Lectio, sáb, 2 sep, 2023

Oración inicial

¡Oh Dios!, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Mateo 25,14-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.

El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.

Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores.

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.

El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene.

Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’ «.

Reflexión

El evangelio de hoy nos habla de la Parábola de los Talentos. Esta parábola está situada entre dos otras parábolas: la parábola de las Diez Vírgenes (Mt 25,1-13) y la parábola del Juicio Final (Mt 25,31-46). Las tres parábolas esclarecen y orientan a las personas sobre la llegada del Reino. La parábola de las Diez Vírgenes insiste en la vigilancia: el Reino puede llegar en cualquier momento. La parábola del Juicio Final dice que para tomar parte en el Reino hay que acoger a los pequeños. La parábola de los Talentos orienta sobre cómo hacer para que el Reino pueda crecer. Habla sobre los dones o carisma que las personas reciben de Dios. Toda persona tiene algunas cualidades, sabe alguna cosa que ella puede enseñar a los otros. Nadie es solamente alumno, nadie es solamente profesor. Aprendemos unos de otros.

Una clave para comprender la parábola. Una de las cosas que más influyen en la vida de la gente es la idea que nos hacemos de Dios. Entre los judíos de la línea de los fariseos, algunos se imaginaban a Dios como un Juez severo que los trataba según el mérito conquistados por las observancias. Esto causaba miedo e impedía el crecimiento de las personas. Sobre todo impedía que ellas abriesen un espacio dentro de sí para acoger la nueva experiencia de Dios que Jesús comunicaba. Para ayudar a estas personas, Mateo cuenta la parábola de los talentos.

Mateo 25,14-15: La puerta de entrada en la historia de la parábola. Jesús cuenta la historia de un hombre que, antes de viajar, distribuye sus bienes a los empleados, dándoles cinco, dos o un talento, según la capacidad de cada uno. Un talento corresponde a 34 kilos de oro, ¡lo cual no es poco! En el fondo, cada uno recibe igual, pues recibe “según su capacidad”. Quien tiene vaso grande, recibe el vaso lleno. Quien tiene el vaso pequeño, recibe el vaso lleno. Luego el dueño se va al extranjero y queda allí mucho tiempo. La historia tiene un cierto suspense. No se sabe con qué finalidad el dueño ha entregado su dinero a los empleados, ni sabe cómo va a ser el final.

Mateo 25,16-18: La manera de actuar de cada empleado. Los dos primeros trabajan y hacen duplicar los talentos. Pero aquel que recibe un talento cava un hoyo en la tierra y lo esconde bien para no perderlo. Se trata de los bienes del Reino que se entregan a las comunidades y a las personas según su capacidad. Todos y todas recibimos algunos bienes del Reino, ¡pero no todos respondemos de la misma manera!

Mateo 25,19-23: Rendimiento de cuentas del primero y del segundo empleado, y la respuesta del Señor. Después de mucho tiempo, el dueño vuelve. Los dos primeros dicen la misma cosa: “Señor, cinco/dos talentos me entregaste: aquí tienes otros cinco/dos que gané!” Y el señor da la misma respuesta: “Muy bien, siervo bueno y fiel. En lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré. Entra en el gozo de su señor”

Mateo 25,24-25: Rendimiento de cuentas del tercer empleado. El tercer empleado llega y dice: “Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo.!” En esta frase despunta una idea errada de Dios que es criticada por Jesús. El empleado ve a Dios como un patrón severo. Ante un Dios así, el ser humano tiene miedo y se esconde atrás de la observancia exacta y mezquina de la ley. Piensa que, al actuar así, la severidad del legislador no va a poderle castigar. En realidad, una persona así no cree en Dios, sino que apenas cree en sí misma y en su observancia de la ley. Se encierra en sí misma, se desliga de Dios y no consigue interesarse en los otros. Se vuelve incapaz de crecer como persona libre. Esta imagen falsa de Dios aísla al ser humano, mata a la comunidad, acaba con la alegría y empobrece la vida.

Mateo 25,26-27: Respuesta del Señor al tercer empleado. La respuesta del señor es irónica. Dice: “Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses.!” El tercer empleado no fue coherente con la imagen severa que tenía de Dios. Si se imaginaba a un Dios severo de aquella manera, hubiera tenido por lo menos que colocar el dinero en un banco. Es decir que él será condenado no por Dios, sino por la idea errada que tenía de Dios y que lo deja miedoso e inmaduro. No va a ser posible ser coherente con aquella imagen de Dios, pues el miedo deshumaniza y paraliza la vida.

Mateo 25,28-30: La palabra final del Señor que esclarece la parábola. El señor manda quitarle el talento para darlo a aquel que tiene diez “Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.”. Aquí está la clave que aclara todo. En realidad, los talentos, el “dinero del dueño”, los bienes del Reino, son el amor, el servicio, el compartir. Es todo aquello que hace crecer la comunidad y revela la presencia de Dios. Aquel que se encierra en si mismo con miedo a perder lo poco que tiene, va a perder hasta lo poco que tiene. Pero la persona que no piensa en sí y se entrega a los demás, va a crecer y recibir de forma inesperada, todo aquello que entregó y mucho más. “Pierde la vida quien quiere asegurarla, la gana quien tiene el valor de perderla”

La moneda diferente del Reino. No hay diferencia entre los que reciben más y los que reciben menos. Todos tienen su don según su capacidad. Lo que importa es que este don sea puesto al servicio del Reino y haga crecer los bienes del Reino que son amor, fraternidad, compartir. La clave principal de la parábola no consiste en hacer producir los talentos, sino en relacionarse con Dios de forma correcta. Los dos primeros no preguntan nada, no buscan su bienestar, no guardan para sí, no se encierran en sí mismos, no calculan. Con la mayor naturalidad, casi siempre sin darse cuenta y sin buscar mérito, empiezan a trabajar para que el don que Dios les ha dado rinda para Dios y para el Reino. El tercero tiene miedo, y no hace nada. De acuerdo con las normas de la antigua ley estaba en lo correcto. Se mantiene dentro de las exigencias. No pierde nada y no gana nada. ¡Por esto, pierde hasta lo que tenía. El Reino es riesgo. Aquel que no corre riesgos, pierde el Reino!

