Lectio Dom, 19 feb, 2023

… pero yo os digo: amad a vuestros enemigos …
Mateo 5, 38-48

Oración inicial

¡Ven , Señor, sopla tu aliento como la brisa primaveral que hace florecer la vida y abre al amor, o sé como el huracán que desata fuerzas desconocidas y levanta energías latentes.

Sopla tu aliento sobre nuestra mirada para llevarla hacia horizontes más lejanos y más amplios trazados por la mano del Padre.

Sopla tu aliento sobre nuestros rostros entristecidos para devolverles la sonrisa y acaricia nuestras manos cansadas para reanimarlas y volverlas gozosamente a la acción para realizar el proyecto evangélico.

Sopla tu aliento delicado desde la aurora para llevar consigo todas nuestras jornadas en un arrebato generoso.

Sopla tu aliento al acercarse la noche para conservarnos en tu luz y fervor.

Pasa y permanece en toda nuestra vida para renovarla y donarle las dimensiones más verdaderas y profundas: las que están esbozadas en el Evangelio de Jesús. (cfr. P. Maior).

Clave de lectura

El 7º domingo Ordinario, desafortunadamente celebrado de tarde en tarde, por cuanto está inserto en el breve período entre el tiempo de Navidad y la Cuaresma, nos enfrenta con uno de los pasajes evangélicos más radicales, provocadores y, al mismo tiempo, consoladores que un cristiano pueda encontrar: las palabras conclusivas de la ‘antítesis’ del discurso de la montaña.

La primera lectura, tomada del Levitico (19,1-2; 17-18), es un texto de la “ley de santidad”. Se remite directamente a la segunda parte del texto evangélico, con el mandamiento de amar “al prójimo” y el estrecho paralelismo con la última frase de las palabras del Señor.

La segunda lectura ( 1 Cor 3, 16-23) nos muestra un posterior desarrollo del tema evangélico: el camino de la santidad cristiana que, en cuanto humanamente paradójico, es difícil de comprender y practicar, es posible por nuestra recíproca pertenencia a Dios, al cual estamos consagrados y que se nos da enteramente en el amor, haciéndonos capaces de amar a los hermanos como Él, a causa de Él y en Él.

El denominado “ discurso de la montaña”, al que pertenece nuestro texto, es el primero de los grandes discursos de Jesús que caracterizan el primer evangelio y comprende los capítulos 5-7. Este largo discurso que se abre con la célebres y siempre provocativas “bienaventuranzas”, puede ser todo él interpretado a la luz de las afirmaciones de Jesús sobre el cumplimiento de la Ley: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” ; «Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.” (5,17.20).

Nuestro texto pertenece a la segunda sesión del discurso, la que expone la “nueva ética” que viene a completar y perfeccionar la que está basada en la ley mosaica y que se caracteriza por afirmaciones que, partiendo de una palabra de la Ley o de un modo de aplicarla, comienzan con la frase “ pero yo os digo” , abriendo la enunciación de una nueva norma ética que no anula la precedente, sino que la reinterpreta a la luz de la interioridad humana habitada e instruida por Dios mismo y por el ejemplo de su comportamiento. De este modo, Jesús se presenta y viene propuesto por el evangelista como un émulo de Moisés, que tiene , cuanto menos, la misma autoridad del gran caudillo hebraico.

Los versos del evangelio de este domingo son justamente los últimos de esta serie y contienen las últimas dos ‘antí-tesis’ o ‘hiper-tesis’ , entre sus estrechas conexiones, e introducen expresiones de una sabiduría moral elevadísima y fundada en una fe en Dios como Padre y Señor omnipotente y misericordioso, de gran pureza y fuerza. A la luz de las otras lecturas de la celebración de este domingo, las radicales exigencias éticas de Jesús que hoy escuchamos se han de ver no como el resultado de un comportamiento heroico, sino más bien como el fruto pleno de una vida cristiana de gran calidad y siempre más plenamente conforme a “la imagen del Hijo” (Rm 8,29).

El texto: Mateo 5,38-48

Jesús dijo a sus discípulos: «Han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.

Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.

Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto».

Momento de silencio orante

Para que la Palabra de Dios entre en nosotros e ilumine nuestra vida.

Para quienes quieran profundizar el texto

Partimos de la consideración de que el discurso de la montaña no es una “ley casuística”, es decir la enumeración de “casos éticos” con la solución que conviene a cada uno. Al contrario, como bien ha dicho el estudioso J. Ernst: “ Considerados como normas éticas estas exigencias ( del discurso de la montaña) quedan privadas de todo sentido. Su significado reside, más bien, en su función de signo y de indicación. Quieren en efecto, llamar la atención drásticamente sobre la nueva época de salvación iniciada con Jesús. El mandamiento del amor ha adquirido ahora una última acentuación.” Mateo 5,38: la exhortación de Jesús parte de la “ley del talión”, precepto nacido de la voluntad civil de evitar las venganzas desordenadas, especialmente si eran exageradas, usando un criterio de proporcionalidad entre el mal inferido y el “devuelto” y, sobre todo, reservando el ejercicio en el ámbito judicial.

Mateo 5,39a: El intento evidente de Jesús no es la condena de la antigua “ley del talión” con todos sus rigores. Lo que él pretende sugerirnos es una orientación de vida práctica, que se conforme con la infinita bondad y misericordia del Padre celeste como comportamiento global de la vida, posible gracias al anuncio del reino. Los discípulos de Jesús deben portarse según un criterio que supera, en fuerza de un amor desbordante, la inclinación natural de exigir el respeto absoluto de los propios derechos. A quien es de Cristo se le pide vivir según la generosidad, el don de sí, el olvido de los propios intereses, no dejándose llevar por la tacañería, sino mostrándose benévolo, perdonando, dando prueba de grandeza de ánimo.

Se trata de un modo práctico, aunque también radicalísimo, para la interpretación de las bienaventuranzas de los mansos (Mt 5,5).

Mateo 5,39b-42: He aquí los ejemplos concretos de la magnanimidad (que es tener un animus magnus) que debe caracterizar al cristiano, llamado a conceder más de lo que se le pide o pretende él. Naturalmente, no se trata de una ley absoluta que se convertiría en una agitación social de toda la vida civil, sino de un modo de mostrar el espíritu de amor también hacia quien ha hecho el mal. El mensaje de fondo contenido en estos célebres ejemplos vienen a corregir profundamente el contenido de la “ley del talión” y no se puede comprender correctamente sino a la luz de ella.

Al creyente se le pide que interprete cada situación, también las de gravísima dificultad, desde el punto de vista del amor de Dios que ya ha recibido, realizando un salto de calidad radical en el modo de afrontarla: no más la represalia o la venganza y ni mucho menos, la defensa de sí mismo y de los propios derechos, sino la búsqueda del bien de todos, también de quien hace el mal. De este modo se rompe y se nos libera de la cadena, que podría volverse interminable, de la venganza o incluso de la violencia para rebatir y hacer justicia, quizá con el riesgo de caer en la espiral del mal por impulso de un celo excesivo; se nos confía a la justicia, siempre mejor, de Dios Padre.

San Pablo expresa todo esto de modo magnífico: “Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres: en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la Cólera, pues dice la Escritura: Mía es la venganza: yo daré el pago merecido, dice el Señor. Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.” (Rom 12, 17-21).

La interpretación viva de estas normas éticas se encuentra en el comportamiento general y en los diversos episodios de la pasión de Jesús: cuando reacciona con serenidad y firmeza ante los golpes durante el proceso hebraico ( Jn 18,23); cuando no huye ante el arresto e impide a Pedro que combata por él ( Jn 18,4-10); cuando perdona a los crucificadores ( Lc 23,34) y acoge en el paraíso al ladrón ( Lc 23,40-43). Sabemos que la clave de lectura de la pasión de Jesús es el amor de Dios a todos los hombres (Jn 13,1; 15,13).

Un héroe de la no-violencia, Martin Luther King, escribió: “ Los océanos de la historia se hicieron turbulentos por los flujos, siempre emergentes, de la venganza. El hombre no es llevado nunca por encima del mandamiento de la lex talionis: “ Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.” A pesar del hecho de que la ley de la venganza no resuelve ningún problema social, los hombres continúan dejándose llevar por su desastrosa guía. La historia se hace eco del estruendo de la ruina de las naciones y de los individuos que han seguido este camino autodestructivo.

Jesús afirmó elocuentemente desde la cruz una ley más alta. Él sabía que la antigua ley del ojo por ojo habría dejado a todos ciegos, y no trató de vencer el mal con el mal; vence el mal con el bien.

Crucificado por odio, responde con amor excesivo. ¡Qué magnífica lección! Generaciones surgirán y caerán; los hombres continuarán adorando al dios de la venganza y postrándose ante el altar del talión; pero siempre y por siempre esta noble lección del Calvario será una apremiante exhortación de que sólo la bondad puede eliminar el mal y sólo el amor puede derrotar el odio.” (La fuerza de amar, Societá Editrice Internazionale, Torino, 1994, p.65).

Mateo 5,43: El mandamiento veterotestamentario que Jesús cita es el resultado de la combinación de una cita del Levítico ( 19,18) y las palabras extrabíblicas “ y odiarás a tu enemigo” que procede de una mentalidad confusa, totalmente negativa hacia los paganos, vistos como enemigos de Dios y, por tanto, del Pueblo de Dios que los rechaza totalmente para evitar ser contagiados por su idolatría y sus malas costumbres morales.

