Decreto de la Congregación para el CultoDivino y la Disciplina de los Sacramentos sobre la celebración de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia en el Calendario Romano General, 03.03.2018

La gozosa veneración otorgada a la Madre de Dios por la Iglesia en los tiempos actuales, a la luz de la reflexión sobre el misterio de Cristo y su naturaleza propia, no podía olvidar la figura de aquella Mujer (cf. Gál 4,4), la Virgen María, que es Madre de Cristo y, a la vez, Madre de la Iglesia.

Esto estaba ya de alguna manera presente en el sentir eclesial a partir de las palabras premonitorias de san Agustín y de san León Magno. El primero dice que María es madre de los miembros de Cristo, porque ha cooperado con su caridad a la regeneración de los fieles en la Iglesia; el otro, al decir que el nacimiento de la Cabeza es también el nacimiento del Cuerpo, indica que María es, al mismo tiempo, madre de Cristo, Hijo de Dios, y madre de los miembros de su cuerpo místico, es decir, la Iglesia. Estas consideraciones derivan de la maternidad divina de María y de su íntima unión a la obra del Redentor, culminada en la hora de la cruz.

En efecto, la Madre, que estaba junto a la cruz (cf. Jn 19, 25), aceptó el testamento de amor de su Hijo y acogió a todos los hombres, personificados en el discípulo amado, como hijos para regenerar a la vida divina, convirtiéndose en amorosa nodriza de la Iglesia que Cristo ha engendrado en la cruz, entregando el Espíritu. A su vez, en el discípulo amado, Cristo elige a todos los discípulos como herederos de su amor hacia la Madre, confiándosela para que la recibieran con afecto filial.

María, solícita guía de la Iglesia naciente, inició la propia misión materna ya en el cenáculo, orando con los Apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14). Con este sentimiento, la piedad cristiana ha honrado a María, en el curso de los siglos, con los títulos, de alguna manera equivalentes, de Madre de los discípulos, de los fieles, de los creyentes, de todos los que renacen en Cristo y también «Madre de la Iglesia», como aparece en textos de algunos autores espirituales e incluso en el magisterio de Benedicto XIV y León XIII.

De todo esto resulta claro en qué se fundamentó el beato Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, como conclusión de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, para declarar  va la bienaventurada Virgen María «Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa», y estableció que «de ahora en adelante la Madre de Dios sea honrada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título».

Por lo tanto, la Sede Apostólica, especialmente después de haber propuesto una misa votiva en honor de la bienaventurada María, Madre de la Iglesia, con ocasión del Año Santo de la Redención (1975), incluida posteriormente en el Misal Romano, concedió también la facultad de añadir la invocación de este título en las Letanías Lauretanas (1980) y publicó otros formularios en el compendio de las misas de la bienaventurada Virgen María (1986); y concedió añadir esta celebración en el calendario particular de algunas naciones, diócesis y familias religiosas que lo pedían.

El Sumo Pontífice Francisco, considerando atentamente que la promoción de esta devoción puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana, ha establecido que la memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, sea inscrita en el Calendario Romano el lunes después de Pentecostés y sea celebrada cada año.

Esta celebración nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos.

Por tanto, tal memoria deberá aparecer en todos los Calendarios y Libros litúrgicos para la celebración de la Misa y de la Liturgia de las Horas: los respectivos textos litúrgicos se adjuntan a este decreto y sus traducciones, aprobadas por las Conferencias Episcopales, serán publicadas después de ser confirmadas por este Dicasterio.

Donde la celebración de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, ya se celebra en un día diverso con un grado litúrgico más elevado, según el derecho particular aprobado, puede seguir celebrándose en el futuro del mismo modo.

Sin que obste nada en contrario.

En la sede de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a 11 de febrero de 2018, memoria de la bienaventurada Virgen María de Lourdes.

