Lc 1,26-38 – JMC

«En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llama­ do José, de la estirpe de David. La virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gra­cia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por  eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios no hay nada imposi­ble». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en según tu palabra». Y la dejó el ángel».

  1. En la fiesta de la Inmaculada, la Iglesia celebra que María, la madre  de Jesús, no tuvo el pecado original. Por eso, como es lógico, para com­ prender debidamente lo que significa esta fiesta,  lo primero que se  ha  de tener en cuenta es lo que representa eso que los teólogos llaman el «pecado original». La teología cristiana se inventó la teoría del pecado original porque, en la antigüedad, se pensó que el relato de Adán y Eva en el paraíso (Gén 3) es un relato histórico en el que se nos cuenta cómo el primer hombre (y padre de todos los humanos) pecó y se alejó de Dios. El pecado de Adán habría sido el pecado original «originante». Y por eso todos los hijos de Adán venimos a este mundo con el pecado original «originado», es decir, heredado de nuestros padres.
  2. Hoy se sabe que lo de Adán no es una «historia», sino un «mito». Lo que con este mito quisieron decirnos los antiguos es que el mal existe en el mundo, no porque lo quiso Dios, sino porque el hombre (Adán) pecó. Es decir, el responsable del mal no es Dios, sino el hombre. Hoy, todo esto está sometido a una profunda revisión. Y lo que está claro es que el ser humano es un ser «limitado» y además «inclinado al mal». Esta limitación  y esta inclinación es lo que se puede denominar con la expresión «pecado original».
  3. María, la madre de Jesús, no hizo mal alguno. Y fue siempre una mujer del pueblo, humilde y sencilla, que «creyó» profundamente (Lc 1, 45) en Dios y sus designios. Y, sobre todo, María fue la mujer dichosa que supo criar a Jesús (cf. Lc 11, 27). La fiesta de hoy nos habla, más que de la pureza de María, de su bondad, de su fe y de su humanidad.

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Jn 12, 20-33 – CMM

Si el grano de trigo sembrado en la tierra muere, producirá mucho fruto.

  1. La lógica de Dios no es nuestra lógica. Sus caminos no son nuestros caminos. En la lógica humana para realizarnos necesitamos triunfar, vencer, ganar. En la lógica de Dios muchas veces hay que perder para ganar. Aparentes fracasos son, en los planes de Dios, caminos de triunfo y de plenitud. Muchas veces nos desanimamos porque los esfuerzos que hemos hecho; el bien que hemos tratado de realizar; el tratar de ser fieles a nuestra vocación cristiana; de superar las tentaciones del poder, del tener y del placer, no vemos que produzcan frutos en nosotros y en los demás. Pero, en la lógica de Dios, de hecho son el camino para producir frutos.
  2. En el evangelio de hoy Cristo nos da la clave para mirar las cosas desde la lógica de Dios. En la perspectiva de su pasión, el mayor aparente fracaso nos dice que para producir fruto hay que morir como el grano de trigo sembrado en la tierra para producir fruto. Nos señala así un camino de esperanza en medio de las dificultades, persecuciones, desalientos. Pero al mismo tiempo nos enseña a saber transformar cruces de resignación y autocompasión en la certeza de que marchamos a la liberación de la pascua, a la plenitud de la vida. Al mismo tiempo, Jesús comprende nuestros miedos. Él mismo confesó que los tenía. Dice en el evangelio ¿ahora que tengo miedo le voy a decir al Padre: Padre líbrame de esta hora? No, pues precisamente, para esta hora he venido.
  3. Aprendamos esta lección en nuestra vida. Muchas veces nos decimos “de nada han servido los esfuerzos por inculcar valores en nuestra familia”; nuestros hijos no responden a la educación que les hemos dado. Nosotros mismos, en lugar de cosechar cosas buenas, somos sometidos al sufrimiento, a la incomprensión y dudamos de “si valió la pena todo lo que hemos hecho”. No olvidemos que Jesús es el maestro que nos enseña con su doctrina y con su ejemplo a entrar en la lógica incomprensible de Dios. Se suele decir, que por la cruz se va a la luz. En la vida cristiana, muchas veces, perder significa ganar.