Mateo 5,44a: El evangelista usa , significativamente, el verbo agapào para indicar el deber cristiano de amar a los enemigos más allá de cualquier procedencia o más allá de todo tipo de amistad. Se trata del verbo más característico del comportamiento de Dios hacia los hombres y de los hombres hacia Dios y hacia los propios semejantes: una voluntad radical de bien gratuito y oblativo. Este precepto, ciertamente nuevo y en muchos aspectos sorprendente, completa las enseñanzas precedentes de Jesús y se refiere a la “justicia sobreabundante” que comenzó el discurso de la montaña. Hasta esta altísima meta él pretendía llevar a sus discípulos: “ Amad a vuestros enemigos.” Los enemigos de los que se habla son aquí, específicamente, los perseguidores, los paganos, los idólatras, los que más directamente contrastan el ideal cristiano, viniendo a constituir una amenaza para la fe. De todos modos, son el prototipo y el símbolo de todo enemigo. El cristiano debe usar hacia ellos la misma benevolencia que se tiene con los hermanos en la fe. No sólo la tolerancia, el amor en general o la amistad, sino el amor profundo y desinteresado de sí que el creyente puede tomar del corazón de Dios y aprender de su ejemplo, viéndolo en la creación y en la historia del universo.

Mateo 5,44b: «Amad y orad, amad hasta la plegaria”. Es el don supremo que se puede hacer al enemigo, porque pone en acción la máxima energía interior: la fuerza de la fe. Es más fácil ofrecer un gesto externo de ayuda o de socorro que no desear íntimamente, en el corazón y en verdad, el bien del enemigo tanto de hecho como desde la intención en la plegaria delante de Dios. Si se ora por él, pidiendo para él la gracia y la bendición, quiere decir que se desea su bien. Por tanto se es sincero en el amor. La plegaria es la recompensa del cristiano a las injusticias del enemigo.” (OP).

Mateo 5,45: Jesús explica por qué se debe amar a los enemigos. La filiación de la que habla, que en este texto no excluye la que se da por creación y por adopción, es ante todo la de la semejanza de nuestros sentimientos con los de Dios. El cristiano debe imitar en la vida cotidiana la bondad de su Padre celeste.

Amar al enemigo de este modo lo vuelve a hacer hijo del Padre celeste en cuanto es fruto del deseo de amar como Él.

Cierto, la identidad de los hijos de Dios no es estática, sino que surge de un proceso dinámico.

Quienes son hijos de Dios por el bautismo van viviendo plenamente y creciendo en la misma lógica del Padre, por tanto también teniendo gestos de amor que revelan su semejanza con Dios. Ya que Dios es bueno e imparcial, sus hijos son buenos e imparciales, capaces de regular su amor no según sus méritos ajenos, sino que sobre el amor y el cuidado de cualquier ser viviente es objeto continuamente de parte del amor de Dios.

Cuanto más nos dejamos llenar por la gracia divina más se puede poner en práctica este mandamiento, más testimonio dará el Espíritu Santo a nuestro espíritu de ser hijos de Dios (cfr Rm 8,16).

Mateo 5,46-47: la verdadera diferencia entre los cristianos y los otros hombres consiste en el comportamiento y en la capacidad de amar también a quien sea “naturalmente” no amable.

Mateo 5,48: Perfecto (teleios, completo- en este caso en el amor).

De nuevo Jesús relaciona el mandamiento del amor al enemigo con el ejemplo del Padre, con la acción que él cumple cada día en beneficio de todos y que es fruto de su corazón lleno de amor, que Él, el Hijo, conoce profundamente. Este es el corazón que late en la moral cristiana la cual no es norma, ley, observancia, sino comunión de vida con este Padre dada por el Espíritu Santo: “ la ley del Espíritu, que da vida en Cristo Jesús” ( Rm 8,2).

En esta comunión el cristiano se empapa del mismo amor del Padre, un amor que pretende cambiar a los enemigos en amigos; que cambia a los malos, haciéndolos buenos.

Isaías de Nínive, en el comentario al v.45, afirma: “Cerca del Creador no hay cambio, ni intención de que sea anterior o posterior; en su naturaleza no hay ni odio, ni resentimiento, ni lugar más grande o más pequeño en su amor, ni después ni antes en su conocimiento. De hecho si todos creen que la creación se inició como una consecuencia de la bondad y del amor del Creador, sabemos que este motivo no cambia ni disminuye en el Creador como consecuencia del curso desordenado de su creación.

Sería muy odioso y blasfemo pretender que existen en Dios el odio o el resentimiento- y menos hacia los demonios- o imaginarse alguna otra debilidad o pasión… Por el contrario, Dios actúa siempre con nosotros a través de lo que nos sea ventajoso, sea para nosotros causa de sufrimiento o de alivio, de alegría o de tristeza, sea insignificante o glorioso. Todo se orienta hacia los mismos bienes eternos.” (Discursos, 2ª parte, 38,5 e 39,3).

Algunas preguntas

Para ayudarnos en la meditación y en la oración.

Me detengo: ¿sé que estas palabras son para mí, en este hoy mío? ¿Jesús me habla a mí, en la situación en que vivo en este preciso momento de mi vida?

¿Tomo bien en serio estas palabras del evangelio?

¿Cómo vivo estas normas éticas altísimas pero, sin embargo, ineludibles? “Yo os digo que no os enfrentéis con el malvado” “Si uno te golpea en la mejilla derecha preséntale también la otra…” “ Amad a vuestros enemigos y rogad por quienes os persiguen” “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo.”

Me examino: ¿cuáles son mis modelos de conducta cuando me encuentro en situaciones de dificultad? ¿Cuándo me siento agredido o tratado injustamente?

Y cuando advierto la falta de amor de los otros o su aversión hacia mí, ¿cómo reacciono? ¿Mi modo de actuar en estas situaciones según qué criterios se rige?

¿En mi plegaria me enfrento con el ejemplo de Jesús? ¿Veo, al menos un poco, al Padre que es Padre misericordioso de todos los seres del universo y que a todos mantiene en la existencia?

¿Es ahora tiempo de hacer un paso hacia delante en mi modo de actuar: invoco al Espíritu Santo para que me conforme interiormente con la imagen de Jesús, haciéndome capaz de amar a los otros como Él y a causa de Él?

Oración

La Palabra de Dios nos ofrece un himno magnífico para nuestra plegaria.

La belleza y la actualidad del famoso “himno de la caridad” ( 1Cor 13,1-9.12b-13) vienen intensificadas para nosotros, al orarlo, si probamos sustituir la palabra “caridad” por el nombre de Jesús, que es el amor divino encarnado y que es fiel reflejo del amor del Padre hacia todas sus criaturas:
Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles,
si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia;
aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas,
si no tengo caridad, nada soy.
Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.
La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe;
es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal;
no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.
Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba
nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres.
Pero la mayor de todas ellas es la caridad!

Oración final

Oh Dios, que, en tu Hijo desnudo y humillado en la cruz, has revelado la fuerza de tu amor, abre nuestro corazón al don de tu Espíritu y haz que, acogiéndolo, se rompa en nosotros la cadena de la violencia y del odio que nos llevan al estilo de vida de quienes no te conocen, para que en la victoria del bien sobre el mal manifestemos nuestra identidad de hijos de Dios y testimoniemos tu evangelio de reconciliación y de paz.

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Lectio sáb, 18 feb, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón; concédenos vivir por tu gracia de tal manera, que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 9,2-13

Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.

Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado; escúchenlo». En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de ‘resucitar de entre los muertos’.

Le preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?» Él les contestó: «Si fuera cierto que Elías tiene que venir primero y tiene que poner todo en orden, entonces ¿cómo es que está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Por lo demás, yo les aseguro que Elías ha venido ya y lo trataron a su antojo, como estaba escrito de él».

Reflexión

El evangelio de hoy habla de dos asuntos enlazados entre sí: la Transfiguración de Jesús y la cuestión del retorno del profeta Elías. En aquel tiempo, la gente esperaba el retorno del profeta Elías. Hoy, mucha gente vive esperando el retorno de Jesús y escribe sobre los muros de la ciudad: ¡Jesús volverá! Ellos no se dan cuenta de que Jesús ya volvió y está presente en el corazón de nuestra vida. De vez en cuando, como en un relámpago que llega de improviso, esta presencia irrumpe y se ilumina, transfigurando nuestra vida.

La Transfiguración de Jesús acontece después del primer anuncio de la Muerte de Jesús (Mc 8,27-30). Este anuncio había trastornado la cabeza de los discípulos, sobre todo la de Pedro (Mc 8,31-33). Ellos tenían los pies en medio de los pobres, pero la cabeza estaba perdida en la ideología de gobierno y de la religión de la época (Mc 8,15). La cruz era un impedimento para creer en Jesús. La transfiguración de Jesús ayudará a los discípulos a superar el trauma de la Cruz.

En los años 70, cuando Marcos escribe, la Cruz continuaba siendo un gran impedimento para que los judíos aceptaran a Jesús como Mesías. “¡La cruz es un escándalo!”, así decían (1Cor 1,23). Uno de los mayores esfuerzos de los primeros cristianos consistía en ayudar a las personas a percibir que la cruz no era ni escándalo, ni locura, pero sí expresión del poder y de la sabiduría de Dios (1Cor 1,22- 31). Marcos da su aporte a este esfuerzo. El usa textos y figuras del Antiguo Testamento para describir la Transfiguración. Así muestra que Jesús vino a cumplir las profecías y que la Cruz era el camino para la Gloria.

