Lectio jue, 1 dic, 2022

Oración inicial

Despierta tu poder, Señor, y ven a socorrernos con tu fuerza; que tu amor y tu perdón apresuren la salvación que retardan nuestros pecados. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 7,21.24-27

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente’’.

Reflexión

El evangelio de hoy cuenta la parte final del Sermón de la Montaña. El Sermón de la Montaña es una nueva lectura de la Ley de Dios. Empieza con las bienaventuranzas (Mt 5,1-12) y termina con la casa construida sobre la roca.

Se trata de adquirir la verdadera sabiduría. La palabra de Dios, expresada en la ley de Dios, es fuente de salvación. La verdadera sabiduría consiste en sentir y practicar la Palabra de Dios (Lc 11,28). No basta decir “¡Señor, Señor!” Lo importante no es decir unas bonitas palabras sobre Dios, sino hacer la voluntad del Padre y ser una revelación de su amor y de su presencia en el mundo.

Quien escucha y practica la palabra construye la casa sobre roca. La solidez no viene de la casa en sí, sino del terreno, de la roca. ¿Qué significa la roca? Es la experiencia del amor de Dios revelado en Jesús (Rom 8,31-39). Hay personas que practican la palabra para poder merecer el amor de Dios. Pero el amor no se compra, ni se merece (Cnt 8,7). El amor de Dios se recibe gratuitamente. Ponemos en práctica la Palabra no para merecer el amor, sino para decir gracias por el amor recibido. He aquí la buena tierra, la roca, que da seguridad a la casa. ¡La verdadera seguridad viene de la certeza del amor de Dios! Es la roca que sostiene en los momentos de dificultad y de tormenta.

El evangelista termina el Sermón del Monte (Mt 7,27-28) diciendo que la multitud queda admirada por la enseñanza de Jesús, ya que “enseñaba con autoridad y no como los escribas». El resultado de la enseñanza de Jesús es la conciencia crítica de la gente ante las autoridades religiosas de la época. Admirada y agradecida, la gente aprueba las preciosas enseñanzas de Jesús, que son diversas.

Para la reflexión personal

¿Soy de los que dicen “Señor, Señor”, o de los que ponen en práctica la palabra?
¿Observo la ley para merecer el amor y la salvación o para dar gracias a Dios por su amor y su salvación?

Oración final

¡Alabad a Yahvé, todas las naciones, ensalzadlo, pueblos todos! Pues sólido es su amor hacia nosotros, la lealtad de Yahvé dura para siempre. (Sal 117)

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Lectio mié, 30 de nov, 2022

El llamado de Andrés y de su hermano; los primeros discípulos pescadores de hombres. Mateo 4, 18-22

Oración

Oh Padre, que has llamado a san Andrés de las redes del mundo a la pesca maravillosa en el anuncio del Evangelio; has que también nosotros podamos gustar siempre más de la dulzura de tu paternidad, especialmente en el sentirnos amados como hijos tuyos; que seamos abiertos a Ti con una fe plena toda nuestra vida, para así permitir ser alcanzados y ser transformados por la mirada y la palabra de tu Hijo amado, nuestro Señor Jesús; ya que juntos con Él, deseamos llevar la alegre noticia de tu amor misericordioso a tantos hermanos y hermanas, el cual hace, que nuestra vida sea más bella. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 4, 18- 22

Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.

Meditación

“Caminaba a orillas del mar de Galilea”. Jesús ha salido apenas del desierto, después de cuarenta días de gran soledad y de lucha contra el diablo (cf. Mt 4, 1-11). Él ha salido victorioso; seguro del amor de su Padre y ha venido a Galilea; una tierra lejana y despreciada; una tierra fronteriza y de  paganos;  solo  portando  consigo  mismo  su  gran luz y su salvación (cf. Mt 4, 12-16). Y aquí, Él ha iniciado a proclamar su mensaje de alegría y de liberación: “¡El Reino de los Cielos está ahora cerca! (cf. Mt 4, 17). No hay más soledad; ni desierto agobiante; no hay ausencia porque el Señor Jesucristo ha descendido sobre nuestra tierra; la Galilea de los gentiles: en efecto, Él está cercano; Él es Dios-con-nosotros. Él no está lejano. No se ha quedado ahí parado y escondido, porque Él mismo “camina”; pasea a orillas del mar; a lo largo de los costados de nuestras vidas pobres y de hecho aún más allá de nuestros horizontes. La Galilea, que significa “anillo”: y cuya interpretación nos dice que Él, Jesús, el Amor, viene a desposarse; a unirse para siempre con Él. Ahora, solo nos resta acogerlo mientras camina sobre la orilla del mar. Aún en la distancia, Él ya nos ve, y esto lo sabemos…

El verbo “ver”, se repite dos veces, primeramente, al referirse a Andrés y a su hermano, después a Santiago y a Juan; este “ver” porta consigo mismo toda la fuerza y la intensidad de una mirada proveniente del corazón, de lo más íntimo. Y es en esta manera, como el Señor nos ve: nos lee a profundidad; con una detenida atención amorosa hojea paso a paso las páginas de nuestras vidas; conoce cada cosa de nosotros y todo lo ama.

No es del nada raro que Mateo utilice muchas veces un vocabulario familiar para narrar este episodio acerca de la vocación y del encuentro con el Señor Jesús. Ya que también, encontramos cuatro veces la palabra “hermano”, y dos veces la palabra “padre”. Somos llevados a casa; a nuestro principio de vida; allá donde de igual forma nos redescubrimos que somos hijos y hermanos. Jesús entra dentro de esta realidad nuestra y lo hace en una manera más humana; más nuestra; más cotidiana; entra en la carne; en el corazón; en toda la vida y viene a rescatarnos para hacernos nacer de nuevo.

“Sígueme” y “ven”: son sus palabras sencillas y claras; Él nos pide situarnos en el camino; movernos de la misma forma que Él. ¡Es agradable sentirse despertar por esta voz suya! La cual es más fuerte y alcanzable; más dulce qué la voz de las aguas del mismo mar y del mundo, que a veces tienden a ser ruidosas y confusas. En cambio, cuando Él habla, lo hace al corazón, todo se convierte en una gran paz y todo vuelve a la calma. Y después, nos muestra también la ruta, nos señala el camino por hacer y a seguir y no nos deja perdernos: “Detrás de mí”, dice el Señor. Solo basta recibir la invitación; solo basta en aceptar que sea Él, para qué saber más; solo debemos seguirlo, pues Él nos mostrará el camino.

“Dejaron las redes y lo siguieron”. Los dos hermanos, los dos primeros llamados, el de Pedro y el de Andrés, llegan a ser para nosotros un ejemplo clarísimo, valiente y convincente al inicio de este camino. Ellos nos enseñan las cosas que hay que hacer, los movimientos y la elección. “Dejar” y “seguir” llegan a ser los verbos claves y las palabras escritas en el corazón. Lo son porque quizás frecuentemente pueda que ocurra el tener que considerar dichas iniciativas en el interior de nuestras vidas; en lo secreto del alma; allí donde solo nosotros podemos ver. Allí en donde solo el Señor es testigo de que incluso para nosotros, se cumplen estas dos maravillosas palabras del Evangelio, que son tan vivas y fuertes, y que te cambian la vida.

