Lectio jue, 11 de may, 2023

Tiempo de Pascua

Oración inicial

Señor Dios todopoderoso, que, sin mérito alguno de nuestra parte, nos has hecho pasar de la muerte a la vida y de la tristeza al gozo; no pongas fin a tus dones, ni ceses de realizar tus maravillas en nosotros, y concede a quienes ya hemos sido justificados por la fe la fuerza necesaria para perseverar siempre en ella. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Juan 15,9-11

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”.

Reflexión

La reflexión sobre la parábola de la vid comprende los versículos de 1 a 17. Ayer meditamos los versículos de 1 a 8. Hoy meditamos los versículos de 9 a 11. Pasado mañana, el evangelio del día salta los versículos de 12 a 17 y empieza desde el versículo 18,  que habla de otro tema. Por esto, incluimos hoy un breve comentario de los versículos de 12 a 17, pues en estos versículos despunta la flor y es aquí donde la parábola de la vid muestra toda su belleza.

El evangelio de hoy es de apenas tres versículos, que dan continuidad al evangelio de ayer y arrojan más luz para aplicar la comparación de la vid a la vida de las comunidades. La comunidad es como una vid. Pasa por momentos difíciles. Es el momento de la poda, momento necesario para que produzca más fruto.

Juan 15,9-11: Permanecer en el amor, fuente de la perfecta alegría. Jesús permanece en el amor del Padre observando los mandamientos que de él recibió. Nosotros permanecemos en el amor de Jesús observando los mandamientos que él nos dejó.
Y debemos observarlos del mismo modo que él observó los mandamientos del Padre: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” Y en esta unión de amor del Padre y de Jesús está la fuente de la verdadera alegría: “Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado”.

Juan 15,12-13: Amar a los hermanos como él nos amó. El mandamiento de Jesús es uno solo: «¡amarnos unos a otros como él nos amó!» (Jn 15,12). Jesús supera el Antiguo Testamento. El criterio antiguo era: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 18,19). El nuevo criterio es: «Amaros unos a otros como yo os he amado”. Aquí Jesús dice la frase: «¡No hay amor más grande de aquel que da la vida para sus hermanos!»

Juan 15,14-15 Amigos y no siervos. «Seréis mis amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”, a saber, la práctica del amor hasta el don total de sí. En seguida, Jesús coloca un ideal altísimo para la vida de los discípulos y de las discípulas. Y les dice: » No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer». Jesús no tenía secretos para sus discípulos y sus discípulas. Todo lo que ha oído del Padre nos lo cuenta. Es éste el ideal bonito de la vida en comunidad: llegamos a la total transparencia, al punto de no tener secretos entre nosotros y de podernos confiar totalmente el uno en el otro, de podernos compartir la experiencia que tenemos de Dios y de la vida y, así, enriquecernos mutuamente. Los primeros cristianos conseguirán realizar este ideal durante algunos años. Ellos «eran un solo corazón y una sola alma» (He 4,32; 1,14; 2,42.46).

Juan 15,16-17: Fue Jesús quien nos eligió. No fuimos nosotros quienes elegimos a Jesús. Fue él quien nos encontró, nos llamó y nos dio la misión de ir y de dar fruto, fruto que permanezca. Nosotros necesitamos de él, pero también él quiere precisar de nosotros y de nuestro trabajo para poder continuar haciendo hoy lo que él hizo para el pueblo de Galilea. La última recomendación: «¡Esto os mando: que os améis unos a otros!»

El Símbolo de la Vid en la Biblia. El pueblo de la Biblia cultivaba viñas y producía un buen vino. La recogida de la uva era una fiesta, con cantos y danzas. Fue de allí que tuvo origen el canto de la viña, usado por el profeta Isaías. El compara el pueblo de Israel con una viña (Is 5,1-7; 27,2-5; Sal 80,9-19). Antes de él, el profeta Oseas ya había comparado a Israel con una viña exuberante que cuanto más fruto producía, más multiplicaba sus idolatrías (Os 10,1). Este tema fue también utilizado por Jeremías, que comparó Israel a una viña bastarda (Jer 2,21), de la que iban a ser arrancados los ramos (Jer 5,10; 6,9). Jeremías usa estos símbolos porque él mismo tuvo una viña que fue pisada y devastada por los invasores (Jer 12,10). Durante el cautiverio de Babilonia, Ezequiel usó el símbolo de la vid para denunciar la infidelidad del pueblo de Israel. Contó tres parábolas sobre la vid: a) La vid quemada que ya no sirve para nada (Ez 15,1-8); b) La vid falsa plantada y protegida por dos aguas, símbolos de los reyes de Babilonia y de Egipto, enemigos de Israel (Ez 17,1-10). c). La vid destruida por el viento oriental, imagen del cautiverio de Babilonia (Ez 19,10-14). La comparación de la vid fue usada por Jesús en varias parábolas: los trabajadores de la viña (Mt 21,1-16); los dos hijos que deben trabajar en la viña (Mt 21,33-32); los que alquilaron una viña, no pagaron el dueño, espantaron a sus siervos y mataron a su hijo (Mt 21,33-45); la higuera estéril plantada en la viña (Lc 13,6-9); la vid y los sarmientos (Jn 15,1-17).

Para la reflexión personal

Somos amigos y no siervos. ¿Cómo vivo esto en mi relación con las personas?
Amar como Jesús nos amó. ¿Cómo crece en mí este ideal de amor?

Oración final

Cantad a Yahvé, bendecid su nombre! Anunciad su salvación día a día, contad su gloria a las naciones, sus maravillas a todos los pueblos. (Sal 96,2-3)

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Lectio mié, 10 de may, 2023

Tiempo de Pascua

Oración inicial

¡Oh, Dios!, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la han perdido; atrae hacia ti el corazón de tus fieles, para que siempre vivan a la luz de tu verdad los que han sido librados de las tinieblas del error. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Juan 15,1-8

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.

Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos».