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Lc 5, 17-26 – JMC

Sucedió que un día estaba Jesús enseñando y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por dónde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. El, viendo la fe que tenían, dijo: «Hombre, tus pecados están perdona­ dos». Los letrados y los fariseos se pusieron a pensar: «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?» Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: «¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir «tus pecados quedan perdónanos», o decir «levántate y anda?» Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar  pecados… -dijo al paralítico-: A  ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa». Él, levantándo­se al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido, y se marchó a su casa dando gloria a Dios. Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: «Hoy hemos visto cosas admirables».

  1. Es evidente que el tema central de este relato no es la curación del paralítico, sino el perdón de los pecados. Lo que este relato atestigua es el convencimiento, que tenía la comunidad cristiana primitiva, de haber recibido, a partir de Jesús, el poder de perdonar los pecados. Y es precisa­ mente este convencimiento la idea central que se transmite sirviéndose del episodio de la presunta curación de un paralítico (F. Bovon, H. J. Kla­uck). Según el relato, lo que dice y hace Jesús se encamina directamente a sanar al paralítico. Pero se relata de forma que incluso la curación física del enfermo se plantea, se orienta y se resuelve con la mirada puesta en el problema central: el poder de perdonar los pecados. Ese poder, hasta en­tonces, era visto como un privilegio exclusivo de Israel. De ahí, el empeño de la comunidad cristiana para dejar muy claro que el poder de perdonar estaba también en la comunidad de los discípulos de Jesús.
  2. Los hombres de la religión se extrañaron y hasta llegaron a pensar que Jesús, al perdonar los pecados, estaba blasfemando. El perdón de los pe­cados era privilegio de los hombres del templo. Pero Jesús lo sacó del templo. Y dio esa «autoridad» a los humanos, que por eso alababan a Dios . (Mt 9, 8). El fondo del problema está en que el pecado se comete cuando – se ofende a otra persona, ya que los mortales (hablando con propiedad) no podemos ofender a Dios. Así lo dice el mismo Santo Tomás (Sum. con­tra gent. 111, 122). Los mortales ofendemos a Dios cuando nos ofendemos unos a otros: «Lo que hicisteis con uno de éstos, a Mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40). «Quien os rechaza a vosotros, me rechaza a Mí» (Lc 10, 16).
  3. Por tanto, el perdón de los pecados tiene que ser  perdón de quienes  se han ofendido: «Si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6, 15; Mc 11, 25). No tiene sentido que un hombre ofenda a su vecino y luego vaya a pedir perdón al cura. Al que tie­ne que pedir perdón es al vecino. Al actuar como «perdonadores», lo que realmente hacen los sacerdotes es tranquilizar  las conciencias y dar pie  a que la gente siga dividida, ofendida y enfrentada. Cuando buscamos · «unidad», y no mera «tranquilidad», hacemos todo lo posible por unirnos y pedir perdón al que hemos dañado o herido. Todo lo que no sea eso, son engaños piadosos que no sirven para nada.

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Lc 10, 21-24 – JMC

«En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiere revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que oís, pero no lo oyeron».

  1. El término «Padre» designa a Dios. Y Jesús dice algo sorprendente: a Dios no lo conocen los «sabios y entendidos», mientras que se da a conocer a los más pequeños, los últimos de este mundo. Dios no es una cosa, un objeto, un saber. Porque Dios es, por definición, el Trascendente, es decir, trasciende o está más allá de todo cuanto los mortales podemos alcanzar. Por eso ni los más sabios y entendidos lo pueden conocer. Y por eso mismo a los más insignificantes es a quienes se revela. ¿Por qué esto es así? ¿Por qué precisamente a los más insignificantes?
  2. Porque Dios se nos da a conocer en el Hijo, en Jesús, que se identificó con los últimos y murió como los que están mas abajo, los últimos en la historia. Jesús revela a Dios a los que van por la vida como fue él: sin pretensiones de títulos ni deseos de poderes. Dios se revela a quienes van por la vida sólo con su entrañable humanidad. Y es que Dios, en Jesús, se ha fundido con la condición humana, con lo más sencillo de la humanidad. No conocemos a Dios mediante el saber, sino en la medida en que somos cada día más humanos.
  3. A Dios se le conoce en Jesús, al que veían y oían los discípulos. Dios no está disponible en la letra de la Biblia (F. Fernández Ramos). La verdad de Dios no está en las fórmulas de los sabios, sino en la sencillez y la elemental humanidad de los humildes.

