Lectio lun, 11 dic, 23

Oración inicial

Señor, suban a tu presencia nuestras súplicas y colma en tus siervos los deseos de llegar a conocer en plenitud el misterio admirable de la encarnación de tu Hijo. Que vive y reina. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 5,17-26

Un día Jesús estaba enseñando y estaban también sentados ahí algunos fariseos y doctores de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para que hiciera curaciones.

Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de entrar, para colocarlo delante de él; pero como no encontraban por dónde meterlo a causa de la muchedumbre, subieron al techo y por entre las tejas lo descolgaron en la camilla y se lo pusieron delante a Jesús. Cuando él vio la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: «Amigo mío, se te perdonan tus pecados».

Entonces los escribas y fariseos comenzaron a pensar: «¿Quién es este individuo que así blasfema? ¿Quién, sino sólo Dios, puede perdonar los pecados?» Jesús, conociendo sus pensamientos, les replicó: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil decir: ‘Se te perdonan tus pecados’ o ‘Levántate y anda’? Pues para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados –dijo entonces al paralítico–: Yo te lo mando: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».

El paralítico se levantó inmediatamente, en presencia de todos, tomó la camilla donde había estado tendido y se fue a su casa glorificando a Dios. Todos quedaron atónitos y daban gloria a Dios, y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto maravillas».

Reflexión

Sentado, Jesús enseña. A la gente le gustaba escucharle. ¿Cuál es el tema de la enseñanza de Jesús? Hablaba siempre de Dios, de su Padre, pero hablaba de él de forma nueva, atractiva, no como hacían los escribas y los fariseos. (Mc 1,22.27). Jesús representaba a Dios como la gran Buena Noticia para la vida humana; a un Dios Padre/Madre que ama y acoge a las personas, y a un Dios que no amenaza, ni condena.

Un paralítico es transportado por cuatro hombres. Jesús es para ellos la única esperanza. Viendo su fe, dice al paralítico: ¡tus pecados te son perdonados! En aquel tiempo, la gente creía que los defectos físicos (parálisis, etc.) fuesen un castigo de Dios por los pecados cometidos. Por ello, los paralíticos y muchos otros discapacitados físicos se sentían rechazados y excluidos por Dios. Jesús enseñaba lo contrario. La fe tan grande del paralítico era una señal evidente de que aquellos que lo ayudaban eran acogidos por Dios. Por ello Jesús exclama: ¡Tus pecados te son perdonados! Es decir: “Dios no te rechaza”.

La afirmación de Jesús no sintoniza con la idea que los doctores tenían de Dios. Por ello reaccionan: ¡Ese hombre habla de forma muy escandalosa! Según su enseñanza, solamente Dios podía perdonar los pecados. Y solamente el sacerdote podía declarar que una persona es perdonada y purificada. ¿Cómo es que Jesús sin estudios, un seglar, podía declarar al paralítico que era perdonado y purificado de sus pecados? Y entonces, si un simple seglar podía perdonar los pecados, los doctores y los sacerdotes iban a perder su poder y además ¡la fuente de sus entradas! Por esto reaccionan y se defienden.

Jesús justifica su acción diciendo: ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados o levántate y anda? Evidentemente, es mucho más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”. Ya que nadie puede comprobar, de hecho, si el pecado ha sido perdonado o no. Pero si yo digo: “¡Levántate y anda!”, en este caso todos pueden ver si uno tiene poder o no de sanar. Por ello, para demostrar que, en nombre de Dios, él tenía poder de perdonar los pecados, Jesús dice al paralítico: ”¡Levántate y anda!” ¡Sana al hombre! Y así hace ver que la parálisis no es un castigo de Dios por el pecado, y hace ver que la fe de los pobres es una muestra de que Dios los acoge en su amor.

Para la reflexión personal

Si me pongo en el lugar de los que ayudan al paralítico: ¿sería capaz de ayudar a un enfermo, subirlo al techo, y hacer lo que hicieron los cuatro hombres? ¿Tengo tanta fe?
¿Cuál es la imagen de Dios que llevo dentro y que se irradia hacia los demás? ¿La de los doctores o la de Jesús? ¿Dios de compasión o de amenaza?

Oración final

¡Acuérdate de mí, Yahvé, hazlo por amor a tu pueblo, ven a ofrecerme tu ayuda. Para que vea la dicha de tus elegidos, me alegre con la alegría de tu pueblo. (Sal 106,4-5)

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Lectio Dom, 10 dic, 23

II Domingo de Adviento

Predicación de Juan el Bautista
Cómo empezó el anuncio de la Buena Nueva

Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

Lectura

Clave de lectura:

La unidad literaria de Marcos 1, 1-13, al que pertenece nuestro texto (Mc 1,1-8), es una breve introducción al anuncio de la Buena Noticia de Dios.
Tres son los puntos principales:
(i) La Buena Noticia viene preparada por la actividad de Juan Bautista (Mc 1,2-8).
(ii) Viene proclamada con ocasión del bautismo de Jesús (Mc 1,9-11).
(iii) Viene probada en el momento de la tentación de Jesús en el desierto (Mc 1,12-13).

En los años 70, época en la que Marcos escribe su evangelio, las comunidades vivían una situación difícil. Desde fuera eran perseguidas, por el Imperio Romano. Desde dentro, se vivían entre dudas y tensiones. Algunos grupos afirmaban que Juan Bautista era igual que Jesús (At 18,26; 19,3). Otros querían saber cómo debían comenzar el anuncio de la Buena Noticia de Jesús. En estos pocos versículos, Marcos comienza a responder, narrando cómo se inició la Buena Noticia de Dios que Jesús nos anuncia y cuál es el puesto que Juan Bautista ocupa en el proyecto de Dios. Durante la lectura, intentemos estar atentos para percibir cómo penetra la Buena Noticia en la vida de las personas. b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:

Marcos 1,1: Apertura y título del Evangelio de Marcos
Marcos 1,2-3: Citación de los profetas Malaquías e Isaías
Marcos 1,4-5: Contenido y repercusión de la predicación de Juan Bautista
Marcos 1,6-8: Significado de la predicación de Juan Bautista

Texto:

Éste es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del profeta Isaías está escrito:

He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti,
a preparar tu camino.
Voz del que clama en el desierto:
“Preparen el camino del Señor,
enderecen sus senderos”.

En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Proclamaba: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.
¿Cuál es el punto del texto que te ha gustado más o ha llamado más tu atención?
¿Qué dice el texto sobre la misión de Juan Bautista
¿Con qué fin el Evangelio cita a los dos profetas del Viejo Testamento?
¿Qué dice el texto sobre la persona de Jesús y sobre su misión?
¿Qué nos enseña para nosotros hoy?