Reflexión

Los capítulos del 15 al 17 del Evangelio de Juan nos presentan varias enseñanzas de Jesús, que el evangelista ha unido y colocado aquí en el contexto amistoso y fraterno del último encuentro de Jesús con sus discípulos: Jn 15,1-17: Reflexiones entorno a la parábola de la vid Jn 15,18 a 16,4a: Consejos sobre la manera de comportarse cuando se nos persigue Jn 16,4b-15: Promesa sobre la venida del Espíritu Santo Jn 16,16-33: Reflexiones sobre la despedida y el retorno de Jesús Jn 17,1-26: El Testamento de Jesús en forma de oración

Los Evangelios de hoy y de mañana presentan una parte de la reflexión de Jesús sobre la parábola de la vid. Para entender bien todo el alcance de esta parábola, es importante estudiar bien las palabras que Jesús usó. Y es igualmente importante observar de cerca una vid o una planta para ver cómo crece y cómo se enlazan tronco y ramos, y cómo el fruto nace del tronco y de los ramos.

Juan 15,1-2: Jesús presenta la comparación de la vid. En el Antiguo Testamento, la imagen de la vid indicaba el pueblo de Israel (Is 5,1-2). El pueblo era como una vid que Dios plantó con mucho cariño en las costas de los montes de Palestina (Sal 80,9- 12). Pero la vid no correspondió a lo que Dios esperaba. En vez de unos racimos de uva buena dio un fruto amargo que no servía para nada (Is 5,3-4). Jesús es la nueva vid, la vid verdadera. En una única frase el nos da toda la comparación. Él dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto». La poda es dura, pero es necesaria. Purifica la vid, para que crezca y produzca más frutos.

Juan 15,3-6: Jesús explica y aplica la parábola. Los discípulos ya son puros. Ya fueron podados por la palabra que escucharon de Jesús. Hasta hoy, Dios hace la poda en nosotros por medio de su Palabra que nos llega por medio de la Biblia y de muchos otros medios. Jesús alarga la parábola y dice: «¡Yo soy la vid y vosotros los sarmientos!» No se trata de dos cosas distintas: de un lado la vid, de otro, los ramos. ¡No! No hay una vid sin ramos. Nosotros somos parte de Jesús. Jesús es el todo. Para que un ramo pueda producir frutos, debe estar unido a la vid. Sólo así consigue recibir la savia. «¡Sin mí, no podéis hacer nada!” Ramo que no produce fruto es cortado. Se seca y se le recoge para quemarlo. No sirve para nada ya, ni siquiera ¡para hacer leña!

Juan 15,7-8: Permanecer en el amor. Nuestro modelo es aquello que Jesús mismo vive en su relación con el Padre. Él dice: «Como el Padre me amó, yo también os he amado. ¡Permaneced en mi Amor!» Insiste en decir que debemos permanecer en él y que sus palabras deben permanecer en nosotros. Y llega a decir: «¡Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis!» Pues lo que el padre más quiere es que nos volvamos discípulos de Jesús y así demos mucho fruto.

Para la reflexión personal

¿Cuáles son las podas o momentos difíciles que he pasado en mi vida y que me ayudarán a crecer? ¿Cuáles son las podas o momentos difíciles que pasamos en nuestra comunidad y nos ayudaron a crecer?
Lo que mantiene viva una planta, capaz de dar frutos, es la savia que la atraviesa.
¿Cuál es la savia que está presente en nuestra comunidad y la mantiene viva, capaz de dar frutos?

Oración final

¡Cantad a Yahvé un nuevo canto, canta a Yahvé, tierra entera, cantad a Yahvé, bendecid su nombre! (Sal 96,1-2)

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Lectio mar, 9 de may, 2023

Tiempo de Pascua

Oración inicial

Señor, tú que en la resurrección de Jesucristo nos has engendrado de nuevo para que renaciéramos a una vida eterna, fortifica la fe de tu pueblo y afianza su esperanza, a fin de que nunca dudemos que llegará a realizarse lo que nos tienes prometido. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Juan 14,27-31a

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean.

Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado».

Reflexión

Aquí, en Juan 14,27, comienza la despedida de Jesús y al final del capítulo 14, él cierra la conversación diciendo: «¡Levantaos! ¡Vámonos de aquí!» (Jn 14,31). Pero, en vez de salir de la sala, Jesús sigue hablando por otros tres capítulos: 15, 16 y 17. Si se leen estos tres capítulos, al comienzo del capítulo 18 se encuentra la siguiente frase: «Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos”. (Jn 18,1). En Juan 18,1 está la continuación de Juan 14,31. El Evangelio de Juan es como un prólogo bonito que se fue construyendo lentamente, pedazo por pedazo, ladrillo sobre ladrillo. Aquí y allá, quedan señales de estos reajustes. De cualquier forma, todos los textos, todos los ladrillos, forman parte del edificio y son Palabra de Dios para nosotros.

Juan 14,27: El don de la Paz. Jesús comunica su paz a los discípulos. La misma paz se dará después de la resurrección (Jn 20,19). Esta paz es más una expresión de manifestación del Padre, de la que Jesús había hablado antes (Jn 14,21). La paz de Jesús es la fuente de gozo que él nos comunica (Jn 15,11; 16,20.22.24; 17,13). Es una paz diferente da la paz que el mundo da, es diferente de la Pax Romana. Al final de aquel primero siglo la Pax Romana se mantenía por la fuerza de las armas y por la represión violenta contra los movimientos rebeldes. La Pax Romana garantizaba la desigualdad institucionalizada entre ciudadanos romanos y esclavos.
Esta no es la paz del Reino de Dios. La Paz que Jesús comunica es lo que en el AT se llama Shalôm. Es la organización completa de toda la vida alrededor de los valores de justicia, fraternidad e igualdad.

Juan 14,28-29: El motivo por el que Jesús vuelve al Padre. Jesús vuelve al Padre para poder volver enseguida entre nosotros. Dirá a la Magdalena: “Suéltame porque aún no he vuelto al Padre “(Jn 20,17). Subiendo hacia el Padre, el volverá a través del Espíritu que nos enviará (Cf. Jn 20,22). Sin el retorno al Padre, no podrá estar con nosotros a través de su Espíritu.

Juan 14,30-31a: Para que el mundo sepa que amo al Padre. Jesús está terminando la última conversación con los discípulos. El príncipe de este mundo se encargará del destino de Jesús.
Jesús será condenado. En realidad, el príncipe, el tentador, el diablo, no podrá nada contra Jesús. Jesús hace en todo lo que el Padre le ordena. El mundo sabrá que Jesús ama al Padre.
Este es el gran y único testimonio de Jesús que puede llevar el mundo a creer en él. En el anuncio de la Buena Nueva no se trata de divulgar una doctrina, ni de imponer un derecho canónico, ni de unir todos en una organización. Se trata, ante todo, de vivir y de irradiar aquello que el ser humano más desea y que lleva en lo profundo de sí: el amor. Sin esto, la doctrina, el derecho, la celebración no pasa de ser una peluca sobre una cabeza sin pelo.

