Notas íntimas

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Índice: Santa Isabel de la Trinidad, Notas íntimas
I. Antes de entrar en el Carmelo
NI 1. Acordaos a Santa Isabel. [22 de abril de 1894 ]
NI 2. Reloj de la Pasión. [Mayo octubre de 1894]
NI 3. [Yo encomiendo a San Antonio]
NI 4. [Hazme mártir de tu amor] [(Poco?) después del 16 de noviembre de 1899]
NI 5 [Que esto sea tu pequeña Betania] [(Hacia el?) 23 de enero de 1900]
NI 6 [Yo prometo a mi Jesús] [27 de enero de 1900]
NI 7 [Renuevo mi voto de castidad] [16 de julio de 1900]
NI 8 La celdilla de mi Amado. [15 de agosto de 1900]
NI 9 [Oh, Santa Teresa] [15 de octubre de 1900]
NI 10 [Vos me enviáis el mayor sacrificio] [20 de octubre de 1900]
NI 11 [Cuánto sufro, Dios mío] [4 de abril de 1901]

II. En el Carmelo
NI 12 [Cuestionario] [(Hacia el?) 9 de agosto de 1901]
NI 13 [Ser esposa de Cristo] [Hacia la mitad de 1902]
NI 14 [La carmelita] [Hacia la segunda mitad de 1903]
NI 15 ¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! [21 de noviembre de 1904]
NI 16 [Ejercicios de 1905] [9‑18 de octubre de 1905]
NI 17 [La visita continua de Dios] [(Hacia?) julio de 1906]










I. Antes de entrar en el Carmelo
NI 1. Acordaos a Santa Isabel. [22 de abril de 1894 ]
Acuérdate, oh Santa Isabel, mi patrona y celestial protectora, que soy tu pequeña protegida. Acude en mi auxilio en esta tierra árida y sostenme en mis debilidades. Concédeme tus hermosas virtudes, tu dulce humildad y tu sublime caridad. Alcánzame de Dios que cambie mis defectos en virtudes como cambió en rosas los panes que tú llevabas.
Dame para volar al cielo las alas de la esperanza, y cuando Dios me llame a Sí, ven tú misma a recibirme a la puerta del cielo. Así sea.
Isabel Catez.
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NI 2. Reloj de la Pasión. [Mayo octubre de 1894]
Noche
7. Lavatorio de los pies.
8. Sacramento de la Eucaristía.
9. Oración de Jesús en el huerto de los Olivos.
10. Sudor de sangre.
11. Sueño de los Apóstoles.

Medianoche. Beso de Judas.
1. Prisión.
2. Prisión.
3. Prisión.
4. Jesús ante Caifás.
5. Negación de San Pedro.
6. Jesús ante Pilato.

Día
7. Irrisión de Herodes.
8. Flagelación.
9. …
10. Barrabás preferido a Jesús.
11. Jesús lleva la cruz.

Mediodía. Jesús es clavado en la cruz.
1. Jesús perdona al ladrón.
2. Jesús nos da a María por madre.
3. Jesús expira.
4. Su costado es abierto por la lanza.
5. Jesús, bajado de la cruz, es entregado a su Madre.
6. Jesús es puesto en el sepulcro.
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NI 3. [Yo encomiendo a San Antonio]
Yo encomiendo a San Antonio
una gracia temporal muy importante,
varias otras gracias temporales (cuatro),
una intención particular,
cinco gracias espirituales muy importantes,
una conversión, una curación muy importante,
otras dos curaciones. Isabel
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NI 4. [Hazme mártir de tu amor] [(Poco?) después del 16 de noviembre de 1899]
… víctima de holocausto. ¡Oh, hazme mártir de tu amor, que este martirio me haga morir! Quítame la libertad de disgustarte, que nunca haga el más leve pecado. Rompe, arranca de mi corazón todo lo que te disgusta. Quiero cumplir siempre tu voluntad, responder siempre a tu gracia. Oh, Señor, quiero ser santa para ti, sé mi santidad, pues conozco mi debilidad. ¡Oh, Jesús! Gracias por todas las gracias que me has concedido; gracias, sobre todo, por haberme probado. Es tan bueno sufrir por ti, contigo. Sea cada latido de mi corazón un grito de agradecimiento y de amor.
