Lectio sáb, 10 feb, 2024

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Marcos 8,1-10

En aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían qué comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además, algunos han venido de lejos».
Sus discípulos le respondieron: «¿Y dónde se puede conseguir pan, aquí en despoblado, para que coma esta gente?» Él les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?» Ellos le contestaron: «Siete».
Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo; tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos, para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.
Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los despidió y luego se embarcó con sus discípulos y llegó a la región de Dalmanuta.

Reflexión

El texto del evangelio de hoy nos trae la segunda multiplicación de los panes. El hilo que une los varios episodios de esta parte de Marcos es el alimento, el pan. Después del banquete de la muerte (Mc 6,17-29), viene el banquete de la vida (Mc 6,30-44). Durante la travesía del lago, los discípulos tienen miedo, porque no entendieron nada de la multiplicación del pan en el desierto (Mc 6,51-52). En seguida, Jesús declara puros todos los alimentos (Mc 7,1-23). En la conversación de Jesús con la mujer Cananea, los paganos van a comer las migas que caen de la mesa de los hijos (Mc 7,24-30). Y aquí, en el Evangelio de hoy, Marcos relata la segunda multiplicación del pan (Mc 8,1-10).

Marcos 8,1-3: La situación de la gente y la reacción de Jesús. La multitud, que se reúne alrededor de Jesús en el desierto, estaba sin comer. Jesús llama a los discípulos y expone el problema: “Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. ¡Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino! En esta preocupación de Jesús despuntan dos cosas muy importantes: a) La gente olvida casa y comida para ir detrás de Jesús en el desierto. Señal de que Jesús tiene que haber tenido una simpatía ambulante, hasta el punto de que la gente le sigue en el desierto y ¡se queda tres días con él! b) Jesús no manda resolver el problema. Apenas manifiesta su preocupación a los discípulos. Parece un problema sin solución.

Marcos 8,4: La reacción de los discípulos: el primer malentendido. Los discípulos piensan en una solución, segundo la cual alguien tiene que buscar pan para la gente. No se les pasa por la cabeza que la gente misma puede tener una solución. Y dicen: “¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos, aquí en el desierto?” Con otras palabras, piensan en una solución tradicional. Alguien tiene que recaudar dinero, comprar el pan y distribuirlo a la gente. Ellos mismos perciben que, en aquel desierto, esta solución no es viable, pero no encuentran otra para resolver el problema. Es decir: si Jesús insiste en no mandar a la gente de vuelta a casa, ¡no habrá solución para el hambre de la gente!

Marcos 8,5-7: Jesús encuentra una solución. Primero, pregunta cuántos panes tienen: “¡Siete!” En seguida, manda la gente a sentarse. Después, tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos para que los sirvieran. Hizo lo mismo con los peces. Como en la primera multiplicación (Mc 6,41), la forma en la que Marcos describe la actitud de Jesús recuerda la Eucaristía. El mensaje es éste: la participación en la Eucaristía tiene que llevarnos a dar y a compartir con los que no tienen pan.

Marcos 8,8-10: El resultado. Todos comieron, quedaron saciados y ¡hasta sobró! Solución inesperada, nacida desde dentro del pueblo, desde lo poco que habían traído. En la primera multiplicación, sobraron doce cestos. Aquí, siete. En la primera había cinco mil personas. Aquí, cuatro mil. En la primera, había cinco panes y dos peces. Aquí, siete panes y algunos peces.

El peligro de la ideología dominante. Los discípulos pensaban de una manera, Jesús piensa de otra manera. En la manera de pensar de los discípulos emerge la ideología dominante, la manera común de pensar de las personas. Jesús piensa de forma diferente. No es porque una persona va con Jesús y vive en comunidad que ya es santa y renovada. En medio de los discípulos, cada vez de nuevo, se infiltraba la mentalidad antigua, ya que el “fermento de Herodes y de los fariseos” (Mc 8,15), esto es, la ideología dominante, tenía raíces profundas en la vida de aquella gente. La conversión que Jesús pide va más allá y más al fondo. Él quiere llegar a la raíz y erradicar los varios tipos de “fermento”: el “fermento” de la comunidad encerrada en sí misma, sin apertura: “¡Quien no está en contra, está a favor!» (Mc 9,39-40). Para Jesús, lo que importa no es si la persona es o no miembro de la comunidad, lo importante para él es si hace o no el bien que la comunidad debe realizar.

el “fermento” del grupo que se considera superior a los otros. Jesús responde «No sabéis con qué espíritu estáis siendo animados» (Lc 9,55).

el “fermento” de la mentalidad de clase y de competitividad, que caracterizaba la sociedad del Imperio Romano y que se infiltraba ya en la pequeña comunidad que estaba comenzando. Jesús responde: “El primero que sea el último» (Mc 9, 35). Es el punto en que más insistió y del que más dio testimonio: “No he venido para ser servido, sino para servir” (Mc 10,45; Mt 20,28; Jn 13,1-16).

 el “fermento” de la mentalidad de la cultura de la época que marginaba a los pequeños, a los niños. Jesús responde:” ¡Dejad que los niños vengan a mí!” (Mc 10,14). Él pone a los niños como profesores de los adultos: “Quien no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Lc 18,17). Como en el tiempo de Jesús, también hoy la mentalidad neoliberal renace y reaparece en la vida de las comunidades y de las familias. La lectura orante del Evangelio, hecha en comunidad, puede ayudarnos a cambiar vida y visión y a seguir convirtiéndonos, siendo fieles al proyecto de Jesús.

Para la reflexión personal

Entre amigos y con los enemigos puede que haya malentendidos. ¿Cuál es el malentendido entre Jesús y los discípulos en ocasión de la multiplicación de los panes? Jesús, ¿cómo se enfrenta a estos malentendidos? Tú, ¿has tenido algún malentendido en casa, con los vecinos y en la comunidad? ¿Cómo has reaccionado? Su comunidad, ¿ha enfrentado ya algún malentendido o conflicto con las autoridades del ayuntamiento o de la iglesia? ¿Cómo fue?
¿Cuál es el fermento que hoy impide la realización del evangelio y que debe ser eliminado?

Oración final

Señor, tú has sido para nosotros un refugio de edad en edad. Antes de ser engendrados los montes, antes de que naciesen tierra y orbe, desde siempre hasta siempre tú eres Dios. (Sal 90,1-2)

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Lectio vie, 9 feb, 2024

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Marcos 7,31-37

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «¡Effetá!» (que quiere decir «¡Ábrete!»). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: «¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Reflexión

En el evangelio de hoy, Jesús cura a un sordo que tartamudeaba. Este episodio es poco conocido. En el episodio de la mujer cananea, Jesús supera las fronteras del territorio nacional y acoge a una mujer extranjera que no era del pueblo y con quien estaba prohibido conversar.

Esa misma apertura sigue en el evangelio de hoy.

Marcos 7,31. La región de la Decápolis. “Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis” Decápolis significa, literalmente, Diez Ciudades. Era una región de diez ciudades al sureste de Galilea, cuya población era pagana.

Marcos 7,31-35. Abrir los oídos y soltar la lengua. Un sordo y tartamudo es llevado ante Jesús. La manera de curarle es diferente. La gente quería que Jesús apenas impusiera las manos sobre él. Pero Jesús va mucho más allá de lo que le piden. Lleva al hombre ante la multitud, coloca los dedos en los oídos y con la saliva le toca la lengua, mira hacia el cielo, da un gemido y dice: “Éffata!”, esto es, “¡Ábrete!” En ese mismo instante, los oídos del sordo se abrieron y el hombre empezó a hablar correctamente. ¡Jesús quiere que la gente abra el oído y suelte la lengua!