Juan 14,31b: Levantaos, vámonos de aquí. Son las últimas palabras de Jesús, expresión de su decisión de ser obediente al Padre y revelar su amor. En una de las oraciones eucarísticas, en el momento de la consagración, se dice: “La víspera de su pasión, voluntariamente aceptada”. Jesús dice en otro lugar: “El Padre me ama, porque yo doy mi vida para retomarla de nuevo. Nadie me la quita, yo mismo la doy libremente. Tengo poder para dar la vida y para retomarla. Este es el mandato que recibí de mi Padre” (Jn 10,17-18).

Para la reflexión personal

Jesús dice: “Os doy mi paz”. ¿Cómo contribuyo en la construcción de paz en mi familia y en mi comunidad?
Mirando al espejo de la obediencia de Jesús al Padre, ¿en qué punto podría mejorar mi obediencia al Padre?

Oración final

Alábente, Yahvé, tus creaturas, bendígante tus fieles; cuenten la gloria de tu reinado, narren tus proezas. (Sal 145,10-11)

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Lectio lun, 8 de may, 2023

Tiempo de Pascua

Oración inicial

¡Oh, Dios!, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones están firmes en la verdadera alegría. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Juan 14,21-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él».

Entonces le dijo Judas (no el Iscariote): «Señor, ¿por qué razón a nosotros sí te nos vas a manifestar y al mundo no?» Le respondió Jesús: «El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.

Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho».

Reflexión

Como dijimos anteriormente, el capítulo 14 de Juan es un bonito ejemplo de cómo  se practicaba la catequesis en las comunidades de Asia Menor al final del siglo primero. A través de las preguntas de los discípulos y de las respuestas de Jesús, los cristianos se iban formando la conciencia y encontraban una orientación para sus problemas. Así, en este capítulo 14, tenemos la pregunta de Tomás y la respuesta de Jesús (Jn 14,5-7), la pregunta de Felipe y la respuesta de Jesús (Jn 14,8-21), y la pregunta de Judas y la respuesta de Jesús (Jn 14,22-26). La última frase de la respuesta de Jesús a Felipe (Jn 14,21) constituye el primer versículo del evangelio de hoy.

Juan 14,21: Yo le amaré y me manifestaré a él. Este versículo es el resumen de la respuesta de Jesús a Felipe. Felipe había dicho: “¡Muéstranos al Padre y esto nos basta!” (Jn 14,8). Moisés había preguntado a Dios: “¡Muéstranos tu gloria!” (Es 33,18). Dios respondió: “No podrás ver mi rostro, porque nadie podrá verme y seguir viviendo” (Es 33,20). El Padre no podrá ser mostrado. Dios habita una luz inaccesible (1Tim 6,16). “A Dios nadie le ha visto nunca” (1Jn 4,12). Pero la presencia del Padre podrá ser experimentada a través de la experiencia del amor. Dice la primera carta de San Juan: “Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”. Jesús dice a Felipe: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y el que me ama, será amado de mi Padre. Y yo le amaré y me manifestaré a él”. Observando el mandamiento de Jesús, que es el mandamiento del amor al prójimo (Jn 15,17), la persona muestra su amor por Jesús. Y quien ama a Jesús, será amado por el Padre y puede tener la certeza de que el Padre se le manifestará. En la respuesta a Judas, Jesús dirá cómo acontece esta manifestación del Padre en nuestra vida.

Juan 14,22: La pregunta de Judas, pregunta de todos. La pregunta de Judas: “¿Qué pasa que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?” Esta pregunta de Judas refleja un problema que es real hasta hoy. A veces, aflora en nosotros los cristianos la idea de que somos mejores que los demás y que Dios nos ama más que a los otros. ¿Hace Dios distinción de personas?

Juan 14,23-24: Respuesta de Jesús. La respuesta de Jesús es sencilla y profunda. El repite lo que acabó de decir a Felipe. El problema no es si los cristianos somos amados por Dios más que los otros, o si los otros son despreciados por Dios. No es éste el criterio de la preferencia del Padre. El criterio de la preferencia del Padre es siempre el mismo: el amor. «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.

Quien no me ama, no guarda mis palabras”. Independientemente del hecho que la persona sea o no cristiana, el Padre se manifiesta a todos aquellos que observan el mandamiento de Jesús que es el amor por el prójimo (Jn 15,17). ¿En qué consiste la manifestación del Padre? La respuesta a esta pregunta está impresa en el corazón de la humanidad, en la experiencia humana universal. Observa la vida de las personas que practican el amor y hacen de su vida una entrega a los demás. Examina tu propia experiencia. Independientemente de la religión, de la clase, de la raza o del color, la práctica del amor nos da una paz profunda y una alegría que consiguen convivir con el dolor y el sufrimiento. Esta experiencia es el reflejo de la manifestación del Padre en la vida de las personas. Y es la realización de la promesa: Yo y mi Padre vendremos a él y haremos morada en él.

Juan 14,25-26: La promesa del Espíritu Santo. Jesús termina su respuesta a Judas diciendo: Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Jesús comunicó todo lo que oyó del Padre (Jn 15,15). Sus palabras son fuente de vida y deben ser meditadas, profundizadas y actualizadas constantemente a la luz de la realidad siempre nueva que nos envuelve. Para esta meditación constante de sus palabras Jesús nos promete la ayuda del Espíritu Santo: “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.

Para la reflexión personal

Jesús dice: Yo y mi Padre vendremos a él y haremos morada en él. ¿Cómo experimento esta promesa?
Tenemos la promesa del don del Espíritu para ayudarnos a entender la palabra de Jesús. ¿Invoco la luz del Espíritu cuando voy a leer y a meditar la Escritura?

Oración final

Todos los días te bendeciré, alabaré tu nombre por siempre.
Grande es Yahvé, muy digno de alabanza, su grandeza carece de límites. (Sal 145,2-3)

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Lectio Dom, 7 de mayo de 2023

Yo soy el camino, la verdad y la vida
Una respuesta a las eternas preguntas del corazón del hombre Juan 14, 1-12

Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz , que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

Lectura

Una clave de lectura:

Mientras haces la lectura, intenta escuchar como si estuvieras presente en aquel encuentro último de Jesús con sus discípulos/as. Escucha sus palabras como dirigidas a ti, hoy, en este momento.

