéis rechazado vosotros esta palabra, y por cuanto habéis fiado en lo torcido y perverso y os habéis apoyado en ello,
13 por eso será para vosotros esta culpa como brecha ruinosa en una alta muralla, cuya quiebra sobrevendrá de un momento a otro,
14 y va a ser su quiebra como la de una vasija de alfarero, rota sin compasión, en la que al romperse no se encuentra una sola tejoleta bastante grande para tomar fuego del hogar o para extraer agua del aljibe.
15 Porque así dice el Señor Yahveh, el Santo de Israel: «Por la conversión y calma seréis liberados, en el sosiego y seguridad estará vuestra fuerza.» Pero no aceptasteis,
16 sino que dijisteis: «No, huiremos a caballo.» ¡Pues, bien, huid! Y «sobre rápidos carros montaremos». ¡Pues bien, rápidamente seréis perseguidos!
17 Mil temblarán ante la amenaza de uno solo; ante la amenaza de cinco huiréis, hasta que seáis dejados como mástil en la cúspide del monte y como gallardete sobre una colina.
18 Sin embargo aguardará Yahveh para haceros gracia, y así se levantará para compadeceros, porque Dios de equidad es Yahveh: ¡dichosos todos los que en él esperan!
19 Sí, pueblo de Sión que habitas en Jerusalén, no llorarás ya más; de cierto tendrá piedad de ti, cuando oiga tu clamor; en cuanto lo oyere, te responderá.
20 Os dará el Señor pan de asedio y aguas de opresión, y después no será ya ocultado el que te enseña; con tus ojos verás al que te enseña,
21 y con tus oídos oirás detrás de ti estas palabras: «Ese es el camino, id por él», ya sea a la derecha, ya a la izquierda.
22 Declararás impuro el revestimiento de tus ídolos de plata y el ornato de tus imágenes fundidas en oro. Los rechazarás como paño inmundo: «¡Fuera de aquí!», les dirás.
23 El dará lluvia a tu sementera con que hayas sembrado el suelo, y la tierra te producirá pan que será pingüe y sustancioso. Pacerán tus ganados aquel día en pastizal dilatado;
24 los bueyes y asnos que trabajan el suelo comerán forraje salado, cribado con bieldo y con criba.
25 Habrá sobre todo monte alto y sobre todo cerro elevado manantiales que den aguas perennes, el día de la gran matanza, cuando caigan las fortalezas.
26 Será la luz de la luna como la luz del sol meridiano, y la luz del sol meridiano será siete veces mayor – con luz de siete días – el día que vende Yahveh la herida de su pueblo y cure la contusión de su golpe.
27 He aquí que el nombre de Yahveh viene de lejos, ardiente su ira y pesada su opresión. Sus labios llenos están de furor, su lengua es como fuego que devora,
28 y su aliento como torrente desbordado que cubre hasta el cuello. Cribará a las naciones con criba nefasta, pondrá el bocado de sus bridas en la mandíbula de sus pueblos.
29 Vosotros cantaréis como en la noche de santificar fiesta; se os alegrará el corazón como el de quien va al son de flauta a entrar en el monte de Yahveh, a la Peña de Israel.
30 Hará oír Yahveh la majestad de su voz, y mostrará la descarga de su brazo con ira inflamada y llama de fuego devoradora, turbión, aguacero y granizo.
31 Pues por la voz de Yahveh será hecho añicos Asur: con un bastón le golpeará.
32 A cada pasada de la vara de castigo que Yahveh descargue sobre él – con adufes y con arpas – y con guerras de sacudir las manos guerreará contra él.
33 Porque de antemano está preparado un Tófet – también para el rey – un foso profundo y ancho; hay paja y madera en abundancia. El aliento de Yahveh, cual torrente de azufre, lo enciende.
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Isaías 31
1 ¡Ay, los que bajan a Egipto por ayuda! En la caballería se apoyan, y fían en los carros porque abundan y en los jinetes porque son muchos; mas no han puesto su mirada en el Santo de Israel, ni a Yahveh han buscado.
2 Pero también él es sabio, hará venir el mal, y no retirará sus palabras; se levantará contra la casa de los malhechores y contra la ayuda de los que obran la iniquidad.
3 En cuanto a Egipto, es humano, no divino, y sus caballos, carne, y no espíritu; Yahveh extenderá su mano, tropezará el ayudador y caerá el ayudado y todos a una perecerán.
4 Porque así me ha dicho Yahveh: Como ruge el león y el cachorro sobre su presa, y cuando se convoca contra él a todos los pastores, de sus voces no se intimida, ni de su tumulto se apoca: tal será el descenso de Yahveh Sebaot para guerrear sobre el monte Sión y sobre su colina.
5 Como pájaros que vuelan, así protegerá Yahveh Sebaot a Jerusalén, protegerá y librará, perdonará y salvará.
6 Volveos a aquel de quien profundamente os apartasteis, hijos de Israel.
7 Porque aquel día repudiará cada uno las divinidades de plata y las divinidades de oro que hicieron vuestras manos pecadoras.
8 Caerá Asur por espada no de hombres, y por espada no humana serán devorados; se dará a la fuga ante la espada, y sus mejores guerreros serán destinados a trabajos.
9 Aterrado, abandonará su tropa, y sus jefes espantados abandonarán su estandarte. Oráculo de Yahveh, que tiene fuego en Sión, y horno en Jerusalén.
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Isaías 32
1 He aquí que para hacer justicia reinará un rey, y los jefes juzgarán según derecho.
2 Será cada uno como un sitio abrigado contra el viento y a cubierto del temporal; como fluir de aguas en sequedal, como sombra de peñón en tierra agostada.
3 No se cerrarán los ojos de los videntes, y los oídos de los que escuchan percibirán;
4 el corazón de los alocados se esforzará en aprender, y la lengua de los tartamudos hablará claro y ligero.
5 No se llamará ya noble al necio, ni al desaprensivo se le llamará magnífico.
6 Porque el necio dice necedades y su corazón medita el mal, haciendo impiedad y profiriendo contra Yahveh desatinos, dejando vacío el estómago hambriento y privando de bebida al sediento.
7 Cuanto al desaprensivo, sus tramas son malas, se dedica a inventar maquinaciones para sorprender a los pobres con palabras engañosas, cuando el pobre expone su causa.
8 Mientras que el noble medita nobles cosas, y en las cosas nobles está firme.
9 Mujeres indolentes, ¡arriba!, oíd mi voz; hijas confiadas, escuchad mi palabra.
10 Dentro de un año y algunos días temblaréis las que confiáis, pues se habrá acabado la vendimia para no volver más.
11 Espantaos, indolentes, temblad, confiadas, desvestíos, desnudaos, ceñid vuestra cintura,
12 golpeaos el pecho, por los campos atrayentes, por las viñas fructíferas.
13 Sobre el solar de mi pueblo zarza y espino crecerá, y también sobre todas las casas de placer de la villa alegre,
14 porque el alcázar habrá sido abandonado, el genio de la ciudad habrá desaparecido; Ofel y el Torreón quedarán en adelante vacíos por siempre, para delicia de asnos y pastizal de rebaños.
15 Al fin será derramado desde arriba sobre nosotros espíritu. Se hará la estepa un vergel, y el vergel será considerado como selva.
16 Reposará en la estepa la equidad, y la justicia morará en el vergel;
17 el producto de la justicia será la paz, el fruto de la equidad, una seguridad perpetua.
18 Y habitará mi pueblo en albergue de paz, en moradas seguras y en posadas tranquilas.
19 – La selva será abatida y la ciudad hundida.
20 Dichosos vosotros, que sembraréis cabe todas las corrientes, y dejaréis sueltos el buey y el asno.
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Isaías 33
1 ¡Ay, tú que saqueas, y no has sido saqueado, que despojas, y no has sido despojado! En terminando tú de saquear, serás saqueado; así que acabes de despojar, serás despojado;
2 Yahveh, ten piedad de nosotros, en ti esperamos. Sé nuestro brazo por las mañanas y nuestra salvación en tiempo de apretura.
3 Al fragor del estrépito se dispersan los pueblos, al alzarte tú se desperdigan las gentes,
4 se amontona el botín como quien amontona saltamontes, se abalanzan sobre él, como se abalanzan las langostas.
5 Exaltado sea Yahveh, pues reposa en lo alto; llene a Sión de equidad y de justicia.
6 Sean tus días estables; la riqueza que salva son la sabiduría y la ciencia, el temor de Yahveh sea tu tesoro.
7 ¡Mirad! Ariel se lamenta por las calles, los embajadores de paz amargamente lloran.
8 Han quedado desiertas las calzadas, ya no hay transeúntes por los caminos. Han violado la alianza, han recusado los testimonios, no se tiene en cuenta a nadie.
9 La tierra está en duelo, languidece; el líbano está ajado y mustio. Ha quedado el Sarón como la estepa, se van pelando el Basán y el Carmelo.
10 «Ahora me levanto – dice Yahveh – ahora me exalto, ahora me elevo.
11 Concebiréis forraje, pariréis paja, y mi soplo como fuego os devorará;
12 los pueblos serán calcinados, espinos cercenados que en fuego arderán.
13 Oíd, los alejados, lo que he hecho; enteraos, los cercanos, de mi fuerza.»
14 Se espantaron en Sión los pecadores, sobrecogió el temblor a los impíos: ¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor? ¿quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas?
15 El que anda en justicia y habla con rectitud; el que rehúsa ganancias fraudulentas, el que se sacude la palma de la mano para no aceptar soborno, el que se tapa las orejas para no oír hablar de sangre, y cierra sus ojos para no ver el mal.
16 Ese morará en las alturas, subirá a refugiarse en la fortaleza de las peñas, se le dará su pan y tendrá el agua segura.
17 Tus ojos contemplarán un rey en su belleza, verán una tierra dilatada.
18 Tu corazón musitará con sobresalto: «¿Dónde está el que contaba, dónde el que pesaba, dónde el que contaba torres?»
19 Y no verás al pueblo audaz, pueblo de lenguaje oscuro, incomprensible, al bárbaro cuya lengua no se entiende.
20 Contempla a Sión, villa de nuestras solemnidades: tus ojos verán a Jerusalén, albergue fijo, tienda sin trashumancia, cuyas clavijas no serán removidas nunca y cuyas cuerdas no serán rotas.
21 Sino que allí Yahveh será magnífico para con nosotros; como un lugar de ríos y amplios canales, por donde no ande ninguna embarcación de remos, ni navío de alto bordo lo atraviese.
22 (Porque Yahveh es nuestro juez, Yahveh nuestro legislador, Yahveh nuestro rey: él nos salvará.)
23 Se han distendido las cuerdas, no sujetan derecho el mástil, no despliegan estandarte. Entonces será repartido un botín numeroso: hasta los cojos tendrán botín,
24 y no dirá ningún habitante: «Estoy enfermo»; al pueblo que allí mora le será perdonada su culpa.
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Isaías 34
1 Acercaos, naciones, a oír, atended, pueblos; oiga la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y cuanto en él brota,
2 que ira tiene Yahveh contra todas las naciones, y cólera contra todas sus mesnadas. Las ha anatematizado, las ha entregado a la matanza.
3 Sus heridos yacen tirados, de sus cadáveres sube el hedor, y sus montes chorrean sangre;
4 se esfuma todo el ejército de los cielos. Se enrollan como un libro los cielos, y todo su ejército palidece como palidece el sarmiento de la cepa, como una hoja mustia de higuera.
5 Porque se ha emborrachado en los cielos mi espada; ya desciende sobre Edom y sobre el pueblo de mi anatema para hacer justicia.
6 La espada de Yahveh está llena de sangre, engrasada de sebo, de sangre de carneros y machos cabríos, de sebo de riñones de carneros, porque tiene Yahveh un sacrificio en Bosrá, y gran matanza en Edom.
7 En vez de búfalos caerán pueblos, y en vez de toros un pueblo de valientes. Se emborrachará su tierra con sangre, y su polvo será engrasado de sebo.
8 Porque es día de venganza para Yahveh, año de desquite del defensor de Sión.
9 Se convertirán sus torrentes en pez, su polvo en azufre, y se hará su tierra pez ardiente.
10 Ni de noche ni de día se apagará, por siempre subirá el humo de ella. De generación en generación quedará arruinada, y nunca jamás habrá quien pase por ella.
11 La heredarán el pelícano y el erizo, el ibis y el cuervo residirán en ella. Tenderá Yahveh sobre ella la plomada del caos y el nivel del vacío.
12 Los sátiros habitarán en ella, ya no habrá en ella nobles que proclamen la realeza, y todos sus príncipes serán aniquilados.
13 En sus alcázares crecerán espinos, ortigas y cardos en sus fortalezas; será morada de chacales y dominio de avestruces.
14 Los gatos salvajes se juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí reposará Lilit y en él encontrará descanso.
15 Allí anidará la víbora, pondrá, incubará y hará salir del huevo. También allí se juntarán los buitres.
16 Buscad el libro de Yahveh y leed; no faltará ninguno de ellos, ninguno de ellos echará en falta a otro. Pues su misma boca lo ha ordenado y su mismo espíritu los junta.
17 Es él mismo el que los echa a suertes, con su mano les reparte el país a cordel; lo poseerán por siempre y morarán en él de generación en generación.
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Isaías 35
1 Que el desierto y el sequedal se alegren, regocíjese la estepa y la florezca como flor;
2 estalle en flor y se regocije hasta lanzar gritos de júbilo. La gloria del Líbano le ha sido dada, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Se verá la gloria de Yahveh, el esplendor de nuestro Dios.
3 Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes.
4 Decid a los de corazón intranquilo: ¡Animo, no temáis! Mirad que vuestro Dios viene vengador; es la recompensa de Dios, él vendrá y os salvará.
5 Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán.
6 Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo. Pues serán alumbradas en el desierto aguas, y torrentes en la estepa,
7 se trocará la tierra abrasada en estanque, y el país árido en manantial de aguas. En la guarida donde moran los chacales verdeará la caña y el papiro.
8 Habrá allí una senda y un camino, vía sacra se la llamará; no pasará el impuro por ella, ni los necios por ella vagarán.
9 No habrá león en ella, ni por ella subirá bestia salvaje, no se encontrará en ella; los rescatados la recorrerán.
10 Los redimidos de Yahveh volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus cabezas. ¡Regocijo y alegría les acompañarán! ¡Adiós, penar y suspiros!
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Isaías 36
1 En el año catorce del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asur, contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas.
2 El rey de Asur envió desde Lakís a Jerusalén, donde el rey Ezequías, al copero mayor con un fuerte destacamento. Se colocó éste en el canal de la alberca superior, que está junto al camino del campo del Batanero.
3 El mayordomo de palacio, Elyaquim, hijo de Jilquías, el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, salieron donde él.
4 El copero mayor les dijo: «Decid a Ezequías: Así habla el gran rey, el rey de Asur: ¿Qué confianza es ésa en la que fías?
5 Te has pensado que meras palabras de los labios son consejo y bravura para la guerra. Pero ahora ¿en quién confías, que te has rebelado contra mí?
6 Mira: te has confiado al apoyo de esa caña rota, de Egipto, que penetra y traspasa la mano del que se apoya sobre ella. Pues así es Faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.
7 Pero vais a decirme: Nosotros confiamos en Yahveh nuestro Dios. ¿No ha sido él, Ezequías, quien ha suprimido los altos y los altares y ha dicho a Judá y a Jerusalén: Os postraréis delante de este altar?
8 Pues apuesta ahora con mi señor, el rey de Asur: te daré dos mil caballos si eres capaz de encontrarte jinetes para ellos.
9 ¿Cómo harías retroceder a uno solo de los más pequeños servidores de mi señor? ¡Te fías de Egipto para tener carros y gentes de carro!
10 Y ahora ¿acaso he subido yo contra esta tierra para destruirla, sin contar con Yahveh? Yahveh me ha dicho: Sube contra esta tierra y destrúyela.»
11 Dijeron Elyaquim, Sebná y Yoaj al copero mayor: «Por favor, háblanos a nosotros tus siervos en arameo, que lo entendemos; no nos hables en lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre la muralla.»
12 El copero mayor dijo: «¿Acaso mi señor me ha enviado a decir estas cosas a tu señor, o a ti, y no a los hombres que se encuentran sobre la muralla, que tienen que comer sus excrementos y beber sus orinas con vosotros?»
13 Se puso en pie el copero mayor y gritó con gran voz en lengua judía, diciendo: «Escuchad las palabras del gran rey, el rey de Asur.
14 Así dice el rey: No os engañe Ezequías, porque no podrá libraros.
15 Que Ezequías no os haga confiar en Yahveh diciendo: De cierto nos librará Yahveh, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asur.
16 No escuchéis a Ezequías, porque así dice el rey de Asur: Haced paces conmigo, rendíos a mí, y comerá cada uno de su viña y de su higuera, y beberá cada uno de su cisterna,
17 hasta que yo llegue y os lleve a una tierra como vuestra tierra, tierra de trigo y de mosto, tierra de pan y de viñas.
18 Que no os engañe Ezequías, diciendo: Yahveh nos librará. ¿Acaso los dioses de las naciones han librado cada uno a su tierra de la mano del rey de Asur?
19 ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad, dónde los dioses de Sefarváyim, dónde están los dioses de Samaría? ¿Acaso han librado a Samaría de mi mano?
20 ¿Quiénes, de entre todos los dioses de los países, los han librado de mi poder, para que libre Yahveh a Jerusalén de mi mano?»
21 Calló el pueblo y no le respondió una palabra, porque el rey había dado esta orden diciendo: «No le respondáis.»
22 Elyaquim, hijo de Jilquías, mayordomo de palacio, el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, fueron donde Ezequías, desgarrados los vestidos, y le relataron las palabras del copero mayor.
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Isaías 37
1 Cuando lo oyó el rey Ezequías desgarró sus vestidos, se cubrió de sayal y se fue a la Casa de Yahveh.
2 Envió a Elyaquim, mayordomo, a Sebná, secretario, y a los sacerdotes ancianos cubiertos de sayal donde el profeta Isaías, hijo de Amós.
3 Ellos le dijeron: «Así habla Ezequías: Este día es día de angustia, de castigo y de vergüenza. Los hijos están para salir del seno, pero no hay fuerza para dar a luz.
4 ¿No habrá oído Yahveh tu Dios las palabras del copero mayor al que ha enviado el rey de Asur, su señor, para insultar al Dios vivo? ¿No castigará Yahveh tu Dios las palabras que ha oído? Dirige una plegaria en favor del Resto que aún queda!»
5 Cuando los siervos del rey Ezequías llegaron donde Isaías,
6 éste les dijo: «Así diréis a vuestro señor: Esto dice Yahveh: No tengas miedo por las palabras que has oído, con las que me insultaron los criados del rey de Asur.
7 Voy a poner en él un espíritu, oirá una noticia y se volverá a su tierra, y en su tierra yo lo haré caer a espada.»
8 El copero mayor se volvió y encontró al rey de Asur atacando a Libná , pues había oído que había partido de Lakís,
9 porque había recibido esta noticia acerca de Tirhacá, rey de Kus: «Ha salido a guerrear contra ti.» Senaquerib volvió a enviar mensajeros para decir a Ezequías:
10 «Así hablaréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu Dios en el que confías pensando: No será entregada Jerusalén en manos del rey de Asur.
11 Bien has oído lo que los reyes de Asur han hecho a todos los países, entregándolos al anatema, ¡y tú te vas a librar!
12 ¿Acaso los dioses de las naciones salvaron a aquellos que mis padres aniquilaron, a Gozán, a Jarán, a Résef, a los edenitas que estaban en Tel Basar?
13 ¿Dónde está el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Laír, de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá?»
14 Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Luego subió a la Casa de Yahveh y Ezequías la desenrolló ante Yahveh.
15 Hizo Ezequías esta plegaria ante Yahveh:
16 «Yahveh Sebaot, Dios de Israel, que estás sobre los Querubines, tú sólo eres Dios en todos los reinos de la tierra, tú el que has hecho los cielos y la tierra.
17 «Tiende, Yahveh, tu oído y escucha; abre, Yahveh, tus ojos y mira. Oye las palabras con que Senaquerib ha enviado a insultar al Dios vivo.
18 Es verdad, Yahveh, que los reyes de Asur han exterminado a todas las naciones y su territorio,
19 y han entregado sus dioses al fuego, porque ellos no son dioses, sino hechuras de mano de hombre, de madera y de piedra, y por eso han sido aniquilados.
20 Ahora, pues, Yahveh, Dios nuestro, sálvanos de su mano, y sabrán todos los reinos de la tierra que sólo tú eres Dios, Yahveh.»
21 Isaías, hijo de Amós, envió a decir a Ezequías: «Así dice Yahveh, Dios de Israel, a quien has suplicado acerca de Senaquerib, rey de Asur.
22 Esta es la palabra que Yahveh pronuncia contra él: Ella te desprecia, ella te hace burla, la virgen hija de Sión. Mueve la cabeza a tus espaldas la hija de Jerusalén.
23 ¿A quién has insultado y blasfemado? ¿Contra quién has alzado tu voz y levantas tus ojos altaneros? ¡Contra el Santo de Israel!
24 Por tus siervos insultas a Adonay y dices: Con mis muchos carros subo a las cumbres de los montes, a las laderas del Líbano, derribo la altura de sus cedros, la flor de sus cipreses, alcanzo el postrer de sus refugios su jardín del bosque.
25 Yo he cavado y bebido en extranjeras aguas. Secaré bajo la planta de mis pies, todos los Nilos del Egipto.
26 ¿Lo oyes bien? Desde antiguo lo tengo preparado; desde viejos días lo había planeado, ahora lo ejecuto. Tú has convertido en cúmulos de ruinas las fuertes ciudades.
27 Sus habitantes, de débiles manos, confusos y aterrados, son planta del campo, verdor de hierba, hierba de tejados, pasto quemado por el viento de Oriente.
28 Si te alzas o te sientas, si sales o entras, yo lo sé; (y que te alzas airado contra mí).
29 Pues que te alzas airado contra mí y tu arrogancia ha subido a mis oídos, voy a poner mi anillo en tus narices, mi brida en tu boca, y voy a devolverte por la ruta por la que has venido.
30 La señal será ésta: Este año se comerá lo que rebrote, lo que nazca de sí al año siguiente. Al año tercero sembrad y segad, plantad las viñas y comed su fruto.
31 El resto que se salve de la casa de Judá echará raíces por debajo y fruto en lo alto.
32 Pues saldrá un Resto de Jerusalén, y supervivientes del monte Sión; el celo de Yahveh Sebaot lo hará.
33 Por eso, así dice Yahveh del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no lanzará flechas en ella, no le opondrá escudo, ni alzará en contra de ella empalizada.
34 Volverá por la ruta que ha traído. No entrará en esta ciudad, oráculo de Yahveh.
35 Yo protegeré a esta ciudad para salvarla, por quien soy y por mi siervo David.»
36 Aquella misma noche salió el Angel de Yahveh e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres; a la hora de despertarse, por la mañana, no había más que cadáveres.
37 Senaquerib, rey de Asiria, partió y, volviéndose, se quedó en Nínive.
38 Y sucedió que estando él postrado en el templo de su dios Nisrok, sus hijos Adrammélek y Saréser le mataron a espada y se pusieron a salvo en el país de Ararat. Su hijo Asarjaddón reinó en su lugar.
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Isaías 38
1 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías, hijo de Amós, vino a decirle: «Así habla Yahveh: Haz testamento, porque muerto eres y no vivirás.»
2 Ezequías volvió su rostro a la pared y oró a Yahveh.
3 Dijo: «¡Ah, Yahveh! Dígnate recordar que yo he andado en tu presencia con fidelidad y corazón perfecto haciendo lo recto a tus ojos.» Y Ezequías lloró con abundantes lágrimas.
4 Entonces le fue dirigida a Isaías la palabra de Yahveh, diciendo:
5 «Vete y di a Ezequías: Así habla Yahveh, Dios de tu padre David: He oído tu plegaria, he visto tus lágrimas y voy a curarte. Dentro de tres días subirás a la Casa de Yahveh. Añadiré quince años a tus días.
6 Te libraré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria, y ampararé a esta ciudad.»
7 Isaías respondió: «Esta será para ti de parte de Yahveh, la señal de que Yahveh hará lo que ha dicho.
8 Mira, voy a hacer retroceder a la sombra diez gradas de las que ha descendido el sol por las gradas de Ajaz. Y desanduvo el sol diez gradas por las que había descendido.
9 Cántico de Ezequías, rey de Judá cuando estuvo enfermo y sanó de su mal:
10 Yo dije: A la mitad de mis días me voy; en las puertas del seol se me asigna un lugar para el resto de mis años.
11 Dije: No veré a Yahveh en la tierra de los vivos; no veré ya a ningún hombre de los que habitan el mundo.
12 Mi morada es arrancada, se me arrebata como tienda de pastor. Enrollo como tejedor mi vida, del hilo del tejido me cortaste. De la noche a la mañana acabas conmigo;
13 grité hasta la madrugada: Como león tritura todos mis huesos. De la noche a la mañana acabas conmigo.
14 Como grulla, como golondrina chirrío, zureo como paloma. Se consumen mis ojos de mirar hacia arriba. Yahveh, estoy oprimido, sal por mí.
15 ¿Qué diré? ¿De qué le hablaré, cuando él mismo lo ha hecho? Caminaré todos mis años en la amargura de mi alma.
16 El Señor está con ellos, viven y todo lo que hay en ellos es vida de su espíritu. Tú me curarás, me darás la vida.
17 Entonces mi amargura se trocará en bienestar, pues tú preservaste mi alma de la fosa de la nada, porque te echaste a la espalda todos mis pecados.
18 Que el Seol no te alaba ni la Muerte te glorifica, ni los que bajan al pozo esperan en tu fidelidad.
19 El que vive, el que vive, ése te alaba, como yo ahora. El padre enseña a los hijos tu fidelidad.
20 Yahveh, sálvame, y mis canciones cantaremos todos los días de nuestra vida junto a la Casa de Yahveh.
21 Isaías dijo: «Traed una masa de higos, aplicadla sobre la úlcera y sanará.»
22 Ezequías dijo: «¿Cuál será la señal de que subiré a la Casa de Yahveh?»
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Isaías 39
1 En aquel tiempo, Merodak Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un presente a Ezequías porque había oído que había estado enfermo y se había curado.
2 Se alegró Ezequías por ello y enseñó a los enviados su cámara del tesoro, la plata, el oro, los aromas, el aceite precioso, su arsenal y todo cuanto había en los tesoros; no hubo nada que Ezequías no les mostrara en su casa y en todo su dominio.
3 Entonces el profeta Isaías fue donde el rey Ezequías y le dijo: «¿Qué han dicho esos hombres y de dónde han venido a ti?» Respondió Ezequías: «Han venido de un país lejano, de Babilonia.»
4 Dijo: «¿Qué han visto en tu casa?» Respondió Ezequías: «Han visto cuanto hay en mi casa; nada hay en los tesoros que no les haya enseñado.»
5 Dijo Isaías a Ezequías: «Escucha la palabra de Yahveh Sebaot:
6 Vendrán días en que todo cuanto hay en tu casa y cuanto reunieron tus padres hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia; nada quedará, dice Yahveh.
7 Y se tomará de entre tus hijos, los que han salido de ti, los que has engendrado, para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia.»
8 Respondió Ezequías a Isaías: «Es buena la palabra de Yahveh que me dices.» Pues pensaba: «¡Con tal que haya paz y seguridad en mis días!»
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Isaías 40
1 Consolad, consolad a mi pueblo – dice vuestro Dios.
2 Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus pecados.
3 Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios.
4 Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie.
5 Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado.»
6 Una voz dice: «¡Grita!» Y digo: «¿Qué he de gritar?» – «Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo.
7 La flor se marchita, se seca la hierba, en cuanto le dé el viento de Yahveh (pues, cierto, hierba es el pueblo).
8 La hierba se seca, la flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios permanece por siempre.
9 Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: «Ahí está vuestro Dios.»
10 Ahí viene el Señor Yahveh con poder, y su brazo lo sojuzga todo. Ved que su salario le acompaña, y su paga le precede.
11 Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas.
12 ¿Quién midió los mares con el cuenco de la mano, y abarcó con su palmo la dimensión de los cielos, metió en un tercio de medida el polvo de la tierra, pesó con la romana los montes, y los cerros con la balanza?
13 ¿Quién abarcó el espíritu de Yahveh, y como consejero suyo le enseñó?
14 ¿Con quién se aconsejó, quién le explicó y le enseñó la senda de la justicia, y le enseñó la ciencia, y el camino de la inteligencia le mostró?
15 Las naciones son como gota de un cazo, como escrúpulo de balanza son estimadas. Las islas como una chinita pesan.
16 El Líbano no basta para la quema, ni sus animales para holocausto.
17 Todas las naciones son como nada ante él, como nada y vacío son estimadas por él.
18 Pues ¿con quién asemejaréis a Dios, qué semejanza le aplicaréis?
19 El fundidor funde la estatua, el orfebre con oro la recubre y funde cadenas de plata.
20 El que presenta una ofrenda de pobre escoge madera incorruptible, se busca un hábil artista para erigir una estatua que no vacile.
21 ¿No lo sabíais? ¿No lo habíais oído? ¿No os lo había mostrado desde el principio? ¿No lo entendisteis desde que se fundó la tierra?
22 El está sentado sobre el orbe terrestre, cuyos habitantes son como saltamontes; él expande los cielos como un tul, y los ha desplegado como una tienda que se habita.
23 El aniquila a los tiranos, y a los árbitros de la tierra los reduce a la nada.
24 Apenas han sido plantados, apenas sembrados, apenas arraiga en tierra su esqueje, cuando sopla sobre ellos y se secan, y una ráfaga como tamo se los lleva.
25 ¿Con quién me asemejaréis y seré igualado?, dice el Santo.
26 Alzad a lo alto los ojos y ved: ¿quién ha hecho esto? El que hace salir por orden al ejército celeste, y a cada estrella por su nombre llama. Gracias a su esfuerzo y al vigor de su energía, no falta ni una.
27 ¿Por qué dices, Jacob, y hablas, Israel: «Oculto está mi camino para Yahveh, y a Dios se le pasa mi derecho?»
28 ¿Es que no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? Que Dios desde siempre es Yahveh, creador de los confines de la tierra, que no se cansa ni se fatiga, y cuya inteligencia es inescrutable.
29 Que al cansado da vigor, y al que no tiene fuerzas la energía le acrecienta.
30 Los jóvenes se cansan, se fatigan, los valientes tropiezan y vacilan,
31 mientras que a los que esperan en Yahveh él les renovará el vigor, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse.
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Isaías 41
1 Hacedme silencio, islas, y renueven su fuerza las naciones. Alléguense y entonces hablarán, reunámonos todos a juicio.
2 ¿Quién ha suscitado de Oriente a aquel a quien la justicia sale al paso? ¿Quién le entrega las naciones, y a los reyes abaja? Conviértelos en polvo su espada, en paja dispersa su arco;
3 les persigue, pasa incólume, el sendero con sus pies no toca.
4 ¿Quién lo realizó y lo hizo? El que llama a las generaciones desde el principio: yo, Yahveh, el primero, y con los últimos yo mismo.
5 Ved, islas, y temed; confines de la tierra, y temblad. Acercaos y venid.
6 El uno ayuda al otro y dice a su colega: «¡Animo!»
7 Anima el fundidor al orfebre, el que pule a martillo al que bate en el yunque, diciendo de la soldadura: «Está bien.» Y fija el ídolo con clavos para que no se mueva.
8 Y tú, Israel, siervo mío, Jacob, a quien elegí, simiente de mi amigo Abraham;
9 que te así desde los cabos de la tierra, y desde lo más remoto te llamé y te dije: «Siervo mío eres tú, te he escogido y no te he rechazado»:
10 No temas, que contigo estoy yo; no receles, que yo soy tu Dios. Yo te he robustecido y te he ayudado, y te tengo asido con mi diestra justiciera.
11 ¡Oh! Se avergonzarán y confundirán todos los abrasados en ira contra ti. Serán como nada y perecerán los que buscan querella.
12 Los buscarás y no los hallarás a los que disputaban contigo. Serán como nada y nulidad los que te hacen la guerra.
13 Porque yo, Yahveh tu Dios, te tengo asido por la diestra. Soy yo quien te digo: «No temas, yo te ayudo.»
14 No temas, gusano de Jacob, gente de Israel: yo te ayudo – oráculo de Yahveh – y tu redentor es el Santo de Israel.
15 He aquí que te he convertido en trillo nuevo, de dientes dobles. Triturarás los montes y los desmenuzarás, y los cerros convertirás en tamo.
16 Los beldarás, y el viento se los llevará, y una ráfaga los dispersará. Y tú te regocijarás en Yahveh, en el Santo de Israel te gloriarás.
17 Los humildes y los pobres buscan agua, pero no hay nada. La lengua se les secó de sed. Yo, Yahveh, les responderé, Yo, Dios de Israel, no los desampararé.
18 Abriré sobre los calveros arroyos y en medio de las barrancas manantiales. Convertiré el desierto en lagunas y la tierra árida en hontanar de aguas.
19 Pondré en el desierto cedros, acacias, arrayanes y olivares. Pondré en la estepa el enebro, el olmo y el ciprés a una,
20 de modo que todos vean y sepan, adviertan y consideren que la mano de Yahveh ha hecho eso, el Santo de Israel lo ha creado.
21 «Aducid vuestra defensa – dice Yahveh – allegad vuestras pruebas – dice el rey de Jacob.
22 Alléguense e indíquennos lo que va a suceder. Indicadnos cómo fue lo pasado, y reflexionaremos; o bien hacednos oír lo venidero para que lo conozcamos.
23 Indicadnos las señales del porvenir, y sabremos que sois dioses. En suma, haced algún bien o algún mal, para que nos pongamos en guardia y os temamos.
24 ¡Oh! Vosotros sois nada, y vuestros hechos, nulidad, lo mejor de vosotros, abominación.»
25 Le he suscitado del norte, y viene, del sol naciente le he llamado por su nombre. Ha hollado a los sátrapas como lodo, como el alfarero patea el barro.
26 ¿Quién lo indicó desde el principio, para que se supiese, o desde antiguo, para que se dijese: «Es justo»? Ni hubo quien lo indicase, ni hubo quien lo hiciese oír, ni hubo quien oyese vuestras palabras.
27 Primicias de Sión: «¡Aquí están, aquí están!» envío a Jerusalén la buena nueva.
28 Miré, y no había nadie; entre éstos no había consejeros a quienes yo preguntara y ellos respondieran.
29 ¡Oh! Todos ellos son nada; nulidad sus obras, viento y vacuidad sus estatuas.
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Isaías 42
1 He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones.
2 No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz.
3 Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará. Lealmente hará justicia;
4 no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas.
5 Así dice el Dios Yahveh, el que crea los cielos y los extiende, el que hace firme la tierra y lo que en ella brota, el que da aliento al pueblo que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan.
6 Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes,
7 para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas.
8 Yo, Yahveh, ese es mi nombre, mi gloria a otro no cedo, ni mi prez a los ídolos.
9 Lo de antes ya ha llegado, y anuncio cosas nuevas; antes que se produzcan os las hago saber.
10 Cantad a Yahveh un cántico nuevo, su loor desde los confines de la tierra. Que le cante el mar y cuanto contiene, las islas y sus habitantes.
11 Alcen la voz el desierto y sus ciudades, las explanadas en que habita Quedar. Aclamen los habitantes de Petra, desde la cima de los montes vociferen.
12 Den gloria a Yahveh, su loor en las islas publiquen.
13 Yahveh como un bravo sale, su furor despierta como el de un guerrero; grita y vocifera, contra sus enemigos se muestra valeroso.
14 «Estaba mudo desde mucho ha, había ensordecido, me había reprimido. Como parturienta grito, resoplo y jadeo entrecortadamente.
15 Derribaré montes y cedros, y todo su césped secaré; convertiré los ríos en tierra firme y las lagunas secaré.
16 Haré andar a los ciegos por un camino que no conocían, por senderos que no conocían les encaminaré. Trocaré delante de ellos la tiniebla en luz, y lo tortuoso en llano. Estas cosas haré, y no las omitiré.»
17 Haceos atrás, confusos de vergüenza, los que confiáis en ídolos, los que decís a la estatua fundida: «Vosotros sois nuestros dioses.»
18 ¡Sordos, oíd! ¡Ciegos, mirad y ved!
19 ¿Quién está ciego, sino mi siervo? ¿y quién tan sordo como el mensajero a quien envío? (¿Quién es tan ciego como el enviado y tan sordo como el siervo de Yahveh?)
20 Por más que has visto, no has hecho caso; mucho abrir las orejas, pero no has oído.
21 Yahveh se interesa, por causa de su justicia, en engrandecer y dar lustre a la Ley.
22 Pero es un pueblo saqueado y despojado, han sido atrapados en agujeros todos ellos, y en cárceles han sido encerrados. Se les despojaba y no había quien salvase; se les depredaba y nadie decía: «¡Devuelve!»
23 ¿Quién de vosotros escuchará esto, atenderá y hará caso para el futuro?
24 ¿Quién entregó al pillaje a Jacob, y a Israel a los saqueadores? ¿No ha sido Yahveh, contra quien pecamos, rehusamos andar por sus caminos, y no escuchamos sus instrucciones?
25 Vertió sobre él el ardor de su ira, y la violencia de la guerra le abrasó, por todos lados sin que se apercibiese, le consumió, sin que él reflexionase.
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Isaías 43
1 Ahora, así dice Yahveh tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel. «No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío.
2 Si pasas por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama prenderá en ti.
3 Porque yo soy Yahveh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He puesto por expiación tuya a Egipto, a Kus y Seba en tu lugar
4 dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo. Pondré la humanidad en tu lugar, y los pueblos en pago de tu vida.
5 No temas, que yo estoy contigo; desde Oriente haré volver tu raza, y desde Poniente te reuniré.
6 Diré al Norte: Dámelos; y al Sur: No los retengas, Traeré a mis hijos de lejos, y a mis hijas de los confines de la tierra;
7 a todos los que se llamen por mi nombre, a los que para mi gloria creé, plasmé e hice.»
8 Haced salir al pueblo ciego, aunque tiene ojos, y sordo, aunque tiene orejas.
9 Congréguense todas las gentes y reúnanse los pueblos. ¿Quién de entre ellos anuncia eso, y desde antiguo nos lo hace oír? Aduzcan sus testigos, y que se justifiquen; que se oiga para que se pueda decir: «Es verdad.»
10 Vosotros sois mis testigos – oráculo de Yahveh – y mi siervo a quien elegí, para que me conozcáis y me creáis a mí mismo, y entendáis que yo soy: Antes de mí no fue formado otro dios, ni después de mí lo habrá.
11 Yo, yo soy Yahveh, y fuera de mí no hay salvador.
12 Yo lo he anunciado, he salvado y lo he hecho saber, y no hay entre vosotros ningún extraño. Vosotros sois mis testigos – oráculo de Yahveh – y yo soy Dios;
13 yo lo soy desde siempre, y no hay quien libre de mi mano. Yo lo tracé, y ¿quién lo revocará?
14 Así dice Yahveh que os ha rescatado, el Santo de Israel. Por vuestra causa he enviado a hacer caer todos sus cerrojos de las prisiones de Babilonia, y se volverán en ayes los hurras de los caldeos
15 Yo, Yahveh vuestro Santo, el creador de Israel, vuestro Rey.
16 Así dice Yahveh, que trazó camino en el mar, y vereda en aguas impetuosas.
17 El que hizo salir carros y caballos a una con poderoso ejército; a una se echaron para no levantarse, se apagaron, como mecha se extinguieron.
18 ¿No os acordáis de lo pasado, ni caéis en la cuenta de lo antiguo?
19 Pues bien, he aquí que yo lo renuevo: ya está en marcha, ¿no lo reconocéis? Sí, pongo en el desierto un camino, ríos en el páramo.
20 Las bestias del campo me darán gloria, los chacales y las avestruces, pues pondré agua en el desierto (y ríos en la soledad) para dar de beber a mi pueblo elegido.
21 El pueblo que yo me he formado contará mis alabanzas.
22 Tú no me has invocado, Jacob, porque te has fatigado de mí, Israel.
23 No me has traído tus ovejas en holocausto ni me has honrado con tus sacrificios. No te obligué yo a servirme con oblación ni te he fatigado a causa del incienso.
24 No me has comprado cañas con dinero ni con la grasa de tus sacrificios me has saciado; hasta me has convertido en siervo con tus pecados, y me has cansado con tus iniquidades.
25 Era yo, yo mismo el que tenía que limpiar tus rebeldías por amor de mí y no recordar tus pecados.
26 Házmelo recordar y vayamos a juicio juntos, haz tú mismo el recuento para justificarte.
27 Pecó tu primer padre y tus intérpretes se rebelaron contra mí.
28 Destituía los príncipes de mi santuario; por eso entregué a Jacob al anatema y a Israel a los ultrajes.
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Isaías 44
1 Ahora, pues, escucha, Jacob, siervo mío, Israel, a quien yo elegí.
2 Así dice Yahveh que te creó, te plasmó ya en el seno y te da ayuda: «No temas, siervo mío, Jacob, Yesurún a quien yo elegí.
3 Derramaré agua sobre el sediento suelo, raudales sobre la tierra seca. Derramaré mi espíritu sobre tu linaje, mi bendición sobre cuanto de ti nazca.
4 Crecerán como en medio de hierbas, como álamos junto a corrientes de aguas.
5 El uno dirá: Yo soy de Yahveh, el otro llevará el nombre de Jacob. Un tercero escribirá en su mano: De Yahveh y se le llamará Israel.»
6 Así dice Yahveh el rey de Israel, y su redentor, Yahveh Sebaot: «Yo soy el primero y el último, fuera de mí, no hay ningún dios.
7 ¿Quién como yo? Que se levante y hable. Que lo anuncie y argumente contra mí; desde que fundé un pueblo eterno, cuanto sucede, que lo diga, y las cosas del futuro, que las revele.
8 No tembléis ni temáis; ¿no lo he dicho y anunciado desde hace tiempo? Vosotros sois testigos; ¿hay otro dios fuera de mí? ¡No hay otra Roca, yo no la conozco!»
9 ¡Escultores de ídolos! Todos ellos son vacuidad; de nada sirven sus obras más estimadas; sus testigos nada ven y nada saben, y por eso quedarán abochornados.
10 ¿Quién modela un dios o funde un ídolo, sin esperar una ganancia?
11 Mas ved que todos sus devotos quedarán abochornados y sus artífices, que no son más que hombres; se reunirán todos y comparecerán; y todos temblarán avergonzados.
12 El forjador trabaja con los brazos, configura a golpe de martillo, ejecuta su obra a fuerza de brazo; pasa hambre y se extenúa; no bebe agua y queda agotado.
13 El escultor tallista toma la medida, hace un diseño con el lápiz, trabaja con la gubia, diseña a compás de puntos y le da figura varonil y belleza humana, para que habite en un templo.
14 Taló un cedro para sí, o tomó un roble, o una encima y los dejó hacerse grandes entre los árboles del bosque; o plantó un cedro que la lluvia hizo crecer.
15 Sirven ellos para que la gente haga fuego. Echan mano de ellos para calentarse. O encienden lumbre para cocer pan. O hacen un dios, al que se adora, un ídolo para inclinarse ante él.
16 Quema uno la mitad y sobre las brasas asa carne y come el asado hasta hartarse. También se calienta y dice: «¡ Ah! ¡me caliento mientras contemplo el resplandor!»
17 Y con el resto hace un dios, su ídolo, ante el que se inclina, le adora y le suplica, diciendo: «¡Sálvame, pues tú eres mi dios!»
18 No saben ni entienden, sus ojos están pegados y no ven; su corazón no comprende.
19 No reflexionan, no tienen ciencia ni entendimiento para decirse: «He quemado una mitad, he cocido pan sobre las brasas; he asado carne y la he comido; y ¡voy a hacer con lo restante algo abominable! ¡voy a inclinarme ante un trozo de madera!
20 A quien se apega a la ceniza, su corazón engañado le extravía. No salvará su vida. Nunca dirá: «¿Acaso lo que tengo en la mano es engañoso?»
21 Recuerda esto, Jacob, y que eres mi siervo, Israel. ¡Yo te he formado, tú eres mi siervo, Israel, yo no te olvido!
22 He disipado como una nube tus rebeldías, como un nublado tus pecados. ¡Vuélvete a mí, pues te he rescatado!
23 ¡Gritad, cielos, de júbilo, porque Yahveh lo ha hecho! ¡Clamad, profundidades de la tierra! ¡Lanzad gritos de júbilo, montañas, y bosque con todo su arbolado, pues Yahveh ha rescatado a Jacob y manifiesta su gloria en Israel!
24 Así dice Yahveh, tu redentor, el que te formó desde el seno. Yo, Yahveh, lo he hecho todo, yo, solo, extendí los cielos, yo asenté la tierra, sin ayuda alguna.
25 Yo hago que fallen las señales de los magos y que deliren los adivinos; hago retroceder a los sabios y convierto su ciencia en necedad.
26 Yo confirmo la palabra de mi siervo y hago que triunfe el proyecto de mis mensajeros. Yo digo a Jerusalén: «Serás habitada», y a las ciudades de Judá: «Seréis reconstruidas.» ¡Yo levantaré sus ruinas!
27 Yo digo al abismo: «¡Sécate! Yo desecaré tus ríos.»
28 Yo soy el que dice a Ciro: «Tú eres mi pastor y darás cumplimiento a todos mis deseos, cuando digas de Jerusalén: Que sea reconstruida y del santuario: ¡Echa los cimientos!»
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Isaías 45
1 Así dice Yahveh a su Ungido Ciro, a quien he tomado de la diestra para someter ante él a las naciones y desceñir las cinturas de los reyes, para abrir ante él los batientes de modo que no queden cerradas las puertas.
2 Yo marcharé delante de ti y allanaré las pendientes. Quebraré los batientes de bronce y romperé los cerrojos de hierro.
3 Te daré los tesoros ocultos y las riquezas escondidas, para que sepas que yo soy Yahveh, el Dios de Israel, que te llamo por tu nombre.
4 A causa de mi siervo Jacob y de Israel, mi elegido, te he llamado por tu nombre y te he ennoblecido, sin que tú me conozcas.
5 Yo soy Yahveh, no hay ningún otro; fuera de mí ningún dios existe. Yo te he ceñido, sin que tú me conozcas,
6 para que se sepa desde el sol levante hasta el poniente, que todo es nada fuera de mí. Yo soy Yahveh, no ningún otro;
7 yo modelo la luz y creo la tiniebla, yo hago la dicha y creo la desgracia, yo soy Yahveh, el que hago todo esto.
8 Destilad, cielos, como rocío de lo alto, derramad, nubes, la victoria. Abrase la tierra y produzca salvación, y germine juntamente la justicia. Yo, Yahveh, lo he creado.
9 ¡Ay de quien litiga con el que la ha modelado, la vasija entre las vasijas de barro! ¿Dice la arcilla al que la modela: «¿Qué haces tú?», y «¿Tu obra no está hecha con destreza?»
10 ¡Ay del que dice a su padre!: «¿Qué has engendrado?» y a su madre: «¿Qué has dado a luz?»
11 Así dice Yahveh, el Santo de Israel y su modelador: «¿Vais a pedirme señales acerca de mis hijos y a darme órdenes acerca de la obra de mis manos?
12 Yo hice la tierra y creé al hombre en ella. Yo extendí los cielos con mis manos y doy órdenes a todo su ejército.
13 Yo le he suscitado para la victoria y he allanado todos sus caminos. El reconstruirá mi ciudad y enviará a mis deportados sin rescate y sin recompensa», dice Yahveh Sebaot.
14 Así dice Yahveh: Los productos de Egipto, el comercio de Kus y los sebaítas, de elevada estatura, vendrán a ti y tuyos serán. Irán detrás de ti, encadenados, ante ti se postrarán, y te suplicarán: «Sólo en ti hay Dios, no hay ningún otro, no hay más dioses.»
15 De cierto que tú eres un dios oculto, el Dios de Israel, salvador.
16 Quedarán abochornados, afrentados, marcharán con ignominia los fabricadores de ídolos.
17 Israel será salvado por Yahveh, con salvación perpetua. No quedaréis abochornados ni afrentados nunca jamás.
18 Pues así dice Yahveh, creador de los cielos, él, que es Dios, plasmador de la tierra y su hacedor, él, que la ha fundamentado, y no la creó caótica, sino que para ser habitada la plasmó: «Yo soy Yahveh, no existe ningún otro.
19 No he hablado en oculto ni en lugar tenebroso. No he dicho al linaje de Jacob: Buscadme en el caos. Yo soy Yahveh, que digo lo que es justo y anuncio lo que es recto.»
20 Reuníos y venid, acercaos todos, supervivientes de las naciones. No saben nada los que llevan sus ídolos de madera, los que suplican a un dios que no puede salvar.
21 Exponed, aducid vuestras pruebas, deliberad todos juntos: «¿Quién hizo oír esto desde antiguo y lo anunció hace tiempo? ¿No he sido yo Yahveh? No hay otro dios, fuera de mí. Dios justo y salvador, no hay otro fuera de mí.
22 Volveos a mí y seréis salvados confines todos de la tierra, porque yo soy Dios, no existe ningún otro.
23 Yo juro por mi nombre; de mi boca sale palabra verdadera y no será vana: Que ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará
24 diciendo: ¡Sólo en Yahveh hay victoria y fuerza! A él se volverán abochornados todos los que se inflamaban contra él.
25 Por Yahveh triunfará y será gloriosa toda la raza de Israel.
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Isaías 46
1 Bel se desploma, Nebó se derrumba, sus ídolos van sobre animales y bestias de carga; llevados como fardos sobre un animal desfallecido.
2 Se derrumbaron, se desplomaron todos, no pudieron salvar la carga; ellos mismos van cautivos.
3 Escuchadme, casa de Jacob, y todos los supervivientes de la casa de Israel, los que habéis sido transportados desde el seno, llevados desde el vientre materno.
4 Hasta vuestra vejez, yo seré el mismo, hasta que se os vuelva el pelo blanco, yo os llevaré. Ya lo tengo hecho, yo me encargaré, yo me encargo de ello, yo os salvaré.
5 ¿A quién me podréis asemejar o comparar? ¿A quién me asemejaréis para que seamos parecidos?
6 Sacan el oro de sus bolsas, pesan la plata en la balanza, y pagan a un orfebre para que les haga un dios, al que adoran y ante el cual se postran.
7 Se lo cargan al hombro y lo transportan, lo colocan en su sitio y allí se queda. No se mueve de su lugar. Hasta llegan a invocarle, mas no responde, no salva de la angustia.
8 Recordad esto y sed hombres, tened seso, rebeldes,
9 recordad lo pasado desde antiguo, pues yo soy Dios y no hay ningún otro, yo soy Dios, no hay otro como yo.
10 Yo anuncio desde el principio lo que viene después y desde el comienzo lo que aún no ha sucedido. Yo digo: Mis planes se realizarán y todos mis deseos llevaré a cabo.
11 Yo llamo del Oriente un ave rapaz de un país lejano al hombre en quien pensé. Tal como lo he dicho, así se cumplirá; como lo he planeado, así lo haré.
12 Escuchadme vosotros, los que habéis perdido el corazón, los que estáis alejados de lo justo.
13 Yo hago acercarse mi victoria, no está lejos, mi salvación no tardará. Pondré salvación en Sión, mi prez será para Israel.
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Isaías 47
1 Baja, siéntate en el polvo, virgen, hija de Babel! ¡Siéntate en tierra, destronada, hija de los caldeos! Ya no se te volverá a llamar la dulce, la exquisita.
2 Toma el molino y muele la harina. Despójate de tu velo, descubre la cola de tu vestido, desnuda tus piernas y vadea los ríos.
3 Descubre tu desnudez y se vean tus vergüenzas. Voy a vengarme y nadie intervendrá.
4 Nuestro redentor, cuyo nombre es Yahveh Sebaot, el Santo de Israel, dice:
5 Siéntate en silencio y entra en la tiniebla, hija de los caldeos, que ya no se te volverá a llamar señora de reinos.
6 Irritado estaba yo contra mi pueblo, había profanado mi heredad y en tus manos los había entregado; pero tú no tuviste piedad de ellos; hiciste caer pesadamente tu yugo sobre el anciano.
7 Tú decías: «Seré por siempre la señora eterna.» No has meditado esto en tu corazón no te has acordado de su fin.
8 Pero ahora, voluptuosa, escucha esto, tú que te sientas en seguro y te dices en tu corazón: «¡Yo, y nadie más! No seré viuda, ni sabré lo que es carecer de hijos.»
9 Estas dos desgracias vendrán sobre ti en un instante, en el mismo día. Carencia de hijos y viudez caerán súbitamente sobre ti, a pesar de tus numerosas hechicerías y del poder de tus muchos sortilegios.
10 Te sentías segura en tu maldad, te decías: «Nadie me ve.» Tu sabiduría y tu misma ciencia te han desviado. Dijiste en tu corazón: «¡Yo, y nadie más!»
11 Vendrá sobre ti una desgracia que no sabrás conjurar; caerá sobre ti un desastre que no podrás evitar. Vendrá sobre ti súbitamente una devastación que no sospechas.
12 ¡Quédate, pues, con tus sortilegios y tus muchas hechicerías con que te fatigas desde tu juventud! ¿Te podrán servir de algo? ¿Acaso harás temblar?
13 Te has cansado de tus planes. Que se presenten, pues, y que te salven los que describen los cielos, los que observan las estrellas y hacen saber, en cada mes, lo que te sucederá.
14 Mira, ellos serán como tamo que el fuego quemará. No librarán sus vidas del poder de las llamas. No serán brasas para el pan ni llama ante la cual sentarse.
15 Eso serán para ti tus hechiceros por los que te has fatigado desde tu juventud. Cada uno errará por su camino, y no habrá quien te salve.
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Isaías 48
1 Escucha esto, casa de Jacob, los que lleváis el nombre de Israel, los que habéis salido de las aguas de Judá. Los que juráis por el nombre de Yahveh, los que invocáis al Dios de Israel, mas no según verdad y justicia.
2 Porque lleváis el nombre de la ciudad santa y os apoyáis en el Dios de Israel, cuyo nombre es Yahveh Sebaot.
3 Yo anuncié desde hace tiempo las cosas pasadas, salieron de mi boca y las di a conocer; de pronto, las hice y se cumplieron.
4 Yo sabía que tú eres obstinado, que es tu cerviz una barra de hierro y tu frente de bronce.
5 Por eso te anuncié las cosas hace tiempo y antes que ocurrieran te las di a conocer, no sea que dijeras: «Las hizo mi ídolo, mi estatua, mi imagen fundida lo ordenó.»
6 Tú has oído todo esto, ¿no vas a admitirlo? Ahora te hago saber cosas nuevas, secretas, no sabidas,
7 que han sido creadas ahora, no hace tiempo, de las que hasta ahora nada oíste, para que no puedas decir: «Ya lo sabía.»
8 Ni las oíste ni las hiciste ni de antemano te fue abierto el oído, pues sé muy bien que tú eres pérfido y se te llama rebelde desde el seno materno.
9 Por amor de mi nombre retardé mi cólera, a causa de mi alabanza me contuve para no arrancarte.
10 Mira que te he apurado, y no había en ti plata, te he probado en el crisol de la desgracia.
11 Por mí, por mí, lo hago, pues ¿cómo mi nombre sería profanado? No cederé a otro mi gloria.
12 Escúchame, Jacob, Israel, a quien llamé: Yo soy, yo soy el primero y también soy el último.
13 Sí, es mi mano la que fundamentó la tierra y mi diestra la que extendió los cielos. Yo los llamo y todos se presentan.
14 Reuníos todos y escuchad: ¿Quién de entre ellos anunció estas cosas? «Mi amigo cumplirá mi deseo contra Babilonia y la raza de los caldeos.»
15 Yo mismo le he hablado, le he llamado, le he hecho que venga y triunfe en sus empresas.
16 Acercaos a mí y escuchad esto: Desde el principio no he hablado en oculto, desde que sucedió estoy yo allí. Y ahora el Señor Yahveh me envía con su espíritu.
17 Así dice Yahveh, tu redentor, el Santo de Israel. Yo, Yahveh, tu Dios, te instruyo en lo que es provechoso y te marco el camino por donde debes ir.
18 ¡Si hubieras atendido a mis mandatos, tu dicha habría sido como un río y tu victoria como las olas del mar!
19 ¡Tu raza sería como la arena los salidos de ti como sus granos! ¡Nunca habría sido arrancado ni borrado de mi presencia su nombre!
20 ¡Salid de Babilonia! ¡Huid de los caldeos! ¡Anunciad con voz de júbilo, hacedlo saber, proclamad hasta el extremo de la tierra, decid: Yahveh ha rescatado a su siervo Jacob!
21 No padecieron sed en los sequedales a donde los llevó; hizo brotar para ellos agua de la roca. Rompió la roca y corrieron las aguas.
22 No hay paz para los malvados, dice Yahveh.
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Isaías 49
1 ¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre.
2 Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su carcaj me guardó.
3 Me dijo: «Tú eres mi siervo (Israel), en quien me gloriaré.»
4 Pues yo decía: «Por poco me he fatigado, en vano e inútilmente mi vigor he gastado. ¿De veras que Yahveh se ocupa de mi causa, y mi Dios de mi trabajo?»
5 Ahora, pues, dice Yahveh, el que me plasmó desde el seno materno para siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él, y que Israel se le una. Mas yo era glorificado a los ojos de Yahveh, mi Dios era mi fuerza.
6 «Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.»
7 Así dice Yahveh, el que rescata a Israel, el Santo suyo, a aquel cuya vida es despreciada, y es abominado de las gentes, al esclavo de los dominadores: Veránlo reyes y se pondrán en pie, príncipes y se postrarán por respeto a Yahveh, que es leal, al Santo de Israel, que te ha elegido.
8 Así dice Yahveh: En tiempo favorable te escucharé, y en día nefasto te asistiré. Yo te formé y te he destinado a ser alianza del pueblo, para levantar la tierra, para repartir las heredades desoladas,
9 para decir a los presos: «Salid», y a los que están en tinieblas: «Mostraos». Por los caminos pacerán y en todos los calveros tendrán pasto.
10 No tendrán hambre ni sed, ni les dará el bochorno ni el sol, pues el que tiene piedad de ellos los conducirá, y a manantiales de agua los guiará.
11 Convertiré todos mis montes en caminos, y mis calzadas serán levantadas.
12 Mira: Estos vienen de lejos, esos otros del norte y del oeste, y aquéllos de la tierra de Sinim.
13 ¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! Prorrumpan los montes en gritos de alegría, pues Yahveh ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido.
14 Pero dice Sión: «Yahveh me ha abandonado, el Señor me ha olvidado.»
15 – ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido.
16 Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada, tus muros están ante mí perpetuamente.
17 Apresúrense los que te reedifican, y salgan de ti los que te arruinaron y demolieron.
18 Alza en torno los ojos y mira: todos ellos se han reunido y han venido a ti. ¡Por mi vida! – oráculo de Yahveh – que con todos ellos como con velo nupcial te vestirás, y te ceñirás con ellos como una novia.
19 Porque tus ruinas y desolaciones y tu tierra arrasada van a ser ahora demasiado estrechas para tanto morador, y se habrán alejado tus devoradores.
20 Todavía te dirán al oído los hijos de que fuiste privada: «El lugar es estrecho para mí, Cédeme sitio para alojarme.»
21 Y dirás para ti misma: «¿Quién me ha dado a luz éstos? Pues yo había quedado sin hijos y estéril, desterrada y aparte, y a éstos ¿quién los crió? He aquí que yo había quedado sola, pues éstos ¿dónde estaban?»
22 Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a alzar hacia las gentes de mi mano, y hacia los pueblos voy a levantar mi bandera; traerán a tus hijos en brazos, y tus hijas serán llevadas a hombros.
23 Reyes serán tus tutores, y sus princesas, nodrizas tuyas. Rostro en tierra se postrarán ante ti, y el polvo de tus pies lamerán. Y sabrás que yo soy Yahveh; no se avergonzarán los que en mí esperan.
24 ¿Se arrebata al valiente la presa, o se escapa el prisionero del guerrero?
25 Pues así dice Yahveh: Sí, al valiente se le quitará el prisionero, y la presa del guerrero se le escapará; con tus litigantes yo litigaré, y a tus hijos yo salvaré.
26 Haré comer a tus opresores su propia carne, como con vino nuevo, con su sangre se embriagarán. Y sabrá todo el mundo que yo, Yahveh, soy el que te salva, y el que te rescata, el Fuerte de Jacob.
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Isaías 50
1 Así dice Yahveh: ¿Dónde está esa carta de divorcio de vuestra madre a quien repudié? o ¿a cuál de mis acreedores os vendí? Mirad que por vuestras culpas fuisteis vendidos, y por vuestras rebeldías fue repudiada vuestra madre.
2 ¿Por qué cuando he venido no había nadie, cuando he llamado no hubo quien respondiera? ¿Acaso se ha vuelto mi mano demasiado corta para rescatar o quizá no habrá en mí vigor para salvar? He aquí que con un gesto seco el mar, convierto los ríos en desierto; quedan en seco sus peces por falta de agua y mueren de sed.
3 Yo visto los cielos de crespón y los cubro de sayal.
4 El Señor Yahveh me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos;
5 el Señor Yahveh me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás.
6 Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos.
7 Pues que Yahveh habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado.
8 Cerca está el que me justifica: ¿quién disputará conmigo? Presentémonos juntos: ¿quién es mi demandante? ¡que se llegue a mí!
9 He aquí que el Señor Yahveh me ayuda: ¿quién me condenará? Pues todos ellos como un vestido se gastarán, la polilla se los comerá.
10 El que de entre vosotros tema a Yahveh oiga la voz de su Siervo. El que anda a oscuras y carece de claridad confíe en el nombre de Yahveh y apóyese en su Dios.
11 ¡Oh vosotros, todos los que encendéis fuego, los que sopláis las brasas! Id a la lumbre de vuestro propio fuego y a las brasas que habéis encendido. Esto os vendrá de mi mano: en tormento yaceréis.
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Isaías 51
1 Prestadme oído, seguidores de lo justo, los que buscáis a Yahveh. Reparad en la peña de donde fuisteis tallados, y en la cavidad de pozo de donde fuisteis excavados.
2 Reparad en Abraham vuestro padre, y en Sara, que os dio a luz; pues uno solo era cuando le llamé, pero le bendije y le multipliqué.
3 Cuando haya consolado Yahveh a Sión, haya consolado todas sus ruinas y haya trocado el desierto en Edén y la estepa en Paraíso de Yahveh, regocijo y alegría se encontrarán en ella, alabanza y son de canciones.
4 Préstame atención, pueblo mío, mi nación, escúchame; que una instrucción saldrá de mí, y juicio mío para luz de las naciones. Inminente,
5 cercana está mi justicia, saldrá mi liberación, y mis brazos juzgarán a los pueblos. Las islas esperan en mí y cuentan con mi brazo.
6 Alzad a los cielos vuestros ojos y contemplad la tierra abajo, pues los cielos como humareda se disiparán, la tierra como un vestido se gastará y sus moradores como el mosquito morirán. Pero mi salvación por siempre será, y mi justicia se mantendrá intacta.
7 Prestadme oído, sabedores de lo justo, pueblo consciente de mi ley. No temáis las injurias de los hombres, y de sus ultrajes no os asustéis;
8 pues como un vestido se los comerá la polilla, y como lana los comerá la tiña. Pero mi justicia por siempre será, y mi salvación por generaciones de generaciones.
9 ¡Despierta, despierta, revístete de poderío, oh brazo de Yahveh! ¡Despierta como en los días de antaño, en las generaciones pasadas! ¿No eres tú el que partió a Ráhab, el que atravesó al Dragón?
10 ¿No eres tú el que secó la Mar, las aguas del gran Océano, el que trocó las honduras del mar en camino para que pasasen los rescatados?
11 Los redimidos de Yahveh volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus cabezas. ¡Regocijo y alegría les acompañarán! ¡Adiós, el penar y suspiros!
12 Yo, yo soy tu consolador. ¿Quién eres tú, que tienes miedo del mortal y del hijo del hombre, al heno equiparado?
13 Olvidas a Yahveh, tu hacedor, el que extendió los cielos y cimentó la tierra; y te estás despavorido todo a lo largo del día ante la furia del opresor, en cuanto se aplica a destruir. Pues ¿dónde está esa furia del opresor?
14 Pronto saldrá libre el que está en la cárcel, no morirá en la hoya, no le faltará el pan.
15 Yo soy Yahveh tu Dios, que agito el mar y hago bramar sus olas; Yahveh Sebaot es mi nombre.
16 Yo he puesto mis palabras en tu boca y te he escondido a la sombra de mi mano, cuando extendía los cielos y cimentaba la tierra, diciendo a Sión: «Mi pueblo eres tú.»
17 ¡Despierta, despierta! ¡Levántate, Jerusalén! Tú, que has bebido de mano de Yahveh la copa de su ira. El cáliz del vértigo has bebido hasta vaciarlo.
18 No hay quien la guíe de entre todos los hijos que ha dado a luz, no hay quien la tome de la mano de entre todos los hijos que ha criado.
19 Estas dos cosas te han acaecido – ¿quién te conduele? – saqueo y quebranto, hambre y espada – ¿quién te consuela? –
20 Tus hijos desfallecen, yacen, en la esquina de todas las calles como antílope en la red, llenos de la ira de Yahveh, de la amenaza de tu Dios.
21 Por eso, escucha esto, pobrecilla, ebria, pero no de vino.
22 Así dice tu Señor Yahveh, tu Dios, defensor de tu pueblo. Mira que yo te quito de la mano la copa del vértigo, el cáliz de mi ira; ya no tendrás que seguir bebiéndolo.
23 Yo lo pondré en la mano de los que te afligían, de los que a ti misma te decían: «Póstrate para que pasemos», y tú pusiste tu espalda como suelo y como calle de los que pasaban.
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Isaías 52
1 ¡Despierta, despierta! ¡Revístete de tu fortaleza, Sión! ¡Vístete tus ropas de gala, Jerusalén, Ciudad Santa! Porque no volverán a entrar en ti incircuncisos ni impuros.
2 Sacúdete el polvo, levántate, cautiva Jerusalén, Líbrate de las ligaduras de tu cerviz, cautiva hija de Sión.
3 Porque así dice Yahveh: De balde fuisteis vendidos, y sin plata seréis rescatados.
4 Sí, así dice el Señor Yahveh: A Egipto bajó mi pueblo en un principio, a ser forastero allí, y luego Asiria le oprimió sin motivo.
5 Y ahora, ¿qué voy a hacer aquí – oráculo de Yahveh – pues mi pueblo ha sido arrebatado sin motivo? Sus dominadores profieren gritos – oráculo de Yahveh – y todo a lo largo del día mi nombre es blasfemado.
6 Por eso mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día y comprenderá que yo soy el que decía: «Aquí estoy.»
7 ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios!»
8 ¡Una voz! Tus vigías alzan la voz, a una dan gritos de júbilo, porque con sus propios ojos ven el retorno de Yahveh a Sión.
9 Prorrumpid a una en gritos de júbilo, soledades de Jerusalén, porque ha consolado Yahveh a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén.
10 Ha desnudado Yahveh su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y han visto todos los cabos de la tierra la salvación de nuestro Dios.
11 ¡Apartaos, apartaos, salid de allí! ¡Cosa impura no toquéis! ¡Salid de en medio de ella, manteneos limpios, portadores del ajuar de Yahveh!
12 Pues sin prisa habréis de salir, no iréis a la desbandada, que va al frente de vosotros Yahveh, y os cierra la retaguardia el Dios de Israel.
13 He aquí que prosperará mi Siervo, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera.
14 Así como se asombraron de él muchos – pues tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre, ni su apariencia era humana –
15 otro tanto se admirarán muchas naciones; ante él cerrarán los reyes la boca, pues lo que nunca se les contó verán, y lo que nunca oyeron reconocerán.
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Isaías 53
1 ¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahveh ¿a quién se le reveló?
2 Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar.
3 Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta.
4 ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.
5 El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.
6 Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros.
7 Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca.
8 Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido;
9 y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca.
10 Mas plugo a Yahveh quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahveh se cumplirá por su mano.
11 Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará.
12 Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes.
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Isaías 54
1 Grita de júbilo, estéril que no das a luz, rompe en gritos de júbilo y alegría, la que no ha tenido los dolores; que más son los hijos de la abandonada, que los hijos de la casada, dice Yahveh.
2 Ensancha el espacio de tu tienda las cortinas extiende, no te detengas; alarga tus sogas, tus clavijas asegura;
3 porque a derecha e izquierda te expandirás, tu prole heredará naciones y ciudades desoladas poblarán.
4 No temas, que no te avergonzarás, ni te sonrojes, que no quedarás confundida, pues la vergüenza de tu mocedad olvidarás, y la afrenta de tu viudez no recordarás jamás.
5 Porque tu esposo es tu Hacedor, Yahveh Sebaot es su nombre; y el que te rescata, el Santo de Israel, Dios de toda la tierra se llama.
6 Porque como a mujer abandonada y de contristado espíritu, te llamó Yahveh; y la mujer de la juventud ¿es repudiada? – dice tu Dios.
7 Por un breve instante te abandoné, pero con gran compasión te recogeré.
8 En un arranque de furor te oculté mi rostro por un instante, pero con amor eterno te he compadecido – dice Yahveh tu Redentor.
9 Será para mí como en tiempos de Noé: como juré que no pasarían las aguas de Noé más sobre la tierra, así he jurado que no me irritaré mas contra ti ni te amenazaré.
10 Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá – dice Yahveh, que tiene compasión de ti.
11 Pobrecilla, azotada por los vientos, no consolada, mira que yo asiento en carbunclos tus piedras y voy a cimentarte con zafiros.
12 Haré de rubí tus baluartes, tus puertas de piedras de cuarzo y todo tu término de piedras preciosas.
13 Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh, y será grande la dicha de tus hijos.
14 En justicia serás consolidada. Manténte lejos de la opresión, pues ya no temerás, y del terror, pues no se acercará a ti.
15 Si alguien te ataca, no será de parte mía; quienquiera que te ataque, contra ti se estrellará.
16 He aquí que yo he creado al herrero, que sopla en el fuego las brasas y saca los instrumentos para su trabajo.
17 Yo he creado al destructor para aniquilar. Ningún arma forjada contra ti tendrá éxito, e impugnarás a toda lengua que se levante a juicio contigo. Tal será la heredad de los siervos de Yahveh y las victorias que alcanzarán por mí – oráculo de Yahveh -.
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Isaías 55
1 ¡Oh, todos los sedientos, id por agua, y los que no tenéis plata, venid, comprad y comed, sin plata, y sin pagar, vino y leche!
2 ¿Por qué gastar plata en lo que no es pan, y vuestro jornal en lo que no sacia? Hacedme caso y comed cosa buena, y disfrutaréis con algo sustancioso.
3 Aplicad el oído y acudid a mí, oíd y vivirá vuestra alma. Pues voy a firmar con vosotros una alianza eterna: las amorosas y fieles promesas hechas a David.
4 Mira que por testigo de las naciones le he puesto, caudillo y legislador de las naciones.
5 Mira que a un pueblo que no conocías has de convocar, y un pueblo que no te conocía, a ti correrá por amor de Yahveh tu Dios y por el Santo de Israel, porque te ha honrado.
6 Buscad a Yahveh mientras se deja encontrar, llamadle mientras está cercano.
7 Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahveh, que tendrá compasión de él, a nuestro Dios, que será grande en perdonar.
8 Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos – oráculo de Yahveh -.
9 Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros.
10 Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer,
11 así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié.
12 Sí, con alegría saldréis, y en paz seréis traídos. Los montes y las colinas romperán ante vosotros en gritos de júbilo, y todos los árboles del campo batirán palmas.
13 En lugar del espino crecerá el ciprés, en lugar de la ortiga crecerá el mirto. Será para renombre de Yahveh, para señal eterna que no será borrada.
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Isaías 56
1 Así dice Yahveh: Velad por la equidad y practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y mi justicia para manifestarse.
2 Dichoso el mortal que tal haga, el hombre que persevere en ello, guardándose de profanar el sábado, guardando su mano de hacer nada malo.
3 Que el extranjero que se adhiera a Yahveh, no diga: «¡De cierto que Yahveh me separará de su pueblo!» No diga el eunuco: «Soy un árbol seco.»
4 Pues así dice Yahveh: Respecto a los eunucos que guardan mis sábados y eligen aquello que me agrada y se mantienen firmes en mi alianza,
5 yo he de darles en mi Casa y en mis muros monumento y nombre mejor que hijos e hijas; nombre eterno les daré que no será borrado.
6 En cuanto a los extranjeros adheridos a Yahveh para su ministerio, para amar el nombre de Yahveh, y para ser sus siervos, a todo aquel que guarda el sábado sin profanarle y a los que se mantienen firmes en mi alianza,
7 yo les traeré a mi monte santo y les alegraré en mi Casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos sobre mi altar. Porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos.
8 Oráculo del Señor Yahveh que reúne a los dispersos de Israel. A los ya reunidos todavía añadiré otros.
9 Bestias todas del campo, venid a comer, bestias todas del bosque.
10 Sus vigías son ciegos, ninguno sabe nada; todos son perros mudos, no pueden ladrar; ven visiones, se acuestan, amigos de dormir.
11 Son perros voraces, no conocen hartura, y ni los pastores saben entender. Cada uno sigue su propio camino cada cual, hasta el último, busca su provecho
12 «Venid, voy a sacar vino y nos emborracharemos de licor, que el día de mañana será como el de hoy, o muchísimo mejor.»
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Isaías 57
1 El justo perece, y no hay quien haga caso; los hombres buenos son arrebatados, y no hay quien lo considere. Cuando ante la desgracia es arrebatado el justo,
2 se va en paz. ¡Descansen en sus lechos todos los que anduvieron en camino recto!
3 Pero vosotros venid acá, hijos de hechicera, raza adúltera que te prostituyes:
4 ¿De quién os mofáis? ¿Contra quién abrís la boca y sacáis la lengua? ¿No sois vosotros engendros de pecado, prole bastarda?
5 Los que entráis en calor entre terebintos, bajo cualquier árbol frondoso, degolladores de niños en las torrenteras, debajo de los resquicios de las peñas.
6 En las piedras lisas del torrente tengas tu parte: ¡ellas, ellas te toquen en suerte! Que también sobre ellas vertiste libaciones, hiciste oblación. ¿Acaso con estas cosas me voy a aplacar?
7 Sobre montaña alta y empinada pusiste tu lecho. Hasta allí subiste a hacer el sacrificio.
8 Detrás de la puerta y de la jamba pusiste tu memorial. Sí, te desnudaste, subiste, y no conmigo, a tu lecho, y lo extendiste. Llegaste a un acuerdo con aquellos con quienes te plugo acostarte, mirando el monumento.
9 Te has acercado con aceite para Mélek, multiplicaste tus aromas. Enviaste a tus emisarios muy lejos, y los hiciste bajar hasta el seol.
10 De tanto caminar te cansaste, pero sin decir: «Me rindo.» Hallaste el vigor de tu mano, y así no quedaste debilitada.
11 Pues bien, ¿de quién te asustaste y tuviste miedo, que fuiste embustera, y de mí no te acordaste, no hiciste caso de ello? ¿No es que porque me callé desde siempre, a mí no me temiste?
12 Yo voy a denunciar tu virtud y tus hechos, y no te aprovecharán.
13 Cuando grites, que te salven los reunidos en torno a ti, que a todos ellos los llevará el viento, los arrebatará el aire. Pero aquel que se ampare en mí poseerá la tierra y heredará mi monte santo.
14 Entonces se dirá: Reparad, reparad, abrid camino, quitad los obstáculos del camino de mi pueblo.
15 Que así dice el Excelso y Sublime, el que mora por siempre y cuyo nombre es Santo. «En lo excelso y sagrado yo moro, y estoy también con el humillado y abatido de espíritu, para avivar el espíritu de los abatidos, para avivar el ánimo de los humillados.
16 Pues no disputaré por siempre ni estaré eternamente enojado, pues entonces el espíritu ante mí desmayaría y las almas que yo he creado.
17 Por culpa de su codicia me enojé y le herí, ocultándome en mi enojo. Pero el rebelde seguía su capricho.
18 Sus caminos vi. Yo le curaré y le guiaré, y le daré ánimos a él y a los que con él lloraban,
19 poniendo alabanza en los labios: ¡Paz, paz al de lejos y al de cerca! – dice Yahveh -. Yo le curaré.»
20 Los malos son como mar agitada cuando no puede calmarse, cuyas aguas lanzan cieno y lodo.
21 «No hay paz para los malvados» – dice mi Dios.
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Isaías 58
1 Clama a voz en grito, no te moderes; levanta tu voz como cuerno y denuncia a mi pueblo su rebeldía y a la casa de Jacob sus pecados.
2 A mí me buscan día a día y les agrada conocer mis caminos, como si fueran gente que la virtud practica y el rito de su Dios no hubiesen abandonado. Me preguntan por las leyes justas, la vecindad de su Dios les agrada.
3 – ¿Por qué ayunamos, si tú no lo ves? ¿Para qué nos humillamos, si tú no lo sabes? – Es que el día en que ayunabais, buscabais vuestro negocio y explotabais a todos vuestros trabajadores.
4 Es que ayunáis para litigio y pleito y para dar de puñetazos a malvados. No ayunéis como hoy, para hacer oír en las alturas vuestra voz.
5 ¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero el día en que se humilla el hombre? ¿Había que doblegar como junco la cabeza, en sayal y ceniza estarse echado? ¿A eso llamáis ayuno y día grato a Yahveh?
6 ¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo?
7 ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?
8 Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá.
9 Entonces clamarás, y Yahveh te responderá, pedirás socorro, y dirá: «Aquí estoy.» Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo y no hablas maldad,
10 repartes al hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía.
11 Te guiará Yahveh de continuo, hartará en los sequedales tu alma, dará vigor a tus huesos, y serás como huerto regado, o como manantial cuyas aguas nunca faltan.
12 Reedificarán, de ti, tus ruinas antiguas, levantarás los cimientos de pasadas generaciones, se te llamará Reparador de brechas, y Restaurador de senderos frecuentados.
13 Si apartas del sábado tu pie, de hacer tu negocio en el día santo, y llamas al sábado «Delicia», al día santo de Yahveh «Honorable», y lo honras evitando tus viajes, no buscando tu interés ni tratando asuntos,
14 entonces te deleitarás en Yahveh, y yo te haré cabalgar sobre los altozanos de la tierra. Te alimentaré con la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Yahveh ha hablado.
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Isaías 59
1 Mirad, no es demasiado corta la mano de Yahveh para salvar, ni es duro su oído para oír,
2 sino que vuestras faltas os separaron a vosotros de vuestro Dios, y vuestros pecados le hicieron esconder su rostro de vosotros para no oír.
3 Porque vuestras manos están manchadas de sangre y vuestros dedos de culpa, vuestros labios hablan falsedad y vuestra lengua habla perfidia.
4 No hay quien clame con justicia ni quien juzgue con lealtad. Se confían en la nada y hablan falsedad, conciben malicia y dan a luz iniquidad.
5 Hacen que rompan su cascarón las víboras y tejen telas de araña; el que come de sus huevos muere, y si son aplastados sale una víbora.
6 Sus hilos no sirven para vestido ni con sus tejidos se pueden cubrir. Sus obras son obras inicuas y acciones violentas hay en sus manos.
7 Sus pies corren al mal y se apresuran a verter sangre inocente. Sus proyectos son proyectos inicuos, destrucción y quebranto en sus caminos.
8 Camino de paz no conocen, y derecho no hay en sus pasos. Tuercen sus caminos para provecho propio, ninguno de los que por ellos pasan conoce la paz.
9 Por eso se alejó de nosotros el derecho y no nos alcanzó la justicia. Esperábamos la luz, y hubo tinieblas, la claridad, y anduvimos en oscuridad.
10 Palpamos la pared como los ciegos y como los que no tienen ojos vacilamos. Tropezamos al mediodía como si fuera al anochecer, y habitamos entre los sanos como los muertos.
11 Todos nosotros gruñimos como osos y zureamos sin cesar como palomas. Esperamos el derecho y no hubo, la salvación, y se alejó de nosotros.
12 Porque fueron muchas nuestras rebeldías delante de ti, y nuestros pecados testifican contra nosotros, pues nuestras rebeldías nos acompañan y conocemos nuestras culpas:
13 rebelarse y renegar de Yahveh, apartarse de seguir a nuestro Dios, hablar de opresión y revueltas, concebir y musitar en el corazón palabras engañosas.
14 Porque ha sido rechazado el juicio y la justicia queda lejos. Porque la verdad en la plaza ha tropezado y la rectitud no puede entrar.
15 La verdad se echa en falta y el que se aparta del mal es despojado. Lo vio Yahveh y pareció mal a sus ojos que no hubiera derecho.
16 Vio que no había nadie y se maravilló de que no hubiera intercesor. Entonces le salvó su brazo y su justicia le sostuvo.
17 Se puso la justicia como coraza y el casco de salvación en su cabeza. Se puso como túnica vestidos de venganza y se vistió el celo como un manto.
18 Según los merecimientos así pagará: ira para sus opresores y represalia para sus enemigos. Dará a las islas su merecido.
19 Temerán desde Occidente el nombre de Yahveh y desde el Oriente verán su gloria, pues vendrá como un torrente encajonado contra el que irrumpe con fuerza el soplo de Yahveh.
20 Vendrá a Sión para rescatar, a aquellos de Jacob que se conviertan de su rebeldía. – Oráculo de Yahveh -.
21 Cuanto a mí, esta es la alianza con ellos, dice Yahveh. Mi espíritu que ha venido sobre ti y mis palabras que he puesto en tus labios no caerán de tu boca ni de la boca de tu descendencia ni de la boca de la descendencia de tu descendencia, dice Yahveh, desde ahora y para siempre.
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Isaías 60
1 ¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz, y la gloria de Yahveh sobre ti ha amanecido!
2 Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece Yahveh y su gloria sobre ti aparece.
3 Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu alborada.
4 Alza los ojos en torno y mira: todos se reúnen y vienen a ti. Tus hijos vienen de lejos, y tus hijas son llevadas en brazos.
5 Tú entonces al verlo te pondrás radiante, se estremecerá y se ensanchará tu corazón, porque vendrán a ti los tesoros del mar, las riquezas de las naciones vendrán a ti.
6 Un sin fin de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Madián y Efá. Todos ellos de Sabá vienen portadores de oro e incienso y pregonando alabanzas a Yahveh.
7 Todas las ovejas de Quedar se apiñarán junto a ti, los machos cabríos de Nebayot estarán a tu servicio. Subirán en holocausto agradable a mi altar, y mi hermosa Casa hermosearé aún más.
8 ¿Quiénes son éstos que como nube vuelan, como palomas a sus palomares?
9 Los barcos se juntan para mí, los navíos de Tarsis en cabeza, para traer a tus hijos de lejos, junto con su plata y su oro, por el nombre de Yahveh tu Dios y por el Santo de Israel, que te hermosea.
10 Hijos de extranjeros construirán tus muros, y sus reyes se pondrán a tu servicio, porque en mi cólera te herí, pero en mi benevolencia he tenido compasión de ti.
11 Abiertas estarán tus puertas de continuo; ni de día ni de noche se cerrarán, para dejar entrar a ti las riquezas de las naciones, traídas por sus reyes.
12 Pues la nación y el reino que no se sometan a ti perecerán, esas naciones serán arruinadas por completo.
13 La gloria del Líbano vendrá a ti, el ciprés, el olmo y el boj a una, a embellecer mi Lugar Santo y honrar el lugar donde mis pies reposan.
14 Acudirán a ti encorvados los hijos de los que te humillaban, se postrarán a tus pies todos los que te menospreciaban, y te llamarán la Ciudad de Yahveh, la Sión del Santo de Israel.
15 En vez de estar tú abandonada, aborrecida y sin viandantes, yo te convertiré en lozanía eterna, gozo de siglos y siglos.
16 Te nutrirás con la leche de las naciones, con las riquezas de los reyes serás amamantada, y sabrás que yo soy Yahveh tu Salvador, y el que rescata, el Fuerte de Jacob.
17 En vez de bronce traeré oro, en vez de hierro traeré plata, en vez de madera, bronce, y en vez de piedras, hierro. Te pondré como gobernantes la Paz, y por gobierno la Justicia.
18 No se oirá más hablar de violencia en tu tierra, ni de despojo o quebranto en tus fronteras, antes llamarás a tus murallas «Salvación» y a tus puertas «Alabanza».
19 No será para ti ya nunca más el sol luz del día, ni el resplandor de la luna te alumbrará de noche, sino que tendrás a Yahveh por luz eterna, y a tu Dios por tu hermosura.
20 No se pondrá jamás tu sol, ni tu luna menguará, pues Yahveh será para ti luz eterna, y se habrán acabado los días de tu luto.
21 Todos los de tu pueblo serán justos, para siempre heredarán la tierra; retoño de mis plantaciones, obra de mis manos para manifestar mi gloria.
22 El más pequeño vendrá a ser un millar, el más chiquito, una nación poderosa. Yo, Yahveh, a su tiempo me apresuraré a cumplirlo.
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Isaías 61
1 El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad;
2 a pregonar año de gracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran,
3 para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido. Se les llamará robles de justicia, plantación de Yahveh para manifestar su gloria.
4 Edificarán las ruinas seculares, los lugares de antiguo desolados levantarán, y restaurarán las ciudades en ruinas, los lugares por siempre desolados.
5 Vendrán extranjeros y apacentarán vuestros rebaños, e hijos de extraños serán vuestros labradores y viñadores.
6 Y vosotros seréis llamados «sacerdotes de Yahveh», «ministros de nuestro Dios» se os llamará. La riqueza de las naciones comeréis y en su gloria les sucederéis.
7 Por cuanto su vergüenza había sido doble, y en lugar de afrenta, gritos de regocijo fueron su herencia, por eso en su propia tierra heredarán el doble, y tendrán ellos alegría eterna.
8 Pues yo, Yahveh, amo el derecho y aborrezco la rapiña y el crimen. Les daré el salario de su trabajo lealmente, y alianza eterna pactaré con ellos.
9 Será conocida en las naciones su raza y sus vástagos entre los pueblos; todos los que los vean reconocerán que son raza bendita de Yahveh.
10 «Con gozo me gozaré en Yahveh, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto como el esposo se pone una diadema, como la novia se adorna con aderezos.
11 Porque, como una tierra hace germinar plantas y como un huerto produce su simiente, así el Señor Yahveh hace germinar la justicia y la alabanza en presencia de todas las naciones.»
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Isaías 62
1 Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar quedo, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación brille como antorcha.
2 Verán las naciones tu justicia, todos los reyes tu gloria, y te llamarán con un nombre nuevo que la boca de Yahveh declarará.
3 Serás corona de adorno en la mano de Yahveh, y tiara real en la palma de tu Dios.
4 No se dirá de ti jamás «Abandonada», ni de tu tierra se dirá jamás «Desolada», sino que a ti se te llamará «Mi Complacencia», y a tu tierra, «Desposada». Porque Yahveh se complacerá en ti, y tu tierra será desposada.
5 Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios.
6 Sobre los muros de Jerusalén he apostado guardianes; ni en todo el día ni en toda la noche estarán callados. Los que hacéis que Yahveh recuerde, no guardéis silencio.
7 No le dejéis descansar, hasta que restablezca, hasta que trueque a Jerusalén en alabanza en la tierra.
8 Ha jurado Yahveh por su diestra y por su fuerte brazo: «No daré tu grano jamás por manjar a tus enemigos. No beberán hijos de extraños tu mosto por el que te fatigaste,
9 sino que los que lo cosechen lo comerán y alabarán a Yahveh, y los que los recolecten lo beberán en mis atrios sagrados.»
10 ¡Pasad, pasad por las puertas! ¡Abrid camino al pueblo! ¡Reparad, reparad el camino, y limpiadlo de piedras! ¡Izad pendón hacia los pueblos!
11 Mirad que Yahveh hace oír hasta los confines de la tierra: «Decid a la hija de Sión: Mira que viene tu salvación; mira, su salario le acompaña, y su paga le precede.
12 Se les llamará Pueblo Santo, Rescatados de Yahveh; y a ti se te llamará Buscada, Ciudad no Abandonada.»
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Isaías 63
1 ¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosrá, con ropaje teñido de rojo? ¿Ese del vestido esplendoroso, y de andar tan esforzado? – Soy yo que hablo con justicia, un gran libertador.
2 Y ¿por qué está de rojo tu vestido, y tu ropaje como el de un lagarero?
3 El lagar he pisado yo solo; de mi pueblo no hubo nadie conmigo. Los pisé con ira, los pateé con furia, y salpicó su sangre mis vestidos, y toda mi vestimenta he manchado.
4 ¡Era el día de la venganza que tenía pensada, el año de mi desquite era llegado!
5 Miré bien y no había auxiliador; me asombré de que no hubiera quien apoyase. Así que me salvó mi propio brazo, y fue mi furia la que me sostuvo.
6 Pisoteé a pueblos en mi ira, los pise con furia e hice correr por tierra su sangre.
7 Las misericordias de Yahveh quiero recordar, las alabanzas de Yahveh, por todo lo que nos ha premiado Yahveh, por la gran bondad para la casa de Israel, que tuvo con nosotros en su misericordia, y por la abundancia de sus bondades.
8 Dijo él: «De cierto que ellos son mi pueblo, hijos que no engañarán.» Y fue él su Salvador
9 en todas sus angustias. No fue un mensajero ni un ángel: él mismo en persona los liberó. Por su amor y su compasión él los rescató: los levantó y los llevó todos los días desde siempre.
10 Mas ellos se rebelaron y contristaron a su Espíritu santo, y él se convirtió en su enemigo, guerreó contra ellos.
11 Entonces se acordó de los días antiguos, de Moisés su siervo. ¿Dónde está el que los sacó de la mar, el pastor de su rebaño? ¿Dónde el que puso en él su Espíritu santo,
12 el que hizo que su brazo fuerte marchase al lado de Moisés, el que hendió las aguas ante ellos para hacerse un nombre eterno,
13 el que les hizo andar por los abismos como un caballo por el desierto, sin que tropezaran,
14 cual ganado que desciende al valle? El Espíritu de Yahveh los llevó a descansar. Así guiaste a tu pueblo, para hacerte un nombre glorioso.
15 observa desde los cielos y ve desde tu aposento santo y glorioso. ¿Dónde está tu celo y tu fuerza, la conmoción de tus entrañas? ¿Es que tus entrañas se han cerrado para mí?
16 Porque tú eres nuestro Padre, que Abraham no nos conoce, ni Israel nos recuerda. Tú, Yahveh, eres nuestro Padre, tu nombre es «El que nos rescata» desde siempre.
17 ¿Por qué nos dejaste errar, Yahveh, fuera de tus caminos, endurecerse nuestros corazones lejos de tu temor? Vuélvete, por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad.
18 ¿Por qué el enemigo ha invalido tu santuario, tu santuario han pisoteado nuestros opresores?
19 Somos desde antiguo gente a la que no gobiernas, no se nos llama por tu nombre. ¡Ah si rompieses los cielos y descendieses – ante tu faz los montes se derretirían,
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Isaías 64
1 como prende el fuego en la hojarasca, como el fuego hace hervir al agua – para dar a conocer tu nombre a tus adversarios, y hacer temblar a las naciones ante ti,
2 haciendo tú cosas terribles, inesperadas. (Tú descendiste: ante tu faz, los montes se derretirán.)
3 Nunca se oyó. No se oyó decir, ni se escuchó, ni ojo vio a un Dios, sino a ti, que tal hiciese para el que espera en él.
4 Te haces encontradizo de quienes se alegran y practican justicia y recuerdan tus caminos. He aquí que estuviste enojado, pero es que fuimos pecadores; estamos para siempre en tu camino y nos salvaremos.
5 Somos como impuros todos nosotros, como paño inmundo todas nuestras obras justas. Caímos como la hoja todos nosotros, y nuestras culpas como el viento nos llevaron.
6 No hay quien invoque tu nombre, quien se despierte para asirse a ti. Pues encubriste tu rostro de nosotros, y nos dejaste a merced de nuestras culpas.
7 Pues bien, Yahveh, tú eres nuestro Padre. Nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero, la hechura de tus manos todos nosotros.
8 No te irrites, Yahveh, demasiado, ni para siempre recuerdes la culpa. Ea, mira, todos nosotros somos tu pueblo.
9 Tus ciudades santas han quedado desiertas, Sión desierta ha quedado, Jerusalén desolada.
10 Nuestra Casa santa y gloriosa, en donde te alabaron nuestros padres, ha parado en hoguera de fuego, y todas nuestras cosas más queridas han parado en ruinas.
11 ¿Es que ante esto te endurecerás, Yahveh, callarás y nos humillarás sin medida?.
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Isaías 65
1 Me he hecho encontradizo de quienes no preguntaban por mí; me he dejado hallar de quienes no me buscaban. Dije: «Aquí estoy, aquí estoy» a gente que no invocaba mi nombre.
2 Alargué mis manos todo el día hacia un pueblo rebelde que sigue un camino equivocado en pos de sus pensamientos;
3 pueblo que me irrita en mi propia cara de continuo, que sacrifican en los jardines y queman incienso sobre ladrillos;
4 que habitan en tumbas y en antros hacen noche; que comen carne de cerdo y bazofia descompuesta en sus cacharros;
5 los que dicen: «Quédate ahí, no te llegues a mí, que te santificaría.» Estos son humo en mi nariz, fuego que abrasa siempre.
6 Mirad que está escrito delante de mí: no callaré hasta no haber puesto su paga en su seno,
7 la de vuestras culpas y las de vuestros padres juntamente – dice Yahveh – que quemaron incienso en los montes y en las colinas me afrentaron; pero yo voy a medirles la paga de su obra y se la pondré en su seno.
8 Así dice Yahveh: Como cuando se encuentra mosto en el racimo y se dice: «No lo eches a perder, porque es una bendición», así haré yo por amor de mis siervos, evitando destruirlos a todos.
9 Sacaré de Jacob simiente y de Judá heredero de mis montes; los heredarán mis elegidos y mis siervos morarán allí.
10 Sarón será majada de ovejas y el valle de Akor corral de vacas para mi pueblo, los que me buscaron.
11 Mas vosotros, los que abandonáis a Yahveh, los que olvidáis mi monte santo, los que ponéis una mesa a Gad y llenáis una copa a Mení,
12 Yo os destino a la espada y todos vosotros caeréis degollados, porque os llamé y no respondisteis, hablé y no oísteis, sino que hicisteis lo que me desagrada, y lo que no me gusta elegisteis.
13 Por tanto, así dice el Señor Yahveh: Mirad que mis siervos comerán, mas vosotros tendréis hambre; mirad que mis siervos beberán, mas vosotros tendréis sed; mirad que mis siervos se alegrarán, mas vosotros padeceréis vergüenza;
14 mirad que mis siervos cantarán con corazón dichoso, mas vosotros gritaréis con corazón triste, y con espíritu quebrantado gemiréis.
15 Dejaréis vuestro nombre a mis elegidos para que sirva de imprecación: «¡Así te haga morir el Señor Yahveh…!», pero a sus siervos les dará un nombre nuevo
16 tal que, quien desee ser bendecido en la tierra, deseará serlo en el Dios del Amén, y quien jurare en la tierra, jurará en el Dios del Amén; cuando se hayan olvidado las angustias primeras, y cuando estén ocultas a mis ojos.
17 Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria;
18 antes habrá gozo y regocijo por siempre jamás por lo que voy a crear. Pues he aquí que yo voy a crear a Jerusalén «Regocijo», y a su pueblo «Alegría»;
19 me regocijaré por Jerusalén y me alegraré por mi pueblo, sin que se oiga allí jamás lloro ni quejido.
20 No habrá allí jamás niño que viva pocos días, o viejo que no llene sus días, pues morir joven será morir a los cien años, y el que no alcance los cien años será porque está maldito.
21 Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto.
22 No edificarán para que otro habite, no plantarán para que otro coma, pues cuanto vive un árbol vivirá mi pueblo, y mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos.
23 No se fatigarán en vano ni tendrán hijos para sobresalto, pues serán raza bendita de Yahveh ellos y sus retoños con ellos.
24 Antes que me llamen, yo responderé; aún estarán hablando, y yo les escucharé.
25 Lobo y cordero pacerán a una, el león comerá paja como el buey , y la serpiente se alimentará de polvo, no harán más daño ni perjuicio en todo mi santo monte – dice Yahveh.
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Isaías 66
1 Así dice Yahveh: Los cielos son mi trono y la tierra el estrado de mis pies, Pues ¿qué casa vais a edificarme, o qué lugar para mi reposo,
2 si todo lo hizo mi mano, y es mío todo ello? – Oráculo de Yahveh -. Y ¿en quién voy a fijarme? En el humilde y contrito que tiembla a mi palabra.
3 Se inmola un buey, se abate un hombre, se sacrifica una oveja, se desnuca un perro, se ofrece en oblación sangre de cerdo, se hace un memorial de incienso, se bendice a los ídolos. Ellos mismos eligieron sus propios caminos y en sus monstruos abominables halló su alma complacencia.
4 También yo elegiré el vejarlos y sus temores traeré sobre ellos, por cuanto que llamé y nadie respondió, hablé y no escucharon, sino que hicieron lo que me parece mal y lo que no me gusta eligieron.
5 Escuchad la palabra de Yahveh, los que tembláis a su palabra. Dijeron vuestros hermanos que os aborrecen, que os rechazan por causa de mi nombre: «Que Yahveh muestre su gloria y veamos vuestra alegría.» Pero ellos quedarán avergonzados.
6 Voz estruendosa viene de la ciudad, voz del Templo: la voz de Yahveh que paga el merecido a sus enemigos.
7 Antes de tener dolores dio a luz, antes de llegarle el parto dio a luz varón.
8 ¿Quién oyó tal? ¿Quién vio cosa semejante? ¿Es dado a luz un país en un solo día? ¿O nace un pueblo todo de una vez? Pues bien: Tuvo dolores y dio a luz Sión a sus hijos.
9 ¿Abriré yo el seno sin hacer dar a luz – dice Yahveh – o lo cerraré yo, que hago dar a luz? – Dice tu Dios.
10 Alegraos, Jerusalén, y regocijaos por ella todos los que la amáis, llenaos de alegría por ella todos los que por ella hacíais duelo;
11 de modo que maméis y os hartéis del seno de sus consuelos, de modo que chupéis y os deleitéis de los pechos de su gloria.
12 Porque así dice Yahveh: Mirad que yo tiendo hacia ella, como río la paz, y como raudal desbordante la gloria de las naciones, seréis alimentados, en brazos seréis llevados y sobre las rodillas seréis acariciados.
13 Como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré (y por Jerusalén seréis consolados).
14 Al verlo se os regocijará el corazón, vuestros huesos como el césped florecerán, la mano de Yahveh se dará a conocer a sus siervos, y su enojo a sus enemigos.
15 Pues he aquí que Yahveh en fuego viene y como torbellino son sus carros, para desfogar su cólera con ira y su amenaza con llamas de fuego.
16 Porque con fuego Yahveh va a juzgar y con su espada a toda carne, y serán muchas las víctimas de Yahveh.
17 Los que se consagran y los que se purifican en los jardines, detrás de uno que está en medio, que comen carne de cerdo, cosas inmundas y de rata, a una serán eliminados con sus acciones y sus pensamientos, – oráculo de Yahveh -.
18 Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas; vendrán y verán mi gloria.
19 Pondré en ellos señal y enviaré de ellos algunos escapados a las naciones: a Tarsis, Put y Lud, Mések, Ros, Túbal, Yaván; a las islas remotas que no oyeron mi fama ni vieron mi gloria. Ellos anunciarán mi gloria a las naciones.
20 Y traerán a todos vuestros hermanos de todas las naciones como oblación a Yahveh – en caballos, carros, literas, mulos y dromedarios – a mi monte santo de Jerusalén – dice Yahveh – como traen los hijos de Israel la oblación en recipiente limpio a la Casa de Yahveh.
21 Y también de entre ellos tomaré para sacerdotes y levitas – dice Yahveh.
22 Porque así como los cielos nuevos y la tierra nueva que yo hago permanecen en mi presencia – oráculo de Yahveh – así permanecerá vuestra raza y vuestro nombre.
23 Así pues, de luna en luna nueva y de sábado en sábado, vendrá todo el mundo a prosternarse ante mí – dice Yahveh.
24 Y en saliendo, verán los cadáveres de aquellos que se rebelaron contra mí; su gusano no morirá su fuego no se apagará, y serán el asco de todo el mundo.
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Efesios