Para aquéllos que quieren profundizar en el tema

a) Contexto de entonces y de hoy:

El Evangelio de Marcos empieza así: Comienzo del Evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios (Mc 1,1). Todo tiene un principio, también la Buena Noticia de Dios que Jesús nos comunica. El texto que nos proponemos meditar nos muestra cómo Marcos buscó este comienzo. Cita a los profetas Isaías y Malaquías y menciona a Juan Bautista, que preparó la venida de Jesús. Marcos nos muestra así que la Buena Noticia de Dios, revelada por Jesús, no ha caído del cielo, sino que viene de lejos, a través de la Historia. Y tiene un precursor, uno que ha preparado la venida de Jesús. También para nosotros, la Buena Noticia nos llega a través de las personas y los acontecimientos bien concretos que nos indican el camino que lleva a Jesús. Por esto, al meditar el texto de Marcos, conviene no olvidar esta pregunta: “A lo largo de la historia de mi vida, ¿quién me ha indicado el camino hacia Jesús?” Y una segunda pregunta: “¿He ayudado a alguno a descubrir la Buena Noticia de Dios en su vida? ¿He sido el precursor para alguno?”

Comentario del texto:

Marcos 1,1: Comienzo del Evangelio de Jesús, Hijo de Dios

En la primera frase de su Evangelio, Marcos dice: Comienzo del Evangelio de Jesucristo, ¡Hijo de Dios! (Mc 1,1). Al final del Evangelio, en el momento de la muerte de Jesús, un soldado romano exclama: ¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios! (Mc 15,39). Al principio y al final está este título de Hijo de Dios. Entre el principio y el final, a lo largo de las páginas del evangelio, Marcos aclara cómo debe ser entendida y anunciada esta verdad central de nuestra fe: Jesús es el Hijo de Dios.

Marcos 1,2-3: La semilla de la Buena Noticia está escondida en la esperanza de la gente

Para indicar el comienzo de la Buena Noticia, Marcos cita a los profetas Malaquías e Isaías. En los textos de estos dos profetas aparece la esperanza que habitaba en los corazones de la gente en los tiempos de Jesús. La gente esperaba que el mensajero, anunciado por Malaquías, viniese a preparar el camino del Señor (Ml 3,1), según cuanto había sido proclamado por el profeta Isaías que dice: Voz de aquél que grita: Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas (Is 40,3). Para Marcos la semilla de la Buena Noticia es la esperanza suscitada en la gente por las grandes promesas que Jesús había hecho en el pasado por medio de dos profetas. Hasta ahora, la esperanza de la gente es el gancho al que se aferra la Buena Noticia de Dios, para saber cómo iniciar el anuncio de la Buena Noticia, es importante descubrir la esperanza que la gente tiene en su corazón. ¡La esperanza es lo último que muere!

Marcos 1,4-5: El movimiento popular suscitado por Juan el Bautista hace crecer la esperanza de la gente

Marcos hace como hacemos también hoy nosotros. Se sirve de la Biblia para iluminar los hechos de la vida. Juan Bautista había provocado un gran movimiento popular.¡Toda la región de la Judea y todos los habitantes de Jerusalén iban al encuentro de Juan! Marcos se sirve de los textos de Malaquías e Isaías para iluminar este movimiento popular, suscitado por Juan Bautista. Indica que con la venida de Juan Bautista la esperanza del pueblo ha comenzado a encontrar una respuesta, a realizarse. La semilla de la Buena Nueva comienza a despuntar, a crecer. Marcos 1,6-8: Juan Bautista es el Profeta Elías que la gente esperaba

Del profeta Elías se decía que venía a preparar el camino del Mesías “¡convirtiendo el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres!” (Mal 3,24; cf Lc 1,17), o sea, esperaban que Elías viniese a reconstruir la vida comunitaria. Elías era conocido como “un hombre vestido de pieles y con un cinturón de cuero a la cintura” (2Re 1,8). Marcos dice que Juan se vestía con pieles de camello. Indicaba con claridad que Juan Bautista había venido a cumplir la misión del Profeta Elías (Mc 9,1113). En los años 70, época en la escribe Marcos, mucha gente pensaba que Juan Bautista fuese el mesías (cf Act 19,1-3). Para ayudarles a discernir, Marcos cita las palabras del mismo Juan: “Después de mí viene aquél que es más fuerte que yo y de quien no soy digno de desatar sus sandalias. Yo he bautizado con agua. Él bautizará con Espíritu Santo”. Marcos nos dice que Juan señala el camino hacia Jesús. Hace saber a las Comunidades que Juan no era el Mesías, sino más bien su precursor. c) Ampliando información:

El contexto más amplio del comienzo del Evangelio de Marcos (Mc 1,1-13)

La solemne proclamación de la Buena Noticia (Mc 1,9-11) ¡La gente pensaba que el bautismo de Juan era cosa de Dios! (Mc 11,32) Como el pueblo, también Jesús percibía que Dios se manifestaba en el mensaje de Juan. Por esto, salió de Nazaret, se llegó al Jordán, y se puso en la fila para recibir el bautismo. En el momento de ser bautizado, Jesús hizo una profunda experiencia de Dios. Vio los cielos abrirse y el Espíritu Santo descender sobre Él, y la voz del Padre que decía: “Tú eres mi Hijo predilecto. En Ti he puesto toda mi confianza”. En estas breves palabras aparecen tres puntos muy importantes: i) Jesús experimentó a Dios como un Padre y se experimenta a sí mismo como un Hijo. He aquí la gran novedad que Él nos comunica: Dios es Padre. El Dios que estaba lejano como Dios Altísimo se hace vecino como

Padre, bien vecino como Abbá, Papá. Y esto es el centro de la Buena Noticia que Jesús nos trae. ii) Una frase que Jesús escuchó del Padre y del profeta Isaías, en la que se anuncia que el Mesías es el Siervo de Dios y de la gente (Is 42,1). El Padre estaba indicando a Jesús la misión del Mesías Siervo y no la de un Rey glorioso. Jesús asumía esta misión de servicio y fue fiel a ella hasta la muerte ¡y una muerte en cruz! (cf Fil 2,7-8). Él dijo: “¡No he venido para ser servido, sino para servir! (Mc 10,45). iii) Jesús vio el cielo abrirse y el Espíritu descender sobre él. Precisamente cuando Jesús descubre su misión de Mesías Salvador, recibe el don del Espíritu Santo para poder desenvolver la misión. El don del Espíritu Santo había sido prometido por los profetas (Is 11,1-9; 61,1-3; Jl 3,1). La promesa comienza a realizarse, solemnemente, cuando el Padre proclama a Jesús, su hijo predilecto.

La semilla de la Buena Noticia se pone a prueba y se verifica en el desierto (Mc 1,12-13)

Después del Bautismo, el Espíritu de Dios toma posesión de Jesús y lo lanza hacia el desierto, donde él se prepara para la misión (Mc 1,12s). Marcos dice que Jesús permanece en el desierto 40 días, y que fue tentado por el demonio, Satanás. Mateo 4,1-11 explica las tentaciones: tentaciones que asaltaron al pueblo en el desierto después de la salida de Egipto: la tentación del pan, la tentación del prestigio, la tentación del poder (Dt 8,3; 6,16; Dt 6.13). Tentación es todo lo que a uno le asalta en su camino hacia Dios. Dejándose orientar por la Palabra de Dios, Jesús afronta las tentaciones y no se deja desviar (Mt 4,4.7.10). Es en todo igual a nosotros, hasta en las tentaciones, menos en el pecado (Heb 4,15). Mezclado en medio de los pobres y unido al Padre por la oración, fiel al Padre y a la oración, resiste, y sigue el camino del Mesías- Siervo, el camino del servicio a Dios y al pueblo (Mt 20, 28).

