Lectio Dom, 27 ago, 2023

¡Pedro, tú eres piedra!
Piedra de apoyo, piedra de tropiezo Mateo 16,13-20

Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

Lectura

Una división del texto para ayudarnos en la lectura:

Mateo 16,13-14: Jesús quiere conocer la opinión de la gente
Mateo 16, 15-16: Jesús pregunta a sus discípulos, y Pedro responde por todos
Mateo 16, 17-20: Respuesta solemne de Jesús a Pedro

Clave de lectura:

En el evangelio de este domingo, Jesús indaga sobre lo que la gente piensa con respecto a Él: ¿Quién dice la gente que sea yo?” Después de saber la opinión de la gente, quiere conocer la opinión de sus discípulos.

Pedro, en nombre de todos, hace su profesión de fe.

Jesús confirma la fe de Pedro. En el curso de la lectura, pongamos atención a lo siguiente: “¿Qué tipo de confirmación confiere Jesús a Pedro?»

El texto:

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan, el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas».

Luego les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Jesús le dijo entonces: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».

Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

¿Cuál es el punto que te ha llamado más la atención? ¿Por qué?
¿Cuáles son las opiniones de la gente con respecto a Jesús? ¿Cuál es la opinión de los discípulos y de Pedro sobre Jesús?
¿Cuál es mi opinión sobre Jesús? ¿Quién soy yo para Jesús?
Pedro es piedra de dos modos ¿Cuáles? (cfr Mateo 16,21-23)
¿Qué tipo de piedra soy yo para los demás? ¿Qué tipo de piedra es nuestra comunidad?
En el texto aparecen muchas opiniones diversas sobre Jesús. ¿Cuáles son las opiniones que existen en nuestra comunidad sobre Jesús?
¿Cuál es la misión que de ello resulta para nosotros?

Para aquéllos que quieren profundizar más en el tema

Contexto en el cuál nuestro texto aparece en el Evangelio de Mateo:

La conversación entre Jesús y Pedro recibe interpretaciones diversas y hasta opuestas en las distintas iglesias cristianas. En la Iglesia católica, se fundamenta el primado de Pedro. Por esto, sin disminuir de hecho el significado del texto, conviene colocarlo en el contexto del evangelio de Mateo, en el cual, en otros textos, las mismas cualidades conferidas a Pedro son atribuidas también casi todas a otras personas. No son exclusivas de Pedro.

Es bueno siempre tener presente que el Evangelio de Mateo ha sido escrito hacia el final del primer siglo para las comunidades de Judíos convertidos que vivían en la Región de la Galilea y de la Siria. Eran comunidades que habían sufrido mucho y perseguidas por muchas dudas sobre su fe en Jesús. El Evangelio de Mateo trata de ayudarles a superar la crisis y a confirmarlas en la fe en Jesús Mesías, que ha venido a cumplir las promesas del Antiguo Testamento.

Comentario del texto:

Mateo 16, 13-16: Las opiniones de la gente y las de los discípulos con respecto a Jesús.

Jesús pide la opinión de la gente sobre él. Las respuestas son variadas: Juan Bautista, Elías, Jeremías, cualquier profeta. Cuando Jesús busca la opinión de los propios discípulos, Pedro se hace el portavoz y dice: “¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente!”. La respuesta de Pedro significa que reconoce en Jesús el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento y que en Jesús tenemos la revelación definitiva del Padre para nosotros. Esta confesión de Pedro no es nueva. Antes, después de haber caminado sobre las aguas, los otros discípulos habían ya hecho la misma profesión de fe: “¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios!” (Mt 14,33). En el Evangelio de Juan, esta misma profesión de Pedro la hace Marta: “¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que ha venido al mundo!” (Jn 11,27).

Mateo 16,17: La respuesta de Jesús a Pedro: ¡Bienaventurado eres, Pedro!

Jesús proclama a Pedro “¡Bienaventurado!” porque ha recibido una revelación de parte del Padre. También en este caso la respuesta de Jesús no es nueva. Antes, Jesús había hecho una idéntica proclamación de felicidad a los discípulos por haber visto y oído cosas que antes ninguno sabía (Mt 13,16) y había alabado al Padre por haber revelado el Hijo a los pequeños y a los no sabios (Mt 11,25). Pedro es uno de estos pequeños a los que el Padre se revela. La percepción de la presencia de Dios en Jesús no viene “ de la carne ni de la sangre” o sea, no es fruto del mérito del esfuerzo humano, sino que es un don que Dios concede a quien quiere.

Mateo 16,18-20: Las atribuciones de Pedro: Son tres las atribuciones que Pedro recibe de Jesús: (i) Ser piedra de apoyo (ii) recibir las llaves del Reino, y (iii) ser fundamento de la Iglesia.

Ser Piedra:

Simón, el hijo de Jonás, recibe de Jesús un nombre nuevo que es Cefas, y este quiere decir, Piedra. Por esto, es llamado Pedro. Pedro debe ser piedra, o sea, debe ser fundamento seguro para la Iglesia a punto de ser atacada por las puertas del infierno. Con estas palabras de Jesús a Pedro, Mateo anima a las comunidades sufrientes y perseguidas de la Siria y la Palestina que veían en Pedro un jefe en el que apoyarse por sus orígenes. A pesar de ser comunidades débiles y perseguidas, tenían una base segura, garantizada por la palabra de Jesús.

En aquel tiempo, las comunidades tenían lazos afectivos muy fuertes con las personas que habían contribuido al origen de la comunidad. Así, las comunidades de Siria y Palestina cultivaban sus lazos afectivos con la persona de Pedro. Las comunidades de Grecia con la persona de Pablo. Algunas comunidades de Asia Menor con la persona del discípulo Amado y otras con la persona de Juan el del Apocalipsis. Una identificación con estos jefes o líderes de su origen ayudaba a la comunidad a cultivar de la mejor manera posible su identidad y espiritualidad. Pero también podía servir de motivo de disputa, como en el caso de la comunidad de Corinto ( 1Cor 1,11-12).

Ser piedra como base de la fe evoca la palabra de Dios al pueblo en el destierro en Babilonia: “Escuchadme vosotros que andáis buscando la justicia, vosotros que buscáis al Señor; mirad a la roca de la que habéis sido tallados, a la cantera de la que habéis sido sacados. Mirad a Abrahám vuestro padre, y Sara que os dio a luz; porque sólo a él lo llamé yo, lo bendije y lo multipliqué” (Is 51,1-2). Aplicada a Pedro, esta cualidad de piedra-fundamento indica un nuevo comienzo del pueblo de Dios.

Las llaves del Reino:

Pedro recibe las llaves del reino para atar y desatar, o sea, para reconciliar las personas entre ellas y con Dios. He aquí que de nuevo el mismo poder de atar y desatar, se da no sólo a Pedro, sino también a los otros discípulos (Jn 20,23) y a las propias comunidades (Mt 18,18). Uno de los puntos en el que más insiste el Evangelio de Mateo es la reconciliación y el perdón (Mt 5,7.23-24.38-42.44-48; 6,14-15; 18,15-35). En los años 80 y 90, en la Siria, a causa de la fe en Jesús, había muchas tensiones en las comunidades y muchas divisiones en las familias. Unos lo aceptaban como Mesías y otros no, y esto era motivo de muchas tensiones y conflictos. Mateo insiste en la reconciliación. La reconciliación era y continúa siendo uno de los deberes más importantes de los coordinadores de las comunidades actuales. Imitando a Pedro, ellos deben atar y desatar, o sea, hacer todo lo posible para que se dé la reconciliación, aceptación mutua, construcción de la verdadera fraternidad “¡Setenta veces siete!” (Mt 18,22)

La Iglesia:

La palabra Iglesia, en griego eklésia, aparece 105 veces en el NT, casi exclusivamente en las Actas de los Apóstoles y en las Cartas. Sólo tres veces en los evangelios y allí, sólo en el evangelio de San Mateo. La palabra significa literalmente “convocada” o elegida”.