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Índice: Sagrada Escritura, Efesios

1     2     3     4     5     6

     

 

 



Efesios 1

1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús.
2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo;
4 por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor;
5 eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad,
6 para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado.
7 En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia
8 que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia,
9 dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano,
10 para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra.
11 A él, por quien entramos en herencia, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su voluntad,
12 para ser nosotros alabanza de su gloria, los que ya antes esperábamos en Cristo.
13 En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa,
14 que es prenda de nuestra herencia, para redención del Pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria.
15 Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos,
16 no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones,
17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente;
18 iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos,
19 y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa,
20 que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos,
21 por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero.
22 Bajo sus pies sometió todas la cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia,
23 que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo.
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Efesios 2
1 Y a vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio del aire, el Espíritu que actúa en los rebeldes…
3 entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la Cólera…
4 Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amo,
5 estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo -por gracia habéis sido salvados-
6 y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús,
7 a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
8 Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios;
9 tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe.
10 En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos.
11 Así que, recordad cómo en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, llamados incircuncisos por la que se llama circuncisión – por una operación practicada en la carne -,
12 estabais a la sazón lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
13 Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo.
14 Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad,
15 anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz,
16 y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad.
17 Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca.
18 Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu.
19 Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios,
20 edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo,
21 en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor,
22 en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu.
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Efesios 3
1 Por lo cual yo, Pablo, el prisionero de Cristo por vosotros los gentiles…
2 si es que conocéis la misión de la gracia que Dios me concedió en orden a vosotros:
3 cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponeros.
4 Según esto, leyéndolo podéis entender mi conocimiento del Misterio de Cristo;
5 Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu:
6 que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio,
7 del cual he llegado a ser ministro, conforme al don de la gracia de Dios a mí concedida por la fuerza de su poder.
8 A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo,
9 y esclarecer cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas,
10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora manifestada a los Principados y a las Potestades en los cielos, mediante la Iglesia,
11 conforme al previo designio eterno que realizó en Cristo Jesús, Señor nuestro,
12 quien, mediante la fe en él, nos da valor para llegarnos confiadamente a Dios.
13 Por lo cual os ruego no os desaniméis a causa de las tribulaciones que por vosotros padezco, pues ellas son vuestra gloria.
14 Por eso doblo mis rodillas ante el Padre,
15 de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra,
16 para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior,
17 que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor,
18 podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad,
19 y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios.
20 A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros,
21 a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos. Amén.
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Efesios 4
1 Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados,
2 con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor,
3 poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.
4 Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados.
5 Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
6 un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.
7 A cada uno de nosotros le ha sido concedido el favor divino a la medida de los dones de Cristo.
8 Por eso dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres.
9 ¿Qué quiere decir «subió» sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra?
10 Este que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.
11 El mismo «dio» a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros,
12 para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo,
13 hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo.
14 Para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error,
15 antes bien, siendo sinceros en el amor, crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo,
16 de quien todo el Cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de toda clase de junturas que llevan la nutrición según la actividad propia de cada una de las partes, realizando así el crecimiento del cuerpo para su edificación en el amor.
17 Os digo, pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente,
18 sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza
19 los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas.
20 Pero no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido,
21 si es que habéis oído hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús
22 a despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias,
23 a renovar el espíritu de vuestra mente,
24 y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad.
25 Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros.
26 Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras estéis airados,
27 ni deis ocasión al Diablo.
28 El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda hacer partícipe al que se halle en necesidad.
29 No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen.
30 No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención.
31 Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros.
32 Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.
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Efesios 5
1 Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos,
2 y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma.
3 La fornicación, y toda impureza o codicia, ni siquiera se mencione entre vosotros, como conviene a los santos.
4 Lo mismo de la grosería, las necedades o las chocarrerías, cosas que no están bien; sino más bien, acciones de gracias.
5 Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso – que es ser idólatra – participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios.
6 Que nadie os engañe con vanas razones, pues por eso viene le cólera de Dios sobre los rebeldes.
7 No tengáis parte con ellos.
8 Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz;
9 pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad.
10 Examinad qué es lo que agrada al Señor,
11 y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas.
12 Cierto que ya sólo el mencionar las cosas que hacen ocultamente da vergüenza;
13 pero, al ser denunciadas, se manifiestan a la luz.
14 Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo.
15 Así pues, mirad atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como prudentes;
16 aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos.
17 Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad de Señor.
18 No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu.
19 Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor,
20 dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
21 Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo.
22 Las mujeres a sus maridos, como al Señor,
23 porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo.
24 Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo.
25 Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella,
26 para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra,
27 y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.
28 Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo.
29 Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, 30 pues somos miembros de su Cuerpo.
31 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne.
32 Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia.
33 En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido.
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Efesios 6
1 Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo.
2 Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa:
3 Para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra.
4 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor.
5 Esclavos, obedeced a vuestros amos de este mundo con respeto y temor, con sencillez de corazón, como a Cristo,
6 no por ser vistos, como quien busca agradar a los hombres, sino como esclavos de Cristo que cumplen de corazón la voluntad de Dios;
7 de buena gana, como quien sirve al Señor y no a los hombres;
8 conscientes de que cada cual será recompensado por el Señor según el bien que hiciere: sea esclavo, sea libre.
9 Amos, obrad de la misma manera con ellos, dejando las amenazas; teniendo presente que está en los cielos el Amo vuestro y de ellos, y que en él no hay acepción de personas.
10 Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder.
11 Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo.
12 Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.
13 Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes.
14 ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza,
15 calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz,
16 embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno.
17 Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios;
18 siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos,
19 y también por mí, para que me sea dada la Palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el Misterio del Evangelio,
20 del cual soy embajador entre cadenas, y pueda hablar de él valientemente como conviene.
21 Para que también vosotros sepáis cómo me va y qué hago, os informará de todo Tíquico, el hermano querido y fiel ministro en el Señor,
22 a quien envío donde vosotros expresamente para que sepáis de nosotros y consuele vuestros corazones.
23 Paz a los hermanos, y caridad con fe de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
24 La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo en la vida incorruptible.
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Esdras

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Índice: Sagrada Escritura, Esdras
1     2     3     4     5     6     7     8     9     10
     










