Lc 7, 19-23 – JMC

En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor: «¿Eres el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?» Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron: «Juan el Bautista nos ha mandado preguntarte: «¿Eres el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»

Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. Después contestó a los enviados: «Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noti­cia. Y dichoso el que no se escandalice de mí».

  1. Hay quienes piensan que esta pregunta de Juan a Jesús indica, como es lógico, duda a inseguridad. Y  seguramente  se refiere a  las dudas que tenía la comunidad de los seguidores de Juan Bautista, que seguían reuniéndose cuando se redactó el evangelio de Lucas (F. Bovon). Estos discípulos de Juan pensaban, sin duda, lo que él mismo Juan les había trasmitido: la duda sobre si Jesús era o no era «el que tenía que venir», o sea el Mesías (A. Strobel, F. Hahn), el que podría traer la salvación y la solución a este mundo. No dudaban de que Jesús era bueno, era ejemplar. Pero, ¿es la solución? Lo mismo les pasa hoy a muchos cristianos. Por tanto, la pregunta que tenemos que afrontar es la si­guiente: ¿estamos seguros de que la solución está en hacer lo que hizo Jesús?
  2. Jesús curaba enfermos, aliviaba sufrimientos, contagiaba felicidad y bienestar. ¿Está en eso la solución que necesita este mundo? ¿Y la religio­sidad? ¿Y la fe? ¿Y la espiritualidad? La gran preocupación de Juan Bautis­ta fue el problema del «pecado» y la conversión de los «pecadores» (Mt 3, 1-10). La gran preocupación de Jesús fue el sufrimiento de los enfermos, los pobres, los maltratados por la vida …Es verdad que Jesús respondió a la duda de Juan citando pasajes proféticos (Is 29, 18; 35, 5 s; 42, 18; 26, 19…). Pero eso indica que Jesús vio que este mundo se arregla, no con las amena­ zas condenatorias de Juan, sino con la bondad humanitaria de los profetas.
  3. Existe el moralismo de los predicadores justicieros. Y existe el humanis­mo de quienes contagian salud, felicidad, bienestar. Este último fue, sin duda alguna, el camino de Jesús. Y es evidente que el camino de Jesús sólo puede ser seguido por personas profundamente buenas y profundamente espirituales. Porque amenazar es más fácil que sanar y dar felicidad.

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