Robert Card. Sarah
Prefecto

                                                                                   + Arthur Roche
                                                                                  Arzobispo Secretario

Comentario al decreto del Prefecto de la Congregación para el CultoDivino y la Disciplina de los Sacramentos La Memoria de María, “Madre de la Iglesia”

            Por decisión del Papa Francisco, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha ordenado la inscripción de la memoria de la “Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia” en el Calendario Romano General, con decreto del día 11 de febrero de 2018, ciento sesenta aniversario de la primera aparición de la Virgen en Lourdes. Se adjuntan al decreto los respectivos textos litúrgicos, en latín, para la Misa, el Oficio Divino y el Martirologio Romano. Las Conferencias Episcopales tendrán que aprobar la traducción de los textos necesarios y, después de ser confirmados, publicarlos en los libros litúrgicos de su jurisdicción.

            El motivo de la celebración es descrito brevemente en el mismo decreto, que recuerda la madurada veneración litúrgica a María tras una mejor comprensión de su presencia “en el misterio de Cristo y de la Iglesia”, como ha explicado el capítulo VIII de la Lumen Gentium del Concilio Vaticano II. De hecho, el beato Pablo VI, al promulgar esta constitución conciliar el 21 de noviembre de 1964, quiso conceder solemnemente a María el título de “Madre de la Iglesia”. El sentir del pueblo cristiano, en los dos mil años de historia, había acogido, de diverso modo, el vínculo filial que une estrechamente a los discípulos de Cristo con su Santísima Madre. De tal vínculo da testimonio explícito el evangelista Juan, cuando habla del testamento de Jesús muriendo en la cruz (cf. Jn 19,26-27). Después de haber entregado su Madre a los discípulos y éstos a la Madre, “sabiendo que ya estaba todo cumplido”, al morir Jesús “entregó su espíritu” para la vida de la Iglesia, su cuerpo místico: pues, “del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera” (Sacrosanctum Concilium, n. 5).

            El agua y la sangre que brotaron del corazón de Cristo en la cruz, signo de la totalidad de su ofrenda redentora, continúan sacramentalmente dando vida a la Iglesia mediante el Bautismo y la Eucaristía. María santísima tiene que realizar su misión materna en esta admirable comunión, que se ha de potenciar siempre entre el Redentor y los redimidos. Lo recuerda el texto evangélico de Jn 19,25-34 señalado en la misa de la nueva memoria, ya indicado –junto con las lecturas de Gén 3 y Hch 1- en la misa votiva “de sancta Maria Ecclesiae Matre” aprobaba por la Congregación para el Culto Divino en 1973, para el Año Santo de la Reconciliación de 1975 (cf. Notitiae 1973, pp. 382-383).

            La conmemoración litúrgica de la maternidad eclesial de María existía ya en las misas votivas de la editio altera del Missale Romanum de 1975. Después, en el pontificado de san Juan Pablo II existía la posibilidad, concedida a las Conferencias Episcopales, de añadir el título de “Madre de la Iglesia” a las Letanías lauretanas (cf. Notitiae 1980, p. 159); y, con ocasión del año mariano, la Congregación para el Culto Divino publicó otros formularios de misas votivas con el título de María Madre e imagen de la Iglesia en la Collectio missarum de Beata Maria Virgine. Se había aprobado también, a lo largo de los años, la inserción de la celebración de la “Madre de la Iglesia” en el Calendario propio de algunos países, como Polonia y Argentina, el lunes después de Pentecostés; y había sido inscrita en otras fechas tanto en lugares peculiares, como la Basílica de san Pedro, -donde se hizo la proclamación del título por parte de Pablo VI-, como también en los Propios de algunas Órdenes y Congregaciones religiosas.

            El Papa Francisco, considerando la importancia del misterio de la maternidad espiritual de María, que desde la espera del Espíritu en Pentecostés (cf. Hch 1,14) no ha dejado jamás de cuidar maternalmente de la Iglesia, peregrina en el tiempo, ha establecido que, el lunes después de Pentecostés, la memoria de María Madre de la Iglesia sea obligatoria para toda la Iglesia de Rito Romano. Es evidente el nexo entre la vitalidad de la Iglesia de Pentecostés y la solicitud materna de María hacia ella. En los textos de la Misa y del Oficio, el texto de Hch 1,12-14 ilumina la celebración litúrgica, como también Gén 3,9-15.20, leído a la luz de la tipología de la nueva Eva, constituida “Mater omnium viventium” junto a la cruz del Hijo, Redentor del mundo.

