Tiempo de Cuaresma
Oración inicial
Señor Dios nuestro, sabemos quizás más en la teoría que en la práctica, que Tú estás con nosotros, que Tú eres nuestro Dios y nosotros tu pueblo. Perdónanos, Señor, cuando creamos nuestros propios dioses hechos a nuestra imagen y semejanza – el honor, el poder, el prestigio, cosas a las que estamos apegados y esclavizados.
Recuérdanos una y otra vez que Tú eres nuestro Dios leal que nos hiciste a tu imagen y semejanza y que nos muestras tu perfecta semejanza en Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor.
Lectura del Evangelio
– Juan 5,31-47
Jesús dijo a los judíos: “Si yo diera testimonio de mí, mi testimonio no tendría valor; otro es el que da testimonio de mí y yo bien sé que ese testimonio que da de mí es válido. Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre. El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que él ha enviado. Ustedes estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues bien, ellas son las que dan testimonio de mí. ¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida! Yo no busco la gloria que viene de los hombres; es que los conozco y sé que el amor de Dios no está en ellos. Yo he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me han recibido. Si otro viniera en nombre propio, a ése sí lo recibirían. ¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que aspiran a recibir gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que sólo viene de Dios? No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre; ya hay alguien que los acusa: Moisés, en quien ustedes tienen su esperanza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?”
Reflexión
Juan, intérprete de Jesús. Juan es un buen intérprete de las palabras de Jesús. Un buen intérprete debe tener una doble fidelidad: fidelidad a las palabras del que habla y fidelidad al lenguaje del que escucha. En el Evangelio de Juan, las palabras de Jesús no se transmiten de forma material o literal, sino que se traducen y trasladan a la lengua de las personas de las comunidades cristianas del siglo I en Asia Menor. Por eso, las reflexiones del Evangelio de Juan no siempre son fáciles de entender, porque en ellas se mezclan las palabras de Dios y las del propio evangelista, que refleja el lenguaje de la fe de las comunidades de Asia Menor. Para ello no basta con el estudio erudito o científico de Jesús. Es necesario también la experiencia vivida de la fe en la comunidad. El Evangelio de hoy es un ejemplo típico de la profundidad espiritual y mística del Evangelio del Discípulo Amado.
Iluminación recíproca entre la vida y la fe. Aquí conviene repetir lo que dice Juan Casiano sobre el descubrimiento del sentido pleno y profundo de los salmos: «Instruidos por lo que nosotros mismos sentimos, no consideremos el texto como algo que sólo hemos oído, sino como algo que hemos experimentado y que tocamos con nuestras manos; no como una historia extraña e inaudita, sino como algo que sacamos a la luz desde lo más profundo de nuestro corazón, como si fueran sentimientos que forman parte de nuestro ser.
Repitámoslos; no es la lectura (el estudio) lo que nos hace penetrar en el sentido o significado de las palabras, sino nuestra propia experiencia previamente adquirida en la vida de cada día». (Collationes X, 11). La vida ilumina el texto; el texto ilumina la vida. Si, a veces, el texto no dice nada, no es por falta de estudio o por falta de oración, sino simplemente por falta de profundidad en la propia vida.
Juan 31-32: El valor del testimonio de Jesús. El testimonio de Jesús es verdadero porque no se promociona ni se exalta a sí mismo. «Hay otro testigo que habla en mi favor», es decir, el Padre. Y Su testimonio es verdadero y merece ser creído.
Juan 5:33-36: El valor del testimonio de Juan el Bautista y de las obras de Jesús. Juan el Bautista también dio testimonio de Jesús y lo presenta a la gente como el enviado de Dios que tiene que venir a este mundo (cf. Jn 1,29.33-34; 3,28-34). Por eso, aunque el testimonio de Juan el Bautista es muy importante, Jesús no depende de él. Tiene un testigo a su favor que es mayor que el de Juan, es decir, las obras que el Padre realiza por medio de Él (Jn 14,10-11).
Juan 5:37-38: El Padre da testimonio de Jesús. Anteriormente, Jesús había dicho: «El que es de Dios escucha las palabras de Dios» (Jn 8,47). Los judíos que acusaron a Jesús no tenían una mente abierta a Dios. Por eso, no perciben el testimonio del Padre que les llega a través de Jesús.
Juan 5:39-41: La propia Escritura da testimonio de Jesús. Los judíos dicen tener fe en las Escrituras, pero, en realidad, no entienden la Escritura, porque la Escritura habla de Jesús (cf. Jn 5,46; 12,16.41; 20,9).
Juan 5:42-47: El Padre no juzga, sino que confía su juicio al Hijo. Los judíos dicen que son fieles a la Escritura de Moisés y, por eso, condenan a Jesús. En realidad, Moisés y la Escritura hablan de Jesús y nos piden que creamos en Él.
Cuestiones personales
La vida ilumina el texto; el texto ilumina la vida. ¿Cómo se utiliza esto para obtener una auténtica comprensión de cada uno?
Los judíos de la época seguían sus creencias endurecidas y no estaban abiertos a las enseñanzas de Jesús. ¿Cuál es el equilibrio adecuado entre mantener las antiguas creencias y aceptar las nuevas? ¿Cómo se discierne lo que hay que mantener y lo que hay que adoptar, y cómo se aplica esto a la doctrina y al ritual de la Iglesia?
Oración final
Yahvé, tu reinado es un reinado para siempre; Tu reinado dura de edad en edad.
Yahvé es digno de confianza en todas Sus palabras y recto en todas sus obras.
Yahvé sostiene a todos los que tropiezan levanta a los que se inclinan. (Sal 145:13-14)
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Lectio mié, 30 mar, 2022
Tiempo de Cuaresma
Oración inicial
Dios y Padre nuestro,
Tú sigues buscándonos
con un amor tan apasionado como el de una madre
incluso cuando te hemos abandonado. Danos esperanza y valor especialmente cuando nos sentimos inseguros.
Asegúranos que quieres que vivamos en la seguridad de tu amor
y que permaneces con nosotros
por medio de tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura del Evangelio
– Juan 5,17-30
Jesús dijo a los judíos (que lo perseguían por hacer curaciones en sábado): “Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo”. Por eso los judíos buscaban con mayor empeño darle muerte, ya que no sólo violaba el sábado, sino que llamaba Padre suyo a Dios, igualándose así con Dios.
Entonces Jesús les habló en estos términos: “Yo les aseguro: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta y sólo hace lo que le ve hacer al Padre; lo que hace el Padre también lo hace el Hijo. El Padre ama al Hijo y le manifiesta todo lo que hace; le manifestará obras todavía mayores que éstas, para asombro de ustedes. Así como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a quien él quiere dársela. El Padre no juzga a nadie, porque todo juicio se lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo, como honran al Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre.
Yo les aseguro que, quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no será condenado en el juicio, porque ya pasó de la muerte a la vida.
Les aseguro que viene la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la hayan oído vivirán. Pues así como el Padre tiene la vida en sí mismo, también le ha dado al Hijo tener la vida en sí mismo; y le ha dado el poder de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que yacen en la tumba oirán mi voz y resucitarán: los que hicieron el bien para la vida; los que hicieron el mal, para la condenación. Yo nada puedo hacer por mí mismo. Según lo que oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.
Reflexión
El Evangelio de Juan es diferente de los otros tres. Revela una dimensión más profunda, que sólo la fe es capaz de percibir, en las palabras y los gestos de Jesús. Los Padres de la Iglesia dirían que el Evangelio de Juan es «espiritual»; revela lo que el Espíritu hace descubrir en las palabras de Jesús (cf. Jn 16,12-13). Un bello ejemplo de esta dimensión espiritual del Evangelio de Juan es el pasaje que vamos a meditar hoy.
Juan 5,17-18: Jesús explica el profundo significado de la curación del paralítico. Criticado por los judíos por haber curado en sábado, Jesús responde: «¡Mi Padre sigue trabajando, y yo también estoy trabajando!» Los judíos enseñaban que no se podía trabajar en sábado, porque incluso Dios había descansado y no había trabajado en el séptimo día de la creación (Ex 20,8-11). Jesús afirma lo contrario. Dice que el Padre siempre ha trabajado, incluso hasta ahora. Y por eso, Jesús también trabaja, e incluso en sábado. Imita a su Padre. Para Jesús, la obra de la creación aún no ha terminado. Dios sigue trabajando, sin cesar, día y noche, sosteniendo el universo y a todos nosotros. Jesús colabora con el Padre en la continuación de la obra de la creación, de manera que un día todos puedan entrar en el descanso eterno prometido. La reacción de los judíos fue violenta. Querían matarlo por dos razones: porque negaba el sentido del sábado y por decir que era igual a Dios.