Marcos 7,36-37: Jesús no quiere publicidad. “Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. Él le prohíbe hablar de su curación, pero no lo consigue. Aquel que tiene experiencia de Jesús, lo cuenta a los demás, ¡quiera o no quiera! Las personas que han asistido a la curación empiezan a proclamar lo que han visto y resumen así la Buena Nueva: «Todo lo hace bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos». Esta afirmación de la gente hace recordar la creación, en la que se dice: “Dios vio que todo era muy bueno.” (Gen 25 1,31). Y evoca la profecía de Isaías, donde se dice que en el futuro los sordos oirán y los mudos hablarán (Is 29,28; 35,5. cf. Mt 11,5).

La recomendación de no contar nada a nadie. A veces, se exagera la atención que el Evangelio de Marcos atribuye a la prohibición de divulgar la curación, como si Jesús tuviera un secreto que hay que conservar. La mayoría de las veces que Jesús hace un milagro, no pide el silencio. Y una vez hasta pide publicidad (Mc 5,19). Algunas veces, sin embargo, da orden de no divulgar la curación (Mc 1,44; 5,43; 7,36; 8,26), pero ellos obtienen el resultado contrario. Cuanto más prohíbe, tanto más la Buena Nueva se difunde (Mc 1,28.45; 3,7-8; 7,36-37). ¡Prohibir, no sirve de nada! ¡Pues la fuerza interna de la Buena Nueva es tan grande que se divulga por sí misma!

Apertura creciente en el evangelio de Marcos. A lo largo de las páginas del evangelio de Marcos hay una apertura creciente hacia los demás pueblos. Así, Marcos lleva a los lectores y a las lectoras a abrirse a la realidad del mundo alrededor y a superar ideas preconcebidas que impiden la convivencia pacífica entre la gente. En su paso por la Decápolis, la región pagana, Jesús atiende la súplica de la gente del lugar y cura al sordo tartamudo. No tiene miedo de contaminarse con la impureza de un pagano, pues lo cura tocándole los oídos y la lengua. Las autoridades de los judíos y los discípulos tienen dificultad en escuchar y entender, sin embargo un pagano era sordo y tartamudo consigue hablar y oír gracias a Jesús que le toca. Recuerda el cántico de Isaías: “El Señor Yahvé me ha abierto el oído y no me resistí” (Is 50,4-5). Al expulsar a los vendedores del templo, Jesús critica el comercio injusto y afirma que el templo tiene que ser casa de oración para todos los pueblos (Mc 11,17). En la parábola de los viñadores homicidas, Marcos hace alusión a que el mensaje se sacará del pueblo elegido, los judíos, y se dará a los demás, a los paganos (Mc 12,1-12). Después de la muerte de Jesús, Marcos presenta la profesión de fe de un pagano a los pies de la cruz. Al citar al centurión romano y su reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios, está diciendo que el pagano es más fiel que los discípulos y más fiel que los judíos (Mc 15,39). La apertura hacia los paganos aparece de forma muy clara en la orden final que Jesús da a los discípulos, después de la resurrección: “Id por todo o mundo, proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).

Para la reflexión personal

Jesús fue muy abierto hacia las personas de otra raza, de otra religión y de otras costumbres. Los cristianos, hoy, ¿tenemos esta misma abertura? ¿Yo soy abierto?
Definición de la Buena Nueva: “¡Jesús hace todas las cosas bien!” ¿Soy Buena Nueva para los otros?

Oración final

¡Cantad a Yahvé un nuevo canto, canta a Yahvé, tierra entera, cantad a Yahvé, bendecid su nombre! Anunciad su salvación día a día. (Sal 96,1-2)

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Lectio jue, 8 feb, 2024

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Marcos 7,24-30

En aquel tiempo, Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra Tiro. Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por un espíritu impuro, se enteró enseguida, fue a buscarlo y se postró a sus pies.
Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el demonio a su hija, él le respondió: «Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos». La mujer le replicó: «Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».
Entonces Jesús le contestó: «Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha salido ya de tu hija». Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija recostada en la cama, y ya el demonio había salido de ella.

Reflexión

En el Evangelio de hoy, veremos cómo Jesús atiende a una mujer extrajera de otra raza y de otra religión, lo cual estaba prohibido por la ley religiosa de aquella época. Inicialmente, Jesús no quería atenderle, pero la mujer insistió y consiguió lo que quería: la curación de la hija.
Jesús trata de abrir la mentalidad de los discípulos y de la gente más allá de la visión tradicional. En la multiplicación de los panes, había insistido en el compartir (Mc 6,30- 44). En la discusión sobre lo que es puro e impuro, había declarado puros todos los alimentos (Mc 7,1-23). Ahora, en este episodio de la Mujer Cananea, supera las fronteras del territorio nacional y acoge a una mujer extranjera que no pertenece al pueblo y con la que estaba prohibido conversar. Estas iniciativas de Jesús, nacidas de su experiencia de Dios como Padre, eran extrañas para la mentalidad de la gente de la época. Jesús ayuda a la gente a abrir su manera de experimentar a Dios en la vida.

Marcos 7.24: Jesús sale del territorio. En el evangelio de ayer (Mc 7,14-23) y de antes de ayer (Mc 7,1-13), Jesús había criticado la incoherencia de la “Tradición de los Antiguos” y había ayudado a la gente y a los discípulos a salir de la prisión de las leyes de la pureza. Aquí, en Mc 7,24, sale de Galilea. Parece querer salir de la prisión del territorio y de la raza. Está en el extranjero, y parece que no quiere ser conocido. Pero su fama había llegado antes que él. La gente sabe y le busca.

Marcos 7.25-26: La situación. Una mujer llega cerca y empieza a pedir por la hija enferma. Marcos dice explícitamente que era de otra raza y de otra religión. Esto es, era pagana. Ella se lanza a los pies de Jesús y empieza a suplicar para que cure a su hija poseída por un espíritu impuro. Los paganos no tenían problema en recorrer a Jesús. Los judíos ¡sí que tenían problemas en convivir con los paganos!

Marcos 7.27: La respuesta de Jesús. Fiel a las normas de su religión, Jesús dice que no conviene tirar el pan de los hijos y darlo a los cachorros. Frase dura. La comparación está sacada de la vida familiar. Hasta hoy, niños y cachorros es lo que más hay en los barrios pobres. Jesús afirma una cosa que es cierta: ninguna madre saca el pan de la boca de los hijos para darlo a los cachorros. En este caso, los hijos eran los judíos y los cachorros, los paganos. En la época del AT, por causa de la rivalidad entre los pueblos, un pueblo acostumbraba llamar a otro “cachorro” (1Sam 17,43). En los otros evangelios Jesús explica el porqué de su rechazo: “No fui enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 15,24). Es decir: “El Padre no quiere que yo me ocupe de esta mujer”

Marcos 7,28: La reacción de la mujer. Ella concuerda con Jesús, pero amplía la comparación y la aplica a su caso: “Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.” Es como si dijera: “Si soy perrito, entonces tengo los derechos de los perritos, es decir, ¡las migajas me pertenecen!” Ella sencillamente sacó las conclusiones de la parábola que Jesús contó y, mostró que, hasta en la casa de Jesús, los perritos comían las migajas que caían de la mesa de los niños. Y en la “casa de Jesús”, esto es, en la comunidad cristiana, la multiplicación del pan para los hijos fue tan abundante que estaban sobrando doce cestos (Mc 6,42) para los “cachorros”, esto es, para ella, ¡para los paganos!

