Raposas

La comparecencia de estos animales en la pluma sanjuanista tiene poco que ver con el célebre apólogo de la zorra y las uvas. Se aproximan únicamente en la referencia común a la “viña”. La estrofa del CE en que se inserta la alegoría de las raposas está inspirada, sin duda, en el texto bíblico que reza (Cant 2,15): “Cazadnos las raposas pequeñas que desmenuzan las viñas, porque nuestra viña ha florecido” (CB 16,7). El símil desarrollado a lo largo de la canción se descompone, según el comentario en prosa, así: cuando una viña está florecida corre peligro de ser atacada y estropeada por las raposas. Es lo que sucede en determinados momentos con el  alma, que corresponde a la “viña florida”, cuando está adornada de  virtudes como un rico “plantel” (CB 16,4). Si entonces es atacada por los apetitos y fuerzas sensitivas, que son como las “raposas dormidas”, corre peligro de ser estragada (ib. n. 5). Las “raposas” simbolizan, por tanto, los apetitos e inclinaciones de la  sensualidad.

Le sirven al Santo para trenzar la siguiente lección espiritual. Cuando el espiritual ha llegado a cierto nivel espiritual goza de “ordinaria paz” en las visitas que recibe de Dios y se deleita con él en el plantel de virtudes ya conseguidas. El enemigo permanente del alma, el  demonio, con gran astucia trata de impedir esta “prosperidad” aprovechándose de los  apetitos sensitivos, no del todo sometidos aún al espíritu, levantando en ellos muchos movimientos y molestias. En ese trance el alma invoca a los  “ángeles, cuyo oficio es favorecer a este tiempo ahuyentando los demonios”, pidiendo que se cacen las raposas. Estas no se identifican, figurativamente, con los demonios, sino con los apetitos y movimientos por ellos suscitados para que molesten y turben la paz del alma. La aplicación espiritual del Santo se resume en los textos siguientes:

“Esta viña del alma florida, cuando según la voluntad está unida con el esposo y en el mismo Esposo está deleitándose … Algunas veces suelen acudir a la  memoria y fantasía muchas y varias formas de imaginaciones, y en la parte sensitiva se levantan muchos y varios movimientos y apetitos” (CB 16,4). Y prosigue el texto: “Llama el alma a toda esta armonía de apetitos y movimientos sensitivos raposas, por la gran propiedad que tienen a este tiempo con ellas. Porque así como las raposas se hacen dormidas para hacer presa cuando salen a caza, así todos estos apetitos estaban sosegados y dormidos, hasta que en el alma se levantan y se abren y salen a ejercicio estas flores de las virtudes; y entonces también parece que se despiertan y se levantan en la sensualidad sus flores de apetitos y fuerzas sensuales a querer contradecir al espíritu y reinar” (ib. 5).

La alteración del primer texto del CE (CA 25,2) ha motivado que en el CB desaparezca la parte más directa y gráfica de la comparación, quedando casi diluida y sin sentido, como si las raposas solo importasen porque se hacen dormidas al tiempo de salir a cazar, pero sin otra conexión con la viña. En la primera redacción de la obra se mantiene con mucha mayor coherencia el símil viña-raposas. Establecida la identidad “raposas-movimientos y apetitos”, añade el Santo: “A todas las cuales cosas llama aquí raposas, porque, así como las ligeras y astutas raposillas con sus sutiles saltos suelen derribar y estragar la flor de las viñas al tiempo que están floridas, así los astutos y maliciosos demonios con estas turbaciones y movimientos ya dichos, saltando turban la devoción de las almas santas” (CA 25,2). Con esta precisa aclaración resulta natural la inmediata apelación a Cant. 2,15, que aparece bastante desplazada en CB (16,7) por la introducción de algunos textos nuevos. Otra diferencia entre ambas redacciones afecta a la misma identificación de “raposas-apetitos y movimientos”. En el CA se incluyen directamente los demonios, formando “armonía” (conjunto) con todas las demás cosas que turban al alma.

En cualquiera de sus versiones, la comparación figurativa resulta bastante atrevida e inusual. A lo que parece, el Santo se fía de relatos o consejas populares cuando habla de que las raposas “suelen derribar y estragar la flor de las viñas con sus saltos”, cosa poco respaldada por los hechos. Que para él exista algún respaldo en el texto de Cant. 2,15 queda patente por la repetición de la “autoridad” al mismo propósito en Llama (3,35). La equivalencia real entre los extremos de la comparación es, naturalmente, muy secundaria para su propósito. Lo importante es la aplicación espiritual; en este caso, para recordar cómo existe siempre peligro de que la sensualidad juegue una mala partida hasta que las dos porciones del hombre no estén en perfecta armonía.

Eulogio Pacho