Advertencia amorosa

En el léxico sanjuanista tiene especial importancia. Sustantivo y verbo adoptan significados diferentes, además de los corrientes “fijar, llamar la atención o aconsejar y amonestar”. En este sentido prefiere los equivalentes: anotación y declaración. El significado peculiar de advertencia, que se convierte en algo técnico y específico en su pluma, indica concentración del espíritu en algo o en alguien, evitando la dispersión del pensamiento o de la “atención”. Se opone así a la distracción o “vagueación” (S 3,3,5; CB 1,6) o inconstancia e inestabilidad. Al “advertir” se opone el “divertir” o distraerse (N 2,16,3; CB 16,6; LlB 3,33; 3,64); es como “quien abre los ojos con advertencia amorosa” sin hacer “de suyo diligencias” (LlB 3,33). En cuanto la “advertencia” implica o adquiere duración temporal, mayor o menor, se identifica con “asistencia” y también con “atención”, que son para él sinónimos rigurosos.

Habitualmente, y fuera de casos excepcionales, la advertencia en este sentido se aplica a Dios o a las cosas de Dios y se identifica en su contenido con la “contemplación”; por lo mismo, integra en sí un elemento cognoscitivo y otro afectivo, en palabras del Santo, luz y amor (S 2,3; 26,5). Cuando la contemplación alcanza ciertos niveles espirituales se convierte en “advertencia amorosa” o en sus equivalentes “asistencia amorosa” (S 2,15,2; CB 16, 11; 18,7; 28,10; 29,2) o “atención amorosa” (S 2,13,4.6). Dada su equivalencia fundamental, es frecuente el intercambio entre advertencia y asistencia o atención (S 2,12, 8; 2,13,6). El calificativo habitual para hablar de la advertencia asistencia es el de “amorosa”, destacando así la dimensión afectiva de la misma. Para resaltar, en cambio, el aspecto noético coloca a veces al lado de advertencia la “noticia” (en sentido de conocimiento). La contemplación es, en el fondo “la noticia o advertencia general en Dios” (S 2,14,6). La equivalencia radical hace que se junte igualmente la noticia con “asistencia” (S 2,14,6) y con “atención” (S 2,13, 4).

Otros calificativos que definen el carácter contemplativo de la advertencia asistencia son: común o general, ordinaria, pacífica, sencilla, simple. Con frecuencia van juntos dos o más.

Distingue con claridad entre lo que puede considerarse “acto o ejercicio” y lo que es una actitud, hábito o postura de “advertencia amorosa en Dios”; por ello apunta a un desarrollo progresivo, que comienza cuando se agota la virtualidad de la  meditación. Una de las tres señales propuestas para discernir el paso de la meditación a la contemplación es precisamente que, en lugar de meditar discursivamente, el alma gusta de “estarse a solas con advertencia amorosa en Dios” (S 2,13,4-6).

J. de la Cruz insiste siempre en las mismas orientaciones prácticas (especialmente en S 2,12-16 y LlB 3,33-35). Cuando se supera la meditación, el espiritual “se ha de andar sólo con advertencia amorosa a Dios, sin especificar actos” (LlB 3,33). Ya que entonces Dios trata de modo semejante, “también el alma trate con él en modo de recibir con noticia o advertencia sencilla y amorosa” (ib. 3,34). Pueden llegar momentos en que no es necesario esfuerzo alguno para mantener esa actitud: “Cuando el alma se sienta poner en silencio y escucha, aun el ejercicio de la advertencia amorosa … ha de olvidar el alma para que se quede libre para lo que entonces la quiere el Señor. Porque de aquella advertencia amorosa sólo ha de usar cuando no se siente poner en soledad u ociosidad interior u olvido o escucha espiritual, lo cual para que lo entienda, siempre que acaece es con algún sosiego pacífico y absorbimiento interior” (LlB 3, 35).

En ciertos estados o niveles de vida espiritual es casi normal que el alma “ordinariamente ande en  unión de amor de Dios, que es común y ordinaria asistencia de voluntad amorosa en Dios” (CB 28,10 /CA 19,9); dicho de otra manera “es amar en continuidad de amor unitivo” (CB 16,11), o “continuo ejercicio de amor en Dios” (ib. 29,1). Simplificando la idea de “advertencia-asistencia-atención amorosa” puede decirse, según sus palabras, que se trata de una actitud o situación como “el que tiene los ojos abiertos, que pasivamente sin hacer él más que tenerlos abiertos, se le comunica la luz” (S 2,15,2). Trasladado al ámbito espiritual “es mirar muy particularmente con estimación de aquello que se mira”, que es Dios (CB 31,4). La radical identificación de advertencia amorosa con contemplación está afirmada de muchas maneras, en particular al tratar del paso de la meditación a la contemplación. Basta comparar los textos clave a este propósito (S 2, 13-15; N 1, 9; 2, 10,5 y LlB 3,33-34). El nexo “advertencia contemplación” lleva también a la identificación fundamental, en la visión sanjuanista, con “teología mística”, noticia, inteligencia, sabiduría mística y otros términos equivalentes de su vocabulario. En cierto sentido, y como conclusión, puede decirse que para J. de la Cruz la mística más que por fenómenos extraordinarios se define por la “advertencia-asistencia amorosa en Dios”. Aunque pudiera pensarse que la advertencia amorosa equivale a una actitud pasiva, J. de la Cruz advierte explícitamente y con fuerza que nada tiene que ver con el quietismo o con la cómoda ociosidad espiritual (LlB 3,43).

Eulogio Pacho