Marcos 9,2-4: Jesús muda de aspecto. Jesús sube a una montaña alta. Lucas añade que subió allí para rezar (Lc 9,28). Allí encima, Jesús aparece en la gloria ante Pedro, Santiago y Juan. Junto con él aparecen Moisés y Elías. La montaña alta evoca el Monte Sinaí, donde, en el pasado, Dios había manifestado su voluntad a la gente, entregando la ley. Los vestidos blancos recuerdan a Moisés resplandeciente cuando conversaba con Dios en la montaña y de él recibió la ley (cf. Ex 34,29-35). Elías y Moisés, las dos mayores autoridades del Antiguo Testamento, conversan con Jesús. Moisés representa la Ley, Elías la profecía. Lucas informa de la conversación sobre “el éxodo de Jesús”, esto es la Muerte de Jesús en Jerusalén (Lc 9,31). Así queda claro que el Antiguo Testamento, tanto la Ley como la profecía, ya enseñaba que para el Mesías Siervo el camino de la gloria tenía que pasar por la cruz.

Marcos 9,5-6: A Pedro le gustó, pero no entendió. A Pedro le gustó y quiso asegurarse un momento agradable en la Montaña. Se ofreció para construir tres tiendas. Marcos dice que Pedro tenía miedo, sin saber lo que estaba diciendo y Lucas añade que los discípulos tenían sueño (Lc 9,32). Son como nosotros: tienen dificultad en entender la Cruz.

Marcos 9,7-9: La voz del cielo aclara los hechos. En cuanto Jesús está envuelto en la gloria, una voz del cielo dice: “¡Este es mi Hijo amado!” ¡Escuchadlo!”. La expresión “Hijo amado” recuerda la figura del Mesías Siervo, anunciado por el profeta Isaías (cf. Is 42,1). La expresión “¡Escuchadlo!” recuerda la profecía que prometía la llegada de un nuevo Moisés (cf. Dt 18,15).

En Jesús, las profecías del Antiguo Testamento se estaban realizando. Los discípulos no podían dudar. Jesús es realmente el Mesías glorioso que ellos deseaban, pero el camino hacia la gloria pasa por la cruz, según había anunciado en la profecía del Siervo (Is 53,3-9). La gloria de la Transfiguración lo comprueba. Moisés y Elías lo confirman. El Padre es el garante. Jesús lo acepta. Al final, Marcos dice que después de la visión, los discípulos ven sólo a Jesús y a nadie más. De ahora en adelante, Jesús es la única revelación de Dios para nosotros. Jesús y sólo él es la llave para que la gente entienda todo el Antiguo Testamento.

Marcos 9, 9-10: Saber guardar el silencio. Jesús pidió a los discípulos que no dijesen nada a nadie hasta que él resucitara de los muertos, pero los discípulos no lo entendieron. De hecho, no entiende el significado de la Cruz, no entienden el enlace del sufrimiento con la resurrección. La Cruz de Jesús es la prueba de que la vida es más fuerte que la muerte.

Marcos 9,11-13: El retorno del profeta Elías. El profeta Malaquías había anunciado que Elías tenía que volver para preparar el camino del Mesías (Ml 3,23-24). El mismo anuncio está en el libro del Eclesiástico (Sir 48,10). Entonces, ¿cómo Jesús podía ser el Mesías si Elías no había vuelto? Por esto, los discípulos preguntan: “¿Por qué los escribas dicen que Elías tiene que venir primero?” (9,11). La respuesta de Jesús es clara: “Elías ya vino e hicieron con él lo que quisieron, según lo que está escrito” (9, 13). Jesús estaba hablando de Juan Bautista que fue asesinado por Herodes (Mt 17,13).

Para la reflexión personal

Tu fe en Jesús ¿te dio algún momento de transfiguración y de intensa alegría? Estos momentos de alegría ¿cómo te dan fuerza en las dificultades?

Hoy, ¿cómo transfigurar, tanto la vida personal y familiar como la vida comunitaria?

Oración final

Feliz el hombre que se apiada y presta, y arregla rectamente sus asuntos.
Nunca verá su existencia amenazada,
el justo dejará un recuerdo estable. (Sal 112,5-6)

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Lectio vie, 17 feb, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón; concédenos vivir por tu gracia de tal manera, que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 8,34-9,1

Jesús llamó a la multitud y a sus discípulos y les dijo: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.

¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta gente, idólatra y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre, entre los santos ángeles».

Y añadió: «Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto primero que el Reino de Dios ha llegado ya con todo su poder».

Reflexión

El evangelio de hoy presenta las condiciones para poder seguir a Jesús. Pedro no entendió la propuesta de Jesús cuando éste le habló del sufrimiento y de la cruz. Pedro acepta a Jesús como mesías, pero no como mesías sufriente. Ante la incomprensión de Pedro, Jesús describe el anuncio de la Cruz y explica el significado de la cruz para la vida de los discípulos (Mc 8,27 a 9,1).

Contexto histórico de Marcos: En los años 70, cuando Marcos escribe, la situación de las comunidades no era fácil. Había mucho sufrimiento, muchas cruces. Seis años antes, en el 64, el emperador Nerón había decretado la primera gran persecución, matando a muchos cristianos. En el 70, en Palestina, Jerusalén estaba siendo destruida por los romanos. En los otros países, estaba empezando una tensión fuerte entre judíos convertidos y judíos no convertidos. La dificultad mayor era la Cruz de Jesús. Los judíos pensaban que un crucificado no podía ser el mesías, pues la ley afirmaba que todo crucificado debía de ser considerado como un maldito de Dios (Dt 21,22-23).

Marcos 8,34-37. Condiciones para seguir a Jesús. Jesús saca las conclusiones que valían para los discípulos, para los cristianos del tiempo de Marcos y para nosotros que vivimos hoy: Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz y sígame. En aquel tiempo, la cruz era la pena de muerte que el imperio imponía a los marginados. Tomar la cruz y cargarla en pos de Jesús era lo mismo que aceptar ser marginado por el sistema injusto que legitimaba la injusticia. La Cruz de Jesús no es fruto del fatalismo de la historia, ni es una exigencia del Padre. La Cruz es la consecuencia del compromiso libremente asumido por Jesús de revelar la Buena Nueva de que Jesús es Padre y que, por consiguiente, todos y todas deben ser aceptados/as y tratados/as como hermanos y hermanas. Por este anuncio, él fue perseguido y no tuvo miedo a dar su vida. No hay prueba de mayor amor que dar la vida por los hermanos. En seguida, Marcos inserta aquí dos frases sueltas.

Marcos 8,38-9,1: Dos frases sueltas: una exigencia y un aviso. La primera (Mc 8,38), es la exigencia para no avergonzarnos del Evangelio, y tener el valor de profesarlo. La segunda (Mc 9,1), es un aviso sobre la venida o la presencia de Jesús en los hechos de la vida.

Algunos pensaban que Jesús vendría luego (1Ts 4,15-18). Jesús, de hecho, ya había venido y estaba presente en las personas, sobre todo en los pobres. Pero ellos no lo percibían. Jesús mismo había dicho: “Cuando ayudasteis al pobre, al enfermo, al sin casa, al preso, al peregrino, ¡era yo!” (Mt 25,34-45)

Para la reflexión personal

¿Cuál es la cruz que pesa sobre mí y que hace pesada mi vida? ¿Cómo la llevo?
Ganar la vida o perder la vida; ganar el mundo entero o perder la propia alma; avergonzarse del evangelio o profesarlo públicamente. ¿Cómo acontece esto en mi vida?

Oración final

¡Dichoso el hombre que teme a Yahvé,
que encuentra placer en todos sus mandatos!
Su estirpe arraigará con fuerza en el país,
la raza de los rectos será bendita. (Sal 112,1-2)

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Lectio jue, 16 feb, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón; concédenos vivir por tu gracia de tal manera, que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 8,27-33

Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo.
Por el camino les hizo esta pregunta: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas».

Entonces él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le respondió: «Tú eres el Mesías». Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.

Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.

Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: «¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres».

Reflexión

El evangelio de hoy habla de la ceguera de Pedro que no entiende la propuesta de Jesús cuando habla de sufrimiento y de cruz. Pedro acepta a Jesús como mesías, pero no como mesías sufriente. Está influenciado por la “levadura de Herodes y de los fariseos”, es decir, por la propaganda del gobierno de la época que hablaba sólo del mesías como rey glorioso. Para entender bien todo el alcance de esta ceguera de Pedro es importante colocarla en su contexto literario.