¡Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, hoy! La semilla de la Buena Noticia entre nosotros

Marcos comienza su evangelio describiendo cómo fue el principio del anuncio de la Buena Noticia de Dios. Quizás nosotros esperaríamos una fecha bien precisa. Pero lo que tenemos es una respuesta aparentemente confusa, después Marcos cita a Isaías y Malachías (Mc 1,2-3), habla de Juan Bautista (Mc 1,4-5), alude al profeta Elías (Mc 1,4), evoca la profecía del Siervo de Yahvé (Mc 1,11) y hace pensar en las tentaciones del pueblo en el desierto, después de la salida de Egipto (Mc 1,13). Ahora preguntemos: “Pero en definitiva, Marcos, el comienzo ¿cuándo fue: a la salida. de Egipto en el desierto, con Moisés, Isaías, Malaquías, Juan Bautista? ¿Cuándo?” El comienzo, la semilla, pudo ser todo eso en el mismo tiempo. Lo que Marcos quiere sugerir es que deberíamos aprender a leer nuestra historia con otra mirada. El comienzo, la semilla de la Buena Noticia de Dios, está escondido en nuestra vida, en nuestro pasado, en la historia en que vivimos. El pueblo de la Biblia tenía esta convicción: Dios está presente en nuestra vida y en nuestra historia. Por eso ellos se preocupaban de recordar los hechos y las personas del pasado. La persona que pierde la memoria de la propia identidad no sabe de dónde viene ni a donde va. Ellos leían la historia del pasado para aprender a leer la historia del presente y descubrir en ella las señales de la presencia de Dios. Es lo que Marcos hace aquí al comienzo de su evangelio. Trata de descubrir los hechos y apunta el filo de la esperanza que venía del Éxodo, de Moisés, pasando por el profeta Elías, Isaías y Malaquías, hasta llegar a Juan Bautista que ve en Jesús a aquél que realiza la esperanza del pueblo.

¿Cuáles son los flecos de esperanza, por pequeños que sean, que hoy existen en nuestra historia y que indican un futuro mejor y más justo? Ha aquí algunas posibles sugerencias: la resistencia y el despertar por todas partes en el mundo de razas oprimidas a la búsqueda de la vida, de dignidad para todos; el despertar de la conciencia del sexo en muchas mujeres y hombres, que revelan nuevas dimensiones de la vida que antes no se percibían; la nueva sensibilidad ecológica que aumenta por doquier, sobre todo entre los jóvenes y niños; el conocimiento creciente de la ciudadanía que busca nuevas formas de democracia; diálogos y debates sobre problemas sociales que suscitan un deseo de mayor participación que transforma hasta las personas que en medio del trabajo del estudio encuentran tiempo para dedicar gratuitamente su servicio a los otros; la búsqueda creciente de nuevas relaciones de ternura, de respeto recíproco entre las personas y entre las gentes; crece la indignación de la gente por la corrupción y la violencia.

Dicho en una palabra, que algo nuevo está naciendo y que no permite ya dejarnos indiferentes ante los abusos políticos, sociales, culturales, de clase y sexo. Hay una nueva esperanza, un sueño nuevo, un deseo de cambio. El anuncio de la Buena Noticia será realmente Buena Noticia si es portadora de esta novedad que asoma en medio del pueblo. Ayudar a abrir los ojos para ver esta novedad, comprometerse las comunidades de fe en la búsqueda de esta utopía, quiere decir reconocer la presencia de Dios que libera y transforma obrando en lo cotidiano de nuestra vida.

Oración del Salmo 72 (71)

La esperanza del Mesías en el corazón del pueblo Confía, oh Dios, tu juicio al rey, al hijo de rey tu justicia: que gobierne rectamente a tu pueblo, a tus humildes con equidad.
Produzcan los montes abundancia, justicia para el pueblo los collados. Defenderá a los humildes del pueblo, salvará a la gente pobre y aplastará al opresor. Durará tanto como el sol, como la luna de edad en edad; caerá como lluvia en los retoños, como rocío que humedece la tierra.
Florecerá en sus días la justicia, prosperidad hasta que no haya luna; dominará de mar a mar, desde el Río al confín de la tierra.
Ante él se doblará la Bestia, sus enemigos morderán el polvo; los reyes de Tarsis y las islas traerán consigo tributo. Los reyes de Sabá y de Seba todos pagarán impuestos; ante él se postrarán los reyes, le servirán todas las naciones.
Pues librará al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie ampara; se apiadará del débil y del pobre, salvará la vida de los pobres. La rescatará de la opresión y la violencia, considerará su sangre valiosa; (que viva y le den el oro de Sabá).
Sin cesar rogarán por él, todo el día lo bendecirán. La tierra dará trigo abundante, que ondeará en la cima de los montes; sus frutos florecerán como el Líbano, sus espigas como la hierba del campo.
¡Que su fama sea perpetua, que dure tanto como el sol! ¡Que sirva de bendición a las naciones, y todas lo proclamen dichoso! ¡Bendito Yahvé, Dios de Israel, el único que hace maravillas! ¡Bendito su nombre glorioso por siempre, la tierra toda se llene de su gloria! ¡Amén! ¡Amén!

Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

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Lectio sáb, 9 dic, 23

Primera semana de Adviento

Oración

Concédenos, Señor Dios nuestro, permanecer alerta a la venida de tu Hijo, para que cuando llegue y llame a la puerta nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 9,35 – 10,1.5-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos».

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: «Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente».

Reflexión

El evangelio de hoy consta de dos partes:

(a) Un breve resumen de la actividad apostólica de Jesús (Mt 9,35-38) y (b) el inicio del “Sermón de la Misión” (Mt 10,1.5-8). El evangelio de la liturgia de hoy omite los nombres de los apóstoles citados en el evangelio de Mateo (Mt 10,2-4).

Mateo 9,35: Resumen de la actividad misionera de Jesús. “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia”. En pocas palabras Mateo describe los puntos centrales de la actividad misionera de Jesús: (a) Recorrer todas las ciudades y los poblados. Jesús no espera a que la gente venga hasta él, sino que él mismo va en busca de la gente recorriendo todas las ciudades y poblados. (b) Enseñar en las sinagogas, esto es, en las comunidades. Jesús va allí donde la gente está reunida alrededor de su fe en Dios. Es allí donde él anuncia la Buena Nueva del Reino, esto es, la Buena Nueva de Dios. Jesús no enseña doctrinas como si la Buena Nueva fuera un nuevo catecismo, sino que en todo lo que dice y hace deja transparentar algo de la Buena Nueva que le anima por dentro, a saber, Dios, el Reino de Dios. (c) Curar todo tipo de dolencia y enfermedad. Lo que más marcaba la vida de la gente pobre era la dolencia, cualquier tipo de dolencia, y lo que más marca la actividad de Jesús, es consolar a la gente, aliviar su dolor.

