Lectio mié, 11 may, 2022

Tiempo de Pascua

Oración inicial

Señor, tú que eres la vida de los fieles, la gloria de los humildes y la felicidad de los santos, escucha nuestras súplicas y sacia con la abundancia de tus dones a los que tienen sed de tus promesas. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Juan 12,44-50

En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas.

Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho».

 

Reflexión

  • El evangelio de hoy nos trae la parte final del Libro de las Señales, en la cual el evangelista hace un balance. Muchos creen en Jesús y tienen el valor de manifestar su fe públicamente. Otros discípulos creyeron, pero no tuvieron el valor de manifestar públicamente su fe. Tenían miedo a ser expulsados de la sinagoga. Y muchos no creyeron: “Después de tantas señales que había hecho delante de ellos, no creyeron en él. Así se cumplió la palabra dicha por el profeta Isaías: «Señor, ¿quién ha dado crédito a nuestras palabras? ¿A quién descubriste los secretos de nuestra salvación?» (Jn 12,37-38). Después de esta constatación general, Juan vuelve a tomar algunos temas centrales de su evangelio:
  • Juan 12,44-45: Creer en Jesús es creer en aquel que le ha enviado. Esta frase es un resumen del evangelio de Juan. Es un tema que aparece y reaparece de muchas maneras. Jesús está tan unido al Padre, que ya no habla en su nombre, sino que siempre habla en nombre del Padre. Quien ve a Jesús, ve al Padre. Si se quiere conocer a Dios, hay que mirar a Jesús. ¡Dios es Jesús!
  • Juan 12,46: Jesús es la luz que vino al mundo. Aquí Juan retoma lo que había dicho en el prólogo: “El verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9). “La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no pudieron

vencerla” (Jn 1,5). Aquí él repite: “Yo vine al mundo como luz, para que todo aquel que cree en mí no siga en las tinieblas”. Jesús es una respuesta vital a los grandes interrogantes que mueven e inspiran la búsqueda del ser humano. Es una luz que aclara el horizonte. Hace descubrir el lado luminoso de la oscuridad de la fe.

  • Juan 12,47-48: No vine para juzgar al mundo. Llegando al final de una etapa, surge la pregunta: “¿Cómo va a ser el juicio? En estos dos versículos el evangelista aclara el tema del juicio. El juicio no se hace con amenazas de maldiciones. Jesús dice: Yo no condeno quien oye mis palabras y no obedece a mis palabras, porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo. Quien me rechaza y no acepta mis palabras, ya tiene su juez: la palabra que yo hablé será su juez en el último día. El juicio consiste en la manera en que la persona se define ante la verdad y ante su propia conciencia.
  • Juan 13,49-50: Lo que digo, lo digo según el Padre me dice. Las últimas palabras del Libro de las Señales son un resumen de todo que Jesús dice y hace hasta ahora. El reafirma lo que afirmaba desde el comienzo: “Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.» Jesús es el reflejo fiel del Padre. Por esto mismo, no ofrece prueba ni argumento a los que le provocan para que se legitime y presente sus credenciales. Es el Padre quien lo legitima a través de las obras que él hace. Y diciendo obras, no se refiere sólo a los grandes milagros, sino a todo lo que él dice y hace, hasta en las más mínimas cosas. Jesús, él mismo, es Señal del Padre. El es el milagro ambulante, la transparencia total. El ya no se pertenece, sino que es enteramente propiedad del Padre. Las credenciales de un embajador no vienen de él, sino que vienen de aquel que le presenta. Vienen del Padre.

Para la reflexión personal

  • Juan hace un balance de la actividad reveladora de Jesús. Si yo hiciera un balance de mi vida, ¿qué habría de positivo en mí?
  • ¿Hay algo en mí que me condena?

Oración final

¡Que los pueblos te den gracias, oh Dios,
que todos los pueblos te den gracias!
Que se alegren y exulten las naciones,
pues juzgas al mundo con  justicia,
con equidad juzgas a los pueblos,
gobiernas las naciones de la tierra. (Sal 67,4-5)

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Lectio mar, 10 may, 2022

Tiempo de Pascua

Oración inicial

Te pedimos, Señor todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Juan 10,22-30

Por aquellos días, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación del templo. Era invierno. Jesús se paseaba por el templo, bajo el pórtico de Salomón. Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente».

Jesús les respondió: «Ya se lo he dicho y no me creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Y o les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno».

Reflexión:

  • Los capítulos de 1 a 12 del evangelio de Juan son llamados “El libro de las Señales”. En ellos acontece la revelación progresiva del Misterio de Dios en Jesús. En la misma medida en que Jesús va haciendo la revelación, crecen la adhesión y la oposición hacia él según la visión con que cada cual espera la llegada del Mesías. Esta manera de describir la actividad de Jesús no es sólo para informar cómo la gente seguía a Jesús en aquel tiempo, sino también y sobre todo cómo debemos seguirle hoy nosotros, sus lectores y lectoras. En aquel tiempo, todos esperaban la llegada del Mesías y tenían sus criterios para poderle reconocer. Querían que fuera como ellos se lo imaginaban. Pero Jesús no se somete a esta exigencia. Revela al Padre como es el Padre y no como le gustaría a los oyentes que fuera. Pide que nos convirtamos en nuestra manera de pensar y actuar. Hoy también, cada uno de nosotros tiene sus gustos y preferencias. A veces, leemos el evangelio para ver si allí encontramos la confirmación de nuestros deseos. El evangelio de hoy arroja luz al respecto.
  • Juan 10,22-24: Los Judíos interpelan a Jesús. Hacía frío. Mes de octubre. Fiesta de la dedicación que celebraba la purificación del templo hecha por Judas Macabeo (2Mc 4,36.59). Era una fiesta bien popular de muchas luces. Jesús camina por la explanada del Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos le preguntan: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tu eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Ellos quieren que Jesús se defina y que ellos puedan comprobar, desde sus criterios, si Jesús es o no es el Mesías. Quieren pruebas. Es la actitud de quien se siente dueño de la situación. Los novatos deben presentar sus credenciales. De lo contrario, no tendrán derecho a hablar y a actuar.
  • Juan 10,25-26: Respuesta de Jesús: las obras que hago dan testimonio de mí. La respuesta de Jesús es siempre la misma: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.” No se trata de dar pruebas. No adelantaría nada. Cuando una persona no quiere aceptar el testimonio de alguien, no hay prueba que tenga para que piense de otra forma. El problema de fondo es la apertura desinteresada de la persona hacia Dios y hacia la verdad. Donde hay esta apertura, Jesús es reconocido por sus ovejas. “Todo hombre que está de parte de la verdad escucha mi voz” dirá Jesús más tarde ante Pilatos (Jn 18,37). Esta apertura estaba faltando en los fariseos.
  • Juan 10,27-28: Mis ovejas conocen mi voz. Jesús retoma la parábola del Buen Pastor que conoce sus ovejas y él es conocido por sus ovejas. Este mutuo entendimiento – entre Jesús que viene en nombre del Padre y las personas que se abren a la verdad – es fuente de vida eterna. Esta unión entre el creador y la criatura a través de Jesús, supera la amenaza de muerte: “¡No perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos!” Están a salvo y, por ello, en paz y en plena libertad.
  • Juan 10,29-30: Yo y el Padre somos uno. Estos dos versículos abordan el misterio de la unidad entre Jesús y el Padre: “El Padre, que todo me ha entregado, es mayor que todos. Y nadie puede arrebatar nada de las manos del Padres. El Padre y yo somos uno”. Esta y varias otras frases nos dejan entrever algo de este misterio mayor: “Quien me ve a mí ve al Padre” (Jn 14,9). “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Jn 10,38). Esta unidad entre Jesús y el Padre no es automática, sino que es fruto de la obediencia: “Yo hago siempre lo que al Padre le agrada” (Jn 8,29; 6,38; 17,4). “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre” (Jn 4,34; 5,30). La carta a los Hebreos dice que Jesús tuvo que aprender, por el sufrimiento, lo que es ser obediente (EEB 5,8). “Fue obediente hasta la muerte y la muerte de Cruz” (Fil 2,8). La obediencia de Jesús no es disciplinar, sino que es profética. Obedece para ser total transparencia y, así, ser revelación del Padre. Por esto podía decir: “¡El Padre y yo somos uno!” Fue un largo proceso de obediencia y de encarnación que duró 33 años. Comenzó con el Sí de María (Lc 1,38) y terminó con “¡Todo está consumado!” (Jn 19,30).