Esdras 1
1 En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:
2 «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá.
3 Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, sea su Dios con él. Suba a Jerusalén, en Judá, a edificar la Casa de Yahveh, Dios de Israel, el Dios que está en Jerusalén.
4 A todo el resto del pueblo, donde residan, que las gentes del lugar les ayuden proporcionándoles plata, oro, hacienda y ganado, así como ofrendas voluntarias para la Casa de Dios que está en Jerusalén.»
5 Entonces los cabezas de familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes y los levitas, todos aquellos cuyo ánimo había movido Dios, se pusieron en marcha para subir a edificar la Casa de Yahveh en Jerusalén;
6 y todos sus vecinos les proporcionaron toda clase de ayuda: plata, oro, hacienda, ganado, objetos preciosos en cantidad, además de toda clase de ofrendas voluntarias.
7 El rey Ciro mandó tomar los utensilios de la Casa de Yahveh que Nabucodonosor se había llevado de Jerusalén y había depositado en el templo de su dios.
8 Ciro, rey de Persia, los puso en manos del tesorero Mitrídates, el cual los contó para entregárselos a Sesbassar, el príncipe de Judá.
9 Este es el inventario: fuentes de oro: 30; fuentes de plata: 1.000; reparadas: 29;
10 copas de oro: 30; copas de plata: 1.000; estropeadas: 410; otros utensilios: 1.000.
11 Total de los utensilios de oro y plata: 5.400. Todo esto se lo llevó Sesbassar cuando se permitió a los deportados volver de Babilonia a Jerusalén.
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Esdras 2
1 Estas son las personas de la provincia que regresaron del cautiverio, aquellas que había deportado a Babilonia Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y Judá, cada uno a su ciudad.
2 Vinieron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Seraías, Reelaías, Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvay, Rejum, Baaná. Lista de los hombres del pueblo de Israel:
3 los hijos de Parós: 2.172;
4 los hijos de Sefatías: 372;
5 los hijos de Araj: 775;
6 los hijos de Pajat Moab, por parte de los hijos de Josué y de Joab: 2.812;
7 los hijos de Elam: 1.254;
8 los hijos de Zattú: 945;
9 los hijos de Zakkay: 760;
10 los hijos de Baní: 642;
11 los hijos de Bebay: 623;
12 los hijos de Azgad: 1.222;
13 los hijos de Adonicam: 666;
14 los hijos de Bigvay: 2.056;
15 los hijos de Adín: 454;
16 los hijos de Ater, de Ezequías: 98;
17 los hijos de Besay: 323;
18 los hijos de Yorá: 112;
19 los hijos de Jasum: 223;
20 los hijos de Guibbar: 95;
21 los hombres de Belén: 123;
22 los hombres de Netofá: 56;
23 los hombres de Anatot: 128;
24 los hombres de Azmávet: 42;
25 los hombres de Quiryat Yearim, Kefirá y Beerot: 743;
26 los hombres de Ramá y Gueba: 621;
27 los hombres de Mikmás: 122;
28 los hombres de Betel y de Ay: 223;
29 los hijos de Nebo: 52;
30 los hijos de Magbís: 156,
31 los hijos del otro Elam: 1.254;
32 los hijos de Jarim: 320;
33 los hombres de Lod, Jadid y Onó: 725;
34 los hombres de Jericó: 345;
35 los hombres de Senaá: 3.630.
36 Sacerdotes: los hijos de Yedaías, de la casa de Josué: 973;
37 los hijos de Immer: 1.052;
38 los hijos de Pasjur: 1.247;
39 los hijos de Jarim: 1.017.
40 Levitas: los hijos de Josué, y de Cadmiel, de los hijos de Hodavías: 74.
41 Cantores: los hijos de Asaf: 128.
42 Porteros: los hijos de Sallum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Aqcub, los hijos de Jatitá, los hijos de Sobay: en total 139.
43 Donados: los hijos de Sijá, los hijos de Jasufá, los hijos de Tabbaot,
44 los hijos de Querós, los hijos de Siahá, los hijos de Padón,
45 los hijos de Lebaná, los hijos de Jagabá, los hijos de Aqcub,
46 los hijos de Jagab, los hijos de Salmay, los hijos de Janán,
47 los hijos de Guiddel, los hijos de Gajar, los hijos de Reaías,
48 los hijos de Resín, los hijos de Necodá, los hijos de Gazzam,
49 los hijos de Uzzá, los hijos de Paséaj, los hijos de Besay,
50 los hijos de Asná, los hijos de los meunitas, los hijos de los nefusitas,
51 los hijos de Baqbuq, los hijos de Jacufá, los hijos de Jarjur,
52 los hijos de Baslut, los hijos de Mejidá, los hijos de Jarsá,
53 los hijos de Barcós, los hijos de Sisrá, los hijos de Témaj,
54 los hijos de Nesíaj, los hijos de Jatifá.
55 Hijos de los siervos de Salomón: los hijos de Sotay, los hijos de Has Soféret, los hijos de Perudá,
56 los hijos de Yaalá, los hijos de Darcón, los hijos de Guiddel,
57 los hijos de Sefatías, los hijos de Jattil, los hijos de Pokéret Hassebáyim, los hijos de Amí.
58 Total de los donados y de los hijos de los siervos de Salomón: 392.
59 Y estos son los que venían de Tel Mélaj, Tel Jarsá, Kerub, Addán e Immer, y que no pudieron probar si su familia y su familia y su estirpe eran de origen israelita:
60 los hijos de Delaías, los hijos de Tobías, los hijos de Necodá: 652.
61 Y entre los sacerdotes: los hijos de Jobayías, los hijos de Haqcós, los hijos de Barzillay -el cual se había casado con una de las hijas de Barzillay el gaaladita, cuyo nombre adoptó-.
62 Estos investigaron en su registro genealógico, pero no figuraban, por lo cual se les excluyó del sacerdocio como ilegítimos,
63 y el Gobernador les prohibió comer de las cosas sacratísimas hasta que no se presentara un sacerdote para el Urim y el Tummim.
64 La asamblea ascendía a 42.360 personas,
65 sin contar sus siervos y siervas en número de 7.337. Tenían también 200 cantores y cantoras.
66 Tenían 736 caballos, 245 mulos,
67 435 camellos y 6.720 asnos.
68 Algunos de los cabezas de familia, al llegar a la Casa de Yahveh en Jerusalén, hicieron ofrendas voluntarias para la Casa de Dios, para que fuese reedificada en su mismo emplazamiento.
69 Según sus posibilidades, entregaron al tesoro de la obra 61.000 dracmas de oro, 5.000 minas de plata y 100 túnicas sacerdotales.
70 Los sacerdotes, los levitas y parte del pueblo se establecieron en Jerusalén; los cantores, los porteros y los donados, en sus ciudades respectivas. Todo Israel estaba, pues, en sus ciudades.
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Esdras 3
1 Llegado el séptimo mes, los israelitas estaban ya en sus ciudades y entonces todo el pueblo se congregó como un solo hombre en Jerusalén.
2 Josué, hijo de Yosadaq, con sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel, hijo de Sealtiel, con sus hermanos, se pusieron a reconstruir el altar del Dios de Israel, para ofrecer en él holocaustos, como está escrito en la Ley de Moisés, hombre de Dios.
3 Erigieron el altar en su emplazamiento, a pesar del temor que les infundían los pueblos de la tierra, y ofrecieron en él holocaustos a Yahveh, holocaustos de la mañana y de la tarde;
4 celebraron la fiesta de las Tiendas, según está escrito, con el número de holocaustos cotidianos establecidos según el rito de cada día;
5 después, ofrecieron el holocausto perpetuo y los de los sábados, novilunios y todas las solemnidades consagradas a Yahveh, además de lo que cada uno quería ofrecer voluntariamente a Yahveh.
6 Desde el día primero del séptimo mes, comenzaron a ofrecer holocaustos a Yahveh, aunque no se habían echado todavía los cimientos del santuario de Yahveh.
7 Se dio entonces dinero a los canteros y a los carpinteros; a los sidonios y a los tirios se les mandó víveres, bebidas y aceite, para que enviasen por mar a Joppe madera de cedro del Líbano, según la autorización de Ciro, rey de Persia.
8 El año segundo de su llegada a la Casa de Dios en Jerusalén, el segundo mes, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Yosadaq, con el resto de sus hermanos, los sacerdotes, los levitas y todos los que habían vuelto del destierro a Jerusalén, comenzaron la obra; designaron a algunos levitas, de veinte años en adelante, para dirigir las obras de la Casa de Yahveh.
9 Josué, sus hijos y sus hermanos, Cadmiel y sus hijos, los hijos de Hodavías, se pusieron como un solo hombre a dirigir a los que trabajaban en la obra de la Casa de Dios.
10 En cuanto los albañiles echaron los cimientos del santuario de Yahveh, se presentaron los sacerdotes, revestidos de lino fino, con trompetas, y los levitas, hijos de Asaf, con címbalos, para alabar a Yahveh según las prescripciones de David, rey de Israel.
11 Cantaron alabando y dando gracias a Yahveh: «Porque es bueno, porque es eterno su amor para Israel.» Y el pueblo entero prorrumpía en grandes clamores, alabando a Yahveh, porque la Casa de Yahveh tenía ya sus cimientos.
12 Muchos sacerdotes, levitas y jefes de familia, ya ancianos, que habían conocido con sus propios ojos la primera Casa, sobre sus cimientos, lloraban con grandes gemidos, mientras que otros lanzaban gozosos clamores.
13 Y nadie podía distinguir los acentos de clamor jubiloso de los acentos de lamentación del pueblo, porque el pueblo lanzaba grandes clamores, y el estrépito se podía oír desde muy lejos.
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Esdras 4
1 Cuando los enemigos de Judá y de Benjamín se enteraron de que los deportados estaban edificando un santuario a Yahveh, Dios de Israel,
2 se presentaron a Zorobabel, a Josué y a los cabezas de familia, y les dijeron: «Vamos a edificar junto con vosotros, porque, como vosotros, buscamos a vuestro Dios y le sacrificamos, desde los tiempos de Asarjaddón, rey de Asiria, que nos trajo aquí.»
3 Zorobabel, Josué y los restantes cabezas de familia israelitas les contestaron: «No podemos edificar juntos nosotros y vosotros una Casa a nuestro Dios: a nosotros solos nos toca construir para Yahveh, Dios de Israel, como nos lo ha mandado Ciro, rey de Persia.»
4 Entonces el pueblo de la tierra se puso a desanimar al pueblo de Judá y a meterles miedo para que no siguiesen edificando;
5 y sobornaron contra ellos a algunos consejeros para hacer fracasar su proyecto; así durante todo el tiempo de Ciro, rey de Persia, hasta el reinado de Darío, rey de Persia.
6 Bajo el reinado de Jerjes, al comienzo de su reinado, presentaron ellos por escrito una denuncia contra los habitantes de Judá y Jerusalén.
7 En tiempo de Artajerjes, Mitrídates, Tabeel y demás colegas suyos escribieron contra Jerusalén a Artajerjes, rey de Persia. El texto del documento estaba en escritura aramea y en lengua aramea.
8 Rejum, gobernador, y Simsay, secretario, escribieron al rey Artajerjes contra Jerusalén una carta. –
9 Rejum el gobernador, Simsay el secretario y demás colegas; los jueces y los legados, funcionarios persas; las gentes de Uruk, de Babilonia y de Susa -es decir los elamitas-
10 y los restantes pueblos que el gran Asurbanipal deportó y estableció en las ciudades de Samaría y en el resto de Transeufratina.
11 Esta es la copia de la carta que le enviaron: «Al rey Artajerjes, tus servidores, las gentes de Transeufratina, etc.
12 Ha de saber el rey que los judíos que subieron de tu lado hacia nosotros y llegaron a Jerusalén están reconstruyendo esta ciudad rebelde y perversa; tratan de levantar las murallas, y ya han echado los cimientos.
13 Sepa, pues, el rey, que si esta ciudad se reconstruye y se levantan sus murallas, no se pagarán más impuestos, contribución ni peaje, y al fin esta ciudad perjudicará a los reyes.
14 Ahora bien, a nosotros, puesto que comemos la sal del palacio, nos resulta intolerable ver esta afrenta que se hace al rey; por eso enviamos al rey esta denuncia,
15 para que se investigue en las Memorias de tus padres: en estas Memorias encontrarás y te enterarás de que esta ciudad es una ciudad rebelde, molesta para los reyes y las provincias, y que en ella se han fomentado insurrecciones desde antiguo. Por este motivo fue destruida esta ciudad.
16 Nosotros informamos al rey que, si esta ciudad se reconstruye y se levantan sus murallas, bien pronto ya no tendrás más territorios en Transeufratina.»
17 El rey envió esta respuesta: «A Rejum, gobernador, a Simsay, secretario, y a los restantes colegas residentes en Samaría y demás lugares en Transeufratina, paz, etc.
18 «El documento que nos habéis enviado ha sido traducido y leído en mi presencia.
19 Di orden de que se investigase, y se ha encontrado que esta ciudad se ha venido rebelando contra los reyes desde antiguo, y que por ella se han fomentado revueltas e insurrecciones.
20 Que hubo en Jerusalén reyes poderosos, cuyo dominio se extendía sobre toda Transeufratina: se les pagaba impuestos, contribuciones y peaje.
21 Ordenad, pues, que se interrumpa la empresa de esos hombres: esa ciudad no debe ser reconstruida hasta nueva orden.
22 Guardaos de actuar con negligencia en este asunto, no sea que el mal aumente en perjuicio de los reyes.»
23 En cuanto la copia del documento del rey Artajerjes fue leída ante Rejum, el gobernador, Simsay, el secretario , y sus colegas, salieron a toda prisa hacia Jerusalén, donde los judíos, y les obligaron a suspender sus obras por la fuerza de las armas.
24 Así se suspendieron las obras de la Casa de Dios en Jerusalén: quedaron interrumpidas hasta el año segundo del reinado de Darío, rey de Persia.
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Esdras 5
1 Los profetas Ageo y Zacarías, hijo de Iddó, empezaron a profetizar a los judíos de Judá y de Jerusalén, en nombre del Dios de Israel que velaba sobre ellos.
2 Con esto, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Yosadaq, se decidieron a reanudar la construcción de la Casa de Dios en Jerusalén: los profetas de Dios estaban con ellos, apoyándoles.
3 Por entonces, Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas vinieron donde ellos y les preguntaron: «¿Quién os ha autorizado a construir esta Casa y a rematar este santuario?
4 ¿Cómo se llaman los hombres que construyen este edificio?»
5 Pero los ojos de su Dios velaban sobre los ancianos de los judíos, y no se les obligó a suspender la obra en espera de que llegase un informe a Darío y volviera un decreto oficial sobre el particular.
6 Copia de la carta que Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas, las autoridades de Transeufratina, remitieron al rey Darío.
7 Le enviaron un escrito de este tenor: «Al rey Darío, paz completa.
8 Sepa el rey que nosotros hemos ido a la provincia de Judá, a la Casa del gran Dios: se está reconstruyendo con piedras sillares; se recubren de madera las paredes; la obra se ejecuta cuidadosamente y adelanta en sus manos.
9 Preguntando, pues, a estos ancianos, les hemos dicho: “¿Quién os ha autorizado a construir esta Casa y a rematar este santuario?”
10 Les hemos preguntado además sus nombres para informarte de ello; y así te damos por escrito los nombres de los hombres que están al frente de ellos.
11 «Ellos nos han dado esta respuesta: “Nosotros somos servidores del Dios del cielo y de la tierra; estamos reconstruyendo una Casa que estuvo en pie anteriormente durante muchos años y que un gran rey de Israel construyó y acabó.
12 Pero nuestros padres irritaron al Dios del cielo, y él los entregó en manos de Nabucodonosor, el caldeo, rey de Babilonia.
13 Sin embargo, el año primero de Ciro, rey de Babilonia, el rey Ciro dio autorización para reconstruir esta Casa de Dios;
14 además los utensilios de oro y plata de la Casa de Dios que Nabucodonosor había quitado al santuario de Jerusalén y había llevado al santuario de Babilonia, el rey Ciro los mandó sacar del santuario de Babilonia, y entregar a un hombre llamado Sesbassar, a quien constituyó sátrapa;
15 y le dijo: Toma estos utensilios; vete a llevarlos al santuario de Jerusalén y que sea reconstruida la Casa de Dios en su emplazamiento;
16 vino, pues, este Sesbassar y echó los cimientos de la Casa de Dios en Jerusalén, y desde entonces hasta el presente se viene reconstruyendo, pero no está acabada.”
17 «Ahora, pues, si le place al rey, investíguese en el departamento del tesoro del rey de Babilonia si es verdad que el rey Ciro dio autorización para reconstruir esta Casa de Dios en Jerusalén. Y que se nos remita la decisión del rey sobre este asunto.»
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Esdras 6
1 Entonces, por orden del rey Darío, se investigó en los archivos del tesoro conservado allí en Babilonia,
2 y se encontró en Ecbátana, la fortaleza situada en la provincia de los medos, un rollo cuyo tenor era el siguiente: «Memorándum.
3 «El año primero del rey Ciro, el rey Ciro ha ordenado: “Casa de Dios en Jerusalén”: «La Casa será construida como lugar donde se ofrezcan sacrificios y sus fundamentos quedarán establecidos. Su altura será de sesenta codos, su anchura de sesenta codos.
4 Habrá tres hileras de piedras de sillería y una de madera. Los gastos serán costeados por la casa del rey.
5 Además, los utensilios de oro y plata de la Casa de Dios, que Nabucodonosor sacó del santuario de Jerusalén y se llevó a Babilonia, serán restituidos, para que todo vuelva a ocupar su lugar en el santuario de Jerusalén y vuelva a ser colocado en la Casa de Dios.
6 «Ahora, pues, Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y vosotros, sus colegas, las autoridades de Transeufratina, retiraos de allí;
7 dejad trabajar en esta Casa de Dios al sátrapa de Judá y a los ancianos de los judíos, y que reconstruyan esa Casa de Dios en su emplazamiento.
8 Estas son mis órdenes acerca de vuestro proceder con los ancianos de los judíos para la reconstrucción de esa Casa de Dios: de los fondos reales de los impuestos de Transeufratina, se les pagarán a esos hombres los gastos exactamente y sin interrupción.
9 Lo que necesiten para holocaustos de Dios del cielo: novillos, carneros y corderos, así como trigo, sal, vino y aceite, se les proporcionará sin falta cada día, según las indicaciones de los sacerdotes de Jerusalén,
10 para que se ofrezcan al Dios del cielo ofrendas agradables y se ruegue por la vida del rey y de sus hijos.
11 Ordeno, además, lo siguiente: A todo aquel que no cumpla este edicto, le será arrancada de su casa una viga, se le amarrará a ella y será azotado; en cuanto a su casa, será reducida, por este delito, a un montón de escombros.
12 Y el Dios que ha puesto allí la morada de su Nombre, aplaste a todo aquel rey o pueblo que trate de transgredir esto, destruyendo esa Casa de Dios en Jerusalén. Yo, Darío, he promulgado este decreto. Sea ejecutado exactamente.»
13 Entonces Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas ejecutaron exactamente las instrucciones mandadas par el rey Darío.
14 Así, los ancianos de los judíos continuaron reconstruyendo con éxito, según la profecía de Ageo el profeta, y de Zacarías, hijo de Iddó. Llevaron a término la construcción según la orden del Dios de Israel y la orden de Ciro y de Darío.
15 Esta Casa fue terminada el día veintitrés del mes de Adar, el año sexto del reinado del rey Darío.
16 Los israelitas – los sacerdotes, los levitas y el resto de los deportados – celebraron con júbilo la dedicación de esta Casa de Dios;
17 ofrecieron para la dedicación de esta Casa de Dios cien toros, doscientos carneros, cuatrocientos corderos y, como sacrificio por el pecado de todo Israel, doce machos cabríos, conforme al número de las tribus de Israel.
18 Luego establecieron a los sacerdotes según sus categorías, y a los levitas según sus clases, para el servicio de la Casa de Dios en Jerusalén, según está escrito en el libro de Moisés.
19 Los deportados celebraron la Pascua el día catorce del primer mes;
20 ya que los levitas se habían purificado como un solo hombre, todos estaban puros; inmolaron, pues, la pascua para todos los deportados, para sus hermanos los sacerdotes y para sí mismos.
21 Comieron la pascua los israelitas que habían vuelto del destierro y todos aquellos que, habiendo roto con la impureza de las gentes del país se habían unido a ellos para buscar a Yahveh, Dios de Israel.
22 Celebraron con júbilo, durante siete días, la fiesta de los Ázimos, porque Yahveh les había llenado de gozo, pues volvió hacia ellos el corazón del rey de Asiria, para que reafirmase sus manos en las obras de la Casa de su Dios, el Dios de Israel.
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Esdras 7
1 Después de estos acontecimientos, bajo el reinado de Artajerjes, rey de Persia, Esdras, hijo de Seraías, hijo de Azarías, hijo de Jilquías,
2 hijo de Sallum, hijo de Sadoq, hijo de Ajitub,
3 hijo de Amarías, hijo de Azarías, hijo de Merayot,
4 hijo de Zerajías, hijo de Uzzí, hijo de Buqquí,
5 hijo de Abisúa, hijo de Pinjás, hijo de Eleazar, hijo del sumo sacerdote Aarón,
6 este Esdras subió de Babilonia. Era un escriba versado en la Ley de Moisés que había dado Yahveh, Dios de Israel. Como la mano de Yahveh su Dios estaba con él, el rey le concedió todo lo que pedía.
7 Subieron también a Jerusalén, el año séptimo del rey Artajerjes, parte de los israelitas, de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y donados.
8 El llegó a Jerusalén el mes quinto: era el año séptimo del rey.
9 Había dispuesto para el día uno del primer mes su salida de Babilonia, y el día uno del quinto mes llegaba a Jerusalén. ¡La mano bondadosa de su Dios estaba con él!
10 Porque Esdras había aplicado su corazón a escrutar la Ley de Yahveh, a ponerla en práctica y a enseñar en Israel los preceptos y las normas.
11 Esta es la copia del documento que el rey Artajerjes entregó a Esdras, el sacerdote-escriba dedicado a escribir las palabras de los mandamientos de Yahveh y sus decretos acerca de Israel.
12 «Artajerjes, rey de reyes, al sacerdote Esdras, secretario de la Ley del Dios del cielo, paz perfecta, etc.
13 «Estas son mis órdenes: Todo aquel que en mi reino pertenezca al pueblo de Israel, a sus sacerdotes o a sus levitas, y quiera volver a Jerusalén, puede partir contigo,
14 ya que tú eres enviado por el rey y sus siete consejeros para inspeccionar a Judá y Jerusalén en lo referente a la Ley de tu Dios que está en tus manos,
15 y para llevar la plata y el oro que el rey y sus consejeros han ofrecido voluntariamente al Dios de Israel, cuya morada está en Jerusalén,
16 así como toda la plata y el oro que hayas reunido de toda la provincia de Babilonia, con las ofrendas voluntarias que el pueblo y los sacerdotes hayan hecho para la Casa de su Dios en Jerusalén.
17 Con este dinero procura comprar novillos, carneros, corderos, con las oblaciones y libaciones correspondientes, para ofrecerlo luego sobre el altar de la Casa de vuestro Dios en Jerusalén;
18 y la plata y el oro que sobre, lo emplearéis como mejor os parezca a ti y a tus hermanos, conforme a la voluntad de vuestro Dios.
19 Los utensilios que se te entregan para el servicio de la Casa de tu Dios, deposítalos delante de tu Dios en Jerusalén.
20 Lo que aún se necesite para la Casa de tu Dios y que tú tengas que procurarte, se te dará de los tesoros reales.
21 Yo mismo, el rey Artajerjes, doy esta orden a todos los tesoreros de Transeufratina: “Todo lo que os pida el sacerdote Esdras, Secretario de la Ley del Dios del cielo, se lo daréis puntualmente,
22 hasta la suma de cien talentos de plata, cien cargas de trigo, cien medidas de vino y cien medidas de aceite; la sal se le dará sin tasa.
23 Todo lo que ordena el Dios del cielo, debe ser cumplido con celo para la Casa del Dios del cielo, a fin de que la Cólera no caiga sobre el reino del rey y de sus hijos.
24 Os hacemos saber también que no se puede percibir impuesto, contribución o peaje, de ninguno de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros, donados, de ninguno de los servidores de esta Casa de Dios.”
25 «Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría de tu Dios, que posees, establece escribas y jueces que administren la justicia a todo el pueblo de Transeufratina, a todos los que conocen la Ley de tu Dios. A quienes la ignoran, habréis de enseñársela.
26 Y a todo aquel que no cumpla la Ley de tu Dios y la ley del rey, aplíquesele una rigurosa justicia: muerte, destierro, multa en dinero o cárcel.»
27 ¡Bendito sea Yahveh, Dios de nuestros padres, que movió de esta manera el corazón del rey para glorificar la Casa de Yahveh en Jerusalén,
28 y a mí me granjeó gracia delante del rey, de sus consejeros y de los altos jefes del rey! Yo cobré ánimo porque la mano de Yahveh mi Dios estaba conmigo, y reuní a los jefes de Israel para que salieran conmigo.
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Esdras 8
1 Estos son, con su genealogía, los cabezas de familia que subieron conmigo de Babilonia en el reinado del rey Artajerjes:
2 De los hijos de Pinjás: Guersom; de los hijos de Itamar: Daniel; de los hijos de David: Jattús,
3 hijo de Sekanías; de los hijos de Pardós: Zacarías, con el que fueron registrados 150 varones;
4 de los hijos de Pajat Moab: Elyehoenay, hijo de Zerajías, y con él doscientos varones;
5 de los hijos de Zattú: Sekanías, hijo de Yajaziel, y con él trescientos varones;
6 de los hijos de Adín: Ebed, hijo de Jonatán, y con él cincuenta varones;
7 de los hijos de Elam: Isaías, hijo de Atalías, y con él setenta varones;
8 de los hijos de Sefatías: Zebadías, hijo de Miguel, y con él ochenta varones;
9 de los hijos de Joab: Abdías, hijo de Yejiel y con él 218 varones;
10 de los hijos de Baní: Selomit, hijo de Yosifías, y con él 160 varones;
11 de los hijos de Bebay: Zacarías, hijo de Bebay, y con él veintiocho varones;
12 de los hijos de Azgad: Yojanán, hijo de Haqcadán, y con él 110 varones;
13 de los hijos de Adonicam: los últimos, cuyos nombres son: Elifélet, Yeiel y Semaías, y con ellos sesenta varones;
14 y de los hijos de Bigvay: Utay, hijo de Zabud, y con él setenta varones.
15 Yo los reuní junto al río que corre hacia Ahavá. Allí acampamos tres días. Observé que había laicos y sacerdotes, pero no encontré ningún levita.
16 Entonces llamé a Eliezer, Ariel, Semaías, Elnatán, Yarib, Elnatán, Natán, Zacarías, y Mesullam, hombres discretos,
17 y les mandé donde Iddó, jefe de la localidad de Kasifías; puse en su boca las palabras que habían de decir a Iddó y a sus hermanos, establecidos en la localidad de Kasifías, para que nos proporcionaran ministros para la Casa de nuestro Dios.
18 Y gracias a la mano bondadosa de nuestro Dios que estaba con nosotros, nos trajeron a un hombre experto, de los hijos de Majlí, hijo de Leví, hijo de Israel: a Serebías, con sus hijos y hermanos: dieciocho hombres;
19 además a Jasabías, y con él a su hermano Isaías, de los hijos de Merarí, y sus hijos: veinte hombres.
20 Y de los donados que David y los jefes habían destinado al servicio de los levitas: 220 donados. Todos ellos fueron designados nominalmente.
21 Allí, a orillas del río Ahavá, proclamé un ayuno para humillarnos delante de nuestro Dios y pedirle un viaje feliz para nosotros, nuestros hijos y nuestros bienes.
22 Pues me daba vergüenza solicitar del rey tropa y gente de a caballo para protegernos del enemigo en el camino; por el contrario, habíamos declarado al rey: «La mano de nuestro Dios está, para bien, con todos los que le buscan; y su poder y su cólera sobre todos los que le abandonan.»
23 Ayunamos, pues, buscando a nuestro Dios por esta intención, y él nos atendió.
24 Elegí a doce jefes de los sacerdotes, y además a Serebías y Jasabías, y con ellos a diez de sus hermanos;
25 les pesé la plata, el oro y los utensilios, ofrendas que el rey, sus consejeros, sus jefes y todos los israelitas que se encontraban allí habían reservado para la Casa de nuestro Dios.
26 Pesé y les entregué 650 talentos de plata, cien utensilios de plata de dos talentos, cien talentos de oro,
27 veinte copas de oro de mil dáricos y dos objetos de hermoso bronce dorado, preciosos como el oro.
28 Y les dije: «Vosotros estáis consagrados a Yahveh; estos utensilios son sagrados; esta plata y este oro son una ofrenda voluntaria a Yahveh, Dios de nuestros padres.
29 Vigilad y guardadlos hasta que los peséis ante los jefes de los sacerdotes y de los levitas y los cabezas de familia de Israel, en Jerusalén, en las cámaras de la Casa de Yahveh.»
30 Los sacerdotes y levitas tomaron entonces la plata, todo lo que había sido pesado, el oro y los utensilios, para llevarlos a Jerusalén, a la Casa de nuestro Dios.
31 El día doce del primer mes partimos del río Ahavá para ir a Jerusalén: la mano de nuestro Dios estaba con nosotros y nos salvó en el camino de la mano de enemigos y salteadores.
32 Llegamos a Jerusalén y descansamos allí tres días.
33 El cuarto día, la plata, el oro y los utensilios fueron pesados en la Casa de nuestro Dios y entregados al sacerdote Meremot, hijo de Urías, con quien estaba Eleazar, hijo de Pinjás; les acompañaban los levitas Yozabad, hijo de Josué, y Noadías, hijo de Binnuy.
34 Todo se contó y se pesó, y se registró su peso total. En aquel tiempo,
35 los deportados que volvían del cautiverio ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: doce novillos por todo Israel, 96 carneros, 77 corderos y doce machos cabríos por el pecado: todo en holocausto a Yahveh.
36 Y se entregaron los decretos del rey a los sátrapas del rey y a los gobernadores de Transeufratina, los cuales favorecieron al pueblo y la Casa de Dios.
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Esdras 9
1 Concluido esto, se me presentaron los jefes diciendo: «El pueblo de Israel, los sacerdotes y los levitas no se han separado de las gentes del país, hundidas en sus abominaciones -cananeos, hititas, perizitas, jebuseos, ammonitas, moabitas, egipcios y amorreos-,
2 sino que han tomado para ellos y para sus hijos mujeres de entre las hijas de ellos: la raza santa se ha mezclado con las gentes del país; los jefes y los consejeros han sido los primeros en esta rebeldía.»
3 Al oír esto rasgué mis vestiduras y mi manto, me arranqué los pelos de la cabeza y de la barba, y me senté desolado.
4 Todos los temerosos de las palabras del Dios de Israel se reunieron en torno a mí, a causa de esta rebeldía de los deportados. Yo permanecí sentado, desolado, hasta la oblación de la tarde.
5 A la hora de la oblación de la tarde salí de mi postración y, con las vestiduras y el manto rasgados, caí de rodillas, extendí las manos hacia Yahveh mi Dios,
6 y dije: «Dios mío, harta vergüenza y confusión tengo para levantar mi rostro hacia ti, Dios mío. Porque nuestros crímenes se han multiplicado hasta sobrepasar nuestra cabeza, y nuestro delito ha crecido hasta el cielo.
7 Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy nos hemos hecho muy culpables: por nuestros crímenes fuimos entregados, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes, en manos de los reyes de los países, a la espada, al cautiverio, al saqueo y al oprobio, como todavía hoy sucede.
8 Mas ahora, en un instante, Yahveh nuestro Dios nos ha concedido la gracia de dejarnos un Resto y de darnos una liberación en su lugar santo: nuestro Dios ha iluminado así nuestros ojos y nos ha reanimado en medio de nuestra esclavitud.
9 Porque esclavos fuimos nosotros, pero en nuestra esclavitud nuestro Dios no nos ha abandonado; nos ha granjeado el favor de los reyes de Persia, dándonos ánimos para levantar de nuevo la Casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas y procurándonos un valladar seguro en Judá y Jerusalén.
10 Pero ahora, Dios nuestro, ¿qué vamos a decir, si, después de todo esto, hemos abandonado tus mandamientos,
11 que por medio de tus siervos los profetas tú habías prescrito en estos términos: “La tierra en cuya posesión vais a entrar es una tierra manchada por la inmundicia de las gentes de la tierra, por las abominaciones con que la han llenado de un extremo a otro con su impureza?
12 Así pues, no deis vuestras hijas a sus hijos ni toméis sus hijas para vuestros hijos; no busquéis nunca su paz ni su bienestar, a fin de que podáis haceros fuertes, comáis los mejores frutos de la tierra y la dejéis en herencia a vuestros hijos para siempre.”
13 «Mas después de todo lo que nos ha sobrevenido por nuestras malas acciones y nuestras culpas -y eso que tú, Dios nuestro, has disminuido nuestros crímenes y nos has concedido esta liberación-
14 ¿hemos de volver a violar tus mandamientos, emparentándonos con estas gentes abominables? ¿No te irritarías tú contra nosotros hasta exterminarnos sin que quedara Resto ni salvación?
15 Yahveh, Dios de Israel, justo eres, pues un Resto nos hemos salvado, como en el caso presente: aquí estamos ante ti, con nuestro delito. Pues por su causa nadie resiste en tu presencia.»
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Esdras 10
1 Mientras Esdras, llorando y prosternado ante la Casa de Dios, oraba y hacía esta confesión, una inmensa asamblea de Israel, hombres, mujeres y niños, se había reunido en torno a él: y este pueblo lloraba copiosamente.
2 Entonces, Sekanías, hijo de Yejiel, de los hijos de Elam, dijo a Esdras: «Hemos sido rebeldes a nuestro Dios, casándonos con mujeres extranjeras, tomadas de entre las gentes del país. Ahora bien, a pesar de ello, todavía, hay una esperanza para Israel.
3 Hagamos alianza con nuestro Dios de despedir a todas las mujeres extranjeras y a los hijos nacidos de ellas, conforme al consejo de mi señor y de los temerosos de los mandamientos de nuestro Dios. Hágase según la Ley.
4 Levántate, que este asunto te incumbe a ti; nosotros estaremos a tu lado. ¡Animo y manos a la obra!»
5 Entonces Esdras se levantó e hizo jurar a los jefes de los sacerdotes y de los levitas y a todo Israel que harían conforme a lo dicho; y lo juraron.
6 Luego Esdras se retiró de delante de la Casa de Dios y se fue al aposento de Yehojanán, hijo de Elyasib, donde pasó la noche sin comer pan ni beber agua, haciendo duelo a causa de la rebeldía de los deportados.
7 Se publicó un bando en Judá y Jerusalén a todos los deportados para que se reunieran en Jerusalén.
8 Todo aquel que no viniera en el plazo de tres días, según el consejo de los jefes y de los ancianos, vería consagrada al anatema toda su hacienda y sería él mismo excluido de la asamblea de los deportados.
9 Todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron, pues, en Jerusalén en el plazo de tres días: era el día veinte del mes noveno; todo el pueblo se situó en la plaza de la Casa de Dios, temblando, debido al caso, y también porque llovía a cántaros.
10 Entonces el sacerdote Esdras se levantó y les dijo: «Habéis sido rebeldes al casaros con mujeres extranjeras, aumentando así el delito de Israel.
11 Ahora, pues, dad gracias a Yahveh, Dios de vuestros padres, y cumplid su voluntad separándoos de las gentes del país y de las mujeres extranjeras.»
12 Toda la asamblea respondió en alta voz: Sí; haremos como tú dices;
13 sólo que el pueblo es numeroso, y estamos en la estación de las lluvias: no podemos soportar la intemperie; además, no se trata de una cosa de un día o dos, porque somos muchos los que hemos incurrido en este pecado.
14 Nuestros jefes podrían representar a toda la asamblea: todos los que en nuestras ciudades se hayan casado con mujeres extranjeras, vendrían a plazos fijados, acompañados de los ancianos y los jueces de cada ciudad, hasta que hayamos apartado de nosotros el furor de la cólera de nuestro Dios por causa de este asunto.»
15 Sólo Jonatán, hijo de Asahel, y Yajzeías, hijo de Tiqvá, se opusieron a esto, apoyados por Mesullam y el levita Sabtay.
16 Los deportados actuaron según lo convenido. El sacerdote Esdras escogió como colaboradores a los cabezas de familia, según sus casas, todos ellos designados nominalmente. Se comenzaron las sesiones para examinar el caso el día uno del décimo mes.
17 Y el día uno del primer mes se había terminado ya con todos los hombres que estaban casados con mujeres extranjeras.
18 Entre los sacerdotes, se halló que se habían casado con mujeres extranjeras los siguientes: entre los hijos de Josué, hijo de Yosadaq, y entre sus hermanos: Maaseías, Eliezer, Yarib y Guedalías;
19 éstos se comprometieron bajo juramento a despedir a sus mujeres, y ofrecieron por su delito un carnero en sacrificio de reparación.
20 Entre los hijos de Immer: Jananí y Zebadías.
21 Entre los hijos de Jarim: «Maaseías, Elías, Semaías, Yejiel y Uzziyías.
22 Entre los hijos de Pasjur: Elyoenay, Maaseías, Ismael, Natanael, Yozabad y Elasá.
23 Entre los levitas: Yozabad, Simí, Quelaías (es decir, Quelitá), Petajías, Judá y Eliezer.
24 Entre los cantores: Elyasib y Zakkur. Entre los porteros: Sallum, Telem y Urí.
25 Entre los israelitas: de los hijos de Parós: Ramías, Yizziyías, Malkiyías, Miyyamín, Eleazar, Malkiyías y Benaías;
26 de los hijos de Elam: Mattanías, Zacarías, Yejiel, Abdí, Yeremot y Elías;
27 de los hijos de Zattú: Elyoenáy. Elyasib Mattanías, Yeremot, Zabad y Azizá:
28 de los hijos de Bebay: Yehojanán, Jananías, Zabbay, Atlay;
29 de los hijos de Bigvay: Mesullam, Malluk, Yedaías, Yasub, Yisal, Yeremot;
30 de los hijos de Pajat Moab: Adná, Kelal, Benaías, Maaseías, Mattanías, Besalel, Binnuy y Manasés;
31 de los hijos de Jarim: Eliezer, Yissiyías, Malkiyías, Semaías, Simeón,
32 Benjamín, Malluk, Semarías;
33 de los hijos de Jasum: Mattenay, Mattattá, Zabad, Elifélet, Yeremay, Manasés, Simí;
34 de los hijos de Baní: Maaday, Amram, Joel,
35 Benaías, Bedías, Kelaías,
36 Vanías, Meremot, Elyasib,
37 Mattanías, Mattenay y Yaassay;
38 de los hijos de Binnuy: Simí,
39 Selemías, Natán y Adaías;
40 de los hijos de Zakkay: Sasay, Saray,
41 Azareel, Selemías, Semarías,
42 Sallum, Amarías, José;
43 de los hijos de Nebo: Yeiel, Mattitías, Zabad, Zebiná, Yadday, Joel, Benaías.
44 Todos éstos se habían casado con mujeres extranjeras, pero despidieron tanto a las mujeres como a sus hijos.
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2do. de Crónicas

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Índice: Sagrada Escritura, 2do. de Crónicas

1      2      3      4      5      6      7      8      9      10      11      12      13      14      15      16      17      18      19      20      21      22      23      24      25      26      27      28      29      30      31      32      33      34      35      36

     

 

 



