El más grande en el Reino
Marcos 9,30-41
Oración inicial
Señor Jesús,
envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con
el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de
la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz ,
que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de
vida y resurrección.
Crea en
nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en
los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que
sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los
discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y
testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de
fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María,
que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
Lectura
a) Clave de lectura:
El texto del
evangelio que nos propone la liturgia de este domingo nos trae el segundo
anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Como sucede en el primer
anuncio (Mc 8,31-33), también ahora los discípulos se han atemorizado y están
sobresaltados por el miedo. No entienden nada acerca de la cruz, porque no son
capaces de entender, ni de aceptar un Mesías que se convierta en siervo de los
hermanos. Ellos continúan soñando con un Mesías glorioso (Mt 16,21-22). Existe
una gran incoherencia en los discípulos. Cuando Jesús anuncia su Pasión-Muerte,
ellos discuten quién será el más grande entre ellos (Mc 9,34). ¡Jesús quiere
servir y ellos piensan sólo en mandar! La ambición los lleva a querer colocarse
junto a Jesús. ¿Qué es lo que mayormente me estimula en mi vida: la
competitividad o el deseo de mandar o el deseo de servir y de promover a las
personas?
La reacción
de Jesús a la pretensión de los discípulos ayuda a percibir algo de la
pedagogía fraterna usada por Él para formar a sus discípulos. Indica cómo le
ayudaba a superar “ la levadura de los Fariseos y de Herodes” (Mc 8,15). Esta
levadura tiene raíces profundas. ¡Renace de nuevo cada vez! ¡Pero Jesús no
desiste! Combate y critica siempre la “levadura” mala. También hoy existe una
levadura de la ideología dominante. Una propaganda del sistema neoliberal, del
comercio, del consumismo, de las novelas, de los juegos, todo esto influye
profundamente en nuestro modo de pensar y de obrar. Como los discípulos de
Jesús, también nosotros, no siempre somos capaces de mantener una conducta crítica
ante la invasión de todo esto. El talante formador de Jesús nos sigue ayudando.
b) Una división del texto para ayudarnos
en la lectura:
Marcos 9,30-32: el anuncio de la Pasión
Marcos 9,33-37: discusión sobre quién es el más grande Marcos 9,38-40: el
uso del nombre de Jesús
Marcos 9,41:
la recompensa de un vaso de agua
c) El texto:
Jesús y sus discípulos
atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba
enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de
muerto, resucitará». Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían
miedo de pedir explicaciones.
Llegaron a Cafarnaúm, y una
vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutían por el camino?» Pero
ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de
ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les
dijo: «Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos».
Después,
tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El
que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me
reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado».
Momento de silencio orante
para que la
Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
- ¿Cuál es la
frase de este texto que más me ha gustado o atraído mi atención?
- ¿Cuál es la
actitud de los discípulos en cada pasaje: vv 30-32; vv 33-37; vv 38-40?
- ¿Cuál es la
enseñanza de Jesús en cada episodio?
- ¿Qué
significa hoy para nosotros la frase: “Quien no está contra nosotros está con nosotros?»
Una clave de lectura
para los que quisieran profundizar más en el
texto
a) Comentario
Marcos
9,30-32: El anuncio de la Pasión
Jesús
atravesaba la Galilea, pero no quiere que la gente lo sepa, porque está ocupado
en la formación de los discípulos. Habla con ellos sobre el “Hijo del Hombre”
que debe ser entregado. Jesús aporta en sus enseñanzas las profecías. En la
formación de los discípulos se orienta en la Biblia. Los discípulos escuchan,
pero no entienden. Pero tampoco piden aclaraciones. ¡Quizás tienen miedo de que
se les descubra su ignorancia!
Marcos
9,33-34: Una mentalidad competitiva
Llegando a
casa, Jesús pregunta: ¿De qué estabais discutiendo durante el camino? Ellos no
responden. Es el silencio de los que se sienten culpables, porque en el camino
discutían sobre quién fuese el más grande. La “levadura” de la competitividad,
y del prestigio, que caracterizaba a la sociedad del Imperio Romano, ¡se
infiltraba ya en la pequeña comunidad que estaba a punto de comenzar! ¡Aquí
aparece el contraste!
Mientras
Jesús se preocupaba de ser el Mesías –Siervo, ellos piensan sólo en quién fuese
el más grande. ¡Jesús trata de descender, ellos de ascender!
Marcos
9,35-37: Servir y no mandar
La respuesta
de Jesús es un resumen del testimonio de vida que estaba dando desde el
principio: ¡Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el siervo de
todos! El último no gana nada. Es un siervo inútil (cfr Lc 17,10). Usar el
poder no para ascender o dominar, sino para descender y servir. Este es el
punto sobre el cual Jesús insiste mayormente y sobre el que fundamenta su
testimonio (cfr Mc 10,45; Mt 20,28; Jn 13,1- 16).Jesús pone en medio de ellos a
algunos niños. Una persona que sólo piensa en ascender y dominar no piensa en
los pequeños, en los niños. ¡Pero Jesús lo invierte todo! Y dice: Quien acoge a
uno de estos niños en mi nombre, a mí me acoge; quien me acoge, no me acoge a
mí, sino a áquel que me ha enviado. ¡Él se identifica con ellos!