            Esperamos que esta celebración, extendida a toda la Iglesia, recuerde a todos los discípulos de Cristo que, si queremos crecer y llenarnos del amor de Dios, es necesario fundamentar nuestra vida en tres realidades: la Cruz, la Hostia y la Virgen –Crux, Hostia et Virgo. Estos son los tres misterios que Dios ha dado al mundo para ordenar, fecundar, santificar nuestra vida interior y para conducirnos hacia Jesucristo. Son tres misterios para contemplar en silencio (R. Sarah, La fuerza del silencio, n. 57).

Robert Sarah
Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos

Teología de la contemplación

URBINA, F.,

Teología de la contemplación

EDE, Madrid, 2009, 238 pp.

El libro que presento es una obra póstuma del autor y procede de un curso de Teología espiritual, dado en Murcia “en los años ochenta” (nota del editor, p. 15), grabado en cinta magnetofónica. La copia la recogió José María Avendaño Perea de manos del autor quien la entregó para su publicación (p. 10). Ésta es la andadura externa y el proceso de la obra.

¿De qué se trata? La tesis fundamental que defiende el autor es que la vida, o la mera actitud contemplativa del cristiano, no sólo pueden sino que deben ser vividas en el “espesor de lo real”, en la vida cotidiana: llevar la experiencia de Dios que el contemplativo vislumbra en el ejercicio contemplativo a su quehacer diario, sin hacer dicotomías a niveles interiores ni exteriores, entre Dios y el mundo. Para ello expone, en primer lugar, “El problema de la contemplación” (cap. I), su definición en un sentido amplio desde las tres coordenadas de la vida del hombre: el conocimiento, la afectividad y la acción o el quehacer; y lo específico de la contemplación “religiosa”, en su connotación periférica y fenomenológica, incluidos los fenómenos místicos y su discernimiento.

Interesante es la síntesis que hace el autor de la contemplación como hecho religioso presente en todas las religiones (cap. II). Así como los capítulos siguientes, dedicados al “camino de la contemplación” (cap. III), el más largo y el más inorgánico, pero, al mismo tiempo el más práctico, porque desciende a la realización de una especie de método contemplativo teniendo en cuenta el cuerpo, las pasiones, el silencio, el tiempo, los espacios, etc. “El contenido u objeto de la contemplación: el misterio” (cap. IV). “Historia de la tradición contemplativa cristiana” (cap. V), también pobre por necesidad de espacio y proceder de una enseñanza oral del autor, cuando el tema requiere mucho más sosiego mental y precisión en las expresiones. “Los orígenes bíblicos y evangélicos de nuestra tradición contemplativa cristiana” (cap. VI). Y, para concluir, “El fundamento y fin del acto contemplativo cristiano desde el punto de vista teológico” (cap. VII), del que quitaría la farragosa introducción (pp. 217-226) para quedarme con las líneas fundamentales de la contemplación cristiana, no únicas: lo cristocéntrico. Cristo como hombre, el Jesús glorioso, el Cristo cósmico, y el Cristo encarnado en los hombres. (226-233), aunque expuesto todo demasiado brevemente.

Éste es el libro. Tema importantísimo. Lamento que transmita una cultura oral, que proceda de un curso dictado y no de una obra pensada con quietud y escrita con precisión verbal y metodológica. Pero también es de agradecer su publicación tal como está.

– Daniel de Pablo Maroto.

Tito Brandsma

MILLAN ROMERAL, F

Tito Brandsma,

Fundación Emmanuel Mounier,
Madrid, 2008, 136 p

El P. Fernando Millán Romeral, actual P. General de los Carmelitas de la Antigua Observancia, nos ofrece un sucinta presentación del Beato Tito Brandsma, carmelita holandés, frisón, para mas detalles. No se trata de una biografía detallada con muchas fuentes y precisiones históricas, sino más bien une un bosquejo de una gran personalidad religiosa de nuestro tiempo. El P. Tito, de familia católica, nacido en 1882 y murió en el campo de concentración de Dachau (Baviera) en 1942.