Una división del capítulo 14 para ayudar a la lectura:

Jn 14, 1-4: ¡Nada te turbe!
Jn 14, 5-7. Pregunta de Tomás y respuesta de Jesús
Jn 14, 8-21: Pregunta de Felipe y respuesta de Jesús
Jn 14, 22-31: Pregunta de Judas Tadeo y respuesta de Jesús

El texto:

Jesús dijo a sus discípulos: «No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy».

Entonces Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le respondió: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto».

Le dijo Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». Jesús le replicó: «Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aun mayores, porque yo me voy al Padre».

Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la reflexión personal.

¿Qué palabras de Jesús te han llegado más al corazón? ¿Por qué?
¿Qué huellas del rostro de Dios Padre, revelado por Jesús, aparecen en estos doce versículos?
¿Qué nos revelan estos versículos sobre la relación de Jesús con el Padre?
¿Qué nos dicen estos versículos sobre nuestra relación con Jesús y con el Padre?
¿Cuáles son las «obras mayores» que podremos realizar según las palabras de Jesús?
Jesús dice: «En la casa de mi Padre hay muchas mansiones». ¿Qué significan estas afirmaciones hoy para nosotros?
¿Qué problema o deseo aparece en las preguntas de Tomás y de Felipe?

Una clave de lectura

… para aquellos que quieran profundizar más en el tema.

El Evangelio de Juan: un tejido hecho con tres hilos:

La palabra texto quiere decir tejido. Así, el texto del evangelio de Juan es como un bonito tejido, hecho con tres hilos muy distintos y, al mismo tiempo, muy parecidos. Estos tres hilos se combinan tan bien entre ellos que nos confundimos y, a veces, ni siquiera percibimos cuándo se pasa de un hilo a otro.

El primer hilo: son los hechos de la vida de Jesús, acaecidos por el año 30 d.C y recordados por testigos oculares, las personas que han vivido con Jesús y que vieron las cosas que Él hizo y las palabras que enseñó. Es el Jesús histórico, conservado en los testimonios del Discípulo Amado (1 Jn 1, 1).

El segundo hilo: son los hechos y los problemas de la vida de las comunidades de la segunda mitad del siglo primero. Partiendo de la fe en Jesús y convencidas de la presencia del Resucitado en medio de ellas, las comunidades han iluminado estos hechos y problemas con las palabras y los gestos de Jesús. Así, por ejemplo, los litigios que tenían con los fariseos, acabaron por influir profundamente la narración y la transmisión de las discusiones entre Jesús y los fariseos.

El tercer hilo: son los comentarios hechos por el evangelista. En algunos pasajes, nos resulta difícil percibir cuándo Jesús deja de hablar y cuándo el evangelista comienza a hacer sus comentarios (Jn 2, 22; 3, 16-21; 7, 39; 12, 37-43; 20, 30-31).

En los cinco capítulos que describen la despedida de Jesús (Jn 13 al 17), se nota la presencia de estos tres hilos: aquél en el que Jesús habla, aquél en el que hablan las comunidades y aquél en el que habla el evangelista. En estos capítulos los tres hilos están entrelazados de tal modo que el conjunto se presenta como una composición de extraña belleza e inspiración, donde es difícil distinguir qué es de uno y qué es de otro.

Los capítulos 13 al 17 del Evangelio de Juan:

* La larga conversación (Jn 13, 1 a 17, 26), que Jesús tuvo con sus discípulos en la última cena, en la vigilia de su prendimiento y muerte, es el Testamento que nos dejó. En él se expresa la última voluntad de Jesús respecto a la vida en comunidad de sus discípulos/as. Era una conversación amistosa, que quedó en la memoria del Discípulo Amado. Jesús, así quiere dar a entender el evangelista, quería alargar al máximo este último encuentro de amistad, momento de gran intimidad. Lo mismo sucede hoy. Hay modos y modos de conversar… Una conversación superficial que lanza palabras al aire y que revela el vacío de las personas, y hay una conversación que va profundamente al corazón. Todos nosotros, alguna vez, tenemos estos momentos para compartir amistosamente, lo cual ensancha el corazón y se convierte en fuerza cuando llega la dificultad. Ayuda a tener confianza y a vencer el miedo.

Estos cinco capítulos (Jn 13 a 17) son también un ejemplo de cómo la comunidad del Discípulo Amado catequizaban. Las preguntas de los tres discípulos, Tomás (Jn 14, 5), Felipe (Jn 14, 8) y Judas Tadeo (Jn 14, 22), eran también las preguntas de las comunidades de finales del siglo primero. Las respuestas de Jesús a los tres era un espejo en el que las comunidades encontraban una repuesta a sus dudas y dificultades. Así, nuestro capítulo 14 era (y aún es hoy) una catequesis que enseña a las comunidades cómo vivir sin la presencia física de Jesús.

El capítulo 14, 1-12: Una respuesta a las eternas preguntas del corazón del hombre:

Juan 14, 1-4: Las comunidades preguntaban: «¿Cómo vivir en comunidad con ideas tan distintas?». Jesús responde con una exhortación: «¡No se turbe vuestro corazón!

En la casa de mi Padre hay muchas moradas». La insistencia en tener palabras de ánimo que sirviesen de ayuda para superar las turbaciones y las divergencias es signo de que debían existir tendencias muy distintas entre las comunidades, queriendo una ser más verdadera que la otra. Jesús dice: «¡En la casa de mi Padre hay muchas mansiones!». No es necesario que todos piensen de la misma forma. Lo que importa es que todos acepten a Jesús como revelación del Padre y que, por amor suyo, tengan actitudes de servicio y de amor. Amor y servicio son el cemento que pega entre sí los ladrillos de la pared y hace que las distintas comunidades se conviertan en una Iglesia sólida de hermanos y hermanas.

Juan 14, 5-7: Tomás pregunta: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino? Jesús responde: «¡Yo soy el camino, la verdad y la vida!». Tres palabras importantes.

Sin camino, no se camina. Sin verdad, no se acierta. ¡Sin vida, sólo hay muerte! Jesús explica el sentido. Él mismo es el camino, porque «Nadie va al Padre sino por mí». Ya que, Él es la puerta, por la que las ovejas entran y salen (Jn 10, 9). Jesús es la verdad, porque mirándole a él, vemos la imagen del Padre. «¡Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre!». ¡Jesús es la vida, porque caminando como Jesús ha caminado, estaremos unidos al Padre y tendremos la vida en nosotros!