Significa el pueblo que se reúne convocado por la palabra de Dios, y trata de vivir el mensaje del reino que Jesús viene a traernos. La Iglesia o la Comunidad no es el Reino, sino un instrumento o una indicación del Reino. El Reino es más grande. En la Iglesia, en la comunidad, se debe o se debería hacer ver de todos, lo que sucede cuando un grupo humano deja reinar a Dios y deja que sea “señor “ en su vida.

Profundizando:

Un retrato de San Pedro:

Pedro, que era pescador de peces, se convirtió en pescador de hombres.(Mt 1,17). Estaba casado (Mc 1,30). Era un hombre bueno, muy humano. Era el “líder” natural entre los doce primeros discípulos de Jesús. Jesús respeta este liderazgo y hace de Pedro un animador de su primera comunidad (Jn 21,17). Antes de entrar en la comunidad de Jesús, Pedro se llamaba Simón Bar Jona (Mt 16,17), o sea, Simón , hijo de Jonás. Jesús lo llama Cefas o Piedra (Jn 1,42) que después se convierte en Pedro (Lc 6,14) Por su naturaleza y por su carácter, Pedro podía serlo todo, menos piedra. Era valiente en el hablar, pero en el momento del peligro se dejaba dominar del miedo y huía. Por ejemplo, la vez en la que Jesús caminaba por las aguas, Pedro le dice: “¡Jesús, deja que yo también camine sobre las aguas!” Jesús le dice: “¡Puedes venir, Pedro!” Pedro sale de la barca y empieza a caminar sobre las aguas. Pero apenas ve una ola alta, se atemorizó, perdió la confianza, comenzó a hundirse y gritó: “¡ Señor, sálvame”! Jesús le dio seguridad y lo salvó (Mt 14,28-31). En la última cena, Pedro dice a Jesús: “¡No te negaré nunca, Señor!” (Mc 14,31, pero pocas horas después, en el palacio del Sumo Sacerdote, delante de una criada, cuando Jesús ya había sido arrestado, Pedro negó con juramento que no tenía nada que ver con Jesús (Mc 14,66-72).

Cuando Jesús se encontraba en el Huerto de los Olivos, Pedro saca la espada (Jn 18,10), pero termina huyendo, dejando a Jesús solo. (Mc 14,50) Por su naturaleza, Pedro ¡no era Piedra!

Pero este Pedro tan débil y humano, tan semejante a nosotros se convierte en piedra, porque Jesús ruega por él y dice “Pedro, he rogado por ti, para que tu fe no decaiga y tú una vez seguro, confirma a tus hermanos!” (Lc 22,31-32) Por esto Jesús podía decir: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16.18). Jesús lo ayuda a ser piedra. Después de la resurrección, en Galilea, Jesús se aparece a Pedro y le pide dos veces: “Pedro, ¿me amas? Y Pedro responde dos veces: “¡Señor , tú sabes que te amo!” (Jn 2115.16 Cuando Jesús le dirige la pregunta por tercera vez, Pedro se entristece.

Quizás recordó que había negado a Jesús por tres veces. A la tercera vez, responde:

“¡Señor, tú lo sabes todo! ¡Tú sabes que te amo mucho!

Y es entonces cuando Jesús le confía el cuidado de sus ovejas, diciendo: “¡Pedro, apacienta mis ovejas!” (Jn 21,17) Con la ayuda de Jesús, la firmeza de la piedra crece en Pedro y se revela en el día de Pentecostés.

En el día de Pentecostés, después de la venida del Espíritu Santo, Pedro abrió las puertas de la sala donde estaban todos reunidos, echada la llave por temor a los Judíos (Jn 20,19), se arma de valor y comenzó a anunciar la Buena Noticia de Jesús a la gente (Act 2,14,40). ¡ Y no se cansaba de hacerlo! Gracias a este anuncio valeroso de la resurrección, fue llevado a la cárcel (Act 4,3). Durante el interrogatorio, se le prohíbe anunciar la Buena Noticia (Act 4,18), pero Pedro no obedece a la prohibición. Decía: “Sabemos que debemos obedecer a Dios antes que a los hombres” (Act 4,19; 5,29) Fue arrestado de nuevo (Act 5,18.26). Torturado (Act 5,40).

Pero él dice. “¡Gracias. Pero continuaremos!” (cf Act 5,42).

Cuenta la tradición, que al final de su vida, en Roma, Pedro fue arrestado y condenado a muerte y a la muerte de cruz. Él pidió ser crucificado con la cabeza hacia abajo. Creía que no era digno de morir como Jesús. ¡Pedro fue fiel a sí mismo hasta el final!

Completando el contesto: Mateo 16,21-23

Pedro había confesado: “¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente!” Él pensaba en un Mesías glorioso, y Jesús lo corrige: “Es necesario que el Mesías sufra y muera en Jerusalén”. Diciendo que “es necesario”, indica que el sufrimiento ya estaba previsto en las profecías (Is 53,2-8). Si Pedro acepta a Jesús como Mesías e Hijo de Dios, debe aceptarlo como el Mesías siervo que será enviado a la muerte. No sólo el triunfo de la gloria, sino también el camino de la cruz. Pero Pedro no acepta la corrección y trata de disuadirlo.

La respuesta de Jesús es sorprendente: “¡Lejos de mí , Satanás! ¡Tú me sirves de tropiezo, porque no piensas como Dios, sino según los hombres!” Satanás es aquel que nos separa del camino que Dios nos ha trazado. Literalmente, Jesús dice: “¡Ponte detrás! (“Vade retro”) Pedro quería ponerse delante e indicar la dirección. Jesús le dice:

¡Ponte detrás de mí! Quien indica la ruta y la dirección no es Pedro, sino Jesús. El discípulo debe seguir al maestro. Debe vivir en una continua conversión.

La palabra de Jesús es también una llamada para todos aquéllos que guían las comunidades.

Ellos deben “seguir” a Jesús y no ponerse delante de él como quería hacer Pedro. No son ellos a indicar la dirección y la ruta. De otra manera, no son piedra de apoyo, sino que se convierten en piedra de escándalo, de tropiezo. Así eran algunos “líderes” de las comunidades en la época de Mateo, llenas de ambigüedad. ¡Así sucede entre nosotros incluso hoy!

Salmo 121

Mi auxilio viene de Yahvé
Alzo mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi auxilio? Mi auxilio viene de Yahvé, que hizo el cielo y la tierra.
¡No deja a tu pie resbalar! ¡No duerme tu guardián! No duerme ni dormita el guardián de Israel.
Es tu guardián Yahvé, Yahvé tu sombra a tu diestra. De día el sol no te herirá, tampoco la luna de noche. Yahvé te guarda del mal, él guarda tu vida.
Yahvé guarda tus entradas y salidas, desde ahora para siempre.

Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre.
Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

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Lectio sáb, 26 ago, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 23,1-12

En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.

Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».

Reflexión

El evangelio de hoy forma parte de la larga crítica de Jesús contra los escribas y los fariseos (Mt 23,1-39). Lucas y Marcos tienen apenas unos trozos de esta crítica contra los liderazgos religiosos de la época. Sólo el evangelio de Mateo nos informa sobre el discurso, por entero. Este texto tan severo deja entrever lo enorme que era la polémica de las comunidades de Mateo con las comunidades de los judíos de aquella época en Galilea y en Siria.

Al leer estos textos fuertemente contrarios a los fariseos debemos tener mucho cuidado para no ser injustos con el pueblo judío. Nosotros los cristianos, durante siglos, tuvimos actitudes anti-judaicas y, por esto mismo, anti-cristianas. Lo que importa al meditar estos textos es descubrir su objetivo: Jesús condena la incoherencia y la falta de sinceridad en la relación con Dios y con el prójimo. Está hablando contra la hipocresía tanto de ellos como de nosotros, hoy.