2 Crónicas 1

1 Salomón, hijo de David, se afianzó en su reino; Yahveh, su Dios, estaba con él y le engrandeció sobremanera.
2 Salomón habló a todo Israel, a los jefes de millar y de cien, a los jueces y a todos los jefes de todo Israel, cabezas de casas paternas.
3 Después Salomón fue con toda la asamblea al alto de Gabaón, porque allí se hallaba la Tienda del Encuentro de Dios, que Moisés, siervo de Yahveh, había hecho en el desierto.
4 Cuanto al arca de Dios, David la había llevado de Quiryat Yearim al lugar preparado para ella, pues le había alzado una tienda en Jerusalén.
5 El altar de bronce que había hecho Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, estaba también allí delante de la Morada de Yahveh. Fueron, pues, Salomón y la asamblea para consultarle.
6 Subió Salomón allí, al altar de bronce que estaba ante Yahveh, junto a la Tienda del Encuentro, y ofreció sobre él mil holocaustos.
7 Aquella noche se apareció Dios a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras que te dé.»
8 Salomón respondió a Dios: «Tú tuviste gran amor a mi padre David, y a mí me has hecho rey en su lugar.
9 Ahora, pues, oh Yahveh Dios, que se cumpla la promesa que hiciste a mi padre David, ya que tú me has hecho rey sobre un pueblo numeroso como el polvo de la tierra.
10 Dame, pues, ahora sabiduría e inteligencia, para que sepa conducirme ante este pueblo tuyo tan grande.»
11 Respondió Dios a Salomón: «Ya que piensas esto en tu corazón, y no has pedido riquezas ni bienes ni gloria ni la muerte de tus enemigos; ni tampoco has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría e inteligencia para saber juzgar a mi pueblo, del cual te he hecho rey,
12 por eso te son dadas la sabiduría y el entendimiento, y además te daré riqueza, bienes y gloria como no las tuvieron los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.»
13 Salomón regresó a Jerusalén desde el alto de Gabaón, de delante de la Tienda del Encuentro, y reinó sobre Israel.
14 Salomón reunió carros y caballos, tuvo 1.400 carros y 12.000 caballos que llevó a las ciudades de los carros y junto al rey en Jerusalén.
15 Hizo el rey que la plata y el oro fuese tan abundante en Jerusalén como las piedras y los cedros, como los sicómoros de la Tierra Baja.
16 Los caballos de Salomón procedían de Musur y de Cilicia; los mercaderes del rey los adquirían en Cilicia por su precio en dinero.
17 Traían de Egipto un carro por seiscientos siclos de plata, y un caballo por 150. Los traían también como intermediarios para todos los reyes de los hititas y todos los reyes de Aram.
18 Decidió, pues, Salomón edificar una Casa al Nombre de Yahveh y una casa real para sí.
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2 Crónicas 2
1 Salomón señaló 70.000 hombres para transportar cargas, 80.000 canteros en el monte y 3.600 capataces para ellos.
2 Salomón envió a decir a Juram, rey de Tiro: «Haz conmigo como hiciste con mi padre David, enviándole maderas de cedro para que se construyera una casa en que habitar.
3 Te hago saber que voy a edificar una Casa al Nombre de Yahveh, mi Dios, para consagrársela, para quemar ante él incienso aromático, para la ofrenda perpetua de los panes presentados, y para los holocaustos de la mañana y de la tarde, de los sábados, novilunios y solemnidades de Yahveh nuestro Dios, como se hace siempre en Israel.
4 La Casa que voy a edificar será grande, porque nuestro Dios es mayor que todos los dioses.
5 Pero ¿quién será capaz de construirle una Casa, cuando los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerle? ¿Y quién soy yo para edificarle una Casa, aunque esté destinada tan sólo para quemar incienso en su presencia?
6 Envíame, pues, un hombre diestro en trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la púrpura escarlata, el carmesí y la púrpura violeta, y que sepa grabar; estará con los expertos que tengo conmigo en Judá y en Jerusalén, y que mi padre David ya había preparado.
7 Envíame también madera de cedro, de ciprés y algummim del Líbano; pues bien sé que tus siervos saben talar los árboles del Líbano, y mis siervos trabajarán con tus siervos,
8 para prepararme madera en abundancia; pues la Casa que voy a edificar ha de ser grande y maravillosa.
9 Daré para el sustento de tus siervos, los taladores de los árboles, 20.000 cargas de trigo, 20.000 cargas de cebada, 20.000 medidas de vino y 20.000 medidas de aceite.»
10 Juram, rey de Tiro, respondió en una carta que envió al rey Salomón: «Por el amor que tiene Yahveh a su pueblo te ha hecho rey sobre ellos.»
11 Y añadía Juram: «Bendito sea Yahveh, el Dios de Israel, hacedor del cielo y de la tierra, que ha dado al rey David un hijo sabio, prudente e inteligente, que edificará una Casa a Yahveh y una casa real para sí.
12 Te envío, pues, ahora a Juram Abí, hombre hábil, dotado de inteligencia;
13 es hijo de una danita, y su padre es de Tiro. Sabe trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la piedra y la madera, la púrpura escarlata, la púrpura violeta, el lino fino y el carmesí. Sabe también hacer toda clase de grabados y ejecutar cualquier obra que se le proponga, a una con tus artífices y los artífices de mi señor David, tu padre.
14 Que mande, pues, a sus siervos el trigo, la cebada, el aceite y el vino de que ha hablado mi señor,
15 y por nuestra parte cortaremos del Líbano toda la madera que necesites y te la llevaremos en balsas, por mar, hasta Joppe, y luego tú mandarás que la suban a Jerusalén.»
16 Salomón hizo el censo de todos los forasteros residentes en Israel, tomando por modelo el censo que había hecho su padre David; y se halló que eran 153.600.
17 De ellos destinó 70.000 para el transporte de cargas, 80.000 para las canteras en las montañas y 3.600 como capataces para hacer trabajar al pueblo.
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2 Crónicas 3
1 Empezó, pues, Salomón a edificar la Casa de Yahveh en Jerusalén, en el monte Moria, donde Dios se había manifestado a su padre David, en el lugar donde David había hecho los preparativos, en la era de Ornán el jebuseo.
2 Dio comienzo a las obras el segundo mes del año cuarto de su reinado.
3 Este es el plano sobre el que Salomón edificó la Casa de Dios: sesenta codos de longitud, en codos de medida antigua, y veinte codos de anchura.
4 El Ulam que estaba delante del Hekal de la Casa tenía una longitud de veinte codos, correspondiente al ancho de la Casa, y una altura de 120. Salomón lo recubrió por dentro de oro puro.
5 Revistió la Sala Grande de madera de ciprés y la recubrió de oro fino, haciendo esculpir en ella palmas y cadenillas.
6 Para adornar la Casa la revistió también de piedras preciosas; el oro era oro de Parvayim.
7 Recubrió de oro la Casa, las vigas, los umbrales, sus paredes y sus puertas, y esculpió querubines sobre las paredes.
8 Construyó también la sala del Santo de los Santos, cuya longitud, correspondiente al ancho de la Casa, era de veinte codos, y su anchura igualmente de veinte codos. Lo revistió de oro puro, que pesaba seiscientos talentos.
9 Los clavos de oro pesaban cincuenta siclos. Cubrió también de oro las salas altas.
10 En el interior de la sala del Santo de los Santos hizo dos querubines, de obra esculpida, que revistió de oro.
11 Las alas de los querubines tenían veinte codos de largo. Un ala era de cinco codos y tocaba la pared de la sala; la otra ala tenía también cinco codos y tocaba el ala del otro querubín.
12 El ala del segundo querubín era de cinco codos y tocaba la pared de la sala; la otra ala tenía también cinco codos y pegaba con el ala del primer querubín.
13 Las alas desplegadas de estos querubines medían veinte codos. Estaban de pie, y con sus caras vueltas hacia la sala.
14 Hizo también el velo de púrpura violeta, púrpura escarlata, carmesí y lino fino, y en él hizo poner querubines.
15 Delante de la sala hizo dos columnas de 35 codos de alto. El capitel que las coronaba tenía cinco codos.
16 En el Debir hizo cadenillas y las colocó sobre los remates de las columnas; hizo también cien granadas, que puso en las cadenillas.
17 Erigió las columnas delante del Hekal, una a la derecha y otra a la izquierda, y llamó a la de la derecha Yakín y a la de la izquierda Boaz.
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2 Crónicas 4
1 Construyó también un altar de bronce de veinte codos de largo, veinte codos de ancho y diez codos de alto.
2 Hizo el Mar de metal fundido, de diez codos de borde a borde. Era enteramente redondo y de cinco codos de alto. Un cordón de treinta codos medía su contorno.
3 Debajo del borde había en todo el contorno unas como figuras de bueyes, diez por cada codo, colocadas en dos órdenes, fundidas en una sola masa.
4 Se apoyaba sobre doce bueyes; tres mirando al norte, tres mirando al oeste, tres mirando al sur y tres mirando al este. El Mar estaba sobre ellos, quedando sus partes traseras hacia el interior.
5 Su espesor era de un palmo, y su borde como el borde del cáliz de la flor de lirio. Cabían en él 3.000 medidas.
6 Hizo diez pilas para las abluciones y colocó cinco de ellas a la derecha y cinco a la izquierda para lavar en ellas lo que se ofrecía en holocausto. El Mar era para las abluciones de los sacerdotes.
7 Hizo diez candelabros de oro según la forma prescrita, y los colocó en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a la izquierda.
8 Hizo diez mesas, que puso en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a la izquierda. Hizo también cien acetres de oro.
9 Construyó también el atrio de los sacerdotes y el atrio grande con sus puertas, revistiendo las puertas de bronce.
10 Colocó el Mar al lado derecho, hacia el sureste.
11 Juram hizo también los ceniceros, las paletas y los acetres. Así concluyó Juram la obra que le había encargado el rey Salomón en la Casa de Dios:
12 Las dos columnas; las molduras de los capiteles que coronaban las columnas; los dos trenzados para cubrir las dos molduras de los capiteles que estaban sobre las columnas;
13 las cuatrocientas granadas para cada trenzado;
14 las diez basas, y las diez pilas sobre las basas;
15 el Mar con los doce bueyes debajo de él;
16 los ceniceros, las paletas y los acetres. Todos estos utensilios los hizo Juram Abí para el rey Salomón, para la Casa de Yahveh, de bronce bruñido.
17 El rey los hizo fundir en la vega del Jordán, en el mismo suelo, entre Sukkot y Seredá.
18 Salomón fabricó todos estos utensilios en tan enorme cantidad que no se pudo calcular el peso del bronce.
19 Salomón hizo todos los objetos destinados a la Casa de Dios: el altar de oro, las mesas para el pan de la Presencia,
20 los candelabros con sus lámparas de oro fino, para que ardieran, según el rito, delante del Debir;
21 las flores, las lámparas y las despabiladeras de oro, de oro purísimo;
22 y los cuchillos, los acetres, los vasos y los braseros, de oro puro. Eran también de oro las puertas interiores de la Casa a la entrada del Santo de los Santos, y las puertas de la Casa para el Hekal.
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2 Crónicas 5
1 Así fue concluida todo la obra que hizo Salomón para la Casa de Yahveh. Salomón hizo traer todo lo consagrado por su padre David, la plata, el oro y todos los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Dios.
2 Entonces congregó Salomón en Jerusalén a todos los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas de los hijos de Israel, para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde la Ciudad de David, que es Sión.
3 Se reunieron junto al rey todos los hombres de Israel, en la fiesta del mes séptimo.
4 Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los levitas alzaron el arca;
5 y llevaron el arca y la Tienda del Encuentro y todos los utensilios del santuario que había en la Tienda; lo llevaron los sacerdotes levitas.
6 El rey Salomón, con toda la comunidad de Israel que se había reunido en torno a él, sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en incalculable e innumerable abundancia.
7 Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su lugar, al Debir de la Casa, al Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines.
8 Pues los querubines extendían las alas por encima del emplazamiento del arca, cubriendo el arca y los varales por encima.
9 Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo, desde la parte anterior al Debir, pero no se veían desde fuera; y allí están hasta el día de hoy.
10 En el arca no había nada más que las dos tablas que hizo poner Moisés en ella, en el Horeb, cuando Yahveh hizo alianza con los israelitas a su salida de Egipto.
11 Cuando los sacerdotes salieron del santuario, porque todos los sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificado, sin guardar orden de clases,
12 y todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y Yedutún, con sus hijos y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar, tocando címbalos, salterios y cítaras, y con ellos 120 sacerdotes que tocaban las trompetas;
13 se hacían oír al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las trompetas y los cantores, alabando y celebrando a Yahveh; alzando la voz con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música, alababan a Yahveh diciendo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor»; la Casa se llenó de una nube, la misma Casa de Yahveh.
14 Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Dios.
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2 Crónicas 6
1 Entonces dijo Salomón: «Yahveh quiere habitar en densa nube.
2 He querido erigirte una morada, un lugar donde habites para siempre».
3 Se volvió el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda la asamblea de Israel estaba en pie.
4 Dijo: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que habló por su boca a mi padre David, y ha cumplido por su mano lo que dijo:
5 “Desde el día en que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no he elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para edificar una Casa en la que esté mi Nombre; ni elegí varón que fuese caudillo de mi pueblo Israel;
6 pero elijo a Jerusalén, para que esté allí mi Nombre, y elijo a David para que sea jefe de mi pueblo Israel.”
7 «Mi padre David pensó en su corazón edificar una Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel.
8 Pero Yahveh dijo a mi padre David: “Cuanto a haber pensado en tu corazón edificar una Casa a mi Nombre, bien has hecho en tener tal voluntad.
9 Pero no edificarás tú la Casa, sino que será un hijo tuyo, salido de tus entrañas, quien edifique la Casa a mi Nombre.”
10 Yahveh ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre David, me he sentado en el trono de Israel, como Yahveh había dicho, y he construido la Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel;
11 y he puesto allí el arca, en la cual está la alianza de Yahveh, que él pactó con los israelitas.»
12 Salomón se puso ante el altar de Yahveh en presencia de toda la asamblea de Israel y extendió las manos.
13 Salomón había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo, cinco codos de ancho, y tres codos de alto, que había colocado en medio del atrio; poniéndose sobre él se arrodilló frente a toda la asamblea de Israel. Y extendiendo sus manos hacia el cielo,
14 dijo: «Yahveh, Dios de Israel, no hay Dios como tú ni en el cielo ni en la tierra; tú que guardas la alianza y el amor a tus siervos que andan en tu presencia con todo su corazón;
15 tú que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste, pues por tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido este día.
16 Ahora, pues Yahveh, Dios de Israel, mantén a tu siervo David, mi padre, la promesa que le hiciste, diciendo: “ Nunca será quitado de mi presencia uno de los tuyos, que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino andando en mi Ley, como tú has andado delante de mí.”
17 Ahora, Yahveh, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste a tu siervo David.
18 Pero ¿es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido!
19 Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yahveh, Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace en tu presencia.
20 ¡Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que dijiste que pondrías en él tu Nombre para escuchar la oración que dirige tu siervo hacia este lugar!
21 «Oye, pues, las plegarias de tu siervo Israel, tu pueblo, cuando oren hacia este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde los cielos; escucha y perdona.
22 «Cuando un hombre peque contra su prójimo, y éste pronuncie una imprecación sobre él, haciéndole jurar delante de tu altar en esta Casa,
23 escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos. Da su merecido al inicuo, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y declarando inocente al justo, para darle según su justicia.
24 «Si Israel, tu pueblo, es batido por el enemigo por haber pecado contra ti, y ellos se vuelven y alaban tu Nombre orando y suplicando ante ti en esta Casa,
25 escucha tú desde los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel, y vuélvelos a la tierra que les diste a ellos y a sus padres.
26 «Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron contra ti, si oran en este lugar y alaban tu nombre, y se convierten de su pecado porque les humillaste,
27 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deben andar, y envía lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo por herencia.
28 «Cuando haya hambre en esta tierra, cuando haya peste, tizón, añublo, langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus puertas, en todo azote y toda enfermedad,
29 si un hombre cualquiera, o todo Israel, tu pueblo, hace oraciones y súplicas, y, reconociendo su pena y su dolor, tiende sus manos hacia esta Casa,
30 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona, dando a cada uno según todos sus caminos, pues tú conoces su corazón -y sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres-
31 para que teman y sigan tus caminos todos los días que vivan sobre la haz de la tierra que has dado a nuestros padres.
32 «También al extranjero, que no es de tu pueblo Israel, el que viene de un país lejano a causa de tu gran Nombre, tu mano fuerte y tu tenso brazo, cuando venga a orar en esta Casa,
33 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz cuanto te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu Nombre y te teman, como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es invocado sobre esta Casa que yo he construido.
34 «Si tu pueblo va a la guerra contra sus enemigos por el camino por el que tú le envíes, si oran a ti, vueltos hacia esta ciudad que tú has elegido, y hacia la Casa que yo he construido a tu Nombre,
35 escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles justicia.
36 Cuando pequen contra ti -pues no hay hombre que no peque- y tú, irritado contra ellos, los entregues al enemigo, y sus conquistadores los lleven cautivos a un país lejano o cercano,
37 si se convierten en su corazón en la tierra a que hayan sido llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de su cautividad, diciendo: “Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables”;
38 si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país de la cautividad al que fueren deportados, y te suplican vueltos hacia la tierra que tú diste a sus padres y hacia la ciudad que tú has elegido y hacia la Casa que yo he edificado a tu Nombre,
39 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, su oración y su plegaria; hazles justicia y perdona a tu pueblo los pecados cometidos contra ti.
40 «Que tus ojos, Dios mío, estén abiertos, y tus oídos atentos a la oración que se haga en este lugar.
41 Y ahora ¡levántate, Yahveh Dios, hacia tu reposo, tú y el arca de tu fuerza! ¡Que tus sacerdotes, Yahveh Dios, se revistan de salvación. y tus fieles gocen de la felicidad!
42 Yahveh, Dios mío, no rehaces el rostro de tu Ungido; acuérdate de las misericordias otorgadas a David tu siervo.»
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2 Crónicas 7
1 Cuando Salomón acabó de orar, bajó fuego del cielo que devoró el holocausto y los sacrificios; y la gloria de Yahveh llenó la Casa.
2 Los sacerdotes no podían entrar en la Casa de Yahveh, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh.
3 Entonces todos los hijos de Israel, viendo descender el fuego y la gloria de Yahveh sobre la Casa, se postraron rostro en tierra sobre el pavimento y adoraron y alabaron a Yahveh «porque es bueno, porque es eterno su amor».
4 Luego el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios ante Yahveh.
5 El rey Salomón ofreció en sacrificio 22.000 bueyes y 120.000 ovejas. Así inauguraron la Casa de Dios el rey y todo el pueblo.
6 Los sacerdotes atendían a su ministerio, mientras los levitas glorificaban a Yahveh con los instrumentos que el rey David fabricó para acompañar los cánticos de Yahveh, «porque es eterno su amor», ejecutando los cánticos compuestos por David. Los sacerdotes estaban delante de ellos tocando las trompetas, y todo Israel se mantenía en pie.
7 Salomón consagró el interior del patio, que está delante de la Casa de Yahveh, pues ofreció allí los holocaustos y las grasas de los sacrificios de comunión, ya que el altar de bronce que había hecho Salomón no podía contener el holocausto, la oblación y las grasas.
8 Entonces Salomón celebró la fiesta durante siete días y con él todo Israel, en magna asamblea, venida desde la Entrada de Jamat hasta el Torrente de Egipto.
9 El día octavo tuvo lugar la asamblea solemne, pues habían hecho la dedicación del altar por siete días, de manera que la fiesta duró siete días.
10 El día veintitrés del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus tiendas alegre y contento en su corazón por el bien que Yahveh había hecho a David, a Salomón y a su pueblo Israel.
11 Acabó Salomón la Casa de Yahveh y la casa del rey y llevó a cabo todo cuanto se había propuesto hacer en la Casa de Yahveh y en su propia casa.
12 Aparecióse entonces Yahveh a Salomón por la noche y le dijo: «He oído tu oración, y me he elegido este lugar como Casa de sacrificio.
13 Si yo cierro el cielo y no llueve, si yo mando a la langosta devorar la tierra, o envío la peste entre mi pueblo;
14 y mi pueblo, sobre el cual es invocado mi Nombre, se humilla, orando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, yo les oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.
15 Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos a la oración que se haga en este lugar;
16 pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella permanezca mi Nombre por siempre. Allí estarán mis ojos y mi corazón todos los días.
17 Y en cuanto a ti, si andas en mi presencia como anduvo tu padre David, haciendo todo lo que he mandado y guardando mis decretos y mis sentencias,
18 afianzaré el trono de tu realeza como pacté con tu padre David diciendo: “No te faltará un hombre que domine en Israel.”
19 Pero si os apartáis, abandonando los decretos y los mandamientos que os he dado, y vais a servir a otros dioses, postrándoos ante ellos,
20 os arrancaré de mi tierra que os he dado; arrojaré de mi presencia esta Casa que yo he consagrado a mi Nombre y la haré objeto de proverbio y de escarnio entre todos los pueblos.
21 Y esta Casa que es tan sublime vendrá a ser el espanto de todos los que pasen cerca de ella, de modo que dirán: “¿Por qué ha hecho así Yahveh a esta tierra y a esta Casa?”
22 Y se responderá: “Porque abandonaron a Yahveh, el Dios de sus padres que los sacó de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se han postrado ante ellos y les han servido; por eso ha hecho venir sobre ellos todo este mal.”»
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2 Crónicas 8
1 Al cabo de los veinte años que empleó Salomón en edificar la Casa de Yahveh y su propia casa,
2 reconstruyó las ciudades que Juram le había dado, y estableció allí los israelitas.
3 Salomón marchó contra Jamat de Sobá y se apoderó de ella;
4 reedificó Tadmor en el desierto, y todas las ciudades de avituallamiento que construyó en Jamat;
5 reconstruyó Bet Jorón de arriba y Bet Jorón de abajo, ciudades fortificadas, con murallas, puertas y barras,
6 y Baalat, con todas las ciudades de avituallamiento que pertenecían a Salomón, todas las ciudades de carros y las ciudades para los caballos, y todo cuanto quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su dominio.
7 Con toda la gente que había quedado de los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos, que no eran israelitas,
8 cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a los que los israelitas no habían exterminado, hizo Salomón una leva que dura hasta el día de hoy.
9 Pero no empleó Salomón a ninguno de los israelitas como esclavo para sus obras, sino como hombres de guerra, jefes y escuderos, comandantes de sus carros y de sus caballos.
10 Los jefes de las guarniciones que tenía el rey Salomón eran 250, que gobernaban al pueblo.
11 Salomón hizo subir a la hija de Faraón desde la Ciudad de David a la casa que había edificado para ella; pues se decía: «No debe habitar mujer mía en la casa de David, rey de Israel; porque los lugares donde ha estado el arca de Yahveh son sagrados.»
12 Entonces empezó a ofrecer Salomón holocaustos a Yahveh sobre el altar de Yahveh, que había erigido delante del Ulam;
13 ofreció holocaustos según el rito de cada día, conforme a los prescrito por Moisés, en los sábados, los novilunios y en las solemnidades, tres veces al año: en la fiesta de los Ázimos, en la fiesta de las Semanas y en la fiesta de las Tiendas.
14 Estableció también las secciones de los sacerdotes en sus servicios conforme al reglamento de su padre David, a los levitas en sus cargos de alabar y servir junto a los sacerdotes, según el rito de cada día; y a los porteros con arreglo a sus secciones, en cada puerta; porque ésta era la orden de David, hombre de Dios.
15 No se apartaron en nada de la orden del rey en lo tocante a los sacerdotes y los levitas, ni tampoco en lo relativo a los tesoros.
16 Así fue dirigida toda la obra de Salomón, desde el día en que se echaron los cimientos de la Casa de Yahveh hasta su terminación. Así fue acabada la Casa de Yahveh.
17 Entonces Salomón fue a Esyón Guéber y a Elat, a orillas del mar,
en el país de Edom,
18 y Juram le envió, por medio de sus siervos, navíos y marinos conocedores del mar, que fueron con los siervos de Salomón a Ofir, de donde tomaron 450 talentos de oro, que trajeron al rey Salomón.
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2 Crónicas 9
1 La reina de Sabá había oído la fama de Salomón, y vino a Jerusalén para probar a Salomón por medio de enigmas, con gran séquito y con camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas. Llegada que fue donde Salomón, le dijo todo cuanto tenía en su corazón.
2 Salomón resolvió todas sus preguntas; y no hubo ninguna proposición oscura que Salomón no pudiese resolver.
3 Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón y la casa que había edificado,
4 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte de sus ministros y sus vestidos, sus coperos con sus trajes y los holocaustos que ofrecía en la Casa de Yahveh, se quedó sin aliento,
5 y dijo al rey: «Verdad es cuanto oí decir en mi tierra de tus palabras y de tu sabiduría.
6 No daba yo crédito a lo que se decía, hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos; y encuentro que no se me había contado ni la mitad de la grandeza de tu sabiduría, pues tú superas todo lo que oí decir.
7 ¡Dichosas tus gentes! ¡Dichosos estos tus servidores, que están siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría!
8 ¡Bendito sea Yahveh, tu Dios, que se ha complacido en ti, poniéndote sobre su trono como rey de Yahveh, tu Dios, por el amor que tu Dios tiene hacia Israel para conservarle por siempre, y te ha puesto por rey sobre ellos para administrar derecho y justicia!»
9 Dio al rey 120 talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras preciosas. Nunca hubo aromas como los que la reina de Sabá dio al rey Salomón.
10 Los siervos de Juram y los siervos de Salomón, que habían traído oro de Ofir, trajeron también madera de algummim y piedras preciosas.
11 Con la madera de algummim hizo el rey entarimados para la Casa de Yahveh y la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No se había visto nunca en la tierra de Judá madera semejante.
12 El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso pedirle, aparte lo que ella había traído al rey. Después se volvió y regresó a su país con sus servidores.
13 El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos de oro,
14 sin contar las contribuciones de los mercaderes y comerciantes. Todos los reyes de Arabia y los inspectores del país traían oro y plata a Salomón.
15 Hizo el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro batido, aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo,
16 y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando trescientos siclos de oro en cada escudo; el rey los colocó en la casa «Bosque del Líbano».
17 Hizo el rey un gran trono de marfil y lo revistió de oro puro.
18 El trono tenía seis gradas y un cordero de oro al respaldo, y brazos a uno y otro lado del asiento, y dos leones, de pie, junto a los brazos.
19 Más doce leones de pie sobre las seis gradas a uno y otro lado. No se hizo cosa semejante en ningún reino.
20 Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro, y toda la vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino. La plata no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón.
21 Porque el rey tenía naves que navegaban a Tarsis con los siervos de Juram, y cada tres años venía la flota de Tarsis trayendo oro y plata, marfil, monos y pavos reales.
22 Así el rey Salomón sobrepujó a todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría.
23 Todos los reyes de la tierra querían ver el rostro de Salomón, para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón.
24 Y cada uno de ellos traía su presente, objetos de plata y objetos de oro, vestidos, armas, aromas, caballos y mulos, año tras año.
25 Tenía Salomón 4.000 caballerizas para sus caballos y carros, y 12.000 caballos, que puso en cuarteles en las ciudades de los carros y en Jerusalén junto al rey.
26 Dominaba sobre todos los reyes desde el Río hasta el país de los filisteos y hasta la frontera de Egipto.
27 Hizo el rey que la plata fuese tan abundante en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja.
28 Traían también caballos para Salomón de Musur y de todos los países.
29 El resto de los hechos de Salomón, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en la historia del profeta Natán, en la profecía de Ajías el silonita, y en las visiones de Yedó el vidente, sobre Jeroboam, hijo de Nebat?
30 Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel cuarenta años.
31 Se acostó Salomón con sus padres, y le sepultaron en la ciudad de su padre David. En su lugar reinó su hijo Roboam.
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2 Crónicas 10
1 Fue Roboam a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para proclamarle rey.
2 Apenas lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón, volvió de Egipto,
3 pues habían enviado a llamarle. Vino entonces Jeroboam con todo Israel, y hablaron a Roboam diciendo:
4 «Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros y te serviremos.»
5 El les dijo: «Volved a mí de aquí a tres días.» Y el pueblo se fue.
6 El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su padre Salomón, en vida de éste, diciendo: « ¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo?»
7 Ellos le respondieron: «Si eres bueno con este pueblo y les sirves y les das buenas palabras, serán siervos tuyos para siempre.»
8 Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio.
9 Les dijo: «¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha hablado diciendo: “Aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?”»
10 Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron diciendo: «Esto debes responder al pueblo que te ha dicho: “Tu padre hizo pesado nuestro yugo, ahora tú aligera nuestro yugo”, esto debes responder: “Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre.
11 Un yugo pesado os cargó mi padre, mas yo haré más pesado vuestro yugo; mi padre os ha azotado con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones.”»
12 Volvieron, pues, Jeroboam y todo el pueblo al tercer día donde Roboam, según lo que había dicho el rey: «Volved a mí al tercer día»;
13 y el rey les respondió con dureza, abandonando el consejo de los ancianos,
14 y hablándoles según el consejo de los jóvenes, diciendo: «Mi padre hizo pesado vuestro yugo, yo lo haré más pesado todavía; mi padre os azotó con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones.»
15 No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de Dios para dar cumplimiento a la palabra que Yahveh había anunciado a Jeroboam, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Silo.
16 Viendo todo Israel que el rey no le oía, replicó el pueblo al rey diciendo: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia en el hijo de Jesé. ¡A tus tiendas, Israel! Mira ahora por tu casa, David.» Y todo Israel se fue a sus tiendas.
17 Roboam reinó sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de Judá.
18 El rey Roboam envió a Adoram, jefe de la leva, pero los israelitas le mataron a pedradas y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subir a su carro para huir a Jerusalén.
19 Israel está en desobediencia contra la casa de David hasta el día de hoy.
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2 Crónicas 11
1 En llegando a Jerusalén, reunió Roboam a la casa de Judá y Benjamín, 180.000 hombres, guerreros escogidos, para combatir contra Israel y devolver el reino a Roboam.
2 Pero fue dirigida la palabra de Yahveh a Semaías, hombre de Dios, diciendo:
3 «Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todo Israel que está en Judá y Benjamín, diciendo:
4 Así habla Yahveh: No subáis a combatir con vuestros hermanos; que cada uno se vuelva a su casa, porque esto es cosa mía.» Ellos escucharon la palabra de Yahveh y desistieron de marchar contra Jeroboam.
5 Roboam habitó en Jerusalén y edificó ciudades fortificadas en Judá.
6 Fortificó Belén, Etam, Técoa,
7 Bet Sur, Sokó, Adullam,
8 Gat, Maresá, Zif,
9 Adoráyim, Lakís, Azecá,
10 Sorá, Ayyalón y Hebrón, ciudades fortificadas de Judá y Benjamín.
11 Reforzó las fortificaciones y puso en ellas comandantes y provisiones de víveres, de aceite y vino.
12 En todas estas ciudades había escudos y lanzas, y las hizo sumamente fuertes. Estaban por él Judá y Benjamín.
13 Los sacerdotes y levitas de todo Israel se pasaron a él desde todos sus territorios;
14 pues los levitas abandonaron sus ejidos y sus posesiones y se fueron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos les habían prohibido el ejercicio del sacerdocio de Yahveh,
15 y Jeroboam instituyó sus propios sacerdotes para los altos, los sátiros y los becerros que había hecho.
16 Tras ellos vinieron a Jerusalén, para ofrecer sacrificios a Yahveh, el Dios de sus padres, aquellos de entre todas las tribus de Israel que tenían puesto su corazón en buscar a Yahveh, el Dios de Israel;
17 y fortalecieron el reino de Judá y consolidaron a Roboam, hijo de Salomón, por tres años. Pues tres años siguió el camino de David y de Salomón.
18 Roboam tomó por mujer a Majalat, hija de Yerimot, hijo de David y de Abiháyil, hija de Eliab, hijo de Jesé.
19 Esta le dio los hijos Yeús, Semarías y Zaham.
20 Después de ésta tomó a Maaká, hija de Absalón, la cual le dio a Abías, Attay, Zizá y Selomit.
21 Roboam amaba a Maaká, hija de Absalón, más que a todas sus mujeres y concubinas, pues tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas; y engendró veintiocho hijos y sesenta hijas.
22 Roboam puso a la cabeza a Abías, hijo de Maaká, como príncipe de sus hermanos, porque quería hacerle rey.
23 Repartió hábilmente a todos sus hijos por toda la tierra de Judá y de Benjamín, en todas las ciudades fortificadas, les dio alimentos en abundancia y les buscó mujeres.
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2 Crónicas 12
1 Cuando Roboam hubo consolidado y afianzado el reino, abandonó la Ley de Yahveh y con él todo Israel.
2 Y sucedió que el año quinto del rey Roboam subió Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén, -pues no era fiel a Yahveh-
3 con 1.200 carros y 60.000 caballos; no se podía contar la gente que venía con él de Egipto: libios, sukíes y etíopes.
4 Tomó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén.
5 El profeta Semaías vino a Roboam y a los jefes de Judá que se habían reunido en Jerusalén para hacer frente a Sosaq, y les dijo: «Así dice Yahveh: Vosotros me habéis abandonado, y por esto también yo os abandono en manos de Sosaq.»
6 Entonces los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: «¡Justo es Yahveh!»
7 Cuando Yahveh vio que se habían humillado, fue dirigida la palabra de Yahveh a Semaáis, diciendo: «Por haberse ellos humillado, no los destruiré, sino que dentro de poco les daré la salvación y no se derramará mi cólera sobre Jerusalén por mano de Sosaq.
8 Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es mi servidumbre y la servidumbre de los reinos de las naciones.»
9 Subió, pues, Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén y se apoderó de los tesoros de la Casa de Yahveh y de los tesoros de la casa del rey. De todo se apoderó. Habiéndose llevado los escudos de oro que había hecho Salomón,
10 el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey.
11 Cuando el rey entraba en la Casa de Yahveh, venían los de la guardia y los llevaban, y después los devolvían a la sala de la guardia.
12 Gracias a su humillación se apartó de él la ira de Yahveh y no le destruyó del todo; y concedió algunas cosas buenas a Judá.
13 Se afianzó, pues, el rey Roboam en Jerusalén, y reinó. Roboam tenía 41 años cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para poner en ella su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita.
14 Hizo lo que era malo, porque no había dispuesto su corazón para buscar a Yahveh.
15 Los hechos de Roboam, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en la historia del profeta Semaías y del vidente Iddó? Hubo guerra continua entre Roboam y Jeroboam.
16 Roboam se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Abías.
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2 Crónicas 13
1 Abías comenzó a reinar sobre Judá el año dieciocho del rey Jeroboam.
2 Reinó tres años en Jerusalén. El nombre de su madre era Mikaía, hija de Uriel, de Guibeá. Hubo guerra entre Abías y Jeroboam.
3 Abías entró en combate con un ejército de valientes guerreros: 400.000 hombres escogidos; Jeroboam se ordenó en batalla contra él con 800.000 guerreros escogidos y valerosos.
4 Abías se levantó en el monte Semaráyim, que está en la montaña de Efraím, y dijo: «¡Oídme, Jeroboam y todo Israel!
5 ¿Acaso no sabéis que Yahveh, el Dios de Israel, dio el reino de Israel para siempre a David, a él y a sus hijos, con pacto de sal?
6 Pero Jeroboam, hijo de Nebat, siervo de Salomón, hijo de David, se alzó en rebeldía contra su señor.
7 Se juntaron con él unos hombres fatuos y malvados y prevalecieron sobre Roboam, hijo de Salomón, pues Roboam era joven y débil de corazón y no podía resistirles.
8 ¿Y ahora tratáis vosotros de poner resistencia al reino de Yahveh, que está en manos de los hijos de David, porque vosotros sois una gran muchedumbre? Pero tenéis los becerros de oro que Jeroboam os puso por dioses.
9 ¿No habéis expulsado a los sacerdotes de Yahveh, los hijos de Aarón y los levitas? ¿No os habéis hecho sacerdotes a la manera de los pueblos de los demás países? Cualquiera que viene con un novillo y siete carneros y pide ser consagrado, es hecho sacerdote de los que no son dioses.
10 Cuanto a nosotros, Yahveh es nuestro Dios y no le hemos abandonado; los sacerdotes que sirven a Yahveh son los hijos de Aarón, igual que los levitas en su ministerio.
11 Cada mañana y cada tarde quemamos holocaustos a Yahveh, y tenemos el incienso aromático; las filas de pan están sobre la mesa pura, y el candelabro de oro con sus lámparas para ser encendidas cada tarde, pues nosotros guardamos el ritual de Yahveh nuestro Dios, en tanto que vosotros le habéis abandonado.
12 He aquí que con nosotros, a nuestra cabeza, está Dios con sus sacerdotes y las trompetas del clamor, para lanzar el grito de guerra contra vosotros. Israelitas, no hagáis la guerra contra Yahveh, el Dios de vuestros padres, porque nada conseguiréis.»
13 Entre tanto, Jeroboam hizo dar un rodeo para poner una emboscada y atacarles por detrás, de manera que él estaba frente a Judá y la emboscada a espaldas de éstos.
14 Al volver Judá la cabeza, vio que se presentaba combate de frente y por detrás.
15 Entonces clamaron a Yahveh y, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra; y al alzar el grito de guerra los hombres de Judá, desbarató Dios a Jeroboam y a todo Israel delante de Abías y de Judá.
16 Huyeron los israelitas delante de Judá, y Dios los entregó en sus manos.
17 Abías y su tropa les causaron una gran derrota; cayeron 500.000 hombres escogidos de Israel.
18 Quedaron entonces humillados los israelitas y prevalecieron los hijos de Judá por haberse apoyado en Yahveh, el Dios de sus padres.
19 Abías persiguió a Jeroboam y le tomó las ciudades de Betel con sus aldeas, Yesaná con sus aldeas y Efrón con sus aldeas.
20 Jeroboam ya no tuvo fuerza en los días de Abías, pues Yahveh le hirió y murió.
21 Pero Abías se fortaleció; tomó catorce mujeres y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas.
22 El resto de los hechos de Abías, sus hechos y sus acciones, están escritos en el midrás del profeta Iddó.
23 Se acostó Abías con sus padres y le sepultaron en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Asá. En su tiempo el país estuvo en paz durante diez años.
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2 Crónicas 14
1 Asá hizo lo que era bueno y recto a los ojos de Yahveh su Dios.
2 Suprimió los altares del culto extranjero y los altos; rompió las estelas, abatió los cipos,
3 y mandó a Judá que buscase a Yahveh, el Dios de sus padres, y cumpliese la ley y los mandamientos.
4 Hizo desaparecer de todas las ciudades de Judá los altos y los altares de incienso; y el reino estuvo en paz bajo su reinado.
5 Edificó ciudades fuertes en Judá, porque el país estaba en paz, y no hubo guerra contra él por aquellos años; pues Yahveh le había dado tranquilidad.
6 Dijo a Judá: «Edifiquemos estas ciudades, y cerquémoslas de murallas, torres, puertas y barras, mientras el país esté a nuestra disposición; pues hemos buscado a Yahveh, nuestro Dios, y por haberle buscado, él nos ha dado paz por todas partes.» Edificaron, pues y prosperaron.
7 Asá tenía un ejército de 300.000 hombres de Judá, que llevaban pavés y lanza, y 280.000 de Benjamín, que llevaban escudo y eran arqueros; todos ellos esforzados guerreros.
8 Salió contra ellos Zéraj el etíope, con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros, y llegó hasta Maresá.
9 Salió Asá contra él y se pusieron en orden de batalla en el valle de Sefatá, junto a Maresá.
10 Asá invocó a Yahveh su Dios, y dijo: «¡Oh Yahveh, sólo tú puedes ayudar entre el poderoso y el desvalido! ¡Ayúdanos, pues, Yahveh, Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre marchamos contra esta inmensa muchedumbre! ¡Yahveh, tú eres nuestro Dios! ¡No prevalezca contra ti hombre alguno!»
11 Yahveh derrotó a los etíopes ante Asá y Judá; y los etíopes se pusieron en fuga.
12 Asá y la gente que con él estaba los persiguieron hasta Guerar; y cayeron de los etíopes hasta no quedar uno vivo, pues fueron destrozados delante de Yahveh y su campamento; y se recogió un botín inmenso.
13 Batieron todas las ciudades de los alrededores de Guerar, porque el terror de Yahveh cayó sobre ellas; y saquearon todas las ciudades, pues había en ellas gran botín.
14 Asimismo atacaron las majadas y capturaron gran cantidad de ovejas y camellos. Después se volvieron a Jerusalén.
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2 Crónicas 15
1 Vino entonces el espíritu de Dios sobre Azarías, hijo de Oded,
2 el cual salió al encuentro de Asá y le dijo: «¡Oídme vosotros, Asá y todo Judá y Benjamín! Yahveh estará con vosotros mientras vosotros estéis con él; si le buscáis, se dejará hallar de vosotros; pero si le abandonáis, os abandonará.
3 Durante mucho tiempo Israel estará sin verdadero Dios, sin sacerdote que enseñe y sin ley.
4 Mas cuando en su angustia se vuelva a Yahveh, el Dios de Israel, y le busque, él se dejará hallar de ellos.
5 En aquellos tiempos no habrá paz para los hombres, sino grandes terrores sobre todos los habitantes de los países.
6 Chocarán pueblo contra pueblo y ciudad contra ciudad, porque Dios los conturbará con toda suerte de aflicciones.
7 ¡Vosotros, pues, esforzaos, y que no se debiliten vuestras manos! Porque vuestras obras tendrán recompensa.”
8 Al oír Asá estas palabras y esta profecía cobró ánimo e hizo desaparecer los monstruos abominables de todo el país de Judá y Benjamín y de las ciudades que había conquistado en la montaña de Efraím, y restauró el altar de Yahveh, que estaba ante el vestíbulo de Yahveh.
9 Congregó a todo Judá y Benjamín, y a los de Efraím, Manasés y Simeón que habitaban entre ellos; pues se habían pasado a él muchos de los israelitas, viendo que Yahveh su Dios estaba con él.
10 Se reunieron en Jerusalén en el mes tercero del año quince del reinado de Asá.
11 Aquel día ofrecieron a Yahveh sacrificios del botín que habían traído: setecientos bueyes y 7.000 ovejas.
12 Y se obligaron con un pacto a buscar a Yahveh, el Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma;
13 y que todo aquel que no buscase a Yahveh, el Dios de Israel, moriría, desde el pequeño hasta el grande, hombre o mujer.
14 Juraron, pues, a Yahveh en alta voz, con gritos de júbilo y al son de las trompetas y cuernos.
15 Y todo Judá se alegró con motivo del juramento, porque de todo corazón había prestado el juramento, y con plena voluntad había buscado a Yahveh. Por eso él se dejó hallar de ellos; y le dio paz por todas partes.
16 El rey Asá llegó a quitar a Maaká, su madre, el título de Gran Dama, porque había hecho un Horror para Aserá. Asá abatió este Horror, lo hizo pedazos y lo quemó en el torrente Cedrón.
17 Pero no desaparecieron los altos de en medio de Israel, aun cuando el corazón de Asá fue perfecto todos sus días.
18 Llevó a la Casa de Dios las ofrendas consagradas por su padre y sus propias ofrendas: plata, oro y utensilios.
19 No hubo guerra hasta el año 35 del reinado de Asá.
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2 Crónicas 16
1 El año 36 del reinado de Asá subió Basá, rey de Israel, contra Judá, y fortificó a Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, rey de Judá.
2 Sacó entonces Asá plata y oro de los tesoros de la Casa de Yahveh y de la casa del rey, y envió mensajeros a Ben Hadad, rey de Aram, que habitaba en Damasco, diciendo:
3 «Haya alianza entre nosotros, como entre mi padre y tu padre; te envío plata y oro. Anda, rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí.»
4 Ben Hadad escuchó al rey Asá y envió a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel; conquistó Iyyón, Dan, Abel Máyim y todos los depósitos de las ciudades situadas en Neftalí.
5 Cuando Basá lo supo, suspendió las fortificaciones de Ramá e hizo parar su obra.
6 Entonces el rey Asá tomó a todo Judá y se llevaron de Ramá las piedras y maderas que Basá había empleado para la construcción; y con ella fortificó Gueba y Mispá.
7 En aquel tiempo el vidente Jananí fue donde Asá, rey de Judá, y le dijo: «Por haberte apoyado en el rey de Aram, y no haberte apoyado en Yahveh tu Dios, por eso se ha escapado de tu mano el ejército del rey de Aram.
8 ¿No eran un ejército numeroso los etíopes y los libios, con carros y una muchedumbre de hombres de carro? Y, sin embargo, por haber puesto tu confianza en Yahveh, él los entregó en tu mano.
9 Porque los ojos de Yahveh recorren toda la tierra, para fortalecer a los que tienen corazón entero para con él. Has procedido neciamente en esto, y por eso de aquí en adelante tendrás guerras.»
10 Irritóse entonces Asá contra el vidente y lo metió en la cárcel, pues estaba enojado con él por este asunto. En esa época también maltrató Asá a varios del pueblo.
11 Estos son los hechos de Asá, los primeros y los postreros; están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel.
12 El año 39 de su reinado enfermó Asá de los pies, pero tampoco en su enfermedad buscó a Yahveh, sino a los médicos.
13 Se acostó Asá con sus padres. Murió el año 41 de su reinado,
14 y le sepultaron en el sepulcro que se había hecho en la Ciudad de David. Lo pusieron sobre un lecho lleno de bálsamo, de aromas y de ungüentos preparados según el arte de los perfumistas; y le encendieron un fuego enorme.
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2 Crónicas 17
1 En su lugar reinó su hijo Josafat, el cual se fortificó contra Israel.
2 Puso guarniciones en todas las ciudades fortificadas de Judá y estableció gobernadores en el país de Judá y en las ciudades de Efraím, que Asá su padre había conquistado.
3 Estuvo Yahveh con Josafat, porque anduvo por los caminos que había seguido anteriormente su padre David y no buscó a los Baales,
4 sino que buscó al Dios de sus padres andando en sus mandamientos, sin imitar los hechos de Israel.
5 Yahveh consolidó el reino en su mano; y todo Judá traía presentes a Josafat, que adquirió grandes riquezas y honores.
6 Su corazón cobró ánimo en los caminos de Yahveh, hasta hacer desaparecer de Judá los altos y los cipos.
7 El año tercero de su reinado envió a sus oficiales Ben Jáyil, Abdías, Zacarías, Natanael y Miqueas para que enseñasen en las ciudades de Judá,
8 y con ellos a los levitas Semaías, Netanías, Zebadías, Asahel, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías, y con estos levitas a los sacerdotes Elisamá y Yehoram,
9 los cuales enseñaron en Judá, llevando consigo el libro de la Ley de Yahveh. Recorrieron todas las ciudades de Judá, enseñando al pueblo.
10 El terror de Yahveh se apoderó de todos los reinos de los países que rodeaban a Judá, de manera que no hicieron guerra contra Josafat.
11 Los filisteos trajeron a Josafat presentes y plata como tributo. También los árabes le trajeron ganado menor: 7.700 carneros y 7.700 machos cabríos.
12 Así Josafat iba engrandeciéndose cada vez más, hasta lo sumo, y edificó en Judá castillos y ciudades de aprovisionamiento.
13 Llevó a cabo muchas obras en las ciudades de Judá, y tuvo una guarnición de guerreros escogidos en Jerusalén.
14 Esta es la lista, por sus casas paternas: De Judá, jefes de millar: Adná, el jefe, y con él 300.000 hombres esforzados.
15 A su lado el jefe Yehojanán, y con él 280.000.
16 A su lado Amasías, hijo de Zikrí, que se había consagrado espontáneamente a Yahveh, y bajo su mando 200.000 hombres esforzados.
17 De Benjamín: Elyadá, hombre valeroso, y con él, 200.000 armados de arco y escudo.
18 A su lado Yehozabad, y con él, 180.000 equipados para la guerra.
19 Estos eran los que servían al rey, sin contar los que el rey había puesto en las ciudades fortificadas por todo Judá.
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2 Crónicas 18
1 Josafat tuvo grandes riquezas y honores; emparentó con Ajab,
2 y al cabo de algunos años bajó a visitarle a Samaría. Ajab sacrificó gran número de ovejas y de bueyes para él y la gente que le acompañaba; y le incitó a que subiese con él contra Ramot de Galaad.
3 Dijo Ajab, rey de Israel, a Josafat, rey de Judá: «¿Quieres venir conmigo a Ramot de Galaad?» Le contestó: «Yo soy como tú, y tu pueblo como mi pueblo; contigo estaremos en la batalla.»
4 Pero Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta antes, por favor, la palabra de Yahveh.»
5 El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les dijo: «¿Debo atacar a Ramot de Galaad o debo desistir?» Le respondieron: «Sube, porque Dios la entregará en manos del rey.
6 Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí algún otro profeta de Yahveh a quien podamos consultar?»
7 Respondió el rey de Israel a Josafat: «Queda todavía un hombre por quien podríamos consultar a Yahveh, pero yo le aborrezco, pues nunca me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» A lo que respondió Josafat: «No hable el rey así.»
8 Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae enseguida a Miqueas, hijo de Yimlá.»
9 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada cual en su trono, vestidos de gala, en la era que hay a la entrada de la puerta de Samaría, mientras que todos los profetas estaban en trance delante de ellos.
10 Sedecías, hijo de Kenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro, y decía: «Así dice Yahveh: Con estos acornearás a Aram hasta acabar con ellos.
11 Y todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo: «¡Sube contra Ramot de Galaad! Tendrás éxito. Yahveh la entregará en manos del rey.»
12 El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le habló diciendo: «Mira que los profetas a una voz predicen el bien al rey, procura hablar como uno de ellos y anuncia el bien.»
13 Respondió Miqueas “«¡Vive Yahveh, que lo que mi Dios me diga, eso anunciaré!»
14 Llegó donde el rey; y el rey le dijo: «Miqueas, ¿debemos subir a Ramot de Galaad para atacarla, o debo desistir?» Le respondió: «Subid, tendréis éxito. Serán entregados en vuestras manos.»
15 Pero el rey le dijo: «¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me digas más que la verdad en nombre de Yahveh?»
16 Entonces él dijo: «He visto todo Israel disperso por los montes, como ovejas sin pastor; Yahveh ha dicho: No tienen señor; que vuelvan en paz cada cual a su casa.»
17 El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me anuncia el bien sino el mal?»
18 Miqueas entonces dijo: «Escuchad, pues, la palabra de Yahveh: He visto a Yahveh sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su derecha y a su izquierda.
19 Preguntó Yahveh: “¿Quién engañará a Ajab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?” Y el uno decía una cosa y el otro otra.
20 Entonces se adelantó el Espíritu, se puso ante Yahveh y dijo: “Yo le engañaré” Le preguntó Yahveh: “¿De qué modo?”
21 Respondió: “Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas.” Y Yahveh dijo: “Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así”
22 Ahora, pues, Yahveh ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas tuyos, pues Yahveh ha predicho el mal contra ti.»
23 Se acercó entonces Sedecías, hijo de Kenaaná, y dio una bofetada a Miqueas en la mejilla, diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de Yahveh para hablarte a ti?».
24 Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de aposento en aposento.»
25 El rey de Israel dijo: «Prended a Miqueas y llevádselo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey;
26 y les diréis: “Así habla el rey: Meted a éste en la cárcel y racionadle el pan y el agua hasta que yo vuelva victorioso.”»
27 Miqueas dijo: «Si es que vuelves victorioso, no ha hablado Yahveh por mí.»
28 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad.
29 El rey de Israel dijo a Josafat: «Yo voy a disfrazarme para entrar en combate, mientras que tú te pondrás tus vestidos.» El rey de Israel se disfrazó, y así entraron en la batalla.
30 Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de sus carros: «No ataquéis ni a chicos ni a grandes, sino tan sólo al rey de Israel.»
31 Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Seguro que es el rey de Israel», y le rodearon para cargar sobre él. Pero Josafat gritó y Yahveh le socorrió, alejándolos Dios de él.
32 Viendo los jefes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él.
33 Entonces un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las placas de la coraza; el rey dijo al auriga: «Da la vuelta y sácame de la batalla, porque me siento mal.»
34 Pero arreció aquel día la batalla, y el rey de Israel fue sostenido en pie en su carro frente a los arameos hasta la tarde; y a la caída del sol murió.
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2 Crónicas 19
1 Cuando Josafat, rey de Judá, regresaba en paz a su casa, a Jerusalén,
2 salióle al encuentro Jehú, hijo de Jananí el vidente, y le dijo al rey Josafat: «¿Tú ayudas al malo y amas a los que aborrecen a Yahveh? Por esto ha caído sobre ti la cólera de Yahveh.
3 Sin embargo, han sido halladas en ti obras buenas, porque has quitado de esta tierra los cipos, y has dispuesto tu corazón para buscar a Dios.»
4 Residía Josafat en Jerusalén, pero volvió a visitar al pueblo desde Berseba hasta la montaña de Efraím; y los convirtió a Yahveh, el Dios de sus padres.
5 Estableció jueces en el país, en todas las ciudades fortificadas de Judá, de ciudad en ciudad;
6 y dijo a los jueces: «Mirad lo que hacéis; porque no juzgáis en nombre de los hombres, sino en nombre de Yahveh, que está con vosotros cuando administráis justicia.
7 ¡Que esté sobre vosotros el temor de Yahveh! Atended bien a lo que hacéis, porque en Yahveh nuestro Dios no hay iniquidad ni acepción de personas ni soborno.»
8 También en Jerusalén estableció Josafat levitas, sacerdotes y cabezas de familia de Israel, para la administración de la justicia de Yahveh y para los litigios. Estos habitaban en Jerusalén.
9 Les dio esta orden: «Obraréis en todo en el temor de Yahveh, con fidelidad y con corazón perfecto.
10 En todo pleito que venga a vosotros de parte de vuestros hermanos que habitan en sus ciudades, sean causas de sangre o cuestiones de la Ley, de los mandamientos, decretos y sentencias, habéis de esclarecerlos, a fin de que no se hagan culpables para con Yahveh y se encienda su ira contra vosotros y contra vuestros hermanos. Obrando así, no os haréis culpables.
11 «Amarías, como sacerdote, será vuestro jefe en todos las asuntos de Yahveh; y Zebadías, hijo de Ismael, jefe de la casa de Judá, en todos los asuntos del rey. Los levitas os servirán de escribas. ¡Esforzaos, y manos a la obra! Y Yahveh sea con el bueno.»
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2 Crónicas 20
1 Después de esto, los moabitas y ammonitas, y con ellos algunos maonitas, marcharon contra Josafat para atacarle.
2 Vinieron mensajeros que avisaron a Josafat diciendo: «Viene contra ti una gran muchedumbre de gentes de allende el mar, de Edom, que están ya en Jasasón Tamar, o sea, Engadí.»
3 Tuvo miedo y se dispuso a buscar a Yahveh promulgando un ayuno para todo Judá.
4 Congregóse Judá para implorar a Yahveh, y también de todas las ciudades de Judá vino gente a suplicar a Yahveh.
5 Entonces Josafat, puesto en pie en medio de la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la Casa de Yahveh, delante del atrio nuevo,
6 dijo: «Yahveh, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en el cielo, y no dominas tú en todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano el poder y la fortaleza, sin que nadie pueda resistirte?
7 ¿No has sido tú, oh Dios nuestro, el que expulsaste a los habitantes de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la posteridad de tu amigo Abraham para siempre?
8 Ellos la han habitado, y han edificado un santuario a tu Nombre, diciendo:
9 “Si viene sobre nosotros algún mal, espada, castigo, peste o hambre, nos presentaremos delante de esta Casa, y delante de ti, porque tu Nombre reside en esta Casa; clamaremos a tí en nuestra angustia, y tú oirás y nos salvarás.”
10 «Pero ahora, mira que los ammonitas y moabitas y los del monte Seír, a donde no dejaste entrar a Israel cuando salía de la tierra de Egipto, por lo cual Israel se apartó de ellos sin destruirlos,
11 ahora nos pagan viniendo a echarnos de la heredad que tú nos has legado.
12 Oh Dios nuestro, ¿no harás tú justicia con ellos? Pues nosotros no tenemos fuerza contra esta gran multitud que viene contra nosotros y no sabemos qué hacer. Pero nuestros ojos se vuelven hacia ti.»
13 Todo Judá estaba en pie ante Yahveh con sus niños, sus mujeres y sus hijos.
14 Vino el espíritu de Yahveh sobre Yajaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaías, hijo de Yeiel, hijo de Mattanías, levita, de los hijos de Asaf, que estaba en medio de la asamblea,
15 y dijo: «¡Atended vosotros, Judá entero y habitantes de Jerusalén, y tú, oh rey Josafat! Así os dice Yahveh: No temáis ni os asustéis ante esa gran muchedumbre; porque esta guerra no es vuestra, sino de Dios.
16 Bajad contra ellos mañana; mirad, ellos van a subir por la cuesta de Sis. Los encontraréis en el valle de Sof, junto al desierto de Yeruel.
17 No tendréis que pelear en esta ocasión. Apostaos y quedaos quietos, y veréis la salvación de Yahveh que vendrá sobre vosotros, oh Judá y Jerusalén. ¡No temáis ni os asustéis! Salid mañana al encuentro de ellos, pues Yahveh estará con vosotros.»
18 Josafat se inclinó rostro en tierra; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron ante Yahveh para adorar a Yahveh.
19 Y los levitas, de los hijos de los quehatitas y de la estirpe de los coreítas, se levantaron para alabar con gran clamor a Yahveh, el Dios de Israel.
20 Al día siguiente se levantaron temprano y salieron al desierto de Técoa. Mientras iban saliendo, Josafat, puesto en pie, dijo: «¡Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén! Tened confianza en Yahveh vuestro Dios y estaréis seguros; tened confianza en sus profetas y triunfaréis.»
21 Después, habiendo deliberado con el pueblo, señaló cantores que, vestidos de ornamentos sagrados y marchando al frente de los guerreros, cantasen en honor de Yahveh: «¡Alabad a Yahveh porque es eterno su amor!»
22 Y en el momento en que comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, Yahveh puso emboscadas contra los ammonitas y moabitas y los del monte Seír, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados.
23 Porque se levantaron los ammonitas y moabitas contra los moradores del monte Seír, para entregarlos al anatema y aniquilarlos, y cuando hubieron acabado con los moradores de Seír se aplicaron a destruirse mutuamente.
24 Judá había venido a la atalaya del desierto y se volvieron hacia la multitud, pero no había más que cadáveres tendidos por tierra; pues ninguno pudo escapar.
25 Josafat y su pueblo fueron a saquear los despojos y hallaron mucho ganado, riquezas y vestidos y objetos preciosos, y recogieron tanto que no lo podían llevar. Emplearon tres días en saquear el botín, porque era abundante.
26 Al cuarto día se reunieron en el valle de Beraká, y allí bendijeron a Yahveh; por eso se llama aquel lugar valle de Beraká hasta el día de hoy.
27 Después todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat al frente, regresaron con júbilo a Jerusalén, porque Yahveh les había colmado de gozo a costa de sus enemigos.
28 Entraron en Jerusalén, en la Casa de Yahveh, con salterios, cítaras y trompetas.
29 El terror de Dios cayó sobre todos los reinos de los países cuando supieron que Yahveh había peleado contra los enemigos de Israel.
30 El reinado de Josafat fue tranquilo, y su Dios le dio paz por todos lados.
31 Josafat reinó sobre Judá. Tenía 35 años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Siljí.
32 Siguió en todo el camino de su padre Asá, sin desviarse de él, haciendo lo que era recto a los ojos de Yahveh.
33 Con todo no desaparecieron los altos, pues el pueblo aún no había fijado su corazón en el Dios de sus padres.
34 El resto de los hechos de Josafat, los primeros y los postreros, están escritos en la historia de Jehú, hijo de Jananí, que se halla inserta en el libro de los reyes de Israel.
35 Después de esto, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel, que le impulsó a hacer el mal.
36 Se asoció con él para construir naves que fueran a Tarsis; y fabricaron las naves en Esyón Guéber.
37 Entonces Eliezer, hijo de Dodaías, de Maresá, profetizó contra Josafat diciendo: «Por haberte aliado con Ocozías, Yahveh ha abierto brecha en tus obras.» En efecto, las naves se destrozaron y no pudieron ir a Tarsis.
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2 Crónicas 21
1 Se acostó Josafat con sus padres y fue sepultado con ellos en la ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Joram.
2 Joram tenía seis hermanos, hijos de Josafat, que eran Azarías, Yejiel, Zacarías, Azaryau, Miguel y Sefatías. Todos estos eran hijos de Josafat, rey de Israel.
3 Su padre les había hecho grandes donaciones de plata, oro y objetos preciosos, y ciudades fuertes en Judá; pero entregó el reino a Joram, porque era el primogénito.
4 Joram tomó posesión del trono de su padre; y cuando se afianzó en él pasó a cuchillo a todos sus hermanos y también a algunos de los jefes de Israel.
5 32 años tenía Joram cuando empezó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén.
6 Anduvo por el camino de los reyes de Israel, como había hecho la casa de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab, e hizo el mal a los ojos de Yahveh.
7 Pero Yahveh no quiso destruir la casa de David, a causa de la alianza que había hecho con David, porque le había prometido que le daría siempre una lámpara a él y a sus hijos.
8 En sus días se rebeló Edom de bajo la mano de Judá y se proclamaron un rey.
9 Pasó Joram con sus jefes, y con todos sus carros. Se levantó por la noche y batió a los de Edom que le tenían cercado, a él y a los jefes de los carros.
10 Así se rebeló Edom de bajo la mano de Judá hasta el día de hoy. Por ese mismo tiempo se rebeló Libná de bajo su mano, porque había abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres.
11 Construyó asimismo altos en los montes de Judá, incitó a la prostitución a los habitantes de Jerusalén y empujó a ella a Judá.
12 Le llegó un escrito del profeta Elías, que decía: «Así dice Yahveh, el Dios de tu padre David: Porque no has seguido los caminos de tu padre Josafat, ni los caminos de Asá, rey de Judá,
13 sino que has andado por los caminos de los reyes de Israel, y has prostituido a Judá y a los habitantes de Jerusalén siguiendo las prostituciones de la casa de Ajab, y también porque has dado muerte a tus hermanos de la casa de tu padre que eran mejores que tú;
14 he aquí que Yahveh castigará con terrible azote a tu pueblo, tus hijos, tus mujeres y toda tu hacienda;
15 tú mismo padecerás grandes enfermedades y una dolencia de entrañas tal, que día tras día se te saldrán fuera a causa de la enfermedad.»
16 Excitó Yahveh contra Joram el espíritu de los filisteos y de los árabes, vecinos de los etíopes,
17 que subieron contra Judá y lo invadieron llevándose todas las riquezas que hallaron en la casa del rey, y también a sus hijos y a sus mujeres, no dejándole otro hijo que Ocozías, el menor.
18 Después de todo esto le hirió Yahveh con una enfermedad incurable de vientre.
19 Y al cabo de cierto tiempo, al fin del año segundo, se le salieron las entrañas a causa de su enfermedad, y murió en medio de terribles dolores. El pueblo no le encendió fuego, como lo había encendido por su padre.
20 Tenía 32 años cuando empezó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años. Se fue sin que nadie le llorara; y le sepultaron en la ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes.
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2 Crónicas 22
1 Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey en su lugar a su hijo menor Ocozías, porque una banda de árabes que había invadido el campamento había dado muerte a todos los mayores, de suerte que llegó a ser rey Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá.
2 Tenía Ocozías cuarenta y dos años cuando empezó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. Su madre se llamaba Atalía, hija de Omrí.
3 También él siguió los caminos de la casa de Ajab, pues su madre le instigaba a hacer el mal.
4 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como los de la casa de Ajab, porque después de la muerte de su padre fueron ellos sus consejeros para su perdición.
5 También por consejo de ellos fue con Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, para combatir a Jazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad; los arameos hirieron a Joram,
6 que se retiró a Yizreel, para curarse de las heridas que había recibido en Ramá, en la batalla contra Jazael, rey de Aram. Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, bajó a Yizreel para visitar a Joram, hijo de Ajab, que se hallaba enfermo;
7 esta visita a Joram vino de Dios para ruina de Ocozías; pues llegado allí, salió con Joram contra Jehú, hijo de Nimsí, a quien Yahveh había ungido para exterminar la casa de Ajab.
8 Mientras Jehú hacía justicia de la casa de Ajab, se encontró con los jefes de Judá y con los hijos de los hermanos de Ocozías que se hallaban al servicio de Ocozías, y los mató.
9 Buscó luego a Ocozías, al que prendieron en Samaría, donde se había escondido. Lo llevaron donde Jehú, que lo mató, pero le dieron sepultura, pues decían: «Es hijo de Josafat, el que buscó a Yahveh con todo su corazón.» No quedó de la casa de Ocozías nadie que fuese capaz de reinar.
10 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se levantó y exterminó a toda la estirpe real de la casa de Judá.
11 Pero Yehosebá, hija del rey, tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo sacó de entre los hijos del rey a quienes estaban matando y lo puso a él y a su nodriza en el dormitorio. Yehosebá, hija del rey Joram, mujer del sacerdote Yehoyadá y hermana de Ocozías, lo ocultó de la vista de Atalía, que no pudo matarle.
12 Seis años estuvo escondido con ellos en la Casa de Dios, mientras Atalía reinaba en el país.
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2 Crónicas 23
1 El año séptimo, Yehoyadá cobró ánimo y envió a buscar a los jefes de cien, a Azarías, hijo de Yerojam; a Ismael, hijo de Yehojanán; a Azarías, hijo de Obed; a Maaseías, hijo de Adaías, y a Elisafat, hijo de Zikrí; concertando un pacto con ellos,
2 recorrieron Judá y reunieron a los levitas de todas las ciudades de Judá, y a los cabezas de familia de Israel, que vinieron a Jerusalén.
3 Toda la asamblea hizo alianza con el rey en la Casa de Dios; Yehoyadá les dijo: «Aquí tenéis al hijo del rey que ha de reinar, como dijo Yahveh de los hijos de David.
4 Esto es lo que tenéis que hacer: Un tercio de vosotros, así sacerdotes como levitas, los que entráis el sábado, se quedarán de porteros en las entradas;
5 otro tercio, en la casa del rey; y otro tercio, en la casa del Fundamento; mientras que todo el pueblo estará en los atrios de la Casa de Yahveh.
6 Nadie podrá entrar en la Casa de Yahveh fuera de los sacerdotes y los levitas que estén de servicio; éstos podrán entrar por estar consagrados, pero todo el pueblo tiene que guardar el precepto de Yahveh.
7 Los levitas se pondrán en torno al rey, cada uno con sus armas en la mano, y cualquiera que penetre en la Casa, morirá. Sólo ellos acompañarán al rey cuando entre y cuando salga.»
8 Los levitas y todo Judá hicieron cuanto les había mandado el sacerdote Yehoyadá. Tomó cada uno a sus hombres, tanto los que entraban el sábado como los que salían el sábado; pues el sacerdote Yehoyadá no exceptuó a ninguna de las secciones.
9 El sacerdote Yehoyadá entregó a los jefes de cien las lanzas y los escudos, grandes y pequeños, del rey David, que se hallaban en la Casa de Dios,
10 y apostó a todo el pueblo, cada uno con sus armas en la mano, desde el ala oriental de la Casa hasta el ala occidental, entre el altar y la Casa, para que rodeasen al rey.
11 Hicieron salir entonces al hijo del rey y le pusieron la diadema y el Testimonio. Le proclamaron rey; Yehoyadá y sus hijos le ungieron y gritaron: «¡Viva el rey!».
12 Al oír Atalía los gritos del pueblo que corría y aclamaba al rey, vino a la Casa de Yahveh, donde estaba el pueblo,
13 miró, y vio al rey en pie junto a la columna, a la entrada, y a los jefes y las trompetas junto al rey, a todo el pueblo de la tierra, lleno de alegría, que tocaba las trompetas, y a los cantores que, con instrumentos de música, dirigían los cánticos de alabanza. Entonces Atalía rasgó sus vestidos y gritó: «¡Traición, traición!»
14 Pero el sacerdote Yehoyadá dio orden a los jefes de cien, que estaban al frente de las tropas, y les dijo: «Hacedla salir de las filas, y el que la siga que sea pasado a espada.» Porque había dicho el sacerdote: «No la matéis en la Casa de Yahveh.»
15 Así pues, ellos echaron mano de ella, y cuando llegó a la casa del rey por el camino de la Entrada de los Caballos, allí la mataron.
16 Entonces Yehoyadá pactó alianza con todo el pueblo y el rey de que el pueblo sería pueblo de Yahveh.
17 Fue después todo el pueblo a la casa de Baal y la derribaron; rompieron sus altares y sus imágenes, y mataron a Matán, sacerdote de Baal, ante los altares.
18 Yehoyadá puso centinelas en la Casa de Yahveh, a los órdenes de los sacerdotes y levitas que David había distribuido en la Casa de Yahveh, conforme a lo escrito en la Ley de Moisés, para ofrecer los holocaustos con alegría y cánticos, según las disposiciones de David.
19 Puso porteros junto a las puertas de la Casa de Yahveh para que no entrase ninguno que por cualquier causa fuese inmundo.
20 Después tomó a los jefes de cien, a los notables, a los dirigentes del pueblo y al pueblo entero de la tierra; y haciendo descender al rey de la Casa de Yahveh, entraron por la puerta superior en la casa del rey y le sentaron en el trono del reino.
21 Todo el pueblo de la tierra estaba contento, y la ciudad quedó tranquila; en cuanto a Atalía, la habían matado a espada.
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2 Crónicas 24
1 Siete años tenía Joás cuando empezó a reinar, y reinó cuarenta años en Jerusalén. Su madre se llamaba Sibía de Berseba.
2 Joás hizo lo recto a los ojos de Yahveh durante toda la vida del sacerdote Yehoyadá.
3 Este le casó con dos mujeres, y engendró hijos e hijas.
4 Después de esto resolvió Joás restaurar la Casa de Yahveh.
5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas y les dijo: «Recorred las ciudades de Judá y juntad cada año plata en todo Israel para reparar la Casa de vuestro Dios; y daos prisa en ello.» Pero los levitas no se dieron prisa.
6 Llamó entonces el rey a Yehoyadá, sumo sacerdote, y le dijo: «¿Por qué no has tenido cuidado de que los levitas trajesen de Judá y de Jerusalén la contribución que Moisés, siervo de Yahveh, y la asamblea de Israel prescribieron para la Tienda del Testimonio?»
7 Pues la impía Atalía y sus hijos habían arruinado la Casa de Dios, llegando incluso a emplear para los Baales todas las cosas consagradas a la Casa de Yahveh.
8 Mandó, pues, el rey que se hiciera un cofre, que fue colocado junto a la puerta de la Casa de Yahveh, por la parte exterior;
9 y echaron bando en Judá y en Jerusalén de que trajesen a Yahveh la contribución que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el desierto.
10 Todos los jefes y todo el pueblo se alegraron; y traían la contribución y la echaban en el cofre hasta que se llenaba.
11 Cuando llevaban el cofre a los inspectores del rey, por medio de los levitas, si veían que había mucho dinero, venía el secretario del rey y el inspector del sumo sacerdote para vaciar el cofre; luego, lo tomaban y lo volvían a su lugar. Así lo hacían cada vez, y recogían dinero en abundancia.
12 El rey y Yehoyadá se lo daban a los encargados de las obras del servicio de la Casa de Yahveh, y éstos tomaban a sueldo canteros y carpinteros para restaurar la Casa de Yahveh, y también a los que trabajaban en hierro y bronce, para reparar la Casa de Yahveh.
13 Trabajaron, pues, los encargados de la obra, y con sus trabajos adelantaron las reparaciones del edificio; restituyeron la Casa de Dios a su primer estado y la consolidaron.
14 Acabado el trabajo, entregaron al rey y a Yehoyadá el resto del dinero, con el cual hicieron objetos para la Casa de Yahveh, utensilios para el ministerio y para los holocaustos, vasos y objetos de oro y plata. Durante toda la vida de Yehoyadá se ofrecieron siempre holocaustos en la Casa de Yahveh.
15 Envejeció Yehoyadá, y murió colmado de días. Tenía 130 años cuando murió.
16 Le sepultaron en la Ciudad de David, con los reyes, porque había hecho el bien en Israel, con Dios y con su Casa.
17 Después de la muerte de Yehoyadá vinieron los jefes de Judá a postrarse delante del rey, y entonces el rey les prestó oído.
18 Abandonaron la Casa de Yahveh, el Dios de sus padres, y sirvieron a los cipos y a los ídolos; la cólera estalló contra Judá y Jerusalén a causa de esta culpa suya.
19 Yahveh les envió profetas que dieron testimonio contra ellos para que se convirtiesen a él, pero no les prestaron oído.
20 Entonces el espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá que, presentándose delante del pueblo, les dijo: «Así dice Dios: ¿Por qué traspasáis los mandamientos de Yahveh? No tendréis éxito; pues por haber abandonado a Yahveh, él os abandonará a vosotros.»
21 Mas ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey le apedrearon en el atrio de la Casa de Yahveh.
22 Pues el rey Joás no se acordó del amor que le había tenido Yehoyadá, padre de Zacarías, sino que mató a su hijo, que exclamó al morir: «¡Véalo Yahveh y exija cuentas!»
23 A la vuelta de un año subió contra Joás el ejército de los arameos, que invadieron Judá y Jerusalén, mataron de entre la población a todos los jefes del pueblo, y enviaron todo el botín al rey de Damasco,
24 pues aunque el ejército de los arameos había venido con poca gente, Yahveh entregó en sus manos a un ejército muy grande; porque habían abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres. De este modo los arameos hicieron justicia con Joás.
25 Y cuando se alejaron de él, dejándole gravemente enfermo, se conjuraron contra él sus servidores, por la sangre del hijo del sacerdote Yehoyadá, le mataron en su lecho y murió. Le sepultaron en la Ciudad de David, pero no le sepultaron en los sepulcros de los reyes.
26 Los que conspiraron contra él fueron Zabad, hijo de Simat la ammonita, y Yehozabad, hijo de Simrit la moabita.
27 Lo tocante a sus hijos, la gran cantidad de impuestos que percibió y la restauración de la Casa de Dios, se halla escrito en el midrás del libro de los reyes. En su lugar reinó su hijo Amasías.
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2 Crónicas 25
1 Veinticinco años tenía Amasías cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yehoaddán, de Jerusalén.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, aunque no de todo corazón.
3 Cuando se afianzó en su reinado, dio muerte a los servidores que habían matado al rey su padre.
4 Pero no hizo morir a los hijos de ellos, conforme a lo escrito en la Ley, en el libro de Moisés, donde Yahveh tenía prescrito: «No han de morir los padres por los hijos ni los hijos han de morir por los padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado.»
5 Amasías congregó a Judá y estableció por todo Judá y Benjamín, según las casas paternas, jefes de millar y jefes de cien; hizo el censo de ellos, desde los veinte años para arriba, y halló 300.000 hombres escogidos, aptos para la guerra y el manejo de lanza y pavés.
6 Tomó también a sueldo en Israel, por cien talentos de plata, a 100.000 hombres valientes.
7 Pero vino donde él un hombre de Dios que le dijo: «Oh rey, que no salga contigo el ejército de Israel, porque Yahveh no está con Israel, ni con ninguno de los efraimitas.
8 Si vienen contigo, tú te portarás esforzadamente en la batalla, pero Dios te hará caer ante el enemigo, porque Dios tiene poder para ayudar y para derribar.»
9 Respondió Amasías al hombre de Dios: «¿Y qué hacer con los cien talentos que he dado a la tropa de Israel?» Contestó el hombre de Dios: «Tiene Yahveh poder para darte mucho más que eso.»
10 Y Amasías apartó los destacamentos que le habían venido de Efraím, para que se volviesen a sus lugares. Ellos se irritaron mucho contra Judá y se volvieron a sus casas ardiendo en cólera.
11 Amasías cobró ánimo y, tomando el mando de su pueblo, marchó al valle de la Sal, y dio muerte a 10.000 hombres de los seiríes.
12 Los hijos de Judá apresaron vivos a otros 10.000 y, llevándolos a la cumbre de la peña, los precipitaron desde allí, quedando todos ellos reventados.
13 Entretanto, la tropa que Amasías había hecho volver, para que no fuesen con él a la guerra, se desparramaron por las ciudades de Judá, desde Samaría hasta Bet Jorón, pero fueron derrotados 3.000 de ellos y se recogió mucho botín.
14 Después de regresar Amasías de su victoria sobre los edomitas, introdujo los dioses de los seiríes; eligió los dioses de ellos, postróse ante ellos y les quemó incienso.
15 Se encendió la ira de Yahveh contra Amasías y le envió un profeta, que le dijo: «¿Por qué has buscado a los dioses de ese pueblo, que no han podido librar de tu mano a su propia gente?»
16 Mientras él le hablaba, Amasías le interrumpió: «¿Acaso te hemos hecho consejero del rey? ¡Cállate! ¿Por qué te han de matar?» El profeta concluyó diciendo: «Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque hiciste eso y no quieres escuchar mi consejo.»
17 Amasías, rey de Judá, después de haber deliberado, envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle: «¡Sube y nos veremos las caras!»
18 Pero Joás, rey de Israel, mandó decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija para mujer de mi hijo. Pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon el cardo.
19 Tú te dices: “He derrotado a Edom.” Por eso te lleva tu corazón a jactarte. Sé glorioso, pero quédate ahora en tu casa. ¿Por qué exponerte a una calamidad y a caer tú y Judá contigo?»
20 Pero Amasías no le escuchó, pues era disposición de Dios entregarlos en manos de sus enemigos, por haber buscado a los dioses de Edom.
21 Subió Joás, rey de Israel, y se enfrentaron, él y Amasías, rey de Judá, en Bet Semes de Judá.
22 Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda.
23 Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, en Bet Semes y le llevó a Jerusalén; y abrió una brecha de cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraím hasta la puerta del Angulo.
24 Tomó todo el oro y la plata y todos los objetos que se hallaban al cuidado de Obededom en la Casa de Dios, y los tesoros de la casa del rey, así como también rehenes, y se volvió a Samaría.
25 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, sirvió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.
26 El resto de los hechos de Amasías, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel?
27 Después que Amasías se apartó de Yahveh, se conjuraron contra él en Jerusalén, por lo que huyó a Lakís; pero enviaron gente en su persecución hasta Lakís y allí lo mataron.
28 Trajéronle a caballo y le sepultaron con sus padres en la Ciudad de David.
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2 Crónicas 26
1 Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y le proclamaron rey en lugar de su padre Amasías.
2 Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo acostado con sus padres.
3 Dieciséis años tenía Ozías cuando empezó a reinar, y reinó 52 años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yekoliá, de Jerusalén.
4 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había hecho su padre Amasías.
5 Buscó a Dios durante la vida de Zacarías, que le instruyó en el temor de Dios; y mientras buscó a Yahveh, Dios le dio prosperidad.
6 Salió a campaña contra los filisteos y abrió brecha en el muro de Gat, en el muro de Yabné y en el muro de Asdod; restauró las ciudades en la región de Asdod y entre los filisteos.
7 Dios le ayudó contra los filisteos, contra los árabes que habitaban en Gur Báal y contra los meunitas.
8 Los ammonitas pagaron tributo a Ozías, y su fama llegó hasta la frontera de Egipto, porque se había hecho sumamente poderoso.
9 Ozías construyó torres en Jerusalén sobre la puerta del Angulo, sobre la puerta del Valle y en el Angulo, y las fortificó.
10 Construyó también torres en el desierto y excavó muchas cisternas, pues poseía numerosos ganados en la Tierra Baja y en la llanura, así como labradores y viñadores en las montañas y en los campos fértiles, porque le gustaba la agricultura.
11 Ozías tenía un ejército que hacía la guerra; salía a campaña por grupos, conforme al número de su censo hecho bajo la vigilancia de Yeiel el escriba, y Maaseías el notario, a las órdenes de Jananías, uno de los jefes del rey.
12 El número total de los jefes de familia era de 2.600 hombres esforzados.
13 A sus órdenes había un ejército de campaña de 307.500 hombres, que hacían la guerra con gran valor, para ayudar al rey contra el enemigo.
14 Ozías proporcionó a todo aquel ejército en cada una de sus campañas escudos y lanzas, yelmos y corazas, arcos y hondas, para tirar piedras.
15 Hizo construir en Jerusalén ingenios inventados por expertos, para colocarlos sobre las torres y los ángulos y para arrojar saetas y grandes piedras. Su fama se extendió lejos, porque fue prodigioso el modo como supo buscarse colaboradores hasta hacerse fuerte.
16 Mas, una vez fortalecido en su poder, se ensoberbeció hasta acarrearse la ruina, y se rebeló contra Yahveh su Dios, entrando en el Templo de Yahveh para quemar incienso sobre el altar del incienso.
17 Fue tras él Azarías, el sacerdote, y con él ochenta sacerdotes de Yahveh, hombres valientes,
18 que se opusieron al rey Ozías y le dijeron: «No te corresponde a ti, Ozías, quemar incienso a Yahveh, sino a los sacerdotes, los hijos de Aarón, que han sido consagrados para quemar el incienso. ¡Sal del santuario porque estás prevaricando, y tú no tienes derecho a la gloria que viene de Yahveh Dios!»
19 Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira, y mientras se irritaba contra los sacerdotes, brotó la lepra en su frente, a vista de los sacerdotes, en la Casa de Yahveh, junto al altar del incienso.
20 El sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes volvieron hacía él sus ojos, y vieron que tenía lepra en la frente. Por lo cual lo echaron de allí a toda prisa; y él mismo se apresuró a salir, porque Yahveh le había herido.
21 El rey Ozías, quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó en una casa aislada, como leproso, porque había sido excluido de la Casa de Yahveh; su hijo Jotam estaba al frente de la casa del rey y administraba justicia al pueblo de la tierra.
22 El resto de los hechos de Ozías, los primeros y los postreros, los escribió el profeta Isaías, hijo de Amós.
23 Acostóse Ozías con sus padres y lo sepultaron con sus padres en el campo de los sepulcros de los reyes, porque decían: «Es un leproso.» En su lugar reinó su hijo Jotam.
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2 Crónicas 27
1 Tenía Jotam veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yerusá, hija de Sadoq.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo hizo su padre Ozías, salvo que no penetró en el Templo de Yahveh. El pueblo, sin embargo, seguía corrompiéndose.
3 Construyó la Puerta Superior de la Casa de Yahveh, e hizo muchas obras en los muros de Ofel.
4 Edificó también ciudades en la montaña de Judá, y edificó castillos y torres en las tierras de labor.
5 Hizo guerra contra el rey de los ammonitas, a los que venció. Los ammonitas le dieron aquel año cien talentos de plata, 10.000 cargas de trigo y 10.000 de cebada. Los ammonitas le trajeron lo mismo el año segundo y el tercero.
6 Jotam llegó a ser poderoso, porque se afirmó en los caminos de Yahveh su Dios.
7 El resto de los hechos de Jotam, todas sus guerras y sus obras, están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá.
8 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén.
9 Acostóse Jotam con sus padres, y le sepultaron en la Ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Ajaz.
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2 Crónicas 28
1 Tenía Ajaz veinte años cuando empezó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahveh, como David su padre.
2 Siguió los caminos de los reyes de Israel, llegando a fundir estatuas para los Baales.
3 Quemó incienso en el valle de Ben Hinnom e hizo pasar a sus hijos por el fuego, según los ritos abominables de las gentes que Yahveh había arrojado de delante de los israelitas.
4 Ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los altos, sobre los collados y bajo todo árbol frondoso.
5 Yahveh su Dios le entregó en manos del rey de los arameos, que le derrotaron, haciéndole gran número de prisioneros, que fueron llevados a Damasco. Fue entregado también en manos del rey de Israel, que le causó una gran derrota.
6 Pecaj, hijo de Remalías, mató en Judá en un solo día a 120.000, todos ellos hombres valientes; porque habían abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres.
7 Zikrí, uno de los valientes de Efraím, mató a Maasías, hijo del rey, a Azricam, mayordomo de palacio, y a Elcaná, segundo después del rey.
8 Los israelitas se llevaron de entre sus hermanos 200.000 prisioneros: mujeres, hijos e hijas. Se apoderaron también de un enorme botín, que se llevaron a Samaría.
9 Había allí un profeta de Yahveh, llamado Oded, que salió al encuentro del ejército que volvía a Samaría, y les dijo: «He aquí que Yahveh, el Dios de vuestros padres, irritado contra Judá, los ha entregado en vuestras manos, mas vosotros los habéis matado con un furor que ha subido hasta el cielo.
10 Y ahora pensáis en someter a los hijos de Judá y de Jerusalén como siervos y siervas vuestros. ¿Es que vosotros mismos no sois culpables contra Yahveh vuestro Dios?
11 Oídme, pues, y dejad volver a vuestros hermanos que habéis tomado prisioneros, porque el furor de la ira de Yahveh viene sobre vosotros.»
12 Entonces algunos hombres de los jefes de Efraím: Azarías, hijo de Yehojanán; Berekías, hijo de Mesillemot; Ezequías, hijo de Sallum, y Amasá, hijo de Jadlay, se levantaron contra los que venían de la guerra,
13 y les dijeron: «No metáis aquí a estos prisioneros. ¿Por qué, además de la culpa contra Yahveh que ya tenemos contra nosotros, habláis de aumentar todavía nuestros pecados y nuestro delito?; pues grande es nuestro delito y el furor de la ira amenaza a Israel.»
14 Entonces la tropa dejó a los prisioneros y el botín delante de los jefes y de toda la asamblea.
15 Levantáronse entonces los hombres nominalmente designados, reanimaron a los prisioneros y vistieron con el botín a todos los que estaban desnudos, dándoles vestido y calzado. Les dieron de comer y de beber y los ungieron; y transportaron en asnos a todos los débiles, los llevaron a Jericó, ciudad de las palmeras, junto a sus hermanos. Luego se volvieron a Samaría.
16 En aquel tiempo el rey Ajaz envió mensajeros a los reyes de Asiria para que le socorriesen.
17 Porque los de Edom habían venido otra vez y habían derrotado a Judá, llevándose algunos prisioneros.
18 También los filisteos invadieron las ciudades de la Tierra Baja y del Négueb de Judá, y tomaron Bet Semes, Ayyalón, Guederot, Sokó con sus aldeas, Timná con sus aldeas y Guimzó con sus aldeas, y se establecieron allí.
19 Porque Yahveh humillaba a Judá a causa de Ajaz, rey de Israel, que permitía el desenfreno de Judá, y se había rebelado contra Yahveh.
20 Vino contra él Teglatfalasar, rey de Asiria; y le puso sitio, pero no le dominó.
21 Porque Ajaz despojó la Casa de Yahveh y la casa del rey y de los jefes, para dárselo al rey de Asiria, pero de nada le sirvió.
22 Aun en el tiempo del asedio, el rey Ajaz persistió en su rebeldía contra Yahveh.
23 Ofrecía sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado, pues se decía: «Los dioses de los reyes de Aram les ayudan a ellos; les ofreceré sacrificios, y me ayudarán a mí.» Ellos fueron la causa de su ruina y de la de todo Israel.
24 Ajaz juntó algunos de los utensilios de la Casa de Dios e hizo añicos otros; cerró las puertas de la Casa de Yahveh y fabricó altares en todas las esquinas de Jerusalén.
25 Erigió altos en cada una de las ciudades de Judá, para quemar incienso a otros dioses, provocando así la ira de Yahveh, el Dios de sus padres.
26 El resto de sus hechos y todas sus obras, las primeras y las postreras, está escrito en el libro de los reyes de Judá e Israel.
27 Se acostó Ajaz con sus padres y lo sepultaron dentro de la Ciudad, en Jerusalén: pues no le colocaron en los sepulcros de los reyes de Israel. En su lugar reinó su hijo Ezequías.
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2 Crónicas 29
1 Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abía, hija de Zacarías.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como David su padre.
3 En el año primero de su reinado, el primer mes, abrió las puertas de la Casa de Yahveh y las reparó.
4 Hizo venir a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental,
5 y les dijo: «¡Escuchadme, levitas! Santificaos ahora y santificad la Casa de Yahveh, el Dios de vuestros padres; y sacad fuera del santuario la inmundicia.
6 Porque nuestros padres han sido infieles haciendo lo malo a los ojos de Yahveh, nuestro Dios; le han abandonado, y apartando sus rostros de la Morada de Yahveh, le han vuelto la espalda.
7 Hasta llegaron a cerrar las puertas del Vestíbulo, apagaron las lámparas, y no quemaron incienso ni ofrecieron holocaustos en el santuario al Dios de Israel.
8 Por eso la ira de Yahveh ha venido sobre Judá y Jerusalén, y él los ha convertido en objeto de espanto, terror y rechifla, como lo estáis viendo con vuestros ojos.
9 Por esto han caído a espada nuestros padres; y nuestros hijos, hijas y mujeres se hallan en cautividad.
10 Pero ahora he decidido en mi corazón hacer alianza con Yahveh, el Dios de Israel, para que aparte de nosotros el furor de su ira.
11 Hijos míos, no seáis ahora negligentes; porque Yahveh os ha elegido a vosotros para que estéis en su presencia y le sirváis para ser sus ministros y para quemarle incienso.»
12 Levantáronse entonces los levitas Májat, hijo de Amasay, y Joel, hijo de Azarías, de los hijos de Quehat; Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo de Yallelel, de los hijos de Merarí; Yoaj, hijo de Zimmá, y Eden, hijo de Yoaj, de los hijos de los guersonitas;
13 Simrí y Yeiel, de los hijos de Elisafán; Zacarías y Mattanías, de los hijos de Asaf;
14 Yejiel y Simí, de los hijos de Hemán; Semaías y Uzziel, de los hijos de Yedutún.
15 Estos reunieron a sus hermanos, se santificaron y vinieron a purificar la Casa de Yahveh, conforme al mandato del rey, según las palabras de Yahveh.
16 Los sacerdotes entraron en el interior de la Casa de Yahveh para purificarla, y sacaron al atrio de la Casa de Yahveh todas las impurezas que encontraron en el santuario de Yahveh. Los levitas, por su parte, las amontonaron para llevarlas fuera, al torrente de Cedrón.
17 Comenzaron la consagración el día primero del primer mes, y el día octavo del mes llegaron al Vestíbulo de Yahveh; pasaron ocho días consagrando la Casa de Yahveh y el día dieciséis del mes primero habían acabado.
18 Fueron luego a las habitaciones del rey Ezequías y le dijeron: «Hemos purificado toda la Casa de Yahveh, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la mesa de las filas de pan con todos sus utensilios.
19 Hemos preparado y santificado todos los objetos que profanó el rey Ajaz durante su reinado con su infidelidad, y están ante el altar de Yahveh.»
20 Entonces se levantó el rey Ezequías de mañana, reunió a los jefes de la ciudad y subió a la Casa de Yahveh
21 Trajeron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos para el sacrificio por el pecado en favor del reino, del santuario y de Judá; y mandó a los sacerdotes, hijos de Aarón, que ofreciesen holocaustos sobre el altar de Yahveh.
22 Inmolaron los novillos, y los sacerdotes recogieron la sangre y rociaron el altar; luego inmolaron los carneros y rociaron con su sangre el altar; degollaron igualmente los corderos y rociaron con la sangre el altar.
23 Acercaron después los machos cabríos por el pecado, ante el rey y la asamblea, y éstos pusieron las manos sobre ellos;
24 los sacerdotes los inmolaron y ofrecieron la sangre en sacrificio por el pecado junto al altar como expiación por todo Israel; porque el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado fuese por todo Israel.
25 Luego estableció en la Casa de Yahveh a los levitas con címbalos, salterios y cítaras, según las disposiciones de David, de Gad, vidente del rey, y de Natán, profeta; pues de mano de Yahveh había venido ese mandamiento, por medio de sus profetas.
26 Cuando ocuparon su sitio los levitas con los instrumentos de David, y los sacerdotes con las trompetas,
27 mandó Ezequías ofrecer el holocausto sobre el altar. Y al comenzar el holocausto, comenzaron también los cantos de Yahveh, al son de las trompetas y con el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de Israel.
28 Toda la asamblea estaba postrada, se cantaban cánticos y las trompetas sonaban. Todo ello duró hasta que fue consumido el holocausto.
29 Consumido el holocausto, el rey y todos los presentes doblaron las rodillas y se postraron.
30 Después, el rey Ezequías y los jefes mandaron a los levitas que alabasen a Yahveh con las palabras de David y del vidente Asaf; y ellos cantaron alabanzas hasta la exaltación, e inclinándose, adoraron.
31 Después tomó Ezequías la palabra y dijo: «Ahora estáis enteramente consagrados a Yahveh; acercaos y ofreced víctimas y sacrificios de alabanza en la Casa de Yahveh.» Y la asamblea trajo sacrificios en acción de gracias, y los de corazón generoso, también holocaustos.
32 El número de los holocaustos ofrecidos por la asamblea fue de setenta bueyes; cien carneros y doscientos corderos; todos ellos en holocausto a Yahveh.
33 Se consagraron también seiscientos bueyes y 3.000 ovejas.
34 Pero como los sacerdotes eran pocos y no bastaban para desollar todos estos holocaustos, les ayudaron sus hermanos los levitas, hasta que terminaron la labor, y los sacerdotes se santificaron, pues los levitas estaban más dispuestos que los sacerdotes para santificarse.
35 Hubo, además, muchos holocaustos de grasa de los sacrificios de comunión y libaciones para el holocausto. Así quedó restablecido el culto de la Casa de Yahveh.
36 Ezequías y el pueblo entero se regocijaron de que Dios hubiera dispuesto al pueblo; pues todo se hizo rápidamente.
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2 Crónicas 30
1 Ezequías envió mensajeros a todo Israel y Judá, y escribió también cartas a Efraím y Manasés, para que viniesen a la Casa de Yahveh, en Jerusalén, a fin de celebrar la Pascua en honor de Yahveh, el Dios de Israel.
2 Pues el rey y sus jefes y toda la asamblea de Jerusalén habían determinado celebrar la Pascua en el mes segundo,
3 ya que no fue posible celebrarla a su debido tiempo, porque los sacerdotes no se habían santificado en número suficiente y el pueblo no se había reunido en Jerusalén.
4 Pareció bien esto a los ojos del rey y de toda la asamblea.
5 Y decidieron enviar aviso a todo Israel, desde Berseba hasta Dan, para que vinieran a Jerusalén a celebrar la Pascua en que eran muchos los que no la habían celebrado según lo escrito.
6 Los correos, con las cartas del rey y de sus jefes, recorrieron todo Israel y Judá, como el rey lo había mandado y decían: «Hijos de Israel, volveos a Yahveh, el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, y él se volverá al resto que ha quedado de vosotros, los que han escapado de la mano de los reyes de Asiria.
7 No seáis como vuestros padres y vuestros hermanos, que fueron infieles a Yahveh, el Dios de sus padres; por lo cual él los entregó a la desolación, como estáis viendo.
8 Ahora, no endurezcáis vuestra cerviz como vuestros padres; dad la mano a Yahveh, venid a su santuario, que él ha santificado para siempre; servid a Yahveh, vuestro Dios, y se apartará de vosotros el furor de su ira.
9 Porque si os volvéis a Yahveh, vuestros hermanos y vuestros hijos hallarán misericordia ante aquellos que los llevaron cautivos, y volverán a esta tierra, pues Yahveh vuestro Dios es clemente y misericordioso, y no apartará de vosotros su rostro, si vosotros os convertís a él.»
10 Los correos pasaron de ciudad en ciudad por el país de Efraím y de Manasés, llegaron hasta Zabulón; pero se reían y se burlaban de ellos.
11 Sin embargo, hubo hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón que se humillaron y vinieron a Jerusalén.
12 También en Judá se dejó sentir la mano de Dios, que les dio corazón unánime para cumplir el mandamiento del rey y de los jefes, según la palabra de Yahveh.
13 Se reunió en Jerusalén mucha gente para celebrar la fiesta de los Ázimos en el mes segundo; era una asamblea muy grande.
14 Y se levantaron y quitaron los altares que había en Jerusalén; quitaron también todos los altares de incienso y los arrojaron al torrente Cedrón.
15 Inmolaron la Pascua el día catorce del mes segundo. También los sacerdotes y los levitas, llenos de confusión, se santificaron y trajeron holocaustos a la Casa de Yahveh.
16 Ocuparon sus puestos según su reglamento, conforme a la Ley de Moisés, hombre de Dios; y los sacerdotes rociaban con la sangre que recibían de mano de los levitas.
17 Y como muchos de la asamblea no se habían santificado, los levitas fueron encargados de inmolar los corderos pascuales para todos los que no se hallaban puros, a fin de santificarlos para Yahveh.
18 Pues una gran parte del pueblo, muchos de Efraím, de Manasés, de Isacar y de Zabulón, no se habían purificado, y con todo comieron la Pascua sin observar lo escrito. Pero Ezequías oró por ellos diciendo: «¡Que Yahveh, que es bueno, perdone a todos aquellos
19 cuyo corazón está dispuesto a buscar al Dios Yahveh, el Dios de sus padres, aunque no tengan la pureza requerida para las cosas sagradas!»
20 Y oyó Yahveh a Ezequías y dejó salvo al pueblo.
21 Los israelitas que estaban en Jerusalén celebraron la fiesta de los Ázimos por siete días con gran alegría; mientras los levitas y los sacerdotes alababan a Yahveh todos los días con todas sus fuerzas.
22 Ezequías habló al corazón de todos los levitas que tenían perfecto conocimiento de Yahveh. Comieron durante los siete días las víctimas de la solemnidad, sacrificando sacrificios de comunión y alabando a Yahveh, el Dios de sus padres.
23 Toda la asamblea resolvió celebrar la solemnidad por otros siete días, y la celebraron con júbilo siete días más.
24 Porque Ezequías, rey de Judá, había reservado para toda la asamblea mil novillos y 7.000 ovejas. Los jefes, por su parte, habían reservado para la asamblea mil novillos y 10.000 ovejas, pues ya se habían santificado muchos sacerdotes.
25 Toda la asamblea de Judá, los sacerdotes y los levitas y también toda la asamblea que había venido de Israel y los forasteros venidos de la tierra de Israel, lo mismo que los que habitaban en Judá, se llenaron de alegría.
26 Hubo gran gozo en Jerusalén; porque desde los días de Salomón, hijo de David, rey de Israel, no se había hecho cosa semejante en Jerusalén.
27 Después se levantaron los sacerdotes y los levitas, y bendijeron al pueblo; y fue oída su voz, y su oración penetró en el cielo, su santa morada.
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2 Crónicas 31
1 Terminado todo esto, salieron todos los israelitas que se hallaban presentes a recorrer las ciudades de Judá; y rompieron las estelas, abatieron los cipos y derribaron los altos y los altares en todo Judá y Benjamín, y también en Efraím y Manasés, hasta acabar con ellos. Después volvieron todos los hijos de Israel, cada cual a su propiedad, a sus ciudades.
2 Ezequías restableció las clases de los sacerdotes y de los levitas, cada uno en su sección, según su servicio, ya fuera sacerdote, ya levita, ya se tratara de holocaustos y sacrificios de comunión, ya de servicio litúrgico, acción de gracias o himnos, en las puertas del campamento de Yahveh.
3 Destinó el rey una parte de su hacienda para los holocaustos, holocaustos de la mañana y de la tarde y holocaustos de los sábados, de los novilunios y de las solemnidades, según lo escrito en la Ley de Yahveh.
4 Mandó al pueblo que habitaba en Jerusalén que entregase la parte de los sacerdotes y levitas a fin de que pudiesen perseverar en la Ley de Yahveh.
5 Cuando se divulgó esta disposición, los israelitas trajeron en abundancia las primicias del trigo, del vino, del aceite y de la miel y de todos los productos del campo; presentaron igualmente el diezmo de todo en abundancia.
6 Los hijos de Israel y de Judá que habitaban en las ciudades de Judá trajeron también el diezmo del ganado mayor y menor y el diezmo de las cosas sagradas consagradas a Yahveh, su Dios, y lo distribuyeron por montones.
7 En el mes tercero comenzaron a apilar los montones y terminaron el mes séptimo.
8 Vinieron Ezequías y los jefes a ver los montones y bendijeron a Yahveh y a su pueblo Israel.
9 Cuando Ezequías preguntó a los sacerdotes y a los levitas acerca de los montones,
10 respondió el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoq, y dijo: «Desde que se comenzaron a traer las ofrendas reservadas a la Casa de Yahveh, hemos comido y nos hemos saciado, y aún sobra muchísimo, porque Yahveh ha bendecido a su pueblo; y esta gran cantidad es lo que sobra.»
11 Entonces mandó Ezequías que se preparasen salas en la Casa de Yahveh. Las prepararon,
12 y metieron allí en lugar seguro las ofrendas reservadas, los diezmos y las cosas consagradas. El levita Konanías fue nombrado intendente, y Simí, hermano suyo, era el segundo.
13 Yejiel, Azazías, Najat, Asahel, Yerimot, Yozabad, Eliel, Jismakías, Májat y Benaías eran inspectores, a las órdenes de Konanías y de Simí, su hermano, bajo la vigilancia del rey Ezequías y de Azarías, príncipe de la Casa de Dios.
14 El levita Qoré, hijo de Yimná, portero de la puerta oriental, estaba encargado de las ofrendas voluntarias hechas a Dios, y de repartir la ofrenda reservada a Yahveh y las cosas sacratísimas.
15 En las ciudades sacerdotales estaban permanentemente bajo sus órdenes Eden, Minyamín, Yesúa, Semaías, Amarías y Sekanías, para repartir a sus hermanos, así grandes como chicos, según sus clases,
16 dejando aparte a los hombres de treinta años para arriba, inscritos en las genealogías, a todos los que entraban en la Casa de Yahveh, según la tarea de cada día, para cumplir los servicios de su ministerio, conforme a sus clases.
17 Los sacerdotes estaban inscritos en las genealogías, conforme a sus casas paternas, igual que los levitas, desde los veinte años en adelante, según sus obligaciones y sus clases.
18 Estaban también inscritos en las genealogías todos sus niños, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, de toda la asamblea, porque se santificaban fielmente por medio de las cosas sagradas.
19 Para los sacerdotes, hijos de Aarón, que vivían en el campo, en los ejidos de sus ciudades, había en cada ciudad hombres designados nominalmente, para dar las porciones a todos los varones de los sacerdotes, y a todos los levitas inscritos en las genealogías.
20 Esto hizo Ezequías en todo Judá haciendo lo bueno y recto y verdadero ante Yahveh su Dios.
21 Todas las obras que emprendió en servicio de la Casa de Dios, la Ley y los mandamientos, las hizo buscando a su Dios con todo su corazón y tuvo éxito.
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2 Crónicas 32
1 Después de todas estas pruebas de fidelidad, vino Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá, puso sitio a las ciudades fortificadas y mandó forzar las murallas.
2 Cuando vio Ezequías que Senaquerib venía con intención de atacar a Jerusalén,
3 tomó consejo con sus jefes y sus valientes en orden a cegar las fuentes de agua que había fuera de la ciudad; y ellos le apoyaron.
4 Juntóse mucha gente, y cegaron todas las fuentes y el arroyo que corría por medio de la región, diciendo: «Cuando vengan los reyes de Asiria, ¿por qué han de hallar tanta agua?»
5 Y cobrando ánimo, reparó toda la muralla que estaba derribada, alzando torres sobre la misma, levantó otro muralla exterior, fortificó el Milló en la Ciudad de David, y fabricó una gran cantidad de armas arrojadizas y escudos.
6 Puso jefes de combate sobre el pueblo, los reunió a su lado en la plaza de la puerta de la ciudad, y hablándoles al corazón, dijo:
7 «Sed fuertes y tened ánimo; no temáis, ni desmayéis ante el rey de Asiria, ni ante toda la muchedumbre que viene con él, porque es más el que está con nosotros que el que está con él.
8 Con él está un brazo de carne, pero con nosotros está Yahveh nuestro Dios para ayudarnos y para combatir nuestros combates.» Y el pueblo quedó confortado con las palabras de Ezequías, rey de Judá.
9 Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que estaba sitiando Lakís, con todas sus fuerzas, envió sus siervos a Jerusalén, a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén para decirles:
10 «Así dice Senaquerib, rey de Asiria: ¿En qué ponéis vuestra confianza, para que permanezcáis cercados en Jerusalén?
11 ¿No os engaña Ezequías para entregaros a la muerte por hambre y sed, cuando dice: “Yahveh nuestro Dios nos librará de la mano del rey de Asiria”?
12 ¿No es este el mismo Ezequías que ha quitado sus altos y sus altares y ha dicho a Judá y Jerusalén: “Ante un solo altar os postraréis y sobre él habréis de quemar incienso”?
13 ¿Acaso no sabéis lo que yo y mis padres hemos hecho con todos los pueblos de los países? ¿Por ventura los dioses de las naciones de estos países han sido capaces de librar sus territorios de mi mano?
14 ¿Quién de entre todos los dioses de aquellas naciones que mis padres dieron al anatema pudo librar a su pueblo de mi mano? ¿Es que vuestro Dios podrá libraros de mi mano?
15 Ahora, pues, que no os engañe Ezequías ni os embauque de esa manera. No le creáis; ningún dios de ninguna nación ni de ningún reino ha podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres, ¡cuánto menos podrá vuestro Dios libraros a vosotros de mi mano!»
16 Sus siervos dijeron todavía más cosas contra Yahveh Dios y contra Ezequías su siervo.
17 Escribió además cartas para insultar a Yahveh, Dios de Israel, hablando contra él de este modo: «Así como los dioses de las naciones de otros países no han salvado a sus pueblos de mi mano, así tampoco el Dios de Ezequías salvará a su pueblo de mi mano.»
18 Los enviados gritaban en voz alta, en lengua judía, al pueblo de Jerusalén, que estaba sobre el muro, para atemorizarlos y asustarlos, y poder conquistar la ciudad,
19 y hablando del Dios de Jerusalén como de los dioses de los pueblos de la tierra, que son obra de manos de hombre.
20 En esta situación, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y clamaron al cielo.
21 Y Yahveh envió un ángel que exterminó a todos los guerreros esforzados de su ejército, a los príncipes y a los jefes que había en el campamento del rey de Asiria; el cual volvió a su tierra cubierta la cara de vergüenza, y al entrar en la casa de su dios, allí mismo, los hijos de sus propias entrañas le hicieron caer a espada.
22 Así salvó Yahveh a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de la mano de todos sus enemigos, y les dio paz por todos lados.
23 Muchos trajeron entonces ofrendas a Yahveh, a Jerusalén, y presentes a Ezequías, rey de Judá; el cual de allí en adelante adquirió gran prestigio a los ojos de todas las naciones.
24 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte; pero hizo oración a Yahveh, que le escuchó y le otorgó una señal maravillosa.
25 Pero Ezequías no correspondió al bien que había recibido, pues se ensoberbeció su corazón, por lo cual la Cólera vino sobre él, sobre Judá y Jerusalén.
26 Mas después de haberse ensoberbecido en su corazón, se humilló Ezequías, él y los habitantes de Jerusalén; y por eso no estalló contra ellos la ira de Yahveh en los días de Ezequías.
27 Ezequías tuvo riquezas y gloria en gran abundancia. Adquirió tesoros de plata, oro, piedras preciosas, bálsamos, joyas y de toda suerte de objetos de valor.
28 Tuvo también almacenes para las rentas de trigo, de mosto y de aceite; pesebres para toda clase de ganado y apriscos para los rebaños.
29 Se hizo con asnos y poseía ganado menor y mayor en abundancia, pues Dios le había dado muchísima hacienda.
30 Este mismo Ezequías cegó la salida superior de las aguas del Guijón y las condujo, bajo tierra, a la parte occidental de la Ciudad de David. Ezequías triunfó en todas sus empresas;
31 cuando los príncipes de Babilonia enviaron embajadores para investigar la señal maravillosa ocurrida en el país, Dios le abandonó para probarle y descubrir todo lo que tenía en su corazón.
32 El resto de los hechos de Ezequías y sus obras piadosas están escritos en las visiones del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el libro de los reyes de Judá y de Israel.
33 Se acostó Ezequías con sus padres, y le sepultaron en la subida de los sepulcros de los hijos de David; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén le rindieron honores a su muerte. En su lugar reinó su hijo Manasés.
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2 Crónicas 33
1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas.
3 Volvió a edificar los altos que su padre Ezequías había derribado, alzó altares a los Baales, hizo cipos, se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió.
4 Construyó también altares en la Casa de Yahveh, de la que Yahveh había dicho: «En Jerusalén estará mi Nombre para siempre.»
5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la Casa de Yahveh,
6 e hizo pasar a sus hijos por el fuego en el valle de Ben Hinnom; practicó los presagios, los augurios y la hechicería, e hizo traer nigromantes y adivinos, haciendo mucho mal a los ojos de Yahveh y provocando su cólera.
7 Colocó la imagen del ídolo, que había fabricado, en la Casa de Dios, de la cual había dicho Dios a David y a Salomón, su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre.
8 Y no apartaré más el pie de Israel de sobre la tierra que di a vuestros padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he mandado, según toda la Ley, los decretos y las normas ordenados por Moisés.»
9 Manasés desvió a Judá y a los habitantes de Jerusalén para que hicieran mayores males que las gentes que Yahveh había exterminado delante de los israelitas.
10 Habló Yahveh a Manasés y a su pueblo, pero no hicieron caso.
11 Entonces Yahveh hizo venir sobre ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, que apresaron a Manasés con ganchos, le ataron con cadenas de bronce y le llevaron a Babilonia.
12 Cuando se vio en angustia, quiso aplacar a Yahveh su Dios, humillándose profundamente en presencia del Dios de sus padres.
13 Oró a él y Dios accedió, oyó su oración y le concedió el retorno a Jerusalén, a su reino. Entonces supo Manasés que Yahveh es el Dios.
14 Después de esto edificó la muralla exterior de la Ciudad de David al occidente de Guijón, en el torrente, hasta la entrada de la Puerta de los Peces, cercando el Ofel, y la elevó a gran altura. Puso también jefes del ejército en todas las plazas fuertes de Judá.
15 Quitó de la Casa de Yahveh los dioses extraños, el ídolo y todos los altares que había erigido en el monte de la Casa de Yahveh y en Jerusalén, y los echó fuera de la ciudad.
16 Reedificó el altar de Yahveh y ofreció sobre él sacrificios de comunión y de alabanza, y mandó a Judá que sirviese a Yahveh, el Dios de Israel.
17 Sin embargo, el pueblo ofrecía aún sacrificios en los altos, aunque sólo a Yahveh su Dios.
18 El resto de los hechos de Manasés, su oración a Dios, y las palabras de los videntes que le hablaron en nombre de Yahveh, Dios de Israel, se encuentran escritos en los Hechos de los reyes de Israel.
19 Su oración y cómo fue oído, todo su pecado, su infidelidad, los sitios donde edificó altos y donde puso cipos e ídolos antes de humillarse: todo está escrito en los Hechos de Jozay.
20 Se acostó Manasés con sus padres, y le sepultaron en su casa. En su lugar reinó su hijo Amón.
21 Amón tenía veintidós años cuando empezó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén.
22 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como había hecho su padre Manasés. Amón ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que había fabricado su padre Manasés.
23 Pero no se humilló delante de Yahveh, como se había humillado su padre Manasés; al contrario, Amón cometió aún más pecados.
24 Se conjuraron contra él sus siervos, y le dieron muerte en su casa.
25 Pero el pueblo de la tierra mató a todos los conjurados contra el rey Amón, y proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.
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2 Crónicas 34
1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó 31 años en Jerusalén.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, siguiendo los caminos de su padre David; sin apartarse a derecha ni a izquierda.
3 El año octavo de su reinado, siendo todavía joven, comenzó a buscar al Dios de su padre David; y en el año doce empezó a purificar a Judá y Jerusalén de los altos, de los cipos, de las estatuas y de los ídolos fundidos.
4 Derribaron en su presencia los altares de los Baales, hizo arrancar los altares de aromas que había sobre ellos, y rompió los cipos, las imágenes y los ídolos fundidos reduciéndolos a polvo, que esparció sobre las sepulturas de los que les habían ofrecido sacrificios.
5 Quemó los huesos de los sacerdotes sobre los altares y purificó a Judá y Jerusalén.
6 En las ciudades de Manasés, de Efraím y de Simeón, y hasta en Neftalí y en los territorios asolados que las rodeaban,
7 derribó los altares, demolió los cipos y las estatuas y las redujo a polvo, y abatió los altares de aromas en toda la tierra de Israel. Después regresó a Jerusalén.
8 El año dieciocho de su reinado, mandó a Safán, hijo de Asalías, a Maasías, comandante de la ciudad, y a Yoaj, hijo de Yoajaz, heraldo, que reparasen la Casa de Yahveh su Dios para purificar la tierra y la Casa.
9 Fueron ellos donde el sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el dinero traído a la Casa de Dios, que los levitas y porteros habían recibido de Manasés y de Efraím y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín y de los habitantes de Jerusalén.
10 Lo pusieron en manos de los que hacían el trabajo, los encargados de la Casa de Yahveh, y éstos se lo dieron a los obreros para reparar y restaurar la Casa.
11 Lo dieron a los carpinteros y obreros de la construcción para comprar piedras de cantería y madera y vigas de trabazón para el maderamen de los edificios destruidos por los reyes de Judá.
12 Estos hombres ejecutaban los trabajos honradamente. Estaban bajo la vigilancia de Yájat y Abdías, levitas de los hijos de Merarí, y de Zacarías y Mesul-lam, de los hijos de Quehat, que les dirigían, y de otros levitas; todos ellos maestros en tañer instrumentos músicos.
13 Dirigían también a los peones de carga y a todos los que trabajaban en la obra, en los distintos servicios. Entre los levitas había además, escribas, notarios y porteros.
14 Cuando estaban sacando el dinero traído a la Casa de Yahveh, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la Ley de Yahveh dada por Moisés;
15 y Jilquías tomó la palabra y dijo al secretario Safán: «He encontrado el libro de la Ley en la Casa de Yahveh»; y Jilquías entregó el libro a Safán.
16 Safán llevó el libro al rey, y le rindió cuentas diciendo: «Tus siervos están haciendo todo lo que les ha sido encargado.
17 Han fundido el dinero traído a la Casa de Yahveh y lo han entregado a los encargados y a los que trabajan en la obra.»
18 El secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro.» Y Safán leyó una parte en presencia del rey.
19 Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus vestidos,
20 y ordenó a Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miká, a Safán, secretario, y a Asaías, servidor del rey:
21 «¡Id!; consultad a Yahveh por mí y por el resto de Israel y de Judá, acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado, porque grande es la cólera de Yahveh que se derrama sobre nosotros; pues nuestros padres no han guardado la palabra de Yahveh haciendo conforme a todo lo escrito en este libro.»
22 Jilquías y los enviados del rey fueron donde la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Toqhat, hijo de Jasrá, encargado del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva; y ellos le hablaron conforme a lo indicado;
23 ella les respondió: «Así habla Yahveh, el Dios de Israel: Decid al hombre que os ha enviado a mí:
24 Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes; todas las maldiciones escritas en el libro que se ha leído delante del rey de Judá;
25 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, irritándome con todas las obras de sus manos; mi cólera se ha derramado sobre este lugar y no se apagará.
26 Y al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Yahveh, le diréis: Así dice Yahveh, Dios de Israel, acerca de las palabras que has oído…
27 Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Dios al oír sus palabras contra este lugar y sus habitantes, y porque te has humillado ante mí, has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, por eso yo, a mi vez, he oído, oráculo de Yahveh.
28 Voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu sepulcro; y no verán tus ojos ninguno de los males que voy a traer sobre este lugar y sus moradores.» Ellos llevaron la respuesta al rey.
29 Entonces el rey hizo reunir a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
30 Subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, y todo el pueblo desde el mayor hasta el menor, y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la alianza que había sido encontrado en la Casa de Yahveh.
31 Y puesto en pie junto a la columna, hizo el rey alianza en presencia de Yahveh, para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, con todo su corazón y con toda su alma, cumpliendo las palabras de la alianza escritas en aquel libro.
32 Hizo que la aceptaran cuantos se hallaban en Jerusalén y en Benjamín. Y los habitantes de Jerusalén hicieron conforme a la alianza de Dios, el Dios de sus padres.
33 Josías hizo desaparecer todas las abominaciones de todas las regiones de los israelitas, y obligó a todos los que se hallaban en Israel a servir a Yahveh su Dios. Y mientras él vivió no se apartaron de Yahveh, el Dios de sus padres.
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2 Crónicas 35
1 Josías celebró una Pascua en honor de Yahveh en Jerusalén; inmolaron la Pascua el día catorce del primer mes.
2 Restableció a los sacerdotes en sus ministerios y los animó al servicio de la Casa de Yahveh.
3 Dijo a los levitas que tenían inteligencia para todo Israel y estaban consagrados a Yahveh: «Colocad el arca santa en la Casa que edificó Salomón, hijo de David, rey de Israel, porque ya no habréis de llevarla a hombros; servid ahora a Yahveh vuestro Dios y a Israel, su pueblo.
4 Estad preparados según vuestras casas paternas y vuestras clases, conforme a lo escrito por David, rey de Israel, y lo escrito por su hijo Salomón.
5 Ocupad vuestros sitios en el santuario según los grupos de casas paternas a disposición de vuestros hermanos, los hijos del pueblo; los levitas tendrán parte en la familia paterna.
6 E inmolad la Pascua, santificaos y preparadla para vuestros hermanos, cumpliendo la orden de Yahveh, dada por medio de Moisés.
7 Josías reservó para la gente del pueblo ganado menor, así corderos como cabritos, en número de 30.000, todos ellos como víctimas pascuales para cuantos se hallaban presentes, y 3.000 bueyes. Todo ello de la hacienda del rey.
8 También sus jefes reservaron ofrendas voluntarias para el pueblo, los sacerdotes y los levitas. Jilquías, Zacarías y Yejiel, intendentes de la Casa de Dios, dieron a los sacerdotes, como víctimas pascuales, 2.600 ovejas y trescientos bueyes.
9 Konanías, Semaías y Natanael, su hermano, y Jasabías, Yeiel y Yozabad, jefes de los levitas, reservaron para los levitas 5.000 corderos pascuales y quinientos bueyes.
10 Preparado así el servicio, ocuparon los sacerdotes sus puestos, lo mismo que los levitas, según sus clases, conforme al mandato del rey.
11 Se inmolaron las víctimas pascuales, y mientras los sacerdotes rociaban con la sangre que recibían de mano de los levitas, los levitas las desollaban
12 y apartaban lo destinado al holocausto para darlo a las secciones de las casas paternas de los hijos del pueblo, a fin de que lo ofreciesen a Yahveh conforme a lo escrito en el libro de Moisés. Lo mismo se hizo con los bueyes.
13 Asaron la Pascua al fuego, según el ritual; cocieron las cosas sagradas en ollas, calderos y cazuelas, y las repartieron con presteza entre todos los hijos del pueblo.
14 Después prepararon la Pascua para sí y para los sacerdotes; porque los sacerdotes, hijos de Aarón, estuvieron ocupados hasta la noche en ofrecer los holocaustos y las grasas. Por eso los levitas la prepararon para sí y para los sacerdotes, hijos de Aarón.
15 También los cantores, hijos de Asaf, estaban en su puesto, conforme a lo dispuesto por David, Asaf, Hemán y Yedutún, vidente del rey; lo mismo los porteros, cada uno en su puerta. No tenían necesidad de retirarse de su servicio, porque sus hermanos, los levitas, se lo preparaban todo.
16 De esta manera se organizó aquel día todo el servicio de Yahveh para celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos sobre el altar de Yahveh, según la orden del rey Josías.
17 Los israelitas que se hallaban allí celebraron en ese tiempo la Pascua y la fiesta de los Ázimos durante siete días.
18 No se había celebrado Pascua como ésta en Israel desde los días de Samuel, profeta; y ningún rey de Israel celebró una Pascua como la que celebraron Josías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se hallaban presentes, y los habitantes de Jerusalén.
19 Esta Pascua se celebró el año dieciocho del reinado de Josías.
20 Después de todo lo que hizo para reparar el Templo, subió Nekó, rey de Egipto, para combatir en Karkemis, junto al Eufrates; y Josías le salió al encuentro.
21 Nekó le envió mensajeros para decirle: «¿Qué tengo yo que ver contigo, rey de Judá? No he venido hoy contra ti, sino contra la casa con la cual estoy en guerra; y Dios me ha mandado que me apresure. Deja de oponerte a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya.»
22 Pero Josías no se apartó de él, pues estaba decidido a darle batalla, sin escuchar las palabras de Nekó, que venían de boca de Dios. Y avanzó para librar batalla en la llanura de Meguiddó.
23 Los arqueros tiraron contra el rey Josías, y dijo el rey a sus siervos: «Llevadme fuera, pues estoy gravemente herido.»
24 Sus siervos le sacaron del carro, y pasándole a otro carro que tenía, le llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en los sepulcros de sus padres y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías.
25 Jeremías compuso una elegía sobre Josías, y todos los cantores y cantoras hablan todavía hoy de Josías en sus elegías; lo cual se ha hecho costumbre en Israel. Están escritas entre las Lamentaciones.
26 El resto de los hechos de Josías, sus obras piadosas conforme a lo escrito en la Ley de Yahveh,
27 y sus obras primeras y postreras, están escritas en el libro de los reyes de Israel y de Judá.
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2 Crónicas 36
1 El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le proclamó rey en Jerusalén, en lugar de su padre.
2 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén.
3 El rey de Egipto le destituyó en Jerusalén, e impuso al país una contribución de cien talentos de plata y un talento de oro.
4 El rey de Egipto proclamó rey de Judá y Jerusalén a Eliaquim, hermano de Joacaz, cambiándole el nombre por el de Yoyaquim. Y a Joacaz, su hermano, le tomó Nekó y lo llevó a Egipto.
5 Yoyaquim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios.
6 Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra él y le ató con cadenas de bronce para conducirle a Babilonia.
7 Nabucodonosor llevó también a Babilonia algunos objetos de la Casa de Yahveh que depositó en su santuario, en Babilonia.
8 El resto de los hechos de Yoyaquim, las abominaciones que cometió y todo lo que le sucedió, está escrito en el libro de los reyes de Israel y de Judá. En su lugar reinó su hijo Joaquín.
9 Joaquín tenía ocho años cuando empezó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén; hizo el mal a los ojos de Yahveh.
10 A la vuelta de un año mandó el rey Nabucodonosor que le llevasen a Babilonia, juntamente con los objetos más preciosos de la Casa de Yahveh, y puso por rey en Judá y Jerusalén a Sedecías, hermano de Joaquín.
11 Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén.
12 Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios, y no se humilló ante el profeta Jeremías que le hablaba por boca de Yahveh.
13 También él se rebeló contra el rey Nabucodonosor, que le había hecho jurar por Dios; endureció su cerviz y se obstinó en su corazón, en vez de volverse a Yahveh, el Dios de Israel.
14 Del mismo modo, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según todas las costumbres abominables de las gentes, y mancharon la Casa de Yahveh, que él se había consagrado en Jerusalén.
15 Yahveh, el Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada.
16 Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira de Yahveh contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.
17 Entonces hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a los mejores en la Casa de su santuario, sin perdonar a joven ni a doncella, a viejo ni a canoso; a todos los entregó Dios en su mano.
18 Todos los objetos de la Casa de Dios, grandes y pequeños, los tesoros de la Casa de Yahveh y los tesoros del rey y de sus jefes, todo se lo llevó a Babilonia.
19 Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén: pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos.
20 Y a los que escaparon de la espada los llevó cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos de él y de sus hijos hasta el advenimiento del reino de los persas;
21 para que se cumpliese la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.»
22 En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:
23 «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!»
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2da. de Juan