Juan 14, 8-11: Felipe pide: Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le responde: «¡El que me ha visto a mí, ha visto al Padre!». Felipe ha expresado un deseo que era el de muchas personas de la comunidad de Juan y continúa siendo el deseo de todos nosotros: ¿qué debo hacer para ver al Padre del que tanto habla Jesús? La respuesta de Jesús es muy bella: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre». No tenemos que pensar que Dios sea lejano, como alguien distante y desconocido. Quien quiera saber cómo es y quién es Dios Padre, le basta mirar a Jesús. ¡Él lo ha revelado en las palabras y en los gestos de su vida! «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí». Por su forma de ser Jesús revelaba un rostro nuevo de Dios que atraía al pueblo. A través de su obediencia, estaba totalmente identificado con el Padre. En cada momento hacía lo que el Padre le mostraba hacer (Jn 5, 30; 8, 28-29.38). ¡Por eso, en Jesús todo es revelación del Padre! ¡Y, los signos y obras que realiza son las obras del Padre! De la misma manera, nosotros, en nuestro modo de vivir y de compartir, tenemos que ser una revelación de Jesús. El que nos ve, tiene que poder ver y reconocer en nosotros algo de Jesús.

Lo que es importante meditar aquí es preguntarme: «¿Qué imagen me hago de Jesús?». ¿Soy como Pedro que no aceptaba un Jesús siervo y sufriente y quería un Jesús a su propia medida? (Mc 8, 32-33). ¿Soy como aquéllos que saben decir sólo?: «¡Señor! ¡Señor! (Mt 7, 21). ¿Soy como aquéllos que quieren sólo un Cristo celeste y glorioso y olvidamos a Jesús de Nazaret que caminaba con los pobres, acogía a los marginados, curaba a los enfermos, reinsertaba a los excluidos y que, por causa de este compromiso con el pueblo y con el Padre, fue perseguido y matado.

Juan 14, 12: La promesa de Jesús. Jesús afirma que su intimidad con el Padre no es un privilegio sólo de él, sino que es posible para todos nosotros que creemos en Él. A través de Él, podemos llegar a hacer las mismas cosas que Él hacía por el pueblo de su tiempo. Él intercederá por nosotros. Todo lo que le pedimos, él se lo pedirá al Padre y lo obtendrá, con tal que sea para servir (Jn 14, 13).

6. Salmo 43 (42)

«Tu luz y tu verdad me guiarán por el camino»
Como anhela la cierva los arroyos, así te anhela mi ser, Dios mío.
Mi ser tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿cuándo podré ir a ver el rostro de Dios?
Son mis lágrimas mi pan de día y de noche,
cuando me dicen todo el día:
«¿Dónde está tu Dios?».
El recuerdo me llena de nostalgia:
cuando entraba en la Tienda admirable y llegaba hasta la Casa de Dios,
entre gritos de acción de gracias
y el júbilo de los grupos de romeros.
¿Por qué desfallezco ahora y me siento tan azorado?
Espero en Dios, aún lo alabaré:
¡Salvación de mi rostro, Dios mío! Me siento desfallecer,
por eso te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón a ti, montaña humilde.
Un abismo llama a otro abismo
en medio del fragor de tus cascadas, todas tus olas y tus crestas
han pasado sobre mí.
De día enviará Yahvé su amor,
y el canto que me inspire por la noche será oración al Dios de mi vida.
Diré a Dios: Roca mía,
¿por qué me olvidas?,
¿por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo?
Me rompen todos los huesos
los insultos de mis adversarios, todo el día repitiéndome:
¿Dónde está tu Dios?
¿Por qué desfallezco ahora y me siento tan azorado?
Espero en Dios, aún lo alabaré:
¡Salvación de mi rostro, Dios mío!
Hazme justicia, oh, Dios, defiende mi causa
contra gente sin amor; del hombre traidor
y falso líbrame.
Tú eres el Dios a quien me acojo:
¿por qué me has rechazado?,
¿por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo?
Envía tu luz y tu verdad,
ellas me escoltarán,
me llevarán a tu monte santo, hasta entrar en tu Morada.
Y llegaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría.
Te alabaré gozoso con la cítara, oh Dios, Dios mío.
¿Por qué desfallezco ahora y me siento tan azorado?
Espero en Dios, aún lo alabaré:
¡Salvación de mi rostro, Dios mío!

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.

Amén

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Lectio sáb, 6 de mayo de 2023

Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, concédenos vivir siempre en plenitud el misterio pascual, para que, renacidos en el bautismo, demos fruto abundante de vida cristiana y alcancemos, finalmente, las alegrías eternas. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Juan 14,7-14

Jesús dijo a sus discípulos: «Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto».

Le dijo Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». Jesús le replicó: «Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras.

Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aun mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre».

Reflexión

Juan 14,7: Conocer a Jesús es conocer al Padre. El texto del evangelio de hoy es una continuación del de ayer. Tomás había preguntado: «Señor, no sabemos a dónde vas.

¿Cómo podemos saber el camino?» Jesús respondió: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Y añadió: “Si me conocéis a mí, conoceréis también al Padre. Desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Esta es la primera frase del evangelio de hoy. Jesús habla siempre del Padre, pues todo lo que hablaba y hacía era transparencia de la vida del Padre. Esta referencia constante al Padre provoca la pregunta de Felipe.

Juan 14,8-11: Felipe pregunta: «¡Muéstranos al Padre y nos basta!” Era el deseo de los discípulos, el deseo de mucha gente en las comunidades del Discípulo Amado y es el deseo de muchos de nosotros hoy: ¿cómo hace la gente para ver al Padre del que Jesús habla tanto? La respuesta de Jesús es muy bonita y vale hasta hoy: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y aún no me conoces, Felipe? ¡El que me ha visto a mí ha visto al Padre!» La gente no debe pensar que Dios está lejos de nosotros, como alguien distante y desconocido. Quien quiere saber cómo es y quién es Dios, basta que le mire a Jesús. Él lo ha revelado en las palabras y en los gestos de su vida. «¡El Padre está en mí y yo estoy en el Padre!» A través de su obediencia, Jesús está totalmente identificado con el Padre. En cada momento hacía lo que el Padre mostraba que había que hacer (Jn 5,30; 8,28-29.38). Por esto, en Jesús, ¡todo es revelación del Padre! Y las señales o las obras de Jesús ¡son obras del Padre! Como dice la gente: «¡Este hijo le ha cortado la cara a su padre!» Por esto, en Jesús y por Jesús, Dios está en medio de nosotros.