Juan 5:19-21: El amor es lo que permite que la acción creadora de Dios brille y sea visible. Estos versículos revelan algo de la relación entre Jesús y el Padre. Jesús, el Hijo, vive permanentemente atento ante el Padre. Lo que ve hacer al Padre, lo hace también Él. Jesús es el reflejo del Padre. Él es el rostro del Padre. Esta atención total del Hijo al Padre hace posible que el amor del Padre entre totalmente en el Hijo y, a través del Hijo, realice su acción en el mundo. La gran preocupación del Padre es la de superar la muerte y dar la vida. Es una forma de continuar la obra creadora del Padre.
Juan 5:22-23: El Padre no juzga a nadie; ha confiado todo el juicio al Hijo. Lo decisivo en la vida es el modo en que nos situamos ante el Creador, porque depende radicalmente de Él. Ahora el Creador se hace presente para nosotros en Jesús. La plenitud de la divinidad habita en Jesús (cf. Col 1,19). Y, por tanto, según el modo en que estamos ante Jesús, expresamos nuestra posición ante Dios, el Creador. Lo que el Padre quiere es que le conozcamos y le honremos en la revelación que hace de sí mismo en Jesús.
Juan 5:24: La vida de Dios en nosotros a través de Jesús. Dios es la vida; Él es la fuerza creadora. Allí donde Él está presente, hay vida. Él se hace presente en la Palabra de Jesús. El que escucha la palabra de Jesús como una palabra que viene de Dios ya ha resucitado. Ya ha recibido el toque vivificador que le lleva más allá de la muerte. Jesús pasó de la muerte a la vida. La prueba de ello está en la curación del paralítico.
Juan 5:25-29: La resurrección ya tiene lugar. Todos nosotros somos los muertos que aún no nos hemos abierto a la voz de Jesús, que viene del Padre. Pero «llegará la hora» y es ahora, en la que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y los que escuchen, vivirán. Con la Palabra de Jesús, que viene del Padre, comienza la nueva creación; ya está en camino. La palabra creadora de Jesús llegará a todos, incluso a los que ya han muerto. Oirán y vivirán.
Juan 5,30: Jesús es el reflejo del Padre. «Por mí mismo no puedo hacer nada; sólo puedo juzgar como se me dice que juzgue, y mi juicio es justo, porque no busco hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió». Esta última afirmación es el resumen de todo lo que se ha dicho antes. Esta es la idea que la comunidad juanina tenía y difundía respecto a Jesús.
Preguntas personales
¿Cómo permites la obra creadora del Padre en tu vida?
«Los que han hecho buenas obras irán a la resurrección de la vida». ¿Ejerces tu fe con hechos, o sólo con palabras, o sólo con presumir ante los demás?
Oración final
Yahvé es ternura y piedad lento para la ira, lleno de amor fiel. Yahvé es generoso con todos;
Su ternura abarca a todas sus criaturas. (Sal 145,8-9)
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Lectio mar, 29 mar, 2022
Tiempo de Cuaresma
Oración inicial
Señor, Dios nuestro,
Tú has saciado nuestra sed de vida con el agua del bautismo.
Sigue convirtiendo el desierto de nuestras vidas áridas en un paraíso de alegría y paz
para que demos frutos
de santidad, justicia y amor. Señor, escucha nuestra oración por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura del Evangelio – Juan 5,1-16
Era un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Al verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: “¿Quieres curarte?” Le respondió el enfermo: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo”. Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda”. Al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Aquel día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: “No te es lícito cargar tu camilla”. Pero él contestó: “El que me curó me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’”. Ellos le preguntaron: “¿Quién es el que te dijo: ‘Toma tu camilla y anda’?” Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: “Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor. Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
Reflexión
El Evangelio de hoy describe a Jesús curando al paralítico que había esperado 38 años para que alguien le ayudara a llegar al agua de la piscina para ser curado. ¡Treinta y ocho años! Ante esta ausencia total de solidaridad, ¿qué hace Jesús? Transgrede la ley del sábado y cura al paralítico. Hoy, en los países pobres, la asistencia a los enfermos es inexistente; la gente experimenta la misma falta de solidaridad. Viven en total abandono, sin ayuda ni solidaridad de nadie.
Juan 5:1-2: Jesús va a Jerusalén. Con motivo de la fiesta judía, Jesús va a Jerusalén. Allí, cerca del Templo, había una piscina con cinco pórticos o pasillos. En aquella época, el culto en el Templo requería mucha agua a causa de los numerosos animales que se sacrificaban, especialmente durante las grandes fiestas. Por eso, cerca del Templo había varias cisternas donde se recogía el agua de la lluvia. Algunas podían contener más de mil litros. Cerca, debido a la abundancia de agua, había un balneario público, donde se reunían multitudes de enfermos esperando ayuda o ser curados. La arqueología ha demostrado que en el mismo recinto del Templo había un lugar donde los escribas enseñaban la Ley a los alumnos. Por un lado, la enseñanza de la Ley de Dios. Por otro, el abandono de los pobres. El agua purificaba el Templo, pero no purificaba al pueblo.
Juan 5:3-4: La situación de los enfermos. Estos enfermos fueron atraídos por el agua del balneario. Decían que un ángel perturbaría el agua, y el primero que entrara después de que el ángel perturbara el agua, se curaría. En otras palabras, los enfermos eran atraídos por una falsa esperanza, una superstición. La curación era sólo para una persona. Igual que la lotería de hoy. Sólo una persona se lleva el premio. La mayoría paga y no gana nada. En esta situación de total abandono, en los baños públicos, Jesús se encuentra con los enfermos.
Juan 5,5-9: Jesús cura a un enfermo en sábado. Muy cerca del lugar donde se enseñaba la observancia de la Ley, un paralítico llevaba 38 años esperando que alguien le ayudara a bajar al agua para curarse. ¡Este hecho revela la total falta de solidaridad y de aceptación de los excluidos! El número 38 indicaba la duración de toda una generación (Dt 2,14). Es toda una generación que no experimenta la solidaridad ni la misericordia. La religión de aquel tiempo no era capaz de revelar el rostro acogedor y misericordioso de Dios. Ante esta dramática situación, Jesús transgrede la ley del sábado y atiende al paralítico, diciéndole: «¡Levántate, recoge tu estera y camina!» El hombre recogió su estera y se puso a caminar entre la gente.
Juan 5:10-13: Discusión del hombre curado con los judíos. Inmediatamente después, llegaron algunos judíos y criticaron al hombre que llevaba su estera para dormir en sábado. El hombre no sabía quién era el que le había curado. No conocía a Jesús. Esto significa que Jesús, al pasar por aquel lugar donde estaban los pobres y los enfermos, vio a aquella persona; se dio cuenta de la dramática situación en la que se encontraba el hombre y lo curó. No lo curó para convertirlo, ni para que creyera en Dios. Lo curó porque quería ayudarlo. Quería que el hombre experimentara el amor y la solidaridad a través de su ayuda y aceptación amorosa.
Juan 5:14-16: El hombre vuelve a encontrarse con Jesús. Al ir al Templo, en medio de la multitud, Jesús se encuentra con el mismo hombre y le dice: «Ya estás bien, no peques más, o te puede pasar algo peor». En aquella época, la gente pensaba y decía: «La enfermedad es un castigo de Dios. Dios está contigo». Una vez que el hombre se cura, tiene que evitar volver a pecar, ¡para que no le ocurra nada peor! Pero en su ingenuidad, el hombre fue a contar a los judíos que Jesús lo había curado. Los judíos empezaron a preguntar a Jesús por qué hacía esas cosas en sábado. En el Evangelio de mañana tenemos lo que sigue.
Preguntas personales
Si yo fuera el curado y me dijeran que no dijera nada, ¿me callaría o no?
Al proclamar lo que se había hecho por él, a pesar de la instrucción, ¿volvió a pecar?