Mateo 9,36: Compasión de Jesús ante la situación de la gente. “Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor”. Jesús acoge a las personas así como se encuentran ante él: dolientes, abatidas, cansadas. Se porta como el Siervo de Isaías, cuyo mensaje central consistía en “consolar a la gente” (cf. Is 40,1). La actitud de Jesús para con la gente era como la actitud del Siervo, cuya misión era definida así: “No clamará, no gritará ni alzará su voz en las calles. No romperá la caña quebrada ni aplastará la mecha que está por apagarse” (Is 42,2-3). Como el Siervo, Jesús se conmueve ante la situación sufrida de su pueblo “cansada y abatida, como ovejas sin pastor”. Empieza a ser Pastor identificándose con el Siervo que decía: “El Señor Yahvé me ha concedido el poder hablar como su discípulo. Y ha puesto en mi boca las palabras para aconsejar al que está desanimado” (Is 50,4ª). Como el Siervo, Jesús se hace discípulo del Padre y del pueblo y dice: “Cada mañana, él me despierta y lo escucho como lo hacen los discípulos” (Is 49,4b). Del contacto con el Padre saca las palabras de consuelo que hay que comunicar a los pobres.

Mateo 9,37-38: Jesús implica a los discípulos en la misión. Ante la inmensidad de la tarea misionera, la primera cosa que Jesús pide a los discípulos es rezar: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. La oración es la primera forma de compromiso de los discípulos con la misión. Pues si uno cree en la importancia de la misión que uno tiene, entonces hará todo lo posible para que no muera con uno mismo, sino que continúe en los demás durante su vida y después.

Mateo 10,1: Jesús confiere a los discípulos el poder de curar y de expulsar a los demonios. “Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia». La segunda cosa que Jesús pide a los discípulos no es que empiecen a enseñar doctrinas y leyes, sino que ayuden a la gente a vencer el miedo a los malos espíritus y que ayuden en la lucha contra las enfermedades. Hoy, lo que más da miedo a los pobres son ciertos misioneros que amenazan a la gente con el castigo de Dios y con el peligro del demonio. Jesús hace el contrario. Lo que más hace es ayudar a la gente a vencer el miedo al demonio: “Pero ¿si no podría ser que yo eche los demonios con el dedo de Dios? Entonces entiendan que el Reino de Dios ha llegado” (Lc 11,20). Es triste decirlo, pero hoy existen personas que necesitan el demonio para poder expulsarlo y así ganar dinero. Por esto merece la pena que Jesús hable contra de los fariseos y de los doctores de la ley (Mt 23).

Mateo 10,5-6: Id primero a las ovejas perdidas de Israel. “A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. ¿Quién eran estas ovejas perdidas de Israel? ¿Eran las personas excluidas, como las prostitutas, los publicanos, los impuros, los considerados perdidos y condenados por las autoridades religiosas da época? ¿Eran los dirigentes como los fariseos, los saduceos, los ancianos y sacerdotes que se consideraban el pueblo fiel de Israel? O ¿eran las multitudes que estaban cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor? Probablemente, aquí en el contexto del evangelio de Mateo, se trata de esta gente pobre y abandonada que es acogida por Jesús (Mt 9,36-37). Jesús quería que los discípulos participaran con él en la misión junto a su gente. Pero, en la medida en iba atendiendo a esta gente, Jesús mismo iba ensanchando el horizonte. En el contacto con la mujer cananea, oveja perdida de otra raza y de otra religión, que pedía ser atendida, Jesús repite a los discípulos: «No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel» (Mt 15,24). Y ante la insistencia de la madre que no desistía en interceder por la hija, Jesús se defendió diciendo: «No se debe echar a los perros el pan de los hijos» (Mt 15,26). Pero la reacción de la madre echa por tierra la defensa de Jesús: «Es verdad, Señor, contesto la mujer, pero los perritos comen las migas que caen de las mesas de sus padrones» (Mt 15,27). Y de hecho, ¡había muchas migas! Doce cestos llenos de pedazos que sobraban de la multiplicación de los panes para las ovejas perdidas de Israel (Mt14,20). La respuesta de la mujer deshizo los argumentos de Jesús. Y el atendió a la mujer: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla tu deseo». Y en ese momento quedo sana su hija”. (Mt 15,28). Fue a través de la atención continúa dada a las ovejas perdidas de Israel que Jesús descubrió que en el mundo entero hay ovejas perdidas que quieren comer de las migas.

Mateo 10,7-8: Resumen de la actividad de Jesús. “Yendo proclamad que el Reino de los Cielos está cerca». Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; ¡dadlo gratis!” ¿Cómo revelar la proximidad del Reino? La respuesta es simple y correcta: curando a los dolientes, resucitando a los muertos, purificando a los leprosos, expulsando los demonios y sirviendo gratuitamente, sin enriquecerse por medio del servicio a la gente. Donde esto acontece, el Reino se revela.

Para la reflexión personal

Todos nosotros recibimos la misma misión que Jesús dio a los discípulos y discípulas. ¿Tienes conciencia de tener esta misión? ¿Cómo vives tu misión?
En tu vida, ¿tuviste algún contacto con las ovejas perdidas, con el pueblo cansado y abatido? ¿Qué lección sacaste?

Oración final

El Señor sana los corazones quebrantados, venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas, llama a cada una por su nombre. (Sal 147,3-4)

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Lectio jue, 28 dic, 23

Tiempo de Navidad – Los Santos Inocentes, mártires, fiesta

Oración inicial

Dios nuestro, que concediste a los Santos Inocentes dar testimonio de Cristo, no de palabra, sino con su sangre, ayúdanos a poner de manifiesto nuestra fe, no sólo con nuestros labios, sino, más bien, con nuestra conducta diaria. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 2,13-18

Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la fecha que los magos le habían indicado.
Así se cumplieron las palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito, se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya están muertos.

Reflexión

El Evangelio de Mateo, redactado entorno a los años 80 y 90, tiene la preocupación de mostrar que en Jesús se realizan las profecías. Muchas veces se dice: “Esto sucedió para que se realizara lo que dice la escritura…” (cf. Mt 1,22; 2,17.23; 4,14; 5,17; etc.). Es porque los destinatarios del Evangelio de Mateo son las comunidades de judíos convertidos que vivían una crisis profunda de fe y de identidad. Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70, los fariseos eran el único grupo superviviente del judaísmo. En los años 80, cuando empezaron a reorganizarse, creció la oposición entre judíos fariseos y judíos cristianos. Estos últimos terminaron siendo excomulgados de la sinagoga y separados del pueblo de las promesas. La excomulga volvió a agudizar el problema de la identidad. No podían frecuentar más sus sinagogas. Y llegó la duda: ¿Será que nos equivocamos? ¿Quién es el verdadero pueblo de Dios? Jesús, ¿es realmente el Mesías?