– ir a meditación evangélica –

Vive agradeciendo. Ahondar en la gratitud

Vive agradeciendo. Ahondar en la gratitud

CHITTISTER, J. WILLIAMS, R.,

Sal Terrae, Santander, 2011, 190 pp.

El presente libro trata de presentar el pensamiento de Chittister y Williams sobre el agradecimiento. Y el título es sugerente, es un mandato: “vive agradeciendo”. Los autores invitan a agradecer al Dios de la vida, no a quejarse. Hay muchos motivos para ello, aunque aparentemente los haya también para quejarse.

Los textos están divididos en tres partes: Descubrir lo que somos, llegar a ser quienes somos y adentrarse en lo desconocido.

Chittister y Williams muestran cómo es posible, con absoluto realismo, asombrarse y prorrumpir en alabanzas ante cuanto ocurre en la vida diaria, a menudo incierta o desalentadora. Sus reflexiones tienen su origen en el convencimiento de que Dios es bueno, y que todo en la vida –incluyendo la duda, la muerte, el conflicto, la riqueza, la pobreza, las divisiones…– contribuye a su manera a dar vida. “La oscuridad revela que no todo crecimiento tiene lugar a plena luz, y que Dios se sirve incluso de nuestra vulnerabilidad y falta de control”.

“¡Alabado sea Alá!”, oyeron los investigadores gritar a los terroristas. Este fue el último sonido que se registró en la cabina del piloto, y era jubiloso y extático. ¿“Alabado sea Ala”?, se preguntó atónita la gente.

¿Qué clase de religión era aquella que consideraba la injustificable destrucción del inocente un acto de alabanza religiosa?

En el último tema sobre Dios, el libro trae la oración de un niño: “Y querido Dios -finalizó el niño su letanía de peticiones nocturnas-, por favor, cuida de ti mismo, porque, si algo te sucediera, estaríamos todos perdidos”.

Dios es bueno y está presente en nuestra vida, pero ¿cómo puede permitir tanto sufrimiento y no hacer nada para impedirlo? ¿Dónde estaba Dios cuando ocurrieron los terremotos, tsunamis, ciclones…? ¿Por qué alabar a un Dios así? Y, después de reflexionar el autor termina con estas palabras: “Aleluya al Dios que exige de nosotros que de nuestro barro hagamos mármol, a fin de sacar todo cuanto podemos ser del aliento de la Nada”. Todo en la vida es don, y al mismo tiempo, desafío y responsabilidad. El agradecimiento surge de una vida de fe y “la fe es un largo aleluya cantado en una noche oscura, cuyo único fin es otra desafiante aurora más”.

Los autores de este libro son: Joan Chittister, OSB., es una religiosa benedictina conocida en todo el mundo por sus escritos sobre espiritualidad durante más de treinta años. Rowan Williams, Arzobispo de Canterbury, ha formado parte de numerosas comisiones teológicas, ecuménicas y educativas y ha escrito abundantemente sobre temas de filosofía, teología, espiritualidad y estética religiosa. Desde su nombramiento como arzobispo se ha centrado principalmente en temas culturales y de diálogo interreligioso.

 – Eusebio Gómez Navarro

Ventanas que dan a Dios. Experiencia humana y ejercicio espiritual

Ventanas que dan a Dios. Experiencia humana y ejercicio espiritual

GARCÍA, J. A.,

Sal Terrae, Santander, 2011, 269 pp.

Dios está vivo, él camina entre nosotros, y en él “nos movemos y existimos”. Así es, porque creemos en un Dios que es «Padre de todo, lo trasciende todo, lo penetra todo y lo invade todo». De esta premisa de fe, tan presente en la espiritualidad ignaciana, parte José A. García para descubrir en las experiencias humanas que conforman la realidad, las ventanas abiertas hacia el descubrimiento y saboreo del amor de Dios Padre a través de personas, acontecimientos y cosas, repensando el misterio desde dentro de la cultura actual, porque todo, fuera y dentro de nosotros, puede convertirse en lugar de encuentro con Dios.