Mateo 23,1-3: El error básico: dicen y no hacen. Jesús se dirige a la multitud y a los discípulos y critica a los escribas y fariseos. El motivo del ataque es la incoherencia entre palabra y práctica. Hablan y no practican. Jesús reconoce la autoridad y el conocimiento de los escribas. “Están sentados en la cátedra de Moisés. Por esto, haced y observad todo lo que os digan. Pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen!”

Mateo 23,4-7: El error básico se manifiesta de muchas maneras. El error básico es la incoherencia: “Dicen y no hacen”. Jesús enumera varios puntos que revelan una incoherencia. Algunos escribas y fariseos imponen leyes pesadas a la gente. Conocían bien las leyes, pero no las practican, ni usan su conocimiento para aliviar la carga sobre los hombros de la gente. Hacían todo para ser vistos y elogiados, usaban túnicas especiales para la oración, les gustaba ocupar sitios importantes y ser saludados en la plaza pública. Querían ser llamados ¡“Maestro”¡ Representaban un tipo de comunidad que mantenía, legitimaba y alimentaba las diferencias de clase y de posición social. Legitimaba los privilegios de los grandes y la posición inferior de los pequeños. Ahora, si hay una cosa que a Jesús no le gusta son las apariencias que engañan.

Mateo 23,8-12: Cómo combatir el error básico. ¿Cómo debe ser una comunidad cristiana? Todas las funciones comunitarias deben ser asumidas como un servicio: “El mayor entre vosotros será vuestro servidor!” A nadie hay que llamar Maestro (Rabino), ni Padre, ni Guía. Pues la comunidad de Jesús debe mantener, legitimar, alimentar no las diferencias, sino la fraternidad. Esta es la ley básica: “Ustedes son hermanos y hermanas!” La fraternidad nace de la experiencia de que Dios es Padre, y que hace de todos nosotros hermanos y hermanas. “Pues, el que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado!”

El grupo de los Fariseos. El grupo de los fariseos nació en el siglo II antes de Cristo con la propuesta de una observancia más perfecta de la Ley de Dios, sobre todo de las prescripciones sobre la pureza. Ellos eran más abiertos que los saduceos a las novedades. Por ejemplo aceptaban la fe en la resurrección y la fe en los ángeles, cosa que los saduceos no aceptaban. La vida de los fariseos era un testimonio ejemplar: rezaban y estudiaban la ley durante ocho horas al día; trabajaban durante ocho horas para poder sobrevivir; descansaban y se divertían otras ocho horas. Por eso, eran considerados grandes líderes entre la gente. De este modo, a lo largo de siglos, ayudaron a la gente a conservar su identidad y a no perderse.

La mentalidad llamada farisáica. Con el tiempo, sin embargo, los fariseos se agarraron al poder y dejaron de escuchar los llamados de la gente, ni dejaron que la gente hablara. La palabra “fariseo” significa “separado”. Su observancia era tan estricta y rigurosa que se distanciaban del común de la gente. Por eso, eran llamados “separados”. De ahí nace la expresión «mentalidad farisáica». Es de las personas que piensan poder conquistar la justicia a través de una observancia escrita y rigurosa de la Ley de Dios. Generalmente, son personas miedosas, que no tienen el valor de asumir el riesgo de la libertad y de la responsabilidad. Se esconden detrás de la ley y de las autoridades. Cuando estas personas alcanzan una función de mando, se vuelven duras e insensibles para esconder su imperfección.

Rabino, Guía, Maestro, Padre. Son los cuatro títulos que Jesús no permite que la gente use. Y sin embargo, hoy en la Iglesia, los sacerdotes son llamados “padre”. Muchos estudian en las universidades de la Iglesia y obtienen el título de “Doctor” (maestro). Mucha gente hace dirección espiritual y se aconseja con las personas que son llamadas “Director espiritual” (guía). Lo que importa es que se tenga en cuenta el motivo que llevó a Jesús a prohibir el uso de estos títulos. Si son usados para que una persona se afirme en una posición de autoridad y de poder, son mal usados y esta persona se merece la crítica de Jesús. Si son usados para alimentar la fraternidad y el servicio y para profundizar en ellos, no son criticados por Jesús.

Para la reflexión personal

¿Cuáles son las motivaciones que tengo para vivir y trabajar en la comunidad?
Cómo la comunidad me ayuda a corregir y mejorar mis motivaciones?

Oración final

Escucharé lo que habla Dios.
Sí, Yahvé habla de futuro para su pueblo y sus amigos, que no recaerán en la torpeza. (Sal 85,9)

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Lectio vie, 25 ago, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 22,34-40

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?»

Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas».

Reflexión

El texto se ilumina. Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el Templo, donde se inicia un debate entre él y sus adversarios, sumos sacerdotes y escribas (20,28; 21,15), entre los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo (21,23) y entre los sumos sacerdotes y los fariseos (21,45). El punto de controversia del debate es: la identidad de Jesús o del hijo de David, el origen de su identidad, y por tanto, la cuestión acerca del reino de Dios. El evangelista presenta esta trama de debates con una secuencia de controversias de ritmo creciente: el tributo a pagar al Cesar (22,15- 22), la resurrección de los muertos (22,23-33), el mandamiento más grande (22,34- 40), el mesías, hijo y Señor de David (22,41-46). Los protagonistas de las tres primeras discusiones son exponentes del judaísmo oficial que intentan poner en dificultad a Jesús en cuestiones cruciales. Estas disputas son planteadas a Jesús en calidad de “Maestro” (rabbí), título que manifiesta al lector la comprensión que los interlocutores tienen de Jesús. Pero Jesús aprovecha la ocasión para conducirlos a plantearse una cuestión aún más crucial: la toma de posición definitiva sobre su identidad (22,41-46).

El mandamiento más grande. Siguiendo los pasos de los saduceos que les han precedido, los fariseos plantean de nuevo a Jesús una de las cuestiones más candentes: el mandamiento más grande. Puesto que los rabinos siempre evidenciaban la multiplicidad de las prescripciones (248 mandamientos), plantean a Jesús la cuestión de cuál es el mandamiento fundamental, aunque los mismos rabinos habían inventado una verdadera casuística para reducirlos lo más posible: David cuenta once (Sal 15,2-5), Isaías 6 seis (Is 33,15), Miqueas tres (Mi 6,8), Amós dos (Am 5,4) y Abacuc sólo uno (Ab 2,4). Pero en la intención de los fariseos, la cuestión va más allá de la pura casuística, pues se trata de la misma existencia de las prescripciones. Jesús, al contestar, ata juntos el amor de Dios y el amor del prójimo, hasta fusionarlos en uno solo, pero sin renunciar a dar la prioridad al primero, al cual subordina estrechamente el segundo. Es más, todas las prescripciones de la ley, llegaban a 613, están en relación con este único mandamiento: toda la ley encuentra su significado y fundamento en el mandamiento del amor.

Jesús lleva a cabo un proceso de simplificación de todos los preceptos de la ley: el que pone en práctica el único mandamiento del amor no sólo está en sintonía con la ley, sino también con los profetas (v.40). Sin embargo, la novedad de la respuesta no está tanto en el contenido material como en su realización: el amor a Dios y al prójimo hallan su propio contexto y solidez definitiva en Jesús. Hay que decir que el amor a Dios y al prójimo, mostrado y realizado de cualquier modo en su persona, pone al hombre en una situación de amor ante Dios y ante los demás. El doble único mandamiento, el amor a Dios y al prójimo, se convierte en columnas de soporte, no sólo de las Escrituras, sino también de la vida del cristiano.

Para la reflexión personal

El amor a Dios y al prójimo ¿es para ti sólo un vago sentimiento, una emoción, un movimiento pasajero, o es una realidad que invade toda tu persona: corazón, voluntad, inteligencia y trato humano?
Tú has sido creado para amar. ¿Eres consciente de que tu realización consiste en amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente? Este amor ha de verificarse en la caridad hacia los hermanos y en sus situaciones existenciales.

¿Vives esto en la práctica diaria?