Contexto literario: El evangelio de Marcos trae tres anuncios de la pasión y muerte de Jesús: el primero en Mc 8,27-38; el segundo en Mc 9,30-37 y el tercero en Mc 10,32-45. Este conjunto, que va de Mc 8,27 a Mc 10,45, es una larga instrucción de Jesús a los discípulos para ayudarlos a superar la crisis provocada por la Cruz. La instrucción es introducida por la curación de un ciego (Mc 8,22-26) y, en definitiva, está clausurada por la curación de otro ciego (Mc 10,46-52). Los dos ciegos representan una ceguera de los discípulos. La curación del primero ciego fue difícil. Jesús tuvo que realizarla en dos etapas. Igualmente difícil fue la curación de la ceguera de los discípulos. Jesús tuvo que hacer una larga explicación respecto del significado de la Cruz, para ayudarlos a percibir algo, pues era la cruz la que estaba provocando en ellos la ceguera. Veamos de cerca la primera curación del ciego:

Marcos 8,22-26: La primera curación del ciego. Un ciego pide a Jesús que le cure. Jesús lo cura, pero de forma distinta. Primero, lo lleva fuera de la aldea. Luego le escupe en los ojos, impone las manos y pregunta: ¿Ves algo? Veo personas; parecen árboles que andan. Percibe sólo una parte. Confunde árboles por personas, o personas por árboles. Solamente en su segundo intento Jesús le cura. Esta descripción de la curación del ciego introduce la instrucción a los discípulos. En realidad, el ciego era Pedro. El aceptaba a Jesús como mesías, pero solamente como mesías glorioso. ¡Percibía solamente una parte! No quería el compromiso de la Cruz. Se servirá también de diversos intentos para curar la ceguera de los discípulos.

Marcos 8,27-30. Descubrimiento de la realidad: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Jesús pregunta: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?”. Ellos responden relatando las diversas opiniones: -“Juan Bautista”. -“Elías o uno de los profetas”. Después de oír las opiniones de los demás, Jesús pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Pedro respondió: “¡El Señor, el Cristo, el Mesías!” Esto es, el Señor es aquel que ¡el pueblo está esperando! Jesús concuerda con Pedro, pero le prohíbe hablar de esto con la gente. ¿Por qué lo prohíbe? En aquel tiempo, todos esperaban la venida del mesías, pero cada uno a su manera: unos como ¡rey, otros como sacerdote, doctor, guerrero, juez, profeta! Ninguno parecía estar esperando al mesías servidor sufriente, anunciado por Isaías (Is 42,1-9).

Marcos 8,31-33. Primero anuncio de la pasión. En seguida, Jesús comienza a enseñar que él es el Mesías Siervo y afirma que como Mesías Siervo anunciado por Isaías, pronto será condenado a muerte en el ejercicio de su misión de justicia (Is 49,4-9; 53,1-12). Pedro se espanta, llama a Jesús a un lugar apartado para desaconsejarle. Y Jesús responde a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!» Satanás es una palabra hebraica que significa acusador, aquel que aleja a los demás del camino de Dios. Jesús no permite que alguien lo aleje de su misión. Literalmente el texto dice: “¡Atrás de mí, Satanás!” Pedro debe seguir a Jesús. No debe invertir los papeles y pretender que Jesús le siga a Pedro.

Para la reflexión personal

Todos creemos en Jesús. Pero algunos le entendemos a Jesús de una forma, otros de otras. ¿Cuál es hoy la imagen común que la gente tiene de Jesús? ¿Cuál es la respuesta que la gente daría hoy a la pregunta de Jesús? Yo, ¿qué respuesta le doy? ¿Qué nos impide reconocer a Jesús como Mesías?

Oración final

Bendeciré en todo tiempo a Yahvé, sin cesar en mi boca su alabanza; en Yahvé se gloría mi ser, ¡que lo oigan los humildes y se alegren! (Sal 34,2-3)

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Lectio mié, 15 feb, 2023

Oración

Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón; concédenos vivir por tu gracia de tal manera, que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 8,22-26

Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida y enseguida le llevaron a Jesús un ciego y le pedían que lo tocara. Tomándolo de la mano, Jesús lo sacó del pueblo, le puso saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?» El ciego, empezando a ver, le dijo: «Veo a la gente, como si fueran árboles que caminan».

Jesús le volvió a imponer las manos en los ojos y el hombre comenzó a ver perfectamente bien: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: «Vete a tu casa, y si pasas por el pueblo, no se lo digas a nadie».

Reflexión

El Evangelio de hoy cuenta la curación de un ciego. Este episodio de la curación constituye el inicio de una larga enseñanza de Jesús a los discípulos (Mc 8,27 a 10,45) que termina con la curación de otro ciego (Mc 10,46-52). En medio de este contexto más amplio Marcos sugiere a los lectores que los ciegos de verdad son Pedro y los demás discípulos. ¡Somos todos nosotros! Ellos no entendían la propuesta de Jesús cuando hablaba del sufrimiento y de la cruz.

Pedro aceptaba a Jesús como mesías, pero no como mesías que sufre (Mc 8,27-33). Él estaba influenciado por la propaganda del gobierno de la época que hablaba sólo del mesías como rey glorioso. Pedro parecía ciego. No entendía nada y quería que Jesús fuera como él, Pedro, quería que fuese.

El evangelio de hoy muestra lo difícil que fue la curación del primer ciego. Jesús tuvo que realizarla en dos etapas. Igualmente difícil fue la curación de la ceguera de los discípulos. Jesús tuvo que hacer una larga explicación respecto del significado de la Cruz para ayudarlos a entender, porque era la cruz lo que estaba causando en ellos esta ceguera.

En el año 70, cuando Marcos escribe, la situación de las comunidades no era fácil. Había mucho sufrimiento, muchas cruces. Seis años antes, en el 64, el imperador Nerón había decretado la primera gran persecución, matando a muchos cristianos. En el 70, en Palestina, Jerusalén estaba siendo destruida por los romanos. En los otros países, estaba estallando una fuerte tensión entre judíos convertidos y judíos no convertidos. La dificultad mayor era la Cruz de Jesús. Los judíos pensaban que un crucificado no podía ser el mesías tan esperado por la gente, pues la ley afirmaba que todo crucificado debía de ser considerado como un maldito de Dios (Dt 21,22- 23).

Marcos 8,22-26: Curación de un ciego. Le llevan a un ciego, pidiendo a Jesús que lo curara. Jesús lo cura, pero de una forma diferente. Primero, lo saca fuera del pueblo. Luego, le pone saliva en los ojos, le impone las manos y le pregunta: ¿Ves algo? Y el hombre le contesta: “Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan.” Veía sólo en parte. Cambiaba árboles por personas, y personas por árboles. Así que Jesús lo cura en su segundo intento, y le prohíbe entrar en el pueblo. Jesús no quería una propaganda fácil.

Como dijimos, esta descripción de la curación del ciego es la introducción de una larga enseñanza de Jesús para curar la ceguera de los discípulos, y que al final termina con la curación de otro ciego, Bartimeo. En realidad el ciego es Pedro. Somos todos nosotros. ¡Pedro no quería el compromiso de la Cruz! Y nosotros ¿entendemos el sufrimiento en la vida?

Entre las dos curaciones del ciego (Mc 8,22-26 e Mc 10,46-52), está la larga enseñanza sobre la Cruz (Mc 8,27 a 10,45). Parece un catecismo, hecho con frases de Jesús. Habla de la cruz en la vida del discípulo y de discípula. La larga instrucción consta de tres anuncios de la pasión. El primero es Marcos 8,27-38. El segundo, Marcos 9,30-37. El tercero, Marcos 10,32-45. Entre el primero y el segundo, haya una serie de enseñanzas para ayudar a entender que Jesús es el Mesías Siervo (Mc 9,1- 29). Entre el segundo y el tercero, una serie de enseñanzas que aclaran qué tipo de conversión tiene que ocurrir en la vida de los que aceptan a Jesús como Mesías Siervo (Mc 9,38 a 10,31): Mc 8,22-26: la curación de un ciego Mc 8,27-38: primer anuncio de la Cruz Mc 9,1-29: instrucciones a los discípulos sobre el Mesías Siervo Mc 9,30-37: Segundo anuncio de la Cruz Mc 9,38 a 10,31: instrucciones a los discípulos sobre la conversión Mc 10,32-45: tercer anuncio de la Cruz Mc 10,46-52: la curación del ciego Bartimeo.

El conjunto de la enseñanza tiene como telón de fondo la caminata desde Galilea hasta Jerusalén. Desde el comienzo hasta el final de esta larga instrucción, Marcos informa que Jesús está de camino hacia Jerusalén, donde le espera la muerte (Mc 8,27; 9,30.33; 10,1.17.32). El seguimiento de Jesús no se entiende por medio de la enseñanza teórica, sino por medio del compromiso práctico, caminando con él por el camino del servicio, desde Galilea hasta Jerusalén. Quien insiste en mantener la idea de Pedro, esto es, del Mesías glorioso sin la cruz, no entenderá nunca nada y nunca llegará a tomar la actitud del verdadero discípulo. Continuará ciego, cambiando gente por árboles (Mc 8,24). Pues sin la cruz es imposible entender quién es Jesús y qué significa seguir a Jesús.

El Camino del seguimiento es el camino de la entrega, del abandono, del servicio, de la disponibilidad, de la aceptación del conflicto, sabiendo que habrá resurrección. La cruz no es un accidente por el camino, sino que forma parte del camino. Pues en un mundo organizado desde el egoísmo, ¡el amor y el servicio sólo pueden existir crucificados! Quien hace de su vida un servicio a los demás, incomoda a los que viven agarrados a los privilegios, y sufre.

Para la reflexión personal

Todos creemos en Jesús. Pero a Jesús le entendemos de formas distintas. ¿Cuál es hoy el Jesús más común en la manera de pensar de la gente? ¿Cómo interfiere la propaganda en mi manera de ver a Jesús? ¿Qué hago para no caer en el engaño de la propaganda?