“Este libro hunde sus raíces en la espiritualidad ignaciana”. Como el mundo procede de Dios, Ignacio no querrá ya amar y servir a Dios, sino en la creación. Todo será para él lugar de encuentro con Dios. Él trata de “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”. Precisamente, “el hilo conductor que recorre este libro desde su comienzo hasta el final es que Dios es una Presencia real, y que las experiencias humanas, todas ellas, están llamadas a ser ventanas que dan a Él”. Así nos lo indica José A. El mismo afirma que la realidad no es atea y que tampoco lo son nuestras experiencias dentro de ella. Más bien constituyen el umbral de la presencia misteriosa de Dios, siendo su sacramento y las compara con «ventanas abiertas» hacia su contemplación, aunque no podemos olvidar que la realidad también puede esconderlo y ocultarlo. Pero ahí es justamente de donde arranca el proceso espiritual que, perforando la libertad hacia dentro y hacia fuera, puede hacernos transparentes las huellas de Dios.

El autor recoge algunas experiencias humanas básicas para mostrar en ellas el carácter de «medio divino» que esconden, redescubriéndolas como lugar de encuentro y adoración de Dios, de llamada y también de envío.

Al final del libro, en el epílogo, se ofrece como en un espejo, la síntesis de la vida espiritual, a través de Teilhar, Rahner y von Balthasar, una elección que el autor confiesa como «muy personal». Tres grandes figuras que provienen de la espiritualidad ignaciana y a las que les une una pasión ardorosa por buscar y hallar a Dios en todas las cosas. Una búsqueda que José A. García convierte en el objetivo de su libro.

José A. García es jesuita y director de la revista Manresa. Ha publicado varios libros. Creo que en este libro ha cumplido ampliamente uno de sus objetivos que se propone, en cuanto a la lectura se refiere, que “resulte agradable y fecunda”, que ilumine, inspire y provoque para vivir más radicado en Dios.

– Eusebio Gómez Navarro

Escucha su latido. Encuentro con Cristo

Escucha su latido. Encuentro con Cristo

GÓMEZ NAVARRO, E.

Desclée De Brouwer, 2012, 211 pp.

Tal como ocurre en nuestra sociedad con los sondeos de opinión, también Jesús en su día preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» (Mt 16,13); pero a Jesús no le interesaba medir el nivel de su popularidad, sino ver lo que pensaban sus discípulos y, por eso, les lanzó la misma pregunta a ellos.

Jesús nos sigue pidiendo nuestro parecer. Las respuestas varían según las personas, pues cada uno tiene su propia visión de Cristo y ésta, a veces, es un tanto sesgada. Es cierto que cada época y cada persona presenta a Jesús desde su vida y desde

su historia, y a la hora de hablar de Jesús se destacan ciertos aspectos, dependiendo desde dónde se habla: Europa, África, América, Asia. Aunque todos los cristianos creen en Jesús, existe un gran abanico en las cristologías actuales.

El título de este libro es Escucha su latido. Jesús era todo amor, todo bondad, todo corazón y san Juan tuvo la gran suerte de escuchar su latido. Muchos se acercan fríamente a los evangelios desde la mente, sin emoción y, por lo tanto, no perciben ese palpitar amoroso que resuena en el mensaje escrito, en el rostro de un niño, en el del necesitado, en el Universo.

El subtítulo es Encuentro con Jesús. Esta es la pretensión de Eusebio: acercar al lector a Jesucristo, a su vida y a su mensaje, para que descubra a Jesús como el Dios hecho hombre por amor. Quien se encuentra con él, quien opta por él, entra en un nuevo estilo de vida y acepta los valores y los criterios del reino y se convierte en un soñador.

