Lectio Dom, 11 dic, 2022

El testimonio de Jesús sobre Juan Bautista
Mateo 11,2-11

Invocamos al Espíritu Santo

Espíritu de Dios,
que al comienzo de la creación
te cernías sobre los abismos del universo y transformabas en sonrisa de belleza
el gran despertar de las cosas, desciende ahora sobre la tierra
y dónale el escalofrío de los comienzos. Este mundo que envejece,
rózalo con el ala de tu gloria. Devuélvenos a los primeros gozos
Vuélvete sin medida sobre todas nuestras aflicciones.
Inclínate una vez más sobre nuestro viejo mundo en peligro.
Y el desierto finalmente de nuevo será jardín,
y en el jardín florecerá la justicia y fruto de la justicia será la paz.
Espíritu de Dios, que junto a las orillas del Jordán descendiiste plenamente sobre la cabeza de Jesús
y lo proclamaste Mesías,
inunda esta porción de tu cuerpo místico recogida ante ti.
Adórnala con un vestido de gracia.
Conságrala con la unción
e invítala a llevar el alegre anuncio a los pobres
y vendar las heridas de los corazones destrozados, a proclamar la libertad de los esclavos,
la liberación de los prisioneros
y a promulgar el año de misericordia del Señor. Líbranos del miedo del no poder más.
Que de nuestros ojos salgan invitaciones a sobrehumana transparencia.
Que de nuestro corazón brote abundantemente audacia mezclada con ternura. Que de nuestras manos se derrame la bendición del Padre
sobre todo lo que acariciamos.
Haz resplandecer de gozo nuestros cuerpos Revístelos de vestidos nupciales.
Y cíñelos con cinturas de luz,
para que, para nosotros y para todos, no tarde el Esposo.

Bello

El texto

Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»

Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí».

Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan: «¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? No. Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? No, ya que los que visten con lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, yo se lo aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino. Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él».

Volvemos a releer el texto evangélico

Susurramos con calma las palabras del evangelio, haciéndolas pasar poco a poco de la lengua a la mente, de la mente al corazón.

Gustamos con calma algunas de estas palabras…

Estamos junto a Jesús y escuchamos lo que le piden los discípulos de Juan: es una pregunta seria, de las que pueden cambiar la historia.

La respuesta de Jesús tiene un tono tranquilo, pero nos hiere el corazón como una flecha: la cosa está clara, ¡el Mesías esperado es É!

Deja que las preguntas, las dudas, los deseos y las esperanzas corran libremente en torno a la Palabra de Jesús. Deja que se encuentren y choquen con ella.

Alguna vez saldrá una respuesta, aunque sea parcial: no en las argumentaciones, sino mirando bien en la cara “A Aquel que viene” y que te está hablando ahora.

No te canses de repetir en voz baja su Palabra y de guardarla en el corazón, más allá de todas las dudas y problemas de la jornada.

Examinamos más de cerca el texto de Mateo

= Nuestro pasaje está colocado al principio de una nueva sección del evangelio (11,2- 12, 50): y es una serie de relatos sobre las actividades de Jesús que siguen al discurso sobre el apostolado. No se narran muchos milagros, sino que el evangelista pone el acento sobre la polémica entre Jesús y sus adversarios, en un creciendo que continuará por todo el resto del evangelio. El texto es, con mucha probabilidad, el reflejo de los  primeros debates teológicos entre los cristianos y los discípulos  de  Juan, centrado sobre la naturaleza de la misión de Jesús.

= Juan que estaba en la cárcel…: Llevaba Mateo tiempo sin hablar del Bautista (la última vez fue en 4,12) y ahora dice que él está en prisión, pero sólo contará las circunstancias de su encarcelamiento más adelante (14,3-12).

La cárcel para Juan , como para todos, es lugar de segregación, una especie de “mundo aparte” que lo vuelve casi extraño a todo lo que constituye la vida normal y deforma la percepción de las noticias que recibe del exterior. No nos extrañe, también por este motivo, la pregunta del Bautista que, precisamente, había sido el primero en reconocer en Jesús “el más potente” (3,11) y el juez escatológico que “tiene en una mano el bieldo” (3,12). inclinándose ante Él con humildad y temblor (cfr 3,11).

= Había oido hablar de las obras de Cristo…: La expresión “obras de Cristo” usada para resumir cuanto Jesús estaba haciendo, anticipa la respuesta que Él dará a la petición de Juan.

Juan Bautista, estando en la cárcel, escucha las noticias sobre Jesús: también nosotros cada día, estando en “nuestras prisiones” de soledad y de alejamiento de Dios o del dolor, escuchamos “cualquier cosa” que viene de muchas fuentes y nos sentimos perturbados.

A veces es difícil distinguir la buena noticia del evangelio en medio de tantas cosas que suceden cada día.

Sin embargo las obras del hombre Jesús son las “obras de Cristo”, aunque muchas veces no caigamos en la cuenta, tal como le sucede a Juan.

= ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? Juan, cuando bautizaba a las multitudes en el Jordán, había descrito un Mesías fuerte y severo para castigar los pecados de los hombres: “Aquel que viene en pos de mí es más fuerte que yo, y yo no soy digno ni siquiera de llevar sus sandalias; él os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Él tiene en la mano el bieldo, limpiará su era y recogerá su grano en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible” (Mt 3,11-12). En aquella severidad que azotaba en vista de la conversión y, por tanto, de la salvación, Juan había leído el sello de la misericordia de JHWH. Ahora sometido a la prueba de la cárcel, hecho frágil por el sentido de la impotencia y del fallo, víctima de la injusticia y de la prepotencia contra las que había luchado siempre, cree que el mal esté triunfando y está como desconcertado. Inmerso irremediablemente en esa niebla, no logra ver con claridad el poder de Dios en acción en las obras de Jesús.

Es lícito suponer: Jesús se estaba revelando gradualmente como Mesías, pero lo hacía rompiendo los cánones del ideal hebraico y de las acostumbradas interpretaciones de las sagradas Escrituras: no estaba “haciendo justicia”, no estaba separando los buenos de los malos como la criba separa el grano bueno de la paja; predicaba con energía la conversión, pero perdonaba a los pecadores; se mostraba “manso y humilde de  corazón” (Mt 11-29), abierto y disponible a todos , ajeno a cualquier forma chabacana de contestar al sistema. Es posible pensar, por esto, que Juan haya entrado en crisis, porque Jesús no correspondía al Mesías que él esperaba y que había siempre  predicado; por tanto, envía una delegación a Jesús para proponer algunas cuestiones y traer una palabra que ponga un poco de luz en este misterio de contradicción: ¿Quién eres tú, Jesús?¿Qué dices de ti mismo? ¿Cómo podemos creer en ti, si, de frente a la prepotencia e injusticia, te manifiestas como el Mesías paciente, misericordioso, no violento?

¿Quién de nosotros no ha intentado hacerse una idea más precisa de Áquel en el cual cree y en su modo de obrar, cuando la vida lo ha hecho enfrentarse a tantas contradicciones e injusticias, incluso en la Iglesia? ¿Quién de nosotros no se ha fatigado en ver e interpretar correctamente los signos de la presencia activa del Señor dentro de la propia historia? Es difícil acoger un Dios “diverso” de nuestros esquemas y por esto no podemos acusar al Bautista, porque también nosotros estamos sujetos a la tentación de querer un Dios que tenga nuestros sentimientos, gustos y que sea, más bien, algo vengativo en hacer “justicia”. Quisiéramos a veces un Dios hecho a nuestra imagen y semejanza, pero “mis pensamientos no son vuestros pensamientos, vuestros

caminos no son mis caminos.” (Is 55,8)

= Jesús les respondió: Id y contad a Juan lo que oís y veis: Jesús no responde de un modo rápido y directo, sino que muestra con claridad cómo los hechos que provienen de su acción están cambiando la historia y realizando las antiguas profecías sobre el Mesías. Ninguna respuesta “ preparada de antemano” por tanto, pero los discípulos deben regresar a Juan y referirle lo que ellos mismos han oído y visto, porque las curaciones, las resurrecciones y la liberación son ya signo inequívocos de la mesianidad de Jesús de Nazaret. Debemos aprender cada día a anunciar la buena noticia a partir de lo que nosotros mismos sentimos y vemos. El testimonio fraterno e indispensable para comunicar el evangelio.