Marcos 7,29-30: La reacción de Jesús: “Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.” En los otros evangelios se explicita: “¡Grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!” (Mt 15,28). Si Jesús atiende la súplica de la mujer es porque comprende que, ahora, el Padre quiere que él escuche su petición. Este episodio ayuda a percibir algo del misterio que envolvía a la persona de Jesús y como él convivía con el Padre. Era observando las reacciones de las personas y las actitudes de las personas, que Jesús descubre la voluntad del Padre en los acontecimientos de la vida. La actitud de la mujer abre un nuevo horizonte en la vida de Jesús. A través de ella, él descubre mejor que el proyecto del Padre es para todos los que buscan la vida y quieren liberarse de las cadenas que aprisionan su energía. Así, a lo largo de las páginas del evangelio de Marcos, hay una apertura creciente hacia los demás pueblos. De este modo, Marcos lleva a los lectores y a las lectoras a abrirse, poco a poco, a la realidad del mundo de alrededor y a superar ideas preconcebidas que impiden la convivencia pacífica entre la gente. Esta apertura hacia los paganos aparece de forma muy clara en la orden final que Jesús da a los discípulos, después de su resurrección: ”Id por el mundo, proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).

Para la reflexión personal

Tú, ¿qué haces concretamente, para convivir en paz con personas de otras iglesias cristianas? En el barrio donde vives ¿hay gente de otras religiones? ¿Cuáles? ¿Hablas normalmente con personas de otras religiones?
¿Cuál es la apertura que este texto nos pide hoy a nosotros, en familia y en comunidad?

Oración final

¡Dichosos los que guardan el derecho, los que practican siempre la justicia! ¡Acuérdate de mí, Yahvé, hazlo por amor a tu pueblo, ven a ofrecerme tu ayuda. (Sal 106,3-4)

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Lectio mié, 7 feb, 2024

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Marcos 7,14-23

En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro».
Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: «¿Ustedes también son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?» Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos.
Luego agregó: «Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre».

Reflexión

El Evangelio de hoy es la continuación del asunto que meditamos ayer. Jesús ayuda a la gente y a los discípulos a entender mejor el significado que la pureza tiene ante Dios. Desde siglos, para no volverse impuros, los judíos observaban muchas normas y costumbres relacionadas con comida, bebida, ropa, higiene del cuerpo, lavado de los vasos, contacto con personas de otra religión y raza, etc. (Mc 7,3-4) No tenían permiso para entrar en contacto con los paganos y para comer con ellos. En los años 70, época de Marcos, algunos judíos convertidos decían: “Ahora que somos cristianos tenemos que abandonar estas costumbres antiguas que nos separan de los paganos convertidos.” Pero otros pensaban que debían continuar a observar estas leyes de la pureza (Cf. Col 2,16.20-22). La actitud de Jesús, descrita en el evangelio de hoy, nos ayuda a superar el problema.

Marcos 7,14-16: Jesús abre un nuevo sendero para que la gente se acerque a Dios. Dice a la multitud: “¡Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle!” (Mc 7,15). Jesús invierte las cosas: lo impuro no viene de fuera para dentro, como enseñaban los doctores de la ley, sino de dentro para fuera. De este modo, nadie más precisa preguntarse si esta o aquella comida o bebida es pura o impura. Jesús coloca lo puro y lo impuro a otro nivel, a nivel del comportamiento ético. Abre un nuevo sendero para llegar hasta Dios y, así, realiza el deseo más profundo de la gente.

Marcos 7,17-23: En casa m casa, los discípulos piden explicación. Los discípulos no entendieron bien lo que Jesús quería decir con aquella afirmación. Cuando llegaron a casa pidieron una explicación. A Jesús le extraño la pregunta de los discípulos. Pensaba que habían entendido la parábola. En la explicación a los discípulos va hasta el fondo de la cuestión de la pureza. ¡Declara puros todos os alimentos! Es decir: ningún alimento que entra en el ser humano puedo volverlo impuro, pues no va hasta el corazón, sino que va al estómago y termina de nuevo fuera del ser humano. Sino que lo que vuelve impuro, dice Jesús, es aquello que sale del corazón para envenenar la relación humana. Y enumera: prostitución, robo, asesinato, adulterio, ambición, etc. Así, de muchas maneras, por la palabra, por la convivencia, Jesús fue ayudando a las personas a ver y a conseguir la pureza de otra manera. Por la palabra, purificaba a los leprosos (Mc 1,40-44), expulsaba a los espíritus impuros (Mc 1,26.39; 3,15.22 etc.), y vencía la muerte que era fuente de toda impureza. Gracias a Jesús que la toca, la mujer excluida como impura queda curada (Mc 5,25-34). Sin miedo a ser contaminado, Jesús come junto con las personas consideradas impuras (Mc 2,15-17).

Las leyes de la pureza en el tiempo de Jesús. La gente de aquella época se preocupaba mucho por la pureza. La ley y las normas de la pureza indicaban las condiciones necesarias para que alguien pudiera presentarse ante Dios y sentirse en su presencia. No era posible presentarse ante Dios de cualquier manera. Pues Dios es Santo. La Ley decía: “¡Sed santos, porque yo soy santo!” (Lv 19,2). Los impuros no podían llegar cerca de Dios para recibir de él la bendición prometida a Abrahán. La ley de lo que es puro e impuro (Lv 11 a 16) se escribió después del cautiverio en Babilonia, unos 800 años después del Éxodo, pero tenía sus raíces en la mentalidad y en las antiguas costumbres del pueblo de la Biblia. Una visión religiosa y mítica del mundo llevaba a la gente a apreciar cosas, animales y a las personas, desde la categoría de la pureza (Gn 7,2; Dt 14,13-21; Nm 12,10-15; Dt 24,8-9). En el contexto de la dominación persa, siglos V y IV antes de Cristo, ante la dificultad de reconstruir el templo de Jerusalén y para la supervivencia del clero, los sacerdotes que estaban en el gobierno del pueblo de la Biblia ampliaron las leyes de la pureza y la obligación de ofrecer sacrificios de purificación por el pecado. Así, después del parto (Lv 12,1-8), de la menstruación (Lv 15,19-24) o de la cura de una hemorragia (Lv 15,25-30), las mujeres debían ofrecer sacrificios para recuperar la pureza. Los leprosos (Lv 13) o quienes entraban en contacto con cosas y animales impuros (Lv 5,1-13) también debían ofrecer sacrificios. Una parte de estas ofrendas quedaba para los sacerdotes (Lv 5,13). En el tiempo de Jesús, tocar un leproso, comer con un publicano, comer sin lavarse las manos, y tantas otras actividades, etc.: todo esto volvía impura a la persona, y cualquier contacto con esta persona contaminaba a los demás. Por esto, las personas “impuras” debían ser evitadas. La gente vivía con miedo, amenazada siempre por tantas cosas impuras que amenazaban su vida. Estaba obligada a vivir desconfiando de todo y de todos. Ahora, de repente, ¡todo cambia! A través de la fe en Jesús, era posible conseguir la pureza y sentirse bien ante Dios, sin que fuera necesario observar todas aquellas leyes y normas de la “Tradición de los Antiguos”.
¡Fue una liberación! ¡La Buena Nueva anunciada por Jesús sacó a la gente de la defensiva, del miedo, y le devolvió las ganas de vivir, la alegría de ser hijo y hija de Dios, sin miedo a ser feliz!

Para la relación personal

En tu vida, ¿hay costumbres que consideras sagrados y otros que consideras no sagrados? ¿Cuáles? ¿Por qué?
En nombre de la Tradición de los Antiguos, los fariseos olvidaban el Mandamiento de Dios. Esto ¿acontece hoy? ¿Dónde y cuándo? ¿También en mi vida?