¿He tenido alguna vez una experiencia similar a la del paralítico: permanecer algún tiempo sin ayuda? ¿Cómo es la situación de la asistencia a los enfermos en el lugar donde vives? ¿Ves algún signo de solidaridad?
¿Muestro la misma compasión y ayudo a los demás sin esperar una retribución y de manera significativa cada día?
Oración final
Dios es a la vez refugio y fuerza para nosotros una ayuda siempre dispuesta en los problemas; por lo que no temeremos aunque la tierra esté revuelta aunque las montañas caigan en las profundidades del mar y sus aguas rujan y hiervan, y los montes se tambaleen al agitarse. (Sal 46:1-3)
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Lectio lun, 28 mar, 2022
Tiempo de Cuaresma
Oración inicial
Señor Dios nuestro, Padre todopoderoso, quieres que no nos volvamos al pasado para lamentarlo y llorar por él
sino que esperemos en el futuro
en la tierra nueva y en el cielo nuevo.
Danos una fe firme en tu Hijo Jesucristo,
para que, a pesar de las carencias de nuestro tiempo tengamos fe en el futuro,
que Tú quieres que construyamos con Tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
Lectura del Evangelio – Juan 4:43-54
Jesús salió de Samaria y se fue a Galilea. Jesús mismo había declarado que a ningún profeta se le honra en su propia patria. Cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que él había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían estado allí.
Volvió entonces a Cana de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm. Al oír éste que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que fuera a curar a su hijo, que se estaba muriendo. Jesús le dijo: “Si no ven ustedes señales y prodigios, no creen”. Pero el funcionario del rey insistió: “Señor, ven antes de que mi muchachito muera”. Jesús le contestó: “Vete, tu hijo ya está sano”.
Aquel hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Cuando iba llegando, sus criados le salieron al encuentro para decirle que su hijo ya estaba sano. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Le contestaron: “Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre”. El padre reconoció que a esa misma hora Jesús le había dicho: ‘Tu hijo ya está sano’, y creyó con todos los de su casa. Esta fue la segunda señal milagrosa que hizo Jesús al volver de Judea a Galilea.
Reflexión
Jesús había salido de Galilea y se había encaminado hacia Judá para llegar a Jerusalén con motivo de la fiesta (Jn 4,45) y, pasando por Samaria, volvía de nuevo a Galilea (Jn 4,3-4). Los judíos observantes tenían prohibido pasar por Samaria, y ni siquiera podían hablar con los samaritanos (Jn 4,9). Cuando los asirios conquistaron Israel, los judíos acabaron dispersos por toda la zona y los asirios adoptaron al Dios de Israel, Yahvé, y sus prácticas. Los judíos dentro de Judá negaban que cualquier persona no hebrea tuviera derecho a adorar a Yahvé, o a adorar fuera de Jerusalén. A Jesús no le importaban estas normas que impedían la amistad y el diálogo. Permaneció varios días en Samaria y muchas personas se convirtieron (Jn 4,40). Después, decidió volver a Galilea.
Juan 4:43-46ª: El regreso a Galilea. Aunque Jesús sabía que la gente de Galilea tenía ciertas reservas respecto a Él, deseaba volver a su propia ciudad natal. Juan se refiere a lo mal que fue recibido Jesús en Nazaret de Galilea. El propio Jesús había declarado que «ningún profeta es honrado en su propia ciudad» (Lc 4,24). Pero ahora, ante la evidencia de lo que había hecho en Jerusalén, los galileos cambian de opinión y lo reciben bien. Jesús vuelve entonces a Caná, donde había realizado la primera «señal» (Jn 2,11).
Juan 4:46b-47: La petición del funcionario de la corte. Es el caso de un gentil. Poco antes, en Samaria, Jesús había hablado con una samaritana, persona herética según los judíos, a la que Jesús reveló su condición de Mesías (Jn 4,26). Y ahora, en Galilea, recibe a un gentil, funcionario del rey, que buscaba ayuda para su hijo enfermo. Jesús no se limita a ayudar sólo a los de su raza, ni a los de su propia religión. Es ecuménico y recibe a todos.
Juan 4:48: La respuesta de Jesús al funcionario del tribunal. El funcionario quería que Jesús fuera con él a su casa para curar a su hijo. Jesús le contestó: «¡Si no ves señales y presagios, no creerás!». Una respuesta dura y extraña. ¿Por qué responde Jesús de esta manera? ¿Qué había de malo en la petición del funcionario? ¿Qué quería conseguir Jesús con esta respuesta? Jesús quiere explicar cómo debe ser nuestra fe. El funcionario sólo creería si Jesús iba con él a su casa. Quería ver a Jesús curando. En general, esta es la actitud que tenemos todos. No somos conscientes de la deficiencia de nuestra fe. A menudo esperamos que Dios realice su obra de la manera que nosotros pensamos que debe hacerse.
Juan 4:49-50: El funcionario repite su petición y Jesús repite la respuesta. A pesar de la respuesta de Jesús, el hombre no guarda silencio y repite la misma petición: «Señor, baja antes de que mi hijo muera». Jesús sigue manteniéndose firme. No responde a la petición y no acompaña al hombre a su casa y repite la misma respuesta, pero formulada de otra manera: «¡Vete a casa! Tu hijo vivirá». Tanto en la primera como en la segunda respuesta, Jesús pide fe, mucha fe. Pide que el funcionario crea que su hijo ya está curado. ¡Y se produce el verdadero milagro! Sin ver ninguna señal, ni ningún presagio, el hombre cree en la palabra de Jesús y vuelve a casa. No pudo ser fácil. Este es el verdadero milagro de la fe: creer sin ninguna otra garantía, salvo la palabra de Jesús. El ideal es creer en la palabra de Jesús, incluso sin ver (cf. Jn 20,29).
Juan 4,51-53: El resultado de la fe en la palabra de Jesús. Cuando el hombre iba de camino a casa, sus criados lo vieron y corrieron a su encuentro para decirle que su hijo se había curado, que estaba vivo. Les preguntó cuándo había empezado a recuperarse el niño y descubrió que era exactamente el momento en que Jesús había dicho: «¡Tu hijo vivirá!». Quedó confirmado en su fe.
Juan 4:54: Resumen presentado por el evangelista Juan. Juan termina diciendo: «Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús». Juan prefiere hablar de signo y no de milagro. La palabra signo connota algo que veo con mis ojos, pero sólo la fe puede hacerme descubrir su sentido profundo. La fe es como una radiografía: permite ver lo que no se ve a simple vista.
Preguntas personales
¿Cómo vives tu fe? ¿Tienes fe en la palabra de Dios o sólo crees en los milagros y en las experiencias perceptibles?
Jesús acepta a los herejes y a los extranjeros de una manera que fomenta la conversión. ¿Cómo me relaciono con las personas que son diferentes a mí? ¿Cómo fomento su conversión a través de esa relación?
Estas primeras culturas, como los asirios que adoptaron la religión de los hebreos con el tiempo, mezclaron sus creencias a medida que se asimilaban. Esa fue probablemente una de las razones por las que hubo tanta resistencia a los forasteros entre los judíos de Judá. Esto es cierto entre las culturas de hoy en día. ¿Cómo se debe acoger a las diferentes culturas dentro de la Iglesia, preservando al mismo tiempo las enseñanzas, la doctrina y la cultura de la Iglesia.
Oración final
Haced música para Yahvé todos los que le sois fieles, alabad su inolvidable santidad.
Su cólera no dura más que un momento, Su favor durante toda la vida;
Al atardecer vienen las lágrimas
pero al amanecer gritos de alegría. (Sal 30:4-5)
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Lectio Dom, 27 mar, 2022
Tiempo de Cuaresma
Oración inicial
Señor, Dios nuestro, que, por medio de los sacramentos, nos permites participar de los bienes de tu reino ya en nuestra vida mortal; dirígenos tú mismo en el camino de la vida, para que lleguemos a alcanzar la luz en la que habitas con tus santos. Por nuestro Señor.
Lectura
Del santo Evangelio según Lucas 15,1-3.11-32
Se acercaban a Jesús los publícanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.
Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Este le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó:
‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’. El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ ”.
Reflexión
El capítulo 15 del evangelio de Lucas está lleno de la siguiente información: “Todos los publicanos y pecadores se acercaban para oírle a Jesús. Los fariseos y los escribas, sin embargo, murmuraban. Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos» (Lc 15,1- 3). E inmediatamente Lucas presenta tres parábolas entrelazadas entre sí por el mismo tema: la oveja perdida (Lc 15,4-7), la dracma perdida (Lc 15,8-10), el hijo perdido (Lc 15,11- 32). Esta última parábola es el tema del evangelio de hoy.