Para la reflexión personal

  • Mi obediencia a Dios es ¿disciplinar o profética? ¿Revelo algo de Dios o sólo me preocupo de mi salvación?
  • Jesús no se sometió a las exigencias de los que querían comprobar si él era el mesías anunciado. ¿Hay en mí algo de esta actitud dominadora e inquisidora típica de los adversarios de Jesús?

Oración final

¡Que Dios tenga piedad y nos bendiga, que nos muestre su rostro radiante! conozca así la tierra su proceder,
y todas las naciones su salvación. (Sal 67,2-3)

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Lectio lun, 9 may, 2022

Tiempo de Pascua

Oración inicial

Te pedimos, Señor todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados. Por Jesucristo nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Juan 10,1-10

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado.

Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.

Reflexión:

En Jesús tenemos el modelo del verdadero pastor; en él llega a su cumplimiento la espera del pastor bueno prometido por Dios: el “gran pastor”, más grande que Moisés (Hb 13, 20).

Juan 10,1-6: La puerta del aprisco. En Jn 10,1-10 se dice que Jesús es la “puerta” por la que se accede hasta las ovejas y por la que éstas sean conducidas a los pastos (10,7.9- 10). El tema de las ovejas también se trata en Jn 2,15 y de manera particular en 5,2 donde se indica una puerta de las Ovejas con cinco pórticos a lo largo de los cuales se tendían los enfermos para ser curados. En este contexto, las ovejas vienen a indicar al pueblo oprimido por sus dirigentes. En Jn 10,1 Jesús conecta el tema de las ovejas con el atrio del templo, institución judía gestionada por hombres poderosos que conculcan el derecho y la justicia y explotan al pueblo. Estos tales son identificados por Jesús como “ladrones y bandidos”. Jesús inicia su largo discurso de enfrentamiento con los Fariseos, obstinados en su incredulidad y autosuficiencia (9,40-41), con una afirmación genérica: el modo más seguro para entrar en contacto con las ovejas es acceder por la puerta del recinto en el que ellos se encuentran. El que accede de otro modo no lo hace movido por el amor a las ovejas, sino para explotarlas en beneficio propio. El pecado de los guías del pueblo era éste: apropiarse de lo que era propiedad de todos. Jesús califica esta conducta con el término “ladrón”. Esta fue la acusación que Jesús hizo a los dirigentes del pueblo en su primera visita al templo (2,13ss) Otro término con el que Jesús califica a los que quitan al pueblo lo que es suyo es “bandido”. Esta calificación señala a los que además usan la violencia. Por tanto, los dirigentes del templo obligan al pueblo a someterse a la violencia de su sistema (7,13; 9,22). El efecto que esto produce es un estado de muerte (5,3.21.25)

El pastor entra por la puerta para cuidarse de las ovejas, no para vejarlas. De hecho, las ovejas reconocen su autoridad (su voz) y lo siguen. Para ellas, la voz de Jesús contiene un mensaje de liberación, propio del mesías. Su voz, además, no se dirige a un grupo anónimo de personas, sino que las identifica personalmente. Para Jesús no existe una multitud anónima de gente, sino que cada uno tiene un rostro, un nombre, una dignidad. El templo (recinto de las ovejas) ha pasado a ser un lugar de tinieblas, marcado sólo por intereses económicos; el dinero ha sustituido la atención exclusiva a Dios: el templo ha pasado a ser la casa del comercio (Jn 2,16). Jesús conduce al pueblo para sacarlo fuera de las tinieblas. No lo hace de manera ficticia sino real, porque esta es la tarea que el Padre le ha confiado. Los pasos fundamentales de esta misión son: entrar y llamar. Los que responden a la llamada a la libertad llegan a ser una nueva comunidad: “los suyos”.

Juan 10,7-10: Jesús es la nueva puerta. Jesús usa de nuevo el simbolismo de la puerta en los VV. 7-8, aplicándolo a sí mismo. Él es la nueva puerta, no sólo en relación con el viejo recinto de Israel representado por los dirigentes del pueblo, sino también respecto a los que lo siguen. A los primeros les recuerda su legitimidad de ser él el único acceso a las ovejas, pues es el mesías dispuesto a dar la vida por las ovejas. Para mantener relación con el rebaño no se accede a través del dominio y de la prevaricación, sino adoptando la actitud del que da la vida. Sus palabras son una clara invitación a cambiar de modo de pensar y de relacionarse. Entrar a través de Jesús supone poner el bien del hombre como tarea prioritaria y usar todas las energías para conseguirlo. El que no entra en esta lógica nueva es un opresor. El lector, ciertamente, encontrará duras y fuertes las palabras que Jesús dirige a sus contemporáneos, en modo particular a los dirigentes del pueblo que han usado el dominio y la violencia para explotarlo. Jesús es la nueva puerta con relación a todo hombre. Pero ¿qué quiere decir para el hombre de hoy entrar por la puerta que es Jesús? Esto comporta “acercarse a él”, “fiarse de él” (Jn 6, 35), seguirlo y dejarse guiar por su mensaje (8,31.51); comporta, en definitiva, participar de la entrega de Jesús para que se realice la verdadera felicidad del hombre.