Oración final

La salvación del honrado viene de Yahvé, él es su refugio en tiempo de angustia; Yahvé lo ayuda y lo libera, él lo libra del malvado, lo salva porque se acoge a él. (Sal 37,39-40)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio mar, 6 feb, 2024

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Marcos 7,1-13

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas, venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: «¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?» (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).
Jesús les contestó: «¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres».
Después añadió: «De veras son ustedes muy hábiles para violar el mandamiento de Dios y conservar su tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre. El que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Pero ustedes dicen: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Todo aquello con que yo te podría ayudar es corbán (es decir, ofrenda para el templo), ya no puede hacer nada por su padre o por su madre’. Así anulan la palabra de Dios con esa tradición que se han transmitido. Y hacen muchas cosas semejantes a ésta».

Reflexión

 El Evangelio de hoy habla de las costumbres religiosas de aquel tiempo y de los fariseos que enseñaban estas costumbres a la gente. Por ejemplo, comer sin lavarse las manos o, como ellos decían, comer con manos impuras. Muchas de estas costumbres estaban desligadas de la vida y habían perdido su sentido. Sin embargo se conservaban o por miedo o por superstición. El Evangelio nos trae algunas instrucciones de Jesús respeto de esas costumbres.

Marcos 7,1-2: Control de los fariseos y libertad de los discípulos. Los fariseos y algunos escribas, venidos de Jerusalén, observaban como los discípulos de Jesús comían con manos impuras. Aquí hay tres puntos que merecen ser señalados: a) Los escribas eran de Jerusalén, ¡de la capital! Significa que habían venido para observar y controlar los pasos de Jesús. b) Los discípulos ¡no se lavaban las manos para comer! Significa que la convivencia con Jesús los llevó a tener valor para transgredir las normas que la tradición imponía a la gente, pero que habían perdido su sentido para la vida. c) La costumbre de lavarse las manos, que hasta hoy, sigue siendo una norma importante de higiene, tenía para ellos un significado religioso que servía para controlar y discriminar a las personas.

Marcos 7,3-4: La Tradición de los Antiguos. “La Tradición de los Antiguos” transmitía las normas que debían de ser observadas por la gente para conseguir la pureza exigida por la ley. La observancia de la pureza era un asunto muy serio para la gente de aquel tiempo. Ellos pensaban que una persona impura no podía recibir la bendición prometida por Dios a Abrahán. Las normas de pureza eran enseñadas para abrir el camino hasta Dios, fuente de paz. En realidad, sin embargo, en vez de ser una fuente de paz, las normas eran una prisión, un cautiverio. Para los pobres, era prácticamente imposible observar las muchas normas, las costumbres y las leyes. Por esto, ellos eran despreciados como gente ignorante y maldita que no conocía la ley (Jn 7,49).

Marcos 7,5: Escribas y fariseos critican el comportamiento de los discípulos de Jesús. Los escribas y fariseos preguntaban a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?” Ellos fingen que están interesados en conocer el porqué del comportamiento de los discípulos. En realidad, critican a Jesús porque permite que los discípulos no cumplan con las normas de pureza. Los fariseos formaban una especie de hermandad, cuya principal preocupación era la de observar todas las leyes de la pureza. Los escribas eran los responsables de la doctrina. Enseñaban las leyes relativas a observancia de la pureza.

Marcos 7,6-13 Jesús critica la incoherencia de los fariseos. Jesús responde citando a Isaías: Este pueblo me honra sólo con los labios, pero su corazón sigue lejos de mí (cf. Is 29,13). Insistiendo en las normas de pureza, los fariseos vacían de contenido los mandamientos de la ley de Dios. Jesús cita un ejemplo concreto. Ellos decían: la persona que ofrece al templo sus bienes no puede usarlos para ayudar a los padres necesitados. Así, en nombre de la tradición vaciaban de contenido el cuarto mandamiento que manda amar al padre y a la madre. Estas personas parecían muy observantes, pero lo eran sólo hacia fuera. Por dentro, ¡su corazón quedaba lejos de Dios! Como dice el canto: “¡Su nombre es el Señor y pasa hambre, y clama por la boca del hambriento, y muchos que lo ven pasan de largo, a veces por llegar temprano al Templo!”. En el tiempo de Jesús, la gente, en su sabiduría, no concordaba con todo lo que se le enseñaba. Esperaba que un día el mesías viniese a indicar otro camino para alcanzar la pureza. En Jesús se realiza esta esperanza.

 Para la reflexión personal

¿Conoces alguna costumbre religiosa de hoy que ya no tiene mucho sentido, pero que sigue siendo enseñado?
Los fariseos eran judíos practicantes, pero su fe activa era desligada de la vida de la gente. Por eso, Jesús los criticó. Y hoy, ¿Jesús nos criticaría? ¿En qué?

Oración final

¡Yahvé, Señor nuestro, qué glorioso es tu nombre en toda la tierra! Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que pusiste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él te cuides? (Sal 8,2.4-5)

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Lectio lun, 5 feb, 2024

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Marcos 6,53-56

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron tierra en Genesaret.
Apenas bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba, y le llevaban en camillas a los enfermos.
A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le ponía a sus enfermos en la calle y le rogaba que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.

Reflexión

El texto del Evangelio de hoy es la parte final del conjunto más amplio de Marcos 6,45-56 que comprende tres asuntos diferentes: a) Jesús sube solo a la montaña para rezar (Mc 6,45-46). b) Enseguida, al ir sobre las aguas, va al encuentro de los discípulos que luchan contra las olas del mar (Mc 6,47-52). c) Ahora, en el evangelio de hoy, estando ya en tierra la gente busca a Jesús para que sane sus enfermedades (Mc 6,53-56).

Marcos 6,53-56. La gente le busca. “Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados”. La gente busca a Jesús y acude numerosa. Viene de todos los lados, cargando a los enfermos. Lo que llama la atención es el entusiasmo de la gente que reconoce a Jesús y le va detrás. Lo que impulsa a esta búsqueda de Jesús no es sólo el deseo de encontrarse con él, de estar con él, sino también el deseo de que él sane sus enfermedades. “recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados”. El evangelio de Mateos comenta e ilumina este hecho citando la figura del Siervo de Yahvé, del cual Isaías dice: “Cargó sobre sí todas nuestras enfermedades” (Is 53,4 y Mt 8,16-17).

Enseñar y curar, curar y enseñar. Desde el comienzo de su actividad apostólica, Jesús anda por todos los poblados de Galilea para hablar a la gente sobre el Reino de Dios que está por llegar (Mc 1,14-15). Allí donde no encuentra gente para escucharle, habla y transmite la Buena Nueva de Dios, y acoge y sana a los enfermos, en cualquier lugar: en las sinagogas durante la celebración de la Palabra los sábados (Mc 1,21; 3,1; 6,2); en reuniones informales en casas de amigos (Mc 2,1.15; 7,17; 9,28; 10,10); andando por el camino con los discípulos (Mc 2,23); a lo largo del mar en la playa, sentado en un barco (Mc 4,1); en el desierto donde se refugia y donde la gente le busca (Mc 1,45; 6,32-34); en la montaña, de donde proclama las bienaventuranzas (Mt 5,1); en las plazas de las aldeas y ciudades, donde la gente carga a los enfermos (Mc 6,55-56); en el Templo de Jerusalén, en ocasión de las romerías, diariamente, ¡sin miedo (Mc 14,49)! Curar y enseñar, enseñar y curar era lo que Jesús más hacía (Mc 2,13; 4,1-2; 6,34). Era lo que siempre hacía (Mc 10,1). La gente quedaba admirada (Mc 12,37; 1,22.27; 11,18) y le buscaba.