Oración final

¡Den gracias a Yahvé por su amor, por sus prodigios en favor de los hombres!
Pues calmó la garganta sedienta, y a los hambrientos colmó de bienes. (Sal 107,8-9)

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Lectio jue, 24 ago, 2023

San Bartolomé, apóstol, fiesta

Oración inicial

¡Oh Dios!, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Juan 1,45-51

En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José». Natanael replicó: «¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?» Felipe le contestó: «Ven y lo verás».

Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: «Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez». Natanael le preguntó: «¿De dónde me conoces?» Jesús le respondió: «Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera». Respondió Natanael: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel». Jesús le contestó: «Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver». Después añadió: «Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Reflexión

Jesús volvió para Galilea. Encontró a Felipe y le llamó: ¡Sígueme! El objetivo del llamado es siempre el mismo: «seguir a Jesús” Los primeros cristianos insistieron en conservar los nombres de los primeros discípulos. De algunos conservaron hasta los apellidos y el nombre del lugar de origen. Felipe, Andrés y Pedro eran de Betsaida (Jn 1,44). Natanael era de Caná (Jn 22,2). Hoy, muchos olvidan los nombres de las personas que están en el origen de su comunidad. Recordar los nombres es una forma de conservar la identidad.

Felipe encuentra Natanael y habla con él sobre Jesús: «Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y también los profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret». Jesús es aquel hacia quien apuntaba toda la historia del Antiguo Testamento.

Natanael pregunta: «Pero, ¿puede salir algo bueno de Nazaret?” Posiblemente en su pregunta emerge la rivalidad que acostumbraba a existir entre las pequeñas aldeas de una misma región: Caná y Nazaret. Además de esto, según la enseñanza oficial de los escribas, el Mesías vendría de Belén en Judea. No podía venir de Nazaret en Galilea (Jn 7,41-42). Andrés da la misma respuesta que Jesús había dado a los otros dos discípulos: “¡Ven y verá!» No es imponiendo sino viendo que las personas se convencen. De nuevo, ¡el mismo proceso: encontrar, experimentar, compartir, testimoniar, llevar a Jesús!

Jesús ve a Natanael y dice: «¡Ahí viene un verdadero israelita, sin falsedad!» Y afirma que ya le conocía, cuando estaba debajo de la higuera. ¿Cómo es que Natanael podía ser un «auténtico israelita” si no aceptaba a Jesús como Mesías? Natanael «estaba debajo de la higuera». La higuera era el símbolo de Israel (cf. Mi 4,4; Zc 3,10; 1Re 5,5). Israelita auténtico es aquel que sabe deshacerse de sus propias ideas cuando percibe que no concuerdan con el proyecto de Dios. El israelita que no está dispuesto a esta conversión non es ni auténtico, ni honesto. El esperaba al Mesías según la enseñanza oficial de la época (Jn 7,41-42.52). Por esto, inicialmente, no aceptaba a un mesías venido de Nazaret. Pero el encuentro con Jesús le ayudó a percibir que el proyecto de Dios no siempre es como la gente se lo imagina o desea que sea.

El reconoce su engaño, cambia idea, acepta a Jesús como mesías y confiesa: «¡Maestro, tu eres el hijo de Dios, tú eres el rey de Israel!» La confesión de Natanael no es que el comienzo. Quien será fiel, verá el cielo abierto y los ángeles que suben y bajan sobre el Hijo del Hombre. Experimentará que Jesús es la nueva alianza entre Dios y nosotros, los seres humanos. Es la realización del sueño de Jacob (Gén 28,10- 22).

Para la reflexión personal

¿Cuál es el título de Jesús que más te gusta? ¿Por qué?
¿Tuviste intermediario entre tú y Jesús?

Oración final

Yahvé es justo cuando actúa, amoroso en todas sus obras. (Sal 145,17)

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Lectio mié, 23 ago, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor.

Evangelio según Mateo 20,1-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.

Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía a otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. El les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.

Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.

Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’.

Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’

Reflexión

El evangelio de hoy trae una parábola que encontramos sólo en Mateo. No la hay en los otros tres evangelios. Como en todas las parábolas, Jesús cuenta una historia hecha de elementos de la vida diaria de la gente. Retrata la situación social de su tiempo, en la que los oyentes se reconocían. Pero al mismo tiempo, en la historia de la parábola, acontecen cosas que nunca acontecen en la realidad de la vida de la gente. Al hablar del dueño, Jesús piensa en Dios, piensa en su Padre. Por esto, en la historia de la parábola, el dueño hizo cosas sorprendentes que no acontecen en el día a día de la vida de los oyentes. En esta actitud extraña del dueño hay que procurar encontrar la llave para comprender el mensaje de la parábola.

Mateo 20,1-7: Las cinco veces que el propietario sale en busca de obreros. «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.” Así empieza la historia que habla por sí y no precisaría de ningún comentario. En lo que sigue, el propietario sale otras cuatro veces para llamar a obreros a que vayan a su viña. Jesús alude al terrible desempleo de aquella época. Algunos detalles de la historia: (a) el dueño sale personalmente cinco veces para contratar a los obreros. (b) En la hora de contratar a los obreros, solamente con el primer grupo decide el salario: un denario por día. Con los de la hora nona dice: Os daré lo que es justo. Con los otros no concordó nada, sólo los contrató para que fueran a trabajar en la viña. (c) Al final del día, a la hora de hacer las cuentas con los obreros, el propietario manda que el administrador cumpla con este servicio.

Mateo 20,8-10: La extraña manera de acertar las cuentas al final del día. Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: `Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros.’ Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Empieza por los últimos y termina por los primeros’. Aquí, a la hora de hacer cuentas, acontece algo extraño que no acontece en la vida común. Parece que las cosas se han invertido. El pago empieza con los que fueron contratados por último y que trabajaron apenas una hora. El pago es el mismo para todos: un denario, como había sido combinado con los que fueron contratados al comienzo del día. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. ¿Por qué el propietario hizo esto?

¿Tú harías así? La llave de la parábola está escondida en este gesto sorprendente del propietario.

Mateo 20,11-12: La reacción normal de los obreros ante la extraña actitud del propietario. Los últimos en recibir el salario fueron los que habían sido contratados los primeros. Estos, así dice la historia, al recibir el mismo pago, empezaron a murmurar contra el propietario, diciendo: “Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor!” Es la reacción normal de sentido común. Creo que todos nosotros tendríamos la misma reacción y diríamos la misma cosa al dueño. ¿O no?

Mateo 20,13-16: La explicación sorprendente del propietario que proporciona la llave de la parábola. La respuesta del propietario es ésta: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti .¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?” Estas palabras encierran la clave que explica la actitud del propietario y apunta hacia el mensaje que Jesús quiere comunicar:

(a) El propietario no fue injusto, pues actuó de acuerdo con los que había sido combinado con el primer grupo de obreros: un denario al día.

(b) Es decisión soberana del propietario dar a los últimos lo mismo que había sido combinado con los de la primera hora. Estos no tienen derecho a reclamar.

(c) Actuando dentro de la justicia, el propietario tiene derecho a hacer el bien que quiere con las cosas que le pertenecen. El obrero, por su parte, tiene este mismo derecho.

(d) La pregunta final toca el punto central: O ¿va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’ Dios es diferente. Sus pensamientos no son nuestros pensamientos (Is 55,8- 9).

El trasfondo de la parábola es la coyuntura de aquella época, la de Jesús como la de Mateo. Los obreros de la primera hora son el pueblo judío, llamado por Jesús a trabajar en su viña. Ellos sostuvieron el peso del día, desde Abrahán y Moisés, más de mil años. Ahora, en la undécima hora, Jesús llama a los paganos para que vayan a trabajar en su viña y ellos llegan a tener la preferencia en el corazón de Dios: “Así, los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos”.