“En seguida”. Por dos ocasiones, Mateo nos hace ver la prontitud de los discípulos en la acogida de la invitación del Señor, que pasa; al igual que en Su mirada y en su voz dirigida hacia ellos. Ellos no ponen obstáculos; no dudan; no tienen miedo; solo se fían ciegamente a Él; respondiendo en seguida y diciendo si, a aquel Amor. Además, Mateo nos hace recorrer delante a nuestros ojos todos los elementos que vivifican aquella escena a la orilla del mar: como por ejemplo, las redes; la barca; el padre…todo se escurre en el fondo; todo pasa a segundo plano y todo se deja a un lado. Solo permanece el Señor, que va adelante y, detrás de Él, aquellos cuatro hombres nuevos, que llevan nuestro nombre y la historia, que Dios ha escrito para nosotros.

Algunas preguntas

El panorama de esta narración del Evangelio y por tanto la perspectiva de la gracia del Señor, que todavía hoy actúa en nosotros; es como la del mar de Galilea; un mar textual que tiene un nombre y su geografía y que me llevan a considerar preguntas como: ¿Puedo en este momento ante la Palabra de Dios, dar una cara precisa al horizonte de mi vida? ¿Tengo la paz interior para dejar al descubierto ante los ojos de Cristo, mi vida tal como si fuese yo el mar, la Galilea? ¿Tengo, quizás miedo de las aguas que portan mi corazón, como si mi mar fuese amenazador, oscuro o enemigo?
¿Puedo dejar al Señor caminar a lo largo de mi costado? ¿Puedo dejarme verme yo también como Andrés, como Simón, Santiago o Juan en este relato?
¿Y si guardo silencio en este momento? ¿Y si permito realmente, a que pase Jesús y se acerque a mí, hasta dejar su huella de amor y de amistad sobre mi pobre arena?
¿Tengo aún y después el valor de dejarme alcanzar por su mirada llena de luz? ¿O continuo ha esconderme un poco más, a empañar y disfrazar cualquier parte de mí, que yo mismo no deseo ver o aceptar?
Y todavía: ¿dejo que Él me hable; que me diga, quizás por primera vez: “sígueme”?
¿O prefiero continuar escuchando solo el rumor del mar y de sus olas invasoras y devastadoras?

Este Evangelio me habla en una manera muy fuerte acerca de la compañía de los hermanos; me habla de mí ser como hijo; pone al descubierto la parte más profunda del corazón y entra en lo más íntimo de mi hogar. ¿Tal vez, puede ser que este sea propiamente el lugar en donde hay más dolor para mí y en donde no me siento comprendido, escuchado y amado como yo quisiera? ¿Por qué el Señor pone du dedo en mi herida? Hermanos, padre, madre, compañeros…Jesús es todo esto para mí y Él es aún más. ¿Lo entiendo verdaderamente yo en esta manera? ¿Hay un espacio para Él en mi hogar? ¿Cómo es mi relación con Él? ¿Mi relación con Él es como de hermano, como de amigo o como de hijo? ¿O acaso lo conozco de una manera lejana, superficial o como un escape?

Me parece muy claro en este pasaje, que el Señor hace grandes cosas en la vida de los discípulos: “Los haré pescadores de hombres”, les dice a ellos. ¿Cómo reacciono ante a este descubrimiento? ¿Deseo también yo el dejarme ser tocado por Él en un modo verdadero, real? ¿Deseo permitirme cambiar mi estilo de vida? ¿Deseo ponerme en camino con Él hacia una nueva aventura; a buscar hermanos y hermanas que han tenido la necesidad de encontrarlo? ¿Deseo conocerlo? ¿Deseo sentirme amado o amada de su Amor infinito? ¿Puedo ser pescador de hombres como Andrés y sus hermanos?

Por ahora, solo falta una cosa: la decisión, la opción de seguir al Señor, de caminar detrás de Él. ¿Todavía, intento detenerme un momento más? ¿Qué cosa debo dejar hoy para dar este paso importante? ¿Qué es lo que me frena, me esconde, que no me permite moverme? ¿Qué pesar tengo en el corazón, en el alma? ¿Quizás hay en mí la necesidad de confesarme, de abrir el corazón? ¿Porto ahora dentro en forma escrita el mensaje de Su mirada que Él ha puesto en mí; Su palabra, qué es más fuerte que el rumor del mar? ¡No puedo fingir que nada ha pasado! ¡El Señor ha pasado y ha dejado una señal! Yo no soy más como aquel de primero…quiero decir sí, como Andrea. Amén.

Oración Final

Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino.

Del Salmo 119

¿Cómo un joven llevará una vida honesta? Cumpliendo tus palabras.
Yo te busco de todo corazón: No permitas que me aparte de tus mandamientos. Conservo tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti.
Tú eres bendito, Señor: Enséñame tus preceptos.
Yo proclamo con mis labios todos los juicios de tu boca.
Me alegro de cumplir tus prescripciones, más que de todas las riquezas. Meditaré tus leyes y tendré en cuenta tus caminos.
Mi alegría está en tus preceptos: no me olvidaré de tu palabra.

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Lectio mar, 29 de nov, 2022

Oración inicial

Señor y Dios nuestro, acoge favorablemente nuestras súplicas y ayúdanos con tu amor en nuestro desvalimiento; que la presencia de tu Hijo, ya cercana, nos renueve y nos libre de volver a caer en la antigua servidumbre del pecado. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 10,21-24

En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.

Reflexión

El texto de hoy revela el fondo del corazón de Jesús, la razón de su alegría. Los discípulos habían ido a la misión, y al volver, comparten con Jesús su experiencia misionera. (Lc 10,17-21).

La razón de la alegría de Jesús es la alegría de los amigos. Al escuchar su experiencia y al percibir su alegría, Jesús también siente una gran alegría. La razón de la alegría de Jesús es el bienestar de los demás.

No es una alegría superficial. Viene del Espíritu Santo. La razón de la alegría es que los discípulos van a experimentar algo de Jesús durante su experiencia misionera.

Jesús los llama “pequeños”. ¿Quiénes son los pequeños? Son los setenta y dos discípulos (Lc 10,1) que vuelven de la misión: padres y madres de familia, chicos y chicas, casados y solteros/as, viejos y jóvenes. Ellos no son doctores. Son personas sencillas, sin muchos estudios que entienden las cosas de Dios mejor que los doctores.

“Sí, Padre, ¡porque así te pareció bien!” Frase muy seria. Le parece bien al Padre que los doctores y los sabios no entiendan las cosas del Reino y que las entiendan los pequeños. Por consiguiente, si los grandes quieren entender las cosas del Reino, tienen que hacerse discípulos de los pequeños.