2 Juan 1
1 El Presbítero a la Señora elegida y a sus hijos, a quienes amo según la verdad -no sólo yo, sino también cuantos conocen la Verdad-
2 a causa de la verdad que permanece en nosotros y que estará con nosotros para siempre.
3 La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, estarán con nosotros según la verdad y el amor.
4 Me alegré mucho al encontrar entre tus hijos quienes viven según la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre.
5 Y ahora te ruego, Señora -y no es que te escriba un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el comienzo- que nos amemos unos a otros.
6 Y en esto consiste el amor: en que vivamos conforme a sus mandamientos. Este es el mandamiento, como lo habéis oído desde el comienzo: que viváis en el amor.
7 Muchos seductores han salido al mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el Seductor y el Anticristo.
8 Cuidad de vosotros, para que no perdáis el fruto de nuestro trabajo, sino que recibáis abundante recompensa.
9 Todo el que se excede y no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo.
10 Si alguno viene a vosotros y no es portador de esta doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis,
11 pues el que le saluda se hace solidario de sus malas obras.
12 Aunque tengo mucho que escribiros, prefiero no hacerlo con papel y tinta, sino que espero ir a veros y hablaros de viva voz, para que nuestro gozo sea completo.
13 Te saludan los hijos de tu hermana Elegida.

1ra. de Macabeos

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Índice: Sagrada Escritura, 1ra. de Macabeos