Para la reflexión personal

Los de la undécima hora llegan, se aventajan y reciben prioridad en la fila de entrada en el Reino de Dios. Cuando tú esperas dos horas en una fila y llega alguien que, sin más, se coloca delante de ti, ¿lo aceptas? ¿Es posible comparar las dos situaciones?
La acción de Dios supera nuestros cálculos y nuestra manera humana de actuar. Sorprende y a veces incomoda. ¿Ha ocurrido a veces en tu vida? ¿Qué lección saca?

Oración final

Bondad y amor me acompañarán todos los días de mi vida, y habitaré en la casa de Yahvé un sinfín de días. (Sal 23,6)

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Lectio mar, 22 ago, 2023

Bienaventurada Virgen María Reina, memoria obligatoria

Oración inicial

¡Oh Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor.

Evangelio según Mateo 19,23-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos».

Al oír esto, los discípulos se quedaron asombrados y exclamaron: «Entonces ¿quién podrá salvarse?» Pero Jesús, mirándolos fijamente, les respondió: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible».

Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús: «Señor, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar?» Jesús les dijo: «Yo les aseguro que en la vida nueva, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, se sentarán también en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

Y todo aquel que por mí haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o esposa o hijos, o propiedades, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Y muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».

Reflexión

El evangelio de hoy es la continuación inmediata del evangelio de ayer. Trae el comentario de Jesús respecto de la reacción negativa del joven rico.

Mateo 19,23-24: El camello y el ojo de la aguja. Después de que el joven se fuera, Jesús comenta la decisión de aquel y dice: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos.». Dos observaciones respecto de esta afirmación de Jesús: 1) El proverbio del camello y del ojo de la aguja se usaba para decir que una cosa era imposible, humanamente hablando. 2) La expresión “que un rico entre en el Reino” no se trata, en primer lugar de la entrada en el cielo, después de la muerte, sino de la entrada en la comunidad alrededor de Jesús. Y hasta hoy es así. Los ricos difícilmente entran y se sienten en casa en las comunidades que tratan de vivir el evangelio según las exigencias de Jesús y que tratan de abrirse a los pobres, a los migrantes y a los excluidos de la sociedad.

Mateo 19,25-26: El espanto de los discípulos. El joven había observado los mandamientos, pero sin entender el porqué de la observancia. Algo semejante estaba aconteciendo entre los discípulos. Cuando Jesús los llamó, hicieron exactamente lo que Jesús había pedido al joven: lo dejaron todo y se fueron detrás de Jesús (Mt 4,20.22). Y sin embargo se quedaron espantados con la afirmación de Jesús sobre la casi imposibilidad que un rico tiene de entrar en el Reino de Dios. Señal de que no habían entendido bien la respuesta de Jesús al joven rico: “¡Va vende todo, dalo a los pobres y ven y sígueme!” Pues, si lo hubiesen entendido, no se hubieran quedado extrañados ante la exigencia de Jesús. Cuando la riqueza o el deseo de riqueza ocupa el corazón y la mirada no consigue percibir el sentido de la vida y del evangelio. ¡Sólo Dios puede ayudar! » Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible.»

Mateo 19,27: La pregunta de Pedro. El trasfondo de la incomprensión de los discípulos despunta en la pregunta de Pedro: “Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué recibiremos, pues?” A pesar de la generosidad tan bonita del abandono de todo, mantenían la anterior mentalidad. Abandonaron todo para recibir algo en cambio. No habían entendido aún el sentido del servicio y de la gratuidad.

Mateo 19,28-30: La respuesta de Jesús: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o campos por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros.». En esta respuesta, Jesús describe el nuevo mundo, cuyos fundamentos estaban siendo lanzados por su labor y la de sus discípulos.

Jesús acentúa tres puntos importantes: (a) Los discípulos se van a sentar en los doce tronos junto con Jesús para juzgar a las tribus de Israel (cf. Apc 4,4). (b) Van a recibir en cambio muchas veces aquello que habían abandonado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos, campos y tendrán en herencia la vida eterna garantizada. (c) El mundo futuro será el contrario del mundo actual. En él los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. La comunidad alrededor de Jesús es semilla y muestra de este mundo nuevo. Hasta hoy las pequeñas comunidades de los pobres siguen siendo semilla y muestra del Reino.

Cada vez que, en la historia de la Biblia, surge un movimiento para renovar la Alianza, el movimiento comienza con reestablecer los derechos de los pobres, de los excluidos. Sin ello, ¡la Alianza no se rehace! Así hacían los profetas, así hace Jesús. Denuncia el sistema antiguo que, en nombre de Dios, excluía a los pobres. Jesús anuncia un nuevo comienzo que, en nombre de Dios, acoge a los excluidos. Este es el sentido y el motivo de la inserción y de la misión de la comunidad de Jesús en medio de los pobres. Saca su raíz e inaugura la nueva Alianza.

Para la reflexión personal

Abandonar casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos, campos por causa del nombre de Jesús. ¿Cómo acontece esto en tu vida¿ ¿Qué has recibido en cambio?
Hoy, la mayoría de los países pobres no son de religión cristiana, mientras que sí lo son la mayoría de los países ricos. ¿Cómo se aplica hoy el proverbio del camello que no pasa por el ojo de una aguja?

Oración final

Aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tú vienes conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan. (Sal 23,4)

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Lectio lun, 21 ago, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

¡Oh Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor.

Evangelio según Mateo 19,16-22

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un joven y le preguntó: “Maestro, ¿qué cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna?” Le respondió Jesús: “¿Por qué me preguntas a mí acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno: Dios. Pero, si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos”. El replicó: “¿Cuáles?”

Jesús le dijo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo.

Le dijo entonces el joven: “Todo eso lo he cumplido desde mi niñez, ¿qué más me falta?” Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes, dales el dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”. Al oír estas palabras, el joven se fue entristecido, porque era muy rico.

Reflexión

El evangelio de hoy nos narra la historia del joven que pregunta por el camino de la vida eterna. Jesús le indica el camino de la pobreza. El joven no acepta la propuesta de Jesús, pues era muy rico. Una persona rica está protegida por la seguridad que la riqueza le da. Tiene dificultad en abrir la mano de su seguridad. Agarrada a las ventajas de sus bienes, vive preocupada en defender sus propios intereses. Una persona pobre no tiene esta preocupación. Pero hay pobres con mentalidad de ricos. Muchas veces, el deseo de riqueza crea en ellos una enorme dependencia y hace que el pobre sea esclavo del consumismo, pues queda teniendo deudas por todos los lados. Y no tiene más tiempo para dedicarse al servicio del prójimo.

Mateo 19,16-19: Los mandamientos y la vida eterna. Alguien llega cerca de Jesús y le pregunta: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para poseer la vida eterna?» Algunos manuscritos informan que se trataba de un joven. Jesús responde bruscamente: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno.” Enseguida responde a la pregunta y dice: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». El joven reacciona y pregunta: “¿Cuáles mandamientos?” Jesús tiene la bondad de enumerar los mandamientos que el joven tenía que conocer: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Es muy significativa la respuesta de Jesús. El joven había preguntado por la vida eterna. ¡Quería la vida junto a Dios! Pero Jesús sólo recordó los mandamientos que hablan respecto de la vida junto al prójimo! ¡No menciona los tres primeros mandamientos que definen nuestra relación con Dios! Para Jesús, sólo conseguiremos estar bien con Dios, si sabremos estar bien con el prójimo. De nada adelanta engañar. La puerta para llegar hasta Dios es el prójimo. En Marcos, la pregunta del joven es diferente: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» Jesús responde: «¿Por qué me llamas bueno? Solo Dios, es bueno y nadie más” (Mc 10,17-18). Jesús desvía la atención de sí mismo hacia Dios, pues lo que importa es hacer la voluntad de Dios, revelar el Proyecto del Padre.

Mateo 19,20: Observar los mandamientos, ¿para qué sirve? El joven respondió: «Todo eso lo he guardado. ¿Qué más me falta?» Lo que sigue, es algo curioso. El joven quería conocer el camino que le llevara a la vida eterna. Ahora, el camino de la vida eterna era y sigue siendo: hacer la voluntad de Dios, expresada en los mandamientos. Con otras palabras, el joven observaba sin saber ¡para qué servían! Si lo hubiera sabido, no hubiera hecho la pregunta. Le sucede como a muchos católicos que no saben por qué lo son. ”Nací católico, ¡por esto soy católico!” ¡Cosa de costumbre!