Jesús los mira y dice: “¡Bienaventurados!” Y ¿por qué son bienaventurados? Porque están viendo cosas que los profetas quisieran ver, pero no logran ver. Y ¿qué verán? Serán capaces de percibir la acción del Reino en las cosas comunes de la vida: cuidar de los enfermos, consolar a los afligidos, echar los males de la vida.

Para la reflexión personal

Si me pongo en el lugar de la gente: ¿me considero perteneciente al grupo de los pequeños o de los doctores? ¿Por qué?
Me pongo en el lugar de Jesús: ¿cuál es la raíz de mi alegría? ¿Superficial o profunda?

Oración final

«Yo te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a ingenuos.» (cf Lc 10,21)

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Lectio lun, 28 de nov, 2022

Oración inicial

Concédenos, Señor Dios nuestro, permanecer alerta a la venida de tu Hijo, para que cuando llegue y llame a la puerta nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 8,5-11

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”. Él le contestó: “Voy a curarlo”.

Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.

Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: “Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos”.

Reflexión

El Evangelio de hoy es un espejo. Evoca en nosotros las palabras que repetimos durante la Misa antes de comulgar: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Mirando al espejo, este texto sugiere lo siguiente:

La persona que busca a Jesús es un pagano, un soldado del ejército romano, que dominaba y explotaba a la gente. No es la religión, ni el deseo de Dios, sino más bien el sufrimiento y la necesidad que le impulsan a buscar a Jesús. Jesús no tiene ideas preconcebidas. No exige nada antes, acoge y escucha la petición del oficial romano.

La respuesta de Jesús sorprende al centurión, ya que supera su expectativa. El centurión no esperaba que Jesús fuera a su casa. Se siente indigno: “Yo no soy digno”. Quiere decir que consideraba a Jesús como a una persona muy superior.

El centurión expresa su fe en Jesús diciendo: “Di una sola palabra y mi siervo sanará”. El cree que la palabra de Jesús es capaz de sanar. ¿De dónde le nace una fe tan grande? ¡De su experiencia profesional de centurión! Porque cuando un centurión da órdenes, el soldado obedece. ¡Tiene que obedecer! Y así se imagina que ocurra con Jesús: basta que Jesús diga una palabra, y las cosas acontecen según la palabra. El cree que la palabra de Jesús encierra una fuerza creadora.

Jesús queda admirado y elogia la fe del centurión. La fe no consiste en aceptar, repetir y declarar una doctrina, sino en creer y confiar en la persona de Jesús.

Para la reflexión personal

Si me pongo en el lugar de Jesús, ¿cómo acojo y escucho a las personas de otras religiones?

Si me pongo en el lugar del centurión: ¿cuál es la experiencia personal que me lleva a creer en Jesús?

Oración final

¡Acuérdate de mí, Yahvé, hazlo por amor a tu pueblo, ven a ofrecerme tu ayuda.
Para que vea la dicha de tus elegidos, me alegre con la alegría de tu pueblo. (Sal 106,4- 5)

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Lectio Dom, 27 de nov, 2022

Estar siempre preparados Dios puede llegar en cualquier momento Mateo 24, 37-44

Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

Lectura

Clave de lectura:

En la liturgia del primer domingo de Adviento, la Iglesia nos pone delante una parte del discurso de Jesús sobre el fin del mundo. Adviento significa Venida. Es el tiempo de la preparación para la venida del Hijo del Hombre en nuestra vida. Jesús nos exhorta a estar vigilantes. Nos pide estar atentos a los sucesos para descubrir en ellos la hora de la venida del Hijo del Hombre.

En este principio del Adviento, es importante purificar la mirada y aprender de nuevo a leer los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios. Y esto, para no ser sorprendidos, porque Dios puede venir sin avisar, cuando menos lo esperamos. Para ilustrar cómo deberíamos estar atentos a los acontecimientos, Jesús se apoya en el episodio del diluvio en tiempos de Noé.

En el curso de la lectura del texto, prestaremos atención a las comparaciones de las que se sirve Jesús para trasmitir su mensaje.

Una división del texto para ayudarnos en la lectura:

Mateo 24, 37-39: La venida del Hijo del Hombre será como en los días de Noé
Mateo 24, 40-41: Jesús aplica la comparación a aquellos que lo escuchan
Mateo 24, 42: La conclusión: ¡Vigilad!
Mateo 24, 43-44: La comparación para recomendar la vigilancia

El texto:

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Así como sucedió en tiempos de Noé, así también sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Entonces, de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado; de dos mujeres que estén juntas moliendo trigo, una será tomada y la otra dejada.

Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”.

Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

¿Cuál es la parte del texto que te ha llamado más la atención? ¿Por qué? ¿Dónde, cuándo y porqué Jesús ha pronunciado este discurso? ¿En qué consiste exactamente la vigilancia a la que nos exhorta Jesús?
“Una persona será tomada y otra será dejada”. ¿Qué quiere enseñar Jesús con esta afirmación?
Al tiempo de Mateo, las comunidades cristianas esperaban la venida del Hijo del Hombre en cierto modo. Y hoy, ¿cuál es nuestro modo de esperar la venida de Jesús? ¿Cuál es, según tu parecer, el centro o la raíz de esta enseñanza de Jesús?

Para los que desean profundizar más en el tema

Contexto del discurso de Jesús:

El Evangelio de Mateo:
En el Evangelio de Mateo hay cinco grandes discursos, como si fuesen una nueva edición de los cinco libros de la Ley de Moisés. El texto que meditamos en este domingo forma parte del quinto Discurso de esta Nueva Ley. Cada uno de los cuatro discursos precedentes ilumina un determinado aspecto del Reino de Dios anunciado por Jesús.

El primero: La justicia del Reino es la condición para entrar en el Reino (Mt del 5 al 7). El segundo: la misión de los ciudadanos del Reino (Mt 10).

El tercero: la presencia misteriosa del Reino en la vida de la gente (Mt 13). El cuarto: vivir el Reino en comunidad (Mt 18).

El quinto Sermón habla de la vigilancia en vista de la venida definitiva del Reino. En este último discurso, Mateo sigue el esquema de Marcos (cf Mc 13,5-37), pero añade algunas parábolas que hablan de la necesidad de la vigilancia y del servicio, de la solidaridad y de la fraternidad.

La espera de la venida del Hijo del Hombre:

Al final del primer siglo, las comunidades vivían en la espera de la venida inmediata de Jesús (1 Tes 5,1-11).

Basándose en algunas frases de Pablo (1 Tes 4,15-18) había personas que dejaron de trabajar pensando que Jesús estaba ya para llegar (2 Tes 2,1-2; 3,11-12). Ellos se preguntaban: Cuando venga Jesús ¿seremos levantado como Él al cielo? ¿Seremos tomados o dejados? (cfr Mt 24, 40-41). Había un clima semejante al de hoy, en el que muchos se preguntan: “Este terrorismo ¿es signo de que se acerca el fin del mundo?