El autor traza una somera descripción de su vocación, años de estudio y actividad diversa y muy abundante del P. Tito. En efecto, nuestro protagonista fundó colegios católicos, en una Holanda de mayoría protestante, fue durante un año Rector de la recién fundada universidad católica de Nimega, donde ejerció el profesorado, trabajó constantemente en la prensa católica de su país, hizo diversos viajes de estudio, y fue un estudioso de la mística. Destaca su conocimiento de la espiritualidad de la “Devotio Moderna (G. de Groot), y sobre todo su amor por Santa Teresa de Ávila, de la que escribió una biografía en holandés durante su encarcelamiento.

Su carácter abierto, solidario, alegre, familiar, elegante y ecuménico hace de él un personaje profundamente atractivo, aunque gozaba de poca salud. Fue siempre un estrecho colaborador del episcopado holandés, especialmente de obispo De Jong.

Su vida se vio determinada por la presencia creciente del nazismo, primero en Alemania y después en la misma Holanda, a causa de la ocupación. Con suma elegancia pero con firmeza, el P. Brandsma defendió los principios cristianos y puso en la luz las terribles aberraciones del nazismo. Especialmente su relevante puesto en la prensa católica ocasionó un creciente enfrentamiento con las autoridades alemanas, que terminó en su detención en enero de 1942. El P. Millán describe con todo detalle el lento martirio del P. Tito en las diversas cárceles de Holanda y luego en Alemania hasta su confinación en la enfermería de Dachau, donde le fue administrada la letal “inyección” el 26 de julio de 1942, diez días después de la fiesta de la Virgen del Carmen. El recorrido del P. Tito es casi paralelo al de Edith Stein que sin embargo murió en Auschwitz.

El P. Millán ha sabido trazar una relación muy viva del P. Brandsma que puede ser particularmente útil en el ambiente español donde estas peripecias de la Segunda Guerra Mundial en Centro Europa son menos conocidas. Pero sobre todo ofrece un retrato vivo de un carmelita plenamente inserto en los modernos medios de apostolado como la enseñanza y la prensa, con un alto nivel de humanidad y de mística. Una figura realmente atractiva y paradigmática para nuestro tiempo. Su lectura es fácil y agradable; produce una estimulante admiración por este mártir del nazismo en pleno siglo XX.

– Fernando Guillén Preckler

Buscad mi rostro

BARRY, W. A.,

Buscad mi rostro.
La oración como relación personal en la Escritura

Sal Terrae, Santander, 2010, 134 pp.

Este libro sobre la oración es una continuación del libro del mismo autor: Dios y tú: la oración como una relación personal. Ambos libros están basados en la experiencia y en la tradición ignaciana. Aquí se usa la Escritura para ayudar a las personas a encontrar a Dios.

¿Qué significa tener intimidad con Dios? A esta pregunta responde el autor con una serie de capítulos basados en historias de la Biblia. La intimidad significa una estrecha relación personal. Ocurre con frecuencia que cualquier deseo de cercanía a Dios se ve atenuado por nuestro miedo a lo que dicha cercanía implica. Barry cita la frase de una mujer que afirmó: “En mi tiempo queríamos estar a su derecha, pero no queríamos acercarnos demasiado”, pues temía que de su proximidad con Dios le pudieran surgir problemas.

William A. Barry, profesor, experimentado acompañante espiritual, nos proporciona en esta obra respuestas sabias y fáciles de comprender, las cuales nos ayudan a aproximarnos a Dios y a llegar a ser sus buenos amigos. Así nos presenta el escritor unos amigos de Dios como: Abrahán, Moisés, Pedro y Jesús, para que nosotros podamos relacionarnos íntima y sinceramente con Dios como se relacionaron ellos. Para ello, es importante cultivar el deseo de ver el rostro amoroso de Dios en todo momento y de muchas maneras, para que nos ayude a superar nuestro miedo a una relación con Dios.

El autor, en un lenguaje claro y profundo, después de tratar 14 puntos o temas, finaliza con la conclusión en la que habla de la amistad con Jesús. Y así afirma: “Sé que estoy gozoso de conocer y amar a Jesús, pero ¿cómo se siente él hacia mi? ¿Damos a Jesús la oportunidad de decirnos lo que significa nuestra amistad para él?” Puede ocurrir que nos resistamos a dar a Jesús una oportunidad para que nos diga cuánto aprecia nuestra amistad.

Otros libros publicados por esta misma editorial son: ¿Quién decís que soy yo?, Contemplativos en la acción y Una amistad como ninguna: sentir el abrazo de Dios.