Mateo 19,21-22: La propuesta de Jesús y la respuesta del joven. Jesús responde: ««Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego sígueme.» Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes”. Era muy rico. La observancia de los mandamientos es apenas el primer grado de una escala que va mucho más lejos y más alto. ¡Jesús pide más! La observancia de los mandamientos prepara a la persona para que pueda llegar a la entrega total de sí a favor del prójimo. Marcos dice que Jesús miró al joven con amor (Mc 10,21). Jesús pide mucho, pero lo pide con mucho amor. El joven no acepta la propuesta de Jesús y se fue, “porque tenía muchos bienes”.

Jesús y la opción por los pobres. Un doble cautiverio marcaba la situación de la gente en la época de Jesús: el cautiverio de la política de Herodes, apoyada por el Imperio Romano y mantenida por todo un sistema bien organizado de exploración y de represión, y el cautiverio de la religión oficial, mantenida por las autoridades religiosas de la época. Por causa de esto, el clan, la familia, la comunidad, estaban siendo desintegrados y una gran parte del pueblo vivía excluida, marginada, sin lugar, ni en la religión, ni en la sociedad. Por esto, había diversos movimientos que, al igual que Jesús, procuraban rehacer la vida en la comunidad: esenios, fariseos y, más tarde, los celotes. Dentro de la comunidad de Jesús, sin embargo, había algo nuevo que la diferenciaba de los demás grupos. Era la actitud ante los pobres y excluidos. Las comunidades de los fariseos vivían separadas. La palabra “fariseo” querría decir “separado”. Vivían separadas del pueblo impuro. Algunos fariseos consideraban al pueblo como ignorante y maldito (Jn 7,49), lleno de pecado (Jn 9,34). No aprendían nada de la gente (Jn 9,34). Jesús y su comunidad, por el contrario, vivían con las personas excluidas, consideradas impuras: publicanos, pecadores, prostitutas, leprosos (Mc 2,16; 1,41; Lc 7,37). Jesús reconoce la riqueza y el valor que los pobres poseen (Mt 11,25-26; Lc 21,1-4). Los proclama ‘bienaventurados’ porque de ellos es el Reino de los cielos, de los pobres (Lc 6,20; Mt 5,3). Define su propia misión como “anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4, 18). El mismo vive como pobre. No posee nada para sí, ni siquiera una piedra donde reclinar la cabeza (Lc 9,58). Y a quien quiere seguirle para vivir con él, manda escoger: ¡o Dios, o el dinero! (Mt 6,24). ¡Manda hacer la opción por los pobres, como propuso al joven rico! (Mc 10,21) Esta manera diferente de acoger a los pobres y de convivir con ellos era una prueba del Reino de los Cielos.

Para la reflexión personal

Una persona que vive preocupada con su riqueza o con la adquisición de los bienes que la propaganda del consumismo le ofrece, ¿puede liberarse de todo esto para seguir a Jesús y vivir en paz en una comunidad cristiana? ¿Es posible? ¿Qué piensas?

¿Qué significa para nosotros hoy: “Va, vende todo y dalo a los pobres”? ¿Es posible tomarse esto al pie de la letra? ¿Conoces a alguien que consigue dejarlo todo por causa del Reino?

Oración final

Yahvé es mi pastor, nada me falta. En verdes pastos me hace reposar.
Me conduce a fuentes tranquilas, allí reparo mis fuerzas. (Sal 23,1-3)

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Lectio Dom, 20 ago, 2023

Acoger a los excluidos

La mujer cananea ayuda a Jesús a descubrir la voluntad del Padre Mateo 15, 21-28

Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz , que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

Lectura

Una clave de lectura:

En el texto de hoy Jesús encuentra a una mujer extranjera, cosa prohibida por la religión de aquel tiempo. Inicialmente Jesús no quería escucharla, pero la mujer insiste y obtiene lo que quería. Este texto ayuda a entender cómo Jesús hacía por conocer y poner en práctica la voluntad del Padre.

Una división del texto para ayudar a la lectura:

Mt 15, 21-22: El grito dolorido de la mujer
Mt 15, 23-24: El extraño silencio de Jesús y la reacción de los discípulos
Mt 15, 25-26: Nueva petición de la mujer y nuevo rechazo de Jesús
Mt 15, 27-28: Al tercer intento la mujer obtiene la curación de la hija

El texto:

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: «Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio». Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: «Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros». Él les contestó: «Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel».

Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: «¡Señor, ayúdame!» Él le respondió: «No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos». Pero ella replicó: «Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas». Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la reflexión personal.

En este episodio ¿cuál es el punto que más ha llamado tu atención y cuál el que te ha gustado más?
Cuatro personajes aparecen en el texto: la mujer, la hija, los discípulos y Jesús.
¿Qué dice el texto sobre el comportamiento de cada uno?¿Con cuál de los cuatro te identificas más? ¿Por qué?
Jesús ha dicho que su misión no le permitía el quedarse a escuchar la petición de la mujer. Pero de pronto Él responde a la petición. ¿Cómo se explica este cambio repentino en el comportamiento de Jesús?
¿De qué forma o manera la respuesta de la mujer sobre perrillos y migajas ha tenido influencia en Jesús?
¿Por qué aquellas palabras revelan la grandeza de la fe de la mujer?
¿Cómo las palabras de Jesús pueden ayudar a nuestra comunidad a tener una fe más profunda?

Una clave de lectura

para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

El contexto en el cual Mateo conserva las Palabras de Jesús:

El evangelio de Mateo, escrito alrededor del año 85 después de Cristo, está dirigido a una comunidad de judíos piadosos y observantes, convertidos a la fe de Jesús. Imitando el ejemplo de Jesús, ellos continuaron viviendo según la tradición del pueblo judaico, observando en todo la ley de Moisés. Pero ahora, en los años ochenta, se encuentran en una encrucijada. Después de la destrucción de Jerusalén ( 70 d.C.), los fariseos, sus hermanos de raza, habían comenzado a reorganizar el judaísmo y, en nombre de la fidelidad a la misma ley de Moisés, trataban de bloquear la difusión cada vez más fuerte del cristianismo. Llegaron al punto de expulsarlos de la sinagoga. Esta hostilidad no prevista hizo entrar en una crisis profunda de identidad a la comunidad de los judíos cristianos. Puesto que, tanto los fariseos como los cristianos afirmaban ser fieles a la ley de Dios. ¿Cuál de los dos estaban en la verdad?

¿Con quién estaba Dios? ¿La herencia del pueblo hebreo a quién pertenecía: a la sinagoga o a la ecclesia?

Precisamente para animar a este grupo de judíos cristianos, Mateo escribe su evangelio. Escribe para confirmarlos en la fe, demostrando que Jesús, de hecho, es el Mesías, en el cual culmina toda la historia del Antiguo Testamento. Escribe para consolarlos en medio de tanta hostilidad, ayudándoles a superar el trauma de la rotura con los hermanos. Escribe para llamarlos a una nueva práctica de vida, mostrando cómo deben hacer para llegar a una nueva justicia, mejor que la justicia de los fariseos.

Comentario de las Palabras de Jesús, conservadas por Mateo: Mateo 15, 21: Jesús se aleja del territorio judaico.

En la discusión sobre qué cosas eran puras y qué cosas impuras, Jesús había enseñado lo contrario de la tradición de los antiguos, declarando puro todos los alimentos y había ayudado al pueblo y a los discípulos a salir de la prisión de las leyes de la pureza (Ma 15, 1-20). Ahora, en este episodio de la mujer cananea, se aleja de la Galilea, sobrepasa las fronteras del territorio nacional y acoge a una mujer extranjera que no pertenecía al pueblo y con la cual estaba prohibido hablar. El evangelio de Marcos informa que Jesús no quería ser reconocido. Quería permanecer de incógnito. Pero por lo que se ve, su fama ya lo había precedido (Mc 7,24). El pueblo llega a saberlo y una mujer empieza a hacer una petición a Jesús.