¿Qué hacer para no ser sorprendidos?” Una respuesta a estas preguntas y preocupaciones nos vienen de las Palabras de Jesús, que Mateo nos transmite en el evangelio de este domingo.

Comentario del texto:

Mateo 24, 37-39: Jesús compara la venida del Hijo del Hombre a los días del Diluvio

“Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre”. Aquí, para aclarar su llamada a la vigilancia, Jesús recurre a dos episodios del Antiguo Testamento: Noé y el Hijo del Hombre. Los “días de Noé” se refieren a la descripción del Diluvio (Gén 6,5 a 8,14). La imagen del “Hijo del Hombre” viene de una visión del profeta Daniel (Dan 7,13). En los días de Noé, la mayoría de las personas vivían sin preocupaciones, sin darse cuenta de que en los acontecimientos se acercaba la hora de Dios. La vida continuaba “ y no se dieron cuenta, hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos”. Y Jesús concluye: “Así será también la venida el Hijo del hombre”. En la visión de Daniel, el Hijo del  Hombre vendrá de improviso sobre las nubes del cielo y su venida decretará el fin de los imperios opresores, que no tendrán futuro.

Mateo 24,40-41: Jesús aplica la comparación a los que escuchaban

“Entonces estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado”. Estas frases no deben ser tomadas literalmente. Es una forma para indicar el destino que las personas recibirán según la justicia de las obras por ellos practicadas. Algunos serán tomados, o sea, recibirán la salvación y otros no la recibirán. Así sucedió en el diluvio: “solo tú has sido justo en esta generación (Gen 7,1). Y se salvaron Noé y su familia.

Mateo 24,42: Jesús aporta la conclusión: ¡Vigilad!

Es Dios el que determina a hora de la venida del Hijo. Pero el tiempo de Dios no se mide con nuestro reloj o calendario. Para Dios, un día puede ser igual a mil años y mil años iguales a un día (Si 90,4; 2 Pe 3,8). El tiempo de Dios (kairós) es independiente de nuestro tiempo (cronos). Nosotros no podemos interferir el tiempo de Dios, pero debemos estar preparados para el momento en el que la hora de Dios se hace presente en nuestro tiempo. Puede ser hoy, puede ser de aquí a mil años.

Mateo 24, 43-44: Comparación: El Hijo del Hombre vendrá cuando menos se espera

Dios viene cuando menos se espera. Puede suceder que Él venga y la gente no se dé cuenta de la hora de su llegada. Jesús pide dos cosas: la vigilancia siempre atenta y al mismo tiempo, la dedicación tranquila de quien está en paz. Esta actitud es señal de mucha madurez, en la que se mezclan la preocupación vigilante y la tranquila serenidad.

Madurez que consigue combinar la seriedad del momento con el conocimiento de la relatividad de todo.

Ampliando información para poder entender mejor el texto:

¿Cómo vigilar para prepararse?

Nuestro texto va precedido de la parábola de la higuera (Mt 24,32-33). La higuera era un símbolo del pueblo de Israel (Os 9,10; Mt 21,18). Cuando pide que se observe a la higuera, Jesús pide observar y analizar los hechos que están sucediendo. Es como si Jesús nos dijese: “Vosotros debéis aprended de la higuera a leer los signos de los tiempos y así descubriréis dónde y cuándo Dios entra en vuestra historia”.

La certeza que nos viene comunicada por Jesús

Jesús nos deja una doble certeza para orientar nuestro camino en la vida: (1) llegará el fin con seguridad; (2) ninguno sabe ciertamente ni el día ni la hora del fin del mundo. “ Porque en cuanto a la hora y al día ninguno lo sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni tampoco el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt 24,36). A pesar de todos los cálculos que puedan hacer los hombres sobre el fin del mundo, ningún cálculo da la certeza. Lo que da seguridad no es el conocimiento de la hora del fin, sino la Palabra de Jesús presente en la vida. El mundo pasará, pero su palabra no pasará jamás (cfr Is 40, 7-8).

¿Cuándo vendrá el fin del mundo?

Cuando la Biblia habla del “fin del Mundo”se refiere, no al fin del mundo, sino al fin de un mundo: Se refiere al fin de este mundo, donde reina la injusticia y el poder del mal  que amargan la vida. Este mundo de injusticia tendrá fin y a su puesto vendrá “un cielo nuevo y una tierra nueva”, anunciados por Isaías (Is 65,15-17) y previsto por el Apocalipsis (Ap 21,1). Ninguno sabe cuándo ni cómo será el fin de este mundo (Mt 24,36), porque ninguno sabe lo que Dios tiene preparado para los que le aman (1 Cor 2,9). El mundo nuevo de la vida sin muerte supera todo, como el árbol supera a su simiente ( 1 Cor 15,35-38). Los primeros cristianos estaban ansiosos por asistir a este fin (2 Tes 2,2).

Seguían mirando al cielo, esperando la venida de Cristo (Act 1,11). Algunos ya no trabajaban (2 Tes 3,11). Pero, “no nos corresponde a nosotros conocer los tiempos y momentos que el Padre tiene reservado en virtud de su poder” (Act 1,7). El único modo de contribuir a la venida del fin “de modo que puedan llegar los tiempos de la consolación” (Act 3,20), es dar testimonio del Evangelio en todo lugar, hasta los extremos confines de la tierra (Act 1,8).

Oración: Salmo 46 (45)

“¡Dios está con nosotros! ¡No temamos!”
Dios es nuestro refugio y fortaleza, socorro en la angustia, siempre a punto.
Por eso no tememos si se altera la tierra, si los montes vacilan en el fondo del mar, aunque sus aguas bramen y se agiten, y su ímpetu sacuda las montañas. ¡Un río!
Sus brazos recrean la ciudad de Dios, santifican la morada del Altísimo. Dios está en medio de ella, no vacila, Dios la socorre al despuntar el alba.
Braman las naciones, tiemblan los reinos, lanza él su voz, la tierra se deshace. ¡Con nosotros Yahvé Sebaot, nuestro baluarte el Dios de Jacob!
Venid a ver los prodigios de Yahvé, que llena la tierra de estupor.
Detiene las guerras por todo el orbe; quiebra el arco, rompe la lanza, prende fuego a los escudos. «Basta ya, sabed que soy Dios, excelso sobre los pueblos, sobre la tierra excelso». ¡Con nosotros Yahvé Sebaot, nuestro baluarte el Dios de Jacob!

Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

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Lectio sáb, 26 de nov, 2022

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Lucas 21,34-36

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Estén alerta, para que los vicios, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos; porque caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra.

Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre’’.

Reflexión

Estamos llegando al final del largo discurso apocalíptico y también al final del año litúrgico. Jesús da un último consejo convocándonos a la vigilancia (Lc 21,34-35) y a la oración (Lc 21,36).