En la raíz de este gran entusiasmo de la gente estaba, por un lado, la persona de Jesús, que llamaba y atraía, y, por el otro, el abandono de la gente que era como oveja sin pastor (cf. Mc 6,34). En Jesús, ¡todo era revelación de aquello que lo animaba por dentro! El no solamente hablaba sobre Dios, sino que más bien lo revelaba. Comunicaba algo de lo que el mismo vivía y experimentaba. No sólo anunciaba la

Buena Nueva del Reino. El mismo era una prueba, un testimonio vivo del Reino. En él aparece aquello que acontece cuando un ser humano deja que Dios reine en su vida. Lo que vale no son sólo sus palabras, sino sobre todo el testimonio, el gesto concreto. ¡Esta es la Buena Nueva del Reino que atrae!

Para la reflexión personal

El entusiasmo de la gente en busca de Jesús, en busca de un sentido de la vida y una solución para sus males. ¿Dónde hay esto hoy? ¿Lo hay en ti, en mí?
Lo que llama la atención es la actitud cariñosa de Jesús hacia los pobres y los abandonados. Y yo ¿cómo me comporto con las personas excluidas de la sociedad?

Oración final

¡Cuán numerosas tus obras, Yahvé! Todas las hiciste con sabiduría, de tus creaturas se llena la tierra. ¡Bendice, alma mía, a Yahvé! (Sal 104,24.35)

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Lectio Dom, 4 feb, 2024

La curación de la suegra de Pedro y el anuncio del reino en Galilea El encuentro con Jesús, Médico misericordioso

Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: «Todos te andan buscando». Él les dijo: «Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido». Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Oración inicial

Señor, no curan las heridas y males del alma una hierba ni un bálsamo, sino tu Palabra, que todo lo sostiene y crea, siempre nuevo cada día. Acércate a nosotros y extiende tu mano fuerte, para que asidos a ella, podamos dejarnos levantar, podamos resucitar y comenzar a ser tus discípulos, tus siervos. Jesús, Tú eres la Puerta de las ovejas, la puerta abierta en el cielo: a Ti nos acogemos, con todo lo que somos y llevamos en el corazón. Llévanos contigo, en el silencio, en el desierto florido de tu compañía y allí enséñanos a rezar, con tu voz, con tu palabra para que también nosotros lleguemos a ser anunciadores del Reino. Manda ahora sobre nosotros tu Espíritu con abundancia para que te escuchemos con todo el corazón y con toda el alma. Amén.

Lectura

Para colocar el pasaje en su contexto:

En continuidad con los vv. precedentes (21-28), el pasaje describe la conclusión de una jornada típica de Jesús. Aquí está en Cafarnaún, un día de sábado, y, después de haber participado en la liturgia sinagogal, Jesús continúa la celebración de la fiesta en la casa de Pedro, en un clima familiar. Con el ocaso del sol, terminado el descanso, Jesús continúa su ministerio, extendiéndolo a toda Galilea. El Evangelio nos presenta tres secuencias, que no es una crónica, para que yo sepa lo que ha hecho Jesús en Cafarnaún, sino que revelan el misterio grande de la salvación de Cristo, que trastorna mi vida. Puede ayudar el estar atentos al recorrido que Jesús hace: de la sinagoga a la casa, al desierto, hasta todas las aldeas de Galilea. Y también en el transcurrir de los tiempos que subraya el evangelista: al llegar la tarde, o sea al ocaso del sol y la mañana inmersa todavía en la obscuridad.

Para ayudar en la lectura del pasaje:

29-31: Jesús entra en la casa de Pedro y acoge la súplica de los discípulos, curando la suegra de Pedro, que yace en el lecho con fiebre. vv. 32-34: Pasado el sábado, Jesús cura muchos enfermos y endemoniados, que le han traído. vv. 35-39: Jesús se adelanta a la luz en la oración, retirándose a un lugar solitario, pero muchos lo siguen, hasta que consiguen encontrarlo. Él los lanza consigo, hacia un ministerio más amplio, que abraza toda la Galilea c) El texto: 29-31: Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. 32-34: Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían. 35-39: De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.» Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.» Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Momento de silencio orante

Entro en el silencio que Jesús me ha preparado con su obra de curación profunda, con su oración que disipa la noche. Dispongo mi ser, a buscar a Jesús, sin cansarme y a seguirlo, adonde Él me lleve.

Algunas preguntas

Que pueden ayudar a mis oídos espirituales a escuchar más profundamente y a los ojos de mi corazón a contemplar, hasta encontrar la mirada de Jesús.

Jesús deja la sinagoga para entrar en la casa de Pedro, que se convierte en el centro luminoso de su obra de salvación. Pruebo a seguir el recorrido de Jesús: El llega hasta el sitio más íntimo de la casa, a saber, la alcoba con el lecho. Reflexiono, buscando y mirando, el «camino» que está dentro de mí, casa de Dios. ¿Dejo a Jesús la posibilidad de recorrer este camino hasta el fondo, hasta el corazón? Observo y tomo nota de los gestos de Jesús: Entra rápido, se acerca, toma la mano, levanta. Son términos típicos de la resurrección. ¿No siento al Señor que me dice también a mí:»¡ Álzate, resucita, nace de nuevo!»? Noto la insistencia sobre la obscuridad: «ocaso del sol, todavía obscuro» ¿Por qué? ¿Qué significa y qué otros términos puede añadir a estas expresiones? «Todos delante a la puerta de Jesús» Estoy también yo en medio de aquellos «todos«. Me resuena en el corazón aquella palabra de Jesús, que dice: «Llamad y se os abrirá». Pruebo a imaginarme la escena: alzo la mano y llamo a la puerta de Jesús. Él abre. ¿Qué le diré? ¿Y cómo me responderá Él? «Lo conocían». Me pregunto sobre mi relación con el Señor. ¿Lo conozco verdaderamente?¿O sólo he sentido hablar de Él, como afirma Job? Me miro dentro y pido a Jesús que me ayude en esta relación de descubrimiento, de acercamiento, de comunión y de compartir con Él. Trato de recordar los versículos que puedan ayudarme: «Hazme conocer, Señor, tus caminos», «Muéstrame tu rostro» Jesús ora en un lugar desierto. ¿Tengo miedo de entrar yo también en esta oración, que atraviesa la noche y precede a la luz? ¿Tengo miedo de los tiempos de silencio, de soledad, de compañía a solas con Él? Noto el tiempo imperfecto del verbo «oraba «, que indica una acción calmada, prolongada, profunda. ¿Tiendo, a veces, a huir, a no quererme parar? «Las huellas de Jesús» Es una bella expresión que me recuerda el manuscrito de Santa Teresa del Niño Jesús, donde ella dice que las huellas luminosas de Jesús se hayan diseminadas a lo largo de las páginas del evangelio. Reflexiono. ¿Me he comprometido alguna vez a seguir estas huellas, a veces bien marcadas, a veces casi imperceptibles? ¿Sé reconocerlo, a lo largo de los senderos del tiempo y de la historia de cada día, la mía y la de todos los hombres? ¿Hay una huella especial de Jesús, un impronta indeleble, que haya dejado en la tierra de mi corazón, de mi vida?

Hago una pausa sobre los últimos versículos y traigo a la luz los verbos de movimiento, de acción: «Vamos a otro lugar, para predicar, he venido, fue, predicando». Sé que yo también he sido llamado para caminar y hacerme anunciador del amor y de la salvación de Jesús. ¿Estoy dispuesto, con la gracia y la fuerza que viene de esta Palabra que he meditado, a tomar ahora un compromiso concreto, preciso, aunque sea pequeño, de anunciar y evangelizar? ¿Hacia donde iré? ¿Qué pasos decido dar?