Lucas 15,11-13: La decisión del hijo menor. Un hombre tenía dos hijos. El menor pide la parte de la heredad que le toca. El padre divide todo entre los dos. Tanto el mayor como el menor, reciben su parte. Recibir la herencia no es un mérito. Es un don gratuito. La herencia de los dones de Dios está distribuida entre todos los seres humanos, tanto judíos como paganos, tanto cristianos como no cristianos. Todos reciben algo de la herencia del Padre. Pero no todos la cuidan de la misma manera. Así, el hijo menor se va lejos y gasta su herencia en una vida disipada, huyendo de su Padre. En tiempo de Lucas, el mayor representaba a las comunidades venida del judaísmo, y el menor a las comunidades venidas del paganismo. Y hoy, ¿quién es el mayor y quién el menor?
Lucas 15,14-19: La decepción y la voluntad de volver a casa del Padre. La necesidad de tener que comer hace que el menor perciba su libertad y se vuelva esclavo para cuidar de los puercos. Recibe el tratamiento peor que los puercos. Esta era la condición de vida de millones de esclavos en el imperio romano en tiempo de Lucas. La situación en la que se encuentra hace que el hijo menor recuerde la casa del Padre. Hace una revisión de vida y decide volver a casa. Hasta prepara las palabras que va a decir al Padre: “Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. ¡Trátame como a uno de tus jornaleros!” Jornalero, ejecuta órdenes, cumple con la ley de la servidumbre. El hijo menor quiere ser cumplidor de la ley, como lo querían los fariseos y los publicanos en el tiempo de Jesús(Lc 15,1). Era esto lo que los misioneros de los fariseos imputaban a los paganos que se convertían al Dios de Abrahán (Mt 23,15). En el tiempo de Lucas, cristianos venidos del judaísmo consiguieron que algunos cristianos, convertidos del paganismo, se sometieran al yugo de la ley (Gál 1,6-10).
Lucas 15,20-24: La alegría del Padre al reencontrar al hijo menor. La parábola dice que el hijo menor estaba todavía lejos de casa cuando el Padre ya lo vio, corrió a su encuentro y lo llenó de besos. La impresión que Jesús nos da es que el Padre se había quedado largo tiempo a la ventana mirando hacia la carretera para ver si el hijo despuntaría a lo lejos. Conforme con nuestra forma humana de pensar y de sentir, la alegría del Padre parece exagerada. Ni siquiera deja que el hijo termine las palabras que había preparado. ¡No escucha! El Padre no quiere que el hijo sea su esclavo. Quiere quesea su hijo. Esta es la gran Buena Nueva que Jesús nos trae. Túnica nueva, sandalias nuevas, anillo al dedo, churrasco, ¡fiesta! En esta alegría inmensa del reencuentro, Jesús deja trasparentar la gran tristeza del Padre por la pérdida del hijo. Dios estaba muy triste, y la gente se da cuenta ahora, viendo el tamaño de la alegría del Padre cuando vuelve a encontrar al hijo. ¡Es una alegría compartida con todo el mundo en la fiesta que pide preparar!
Lucas 15,25-28b: La reacción del hijo mayor. El hijo mayor volvía de su trabajo en el campo y se encuentra con la casa en fiesta. No entra. Quiere saber qué pasa. Cuando se entera de la razón de la fiesta, se llena de rabia y no quiere entrar. Cerrado en sí mismo, piensa tener su derecho. No le gusta la fiesta y no entiende la alegría del Padre. Señal de que no tenía mucha intimidad con el Padre, a pesar de vivir en la misma casa. Pues, si hubiera tenido intimidad con él, hubiera notado la inmensa tristeza del Padre por la pérdida del hijo menor y hubiera entendido su alegría por la vuelta del hijo. Quien vive muy preocupado en observar la ley de Dios, corre el peligro de alejarse de Dios. El hijo menor, a pesar de estar lejos de casa, parecía conocer al Padre mejor que el hijo mayor, que moraba con él en la misma casa. Pues el menor tuvo el valor de volver a la casa del Padre, mientras que el mayor no quiere entrar en la casa del Padre. No se da cuenta de que el Padre, sin él, perderá la alegría. Pues él también, el mayor, es hijo lo mismo que el menor.
Lucas 15,28a-30: La actitud del Padre y la respuesta del hijo mayor. El padre sale de casa y suplica al hijo mayor para que entre. Pero éste contesta: «Padre, hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!» El mayor también quiere la fiesta y la alegría, pero sólo con los amigos. No con el hermano, ni siquiera con el padre. Ni siquiera llama al hermano menor con el nombre de hermano, ya que dice “ese hijo tuyo” como si no fuera su hermano. Y es él, el mayor, quien habla de prostitutas. ¡Es su malicia la que interpreta la vida del hermano menor! Cuántas veces nosotros los católicos interpretamos mal la vida y la religión de los demás. La actitud del Padre es otra. El acoge el hijo menor, pero también no quiere perder el hijo mayor. Los dos forman parte de la familia. El uno no puede excluir al otro.
Lucas 15,31-32: La respuesta final del Padre. Así como el Padre no presta atención a los argumentos del hijo menor, así también no presta atención a los argumentos del
hijo mayor y dice: » Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ¡ha sido hallado!» ¿Será que el mayor tenía realmente conciencia de estar siempre con el Padre y de encontrar en esta presencia la causa de su alegría? La expresión del Padre «¡Todo lo mío es tuyo!» incluye también al hijo menor que volvió. El mayor no tiene derecho a hacer distinción. Si él quiere ser hijo del Padre, tendrá que aceptarlo así como a él le gustaría que el Padre es. La parábola no dice cuál fue la respuesta final del hermano mayor. Esto le toca al hermano mayor, que somos todos nosotros.
Aquel que experimenta la gratuita y sorprendente entrada del amor de Dios en su vida se alegra y quiere comunicar esta alegría a los demás. La acción salvadora de Dios es fuente de alegría: “¡Alégrense conmigo!” (Lc 15,6.9) Y de esta experiencia de la gratuidad de Dios nace el sentido de la fiesta y de la alegría (Lc 15,32). Al final de la parábola, el Padre manda alegrarse y hacer fiesta. La alegría queda amenazada a causa del hijo mayor que no quiere entrar. El piensa que tiene derecho a una alegría sólo con sus amigos y no quiere la alegría con todos los miembros de la misma familia humana. El representa a los que se consideran justos y observantes y piensan que no precisan conversión.
Para la reflexión personal
¿Cuál es la imagen de Dios que está en mí desde mi infancia? ¿Ha cambiado a lo largo de los años? Si ha cambiado, ¿por qué ha cambiado?
¿Me identifico con cuáles de los dos hijos: con el menor o con el mayor? ¿Por que?
Oración final
Bendice, alma mía, a Yahvé,
el fondo de mi ser, a su santo nombre. Bendice, alma mía, a Yahvé, nunca olvides sus beneficios. (Sal 103,1-2)
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Lectio sáb, 26 mar, 2022
Tiempo de Cuaresma
Oración inicial
Llenos de alegría, al celebrar un año más la Cuaresma, te pedimos, Señor, vivir los sacramentos pascuales y sentir en nosotros el gozo de su eficacia. Por nuestro Señor.
Lectura del Evangelio
Del Evangelio según Lucas 18,9-14
Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por buenos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’. El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’. Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido»
Reflexión
En el Evangelio de hoy, Jesús cuenta la parábola del fariseo y del publicano para enseñarnos a rezar. Jesús tiene una manera distinta de ver las cosas. Ve algo positivo en el publicano, aunque todo el mundo decía de él: “¡No sabe rezar!” Jesús vivía tan unido al Padre por la oración que todo se convertía para él en expresión de oración.
La manera de presentar la parábola es muy didáctica. Lucas presenta una breve introducción que sirve de clave de lectura. Luego Jesús cuenta la parábola y al final Jesús aplica la parábola a la vida.