Es para este grupo sufrido que Mateo escribe su evangelio como Evangelio de la consolación para ayudarlos a superar el trauma de la ruptura, como Evangelio de la revelación para mostrar que Jesús es el verdadero Mesías, el nuevo Moisés, en quien se realizan las promesas; como Evangelio de la nueva práctica para enseñar el camino de cómo alcanzar la nueva justicia, mayor que la justicia de los fariseos (Mt 5,20).

En el evangelio de hoy aparece esta preocupación de Mateo. El consuela las comunidades perseguidas mostrando que Jesús también fue perseguido. El revela que Jesús es el Mesías, pues por dos veces insiste en decir que las profecías se realizarán en él; y sugiere además que Jesús es el nuevo Moisés, pues al igual que Moisés fue perseguido y tuvo que huir. El indica un nuevo camino, sugiriendo que deben hacer como los magos que supieron evitar la vigilancia de Herodes e volvieron por otro camino a su morada.

Para la reflexión personal

Herodes mandó matar a los niños de Belén. El Herodes de hoy sigue matando a millones de niños. Mueren de hambre, de enfermedad, de desnutrición, por el aborto. ¿Quién es hoy Herodes?
Mateo ayuda a superar la crisis de fe y de identidad. Hoy, muchos viven una crisis profunda de fe y de identidad. El Evangelio, ¿cómo puede ayudar a superar esta crisis de fe?

Oración final

Nuestra ayuda es el nombre de Yahvé, que hizo el cielo y la tierra. (Sal 124,8)

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Lectio vie, 8 dic, 23

Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, solemnidad La Anunciación

Lectio

Oración inicial

Alégrate, Virgen María, ya surge la estrella de Jacob. Se cumplen hoy las Escrituras: como nube fecunda llega el Señor.
Viene nuestro Dios, no está en silencio; ten atento el oído a su saludo. Dulce es la palabra en sus labios, noble el diseño de su corazón.
Resplandecen como alas de paloma los vestidos de su mensajero; desciende como céfiro de estío sobre ti, fecundo, su consuelo
Despliega su fuerza nuestro Dios, en tu carne encuentra su descanso; encuentra en ti su santuario, alábalo y ámalo por siempre.
Mira, aparece su cortejo, delante de él camina la justicia. Dominará el orgullo de los fuertes. Devolverá a los humildes su vigor Extenderá su gran misericordia sobre todos los que temen su nombre; humilde esclava del Señor, téjenos las alabanzas del Amor.

Lectura del Evangelio: Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin».

María le dijo entonces al ángel: «¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios». María contestó: «Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho». Y el ángel se retiró de su presencia.

Un momento de silencio:

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Meditatio

Clave de lectura:

Aunque se repiten los temas de Mateo y Marcos, el Evangelio de Lucas es una composición original en muchos aspectos. El evangelista coloca en su narración material nuevo con respecto a las otras narraciones evangélicas. En los primeros dos capítulos que tratan de la infancia de Jesús, Lucas se acerca a las tradiciones hebraicas con muchas referencias directas e indirectas al Antiguo Testamento. La teología, el simbolismo y todo el conjunto de los relatos de la infancia de Jesús han encontrado las raíces en el mundo semítico, diverso en muchas formas del mundo y del pensamiento griego. El evangelista ambienta el comienzo de su narración en el ambiente de los anawîm, los pobres del Señor, o sea aquéllos que se someten con gusto a la voluntad de Dios, firme en la fe que el Señor les dará la salvación en el tiempo oportuno. A los anawîm el Señor promete enviar el Mesías “ enviado a llevar la buena nueva a los abatidos, a curar las llagas de los corazones destrozados, a proclamar la libertad de los cautivos, y la liberación a los encarcelados, a promulgar el año de gracia del Señor, y un día de venganza para nuestro Dios, para consolar a todos los tristes, para alegrar a los afligidos de Sion…” (Is 61, 1ss). Esta promesa de Dios se cumplirá en Jesús de Nazareth que “ entrando según su costumbre el sábado en la sinagoga” (Lc 4,16), proclama que la promesa de Dios pronunciada por medio de Isaías “se ha cumplido” (Lc 4,21) en Él. Sólo los anawîm pueden recibir del hijo de José el carpintero y de María (Lc 4, 22; Mt 13, 53-58; Mc 6, 1-6; Jn 1,45) la alegre nueva de la salvación, los otros desgraciadamente se escandalizan de Él. El Mesías es humilde y dulce, su “ boca” pronuncia “palabras de gracia” (Lc 4,22) por esto para acogerlo se necesita prepararse, entrar dentro de sí mismo, para acoger al prometido de Israel. Por eso el Señor amonesta por medio del profeta: “ Buscad a Yahvé los humildes de la tierra, que practicáis su ley; buscad la justicia, buscad la mansedumbre, quizás quedaréis al abrigo de la ira del Señor (Sof 2,3).

En este contexto, “En el mes sexto, fue enviado el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazareth a una virgen desposada con un varón de la casa de David, llamado José. La virgen se llamaba María”. (Lc 1, 26-27). Esta virgen es una de los anawîm a la cual el Señor revela su salvación. Con ella se encuentran otros dos anawîm que “eran entrados en años” (Lc 1, 7), “un sacerdote llamado Zacarías” e Isabel que “era estéril” y por tanto sin hijo (Lc 1, 5-7). También a estos dos deshonrados (Gen 30,33; 1Sam 1, 5-8; 2Sam 6, 23; Os 9,11) se les anuncia la salvación del Señor. Desgraciadamente en Jerusalén, en el templo, durante la liturgia, lugar de la revelación, de la potencia y de la gloria de Dios, esta buena nueva no es acogida por el sacerdote (Lc 1, 8-23). Pero la Palabra de Dios no está ligada y no se la puede limitar. Dice en verdad el Santo de Israel: “Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, así será la palabra salida de mi boca: no volverá a mí vacía sino que hace lo que yo quiero y cumple su misión” (Is 55, 10-11). Por eso, Isabel “en su vejez, ha concebido un hijo y este es el sexto mes para ella a la que todos llamaban estéril: nada es imposible para Dios” (Lc 1, 36-37). Este será el acontecimiento ofrecido a María como un signo “ de la potencia del Altísimo” (Lc 1, 35) que se extenderá como sombra sobre ella para concebir al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo que “descenderá” sobre ella (Lc 1, 34-35). El Hijo se llamará Jesús, “será grande y llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David su padre y reinará por siempre sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin” (Lc 1,31-33). Estas palabras del ángel recuerdan las mismas dirigidas a Acaz: “El Señor mismo os dará un signo. Helo aquí: la virgen concebirá y parirá un hijo, que se llamará Emmanuel” (Is 7, 14).