Una clave de lectura

Puedo hacer algunos recorridos de profundidad, que me ayuden a entrar más aun en diálogo con el Señor, escuchando su Palabra.

El paso de la sinagoga a la Iglesia

La sinagoga es la madre, pero la Iglesia es la Esposa. Jesús, que es el Esposo, la revela y nos hace conocer la belleza y el esplendor, que ella nos irradia. Si probamos a seguirlo, en los evangelios, nos damos cuenta que Jesús nos conduce, en un camino de salvación, de la sinagoga a la Iglesia. Marcos, como también Lucas, insiste mucho sobre el nexo que Jesús instaura con la sinagoga, que llega a ser el lugar privilegiado y sagrado de su revelación, el lugar de sus enseñanzas. Leo, por ejemplo, Mc 1,21 y Mc 6,2, o también Lc 4, 16 y 6,6, y también Jn 6,59; durante la pasión, Jesús dirá delante de Pilato que Él siempre ha enseñado abiertamente, en la sinagoga y en templo (Jn 18,20). Pero es además el lugar de las curaciones, donde Jesús se revela como potente Médico, que cura y salva: por ejemplo, en Mc 1, 23 y 3,1: Esta doble acción de Jesús se convierte en el puente a través del cual se pasa a la nueva casa de Dios, casa de oración para todos los pueblos, o sea la Iglesia (Ef 5,25), porque Él es la cabeza (Ef 1, 22; 5,23), con su propia sangre la ha comprado (At 20,28) y no cesa de alimentarla y cuidarla (Ef 5, 29). Ella es el edificio espiritual constituido de piedras vivas, que somos nosotros, como dice San Pedro (1 Pt 2, 4s). La vida surge de nosotros, como agua de la roca, si nos abandonamos en el Señor (Ef 5,24) en un don recíproco de amor y confianza, si perseveramos en la oración insistente y por todos (At 12,5) y si participamos en la pasión del Señor por la humanidad (Col 1,24). La iglesia es la columna y el sostén de la verdad (1 Tim 3,15), es bello caminar en ella, unidos a Cristo el Señor.

La fiebre como signo del pecado

Como dice la misma etimología de la palabra griega, la fiebre es como un fuego que se enciende dentro de nosotros y nos consume de modo negativo, atacando nuestras energías interiores, espirituales, haciéndonos incapaces de cumplir el bien. En el salmo 31, por ejemplo, encontramos una expresión muy elocuente, que puede representar bien la acción de la fiebre del pecado en nosotros: » Tornóse mi vigor en sequedades de estío. Te confesé mi pecado..,» (Sal 31,4s). El único modo para ser curados, en efecto, es el ya visto en el evangelio, a saber, la confesión, el llevar delante del Señor nuestro mal. El libro de la Sabiduría revela otro aspecto muy importante, allá donde dice que un fuego devorará a aquellos que rechazan conocer al Señor (Sab 16, 16). También en el Deuteronomio la fiebre se señala como una consecuencia de la lejanía de Dios, de la dureza del corazón, que no quiere escuchar su voz y seguir sus caminos (cfr. Dt 28, 15.22; 32,24).

Jesús médico misericordioso

Este pasaje del Evangelio, como muchos otros, nos ha hecho encontrar con Jesús, que como verdadero médico y verdadera medicina, se acerca a nosotros para alcanzarnos en los puntos más heridos, más enfermos y traernos su curación, que es siempre salvación. Él es el samaritano, que a lo largo del camino de la vida, nos ve con certeza, con mirada aguda y amorosa y no pasa de largo, sino que se acerca, se inclina, venda las heridas y deja caer sobre ellas la buena medicina que lleva en su corazón. Son muchísimos los episodios en el Evangelio que narran las curaciones obradas por Jesús; puedo buscar algunas, aunque sea limitándome al Evangelio de Marcos: Mc 2,1-12; 3,1-6; 5,25-34; 6,54-56; 724-30; 7, 31-37; 8, 22-26; 10, 46-52: Puede ayudarme en un trabajo para profundizar y confrontar, para meter dentro de mí las características de Jesús, que cura y, así, recibir también yo, a través de la escucha profunda de su Palabra, la curación interior y de todo mi ser. Por ejemplo, hago una parada en los verbos, sobre los gestos específicos que Jesús cumple y que se repiten en muchas de estas narraciones y pongo todavía más a la luz las palabras que Él dice. Me doy cuenta que no son muchos los gestos de Jesús para curar, sino su palabra: «álzate y ve; vete en paz; ve, tu fe te ha salvado» Raramente hace Él gestos especiales que atraigan la atención y que asombren; encuentro estas expresiones: «lo tomó por la mano, llevándolo a parte; puso, impuso las manos». Resuena en estas narraciones, la palabra del salmo que dice: Envió su palabra y los curó (Sal 106, 20). Jesús es el Señor, Áquel que cura, como ya proclamó en el libro del Éxodo (Ex 15,26) y puede serlo porque Él mismo carga sobre si nuestra enfermedad, nuestros pecados: Él es un Médico herido, que nos cura con sus heridas (cfr 1 Pt 2, 24-25).

La tarde, las tinieblas transfiguradas por la luz de Cristo

El tema de la noche, de la obscuridad, de las tinieblas, atraviesa un poco toda la Escritura, desde los primeros versículos, cuando la luz aparece como la primera manifestación de la fuerza del amor de Dios, que crea y salva. A las tinieblas sigue la luz, a la noche el día y paralelamente la Biblia nos hace ver que también a la obscuridad interior que puede invadir al hombre, sigue la luz nueva de la salvación y del encuentro con Dios, del abrazo en aquella mirada suya luminosa que embelesa. «Por ti las tinieblas son como la luz», dice el salmo (138,12) y es verdad, porque el Señor es la misma luz: «El Señor es mi luz y mi salvación» (Sal 26,1). En el Evangelio de Juan, Jesús afirma de sí mismo que es la luz del mundo (Jn 9,5), para indicarnos que quien Le sigue no camina entre tinieblas; de hecho, es Él quien, como Palabra de Dios, se convierte en lámpara para nuestros pasos en este mundo (Sal 118,105). Las tinieblas son muchas veces asociadas con las sombras de la muerte, por decir que la obscuridad espiritual es igual a la muerte; puedo leer, por ejemplo, el salmo 87, 7; 106,10.14. El brazo fuerte del Señor no teme la obscuridad, sino que en ella Él nos apresa y nos hace salir, rompiendo las cadenas que nos oprimen. «Sea la luz» es una palabra eterna, que Dios no se cansa nunca de pronunciar y que alcanza a todo hombre, en toda situación. «Quédate , Señor, con nosotros, porque se hace tarde» (Lc 24,9); es la oración de los dos de Emaús, pero puede ser la oración de todos; así como las palabras de la esposa en el Cántico resuenan también en nuestros labios: «¡Antes que se alarguen las sombras, regresa, o amado mío»! (T 2,17) San Pablo nos ayuda a hacer un recorrido interior muy fuerte, que nos acerca a Cristo y nos salva del pecado. Así nos invita: «La noche está avanzada, el día está cercano. Arrojemos pues las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz» (Rm 13,12); «Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche, de las tinieblas (1 Tes 5,5ss.). Pero también de otras muchas maneras la Palabra nos invita a hacernos hijos de la luz, y a exponernos a los rayos del Sol divino, que es Jesús, el Oriente, para ser iluminados y transfigurados. Cuanto más nos apropiemos de la luz de Cristo, tanta más verdad será para nosotros la palabra del Apocalipsis: «No habrá para ellos noche, ni necesitarán de luz de lámpara, ni de luz, ni de sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos» (Ap 22,5).