Lucas 18,9: La introducción. La parábola es presentada por la siguiente frase: «A algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás les dijo esta parábola.” La frase es de Lucas. Se refiere al tiempo de Jesús, pero se refiere también a nuestro tiempo. Hay siempre personas y grupos de personas que se consideran justas y fieles y que desprecian a los demás, considerándolos ignorantes e infieles.
Lucas 18,10-13: La parábola. Dos hombres van al templo a rezar: un fariseo y un publicano. Según la opinión de la gente de entonces, los publicanos no eran considerados para nada y no podían dirigirse a Dios, porque eran personas impuras. En la parábola, el fariseo agradece a Dios el ser mejor que los demás. Su oración no es que un elogio de sí mismo, una exaltación de sus buenas cualidades y un desprecio para los demás y para el publicano. El publicano ni siquiera levanta los ojos, pero se golpea el pecho diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de mí que soy un pecador!» Se pone en su lugar ante Dios.
Lucas 18,14: La aplicación. Si Jesús hubiera dejado opinar a la gente y decir quién de los dos volvió justificado a su casa, todos hubieran contestado: «¡El fariseo!» Ya que era ésta la opinión común en aquel tiempo. Jesús piensa de manera distinta. Según él, aquel que vuelve a casa justificado, en buenas relaciones con Dios, no es el fariseo, sino el publicano. Jesús da la vuelta al revés. A las autoridades religiosas de la época ciertamente no les gustó la aplicación que él hace de esta parábola.
Jesús reza. Sobretodo Lucas nos informa de la vida de oración de Jesús. Presenta a Jesús en constante oración. He aquí una lista de textos del evangelio de Lucas, en los que Jesús aparece en oración: Lc 2,46-50; 3,21: 4,1-12; 4,16; 5,16; 6,12; 9,16.18.28; 10,21; 11,1; 22,32; 22,7-14; 22,40-46; 23,34; 23,46; 24,30. Leyendo el evangelio de Lucas, es posible encontrar otros textos que hablan de la oración de Jesús. Jesús vivía en contacto con el Padre. La respiración de su vida era hacer la voluntad del Padre (Jn 5,19). Jesús rezaba mucho e insistía, para que la gente y sus discípulos hiciesen lo mismo, ya que en el contacto con Dios nace la verdad y la persona se encuentra consigo misma, en toda su realidad y humildad. En Jesús, la oración está íntimamente enlazada con los hechos concretos de la vida y con las decisiones que tenía que tomar. Para poder ser fiel al proyecto del Padre, trataba de permanecer a solas con El para escucharle. Jesús rezaba los Salmos. Como cualquier otro judío piadoso, los conocía de memoria. Jesús compuso su propio salmo. Es el Padre Nuestro. Su vida era una oración permanente: «¡Yo no puedo hacer nada por mi cuenta!» (Jn 5,19.30). Se aplica a él lo que dice el Salmo: «¡Me acusan, mientras yo rezo!» (Sal 109,4).
Para la reflexión personal
Mirando de cerca esta parábola, ¿yo soy como el fariseo o como el publicano?
Hay personas que dicen que no saben rezar, pero hablan todo el tiempo con Dios.
¿Conoces a personas así?
Oración final
Piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa, purifícame de mi pecado. (Sal 51)
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Lectio vie, 25 mar, 2022
Oración inicial
Padre misericordioso, envíame también a mí, en este tiempo de oración y de escucha de tu Palabra, tu ángel santo, para yo pueda recibir el anuncio de la salvación y, abriendo el corazón, pueda ofrecer mi sí al Amor. Envía sobre mí, te ruego, tu Espíritu Santo, como sombra que me cubra, como potencia que me llene. Hasta ahora, oh Padre, yo no quiero decirte otra cosa que mi sí; decirte: “He aquí, que estoy aquí por ti. Haz de mí lo que quieras. “Amén.
Lectura – Lucas 1:26-38
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
Para colocar el pasaje en su contexto:
El pasaje de la anunciación nos conduce del templo, espacio sagrado por excelencia, a la casa, a la intimidad del encuentro personal de Dios con su criatura; nos conduce dentro de nosotros mismos, al profundo de nuestro ser y de nuestra historia, allá donde Dios puede llegar y tocarnos. El anuncio del nacimiento de Juan el Bautista había abierto el seno estéril de Isabel, deshaciendo la absoluta impotencia del hombre y transformándola en capacidad de obrar junto con Dios. El anuncio del nacimiento de Jesús, por el contrario, llama a la puerta del seno fructífero de la “Llena de Gracia” y espera respuesta: es Dios que espera nuestro sí, para poder obrar todo.
Para ayudar en la lectura del pasaje:
vv.26-27: Estos dos primeros versículos nos colocan en el tiempo y el espacio sagrados del acontecimiento que meditamos y que reviven en nosotros: estamos en el sexto mes de la concepción de Juan Bautista y estamos en Nazaret, ciudad de Galilea, territorio delos alejados e impuros.. Aquí ha bajado Dios para hablarle a una virgen, para hablar a nuestro corazón.
Nos vienen presentados los personajes de este acontecimiento maravilloso: Gabriel, el enviado de Dios, una joven mujer de nombre María y su esposo José, de la casa real de David. También nosotros somos acogidos a esta presencia, estamos llamados a entrar en el misterio.
vv.28-29: Son las primerísimas frases del diálogo de Dios con su criatura. Pocas palabras, apenas un suspiro, pero palabras omnipotentes, que turban el corazón, que ponen profundamente en discusión la vida, los planes, las esperanzas humanas. El ángel anuncia el gozo, la gracia y la presencia de Dios; María queda turbada y se pregunta de dónde le pueda venir a ella todo esto. ¿De dónde un gozo tal? ¿Cómo una gracia tan grande que puede cambiar incluso el ser?
vv.30-33: Estos son los versículos centrales del pasaje: y la explosión del anuncio, la manifestación del don de Dios, de su omnipotencia en la vida del hombre. Gabriel. el fuerte, habla de Jesús: el rey eterno, el Salvador, el Dios hecho niño, el Omnipotente humilde. Habla de María, de su seno, de su vida que ha sido elegida para dar entrada y acogida a Dios en este mundo y en cualquier otra vida. Dios comienza, ya aquí, a hacerse vecino, a llamar. Está en pie, espera, junto a la puerta del corazón de María; pero también aquí, en nuestra casa, junto a nuestro corazón….
v.34: María ante la propuesta de Dios, se deja manejar por una completa disposición; revela su corazón, sus deseos. Sabe que para Dios lo imposible es realizable, no tiene la mínima duda, no endurece su corazón ni su mente, no hace cálculos; quiere solamente disponerse plenamente, abrirse, dejarse alcanzar de aquel toque humanamente imposible, pero ya escrito, ya realizado en Dios. Pone delante de Él, con un gesto de purísima pobreza, su virginidad, su no conocer varón; es una entrega plena, absoluta, desbordante de fe y abandono. Es la premisa del sí.
35-37: Dios, humildísimo responde; la omnipotencia se inclina sobre la fragilidad de esta mujer, que somos cada uno de nosotros. El diálogo continúa, la alianza crece y se refuerza. Dios revela el cómo, habla del Espíritu Santo, de su sombra fecundante, que no viola, no rompe, sino conserva intacta. Habla de la experiencia humana de Isabel, revela otro imposible convertido en posible; casi una garantía, una seguridad. Y después, la última palabra, ante la cual es necesario escoger: decir sí o decir no; creer o dudar, entregarse o endurecerse, abrir la puerta o cerrarla. “Nada es imposible para Dios”
v.38: Este último versículo parece encerrar el infinito. María dice su “He aquí” se abre, se ofrece a Dios y se realiza el encuentro, la unión por siempre. Dios entra en el hombre y el hombre se convierte en lugar de Dios: son las Bodas más sublimes que se puedan jamás realizar en esta tierra. Y sin embargo el evangelio se cierra con una palabra casi triste, dura: María queda sola, el ángel se va. Queda, sin embargo, el sí pronunciado por María a Dios y su Presencia; queda la verdadera Vida.
Un momento de silencio orante
He leído y escuchado las palabras del evangelio. Estoy en silencio…Dios está aquí, a la puerta, y pide asilo, precisamente a mí, a mi pobre vida….
Algunas preguntas
El anuncio de Dios, su ángel, entra en mi vida, ante mí y me habla. ¿Estoy preparado para recibirlo, para dejarle espacio, para escucharlo con atención?