Para la reflexión personal

  • Jesús es el buen pastor porque te conoce siempre, pero ¿lo reconoces tú a él? Es el pastor que viene a tu vida como puerta por donde salir y entrar: ¿te dejas conducir por él cuando te relacionas con los demás?
  • ¿Eres tú también, en tu comunidad y en tu familia, una puerta, no para encerrarte, sino para permanecer abierto a la comunicación fraterna y dejar pasar el amor y la confianza?

Oración final

Envía tu luz y tu verdad,
ellas me guiarán,
me llevarán a tu monte santo,
hasta entrar en tu Morada. (Sal 43,3)

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Lectio Dom, 8 may, 2022

Jesús es el Pastor:
sus ovejas le conocen Juan 10,27-30

LECTIO

Perdona las culpas de tu pueblo, Señor, y que tu amor y tu bondad nos libren del poder del pecado, al que nos ha sometido nuestra debilidad. Por nuestro Señor.

Oración inicial:

Ven, Espíritu Santo, a nuestros corazones y enciende en ellos el fuego de tu amor, danos la gracia de leer y reflexionar esta página del Evangelio para hacerlo memoria activa, amante y operante en nuestra vida. Deseamos acercarnos al misterio de la persona de Jesús contenido en esta imagen del pastor. Por esto te pedimos, humildemente, que abras los ojos de nuestra mente y de nuestro corazón, para que podamos conocer la fuerza de su resurrección. Ilumina, ¡oh Espíritu de luz!, nuestra mente para que podamos comprender las palabras de Jesús, Buen Pastor; inflama nuestro corazón para que nos demos cuenta que no están lejos de nosotros, sino que son la clave de nuestra experiencia actual. Ven, ¡oh Espíritu Santo!, porque sin ti el Evangelio aparece como letra muerta; contigo el Evangelio es Espíritu de vida. Danos, Padre, el Santo Espíritu; te lo pedimos junto con María, la madre de Jesús y madre nuestra, y con Elías, tu profeta, en el nombre de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor ¡Amén!

Lectura del texto:

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno».

Momento de silencio orante:

El silencio conserva el fuego de la palabra que ha entrado en nosotros con la escucha de la Palabra. Ayuda a conservar el fuego interior de Dios. Permanece algunos momentos en el silencio de la escucha para poder participar del poder creador y recreador de la Palabra divina.

MEDITATIO

  1. Una clave de lectura:

El pasaje de la liturgia de este domingo está sacado del capítulo 10 de Juan, un discurso de Jesús durante la fiesta judía de la dedicación del Templo de Jerusalén que acaecía a finales de diciembre (durante la cual se conmemoraba la reconsagración del Templo violado por los sirios-helenistas por obra de Judas Macabeo en el 164 a.C). Las palabras de Jesús sobre la relación entre el Pastor (Cristo) y las ovejas (la Iglesia) pertenecen a un verdadero y propio debate entre Jesús y los judíos. Estos hacen a Jesús una pregunta clara y piden una respuesta también clara y pública: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente» (10,24). Juan presenta, otras veces, a los judíos que pretenden arrancar a Jesús una afirmación clara sobre su identidad (2,18; 5,16; 8,25). Una petición de este tipo, los Sinópticos la presentan durante el proceso ante el Sanedrín (Mt 26,63; Mc 14,61; Lc 22,67). La respuesta de Jesús se presenta en dos momentos (vv. 25-31 e 32-39).

Consideramos brevemente el contexto donde se inserta la primera, que es la de nuestro texto litúrgico. Los judíos no comprendieron la parábola del buen pastor (Jn 10, 1-21) y piden ahora a Jesús una declaración más clara de su identidad. El motivo de su incredulidad no es por sí mismo un motivo de búsqueda, sino que en su cerrazón mental rechazan pertenecer a sus ovejas. Puede ser iluminadora una expresión análoga de Jesús en Mc 4,11: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas». Las palabras de Jesús solamente son luz para el que vive dentro de la comunidad, para aquél que decide quedarse fuera solamente es un enigma que desconcierta. A la incredulidad de los judíos, Jesús contrapone el comportamiento de aquellos que le pertenecen y que el Padre les ha dado; también su relación con ellos.

El lenguaje de Jesús no es para nosotros de evidencia inmediata; más aún, compara a los creyentes con un rebaño, y nos deja perplejos. Somos, en gran mayoría, extraños a la vida agrícola y pastoril, y no es fácil comprender lo que significa el rebaño para un pueblo de pastores. Los oyentes, a los que Jesús dirige su palabra, era un pueblo de pastores. Es evidente que la parábola es entendida desde el punto de vista de un hombre que comparte casi todo con su rebaño. Él lo conoce: ve cada una de sus cualidades y de sus defectos; también las ovejas conocen a su guía: responden a su voz y a sus indicaciones.

I) Las ovejas de Jesús escuchan su voz: no se trata sólo de una escucha externa (3,5; 5,37) sino de una escucha atenta (5,28; 10,3), hasta la escucha obediente (10,16.27; 18,37; 5,25). En el discurso del buen pastor esta escucha expresa la confianza y la unión de las ovejas al pastor (10,4). El adjetivo «mías» no indica solamente la simple posesión de las ovejas, sino que pone en evidencia que las ovejas le pertenecen, y le pertenecen en cuanto que Él es el propietario (10,12).

II) He aquí, pues, que se establece una relación íntima entre Jesús y las ovejas:«y yo las conozco» no se trata de un conocimiento intelectual; en el sentido bíblico “conocer a alguien” significa, sobre todo, tener una relación personal con él, vivir en cierto sentido en comunión con él. Un conocimiento que no excluye los trazos humanos de la simpatía, amor, comunión de naturaleza.