Cristo se somete humildemente al interrogatorio y responde indicando a los discípulos de Juan un verdadero y propio método de comprensión y de anuncio: “Id y contad a Juan lo que oís y veis”. El cuarto evangelista reclama el mismo método abriendo su primera carta: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oido, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que nuestras manos han tocado, o sea el Verbo de la vida (porque la vida se ha hecho visible, y nosotros hemos visto y por eso damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba junto al Padre y se ha hecho visible a nosotros) lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros” (Jn 1,1-3). Este es el método misionero adoptado por la Iglesia primitiva: el método aprendido de la encarnación del Verbo.

El anuncio verdadero y eficaz pasa a través de comunicación sencilla y modesta de la experiencia personal: las palabras sin rumor de una vida tejida de fe.

= Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen … y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; En estas palabras, suma de diversas citas de Isaías (28, 18-19; 35, 5-6; 42, 18; 61,1), está el corazón de la respuesta de Jesús y de todo nuestro pasaje. El Señor presenta su propia obra no como juicio y dominio, sino como bendición divina para los necesitados del Pueblo.

Es significativo que los pasajes proféticos citados no contengan referencias a la lepra y a la muerte, que sin embargo el evangelista pone en boca de Jesús. Esto pone de relieve la novedad que Jesús trae en su manera de realizar las profecías sobre el Mesías esperado de Israel. Las obras de Jesús son grandes, pero Él es uno de los “pequeños” del que habla con predilección, es un “pobre de JHWH” que ya ve la cruz al final de su camino como hombre. Esto es insoportable para el que espera un Mesías triunfante.

Dichoso el que oye y ve con un corazón lleno de fe.

Indirectamente, Jesús invita al mismo Juan a oir y ver lo que él está enseñando y haciendo. Así el último de los profetas podía recordar y ahora reconocer que cuanto Jesús dice y hace corresponde a las grandes profecías mesiánicas, de las cuáles es rico el Antiguo Testamento. Es el mecanismo de la “memoria religiosa”, sin la cual la fe no se enciende nunca, y sobre todo, no puede sobrevivir a los golpes de los escándalos que la vida pone delante: las obras de Dios del pasado son el signo de su fidelidad a las promesas y prenda de sus obras del futuro.

Empeñarse en recordar cada día “las grandes cosas” que Dios ha hecho por nosotros y en nosotros (cfr Lc 1,49), no significa caer en una estéril repetición, sino llevar la semilla de la gracia activa de Dios poco a poco hasta lo más profundo de nosotros mismos, para que pueda germinar y dar fruto. También la Eucaristía es recuerdo: es “memorial de la Pasión del Señor”, recuerdo vivo y actual de la salvación otorgada a cada uno de nosotros.

= ¡Dichoso áquel que no halle escándalo en mí! : Escándalo” es un vocablo griego: la “piedra de tropiezo” preparada para golpear de sorpresa a una persona. No obstante el significado que nosotros atribuimos en general a esta palabra, en la Biblia”escándalo” puede ser tanto algo negativo como algo positivo.

Jesús es uno que escandaliza a sus conciudadanos por sus orígenes de poca alcurnia y poco apropiados al Mesías glorioso; escandaliza a los fariseos con sus zahirientes palabras, escandaliza a los discípulos del Bautista con su obrar fuera de los esquemas preconcebidos y escandaliza a sus discípulos con su propia muerte infame…

El mismo Jesús, sin embargo, no elogia ni escandaliza a los pequeños o aquéllos que son ocasión de escándalo (cfr Mt 5,29) a la fe o la moral, induciendo a los otros a correr por caminos equivocados.

El tipo de escándalo del cual tenemos necesidad es el que nace del vivir radicalmente el evangelio, el que nos saca de nuestras costumbres de vida y de nuestros esquemas mentales.

En nuestra vida estamos llamados todos a “escandalizar” el mundo con el escándalo del Evangelio demostrando con la vida que no nos atamos a usos y costumbres lejanos de la fe cristiana, de rechazar compromisos que generan injusticias, de preocuparse por los pobres y los últimos.

= ¿Qué saliste a ver en el desierto?: No obstante la debilidad demostrada en la pregunta puesta por Juan, Jesús describe con entusiasmo a su precursor como un profeta que a su palabra ardiente une los signos vivos e incontestables de su relación privilegiada con Dios en nombre del cual habla al Pueblo. Todavía más, con esta serie de seis preguntas retóricas y tres proposiciones positivas, Jesús afirma que Juan es más que un profeta: es aquel de quien hablan las antiguas Escrituras de los padres, el mensajero que prepara el camino al Señor (Mt 3,3), según cuanto habían dicho los antiguos profetas (Mal 3,1; Ex 23,20). Sin embargo el Señor no se espera a explicar los motivos de su afirmación, quizás son demasiados evidentes a los oyentes.

= No ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista: Juan no es sólo un eminente profeta y el precursor del Mesías ( porque es evidente que Jesús se retiene como tal), sino que es grande también como hombre, más que todo sus contemporáneos y hombres de las épocas precedentes. Es una alabanza de tipo estrictamente personal, la que Jesús dirige al prisionero de Herodes y no sólo una hipérbole. Con estas palabras, Jesús anticipa el acercamiento entre Juan Bautista y Elías, que será explícito en el versículo 14: “si queréis oírlo, él es Elías que debe venir”.

La expresión “entre los nacidos de mujer” tiene un típico sabor semita, pero contiene también una alusión al misterio del origen de Jesús: también Él “ha nacido de mujer”, pero sólo en la carne, porque su génesis humano –divina está más allá de la simple humanidad.

Nuestro nacimiento de “hijo de Dios” por medio de la fe también está envuelta en el misterio: “no de la sangre ni por el querer de la carne, ni por el querer del hombre, sino por Dios” han sido engendrados (Jn 1,13). Nosotros somos “nacidos de mujer”, pero no estamos destinados a la tierra, sino más bien al Reino de los cielos y allí seremos valorados por la fe y sus obras, fruto de la acogida de la gracia bautismal.

= Sin embargo, el más pequeño…: esta parte de la frase, (quizás una glosa primitiva) parece limitar la entusiasta presentación del Bautista. Por cuanto sea el más grande entre los hombres, Juan es pequeño en el Reino, porque allí todo está medido según criterios muy diversos de los de la tierra: la medida de los tiempos nuevos que están viniendo y han empezado con la venida del Hijo de Dios. Lo que pertenece a esta generación del todo nueva, es mayor que cualquiera que haya vivido en la época precedente, también que Juan el Bautista.

El contraste entre “grande” y “pequeño” se ha puesto a propósito para aclarar a todos los creyentes que para ser grande es necesario convertirse cada vez en más pequeño. En su “grandeza” humana Juan viene señalado por Jesús como el más pequeño en el reino y también por Juan se pone la exigencia evangélica de “hacerse pequeño” en las manos de Dios. Es la misma exigencia que se pone cada día para cada uno de nosotros tentados de asemejarnos a los “grandes” y a los “poderosos” al menos en el deseo.

Oramos la Palabra dando gracias al Señor

Dios de nuestro gozo, dador de toda salvación (Salmo 146)
Yahvé guarda por siempre su lealtad, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos.
Yahvé libera a los condenados. Yahvé abre los ojos a los ciegos, Yahvé endereza a los encorvados, Yahvé protege al forastero, sostiene al huérfano y a la viuda. Yahvé ama a los honrados, y tuerce el camino del malvado. Yahvé reina para siempre, tu Dios, Sión, de edad en edad.

De la Palabra a la contemplación

Señor Jesús
que “estás por venir”.
No tardes más
y escucha el grito de los pobres
que te miran para obtener la salvación, justicia y paz.
Danos ojos limpios y un corazón puro
para saber discernir tu presencia activa y fecunda en los acontecimientos
de nuestro “hoy”
que se nos presenta tan gris y falto de rayos de esperanzas. ¡Ven, Señor Jesús!
“El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven!» Y el que escucha diga: «¡Ven!»
El que tenga sed venga;
y el que quiera tome gratis el agua de la vida.
Aquel que testifica estas cosas dice: «¡Sí, vendré pronto!» Amén. Ven, Señor Jesús.” (Ap 22,17,20)

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Lectio sáb, 10 dic, 2022

Oración inicial

Dios todopoderoso: que amanezca en nuestros corazones el resplandor de tu gloria, Cristo, tu Hijo, para que su venida ahuyente las tinieblas del pecado y nos manifieste como hijos de la luz. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 17,10-13

En aquel tiempo, los discípulos le preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?”