Lucas 21,34-35: Cuidado para no perder la conciencia crítica. “Cuidad que no se emboten vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra”. Un consejo similar Jesús lo había dado ya cuando le preguntaron sobre la llegada del Reino (Lc 17,20-21). El responde que la llegada del Reino acontece como un relámpago. Viene de repente, sin previo aviso. Las personas han de estar atentas y preparadas, siempre (Lc 17,22-27). Cuando la espera es larga, corremos el peligro de quedar desatentos y no prestar más atención a los acontecimientos “los corazones se embotan por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida”. Hoy, las muchas distracciones nos vuelven insensibles y la propaganda puede hasta pervertir en nosotros el sentido de la vida. Ajenos a los sufrimientos de tanta gente del mundo, no percibimos las injusticias que se cometen.

Lucas 21,36: La oración como fuente de conciencia crítica y de esperanza. “Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza, logréis escapar y podáis manteneros en pie delante del Hijo del hombre. . La oración constante es un medio muy importante para no perder la presencia de espíritu. La oración nos ayuda a profundizar en nosotros la conciencia de la presencia de Dios en medio de nosotros y, así, sacar fuerza y luz para aguantar los malos días y crecer en la esperanza.

Resumen del Discurso Apocalíptico (Lc 21,5-36). Hemos pasado cinco días, desde el martes hasta hoy sábado, meditando y profundizando sobre el significado del Discurso Apocalíptico para nuestras vidas. Los tres evangelios sinópticos traen este discurso de Jesús, cada uno a su manera. Vamos a ver de cerca la versión que nos ofrece el evangelio de Lucas. He aquí un breve resumen de lo que meditamos esos cinco días.

Todo el Discurso Apocalíptico es un intento para ayudar a las comunidades perseguidas a situarse dentro del conjunto del plan de Dios y así tener esperanza y valor para seguir firme por el camino. En el caso del Discurso Apocalíptico del evangelio de Lucas, las comunidades perseguidas vivían en el año 85. Jesús hablaba en el año 33. Su discurso describe las etapas o las señales o de la realización del plan de Dios. En todo son 8 señales o periodos desde Jesús hasta el final de los tiempos. Leyendo e interpretando su vida a la luz de las señales dadas por Jesús, las comunidades descubrían en qué medida estaban realizando el plan. Las siete primeras señales habían acontecido ya. Pertenecían todas al pasado. Pero sobre todo en la 6ª y en la 7ª señal (persecución y destrucción de Jerusalén) las comunidades encuentran la imagen o el espejo de lo que estaba ocurriendo en el presente. He aquí las siete señales:

Introducción al Discurso (Lc 21,5-7)

1a señal: los falsos mesías (Lc 21,8);
2a señal: guerras y revoluciones (Lc 21,9);
3a señal: nación contra otra nación, un reino contra otro reino, (Lc 21,10);
4a señal: terremotos en varios lugares (Lc 21,11);
5a señal: hambre, peste y señales en el cielo (Lc 21,11);
6ª señal: la persecución de los cristianos y la misión que deben realizar (Lc 21,12-19) + Misión
7ª señal: la destrucción de Jerusalén (Lc 21,20-24) Al llegar a esta última señal, las comunidades concluyen: “Estamos en la 6ª y en la 7ª señal”. Y aquí viene la pregunta más importante: “¿Cuánto falta para que llegue el fin?” A aquel que está siendo perseguido no le importa el futuro distinto, quiere saber si estará vivo el día siguiente o si tendrá la fuerza para aguantar la persecución hasta el día siguiente. La respuesta a esta pregunta inquietante la tenemos en la octava señal:
8ª señal: cambios en el sol y en la luna (Lc 21,25-26) que anuncian la llegada del Hijo del Hombre. (Lc 21,27-28).

Conclusión: falta poco, todo está conforme con el plan de Dios, todo es dolor de parto, Dios está con nosotros. Nos da fuerza para aguantar. Vamos a testimoniar la Buena Noticia de Dios traída por Jesús. En definitiva, Jesús confirma todo con su autoridad (Lc 21,29-33).

Para la reflexión personal

Jesús pide vigilancia para que no seamos sorprendidos por los hechos. ¿Cómo vivo este consejo de Jesús?

La última petición de Jesús al final del año litúrgico es ésta: Estad en vela, orando en todo tiempo. ¿Cómo vivo este consejo de Jesús en mi vida?

Oración final

Un gran Dios es Yahvé, Rey grande sobre todos los dioses;
Él sostiene las honduras de la tierra, suyas son las cumbres de los montes;
suyo el mar, que él mismo hizo,
la tierra firme que formaron sus manos. (Sal 95,3-5)

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Lectio vie, 25 de nov, 2022

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Lucas 21,29-33

En aquel tiempo, Jesús propuso a sus discípulos esta comparación: “Fíjense en la higuera y en los demás árboles. Cuando ven que empiezan a dar fruto, saben que ya está cerca el verano. Así también, cuando vean que suceden las cosas que les he dicho, sepan que el Reino de Dios está cerca. Yo les aseguro que antes de que esta generación muera, todo esto se cumplirá. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse”.

Reflexión

El evangelio de hoy nos trae las recomendaciones finales del Discurso Apocalíptico. Jesús insiste en dos puntos: (a) en la atención que hay que dar a los signos de los tiempos (Lc 21,29-31) y (b) en la esperanza, fundada en la firmeza de la palabra de Jesús, que expulsa el miedo y la desesperanza (Lc 21,32-33).

    Lucas 21,29-31: Mirad la higuera y todos los árboles. Jesús manda mirar la naturaleza: «Mirad la higuera y todos los demás árboles. Cuando veis que echan brotes, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el Reino de Dios está cerca” Jesús pide que la gente contemple los fenómenos de la naturaleza para aprender de ellos cómo leer e interpretar las cosas que están aconteciendo en el mundo. Los brotes en la higuera son una señal evidente de que el verano está llegando. Así también aquellas siete señales son la prueba de que “¡el Reino de Dios está cerca!” Hacer este discernimiento no es fácil. Una persona sola no se da cuenta del mensaje. Es reflexionando juntos en comunidad que la luz aparece. Y la luz es ésta: experimentar en todo lo que acontece una llamada a no encerrarse en el momento presente, sino mantener el horizonte abierto y percibir en todo una flecha que apunta más allá, hacia el futuro. Pero la hora exacta de la llegada del Reino nadie la sabe. En el evangelio de Marcos, Jesús llega a decir: «Cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.» (Mc 13,32).

Lucas 21,32-33: “Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Esta palabra de Jesús evoca la profecía de Isaías que decía: «Toda carne es hierba y toda su gloria como flor del campo. Sécase la hierba, marchítase la flor cuando pase sobre ella el soplo de Yahvé. Sécase la hierba, marchítase la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre” (Is 40,7-8). La palabra de Jesús es la fuente de nuestra esperanza. ¡Lo que dice acaecerá!