Mateo 15, 22: El grito angustiado de la mujer.

La mujer era de otra raza y de otra religión. Ella comienza a suplicar por la curación de su hija que estaba poseída de un espíritu inmundo. Los paganos no tenían problema en recorrer a Jesús. Los judíos al contrario tenían problemas de convivencia con los paganos. A ellos les estaba prohibido entrar en contacto con una persona de otra religión o raza.

Mateo 15, 23-24: El extraño silencio de Jesús y la reacción de los discípulos.

La mujer grita, pero Jesús no responde. ¡Extraña conducta! Porque la certeza de la que está llena la Biblia en su totalidad es que Dios siempre escucha el grito de pueblo oprimido. Pero aquí Jesús no escucha. No quiere escuchar ¿Por qué? Hasta los discípulos se sorprenden por el comportamiento de Jesús y le piden que preste atención a la mujer. Ellos quieren librarse de aquel griterío: «Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros». Jesús explica su silencio: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel». El silencio está en relación con la conciencia que Jesús tiene de su misión y con la fidelidad a la ley de Dios. La forma pasiva indica que el sujeto de la acción del verbo es el Padre. Es como si dijera: «El Padre no quiere que yo oiga a esta mujer, porque Él me ha enviado solamente a las ovejas perdidas de Israel». Por el mismo motivo, en la época en la cual Mateo escribía su evangelio, los fariseos decían: «¡No podemos entrar en contacto con los paganos!

Mateo 15, 25-26: Nueva petición de la mujer y nuevo rechazo de Jesús.

La mujer no se preocupa del rechazo de Jesús: El amor de madre por la hija enferma no se preocupa de las normas religiosas, ni de las reacciones de los demás, sino que busca la curación allá donde su intuición le hace ver una solución: esto es, ¡en Jesús! Ella se pone más cerca y arrojándose a los pies de Jesús, comienza a suplicar: «¡Señor, ayúdame! Fiel a las normas de su religión, Jesús responde con una palabra y dice que no conviene tomar el pan de los hijos y darlos a los perrillos. La comparación está tomada de la vida familiar. Niños y perros son numerosos en las casas de los pobres aún hoy. Jesús dice que ninguna madre quita el pan de la boca a los propios hijos para darlos a los perrillos. En el caso concreto, los hijos serían el pueblo judaico y los perrillos los paganos. ¡Caso cerrado! Obediente al Padre, fiel a su misión, Jesús sigue su camino y ¡no atiende la petición de la mujer!

Mateo 15,27-28: El tercer intento de la mujer obtiene la curación de la hija.

La mujer no se da por vencida. Está de acuerdo con Jesús, pero alarga la comparación y lo aplica a su caso: «Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Ella lanza sencillamente la conclusión de aquella imagen, mostrando que en casa del pobre ( y por tanto también en la casa de Jesús) los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de los niños. Muy probablemente, Jesús mismo, cuando era pequeño, habría dado pedazos de pan a los perritos que giraban bajo la mesa donde él comía junto a sus padres. Y en «la casa de Jesús» o sea, en la comunidad cristiana del tiempo de Mateo, al final del primer siglo, había más de «doce canastas llenas» (Mt 14,20) para «los perrillos», o sea, ¡para los paganos!

La reacción de Jesús es inmediata: «¡Oh mujer, grande es tu fe! La mujer obtiene lo que pedía.

A partir de aquel instante su hija quedó curada. Si Jesús respondió es porque comprendió que el Padre quería que Él acogiese la petición de la mujer. El encuentro con la mujer cananea le hace salir de la prisión de su raza y abrirse a toda la humanidad. Esto significa que Jesús descubría la voluntad del Padre oyendo las reacciones de las personas. La conducta de aquella mujer pagana abre un nuevo horizonte en la vida de Jesús y lo ayudó a dar un paso importante en el cumplimiento del proyecto del Padre. El don de la vida y de la salvación es para todos los que buscan la vida y se esfuerzan en liberarse de las cadenas que aprisionan la energía vital.

Este episodio nos ayuda a percibir algo del misterio que rodeaba la persona de Jesús, cómo estaba en comunión con su Padre y cómo descubría la voluntad de Padre en los acontecimientos de la vida.

Salmo 6

Unámonos al grito de todas las madres en favor de sus hijos e hijas
Yahvé, no me corrijas con tu cólera, no me castigues con tu furor. Piedad, Yahvé, que estoy baldado, cura, Yahvé, mis huesos sin fuerza. Me encuentro del todo abatido.
Y tú, Yahvé, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, Yahvé, restablece mi vida, ponme a salvo por tu misericordia. Que después de morir nadie te recuerda, y en el Seol ¿quién te alabará?
Estoy extenuado de gemir, baño mi lecho cada noche, inundo de lágrimas mi cama; mis ojos se consumen de rabia.
La insolencia define a mis opresores, ¡apartaos de mí, malhechores!
Que Yahvé ha escuchado mi llanto; Yahvé ha escuchado mi súplica, Yahvé acepta mi oración. ¡Queden corridos, confusos mis enemigos, retrocedan de inmediato, cubiertos de vergüenza!

Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre.

Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio sáb, 19 ago, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre; aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 19,13-15

En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase por ellos. Los discípulos regañaron a la gente; pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos». Después les impuso las manos y continuó su camino.

Reflexión

El Evangelio es bien breve. Apenas tres versículos. Describe cómo Jesús acoge a los niños.

Mateo 19,13: La actitud de los discípulos ante los niños. Llevaron a los niños ante Jesús, para que les impusiera las manos y orase por ellos. Los discípulos reñían a las madres.

¿Por qué? Probablemente, de acuerdo con las normas severas de las leyes de la impureza, los niños pequeños en las condiciones en las que vivían eran considerados impuros. Si hubiesen tocado a Jesús, Jesús hubiera quedado impuro. Por esto, era importante evitar que llegasen cerca y le tocaran. Pues ya había acontecido una vez, cuando un leproso tocó a Jesús. Jesús, quedó impuro y no podía entrar en la ciudad. Tenía que estar en lugares desiertos (Mc 1,4-45)

Mateo 19,14-15: La actitud de Jesús: acoge y defiende la vida de los niños. Jesús reprende a los discípulos diciendo: “Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos”. A Jesús no le importa transgredir las normas que impedían la fraternidad y la acogida que había que reservar a los pequeños. La nueva experiencia de Dios como Padre marcó la vida de Jesús y le dio una mirada nueva para percibir y valorar la relación entre las personas. Jesús se coloca del lado de los pequeños, de los excluidos y asume su defensa. Impresiona cuando se junta todo lo que la Biblia informa sobre las actitudes de Jesús en defensa de la vida de los niños, de los pequeños:

Agradecer por el Reino presente en los pequeños. La alegría de Jesús es grande, cuando percibe que los niños, los pequeños, entienden las cosas del Reino que él anunciaba a la gente. “Padre, ¡yo te agradezco!” (Mt 11,25-26) Jesús reconoce que los pequeños entienden del Reino más que los doctores!

Defender el derecho a gritar. Cuando Jesús, al entrar en el Templo, derribó las mesas de los mercaderes, eran los niños los que gritaban: “¡Hosanna al hijo de David!” (Mt 21,15).

Criticados por los jefes de los sacerdotes y por los escribas, Jesús los defiende y en su defensa invoca las Escrituras (Mt 21,16).

Identificarse con los pequeños. Jesús abraza a los niños y se identifica con ellos. Quien recibe a un niño, recibe a Jesús (Mc 9, 37). “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mt 25,40).