Él les respondió: “Ciertamente Elías ha de venir y lo pondrá todo en orden. Es más, yo les aseguro a ustedes que Elías ha venido ya, pero no lo reconocieron e hicieron con él cuanto les vino en gana. Del mismo modo, el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos”.

Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.

Reflexión

Los discípulos acaban de ver a Moisés y a Elías ante Jesús en la transfiguración sobre el monte (Mt 17,3). La gente en general creía que Elías tenía que volver para preparar la llegada del Reino. El profeta Malaquías decía: “Les voy a mandar al profeta Elías antes que llegue el día de Yahvé, que será grande y temible. El reconciliará a los padres con los hijos y a éstos con sus padres, para que cuando yo llegue no tenga que maldecir a este país.” (Ml 3,23-24; cf. Eccl 48,10). Los discípulos quieren saber: «¿Qué significa la enseñanza de los doctores de la Ley, cuando dicen que Elías tiene que venir antes?» Ya que Jesús, el mesías, estaba ya allí, había llegado, y Elías no había llegado aún. ¿Cuál es el valor de esta enseñanza de la vuelta de Elías?”

Jesús contesta: “Elías ya vino y no le reconocieron, sino que lo trataron como se le antojó. Y también harán padecer al Hijo del hombre”. Y entonces los discípulos comprendieron que Jesús se refería a Juan Bautista.

En esa situación de dominación romana que desintegraba el clan y la convivencia familiar, la gente esperaba que Elías volviera para reconstruir las comunidades: reconducir el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres. Esta era la gran esperanza de la gente. Hoy también, el sistema neoliberal desintegra las familias y promueve la masificación que destruye la vida.

Reconstruir y rehacer el tejido social y la convivencia comunitaria de las familias es peligroso, porque mima la base del sistema de dominio. Por esto mataron a Juan el Bautista. El tenía un proyecto de reforma de la convivencia humana (cf. Lc 3,7-14). Realizaba la misión de Elías (Lc 1,17). Por esto le mataron.

Jesús continúa la misma misión que Juan: reconstruir la vida en comunidad. Porque Dios es Padre, y nosotros somos todos hermanos y hermanas. Jesús reúne dos amores: amor hacia Dios y amor hacia el prójimo y le da visibilidad en la nueva forma de convivencia. Por esto, al igual que Juan, le mataron. Por esto, Jesús, el Hijo del Hombre, será condenado a muerte.

Para la reflexión personal

Me pongo en el lugar de los discípulos: ¿la ideología del consumismo tiene poder sobre mí?
Me pongo en el lugar de Jesús: ¿Tengo fuerza para reaccionar y crear una nueva convivencia humana?

Oración final

Que tu mano defienda a tu elegido, al hombre que para ti fortaleciste.
Ya no volveremos a apartarnos de ti,
nos darás vida e invocaremos tu nombre. (Sal 80,18-19)

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Lectio vie, 9 dic, 2022

Oración inicial

Señor, que tu pueblo permanezca en vela aguardando la venida de tu Hijo, para que, siguiendo las enseñanzas de nuestro Salvador, salgamos a su encuentro, cuando él llegue, con las lámparas encendidas. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 11,16-19

Jesús dijo: “¿Con qué podré comparar a esta gente? Es semejante a los niños que se sientan en las plazas y se vuelven a sus compañeros para gritarles: ‘Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado’.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron: ‘Tiene un demonio’. Viene el Hijo del hombre, y dicen: ‘Ése es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y gente de mal vivir’. Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras”.

Reflexión

A los líderes, a los sabios, no les gusta cuando alguien les critica o los desafía. Esto ocurría en tiempos de Jesús y ocurre hoy, en la sociedad civil y en la Iglesia. Juan el Bautista vio, criticó u no fue aceptado. Decían: “¡Está poseído por el demonio!” Jesús vio, criticó y no fue aceptado. Decían: “¡Está fuera de sí!”. –“¡Se ha vuelto loco!” (Mc 3,21) -“¡Está poseído por el demonio!” (Mc 3,22) -“¡Es un samaritano!” (Jn 8,48) -“¡No es de Dios!” (Jn. 9,16). Hoy ocurre lo mismo. Hay personas que se apegan a lo que siempre ha sido enseñado y no aceptan otro modo de explicar y vivir la fe. Luego inventan motivos y pretensiones para no adherir: -“¡Es marxismo!” -“¡Va en contra de la Ley de Dios!” -“¡Es desobediencia a la tradición y al Magisterio!”

Jesús se queja por la falta de coherencia de parte de su gente. Se inventan siempre algún pretexto para no aceptar el mensaje de Dios anunciado por Jesús. De hecho, es relativamente fácil encontrar argumentos y pretextos para rechazar a los que piensan de forma diferente a la nuestra.

Jesús reacciona y demuestra su incoherencia. Ellos se consideraban sabios, pero Jesús reacciona y demuestra su incoherencia. Ellos se consideraban sabios, pero eran como niños que quieren divertirse en la plaza y que se rebelan cuando la gente no se mueve según la música que tocan. O como los que se consideran sabios sin tener nada de realmente sabio. Aceptaban solamente aquellos que tenían las mismas ideas. Y así ellos mismos se condenaban, por su actitud incoherente.

Para la reflexión personal

¿Hasta que punto soy coherente con mi fe?
¿Tengo conciencia crítica hacia el sistema social y eclesiástico que, muchas veces, inventa motivos y pretensiones para legitimar la situación cualquier cambio?

Oración final

Feliz quien no sigue consejos de malvados ni anda mezclado con pecadores
ni en grupos de necios toma asiento,
sino que se recrea en la ley de Yahvé, susurrando su ley día y noche. (Sal 1,1-2)

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Lectio jue, 8 dic, 2022

La Anunciación Lucas 1,26-38

LECTIO

Oración inicial

Alégrate, Virgen María, ya surge la estrella de Jacob. Se cumplen hoy las Escrituras: como nube fecunda llega el Señor. Viene nuestro Dios, no está en silencio; ten atento el oído a su saludo.

Dulce es la palabra en sus labios, noble el diseño de su corazón. Resplandecen como alas de paloma los vestidos de su mensajero; desciende como céfiro de estío sobre ti, fecundo, su consuelo Despliega su fuerza nuestro Dios, en tu carne encuentra su descanso; encuentra en ti su santuario, alábalo y ámalo por siempre.

Mira, aparece su cortejo, delante de él camina la justicia. Dominará el orgullo de los fuertes. Devolverá a los humildes su vigor Extenderá su gran misericordia sobre todos los que temen su nombre; humilde esclava del Señor, téjenos las alabanzas del Amor.

Lectura del Evangelio: Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Un momento de silencio:

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

MEDITATIO

Clave de lectura:

Aunque se repiten los temas de Mateo y Marcos, el Evangelio de Lucas es una composición original en muchos  aspectos. El evangelista coloca en su  narración material nuevo con respecto a las otras narraciones evangélicas. En los primeros dos capítulos que tratan de la infancia de Jesús, Lucas se acerca a las tradiciones hebraicas con muchas referencias directas e indirectas al Antiguo Testamento. La teología, el simbolismo y todo el conjunto de los relatos de la infancia de Jesús han encontrado las raíces en el mundo semítico, diverso en muchas formas del mundo y del pensamiento griego. El evangelista ambienta el comienzo de su narración en el ambiente de los  anawîm, los pobres del Señor, o sea aquéllos que se someten con gusto a la voluntad de Dios, firme en la fe que el Señor les dará la salvación en el tiempo oportuno. A los anawîm el Señor promete enviar el Mesías “ enviado a llevar la buena nueva a los abatidos, a curar las llagas de los corazones destrozados, a proclamar la libertad de los cautivos, y  la liberación a los encarcelados, a promulgar el año de gracia del Señor, y un día de venganza para nuestro Dios, para consolar a todos los tristes, para alegrar a los afligidos de Sion…” (Is 61, 1ss). Esta promesa de Dios se cumplirá en Jesús de Nazareth que “ entrando según su costumbre el sábado en la sinagoga” (Lc 4,16), proclama que la promesa de Dios pronunciada por medio de Isaías “se ha cumplido” (Lc 4,21) en Él. Sólo los anawîm pueden recibir del hijo de José el carpintero y de María (Lc 4, 22; Mt 13, 53-58; Mc 6, 1-6; Jn 1,45) la alegre nueva de la salvación, los otros desgraciadamente se escandalizan de Él. El Mesías es humilde y dulce, su “ boca” pronuncia “palabras de gracia” (Lc 4,22) por esto para acogerlo se necesita prepararse, entrar dentro de sí mismo, para acoger al prometido de Israel. Por eso el Señor amonesta por medio del profeta: “ Buscad a Yahvé los humildes de la tierra, que practicáis su ley; buscad la justicia, buscad la mansedumbre, quizás quedaréis al abrigo de la ira del Señor (Sof 2,3).