La venida del Mesías y el fin del mundo. Hoy mucha gente vive preocupada con el fin del mundo. Algunos se basan en una lectura errada y fundamentalista del Apocalipsis de Juan, y llegan a calcular la fecha exacta del fin del mundo. En el pasado, a partir de los “mil años” mencionados en el Apocalipsis (Ap 20,7), la gente solía repetir: “¡El año 1000 pasó, pero el 2000 no pasará!” Por esto, en la medida en que se iba acercando el año 2000, muchos quedaban preocupados. Hubo hasta gente que, angustiada con la llegada del fin del mundo, llegó a suicidarse. Pero en año 2000 pasó y nada aconteció. ¡El fin del mundo no llegó! La misma problemática estaba viva en las comunidades cristianas de los primeros siglos. Ellas vivían en la expectativa de la venida inminente de Jesús. Jesús vendría a realizar el Juicio Final para terminar con la historia injusta del mundo acá abajo e inaugura una nueva fase de la historia, la fase definitiva del Nuevo Cielo y de la Nueva Tierra. Pensaban que esto ocurriría dentro de una o dos generaciones. Mucha gente estaría con vida todavía cuando Jesús iba a aparecer glorioso en el cielo (1Ts 4,16-17; Mc 9,1). Y había hasta personas que habían dejado de trabajar, porque pensaban que la venida fuera cosa de pocos días o de semanas (2Tes 2,1-3; 3,11).

Así pensaban. Pero hasta ahora, la venida de Jesús ¡todavía no ha ocurrido! ¿Cómo entender esta demora? En las calles de la ciudad, la gente ve pintadas en las paredes las palabras ¡Jesús volverá! ¿Viene o no viene? ¿Y cómo será su venida? Muchas veces la afirmación “Jesús volverá” es usada para dar miedo a las personas y obligarlas a ir a una determinada iglesia.

En el Nuevo Testamento, el retorno de Jesús es siempre motivo de alegría y de paz. Para los explotados y oprimidos, la venida de Jesús es una Buena Noticia. ¿Cuándo vendrá? Entre los judíos, las opiniones eran muy variadas. Los saduceos y los herodianos decían: “¡Los tiempos mesiánicos llegaron ya!” Pensaban que su bienestar durante el gobierno de Herodes fuera expresión del Reino de Dios. Por esto, no querían cambio y estaban en contra de la predicación de Jesús que convocaba a la gente para cambiar y convertirse. Los fariseos decían: “¡La llegada del Reino va a depender de nuestro esfuerzo en la observancia de la ley!” Los esenios decían: “El Reino prometido llegará sólo cuando hayamos purificado el país de todas las impurezas”. Entre los cristianos había la misma variedad de opiniones. Algunos de la comunidad de Tesalónica en Grecia, apoyándose en la predicación de Pablo, decían: “¡Jesús volverá!” (1 Tes 4,13-18; 2 Tes 2,2). Pablo responde que no era tan simple como se lo imaginaban.

Y a los que habían dejado de trabajar decía: “¡Quien no quiere trabajar, que no coma!” (2Tes 3,10). Probablemente se trataba de gente que a la hora del almuerzo iba a mendigar comida a casa del vecino. Los cristianos opinaban que Jesús volvería después que el evangelio fuera anunciado al mundo entero (Hechos 1,6-11). Y pensaban que cuanto mayor fuera el esfuerzo de evangelizar, más rápidamente vendría el fin del mundo. Otros, cansados de esperar, decían: “¡No volverá!” (2 Pd 3,4). Otros basándose en las palabras de Jesús, decían con acierto: “¡Ya está en medio de nosotros!” (Mt 25,40).

Hoy pasa lo mismo. Hay gente que dice: “Como van las cosas, está bien tanto en la Iglesia como en la sociedad”. No quieren cambios. Otros esperan el retorno inmediato de Jesús. Otros piensan que Jesús volverá por medio de nuestro trabajo y anuncio. Para nosotros, Jesús está en medio de nosotros (Mt 28,20). Él ya está de nuestro lado en la lucha por la justicia, por la paz, por la vida. Pero la plenitud no ha llegado todavía. Por esto, esperamos con firme esperanza la liberación total de la humanidad y de la naturaleza (Rom 8,22-25).

Para la reflexión personal

Jesús pide que miremos la higuera, para contemplar los fenómenos de la naturaleza. En mi vida ¿aprendí alguna cosa contemplando la naturaleza?
Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará”. ¿Cómo encarno estas palabras de Jesús en mi vida?

Oración final

Señor, dichosos los que moran en tu casa y pueden alabarte siempre; dichoso el que saca de ti fuerzas cuando piensa en las subidas. (Sal 84,5-6)

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Lectio jue, 24 de nov, 2022

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Lucas 21, 20-28

Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando vean a Jerusalén sitiada por un ejército, sepan que se aproxima su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en la ciudad, que se alejen de ella; los que estén en el campo, que no vuelvan a la ciudad; porque esos días serán de castigo para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Pobres de las que estén embarazadas y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre el país y el castigo de Dios se descargará contra este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumpla el plazo que Dios les ha señalado.
Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación».

Reflexión

En el evangelio de hoy sigue el Discurso Apocalíptico con más señales, la 7ª y la 8a, que debían de acontecer antes de la llegada del fin de los tiempos o mejor antes de la llegada del fin de este mundo para dar lugar al nuevo mundo, al “cielo nuevo y a la tierra nueva” (Is 65,17). La séptima señal es la destrucción de Jerusalén y la octava es los cambios en la antigua creación.

Lucas 21,20-24. La séptima señal: la destrucción de Jerusalén. Jerusalén era para ellos la Ciudad Eterna. Y ahora ¡estaba destruida! ¿Cómo explicar este hecho? ¿Dios no tiene en cuenta el mensaje? Es difícil para nosotros imaginarnos el trauma y la crisis de fe que la destrucción de Jerusalén causó en las comunidades de tantos judíos y cristianos.

Cabe aquí una breve observación sobre la composición de los Evangelios de Lucas y    de Marcos. Lucas escribe en el año 85. Se sirve del evangelio de Marcos para  componer su narrativa sobre  Jesús.  Marcos escribe en el  año 70, el  mismo año en  que Jerusalén estaba siendo cercada y destruida por los ejércitos romanos. Por esto, Marcos escribió dando una cita al lector: “Cuando vierais la abominable desolación instalada donde no debe – el que lee entienda – entonces los  que  estén en Judea  huyan a los montes” (Mc 13,14). Cuando Lucas menciona la destrucción de Jerusalén, Jerusalén estaba en ruinas desde hace quince años. Por esto él omite el paréntesis de Marcos. Lucas dice: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación.

Entonces, los que estén en Judea que huyan a los montes; los que estén en medio de la ciudad que se alejen; y los que estén en los campos que no entren en ella; porque éstos son días de venganza en los que se cumplirá todo cuanto está escrito.

¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra y cólera contra este pueblo. Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que el tiempo de los gentiles llegue a su cumplimiento”. Al oír a Jesús que anunciaba la persecución (6ª señal) y la destrucción de Jerusalén (7ª señal), los lectores de las comunidades perseguidas del tiempo de Lucas concluían: “Este es nuestro hoy. ¡Estamos en la 6ª señal!”