III) En virtud de este conocimiento de amor, el Pastor invita a los suyos a seguirlo. La escucha de la palabra comporta un discernimiento, para que entre todas las voces posibles, elijan la que corresponde a una persona concreta (Jesús). Como consecuencia de este discernimiento, la respuesta se hace activa, personal y se convierte en obediencia. Esta proviene de la escucha. Por lo tanto, entre la escucha y la secuela del Pastor está conocer a Jesús.

El conocimiento de Jesús hacia sus ovejas abre un itinerario que conduce al amor: «Yo les doy la vida eterna». Para el evangelista la vida es el don de la comunión con Dios.

Mientras en los sinópticos la ‘vida’ o ‘vida eterna’ está unida al futuro; en el evangelio de Juan está unida a una posesión actual. Éste aspecto se repite con frecuencia en la narración de Juan: « El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (3,36); «En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna» (5,24; 6,47).

La relación de amor de Jesús se concretiza por la experiencia de protección que el hombre experimenta: se dice que las ovejas « no perecerán jamás». Quizás una alusión a la perdición eterna. Y se añade que «nadie las arrebatará». Tal expresión sugiere el papel de la mano de Dios y de Cristo que impiden a los corazones de las personas ser arrebatadas por otras fuerzas negativas. En la Biblia, la mano, en algunos contextos, es una metáfora que indica la fuerza de Dios que protege (Dt 33,3; Sal 31,6). Por otra parte, el verbo «arrebatar» (harpázō) sugiere la idea que la comunidad de discípulos no estará exenta de los ataques del mal y de las tentaciones. Pero la expresión «nadie las arrebatará» indica la presencia de Cristo que asegura a la comunidad la certeza de una estabilidad granítica que le permite superar toda tentación de miedo.

Algunas preguntas:

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

  • La primera actitud que la palabra de Jesús ha puesto en evidencia es que el hombre debe “escuchar”. Este verbo en el lenguaje bíblico está lleno de resonancias: implica la adhesión alegre al contenido de lo que se escucha, la obediencia a la persona que habla, la elección de vida de Aquél que se dirige a nosotros. ¿Eres un hombre inmerso en la escucha de Dios? ¿Hay espacios en tu vida diaria que dedicas, de modo particular, a la escucha de la Palabra de Dios?
  • El diálogo o comunicación íntima entre Cristo y tú se define en el evangelio de la liturgia de hoy con un gran verbo bíblico, «conocer». Éste implica a todo el ser del hombre: la mente, el corazón, la voluntad. Tu conocimiento de Cristo ¿se limita a un conocimiento teórico-abstracto o te dejas transformar y guiar por su voz en el camino de tu vida?
  • El hombre que ha escuchado y conocido a Dios «sigue» a Cristo come único guía de su vida. Tu seguimiento diario ¿es continuo? ¿Aún cuando en el horizonte aparece la pesadilla de otras voces e ideologías que tratan de separarte de la comunión con Dios?
  • En la meditación del evangelio de hoy aparecen otros dos verbos: nosotros no «pereceremos» y nadie nos podrá «arrebatar» de la presencia de Cristo que protege nuestra vida. Es esto lo que fundamenta y motiva nuestra seguridad cotidiana. Tal idea se expresa de modo luminoso en Pablo: «Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro » (Rom 8,38-39). Cuando entre los creyentes y la persona de Jesús se establece una relación hecha de llamada y de escucha, entonces se procede en la vida con seguridad de llegar a la madurez espiritual y al éxito. El verdadero fundamento de esta seguridad está en descubrir cada día la identidad divina de este pastor que es la seguridad de nuestra vida. ¿Experimentas esta seguridad cuando te sientes amenazado por el mal?
  • Las palabras de Jesús «Yo les doy vida eterna» te aseguran que la meta de tu camino, como creyente, no es oscura ni incierta. Para ti, ¿la vida eterna hace referencia a la cantidad de años que puedes vivir o, por el contrario, es un reclamo a la comunión de vida con el mismo Dios? ¿Es motivo de alegría para ti experimentar la compañía de Dios en tu vida?

ORATIO

a) Salmo 100, 2; 3; 5

¡Aclama a Yahvé, tierra entera, servid
a Yahvé con alegría, llegaos a él con júbilo!
Sabed que Yahvé es Dios,
él nos ha hecho y suyos somos,
su pueblo y el rebaño de sus pastos.
Pues bueno es Yahvé y eterno su amor,
su lealtad perdura de edad en edad.

b) Oración final:

Te pedimos, Señor, que te manifiestes a cada uno como Buen Pastor que en la fuerza de la Pascua restableces, animas en los tuyos, con la delicadeza de tu presencia, con la fuerza de tu Espíritu. Te rogamos que abras nuestros ojos, para que podamos conocer cómo nos guías y sostienes nuestras voluntad de seguirte adonde quiera que nos conduzcas. Concédenos la gracia de no ser arrebatados de tus manos de Buen Pastor y de nos estar a merced del mal que nos amenaza y de las divisiones que anidan en el interior de nuestro corazón. Tú, ¡oh Cristo!, eres el Pastor, nuestro guía, nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano. ¡Amén!

CONTEMPLATIO

Contempla la Palabra del Buen Pastor en tu vida. Las etapas precedentes de la lectio divina, importantes en sí mismas, cobran funcionalidad, si están orientadas a la vida. El camino de la “lectio” no se puede decir que está acabado, si no llega a hacer de la Palabra una escuela de vida para ti. Tal meta se alcanza cuando experimentas en ti los frutos del Espíritu. Estos son: la paz interior que florece en la alegría y en el gusto por la Palabra; la capacidad para discernir entre lo que es esencial y obra de Dios y lo que es fútil y obra del mal; la valentía de la elección y de la acción concreta son una consecuencia de la página bíblica que has leído y meditado.