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I Macabeos 1
1 Alejandro de Macedonia, hijo de Filipo, partió del país de Kittim, derrotó a Darío, rey de los persas y los medos, y reinó en su lugar, empezando por la Hélada.
2 Suscitó muchas guerras, se apoderó de plazas fuertes y dio muerte a reyes de la tierra.
3 Avanzó hasta los confines del mundo y se hizo con el botín de multitud de pueblos. La tierra enmudeció en su presencia y su corazón se ensoberbeció y se llenó de orgullo.
4 Juntó un ejército potentísimo y ejerció el mando sobre tierras, pueblos y príncipes, que le pagaban tributo.
5 Después, cayó enfermo y conoció que se moría.
6 Hizo llamar entonces a sus servidores, a los nobles que con él se habían criado desde su juventud, y antes de morir, repartió entre ellos su reino.
7 Reinó Alejandro doce años y murió.
8 Sus servidores entraron en posesión del poder, cada uno en su región.
9 Todos a su muerte se ciñeron la diadema y sus hijos después de ellos durante largos años; y multiplicaron los males sobre la tierra.
10 De ellos surgió un renuevo pecador, Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco, que había estado como rehén en Roma. Subió al trono el año 137 del imperio de los griegos.
11 En aquellos días surgieron de Israel unos hijos rebeldes que sedujeron a muchos diciendo: «Vamos, concertemos alianza con los pueblos que nos rodean, porque desde que nos separamos de ellos, nos han sobrevenido muchos males.»
12 Estas palabras parecieron bien a sus ojos,
13 y algunos del pueblo se apresuraron a acudir donde el rey y obtuvieron de él autorización para seguir las costumbres de los gentiles.
14 En consecuencia, levantaron en Jerusalén un gimnasio al uso de los paganos,
15 rehicieron sus prepucios, renegaron de la alianza santa para atarse al yugo de los gentiles, y se vendieron para obrar el mal.
16 Antíoco, una vez asentado en el reino, concibió el proyecto de reinar sobre el país de Egipto para ser rey de ambos reinos.
17 Con un fuerte ejército, con carros, elefantes, (jinetes) y numerosa flota, entró en Egipto
18 y trabó batalla con el rey de Egipto, Tolomeo. Tolomeo rehuyó su presencia y huyó; muchos cayeron heridos.
19 Ocuparon las ciudades fuertes de Egipto y Antíoco se alzó con los despojos del país.
20 El año 143, después de vencer a Egipto, emprendió el camino de regreso. Subió contra Israel y llegó a Jerusalén con un fuerte ejército.
21 Entró con insolencia en el santuario y se llevó el altar de oro, el candelabro de la luz con todos sus accesorios,
22 la mesa de la proposición, los vasos de las libaciones, las copas, los incensarios de oro, la cortina, las coronas, y arrancó todo el decorado de oro que recubría la fachada del Templo.
23 Se apropió también de la plata, oro, objetos de valor y de cuantos tesoros ocultos pudo encontrar.
24 Tomándolo todo, partió para su tierra después de derramar mucha sangre y de hablar con gran insolencia.
25 En todo el país hubo gran duelo por Israel.
26 Jefes y ancianos gimieron, languidecieron doncellas y jóvenes, la belleza de las mujeres se marchitó.
27 El recién casado entonó un canto de dolor, sentada en el lecho nupcial, la esposa lloraba.
28 Se estremeció la tierra por sus habitantes, y toda la casa de Jacob se cubrió de vergüenza.
29 Dos años después, envió el rey a las ciudades de Judá al Misarca, que se presentó en Jerusalén con un fuerte ejército.
30 Habló dolosamente palabras de paz y cuando se hubo ganado la confianza, cayó de repente sobre la ciudad y le asestó un duro golpe matando a muchos del pueblo de Israel.
31 Saqueó la ciudad, la incendió y arrasó sus casas y la muralla que la rodeaba.
32 Sus hombres hicieron cautivos a mujeres y niños y se adueñaron del ganado.
33 Después reconstruyeron la Ciudad de David con una muralla grande y fuerte, con torres poderosas, y la hicieron su Ciudadela.
34 Establecieron allí una raza pecadora de rebeldes, que en ella se hicieron fuertes.
35 La proveyeron de armas y vituallas y depositaron en ella el botín que habían reunido del saqueo de Jerusalén. Fue un peligroso lazo.
36 Se convirtió en asechanza contra el santuario, en adversario maléfico para Israel en todo tiempo.
37 Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron.
38 Por ellos los habitantes de Jerusalén huyeron; vino a ser ella habitación de extraños, extraña para los que en ella nacieron, pues sus hijos la abandonaron.
39 Quedó su santuario desolado como un desierto, sus fiestas convertidas en duelo, sus sábados en irrisión, su honor en desprecio.
40 A medida de su gloria creció su deshonor, su grandeza se volvió aflicción.
41 El rey publicó un edicto en todo su reino ordenando que todos formaran un único pueblo
42 y abandonara cada uno sus peculiares costumbres. Los gentiles acataron todos el edicto real
43 y muchos israelitas aceptaron su culto, sacrificaron a los ídolos y profanaron el sábado.
44 También a Jerusalén y a la ciudades de Judá hizo el rey llegar, por medio de mensajeros, el edicto que ordenaba seguir costumbres extrañas al país.
45 Debían suprimir en el santuario holocaustos, sacrificios y libaciones; profanar sábados y fiestas;
46 mancillar el santuario y lo santo;
47 levantar altares, recintos sagrados y templos idolátricos; sacrificar puercos y animales impuros;
48 dejar a sus hijos incircuncisos; volver abominables sus almas con toda clase de impurezas y profanaciones,
49 de modo que olvidasen la Ley y cambiasen todas sus costumbres.
50 El que no obrara conforme a la orden del rey, moriría.
51 En el mismo tono escribió a todo su reino, nombró inspectores para todo el pueblo, y ordenó a las ciudades de Judá que en cada una de ellas se ofrecieran sacrificios.
52 Muchos del pueblo, todos los que abandonaban la Ley, se unieron a ellos. Causaron males al país
53 y obligaron a Israel a ocultarse en toda suerte de refugios.
54 El día quince del mes de Kisléu del año 145 levantó el rey sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en las ciudades de alrededor de Judá.
55 A las puertas de las casas y en las plazas quemaban incienso.
56 Rompían y echaban al fuego los libros de la Ley que podían hallar.
57 Al que encontraban con un ejemplar de la Alianza en su poder, o bien descubrían que observaba los preceptos de la Ley, la decisión del rey le condenaba a muerte.
58 Actuaban violentamente contra los israelitas que sorprendían un mes y otro en las ciudades;
59 el día veinticinco de cada mes ofrecían sacrificios en el ara que se alzaba sobre el altar de los holocaustos.
60 A las mujeres que hacían circuncidar a sus hijos las llevaban a la muerte, conforme al edicto,
61 con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus familiares y los que habían efectuado la circuncisión.
62 Muchos en Israel se mantuvieron firmes y se resistieron a comer cosa impura.
63 Prefirieron morir antes que contaminarse con aquella comida y profanar la alianza santa; y murieron.
64 Inmensa fue la Cólera que descargó sobre Israel.
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I Macabeos 2
1 Por aquel tiempo, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote del linaje de Yehoyarib, dejó Jerusalén y fue a establecerse en Modín.
2 Tenía cinco hijos: Juan, por sobrenombre Gaddí;
3 Simón, llamado Tasí;
4 Judas, llamado Macabeo;
5 Eleazar, llamado Avarán; y Jonatán, llamado Affús.
6 Al ver las impiedades que en Judá y en Jerusalén se cometían,
7 exclamó: «¡Ay de mí! ¿He nacido para ver la ruina de mi pueblo y la ruina de la ciudad santa, y para estarme allí cuando es entregada en manos de enemigos y su santuario en poder de extraños?
8 Ha quedado su Templo como hombre sin honor,
9 los objetos que eran su gloria, llevados como botín, muertos en las plazas sus niños, y sus jóvenes por espada enemiga.
10 ¿Qué pueblo no ha venido a heredar su reino
11 y a entrar en posesión de sus despojos? Todos sus adornos le han sido arrancados y de libre que era, ha pasado a ser esclava.
12 Mirad nuestro santuario, nuestra hermosura y nuestra gloria, convertido en desierto, miradlo profanado de los gentiles.
13 ¿Para qué vivir más?»
14 Matatías y sus hijos rasgaron sus vestidos, se vistieron de sayal y se entregaron a un profundo dolor.
15 Los enviados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín para los sacrificios.
16 Muchos israelitas acudieron donde ellos. También Matatías y sus hijos fueron convocados.
17 Tomando entonces la palabra los enviados del rey, se dirigieron a Matatías y le dijeron: «Tú eres jefe ilustre y poderoso en esta ciudad y estás bien apoyado de hijos y hermanos.
18 Acércate, pues, el primero y cumple la orden del rey, como la han cumplido todas las naciones, los notables de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Entonces tú y tus hijos seréis contados entre los amigos del rey, y os veréis honrados, tú y tus hijos, con plata, oro y muchas dádivas.»
19 Matatías contestó con fuerte voz: «Aunque todas las naciones que forman el imperio del rey le obedezcan hasta abandonar cada uno el culto de sus padres y acaten sus órdenes,
20 yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos en la alianza de nuestros padres.
21 El Cielo nos guarde de abandonar la Ley y los preceptos.
22 No obedeceremos las órdenes del rey para desviarnos de nuestro culto ni a la derecha ni a la izquierda.»
23 Apenas había concluido de pronunciar estas palabras, cuando un judío se adelantó, a la vista de todos, para sacrificar en el altar de Modín, conforme al decreto real.
24 Al verle Matatías, se inflamó en celo y se estremecieron sus entrañas. Encendido en justa cólera, corrió y le degolló sobre el altar.
25 Al punto mató también al enviado del rey que obligaba a sacrificar y destruyó el altar.
26 Emuló en su celo por la Ley la gesta de Pinjás contra Zimrí, el hijo de Salú.
27 Luego, con fuerte voz, gritó Matatías por la ciudad: «Todo aquel que sienta celo por la Ley y mantenga la alianza, que me siga.»
28 Y dejando en la ciudad cuanto poseían, huyeron él y sus hijos a las montañas.
29 Por entonces muchos, preocupados por la justicia y la equidad, bajaron al desierto para establecerse allí
30 con sus mujeres, sus hijos y sus ganados, porque los males duramente les oprimían.
31 La gente del rey y la tropa que estaba en Jerusalén, en la Ciudad de David, recibieron la denuncia de que unos hombres que habían rechazado el mandato del rey habían bajado a los lugares ocultos del desierto.
32 Muchos corrieron tras ellos y los alcanzaron. Los cercaron y se prepararon para atacarles el día del sábado.
33 Les dijeron: «Basta ya, salid, obedeced la orden del rey y salvaréis vuestras vidas.»
34 Ellos les contestaron: «No saldremos ni obedeceremos la orden del rey de profanar el día de sábado.»
35 Asaltados al instante,
36 no replicaron ni arrojando piedras ni atrincherando sus cuevas. Dijeron:
37 «Muramos todos en nuestra rectitud. El cielo y la tierra nos son testigos de que nos matáis injustamente.»
38 Les atacaron, pues, en sábado y murieron ellos, sus mujeres, hijos y ganados: unas mil personas.
39 Lo supieron Matatías y sus amigos y sintieron por ellos gran pesar.
40 Pero se dijeron: «Si todos nos comportamos como nuestros hermanos y no peleamos contra los gentiles por nuestras vidas y nuestras costumbres, muy pronto nos exterminarán de la tierra.»
41 Aquel mismo día tomaron el siguiente acuerdo: «A todo aquel que venga a atacarnos en día de sábado, le haremos frente para no morir todos como murieron nuestros hermanos en las cuevas.»
42 Se les unió por entonces el grupo de los asideos, israelitas valientes y entregados de corazón a la Ley.
43 Además, todos aquellos que querían escapar de los males, se les juntaron y les ofrecieron su apoyo.
44 Formaron así un ejército e hirieron en su ira a los pecadores, y a los impíos en su furor. Los restantes tuvieron que huir a tierra de gentiles buscando su salvación.
45 Matatías y sus amigos hicieron correrías destruyendo altares,
46 obligando a circuncidar cuantos niños incircuncisos hallaron en el territorio de Israel
47 y persiguiendo a los insolentes. La empresa prosperó en sus manos:
48 arrancaron la Ley de mano de gentiles y reyes, y no consintieron que el pecador se impusiera.
49 Los días de Matatías se acercaban a su fin. Dijo entonces a sus hijos: «Ahora reina la insolencia y la reprobación, es tiempo de ruina y de violenta Cólera.
50 Ahora, hijos, mostrad vuestro celo por la Ley; dad vuestra vida por la alianza de nuestros padres.
51 Recordad las gestas que en su tiempo nuestros padres realizaron; alcanzaréis inmensa gloria, inmortal nombre.
52 ¿No fue hallado Abraham fiel en la prueba y se le reputó por justicia?
53 José, en el tiempo de su angustia, observó la Ley y vino a ser señor de Egipto.
54 Pinjás, nuestro padre, por su ardiente celo, alcanzó la alianza de un sacerdocio eterno.
55 Josué, por cumplir su mandato, llegó a ser juez en Israel.
56 Caleb, por su testimonio en la asamblea, obtuvo una herencia en esta tierra.
57 David, por su piedad, heredó un trono real para siempre.
58 Elías, por su ardiente celo por la Ley, fue arrebatado al cielo.
59 Ananías, Azarías, Misael, por haber tenido confianza, se salvaron de las llamas.
60 Daniel por su rectitud, escapó de las fauces de los leones.
61 Advertid, pues, que de generación en generación todos los que esperan en El jamás sucumben.
62 No temáis amenazas de hombre pecador: su gloria parará en estiércol y gusanos;
63 estará hoy encumbrado y mañana no se le encontrará: habrá vuelto a su polvo y sus maquinaciones se desvanecerán.
64 Hijos, sed fuertes y manteneos firmes en la Ley, que en ella hallaréis gloria.
65 Ahí tenéis a Simeón, vuestro hermano. Sé que es hombre sensato; escuchadle siempre: él será vuestro padre.
66 Tenéis a Judas Macabeo, valiente desde su mocedad: él será jefe de vuestro ejército y dirigirá la guerra contra los pueblos.
67 Vosotros, atraeos a cuantos observan la Ley, vengad a vuestro pueblo,
68 devolved a los gentiles el mal que os han hecho y observad los preceptos de la Ley.»
69 A continuación, les bendijo y fue a reunirse con sus padres.
70 Murió el año 146 y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de sus padres. Todo Israel hizo gran duelo por él.
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I Macabeos 3
1 Se levantó en su lugar su hijo Judas, llamado Macabeo.
2 Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le ofrecieron apoyo y sostuvieron con entusiasmo la guerra de Israel.
3 El dilató la gloria de su pueblo; como gigante revistió la coraza y se ciñó sus armas de guerra. Empeñó batallas, protegiendo al ejército con su espada,
4 semejante al león en sus hazañas, como cachorro que ruge sobre su presa.
5 Persiguió a los impíos hasta sus rincones, dio a las llamas a los perturbadores de su pueblo.
6 Por el miedo que les infundía, se apocaron los impíos, se sobresaltaron todos los que obraban la iniquidad; la liberación en su mano alcanzó feliz éxito.
7 Amargó a muchos reyes, regocijó a Jacob con sus hazañas; su recuerdo será eternamente bendecido.
8 Recorrió las ciudades de Judá, exterminó de ellas a los impíos y apartó de Israel la Cólera.
9 Su nombre llegó a los confines de la tierra y reunió a los que estaban perdidos.
10 Apolonio reunió gentiles y una numerosa fuerza de Samaría para llevar la guerra a Israel.
11 Judas, al tener noticia de ello, salió a su encuentro, le venció y le mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a la fuga.
12 Recogido el botín, Judas tomó para sí la espada de Apolonio y en adelante entró siempre en combate con ella.
13 Serón, general del ejército de Siria, al saber que Judas había congregado en torno suyo una multitud de fieles y gente de guerra,
14 se dijo: «Conseguiré un nombre y alcanzaré gloria en el reino atacando a Judas y a los suyos, que desprecian las órdenes del rey.»
15 Partió, pues, a su vez, y subió con él una poderosa tropa de impíos para ayudarle a tomar venganza de los hijos de Israel.
16 Cuando se aproximaba a la subida de Bet Jorón, le salió al encuentro Judas con unos pocos hombres.
17 Al ver éstos el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas: «¿Cómo podremos combatir, siendo tan pocos, con una multitud tan poderosa? Además estamos extenuados por no haber comido hoy en todo el día.»
18 Judas respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos. Al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos;
19 que en la guerra no depende la victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la fuerza que viene del Cielo.
20 Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad con intención de destruirnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y hacerse con nuestros despojos;
21 nosotros, en cambio, combatimos por nuestras vidas y nuestras leyes;
22 El les quebrantará ante nosotros; no les temáis.»
23 Cuando acabó de hablar, se lanzó de improviso sobre ellos y Serón y su ejército fueron derrotados ante él.
24 Les persiguieron por la pendiente de Bet Jorón hasta la llanura. Unos ochocientos sucumbieron y los restantes huyeron al país de los filisteos.
25 Comenzó a cundir el miedo a Judas y sus hermanos y el espanto se apoderó de los gentiles circunvecinos.
26 Su nombre llegó hasta el rey y en todos los pueblos se comentaban las batallas de Judas.
27 El rey Antíoco, al oír esto, se encendió en violenta ira; mandó juntar las fuerzas todas de su reino, un ejército poderosísimo;
28 abrió su tesoro y dio a las tropas la soldada de un año con la orden de que estuviesen preparadas a todo evento.
29 Entonces advirtió que se le había acabado el dinero del tesoro y que los tributos de la región eran escasos, debido a las revueltas y calamidades que él había provocado en el país al suprimir las leyes en vigor desde los primeros tiempos.
30 Temió no tener, como otras veces, para los gastos y para los donativos que solía antes prodigar con larga mano, superando en ello a los reyes que le precedieron.
31 Hallándose, pues, en tan grave aprieto, resolvió ir a Persia a recoger los tributos de aquellas provincias y reunir mucho dinero.
32 Dejó a Lisias, personaje de la nobleza y de la familia real, al frente de los negocios del rey desde el río Eufrates hasta la frontera de Egipto;
33 le confió la tutela de su hijo Antíoco hasta su vuelta;
34 puso a su disposición la mitad de sus tropas y los elefantes, y le dio orden de ejecutar cuanto había resuelto. En lo que tocaba a los habitantes de Judea y Jerusalén,
35 debía enviar contra ellos un ejército que quebrantara y deshiciera las fuerzas de Israel y lo que quedaba de Jerusalén hasta borrar su recuerdo del lugar.
36 Luego establecería extranjeros en todo su territorio y repartiría entre ellos sus tierras.
37 El rey, tomando consigo la otra mitad del ejército, partió de Antioquía, capital de su reino, el año 147. Atravesó el río Eufrates y prosiguió su marcha a través de la región alta.
38 Lisias eligió a Tolomeo, hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias, hombres poderosos entre los amigos del rey,
39 y les envió con 40.000 infantes y 7.000 de a caballo a invadir el país de Judá y arrasarlo, como lo había mandado el rey.
40 Partieron con todo su ejército, llegaron y acamparon cerca de Emaús, en la Tierra Baja.
41 Los mercaderes de la región, que oyeron hablar de ellos, tomaron grandes sumas de plata y oro, además de grilletes, y se fueron al campamento con intención de adquirir como esclavos a los hijos de Israel. Se les unió también una fuerza de Idumea y del país de los filisteos.
42 Judas y sus hermanos comprendieron que la situación era grave: el ejército estaba acampado dentro de su territorio y conocían la consigna del rey de destruir el pueblo y acabar con él.
43 Y se dijeron unos a otros: «Levantemos a nuestro pueblo de la ruina y luchemos por nuestro pueblo y por el Lugar Santo.»
44 Se convocó la asamblea para prepararse a la guerra, hacer oración y pedir piedad y misericordia.
45 Pero Jerusalén estaba despoblada como un desierto, ninguno de sus hijos entraba ni salía; conculcado el santuario, hijos de extraños en la Ciudadela, convertida en albergue de gentiles. Había desaparecido la alegría de Jacob, la flauta y la lira habían enmudecido.
46 Por eso, una vez reunidos, se fueron a Masfá, frente a Jerusalén, porque tiempos atrás había habido en Masfá un lugar de oración para Israel.
47 Ayunaron aquel día, se vistieron de sayal, esparcieron ceniza sobre la cabeza y rasgaron sus vestidos.
48 Desenrollaron el libro de la Ley para buscar en él lo que los gentiles consultan a las imágenes de sus ídolos.
49 Trajeron los ornamentos sacerdotales, las primicias y los diezmos, e hicieron comparecer a los nazireos que habían cumplido el tiempo de su voto.
50 Levantaron sus clamores al Cielo diciendo: «¿Qué haremos con éstos? ¿A dónde los llevaremos?
51 Tu Lugar Santo está conculcado y profanado, tus sacerdotes en duelo y humillación,
52 y ahí están los gentiles coligados contra nosotros para exterminarnos. Tú conoces lo que traman contra nosotros.
53 ¿Cómo podremos resistir frente a ellos si no acudes en nuestro auxilio?»
54 Hicieron sonar las trompetas y prorrumpieron en grandes gritos.
55 A continuación, Judas nombró jefes del pueblo: jefes de mil hombres, de cien, de cincuenta y de diez.
56 A los que estaban construyendo casas, a los que acababan de casarse o de plantar viñas y a los cobardes, les mandó, conforme a la Ley, que se volvieran a sus casas.
57 Luego, se puso en marcha el ejército y acamparon al sur de Emaús.
58 Judas les dijo: «Preparaos, revestíos de valor y estad dispuestos mañana temprano para entrar en batalla con estos gentiles que se han coligado contra nosotros para destruirnos y destruir nuestro Lugar Santo.
59 Porque es mejor morir combatiendo que estarnos mirando las desdichas de nuestra nación y del Lugar Santo.
60 Lo que el Cielo tenga dispuesto, lo cumplirá.»
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I Macabeos 4
1 Gorgias, tomando 5.000 hombres y mil jinetes escogidos, partió con ellos de noche
2 para caer sobre el campamento de los judíos y vencerles por sorpresa. La gente de la Ciudadela los guiaba.
3 Pero lo supo Judas y salió él a su vez con sus guerreros con intención de batir al ejército real que quebada en Emaús
4 mientras estaban todavía dispersas las tropas fuera del campamento.
5 Gorgias llegó de noche al campamento de Judas y al no encontrar a nadie, los estuvo buscando por las montañas, pues decía: «Estos van huyendo de nosotros.»
6 Al rayar el día, apareció Judas en la llanura con 3.000 hombres. Sólo que no tenían las armas defensivas y las espadas que hubiesen querido,
7 mientras veían el campamento de los gentiles fuerte, bien atrincherado, rodeado de la caballería y todos diestros en la guerra.
8 Judas entonces dijo a los que con él iban: «No temáis a esa muchedumbre ni su pujanza os acobarde.
9 Recordad cómo se salvaron nuestros padres en el mar Rojo, cuando Faraón les perseguía con su ejército.
10 Clamemos ahora al Cielo, a ver si nos tiene piedad, recuerda la alianza de nuestros padres y quebranta hoy este ejército ante nosotros.
11 Entonces reconocerán todas las naciones que hay quien rescata y salva a Israel.»
12 Los extranjeros alzaron los ojos y, viendo a los judíos que venían contra ellos,
13 salieron del campamento a presentar batalla. Los soldados de Judas hicieron sonar la trompeta
14 y entraron en combate. Salieron derrotados los gentiles y huyeron hacia la llanura.
15 Los rezagados cayeron todos a filo de espada. Los persiguieron hasta Gázara y hasta las llanuras de Idumea, Azoto y Yamnia. Cayeron de ellos al pie de 3.000 hombres.
16 Judas, al volver con su ejército de la persecución,
17 dijo a su gente: «Contened vuestros deseos de botín, que otra batalla nos amenaza;
18 Gorgias y su ejército se encuentran cerca de nosotros en la montaña. Haced frente ahora a nuestros enemigos y combatid con ellos; después podréis con tranquilidad haceros con el botín.»
19 Apenas había acabado Judas de hablar, cuando se dejó ver un destacamento que asomaba por la montaña.
20 Advirtieron éstos que los suyos habían huido y que el campamento había sido incendiado, como se lo daba a entender el humo que divisaban.
21 Viéndolo se llenaron de pavor y al ver por otro lado en la llanura el ejército de Judas dispuesto para el combate,
22 huyeron todos al país de los filisteos.
23 Judas se volvió entonces al campamento para saquearlo. Recogieron mucho oro y plata, telas teñidas en púrpura marina, y muchas otras riquezas.
24 De regreso cantaban y bendecían al Cielo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor.»
25 Hubo aquel día gran liberación en Israel.
26 Los extranjeros que habían podido escapar se fueron donde Lisias y le comunicaron todo lo que había pasado.
27 Al oírles quedó consternado y abatido porque a Israel no le había sucedido lo que él quería ni las cosas habían salido como el rey se lo tenía ordenado.
28 Al año siguiente, reunió Lisias 60.000 hombres escogidos y 5.000 jinetes para combatir contra ellos.
29 Llegaron a Idumea y acamparon en Bet Sur. Judas fue a su encuentro con 10.000 hombres
30 y cuando vio aquel poderoso ejército, oró diciendo: «Bendito seas, Salvador de Israel, que quebraste el ímpetu del poderoso guerrero por mano de tu siervo David y entregaste el ejército de los filisteos en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero.
31 Pon de la misma manera este ejército en manos de tu pueblo Israel y queden corridos de sus fuerzas y de su caballería.
32 Infúndeles miedo, rompe la confianza que en su fuerza ponen y queden abatidos con su derrota.
33 Hazles sucumbir bajo la espada de los que te aman, y entonen himnos en tu alabanza todos los que conocen tu nombre.»
34 Vinieron a las manos y cayeron en el combate unos 5.000 hombres del ejército de Lisias.
35 Al ver Lisias la derrota sufrida por su ejército y la intrepidez de los soldados de Judas, y cómo estaban resueltos a vivir o morir valerosamente, partió para Antioquía, donde reclutó mercenarios con ánimo de presentarse de nuevo en Judea con fuerzas más numerosas.
36 Judas y sus hermanos dijeron: «Nuestros enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el Lugar Santo y a celebrar su dedicación.»
37 Se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión.
38 Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las puertas quemadas, arbustos nacidos en los atrios como en un bosque o en un monte cualquiera, y las salas destruidas,
39 rasgaron sus vestidos, dieron muestras de gran dolor y pusieron ceniza sobre sus cabezas.
40 Cayeron luego rostro en tierra y a una señal dada por las trompetas, alzaron sus clamores al Cielo.
41 Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la Ciudadela hasta terminar la purificación del Lugar Santo.
42 Luego eligió sacerdotes irreprochables, celosos de la Ley,
43 que purificaron el Lugar Santo y llevaron las piedras de la contaminación a un lugar inmundo.
44 Deliberaron sobre lo que había de hacerse con el altar de los holocaustos que estaba profanado.
45 Con buen parecer acordaron demolerlo para evitarse un oprobio, dado que los gentiles lo habían contaminado. Lo demolieron, pues,
46 y depositaron sus piedras en el monte de la Casa, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuesta sobre ellas.
47 Tomaron luego piedras sin labrar, como prescribía la Ley, y construyeron un nuevo altar como el anterior.
48 Repararon el Lugar Santo y el interior de la Casa y santificaron los atrios.
49 Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del templo el candelabro, el altar del incienso y la mesa.
50 Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del candelabro, que lucieron en el Templo.
51 Pusieron panes sobre la mesa, colgaron las cortinas y dieron fin a la obra que habían emprendido.
52 El día veinticinco del noveno mes, llamado Kisléu, del año 148, se levantaron al romper el día
53 y ofrecieron sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían construido un sacrificio conforme a la Ley.
54 Precisamente fue inaugurado el altar, con cánticos, cítaras, liras y címbalos, en el mismo tiempo y el mismo día en que los gentiles la habían profanado.
55 El pueblo entero se postró rostro en tierra, y adoró y bendijo al Cielo que los había conducido al triunfo.
56 Durante ocho días celebraron la dedicación del altar y ofrecieron con alegría holocaustos y el sacrificio de comunión y acción de gracias.
57 Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron las entradas y las salas y les pusieron puertas.
58 Hubo grandísima alegría en el pueblo, y el ultraje inferido por los gentiles quedó borrado.
59 Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, decidió que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del veinticinco del mes de Kisléu, se celebrara con alborozo y regocijo el aniversario de la dedicación del altar.
60 Por aquel tiempo, levantaron en torno al monte Sión altas murallas y fuertes torres, no fuera que otra vez se presentaran como antes los gentiles y lo pisotearan.
61 Puso Judas allí una guarnición que lo defendiera y para que el pueblo tuviese una fortaleza frente a Idumea, fortificó Bet Sur.
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I Macabeos 5
1 Cuando los pueblos circunvecinos supieron que había sido reconstruido el altar y restaurado como antes el santuario, se irritaron sobremanera.
2 Decidieron acabar con los descendientes de Jacob que entre ellos vivían y comenzaron a matar y exterminar gente del pueblo.
3 Judas movió la guerra a los hijos de Esaú en Idumea, al país de Acrabatena, porque tenían asediados a los israelitas. Les infligió fuerte derrota, les rechazó y se alzó con sus despojos.
4 Recordó luego la maldad de los hijos de Baián, que eran un lazo y una trampa para el pueblo por las emboscadas que en los caminos le tendían.
5 Les obligó a encerrarse en sus torres, les puso cerco y dándolos al anatema, abrasó las torres con todos los que estaban dentro.
6 Pasó a continuación a los ammonitas, donde encontró una fuerte tropa y una población numerosa cuyo jefe era Timoteo.
7 Después de muchos combates, los derrotó y deshizo.
8 Ocupó Yazer y sus aldeas, y regresó a Judea.
9 Los gentiles de Galaad se unieron para exterminar a los israelitas que vivían en su territorio, pero ellos se refugiaron en la fortaleza de Datemá.
10 Enviaron cartas a Judas y sus hermanos diciéndoles: «Los gentiles que nos rodean se han unido para exterminarnos;
11 se preparan para venir a tomar la fortaleza donde nos hemos refugiado, y Timoteo está al frente de su ejército.
12 Ven, pues, ahora a librarnos de sus manos, que muchos de entre nosotros han caído ya;
13 todos nuestros hermanos que vivían en el país de Tubías han sido muertos, llevados cautivos sus mujeres, hijos y bienes, y han perecido allí unos mil hombres.»
14 Estaban todavía leyendo las cartas, cuando otros mensajeros, con los vestidos rasgados, llegaron de Galilea con esta noticia:
15 «Se han unido los de Tolemaida, Tiro, Sidón y toda la Galilea de los Gentiles para acabar con nosotros.»
16 Cuando Judas y el pueblo oyeron tales noticias, reunieron una gran asamblea para deliberar sobre lo que habían de hacer para socorrer a sus hermanos puestos en angustia y combatidos de enemigos.
17 Judas dijo a su hermano Simón: «Toma gente contigo y parte a librar a tus hermanos de Galilea; mi hermano Jonatán y yo iremos a la región de Galaad.»
18 Dejó para defensa de Judea a José, hijo de Zacarías, y a Azarías, jefe del pueblo, con el resto del ejército,
19 dándoles esta orden: «Estad al frente del pueblo y no entréis en batalla con los gentiles hasta que nosotros regresemos.»
20 Se le dieron 3.000 hombres a Simón para la campaña de Galilea y 8.000 a Judas para la de Galaad.
21 Simón partió para Galilea y luego de empeñar muchos combates con los gentiles, los derrotó
22 y los persiguió hasta la entrada de Tolemaida. Sucumbieron unos 3.000 gentiles y se llevó sus despojos.
23 Tomó luego consigo a los judíos de Galilea y Arbattá, con sus mujeres, hijos y cuanto poseían, y en medio de una gran alegría los llevó a Judea.
24 Por su parte, Judas Macabeo y su hermano Jonatán atravesaron el Jordán y caminaron tres jornadas por el desierto.
25 Se encontraron con los nabateos, que les acogieron amistosamente y les pusieron al tanto de lo que les ocurría a sus hermanos de la región de Galaad:
26 que muchos de ellos se encontraban encerrados en Bosorá y Bosor, en Alemá, Casfó, Maqued y Carnáyim, todas ellas ciudades fuertes y grandes;
27 que también los había encerrados en las demás ciudades de la región de Galaad, y que sus enemigos habían fijado el día siguiente para atacar las fortalezas, tomarlas y exterminarlos a todos en un solo día.
28 Inmediatamente Judas hizo que su ejército tomara el camino de Bosorá, a través del desierto; tomó la ciudad y después de pasar a filo de espada a todo varón y de saquearla por completo, la incendió.
29 Partió de allí por la noche y avanzó hasta las cercanías de la fortaleza.
30 Cuando, al llegar el día, alzaron los judíos sus ojos, vieron una muchedumbre innumerable que levantaba escalas e ingenios para tomar la plaza, y había comenzado ya el ataque.
31 Al ver que el ataque se había iniciado y que un inmenso griterío y sonido de trompetas se levantaba de la ciudad hasta el cielo,
32 Judas dijo a los hombres de su ejército: «Combatid hoy por vuestros hermanos.»
33 Y, ordenados en tres columnas, les hizo avanzar detrás del enemigo tocando las trompetas y gritando invocaciones.
34 El ejército de Timoteo, al reconocer que era Macabeo, huyeron ante él, sufrieron una fuerte derrota y dejaron tendidos unos 8.000 hombres aquel día.
35 Volvióse luego Judas contra Alemá. La atacó, la tomó y después de matar a todos los varones y saquearla, la dio a las llamas.
36 Partiendo de allí, se apoderó de Casfó, Maqued, Bosor y de las restantes ciudades de la región de Galaad.
37 Después de estos acontecimientos, juntó Timoteo un nuevo ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente.
38 Judas envió a reconocer el campamento y le trajeron el siguiente informe: «Todos los gentiles de nuestro alrededor se le han unido y forman un ejército considerable.
39 Tienen además, como auxiliares, árabes tomados a sueldo. Acampan al otro lado del torrente y están preparados para venir a atacarte.» Judas salió a su encuentro.
40 Cuando se aproximaba con su ejército al torrente de agua, dijo Timoteo a los capitanes de sus tropas: «Si él lo pasa primero y viene sobre nosotros, no podremos resistirle, porque nos vencerá seguramente,
41 pero si muestra miedo y acampa al otro lado del río, lo atravesaremos nosotros, iremos sobre él y le venceremos.»
42 Cuando Judas llegó al borde del torrente de agua, situó a los escribas del pueblo a la orilla y les dio esta orden: «No dejéis acampar a nadie; que todos vayan al combate.»
43 Pasó él el primero contra el enemigo y toda su gente le siguió. Los gentiles todos, derrotados ante ellos, tiraron las armas y corrieron a buscar refugio en el templo de Carnáyim.
44 Pero los judíos tomaron la ciudad y quemaron el templo con todos los que había dentro. Carnáyim fue arrasada. Y ya nadie pudo resistir a Judas.
45 Judas reunió a todos los israelitas de la región de Galaad, pequeños y grandes, a sus mujeres, hijos y bienes, una inmensa muchedumbre, para llevarlos al país de Judá.
46 Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy fuerte, situada en el camino. Necesariamente tenían que pasar por ella, por no haber posibilidad de desviarse ni a la derecha ni a la izquierda.
47 Pero los habitantes les negaron el paso y bloquearon las entradas con piedras.
48 Judas les envió un mensaje en son de paz diciéndoles: «Pasaremos por vuestro país para llegar al nuestro; nadie os hará mal alguno; no limitaremos a pasar a pie.» Pero no quisieron abrirle.
49 Entonces Judas hizo anunciar por el ejército que cada uno tomara posición donde se encontrara.
50 La gente de guerra tomó posición y Judas atacó la ciudad todo aquel día y toda la noche, hasta que cayó en sus manos.
51 Hizo pasar a filo de espada a todos los varones, la arrasó, la saqueó, y atravesó la ciudad por encima de los cadáveres.
52 Pasaron el Jordán para entrar en la Gran Llanura frente a Bet San.
53 Judas fue durante toda la marcha recogiendo a los rezagados y animando al pueblo hasta llegar a la tierra de Judá.
54 Subieron al monte Sión con alborozo y alegría y ofrecieron holocaustos por haber regresado felizmente sin haber perdido a ninguno de los suyos.
55 Cuando Judas y Jonatán estaban en el país de Galaad, y su hermano Simón en Galilea, frente a Tolemaida,
56 José, hijo de Zacarías, y Azarías, jefes del ejército, al oír las proezas y combates que aquéllos habían realizado,
57 se dijeron: «Hagamos nosotros también célebre nuestro nombre saliendo a combatir a los gentiles de los alrededores.»
58 Y dieron orden a la tropa que estaba bajo su mando de ir sobre Yamnia.
59 Gorgias salió de la ciudad con su gente para irles al encuentro y entrar en batalla.
60 Y José y Azarías fueron derrotados y perseguidos hasta la frontera de Judea. Sucumbieron aquel día alrededor de 2.000 hombres del pueblo de Israel.
61 Sobrevino este grave revés al pueblo por no haber obedecido a Judas y sus hermanos, creyéndose capaces de grandes hazañas.
62 Pero no eran ellos de aquella casta de hombres a quienes estaba confiada la salvación de Israel.
63 El valiente Judas y sus hermanos alcanzaron gran honor ante todo Israel y todas las naciones a donde su nombre llegaba.
64 Las muchedumbres se agolpaban a su alrededor para aclamarles.
65 Salió Judas con sus hermanos a campaña contra los hijos de Esaú, al país del mediodía. Tomó Hebrón y sus aldeas, arrasó sus murallas y prendió fuego a las torres de su contorno.
66 Partió luego en dirección al país de los filisteos y atravesó Marisá.
67 Al querer señalarse tomando parte imprudentemente en el combate, cayeron aquel día algunos sacerdotes.
68 Dobló luego Judas sobre Azoto, territorio de los filisteos, y destruyó sus altares, dio fuego a las imágenes de sus dioses y saqueó sus ciudades. Después, regresó al país de Judá.
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I Macabeos 6
1 El rey Antíoco, en su recorrido por la región alta, tuvo noticia de que había una ciudad en Persia, llamada Elimaida, famosa por sus riquezas, su plata y su oro.
2 Tenía un templo rico en extremo, donde se guardaban armaduras de oro, corazas y armas dejadas allí por Alejandro, hijo de Filipo, rey de Macedonia, que fue el primer rey de los griegos.
3 Allá se fue con intención de tomar la ciudad y entrar a saco en ella. Pero no lo consiguió, porque los habitantes de la ciudad, al conocer sus propósitos,
4 le ofrecieron resistencia armada, y tuvo que salir huyendo y marcharse de allí con gran tristeza para volverse a Babilonia.
5 Todavía se hallaba en Persia, cuando llegó un mensajero anunciándole la derrota de las tropas enviadas a la tierra de Judá.
6 Lisias, en primer lugar, había ido al frente de un poderoso ejército, pero había tenido que huir ante los judíos. Estos se habían crecido con las tropas y los muchos despojos tomados a los ejércitos vencidos.
7 Habían destruido la Abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén. Habían rodeado de altas murallas como antes el santuario, así como a Bet Sur, ciudad del rey.
8 Ante tales noticias, quedó el rey consternado, presa de intensa agitación, y cayó en cama enfermo de pesadumbre por no haberle salido las cosas como él quisiera.
9 Muchos días permaneció allí, renovándosele sin cesar la profunda tristeza, hasta que sintió que se iba a morir.
10 Hizo venir entonces a todos sus amigos y les dijo: «Huye el sueño de mis ojos y mi corazón desfallece de ansiedad.
11 Me decía a mí mismo: ¿Por qué he llegado a este extremo de aflicción y me encuentro en tan gran tribulación, siendo así que he sido bueno y amado en mi gobierno?
12 Pero ahora caigo en cuenta de los males que hice en Jerusalén, cuando me llevé los objetos de plata y oro que en ella había y envié gente para exterminar sin motivo a los habitantes de Judá.
13 Reconozco que por esta causa me han sobrevenido los males presentes y muero de inmensa pesadumbre en tierra extraña.»
14 Llamó luego a Filipo, uno de sus amigos, y le puso al frente de todo su reino.
15 Le dio su diadema, sus vestidos y su anillo, encargándole que educara a su hijo Antíoco y le preparara para que fuese rey.
16 Allí murió el rey Antíoco el año 149.
17 Lisias, al saber la muerte del rey, puso en el trono a su hijo Antíoco, al que había educado desde niño, y le dio el sobrenombre de Eupátor.
18 La guarnición de la Ciudadela tenía sitiado a Israel en el recinto del Lugar Santo; buscaba siempre ocasión de causarle mal y de ofrecer apoyo a los gentiles.
19 Resuelto Judas a exterminarlos, convocó a todo el pueblo para sitiarles.
20 El año 150, una vez reunidos, dieron comienzo al sitio de la Ciudadela y construyeron plataformas de tiro e ingenios de guerra.
21 Pero algunos de los sitiados lograron romper el cerco y juntándoseles otros de entre los impíos de Israel,
22 acudieron al rey para decirle: «¿Hasta cuándo vas a estar sin hacer justicia y sin vengar a nuestros hermanos?
23 Nosotros aceptamos de buen grado servir a tu padre, seguir sus órdenes y obedecer sus edictos.
24 Esta es la causa por la que nuestros conciudadanos se nos muestran hostiles. Han matado a cuantos de nosotros han caído en sus manos y nos han arrebatado nuestras haciendas.
25 Pero no sólo han alzado su mano sobre nosotros, sino también sobre todos tus territorios.
26 He aquí que hoy tienen puesto cerco a la Ciudadela de Jerusalén con intención de tomarla y han fortificado el santuario y Bet Sur.
27 Si no te apresuras a atajarles, se atreverán a más, y ya te será imposible contenerles.»
28 Al oírlo el rey, montó en cólera y convocó a todos sus amigos, capitanes del ejército y comandantes de la caballería.
29 Le llegaron tropas mercenarias de otros reinos y de la islas del mar.
30 El número de sus fuerzas era de 10.000 infantes, 20.000 jinetes y
32 elefantes adiestrados para la guerra.
31 Viniendo por Idumea, pusieron cerco a Bet Sur y la atacaron durante mucho tiempo, valiéndose de ingenios de guerra. Pero los sitiados, en salidas que hacían, se los quemaban y peleaban valerosamente.
32 Entonces Judas partió de la Ciudadela y acampó en Bet Zacaría, frente al campamento real.
33 El rey se levantó de madrugada y puso en marcha el ejército con todo su ímpetu por el camino de Bet Zacaría. Los ejércitos se dispusieron para entrar en batalla y se tocaron las trompetas.
34 A los elefantes les habían mostrado zumo de uvas y moras para prepararlos al combate.
35 Las bestias estaban repartidas entre las falanges. Mil hombres, con cota de malla y casco de bronce en la cabeza, se alineaban al lado de cada elefante. Además, con cada bestia iban quinientos jinetes escogidos,
36 que estaban donde el animal estuviese y le acompañaban adonde fuese, sin apartarse de él.
37 Cada elefante llevaba sobre sí, sujeta con cinchas, una torre fuerte de madera como defensa y tres guerreros que combatían desde ella, además del conductor.
38 Al resto de la caballería el rey lo colocó a un lado y otro, en los flancos del ejército, con la misión de hostigar al enemigo y proteger las falanges.
39 Cuando el sol dio sobre los escudos de oro y bronce, resplandecieron los montes a su fulgor y brillaron como antorchas encendidas.
40 Una parte del ejército real se desplegó por las alturas de los montes, mientras algunos lo hicieron por el llano; y avanzaban con seguridad y buen orden.
41 Se estremecían todos los que oían el griterío de aquella muchedumbre y el estruendo que levantaba al marchar y entrechocar las armas; era, en efecto, un ejército muy grande y fuerte.
42 Judas y su ejército se adelantaron para entrar en batalla, y sucumbieron seiscientos hombres del ejército real.
43 Eleazar, llamado Avarán, viendo una de las bestias que iba protegida de una coraza real y que aventajaba en corpulencia a todas las demás, creyó que el rey iba en ella,
44 y se entregó por salvar a su pueblo y conseguir un nombre inmortal.
45 Corrió audazmente hasta la bestia, metiéndose entre la falange, matando a derecha e izquierda y haciendo que los enemigos se apartaran de él a un lado y a otro;
46 se deslizó debajo del elefante e hiriéndole por debajo, lo mató. Cayó a tierra el animal sobre él y allí murió Eleazar.
47 Los judíos, al fin, viendo la potencia del reino y la impetuosidad de sus tropas, cedieron ante ellas.
48 El ejército real subió a Jerusalén, al encuentro de los judíos, y el rey acampó contra Judea y contra el monte Sión.
49 Hizo la paz con los de Bet Sur, que salieron de la ciudad al no tener allí víveres para sostener el sitio por ser año sabático para la tierra.
50 El rey ocupó Bet Sur y dejó allí una guarnición para su defensa.
51 Muchos días estuvo sitiando el santuario. Levantó allí plataformas de tiro e ingenios de guerra, lanzallamas, catapultas, escorpiones de lanzar flechas y hondas.
52 Por su parte, los sitiados construyeron ingenios contra los ingenios de los otros y combatieron durante muchos días.
53 Pero no había víveres en los almacenes, porque aquel era año séptimo, y además los israelitas liberados de los gentiles y traídos a Judea habían consumido las últimas reservas.
54 Víctimas, pues, del hambre, dejaron unos pocos hombres en el Lugar Santo y los demás se dispersaron cada uno a su casa.
55 Se enteró Lisias de que Filipo, aquel a quien el rey Antíoco había confiado antes de morir la educación de su hijo Antíoco para el trono,
56 había vuelto de Persia y Media y con él las tropas que acompañaron al rey, y que trataba de hacerse con la dirección del gobierno.
57 Entonces se apresuró a señalar la conveniencia de volverse, diciendo al rey, a los capitanes del ejército y a la tropa: «De día en día venimos a menos; las provisiones faltan; la plaza que asediamos está bien fortificada y los negocios del reino nos urgen.
58 Demos, pues, la mano a estos hombres, hagamos la paz con ellos y con toda su nación
59 y permitámosles vivir según sus costumbres tradicionales, pues irritados por habérselas abolido nosotros, se han portado de esta manera.»
60 El rey y los capitanes aprobaron la idea y el rey envió a proponer la paz a los sitiados. Estos la aceptaron
61 y el rey y los capitanes se la juraron. Con esta garantía salieron de la fortaleza
62 y el rey entró en el monte Sión. Pero al ver la fortaleza de aquel lugar, violó el juramento que había hecho y ordenó destruir la muralla que lo rodeaba.
63 Luego, a toda prisa, partió y volvió a Antioquía, donde encontró a Filipo dueño de la ciudad. Le atacó y se apoderó de la ciudad por la fuerza.
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I Macabeos 7
1 El año 151, Demetrio, hijo de Seleuco, salió de Roma y, con unos pocos hombres, arribó a una ciudad marítima donde se proclamó rey.
2 Cuando se disponía a entrar en la residencia real de sus padres, el ejército apresó a Antíoco y a Lisias para llevarlos a su presencia.
3 Al saberlo, dijo: «No quiero ver sus caras.»
4 El ejército los mató y Demetrio se sentó en su trono real.
5 Entonces todos los hombres sin ley e impíos de Israel acudieron a él, con Alcimo al frente, que pretendía el sumo sacerdocio.
6 Ya en su presencia, acusaron al pueblo diciendo: «Judas y sus hermanos han hecho perecer a todos tus amigos y a nosotros nos han expulsado de nuestro país.
7 Envía, pues, ahora una persona de tu confianza, que vaya y vea los estragos que en nosotros y en la provincia del rey han causado, y los castigue a ellos y a todos los que les apoyan.»
8 El rey eligió a Báquides, uno de los amigos del rey, gobernador de Transeufratina, grande en el reino y fiel al rey.
9 Le envió con el impío Alcimo, a quien concedió el sacerdocio, a tomar venganza de los israelitas.
10 Partieron con un ejército numeroso y en llegando a la tierra de Judá, enviaron mensajeros a Judas y sus hermanos con falsas proposiciones de paz.
11 Pero éstos no hicieron caso de sus palabras, porque vieron que habían venido con un ejército numeroso.
12 No obstante, un grupo de escribas se reunió con Alcimo y Báquides, tratando de encontrar una solución justa.
13 Los asideos eran los primeros entre los israelitas en pedirles la paz,
14 pues decían: «Un sacerdote del linaje de Aarón ha venido con el ejército: no nos hará ningún mal.»
15 Habló con ellos amistosamente y les aseguró bajo juramento: «No intentaremos haceros mal ni a vosotros ni a vuestros amigos.»
16 Le creyeron, pero él prendió a sesenta de ellos y les hizo morir en un mismo día, según la palabra que estaba escrita:
17 «Esparcieron la carne y la sangre de tus santos en torno a Jerusalén y no hubo quien les diese sepultura.»
18 Con esto, el miedo hacia ellos y el espanto se apoderó del pueblo, que decía: «No hay en ellos verdad ni justicia, pues han violado el pacto y el juramento que habían jurado.»
19 Báquides partió de Jerusalén y acampó en Bet Zet. De allí mandó a prender a muchos que habían desertado donde él y a algunos del pueblo, los mató y los arrojó en el pozo grande.
20 Luego puso la provincia en manos de Alcimo, dejó con él tropas que le sostuvieran y se marchó adonde el rey.
21 Alcimo luchó por el sumo sacerdocio.
22 Se le unieron todos los perturbadores del pueblo, se hicieron dueños de la tierra de Judá y causaron graves males a Israel.
23 Viendo Judas todo el daño que Alcimo y los suyos hacían a los hijos de Israel, mayor que el que habían causado los gentiles,
24 salió a recorrer todo el territorio de Judea para tomar venganza de los desertores y no dejarles andar por la región.
25 Al ver Alcimo que Judas y los suyos cobraban fuerza y que él no podía resistirles, se volvió donde el rey y les acusó de graves delitos.
26 El rey envió a Nicanor, uno de sus generales más distinguidos y enemigo declarado de Israel, y le mandó exterminar al pueblo.
27 Nicanor llegó a Jerusalén con un ejército numeroso y envió a Judas y sus hermanos un insidioso mensaje de paz diciéndoles:
28 «No haya lucha entre vosotros y yo; iré a veros amistosamente con una pequeña escolta.»
29 Fue pues, donde Judas y ambos se saludaron amistosamente, pero los enemigos estaban preparados para raptar a Judas.
30 Al conocer que había venido a él con engaños, se atemorizó Judas y no quiso verle más.
31 Viendo descubiertos sus planes, Nicanor salió a enfrentarse con Judas cerca de Cafarsalamá.
32 Cayeron unos quinientos hombres del ejército de Nicanor y los demás huyeron a la Ciudad de David.
33 Después de estos sucesos, subió Nicanor al monte Sión. Salieron del Lugar Santo sacerdotes y ancianos del pueblo para saludarle amistosamente y mostrarle el holocausto que se ofrecía por el rey.
34 Pero él se burló de ellos, les escarneció, les mancilló y habló insolentemente.
35 Colérico, les dijo con juramento: «Si esta vez no se me entrega Judas y su ejército en mis manos, cuando vuelva, hecha la paz, prenderé fuego a esta Casa.» Y salió lleno de furor.
36 Entraron los sacerdotes y, de pie ante el altar y el santuario, exclamaron llorando:
37 «Tú has elegido esta Casa para que en ella fuese invocado tu nombre y fuese casa de oración y súplica para tu pueblo;
38 toma vengaza de este hombre y de su ejército y caigan bajo la espada. Acuérdate, de sus blasfemias y no les des tregua.»
39 Nicanor partió de Jerusalén y acampó en Bet Jorón, donde se le unió un contingente de Siria.
40 Judas acampó en Adasá con 3.000 hombres y oró diciendo:
41 «Cuando los enviados del rey blasfemaron, salió tu ángel y mató a 185.000 de ellos;
42 destruye también hoy este ejército ante nosotros y reconozcan los que queden que su jefe profirió palabras impías contra tu Lugar Santo; júzgale según su maldad.»
43 El día trece del mes de Adar trabaron batalla los ejércitos y salió derrotado el de Nicanor. Nicanor cayó el primero en el combate,
44 y su ejército, al verle caído, arrojó las armas y se dio a la fuga.
45 Les estuvieron persiguiendo un día entero, desde Adasá hasta llegar a Gázara, dando aviso tras ellos con el sonido de las trompetas.
46 Salió gente de todos los pueblos judíos del contorno y, envolviéndoles, les obligaron a volverse los unos sobre los otros. Todos cayeron a espada; no quedó ni uno de ellos.
47 Tomaron los despojos y el botín; cortaron la cabeza de Nicanor y su mano derecha, aquella que había extendido insolentemente, y las llevaron para exponerlas a la vista de Jerusalén.
48 El pueblo se llenó de gran alegría; celebraron aquel día como un gran día de regocijo
49 y acordaron conmemorarlo cada año el trece de Adar.
50 El país de Judá gozó de sosiego por algún tiempo.
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I Macabeos 8
1 La fama de los romanos llegó a oídos de Judas. Decían que eran poderosos, se mostraban benévolos con todos los que se les unían, establecían amistad con cuantos acudían a ellos
2 (y eran poderosos). Le contaron sus guerras y las proezas que habían realizado entre los galos, cómo les habían dominado y sometido a tributo;
3 todo cuanto habían hecho en la región de Espanña para hacerse con las minas de plata y oro de allí,
4 cómo se habían hecho dueños de todo el país gracias a su prudencia y perseverancia (a pesar de hallarse aquel país a larga distancia del suyo); a los reyes venidos contra ellos desde los confines de la tierra, los habían derrotado e inferido fuerte descalabro, y los demás les pagaban tributo cada año;
5 habían vencido en la guerra a Filipo, a Perseo, rey de los Kittim, y a cuantos se habían alzado contra ellos, y los habían sometido;
6 Antíoco el Grande, rey de Asia, había ido a hacerles la guerra con 120 elefantes, caballería, carros y tropas muy numerosas, y fue derrotado,
7 le apresaron vivo y le obligaron, a él y a sus sucesores en el trono, a pagarles un gran tributo, a entregar rehenes y a ceder
8 algunas de sus mejores provincias: la provincia índica, Media y Lidia, que le quitaron para dárselas al rey Eumeno;
9 los de Grecia habían concebido el proyecto de ir a exterminarlos,
10 y en sabiéndolo los romanos, enviaron contra ellos a un solo general, les hicieron la guerra, mataron a muchos de ellos, llevaron cautivos a sus mujeres y niños, saquearon sus bienes, subyugaron el país, arrasaron sus fortalezas y les sometieron a servidumbre hasta el día de hoy;
11 a los demás reinos y a las islas, a cuantos en alguna ocasión les hicieron frente, los destruyeron y redujeron a servidumbre.
12 En cambio, a sus amigos y a los que en ellos buscaron apoyo, les mantuvieron su amistad. Tienen bajo su dominio a los reyes vecinos y a los lejanos y todos cuantos oyen su nombre les temen.
13 Aquellos a quienes quieren ayudar a conseguir el trono, reinan; y deponen a los que ellos quieren. Han alcanzado gran altura.
14 No obstante, ninguno de ellos se ciñe la diadema ni se viste de púrpura para engreírse con ella.
15 Se han creado un Consejo, donde cada día 320 consejeros deliberan constantemente en favor del pueblo para mantenerlo en buen orden.
16 Confían cada año a uno solo el mando sobre ellos y el dominio de toda su tierra. Todos obedecen a este solo hombre sin que haya entre ellos envidias ni celos.
17 Judas eligió a Eupólemo, hijo de Juan, y de Haqcós, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los envió a Roma a concertar amistad y alianza,
18 para sacudirse el yugo de encima, porque veían que el reino de los griegos tenía a Israel sometido a servidumbre.
19 Partieron, pues, para Roma y luego de un larguísimo viaje, entraron en el Consejo, donde tomando la palabra, dijeron:
20 Judas, llamado Macabeo, sus hermanos y el pueblo judío nos han enviado donde vosotros para concertar con vosotros alianza y paz y para que nos inscribáis en el número de vuestros aliados y amigos.»
21 La propuesta les pareció bien.
22 Esta es la copia de la carta que enviaron a Jerusalén, grabada en planchas de bronce, para que fuesen allí para ellos documento de paz y alianza:
23 «Felicidad a los romanos y a la nación de los judíos por mar y tierra para siempre. Lejos de ellos la espada y el enemigo.
24 Pero, si le sobreviene una guerra primero a Roma o a cualquiera de sus aliados en cualquier parte de sus dominios,
25 la nación de los judíos luchará a su lado, según las circunstancias se lo dicten, de todo corazón.
26 No darán a los enemigos ni les suministrarán trigo, armas, dinero ni naves. Así lo ha decidido Roma. Guardarán sus compromisos sin recibir compensación alguna.
27 De la misma manera, si sobreviene una guerra primero a la nación de los judíos, los romanos lucharán a su lado, según las circunstancías se lo dicten, con toda el alma.
28 No darán a los combatientes trigo, armas, dinero ni naves. Así lo ha decidido Roma. Guardarán sus compromisos sin dolo.
29 En estos términos se han concertado los romanos con el pueblo de los judíos.
30 Si posteriormente unos y otros deciden añadir o quitar algo, lo podrán hacer a su agrado, y lo que añadan o quiten será valedero.
31 «En cuanto a los males que el rey Demetrio les ha causado, le hemos escrito diciéndole: «¿Por qué has hecho sentir pesadamente tu yugo sobre nuestros amigos y aliados los judíos?
32 Si otra vez vuelven a quejarse de ti, nosotros les haremos justicia y te haremos la guerra por mar y tierra.»»
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I Macabeos 9
1 Cuando supo Demetrio que Nicanor y su ejército habían caído en la guerra, envió a la tierra de Judá, en una nueva expedición, a Báquides y Alcimo con el ala derecha de su ejército.
2 Tomaron el camino de Galilea y pusieron cerco a Mesalot en el territorio de Arbelas; se apoderaron de ella y mataron mucha gente.
3 El primer mes del año 152 acamparon frente a Jerusalén,
4 de donde partieron con 20.000 hombres y 2.000 jinetes en dirección a Beerzet.
5 Judas tenía puesto su campamento en Eleasá y estaban con él 3.000 hombres escogidos.
6 Pero al ver la gran muchedumbre de los enemigos, les entró mucho miedo y muchos escaparon del campamento; no quedaron más que ochocientos hombres.
7 Judas vio que su ejército estaba desbandado y que la batalla le apremiaba, y se le quebrantó el corazón, pues no había tiempo de volverlos a juntar.
8 Aunque desfallecido, dijo a los que le habían quedado: «Levantémonos y subamos contra nuestros adversarios por si podemos hacerles frente.»
9 Trataban de disuadirle diciéndole: «No podemos; salvemos nuestras vidas de momento y volvamos luego con nuestros hermanos para combatir contra ellos, que ahora estamos pocos.»
10 Judas replicó: «¡Eso nunca, obrar así y huir ante ellos! Si nuestra hora ha llegado, muramos con valor por nuestros hermanos y no dejemos tacha a nuestra gloria.»
11 Salió la tropa del campamento y se ordenó para irles al encuentro: la caballería dividida en dos escuadrones, arqueros y honderos en avanzadilla, y los más aguerridos en primera línea;
12 Báquides ocupaba el ala derecha. La falange se acercó por los dos lados y tocaron las trompetas. Los que estaban con Judas tocaron tambié las suyas,
13 y la tierra se estremeció con el estruendo de los ejércitos. Se trabó el combate y se mantuvo desde el amanecer hasta la caída de la tarde.
14 Vio Judas que Báquides y sus mejores tropas se encontraban en la parte derecha; se unieron a él los más esforzados,
15 y derrotaron al ala derecha y la persiguieron hasta los montes de Azara.
16 Pero el ala izquierda, al ver derrotada el ala derecha, se volvió sobre los pasos de Judas y los suyos, por detrás.
17 La lucha se encarnizó y cayeron muchos de uno y otro bando.
18 Judas cayó y los demás huyeron.
19 Jonatán y Simón tomaron a su hermano Judas y le dieron sepultura en el sepulcro de sus padres en Modín.
20 Todo Israel le lloró, hizo gran duelo por él y muchos días estuvieron repitiendo esta lamentación:
21 «¡Cómo ha caído el héroe que salvaba a Israel!»
22 Las demás empresas de Judas, sus guerras, proezas que realizó, ocasiones en que alcanzó gloria, fueron demasiado numerosas para ser escritas.
23 Con la muerte de Judas asomaron los sin ley por todo el territorio de Israel y levantaron cabeza todos los que obraban la iniquidad.
24 Hubo entonces un hambre extrema y el país se pasó a ellos.
25 Báquides escogió hombres impíos y los puso al frente del país.
26 Se dieron éstos a buscar con toda su suerte de pesquisas a los amigos de Judas y los llevaban a Báquides, que les castigaba y escarnecía.
27 Tribulación tan grande no sufrió Israel desde los tiempos en que dejaron de aparecer profetas.
28 Entonces todos los amigos de Judas se reunieron y dijeron a Jonatán:
29 «Desde la muerte de tu hermano Judas no tenemos un hombre semejante a él que salga y vaya contra los enemigos, contra Báquides y contra los que odian a nuestra nación.
30 Por eso, te elegimos hoy a ti para que, ocupando el lugar de tu hermano, seas nuestro jefe y guía en la lucha que sostenemos.»
31 En aquel momento Jonatán tomó el mando como sucesor de su hermano Judas.
32 Al enterarse Báquides trataba de hacer morir a Jonatán.
33 Pero Jonatán lo supo y su hermano Simón y todos sus partidarios y huyeron al desierto de Técoa, donde establecieron su campamento junto a las aguas de la cisterna de Asfar.
34 (Báquides se enteró un día de sábado y pasó con todas las tropas al lado de allá del Jordán.)
35 Jonatán envió a su hermano, jefe de la tropa, a pedir a sus amigos los nabateos autorización para dejar con ellos su impedimenta, que era mucha.
36 Pero los hijos de Amrai, los de Medabá, hicieron una salida, se apoderaron de Juan y de cuanto llevaba y se alejaron con su presa.
37 Después de esto, Jonatán y su hermano Simón, recibieron la noticia de que los hijos de Amrai celebraban una espléndida boda y traían de Nabatá, en medio de gran pompa, a la novia, hija de uno de los principales de Canaán.
38 Recordaron entonces el sangriento fin de su hermano Juan y subieron a ocultarse al abrigo de la montaña.
39 Al alzar los ojos, vieron que avanzaba en medio de confusa algazara una numerosa caravana, y que a su encuentro venía el novio, acompañado de sus amigos y hermanos, con tambores, música y gran aparato.
40 Salieron entonces de su emboscada y cayeron sobre ellos para matarlos. Muchos cayeron muertos y los demás huyeron a la montaña. Se hicieron con todos sus despojos.
41 La boda acabó en duelo y la música en lamentación.
42 Una vez tomada venganza de la sangre de su hermano, se volvieron a las orillas pantanosas del Jordán.
43 Al enterarse Báquides, vino el día de sábado con numerosa tropa a las riberas del Jordán.
44 Jonatán dijo a su gente: «Levantémonos y luchemos por nuestras vidas, que hoy no es como ayer y anteayer.
45 Delante de nosotros y detrás, la guerra; por un lado y por otro, las aguas del Jordán, las marismas, las malezas: no hay lugar a donde retirarse.
46 Levantad, pues, ahora la voz al Cielo para salvaros de las manos de vuestros enemigos.»
47 Entablado el combate, Jonatán tendió su mano para herir a Báquides y éste le esquivó echándose atrás,
48 con lo que Jonatán y los suyos pudieron lanzarse al Jordán y ganar a nado la orilla opuesta. Sus enemigos no atravesaron el río en su persecución.
49 Unos mil hombres del ejército de Báquides sucumbieron aquel día.
50 Vuelto a Jerusalén, hizo Báquides levantar ciudades fortificadas en Judea: la fortaleza de Jericó, Emaús, Bet Jorón, Betel, Tamnatá, Faratón y Tefón, con altas murallas, puertas y cerrojos
51 y puso en ellas guarniciones que hostilizaran a Israel.
52 Fortificó también la ciudad de Bet Sur, Gázara y la Ciudadela, y puso en ellas tropas y depósitos de víveres.
53 Tomó como rehenes a los hijos de los principales de la región y los dejó bajo guardia en la Ciudadela de Jerusalén.
54 El segundo mes del año 153, ordenó Alcimo demoler el muro del atrio interior del Lugar Santo. Destruía con ello la obra de los profetas. Había comenzado la demolición,
55 cuando en aquel tiempo sufrió Alcimo un ataque y su obra quedó parada. Se le obstruyó la boca y se le quedó paralizada, de suerte que no le fue posible ya pronunciar palabra ni dar disposiciones en la tocante a su casa.
56 Alcimo murió entonces en medio de grandes sufrimientos.
57 Cuando Báquides vio que había muerto Alcimo, se volvió adonde el rey y hubo tranquilidad en el país de Judá por espacio de dos años.
58 Todos los sin ley se confabularon diciendo: «Jonatán y los suyos viven tranquilos y confiados. Hagamos, pues, venir ahora a Báquides y los prenderá a todos ellos en una sola noche.»
59 Fueron a comunicar el plan con él,
60 y Báquides se puso en marcha con un fuerte ejército. Envió cartas secretas a sus alidados de Judea ordenándoles prender a Jonatán y a los suyos. Pero no pudieron, porque fueron conocidas sus intenciones,
61 antes bien ellos prendieron a unos cincuenta hombres de la región, cabecillas de esta maldad, y les dieron muerte.
62 A continuación, Jonatán, Simón y los suyos se retiraron a Bet Basí, en el desierto, repararon lo que en aquella plaza estaba derruido y la fortificaron.
63 En sabiéndolo Báquides, juntó a toda su gente y convocó a sus partidarios de Judea.
64 Llegó y puso cerco a Bet Basí, la atacó durante muchos días y construyó ingenios de guerra.
65 Jonatán, dejando a su hermano Simón en la ciudad, salió por la región y fue con una pequeña tropa,
66 con la que derrotó en su campamento a Odomerá y a sus hermanos, así como a los hijos de Fasirón. Estos empezaron a herir y a subir con las tropas.
67 Simón y sus hombres, por su parte, salieron de la ciudad y dieron fuego a los ingenios.
68 Trabaron combate con Báquides, le derrotaron y le dejaron sumido en profunda amargura, porque habían fracasado su plan y su ataque.
69 Montó en cólera contra los hombres sin ley que le habían aconsejado venir a la región, mató a muchos de ellos y decidió volverse a su tierra.
70 Al saberlo, le envió Jonatán legados para concertar con él la paz y conseguir que les devolviera los prisioneros.
71 Báquides aceptó y accedió a las peticiones de Jonatán. Se comprometió con juramento a no hacerle mal en todos los días de su vida,
72 y le devolvió los prisioneros que anteriormente había capturado en el país de Judá. Partió luego para su tierra y no volvió más a territorio judío.
73 Así descansó la espada en Israel. Jonatán se estableció en Mikmas, comenzó a juzgar al pueblo e hizo desaparecer de Israel a los impíos.
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I Macabeos 10
1 El año 160, Alejandro Epífanes, hijo de Antíoco, vino por mar y ocupó Tolemaida donde, siendo bien acogido, se proclamó rey.
2 Al tener noticia de ello, el rey Demetrio juntó un ejército muy numeroso y salió a su encuentro para combatir con él.
3 Envió también Demetrio una carta amistosa a Jonatán en que prometía engrandecerle,
4 porque se decía: «Adelantémonos a hacer la paz con ellos antes que Jonatán la haga con Filipo contra nosotros,
5 al recordar los males que le causamos a él, a sus hermanos y a su nación.»
6 Le concedía autorización para reclutar tropas, fabricar armamento y contarse entre sus aliados. Mandaba, además, que le fuesen entregados los rehenes que se encontraban en la Ciudadela.
7 Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta a oídos de todo el pueblo y de los que ocupaban la Ciudadela.
8 Les entró mucho miedo cuando oyeron que el rey le concedía autorización para reclutar tropas.
9 La gente de la Ciudadela entregó los rehenes a Jonatán y él los devolvió a sus padres.
10 Jonatán fijó su residencia en Jerusalén y se dio a reconstruir y restaurar la ciudad.
11 Ordenó a los encargados de las obras levantar las murallas y rodear el monte Sión con piedras de sillería para fortificarlo, y así lo hicieron.
12 Los extranjeros que ocupaban las fortalezas levantadas por Báquides, huyeron;
13 abandonando sus puestos partieron cada uno para su país.
14 Sólo en Bet Sur quedaron algunos de los que habían abandonado la Ley y los preceptos porque esta plaza era su refugio.
15 El rey Alejandro se enteró de los ofrecimientos que Demetrio había hecho a Jonatán. Le contaron además las guerras y proezas que él y sus hermanos habían realizado y los trabajos que habían sufrido.
16 Y dijo: «¿Podremos hallar otro hombre como éste? Hagamos de él un amigo y un aliado nuestro.»
17 Le escribió, pues, y le envió una carta redactada en los siguientes términos:
18 «El rey Alejandro saluda a su hermano Jonatán.
19 Hemos oído que eres un valiente guerrero y digno de ser amigo nuestro.
20 Por eso te nombramos hoy sumo sacerdote de tu nación y te concedemos el título de amigo del rey -le enviaba al mismo tiempo una clámide de púrpura y una corona de oro-. Por tu parte, haz tuya nuestra causa y guárdanos tu amistad.»
21 El séptimo mes del año 160, con ocasión de la fiesta de las Tiendas, vistió Jonatán los ornamentos sagrados; reclutó tropas y fabricó gran cantidad de armanento.
22 Demetrio, al saber lo sucedido, dijo disgustado:
23 «¿Qué hemos hecho para que Alejandro se nos haya adelantado en ganar la amistad y el apoyo de los judíos?
24 Les escribiré también yo con ofrecimientos de dignidades y riquezas para que sean auxiliares míos.»
25 Y les escribió en estos términos:
26 El rey Demetrio saluda a la nación de los judíos. Nos hemos enterado con satisfacción de que habéis guardado los términos de nuestra alianza y perseverado en nuestra amistad sin pasaros al bando de nuestros enemigos.
27 Continuad, pues guardándonos fidelidad y os recompensaremos por todo lo que por nosotros hagáis.
28 Os descargaremos de muchas obligaciones y os concederemos favores.
29 Y ya desde ahora os libero y descargo a todos los judíos de las contribuciones, del impuesto de la sal y de las coronas.
30 Renuncio también de hoy en adelante a percibir el tercio de los granos y la mitad de los frutos de los árboles que me correspondían, del país de Judá y también de los tres distritos que le son anexionados de Samaría – Galilea… a partir de hoy para siempre.
31 Jerusalén sea santa y exenta, así como todo su territorio, sus diezmos y tributos.
32 Renuncio asimismo a mi soberanía sobre la Ciudadela de Jerusalén y se la cedo al sumo sacerdote que podrá poner en ella de guarnición a los hombres que él elija.
33 A todo judío llevado cautivo de Judá a cualquier parte de mi reino, le devuelvo la libertad sin rescate. Todos queden libres de tributo, incluso sobre sus ganados.
34 Todas las fiestas, los sábados y los novilunios y, además del día fijado, los tres días que las preceden y los tres que las siguen, sean todos ellos días de inmunidad y franquicia para todos los judíos residentes en mi reino:
35 nadie tendrá autorización para demandarles ni inquietarles a ninguno de ellos por ningún motivo.
36 En los ejércitos del rey sean alistados hasta 30.000 judíos que percibirán la soldada asignada a las demás tropas del rey.
37 De ellos, algunos serán apostados en las fortalezas importantes del rey y otros ocuparán puestos de confianza en el reino. Sus oficiales y jefes salgan de entre ellos, y vivan conforme a sus leyes, como lo ha dispuesto el rey para el país de Judá.
38 Los tres distritos incorporados a Judea, de la provincia de Samaría, queden anexionados a Judea y contados por suyos, de modo que, sometidos a un mismo jefe, no acaten otra autoridad que la del sumo sacerdote.
39 Entrego Tolemaida y sus dominios como obsequio al Lugar Santo de Jerusalén para cubrir los gastos normales del Lugar Santo.
40 Por mi parte, daré cada año 15.000 siclos de plata, que se tomarán de los ingresos reales en las localidades convenientes.
41 Todo el excedente que los funcionarios no hayan entregado como en años anteriores, lo darán desde ahora para las obras de la Casa.
42 Además, los 5.000 siclos de plata que se deducían de los ingresos del Lugar Santo en la cuenta de cada año, los cedo por ser emolumento de los sacerdotes en servicio del culto.
43 Todo aquel que por deudas con los impuestos reales, o por cualquier otra deuda, se refugie en el Templo de Jerusalén o en su recinto, quede inmune, él y cuantos bienes posea en mi reino.
44 Los gastos que se originen de las construcciones y reparaciones en el Lugar Santo correrán a cuenta del rey.
45 Los gastos de la construcción de las murallas de Jerusalén y la fortificación de su recinto correrán asimismo a cuenta del rey, como también la reconstrucción de murallas en Judea.»
46 Cuando Jonatán y el pueblo oyeron tales ofrecimientos, no les dieron crédito ni los aceptaron, porque recordaban los graves males que Demetrio había causado a Israel y la opresión tan grande a que les había sometido.
47 Se decidieron, pues, por el partido de Alejandro que, a su parecer, les ofrecía mayores ventajas y fueron aliados suyos en todo tiempo.
48 El rey Alejandro juntó un gran ejército y acampó frente a Demetrio.
49 Los dos reyes trabaron combate y salió huyendo el ejército de Alejandro. Demetrio se lanzó en su persecución y prevaleció sobre ellos.
50 Mantuvo vigorosamente el combate hasta la puesta del sol. Pero en aquella jornada Demetrio sucumbió.
51 Alejandro envió embajadores a Tolomeo, rey de Egipto, con el siguiente mensaje:
52 «Vuelto a mi reino, me he sentado en el trono de mis padres y ocupado el poder después de derrotar a Demetrio y hacerme dueño de nuestro país;
53 porque trabé combate con él y luego de derrotarle a él y a su ejército, nos hemos sentado en su trono real.
54 Establezcamos, pues, vínculos de amistad entre nosotros y dame a tu hija por esposa; seré tu yerno y te haré, como a ella, presentes dignos de ti.»
55 El rey Tolomeo le contestó diciendo: «¡Dichoso el día en que, vuelto al país de tus padres, te sentaste en el trono de su reino!
56 Pues bien, haré por tí lo que has escrito. Pero ven a encontrarme en Tolemaida donde nos veamos el uno al otro, y te tomaré por yerno como has dicho.»
57 Tolomeo partió de Egipto llevando consigo a su hija Cleopatra y llegó a Tolemaida. Era el año 162.
58 El rey Alejandro fue a su encuentro, y Tolomeo le entregó a su hija Cleopatra y celebró la boda en Tolemaida con la gran magnificencia que suelen los reyes.
59 El rey Alejandro escribió a Jonatán que fuera a verle.
60 Partió éste con gran pompa hacia Tolemaida, se entrevistó con los reyes, les dio a ellos y a sus amigos plata y oro, les hizo numerosos presentes y halló gracia a sus ojos.
61 Entonces se unieron contra él algunos rebeldes, peste de Israel, para querellarse de él, pero el rey no les hizo ningún caso;
62 antes bien, dio orden de que le quitaran a Jonatán sus vestidos y le vistieran de púrpura. Cumplida la orden,
63 le hizo el rey sentar a su lado y dijo a sus capitanes: «Salid con él por medio de la ciudad y anunciad a voz de heraldo que nadie le levante acusación alguna ni le molesten por ningún motivo.»
64 Sus acusadores, que vieron el honor que a voz de heraldo se le hacía y a él vestido de púrpura, huyeron todos.
65 El rey, queriendo honrarle, le inscribió entre sus primeros amigos y le nombró estratega y meridarca.
66 Jonatán regresó a Jerusalén con paz y alegría.
67 El año 165, Demetrio, hijo de Demetrio, vino de Creta al país de sus padres.
68 Al enterarse el rey Alejandro, quedó muy disgustado y se volvió a Antioquía.
69 Demetrio confirmó a Apolonio como gobernador de Celesiria, el cual, juntando un numeroso ejército, acampó en Yamnia y envió a decir a Jonatán, sumo sacerdote:
70 «Tú eres el único en levantarte contra nosotros, y por tu causa he venido a ser yo objeto de irrisión y desprecio. ¿Por qué ejerces tu poder contra nosotros desde las montañas?
71 Si es que tienes confianza en tus fuerzas, baja ahora a encontrarte con nosotros en la llanura y allí nos mediremos, que conmigo está la fuerza de las ciudades.
72 Pregunta y sabrás quién soy yo y quiénes los auxiliares nuestros. Ellos dicen que no podréis manteneros frente a nosotros, que ya dos veces tus padres fueron derrotados en su país,
73 y que ahora no podrás resistir a la caballería y a un ejército tan grande en la llanura donde no hay piedra, ni roca, ni lugar donde huir.»
74 Cuando Jonatán oyó las palabras de Apolonio, se le sublevó el espíritu. Escogió 10.000 hombres y partió de Jerusalén. Su hermano Simón fué a su encuentro para ayudarle.
75 Acampó frente a Joppe. Los de la ciudad le cerraron las puertas, porque había en Joppe una guarnición de Apolonio. La atacaron
76 y la gente de la ciudad, atemorizada, les abrió las puertas, y Jonatán se hizo dueño de Joppe.
77 Cuando Apolonio se enteró, puso en pie de guerra 3.000 jinetes y un numeroso ejército y partió en dirección a Azoto, como que quería pasar por allí, pero al mismo tiempo se iba adentrando en la llanura porque tenía mucha caballería y confiaba en ella.
78 Jonatán fue tras él persiguiéndole hacia Azoto y ambos ejércitos trabaron combate.
79 Había dejado Apolonio mil jinetes ocultos a espaldas de ellos.
80 Se dio cuenta Jonatán de que a sus espaldas había una emboscada. Estos rodearon su ejército y dispararon tiros sobre la tropa desde la mañana hasta el atardecer;
81 pero la tropa se mantuvo firme, como lo había ordenado Jonatán, y los caballos de los enemigos se cansaron.
82 Sacó entonces Simón su ejército y atacó a la falange – pues ya la caballería estaba agotada – la derrotó y puso en fuga,
83 mientras la caballería se desbandaba por la llanura. En su huida llegaron a Azoto y entraron en Bet Dagón, el templo de su ídolo, para salvarse.
84 Pero Jonatán prendió fuego a Azoto y a las ciudades que la rodeaban , se hizo con el botín y abrasó el templo de Dagón y a los que en él se habían refugiado.
85 Los muertos por la espada y los abrasados por el fuego fueron unos 8.000 hombres.
86 Partió de allí Jonatán y acampó frente a Ascalón, donde los habitantes salieron a recibirle con grandes honores.
87 Luego Jonatán regresó a Jerusalén con los suyos, cargados de rico botín.
88 Cuando el rey Alejandro se enteró de estos acontecimientos, concedió nuevos honores a Jonatán,
89 le envió una fíbula de oro, como es costumbre conceder a los parientes de los reyes, y le dio en propiedad Acarón y todo su territorio.
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I Macabeos 11
1 El rey de Egipto reunió fuerzas numerosas como las arenas que hay a orillas del mar y muchas naves. Intentaba hacerse por astucia con el reino de Alejandro y unirlo al suyo.
2 Salió, pues, para Siria en son de paz y la gente de las ciudades le abría las puertas y salía a su encuentro, ya que tenían orden del rey Alejandro de salir a recibirle por ser suegro suyo.
3 Pero una vez que entraba en las ciudades, Tolomeo ponía tropas de guarnición en cada una de ellas.
4 Cuando llegó cerca de Azoto le mostraron el templo de Dagón incendiado, la ciudad y sus aldeas destruidas, los cadáveres por el suelo y los restos calcinados de los abrasados en la guerra, pues habían hecho montones de ellos por el recorrido del rey.
5 Le contaron lo que Jonatán había hecho para que el rey le censurara, pero el rey guardó silencio.
6 Jonatán fue al encuentro del rey a Joppe con fasto; se saludaron y pasaron allí aquella noche.
7 Acompañó Jonatán al rey hasta el río llamado Eléuteros y regresó a Jerusalén.
8 Por su parte el rey Tolomeo se hizo dueño de las ciudades de la costa hasta Seleucia Marítima y meditaba planes malvados contra Alejandro.
9 Envió embajadores al rey Demetrio diciéndole: «Ven y concertemos entre nosotros una alianza. Te daré mi hija, la que tiene Alejandro, y reinarás en el reino de tu padre.
10 Estoy arrepentido de haberle dado mi hija pues ha intentado asesinarme.»
11 Le hacía estos cargos porque codiciaba su reino.
12 Quitándole, pues, su hija se la dio a Demetrio, rompió con Alejandro y quedó manifiesta la enemistad entre ambos.
13 Tolomeo entró en Antioquía y se ciñó la diadema de Asia, con lo que rodeó su frente de dos diademas, la de Egipto y la de Asia.
14 En este tiempo se encontraba el rey Alejandro en Cilicia por haberse sublevado la gente de aquella región.
15 Al saber lo que ocurría, vino a luchar contra él. Tolomeo salió con fuerzas poderosas, fue a su encuentro y le derrotó.
16 Alejandro huyó a Arabia buscando un refugio allí y el rey Tolomeo quedó triunfador.
17 El árabe Zabdiel cortó la cabeza a Alejandro y se la envió a Tolomeo.
18 Pero tres días después murió el rey Tolomeo y los que estaban en sus plazas fuertes perecieron a manos de los que las habitaban.
19 Demetrio comenzó a reinar el año 167.
20 Por aquellos días juntó Jonatán a los de Judea para atacar la Ciudadela de Jerusalén y levantó contra ella muchos ingenios de guerra.
21 Entonces algunos rebeldes que odiaban a su nación acudieron al rey a anunciarle que Jonatán tenía puesto cerco a la Ciudadela.
22 La noticia le irritó, y nada más oírla, se puso en marcha y vino a Tolemaida. Escribió a Jonatán que cesara en el cerco y que viniera a verle lo antes posible a Tolemaida para entrevistarse con él.
23 Al enterarse, ordenó Jonatán que se siguiese el cerco, eligió ancianos de Israel y sacerdotes y se expuso a sí mismo al peligro.
24 Tomando plata, oro, vestidos y otros presentes en gran cantidad, partió a verse con el rey en Tolemaida y halló gracia ante él.
25 Algunos sin ley de la nación le acusaron,
26 pero el rey le trató como le habían tratado sus predecesores y le honró en presencia de todos sus amigos.
27 Le confirmó en el sumo sacerdocio y en todos los honores que antes tenía, e hizo que se le contara entre sus primeros amigos.
28 Jonatán pidió al rey que dejara libres de impuesto a Judea y a los tres distritos de Samaría, a cambio de trescientos talentos que le prometía.
29 Accedió el rey y escribió a Jonatán una carta sobre todos estos puntos redactada de la forma siguiente:
30 «El rey Demetrio saluda a su hermano Jonatán y a la nación de los judíos.
31 Os escribimos también a vosotros una copia de la carta que sobre vosotros hemos escrito a nuestro pariente Lástenes para que la conozcáis:
32 El rey Demetrio saluda a su padre Lástenes.
33 Por sus buenas disposiciones hacia nosotros hemos decidido conceder favores a la nación de los judíos, que son amigos nuestros y observan lo que es justo con nosotros.
34 Les confirmamos la posesión del territorio de Judea y de los tres distritos de Aferema, Lidda y Ramatáyim que han sido desprendidos de Galilea y agregados a Judea con todas sus dependencias en favor de los que sacrifican en Jerusalén, a cambio de los derechos reales que el rey percibía de ellos antes cada año por los productos de la tierra y el fruto de los árboles.
35 En cuanto a los otros derechos que tenemos sobre los diezmos y tributos nuestros, sobre las salinas y coronas que se nos deben, les concedemos desde ahora una exención total.
36 No será derogada ni una de estas concesiones a partir de ahora en ningún tiempo.
37 Procurad hacer una copia de estas disposiciones que le sea entregada a Jonatán para ponerla en el monte santo en lugar visible.»
38 El rey Demetrio, viendo que el país estaba en calma bajo su mando y que nada le ofrecía resistencia, licenció todas sus tropas mandando a cada uno a su lugar, excepto las tropas extranjeras que había reclutado en las islas de las naciones. Todas las tropas que había recibido de sus padres se enemistaron con él.
39 Entonces Trifón, antiguo partidario de Alejandro, al ver que todas las tropas murmuraban contra Demetrio, se fue donde el árabe Yamlikú que criaba al niño Antíoco, hijo de Alejandro,
40 y le instaba a que se lo entregase para ponerlo en el trono de su padre. Le puso al corriente de toda la actuación de Demetrio y del odio que le tenían sus tropas. Permaneció allí muchos días.
41 Entre tanto envió Jonatán a pedir al rey Demetrio que retirara las guarniciones de la Ciudadela de Jerusalén y de las plazas fuertes porque hostilizaban a Israel.
42 Demetrio envió a decir a Jonatán: «No sólo haré esto por ti y por tu nación, sino que os colmaré de honores a ti y a tu nación cuando tenga oportunidad.
43 Pero ahora harás bien en enviarme hombres en mi auxilio, pues todas mis tropas me han abandonado.»
44 Jonatán le envió a Antioquía 3.000 guerreros valientes, y cuando llegaron, el rey experimentó gran satisfacción con su venida.
45 Se amotinaron en el centro de la ciudad los ciudadanos, al pie de 120.000, y querían matar al rey.
46 El se refugió en el palacio, y los ciudadanos ocuparon las calles de la ciudad y comenzaron el ataque.
47 El rey llamó entonces en su auxilio a los judíos, que se juntaron todos en torno a él y luego se diseminaron por la ciudad. Aquel día llegaron a matar hasta 100.000.
48 Prendieron fuego a la ciudad, se hicieron ese mismo día con un botín considerable y salvaron al rey.
49 Cuando los de la ciudad vieron que los judíos dominaban la ciudad a su talante, perdieron el ánimo y levantaron sus clamores al rey suplicándole:
50 «Danos la mano y cesen los judíos en sus ataques contra nosotros y contra la ciudad.»
51 Depusieron las armas e hicieron la paz. Los judíos alcanzaron gran gloria ante el rey y ante todos los de su reino y se volvieron a Jerusalén con un rico botín.
52 El rey Demetrio se sentó en el trono de su reino y la tierra quedó sosegada en su presencia.
53 Pero faltó a todas sus promesas y se indispuso con Jonatán. Lejos de corresponder a los servicios que le había prestado, le causaba graves molestias.
54 Depués de estos acontecimientos, volvió Trifón y con él Antíoco, niño todavía, que se proclamó rey y se ciñó la diadema.
55 Todas las tropas que Demetrio había licenciado se unieron a él y salieron a luchar contra Demetrio, le derrotaron y le pusieron en fuga.
56 Trifón tomó los elefantes y se apoderó de Antioquía.
57 El joven Antíoco escribió a Jonatán diciéndole: «Te confirmo en el sumo sacerdocio, te pongo al frente de los cuatro distritos y quiero que te cuentes entre los amigos del rey.»
58 Le envió copas de oro y un servicio de mesa, y le concedió autorización de beber en copas de oro, vestir púrpura y llevar fíbula de oro.
59 A su hermano Simón le nombró estratega desde la Escalera de Tiro hasta la frontera de Egipto.
60 Jonatán salió a recorrer la Transeufratina y sus ciudades, y todas las tropas de Siria se le unieron como aliadas. Llegó a Ascalón y los habitantes de la ciudad le salieron a recibir con muchos honores.
61 De allí pasó a Gaza donde los habitantes le cerraron las puertas. Entonces la sitió y entregó sus arrabales a las llamas y al pillaje.
62 Los de las ciudad vinieron a suplicarle y Jonatán les dio la mano, pero tomó como rehenes a los hijos de los jefes y los envió a Jerusalén. A continuación, siguió recorriendo la región hasta Damasco.
63 Jonatán se enteró de que los generales de Demetrio se habían presentado en Kedes de Galilea con un ejército numeroso para apartarle de su cargo.
64 Entonces dejó en el país a su hermano Simón y salió a su encuentro.
65 Simón acampó frente a Bet Sur, la atacó durante muchos días y la bloqueó.
66 Le pidieron que les diese la mano y él se la dio. Les hizo salir de allí, ocupó la ciudad y puso en ella una guarnición.
67 Por su parte, Jonatán y su ejército acamparon junto a las aguas de Gennesar, y muy de madrugada partieron para la llanura de Asor
68 donde el ejército extranjero les vino al encuentro en la llanura después de dejar hombres emboscados en los montes. Mientras este ejército se presentaba de frente,
69 surgieron de sus puestos los emboscados y entablaron combate.
70 Todos los hombres de Jonatán se dieron a la fuga sin que quedara ni uno de ellos, a excepción de Matatías, hijo de Absalón, y de Judas, hijo de Kalfi, capitanes del ejército.
71 Jonatán entonces rasgó sus vestidos, echó polvo sobre su cabeza y oró.
72 Vuelto al combate, derrotó al enemigo y le puso en fuga.
73 Al verlo, sus hombres que huían volvieron a él y con él persiguieron al enemigo hasta su campamento en Kedes y acamparon allí.
74 Cayeron aquel día del ejército extranjero hasta 3.000 hombres. Jonatán regresó a Jerusalén.
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I Macabeos 12
1 Viendo Jonatán que las circunstancias le eran favorables, escogió hombres y los envió a Roma con el fin de confirmar y renovar la amistad con ellos.
2 Con el mismo objeto envió cartas a los espartanos y a otros lugares.
3 Se fueron, pues, a Roma y entrando en el Senado dijeron: «Jonatán, sumo sacerdote, y la nación de los judíos nos han enviado para que se renueve con ellos la amistad y la alianza como antes.»
4 Les dieron los romanos cartas para la gente de cada lugar recomendando que se les condujera en paz hasta el país de Judá.
5 Esta es la copia de la carta que escribió Jonatán a los espartanos:
6 «Jonatán, sumo sacerdote, el senado de la nación, los sacerdotes y el resto del pueblo judío saludan a sus hermanos los espartanos.
7 Ya en tiempos pasados, Areios, que reinaba entre vosotros, envió una carta al sumo sacerdote Onías en que le decía que erais vosotros hermanos nuestros como lo atestigua la copia adjunta.
8 Onías recibió con honores al embajador y tomó la carta que hablaba claramente de alianza y amistad.
9 Nosotros, aunque no tenemos necesidad de esto por tener como consolación los libros santos que están en nuestras manos,
10 hemos procurado enviaros embajadores para renovar la fraternidad y la amistad con vosotros y evitar que vengamos a seros extraños, pues ha pasado mucho tiempo ya desde que nos enviasteis vuestra embajada.
11 Por nuestra parte, en las fiestas y demás días señalados, os recordamos sin cesar en toda ocasión en los sacrificios que ofrecemos y en nuestras oraciones, como es justo y conveniente acordarse de los hermanos.
12 Nos alegramos de vuestra gloria.
13 A nosotros, en cambio, nos han rodeado muchas tribulaciones y guerras, pues nos hemos visto atacados por los reyes vecinos.
14 Pero en estas luchas no hemos querido molestaros a vosotros ni a los demás aliados y amigos nuestros,
15 porque contamos con el auxilio del Cielo que, viniendo en nuestra ayuda, nos ha librado de nuestros enemigos y a ellos los ha humillado.
16 Hemos, pues, elegido a Numenio, hijo de Antíoco, y a Antípatro, hijo de Jasón, y les hemos enviado a los romanos para renovar la amistad y la alianza que antes teníamos,
17 y les hemos dado orden de pasar también donde vosotros para saludaros y entregaros nuestra carta sobre la renovación de nuestra fraternidad.
18 Y ahora haréis bien en contestarnos a esto.»
19 Esta es la copia de la carta enviada a Onías:
20 «Areios, rey de los espartanos, saluda a Onías, sumo sacerdote.
21 Se ha encontrado un documento relativo a espartanos y judíos de que son hermanos y que son de la raza de Abraham.
22 Y ahora que estamos enterados de esto, haréis bien escribiéndonos sobre vuestro bienestar.
23 Nosotros por nuestra parte os escribimos: Vuestro ganado y vuestros bienes son nuestros, y los nuestros vuestros son. Damos orden de que se os envíe un mensaje en tal sentido.»
24 Tuvo noticia Jonatán de que los generales de Demetrio habían vuelto con fuerzas mayores que antes con ánimo de atacarle.
25 Partió, pues, de Jerusalén y fue a encontrarles a la región de Jamat, sin darles tiempo a irrumpir en su país.
26 Envió exploradores al campamento enemigo y supo por ellos, a su vuelta, que los enemigos estaban dispuestos para caer sobre ellos a la noche.
27 Cuando se puso el sol, ordenó Jonatán a los suyos que se mantuviesen despiertos y sobre las armas toda la noche, preparados para entrar en combate, y dispuso avanzadillas alrededor del campamento.
28 Cuando supieron los enemigos que Jonatán y los suyos estaban preparados para el combate, sintieron miedo y, llenos de pánico, encendieron fogatas por su campamento y se retiraron.
29 Jonatán y los suyos, como veían brillar las fogatas, no se percataron de su partida hasta el amanecer.
30 Entonces se lanzó Jonatán en su persecución, pero no les pudo dar alcance porque habían atravesado ya el río Eléuteros.
31 Jonatán se volvió contra los árabes llamados zabadeos, los derrotó y se hizo con sus despojos.
32 Levantó luego el campamento, llegó a Damasco y recorrió toda la región.
33 Simón por su parte hizo una expedición hasta Ascalón y las plazas vecinas. Se volvió luego hacia Joppe y la tomó,
34 pues había oído que sus habitantes querían entregar aquella plaza fuerte a los partidarios de Demetrio, y dejó en ella una guarnición para defenderla.
35 Jonatán, de vuelta, reunió la asamblea de los ancianos del pueblo, y decidió con ellos edificar fortalezas en Judea,
36 dar mayor altura a las murallas de Jerusalén y levantar un alto muro entre la Ciudadela y la ciudad para separarlas y para que quedara la Ciudadela aislada y no pudieran comprar ni vender.
37 Se reunieron, pues, para reconstruir la ciudad, pues había caído un trecho de la muralla que daba al torrente por la parte de levante; restauró también el barrio llamado Cafenatá.
38 Por su lado, Simón reconstruyó Jadidá en la Tierra Baja, la fortificó y la guarneció de puertas y cerrojos.
39 Trifón aspiraba a reinar en Asia, ceñirse la diadema y extender su mano contra el rey Antíoco.
40 Temiendo que Jonatán se lo estorbara y le hiciera la guerra, trataba de apoderarse de él y matarle. Se puso, pues, en marcha y llegó a Bet San.
41 Jonatán salió a su encuentro con 40.000 hombres escogidos para la guerra y llegó a Bet San.
42 Vio Trifón que había venido con un ejército numeroso y temió extender la mano contra él.
43 Le recibió con honores, le presentó a todos sus amigos, le hizo regalos y dio orden a sus amigos y a sus tropas que le obedeciesen como a él mismo.
44 Y dijo a Jonatán: «¿Por qué has fatigado a toda esta gente no habiendo guerra entre nosotros?
45 Envíalos a sus casas, elige algunos hombres que te acompañen y ven conmigo a Tolemaida. Te entregaré la ciudad, las demás fortalezas, el resto de las fuerzas y a todos los funcionarios, y luego emprenderé el regreso pues para eso he venido.»
46 Le creyó Jonatán y obró como le decía: despachó sus tropas, que partieron para el país de Judá,
47 y conservó consigo 3.000 hombres de los cuales dejó 2.000 en Galilea y mil le acompañaron.
48 Pero apenas entró Jonatán en Tolemaida cuando los tolemaiditas cerraron las puertas, le apresaron a él y pasaron a filo de espada a cuantos con él habían entrado.
49 Envió Trifón tropas y caballería a Galilea y a la Gran Llanura para acabar con todos los partidarios de Jonatán,
50 pero éstos, enterados de que él había sido apresado y muerto con los que le acompañaban, se animaron unos a otros y avanzaron, cerradas las filas, prontos para combatir.
51 Sus perseguidores, al ver que luchaban por su vida, se volvieron.
52 Aquéllos llegaron todos en paz al país de Judá, lloraron a Jonatán y a sus compañeros y un gran temor se apoderó de ellos. Todo Israel hizo un gran duelo.
53 Todos los gentiles circunvecinos trataban de aniquilarles: «No tienen jefe -decían- ni quien les ayude. Esta es la ocasión de atacarles y borrar su recuerdo de entre los hombres.»
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I Macabeos 13
1 Supo Simón que había juntado Trifón un ejército numeroso para ir a devastar el país de Judá.
2 Viendo al pueblo espantado y medroso, subió a Jerusalén, reunió al pueblo
3 y le exhortó diciendo: «Vosotros sabéis todo lo que hemos hecho mis hermanos, la casa de mi padre y yo por la Ley y el Lugar Santo, y las guerras y tribulaciones que hemos sufrido.
4 Por esta causa, por Israel, han muerto mis hermanos todos y he quedado yo solo.
5 Lejos de mí ahora mirar por salvar mi vida en cualquier tiempo de angustia, que no soy yo mejor que mis hermanos;
6 sino que vengaré a mi nación, al Lugar Santo y a vuestras mujeres e hijos, puesto que, impulsados por el odio, se han unido todos los gentiles para aniquilarnos.»
7 Al oír estas palabras, se enardecieron los ánimos del pueblo
8 y respondieron en alta voz diciendo: «Tú eres nuestro guía en lugar de Judas y de tu hermano Jonatán;
9 toma la dirección de nuestra guerra y haremos cuanto nos mandes».
10 Reunió entonces Simón a todos los hombres aptos para la guerra y se dio prisa en acabar las murallas de Jerusalén hasta que la fortificó en todo su contorno.
11 Envió a Jonatán, hijo de Absalón, a Joppe con un importante destacamento, el cual expulsó a los que en la ciudad estaban y se estableció en ella.
12 Partió Trifón de Tolemaida con un ejercito numeroso para entrar en el país de Judá llevando consigo prisionero a Jonatán.
13 Simón puso su campamento en Jadidá, frente a la llanura.
14 Al enterarse Trifón de que Simón había sucedido en el mando a su hermano Jonatán y que estaba preparado para entrar con él en batalla, le envió mensajeros diciéndole:
15 «Tenemos detenido a tu hermano Jonatán por las deudas contraídas con el tesoro real en el desempeño de su cargo.
16 Envíanos, pues, cien talentos de plata y a dos de sus hijos como rehenes, no sea que una vez libre se rebele contra nosotros. Entonces le soltaremos.»
17 Simón, aunque se dio cuenta de que le hablaban con falsedad, envió a buscar el dinero y los niños para no provocar contra sí una gran enemistad del pueblo que diría:
18 «Porque no envié yo el dinero y los niños, ha muerto Jonatán.»
19 Envió, pues, los niños y los cien talentos, pero Trifón faltó a su palabra y no soltó a Jonatán.
20 Después de esto, se puso Trifón en marcha para invadir la región y devastarla. Dio un rodeo por el camino de Adorá, mientras Simón y su ejército obstaculizaban su marcha dondequiera que iba.
21 Los de la Ciudadela enviaron a Trifón legados dándole prisa a que viniese donde ellos a través del desierto y les enviase víveres.
22 Preparó Trifón toda su caballería para ir, pero aquella noche cayó tal cantidad de nieve que le impidió acudir allá. Partió de allí y se fue a la región de Galaad.
23 Cuando se encontraba cerca de Bascamá, hizo matar a Jonatán, que fue enterrado allí.
24 Luego dio Trifón la vuelta y se marchó a su país.
25 Envió Simón a recoger los huesos de su hermano Jonatán y le dio sepultura en Modín, ciudad de sus padres.
26 Todo Israel hizo gran duelo por él y le lloró muchos días.
27 Simón construyó sobre el sepulcro de su padre y sus hermanos un mausoleo alto, que pudiera verse, de piedras pulidas por delante y por detrás.
28 Levantó siete pirámides, una frente a otra, dedicadas a su padre, a su madre y a sus cuatro hermanos.
29 Levantó alrededor de ellas grandes columnas y sobre las columnas hizo panoplias para recuerdo eterno. Al lado de las panoplias esculpió unas naves que pudieran ser contempladas por todos los que navegaran por el mar.
30 Tal fue el mausoleo que construyó en Modín y que subsiste en nuestros días.
31 Trifón, procediendo insidiosamente con el joven rey Antíoco, le dio muerte.
32 Ocupó el reino en su lugar, se ciñó la diadema de Asia y causó grandes estragos en el país.
33 Simón, por su parte, reconstruyó las fortalezas de Judea, las rodeó de altas torres y grandes murallas con puertas y cerrojos, y almacenó víveres en ellas.
34 Además escogió Simón hombres que envió al rey Demetrio intentando conseguir una remisión para la región, dado que toda la actividad de Trifón había sido un continuo robo.
35 El rey Demetrio contestó a su petición y le escribió la siguiente carta:
36 «El rey Demetrio saluda a Simón, sumo sacerdote y amigo de reyes, a los ancianos y a la nación de los judíos.
37 Hemos recibido la corona de oro y la palma que nos habéis enviado y estamos dispuestos a concertar con vosotros una paz completa y a escribir a los funcionarios que os concedan la remisión de las deudas.
38 Cuanto hemos decidido sobre vosotros, quede firme y sean vuestras las fortalezas que habéis construido.
39 Os perdonamos los errores y delitos cometidos hasta el día de hoy y la corona que nos debéis. Si algún otro tributo se percibía en Jerusalén, ya no se exija.
40 Y si algunos de vosotros son aptos para alistarse en nuestra guardia, alístense y haya paz entre nosotros.»
41 El año 170 quedó Israel libre del yugo de los gentiles
42 y el pueblo comenzó a escribir en las actas y contratos: «En el año primero de Simón, gran sumo sacerdote, estratega y hegúmeno de los judíos.
43 Por aquellos días puso cerco Simón a Gázara y la rodeó con sus tropas. Construyó una torre móvil que acercó a la ciudad y abriendo brecha en un baluarte, lo tomó.
44 Saltaron los de la torre a la ciudad y se produjo en ella gran agitación.
45 Los habitantes, rasgados los vestidos, subieron a la muralla con sus mujeres e hijos y pidieron a grandes gritos a Simón que les diese la mano.
46 «No nos trates, le decían, según nuestras maldades, sino según tu misericordia.»
47 Simón se reconcilió con ellos y no les atacó, pero les echó de la ciudad y mandó purificar las casas en que había ídolos. Entonces entró en ella con himnos y bendiciones.
48 Echó de ella toda impureza, estableció en ella hombres observantes de la Ley, la fortificó y se construyó en ella para sí una residencia.
49 Los de la Ciudadela de Jerusalén se veían imposibilitados de entrar y salir por la región, de comprar y de vender. Sufrían grave escasez y bastantes de ellos habían perecido de hambre.
50 Clamaron a Simón que hiciera con ellos la paz y Simón se lo concedió. Les echó de allí y purificó de inmundicias la Ciudadela.
51 Entraron en ella el día veintitrés del segundo mes del año 171 con aclamaciones y ramos de palma, con liras, címbalos y arpas, con himnos y cantos, porque un gran enemigo había sido vencido y expulsado de Israel.
52 Simón dispuso que este día se celebrara con júbilo cada año. Fortificó el monte del Templo que está al lado de la Ciudadela y habitó allí con los suyos.
53 Y viendo Simón que su hijo Juan era todo un hombre, le nombró jefe de todas las fuerzas con residencia en Gázara.
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I Macabeos 14
1 El año 172 juntó el rey Demetrio su ejército y partió para Media para procurarse ayuda con que combatir a Trifón.
2 Pero al enterarse Arsaces, rey de Persia y Media, de que Demetrio había entrado en su término, mandó a uno de sus generales para capturarle vivo.
3 Partió éste y derrotó al ejército de Demetrio, le hizo prisionero y le llevó ante Arsaces que le puso en prisión.
4 El país de Judá gozó de paz durante todos los días de Simón. El procuró el bien a su nación, les fue grato su gobierno y su gloria en todo tiempo.
5 Además de toda su gloria, tomó a Joppe como puerto y se abrió paso a las islas del mar.
6 Ensanchó las fronteras de su nación, se hizo dueño del país,
7 y repatrió numerosos cautivos. Tomó Gázara, Bet Sur y la Ciudadela, la limpió de sus impurezas y no hubo quien le resistiera.
8 Cultivaban en paz sus tierras; la tierra daba sus cosechas y los árboles del llano sus frutos.
9 Los ancianos se sentaban en las plazas, todos conversaban sobre el bienestar y los jóvenes vestían galas y armadura.
10 Procuró bastimentos a las ciudades, las protegió con fortificaciones hasta llegar la fama de su gloria a los confines de la tierra.
11 Estableció la paz en el país y gozó Israel de gran alegría.
12 Se sentaba cada cual bajo su parra y su higuera y no había nadie que les inquietara.
13 No quedó en el país quien les combatiera y fueron derrotados los reyes en aquellos días.
14 Dio apoyo a los humildes de su pueblo hizo desaparecer a todo impío y malvado. Observó fielmente la Ley,
15 dio gloria al Lugar Santo y multiplicó su ajuar.
16 Cuando llegó a Roma y hasta Esparta la noticia de la muerte de Jonatán, lo sintieron mucho;
17 pero cuando supieron que su hermano Simón le había sucedido en el sumo sacerdocio y había tomado el mando del país y sus ciudades,
18 le escribieron en planchas de bronce para renovar con él la amistad y la alianza que habían establecido con sus hermanos Judas y Jonatán.
19 Se leyeron en Jerusalén ante la asamblea.
20 Esta es la copia de la carta enviada por los espartanos: «Los magistrados y la ciudad de los espartanos saludan al sumo sacerdote Simón, a los ancianos, a los sacerdotes y al resto del pueblo de los judíos, nuestros hermanos.
21 Los embajadores enviados a nuestro pueblo nos han informado de vuestra gloria y honor y nos hemos alegrado con su venida.
22 Hemos registrado sus declaraciones entre las decisiones del pueblo en estos términos: Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatros, hijo de Jasón, embajadores de los judíos, se nos han presentado para renovar la amistad con nosotros.
23 Ha sido del agrado del pueblo recibir con honor a estos personajes y depositar la copia de sus discursos en los archivos públicos para que el pueblo espartano conserve su recuerdo. Se ha sacado una copia de esto para el sumo sacerdote Simón.»
24 Después, envió Simón a Roma a Numenio con un gran escudo de oro de mil minas de peso para confirmar la alianza con ellos.
25 Cuando estos hechos llegaron a conocimiento del pueblo, dijeron: «¿Cómo mostraremos nuestro reconocimiento a Simón y a sus hijos?
26 Porque se ha mostrado valiente, tanto él como sus hermanos y la casa de su padre, ha combatido y rechazado a los enemigos de Israel y le ha conseguido su libertad.» Grabaron una inscripción en planchas de bronce y las fijaron en estelas en el monte Sión.
27 Esta es la copia de la inscripción: «El dieciocho de Elul del año 172, año tercero del gran sumo sacerdote Simón, en Asaramel,
28 en la gran asamblea de los sacerdotes, del pueblo, de los príncipes de la nación y de los ancianos del país, se nos hizo saber lo siguiente:
29 «En los muchos combates que se dieron en nuestra región, Simón hijo de Matatías, sacerdote descendiente de los hijos de Yehoyarib, y sus hermanos se expusieron al peligro, hicieron frente a los enemigos de su nación para mantener en pie su Lugar Santo y la Ley y alcanzaron inmensa gloria para su nación.
30 Jonatán realizó la unidad de la nación y llegó a ser sumo sacerdote suyo hasta que fue a reunirse con su pueblo.
31 Quisieron los enemigos de los judíos invadir el país para devastarlo y llevar su mano contra el Lugar Santo.
32 Pero entonces se levantó Simón para combatir por su nación y gastó mucha hacienda propia en armar las tropas de su nación y pagarles la soldada.
33 Fortificó las ciudades de Judea y Bet Sur, ciudad fronteriza de Judea, donde se encontraban antes las armas de los enemigos, y puso en ella una guarnición de guerreros judíos.
34 Fortificó Joppe, situada junto al mar, y Gázara, en los límites de Azoto, donde habitaban anteriormente los enemigos, y estableció en ella una población judía a la que proveyó de todo lo necesario para su sustento.
35 Viendo el pueblo la fidelidad de Simón y la gloria que procuraba alcanzar para su nación, le nombró su hegumeno y sumo sacerdote por todos los servicios que había prestado, por la justicia y fidelidad que había guardado a su nación y por sus esfuerzos de toda clase por exaltar a su pueblo.
36 En sus días se consiguió felizmente por su medio exterminar a los gentiles de su país y a los que se encontraban en la Ciudad de David, en Jerusalén, donde se habían hecho una Ciudadela desde la que hacían salidas y mancillaban los alrededores del Lugar Santo causando graves ultrajes a su santidad.
37 Estableció en ella guerreros judíos, la fortificó para defensa de la región y de la ciudad y dio mayor altura a las murallas de Jerusalén.
38 En consecuencia, el rey Demetrio le concedió el sumo sacerdocio,
39 le contó en el número de sus amigos y le colmó de honores,
40 pues había sabido que los romanos llamaban a los judíos amigos, aliados y hermanos, que habían recibido con honor a los embajadores de Simón
41 y que a los judíos y a los sacerdotes les había parecido bien que fuese Simón su hegúmeno y sumo sacerdote para siempre hasta que apareciera un profeta digno de fe,
42 y también que fuese su estratega, que estuviese a su cuidado designar los encargados de las obras del Lugar Santo, de la administración del país, de los armamentos y de las plazas fuertes
43 (que estuviese a su cuidado el Lugar Santo), que todos le obedeciesen, que se redactasen en su nombre todos los documentos en el país, que vistiese de púrpura y llevase adornos de oro.
44 A nadie del pueblo ni de los sacerdotes le estará permitido rechazar ninguna de estas disposiciones, ni contradecir sus órdenes, ni convocar en el país asambleas sin contar con él, ni vestir de púrpura, ni llevar fíbula de oro.
45 Todo aquel que obre contrariamente a estas decisiones o anule alguna de ellas, será reo.
46 El pueblo entero estuvo de acuerdo en conceder a Simón el derecho de obrar conforme a estas disposiciones,
47 y Simón aceptó y le pareció bien ejercer el sumo sacerdocio, ser estratega y etnarca de los judíos y sacerdotes y estar al frente de todos.»
48 Decretaron que este documento se grabase en planchas de bronce, que se fijasen estas en el recinto del Lugar Santo, en lugar visible,
49 y que se archivasen copias en el Tesoro a disposición de Simón y de sus hijos.
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I Macabeos 15
1 Envió Antíoco, hijo del rey Demetrio, desde las islas del mar una carta a Simón, sacerdote y etnarca de los judíos, y a toda la nación,
2 redactada en los siguientes términos: «El rey Antíoco saluda a Simón, sumo sacerdote y etnarca, y a la nación de los judíos.
3 Puesto que una peste de hombres ha venido a apoderarse del reino de nuestros padres, y he resuelto reivindicar mis derechos sobre él y restablecerlo como anteriormente estaba, y he reclutado fuerzas considerables y equipado navíos de guerra,
4 y quiero desembarcar en el país para encontrarme con los que lo han arruinado y han devastado muchas ciudades de mi reino,
5 ratifico ahora en tu favor todas las exenciones que te concedieron los reyes anteriores a mí y cuantas dispensas de otras donaciones te otorgaron.
6 Te autorizo a acuñar moneda propia de curso legal en tu país.
7 Jerusalén y el Lugar Santo sean libres. Todas las armas que has fabricado y las fortalezas que has construido y ocupas, queden en tu poder.
8 Cuanto debes al tesoro real y cuanto en el futuro dejes a deber, te sea perdonado desde ahora para siempre.
9 Y cuando hayamos ocupado nuestro reino, te honraremos a ti, a tu nación y al santuario con tales honores que vuestra gloria será conocida en toda la tierra.»
10 El año 174 partió Antíoco para el país de sus padres y todas las tropas se pasaron a él de modo que pocos quedaron con Trifón.
11 Antíoco se lanzó en su persecución y Trifón se refugió en Dora a orillas del mar,
12 porque veía que las desgracias se abatían sobre él y se encontraba abandonado de sus tropas.
13 Antíoco puso cerco a Dora con los 120.000 combatientes y los 8.000 jinetes que consigo tenía.
14 Bloqueó la ciudad, y de la parte del mar se acercaron las naves, de modo que estrechó a la ciudad por tierra y por mar sin dejar que nadie entrase o saliese.
15 Entre tanto, regresaron de Roma Numenio y sus acompañantes trayendo cartas para los reyes y países, escritas de este modo:
16 «Lucio, cónsul de los romanos, saluda al rey Tolomeo.
17 Han venido a nosotros, en calidad de amigos y aliados nuestros, los embajadores de los judíos para renovar nuestra antigua amistad y alianza, enviados por el sumo sacerdote Simón y por el pueblo de los judíos,
18 y nos han traído un escudo de oro de mil minas.
19 Nos ha parecido bien, en consecuencia, escribir a los reyes y países que no intenten causarles mal alguno, ni les ataquen a ellos ni a sus ciudades ni a su país, y que no presten su apoyo a los que los ataquen.
20 Hemos decidido aceptar de ellos el escudo.
21 Si, pues, individuos perniciosos huyen de su país y se refugian en el vuestro, entregadlos al sumo sacerdote Simón para que los castigue según su ley.»
22 Cartas iguales fueron remitidas al rey Demetrio, a Atalo, a Ariarates, a Arsaces
23 y a todos los países: a Sámpsamo, a los espartanos, a Delos, a Mindos, a Sición, a Caria, a Samos, a Panfilia, a Licia, a Halicarnaso, a Rodas, a Fasélida, a Cos, a Side, a Arados, a Gortina, a Cnido, a Chipre y a Cirene.
24 Redactaron además una copia de esta carta para el sumo sacerdote Simón.
25 El rey Antíoco, pues, tenía puesto cerco a Dora en los arrabales, lanzaba sin tregua sus tropas contra la ciudad y construía ingenios de guerra. Tenía bloqueado a Trifón y nadie podía entrar ni salir.
26 Simón le envió 2.000 hombres escogidos para ayudarle en la lucha, además de plata, oro y abundante material.
27 Pero no quiso recibir el envío; antes bien rescindió cuanto había convenido anteriormente con Simón y se mostró hostil con él.
28 Envió donde él a Atenobio, uno de sus amigos, a entrevistarse con él y decirle: «Vosotros ocupáis Joppe, Gázara y la Ciudadela de Jerusalén, ciudades de mi reino.
29 Habéis devastado sus territorios, causado graves daños en el país y os habéis adueñado de muchas localidades de mi reino.
30 Devolved, pues, ahora las ciudades que habéis tomado y los impuestos de las localidades de que os habéis adueñado fuera de los límites de Judea.
31 O bien, pagad en compensación quinientos talentos de plata y otros quinientos talentos por los estragos que habéis causado y por los impuestos de las ciudades. De lo contrario iremos y os haremos la guerra.»
32 Llegó, pues, Atenobio, el amigo del rey, a Jerusalén y al ver la magnificencia de Simón, su aparador con vajilla de oro y plata y todo el esplendor que le rodeaba, quedó asombrado. Le comunicó el mensaje del rey
33 y Simón le respondió con estas palabras: «Ni nos hemos apoderado de tierras ajenas ni nos hemos apropiado bienes de otros, sino de la heredad de nuestros padres. Por algún tiempo la poseyeron injustamente nuestros enemigos
34 y nosotros, aprovechando una ocasión favorable, hemos recuperado la heredad de nuestros padres.
35 En cuanto a Joppe y Gázara que nos reclamas, esas ciudades causaban graves daños al pueblo y asolaban nuestro país. Por ellas daremos cien talentos.» No respondió palabra Atenobio,
36 sino que se volvió furioso donde el rey y le refirió la respuesta, la magnificencia de Simón y todo lo que había visto. El rey montó en violenta cólera.
37 Trifón, embarcado en una nave, huyó a Ortosia.
38 Entonces el rey nombró a Cendebeo epistratega de la Zona Marítima y le entregó tropas de infantería y de caballería,
39 con la orden de acampar frente a Judea, construir Cedrón, fortificar sus puertas y combatir contra el pueblo. El rey partió en seguimiento de Trifón.
40 Cendebeo llegó a Yamnia y comenzó a hostigar al pueblo, efectuar incursiones por Judea, capturar prisioneros y matar.
41 Reconstruyó Cedrón donde alojó caballería y tropas para recorrer en salidas los caminos de Judea como se lo tenía ordenado el rey.
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I Macabeos 16
1 Subió Juan de Gázara y comunicó a su padre Simón las actividades de Cendebeo.
2 Simón llamó entonces a sus dos hijos mayores, Judas y Juan, y les dijo: «Mis hermanos y yo y la casa de mi padre hemos combatido a los enemigos de Israel desde nuestra juventud hasta el día de hoy y llevamos muchas veces a feliz término la liberación de Israel;
3 pero ahora ya estoy viejo mientras que vosotros, por la misericordia del Cielo, estáis en buena edad. Ocupad, pues, mi puesto y el de mi hermano, salid a combatir por nuestra nación y que el auxilio del Cielo sea con vosotros.»
4 Escogió luego en el país 20.000 combatientes y jinetes que partieron contra Cendebeo y pasaron la noche en Modín.
5 Al levantarse de mañana, avanzaron hacia la llanura y he aquí que un ejército numeroso, infantería y caballería, venía a su encuentro. Un torrente se interponía entre ellos.
6 Juan con sus tropas tomó posiciones frente al enemigo y advirtiendo que sus tropas tenían miedo de pasar el torrente, lo pasó él el primero, y sus hombres, al verle, pasaron detrás de él.
7 Dividió su ejército (en dos cuerpos) y puso a los jinetes en medio de los de a pie, pues la caballería de los contrarios era muy numerosa.
8 Tocaron las trompetas y Cendebeo y su ejército salieron derrotados. Muchos de ellos cayeron heridos de muerte y los que quedaron huyeron en dirección a la fortaleza.
9 Entonces cayó herido Judas, el hermano de Juan. Pero Juan los persiguió hasta que Cendebeo entró en Cedrón que él había construido.
10 Fueron también a refugiarse en las torres que hay por los campos de Azoto y Juan le prendió fuego. Unos 2.000 de ellos sucumbieron y Juan regresó en paz a Judea.
11 Tolomeo, hijo de Abubos, había sido nombrado estratega de la llanura de Jericó y poseía mucha plata y oro,
12 pues era yerno del sumo sacerdote.
13 Su corazón se ensoberbeció tanto que aspiró a apoderarse del país, para lo cual tramaba quitar a traición la vida a Simón y a sus hijos.
14 Yendo Simón de inspección por las ciudades del país preocupándose de su administración, bajó con sus hijos, Matatías y Judas, a Jericó. Era el año 177 en el undécimo mes que es el mes de Sebat.
15 El hijo de Abubos los recibió traidoramente en una pequeña fortaleza llamada Dok que él había construido, les dio un gran banquete y ocultó allí hombres.
16 Cuando Simón y sus hijos estuvieron bebidos, se levantó Tolomeo con los suyos, tomaron sus armas y lanzándose sobre Simón en la sala del banquete, le mataron a él, a sus dos hijos y a algunos de sus servidores.
17 Cometió de esta manera una gran alevosía y devolvió mal por bien.
18 Luego escribió Tolemeo al rey contándole lo ocurrido y pidiéndole que le enviara tropas en su auxilio para entregarle el país y sus ciudades.
19 Envió otros a Gázara para quitar de en medio a Juan. Escribió a los quiliarcos invitándoles a venir donde él para darles plata, oro y otras dádivas.
20 Envió otros que se apoderasen de Jerusalén y del monte del santuario.
21 Pero adelantándose uno, anunció a Juan en Gázara que su padre y sus hermanos había perecido y añadió: «Ha enviado gente a matarte a ti también.»
22 Al oír estas noticias quedó profundamente afectado, prendió a los hombres que venían a matarle y les dio muerte, pues sabía que pretendían asesinarle.
23 Las restantes actividades de Juan, sus guerras, las proezas que llevó a cabo, las murallas que levantó y otras empresas suyas
24 están escritas en el libro de los Anales de su pontificado a partir del día en que fue nombrado sumo sacerdote como sucesor de su padre.
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Tito