¿Qué pide Jesús a las personas que quieren seguirle? ¿Qué es lo que hoy nos impide reconocer y asumir el proyecto de Jesús?

Oración final

Yahvé, ¿quién vivirá en tu tienda?,
¿quién habitará en tu monte santo?
El de conducta íntegra que actúa con rectitud,
que es sincero cuando piensa
y no calumnia con su lengua. (Sal 15,1-3)

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Lectio mar, 14 feb, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón; concédenos vivir por tu gracia de tal manera, que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 8,14-21

Cuando los discípulos iban con Jesús en la barca, se dieron cuenta de que se les había olvidado llevar pan; sólo tenían uno. Jesús les hizo esta advertencia: «Fíjense bien y cuídense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes». Entonces ellos comentaban entre sí: «Es que no tenemos panes».

Dándose cuenta de ello, Jesús les dijo: «¿Por qué están comentando que no trajeron panes? ¿Todavía no entienden ni acaban de comprender? ¿Tan embotada está su mente? ¿Para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen? ¿No recuerdan cuántos canastos de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres?» Ellos le contestaron: «Doce». Y añadió: «¿Y cuántos canastos de sobras recogieron cuando repartí siete panes entre cuatro mil?» Le respondieron: «Siete». Entonces él dijo: «¿Y todavía no acaban de comprender?»

Reflexión

El evangelio de ayer hablaba del malentendido entre Jesús y los fariseos. El evangelio de hoy habla del malentendido entre Jesús y los discípulos y muestra como la “levadura de los fariseos y de Herodes” (religión y gobierno), se había infiltrado también en la cabeza de los discípulos hasta el punto de que no fueron capaces de acoger la Buena Nueva.

Marcos 8,14-16: Cuidado con la levadura de los fariseos y de Herodes. Jesús advierte a los discípulos: “Guardaos de la levadura de los fariseos y de Herodes”. Pero ellos no entendían las palabras de Jesús. Piensan que habla así porque habían olvidado comprar el pan. Jesús dice una cosa y ellos entienden otra. Este desencuentro era el resultado de la influencia insidiosa de la “levadura de los fariseos” en la cabeza y en la vida de los discípulos.

Marcos 8,17-18ª: Las preguntas de Jesús. Ante esta falta casi total de percepción en los discípulos, Jesús hace una serie de preguntas rápidas, sin esperar una respuesta. Preguntas duras que evocan cosas muy serias y revelan una total incomprensión por parte de los discípulos. Por increíble que parezca, los discípulos llegaron a un punto en que no se diferenciaban de los enemigos de Jesús. Anteriormente, Jesús se había quedado triste con la “dureza de corazón” de los fariseos y de los herodianos (Mc 3,5). Ahora, los discípulos mismos tenían un “corazón endurecido” (Mc 8,17). Anteriormente, “los de fuera” (Mc 4,11) no entendían las parábolas, porque “tenían ojos y no veían oídos y escuchaban” (Mc 4,12). Ahora, los discípulos mismos no entendían nada, porque “tienen ojos y no ven, oídos y no oyen” (Mc 8,18). Además de esto, la imagen del “corazón endurecido” evocaba la dureza del corazón de la gente del AT que siempre se desviaba del camino. Evocaba asimismo el corazón endurecido del faraón que oprimía y perseguía al pueblo (Ex 4,21; 7,13; 8,11.15.28; 9,7…). La expresión “tienen ojos y no ven, oídos y no oyen” evocaba no sólo a la gente sin fe, criticada por Isaías (Is 6,9-10), sino que también a los adoradores de los falsos dioses, de los cuales el salmo decía: “Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen” (Sal 115,5- 6).

Marcos 18b-21: Las dos preguntas sobre el pan. Las dos preguntas finales son sobre la multiplicación de los panes: ¿Cuántos cestos recogieron la primera vez? ¡Doce! Y ¿la segunda? ¡Siete! Como los fariseos, también los discípulos, a pesar de haber colaborado activamente en la multiplicación de los panes, no llegaron a comprender su significado. Jesús termina: «¿Aún no entendéis?» La forma que Jesús tiene de lanzar estas preguntas, una después de otra, casi sin esperar respuesta, parece una ruptura. Revela un desencuentro muy grande. ¿Cuál es la causa de este desencuentro?

La causa del desencuentro entre Jesús y los discípulos. La causa del desencuentro entre Jesús y los discípulos no fue su mala voluntad. Los discípulos no eran como los fariseos. Estos también no entendían, pero en ellos había malicia. Se servían de la religión para criticar y condenar a Jesús (Mc 2,7.16.18.24; 3,5.22-30). Los discípulos, por el contrario, eran buena gente. No tenían mala voluntad. Pues, aún siendo víctimas de la “levadura de los fariseos y de los herodianos”, no estaban interesados en defender el sistema de los fariseos y de los herodianos en contra de Jesús. Entonces, ¿cuál era la causa? La causa del desencuentro entre Jesús y los discípulos tenía que ver con la esperanza mesiánica.

Había entre los judíos una gran variedad de expectativas mesiánicas. De acuerdo con las diversas interpretaciones de las profecías, había gente que esperaba a un Mesías Re (cf. Mc 15,9.32). Otros, a un Mesías Santo o Sacerdote (cf. Mc 1,24). Otros, a un Mesías Guerrillero subversivo (cf Lc 23,5; Mc 15,6; 13,6-8). Otros, a un Mesías Doctor (cf. Jn 4,25; Mc 1,22.27). Otros, a un Mesías Juez (cf. Lc 3,5-9; Mc 1,8). Otros, a un Mesías Profeta (6,4; 14,65). A lo que parece, nadie esperaba a un Mesías Siervo, anunciado por el profeta Isaías (Is 42,1; 49,3; 52,13). Ellos no daban valor a la esperanza mesiánica como servicio del pueblo de Dios a la humanidad. Cada cual, según sus propios intereses y según su clase social, esperaba al Mesías, queriendo encajarlo en su propia esperanza. Por esto, el título Mesías, dependía de las personas o de la posición social, podía significar cosas bien diferentes. ¡Había mucha confusión de ideas! Es en esta actitud de Siervo que está la llave que va a encender una luz en la oscuridad de los discípulos y que los ayudará a convertirse. Solamente aceptando al Mesías como el Siervo sufriente de Isaías, ellos serán capaces de abrir los ojos y comprender el Misterio de Dios en Jesús.

Para la reflexión personal

¿Cuál es hoy la levadura de los fariseos y de Herodes para nosotros? ¿Qué significa hoy, para mí, tener el “corazón endurecido”?
La levadura de Herodes y de los fariseos impedía a los discípulos entender la Buena Nueva. La propaganda de la televisión ¿nos impide hoy entender la Buena Nueva de Jesús?

Oración final

Cuando digo: «Vacila mi pie», tu amor, Yahvé, me sostiene;
en el colmo de mis cuitas interiores,
tus consuelos me confortan por dentro. (Sal 94,18-19)

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Lectio lun, 13 feb, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón; concédenos vivir por tu gracia de tal manera, que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 8,11-13

Se acercaron a Jesús los fariseos y se pusieron a discutir con él, y para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. Jesús suspiró profundamente y dijo: «¿Por qué esta gente busca una señal? Les aseguro que a esta gente no se le dará ninguna señal».

Reflexión

Marcos 8,11-13: Los fariseos piden un signo del cielo. El Evangelio de hoy presenta una discusión de los fariseos con Jesús. Al igual que Moisés en el Antiguo Testamento, Jesús había dado de comer al pueblo en el desierto, realizando la multiplicación de los panes (Mc 8,1-10).

Señal de que se presentaba ante el pueblo como un nuevo Moisés. Pero los fariseos no fueron capaces de percibir el significado de la multiplicación de los panes. Comenzaron a discutir con Jesús y piden un signo “venido del cielo”. No habían entendido nada de lo que Jesús había hecho. “Jesús suspira profundamente”, probablemente de desahogo y de tristeza ante una ceguera tan grande. Y concluye “¡No se dará a esta generación ningún signo!” Los dejó y se fue a la otra orilla del lago. No sirve de nada mostrar una linda pintura a quien no quiere abrir los ojos. ¡Quien cierra los ojos no puede ver!

El peligro de la ideología dominante. Aquí se percibe claramente la “levadura de Herodes y de los fariseos” (Mc 8,15), la ideología dominante de la época hacía perder a las personas la capacidad de analizar con objetividad los eventos. Esa levadura venía de lejos y hundía sus profundas raíces en la vida de la gente. Llegó a contaminar la mentalidad de los discípulos y en ellos se manifestaba de muchas maneras. Con la formación que Jesús les daba él trataba de luchar en contra de esa levadura y de erradicarla.

He aquí algunos ejemplos de esta ayuda fraterna de Jesús a los discípulos. a) Mentalidad de grupo cerrado. Un cierto día, alguien que no era de la comunidad, usó el nombre de Jesús para expulsar demonios. Juan vio y prohibió: “Se lo impedimos porque no es de los nuestros” (Mc 9,38). Juan pensaba tener monopolio sobre Jesús y quería prohibir que otros usasen su nombre para hacer el bien. Quería una comunidad encerrada en sí misma. Era la levadura del «¡Pueblo elegido, Pueblo separado!». Jesús responde: «¡No lo impidáis!… ¡Quien no está en contra está por nosotros!» (Mc 9,39-40). b) Mentalidad de grupo que se considera superior a los otros.