En este contexto, “En el mes sexto, fue enviado el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazareth a una virgen desposada con un varón de la casa de David, llamado José. La virgen se llamaba María”. (Lc 1, 26-27). Esta virgen es una de los anawîm a la cual el Señor revela su salvación. Con ella se encuentran otros dos anawîm que “eran entrados en años” (Lc 1, 7), “un sacerdote llamado Zacarías” e Isabel que “era estéril” y por tanto sin hijo (Lc 1, 5-7). También a estos dos deshonrados (Gen 30,33; 1Sam 1, 5-8; 2Sam 6, 23; Os 9,11) se les anuncia la salvación del Señor. Desgraciadamente en Jerusalén, en el templo, durante la liturgia, lugar de la revelación, de la potencia y de la gloria de Dios, esta buena nueva no es acogida por el sacerdote (Lc 1, 8-23). Pero la Palabra de Dios no está ligada y no se la puede limitar. Dice en verdad el Santo de Israel: “Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el   pan para comer, así será la palabra salida de mi boca: no volverá a mí vacía sino que hace lo que yo quiero y cumple su misión” (Is 55, 10-11). Por eso, Isabel “en su vejez, ha concebido un hijo y este es el sexto mes para ella a la que todos llamaban estéril: nada es imposible para Dios” (Lc 1, 36-37). Este será el acontecimiento ofrecido a María como un signo “ de la potencia del Altísimo” (Lc 1, 35) que se extenderá como sombra sobre ella para concebir al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo que “descenderá” sobre ella (Lc 1, 34-35). El Hijo se llamará Jesús, “será grande y llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David su padre y reinará por siempre sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin” (Lc 1,31-33). Estas palabras del ángel recuerdan las mismas dirigidas a Acaz: “El Señor mismo os dará un signo. Helo aquí: la virgen concebirá y parirá un hijo, que se llamará Emmanuel” (Is 7, 14).

Por esto, después de la concepción de Juan, o sea “en el sexto mes” (Lc 1,26), la buena noticia es bien acogida “en una ciudad de la Galilea, llamada Nazaret” (Lc 1,26) por una doncella, “virgen, prometida como esposa” (Lc 1,27). “Nazaret” y “María” hacen contraste con “Jerusalén” y “sacerdote”; así como también es contrastante la frase “  presentándose a ella” con la palabra “templo”. El Señor se revela en lugares humildes y es acogido por gente humilde de las que, a juicio de los hombres, no “puede venir nada de bueno” (Jn 1,45). A María se le invita a gozar: “¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc 1, 28). La presencia del Señor en medio de su pueblo es ocasión de gozo, porque la presencia del Señor llevan salvación y bendición. El saludo e invitación del ángel está dirigido a todo el pueblo de Dios en la persona de María.. Por lo que, todo el pueblo de Dios está llamado a gozar y a alegrarse en el Señor su Salvador. Es el gozo mesiánico que se anuncia a todos: “Gritad de gozo y alegraos, habitantes de Sión, porque grande es en medio de vosotros el Santo de Israel” (Is 12, 6). “¡Exulta, hija de Sion, da voces jubilosas Israel, y regocíjate con todo tu corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha revocado los decretos dados contra ti y ha rechazado tu enemigo. El Rey de Israel es el Señor en medio de ti, tú no verás ya más el infortunio” (Sof 3, 14-15ss).“

Alégrate y regocíjate, hija de Sión, porque he aquí que yo vengo para habitar en medio de ti” (Zc 2, 14).

La concepción de Jesús es un acontecimiento nuevo, la primicia de la futura nueva creación operada por la potencia creativa de Dios que viene al encuentro de la imposibilidad de concebir de María, porque todavía no conoce varón (Lc 1, 34). La sombra que el Altísimo extiende sobre María recuerda la nube que de día acompañaba al pueblo en el desierto (Ex 13,22), que daba sombra al monte Sinaí revelando la gloria del Señor por seis días (Ex 19,16; 24,17). Es también un signo de la protección de Dios otorgada al justo que invoca el nombre del Señor y se pone en sus manos durante la prueba (Sal 17,8, 57,2; 140,8). En la creación, el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas, signo de la potencia creadora de la palabra de Dios (Gén 1,2).

Dios supera toda capacidad humana, nada es imposible para Él (Lc 1,47; Gen 18, 14; Jer 32,27). Ante el Señor de la alegría, de la vida y de la salvación, María acoge su palabra generadora y creadora: “He aquí la esclava del Señor, que me suceda como has dicho” (Lc 1, 38).

Preguntas para orientar la meditación y actualización:

El Señor se revela a los anawîm de su pueblo: Según tu parecer ¿quiénes son los anawîm contemporáneos a nosotros?

Muchas veces nos sentimos como si viviéramos en un mundo hostil a la revelación de Dios. Parece también que Él ha enmudecido, que no revela más su palabra que da vida ¿Es esto verdad? Si Él todavía nos habla ¿dónde puedo encontrar su palabra viviente? ¿Cómo acogerla?

Las potencias del mal parecen envolver nuestro inquieto mundo. Las diversas modalidades de opresión parecen que incluso oprimen también al Dios de la alegría, de la libertad, de la misericordia. ¿Cómo te comportas tú ante esta realidad?

¿Piensas que el texto de hoy pueda inspirarte un comportamiento justo ante las situaciones imposibles?

¿Qué piensas tú que sea la característica del comportamiento de María? ¿Te revela algo en tu vida?

ORATIO

Cántico de María:

«Alaba mi alma la grandeza del Señor
y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso,
Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero.
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.
Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como había anunciado a nuestros padres-
en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.»

Momentos dedicados al silencio orante

CONTEMPLATIO

[En la contemplación], de hecho, a los hombres fuertes le es consentido recogerse cuando desean estar solos consigo mismo, cultivar asiduamente los pimpollos de las virtudes y nutrirse, felizmente, de los frutos del paraíso. Aquí se conquista aquel ojo cuya serena mirada hiere de amor al Esposo, y por medio de su transparencia y pureza se ve a Dios. Aquí se practica un ocio laborioso y se descansa en una acción quieta.

Aquí, por la fatiga de la lucha, Dios da a sus atletas la recompensa deseada, esto es, la  paz que el mundo ignora, y el gozo en el Espíritu Santo.

Esta es aquella Raquel graciosa, de bello aspecto, que Jacob, si bien no era ella fértil de hijos, amó más que a Lía, segura que más fértil, pero de ojos legañosos. Menos numerosos, de hecho, son los hijos de la contemplación respecto a los de la acción; sin embargo José y Benjamín son amados del padre más que los otros hermanos.

Esta es aquella parte mejor que María ha escogido y que no le será quitada. (De la Carta de San Bruno a Rodolfo el Verde).

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Lectio mié, 7 dic, 2022

Oración inicial

Señor, Dios todopoderoso, que nos mandas abrir camino a Cristo, el Señor; no permitas que desfallezcamos en nuestra debilidad los que esperamos la llegada saludable del que viene a sanarnos de todos nuestros males. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 11,28-30

Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”.

Reflexión

Algunos textos de los evangelios nos revelan todo el significado cuando les ponemos como telón de fondo el Antiguo Testamento. Así es este texto tan breve y tan bello del evangelio de hoy. En este pasaje resuenan dos temas del Antiguo Testamento muy queridos y mencionados, un pasaje de Isaías y otro de los libros sapienciales.