Enseguida recibo un anuncio desconcertante; Dios me habla de gozo, de gracia, de presencia. Precisamente las cosas que yo estoy buscando desde hace tanto tiempo, de siempre. ¿Quién me podrá hacer verdaderamente feliz?¿Quiero fiarme de su felicidad, de su presencia?
Ha bastado un poco, apenas un movimiento del corazón, del ser; Él ya se ha dado cuenta. Ya me está llenando de luz y amor. Me dice: “Has encontrado gracia a mis ojos”.
¿Agrado yo a Dios? ¿Él me encuentra amable? Sí, así es. ¿Por qué no lo hemos querido creer antes?¿Por qué no lo he escuchado?
El Señor Jesús quiere venir a este mundo también a través de mí; quiere acercarse a mis hermanos a través de los senderos de mi vida, de mi ser. ¿Podré estropearle la entrada?¿Podré rechazarlo, tenerlo lejano?¿Podré borrarlo de mi historia de mi vida?
Una clave de lectura
Algunas palabras importantes y fuertes que resuenan en este pasaje del evangelio
¡Alégrate!
Verdaderamente es extraño este saludo de Dios a su criatura; parece inexplicable y quizás sin sentido. Y sin embargo, ya desde siglos resonaba en las páginas de las divinas Escrituras y, por consiguiente, en los labios del pueblo hebreo. ¡Gózate, alégrate, exulta! Muchas veces los profetas habían repetido este soplo del respiro de Dios, habían gritado este silencioso latido de su corazón por su pueblo, su resto. Lo leo en Joel: “No temas, tierra, sino goza y alégrate, porque el Señor ha hecho cosas grandes….”(2,21-23); en Sofonías: “Gózate, hija de Sion, exulta, Israel, y alégrate con todo el corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha revocado tu condena” (3,4); en Zacarías: “Gózate, exulta hija de Sion porque, he aquí, que yo vengo a morar en medio de ti, oráculo del Señor” (2,14). Lo leo y lo vuelvo a escuchar, hoy, pronunciado también sobre mi corazón, sobre mi vida; también a mí se me anuncia un gozo, una felicidad nueva, nunca antes vivida. Descubro las grandes cosas que el Señor ha hecho por mí; experimento la liberación que viene de su perdón, yo no estoy ya condenado, sino agraciado, para siempre; vivo la experiencia de la presencia del Señor junto a mí, en mí. Sí, Él ha venido a habitar entre nosotros; Él está de nuevo plantando su tienda en la tierra de mi corazón, de mi existencia. Señor, como dice el salmo, Tú te gozas con tus criaturas (Sal 104, 31) y también yo me gozo en ti; mi gozo está en ti (Sal 104, 34).
El Señor está contigo
Estas palabras tan simples, tan luminosas, dicha por el ángel a María, encierra una fuerza omnipotente; me doy cuenta que bastaría, por sí sola, a salvarme la vida, a levantarme de cualquier caída o fallo, de cualquier error. El hecho de que Él, mi Señor, está conmigo, me sostiene en vida, me vuelve animoso, me da confianza para continuar existiendo. Si yo existo, es porque Él está conmigo. Quizás pueda valer para mí la experiencia que la Escritura cuenta de Isaac, al cual le sucedió la cosa más bella que se puede desear a un hombre que cree en Dios y lo ama; un día se le acerca a él Abimelech con sus hombres, diciéndole; “Hemos visto que el Señor está contigo” (Gén 26, 28) y pidiendo que se hicieran amigos, que se hiciera un pacto. Quisiera que también de mí se dijera la misma cosa; quisiera poder manifestar que el Señor verdaderamente está en mí, dentro de mi vida, en mis deseos, mis afectos, mis gustos y acciones; quisiera que otros pudieran encontrarlo por mi mediación. Quizás, por esto, es necesario que yo absorba su presencia, que lo coma y lo beba.
Me voy a la escuela de la Escritura, leo y vuelvo a leer algunos pasajes en la que la voz del Señor me repite esta verdad y, mientras Él me habla, me voy cambiando, me siento más habitado. ”Permanece en este país y yo estaré contigo y te bendeciré” (Gén 26,3). “Después el Señor comunicó sus órdenes a Josué , hijo de Nun, y le dijo: “Sé fuerte y ten ánimo, porque tu introducirás a los Israelitas en el país que he jurado darles, y yo estaré contigo” (Dt 31,23). ”Lucharán contra ti pero no prevalecerán, porque yo estaré contigo para salvarte y liberarte” (Jer 15,20). “El ángel del Señor aparece a Gedeón y le dice: “¡El Señor es contigo, hombre fuerte y valeroso!” (Jue 6,12).
“En aquella noche se le apareció el Señor y le dijo: Yo soy el Dios de Abrahán tu padre, no temas porque yo estoy contigo. Te bendeciré y multiplicaré tu descendencia por amor a Abrahán, mi siervo” (Gén 26,24). “He aquí que yo estoy contigo y te protegeré a donde quieras que vayas; luego te haré regresar a este país, porque no te abandonaré sin hacer todo lo que te he dicho” (Gén 28,15) “No temas porque yo estoy contigo; no te descarríes, porque yo soy tu Dios. Te hago fuerte y acudo en tu ayuda y te sostengo con la diestra victoriosa” (Is 41,10)
No temas
La Biblia se encuentra rebosante de este anuncio lleno de ternura; casi como un río de misericordia esta palabra recorre todos los libros sagrados, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Es el Padre que repite a sus hijos que no tengan miedo, porque Él está con ellos, no los abandona, no los olvida, no los deja en poder del enemigo. Es como si fuese una declaración de amor, de corazón a corazón, y llega hasta nosotros. Abrahán ha oído esta palabra y después de él su hijo Isaac, después los patriarcas, Moisés, Josué, David, Salomón y con ellos, Jeremías y todos los profetas. Ninguno está excluido de este abrazo de salvación que el Padre ofrece a sus hijos, también a los más alejados, los más rebeldes. María sabe escuchar profundamente esta palabra y se la cree con fe plena, con absoluto abandono; Ella escucha y cree, acoge y vive también para nosotros. Ella es la mujer fuerte y animosa que se abre a la llegada del Señor, dejando caer todos los miedos, las incredulidades, las negativas. Ella repite este anuncio de Dios dentro de nuestra vida y nos invita a creer con Ella.
Has encontrado gracia
“Señor, si he encontrado gracia a tus ojos…”. Esta es la plegaria que sale más veces del corazón de hombres y mujeres que buscan refugio en el Señor; de ellos habla la Escritura, los encontramos en las encrucijadas de nuestras calles, cuando no sabemos bien a donde ir, cuando nos sentimos golpeados por la soledad o la tentación, cuando vivimos los abandonos, las traiciones, las desconfianzas que pesan sobre nuestra existencia. Cuando no tenemos a nadie y no logramos ni siquiera encontrarnos a nosotros mismo, entonces también nosotros, como ellos, nos ponemos a rezar repitiendo aquellas palabras: “Señor, si he encontrado gracias a tus ojos…”. ¡Cuantas veces quizás las hemos repetido, también solo, en silencio! Pero hoy aquí, en este pasaje evangélico tan sencillo, se nos adelantaron, hemos estado escuchando con anterioridad; ya no necesitamos suplicar, porque ya hemos encontrado todo aquello que estábamos siempre buscando y mucho más. Hemos recibido gratuitamente, hemos sido colmados y ahora rebosamos.
Para Dios nada hay imposible
Hemos llegado casi al final de este recorrido fortísimo de gracia y de liberación; acaba de alcanzarme ahora una palabra que me sacude en lo más profundo. Mi fe está puesta al retortero; el Señor me prueba, me sondea, pone a prueba mi corazón. Lo que el ángel afirma aquí, delante de María, había sido ya proclamado muchas veces en el Antiguo Testamento; ahora alcanza la plenitud, ahora todos los imposibles se realizan; Dios se hace hombre; el Señor se convierte en amigo; el lejano está muy cerca. Y yo, también yo, pequeño y pobre, me hago partícipe de esta inmensidad de gracia; se me dice que también en mi vida lo imposible se convierte en posible. Sólo debo creer, sólo dar mi consentimiento. Pero esto significa dejarse sacudir por la potencia de Dios; entregarme a Él: que me cambia, me libera, me renueva. Nada de esto es imposible. Sí, yo puedo renacer hoy, en este momento, por gracia de su palabra que me ha hablado, que me ha alcanzado hasta el punto más profundo del corazón. Busco y transcribo los pasos de la Escrituras que me repiten esta verdad. Y mientras escribo, mientras las leo y las pronuncio despacio, masticando cada palabra, lo que ellas dicen se realizan en mí… Génesis 18,14; Job 42,2; Jeremías 32, 17; Jeremías 32, 27; Zacarías 8,6; Mateo 19,26; Lucas 18,27.