Para la reflexión personal

En nuestra comunidad, ¿tratamos de conocer y valorar los dones de cada persona? Nuestra comunidad ¿es un espacio donde las personas pueden desenvolver sus dones?
A veces los dones de una persona engendran envidia y competitividad en los otros.
¿Cómo reaccionamos?
¿Cómo entender la frase: «Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará?»

Oración final

Esperamos anhelantes a Yahvé, él es nuestra ayuda y nuestro escudo; en él nos alegramos de corazón y en su santo nombre confiamos. (Sal 33,20-21)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio vie, 1 sep, 2023

Oración inicial

Ven, Señor, en ayuda de tus hijos; derrama tu bondad inagotable sobre los que te suplican, y renueva y protege la obra de tus manos en favor de los que te alaban como creador y como guía. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Mateo 25,1-13

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.

Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.

Estén pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora».

Reflexión

  • Mateo 25,1ª: El comienzo: “Entonces”. La parábola empieza con esta palabra: “Entonces”. Se trata de la venida del Hijo del Hombre (cf Mt 24,37). Nadie sabe cuándo va a venir ese día, “ni los ángeles, ni el hijo mismo, sino que solamente el Padre” (Mt 24, 36). No importa que los adivinos quieran hacer cálculos. El Hijo del Hombre vendrá de sorpresa, cuando la gente menos lo espera (Mt 24,44). Puede ser hoy, puede ser mañana. Por esto, el recado final de la parábola de las diez vírgenes es “¡Vigilad!’ Las diez muchachas deben estar preparadas para cualquier eventualidad. Cuando la policía nazista llamó a la puerta del monasterio de las Carmelitas en Echt en la provincia de Limburgia en los Países Bajos, Edith Stein, la hermana Teresa Benedicta de la Cruz, estaba Asumió la Cruz y siguió para el martirio en el campo de exterminio por amor a Dios y a su gente. Era una de las vírgenes prudentes de la parábola.
  • Mateo 25,1b-4: Las diez vírgenes preparadas para aguardar al novio. La parábola empieza así: “El Reino del Cielo es como diez vírgenes que prepararon sus lámparas y salieron al encuentro del novio”. Se trata de muchachas que debían acompañar al novio para la fiesta de la Para esto, ellas debían llevar consigo las lámparas, sea para iluminar el camino, sea para iluminar la fiesta. Cinco de ellas eran prudentes y cinco eran sin fundamento. Esta diferencia aparece con claridad en la manera en que se preparan para la función que recibirán. Junto con las lámparas encendidas, las previdentes llevaron consigo también una vasija de aceite de reserva. Se preparaban para cualquier eventualidad. Las vírgenes sin fundamento se llevaron sólo las lámparas, sin pensar en llevarse un poco de aceite de reserva.
  • Mateo 25,5-7: El retraso no previsto de la llegada del novio. El novio se demora. No había una hora determinada para que llegara. En la espera, el sueño se apodera de las muchachas, sin embargo las lámparas siguen gastando aceite e se van apagando poco a poco. De repente, en medio de la noche, se oye un grito: “¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!”. Todas ellas despiertan y empiezan a preparar las lámparas que ya estaban casi al Debían de poner el aceite de reserva para evitar que las lámparas se apagaran.
  • Mateo 25,8-9: Las diversas reacciones ante la llegada atrasada del Solamente ahora las necias se dan cuenta de que olvidaron llevar consigo el aceite de reserva. Fueron a pedir aceite a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan”. Las prudentes no pudieron atender este pedido, pues en aquel momento lo que importaba no era que las prudentes compartieran su aceite con las otras, sino que estuvieran listas para acompañar al novio hasta el lugar de la fiesta. Por esto aconsejan: ‘es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis.’
  • Mateo 25,10-12: El destino de las vírgenes prudentes y de las Las necias siguen el consejo de las prudentes y van a comprar aceite. Durante esta breve ausencia de la compra llega el novio y las prudentes pueden acompañarlo a la fiesta de las bodas. Y la puerta se cierra detrás de ellas. Cuando llegan las otras, llaman a la puerta y piden: “¡Señor, Señor, abre la puerta para nosotras!” Y reciben la respuesta: “En verdad os digo que no os conozco”.
  • Mateo 25,13: La recomendación final de Jesús para todos La historia de esta parábola es muy sencilla y la lección es evidente. “Velad, pues, porque no sabéis, ni el día, ni la hora”. Moral de la historia: no seas superficial, mira más allá del momento presente, trata de descubrir el llamado de Dios hasta en las mínimas cosas de la vida, hasta en el aceite que falta en la lámpara.’

Para la reflexión personal

  • ¿Te ocurrió ya de pensar en el aceite de reserva de tu lámpara?

Oración final

Bendeciré en todo tiempo a Yahvé, sin cesar en mi boca su alabanza; en Yahvé se gloría mi ser, ¡que lo oigan los humildes y se alegren. (Sal 34,2-3)

Todos los derechos: www.ocarm.org