Un momento de oración: Salmo 29

Canto de acción de gracias por la liberación de una gran prueba

Rit. En tus manos Señor encomiendo mi vida
Te ensalzo, Yahvé, porque me has levantado, no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Yahvé, Dios mío, te pedí auxilio y me curaste. Tú, Yahvé, sacaste mi vida del Seol, me reanimaste cuando bajaba a la fosa. – Rit.
Cantad para Yahvé los que lo amáis, recordad su santidad con alabanzas. Un instante dura su ira, su favor toda una vida; por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de júbilo. Al sentirme seguro me decía: «Jamás vacilaré». Tu favor, Yahvé, me afianzaba más firme que sólidas montañas; pero luego escondías tu rostro y quedaba todo conturbado. – Rit.
A ti alzo mi voz, Yahvé, a mi Dios piedad imploro: ¿Qué ganas con mi sangre, con que baje a la fosa? ¿Puede el polvo alabarte, anunciar tu verdad? ¡Escucha, Yahvé, ten piedad de mí! ¡Sé tú, Yahvé, mi auxilio! Has cambiado en danza mi lamento: me has quitado el sayal, me has vestido de fiesta. Por eso mi corazón te cantará sin parar; Yahvé, Dios mío, te alabaré por siempre. – Rit.

Oración final

Señor, deseo alabarte, bendecirte y darte gracias con todo el corazón por esta tu Palabra, escrita para mí, hoy, pronunciada por tu Amor por mí, porque Tú me amas verdaderamente. Gracias, porque has venido, has bajado, has entrado en mi casa y me has alcanzado precisamente allí donde estaba enfermo, donde me quemaba una fiebre enemiga; has llegado allí donde yo estaba lejano y solo. Y me has abrazado. Me has cogido de la mano y me has levantado, devolviéndome la vida plena y verdadera que viene de Ti, la que se vive junto a Ti. Por ahora soy feliz, Señor mío. Gracias porque has atravesado mi obscuridad, has vencido la noche con tu potente oración, solitaria, amorosa; has hecho resplandecer tu luz en mi, en mis ojos y ahora yo también veo de nuevo, estoy iluminado por dentro. También yo rezo contigo y también crezco gracias a esta oración que hemos hecho juntos. Señor, gracias porque me lanzas hacia los otros, hacia mundos nuevos, fuera de las puertas de la casa. Yo no soy del mundo, lo sé, pero estoy y quedo dentro del mundo, para continuar amándolo y evangelizándolo. Señor, tu Palabra puede hacer el mundo más bello. Gracias, Señor. Amén.

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Lectio sáb, 3 feb, 2024

Oración

Señor: concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda, también, a todos los hombres. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Marcos 6,30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer.
Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.
Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Reflexión

¡El evangelio de hoy está en vivo contraste con el de ayer! De un lado, el banquete de la muerte, promovido por Herodes con los grandes del reino en el palacio de la Capital, durante el cual Juan Bautista fue asesinado, (Mc 6,17-29). Por el otro lado, el banquete de vida, promovido por Jesús con el pueblo hambriento de Galilea allí en el desierto (Mc 6,30-44). El evangelio de hoy nos trae la introducción a la multiplicación de los panes y describe la enseñanza de Jesús.

Marcos 6,30-32. La acogida dada a los discípulos. “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» Estos versículos nos muestran como Jesús formaba a sus discípulos. No se preocupaba sólo del contenido de la predicación, sino que también del descanso. Los llevó a un lugar tranquilo para poder descansar y hacer una revisión.

Marcos 6,33-34. La acogida a la gente. La gente percibió que Jesús había ido por el otro lado del lago, y se fue detrás procurando alcanzarle, andando por tierra, hasta el otro lado. “Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”. Al ver aquella multitud, Jesús sintió dolor, “pues estaban como ovejas sin pastor”. El olvida el descanso y se pone a enseñar. Al percibir a la gente como oveja sin pastor, Jesús empieza a ser pastor. Empieza a enseñar. Como dice el Salmo “¡El Señor es mi pastor! ¡Nada me falta¡ Fortalece mi alma; me guía por el recto sendero por amor de su Nombre. Aunque pase por quebradas oscuras, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo; tu bastón y tu vara me confortan. Tu preparas ante mi una mesa, frente a mis adversarios” (Sal 23,1.3-5). Jesús quería descansar junto con los discípulos, pero la necesidad de la gente lo lleva a dejar de lado el descanso. Algo semejante aconteció cuando se encontró con la samaritana. Los discípulos fueron a buscar comida. Al volver, dijeron a Jesús: “Maestro, ¡come algo!” (Jn 4,31), pero él respondió: “Tengo un alimento que ustedes no conocen” (Jn 4,32). El deseo de atender la necesidad de la gente samaritana le lleva a no pensar en el hambre. “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34). En primer lugar atiende a la gente que lo busca. La comida viene después.

Y se puso a enseñarles muchas cosas. El evangelio de Marcos dice muchas veces que Jesús enseñaba. La gente quedaba impresionada: “¡Una nueva enseñanza! ¡Dada con autoridad! ¡Diversa de los escribas!” (Mc 1,22.27). Enseñar era lo que Jesús más hacía (Mc 2,13; 4,1-2; 6,34). Era su costumbre (Mc 10,1). Más de quince veces Marcos dice que Jesús enseñaba, pero raramente dice lo que enseñaba. ¿Es que a Marcos no le interesa el contenido? ¡Depende de a qué se le llama contenido! Enseñar no es sólo una cuestión de enseñar nuevas verdades a la gente. El contenido que Jesús tenía para dar no se manifestaba sólo en las palabras, sino también en los gestos y en su manera de relacionarse con la gente. El contenido no está nunca desligado de la persona que lo comunica. Jesús era una persona acogedora (Mc 6,34). Quería mucho a la gente. La bondad y el amor que se desprendían de sus palabras formaban parte del contenido. Contenido bueno sin bondad es como leche derramada. Esta nueva manera de enseñar de Jesús se manifestaba de muchas maneras.

Jesús acepta a sus discípulos no solamente a hombres, sino también a mujeres. Enseña no sólo en la sinagoga, sino en cualquier lugar donde hubiera gente dispuesta a escucharle: en la sinagoga, en casa, en la playa, en el monte, en la llanura, por el camino, en el barco, en el desierto. No crea una relación de alumno-profesor, sino de discípulo a maestro. El profesor da clases y el alumno está con él durante ese tiempo. El maestro da testimonio y el discípulo vive con él muchas horas al día. ¡Es más difícil ser maestro que profesor! Nosotros no somos alumnos de Jesús, ¡somos discípulos y discípulas! La enseñanza de Jesús era una comunicación que desbordaba de la abundancia de su corazón en las formas más variadas: como conversación que trata de esclarecer los hechos (Mc 9,9-13), como comparación que hace que la gente piense y participe (Mc 4,33), como explicación de lo que el mismo hacía (Mc 7,17-23), como discusión que no huye de lo que es polémico (Mc 2,6-12), como crítica que denuncia lo que es falso y equivocado (Mc 12,38-40). Era siempre un testimonio de lo que él mismo vivía, ¡una expresión de su amor! (Mt 11,28-30).

Para la reflexión personal

¿Qué haces tu cuando debes enseñar a los otros algo de la fe y de la religión? ¿Imita a Jesús?
Jesús se preocupa no sólo del contenido, sino también del descanso. ¿Cómo fue la enseñanza de religión que recibiste en tu infancia? Los/las catequistas ¿imitaban a Jesús?