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NI 5 [Que esto sea tu pequeña Betania] [(Hacia el?) 23 de enero de 1900]
¡Oh, Jesús, Amado mío, qué dulce es amarte, pertenecerte, tenerte por único todo! ¡Ah! Ahora que vienes cada día a mi corazón, que nuestra unión sea cada día más íntima. Que mi vida sea una oración continua, un prolongado acto de amor. Que nada pueda distraerme de ti, ni los ruidos ni las distracciones. ¿Verdad? Me gustaría tanto, oh mi Señor, vivir contigo en el silencio. Pero lo que amo sobre todo es cumplir tu voluntad. Y ya que quieres que esté todavía en el mundo, me someto de todo corazón por amor tuyo. Yo te ofrezco la celda de mi corazón para que sea tu pequeña Betania. Ven a descansar. Te amo tanto… Quisiera consolarte y me ofrezco a ti como víctima, oh Maestro, por ti, contigo. Acepto de antemano todos los sacrificios, todas las pruebas, incluso la de no sentirte conmigo. Sólo te pido una cosa: ser siempre generosa y fiel, siempre; aunque nunca vuelva a poseerme. Quiero cumplir perfectamente tu voluntad, responder siempre a tu gracia. Deseo ser santa contigo y para ti, pero siento mi impotencia. ¡Oh, sé mi santidad!. Si nunca me enmiendo, oh, te conjuro, te suplico. Llévame, hazme morir mientras yo soy toda tuya. Yo soy tu “pequeña mimada”, tú me lo dices; pero tal vez la prueba venga muy pronto y entonces seré yo quien te daré. Señor, no son estos dones, estos consuelos de que me colmas, lo que yo busco. Es a ti, únicamente a ti. Sostenme siempre, tómame cada vez más. Que todo en mí te pertenezca. Rompe, arranca todo lo que te disgusta para que sea toda tuya. ¡Oh, cada latido de mi corazón es un acto de amor!. Jesús mío, Dios mío, ¡qué bueno es amarte, ser tuya completamente!
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NI 6 [Yo prometo a mi Jesús] [27 de enero de 1900]
Prometo a mi Jesús humillarme y renunciarme cuantas veces tenga ocasión por amor suyo, y pido a este Esposo Amado que ayude a mi debilidad para que yo haga de mi vida una oración continua, un acto de amor. Que nada pueda distraerme de El. Que yo viva en el mundo sin ser del mundo. Puedo ser carmelita por dentro y quiero serlo.
¡Oh, mi Amado! Que yo pase santamente el tiempo que me queda por vivir en el mundo; que lo pase unida a Vos, en vuestra intimidad, haciendo un poco de bien. Señor, soy vuestra, tomadme toda entera. Tal vez deseo demasiado ir al Carmelo… Oh, Amado, ordenad mis deseos. Que vuestra voluntad sea siempre la mía. Puedo ser vuestra en el mundo, ¿no es verdad? Oh, Jesús.
Desde hace tiempo os lo he dado todo; hoy renuevo esta ofrenda. Soy vuestra pequeña víctima. ¡Ah! Que desaparezca Isabel y quede sólo Jesús.
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NI 7 [Renuevo mi voto de castidad] [16 de julio de 1900]
¡Oh, mi querido Jesús! Renuevo con alegría mi voto de castidad, que parece unirme a ti más íntimamente todavía. Me ofrezco a tu amor como víctima de holocausto por la salvación de los pobres pecadores y te pido que me hagas mártir de este amor. ¡Ah! Que este amor me consuma y me haga morir. Jesús, Esposo amado, escucha también esta petición que tantas veces te hago. Si hubiese de cometer un solo pecado mortal, hazme morir pronto, mientas soy toda tuya…
¡Oh, Amor mío! Que cada latido de mi corazón te repita este ofrecimiento. Soy tuya, te pertenezco, haz de mí lo que gustes. Soy tu víctima, quiero consolarte, y para ello quiero sufrir todos los dolores con la ayuda de tu gracia, sin la cual nada puedo.
¡María, mi buena Madre! ¡Oh, Virgen del Carmen, ofrecedme, dadme a Jesús!
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NI 8 La celdilla de mi Amado. [15 de agosto de 1900]
El abandono a la divina voluntad será la cama. Tendrá un hermoso sillón: la mortificación; una mullida alfombra: la humildad. Para que este divino Amado esté a gusto en mi pobre celdilla, la adornaré con el mayor número de flores que pueda. Estas flores serán los pequeños sacrificios de cada minuto. Y el alimento que daré a mi Jesús será la renuncia y la abnegación. Una lamparilla estará siempre ardiendo: su llama será el amor, el amor que consume el corazón enamorado de Jesús.