El libro está dividido en seis pequeños capítulos, precedidos por una introducción. Los temas tratados versan sobre Jesucristo, su persona, su rostro, sus sentimientos, sus entrañas de misericordia hacia los pecadores y más necesitados. Él era el buen pastor, la verdad, la vida; el hombre bueno, el amigo de todos, el liberador, el salvador, el que curaba con sus manos, con su mirada, con su presencia. Con su mensaje y su vida nos habló del corazón del Padre, de su amor, de su cercanía a todos, de su reino, de su unión con él. Jesús era el Hijo del Amor. Él invitó a un puñado de gente sencilla a seguirle, a vivir con él, a dar la vida por los demás.

Creo que la temática del presente estudio es de interés para muchas personas, ya que está dirigida al gran público, al hombre sencillo que, a pesar de todos los pesares, sigue buscando un sentido a su vida y quiere caminar tras las huellas del Maestro. «Yo», decía Lamennais, «escribo libros sencillos para gente sencilla». Éste ha sido también el propósito del autor. – Eusebio, carmelita descalzo, tiene publicados en esta misma editorial otros dos libros: Si perdonas, vivirás y ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no? Sentido del sufrimiento.

– Ezequiel García Rojo

Una mujer en camino

Una mujer en camino,

GÓMEZ NAVARRO, E.,

Monte Carmelo, Burgos, 2012, 267 pp.

En la basílica de San Pedro en Roma, luce una estatua de Teresa de Jesús con una inscripción debajo que reza: “Maestra de los espirituales”. En la mano derecha sostiene una pluma, en la izquierda un libro y su mirada se pierde vuelta hacia lo alto como el que espera la inspiración del cielo. Es doctora de la Iglesia, y más que en dogmas y en teorías, lo es en la praxis. Su testimonio vivido nos entusiasma, nos hace crecer en el anhelo de Dios.

Teresa de Jesús, es, sin duda, una de las grandes mujeres de la historia. “Ocupa un lugar importante en la literatura española por la gracia y facilidad de su escritura y por su enorme capacidad para expresar en un lenguaje sencillo y cotidiano, profundas y complejas experiencias espirituales. Pero además son muchos los que ven en ella, una pionera de los movimientos de emancipación de la mujer por su original forma de vivir la condición femenina” (Juan Martín Velasco).

Teresa es buscadora y andariega, orante y comprometida, amada y amante. Su vida deslumbra y entusiasma, por ser una mujer fuerte, por ser una castellana recia, por ser una andariega incansable y por ser una apasionada de Dios. Muchos corazones se identifican y palpitan al unísono con el de Teresa en ese inmenso amor de Dios.

“Una mujer en camino” es el título de este libro. Teresa fue una mujer en camino, “hizo camino al andar” y en cada recodo de sus andanzas, oró y enseñó a orar. Y de tanto estar y tratar con Jesús, Teresa se convirtió en maestra en el sentido de poder decir y enseñar aquello que aprendía sin cesar en su trato amistoso con el Maestro.

El autor nos habla, a lo largo del libro, de la infancia y la maduración humano-espiritual de Teresa como mujer fuerte, de las virtudes teresianas, de su conversión, del Cristo de Teresa, de sus obras, de su compromiso con la iglesia y de la oración.

Este es un libro sencillo que habla de Teresa, del Evangelio, de nuestra vida. Cristo era “el libro vivo” de Teresa y Teresa es, también, un libro vivo para quienes desean conocer profundamente a Cristo, vivir con él, de él y para él.

– Ezequiel García Rojo

El alimento del amor. Relaciones humanas y espiritualidad

El alimento del amor. Relaciones humanas y espiritualidad

GRÜN‚ A.,

Sal Terrae, Santander, 2011, 183 pp.

 “El amor es una palabra que por mucho que se diga no se repite nunca” (Bossuet). Pero, como ha dicho Benedicto XVI, “la palabra amor está hoy tan deslucida, tan ajada, y es tan abusada, que casi da miedo pronunciarla con los propios labios”. Sin embargo, habrá que retomarla, purificarla y volverle a dar su mejor y más espléndido significado.

Sabemos que el ser humano ha sido creado por amor y ha nacido para amar, esa es su vocación más profunda. Y sólo amando puede ser plenamente persona. Amar consiste no tanto en recibir como en dar y entregarse, en hacer de la propia vida un don para los demás.