Una vez, los samaritanos no quisieron acoger a Jesús. La reacción de algunos discípulos fue inmediata: “¡Que un fuego del cielo baje sobre este pueblo!” (Lc 9,54). Pensaban que, por el hecho de estar con Jesús, todos deberían acogerlos. Pensaban tener a Dios de su lado para defenderlos. Era la levadura del “¡Pueblo elegido, Pueblo privilegiado!”. Jesús los reprehende: «Vosotros no sabéis con qué espíritu estáis siendo animados» (Lc 9,55). c) Mentalidad de competición y de prestigio. Los discípulos discutían entre ellos para obtener el primer puesto (Mc 9,33-34). Era la levadura de clase y de competitividad, que caracterizaba la religión oficial y a la sociedad del Imperio Romano. Se infiltraba ya en la pequeña comunidad alrededor de Jesús. Jesús reacciona y manda tener la mentalidad contraria: «El primero sea el último» (Mc 9, 35). d) Mentalidad de quien margina al pequeño. Los discípulos alejaban a los críos. Era la levadura de la mentalidad de la época, segundo la cual los niños no contaban y debían de ser disciplinados por los adultos. Jesús los reprocha: ”¡Dejad que los niños vengan a mí!” (Mc 10,14). El coloca a los niños como profesores de los adultos: “Quien no recibe el Reino como un niño, no puede entrar en el Reino” (Lc 18,17).

Como en el tiempo de Jesús, también hoy la mentalidad de la ideología dominante renace y reaparece hasta en la vida de las comunidades y de las familias. La lectura orante del evangelio, hecha en comunidad, puede ayudarnos a cambiar en nosotros la visión de las cosas y a profundizar en nosotros la conversión a la fidelidad que Jesús nos pide.

Para la reflexión personal

Ante la alternativa: tener fe en Jesús o pedir un signo del cielo, los fariseos querían un signo del cielo. No fueron capaces de creer en Jesús. ¿Me ocurrió algo así a mí también? ¿Qué escogí?
La levadura de los fariseos impedía a los discípulos y a las discípulas percibir la presencia del Reino de Dios. ¿Existe en mí algún resto de esta levadura de los fariseos?

Oración final

Señor, tú que eres bueno y bienhechor, enséñame tus preceptos. (Sal 119,68)

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Lectio Dom, 12 feb, 2023

La nueva “justicia”
Así fue dicho a los antiguos; pero yo os digo…
Mateo 5,17-37

Lectio

Oración inicial

“Habla, Señor, que tu siervo escucha.” ¡Háblanos en este momento, Señor! Queremos acoger tu Palabra, permitir que esta página del evangelio entre en nuestra vida para que ilumine y fortalezca nuestro camino, anime y transforme nuestras actitudes. Todos deseamos madurar en el camino de la escucha de tu Palabra para que nuestro corazón sea transformado.

En nosotros existe el deseo de leer y comprender esperando de tu bondad y generosidad ser guiados en la comprensión de tu Palabra. Que tu hablar a nuestro corazón no encuentre ningún obstáculo o resistencia. Que tu Palabra de vida no recorra en vano el desierto árido de nuestra vida. Entra en el vacío de nuestro corazón con la fuerza de tu Palabra; ven a ocupar un lugar en nuestros pensamientos y sentimientos, ven a vivir en nosotros con la luz de tu Verdad.

Lectura del Evangelio: Mateo 5,17-37

Jesús dijo a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos. Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.

Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.

Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

También han oído que se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio. Pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.

También se dijo antes: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de divorcio; pero yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, expone a su mujer al adulterio, y el que se casa con una divorciada comete adulterio.

Han oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es donde él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey.

Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno».

Momento de silencio orante

El silencio crea una atmósfera interior de intimidad y, al mismo tiempo, esponja nuestro espíritu para saborear la Palabra.

Meditatio

Clave de lectura

Mt 5-7: El contexto del “Discurso de la montaña.” Jesús presenta a las muchedumbres que van a él para escucharlo, un discurso que sorprende por la autoridad que lo envuelve: les comunica a ellas con energía las exigencias de una vida centrada en la realidad de ser hijos de Dios y en la fraternidad con todos. Su intención es dar pleno sentido al precepto de la ley hebraica.

Al colocar este primer discurso de Jesús en la montaña el evangelista ha querido llevar a la mente del lector la imagen de Moisés que da la Ley en el monte Sinaí (Ex 24,9). Esta enseñanza se lleva a cabo estando Jesús sentado, posición que recuerda la postura del rabino hebraico que interpreta la Escritura a sus discípulos. Es difícil captar la riqueza de los temas que recorren este largo discurso, tanto que algunos estudiosos prefieren llamarlo “ las palabras evangélicas de Jesús.” Nuestro texto litúrgico va precedido de un exordio en el que se presentan las bienaventuranzas como cumplimiento de la Ley ( Mt 5,3-16). El mensaje de Jesús en este principio se centra en la felicidad en sentido bíblico, que pone al hombre en la justa relación con Dios y, en consecuencia, con la totalidad de la vida: una felicidad en relación con la misma realidad del reino de los cielos. En una segunda parte se desarrolla el tema de la “justicia” del reino de los cielos (5,17-7,12). Al fondo de este último extenso contexto se encuentra la enseñanza de Jesús que escuchamos en la liturgia de la Palabra de este domingo ( 5,17-37).

Mt 5,17: Jesús cumplimiento de la Ley y de los Profetas

En estas primeras afirmaciones Jesús se presenta como aquel que “cumple la Ley”: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (v.17). Jesús declara que él es el cumplimiento de la Ley. El lector comprende las consecuencias de estas palabras de este modo: sólo a través de él se puede entrar en el reino de los cielos, incluso el más pequeño de los mandamientos adquiere sentido a través de su persona.

Es como decir que Jesús es la medida para entrar en el reino de los cielos: cualquiera, pequeño o grande, depende de la elección de dejarse conducir por aquel que cumple la Ley y los Profetas.

De ahora en adelante, la Ley, la enseñanza de los profetas, la justicia, adquieren su verdadera profundidad salvífica a partir del vínculo con su persona.

El lector sabe que en el Antiguo Testamento estas realidades se veían como separadas y diferentes entre sí: la Ley contenía la voluntad de Dios; la justicia expresaba el compromiso humano por observar los contenidos de la voluntad de Dios presentes en la Ley; los Profetas, exégetas de la Ley, eran los testimonios del cumplimiento de la fidelidad de Dios en la historia.

En la persona de Jesús estas tres realidades se unifican: encuentran en él su sentido y valor.

Jesús declara abiertamente que ha venido a cumplir la Ley y los Profetas. ¿Qué quiere decir esta afirmación de Jesús? ¿Qué quiere decir “la Ley y los Profetas”? No se puede pensar que Jesús cumpla las profecías (en el sentido literal) de la Ley y de los Profetas, sino, más bien, las enseñanzas de la Ley y de los Profetas. Pero, de modo particular, ¿qué significa “abolir”, “cumplir” las enseñanzas de la Ley y de los Profetas? La respuesta se presenta en dos niveles.

El primero mira hacia la enseñanza de Jesús, que no cambia los contenidos de la Ley y de los Profetas cuya función era didáctico-instructiva; en efecto, Mateo considera a los Profetas como los testimonios del mandamiento del amor ( Os 6,6// Mt 9,13; 12,7). El que Jesús lleve al cumplimiento de las enseñanzas de la Ley y de los Profetas puede significar que él los “manifiesta en su significado”, “los lleva a su completa expresión” (U. Luz); y excluye el significado de “invalidar”, “abolir”, “no observar”, “infringir”.

El segundo nivel implica el actuar de Jesús: ¿cambia o no la misma ley? En este caso cumplir la Ley podría significar que Jesús con su comportamiento añade algo que falta o bien lo lleva a cumplimiento, perfecciona las enseñanzas de la Ley. Más concretamente: Jesús en su vida, con su obediencia al Padre, “cumple” las exigencias que nacen de la Ley y de los Profetas; en definitiva, observa completamente la Ley. Más plenamente: por medio de su muerte y resurrección Jesús ha cumplido la Ley.

Pensamos que el énfasis se pone en el comportamiento de Jesús: con la obediencia y la práctica ha cumplido la Ley y los Profetas.

Mt 5,19: Jesús que enseña la voluntad del Padre es el cumplimiento de la Ley.

No se le evita al lector el uso del verbo “actuar y enseñar”: los preceptos de la Ley para “quien los observe y enseñe.” Tales aspectos recogen totalmente la imagen global de Jesús en el pensamiento de Mateo: Jesús que enseña la voluntad de Dios y el cumplimiento de la Ley es el hijo obediente del Padre (3,13-4,11). Aquí está el modelo de comportamiento que se pone ante nosotros en esta página del evangelio. Ciertamente el énfasis está en el cumplimiento de la Ley por medio de la obediencia, pero esto no excluye un cumplimiento mediante su enseñanza. No hemos de olvidar que a Mateo le es muy querida la unidad entre la práctica y la enseñanza de Jesús; es maestro en la obediencia y en la práctica. Sin embargo la prioridad la tiene la praxis como se deduce de la amonestación de guardarse de los pseudoprofetas en 7,20: “Por sus frutos los conoceréis.” Es interesante notar que Mateo utiliza este verbo cumplir, llevar a plenitud, sólo para Jesús: sólo él cumple la Ley, sólo su persona presenta las características de la plenitud. Aquí radica su autorizada exhortación, que para nosotros se convierte en un “envío”, una tarea de cumplir en plenitud la Ley: “Yo os digo…” (vv.18.20).