Heme aquí
Y ahora no puedo huir, ni evitar la conclusión. Sabía desde el principio que precisamente aquí, dentro de esta palabra, tan pequeña sin embargo, tan llena, tan definitiva, Dios me estaba aguardando. La cita del amor, de la alianza entre Él y yo se había señalado precisamente en esta palabra, apenas un suspiro de su voz. Permanezco aturdido por la riqueza de presencia que siento en este ¡“Heme aquí”!; no debo esforzarme mucho para recordar las innumerables veces que Dios mismo la ha pronunciado primero, la ha repetido. Él es el “Heme aquí” hecho persona, hecho fidelidad absoluta, insustituible. Debería ponerme solamente bajo su onda, sólo encontrar su impronta en los polvos de mi pobreza, de mi desierto; debería sólo acoger su amor infinito que no ha cesado jamás de buscarme, de estar junto a mi, de caminar conmigo, donde quiera que yo he ido. El “Heme aquí” está ya dicho y vivido, es ya verdad. ¡Cuántos, antes que yo y cuántos también hoy, junto a mi! No, no estoy solo. Hago una vez más silencio, me coloco una vez más a la escucha, antes de responder…“¡Heme aquí, heme aquí!” (Is 65,1) repite Dios; “Heme aquí, soy la sierva del Señor”, responde María; “Heme aquí, que yo vengo para hacer tu voluntad” (Sal 39,8) dice Cristo.
Un momento de oración: Salmo 138
Estribillo: Padre, en tus manos encomiendo mi vida Tú me escrutas, Yahvé, y me conoces;
sabes cuándo me siento y me levanto, mi pensamiento percibes desde lejos; de camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas.
Aún no llega la palabra a mi lengua, y tú, Yahvé, la conoces por entero; me rodeas por detrás y por delante, tienes puesta tu mano sobre mí.
Maravilla de ciencia que me supera, tan alta que no puedo alcanzarla.
¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde podré huir de tu presencia? Si subo hasta el cielo, allí estás tú, si me acuesto en el Seol, allí estás. Porque tú has formado mis riñones,
me has tejido en el vientre de mi madre; te doy gracias por tantas maravillas:
prodigio soy, prodigios tus obras.
¡Qué arduos me resultan tus pensamientos, oh Dios, qué incontable es su suma! Si los cuento, son más que la arena; al terminar, todavía estoy contigo.
Sondéame, oh Dios, conoce mi corazón, examíname, conoce mis desvelos. Que mi camino no acabe mal, guíame por el camino eterno.
Oración final
Padre mío, tu has bajado hasta mí, me has tocado el corazón, me has hablado, prometiéndome gozo, presencia, salvación. En la gracia del Espíritu Santo, que me ha cubierto con su sombra, también yo junto a María, he podido decirte mi sí, el “Heme aquí” de mi vida por ti. Ahora no me queda nada más que la fuerza de tu promesa, tu verdad: “Concebirás y darás a la luz Jesús”. Señor, aquí tienes el seno abierto de mi vida, de mi ser, de todo lo que soy. Pongo todo en tu corazón. Tú, entra, ven, desciende te ruego a fecundarme, hazme generadora de Cristo en este mundo. El amor que yo recibo de ti, en medida desbordante, encuentre su plenitud y su verdad cuando alcance a los hermanos y hermanas que tú pones en mi camino. Nuestro encuentro, oh Padre, sea abierto, sea don para todos; sea Jesús, el Salvador. Amén.
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Lectio jue, 24 mar, 2022
Tiempo de Cuaresma
Oración inicial
Te pedimos humildemente, Señor, que, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual. Por nuestro Señor.
Lectura
Del santo Evangelio según Lucas 11,14-23
Jesús expulsó a un demonio, que era mudo. Apenas salió el demonio, habló el mudo y la multitud quedó maravillada. Pero algunos decían: “Este expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.
Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: “Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.
Reflexión
El evangelio de hoy es de Lucas (Lc 11,14-23). El texto paralelo de Marcos (Mc 3,22-27) lo meditamos en enero.
Lucas 11,14-16: Las diversas reacciones ante la expulsión de un demonio. Jesús había expulsado un demonio que era mudo. La expulsión provocó dos reacciones diferentes. Por un lado, la multitud se quedó admirada y maravillada. La multitud acepta Jesús y cree en él. Por otro, los que no aceptan a Jesús y no creen en él. De estos últimos algunos decían que Jesús expulsaba a los demonios en nombre de Belcebú, el príncipe de los demonios, y otros querían de él una señal del cielo. Marcos informa que se trataba de escribas venidos de Jerusalén (Mc 3,22), que no concordaban con la libertad de Jesús. Querían defender la Tradición contra las novedades de Jesús.
Lucas 11,17-22: La respuesta de Jesús se divide en tres partes:
1ª parte: comparación del reino dividido (vv. 17-18ª) Jesús denuncia lo absurdo de la calumnia de los escribas. Decir que él expulsa los demonios con la ayuda del príncipe de los demonios es negar la evidencia. Es lo mismo que decir que el agua está seca, o que el sol es oscuridad. Los doctores de Jerusalén lo calumniaban, porque no sabían explicar los beneficios que Jesús realizaba para la gente. Tenían miedo a perder el liderazgo. Se sentían amenazados en su autoridad ante el pueblo.
2ª parte: ¿Por quién los expulsan vuestros hijos? (vv.18b-20) Jesús provoca a los acusadores y pregunta: “Si yo expulso en nombre de Belcebú, ¿en nombre de quién los discípulos de ustedes expulsan los demonios? ¡Contesten y expliquen! Si yo expulso el demonio por el dedo de Dios, ¡es porque llegó el Reino de Dios!”
3ª parte: llegando el más fuerte vence al fuerte (vv.21-22) Jesús compara el demonio con un hombre fuerte. Nadie, a no ser que sea una persona más fuerte, podrá robar en la casa de un hombre fuerte. Jesús es éste más fuerte. Por esto consigue entrar en la casa y agarrar al hombre fuerte. Jesús agarra al hombre fuerte y ahora roba en la casa de éste, es decir, libera a las personas que estaban en el poder del mal. El profeta Isaías había usado la misma comparación para describir la venida del mesías (Is 49,24-25). Por esto Lucas dice que la expulsión del demonio es una señal evidente de que el Reino de Dios ha llegado.
Lucas 11,23: Quien no está conmigo, está contra mí. Jesús termina su respuesta con esta frase: “El que no está conmigo, está contra mí. El que no recoge conmigo, desparrama”. En otra ocasión, también a propósito de una expulsión del demonio, los discípulos impidieron a un hombre el que usara el nombre de Jesús para expulsar un demonio, ya que no era de su grupo. Y Jesús respondió: “No se lo impidáis. Porque el que no está contra vosotros está con vosotros!” (Lc 9,50). Parecen dos frases contradictorias, pero no lo son. La frase del evangelio de hoy está dicha contra los enemigos que tienen preconceptos contra Jesús: “Quién no está conmigo, está contra mí. Y quien no recoge conmigo, dispersa”. Preconcepto y no aceptación hacen que el diálogo se vuelva imposible y rompen la unión. La otra frase la pronuncian los discípulos que pensaban tener el monopolio de Jesús: “¡Quién no está contra vosotros está a favor vuestro!” Mucha gente que no es cristiana práctica el amor, la bondad, la justicia, muchas veces hasta mejor que los cristianos. No podemos excluirlos. Son hermanos y obreros en la construcción del Reino. Nosotros los cristianos no somos dueños de Jesús. Es lo contrario; ¡Jesús es nuestro dueño!
Para la reflexión personal
“Quien no está conmigo, está contra mí. Y quien no recoge conmigo, desparrama”
¿Cómo ocurre esto en mi vida?