 Oración final

¿Cómo purificará el joven su conducta? Observando la palabra del Señor. Te busco de todo corazón, no me desvíes de tus mandatos. (Sal 119,9-10)

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Lectio vie, 2 feb, 2024

La presentación del Niño en el templo, fiesta Lucas 2, 22-40

Oración inicial

Oh Dios, nuestro Creador y Padre! Tú has querido que tu Hijo, engendrado antes de la aurora del mundo, fuese miembro de una familia humana; revive en nosotros la veneración por el don y el misterio de la vida, para que los padres se sientan partícipes de la fecundidad de tu amor, los ancianos donen a los jóvenes su madura sabiduría y los hijos crezcan en sabiduría, piedad y gracia, para gloria de tu Santo Nombre. Amén.

Lectura: Lucas 2, 22-40

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada, y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Un momento de silencio orante

… para que la Palabra de Dios pueda morar en nosotros y la dejemos iluminar nuestra vida; para que antes de nuestros comentarios, sea la misma luz de la Palabra la que se imponga y brille con su misterio de presencia viviente del Señor.

Algunas preguntas

… para ayudarnos en la meditación y en la oración.

¿Por qué Jesús, hijo del Altísimo, y su madre María, concebida sin pecado, deben someterse a las prescripciones de Moisés? ¿Quizás porque María no tenía todavía conciencia de su inocencia y santidad?
Además de las palabras de Simeón, en su forma de obrar, como también en el de la profetisa Ana ¿hay un significado especial? Su obrar y su alegría, ¿no recuerdan quizás el estilo de los antiguos profetas?
¿Cómo explicar esta «espada que traspasa»: se trata de una herida de las conciencias ante los retos y los requerimientos de Jesús? ¿ O, más bien, se trata sólo de un íntimo sufrimiento de la Madre?
¿Puede significar algo esta escena para los padres de hoy, para la formación religiosa de sus hijos, para el proyecto que Dios tiene sobre cada uno de sus hijos, para los miedos y angustias que los padres llevan en el corazón pensando qué sucederá cuando sean grandes sus hijos?

Una clave de lectura

… para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

Según la ley de Moisés / del Señor: es una especie de estribillo, muchas veces repetido. Lucas mezcla dos prescripciones, sin mucha distinción. La purificación de la madre era prevista por el Levítico (12,2-8) y se cumplía cuarenta días después del parto. Hasta ese momento la mujer no podía acercarse a los lugares sagrados, y la ceremonia era acompañada de una ofrenda de animales pequeños, un cordero primal y un pichón o una tórtola. Sin embargo la consagración del primogénito estaba prescrita en el Éxodo 13, 11-16: y era considerada una especie de «rescate» – también con la ofrenda de pequeños animales – en recuerdo de la acción salvífica de Dios cuando libró a los israelitas de la esclavitud de Egipto. En toda la escena los padres aparecen como en el acto de presentar / ofrecer el hijo como se hacía con las víctimas y los levitas; mientras en la figura de Simeón y Ana aparece más bien Dios que ofrece /presenta al hijo para la salvación del pueblo.

Las figuras de Simeón y Ana: son figuras cargadas de valor simbólico. Ellos tienen la tarea del reconocimiento, que proviene tanto de la iluminación y del movimiento del Espíritu, como también de una vida llevada en la espera más intensa y confiada.

En particular a Simeón se le define como el «prosdekòmenos», a saber, uno que está todo concentrado en la espera, uno que va al encuentro para acoger. Por eso, él también aparece obediente a la ley, la del Espíritu, que lo empuja hacia el Niño, dentro del templo. También el cántico proclama manifiestamente esta su pro- existencia: ha vivido para llegar a este momento: ahora se marcha, para que otros vean también la luz y la salvación para Israel y para las gentes. A su vez Ana, con su avanzada edad (valor simbólico : 84 = 7×12: el doce es el número de las tribus; o también 84–7= 77, perfección redoblada), pero sobretodo con su modo de vivir (ayuno y oración) y con la proclamación de quien «esperaba», completa el cuadro. Ella es guiada por el espíritu de profecía, dócil y purificada en el corazón. Además, pertenece a la tribu más pequeña, la de Aser: signo de que los pequeños y los débiles están más dispuestos a reconocer a Jesús el Salvador. Estos dos ancianos – que son como una pareja original – son símbolos del mejor judaísmo, de la Jerusalén fiel y dócil, que espera y se alegra, y que deja desde ahora en adelante brillar la nueva luz.

Una espada que traspasa: en general se interpreta como anuncio de sufrimiento para María, un drama visualizado de la Dolorosa. Pero debemos más bien entender aquí a la Madre como el símbolo de Israel: Simeón intuye el drama de su pueblo, que será profundamente herido de la palabra viva y cortante del redentor (cfr Lc 12, 51- 53). María representa el recorrido. Debe confiar pero atravesará dolores y obscuridad, luchas y silencios angustiosos. La historia del Mesías sufriente será dilacerante para todos, también para la Madre: no se sigue a la nueva luz destinada al mundo entero, sin pagar el precio, sin ser provocados a tomar decisiones de riesgo, sin renacer siempre de nuevo de lo alto y en novedad. Pero estas imágenes de «la espada que traspasa,» del niño «que hará caer» y sacará a los corazones del sopor, no van separadas del gesto tan cargado de sentido de los dos ancianos: el uno, Simeón, toma entre los brazos el niño, para indicar que la fe es encuentro y abrazo, no idea o teorema: la otra, se hace anunciadora y enciende en «los que esperan» una fulgurante luz.

La vida cotidiana, epifanía de Dios: finalmente, es interesante notar que todo el episodio da relieve a las situaciones más simples y familiares: la pareja de esposos con el niño en brazos; el anciano que goza y abraza; la anciana que reza y anuncia, los oyentes que aparecen indirectamente comprometidos. También la conclusión del pasaje escriturístico hace entrever el pueblo de Nazaret, el crecimiento del niño en un contexto normal, la impresión de un niño dotado de forma extraordinaria de sabiduría y bondad. El tema de la sabiduría entrelazada con la vida normal de crecimiento y en el contexto del pueblo, deja la historia como suspendida: ella se reabrirá precisamente con el tema de la sabiduría del muchacho entre los doctores del templo. Y es precisamente también el episodio que sigue inmediatamente (Lc 2, 41-52).

6. Salmo 122 (123)

¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa de Yahvé! ¡Finalmente pisan nuestros pies tus umbrales, Jerusalén! Jerusalén, ciudad edificada toda en perfecta armonía, adonde suben las tribus, las tribus de Yahvé, según costumbre en Israel, a dar gracias al nombre de Yahvé. Allí están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David.
Invocad la paz sobre Jerusalén, vivan tranquilos los que te aman, haya calma dentro de tus muros, que tus palacios estén en paz. Por amor de mis hermanos y amigos quiero decir: ¡La paz contigo! Por la Casa de Yahvé, nuestro Dios, pediré todo bien para ti.

Oración final

Te alabamos y Te bendecimos, oh Padre, porque mediante tu Hijo, nacido de mujer por obra del Espíritu Santo, nacido bajo la ley, nos has rescatado de la ley y has llenado nuestra existencia de luz y esperanza nueva. Haz que nuestras familias sean acogedoras y fieles a tus proyectos, ayuden y sostengan en los hijos los sueños y el nuevo entusiasmo, lo cubran de ternura cuando sean frágiles, lo eduquen en el amor a Tí y a todas las criaturas. A Ti nuestro Padre, todo honor y gloria.

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