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Índice: Sagrada Escritura, Tito

1     2     3
     

 


Tito 1

1 Pablo, siervo de Dios, apóstol de Jesucristo para llevar a los escogidos de Dios a la fe y al pleno conocimiento de la verdad que es conforme a la piedad,
2 con la esperanza de vida eterna, prometida desde toda la eternidad por Dios que no miente,
3 y que en el tiempo oportuno ha manifestado su Palabra por la predicación a mí encomendada según el mandato de Dios nuestro Salvador,
4 a Tito, verdadero hijo según la fe común. Gracia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Salvador.
5 El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.
6 El candidato debe ser irreprochable, casado una sola vez, cuyos hijos sean creyentes, no tachados de libertinaje ni de rebeldía.
7 Porque el epíscopo, como administrador de Dios, debe ser irreprochable; no arrogante, no colérico, no bebedor, no violento, no dado a negocios sucios;
8 sino hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, piadoso, dueño de sí.
9 Que esté adherido a la palabra fiel, conforme a la enseñanza, para que sea capaz de exhortar con la sana doctrina y refutar a los que contradicen.
10 Porque hay muchos rebeldes, vanos habladores y embaucadores, sobre todo entre los de la circuncisión,
11 a quienes es menester tapar la boca; hombres que trastornan familias enteras, enseñando por torpe ganancia lo que no deben.
12 Uno de ellos, profeta suyo, dijo: «Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos.»
13 Este testimonio es verdadero. Por tanto repréndeles severamente, a fin de que conserven sana la fe,
14 y no den oídos a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.
15 Para los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio, pues su mente y conciencia están contaminadas.
16 Profesan conocer a Dios, mas con sus obras le niegan; son abominables y rebeldes e incapaces de toda obra buena.
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Tito 2
1 Mas tú enseña lo que es conforme a la sana doctrina;
2 que los ancianos sean sobrios, dignos, sensatos, sanos en la fe, en la caridad, en la paciencia, en el sufrimiento;
3 que las ancianas asimismo sean en su porte cual conviene a los santos: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, maestras del bien,
4 para que enseñen a las jóvenes a ser amantes de sus maridos y de sus hijos,
5 a ser sensatas, castas, hacendosas, bondadosas, sumisas a sus maridos, para que no sea injuriada la Palabra de Dios.
6 Exhorta igualmente a los jóvenes para que sean sensatos en todo.
7 Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad,
8 palabra sana, intachable, para que el adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros.
9 Que los esclavos estén sometidos en todo a sus dueños, sean complacientes y no les contradigan;
10 que no les defrauden, antes bien muestren una fidelidad perfecta para honrar en todo la doctrina de Dios nuestro Salvador.
11 Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres,
12 que nos enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad en el siglo presente,
13 aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo;
14 el cual se entregó por nosotros a fin de rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo, fervoroso en buenas obras.
15 Así has de enseñar, exhortar y reprender con toda autoridad. Que nadie te desprecie.
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Tito 3
1 Amonéstales que vivan sumisos a los magistrados y a las autoridades, que les obedezcan y estén prontos para toda obra buena;
2 que no injurien a nadie, que no sean pendencieros sino apacibles, mostrando una perfecta mansedumbre con todos los hombres.
3 Pues también nosotros fuimos en algún tiempo insensatos, desobedientes, descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros.
4 Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres,
5 él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo,
6 que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador,
7 para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna.
8 Es cierta esta afirmación, y quiero que en esto te mantengas firme, para que los que creen en Dios traten de sobresalir en la práctica de las buenas obras. Esto es bueno y provechoso para los hombres.
9 Evita discusiones necias, genealogías, contiendas y disputas sobre la Ley, porque son inútiles y vanas.
10 Al sectario, después de una y otra amonestación, rehúyele;
11 ya sabes que ése está pervertido y peca, condenado por su propia sentencia.
12 Cuando te envíe a Artemas o a Tíquico, date prisa en venir donde mí a Nicópolis, porque he pensado pasar allí el invierno.
13 Cuida de proveer de todo lo necesario para el viaje a Zenas, el perito en la Ley, y a Apolo, de modo que nada les falte.
14 Que aprendan también los nuestros a sobresalir en la práctica de las buenas obras, atendiendo a las necesidades urgentes, para que no sean unos inútiles.
15 Te saludan todos los que están conmigo. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros.
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Judit

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Índice: Sagrada Escritura, Judit

1      2      3      4      5      6      7      8      9      10      11      12      13      14      15      16

     