“No se lo impidáis. ¡Quien no está contra vosotros está a favor vuestro!” ¿Cómo esto acontece en mi vida?
Oración final
Venid, cantemos gozosos a Yahvé, aclamemos a la Roca que nos salva; entremos en su presencia dándole gracias, aclamándolo con salmos. (Sal 95,1-2)
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Lectio mié, 23 mar, 2022
Tiempo de Cuaresma
Oración inicial
Penetrados del sentido cristiano de la Cuaresma y alimentados con tu palabra, te pedimos, Señor, que te sirvamos fielmente con nuestras penitencias y perseveremos unidos en la plegaria. Por nuestro Señor.
Lectura
Del santo Evangelio según Mateo 5,17-19
Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos”.
Reflexión
El Evangelio de hoy (Mt 5,17-19) enseña como observar la ley de Dios de manera que su práctica muestre en qué consiste el pleno cumplimiento de la ley (Mt 5,17-19). Mateo escribe para ayudar las comunidades de judíos convertidos a superar las críticas de los hermanos de raza que los acusaban diciendo: “Ustedes son infieles a la Ley de Moisés”. Jesús mismo había sido acusado de infidelidad a la ley de Dios. Mateo trae la respuesta esclarecedora de Jesús a los que lo acusaban. Así nos da una luz para ayudar las comunidades a resolver su problema.
Usando imágenes de la vida cotidiana, con palabras sencillas y directas, Jesús había dicho que la misión de la comunidad, su razón de ser, es ser sal y luz. Había dado algunos consejos respecto de cada una de las imágenes. A continuación vienen los tres breves versículos del Evangelio de hoy.
Mateo 5,17-18: Ni una tilde de la ley dejará de ser vigente. Había varias tendencias en las comunidades de los primeros cristianos. Unas pensaban que no era necesario observar las leyes del Antiguo Testamento, pues es la fe en Jesús lo que nos salva y no la observancia de la Ley (Rm 3,21-26). Otros aceptaban a Jesús como Mesías, pero no aceptaban la libertad del Espíritu con que algunas comunidades vivían la presencia de Jesús resucitado. Pensaban que ellos, siendo judíos, debían continuar observando las leyes del AT (Hec 15,1.5). Había además cristianos que vivían tan plenamente en la libertad del Espíritu, que habían dejado de mirar la vida de Jesús de Nazaret o el AT y que llegaban a decir: “¡Anatema Jesús!” (1Cor 12,3). Ante estas tensiones, Mateo procura un equilibrio más allá de los dos extremos. La comunidad ha de ser un espacio, donde este equilibrio pueda ser alcanzado y vivido. La respuesta dada por Jesús a los que lo criticaban seguía bien actual para las comunidades: “¡No he venido a abolir la ley, sino a darle pleno cumplimiento!”. Las comunidades no podían estar contra la Ley, ni podían encerrarse en la observancia de la ley. Al igual que Jesús, debían dar un paso y mostrar, en la práctica, cuál es el objetivo que la ley quiere alcanzar en la vida de las personas, a saber, en la práctica perfecta del amor.
Mateo 5,17-18: Ni una tilde de la ley dejará de ser vigente. Y a los que querían deshacerse de toda la ley, Mateo recuerda otra palabra de Jesús: “Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos”. La gran inquietud del Evangelio de Mateo es mostrar que el AT, Jesús de Nazaret y la vida en el Espíritu Santo, no pueden separarse. Los tres forman parte del mismo y único proyecto de Dios y nos comunican la certeza central de la fe: el Dios de Abrahán y Sara está presente en medio de las comunidades por la fe en Jesús de Nazaret que nos manda su Espíritu.
Para la reflexión personal
¿Cómo veo y vivo la ley de Dios: cómo horizonte de libertad creciente o cómo imposición que delimita mi libertad?
Y ¿qué podemos hacer hoy para los hermanos y las hermanas que consideran toda esta discusión como superada y sin actualidad? ¿Qué podemos aprender de ellos?
Oración final
¡Celebra a Yahvé, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión!, que refuerza los cerrojos de tus puertas
y bendice en tu interior a tus hijos. (Sal 147,12-13)
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Lectio mar, 22 mar, 2022
Tiempo de Cuaresma
Oración inicial
Señor, que tu gracia no nos abandone, para que, entregados plenamente a tu servicio, sintamos sobre nosotros tu protección continua. Por nuestro Señor.
Lectura
Del santo Evangelio según Mateo 18,21-35
Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Reflexión
El Evangelio de hoy habla de la necesidad del perdón. No es fácil perdonar. Pues ciertas heridas siguen machucando el corazón. Hay personas que dicen: “Yo perdono pero no olvido” Rencor, tensiones, discusiones, opiniones diferentes, ofensas, provocaciones dificultan el perdón y la reconciliación. Vamos a meditar las palabras de Jesús que hablan de reconciliación (Mt 18,21-22) y que nos traen la parábola del perdón sin límites (Mt 18,23-35).
Mateo 18,21-22: ¡Perdonar setenta veces siete! Jesús había hablado de la importancia del perdón y sobre la necesidad de saber acoger a los hermanos y a las hermanas para ayudarlos a reconciliarse con la comunidad (Mt 18,15-20). Ante estas palabras de Jesús, Pedro pregunta: “¿Cuántas veces tengo que perdonar a los hermanos que pecan contra mí? ¿Hasta setenta veces siete? ” El número siete indica una perfección. En este caso, era sinónimo de siempre. Jesús va más lejos de la propuesta de Pedro. Elimina todo y cualquier límite posible para el perdón: «No te digo siete, sino setenta veces siete.” O sea, ¡setenta veces siempre! Pues no hay proporción entre el perdón que recibimos de Dios y el perdón que debemos ofrecer a los hermanos, como nos enseña la parábola del perdón sin límites.
La expresión setenta veces siete era una alusión a las palabras de Lamec que decía: “Y dijo Lamec a sus mujeres: Que un varón mataré por mi herida, y un joven por mi golpe. Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será”. (Gen 4,23-24). Jesús quiere invertir el espiral de violencia que entró en el mundo por la desobediencia de Adán y Eva, por el asesinato de Abel y Caín y por la venganza de Lamec. Cuando la violencia desenfrenada se apodera de la vida, todo se deshace y la vida se desintegra. Surge el Diluvio y aparece la Torre de Babel de la dominación universal (Gen 2,1 a 11,32).
Mateo 18, 23-35: La parábola del perdón sin límite. La deuda de diez mil talentos valía alrededor de 164 toneladas de oro. La deuda de cien denarios valía 30 gramos de oro. No existe medio de comparación entre los dos. Aunque el deudor con mujer e hijos fuesen a trabajar la vida entera, jamás serían capaces de juntar 164 toneladas de oro. Ante el amor de Dios que perdona gratuitamente nuestra deuda de 164 toneladas de oro, es nada más que justo el que nosotros perdonemos al hermano una deuda insignificante de 30 gramos de oro, ¡setenta veces siempre! ¡El único límite a la gratuidad del perdón de Dios es nuestra incapacidad de perdonar al hermano! (Mt 18,34; 6,15).
La comunidad como espacio alternativo de solidaridad y de fraternidad. La sociedad del Imperio Romano era dura y sin corazón, sin espacio para los pequeños. Estos buscaban un abrigo para el corazón y no lo encontraban. Las sinagogas también eran exigentes y no ofrecían un lugar para ellos. Y en las comunidades cristianas el rigor de algunos en la observancia de la Ley llevaba dentro de la convivencia los mismos criterios de la sinagoga. Además de esto, hacia finales del siglo primero, en las comunidades cristianas comenzaban a aparecer las mismas divisiones que existían en la sociedad entre rico y pobre (Sant 2,1-9). En vez de ser la comunidad un espacio de acogida, corría el riesgo de volverse un lugar de condena y de conflictos. Mateo quiere iluminar las comunidades, para que sean un espacio alternativo de solidaridad y de fraternidad. Deben ser una Buena Nueva para los pobres.
Para la reflexión personal
¿Por qué es tan difícil perdonar?
En nuestra comunidad, ¿existe un espacio para la reconciliación? ¿De qué manera?
Oración final
Muéstrame tus caminos, Yahvé, enséñame tus sendas.
Guíame fielmente, enséñame, pues tú eres el Dios que me salva. En ti espero todo el día, por tu bondad, Yahvé. (Sal 25,4-6)
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