Isaías habla del Mesías siervo y lo representa como un discípulo que va siempre en busca de una palabra de consuelo para poder animar a los desalentados: “El Señor Yahvé me ha concedido el poder hablar como su discípulo, y ha puesto en mi boca las palabras para aconsejar al que está aburrido. Cada mañana, él me despierta y lo escucho como lo hacen los discípulos”. (Is 50,4) Y el Mesías siervo lanza una invitación: “A ver ustedes que andan con sed ¡vengan a tomar agua! No importa que estén sin plata, vengan no más. Pidan trigo para el consumo, y también vino y leche, sin pagar” (Is 55,1). Estos textos estaban presentes en la memoria de la gente. Eran como los cantos de nuestra infancia. Cuando la gente los escucha, suscitan recuerdos, añoranzas. Asimismo la palabra de Jesús: “¡Vengan a mí! Despierta algo en la memoria y lleva consigo la añoranza de aquellos preciosos textos de Isaías.

Los libros sapienciales representan la sabiduría divina en la figura de una mujer, una madre que transmite a los hijos su sabiduría y les dice: «Adquieran sin dinero, sometan la cerviz a su yugo, que sus almas reciben la instrucción, pues está muy cerca al alcance de ustedes. Vean con sus propios ojos que he penado poco y conseguí mucho descanso”. (Sir 51,25-27). Jesús repite esta frase: “¡Encontrarán descanso!”

Justamente, por esta manera suya de hablar a la gente, Jesús aviva su memoria y así el corazón se alegra y dice: “¡Ha llegado el Mesías tan esperado!” Jesús transformaba la añoranza en esperanza. Hacía dar a la gente un paso más. En lugar de agarrarse a imágenes de un mesías glorioso, rey y dominador, imágenes que los escribas enseñaban, la gente cambiaba su visión y aceptaba a Jesús, mesías siervo. Mesías humilde y manso, acogedor y lleno de ternura, que hacía sentir ‘a gusto’ a los pobres en su presencia.

Para la reflexión personal

La ley de Dios es para mí ¿yugo suave que me anima o un peso que me cansa?
¿He sentido alguna vez la ligereza y la alegría del yugo de la ley de Dios que Jesús nos ha revelado?

Oración final

Bendice, alma mía, a Yahvé, el fondo de mi ser, a su santo nombre. Bendice, alma mía, a Yahvé, nunca olvides sus beneficios. (Sal 103, 1-2)

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Lectio mar, 6 dic, 2022

Oración inicial

Señor y Dios nuestro, que has manifestado tu salvación hasta los confines de la tierra; concédenos esperar con alegría la gloria del nacimiento de tu Hijo. Que vive y reina contigo. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 18,12-14

Jesús dijo a sus discípulos: “¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda uno solo de estos pequeños”.

Reflexión

Una parábola no es una enseñanza que recibir de forma pasiva o que relegar en la memoria, sino que es una invitación para participar en el descubrimiento de la verdad. Jesús empieza diciendo: “¿Qué les parece?” Una parábola es una pregunta con una respuesta no definida. La respuesta depende de nuestra reacción y de la participación de los oyentes. Tratemos de buscar la respuesta a esta parábola de la oveja perdida.

Jesús cuenta una historia muy breve y muy sencilla: un pastor tiene 100 ovejas, pierde una, deja las otras 99 y va en busca de la oveja perdida. Y Jesús pregunta: “¿Qué les parece?” Es decir: “¿Ustedes harían lo mismo?” ¿Cuál será la respuesta de los pastores y de las demás personas que escuchaban a Jesús que cuenta esta

historia? ¿Harían lo mismo? ¿Cual es mi respuesta a la pregunta de Jesús? Pensémoslo bien antes de contestar.

Si tú tuvieses 100 ovejas y pierdes una de ellas, ¿qué harías? No hay que olvidar que los montes son lugares de difícil acceso, con simas profundas, habitados por animales peligrosos y donde se esconden los ladrones. Y no puedes olvidar que has perdido una oveja, una sola, por consiguiente todavía ¡tienes 99 ovejas! ¡Has perdido poco! ¿Abandonarías a las demás 99 por el monte? Quizás solamente una persona con poco sentido común haría lo que hace el pastor de la parábola de Jesús.

¡Piénsatelo bien!

Los pastores que escucharon la historia de Jesús, habrán pensado y comentado: “¡Solamente un pastor sin fundamento actúa de este modo!” Seguramente le habrán preguntado a Jesús: “Perdona, pero ¿quién es ese pastor del que estás hablando? Hacer lo que él hizo, es pura locura”

Jesús contesta: “Este pastor es Dios, nuestro Padre, y la oveja perdida eres tú”. Dicho con otras palabras, aquel que actúa así es Dios movido por su gran amor hacia los pequeños, los pobres, los excluidos. Solamente un amor así de grande es capaz de hacer una locura de este tipo. El amor con que Dios nos ama supera la prudencia y el sentido común. El amor de Dios hace locuras. ¡Gracias a Dios! Si así no fuera, ¡estaríamos perdidos!

Para la reflexión personal

Ponte en la piel de la oveja perdida y anima tu fe y tu esperanza. ¡Tú eres aquella oveja!
Ponte en la piel del pastor y trata de ver si tu amor por los pequeños es verdadero amor.

Oración final

¡Cantad a Yahvé un nuevo canto, canta a Yahvé, tierra entera, cantad a Yahvé, bendecid su nombre! Anunciad su salvación día a día. (Sal 96,1-2)

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Lectio lun, 5 dic, 2022

Oración inicial

Señor, suban a tu presencia nuestras súplicas y colma en tus siervos los deseos de llegar a conocer en plenitud el misterio admirable de la encarnación de tu Hijo. Que vive y reina. Amen.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 5,17-26

Un día Jesús estaba enseñando y estaban también sentados ahí algunos fariseos y doctores de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para que hiciera curaciones.

Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de entrar, para colocarlo delante de él; pero como no encontraban por dónde meterlo a causa de la muchedumbre, subieron al techo y por entre las tejas lo descolgaron en la camilla y se lo pusieron delante a Jesús. Cuando él vio la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: “Amigo mío, se te perdonan tus pecados”.

Entonces los escribas y fariseos comenzaron a pensar: “¿Quién es este individuo que así blasfema? ¿Quién, sino sólo Dios, puede perdonar los pecados?” Jesús, conociendo sus pensamientos, les replicó: “¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil decir: ‘Se te perdonan tus pecados’ o ‘Levántate y anda’? Pues para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados –dijo entonces al paralítico–: Yo te lo mando: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.

El paralítico se levantó inmediatamente, en presencia de todos, tomó la camilla donde había estado tendido y se fue a su casa glorificando a Dios. Todos quedaron atónitos y daban gloria a Dios, y llenos de temor, decían: “Hoy hemos visto maravillas”.

Reflexión

Sentado, Jesús enseña. A la gente le gustaba escucharle. ¿Cuál es el tema de la enseñanza de Jesús? Hablaba siempre de Dios, de su Padre, pero hablaba de él de forma nueva, atractiva, no como hacían los escribas y los fariseos. (Mc 1,22.27). Jesús representaba a Dios como la gran Buena Noticia para la vida humana; a un Dios Padre/Madre que ama y acoge a las personas, y a un Dios que no amenaza, ni condena.

Un paralítico es transportado por cuatro hombres. Jesús es para ellos la única esperanza. Viendo su fe, dice al paralítico: ¡tus pecados te son perdonados! En aquel tiempo, la gente creía que los defectos físicos (parálisis, etc.) fuesen un castigo de Dios por los pecados cometidos. Por ello, los paralíticos y muchos otros discapacitados físicos se sentían rechazados y excluidos por Dios. Jesús enseñaba lo contrario. La fe tan grande del paralítico era una señal evidente de que aquellos que lo ayudaban eran acogidos por Dios. Por ello Jesús exclama: ¡Tus pecados te son perdonados! Es decir: “Dios no te rechaza”.

La afirmación de Jesús no sintoniza con la idea que los doctores tenían de Dios. Por ello reaccionan: ¡Ese hombre habla de forma muy escandalosa! Según su enseñanza, solamente Dios podía perdonar los pecados. Y solamente el sacerdote podía declarar que una persona es perdonada y purificada. ¿Cómo es que Jesús sin estudios, un seglar, podía declarar  al paralítico que era  perdonado y purificado de sus pecados? Y entonces, si un simple seglar podía perdonar los pecados, los doctores y los sacerdotes iban a perder su poder y además ¡la fuente de sus entradas! Por esto reaccionan y se defienden.