Lucas 21,25-26: La octava señal: mudanzas en el sol y en la luna. ¿Cuándo será el fin? Al final después de haber oído hablar de todas estas señales que ya habían acontecido, quedaba en pie la pregunta: “El proyecto de Dios avanza mucho y las etapas previstas por Jesús se realizaron ya. Ahora estamos en la sexta y en la séptima etapa. ¿Cuántas etapas o señales faltan hasta que llegue el fin? ¿Falta mucho?” La respuesta viene ahora en la 8ª señal: «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de la gente, trastornada por el estruendo del mar y de las olas. Los hombres se quedarán sin aliento por el terror y la ansiedad ante las cosas que se abatirán sobre el mundo, porque las fuerzas de los cielos se tambalearán”. La 8ª señal es diferente de las otras señales. Las señales en el cielo y en la tierra son una muestra de lo que está llegando, al mismo tiempo, el fin del viejo mundo, de la antigua creación y el comienzo de la llegada del cielo nueva y de la tierra nueva. Cuando la cáscara del huevo empieza a rasgarse es señal de que lo nuevo está apareciendo. Es la llegada del Mundo Nuevo que está provocando la desintegración del mundo antiguo. Conclusión: ¡falta muy poco! El Reino de Dios está llegando.

Lucas 21,27-28: La llegada del Reino de Dios y la aparición del Hijo del Hombre. “Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación.” En este anuncio, Jesús describe la llegada del Reino con imágenes sacadas de la profecía de Daniel (Dan 7,1-14). Daniel dice que, después de las desgracias causadas por los reinos de este mundo, vendrá el Reino de Dios. Los reinos de este mundo, todos ellos, tienen figura de animal: león, oso, pantera y bestias salvajes (Dn 7,3-7). Son reinos animales, deshumanizan la vida, como acontece con ¡el reino neoliberal hasta hoy! El Reino de Dios, pues, aparece como un aspecto del Hijo del Hombre, esto es, con un aspecto humano de gente (Dn 7,13). Es un reino humano.

Construir este reino que humaniza, es tarea de la gente de las comunidades. Es la nueva historia que debemos realizar y que debe reunir a la gente de los cuatro lados del mundo.

El título Hijo del Hombre es el nombre que a Jesús le gustaba usar. Solamente en los cuatro evangelios, este nombre aparece más de 80 (ochenta) veces. Todo dolor que soportamos desde ahora, toda la lucha a favor de la vida, toda la persecución por causa de la justicia, todo el dolor de parto es semilla del Reino que va a llegar en la 8ª señal.

Para la reflexión personal

Persecución de las comunidades. Destrucción de Jerusalén. Desesperación. Ante los acontecimientos que hoy hacen sufrir a la gente ¿me desespero? ¿Cuál es la fuente de mi esperanza?

Hijo de Hombre es el título que Jesús gustaba usar. El quería humanizar la vida. Cuanto más humano, más divino, decía el Papa León Magno. En mi relación con los demás, ¿soy humano?

Oración final

Bueno es Yahvé y eterno su amor, su lealtad perdura de edad en edad. (Sal 100,5)

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Lectio mié, 23 de nov, 2022

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Lucas 21,12-19

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Los perseguirán y los apresarán, los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernantes por causa mía. Con esto ustedes darán testimonio de mí.

Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes.

Los traicionarán hasta sus padres y hermanos, sus parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes, y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, ni un cabello de su cabeza perecerá. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida’’.

Reflexión

En el evangelio de hoy, que es la continuación del discurso iniciado ayer, Jesús enumera una señal más para ayudar las comunidades a situarse en los hechos y a no perder la fe en Dios, ni el valor para resistir contra los embates del imperio romano.

Repetimos las cinco primeras señales del evangelio de ayer:
1a señal: los falsos mesías (Lc 21,8);
2a señal: guerras y revoluciones (Lc 21,9);
3a señal: nación contra otra nación, un reino contra otro reino, (Lc 21,10);
4a señal: terremotos en varios lugares (Lc 21,11);
5a señal: hambre, peste y señales en el cielo (Lc 21,11);

Hasta aquí el evangelio de ayer. Ahora, en el evangelio de hoy, hay una señal más: 6a señal: la persecución de los cristianos (Lc 21,12-19)

Lucas 21,12. La sexta señal: la persecución Varias veces, en los pocos años que Jesús pasó entre nosotros, avisó a los discípulos de que iban a ser perseguidos. Aquí, en el último discurso, repite lo mismo y hace saber que hay que tener en cuenta la persecución a la hora de discernir los signos de los tiempos: «Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y cárceles y os llevarán ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio”. Y de estos acontecimientos, aparentemente tan negativos, Jesús había dicho: “No os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato. » (Lc 21,9). Y el evangelio de Marcos añade que todas estas señales son «¡apenas el comienzo de los dolores de parto!» (Mc 13,8) Ahora bien, los dolores de parto, aun siendo muy dolorosos para la madre, no son señal de muerte, sino de vida. ¡No son motivos de temor, sino de esperanza! Esta manera de leer los hechos daba mucha tranquilidad a las comunidades perseguidas. Así, leyendo u oyendo estas señales, profetizadas por Jesús en el año 33, los lectores de Lucas de los años ochenta podían concluir: «Todas estas cosas están aconteciendo según el plan previsto y anunciado por Jesús. por tanto, la historia no se escapó de las manos de Dios. ¡Dios está con nosotros!

Lucas 21,13-15: La misión de los cristianos en la época de la persecución. La persecución no es una fatalidad, ni puede ser motivo de  desaliento  o  de  desesperación, sino que hay que considerarla como una  oportunidad,  ofrecida  por  Dios, para que las comunidades lleven a cabo la misión de testimoniar con valor la  Buena Noticia de Dios.

Jesús dice: “esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.”. Por medio de esta afirmación, Jesús anima a los cristianos perseguidos que vivían angustiados. Hace saber que, aunque perseguidos, ellos tenían que cumplir una misión, a saber: dar testimonio de la Buena Noticia de Dios y así, ser una señal del Reino (Hechos 1,8). El testimonio valiente llevaría a la gente a repetir lo que dijeron los magos de Egipto ante las señales y el valor de Moisés y Aarón: “¡Aquí está la mano de Dios!” (Ex 8,15). Conclusión: si las comunidades no deben preocuparse, si todo está en las manos de Dios, si todo estaba ya previsto por Dios, si todo no es que dolor de parto, entonces no hay motivo para quedarse preocupados.

Lucas 21,16-17: Persecución dentro de la familia. “Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros.”. La persecución no viene de fuera, de parte del imperio, sino que viene de dentro, de la familia misma. En una misma familia, unos aceptaban la Buena Noticia, otros no. El anuncio de la Buena Noticia producía divisiones en la misma familia. Había personas que, basándose en la Ley de Dios, llegaban a denunciar y a matar a sus propios familiares que se declaraban seguidores de Jesús (Dt 13,7-12).