El mandamiento del amor es el compendio de la ley y síntesis de la vida: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas; y a tu prójimo como a ti mismo… Haz esto y vivirás” (Lc 10, 27-28). Se trata, sencillamente, de amar con todo lo que hay en nuestro ser: corazón, alma, mente y fuerzas. El amor es una fuerza, es vida y quien ama engendra vida.

Anselm Grün al cumplir 19 años decide ser monje benedictino en la Abadía Münsterschwarzach cerca de Würzburg. Meditando la regla de San Benito de Nursia aprende el difícil arte de guiar y acompañar personas. Él es compañero de ruta de muchas personas y conoce bien las amenazas contra la felicidad. Él compagina maravillosamente psicología y espiritualidad y sabe que la espiritualidad nos indica un camino para llegar a un contacto más íntimo con nuestros deseos más profundos, y nos enseña a reaccionar frente a las experiencias de heridas y decepciones.

¿Cuál es el alimento del amor? ¿Cómo pueden las relaciones vivir de la fuente del amor también en la vida ordinaria? A estas preguntas que el mismo autor se hace, no da recetas y afirma que no existe un método concreto con garantía de éxito para el amor entre hombre y mujer, ni para el amor entre amigos. Él trata de las relaciones humanas y de la espiritualidad en el marco de la vida ordinaria.

«El presente libro está realmente lleno de competencia y humanismo. Anselm Grün escribe sobre la espiritualidad como la fuente del amor, y sobre el erotismo y la sexualidad, que mantienen en nosotros vigilante la mirada del amor; pero aborda también las emboscadas contra el amor ocultas tras los celos, altercados y malentendidos. Un panorama espectacular» (Jürg Willi).

– Eusebio Gómez Navarro

Orad en todo momento

Orad en todo momento

GRÜN, A.,

Sal Terrae, Santander, 2011, 173 pp.

En nuestro alrededor vemos, a pesar del secularismo y consumismo, cómo hay un gran deseo de oración, de entusiasmo por conocer nuevos métodos y nuevas técnicas. Por todas partes surgen grupos de oración, comprometidos, a su vez en la tarea del anuncio del Reino.

La oración es diálogo, trato amoroso con el Creador. A través de estos momentos se puede conocer mejor a Dios, al otro y a uno mismo. Para que cualquier oración produzca frutos verdaderos, es necesario que vaya acompañada de actitudes de fe, sencillez y paciencia. Sólo se puede orar desde la fe, abriendo y disponiendo el corazón a la acción de Dios. La oración no es tarea para un momento, es para toda la vida. Grün recuerda la exhortación de san Benito y san Pablo de orar constantemente (1Tes 5, 17).

Este no es un libro que hable sobre la oración. Es más bien una selección de oraciones que invitan y ayudan a orar, a encontrar con mayor hondura a Dios y a la persona humana. En estas páginas el lector encontrará oraciones de alabanza, petición, adoración, acción de gracias e intercesión. El autor las distribuye en nueve capítulos con estos títulos: oraciones para rezar a lo largo del día, oraciones para rezar con la familia y los niños, oraciones para momentos especiales (alegría y tristeza), oraciones para los Ejercicios en la vida diaria, Oraciones para diferentes circunstancias, oraciones para rezar a lo largo del año, orar con Benito de Nursia, orar al Dios uno y Trino, oraciones de bendición. En la introducción nos dice Grün: «En la oración le presento a Dios mis sentimientos, pasiones y temores para que pueda percibirlo, a través de ellos, como el fundamento más profundo de mi alma, en el que finalmente encuentro la paz. Benito significa “el bendecido”, el bendito”. También para él rezar significa ponerlo todo bajo la bendición de Dios: a mí mismo, al resto de los seres humanos y la realidad de este mundo; esta disposición espiritual da sus frutos: como orantes podemos experimentar que todo se convierte en bendición para nosotros, y que nosotros mismos somos una bendición para los demás» (Anselm Grün).

Estas oraciones son la expresión de fe de Grün, quien un día abrió su corazón y se lo entregó al Señor. Las oraciones de este libro pueden ayudarnos a crear un clima de oración, desde el cual nosotros podamos abrir y ofrendar nuestra existencia al Creador.

– Eusebio Gómez Navarro