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Lectio sáb, 7 may, 2022

Oración inicial

¡Oh Dios!, que has renovado por las aguas del bautismo a los que creen en ti; concede tu ayuda a los que han renacido en Cristo, para que venzan las insidias del mal y permanezcan siempre fieles a los dones que de ti han recibido. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Juan 6,60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús dijeron al oír sus palabras: «Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?».
Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen». (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar). Después añadió: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También ustedes quieren dejarme?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

Reflexión

  • El evangelio de hoy trae la parte final del Discurso del Pan de Vida. Se trata de la discusión de los discípulos entre sí y con Jesús (Jn 6,60-66) y de la conversación de Jesús con Simón Pedro (Jn 6,67-69). El objetivo es mostrar las exigencias de la fe y la necesidad de un compromiso firme con Jesús y con su propuesta. Hasta aquí todo se pasaba en la sinagoga de Cafarnaún. No se indica el lugar para esta parte final.
  • Juan 6,60-63: Sin la luz del Espíritu no se entienden estas palabras. Muchos discípulos pensaban que Jesús se estaba yendo ¡demasiado lejos! Estaba acabando con la celebración de Pascua y se estaba colocando a sí mismo en el lugar más central de la Pascua. Por ello, mucha gente se desligó de la comunidad y no iba más con Jesús. Jesús reacciona diciendo: «Es el espíritu que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida». No deben tomarse al pie de la letra las cosas que él dice. Sólo con la ayuda del Espíritu Santo es posible entender todo el significado de lo que Jesús dijo (Jn 14,25-26; 16,12-13). Pablo dirá en la carta a los Corintios: “¡La letra mata, mientras el Espíritu da vida!” (2Cor 3,6).
  • Juan 6,64-66: Algunos de vosotros no creen En su discurso Jesús se había presentado como el alimento que sacia el hambre y la sed de todos aquellos y aquellas que buscan a Dios. En el primer Éxodo, muchos dudaron de que Dios estuviera con ellos: “¿Está o no está Yahvé en medio de nosotros?” (Es 17,7) y murmuraban contra Moisés (Cf. Es 17,2-3; 16,7-8). Querían romper y volver a Egipto. En esta misma tentación caen los discípulos, dudando de la presencia de Jesús en el partir el pan. Ante las palabras de Jesús sobre “comer mi carne y beber mi sangre”, muchos murmuraban como el pueblo en el desierto (Jn 6,60) y tomaron la decisión de romper con Jesús y con la comunidad “se volvieron atrás y no fueron con él” (Jn 6,66).
  • Juan 6,67-71: Confesión de Pedro. Al final quedan sólo los doce. Ante la crisis provocada por sus palabras y sus gestos, Jesús se vuelve hacia sus amigos más íntimos, aquí representados por los Doce, y les dice: “¿También vosotros queréis marcharos?» Jesús no hace cuestión de tener a mucha gente que le sigue. No cambia el discurso cuando el mensaje no agrada. El habla para revelar al Padre y no para agradar a quién sea. Prefiere permanecer solo, y no estar acompañado por personas que no se comprometen con el proyecto del Padre. La respuesta de Pedro es linda: “¿A quién iremos? ¡Tú sólo tienes palabras de vida eterna y nosotros reconocemos que tú eres el Santo de Dios!” Aún sin entender todo, Pedro acepta a Jesús como Mesías y cree en él. Profesa en nombre del grupo su fe en el pan compartido y en la palabra. Jesús es palabra y el pan que sacia al nuevo pueblo de Dios (Dt 8,3). A pesar de todos sus límites, Pedro no es como Nicodemo que quería ver todo bien claro según sus propias ideas. Y aún así, entre los doce había quien no aceptaba la propuesta de Jesús. En este círculo más íntimo existía un adversario (diablo) (Jn 6,70-71) “quien mi pan compartía, me trata con desprecio” (Sal 41,10; Jn 13,18).

Para la reflexión personal

  • Me pongo en el lugar de Pedro ante Jesús. ¿Qué respuesta doy a Jesús que me pregunta?: “¿También tú quieres irte?”
  • Me pongo en el lugar de Jesús. Hoy. Mucha gente está dejando de ir con Jesús. ¿Es culpa de quién?

Oración final

¡Ah, Yahvé, yo soy tu siervo,
tu siervo, hijo de tu esclava,
tú has soltado mis cadenas!
Te ofreceré sacrificio de acción de gracias
e invocaré el nombre de Yahvé. (Sal 116,16-17)

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Lectio vie, 6 may, 2022

Oración inicial

Te pedimos, Señor, que ya que nos has dado la gracia de conocer la resurrección de tu Hijo, nos concedas también que el Espíritu Santo, con su amor, nos haga resucitar a una vida nueva. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Juan 6,52-59

En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí: «¿Cómo puede éste damos a comer su carne?».
Jesús les dijo: «Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.

Reflexión

  • Estamos llegando casi al final del Discurso del Pan de Vida. Aquí empieza la parte más polémica. Los judíos se encierran en sí mismos y empiezan a cuestionar las afirmaciones de Jesús.
  • Juan 6,52-55: Carne y sangre: expresión de vida y de entrega total. Los judíos reaccionan «¿Cómo este hombre puede darnos su carne para comer?» Era cerca de la fiesta de Pascua. Dentro de unos pocos días, iban a comer la carne del cordero pascual en la celebración de la noche de pascua. Ellos no entendían las palabras de Jesús, porque tomaron todo al pie de la letra. Pero Jesús no disminuyó las exigencias, ni tampoco retira nada de lo que había dicho, e insiste: ««En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él”. (a) Comer la carne de Jesús significa aceptar a Jesús como el nuevo Cordero Pascual, cuya sangre nos libera de la esclavitud. La ley del Antiguo Testamento, respecto a la vida, prohibía comer sangre (Dt 12,16.23; He 15.29). La sangre era la señal de la vida. (b) Beber la sangre de Jesús significa asimilar la misma manera de vivir que marcó la vida de Jesús. Lo que trae vida no es celebrar el maná del pasado, sino comer este nuevo pan que es Jesús, su carne y su sangre. Participando en la Cena Eucarística, asimilamos su vida, su donación y su entrega. “Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.” Deben aceptar a Jesús como mesías crucificado, cuya sangre será derramada.
  • Juan 6,56-58: Quien me come, vivirá por mí. Las últimas frases son de gran profundidad y tratan de resumir todo lo que se dijo. Evocan la dimensión mística que envuelve toda la participación en la eucaristía. Expresan lo que Pablo dice en la carta a los Gálatas: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gál 2,20). Es lo que dice el Apocalipsis de Juan: “Si uno me oye y me abre, entraré en su casa y comeremos juntos” (Ap 3,20). Y Juan mismo en el Evangelio: “Si alguien me ama guardará mi palabra y mi Padre le amará y los dos nos vendremos con él y en él haremos nuestra morada” (Jn 14,23). Y termina con la promesa de vida que marca la diferencia con el antiguo éxodo: “Este es el pan bajado del cielo. No es como el pan que comieron vuestros padres y después murieron. Quien come de este pan vivirá por siempre.»
  • Juan 6,59: Termina el discurso en la sinagoga. Hasta aquí la conversación entre Jesús, la gente y los judíos en la sinagoga de Cafarnaún. Como aludimos anteriormente, el Discurso del Pan de Vida nos ofrece una imagen de cómo era la catequesis en aquel final del siglo primero en las comunidades cristianas de Asia Menor. Las preguntas de la gente y de los judíos reflejan las dificultades de los miembros de las comunidades. Y las respuestas de Jesús representan las aclaraciones para ayudarlos a superar las dificultades, a profundizar en su fe y a vivir más intensamente la eucaristía que se celebraba sobre todo en las noches del sábado al domingo, el Día del Señor.