Juan 14,12-14: Promesa de Jesús. Jesús hace una promesa para decir que la intimidad que él tiene con el Padre no es un privilegio que sólo le pertenece a él, sino que es posible para todos aquellos que creen en él. Nosotros también, a través de Jesús, podemos llegar a hacer cosas bonitas para los demás como Jesús hacía para la gente de su tiempo. Él va a interceder por nosotros. Todo lo que la gente le pide, él lo va a pedir al Padre y lo va a conseguir, con tal que sea para servir. Jesús es nuestro defensor. Él se va, pero no nos deja sin defensa. Promete que va a pedir al Padre que envíe a otro defensor o consolador, el Espíritu Santo. Jesús llega a decir que precisa irse ahora, porque, de lo contrario, el Espíritu Santo no podrá venir (Jn 16,7). Es el Espíritu Santo el que realizará las cosas de Jesús en nosotros, si actuamos en nombre de Jesús y observamos el gran mandamiento de la práctica del amor.

Para la reflexión personal

Conocer a Jesús es conocer al Padre. En la Biblia “conocer a una persona” no es una compensación intelectual, sino que implica también una profunda experiencia de la presencia de esta persona en la vida. ¿Conozco a Jesús?
¿Conozco al Padre?

Oración final

Los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios.
¡Aclama a Yahvé, tierra entera,
gritad alegres, gozosos, cantad! (Sal 98,3-4)

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Lectio vie, 5 de mayo de 2023

Oración inicial

Señor Dios, origen de nuestra libertad y de nuestra salvación, escucha las súplicas de quienes te invocamos; y pues nos has salvado por la sangre de tu Hijo, haz que vivamos siempre en ti y en ti encontremos la felicidad eterna. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Juan 14,1-6

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me vaya y les prepare un sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy».

Entonces Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le respondió: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí».

Reflexión

Estos cinco capítulos (Jn 13 a 17) son un lindo ejemplo de cómo las comunidades del Discípulo Amado de finales del primer siglo hacían catequesis, allá en Asia Menor, actual Turquía. Por ejemplo, en este capítulo 14, las preguntas de los tres discípulos Tomás (Jn 14,5), Felipe (Jn 14,8) y Judas Tadeo (Jn 14,22), eran también las preguntas y los problemas de las Comunidades. Así, las respuestas de Jesús para los tres eran un espejo en el que las comunidades encontraban una respuesta a sus propias dudas y dificultades. Para percibir mejor el ambiente en que se hacía catequesis, hay que hacer lo siguiente. Durante o después de la lectura del texto, es bueno cerrar los ojos e imaginar que se está en la sala en medio de los discípulos, participando en el encuentro con Jesús. En la medida en que se va escuchando, es bueno tratar de prestar atención a cómo Jesús prepara a sus amigos para la separación y les revela su amistad, transmitiendo seguridad y apoyo.

Juan 14,1-2: Nada te turbe. El texto empieza con una exhortación: «¡No se turbe vuestro corazón!» En seguida dice: «En la casa de mi Padre hay distintas moradas». La insistencia en conservar palabras de ánimo que ayudan a superar la perturbación y las divergencias es una señal de que había mucha polémica y divergencias entre las comunidades. Unas decían a las otras: «Nuestra manera de vivir la fe es mejor que la vuestra. ¡Nosotros nos salvamos! ¡Vosotros estáis equivocados! Si queréis ir al cielo, tenéis que convertiros y vivir como nosotros vivimos.» Jesús dice: «¡En casa de mi Padre hay muchas moradas!» No es necesario que todos piensen del mismo modo. Lo importante es que todos acepten a Jesús como revelación del Padre y que, por amor hacia él, tengan actitudes de comprensión, de servicio y de amor. Amor y servicio son el cemento que une entre sí los ladrillos y hace que las diversas comunidades sean una iglesia de hermanos y de hermanas.

Juan 14,3-4: Jesús se despide. Jesús dice que va a preparar un lugar y que después volverá para llevarnos con él a la casa del Padre. Él quiere que estemos todos con él para siempre. El retorno del que habla Jesús es la venida del Espíritu que él manda y que trabaja en nosotros, para que podamos vivir como él vivió (Jn 14,16-17.26; 16,13- 14). Jesús termina diciendo: «¡Y a donde yo voy sabéis el camino!» Quien conoce a Jesús, conoce el camino, pues el camino es la vida que él vivió y que le llevó a través de la muerte junto al Padre.

Juan 14,5-6: Tomás pregunta por el camino. Tomás dice: «Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos conocer el camino?” Jesús responde: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”. Tres palabras importantes. Sin un camino, no se anda. Sin verdad, no se acierta. Sin vida, ¡sólo hay muerte! Jesús explica el sentido, porque «¡nadie viene al Padre sino por mí!» Pues, él es la puerta por donde las ovejas entran y salen (Jn 10,9). Jesús es la verdad, porque mirándole a él, estamos viendo la imagen del Padre. «¡Si vosotros me conocierais, conocierais también al Padre!» Jesús es la vida, porque caminando como Jesús caminó, estaremos unidos al Padre y tendremos la vida en nosotros.

Para la reflexión personal

¿Qué buenos encuentros guardas en la memoria y que te son fuerza para tu caminar?
Jesús dice: «En la casa de mi Padre hay distintas moradas». ¿Qué significa esta afirmación para nosotros, hoy?

Oración final

Cantad a Yahvé un nuevo canto, porque ha obrado maravillas;
le sirvió de ayuda su diestra, su santo brazo. (Sal 98,1)

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Lectio jue, 4 de mayo de 2023

Oración inicial

¡Oh Dios!, que has restaurado la naturaleza humana elevándola sobre su condición original; no olvides tus inefables designios de amor y conserva en quienes han renacido por el bautismo los dones que tan generosamente han recibido. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Juan 13,16-20

En aquel tiempo, después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo:

«Yo les aseguro: el sirviente no es más importante que su amo, ni el enviado es mayor que quien lo envía. Si entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos.

No lo digo por todos ustedes, porque yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla el pasaje de la Escritura, que dice: El que comparte mi pan me ha traicionado. Les digo esto ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy.