Mt 5,20: Jesús cumple la justicia.

Este modo de cumplir Jesús la justicia se distingue de los modos como lo entienden y viven en el judaísmo; en Jesús se presenta un nuevo estilo de justicia: «Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos” (v.20). Los escribas son los teólogos y los intérpretes oficiales de la Escritura (5,21-48), los fariseos, en cambio, son los laicos comprometidos de aquel tiempo, atados excesivamente a las prácticas de piedad (6,1-18). La justicia practicada por estos dos grupos no es suficiente, no puede servir de modelo: esta impide entrar en el reino de los cielos. Los destinatarios de esta exhortación son, en el fondo, los discípulos; es una reflexión para nosotros. Ciertamente la voluntad de Dios está relacionada con la Ley, pero es Jesús quien encarna un nuevo modo de poner en práctica la justicia. Jesús quiere una “justicia más grande”, ¿qué quiere decir esto?

La de los escribas y fariseos está en relación con la justicia de los hombres; la justicia que Jesús predica, en cambio, exige una justicia más consistente, sensiblemente mayor a la practicada por el judaísmo. En qué consiste este “mayor” nuestro texto no lo esclarece de modo inmediato.

Se hace necesario leer lo que sigue en la enseñanza de Jesús.

Mt 5,20: La radicalidad de la justicia predicada por Jesús.

No se trata de enfatizar de modo radical algunos mandamientos de la Ley; más bien es primordial que sea el mandamiento del amor el centro de estos mandamientos particulares. El “mayor” cuantitativo va encaminado a reforzar el aspecto cualitativo delante de Dios: el mandamiento del amor. La comunidad creyente es llamada a subordinar al mandamiento del amor, considerado como central, los numerosos mandamientos de la Ley. No hay tensión entre los preceptos particulares y el mandamiento del amor. Las instrucciones de Jesús se hacen vinculantes en la línea con las enseñanzas legales veterotestamentarias. Para Jesús no hay ninguna oposición entre las prescripciones particulares de la Ley y el mandamiento del amor: se han de considerar en una relación armoniosa porque en esta relación conjunta nos viene ofrecida la voluntad de Dios ( U. Luz).

Mt 5,23-25: ¿Cómo ha de ser la relación entre los hermanos?

Después de las exigencias radicales que insisten en la invitación a seguirlo, Jesús afronta el argumento de las relaciones fraternas. No basta circunscribir todo al compromiso del acto externo de no matar: «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás…” (v.21). Es indispensable romper esta normativa tan limitada, aunque también radical: ¡no matarás! El quinto mandamiento recomendaba el respeto a la vida (Ex 20,13; Dt 5,17). Ahora se propone una profundización o un horizonte completamente nuevo en el espíritu del decálogo. Si no se permite matar físicamente a una persona quiere decir que se permite hacerlo de otros modos: el odio, la ofensa, la maldad, el desprecio, la ira, la injuria. En la perspectiva, completamente nueva, del Discurso de la Montaña cada falta de amor hacia el prójimo conlleva la misma culpabilidad del homicidio. De hecho, la cólera, la ira, el desprecio del otro nacen de un corazón desprovisto de amor. Para Jesús no se infringe la Ley solamente matando, sino también con todas aquellas acciones que pretenden destruir o “frustrar” al otro.

Jesús no trata la cuestión de quién está equivocado o quién tiene razón sino que quien “ofende al hermano o lo calumnia públicamente no tiene ya ningún espacio delante de Dios porque es un homicida.” (Bonhoeffer, Sequela 120). De aquí la severidad que niega el valor del óbolo, del culto, de la oración y la celebración eucarística. Quien se ha separado del hermano también se ha separado de la relación con Dios. Necesita entonces una reconciliación previa con el hermano que tiene algo contra él: contra ti, no tú contra él. Se da una novedad en esta palabra, aunque no fácil de compartir. A un hermano mío que tiene “algo contra mí” le respondo yendo hacia él: “ve primero a reconciliarte”, sin aumentar la distancia. No es sólo cuestión de querer perdonar: es urgente reconstruir las relaciones fraternas porque el bien del hermano es el bien mío. Jesús dice: “Ve primero…” En primer lugar, antes de rezar, antes de dar, antes que el otro de el primer paso, está el movimiento de mi corazón, de mi cuerpo hacia el otro.

Este ir hacia el otro tiene la finalidad de recomponer el desgarro; un movimiento que tiende a la reconciliación.

Algunas preguntas

Para orientar la meditación y la actualización
¿Estás siempre, en tu vida, abierto a la llamada de Jesús a una justicia más grande?
¿Eres consciente de no estar aún en la justicia plena?
¿En la práctica de la justicia te confrontas con el actuar de Dios? ¿No sabes que la justicia de vivir nuevas relaciones humanas nos es dada? Una confirmación la encontramos en las palabras del apóstol Pablo: “y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe” (Fil 3,9).
¿La expresión de Jesús “pero yo os digo” es para nosotros un imperativo o un mandamiento teórico? ¿Somos conscientes de que la justicia siempre más grande no es otra que la continua disponibilidad a confrontarse con la existencia de Cristo, el solo justo (Lc 23,47)?
¿Nuestra justicia se compromete a imitar algo de la justicia de Dios, de su gratuidad, de su creatividad? Dios nos hace justos, nos libera de la parálisis del pecado; una vez hechos libres ¿transmitimos recíprocamente esta liberación, practicando una justicia que no juzga sino que nos hace siempre abiertos a los otros, que, de hecho, crea para los otros espacios de un posible retorno a una vida auténtica?

Oratio

Salmo 119 (118), 1-2.4-5.17-18.33-34

El Salmo nos invita a obedecer la ley del Señor con todo el empeño personal. Esta posibilidad no es sólo una obligación exterior sino un don concedido al hombre que pone su confianza en Dios. La práctica de la justicia nueva para entrar en el reino de los cielos no puede nacer sólo de un empeño individualista sino de un diálogo familiar y constante con la Palabra de Dios.

Dichoso el que, con vida intachable, Camina en la voluntad del Señor.
Dichoso el que, guardando sus preceptos Lo busca con todo el corazón.
Tú promulgas tus decretos
Para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus consignas.
Haz bien a tu siervo: viviré
Y cumpliré tus palabras;
Ábreme los ojos, y contemplaré las maravillas de tu voluntad.
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente;
Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón.

Oración final

La Palabra que hemos escuchado y meditado se nos presenta fuerte, Señor y ha puesto en crisis nuestra actitud: “Ve primero a reconciliarte”. En primer lugar, antes de presentarnos ante el altar, antes de presentar nuestras cosas y entregarlas con amor, antes que sea el hermano quien tome la iniciativa, ayuda a nuestro corazón a realizar aquel movimiento que arregla el conflicto y de este modo, recomponer la armonía perdida.

Contemplatio

San Juan Crisóstomo nos invita con fuerza y firmeza: “ Cuando te resistes a perdonar a tu enemigo, te ocasionas una injuria a ti no a él. Esto que estás preparando es un castigo para ti en el día del juicio.” (Discurso 2,6). Déjate transformar por el amor de Dios, para cambiar la vida, para convertirte, para volver al camino de la vida.

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Lectio sáb, 11 feb, 2023

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 8,1-10

En aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían qué comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además, algunos han venido de lejos».

Sus discípulos le respondieron: «¿Y dónde se puede conseguir pan, aquí en despoblado, para que coma esta gente?» Él les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?» Ellos le contestaron: «Siete».

Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo; tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos, para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.

Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los despidió y luego se embarcó con sus discípulos y llegó a la región de Dalmanuta.

Reflexión

El texto del evangelio de hoy nos trae la segunda multiplicación de los panes. El hilo que une los varios episodios de esta parte de Marcos es el alimento, el pan. Después del banquete de la muerte (Mc 6,17-29), viene el banquete de la vida (Mc 6,30-44). Durante la travesía del lago, los discípulos tienen miedo, porque no entendieron nada de la multiplicación del pan en el desierto (Mc 6,51-52). En seguida, Jesús declara puros todos los alimentos (Mc 7,1-23). En la conversación de Jesús con la mujer Cananea, los paganos van a comer las migas que caen de la mesa de los hijos (Mc 7,24-30). Y aquí, en el Evangelio de hoy, Marcos relata la segunda multiplicación del pan (Mc 8,1-10).

Marcos 8,1-3: La situación de la gente y la reacción de Jesús. La multitud, que se reúne alrededor de Jesús en el desierto, estaba sin comer. Jesús llama a los discípulos y expone el problema: “Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. ¡Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino! En esta preocupación de Jesús despuntan dos cosas muy importantes: a) La gente olvida casa y comida para ir detrás de Jesús en el desierto. Señal de que Jesús tiene que haber tenido una simpatía ambulante, hasta el punto de que la gente le sigue en el desierto y ¡se queda tres días con él! b) Jesús no manda resolver el problema. Apenas manifiesta su preocupación a los discípulos. Parece un problema sin solución.

