PRONZATO, A.,
Orar, ¿dónde? ¿cómo? ¿cuándo? ¿por qué?
Salamanca, Sígueme 1995, 261 pp.
La amplísima bibliografía sobre la oración nos tiene alerta acerca de un fenómeno que, afortunadamente, sufre demanda creciente en el cristianismo vivo de nuestros días, desde hace ya varios lustros. Esta demanda hace que las ofertas se disparen, y no todo sea igualmente tragable. Se nos invita a un ejercicio de discernimiento y de lectura madura, empezando por leer nuestra propia inquietud en el texto, y valorar la palabra orante nacida de un camino de experiencia, descubrimiento atrevido de los caminos nunca suficientemente explorados de la oración, pues toda oración supone el estreno del momento de Dios en la vida del creyente. Digo todo esto a propósito de este libro y de su autor…
El nombre de Alessandro Pronzato es suficientemente conocido por los lectores españoles debido a sus comentarios sobre la Palabra, que han ayudado tanto a reflexionar a generaciones de sacerdotes y creyentes. En este caso, con su habitual maestría nos adentra en las preguntas fundamentales acerca de tema tan primero del vivir creyente.
El autor quiere dar cuenta de sus descubrimientos personales, lo hace con modestia y gozosamente. Dice escribir para aprender, pero enseña abundantemente. Nos lleva por temas tan interesantes como: Las condiciones de la oración; Las formas clásicas de la oración: Alabanza; bendición; acción de gracias; adoración; petición; intercesión; arrepentimiento; personal; comunitaria; contemplativa…Las ocasiones de la oración: dónde; cómo; cuándo y por qué.
Reflexiones vivas, añejas, pasadas por la búsqueda y la sed de alguien al que se descubre maestro, aunque no quiera reconocerse tal, hablando de una experiencia, dirigiéndose no a élites curtidas en el orar, sino a gente de calle, menciona a sus parroquianos a los que no les interesa tanto la teoría de la oración, preguntarse por la oración, como orar. Sabia precisión en esta abundante oferta de espiritualidad que vende mucho, pero no siempre bien, ni conlleva necesariamente a eso tan simple que es orar, sencillamente encontrarse con Él, el Señor de la vida.
– Miguel Márquez