Yo les aseguro: el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado».

Reflexión

A partir de hoy, para tres semanas, todos los días, excepto las fiestas, el evangelio del día está sacado de la larga conversación de Jesús con los discípulos durante la Ultima Cena (Jn de 13 a 17). En estos cinco capítulos, que describen la despedida de Jesús, se percibe la presencia de los tres hilos de los que hablamos anteriormente y que tejen y componen el evangelio de Juan: la palabra de Jesús, la palabra de las comunidades y la palabra del evangelista que hizo la última redacción del Cuarto Evangelio. En estos cinco capítulos, los tres hilos están de tal manera entrelazados que el todo se presenta como una pieza única de rara belleza e inspiración, en la que es difícil distinguir lo que es del uno y lo que es del otro, pero en el cual todo es Palabra de Dios para nosotros.

Estos cinco capítulos traen la conversación que Jesús tuvo con sus amigos, en vísperas de ser detenido y condenado a muerte. Era una conversación amistosa, que queda en la memoria del Discípulo Amado. Jesús, así parece, quería prolongar al máximo ese último encuentro, momento de mucha intimidad. Lo mismo acontece hoy. Hay conversación y conversación. Hay conversaciones superficiales en las que se gastan palabras y que revelan el vacío de las personas. Y hay conversaciones que van al fondo del corazón y quedan en la memoria. Todos nosotros, de vez en cuando, tenemos estos momentos de convivencia amistosa, que dilatan el corazón y se convierten en fuerza en la hora de las dificultades. Ayudan a tener confianza y a vencer el miedo.

Los cinco versículos del Evangelio de hoy sacan dos conclusiones del lavatorio de los pies (Jn 13,1-15). Hablan (a) del servicio como característica principal de los seguidores de Jesús, y (b) de la a identidad de Jesús como revelación del Padre.

Juan 13,16-17: No es más el siervo que su amo. Jesús acaba de lavar los pies a sus discípulos. Pedro se asusta y no quiere que Jesús le lave los pies. “Si no te lavo los pies, no podrás compartir conmigo” (Jn 13,8). Y basta lavar los pies; el resto no necesita ser lavado (Jn 13,10). El valor simbólico del gesto del lavatorio consistía en aceptar a Jesús que se entrega a sí mismo por los demás, y no aceptar a un mesías rey glorioso. Esta entrega de sí como siervo de todos es la llave para entender el gesto del lavatorio. Entender esto es la raíz de la felicidad de una persona: “Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís». Pero había personas, también entre los discípulos, que no aceptaban a Jesús como Mesías Siervo. No querían ser siervos de otros.

Probablemente, querían un mesías glorioso como Rey y Juez, según la ideología oficial. Jesús dice:»No me refiero a todos vosotros. Yo conozco a los que he elegido, pero tenía que cumplirse la Escritura: ¡El que come mi pan, ha alzado contra mi su talón!” Juan se refiere a Judas, cuya traición va a ser anunciada inmediatamente después (Jn 13,21-30).

Juan 13,18-20: Digo esto desde ahora, para que creáis que YO SOY. Fue en ocasión de la liberación de Egipto a los pies del Monte Sínai, que Dios reveló su nombre a Moisés: “¡Estoy con vosotros!” (Es 3,12), “Yo soy el que soy” (Ex 3,14), “Estoy” o “Yo soy” me mandó a vosotros” (Ex 3,14). El nombre Yahvé (Ex 3,15) expresa la certeza absoluta de la presencia libertadora de Dios junto con su pueblo. De muchas maneras y en muchas ocasiones Jesús usa esta misma expresión Yo soy o Soy yo (Jn 8,24; 8,28; 8,58; Jo 6,20; 18,5.8; Mc 14,62; Lc 22,70). Jesús es la presencia del rostro libertador de Dios en medio de nosotros.

Para la reflexión personal

El siervo no es mayor que su señor. ¿Cómo hago de mi vida un servicio permanente a los otros?
Jesús sabe convivir con las personas que no lo aceptaban. ¿Yo lo consigo?

Oración final

Cantaré por siempre el amor de Yahvé,
anunciaré tu lealtad de edad en edad. Dije: «Firme está por siempre el amor,
en ellos cimentada tu lealtad.» (Sal 89,2-3)

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Lectio mié, 3 de mayo de 2023

Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, concédenos vivir siempre en plenitud el misterio pascual, para que, renacidos en el bautismo, demos fruto abundante de vida cristiana y alcancemos, finalmente, las alegrías eternas. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Juan 14,7-14

En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto».

Le dijo Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». Jesús le replicó: «Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras.

Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre».

Reflexión

Juan 14,7: Conocer a Jesús es conocer al Padre. El texto del evangelio de hoy es una continuación del de ayer. Tomás había preguntado: «Señor, no sabemos a dónde vas.

¿Cómo podemos saber el camino?» Jesús respondió: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Y añadió: “Si me conocéis a mí, conoceréis también al Padre. Desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Esta es la primera frase del evangelio de hoy. Jesús habla siempre del Padre, pues todo lo que hablaba y hacía era transparencia de la vida del Padre. Esta referencia constante al Padre provoca la pregunta de Felipe.

Juan 14,8-11: Felipe pregunta: «¡Muéstranos al Padre y nos basta!” Era el deseo de los discípulos, el deseo de mucha gente en las comunidades del Discípulo Amado y es el deseo de muchos de nosotros hoy: ¿cómo hace la gente para ver al Padre del que Jesús habla tanto? La respuesta de Jesús es muy bonita y vale hasta hoy: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y aún no me conoces, Felipe? ¡El que me ha visto a mí ha visto al Padre!» La gente no debe pensar que Dios está lejos de nosotros, como alguien distante y desconocido. Quien quiere saber cómo es y quién es Dios, basta que le mire a Jesús. Él lo ha revelado en las palabras y en los gestos de su vida. «¡El Padre está en mí y yo estoy en el Padre!» A través de su obediencia, Jesús está totalmente identificado con el Padre. En cada momento hacía lo que el Padre mostraba que había que hacer (Jn 5,30; 8,28-29.38). Por esto, en Jesús, ¡todo es revelación del Padre! Y las señales o las obras de Jesús ¡son obras del Padre! Como dice la gente: «¡Este hijo le ha cortado la cara a su padre!» Por esto, en Jesús y por Jesús, Dios está en medio de nosotros.