Para la reflexión personal

  • A partir del Discurso del Pan de Vida, la celebración de la Eucaristía recibe una luz muy fuerte y una enorme profundización. ¿Cuál es la luz que estoy percibiendo y que me ayuda a da un paso?
  • Comer la carne y la sangre de Jesús, es el mandamiento que él nos da. ¿Cómo vivo la eucaristía en mi vida? Aunque no pueda ir a misa todos los días o los domingos, mi vida debe ser eucaristía. ¿Cómo alcanzar este objetivo?

Oración final

¡Alabad a Yahvé, todas las naciones,
ensalzadlo, pueblos todos!
Pues sólido es su amor hacia nosotros,
la lealtad de Yahvé dura para siempre. (Sal 117,1-2)

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Lectio jue, 5 may, 2022

Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, que en estos días de Pascua nos has revelado más claramente tu amor y nos has permitido conocerlo con más profundidad; concede a quienes has liberado de las tinieblas del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Juan 6,44-51

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ése sí ha visto al Padre.

Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida».

Reflexión

  • Hasta aquí el diálogo entre Jesús y la gente. De aquí en adelante, los líderes judíos empiezan a entrar en la conversación, y la discusión se hace más tensa.
  • Juan 6,44-46: Quien se abre para Dios, acepta a Jesús y su propuesta. La conversación se vuelve más exigente. Ahora son los judíos, los líderes del pueblo que murmuran: «Este Jesús ¿no es el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que bajó del cielo?» (Jn 6,42) Ellos pensaban conocer las cosas de Dios. En realidad, no las conocían. Si fuesen realmente abiertos y fieles a Dios, sentirían dentro de sí el impulso de Dios que los atrae para Jesús y reconocerían que Jesús viene de Dios, ‘Pues está escrito en los Profetas: ¡Todos serán instruidos por Dios’. Todo aquel que escucha al Padre y recibe su instrucción viene a mí.
  • Juan 6,47-50: Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. En la celebración de la pascua, los judíos recordaban el pan del desierto. Jesús nos ayuda a dar un paso más. Quien celebra la pascua recordando solamente el pan que los padres comieron en el pasado, acabarán muriendo como todos ellos. El verdadero sentido de la Pascua no es recordar el maná caído del cielo, sino aceptar a Jesús como el nuevo Pan de Vida y seguir el camino que él nos enseñó. Ahora ya no se trata de comer la carne del cordero pascual, sino de comer la carne de Jesús, para que no perezca aquel que la come, sino que tenga ¡la vida eterna!
  • Juan 6,51: Quien come de este pan vivirá eternamente. Y Jesús termina diciendo: «Yo soy el pan de vida bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo.» En vez del maná y en vez del cordero pascual, somos convidados a comer el nuevo maná y el nuevo cordero pascual que es Jesús mismo que se entregó en la Cruz por la vida de todos.
  • El nuevo Éxodo. La multiplicación de los panes aconteció cerca de Pascua (Jn 6,4). La fiesta de pascua era la memoria peligrosa del Éxodo, la liberación del pueblo de las garras del faraón. Todo el episodio narrado en este capítulo 6 del evangelio de Juan tiene un paralelo en los episodios relacionados con la fiesta de pascua, tanto con la liberación de Egipto como con la caminada del pueblo en el desierto en busca de la tierra prometida. El Discurso del Pan de Vida, hecho en la sinagoga de Cafarnaún, está relacionado con el capítulo 16 del libro del Éxodo que habla del Maná. Merece la pena leer todo este capítulo 16 del Éxodo. Percibiendo las dificultades del pueblo en el desierto, podemos comprender mejor las enseñanzas de Jesús aquí en el capítulo 6 del evangelio de Juan. Por ejemplo, cuando Jesús habla de “un alimento que perece” (Jn 6,27) el está recordando el maná que se llenaba de gusanos y se pudría (Ex 16,20). Asimismo, cuando los judíos “murmuraban” (Jn 6,41), hacen lo mismo que los israelitas hacían en el desierto, cuando dudaban de la presencia de Dios en medio de ellos durante la travesía (Es 16,2; 17,3; Núm 11,1). La falta de alimentos hacía que la gente dudara de Dios y empezara a murmurar contra Moisés y contra Dios. Aquí también los judíos dudan de la presencia de Dios en Jesús de Nazaret y empiezan a murmurar (Jn 6,41-42).

Para la reflexión personal

  • La eucaristía ¿me ayuda a vivir en estado permanente de Éxodo? ¿Lo estoy consiguiendo?
  • Quien está abierto a la verdad encuentra en Jesús la respuesta. Hoy, mucha gente se aleja y no encuentra una respuesta. ¿Es culpa de quién? ¿De las personas que no quieren escuchar? ¿O de los cristianos que no sabemos presentar el evangelio como un mensaje de vida?

Oración final

Venid, escuchad y os contaré,
vosotros, los que estáis por Dios,
todo lo que ha hecho por mí.
Mi boca lo invocó,
mi lengua lo ensalzó. (Sal 66,16-17)

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Lectio mié, 4 may, 2022

Fiesta de Felipe y Santiago – Tiempo de Pascua

Oración inicial

Tu Hijo, Señor, después de subir al cielo, envió sobre los apóstoles el Espíritu Santo, que había prometido, para que penetraran en los misterios del reino; te pedimos que repartas también entre nosotros los dones de este mismo Espíritu. Por nuestro Señor.

Lectura

Del santo Evangelio según Juan 14, 6-14

Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.» Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.

Reflexión

El evangelio de hoy, fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago, es el mismo que meditamos durante la cuarta semana de Pascua, cuando el apóstol Felipe pide a Jesús: “Muéstranos al Padre y esto nos basta.”