Jesús justifica su acción diciendo: ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados o levántate y anda? Evidentemente, es mucho más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”. Ya que nadie puede comprobar, de hecho, si el pecado ha sido perdonado o no. Pero si yo digo: “¡Levántate y anda!”, en este caso todos pueden ver si uno tiene poder o no de sanar. Por ello, para demostrar que, en nombre de Dios, él tenía poder de perdonar los pecados, Jesús dice al paralítico: ”¡Levántate y anda!” ¡Sana al hombre! Y así hace ver que la parálisis no es un castigo de Dios por el pecado, y hace ver que la fe de los pobres es una muestra de que Dios los acoge en su amor.

Para la reflexión personal

Si me pongo en el lugar de los que ayudan al paralítico: ¿sería capaz de ayudar a un enfermo, subirlo al techo, y hacer lo que hicieron los cuatro hombres? ¿Tengo tanta fe?
¿Cuál es la imagen de Dios que llevo dentro y que se irradia hacia los demás? ¿La de los doctores o la de Jesús? ¿Dios de compasión o de amenaza?

Oración final

¡Acuérdate de mí, Yahvé, hazlo por amor a tu pueblo, ven a ofrecerme tu ayuda.
Para que vea la dicha de tus elegidos, me alegre con la alegría de tu pueblo. (Sal 106,4-5)

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Lectio Dom, 4 dic, 2022

El anuncio de Juan Bautista en el desierto Mateo 3, 1-12

Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que yo sepa que soy pequeño como Zaqueo, pequeño de estatura moral, pero daame la fuerza de levantarme un poco de la tierra, empujado por el deseo de verte pasar en este período de adviento, de conocerte y de saber qué eres tú para mí. Señor Jesús, Maestro bueno, suscita en nuestro corazón con la potencia de tu Espíritu el deseo de comprender tu Palabra que nos revela el amor salvífico del Padre.

Lee la palabra

En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca”. Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.

Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.

Al ver que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su conversión y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego.

Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han convertido; pero el que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. Él tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.

Momento de silencio orante

Todo hombre tiene en su corazón muchas preguntas que hacer a quienquiera que lo escuche, pero tiene ante todo necesidad de saber escuchar, acordándose que es Jesús el que le está hablando. Déjate guiar hacia la interioridad, allá donde la Palabra resuena con todo su peso de verdad y de amor, con toda su fuerza terapéutica y transformante. El silencio orante te pide pararte “dentro”, firme completamente a los pies del Señor y recoger todas las propias energías para escuchar sólo a Él. ¡Párrate y escucha!.

Para comprender la Palabra

Cómo se articula la trama del pasaje:

En este domingo de adviento nos viene al encuentro la figura del Juan el Bautista, un personaje semejante a un roble, como dio a entender Jesús un día delineando su personalidad: “¿Acaso habéis ido a ver una caña batida por el viento?” (Mt 11, 7). El perfil del Bautista que la liturgia nos propone viene presentado en dos grandes bloques:

3,1-6, figura y actividad de Juan; 3,7-12, su predicación. Dentro de estas dos partes se pueden separar unidades más pequeñas que determinan la articulación del texto. En 3,1- 2 Juan es presentado como aquel que predica la “ conversión”, porque “ el reino de los cielos se está acercando”. Este llamamiento es como un hilo rojo que atraviesa toda la actividad de Juan: se vuelve a tomar en 3,8.12. El motivo de tal anuncio de conversión se da por el inminente juicio de Dios, que es comparado a la tala de todo árbol seco  para tirarlo al fuego y ser quemado (3,10) y a aquella operación de aventar que los campesinos hacen en la era para separar el grano de la paja, que se ha de quemar también en el fuego (3,12). La imagen del fuego que caracteriza la última parte de nuestro pasaje litúrgico, muestra la urgencia de prepararse a este acontecimiento del juicio de Dios.

El texto presenta la siguiente articulación:

Mateo 3,1-3: En esta primera pequeña unidad “la voz que grita en el desierto” de Isaías 40,2 se identifica con la voz del Bautista que invita a la conversión “en el desierto de Judea”;

Mateo 3,4-6: sigue una breve unidad que de un modo pintoresco delinea la figura tradicional de Juan: es un profeta y un asceta; por su identidad profética viene unido a Elías, de hecho viste como el profeta de Tesbis. Un detalle geográfico y espacial describe el movimiento de mucha gente para recibir el bautismo de inmersión en las aguas del Jordán, en un clima penitencial. La influencia de su actividad profética no está circunscrita a un lugar restringido, sino que abarca toda la región de la Judea y que comprende a Jerusalén y el territorio a lo largo del Jordán.

Mateo 3,7-10: se presenta un grupo particular que se acerca a Juan a recibir el bautismo, son los “fariseos y saduceos”. A ellos se dirige Juan con un lenguaje muy duro, para que desistan de su falsa religiosidad y pongan la atención en el “llevar fruto” para huir del juicio de condenación

Mateo 3,11-12: se puntualiza el significado del bautismo en relación con la conversión y sobre todo la diferencia de los dos bautismos y de los respectivos protagonistas: el de Juan es con agua para la conversión; el de Jesús “el más fuerte que viene después”, es con Espíritu santo y fuego.

El mensaje del texto:

Con un estilo típicamente bíblico-narrativo Mateo presenta la figura y la actividad de Juan Bautista en el desierto de la Judea. Esta última indicación geográfica intenta situar la actividad de Juan en la región de la Judea, mientras Jesús desarrollará su misión en Galilea. Para Mateo la actividad de Juan está completamente orientada y subordinada hacia “aquel que debe venir”, la persona de Jesús. Además, Juan es presentado como el grande y valeroso predicador que ha preanunciado el inminente juicio de Dios.

El mensaje del Bautista consiste en un preciso imperativo, “convertíos” y en un motivo también muy claro: “porque el reino de los cielos está cerca”. La conversión adquiere un gran relieve en la predicación del Bautista, aunque al principio no aparece todavía clara en su contenido. En 3,8, sin embargo, se indican los frutos de la conversión para expresar una nueva orientación que dar a la propia existencia. Tal indicación, por un lado, se coloca en la línea de los profetas que entendían la hecho de la conversión en el abandono radical de todo aquello que hasta ahora tenía un valor; por otro lado, va más allá e intenta demostrar que la conversión es un dirigirse hacia el “reino de los cielos”, hacia una novedad que se presenta inminente con sus exigencias y prospectivas. Se trata de dar un cambio decisivo en la vida orientándola en una nueva dirección: el “reino de los cielos” da fundamento y define la conversión , no una serie de esfuerzos humanos. La expresión “reino de los cielos” está para indicar que Dios se revelará a todos los hombres y con gran potencia. Juan dice que tal revelación de Dios es inminente, no está lejana.

La actividad profética de Juan tiene el deber de preparar a sus contemporáneos a la venida de Dios en Jesús, con los rasgos de la figura de Elías. Interesante son los motivos, las imágenes con las que viene interpretada la figura del Bautista, entre ellas el cinturón de cuero ceñido en los costados, un signo de reconocimiento de profeta Elías (2 Re 1,8); el manto tejido de pelos de camello es un vestido típico del profeta, según Zacarías 13,4. Se trata de una identificación directa entre el profeta Elías y Juan. Seguramente tal interpretación es la respuesta del evangelista a una objeción judaica de aquel tiempo: ¿ cómo puede ser Jesús el Mesías, si primero no viene Elías?

Con su actividad profética Juan consigue  mover  grandes  muchedumbres,  también Elías había reconducido al pueblo entero a volver a la fe en Dios (1 Re 18). El bautismo de Juan no es importante porque sean grandes muchedumbres las que lo reciben, sino que tiene valor porque va acompañado de precisos compromisos de conversión.

Además no es un bautismo que tiene el poder de borrar los pecados, sólo la muerte de Jesús tiene este poder, pero imprime sin embargo una nueva orientación que dar a la vida.

También los “fariseos y saduceos” se acercan a recibirlo, pero se acercan con ánimo hipócrita, sin una verdadera decisión de convertirse. Obrando así, no podrán huir del juicio de Dios. La invectiva de Juan hacia este grupo lleno de falsa religiosidad, subraya que la función de su bautismo, acogido con sincera decisión de cambiar de vida, protege a quien lo recibe del inminente juicio de Dios.