Por esto, después de la concepción de Juan, o sea “en el sexto mes” (Lc 1,26), la buena noticia es bien acogida “en una ciudad de la Galilea, llamada Nazaret” (Lc 1,26) por una doncella, “virgen, prometida como esposa” (Lc 1,27). “Nazaret” y “María” hacen contraste con “Jerusalén” y “sacerdote”; así como también es contrastante la frase “ presentándose a ella” con la palabra “templo”. El Señor se revela en lugares humildes y es acogido por gente humilde de las que, a juicio de los hombres, no “puede venir nada de bueno” (Jn 1,45). A María se le invita a gozar: “¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc 1, 28). La presencia del Señor en medio de su pueblo es ocasión de gozo, porque la presencia del Señor llevan salvación y bendición. El saludo e invitación del ángel está dirigido a todo el pueblo de Dios en la persona de María.. Por lo que, todo el pueblo de Dios está llamado a gozar y a alegrarse en el Señor su Salvador. Es el gozo mesiánico que se anuncia a todos: “Gritad de gozo y alegraos, habitantes de Sión, porque grande es en medio de vosotros el Santo de Israel” (Is 12, 6). “¡Exulta, hija de Sion, da voces jubilosas Israel, y regocíjate con todo tu corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha revocado los decretos dados contra ti y ha rechazado tu enemigo. El Rey de Israel es el Señor en medio de ti, tú no verás ya más el infortunio…..” (Sof 3, 14-15ss). “ Alégrate y regocíjate, hija de Sión, porque he aquí que yo vengo para habitar en medio de ti” (Zc 2, 14).

La concepción de Jesús es un acontecimiento nuevo, la primicia de la futura nueva creación operada por la potencia creativa de Dios que viene al encuentro de la imposibilidad de concebir de María, porque todavía no conoce varón (Lc 1, 34). La sombra que el Altísimo extiende sobre María recuerda la nube que de día acompañaba al pueblo en el desierto (Ex 13,22), que daba sombra al monte Sinaí revelando la gloria del Señor por seis días (Ex 19,16; 24,17). Es también un signo de la protección de Dios otorgada al justo que invoca el nombre del Señor y se pone en sus manos durante la prueba (Sal 17,8, 57,2; 140,8). En la creación, el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas, signo de la potencia creadora de la palabra de Dios (Gén 1,2).

Dios supera toda capacidad humana, nada es imposible para Él (Lc 1,47; Gen 18, 14; Jer 32,27). Ante el Señor de la alegría, de la vida y de la salvación, María acoge su palabra generadora y creadora: “He aquí la esclava del Señor, que me suceda como has dicho” (Lc 1, 38).

Preguntas para orientar la meditación y actualización:

El Señor se revela a los anawîm de su pueblo: Según tu parecer ¿quiénes son los anawîm contemporáneos a nosotros?
Muchas veces nos sentimos como si viviéramos en un mundo hostil a la revelación de Dios. Parece también que Él ha enmudecido, que no revela más su palabra que da vida ¿Es esto verdad? Si Él todavía nos habla ¿dónde puedo encontrar su palabra viviente? ¿Cómo acogerla?
Las potencias del mal paresen envolver nuestro inquieto mundo. Las diversas modalidades de opresión parecen que incluso oprimen también al Dios de la alegría, de la libertad, de la misericordia. ¿Cómo te comportas tú ante esta realidad? ¿Piensas que el texto de hoy pueda inspirarte un comportamiento justo ante las situaciones imposibles?
¿Qué piensas tú que sea la característica del comportamiento de María? ¿Te revela algo en tu vida?

Oratio

Cántico de María:

«Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.» b) Momentos dedicados al silencio orante

Contemplatio

[En la contemplación], de hecho, a los hombres fuertes le es consentido recogerse cuando desean estar solos consigo mismo, cultivar asiduamente los pimpollos de las virtudes y nutrirse, felizmente, de los frutos del paraíso. Aquí se conquista aquel ojo cuya serena mirada hiere de amor al Esposo, y por medio de su transparencia y pureza se ve a Dios. Aquí se practica un ocio laborioso y se descansa en una acción quieta. Aquí, por la fatiga de la lucha, Dios da a sus atletas la recompensa deseada, esto es, la paz que el mundo ignora, y el gozo en el Espíritu Santo. Esta es aquella Raquel graciosa, de bello aspecto, que Jacob, si bien no era ella fértil de hijos, amó más que a Lía, segura que más fértil, pero de ojos legañosos. Menos numerosos, de hecho, son los hijos de la contemplación respecto a los de la acción; sin embargo José y Benjamín son amados del padre más que los otros hermanos. Esta es aquella parte mejor que María ha escogido y que no le será quitada. (De la Carta de San Bruno a Rodolfo el Verde).

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Lectio jue, 7 dic, 23

San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia, m. obligatoria

Oración inicial

Despierta tu poder, Señor, y ven a socorrernos con tu fuerza; que tu amor y tu perdón apresuren la salvación que retardan nuestros pecados. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 7,21.24-27

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente».

Reflexión

El evangelio de hoy cuenta la parte final del Sermón de la Montaña. El Sermón de la Montaña es una nueva lectura de la Ley de Dios. Empieza con las bienaventuranzas (Mt 5,1-12) y termina con la casa construida sobre la roca.

Se trata de adquirir la verdadera sabiduría. La palabra de Dios, expresada en la ley de Dios, es fuente de salvación. La verdadera sabiduría consiste en sentir y practicar la Palabra de Dios (Lc 11,28). No basta decir “¡Señor, Señor!” Lo importante no es decir unas bonitas palabras sobre Dios, sino hacer la voluntad del Padre y ser una revelación de su amor y de su presencia en el mundo.

Quien escucha y practica la palabra construye la casa sobre roca. La solidez no viene de la casa en sí, sino del terreno, de la roca. ¿Qué significa la roca? Es la experiencia del amor de Dios revelado en Jesús (Rom 8,31-39). Hay personas que practican la palabra para poder merecer el amor de Dios. Pero el amor no se compra, ni se merece (Cnt 8,7). El amor de Dios se recibe gratuitamente. Ponemos en práctica la Palabra no para merecer el amor, sino para decir gracias por el amor recibido. He aquí la buena tierra, la roca, que da seguridad a la casa. ¡La verdadera seguridad viene de la certeza del amor de Dios! Es la roca que sostiene en los momentos de dificultad y de tormenta.

El evangelista termina el Sermón del Monte (Mt 7,27-28) diciendo que la multitud queda admirada por la enseñanza de Jesús, ya que “enseñaba con autoridad y no como los escribas». El resultado de la enseñanza de Jesús es la conciencia crítica de la gente ante las autoridades religiosas de la época. Admirada y agradecida, la gente aprueba las preciosas enseñanzas de Jesús, que son diversas.

Para la reflexión personal

¿Soy de los que dicen “Señor, Señor”, o de los que ponen en práctica la palabra?
¿Observo la ley para merecer el amor y la salvación o para dar gracias a Dios por su amor y su salvación?