¡Quien acoge
a los pequeños en nombre de Jesús, acoge a Dios mismo! Marcos 9, 38-40: La
mentalidad estrecha
Alguno que no
pertenecía a la comunidad se servía del nombre de Jesús para arrojar los
demonios. Juan, el discípulo, lo ve y lo prohíbe: Se lo hemos prohibido, porque
no era de los nuestros. En nombre de la comunidad, Juan impide una acción
buena. Él pensaba que era el dueño de Jesús y quería prohibir que otros usasen
su nombre para hacer el bien. Era una mentalidad estrecha y antigua del
“¡Pueblo elegido, Pueblo separado!” Jesús responde: ¡No se lo prohibáis! ¡Quien
no está contra nosotros está con nosotros! (Mc 9,40). Para Jesús, lo que
importa no es si la persona forma o no parte de la comunidad, sino si hace el
bien que la comunidad debe hacer.
Marcos 9,41:
Un vaso de agua por recompensa
Aquí se
coloca una frase de Jesús: Quien os dé un vaso de agua en mi nombre, porque
sois de Cristo, os digo en verdad que no perderá su recompensa. Dos
pensamientos: 1) Quien os dé un vaso de agua: Jesús está caminando hacia
Jerusalén para dar la propia vida. ¡Gesto de gran donación! Pero Él no
desprecia los pequeños gestos de donación en la vida de cada día: un vaso de
agua, una acogida, una palabra, muchos gestos.
También el
mínimo gesto es apreciado. 2) En mi nombre porque sois de Cristo: Jesús se
identifica con nosotros que queremos pertenecer a Él. Esto significa que para
Él nosotros valemos mucho.
b) Más informaciones para poder entender
mejor el texto
- Jesús, el “Hijo
del Hombre”
Es el nombre que más le gusta a Jesús. Aparece con mucha frecuencia en el evangelio de Marcos (Mc 2,10-28; 8,31-38; 9,9-12.31; 10,33-45; 13,26; 14,21.41.62). Este título viene del A.T. En el libro de Ezequiel, indica la condición humana del profeta (Ez 3,1.10.17; 4,1 etc.)
En el libro
de Daniel, aparece el mismo título en una visión apocalíptica (Dn 7,1-28), en
la que Daniel describe los imperios de los babilonios, medas, persas y griegos.
En la visión del profeta, estos grandes imperios tienen una apariencia de
“animales monstruosos” (cf Dn 7,3-8). Son imperios animalescos, brutales,
inhumanos, que persiguen y matan (Dn 7,21-25). En la visión del profeta,
después de dos reinos inhumanos, aparece el Reino de Dios que tiene la
apariencia, no de un animal, sino de una figura humana, Hijo del Hombre. O sea, es un reino con apariencia de gente, reino
humano, que promueve la vida, que humaniza (Dn 7,13-14).
En la
profecía de Daniel, la figura del Hijo
del Hombre representa, no un individuo, sino, como dice él mismo, el “pueblo de los Santos del Altísimo” (Dn
7,27; cfr Dn 7,18). Es el pueblo de Dios que no se deja engañar ni manipular de
la ideología dominante de los imperios animalescos. La misión del Hijo del Hombre, esto es, del pueblo de
Dios, consiste en realizar el Reino de Dios como un reino humano. Reino que no
mata la vida, más bien la defiende y promueve. Humaniza las personas.
Presentándose
a los discípulos como el Hijo del Hombre,
Jesús asume como suya esta misión que es la misión de todo el pueblo de Dios.
Es como si dijese a ellos y a todos nosotros: “¡Venid conmigo! Esta misión no
es sólo mía, sino de todos nosotros. Juntos, cumplamos la misión que Dios nos
ha confiado: edificar el Reino humano y humanizante que Él soñó.
Hagamos lo
que Él hizo y vivió durante toda su vida, sobre todo, en los tres últimos años.
El Papa León Magno decía: “Jesús fue tan humano, como sólo Dios puede serlo”.
Cuanto más humano, tanto más divino. Cuanto más “hijo del hombre”, tanto más
“hijo de Dios”. Todo lo que hace a las personas menos humanas aleja de Dios,
también la vida religiosa, e incluso la vida carmelita. Fue lo que Jesús
condenó, poniendo el bien de las personas sobre toda ley, sobre el sábado (Mc
2,27).
“Seguir” era
un término que hacía parte del sistema de la época. Se usaba para indicar la
relación entre discípulo y maestro. La relación entre discípulo y maestro es
diversa de la que hay entre profesor y alumno. Los alumnos asisten a las
lecciones del profesor de una determinada materia. Los discípulos “siguen” al
maestro y viven con él, todo el tiempo.