¿De qué modo se hará visible una tal decisión de convertirse?. Juan se abstiene de dar precisas indicaciones, se limita sólo a indicar el motivo: evitar el juicio punitivo de Dios. Se pudiera decir en un lenguaje propositivo que el fin de la conversión es Dios, el radical reconocimiento de Dios, el orientar de un modo todo nuevo la propia vida hacia a Dios.

En tanto “los fariseos y saduceos” no están disponibles a convertirse, en cuanto ponen su confianza y esperanza en la descendencia de Abrahán: en cuanto que pertenecen al pueblo elegido están seguros de que Dios, por méritos de sus padres, les concederá la salvación. Juan pone en duda esta falsa seguridad con dos imágenes: la del árbol y la del fuego.

Ante todo la imagen del árbol que se tala, en el Antiguo Testamento recuerda al juicio de Dios. Un texto de Isaías así lo describe: “He ahí el Señor Dios de los ejércitos, que rompe los árboles con estruendo, las punta más altas son derribadas, las cimas son abatidas”. Por su parte la imagen del fuego tiene la funión de expresar la “ira inminente ” que se manifestará con el juicio de Dios (3.7) En síntesis, se muestra la apremiante inminencia de la venida de Dios: los que escuchan deben abrir los ojos sobre lo que les espera

Finalmente la predicación de Juan hace un confrontamiento entre los dos bautismos, las dos personas, la de Juan y la del que debe venir. La diferencia substancial es que Jesús bautiza con espíritu y fuego, mientras Juan sólo con agua, un bautismo para la conversión. Tal distinción subraya que el bautismo de Juan está completamente subordinado al de Jesús. Mateo anota que el bautismo con el espíritu ya se ha realizado, precisamente en el bautismo cristiano, como afirma la escena del bautismo de Jesús, mientras aquel del fuego debe todavía llegar y sucederá en el juicio que Jesús dará.

El final de la predicación de Juan presenta, pues, la descripción del juicio que cae sobre la comunidad con la imagen de la paja. La misma acción que el campesino hace en la era cuando separa el grano de la paja, así será realizada por Dios en el juicio sobre la comunidad.

Para meditar

Espera de Dios y conversión:

La predicación de Juan, mientras nos recuerda que la venida de Dios en nuestra vida es siempre inminente, nos invita también con energía a la penitencia que purifica el corazón lo vuelve capaz del encuentro con Jesús que viene al mundo de los hombres y lo abre a la esperanza y al amor universal.

Tiene una frase el cardenal Newmann que nos puede ayudar a comprender esta nueva orientación que la Palabra de Dios intenta sugerir como urgente: “Aquí en la tierra vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. Cambiar se ha de entender en la óptica de la conversión; un cambio íntimo del corazón del hombre. Vivir es cambiar. En el momento en que este deseo de cambiar desaparece, tú ya no eres un vivo. Una confirmación se nos da en el Apocalipsis cuando el Señor dice: “Parece que estás vivo, pero estás muerto” (3,1) Además “ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. Parece que el cardenal Newmann quisiera decir: “ El sentido del tiempo es mi conversión” También este tiempo de adviento se mide en función del proyecto que Dios tiene sobre mí. Debo continuamente abrirme a la novedad de Dios, estar disponible a dejarme renovar por Él.

Aceptar el Evangelio:

Es la condición para convertirse: El evangelio no es sólo un contenido de mensaje, sino que es una Persona que te pide venir a tu vida. Aceptar el Evangelio en este domingo   de Adviento significa abrir la puerta de la propia vida a aquel que Juan el Bautista ha definido como el más fuerte. Esta idea está expresada muy bien por Juan Pablo II:  “Abrid las puertas a Cristo…” Aceptar Cristo que me viene al encuentro con su palabra definitiva de salvación. Nos vienen a la mente las palabras de San Agustín que decía: “Temo al Señor que pasa”. Tal pasaje del Señor podría encontrarnos en un momento de nuestra vida distraídos y superficiales.

El adviento: El tiempo de las almas interiores:

Una evocación mística sacada de los escritos de la Beata Isabel de la Trinidad nos ayuda a descubrir la conversión como tiempo, ocasión de sumergirse en Dios, de exponerse al fuego del amor que purifica y transforma nuestra vida: He aquí el sagrado tiempo del adviento que, más que de otro, se puede llamar el tiempo de las almas interiores, de aquellas, que viven siempre y en cada cosa “escondidas en Dios con Cristo”, al centro de ellas mismas. En la espera del gran misterio [ de la Navidad]…pidámosle que nos haga verdaderos en nuestro amor, o sea que nos transforme…es bello pensar que la vida de un sacerdote, como la de la carmelita, es un ¡adviento que prepara la encarnación en las almas! David canta en un salmo que “el fuego caminará delante del Señor” ¿Y no es el amor aquel fuego? ¿Y no es también nuestra misión preparar los caminos del Señor a través de nuestra unión con aquel que el Apóstol llama un “fuego devorador”? A su contacto nuestra alma se convertirá en una llama de amor que se expande por todos los miembros del cuerpo de Cristo que es la Iglesia” (Carta al Rev. Sacerdote Chevignard, en Escritos, 387-389).

6. Salmo 71 (72)

La Iglesia ora con este salmo en el tiempo de adviento para expresar la espera de su rey de paz, liberador de los pobres y de los oprimidos.

Reina con justicia a tu pueblo

Confía, oh Dios, tu juicio al rey, al hijo de rey tu justicia:

que gobierne rectamente a tu pueblo, a tus humildes con equidad. Florecerá en sus días la justicia, prosperidad hasta que no haya luna; dominará de mar a mar, desde el Río al confín de la tierra.
Pues librará al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie ampara; se apiadará del débil y del pobre, salvará la vida de los pobres.
¡Que su fama sea perpetua, que dure tanto como el sol!
¡Que sirva de bendición a las naciones, y todas lo proclamen dichoso!

7. Oración final

Señor Jesús, conducidos por la palabra fuerte y vigorosa de Juan el Bautista, tu precursor, deseamos recibir tu bautismo de Espíritu y fuego. Tú sabes cuantos miedos, perezas espirituales e hipocresía albergan nuestros corazones. Estamos convencidos que en tu bieldo quedaría de nuestra vida poco grano y mucha paja, pronta para el fuego inextinguible. Te decimos desde lo más profundo del corazón: Ven a nosotros en la humildad de tu encarnación, de tu humanidad cargada de nuestros límites y pecado y danos el bautismo de la inmersión en el abismo de tu humildad. Concédenos estar inmersos en aquellas aguas del Jordán que fluyen de tu divino costado atravesado en la cruz y haz que te reconozcamos verdadero Hijo de Dios, verdadero Salvador nuestro. En este adviento llévanos al desierto del expolio, de la conversión, de la soledad, de la penitencia para experimentar el amor del tiempo primaveral. Que tu voz no quede en el desierto, sino que resuene en nuestro corazón de modo que toda nuestra vida, inmersa – bautizada en tu Presencia pueda convertirse en novedad de amor. Amén.

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Lectio sáb, 3 dic, 2022

Oración

Concédenos, Señor Dios nuestro, permanecer alerta a la venida de tu Hijo, para que cuando llegue y llame a la puerta nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

Lectura del Evangelio según Mateo 9,35 – 10,1.5-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: “Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.

Reflexión

El evangelio de hoy consta de dos partes: (a) Un breve resumen de la actividad apostólica de Jesús (Mt 9,35-38) y (b) el inicio del “Sermón de la Misión” (Mt 10,1.5- 8).

El evangelio de la liturgia de hoy omite los nombres de los apóstoles citados en el evangelio de Mateo (Mt 10,2-4).

Mateo 9,35: Resumen de la actividad misionera de Jesús. “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia”. En pocas palabras Mateo describe los puntos centrales de la actividad misionera de Jesús: (a) Recorrer todas las ciudades y los poblados. Jesús no espera a que la gente venga hasta él, sino que él mismo va en busca de la gente recorriendo todas las ciudades y poblados. (b) Enseñar en las sinagogas, esto es, en las comunidades. Jesús va allí donde la gente está reunida alrededor de su fe en Dios. Es allí donde él anuncia la Buena Nueva del Reino, esto es, la Buena Nueva de Dios. Jesús no enseña doctrinas como si la Buena Nueva fuera un nuevo catecismo, sino que en todo lo que dice y hace deja transparentar algo de la Buena Nueva que le anima por dentro, a saber, Dios, el Reino de Dios. (c) Curar todo tipo de dolencia y enfermedad. Lo que más marcaba la vida de la gente pobre era la dolencia, cualquier tipo de dolencia, y lo que más marca la actividad de Jesús, es consolar a la gente, aliviar su dolor.