Oración final

¡Alabad a Yahvé, todas las naciones, ensalzadlo, pueblos todos! Pues sólido es su amor hacia nosotros, la lealtad de Yahvé dura para siempre. (Sal 117)

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Lectio mié, 6 dic, 23

Oración inicial

Señor y Dios nuestro, prepara nuestros corazones con la fuerza de tu Espíritu para que, cuando llegue Jesucristo, tu Hijo, nos encuentre dignos de sentarnos a su mesa y él mismo nos sirva en el festín eterno. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 15,29-37

En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó. Acudió a él mucha gente, que llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó. La gente se llenó de admiración, al ver que los lisiados estaban curados, que los ciegos veían, que los mudos hablaban y los tullidos caminaban; por lo que glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque pueden desmayarse en el camino». Los discípulos le preguntaron: «¿Dónde vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?» Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?» Ellos contestaron: «Siete, y unos cuantos pescados».

Después de ordenar a la gente que se sentara en el suelo, Jesús tomó los siete panes y los pescados, y habiendo dado gracias a Dios, los partió y los fue entregando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos que habían sobrado.

Reflexión

El evangelio de hoy es como el sol que surge. El sol es siempre el mismo, todos los días, y alegra la vida, hace crecer las plantas. El peligro mayor es la rutina. La rutina mata el evangelio y apaga el sol de la vida.

Los elementos que componen un relato del evangelio son siempre los mismos: Jesús, el monte, el mar, los enfermos, la multitud, los problemas de la vida. A pesar de conocerlos bien, como el sol de cada día, estos elementos traen siempre un mensaje nuevo.

Al igual que Moisés, Jesús sube al monte y la gente se reúne a su alrededor. Llega con sus problemas: enfermos, cojos, ciegos, mudos, sordos, muchos problemas… No solamente gente mayor, adultos, sino que también los pequeños…Son el comienzo del nuevo pueblo de Dios que se reúne alrededor del nuevo Moisés. Jesús sana a todos.

Jesús llama a los discípulos. Tiene compasión de la gente que no tiene nada que comer. Según los discípulos, la solución tiene que llegar de fuera: “¿De dónde sacar pan para tanta gente?” Según Jesús la solución tiene que venir de la gente: ¿Cuántos panes tienen?” –“Siete y unos cuantos peces”. Con estos pocos panes y peces Jesús sacia el hambre de todos, y sobran panes y peces. Si hoy la gente compartiese lo que tiene, no habría hambre en el mundo. ¡Sobrarían muchas cosas! Realmente, ¡otro mundo es posible!

El relato de la multiplicación de los panes evoca la eucaristía y revela su valor cuando dice: “Jesús tomó el pan en sus manos, lo bendijo, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos”.

Para la reflexión personal

Jesús tiene compasión. ¿Tengo compasión por los problemas de la humanidad? ¿Hago algo?
Los discípulos esperan que la solución venga de fuera. Jesús pide una solución desde dentro. ¿Yo?

Oración final

Ahí viene el Señor Yahvé con poder, y su brazo lo sojuzga todo (Is 40,10)

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Lectio mar, 5 dic, 23

Oración inicial

Señor y Dios nuestro, acoge favorablemente nuestras súplicas y ayúdanos con tu amor en nuestro desvalimiento; que la presencia de tu Hijo, ya cercana, nos renueve y nos libre de volver a caer en la antigua servidumbre del pecado. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 10,21-24

En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: «¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».

Reflexión

El texto de hoy revela el fondo del corazón de Jesús, la razón de su alegría. Los discípulos habían ido a la misión, y al volver, comparten con Jesús su experiencia misionera. (Lc 10,17-21).

La razón de la alegría de Jesús es la alegría de los amigos. Al escuchar su experiencia y al percibir su alegría, Jesús también siente una gran alegría. La razón de la alegría de Jesús es el bienestar de los demás.

No es una alegría superficial. Viene del Espíritu Santo. La razón de la alegría es que los discípulos y las discípulas van a experimentar algo de Jesús durante su experiencia misionera.

Jesús los llama “pequeños”. ¿Quiénes son los pequeños? Son los setenta y dos discípulos (Lc 10,1) que vuelven de la misión: padres y madres de familia, chicos y chicas, casados y solteros/as, viejos y jóvenes. Ellos no son doctores. Son personas sencillas, sin muchos estudios que entienden las cosas de Dios mejor que los doctores.

“Sí, Padre, ¡porque así te pareció bien!” Frase muy seria. Le parece bien al Padre que los doctores y los sabios no entiendan las cosas del Reino y que las entiendan los pequeños. Por consiguiente, si los grandes quieren entender las cosas del Reino, tienen que hacerse discípulos de los pequeños.

Jesús los mira y dice: “¡Bienaventurados!” Y ¿por qué son bienaventurados? Porque están viendo cosas que los profetas quisieran ver, pero no logran ver. Y ¿qué verán? Serán capaces de percibir la acción del Reino en las cosas comunes de la vida: cuidar de los enfermos, consolar a los afligidos, echar los males de la vida.

Para la reflexión personal

Si me pongo en el lugar de la gente: ¿me considero perteneciente al grupo de los pequeños o de los doctores? ¿Por qué?
Me pongo en el lugar de Jesús: ¿cuál es la raíz de mi alegría? ¿Superficial o profunda?

Oración final

«Yo te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a ingenuos.» (cf Lc 10,21)

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Lectio lun, 4 dic, 23

Oración inicial

Concédenos, Señor Dios nuestro, permanecer alerta a la venida de tu Hijo, para que cuando llegue y llame a la puerta nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 8,5-11

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: «Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho». Él le contestó: «Voy a curarlo».

Pero el oficial le replicó: «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace».

Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: «Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos».

Reflexión

El Evangelio de hoy es un espejo. Evoca en nosotros las palabras que repetimos durante la Misa antes de comulgar: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Mirando al espejo, este texto sugiere lo siguiente:

La persona que busca a Jesús es un pagano, un soldado del ejército romano, que dominaba y explotaba a la gente. No es la religión, ni el deseo de Dios, sino más bien el sufrimiento y la necesidad que le impulsan a buscar a Jesús. Jesús no tiene ideas preconcebidas. No exige nada antes, acoge y escucha la petición del oficial romano.

La respuesta de Jesús sorprende al centurión, ya que supera su expectativa. El centurión no esperaba que Jesús fuera a su casa. Se siente indigno: “Yo no soy digno”. Quiere decir que consideraba a Jesús como a una persona muy superior.

El centurión expresa su fe en Jesús diciendo: “Di una sola palabra y mi siervo sanará”. El cree que la palabra de Jesús es capaz de sanar. ¿De dónde le nace una fe tan grande? ¡De su experiencia profesional de centurión! Porque cuando un centurión da órdenes, el soldado obedece. ¡Tiene que obedecer! Y así se imagina que ocurra con Jesús: basta que Jesús diga una palabra, y las cosas acontecen según la palabra. El cree que la palabra de Jesús encierra una fuerza creadora.

Jesús queda admirado y elogia la fe del centurión. La fe no consiste en aceptar, repetir y declarar una doctrina, sino en creer y confiar en la persona de Jesús.