Lucas 21,18-19: La fuente de esperanza y de resistencia. “Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Esta observación final de Jesús recuerda la otra palabra que Jesús había dicho: “¡ni un cabello de vuestra cabeza caerá!” (Lc 21,18). Esta comparación era una llamada fuerte a no perder la fe y a seguir firme en la comunidad. Confirma lo que Jesús había hecho en otras ocasiones: “Quien quiere salvar su vida, la pierde, pero aquel que pierde su vida por causa mía, la salvará” (Lc 9,24).

Para la reflexión personal

¿Cómo sueles leer las etapas de la historia en tu vida y en la vida de tu país?
Mirando la historia de la humanidad de los últimos 50 años, la esperanza ¿aumentó o disminuyó en ti?

Oración final

Yahvé ha dado a conocer su salvación, ha revelado su justicia a las naciones; se ha acordado de su amor y su lealtad para con la casa de Israel. (Sal 98,2-3)

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Lectio mar, 22 de nov, 2022

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Lucas 21,5-11

En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”.

Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”

Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”.

Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles”.

Reflexión

En el evangelio de hoy empieza el último discurso de Jesús, llamado Discurso Apocalíptico. Es un largo discurso, que será el asunto de los evangelios de los próximos días hasta el final de esta última semana del año litúrgico. Para nosotros del Siglo XXI, el lenguaje apocalíptico es extraño y confuso. Pero para la gente pobre y perseguida de las comunidades cristianas de aquel tiempo era la manera que todos entendían y cuyo objetivo principal era animar la fe y la esperanza de los pobres y oprimidos. El lenguaje apocalíptico es fruto del testimonio de fe de estos pobres que, a pesar de las persecuciones y a pesar de lo que veían, seguían creyendo en que Dios estaba con ellos y que seguían siendo el Señor de la historia.

Lucas 21,5-7: Introducción al Discurso Apocalíptico. En los días anteriores al Discurso Apocalíptico, Jesús había roto con el Templo (Lc 19,45-48), con los sacerdotes y con los ancianos (Lc 20,1-26), con los saduceos (Lc 20,27-40), con los escribas que explotaban a las viudas (Lc 20,41-47) y al final vemos en el evangelio de ayer que teje el elogio de la viuda que dio en limosna todo aquello que poseía (Lc 21,1-4). Ahora, en el evangelio de hoy, al oír como “algunas personas hablaban del Templo, de cómo estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas”, Jesús responde anunciando la destrucción total del Templo: «De esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.» Al oír este comentario de Jesús, los discípulos preguntan: «Maestro, ¿cuándo sucederá esto? ¿Y cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?» Ellos quieren más información. El Discurso Apocalíptico que sigue es la respuesta de Jesús a esta pregunta de los discípulos sobre el cuándo y el cómo de la destrucción del Templo. El evangelio de Marcos informa lo siguiente sobre el contexto en que Jesús pronunció este discurso. Dice que Jesús había salido de la ciudad y estaba sentado en el Monte de los Olivares (Mc 13,2-4). Allí, desde lo alto del Monte, tenía una vista majestuosa del Templo. Marcos nos dice que eran sólo cuatro los discípulos que fueron a escuchar el último discurso. Al comienzo de su predicación, tres años antes, allí en Galilea, las multitudes iban detrás de Jesús para escuchar sus palabras.

Ahora, en el último discurso, hay apenas cuatro oyentes: Pedro, Santiago, Juan y Andrea (Mc 13,3). ¡Eficiencia y buen resultado no siempre se miden por la cantidad!

Lucas 21,8: Objetivo del discurso: «¡Mirad, no os dejéis engañar!» Los discípulos habían preguntado: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?” Jesús empieza su respuesta con una advertencia: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: `Yo soy’ y `el tiempo está cerca’. No les sigáis”. En época de mudanzas y de confusión siempre aparecen personas que quieren sacar provecho de la situación engañando a los demás. Esto acontece hoy y estaba ocurriendo en los años 80, época en que Lucas escribe su evangelio. Ante los desastres y guerras de aquellos años, ante la destrucción de Jerusalén del año 70 y ante la destrucción de la persecución de los cristianos por el imperio romano, muchos pensaban que el fin de los tiempos estuviera llegando. Y hasta había gente que decía: “Dios ya no controla los hechos. ¡Estamos perdidos! ” Por esto, la preocupación principal de los discursos apocalípticos es siempre la misma: ayudar a las comunidades a discernir mejor los signos de los tiempos para no dejarse engañar por las conversaciones de la gente sobre el fin del mundo: «Mirad, ¡no os dejéis engañar!».

Luego viene el discurso que ofrece señales para ayudarlos en el discernimiento y, así, aumentar en ellos la esperanza.

Lucas 21,9-11: Señales para ayudar a leer los hechos. Después de esta breve introducción, empieza el discurso propiamente dicho: “Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.» Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo.” Para entender bien estas palabras, es bueno recordar lo siguiente. Jesús vivía y hablaba en el año

Los lectores de Lucas vivían y escuchaban en el año 85. Ahora, en los años cincuenta, entre el año 33 y el año 85, la mayoría de las cosas mencionadas por Jesús habían acontecido ya y todos las conocían. Por ejemplo, en varias partes del mundo había guerras, aparecían falsos mesías, surgían enfermedades y pestes y, en Asia Menor, los terremotos eran frecuentes.

En un estilo bien apocalíptico, el discurso enumera todos estos acontecimientos, uno después de otro, como señales o como etapas del proyecto de Dios en la andadura de la historia del Pueblo de Dios, desde la época de Jesús hasta el fin de los tiempos:

1a señal: los falsos mesías (Lc 21,8);
2a señal: guerras y revoluciones (Lc 21,9);
3a señal: nación contra otra nación, un reino contra otro reino, (Lc 21,10);
4a señal: terremotos en varios lugares (Lc 21,11);
5a señal: hambre, peste y señales en el cielo (Lc 21,11);

Hasta aquí el evangelio de hoy. El evangelio de mañana trae una señal más: la persecución de las comunidades cristianas (Lc 21,12). El evangelio de pasado mañana trae dos señales más: la destrucción de  Jerusalén y el inicio de  la desintegración de     la creación. Así, por medio de estas señales del Discurso  Apocalíptico,  las  comunidades de los años ochenta, época en la que Lucas  escribe  su  evangelio,  podían calcular a qué altura se encontraba la ejecución del plan de Dios, y  descubrir  que la historia no se había escapado de la mano de Dios. Todo era conforme con lo    que Jesús había previsto y anunciado en el Discurso Apocalíptico.

Para la reflexión personal

¿Qué sentimiento te habitaba durante la lectura de este evangelio de hoy?
¿Sentimiento de miedo o de paz?
¿Piensas que el fin del mundo está cerca? ¿Qué responder a los que dicen que el fin del mundo está cerca? ¿Qué es lo que hoy anima a la gente a resistir y tener esperanza?

Oración final

Exulte delante de Yahvé, que ya viene, viene, sí, a juzgar la tierra! Juzgará al mundo con justicia, a los pueblos con su lealtad. (Sal 96,13)

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