Mateo 9,36: Compasión de Jesús ante la situación de la gente. “Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor”. Jesús acoge a las personas así como se encuentran ante él: dolientes, abatidas, cansadas. Se porta como el Siervo de Isaías, cuyo mensaje central consistía en “consolar a la gente” (cf. Is 40,1). La actitud de Jesús para con la gente era como la actitud del Siervo, cuya misión era definida así: “No clamará, no gritará ni alzará su voz en las calles. No romperá la caña quebrada ni aplastará la mecha que está por apagarse” (Is 42,2-3). Como el Siervo, Jesús se conmueve ante la situación sufrida de su pueblo “cansada y abatida, como ovejas sin pastor”. Empieza a ser Pastor identificándose con el Siervo que decía: “El Señor Yahvé me ha concedido el poder hablar como su discípulo. Y ha puesto en mi boca las palabras para aconsejar al que está desanimado” (Is 50,4a). Como el Siervo, Jesús se hace discípulo del Padre y del pueblo y dice: “Cada mañana, él me despierta y lo escucho como lo hacen los discípulos” (Is 49,4b). Del contacto con el Padre saca las palabras de consuelo que hay que comunicar a los pobres.

Mateo 9,37-38: Jesús implica a los discípulos en la misión. Ante la inmensidad de la tarea misionera, la primera cosa que Jesús pide a los discípulos es rezar: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. La oración es la primera forma de compromiso de los discípulos con la misión. Pues si uno cree en la importancia de la misión que uno tiene, entonces hará todo lo posible para que no muera con uno mismo, sino que continúe en los demás durante su vida y después.

Mateo 10,1: Jesús confiere a los discípulos el poder de curar y de expulsar a los demonios. “Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia». La segunda cosa que Jesús pide a los discípulos no es que empiecen a enseñar doctrinas y leyes, sino que ayuden a la gente a vencer el miedo a los malos espíritus y que ayuden en la lucha contra las enfermedades. Hoy, lo que más da miedo a los pobres son ciertos misioneros que amenazan a la gente con el castigo de Dios y con el peligro del demonio. Jesús hace el contrario. Lo que más hace es ayudar a la gente a vencer el miedo al demonio: “Pero ¿si no podría ser que yo eche los demonios con el dedo de Dios? Entonces entiendan que el Reino de Dios ha llegado” (Lc 11,20). Es triste  decirlo,  pero  hoy  existen  personas  que   necesitan  el  demonio  para  poder expulsarlo y así ganar dinero. Por esto merece la pena que Jesús hable contra de los fariseos y de los doctores de la ley (Mt 23).

Mateo 10,5-6: Id primero a las ovejas perdidas de Israel. “A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones:»No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.
¿Quién eran estas ovejas perdidas de Israel? ¿Eran las personas excluidas, como las prostitutas, los publicanos, los impuros, los considerados perdidos y condenados por las autoridades religiosas da época? ¿Eran los dirigentes como los fariseos, los saduceos, los ancianos y sacerdotes que se consideraban el pueblo fiel de Israel? O ¿eran las multitudes que estaban cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor? Probablemente, aquí en el contexto del evangelio de Mateo, se trata de esta gente pobre y abandonada que es acogida por Jesús (Mt 9,36-37). Jesús quería que los discípulos participaran con él en la misión junto  a su gente. Pero, en  la medida en iba atendiendo a esta gente, Jesús mismo iba ensanchando el horizonte. En el contacto con la mujer cananea, oveja perdida de otra raza y de otra religión, que pedía ser atendida, Jesús repite a los discípulos: «No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel» (Mt 15,24). Y ante la insistencia de la madre que no desistía en interceder por la hija, Jesús se defendió diciendo: «No se debe echar a los perros el pan de los hijos» (Mt 15,26). Pero la reacción de la madre echa por tierra la defensa de Jesús: «Es verdad, Señor, contesto la mujer, pero los perritos comen las migas que caen de las mesas de sus padrones» (Mt 15,27). Y de hecho, ¡había muchas migas! Doce cestos llenos de pedazos que sobraban de la multiplicación de los panes para las ovejas perdidas de Israel (Mt14,20). La respuesta de la mujer deshizo los argumentos de Jesús. Y el atendió a la mujer: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla tu deseo». Y en ese momento quedo sana su hija”. (Mt 15,28). Fue a través de la atención continua dada a las ovejas perdidas de Israel que Jesús descubrió que en el mundo entero hay ovejas perdidas que quieren comer de las migas.

Mateo 10,7-8: Resumen de la actividad de Jesús. “Yendo proclamad que el Reino de los Cielos está cerca». Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; ¡dadlo gratis!” ¿Cómo revelar la proximidad del Reino? La respuesta es simple y correcta: curando a los dolientes, resucitando a los muertos, purificando a los leprosos, expulsando los demonios y sirviendo gratuitamente, sin enriquecerse por medio del servicio a la gente. Donde esto acontece, el Reino se revela.

Para la reflexión personal

Todos nosotros recibimos la misma misión que Jesús dio a los discípulos y discípulas.
¿Tienes conciencia de tener esta misión? ¿Cómo vives tu misión?

En tu vida, ¿tuviste algún contacto con las ovejas perdidas, con el pueblo cansado y abatido? ¿Qué lección sacaste?

Oración final

El Señor sana los corazones quebrantados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, llama a cada una por su nombre. (Sal 147,3-4)

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Lectio vie, 2 dic, 2022

Oración inicial

Despierta tu poder y ven, Señor; que tu brazo liberador nos salve de los peligros que nos amenazan a causa de nuestros pecados. Tú, que vives y reinas.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 9,27-31

Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos, que gritaban: “¡Hijo de David, compadécete de nosotros!” Al entrar Jesús en la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: “¿Creen que puedo hacerlo?” Ellos le contestaron: “Sí, Señor”. Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió severamente: “Que nadie lo sepa”. Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda la región.

Reflexión

Otra vez, el evangelio de hoy nos pone delante el encuentro de Jesús con la miseria humana. Jesús no se echa atrás, no se esconde. Acoge a las personas y en su acogida entrañable revela el amor de Dios.

Dos ciegos siguen a Jesús y gritan: “¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!”. A Jesús no le gustaba mucho el título de Hijo de David. Critica la enseñanza de los escribas que decían que el Mesías tenía que ser hijo de David: “El mismo David lo llama su Señor: ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?” (Mc 12,37).

Cuando Jesús llega a la casa, pregunta a los ciegos: “¿Creen que yo puedo sanarlos?” Y ellos responden: “Sí, Señor!” Una cosa es tener una correcta doctrina en la cabeza, otra cosa es tener fe en el corazón. La doctrina de los dos ciegos no era muy correcta, ya que llamaban a Jesús, Hijo de David. Pero a Jesús no le importa que le llamen así, a él le importa que tengan fe.

Entonces les toca los ojos y dice: “Reciban ustedes lo que han creído” Inmediatamente los ojos se abrieron. A pesar de no acertar en la doctrina, los dos ciegos tienen fe. Hoy en día muchas personas están más preocupadas con tener una doctrina que la fe.

Es bueno que no olvidemos un pequeño detalle de hospitalidad. Jesús llega a casa y los dos ciegos entran ellos también en su casa, como la cosa más normal del mundo.

Se sienten ‘en casa’ en la casa de Jesús. Y ¿hoy? Una religiosa decía: “¡Hoy en día la situación del mundo es tal que me siento desconfiada hasta con los pobres!” La situación ha cambiado mucho.

Jesús pide que no divulguen el milagro. Pero la prohibición no es respetada. Los dos ciegos salen y difunden la Buena Noticia. Anunciar el evangelio, es decir la Buena Noticia, quiere decir compartir con los demás el bien que Dios nos hace en la vida.

Para la reflexión personal

¿Tengo en mi vida alguna Buena Noticia que compartir con los demás?
¿Sobre qué punto insisto más: en una buena doctrina o en la fe?

Oración final

Cantaré por siempre el amor de Yahvé, anunciaré tu lealtad de edad en edad. (Sal 89,1)

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