Juan 14,12-14: Promesa de Jesús. Jesús hace una promesa para decir que la intimidad que él tiene con el Padre no es un privilegio que sólo le pertenece a él, sino que es posible para todos aquellos que creen en él. Nosotros también, a través de Jesús, podemos llegar a hacer cosas bonitas para los demás como Jesús hacía para la gente de su tiempo. Él va a interceder por nosotros. Todo lo que la gente le pide, él lo va a pedir al Padre y lo va a conseguir, con tal que sea para servir. Jesús es nuestro defensor. Él se va, pero no nos deja sin defensa. Promete que va a pedir al Padre que envíe a otro defensor o consolador, el Espíritu Santo. Jesús llega a decir que precisa irse ahora, porque, de lo contrario, el Espíritu Santo no podrá venir (Jn 16,7). Es el

Espíritu Santo el que realizará las cosas de Jesús en nosotros, si actuamos en nombre de Jesús y observamos el gran mandamiento de la práctica del amor.

Para la reflexión personal

Conocer a Jesús es conocer al Padre. En la Biblia “conocer a una persona” no es una compensación intelectual, sino que implica también una profunda experiencia de la presencia de esta persona en la vida. ¿Conozco a Jesús?
¿Conozco al Padre?

Oración final

Los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios.
¡Aclama a Yahvé, tierra entera,
gritad alegres, gozosos, cantad! (Sal 98,3-4)

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Lectio mar, 2 de mayo de 2023

Oración inicial

Te pedimos, Señor todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados. Por nuestro Señor.

Lectura del Evangelio según Juan 10,22-30

Por aquellos días, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación del templo. Era invierno. Jesús se paseaba por el templo, bajo el pórtico de Salomón. Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente».

Jesús les respondió: «Ya se lo he dicho y no me creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno».

Reflexión

Los capítulos de 1 a 12 del evangelio de Juan son llamados “El libro de las Señales”. En ellos acontece la revelación progresiva del Misterio de Dios en Jesús. En la misma medida en que Jesús va haciendo la revelación, crecen la adhesión y la oposición hacia él según la visión con que cada cual espera la llegada del Mesías. Esta manera de describir la actividad de Jesús no es sólo para informar cómo la gente seguía a Jesús en aquel tiempo, sino también y sobre todo cómo debemos seguirle hoy nosotros, sus lectores. En aquel tiempo, todos esperaban la llegada del Mesías y tenían sus criterios para poderle reconocer. Querían que fuera como ellos se lo imaginaban. Pero Jesús no se somete a esta exigencia. Revela al Padre como es el Padre y no como les gustaría a los oyentes que fuera. Pide que nos convirtamos en nuestra manera de pensar y actuar. Hoy también, cada uno de nosotros tiene sus gustos y preferencias. A veces, leemos el evangelio para ver si allí encontramos la confirmación de nuestros deseos. El evangelio de hoy arroja luz al respecto.

• Juan 10,22-24: Los Judíos interpelan a Jesús. Hacía frío. Mes de octubre. Fiesta de la dedicación que celebraba la purificación del templo hecha por Judas Macabeo (2Mc 4,36.59).

Era una fiesta bien popular de muchas luces. Jesús camina por la explanada del Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos le preguntan: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Ellos quieren que Jesús se defina y que ellos puedan comprobar, desde sus criterios, si Jesús es o no es el Mesías. Quieren Es la actitud de quien se siente dueño de la situación. Los novatos deben presentar sus credenciales. De lo contrario, no tendrán derecho a hablar y a actuar.

• Juan 10,25-26: Respuesta de Jesús: las obras que hago dan testimonio de mí. La respuesta de Jesús es siempre la misma: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.” No se trata de dar pruebas. No adelantaría nada. Cuando una persona no quiere aceptar el testimonio de alguien, no hay prueba que tenga para que piense de otra forma. El problema de fondo es la apertura desinteresada de la persona hacia Dios y hacia la verdad. Donde hay esta apertura, Jesús es reconocido por sus ovejas. “Todo hombre que está de parte de la verdad escucha mi voz” dirá Jesús más tarde ante Pilatos (Jn 18,37). Esta apertura estaba faltando en los fariseos.

Juan 10,27-28: Mis ovejas conocen mi Jesús retoma la parábola del Buen Pastor que conoce sus ovejas y él es conocido por sus ovejas. Este mutuo entendimiento – entre Jesús que viene en nombre del Padre y las personas que se abren a la verdad – es fuente de vida eterna. Esta unión entre el creador y la criatura a través de Jesús, supera la amenaza de muerte: “¡No perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos!” Están a salvo y, por ello, en paz y en plena libertad.

Juan 10,29-30: Yo y el Padre somos Estos dos versículos abordan el misterio de la unidad entre Jesús y el Padre: “El Padre, que todo me ha entregado, es mayor que todos. Y nadie puede arrebatar nada de las manos del Padres. El Padre y yo somos uno”. Esta y varias otras frases nos dejan entrever algo de este misterio mayor: “Quien me ve a mí ve al Padre” (Jn 14,9). “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Jn 10,38). Esta unidad entre Jesús y el Padre no es automática, sino que es fruto de la obediencia: “Yo hago siempre lo que al Padre le agrada” (Jn 8,29; 6,38; 17,4). “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre” (Jn 4,34; 5,30). La carta a los Hebreos dice que Jesús tuvo que aprender, por el sufrimiento, lo que es ser obediente (EEB 5,8). “Fue obediente hasta la muerte y la muerte de Cruz” (Fil 2,8). La obediencia de Jesús no es disciplinar, sino que es profética. Obedece para ser total transparencia y, así, ser revelación del Padre. Por esto podía decir: “¡El Padre y yo somos uno!” Fue un largo proceso de obediencia y de encarnación que duró 33 años. Comenzó con el Sí de María (Lc 1,38) y terminó con “¡Todo está consumado!” (Jn 19,30).

Para la reflexión personal

  • Mi obediencia a Dios es ¿disciplinar o profética? ¿Revelo algo de Dios o sólo me preocupo de mi salvación?
  • Jesús no se sometió a las exigencias de los que querían comprobar si él era el mesías anunciado. ¿Hay en mí algo de esta actitud dominadora e inquisidora típica de los adversarios de Jesús

Oración final

¡Que Dios tenga piedad y nos bendiga, que nos muestre su rostro radiante!;
Conozca así la tierra su proceder,
y todas las naciones su salvación. (Sal 67,2-3)

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