Es propio en
esta “convivencia” de tres años con Jesús, que los discípulos reciban su
formación. Una formación de “seguimiento de Jesús”, no es en primer lugar la
transmisión de verdades para repetir, sino la comunicación de una nueva
experiencia de Dios y de la vida que irradiaba de Jesús para los discípulos. La
comunidad misma que se formaba alrededor de Jesús era la expresión de esta
nueva experiencia. La formación llevaba a las personas a tener una visión
distinta, una actitud diversa. Hacía nacer en ellos una nueva conciencia de la
misión y el respeto de uno mismo. Operaba de modo que se alineasen de parte de
los excluidos. Producía una “conversión”, consecuencia de haber aceptado la
Buena Noticia (Mc 1,15).
Jesús es el
eje, el centro, el modelo, la referencia para la comunidad. Él indica el camino
a seguir, es “camino, verdad y vida” (Jn 14,6). Para sus conductas es la prueba
y la muestra del Reino: vuelve transparente y encarna el amor de Dios y lo
revela (Mc 6,31; Mt 10,30; Lc 15,11-32). Jesús es una “persona significativa”
para ellos, que dejará por siempre una impronta en ellos. Muchos pequeños
gestos reflejarán este testimonio de vida con el cual Jesús señalaba su
presencia en la vida de los discípulos. Era su modo de dar forma humana a la
experiencia que Él mismo tenía del Padre. En este su modo de ser y de convivir,
de relacionarse con las personas, de guiar al pueblo y de escuchar a los que
venían a hablar con Él, Jesús aparece:
- como una
persona de paz, que inspira paz y reconciliación: “¡La Paz sea con vosotros!”
(Jn 20,19; Mt 10,26-33; Mt 18,22; Jn 20,23; Mt 16,19; Mt 18,18);
- como una
persona libre y que libera, que despierta la libertad y la liberación: “El
hombre no se ha hecho para el sábado, sino el sábado para el hombre” (Mc 2,27
2,18-23);
- como una
persona de oración, al que vemos orar en todos los momentos importantes de su
vida y que despierta en los otros las ganas de rezar: “Señor, enséñanos a orar”
(Lc 11,1-4; Lc 4,1-13, 6,12-13; Jn 11,41-42; Mt 11,25; Jn 17,1-26; Lc 23,46; Mc
15,34);
- como una
persona afectuosa, que provoca respuestas llenas de amor (Lc 7,37-38; 8,2- 3;
Jn 21,15-17; Mc 14,3-9; Jn 13,1);
- como una
persona acogedora, que está siempre presente en la vida de los discípulos y que
los acoge a la vuelta de la misión (Lc 10,7);
- como una
persona realista y observadora, que despierta la atención de los discípulos por
las cosas de la vida mediante la enseñanza de las Parábolas (Lc 8,4-8);
- como una
persona atenta, preocupada por los discípulos (Jn 21,9) , que cuida hasta de su
descanso y que quiere estar con ellos de modo que puedan descansar (Mc 6,31);
- como una
persona preocupada con la situación, que olvida la propia fatiga y el propio
descanso cuando ve que la gente lo busca (Mt 9,36-38);
- como una
persona amiga, que comparte todo, hasta el secreto del Padre (Jn 15,15);
- como una
persona comprensiva, que acepta a los discípulos como son, hasta en su huída,
la negación, la traición, sin romper con ellos (Mc 14,27-28; Jn 6,67);
- como una
persona empeñada, que defiende a sus amigos cuando son criticados por los
adversarios (Mc 2,18-19; 7,5-13);
- como una
persona sabia, que conoce la fragilidad del ser humano, sabe lo que sucede en
su corazón, y por esto insiste en la vigilancia y enseña a orar (Lc 11,1-13; Mt
6,5-15).
En una
palabra, Jesús se presenta como una persona humana, muy humana, tan humana como
sólo Dios puede ser humano. ¡Hijo del Hombre!
Salmo 30 (29)
Acción de gracias después de un período mortal
Te ensalzo, Yahvé, porque me has levantado, no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Yahvé, Dios mío, te pedí auxilio y me curaste.
Tú, Yahvé, sacaste mi vida del Seol, me reanimaste cuando bajaba a la fosa.
Cantad para Yahvé los que lo amáis, recordad su santidad con alabanzas.
Un instante dura su ira, su favor toda una vida;
por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de júbilo.
Al sentirme seguro me decía:
«Jamás vacilaré».
Tu favor, Yahvé, me afianzaba más firme que sólidas montañas;
pero luego escondías tu rostro y quedaba todo conturbado.
A ti alzo mi voz, Yahvé,
a mi Dios piedad imploro:
¿Qué ganas con mi sangre, con que baje a la fosa?
¿Puede el polvo alabarte, anunciar tu verdad?
¡Escucha, Yahvé, ten piedad de mí!
¡Sé tú, Yahvé, mi auxilio!
Has cambiado en danza mi lamento:
me has quitado el sayal, me has vestido de fiesta.
Por eso mi corazón te cantará sin parar;
Yahvé, Dios mío, te alabaré por siempre.
Oración final
Señor Jesús,
te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del
Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza
para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu
Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú
que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los
siglos de los siglos. Amén.
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