  • Juan 14, 6: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Tomás había preguntado: «Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos conocer el camino?” Jesús responde: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”. «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”. Tres palabras importantes. Sin un camino, no se anda. Sin verdad, no se acierta. Sin vida, sólo ¡hay muerte! Jesús explica el sentido. El es el camino, porque «¡nadie viene al Padre sino por mí!» Pues, él es la puerta por donde las ovejas entran y salen (Jn 10,9). Jesús es la verdad, porque mirándole a él, estamos viendo la imagen del Padre. «¡Si vosotros me conocierais, conoceríais también al Padre!» Jesús es la vida, porque caminando como Jesús caminó, estaremos unidos al Padre y tendremos la vida en nosotros.
  • Juan 14, 7: Conocer a Jesús es conocer al Padre. Tomás preguntó: «Señor, no sabemos dónde vas. ¿Cómo podemos conocer la calle?» Jesús contesta: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.» Y añade: “Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto”. Jesús habla siempre del Padre, pues el Padre era su vida y transparenta en todo lo que Jesús hace y dice. Esta referencia constante al Padre provoca la pregunta de Felipe, cuya fiesta celebramos hoy.
  • Juan 14, 8-11: Felipe pregunta: «Muéstranos al Padre, ¡y esto nos basta!» Ver y experimentar al Padre era el deseo de los discípulos; era el deseo de muchas personas en las comunidades del Discípulo Amado de Asia Menor y, hasta hoy, continúa siendo el deseo de muchos de nosotros. ¿Cómo experimentar la presencia del Padre de la que tanto habla Jesús? La respuesta de Jesús es muy bonita y vale hasta hoy: «Felipe, ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces? ¡El que ha visto a mi, ha visto al Padre!» La gente no debe pensar que Dios está lejos de nosotros, como alguien distante y desconocido. Aquel que quiere saber cómo y quién es Dios Padre, basta que mire a Jesús. El lo ha revelado en las palabras y en los gestos de su vida. «¡El Padre está en mi, e yo estoy en el Padre!» A través de su obediencia, Jesús está totalmente identificado con el Padre. En cada momento él hacía lo que el Padre le mostraba para que lo hiciera (Jn 5, 30; 8, 28-29. 38). Por esto, en Jesús ¡todo es revelación del Padre! ¡Y los signos o las obras de Jesús son obras del Padre! Como dice la gente: «¡El hijo es la cara del padre!» En Jesús y por Jesús, Dios está en medio de nosotros.
  • Juan 14, 12-14: Promesa de Jesús. Jesús hace una promesa para decir que la intimidad con el Padre no es privilegio sólo de él, sino que es posible para todos y todas aquellos que creen en él: El que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. Nosotros también, a través de Jesús, podemos llegar a hacer cosas bonitas para los demás como las hacía Jesús para la gente de su tiempo. El intercederá por nosotros. Todo lo que la gente le pide, él lo va a pedir al Padre, y lo conseguirá, siempre que sea para servir. Jesús es nuestro defensor. El se va pero no nos deja sin defensa. Promete que va a pedir al Padre que mande a otro defensor o consolador, al Espíritu Santo (Jn 14, 15-17). Jesús llega a decir que el precisa irse ahora, pues, de lo contrario, el Espíritu Santo no podrá venir (Jn 16, 7). El Espíritu Santo realizará las cosas de Jesús en nosotros, si observamos el gran mandamiento de la práctica del amor.

Para la reflexión personal

  • Jesús es el camino, la verdad y la vida. Sin camino, sin verdad y sin vida no se vive. Trata de dejar penetrar esto en tu conciencia.
  • Dos preguntas importantes: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Quién soy yo para Jesús?

Oración final

Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento anuncia la obra de sus manos; el día al día comunica el mensaje, la noche a la noche le pasa la noticia. (Sal 19, 2-3)

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Lectio mar, 3 may, 2022

La Santa Cruz (México)

«Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él»

Oración inicial

Padre, que has querido salvar a los hombres
con la Cruz de Cristo tu Hijo,
concédenos, a los que hemos conocido en la tierra
su misterio de amor,
gozar en el cielo de los frutos de su redención.
Por Cristo nuestro Señor.

1. LECTIO

Lectura del Evangelio:

Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga en él la vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

2. MEDITATIO

a) Clave de lectura:

El texto que hoy la liturgia nos propone está sacado de la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. No nos tiene que sorprender el que el pasaje elegido para esta celebración forme parte del cuarto evangelio, porque es justamente este evangelio el que presenta el misterio de la cruz del Señor, como exaltación. Y esto está claro desde el comienzo del evangelio: “Así como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre” (Jn 3,14; Dn 7,13). Juan nos explica el misterio del Verbo Encarnado en el movimiento paradójico del descenso-ascenso (Jn 1,14.18; 3,13). Y es éste el misterio que ofrece la clave de lectura para comprender el despliegue de la identidad y de la misión de Jesucristo passus et gloriosus, y podemos decir con razón que esto no vale solamente para el texto de Juan. La carta a los Efesios, por ejemplo, se sirve de este mismo movimiento paradójico para explicar el misterio de Cristo: “Subió. ¿Qué quiere decir, sino que había bajado con los muertos al mundo inferior?” (Ef 4,9).

Jesús es el Hijo de Dios que al hacerse Hijo del hombre (Jn 3,13) nos hace conocer los misterios de Dios (Jn 1,18). Esto el solamente puede hacerlo, ya que el sólo ha visto al Padre (Jn 6,46). Podemos decir que el misterio del Verbo que baja del cielo responde al anhelo de los profetas: ¿quién subirá al cielo para revelarnos este misterio? (cfr. Dt 30,12; Prov 30,4). El cuarto evangelio está lleno de referencias al misterio de aquel que “ha bajado del cielo” (1 Cor 15,47). He aquí algunas citas: Jn 6,33.38.51.62; 8,42; 16,28-30; 17,5.

La exaltación de Jesús está justamente en este bajar hasta nosotros, hasta la muerte, y a la muerte de cruz, desde la cual él será levantado como la serpiente en el desierto y “todo el que la mire … no morirá” (Núm 21,7-9; Zc 12,10). Este mirar a Cristo ensalzado, Juan lo recordará en la escena de la muerte de Jesús: “Mirarán a aquel que traspasaron” (Jn 19,37). En el contexto del cuarto evangelio, el dirigir la mirada quiere significar, “conocer”, “comprender”, “ver”.

A menudo en el evangelio de Juan, Jesús se refiere al hecho de ser levantado: “Cuando hayan levantado en alto el Hijo del hombre, entonces conocerán que yo soy” (Jn 8,28); “‘cuando yo haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí’. Jesús daba a entender así de qué muerte iba a morir” (Jn 12,32-33). También en los sinópticos Jesús anuncia a sus discípulos el misterio de su condena a muerte y muerte de cruz (véase Mt 20,17-19; Mc 10,32-34; Lc 18,31-33). En efecto, Cristo tenía que “sufrir todo esto y entrar en la gloria” (Lc 24,26).

