VIDA

(luz, logos). La Biblia puede interpretarse como el Libro de la Vida, es decir, como expresión de aquel proceso en que los hombres van descubriendo la vida de Dios y viviendo humanamente en ella, por ella.

Del Dios de la vida a Jesús, que es la Vida. El Dios bíblico se define como el Viviente (Elohim Hayyim, Elohim Hay: 1 Sm 17,26.36; 2 Re 19,4; Is 37,17; ). Esa vida de Dios se expresa en el mundo entero, en las plantas y animales, pero sobre todo en el hombre en cuanto viviente del cosmos. En esa línea, la Biblia ha puesto de relieve otro tipo de vida específicamente humana (divina) que se interpreta como «gracia*», como expresión de una creatividad personal y de un encuentro amoroso con los demás. La antropología bíblica está vinculada desde el principio al tema de la Vida, simbolizado en Gn 2–3 por el «árbol* del centro del paraíso». Quizá pudiéramos decir que el tema básico de la antropología bíblica es la búsqueda de la vida, tal como aparece por ejemplo en 1 Henoc y Sab, para expresarse plenamente en el mensaje de Jesús (el reino de Dios es la Vida) y en la experiencia de pascua* (Jesús es el Viviente). En el fondo, la vida del hombre se identifica con Dios, de tal forma que para los creyentes bíblicos la fe en Dios puede interpretarse como un tipo de fe en la Vida. Sólo en este contexto se puede hablar de Vida eterna. En el Nuevo Testamento esa misma vida que es Dios se identifica con Jesús, que es el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14,6). Para el evangelio de Juan, el atributo fundamental de Jesús es la vida, pues él ha venido «para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10).

El Apocalipsis puede interpretarse como Libro de la vida, tanto por la forma de entender a Dios y a Cristo como por el modo de expresar sus grandes signos. Dios aparece como aquel que Vive por los siglos (Ap 4,9), de forma que podemos llamarle el que Era, Es y Vendrá (Ap 1,4.8). Juan le define como el Viviente (dsôn: 4,10) o quizá mejor el Dios que Vive (7,2; 15,7), en palabra que proviene del Antiguo Testamento. Jesús se muestra como aquel que estaba muerto y vive (cf. 1,18; 2,8), de manera que su mismo ser es resurrección o victoria sobre la muerte, en contra de la Bestia que parece revivir (13,14), pero va a la perdición (17,8). La vida es Agua que el mismo Cordero Jesús, convirtiéndose en pastor, ofrece a sus ovejas (7,17), gratuitamente, desde el fondo de sí mismo (21,6; 22,17), pues ella brota como un río que fluye del Trono que él comparte (= es) con Dios, en la plaza de la gran Ciudad (22,1-5) La vida es Árbol, que Jesús también ha prometido (2,7) y que crece a los lados del río que fecunda la Ciudad paraíso, ofreciendo sus frutos a modo de comida y sus hojas como medicina para los que vienen sin estar aún purificados (22,2.14.19). La vida es Corona de gloria y premio que el mismo Jesús ofrece a quienes se mantienen firmes en la gran tribulación (2,10).

Cf. J. R. FLECHA, La vida en Cristo. Fundamentos de moral cristiana, Sígueme, Salamanca 2001.

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