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NI 9 [Oh, Santa Teresa] [15 de octubre de 1900]
¡Oh, Santa Teresa, mi querida Madre! ¡Oh, Beata Juana de Tolosa! Os pido que me quitéis la bronquitis. Es preciso. Nuestra Madre lo ha dicho. No deseo curarme. Hace tanto bien sufrir por el “Amado”. Hago esta oración por obediencia. Oh, mi querida Madre; estoy cierta de que me escucharéis. Amén.
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NI 10 [Vos me enviáis el mayor sacrificio] [20 de octubre de 1900]
¡Oh, Dios mío! ¡Me enviáis el mayor de los sacrificios! Después de haberos recibido cada día, ¿en qué voy a parar sin Vos? Pero, me lo habéis dicho, no tenéis necesidad del Sacramento para venir a mí. ¡Oh, Amor mío, cómo sabéis consolarme, cómo junto a Vos mi pobre alma vuelve a encontrar fortaleza y ánimo! ¡Oh, Dios mío; oh, Vida mía! Sois Vos quien lo dais, poco importa lo que me enviéis. Ya que esto viene de Vos, siempre está muy bien. ¡Oh! Gracias cuando me probáis, porque me parece que entonces estáis más cerca, que me amáis más y que nuestra unión es más estrecha. ¡Oh, Amor, qué bueno es sufrir por Vos y con Vos! Pero acordaos de mi debilidad. Ayudadme. No puedo nada sin Vos. Sed mi apoyo y mi fortaleza, oh Dios mío.
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NI 11 [Cuánto sufro, Dios mío] [4 de abril de 1901]
¡Cuánto sufro, Dios mío! Pero quiero permanecer en este estado todo el tiempo que os plazca, ya que este bendito sufrimiento purifica mi alma, a la que Vos queréis uniros más íntimamente. Más, más, mientras queráis, pero ayudadme, soy tan débil… Veis bien que es a Vos, únicamente a Vos, a quien amo, el único a quien me apego… ¡Oh, Amor! ¡Qué bueno es poderos dar, a Vos que me habéis mimado tanto! María Isabel de la Trinidad. Jueves Santo de 1901.
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II. En el Carmelo
NI 12 [Cuestionario] [(Hacia el?) 9 de agosto de 1901]
P. ¿Cuál es según usted el ideal de la santidad? R. Vivir de amor
P. ¿Cuál es el medio más rápido para llegar al cielo? R. Hacerse pequeñita, entregarse para siempre.
P. ¿Cuál es el santo a quien más ama? R. Al discípulo amado que reposó sobre el Corazón de su Maestro.
P. ¿Cuál es su santa preferida y por qué? R. Nuestra santa Madre Teresa, porque murió de amor.
P. ¿Qué punto de la regla prefiere? R. El silencio.
P. ¿Cuál es el rasgo dominante de su carácter? R. La sensibilidad.
P. ¿Cuál es su virtud predilecta? R. La pureza. “Bienaventurados los corazones puros, porque verán a Dios” (Mt. 5, 8).
P. ¿Qué defecto le inspira mayor aversión? R. El egoísmo en general.
P. Dé una definición de la oración. R. La unión de aquella que no es con el que es
P. ¿Qué libro prefiere? R. El alma de Cristo. Ella manifiesta todos los secretos del Padre que está en el cielo.
P. ¿Tiene grandes deseos del cielo? R. Tengo a veces la nostalgia, pero, excluida la visión, ya lo tengo en lo más íntimo de mi alma.
P. ¿Qué disposiciones querría tener en la muerte? R. Quisiera morir amando y caer así en los brazos de Aquel a quien amo.
P. ¿Qué martirio le agradaría más? R. Los amo todos, sobre todo el de amor.
P. ¿Qué nombre querría tener en el cielo? R. Voluntad de Dios.
P. ¿Cuál es su lema? R. Dios en mí, yo en El.
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NI 13 [Ser esposa de Cristo] [Hacia la mitad de 1902]
¡Ser esposa de Cristo!
No es sólo la expresión del más dulce de los sueños; es una realidad divina, la expresión de todo un misterio de semejanza y de unión. Es el nombre que en la mañana de nuestra consagración la Iglesia pronuncia sobre nosotras: «¡Veni, sponsa Christi!»