Este misterio revela el gran amor que Dios nos tiene. Es el hijo que nos es dado, “para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”, este hijo a quien nosotros hemos rechazado y crucificado. Pero justamente en este rechazo de nuestra parte, Dios nos ha manifestado su fidelidad y su amor que no se detiene ante la dureza de nuestro corazón. El actúa la salvación, a pesar de nuestro rechazo y desprecio (cfr. Hechos 4,27-28), permaneciendo siempre firme en realizar su plan de misericordia: “Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar el mundo, sino para que el mundo se salve por él”.

b) Algunas preguntas:

i) En el evangelio ¿qué te ha llamado la atención?
ii) ¿Qué significa para tí la exaltación de Cristo y de su Cruz?
iii) Este movimiento de descenso-ascenso ¿qué consecuencias conlleva en la vivencia de la fe?

3. ORATIO

Salmo 78

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,
presta oído a las palabras de mi boca;
voy a abrir mi boca en parábolas,
a evocar los misterios del pasado.

Cuando los mataba, lo buscaban,
se convertían, se afanaban por él,
y recordaban que Dios era su Roca,
el Dios Altísimo su redentor.

Le halagaban con su boca,
con su lengua le mentían;
su corazón no era fiel,
no tenían fe en su alianza.

Él, con todo, enternecido,
borraba su culpa, no los destruía;
bien de veces contuvo su cólera
y no despertó todo su furor.

4. CONTEMPLATIO

«Cristo Jesús es el Señor
para gloria de Dios Padre.» (Fil 2,11)

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Lectio lun, 2 may, 2022

Oración inicial

¡Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al buen camino!; concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y cumplir cuanto en él se significa. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Juan 6,22-29

Después de la multiplicación de los panes, cuando Jesús dio de comer a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la multitud, que estaba en la otra orilla del lago, se dio cuenta de que allí no había más que una sola barca y de que Jesús no se había embarcado con sus discípulos, sino que éstos habían partido solos. En eso llegaron otras barcas desde Tiberíades al lugar donde la multitud había comido el pan. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.

Ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”.

Reflexión

  • En el evangelio de hoy iniciamos la reflexión sobre el Discurso del Pan de Vida (Jn 6,22-71), que se prolongará durante los próximos seis días, hasta el final de esta semana. Después de la multiplicación de los panes, el pueblo se fue detrás de Jesús. Había visto el milagro, había comido hasta saciarse y ¡quería más! No trató de buscar la señal o la llamada de Dios que había en todo esto. Cuando la gente encontró a Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, tuvo con él una larga conversación, llamada el Discurso del Pan de Vida. No es propiamente un discurso, pero se trata de un conjunto de siete breves diálogos que explican el significado de la multiplicación de los panes como símbolo del nuevo Éxodo y de la Cena Eucarística.
  • Es bueno tener presente la división del capítulo para poder percibir mejor su sentido:
    6,1-15: el pasaje sobre la multiplicación de los panes
    6,16-21: la travesía del lago, y Jesús que camina sobre las aguas
    6,22-71: el diálogo de Jesús con la gente, con los judíos y con los discípulos
    1º diálogo: 6,22-27 con la gente: la gente busca a Jesús y lo encuentra en Cafarnaún
    2º diálogo: 6,28-34 con la gente: la fe como obra de Dios y el maná en el desierto
    3º diálogo: 6,35-40 con la gente: el pan verdadero es hacer la voluntad de Dios
    4º diálogo: 6,41-51 con los judíos: murmuraciones de los judíos
    5º diálogo: 6,52-58 con los judíos: Jesús y los judíos
    6º diálogo: 6,59-66 con los discípulos: reacción de los discípulos
    7º diálogo: 6,67-71 con los discípulos: confesión de Pedro
  • La conversación de Jesús con la gente, con los judíos y con los discípulos es un diálogo bonito, pero exigente. Jesús trata de abrir los ojos de la gente para que aprenda a leer los acontecimientos y descubra en ellos el rumbo que debe tomar en la vida. Pues no basta ir detrás de las señales milagrosas que multiplican el pan para el cuerpo. No de sólo pan vive el hombre. La lucha por la vida sin una mística no alcanza la raíz. En la medida en que va conversando con Jesús, la gente se queda cada vez más contrariada por las palabras de Jesús, pero él no cede, ni cambia las exigencias. El discurso parece moverse en espiral. En la medida en que la conversación avanza, hay cada vez menos gente que se queda con Jesús. Al final quedan solamente los doce, y Jesús ¡no puede confiar ni siquiera en ellos! Hoy sucede lo mismo. Cuando el evangelio empieza a exigir un compromiso, mucha gente se aleja.
  • Juan 6,22-27: La gente busca a Jesús porque quiere más pan. La gente va detrás de Jesús. Ve que no ha entrado en la barca con los discípulos y, por ello, no entiende cómo ha hecho para llegar a Cafarnaúm. Tampoco entiende el milagro de la multiplicación de los panes. La gente ve lo que acontece, pero no llega a entender todo esto como una señal de algo más profundo. Se detiene en la superficie: en la hartura de la comida. Busca pan y vida, pero sólo para el cuerpo. Según la gente, Jesús hizo lo que Moisés había hecho en el pasado: alimentar a todos en el desierto, hasta la saciedad. Yendo detrás de Jesús, ellos querían que el pasado se repitiera. Pero Jesús pide a la gente que dé un paso más. Además del trabajo por el pan que perece, debe trabajar por el alimento que no perece. Este nuevo alimento lo dará el Hijo del Hombre, indicado por Dios mismo. El nos da la vida que dura por siempre. El abre para nosotros un horizonte sobre el sentido de la vida y sobre Dios.
  • Juan 6,28-29: ¿Cuál es la obra de Dios? La gente pregunta: ¿Qué debemos hacer para realizar este trabajo (obra) de Dios? Jesús responde que la gran obra que Dios nos pide “es creer en aquel que Dios envió”. O sea, ¡creer en Jesús!

Para la reflexión personal

  • La gente tenía hambre, comió el pan y buscó más pan. Buscó el milagro y no la señal de Dios que en el milagro se escondía. ¿Qué es lo que más busco en mi vida: el milagro o la señal?
  • Por un momento, haz silencio dentro de ti y pregúntate: “Creer en Jesús: ¿qué significa esto para mí, bien concretamente en mi vida de cada día?”

Oración final

Señor, te conté mi vida y me respondiste,
enséñame tus preceptos.
Indícame el camino hacia tus mandatos
y meditaré en todas tus maravillas. (Sal 119,26-27)

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