Acoger y no escandalizar. Una de las palabras más duras de Jesús es contra los que causan escándalo a los pequeños, esto es, son el motivo por el cual los pequeños dejan de creer en Dios. Para éstos, mejor sería que le cuelguen una piedra de molino y le hundan en lo profundo del mar (Lc 17,1-2; Mt 18,5-7). Jesús condena el sistema, tanto político como religioso, que es el motivo por el cual la gente humilde, los niños, pierden su fe en Dios.

Volverse como niños. Jesús pide que los discípulos se vuelvan como niños y acepten el Reino como niños. Sin eso, no es posible entrar en el Reino (Lc 9,46-48).

¡Coloca a los niños como profesores de adultos! Lo cual no es normal. Acostumbramos a hacer lo contrario.

Acoger y tocar. (El evangelio de hoy). Las madres con niños se acercan a Jesús para pedir la bendición. Los apóstoles reaccionan y los alejan. Jesús corrige a los adultos y acoge a las madres con los niños. Los toca y les da un abrazo. “¡Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis!” (Mc 10,13-16; Mt 19,13-15). Dentro de las normas de la época, tanto las madres como los niños pequeños, todos ellos vivían prácticamente, en un estado de impureza legal. ¡Tocarlos significaba contraer impureza! Jesús no se incomoda. g) Acoger y curar. Son muchos los niños y los jóvenes que acoge, cura y resucita: la hija de Jairo, de 12 años (Mc 5,41-42), la hija de la mujer Cananea (Mc 7,29-30), el hijo de la viuda de Naim (Lc 7,14-15), el niño epiléptico (Mc 9,25-26), el hijo del Centurión (Lc 7,9-10), el hijo del funcionario público(Jo 4,50), el niño de los cinco panes y de los dos peces (Jn 6,9).

Para la relación personal

Niños: ¿Qué has aprendido de los niños a lo largo de tu vida? ¿Qué han aprendido los niños de ti sobre Dios y sobre la vida?
¿Qué imagen de Dios irradio para los niños? ¿La de un Dios severo, bondadoso, distante o ausente?

Oración final

Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu. (Sal 51,12-13)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio vie, 18 ago, 2023

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre; aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 19,3-12

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerle una trampa: «¿Le está permitido al hombre divorciarse de su esposa por cualquier motivo?»

Jesús les respondió: «¿No han leído que el Creador, desde un principio los hizo hombre y mujer, y dijo: ‘Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, para unirse a su mujer, y serán los dos una sola cosa?’ De modo que ya no son dos, sino una sola cosa. Así pues, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

Pero ellos replicaron: «Entonces ¿por qué ordenó Moisés que el esposo le diera a la mujer un acta de separación, cuando se divorcia de ella?»

Jesús les contestó: «Por la dureza de su corazón, Moisés les permitió divorciarse de sus esposas; pero al principio no fue así. Y yo les declaro que quienquiera que se divorcie de su esposa, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, y se case con otra, comete adulterio; y el que se case con la divorciada, también comete adulterio».

Entonces le dijeron sus discípulos: «Si ésa es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse». Pero Jesús les dijo: «No todos comprenden esta enseñanza, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. Pues hay hombres que, desde su nacimiento, son incapaces para el matrimonio; otros han sido mutilados por los hombres, y hay otros que han renunciado al matrimonio por el Reino de los cielos. Que lo comprenda aquel que pueda comprenderlo».

Reflexión

Contexto. Hasta el cap. 18, Mateo ha mostrado cómo los discursos de Jesús han marcado las varias fases de la constitución y formación progresivas de la comunidad de los discípulos en torno a su Maestro. Ahora, en 19,1, este pequeño grupo se aleja de las tierras de Galilea y llega al territorio de Judea. La llamada de Jesús, que ha atraído a sus discípulos, sigue avanzando hasta la elección definitiva: la acogida o el rechazo de la persona de Jesús. Esta fase tiene lugar a lo largo del camino que lleva a Jerusalén (cap.19-20) y al templo, después de llegar finalmente a la ciudad (cap.21- 23). Todos los encuentros que Jesús efectúa en estos capítulos tienen lugar a lo largo del recorrido de Galilea a Jerusalén.

El encuentro con los fariseos. Al pasar por la Transjordania (19,1) tiene Jesús el primer encuentro con los fariseos, y el tema de la discusión de Jesús con ellos es motivo de reflexión para el grupo de los discípulos. La pregunta de los fariseos se refiere al divorcio y de manera particular pone a Jesús en apuros acerca del amor dentro del matrimonio, que es la realidad más sólida y estable para la comunidad judía. La intervención de los fariseos pretende acusar la enseñanza de Jesús. Se trata de un verdadero proceso: Mateo lo considera como “un poner a prueba”, como “un tentar”. La pregunta es ciertamente crucial: “¿Es lícito a un hombre repudiar a la propia mujer por cualquier motivo?” (19,3). Al lector no se le escapa la torcida intención de los fariseos al interpretar el texto de Dt 24,1 para poner en aprietos a Jesús: “Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia  a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en su mano y la despedirá de su casa”. A lo largo de los siglos, este texto había dado lugar a numerosas discusiones: admitir el divorcio por cualquier motivo; requerir un mínimo de mala conducta, o un verdadero adulterio.

Es Dios el que une. Jesús responde a los fariseos citando Gn 1,17: 2,24 y remitiendo la cuestión a la voluntad primigenia de Dios creador. El amor que une al hombre y a la mujer viene de Dios, y por este origen, une y no puede separar. Si Jesús cita Gn 2,24 “El hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne”, (19,5) es porque quiere subrayar un principio singular y absoluto: la voluntad creadora de Dios es unir al hombre y a la mujer. Cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio, es Dios el que los une; el término “cónyuges” viene del verbo congiungere, coniugare, es decir, la unión de los dos esposos que conlleva trato sexual es efecto de la palabra creadora de Dios. La respuesta de Jesús a los fariseos alcanza su culmen: el matrimonio es indisoluble en su constitución originaria. Ahora prosigue Jesús citando a Ml 2, 13-16: repudiar a la propia mujer es romper la alianza con Dios, alianza que, según los profetas, los esposos la viven sobre todo en su unión conyugal (Os 1-3; Is 1,21-26; Jr 2,2;3,1.6-12; Ez 16; 23; Is 54,6-10;60-62). La respuesta de Jesús aparece en contradicción con la ley de Moisés que concede la posibilidad de dar un certificado de divorcio. Dando razón de su respuesta, Jesús recuerda a los fariseos: si Moisés decidió esta posibilidad, es por la dureza de vuestro corazón (v.8), más concretamente, por vuestra indocilidad a la Palabra de Dios. La ley de Gn 1,26; 2,24 no se ha modificado jamás, pero Moisés se vio obligado a adaptarla a una actitud de indocilidad. El primer matrimonio no es anulado por el adulterio. La palabra de Jesús dice claramente al hombre de hoy, y de modo particular a la comunidad eclesial, que no ha de haber divorcios, y sin embargo observamos que existen; en la vida pastoral, los divorciados son acogidos y para ellos está siempre abierta la posibilidad de entrar en el reino. La reacción de los discípulos no se hace esperar: “Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse” (v.10). La respuesta de Jesús sigue manteniendo la indisolubilidad del matrimonio, imposible para la mentalidad humana pero posible para Dios. El eunuco del que habla Jesús no es el que no puede engendrar, sino el que, una vez separado de la propia mujer, continúa viviendo en la continencia y permaneciendo fiel al primer vínculo matrimonial: es eunuco con relación a todas las demás mujeres.

Para la reflexión personal

¿Sabemos acoger la enseñanza de Jesús en lo que se refiere al matrimonio con ánimo sencillo sin adaptarlo a nuestras legítimas elecciones y conveniencia?

El pasaje evangélico nos ha recordado que el designio del Padre sobre el hombre y la mujer es un maravilloso proyecto de amor. ¿Eres consciente de que el amor tiene una ley imprescindible que comporta el don total y pleno de la propia persona al otro?

Oración final

Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu. (Sal 51,12-13)

Todos los derechos: www.ocarm.org