¡Hay que vivir la vida de esposa! «Esposa», todo lo que este nombre hace presentir de amor dado y recibido… de identidad, fidelidad, entrega absoluta… Ser esposa es entregarse como El se entregó; ser inmolada como El, por El, para El… ¡Es Cristo que se hace todo nuestro y nosotras que nos hacemos «toda suya»!
Ser esposa es tener todos los derechos sobre su Corazón… Es un diálogo para toda la vida… Es vivir con… siempre con… Es descansar de todo con El y permitirle descansar de todo en nuestra alma…
Es no saber más que amar: amar adorando, amar reparando, amar orando, pidiendo, olvidándose. Amar siempre bajo todas las formas.
«Ser esposa» es tener los ojos en los suyos, el pensamiento obsesionado por El, el corazón todo cautivo, lleno, como fuera de sí y pasado a El, el alma llena de su alma, de su oración; todo el ser cautivado y entregado…
Es, teniendo siempre fija en El la mirada, sorprender el menor signo y el más pequeño deseo; es entrar en todas sus alegrías, compartir todos sus dolores. Es ser fecunda, corredentora, dar a luz almas a la gracia, multiplicar los hijos adoptivos del Padre, los rescatados por Cristo, los coherederos de su gloria.
«Ser esposa», esposa carmelita, es tener el corazón abrasado de Elías, el corazón transverberado de Teresa, su «verdadera esposa», porque cela su honor.
Finalmente, ser tomada por esposa, esposa mística, es haber arrebatado su Corazón hasta el punto que, olvidando toda distancia, el Verbo se derrame en el alma como en el seno del Padre con el mismo éxtasis de infinito amor. Es el Padre, el Verbo y el Espíritu invadiendo el alma, deificándola y consumándola en la Unidad por el amor. Es el matrimonio, el estado fijo, porque es la unión indisoluble de las voluntades y de los corazones. Y Dios dijo: «Hagámosle una compañera semejante a él, serán dos en uno» (Gen. 2, 18, 24).
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NI 14 [La carmelita] [Hacia la segunda mitad de 1903]
La carmelita es el sacramento de Cristo. A través de ella debe darse nuestro Dios Santísimo, el Dios crucificado todo Amor. Pero para comunicarle así hay que dejarse transformar en una misma imagen con El. Es necesaria la fe que contempla y ora sin cesar. La voluntad al fin cautiva y que no se separa más. El corazón verdadero, puro y exultante bajo la bendición del Maestro.
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NI 15 ¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! [21 de noviembre de 1904]
¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayudadme a olvidarme enteramente para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Vos, ¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me haga penetrar más en la profundidad de vuestro misterio. Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada amada y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje allí jamás solo, sino que esté allí toda entera, completamente despierta en mi fe, en adoración total, completamente entregada a vuestra acción creadora
¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para vuestro Corazón; quisiera cubriros de gloria amaros… hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y os pido os dignéis «revestirme de Vos mismo», identificad mi alma con todos los movimientos de la vuestra, sumergidme, invadidme, sustituidme, para que mi vida no sea más que una irradiación de vuestra vida. Venid a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador. ¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándoos, quiero hacerme dócil a vuestras enseñanzas, para aprenderlo todo de Vos. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero miraros siempre y permanecer bajo vuestra gran luz. ¡Oh, Astro amado!, fascinadme para que no pueda ya salir de vuestra irradiación.
¡Oh, Fuego consumidor, Espíritu de Amor, “descended a mí” para que se haga en mi alma como una encarnación del Verbo. Que yo sea para El una humanidad complementaria en la que renueve todo su Misterio. Y Vos, ¡oh Padre Eterno!, inclinaos hacia vuestra pequeña criatura, “cubridla con vuestra sombra”, no veáis en ella más que al “Amado en quien Vos habéis puesto todas vuestras complacencias”
¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Vos como una presa. Encerraos en mí para que yo me encierre en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas. 21 de noviembre de 1904.
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NI 16 [Ejercicios de 1905] [9‑18 de octubre de 1905]
“Me parece que todo es pérdida desde que sé lo que tiene de trascendente el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por su amor lo he perdido todo, teniendo todas las cosas por basura para ganar a Cristo y ser encontrada en El, no con mi propia justicia, sino con la justicia que viene de Dios por la fe. Lo que quiero es conocerle a El y la potencia de su resurrección y la comunión en sus sufrimientos, es conformarme a su muerte… Prosigo mi carrera procurando llegar allí a donde Cristo me ha destinado al tomarme.