Judit 1
1 El año doce del reinado de Nabucodonosor, que reinó sobre los asirios en la gran ciudad de Nínive, Arfaxad, que reinaba en aquel tiempo sobre los medos, en Ecbátana,
2 rodeó esta ciudad con un muro de piedras de sillería que tenían tres codos de anchura y seis codos de longitud, dando al muro una altura de setenta codos y una anchura de cincuenta.
3 Alzó torres de cien codos junto a las puertas, siendo la anchura de sus cimientos sesenta codos.
4 Las puertas se elevaban a setenta codos de altura, con una anchura de cuarenta codos, para permitir la salida de sus fuerzas y el desfile ordenado de la infantería.
5 Por aquellos días, el rey Nabucodonosor libró batallas contra el rey Arfaxad, en la gran llanura que está en el territorio de Ragáu.
6 Se le unieron todos los habitantes de las montañas, todos los habitantes de Eufrates, del Tigris y del Hidaspes y los de la llanura de Arioj, rey de Elam. Se congregaron, pues, muchos pueblos, para combatir a los hijos de Jeleúd.
7 Envió, además, Nabucodonosor, rey de Asiria, mensajeros a todos los habitantes de Persia, y a todos los habitantes de Occidente: a los de Cilicia, Damasco, el Líbano y el Antilíbano, y a todos los que viven en el litoral,
8 a todos los pueblos del Carmelo y Galaad, de la Galilea superior y de la gran llanura de Esdrelón,
9 a todos los de Samaría y sus ciudades, y a los del otro lado del Jordán, hasta Jerusalén, Batanea, Jelús, Cadés, el río de Egipto, Tafnes, Remeses y toda la tierra de Gósem,
10 y hasta más arriba de Tanis y Menfis, a todos los habitantes de Egipto, hasta los confines de Etiopía.
11 Pero los moradores de toda aquella tierra despreciaron el mensaje de Nabucodonosor, rey de los asirios, y no quisieron ir con él a la guerra, pues no le temían, sino que le consideraban un hombre sin apoyo. Así que despidieron a los mensajeros de vacío y afrentados.
12 Nabucodonosor experimentó una gran cólera contra toda aquella tierra y juró por su trono y por su reino que tomaría venganza y pasaría a cuchillo todo el territorio de Cilicia, Damasco y Siria, y a todos los habitantes de Moab, a los ammonitas, a toda la Judea y a todos los de Egipto, hasta los confines de los dos mares.
13 El año diecisiete libró batalla con su ejército contra el rey Arfaxad; le derrotó en el combate, poniendo en fuga a todas las fuerzas de Arfaxad, a toda su caballería y a todos sus carros;
14 se apoderó de sus ciudades, llegó hasta Ecbátana, ocupó sus torres, devastó sus calles y convirtió en afrenta su hermosura.
15 Alcanzó a Arfaxad en las montañas de Ragáu, lo atravesó con sus lanzas y le destruyó para siempre.
16 Luego regresó con sus soldados y con una inmensa multitud de gente armada que se les había agregado. Y se quedó allí con su ejército, viviendo en la molicie, durante 120 días.
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Judit 2
1 El año dieciocho, el día veintidós del primer mes, se celebró consejo en el palacio de Nabucodonosor, rey de Asiria, en orden a la venganza que había de tomarse a toda aquella tierra, tal como lo había anunciado.
2 Convocó a todos sus ministros y a todos sus magnates y expuso ante ellos su secreto designio, decidiendo con su propia boca la total desgracia de aquella tierra.
3 Y ellos sentenciaron que debía ser destruida toda carne que no había escuchado las palabras de su boca.
4 Acabado el consejo, Nabucodonosor, rey de Asiria, llamó a Holofernes, jefe supremo del ejército y segundo suyo, y le dijo:
5 «Así dice el gran rey, señor de toda la tierra: Parte de junto a mí. Toma contigo hombres de valor probado, unos 120.000 infantes y una gran cantidad de caballos, con 12.000 jinetes;
6 marcha contra toda la tierra de occidente, pues no escucharon las palabras de mi boca.
7 Ordénales que pongan a tu disposición tierra y agua, porque partiré airado contra ellos y cubriré toda la superficie de la tierra con los pies de mis soldados, a los que entregaré el país como botín.
8 Sus heridos llenarán sus barrancos; sus ríos y torrentes, repletos todos de cadáveres, se desbordarán;
9 y los deportaré hasta los confines de la tierra.
10 Parte, pues, y comienza por apoderarte de su territorio. Si se rinden a ti, resérvamelos para el día de su vergüenza.
11 Pero que no perdone tu ojo a los rebeldes. Entrégalos a la muerte y al saqueo en todo el país conquistado.
12 Porque, por mi vida y por el poderío de mi reino, como lo he dicho, lo cumpliré por mi propia mano.
13 Por tu parte, no traspases ni una sola de las órdenes de tu señor; las cumplirás estrictamente, sin tardanza, tal como te lo he mandado.»
14 En saliendo Holofernes de la presencia de su señor, convocó a todos los príncipes, jefes y capitanes del ejército asirio,
15 y eligió a los hombres más selectos para la guerra, como lo había ordenado su señor: unos 120.000 hombres, más 12.000 arqueros a caballo,
16 y los puso en orden de combate, como se ordena una multitud para la batalla.
17 Tomó una gran cantidad de camellos, asnos y mulas para el bagaje e incontable número de ovejas, bueyes y cabras para el avituallamiento;
18 provisiones abundantes para cada hombre y muchísimo oro y plata de la casa real.
19 Se puso luego Holofernes en camino con todo su ejército para preceder al rey Nabucodonosor y para cubrir toda la superficie de la tierra de occidente con sus carros, sus caballos y sus mejores infantes.
20 Se les agregó una multitud tan numerosa como la langosta y como la arena de la tierra, que les seguía en tan gran número que no se podía calcular.
21 Se alejaron de Nínive tres jornadas de camino hasta la llanura de Bektilez, y acamparon junto a Bektilez, cerca del monte que está a la izquierda de la Cilicia superior.
22 Tomó todo su ejército, infantes, jinetes y carros, y partió de allí hacia la montaña.
23 Desbarató a Put y Lud, devastó a todos los hijos de Rassis y a los hijos de Ismael que están al borde del desierto, al sur de Jeleón,
24 atravesó el Eufrates, recorrió Mesopotamia, arrasó todas las ciudades altas que dominan el torrente Abroná y llegó hasta el mar.
25 Se apoderó del territorio de Cilicia y, derrotando a cuantos se le oponían, alcanzó la frontera de Jafet por el sur, frente a Arabia.
26 Cercó a todos los madianitas, incendió sus tiendas y saqueó sus aduares;
27 descendió hacia la llanura de Damasco, al tiempo de la siega del trigo, incendió todos sus cultivos, exterminó sus rebaños de ovejas y bueyes, saqueó sus ciudades, devastó sus campos y pasó a cuchillo a todos sus jóvenes.
28 Temor y espanto de él cayó sobre todos los habitantes del litoral. Los de Sidón y Tiro, los habitantes de Sur y Okina, los de Yamnia, Azoto y Ascalón temblaron ante él.
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Judit 3
1 Entonces le enviaron mensajeros para decirle en son de paz:
2 «Nosotros, siervos del gran rey Nabucodonosor, nos postramos ante ti. Trátanos como mejor te parezca.
3 Nuestras granjas y todo nuestro territorio, nuestros campos de trigo, los rebaños de ovejas y bueyes, todas las majadas de nuestros campamentos, están a tu disposición. Haz con ellos lo que quieras.
4 También nuestras ciudades y los que las habitan son siervos tuyos. Ven, dirígete a ellas y haz lo que te parezca bien.»
5 Los enviados se presentaron ante Holofernes y le comunicaron estas palabras.
6 Entonces él bajó con todo su ejército al litoral, puso guarniciones en las ciudades altas, y les tomó los mejores hombres en calidad de tropas auxiliares.
7 Los habitantes de las ciudades y todos los de los contornos salieron a recibirle con coronas y danzando al son de tambores.
8 El saqueó sus santuarios y taló sus bosques sagrados, pues había recibido la orden de destruir todas las divinidades del país para que todas las gentes adorasen únicamente a Nabucodonosor y todas las lenguas y todas las tribus le proclamasen dios.
9 Llegó después frente a Esdrelón, junto a Dotán, que está ante la gran sierra montañosa de Judea,
10 acamparon entre Gueba y Escitópolis y se detuvo allí un mes, haciendo acopio de provisiones para su ejército.
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Judit 4
1 Los israelitas que habitaban en Judea oyeron todo cuanto Holofernes, jefe supremo del ejército de Nabucodonosor, rey de Asiria, había hecho con todas las naciones: cómo había saqueado sus templos y los había destruido,
2 y tuvieron gran miedo ante él, temblando por la suerte de Jerusalén y por el Templo del Señor su Dios,
3 pues hacía poco que habían vuelto del destierro y apenas si acababa de reunirse el pueblo de Judea y de ser consagrados el mobiliario, el altar y el Templo profanados.
4 Pusieron, pues, sobre aviso a toda la región de Samaría, a Koná, Bet Jorón, Belmáin, Jericó, y también Joba, Esorá y el valle de Salem,
5 y ocuparon con tiempo todas las alturas de las montañas más elevadas, fortificaron los poblados que había en ellas e hicieron provisiones con vistas a la guerra, pues tenían reciente la cosecha de los campos.
6 El sumo sacerdote Yoyaquim, que estaba entonces en Jerusalén, escribió a los habitantes de Betulia y Betomestáin, que está frente a Esdrelón, a la entrada de la llanura cercana a Dotán,
7 ordenándoles que tomaran posiciones en las subidas de la montaña que dan acceso a Judea, pues era fácil detener allí a los atacantes por la angostura del paso que sólo permite avanzar dos hombres de frente.
8 Los israelitas cumplieron la orden del sumo sacerdote Yoyaquim y del Consejo de Ancianos de todo el pueblo de Israel que se encontraba en Jerusalén.
9 Todos los hombres de Israel clamaron a Dios con gran fervor, y con gran fervor se humillaron;
10 y ellos, sus mujeres, sus hijos y sus ganados, los forasteros residentes, los jornaleros y los esclavos, se ciñeron de sayal.
11 Todos los hombres, mujeres y niños de Israel que habitaban en Jerusalén se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron las manos ante el Señor.
12 Cubrieron el altar de saco y clamaron insistentemente, todos a una, al Dios de Israel, para que no entregase sus hijos al saqueo, sus mujeres al pillaje, las ciudades de su herencia a la destrucción y las cosas santas a la profanación y al ludibrio, para mofa de los gentiles.
13 El Señor oyó su voz y vio su angustia. El pueblo ayunó largos días en toda Judea y en Jerusalén, ante el santuario del Señor Omnipotente.
14 El sumo sacerdote Yoyaquim y todos los que estaban delante del Señor, sacerdotes y ministros del Señor, ceñidos de sayal, ofrecían el holocausto perpetuo, las oraciones y las ofrendas voluntarias del pueblo,
15 y con la tiara cubierta de ceniza clamaban al Señor con todas sus fuerzas para que velara benignamente por toda la casa de Israel.
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Judit 5
1 Se dio aviso a Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, de que los israelitas se habían preparado para la guerra, que habían cerrado los pasos de las montañas, fortificado todas las alturas de los montes elevados y puesto obstáculos en las llanuras.
2 Esto le irritó sobremanera, y mandó llamar a todos los jefes de Moab, a los generales de Ammón y a todos los sátrapas del litoral,
3 les dijo: «Hijos de Canaán, hacedme saber quién es este pueblo establecido en la montaña, qué ciudades habita, cuál es la importancia de su ejército y en qué estriba su poder y su fuerza, qué rey está a su frente y manda a sus soldados,
4 y por qué, a diferencia de todos los demás pueblos de occidente, han desdeñado salir a recibirme.»
5 Entonces Ajior, general de todos los ammonitas, le dijo: «Escuche mi señor las palabras de la boca de tu siervo y te diré la verdad sobre este pueblo que habita esta montaña junto a la que te encuentras. No saldrá mentira de la boca de tu siervo.
6 Este pueblo desciende de los caldeos.
7 Al principio se fueron a residir a Mesopotamia, porque no quisieron seguir a los dioses de sus padres, que vivían en Caldea.
8 Se apartaron del camino de sus padres y adoraron al Dios del Cielo, al Dios que habían reconocido. Por eso les arrojaron de la presencia de sus dioses y ellos se refugiaron en Mesopotamia, donde residieron por mucho tiempo.
9 Su Dios les ordenó salir de su casa y marchar a la tierra de Canaán; se establecieron en ella y fueron colmados de oro, de plata y de gran cantidad de ganado.
10 Bajaron después a Egipto, porque el hambre se extendió sobre la superficie de la tierra de Canaán, y permanecieron allí mientras tuvieron alimentos. Allí se hicieron muy numerosos, de modo que no se podía contar a los de su raza.
11 Pero el rey de Egipto se alzó contra ellos y los engañó con el trabajo de los ladrillos, los humilló y los redujo a esclavitud.
12 Clamaron a su Dios, que castigó la tierra de Egipto con plagas incurables. Los egipcios, entonces, los arrojaron lejos de sí.
13 Dios secó a su paso el mar Rojo,
14 y los condujo por el camino del Sinaí y Cadés Barnea. Arrojaron a todos los moradores del desierto,
15 se establecieron en el país de los amorreos y aniquilaron por la fuerza a todos los jesbonitas. Pasaron el Jordán y se apoderaron de toda la montaña,
16 expulsaron ante ellos al cananeo, al perizita, al jebuseo, a los siquemitas y a todos los guirgasitas, y habitaron allí por mucho tiempo.
17 Mientras no pecaron contra su Dios vivieron en prosperidad, porque está en medio de ellos un Dios que odia la iniquidad.
18 Pero cuando se apartaron del camino que les había impuesto, fueron duramente aniquilados por múltiples guerras, y deportados a tierra extraña; el Templo de su Dios fue arrasado y sus ciudades cayeron en poder de sus adversarios.
19 Pero ahora, habiéndose convertido a su Dios, han vuelto de los diversos lugares en que habían sido dispersados, han tomado posesión de Jerusalén, donde se encuentra su santuario, y se han establecido en la montaña que había quedado desierta.
20 Así pues, dueño y señor, si hay algún extravío en este pueblo, si han pecado contra su Dios, y vemos que hay en ellos alguna causa de ruina, subamos y ataquémoslos.
21 Pero si no hay iniquidad en esa gente, que mi señor se detenga, no sea que su Dios y Señor les proteja con su escudo y nos hagamos nosotros la irrisión de toda la tierra.»
22 En acabando de decir Ajior todas estas palabras, se alzó un murmullo entre toda la gente que estaba en torno de la tienda, y los magnates de Holofernes y los habitantes de la costa y de Moab hablaron de despedazarle.
23 «¡No tememos a los israelitas! No son gente que tenga fuerza ni vigor para un encuentro violento.
24 ¡Subamos y serán un bocado para todo tu ejército, señor, Holofernes!»
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Judit 6
1 Calmado el tumulto provocado por los hombres que estaban en torno al Consejo. Holofernes, jefe supremo del ejército de Asiria, dijo a Ajior delante de todos los pueblos extranjeros y de los moabitas:
2 «¿Quién eres tú, Ajior, y quiénes los mercenarios de Ammón, que te permites hoy lanzar profecías entre nosotros y nos aconsejas que no luchemos contra esta ralea de Israel, porque su Dios los cubrirá con su escudo? ¿Qué otro dios hay fuera de Nabucodonosor? Este enviará su fuerza y los aniquilará de sobre la faz de la tierra, sin que su Dios pueda librarlos.
3 Nosotros, sus siervos, los batiremos como si fueran sólo un hombre,
4 y no podrán resistir el empuje de nuestros caballos. Los pasaremos a fuego sin distinción. Sus montes se embriagarán de su sangre y sus llanuras se colmarán con sus cadáveres. No podrán mantenerse a pie firme ante nosotros y serán totalmente destruidos, dice el rey Nabucodonosor, Señor de toda la tierra. Porque lo ha dicho y no quedarán sin cumplimiento sus palabras.
5 Cuanto a ti, Ajior, mercenario ammonita, que has dicho estas palabras el día de tu iniquidad, a partir de ahora no verás ya mi rostro hasta el día en que tome venganza de esa ralea venida de Egipto.
6 Entonces, el hierro de mis soldados y la lanza de mis servidores te atravesará los costados y caerás junto a sus heridos, cuando yo me revuelva contra ellos.
7 Mis servidores te van a llevar a la montaña y te van a dejar en una de las ciudades que están en las subidas.
8 No perecerás sino cuando seas aniquilado justo con ellos.
9 Y no muestres un rostro tan abatido ya que en tu corazón esperas que no serán conquistados. Así lo digo y no dejará de cumplirse ni una sola de mis palabras.»
10 Holofernes ordenó a los servidores que estaban al servicio de su tienda que tomasen a Ajior, lo llevasen a Betulia y lo entregasen en manos de los israelitas.
11 Los servidores le agarraron y le condujeron fuera del campamento, a la llanura; y de la llanura abierta pasaron a la región montañosa, alcanzando las fuentes que había al pie de Betulia.
12 Cuando los hombres de la ciudad los divisaron desde la cumbre del monte, corrieron a las armas y salieron fuera de la ciudad, a la cumbre del monte, mientras los honderos dominaban la subida y disparaban sus piedras contra ellos.
13 Entonces los asirios se deslizaron al pie del monte, ataron a Ajior, lo dejaron tendido en la falda y se volvieron donde su señor.
14 Los israelitas bajaron de su ciudad, se acercaron y desatándole le llevaron a Betulia y le presentaron a los jefes de la ciudad,
15 que en aquel tiempo eran Ozías, hijo de Miqueas, de la tribu de Simeón, Jabrís, hijo de Gotoniel, y Jarmís, hijo de Melkiel.
16 Estos mandaron convocar a todos los ancianos de la ciudad. Se unieron también a la asamblea todos lo jóvenes y las mujeres; pusieron a Ajior en medio de todo el pueblo y Ozías le interrogó acerca de los sucedido.
17 Ajior respondió narrándoles las deliberaciones habidas en el Consejo de Holofernes, todas las cosas que él mismo había dicho delante de todos los jefes de los asirios y las bravatas que Holofernes había proferido contra la casa de Israel.
18 Entonces el pueblo se postró, adoró a Dios y clamó:
19 «Señor, Dios del cielo, mira su soberbia, compadécete de la humillación de nuestra raza y mira con piedad el rostro de los que te están consagrados».
20 Después dieron ánimos a Ajior y le felicitaron calurosamente,
21 y a la salida de la asamblea, Ozías le condujo a su propia casa y ofreció un banquete a los ancianos. Y estuvieron invocando la ayuda del Dios de Israel durante toda la noche.
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Judit 7
1 Al día siguiente ordenó Holofernes a todo su ejército y a todos los pueblos que iban como tropas auxiliares mover el campo contra Betulia, ocupar los accesos de la montaña y comenzar las hostilidades contra los israelitas.
2 El mismo día levantaron el campo todos los hombres de su ejército; el número de sus guerreros era de 120.000 infantes y 12.000 jinetes, sin contar los encargados del bagaje y la gran cantidad de hombres que iban a pie con ellos.
3 Acamparon en el valle que hay cerca de Betulia, junto a la fuente, y se desplegaron en profundidad desde Dotán hasta Belbáin, y en longitud desde Betulia hasta Kiamón, que está frente a Esdrelón.
4 Cuando los israelitas vieron su muchedumbre, quedaron sobrecogidos y se dijeron unos a otros: «Estos ahora van a arrasar toda la tierra y ni los montes más altos ni los barrancos ni las colinas podrán soportar su peso.»
5 Tomó cada cual su equipo de guerra, encendieron hogueras en las torres y permanecieron sobre las armas toda aquella noche.
6 Al segundo día, Holofernes hizo desfilar toda su caballería ante los israelitas que había en Betulia.
7 Inspeccionó todas las subidas de la ciudad, reconoció las fuentes y las ocupó, dejando en ellas guarniciones de soldados; y él se volvió donde su ejército.
8 Se acercaron entonces a él los príncipes de los hijos de Esaú, todos los jefes de los moabitas y los generales del litoral, y le dijeron:
9 «Que nuestro señor escuche una palabra y no habrá ni un solo herido en tu ejército.
10 Este pueblo de los israelitas no confía tanto en sus lanzas como en las alturas de los montes en que habitan. De hecho no es fácil escalar la cumbre de estos montes.
11 «Por eso, señor, no pelees contra ellos en el orden de batalla acostumbrado, para que no caiga ni un solo hombre de los tuyos.
12 Quédate en el campamento y conserva todos los hombres de tu ejército. Que tus siervos se apoderen de la fuente que brota en la falda de la montaña,
13 porque de ella se abastecen todos los habitantes de Betulia. La sed los destruirá y tendrán que entregarte la ciudad. Nosotros y nuestro pueblo ocuparemos las alturas de los montes cercanos y acamparemos en ellas, vigilando para que no salga de la ciudad ni un solo hombre.
14 Ellos, sus mujeres y sus hijos, serán consumidos por el hambre y, aun antes de que la espada les alcance, caerán tendidos por las plazas de su ciudad.
15 Entonces les impondrás un duro castigo por haberse rebelado y no haber salido a tu encuentro en son de paz.»
16 Parecieron bien estos consejos a Holofernes y a todos sus oficiales, y ordenó que se ejecutara lo que proponían.
17 Se puso en marcha el ejército moabita, reforzado por 5.000 asirios, acamparon en el valle y se apoderaron de los depósitos de agua y de las fuentes de los israelitas.
18 Los edomitas y ammonitas, por su parte, acamparon en el monte, frente a Dotán, y enviaron destacamentos hacia el sur y el este, frente a Egrebel, que está al lado de Jus, sobre el torrente Mojmur. El resto del ejército asirio quedó acampado en la llanura y cubría toda la superficie del suelo. Sus tiendas y bagajes formaban un campamento inmenso, porque eran una enorme muchedumbre.
19 Clamaron los israelitas al Señor su Dios, pues su ánimo empezaba a flaquear, viendo que el enemigo les había cercado y cortado toda retirada.
20 34 días estuvieron cercados por todo el ejército asirio, infantes, carros y jinetes. A todos las habitantes de Betulia se les acabaron las reservas de agua;
21 las cisternas se agotaron; ni un solo día podían beber a satisfacción, porque se les daba el agua racionada.
22 Los niños aparecían abatidos, las mujeres y los adolescentes desfallecían de sed y caían en las plazas y a las salidas de las puertas de la ciudad, faltos de fuerzas.
23 Todo el pueblo, los adolescentes, las mujeres y los niños, se reunieron en torno a Ozías y a los jefes de la ciudad y clamaron a grandes voces, diciendo delante de los ancianos:
24 «Juzgue Dios entre nosotros y vosotros, pues habéis cometido una gran injusticia contra nosotros, por no haber hecho tentativas de paz con los asirios.
25 Y ahora no hay nadie que pueda valernos. Dios nos ha vendido en sus manos, para sucumbir ante ellos de sed y destrucción total.
26 Llamadles ahora mismo y entregad toda la ciudad al saqueo de la gente de Holofernes y de todo su ejército.
27 Mejor nos es convertirnos en botín suyo. Seremos sus esclavos, pero salvaremos la vida y no tendremos que ver cómo, a nuestros ojos, se mueren nuestros niños y expiran nuestras mujeres y nuestros hijos.
28 Os conjuramos por el cielo y por la tierra, y por nuestro Dios, Señor de nuestros padres, que nos ha castigado por nuestros pecados, y por los pecados de nuestros padres, que cumpláis ahora mismo nuestros deseos.»
29 Y toda la asamblea, a una, prorrumpió en gran llanto y clamaron, a grandes voces, al Señor Dios.
30 Ozías les dijo: «Tened confianza, hermanos; resistamos aún cinco días, y en este tiempo el Señor Dios nuestro volverá su compasión hacia nosotros, porque no nos ha de abandonar por siempre.
31 Pero si pasan estos días sin recibir ayuda cumpliré vuestros deseos.»
32 Y despidió a la gente, cada cual a su puesto. Los hombres fueron a las murallas y torres de la ciudad, y a las mujeres y niños los enviaron a casa. Había en la ciudad un gran abatimiento.
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Judit 8
1 Se enteró entonces de ello Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hijo de Oziel, hijo de Elcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jilquías, hijo de Eliab, hijo de Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasaday, hijo de Israel.
2 Su marido Manasés, de la misma tribu y familia que ella, había muerto en la época de la recolección de la cebada.
3 Estaba, en efecto, en el campo, vigilando a los que ataban las gavillas, y le dio una insolación a la cabeza, cayó en cama y vino a morir en su ciudad de Betulia. Fue sepultado junto a sus padres, en el campo que hay entre Dotán y Balamón.
4 Judit llevaba ya tres años y cuatro meses viuda, viviendo en su casa.
5 Se había hecho construir un aposento sobre el terrado de la casa, se había ceñido de sayal y se vestía vestidos de viuda; ayunaba
6 durante toda su viudez, a excepción de los sábados y las vigilias de los sábados, los novilunios y sus vigilias, las solemnidades y los días de regocijo de la casa de Israel.
7 Era muy bella y muy bien parecida. Su marido Manasés le había dejado oro y plata, siervos y siervas, ganados y campos, quedando ella como dueña,
8 y no había nadie que pudiera decir de ella una palabra maliciosa, porque tenía un gran temor de Dios.
9 Oyó, pues, Judit las amargas palabras que el pueblo había dicho contra el jefe de la ciudad, pues habían perdido el ánimo ante la escasez de agua. Supo también todo cuanto Ozías les había respondido y cómo les había jurado que entregaría la ciudad a los asirios al cabo de cinco días.
10 Entonces, mandó llamar a Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad, por medio de la sierva que tenía al frente de su hacienda.
11 Vinieron y ella les dijo: «Escuchadme, jefes de los moradores de Betulia. No están bien las palabras que habéis pronunciado hoy delante del pueblo, cuando habéis interpuesto entre Dios y vosotros un juramento, asegurando que entregaríais la ciudad a nuestros enemigos si en el plazo convenido no os enviaba socorro el Señor.
12 ¿Quiénes sois vosotros para permitiros hoy poner a Dios a prueba y suplantar a Dios entre los hombres?
13 ¡Así tentáis al Señor Omnipotente, vosotros que nunca llegaréis a comprender nada!
14 Nunca llegaréis a sondear el fondo del corazón humano, ni podréis apoderaros de los pensamientos de su inteligencia, pues ¿cómo vais a escrutar a Dios que hizo todas las cosas, conocer su inteligencia y comprender sus pensamientos? No, hermanos, no provoquéis la cólera del Señor, Dios nuestro.
15 Si no quiere socorrernos en el plazo de cinco días, tiene poder para protegernos en cualquier otro momento, como lo tiene para aniquilarnos en presencia de nuestros enemigos.
16 Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor nuestro Dios, porque Dios no se somete a las amenazas, como un hombre, ni se le marca, como a un hijo de hombre, una línea de conducta.
17 Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos confiadamente que nos salve. Y él escuchará nuestra súplica, si le place hacerlo.
18 «Verdad es que no hay en nuestro tiempo ni en nuestros días tribu, familia, pueblo o ciudad de las nuestras que se postre ante dioses hechos por mano de hombre, como sucedió en otros tiempos,
19 en castigo de lo cual fueron nuestros padres entregados a la espada y al saqueo, y sucumbieron desastradamente ante sus enemigos.
20 Pero nosotros no conocemos otro Dios que él, y en esto estriba nuestra esperanza de que no nos mirará con desdén ni a nosotros ni a ninguno de nuestra raza.
21 «Porque si de hecho se apoderan de nosotros, caerá todo Judea; nuestro santuario será saqueado y nosotros tendremos que responder de esta profanación con nuestra propia sangre.
22 La muerte de nuestros hermanos, la deportación de esta tierra y la devastación de nuestra heredad, caerá sobre nuestras cabezas, en medio de las naciones en que estemos como esclavos y seremos para nuestros amos escarnio y mofa,
23 ya que nuestra esclavitud no concluiría en benevolencia, sino que el Señor nuestro Dios la convertiría en deshonra.
24 Ahora, pues, hermanos, mostremos a nuestros hermanos que su vida depende de nosotros y que sobre nosotros se apoyan las cosas sagradas, el Templo y el altar.
25 «Por todo esto, debemos dar gracias al Señor nuestro Dios que ha querido probarnos como a nuestros padres.
26 Recordad lo que hizo con Abraham, las pruebas por que hizo pasar a Isaac, lo que aconteció a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando pastoreaba los rebaños de Labán, el hermano de su madre.
27 Como les puso a ellos en el crisol para sondear sus corazones, así el Señor nos hiere a nosotros, los que nos acercamos a él, no para castigarnos, sino para amonestarnos.»
28 Ozías respondió: «En todo cuanto has dicho, has hablado con recto juicio y nadie podrá oponerse a tus razones,
29 ya que no has empezado hoy a dar muestras de tu sabiduría, sino que de antiguo conoce todo el pueblo tu inteligencia y la bondad de los pensamientos que forma tu corazón.
30 Pero el pueblo padecía gran sed y nos obligaron a pronunciar aquellas palabras, y a comprometernos con un juramento que no podemos violar.
31 Ahora, pues, tú que eres una mujer piadosa, pide por nosotros al Señor que envíe lluvia para llenar nuestras cisternas, y así no nos veamos acabados.»
32 Respondió Judit: «Escuchadme. Voy a hacer algo que se transmitirá de generación en generación entre los hijos de nuestra raza.
33 Estad esta noche a la puerta de la ciudad. Yo saldré con mi sierva y antes del plazo que os habéis fijado para entregar la ciudad a nuestros enemigos, visitará el Señor a Israel por mi mano.
34 No intentéis averiguar lo que quiero hacer, pues no lo diré hasta no haberlo cumplido.»
35 Ozías y los jefes le dijeron: «Vete en paz y que el Señor Dios te preceda para tomar venganza de nuestros enemigos.»
36 Y dejando el aposento, regresaron a sus puestos.
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Judit 9
1 Cayó Judit, rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza, dejó ver el sayal que tenía puesto y, a la misma hora en que se ofrecía en Jerusalén, en la Casa de Dios, el incienso de aquella tarde, clamó al Señor en alta voz diciendo:
2 Señor, Dios de mi padre Simeón, a quien diste una espada para vengarse de extranjeros que habían soltado el ceñidor de una virgen para mancha, que desnudaron sus caderas para vergüenza y profanaron su seno para deshonor; pues tú dijiste: «Eso no se hace», y ellos lo hicieron.
3 Por eso entregaste sus jefes a la muerte y su lecho, rojo de vergüenza por su engaño, lo dejaste engañado hasta la sangre. Castigaste a los esclavos con los príncipes, a los príncipes con los siervos.
4 Entregaste al saqueo a sus mujeres, sus hijas al destierro, todos sus despojos en reparto para tus hijos amados, que se habían encendido de tu celo, y tuvieron horror a la mancha hecha a su sangre y te llamaron en su ayuda. ¡Oh Dios, mi Dios, escucha a esta viuda!
5 Tú que hiciste las cosas pasadas, las de ahora y las venideras, que has pensado el presente y el futuro; y sólo sucede lo que tú dispones,
6 y tus designios se presentan y te dicen: «Aquí estamos!» Pues todos tus caminos están preparados y tus juicios de antemano previstos.
7 Mira, pues, a los asirios que juntan muchas fuerzas, orgullosos de sus caballos y jinetes, engreídos por la fuerza de sus infantes, fiados en sus escudos y en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no han reconocido que tú eres el Señor, quebrantador de guerras.
8 Tu Nombre es «¡Señor!» ¡Quebranta su poder con tu fuerza! ¡Abate su poderío con tu cólera!, pues planean profanar tu santuario, manchar la Tienda en que reposa la Gloria de tu Nombre, y derribar con fuerza el cuerno de tu altar.
9 Mira su altivez, y suelta tu ira sobre sus cabezas; da a mi mano de viuda fuerza para lo que he proyectado.
10 Hiere al esclavo con el jefe, y al jefe con su siervo, por la astucia de mis labios. Abate su soberbia por mano de mujer.
11 No está en el número tu fuerza, ni tu poder en los valientes, sino que eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados.
12 ¡Sí, sí! Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Señor de los cielos y la tierra, Creador de las aguas, Rey de toda tu creación, ¡escucha mi plegaria!
13 Dame una palabra seductora para herir y matar a los que traman duras decisiones contra tu alianza, contra tu santa Casa y contra el monte Sión y la casa propiedad de tus hijos.
14 Haz conocer a toda nación y toda tribu que tú eres Yahveh, Dios de todo poder y toda fuerza, y que no hay otro protector fuera de ti para la estirpe de Israel.
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Judit 10
1 Acabada su plegaria al Dios de Israel, y dichas todas estas palabras,
2 se levantó Judit del suelo, llamó a su sierva y bajando a la casa donde pasaba los sábados y solemnidades,
3 se quitó el sayal que vestía, se desnudó de sus vestidos de viudez, se baño toda, se ungió con perfumes exquisitos, se compuso la cabellera poniéndose una cinta, y se vistió los vestidos que vestía cuando era feliz, en vida de su marido Manasés.
4 Se calzó las sandalias, se puso los collares, brazeletes y anillos, sus pendientes y todas sus joyas, y realzó su hermosura cuanto pudo, con ánimo de seducir los ojos de todos los hombres que la viesen.
5 Luego dio a su sierva un odre de vino y un cántaro de aceite, llenó una alforja con harina de cebada, tortas de higos y panes puros, empaquetó las provisiones y se lo entregó igualmente a su sierva.
6 Luego se dirigieron a la puerta de la ciudad, de Betulia, donde se encontraron con Ozías y con Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad.
7 Cuando vieron a Judit con el rostro transformado y mudada de vestidos, se quedaron maravillados de su extremada hermosura y le dijeron:
8 «¡Que el Dios de nuestros padres te haga alcanzar favor y dé cumplimiento a tus designios, para gloria de los hijos de Israel y exaltación de Jerusalén!»
9 Ella adoró a Dios y les dijo: «Mandad que me abran la puerta de la ciudad para que vaya a poner por obra los deseos de que me habéis hablado.» Ellos mandaron a los jóvenes que le abrieran, tal como lo pedía.
10 Así lo hicieron ellos, y salió Judit con su sierva. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada mientras descendía por la ladera, hasta que llegó al valle; y allí la perdieron de vista.
11 Avanzaron ellas a derecho por el valle, hasta que le salió al encuentro una avanzada de los asirios,
12 que la detuvieron y preguntaron: «¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas?» Ella respondió: «Hija de hebreos soy y huyo de ellos, porque están a punto de ser devorados por vosotros.
13 Vengo a presentarme ante Holofernes, jefe de vuestro ejército, para hablarle con sinceridad y mostrarle un camino por el que pueda pasar para adueñarse de toda la montaña, sin que perezca ninguno de sus hombres y sin que se pierda una sola vida».
14 Oyéndola hablar aquellos hombres, y viendo la admirable hermosura de su rostro, le dijeron:
15 «Has salvado tu vida con tu decisión de bajar a presentarte ante nuestro señor. Dirígete a su tienda, que algunos de los nuestros te acompañarán hasta ponerte en sus manos.
16 Cuando estés en su presencia, no tengas miedo; anúnciale tus propósitos y él se portará bien contigo.»
17 Y eligieron entre ellos cien hombres que le dieran escolta a ella y a su sierva y las llevaran hasta la tienda de Holofernes.
18 Habiéndose corrido por todas las tiendas la noticia de su llegada, concurrió la gente del campamento, que hicieron corro en torno a ella, mientras esperaba, fuera de la tienda, que la anunciasen a Holofernes.
19 Se quedaban admirados de su belleza y, por ella, admiraban a los israelitas, diciéndose unos a otros: «¿Quién puede menospreciar a un pueblo que tiene mujeres como ésta? ¡Sería un error dejar con vida a uno solo de ellos, porque los que quedaran, serían capaces de engañar a toda la tierra!»
20 Salieron, pues, los de la escolta personal de Holofernes y todos sus servidores y la introdujeron en la tienda.
21 Estaba Holofernes descansando en su lecho, bajo colgaduras de oro y púrpura recamadas de esmeraldas y piedras preciosas.
22 Se la anunciaron y él salió hasta la entrada de la tienda, precedido de lámparas de plata.
23 Cuando Judit llegó ante Holofernes y sus ministros, todos se maravillaron de la hermosura de su rostro. Cayó ella rostro en tierra y se postró ante él, pero los siervos la levantaron.
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Judit 11
1 Holofernes le dijo: «Ten confianza, mujer, no tengas miedo, porque yo ningún mal hago a quien se decide a servir a Nabucodonosor, rey de toda la tierra.
2 Tampoco contra tu pueblo de la montaña habría alzado yo mi lanza, si ellos no me hubieran despreciado; pero ellos mismos lo han querido.
3 Dime ahora por qué razón huyes de ellos y te pasas a nosotros. Desde luego, al venir aquí te has salvado. Ten confianza; vivirás esta noche y las restantes.
4 Nadie te hará ningún mal; serás bien tratada, como se hace con los siervos de mi señor, el rey Nabucodonosor.»
5 Respondió Judit: «Acoge las palabras de tu sierva, y que tu sierva pueda hablar en tu presencia. Ninguna falsedad diré esta noche a mi señor.
6 Si te dignas seguir los consejos de tu sierva, Dios actuará contigo hasta el fin y mi señor no fracasará en sus proyectos.
7 ¡Viva Nabucodonosor, rey de toda la tierra y viva su poder que te ha enviado para poner en el recto camino a todo viviente!; porque gracias a ti no le sirven tan sólo los hombres, sino que, por medio de tu fuerza, hasta las fieras salvajes, los ganados y las aves del cielo viven para Nabucodonosor y para toda su casa.
8 «Nosotros, en efecto, hemos oído hablar de tu sabiduría y de la prudencia de tu espíritu, y se dice por toda la tierra que tú eres el mejor en todo el reino, de profundos conocimientos y admirable como estratega.
9 Por lo que se refiere al discurso que Ajior pronunció en tu Consejo, nosotros hemos oído sus mismas palabras, pues los hombres de Betulia le han salvado y él les refirió todo lo que te dijo.
10 Acerca de esto, dueño y señor, no desestimes sus palabras; tenlas bien presentes, porque responden a la verdad. Pues muestra raza no recibe castigo ni la espada tiene poder sobre ellos, si no han pecado contra su Dios.
11 Pero precisamente para que mi señor no se vea rechazado y con las manos vacías, la muerte va a caer sobre sus cabezas. Han caído en un pecado con el que provocan la cólera de su Dios cada vez que cometen tal desorden.
12 En vista de que se les acaban los víveres y escasea el agua, han deliberado echar mano de sus ganados y están ya decididos a consumir todo aquello que su Dios, por sus leyes, les ha prohibido comer.
13 Han decidido, igualmente, consumir las primicias del trigo y el diezmo del vino y del aceite que habían reservado, porque están consagrados a los sacerdotes que están en la presencia de nuestro Dios, en Jerusalén, y que ningún laico puede ni tan siquiera tocar con la mano.
14 Han enviado mensajeros a Jerusalén (cuyos habitantes hacen estas mismas cosas) para recabar del Consejo de Ancianos los permisos.
15 Y en cuanto les sea concedido y lo realicen, en ese mismo momento te serán entregados para su destrucción.
16 Cuando yo, tu esclava, supe todo esto, huí de ellos. Mi Dios me ha enviado para que yo haga contigo cosas de que se pasmará toda la tierra y todos cuantos las oigan.
17 Porque tu esclava es piadosa y sirve noche y día al Dios del Cielo. Ahora, mi señor, quisiera quedarme a tu lado. Tu sierva saldría por las noches hacia el barranco, para suplicar a mi Dios y El me dirá cuándo han cometido su pecado.
18 Yo vendré a comunicártelo y entonces tú saldrás con todo tu ejército y ninguno de ellos podrá resistirte.
19 Yo te guiaré por medio de Judea hasta llegar a Jerusalén y haré que te asientes en medio de ella. Tú los llevarás como rebaño sin pastor, y ni un perro ladrará contra ti. He tenido el presentimiento de todo esto; me ha sido anunciado y he sido enviada para comunicártelo.»
20 Agradaron estas palabras a Holofernes y a todos sus servidores, que estaban admirados de su sabiduría, y dijeron:
21 «De un cabo al otro del mundo, no hay mujer como ésta, de tanta hermosura en el rostro y tanta sensatez en las palabras.»
22 Holofernes le dijo: «Bien ha hecho Dios en enviarte por delante de tu pueblo, para que esté en nuestras manos el poder, y en manos de los que han despreciado a mi señor, la ruina.
23 Por lo demás, eres tan bella de aspecto como prudente en tus palabras. Si haces lo que has prometido, tu Dios será mi Dios, vivirás en el palacio del rey Nabucodonosor y serás famosa en toda la tierra.»
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Judit 12
1 Mandó luego que la introdujeran donde tenía su vajilla y ordenó que le sirvieran de sus propios manjares y le dieran a beber de su propio vino.
2 Pero Judit dijo: «No debo comer esto, para que no me sea ocasión de falta. Se me dará de las provisiones que traje conmigo.»
3 Holofernes le dijo: «Cuando se te acaben las cosas que tienes, ¿de dónde podremos traerte otras iguales? Porque no hay nadie de los tuyos con nosotros.»
4 Respondió Judit: «Por tu vida, mi señor; que, antes que tu sierva haya consumido lo que traje, cumplirá el Señor, por mi mano, sus designios.»
5 Los siervos de Holofernes la condujeron a la tienda, y ella durmió hasta media noche. Al acercarse la vigilia de la aurora, se levantó,
6 y envió a decir a Holofernes: «Ordene mi señor que se dé a tu sierva permiso para salir a orar.»
7 Holofernes ordenó a su escolta que no se lo impidieran. Judit permaneció tres días en el campamento. Cada noche se dirigía hacia el barranco de Betulia y se lavaba en la fuente donde estaba el puesto de guardia.
8 A su regreso, suplicaba al Señor, Dios de Israel, que diese buen fin a sus proyectos para exaltación de los hijos de su pueblo.
9 Y, ya purificada, entraba en la tienda y allí permanecía hasta que le traían su comida de la tarde.
10 Al cuarto día, dio Holofernes un banquete exclusivamente para sus oficiales; no invitó a ninguno de los encargados de los servicios.
11 Dijo, pues, a Bagoas, el eunuco que tenía al frente de sus negocios: «Trata de persuadir a esa mujer hebrea que tienes contigo, que venga a comer y beber con nosotros.
12 Sería una vergüenza para nosotros que dejáramos marchar a tal mujer sin habernos entretenido con ella. Si no somos capaces de atraerla, luego hará burla de nosotros.»
13 Salió Bagoas de la presencia de Holofernes, entró en la tienda de Judit y dijo: «Que esta bella esclava no se niegue a venir donde mi señor, para ser honrada en su presencia, para beber vino alegremente con nosotros y ser, en esta ocasión, como una de las hijas de los asirios que viven en el palacio de Nabucodonosor.»
14 Judit le respondió: «¿Quién soy yo para oponerme a mi señor? Haré prontamente todo cuanto le agrade y ello será para mí motivo de gozo mientras viva.»
15 Después se levantó y se engalanó con sus vestidos y todos sus ornatos femeninos. Se adelantó su sierva para extender en tierra, frente a Holofernes, los tapices que había recibido de Bagoas para el uso cotidiano, con el fin de que pudiera tomar la comida reclinada sobre ellos.
16 Entrando luego Judit, se reclinó. El corazón de Holofernes quedó arrebatado por ella, su alma quedó turbada y experimentó un violento deseo de unirse a ella, pues desde el día que la vio, andaba buscando ocasión de seducirla.
17 Díjole Holofernes: «¡Bebe, pues, y comparte la alegría con nosotros!»
18 Judit respondió: «Beberé señor; pues nunca, desde el día en que nací, nunca estimé en tanto mi vida como ahora.»
19 Y comió y bebió, frente a él, sirviéndose de las provisiones que su sierva había preparado.
20 Holofernes, que se hallaba bajo el influjo de su encanto, bebió vino tan copiosamente como jamás había bebido en todos los días de su vida.
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Judit 13
1 Cuando se hizo tarde, sus oficiales se apresuraron a retirarse y Bagoas cerró la tienda por el exterior, después de haber apartado de la presencia de su señor a los que todavía quedaban; y todos se fueron a dormir, fatigados por el exceso de bebida;
2 quedaron en la tienda tan sólo Judit y Holofernes, desplomado sobre su lecho y rezumando vino.
3 Judit había mandado a su sierva que se quedara fuera de su dormitorio y esperase a que saliera, como los demás días. Porque, en efecto, ella había dicho que saldría para hacer su oración y en este mismo sentido había hablado a Bagoas.
4 Todos se habían retirado; nadie, ni grande ni pequeño, quedó en el dormitorio. Judit, puesta de pie junto al lecho, dijo en su corazón: «¡Oh Señor, Dios de toda fuerza! Pon los ojos, en esta hora, a la empresa de mis manos para exaltación de Jerusalén.
5 Es la ocasión de esforzarse por tu heredad y hacer que mis decisiones sean la ruina de los enemigos que se alzan contra nosotros.»
6 Avanzó, después, hasta la columna del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes, tomó de allí su cimitarra,
7 y acercándose al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los cabellos y dijo: «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!»
8 Y, con todas sus fuerzas, le descargó dos golpes sobre el cuello y le cortó la cabeza.
9 Después hizo rodar el tronco fuera del lecho, arrancó las colgaduras de las columnas y saliendo entregó la cabeza de Holofernes a su sierva,
10 que la metió en la alforja de las provisiones. Luego salieron las dos juntos a hacer la oración, como de ordinario, atravesaron el campamento, contornearon el barranco, subieron por el monte de Betulia y se presentaron ante las puertas de la ciudad.
11 Judit gritó desde lejos a los centinelas de las puertas: «¡Abrid, abrid la puerta! El Señor, nuestro Dios, está con nosotros para hacer todavía hazañas en Israel y mostrar su poder contra nuestros enemigos, como lo ha hecho hoy mismo.»
12 Cuando los hombres de la ciudad oyeron su voz, se apresuraron a bajar a la puerta y llamaron a los ancianos.
13 Acudieron todos corriendo, desde el más grande al más chico, porque no tenían esperanza de que ella volviera; abrieron, pues, la puerta, las recibieron, y encendiendo una hoguera para que se pudiera ver, hicieron corro en torno a ellas.
14 Judit, con fuerte voz, les dijo: «¡Alabad a Dios, alabadle! Alabad a Dios, que no ha apartado su misericordia de la casa de Israel, sino que esta noche ha destrozado a nuestros enemigos por mi mano.»
15 Y sacando de la alforja la cabeza, se la mostró, diciéndoles: «Mirad la cabeza de Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, y mirad las colgaduras bajo las cuales se acostaba en su borracheras. ¡El Señor le ha herido por mano de mujer!
16 ¡Vive el Señor!, el que me ha guardado en el camino que emprendí, que fue seducido, para perdición suya, por mi rostro, pero no ha cometido conmigo ningún pecado que me manche o me deshonre.»
17 Todo el pueblo quedó lleno de estupor y postrándose adoraron a Dios y dijeron a una: «¡Bendito seas, Dios nuestro, que has aniquilado el día de hoy a los enemigos de tu pueblo!»
18 Ozías dijo a Judit: «¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que todas las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, Creador del cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos.
19 Jamás tu confianza faltará en el corazón de los hombres que recordarán la fuerza de Dios eternamente.
20 Que Dios te conceda, para exaltación perpetua, el ser favorecida con todos los bienes, porque no vacilaste en exponer tu vida a causa de la humillación de nuestra raza. Detuviste nuestra ruina procediendo rectamente ante nuestro Dios.» Todo el pueblo respondió: «¡Amén, amén!»
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Judit 14
1 Judit les dijo: «Escuchadme, hermanos; tomad esta cabeza y colgadle en el saliente de nuestras murallas;
2 y apenas despunte el alba y salga el sol sobre la tierra, empuñaréis cada uno vuestras armas y saldréis fuera de la ciudad todos los hombres capaces. Que se ponga uno al frente, como si intentarais bajar a la llanura, contra la avanzada de los asirios. Pero no bajéis.
3 Los asirios tomarán sus armas y marcharán a su campamento para despertar a los jefes del ejército de Asiria. Correrán a la tienda de Holofernes, pero al no dar con él, quedarán aterrorizados y huirán ante vosotros.
4 Entonces, vosotros y todos los habitantes del territorio de Israel, saldréis en su persecución y los abatiréis en la retirada.
5 «Pero antes, traed aquí a Ajior el ammonita, para que vea y reconozca al que despreciaba a la casa de Israel, al que le envió a nosotros como destinado a la muerte.»
6 Hicieron, pues, venir a Ajior desde la casa de Ozías. Al llegar y ver que uno de los hombres de la asamblea del pueblo tenía en la mano la cabeza de Holofernes, cayó al suelo, desvanecido.
7 Cuando le reanimaron, se echó a los pies de Judit, se postró ante ella y dijo: «¡Bendita seas en todas las tiendas de Judá y en todas las naciones que, cuando oigan pronunciar tu nombre, se sentirán turbadas!»
8 «Y ahora, cuéntame lo que has hecho durante este tiempo.» Judit le contó, en medio del pueblo, todo cuanto había hecho, desde que salió hasta el momento en que les estaba hablando.
9 Cuando hubo acabado su relato, todo el pueblo lanzó grandes aclamaciones y en toda la ciudad resonaron los gritos de alegría.
10 Ajior, por su parte, viendo todo cuanto había hecho el Dios de Israel, creyó en él firmemente, se hizo circuncidar y quedó anexionado para siempre a la casa de Israel.
11 Apenas despuntó el alba, colgaron de la muralla la cabeza de Holofernes, tomaron las armas todos los hombres de Israel y salieron, por grupos, hacia las subidas.
12 Al verlos los asirios, comunicaron la novedad a sus oficiales, y éstos la fueron comunicando a sus estrategas y comandantes y a todos sus jefes,
13 hasta llegar a la tienda de Holofernes. Dijeron, pues, a su intendente general: «Despierta a nuestro señor, porque esos esclavos tienen la osadía de bajar a combatir contra nosotros, para hacerse exterminar completamente.»
14 Entró, pues, Bagoas y dio palmadas ante la cortina de la tienda, porque suponía que Holofernes estaría durmiendo con Judit.
15 Como nadie respondía, apartó la cortina, entró en el dormitorio, y lo encontró tendido sobre el umbral muerto y decapitado.
16 Dio entonces una gran voz, con gemido y llanto y fuertes alaridos, al tiempo que rasgaba sus vestiduras.
17 Entró luego en la tienda en que se había aposentado Judit, y al no verla, se precipitó hacia la tropa gritando:
18 «¡Esas esclavas eran unas pérfidas! Una sola mujer hebrea ha llenado de vergüenza la casa del rey Nabucodonosor. ¡Mirad a Holofernes, derribado en tierra y decapitado!»
19 Cuando los jefes del ejército asirio oyeron estas palabras, su ánimo quedó turbado hasta el extremo, rasgaron sus túnicas y lanzaron grandes gritos y voces por todo el campamento.
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Judit 15
1 Al oírlo los del campamento, quedaron estupefactos;
2 fueron presa de terror pánico y nadie ya fue capaz de mantenerse al lado de sus compañeros: huyeron todos a la desbandada, por todos los caminos, por la llanura y la montaña.
3 También los que estaban acampados en la altura, sitiando a Betulia, se dieron a la fuga; entonces, todos los hombres de guerra de Israel cayeron sobre ellos.
4 Ozías mandó aviso a Betomestáin, a Bebé, Jobá y Kolá, y a toda la montaña de Israel, dando noticia de cuanto había pasado, para que todos se arrojaran sobre los enemigos y los exterminaran.
5 Cuando los israelitas lo supieron, todos, como un solo hombre, se lanzaron sobre los asirios y los batieron hasta Jobá. También acudieron los de Jerusalén y los de la montaña, porque también a ellos se les dio noticia de lo sucedido en el campo enemigo; de igual modo, los de Galaad y Galilea, atacándoles de flanco, les hicieron enorme estrago hasta que pudieron refugiarse en Damasco y su región.
6 En cuanto a los demás habitantes de Betulia, cayeron sobre el campamento asirio, le saquearon y obtuvieron grandes riquezas.
7 Los israelitas, de vuelta de la matanza, se hicieron dueños del resto; también los de las aldeas y granjas de la montaña y del llano obtuvieron gran botín, porque había una abundancia incalculable.
8 El sumo sacerdote Yoyaquim, con el Consejo de Ancianos de Israel y los habitantes de Jerusalén, vinieron a contemplar los bienes que el Señor había hecho a Israel, y a ver y saludar a Judit.
9 En llegando a su presencia, todos a una voz la bendijeron diciendo: «Tú eres la exaltación de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel, tú la suprema gloria de nuestra raza.
10 Al hacer todo esto por tu mano has procurado la dicha de Israel y Dios se ha complacido en lo que has hecho. Bendita seas del Señor Omnipotente por siglos infinitos.» Y todo el pueblo respondió: «¡Amén!»
11 Todo el pueblo estuvo recogiendo botín del campamento durante treinta días; dieron a Judit la tienda de Holofernes, con toda su vajilla de plata, sus divanes, sus vasijas y todo su mobiliario. Ella lo tomó y lo cargó sobre su mula, preparó sus carros y los amontonó todo encima.
12 Todas las mujeres de Israel acudieron para verla y la bendecían danzando en coro. Judit tomaba tirsos con la mano y los distribuía entre las mujeres que estaban a su lado.
13 Ellas y sus acompañantes se coronaron con coronas de olivo; después, dirigiendo el coro de las mujeres, se puso danzando a la cabeza de todo el pueblo. La seguían los hombres de Israel, armados de sus armas, llevando coronas y cantando himnos.
14 Judit entonó, en medio de todo Israel, este himno de acción de gracias y todo el pueblo repetía sus alabanzas:
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Judit 16
1 ¡Alabad a mi Dios con tamboriles, elevad cantos al Señor con címbalos, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su Nombre!
2 Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras, porque en sus campos, en medio de su pueblo me arrancó de la mano de mis perseguidores.
3 Vinieron los asirios de los montes del norte, vinieron con tropa innumerable; su muchedumbre obstruía los torrentes, y sus caballos cubrían las colinas.
4 Hablaba de incendiar mis tierras, de pasar mis jóvenes a espada, de estrellar contra el suelo a los lactantes, de entregar como botín a mis niños y de dar como presa a mi doncellas.
5 El Señor Omnipotente por mano de mujer los anuló.
6 Que no fue derribado su caudillo por jóvenes guerreros, ni le hirieron hijos de Titanes, ni altivos gigantes le vencieron; le subyugó Judit, hija de Merarí, con sólo la hermosura de su rostro.
7 Se despojó de sus vestidos de viudez, para exaltar a los afligidos de Israel; ungió su rostro de perfumes,
8 prendió con una cinta sus cabellos, ropa de lino vistió para seducirle.
9 La sandalia de ella le robó los ojos, su belleza cautivóle el alma ¡y la cimitarra atravesó su cuello!
10 Se estremecieron los persas por su audacia, se turbaron los medos por su temeridad.
11 Entonces clamaron mis humildes, y ellos temieron; clamaron mis débiles y ellos quedaron aterrados; alzaron su voz éstos, y ellos se dieron a la fuga.
12 Hijos de jovenzuelas los asaetearon, como a hijos de desertores los hirieron, perdieron en la batalla contra mi Señor.
13 Cantaré a mi Dios un cantar nuevo: «¡Tú eres grande, Señor, eres glorioso, admirable en poder e insuperable!»
14 Sírvante a ti las criaturas todas, pues hablaste tú y fueron hechas, enviaste tu espíritu y las hizo, y nadie puede resistir tu voz.
15 Pues los montes, desde sus cimientos, serán sacudidos con las aguas; las rocas en tu presencia se fundirán como cera; pero con aquellos que te temen, te muestras tú siempre propicio.
16 Porque es muy poca cosa todo sacrificio de calmante aroma, y apenas es nada la grasa para serte ofrecida en holocausto. Mas quien teme al Señor será grande para siempre.
17 ¡Ay de las naciones que se alzan contra mi raza! El Señor Omnipotente les dará el castigo en el día del juicio. Entregará sus cuerpos al fuego y a los gusanos, y gemirán en dolor eternamente.
18 Cuando llegaron a Jerusalén, adoraron a Dios, y una vez purificado el pueblo, ofrecieron sus holocaustos, sus ofrendas voluntarias y sus regalos.
19 Judit ofreció todo el mobiliario de Holofernes, que el pueblo le había concedido, y entregó a Dios en anatema las colgaduras que ella misma había tomado del dormitorio de Holofernes.
20 Durante tres meses permaneció el pueblo en Jerusalén, celebrando festejos delante de santuario. También Judit estaba presente.
21 Pasados aquellos días, se volvió cada uno a su heredad. Judit regresó a Betulia, donde vivió disfrutando de su hacienda; fue en su tiempo muy famosa en toda aquella tierra.
22 Muchos la pretendieron, pero ella no tuvo relaciones con ningún hombre en toda su vida, desde que su marido Manasés murió y fue a reunirse con su pueblo.
23 Vivió hasta la avanzada edad de 105 años, transcurriendo su ancianidad en casa de su marido. A su sierva le concedió la libertad. Murió en Betulia y fue sepultada en la caverna de su marido Manasés.
24 La casa de Israel la lloró durante siete días. Antes de morir, distribuyó su hacienda entre los parientes de su marido Manasés y entre sus propios parientes.
25 Nadie ya atemorizó a los israelitas mientras vivió Judit, ni en mucho tiempo después de su muerte.
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2da. Corintios

Índice: Sagrada Escritura, 2a. Corintios

1     2     3     4     5     6     7     8     9     10     11     12     13

     

2 Corintios 1
1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya;
2 a vosotros gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo.
3 ¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de los misericordias y Dios de toda consolación,
4 que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios!
5 Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación.
6 Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación vuestra; si somos consolados, lo somos para el consuelo vuestro, que os hace soportar con paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros soportamos.
7 Es firme nuestra esperanza respecto de vosotros; pues sabemos que, como sois solidarios con nosotros en los sufrimientos, así lo seréis también en la consolación.
8 Pues no queremos que lo ignoréis, hermanos: la tribulación sufrida en Asia nos abrumó hasta el extremo, por encima de nuestras fuerzas, hasta tal punto que perdimos la esperanza de conservar la vida.
9 Pues hemos tenido sobre nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no pongamos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos.
10 El nos libró de tan mortal peligro, y nos librará; en él esperamos que nos seguirá librando,
11 si colaboráis también vosotros con la oración en favor nuestro, para que la gracia obtenida por intervención de muchos sea por muchos agradecida en nuestro nombre.
12 El motivo de nuestro orgullo es el testimonio de nuestra conciencia, de que nos hemos conducido en el mundo, y sobre todo respecto de vosotros, con la santidad y la sinceridad que vienen de Dios, y no con la sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios.
13 Pues no os escribimos otra cosa que lo que leéis y comprendéis, y espero comprenderéis plenamente,
14 como ya nos habéis comprendido en parte, que somos nosotros el motivo de vuestro orgullo, lo mismo que vosotros seréis el nuestro en el Día de nuestro Señor Jesús.
15 Con este convencimiento quería yo ir primero donde vosotros a fin de procuraros una segunda gracia,
16 y pasando por vosotros ir a Macedonia y volver nuevamente de Macedonia donde vosotros, y ser encaminado por vosotros hacia Judea.
17 Al proponerme esto ¿obré con ligereza? O ¿se inspiraban mis proyectos en la carne, de forma que se daban en mí el sí y el no?
18 ¡Por la fidelidad de Dios!, que la palabra que os dirigimos no es sí y no.
19 Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, a quien os predicamos Silvano, Timoteo y yo, no fue sí y no; en él no hubo más que sí.
20 Pues todas las promesas hechas por Dios han tenido su sí en él; y por eso decimos por él «Amén» a la gloria de Dios.
21 Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió,
22 y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones.
23 ¡Por mi vida!, testigo me es Dios de que, si todavía no he ido a Corinto, ha sido por miramiento a vosotros.
24 No es que pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino que contribuimos a vuestro gozo, pues os mantenéis firmes en la fe.
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2 Corintios 2
1 En mi interior tomé la decisión de no ir otra vez con tristeza donde vosotros.
2 Porque si yo os entristezco ¿quién podría alegrarme sino el que se ha entristecido por mi causa?
3 Y si os escribí aquello, fue para no entristecerme a mi ida, a causa de los mismos que deberían procurarme alegría, convencido respecto de todos vosotros de que mi alegría es la alegría de todos vosotros.
4 Efectivamente, os escribí en una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas, no para entristeceros, sino para que conocierais el amor desbordante que sobre todo a vosotros os tengo.
5 Pues si alguien ha causado tristeza, no es a mí quien se la ha causado; sino en cierto sentido – para no exagerar – a todos vosotros.
6 Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad,
7 por lo que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza.
8 Os suplico, pues, que reavivéis la caridad para con él.
9 Pues también os escribí con la intención de probaros y ver si vuestra obediencia era perfecta.
10 Y a quien vosotros perdonéis, también yo le perdono. Pues lo que yo perdoné – si algo he perdonado – fue por vosotros en presencia de Cristo,
11 para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos.
12 Llegué, pues, a Tróada para predicar el Evangelio de Cristo, y aun cuando se me había abierto una gran puerta en el Señor,
13 mi espíritu no tuvo punto de reposo, pues no encontré a mi hermano Tito, y despidiéndome de ellos, salí para Macedonia.
14 ¡Gracias sean dadas a Dios, que nos lleva siempre en su triunfo, en Cristo, y por nuestro medio difunde en todas partes el olor de su conocimiento!
15 Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden:
16 para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la vida lleva a la vida. Y ¿quién es capaz para esto?
17 Ciertamente no somos nosotros como la mayoría que negocian con la Palabra de Dios. ¡No!, antes bien, con sinceridad y como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo.
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2 Corintios 3
1 ¿Comenzamos de nuevo a recomendarnos? ¿O es que, como algunos, necesitamos presentaros cartas de recomendación o pedíroslas?
2 Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres.
3 Evidentemente sois una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones.
4 Esta es la confianza que tenemos delante de Dios por Cristo.
5 No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios,
6 el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida.
7 Que si el ministerio de la muerte, grabado con letras sobre tablas de piedra, resultó glorioso hasta el punto de no poder los hijos de Israel fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, aunque pasajera,
8 ¡cuánto más glorioso no será el ministerio del Espíritu!
9 Efectivamente, si el ministerio de la condenación fue glorioso, con mucha más razón lo será el ministerio de la justicia.
10 Pues en este aspecto, no era gloria aquella glorificación en comparación de esta gloria sobreeminente.
11 Porque si aquello, que era pasajero, fue glorioso, ¡cuánto más glorioso será lo permanente!
12 Teniendo, pues, esta esperanza, hablamos con toda valentía,
13 y no como Moisés, que se ponía un velo sobre su rostro para impedir que los israelitas vieran el fin de lo que era pasajero…
14 Pero se embotaron sus inteligencias. En efecto, hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento. El velo no se ha levantado, pues sólo en Cristo desaparece.
15 Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones.
16 Y cuando se convierte al Señor, se arranca el velo.
17 Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.
18 Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu.
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2 Corintios 4
1 Por esto, misericordiosamente investidos de este ministerio, no desfallecemos.
2 Antes bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso no procediendo con astucia, ni falseando la Palabra de Dios; al contrario, mediante la manifestación de la verdad nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios.
3 Y si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden,
4 para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.
5 No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús.
6 Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo.
7 Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.
8 Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados;
9 perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados.
10 Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
11 Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
12 De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida.
13 Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos, y por eso hablamos,
14 sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros.
15 Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.
16 Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día.
17 En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna,
18 a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas.
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2 Corintios 5
1 Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos.
2 Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste,
3 si es que nos encontramos vestidos, y no desnudos.
4 ¡Sí!, los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que queramos ser desvestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
5 Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras el Espíritu.
6 Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor,
7 pues caminamos en la fe y no en la visión…
8 Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor.
9 Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él, nos afanamos por agradarle.
10 Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal.
11 Por tanto, conociendo el temor del Señor, tratamos de persuadir a los hombres, pues ante Dios estamos al descubierto, como espero que ante vuestras conciencias también estemos al descubierto.
12 No volvemos a recomendarnos ante vosotros; solamente queremos daros ocasión para gloriaros de nosotros y así tengáis cómo responder a los que se glorían de lo exterior, y no de lo que está en el corazón.
13 En efecto, si hemos perdido el juicio, ha sido por Dios; y si somos sensatos, lo es por vosotros.
14 Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron.
15 Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
16 Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así.
17 Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.
18 Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.
19 Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación.
20 Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!
21 A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.
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2 Corintios 6
1 Y como cooperadores suyos que somos, os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios.
2 Pues dice él: En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé. Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación.
3 A nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que no se haga mofa del ministerio,
4 antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios: con mucha constancia en tribulaciones, necesidades, angustias;
5 en azotes, cárceles, sediciones; en fatigas, desvelos, ayunos;
6 en pureza, ciencia, paciencia, bondad; en el Espíritu Santo, en caridad sincera,
7 en la palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante las armas de la justicia: las de la derecha y las de la izquierda;
8 en gloria e ignominia, en calumnia y en buena fama; tenidos por impostores, siendo veraces;
9 como desconocidos, aunque bien conocidos; como quienes están a la muerte, pero vivos; como castigados, aunque no condenados a muerte;
10 como tristes, pero siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos.
11 ¡Corintios!, os hemos hablado con toda franqueza; nuestro corazón se ha abierto de par en par.
12 No está cerrado nuestro corazón para vosotros; los vuestros sí que lo están para nosotros.
13 Correspondednos; os hablo como a hijos; abríos también vosotros.
14 ¡No unciros en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas?
15 ¿Qué armonía entre Cristo y Beliar? ¿Qué participación entre el fiel y el infiel?
16 ¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los ídolos? Porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
17 Por tanto, salid de entre ellos y apartaos, dice el Señor. No toquéis cosa impura, y yo os acogeré.
18 Yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso.
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2 Corintios 7
1 Teniendo, pues, estas promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de Dios.
2 Dadnos lugar en vuestros corazones. A nadie hemos ofendido; a nadie hemos arruinado; a nadie hemos explotado.
3 No os digo esto con ánimo de condenaros. Pues acabo de deciros que en vida y muerte estáis unidos en mi corazón.
4 Tengo plena confianza en hablaros; estoy muy orgulloso de vosotros. Estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones.
5 Efectivamente, en llegando a Macedonia, no tuvo sosiego nuestra carne, sino, toda suerte de tribulaciones: por fuera, luchas; por dentro, temores.
6 Pero el Dios que consuela a los humillados, nos consoló con la llegada de Tito,
7 y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que le habíais proporcionado, comunicándonos vuestra añoranza, vuestro pesar, vuestro celo por mí hasta el punto de colmarme de alegría.
8 Porque si os entristecí con mi carta, no me pesa. Y si me pesó – pues veo que aquella carta os entristeció, aunque no fuera más que por un momento –
9 ahora me alegro. No por haberos entristecido, sino porque aquella tristeza os movió a arrepentimiento. Pues os entristecisteis según Dios, de manera que de nuestra parte no habéis sufrido perjuicio alguno.
10 En efecto, la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte.
11 Mirad qué ha producido entre vosotros esa tristeza según Dios: ¡qué interés y qué disculpas, qué enojo, qué temor, qué añoranza, qué celo, qué castigo! En todo habéis mostrado que erais inocentes en este asunto.
12 Así pues, si os escribí no fue a causa del que injurió, ni del que recibió la injuria. Fue para que se pusiera de manifiesto entre vosotros ante Dios vuestro interés por nosotros.
13 Eso es lo que nos ha consolado. Y mucho más que por este consuelo, nos hemos alegrado por el gozo de Tito, cuyo espíritu fue tranquilizado por todos vosotros.
14 Y si en algo me he gloriado de vosotros ante él, no he quedado avergonzado. Antes bien, así como os hemos dicho siempre la verdad, así también el motivo de nuestra gloria ante Tito ha resultado verdadero.
15 Y su corazón se inclina todavía más hacia vosotros al recordar la obediencia de todos vosotros y cómo le acogisteis con temor y temblor.
16 Me alegro de poder confiar totalmente en vosotros.
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2 Corintios 8
1 Os damos a conocer, hermanos, la gracia que Dios ha otorgado a las Iglesias de Macedonia.
2 Pues, aunque probados por muchas tribulaciones, su rebosante alegría y su extrema pobreza han desbordado en tesoros de generosidad.
3 Porque atestiguo que según sus posibilidades, y aun sobre sus posibilidades, espontáneamente
4 nos pedían con mucha insistencia la gracia de participar en el servicio en bien de los santos.
5 Y superando nuestras esperanzas, se entregaron a sí mismos, primero al Señor, y luego a nosotros, por voluntad de Dios,
6 de forma que rogamos a Tito llevara a buen término entre vosotros esta generosidad, tal como la había comenzado.
7 Y del mismo modo que sobresalís en todo: en fe, en palabra, en ciencia, en todo interés y en la caridad que os hemos comunicado, sobresalid también en esta generosidad.
8 No es una orden; sólo quiero, mediante el interés por los demás, probar la sinceridad de vuestra caridad.
9 Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza.
10 Os doy un consejo sobre el particular: que es lo que os conviene a vosotros, ya que desde el año pasado habéis sido los primeros no sólo en hacer la colecta, sino también en tomar la iniciativa.
11 Ahora llevadla también a cabo, de forma que a vuestra prontitud en la iniciativa corresponda la realización conforme a vuestras posibilidades.
12 Pues si hay prontitud de voluntad es bien acogida con lo que se tenga, y no importa si nada se tiene.
13 No que paséis apuros para que otros tengan abundancia, sino con igualdad.
14 Al presente, vuestra abundancia remedia su necesidad, para que la abundancia de ellos pueda remediar también vuestra necesidad y reine la igualdad,
15 como dice la Escritura: El que mucho recogió, no tuvo de más; y el que poco, no tuvo de menos.
16 ¡Gracias sean dadas a Dios, que pone en el corazón de Tito el mismo interés por vosotros!,
17 pues aceptó mi ruego y, más solícito que nunca, por propia iniciativa fue donde vosotros.
18 Con él enviamos al hermano, cuyo renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las Iglesias.
19 Y no sólo eso, sino que fue designado por elección de todas las Iglesias como compañero nuestro de viaje en esta generosidad, en que servimos nosotros para la gloria del mismo Señor, por iniciativa nuestra.
20 Así evitaremos todo motivo de reproche por esta abundante suma que administramos;
21 pues procuramos el bien no sólo ante el Señor sino también ante los hombres.
22 Con ellos os enviamos también al hermano nuestro, cuya solicitud tenemos ya comprobada muchas veces y de muchas maneras; solicitud aún mayor ahora por la gran confianza que tiene en vosotros.
23 En cuanto a Tito, es compañero y colaborador mío cerca de vosotros; en cuanto a los demás hermanos, son los delegados de las Iglesias: la gloria de Cristo.
24 Mostrad, pues, ante la faz de las Iglesias, vuestra caridad y la razón de nuestro orgullo respecto de vosotros.
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2 Corintios 9
1 En cuanto a este servicio en favor de los santos, me es superfluo escribiros.
2 Conozco, en efecto, vuestra prontitud de ánimo, de la que me glorío ante los macedonios diciéndoles que Acaya está preparada desde el año pasado. Y vuestro celo ha estimulado a muchísimos.
3 No obstante, os envío a los hermanos para que nuestro motivo de gloria respecto de vosotros no se desvanezca en este particular y estéis preparados como os decía.
4 No sea que vayan los macedonios conmigo y os encuentren sin prepararos, y nuestra gran confianza se torne en confusión nuestra, por no decir vuestra.
5 Por tanto, he creído necesario rogar a los hermanos que vayan antes donde vosotros y preparen de antemano vuestros ya anunciados generosos dones, a fin de que sean preparados como dones generosos y no como una tacañería.
6 Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia.
7 Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.
8 Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena.
9 Como está escrito: Repartió a manos llenas; dio a los pobres; su justicia permanece eternamente.
10 Aquel que provee de simiente al sembrador y de pan para su alimento, proveerá y multiplicará vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia.
11 Sois ricos en todo para toda largueza, la cual provocará por nuestro medio acciones de gracias a Dios.
12 Porque el servicio de esta ofrenda no sólo provee a las necesidades de los santos, sino que redunda también en abundantes acciones de gracias a Dios.
13 Experimentando este servicio, glorifican a Dios por vuestra obediencia en la profesión del Evangelio de Cristo y por la generosidad de vuestra comunión con ellos y con todos.
14 Y con su oración por vosotros, manifiestan su gran afecto hacia vosotros a causa de la gracia sobreabundante que en vosotros ha derramado Dios.
15 ¡Gracias sean dadas a Dios por su don inefable!
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2 Corintios 10
1 Soy yo, Pablo en persona, quien os suplica por la mansedumbre y la benignidad de Cristo, yo tan humilde cara a cara entre vosotros, y tan atrevido con vosotros desde lejos.
2 Os ruego que no tenga que mostrarme atrevido en presencia vuestra, con esa audacia con que pienso atreverme contra algunos que consideran procedemos según la carne.
3 Pues aunque vivimos en la carne no combatimos según la carne.
4 ¡No!, las armas de nuestro combate no son carnales, antes bien, para la causa de Dios, son capaces de arrasar fortalezas. Deshacemos sofismas
5 y toda altanería que se subleva contra el conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento para obediencia de Cristo.
6 Y estamos dispuestos a castigar toda desobediencia cuando vuestra obediencia sea perfecta.
7 ¡Mirad cara a cara! Si alguien cree ser de Cristo, considere una vez más dentro de sí mismo esto: si él es de Cristo, también lo somos nosotros.
8 Y aun cuando me gloriara excediéndome algo, respecto de ese poder nuestro que el Señor nos dio para edificación vuestra y no para ruina, no me avergonzaría.
9 Pues no quiero aparecer como que os atemorizo con mis cartas.
10 Porque se dice que las cartas son severas y fuertes, mientras que la presencia del cuerpo es pobre y la palabra despreciable.
11 Piense ese tal que lo que somos a distancia y de palabra por carta, lo seremos también de cerca y de obra.
12 Ciertamente no osamos igualarnos ni compararnos a algunos que se recomiendan a sí mismos. Midiéndose a sí mismos según su opinión y comparándose consigo mismos, obran sin sentido.
13 Nosotros, en cambio, no nos gloriaremos desmesuradamente; antes bien, nos mediremos a nosotros mismos por la norma que Dios mismo nos ha asignado como medida al hacernos llegar también hasta vosotros.
14 Porque no traspasamos los límites debidos, como sería si no hubiéramos llegado hasta vosotros; hasta vosotros hemos llegado con el Evangelio de Cristo.
15 No nos gloriamos desmesuradamente a costa de los trabajos de los demás; sino que esperamos, mediante el progreso de vuestra fe, engrandecernos cada vez más en vosotros conforme a nuestra norma,
16 extendiendo el Evangelio más allá de vosotros en lugar de gloriarnos en territorio ajeno por trabajos ya realizados.
17 El que se gloríe, gloríese en el Señor.
18 Que no es hombre de probada virtud el que a sí mismo se recomienda, sino aquel a quien el Señor recomienda.
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2 Corintios 11
1 ¡Ojalá pudierais soportar un poco mi necedad! ¡Sí que me la soportáis!
2 Celoso estoy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo.
3 Pero temo que, al igual que la serpiente engañó a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes apartándose de la sinceridad con Cristo.
4 Pues, cualquiera que se presenta predicando otro Jesús del que os prediqué, y os proponga recibir un Espíritu diferente del que recibisteis, y un Evangelio diferente del que abrazasteis ¡lo toleráis tan bien!
5 Sin embargo, no me juzgo en nada inferior a esos «superapóstoles».
6 Pues si carezco de elocuencia, no así de ciencia; que en todo y en presencia de todos os lo hemos demostrado.
7 ¿Acaso tendré yo culpa porque me abajé a mí mismo para ensalzaros a vosotros anunciándoos gratuitamente el Evangelio de Dios?
8 A otras Iglesias despojé, recibiendo de ellas con qué vivir para serviros.
9 Y estando entre vosotros y necesitado, no fui gravoso a nadie; fueron los hermanos llegados de Macedonia los que remediaron mi necesidad. En todo evité el seros gravoso, y lo seguiré evitando.
10 ¡Por la verdad de Cristo que está en mí!, que esta gloria no me será arrebatada en las regiones de Acaya.
11 ¿Por qué? ¿Porque no os amo? ¡Dios lo sabe!
12 Y lo que hago, continuaré haciéndolo para quitar todo pretexto a los que lo buscan con el fin de ser iguales a nosotros en lo que se glorían.
13 Porque esos tales son unos falsos apóstoles, unos trabajadores engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo.
14 Y nada tiene de extraño: que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz.
15 Por tanto, no es mucho que sus ministros se disfracen también de ministros de justicia. Pero su fin será conforme a sus obras.
16 Digo una vez más que nadie me tome por fatuo; pero, aunque sea como fatuo, permitidme que también me gloríe yo un poco.
17 Lo que os voy a decir, no lo diré según el Señor, sino como en un acceso de locura, en la seguridad de tener algo de qué gloriarme.
18 Ya que tantos otros se glorían según la carne, también yo me voy a gloriar.
19 Gustosos soportáis a los fatuos, ¡vosotros que sois sensatos!
20 Soportáis que os esclavicen, que os devoren, que os roben, que se engrían, que os abofeteen.
21 Para vergüenza vuestra lo digo; ¡como si nos hubiéramos mostrado débiles…! En cualquier cosa en que alguien presumiere – es un locura lo que digo – también presumo yo.
22 ¿Que son hebreos? También yo lo soy. ¿Que son israelitas? ¡También yo! ¿Son descendencia de Abraham? ¡También yo!
23 ¿Ministros de Cristo? – ¡Digo una locura! – ¡Yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes; en peligros de muerte, muchas veces.
24 Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno.
25 Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el abismo.
26 Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos;
27 trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez.
28 Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias.
29 ¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?
30 Si hay que gloriarse, en mi flaqueza me gloriaré.
31 El Dios y Padre del Señor Jesús, ¡bendito sea por todos los siglos!, sabe que no miento.
32 En Damasco, el etnarca del rey Aretas tenía puesta guardia en la ciudad de los damascenos con el fin de prenderme.
33 Por una ventana y en una espuerta fui descolgado muro abajo. Así escapé de sus manos.
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2 Corintios 12
1 ¿Que hay que gloriarse? – aunque no trae ninguna utilidad -; pues vendré a las visiones y revelaciones del Señor.
2 Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años – si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe – fue arrebatado hasta el tercer cielo.
3 Y sé que este hombre – en el cuerpo o fuera del cuerpo del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe –
4 fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar.
5 De ese tal me gloriaré; pero en cuanto a mí, sólo me gloriaré en mis flaquezas.
6 Si pretendiera gloriarme no haría el fatuo, diría la verdad. Pero me abstengo de ello. No sea que alguien se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve u oye de mí.
7 Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría.
8 Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí.
9 Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo.
10 Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.
11 ¡Vedme aquí hecho un loco! Vosotros me habéis obligado. Pues vosotros debíais recomendarme, porque en nada he sido inferior a esos «superapóstoles», aunque nada soy.
12 Las características del apóstol se vieron cumplidas entre vosotros: paciencia perfecta en los sufrimientos y también señales, prodigios y milagros.
13 Pues ¿en qué habéis sido inferiores a las demás Iglesias, excepto en no haberos sido yo gravoso? ¡Perdonadme este agravio!
14 Mirad, es la tercera vez que estoy a punto de ir a vosotros, y no os seré gravoso, pues no busco vuestras cosas sino a vosotros. Efectivamente, no corresponde a los hijos atesorar para los padres, sino a los padres atesorar para los hijos.
15 Por mi parte, muy gustosamente gastaré y me desgastaré totalmente por vuestras almas. Amándoos más ¿seré yo menos amado?
16 Es verdad, en nada os fui gravoso; pero en mi astucia, os capturé con dolo.
17 ¿Acaso os exploté por alguno de los que os envié?
18 Invité a Tito y mandé con él al hermano. ¿Os ha explotado acaso Tito? ¿No hemos obrado según el mismo espíritu? ¿No hemos seguido las mismas huellas?
19 Hace tiempo, pensáis, que nos estamos justificando delante de vosotros. Delante de Dios, en Cristo, estamos hablando. Y todo esto, queridos míos, para edificación vuestra.
20 En efecto, temo que a mi llegada no os encuentre como yo querría; ni me encontréis como querríais: que haya discordias, envidias, iras, disputas, calumnias, murmuraciones, insolencias, desórdenes.
21 Temo que en mi próxima visita el Señor me humille por causa vuestra y tenga que llorar por muchos que anteriormente pecaron y no se convirtieron de sus actos de impureza, fornicación y libertinaje.
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2 Corintios 13
1 Por tercera vez voy a vosotros. Por la palabra de dos o tres testigos se zanjará todo asunto.
2 Ya lo tengo dicho a los que anteriormente pecaron y a todos los demás, y vuelvo a decirlo de antemano ahora que estoy ausente, lo mismo que la segunda vez estando presente: Si vuelvo otra vez, obraré sin miramientos,
3 ya que queréis una prueba de que habla en mí Cristo, el cual no es débil para con vosotros, sino poderoso entre vosotros.
4 Pues, ciertamente, fue crucificado en razón de su flaqueza, pero está vivo por la fuerza de Dios. Así también nosotros: somos débiles en él, pero viviremos con él por la fuerza de Dios sobre vosotros.
5 Examinaos vosotros mismos si estáis en la fe. Probaos a vosotros mismos. ¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros? ¡A no ser que os encontréis ya reprobados!
6 Espero que reconoceréis que nosotros no estamos reprobados.
7 Rogamos a Dios que no hagáis mal alguno. No para que nosotros aparezcamos probados, sino para que obréis el bien, aun cuando quedáramos nosotros reprobados.
8 Pues nada podemos contra la verdad, sino sólo a favor de la verdad.
9 Ciertamente, nos alegramos cuando somos nosotros débiles y vosotros fuertes. Lo que pedimos es vuestro perfeccionamiento.
10 Por eso os escribo esto ausente, para que, presente, no tenga que obrar con severidad conforme al poder que me otorgó el Señor para edificar y no para destruir.
11 Por lo demás, hermanos, alegraos; sed perfectos; animaos; tened un mismo sentir; vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros.
12 Saludaos mutuamente con el beso santo. Todos los santos os saludan.
13 La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.
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