Para la reflexión personal

Si me pongo en el lugar de Jesús, ¿cómo acojo y escucho a las personas de otras religiones?
Si me pongo en el lugar del centurión: ¿cuál es la experiencia personal que me lleva a creer en Jesús?

Oración final

¡Acuérdate de mí, Yahvé, hazlo por amor a tu pueblo, ven a ofrecerme tu ayuda. Para que vea la dicha de tus elegidos, me alegre con la alegría de tu pueblo. (Sal 106,4-5)

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Lectio Dom, 3 dic, 23

I Domingo de Adviento
Sobre la vigilancia

Lectio

Oración inicial

¡Oh Dios, nuestro Padre!, suscita en nosotros la voluntad de andar con las buenas obras al encuentro de Cristo que viene, para que Él nos llame junto a sí en la gloria a poseer el reino de los cielos. Amén.

Lectura: Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.

Un momento de silencio:

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Meditatio

Clave de lectura:

“¡Vigilad!” Esta es la palabra clave en el corto pasaje que la Iglesia reserva para la liturgia del primer domingo de Adviento. Vigilar, estar atentos, esperar al dueño de la casa que debe regresar, no adormilarse, es esto lo que Jesús pide a todo cristiano. Estos cuatro versículos del evangelio de San Marcos forman parte del discurso escatológico del capítulo trece. Este capítulo nos habla de la ruina del Templo y de la ciudad de Jerusalén. Jesús aprovecha la ocasión por una observación que le hace un discípulo: “¡Maestro, mira qué piedras y qué construcción! (Mc 13, 1). Jesús, por eso, aclara las ideas: “¿Véis estas grandes construcciones? No quedará piedra sobre piedra, que no sea demolida” (Mc 13,2). El Templo, signo tangible de la presencia de Dios en medio de su pueblo elegido, Jerusalén, la ciudad “bien unida y compacta” adonde “suben junta las tribus del Señor, para alabar el nombre del Señor” (Salmo 122,4), todo esto, signo seguro de la promesa hecha a David, signo de la alianza, todo esto irá a la ruina… es sólo un signo de algo que sucederá en el futuro. Los discípulos llenos de curiosidad piden al Señor sentado en el monte de los Olivos, de frente al Templo: “Dinos, ¿cuándo acaecerá eso y cuál será el signo de que todas estas cosas están por cumplirse? (Mc 13,4). A esta pregunta, usando el estilo apocalíptico judaico inspirado en el profeta Daniel, Jesús se limita sólo a anunciar las señales premonitoras (falsos cristos y falsos profetas que con engaño anunciarán la venida inminente del tiempo, persecuciones, señales en las potencias del cielo. cf: Mc 13, 5-32), “en cuanto al día y a la hora, ninguno los conoce, ni siquiera los ángeles del cielo, y ni siquiera el Hijo, sino sólo el Padre” (Mc 13,32).

De aquí se comprende la importancia de la espera vigilante y atenta a los signos de los tiempos que nos ayudan a acoger la venida del “dueño de la casa” (Mc 13,35). Cuando venga él, todo desaparecerá, “ el poder de los siervos” (Mc 13,34), incluso los signos que nos ayudan a recordar su benevolencia (templo, Jerusalén, casa). Los “siervos” y el “portero” (Mc 13,34) a la llegada del dueño no mirarán ya a los signos, sino que se complacerán en el mismo dueño: “He aquí que llega el Esposo, salidle al encuentro” (Mt 25,6; Mc 2,19-20).

A menudo Jesús pedía a los suyos que vigilasen. En el huerto de los Olivos, en la tarde del jue, antes de la pasión, el Señor dice a Pedro, Santiago y Juan: “ Quedaos aquí y vigilad conmigo” (Mc 14, 34; Mt 26,38). La vigilancia nos ayuda a no caer en la tentación (Mt 26,41) y a permanecer despiertos. En el huerto de los Olivos los discípulos duermen porque la carne es débil aunque el espíritu está pronto (Mc 14, 38). Quien se duerme va a la ruina, como Sansón que se deja adormecer, perdiendo así la fuerza, don del Señor (Jue 16, 19). Se necesita estar siempre despiertos y no adormilarse, sino vigilar y orar para no ser engañados, acercándose así a la propia perdición (Mc 13,22; Jn 1,6). Por eso “despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará” (Ef 5,14).

Preguntas para orientar la meditación y actualización:

¿Qué significado tiene para ti la vigilancia?
El Señor predice la ruina del templo y de la ciudad de Jerusalén, orgullo del pueblo elegido, símbolos de la presencia de Dios. ¿Por qué Jesús predice su ruina?
El templo y la ciudad santa eran formas concretas de la alianza entre Dios y el Pueblo. Pero a ellos les ha llegado la ruina. ¿Cuáles son nuestras formas concretas de alianza? ¿Crees que tendrán el mismo fin?
Jesús nos llama a sobrepasar las formas para acercarnos a Él. ¿Qué cosas, formas, signos, crees que el Señor te pide que trasciendas para acercarte a Él?
¿Estás adormecido? ¿En qué?
¿Vives siempre a la espera del Señor que viene? ¿Es el Adviento una ocasión para ti, que te recuerda el elemento vigilancia en la vida cristiana?

Oratio

Salmo 96

¡Cantad a Yahvé un nuevo canto, canta a Yahvé, tierra entera, cantad a Yahvé, bendecid su nombre! Anunciad su salvación día a día, contad su gloria a las naciones, sus maravillas a todos los pueblos. Pues grande es Yahvé y digno de alabanza, más temible que todos los dioses. Pues nada son los dioses paganos. Pero Yahvé hizo los cielos; gloria y majestad están ante él, poder y esplendor en su santuario.Tributad a Yahvé, familias de los pueblos, tributad a Yahvé gloria y poder, tributad a Yahvé la gloria de su nombre. Traed ofrendas, entrad en sus atrios, postraos ante Yahvé en el atrio sagrado, ¡tiemble ante su rostro toda la tierra! Decid a los gentiles: «¡Yahvé es rey!» El orbe está seguro, no vacila; él gobierna a los pueblos rectamente. ¡Alégrense los cielos, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto encierra; exulte el campo y cuanto hay en él, griten de gozo los árboles del bosque, delante de Yahvé, que ya viene, viene, sí, a juzgar la tierra! Juzgará al mundo con justicia, a los pueblos con su lealtad.

Momentos dedicados al silencio orante

¡Oh Dios Padre!, te damos gracias, por tu Hijo Jesucristo que ha venido al mundo para levantarnos y colocarnos en el camino justo. Cuando despiertas en nuestros corazones la sed de orar y de amor, tú nos preparas a la aurora de aquel nuevo día en el que nuestra gloria se manifestará junto a todos los santos en la presencia del Hijo del Hombre.

Contemplatio

La contemplación es el saber adherirse con el corazón y la mente al Señor que con su Palabra nos transforma en personas nuevas que cumplen siempre su querer. “Sabiendo estas cosas, seréis dichosos si las ponéis en práctica.” (Jn 13,17)

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