Todo mi cuidado es olvidar lo que dejo detrás, tender constantemente hacia lo que está delante. Corro derecho a la meta, al premio de la vocación celeste a la que Dios me ha llamado en Cristo Jesús” (Fil. 3, 8‑10 y 12‑14).
El Apóstol nos revela la grandeza de esta vocación al decirnos: “Desde la eternidad Dios nos ha elegido para hacernos inmaculados, santos en su presencia en el amor” (Ef. 1, 4). Pero para ser así “enraizados y fundados en la caridad” (Ef. 3, 17), es decir, en Dios mismo (“Deus charitas est”) (IJn. 4, 16), hay que salir de sí, supone una separación absoluta de todas las cosas, en una palabra, un estado de muerte que entregue la criatura al Creador. Cuando el alma, despegada de todo por la sencillez de la mirada con que contempla a su divino Objeto, se establece en ese bienaventurado estado del que habla San Pablo cuando dice: “Vosotros estáis muertos, y vuestra vida está escondida en Dios con Cristo” (Col. 3, 3), o también: “Nuestra vida está en los cielos” (Fil. 3, 20), todas sus potencias están ordenadas a Dios. Ella no vibra más que con el toque misterioso del Espíritu Santo, que la transforma en “la alabanza de gloria a que fue predestinada por un decreto del que obra todas las cosas según el consejo de su voluntad” (Ef. 1, 11‑12). Entonces, en cada minuto que pasa, todos sus actos, movimientos, aspiraciones, al mismo tiempo que “la enraízan” más profundamente en el Ser divino, son otras tantas alabanzas, adoraciones y homenajes a la Santidad infinita. Todo en ella rinde “testimonio a la Verdad” (Jn. 18, 37) y glorifica a Aquel que ha dicho: “Sed santos, porque yo soy santo”.
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NI 17 [La visita continua de Dios] [(Hacia?) julio de 1906]
“La tierra está llena de desolación, decía el profeta, porque ninguno reflexiona en su corazón” (Ir. 12, 11). ¿Cuál es esta tierra desolada sino el alma cuando, no entrando en sí misma, donde Dios habita, no encuentra ya la fuente viva? Los santos han sabido hacer este movimiento interno y con qué profundidad… Por eso la tierra estaba sin cesar refrescada por las aguas vivas, por el contacto con el Amor infinito. Vivían en el Espíritu Santo en lo más profundo de ellos mismos. En el fondo del abismo se producía este encuentro divino. «Esta vida que podemos tener en el fondo de nosotros mismos se parece a la de nuestro modelo eterno. No conoce ni medida ni distancia. Nuestra alma recibe sin cesar la impresión de la luz divina de su modelo eterno, que resplandece en el fondo de ella misma y le permite sumergirse, abismarse en la esencia divina, donde ella encuentra ya su bienaventuranza eterna. Dios, que ocupa siempre su templo y llega continuamente, visitándola sin cesar por la irradiación de un esplendor nuevo. Cuando Dios llega, es que ya estaba presente; adonde llega, ya estaba. En El no hay accidentes ni cambios. Cuando El viene a nosotros es que ya estábamos en El, porque El no sale jamás de Sí mismo». «Sucede, pues, este fenómeno: Dios, en el fondo de nosotros, recibe a Dios que viene a nosotros». Un santo resumía esta vida íntima en un misterio de “Visitación”. «El Señor, decía él, considerando la morada y el reposo que se ha hecho a Sí mismo en el fondo de nosotros, considerando la unidad de espíritu, obrada por su gracia, y nuestro parecido con nuestro modelo, ha resuelto visitar continuamente esta unidad magnífica, obra de sus manos, e ilustrarla sin interrupción por el toque sublime de su Verbo y por la efusión de su amor. Porque El aprecia sus delicias, quiere habitar en el espíritu lleno de amor. Cuando El ha creado en nosotros su imagen, quiere visitarla, enriquecerla con dones maravillosos y abrirnos el camino de las virtudes más grandes que conducen a una imagen más iluminada. La voluntad de Cristo es que nosotros también habitemos esta unidad esencial y que permanezcamos donde El está, que nosotros seamos estabilizados en su riqueza. La voluntad de Cristo es que entre los actos más prácticos y multiplicados visitemos continuamente a nuestra Imagen divina. Pues en cada momento de su duración, en todos los puntos que abraza la palabra ahora, Dios nace en nosotros y el Espíritu procede, adornado de todos sus tesoros».
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