Marcos 8,4: La reacción de los discípulos: el primer malentendido. Los discípulos piensan en una solución, segundo la cual alguien tiene que buscar pan para la gente. No se les pasa por la cabeza que la gente misma puede tener una solución. Y dicen: “¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos, aquí en el desierto?” Con otras palabras, piensan en una solución tradicional.

Alguien tiene que recaudar dinero, comprar el pan y distribuirlo a la gente. Ellos mismos perciben que, en aquel desierto, esta solución no es viable, pero no encuentran otra para resolver el problema. Es decir: si Jesús insiste en no mandar a la gente de vuelta a casa, ¡no habrá solución para el hambre de la gente!

Marcos 8,5-7: Jesús encuentra una solución. Primero, pregunta cuántos panes tienen: “¡Siete!” En seguida, manda la gente a sentarse. Después, tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos para que los sirvieran. Hizo lo mismo con los peces.

Como en la primera multiplicación (Mc 6,41), la forma en la que Marcos describe la actitud de Jesús recuerda la Eucaristía. El mensaje es éste: la participación en la Eucaristía tiene que llevarnos a dar y a compartir con los que no tienen pan.

Marcos 8,8-10: El resultado. Todos comieron, quedaron saciados y ¡hasta sobró! Solución inesperada, nacida desde dentro del pueblo, desde lo poco que habían traído. En la primera multiplicación, sobraron doce cestos. Aquí, siete. En la primera había cinco mil personas. Aquí, cuatro mil. En la primera, había cinco panes y dos peces. Aquí, siete panes y algunos peces.

El peligro de la ideología dominante. Los discípulos pensaban de una manera, Jesús piensa de otra manera. En la manera de pensar de los discípulos emerge la ideología dominante, la manera común de pensar de las personas. Jesús piensa de forma diferente. No es porque una persona va con Jesús y vive en comunidad que ya es santa y renovada. En medio de los discípulos, cada vez de nuevo, se infiltraba la mentalidad antigua, ya que el “fermento de Herodes y de los fariseos” (Mc 8,15), esto es, la ideología dominante, tenía raíces profundas en la vida de aquella gente. La conversión que Jesús pide va más allá y más al fondo. Él quiere llegar a la raíz y erradicar los varios tipos de “fermento”:

– el “fermento” de la comunidad encerrada en sí misma, sin apertura: “¡Quien no está en contra, está a favor!» (Mc 9,39-40). Para Jesús, lo que importa no es si la persona es o no miembro de la comunidad, lo importante para él es si hace o no el bien que la comunidad debe realizar.

– el “fermento” del grupo que se considera superior a los otros. Jesús responde «No sabéis con qué espíritu estáis siendo animados» (Lc 9,55).

– el “fermento” de la mentalidad de clase y de competitividad, que caracterizaba la sociedad del Imperio Romano y que se infiltraba ya en la pequeña comunidad que estaba comenzando.

Jesús responde: “El primero que sea el último” (Mc 9, 35). Es el punto en que más insistió y del que más dio testimonio: “No he venido para ser servido, sino para servir” (Mc 10,45; Mt 20,28; Jn 13,1-16).

– el “fermento” de la mentalidad de la cultura de la época que marginaba a los pequeños, a los niños. Jesús responde:” ¡Dejad que los niños vengan a mí!” (Mc 10,14). Él pone a los niños como profesores de los adultos: “Quien no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Lc 18,17).

Como en el tiempo de Jesús, también hoy esta mentalidad renace y reaparece en la vida de las comunidades y de las familias. La lectura orante del Evangelio, hecha en comunidad, puede ayudarnos a cambiar vida y visión y a seguir convirtiéndonos, siendo fieles al proyecto de Jesús.

Para la reflexión personal

Entre amigos y con los enemigos puede que haya malentendidos. ¿Cuál es el malentendido entre Jesús y los discípulos en ocasión de la multiplicación de los panes? Jesús, ¿cómo se enfrenta a estos malentendidos? Tú, ¿has tenido algún malentendido en casa, con los vecinos y en la comunidad? ¿Cómo has reaccionado? Su comunidad, ¿ha enfrentado ya algún malentendido o conflicto con las autoridades del ayuntamiento o de la iglesia? ¿Cómo fue?
¿Cuál es el fermento que hoy impide la realización del evangelio y que debe ser eliminado?

Oración final

Señor, tú has sido para nosotros
un refugio de edad en edad.
Antes de ser engendrados los montes,
antes de que naciesen tierra y orbe,
desde siempre hasta siempre tú eres Dios. (Sal 90,1-2)

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Lectio vie, 10 feb, 2023

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 7,31-37

Salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «¡Effetá!» (que quiere decir «¡Ábrete!»). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: «¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Reflexión

En el evangelio de hoy, Jesús cura a un sordo que tartamudeaba. Este episodio es poco conocido. En el episodio de la mujer cananea, Jesús supera las fronteras del territorio nacional y acoge a una mujer extranjera que no era del pueblo y con quien estaba prohibido conversar. Esa misma apertura sigue en el evangelio de hoy.

Marcos 7,31. La región de la Decápolis. “Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis” Decápolis significa, literalmente, Diez Ciudades. Era una región de diez ciudades al sureste de Galilea, cuya población era pagana.

Marcos 7,31-35. Abrir los oídos y soltar la lengua. Un sordo y tartamudo es llevado ante Jesús. La manera de curarle es diferente. La gente quería que Jesús apenas impusiera las manos sobre él. Pero Jesús va mucho más allá de lo que le piden. Lleva al hombre ante la multitud, coloca los dedos en los oídos y con la saliva le toca la lengua, mira hacia el cielo, da un gemido y dice: “Éffata!”, esto es, “¡Ábrete!” En ese mismo instante, los oídos del sordo se abrieron y el hombre empezó a hablar correctamente. ¡Jesús quiere que la gente abra el oído y suelte la lengua!

Marcos 7,36-37: Jesús no quiere publicidad. “Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Él le prohíbe hablar de su curación, pero no lo consigue. Aquel que tiene experiencia de Jesús, lo cuenta a los demás, ¡quiera o no quiera! Las personas que han asistido a la curación empiezan a proclamar lo que han visto y resumen así la Buena Nueva: «Todo lo hace bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos». Esta afirmación de la gente hace recordar la creación, en la que se dice: “Dios vio que todo era muy bueno.” (Gen 1,31). Y evoca la profecía de Isaías, donde se dice que en el futuro los sordos oirán y los mudos hablarán (Is 29,28; 35,5. cf. Mt 11,5).

La recomendación de no contar nada a nadie. A veces, se exagera la atención que el Evangelio de Marcos atribuye a la prohibición de divulgar la curación, como si Jesús tuviera un secreto que hay que conservar. La mayoría de las veces que Jesús hace un milagro no pide el silencio.

Y una vez hasta pide publicidad (Mc 5,19). Algunas veces, sin embargo, da orden de no divulgar la curación (Mc 1,44; 5,43; 7,36; 8,26), pero ellos obtienen el resultado contrario.

Cuanto más prohíbe, tanto más la Buena Nueva se difunde (Mc 1,28.45; 3,7-8; 7,36- 37). ¡Prohibir, no sirve de nada! ¡Pues la fuerza interna de la Buena Nueva es tan grande que se divulga por sí misma!

Apertura creciente en el evangelio de Marcos. A lo largo de las páginas del evangelio de Marcos hay una apertura creciente hacia los demás pueblos. Así, Marcos lleva a los lectores y a las lectoras a abrirse a la realidad del mundo alrededor y a superar ideas preconcebidas que impiden la convivencia pacífica entre la gente. En su paso por la Decápolis, la región pagana, Jesús atiende la súplica de la gente del lugar y cura al sordo tartamudo. No tiene miedo de contaminarse con la impureza de un pagano, pues lo cura tocándole los oídos y la lengua. Las autoridades de los judíos y los discípulos tienen dificultad en escuchar y entender, sin embargo un pagano era sordo y tartamudo consigue hablar y oír gracias a Jesús que le toca. Recuerda el cántico de Isaías: “El Señor Yahvé me ha abierto el oído y no me resistí” (Is 50,4-5). Al expulsar a los vendedores del templo, Jesús critica el comercio injusto y afirma que el templo tiene que ser casa de oración para todos los pueblos (Mc 11,17).

En la parábola de los viñadores homicidas, Marcos hace alusión a que el mensaje se sacará del pueblo elegido, los judíos, y se dará a los demás, a los paganos (Mc 12,1-12). Después de la muerte de Jesús, Marcos presenta la profesión de fe de un pagano a los pies de la cruz. Al citar al centurión romano y su reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios, está diciendo que el pagano es más fiel que los discípulos y más fiel que los judíos (Mc 15,39). La apertura hacia los paganos aparece de forma muy clara en la orden final que Jesús da a los discípulos, después de la resurrección: “Id por todo o mundo, proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).

Para la reflexión personal

Jesús fue muy abierto hacia las personas de otra raza, de otra religión y de otras costumbres. Los cristianos, hoy, ¿tenemos esta misma abertura? ¿Yo soy abierto?

Definición de la Buena Nueva: “¡Jesús hace todas las cosas bien!” ¿Soy Buena Nueva para los otros?

Oración final

¡Cantad a Yahvé un nuevo canto, canta a Yahvé, tierra entera,
cantad a Yahvé, bendecid su nombre! Anunciad su salvación día a día. (Sal 96,1-2)

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