– Eusebio Gómez Navarro.

Historiografía del Carmelo Teresiano

ZUAZUA, D. (ed.),

Historiografía del Carmelo Teresiano / Storiografia del Carmelo Teresiano.
Actas del Simposio Internacional OCD / Atti del Simposio Internazionale OCD.
Roma 2-5/01/2009, Teresianum, Roma 2009. 512 pp.

La historiografía del Carmelo Teresiano debía tener, al menos, un volumen como el presente. Resultado de una idea del anterior superior general del Carmelo Teresiano, P. Luis Aróstegui (cf. la introducción, «Objetivos del Simposio», y la conclusión), y coordinada por Dámaso Zuazua (el secretario del simposio; cf. el prólogo), cubre una laguna en la historia de la Orden. Que me conste, es el primer congreso internacional sobre la historia de la Orden que se tiene en toda su historia. Se han tenido congresos de todo o de casi todo en el seno de la Orden (formación, apostolado, cultura, misiones, teología espiritual, psicología, mariología, oración, mística, liturgia, mistagogía, etc.) pero faltaba uno sobre la historia o sobre esa rama suya que es la historiografía. En este grueso tomo se dan cita algunas de las diversas corrientes historiográficas -el mismo título general es una de ellas que han venido conviviendo durante mucho tiempo (a veces siglos, a veces décadas). El contenido está estructurado en seis conferencias, trece comunicaciones y tres comunicaciones libres. El grueso está en las primeras, que fundamentan las ideas-clave: la identidad del Carmelo Teresiano en su historiografía (Domingo A. Fdez. de Mendiola), la Santa, Fundadora de los Descalzos en los primeros lustros de su historiografía (Tomás Álvarez), un ensayo de historiografía sanjuanista (José Vicente Rodríguez; cf. lo ya publicado por el mismo en ABCT en 1995), historiografía general de la Congregación Española (Antonio Unzueta), historiografía de la espiritualidad carmelitano-teresiana (Eulogio Pacho), historiografía misional del Carmelo Teresiano (Dámaso Zuazua). Las conferencias se ven complementadas por las comunicaciones, que revisan el panorama historiográfico desde diversas perspectivas, tanto regionales, lingüísticas, nacionales como plurinacionales (España, México, Portugal, Polonia, Austria, espacio francófono, India y el Oriente, Norte América, Bolivia, América Central y Japón); y, además, la primera comunicación trata el tema de los manuales modernos de historia OCD. Por último, algunos temas que son fruto de investigaciones recientes aparecen en forma de comunicaciones libres.

Detrás del Simposio y de estas actas está la reapertura del Instituto Histórico Teresiano (Roma), gracias a los desvelos del anterior Definitorio General de la Orden. De hecho, el presidente del Instituto (el benemérito P. Domingo) abre el volumen -tras el prólogo y la introducción con una ponencia-marco sobre la historiografía del Carmelo Teresiano y cierra la obra con un anexo acerca del mismo Instituto Histórico. Ha sido una ocasión excelente de relanzar una gran obra de la Orden, basada en investigar su historia y en animar y alentar a los estudiosos en la materia. En efecto, el Simposio sirvió para reunirse en el Teresianum, que acogió estupendamente a todos los participantes y a los oyentes que también asistieron; y sirvió para escuchar y debatir y, especialmente, tomar el pulso al estado de la cuestión: los estudios historiográficos. Se observan ciertas lagunas en la obra (esto significa que queda terreno por roturar): por un lado, la Congregación Italiana, trascendental para entender la historia de la Orden, no aparecen en forma de ponencia, cosa que está explicada en el prólogo (con poca presencia de investigadores italianos). Por otro lado, algunas provincias están tratadas en las comunicaciones y otras no; la realidad es que bastantes estudiosos fallaron a la convocatoria y eso se notó en el resultado final que, con todo, es muy bueno; otros no pudieron asistir, mas enviaron sus respectivas colaboraciones, cosa que agradeció el General (cf. conclusión). Para el futuro sería deseable ampliar el campo de los estudios y, ojalá, el rico plantel de los investigadores.

Esta gruesa obra, desvelará muchas claves de interpretación histórica para un gran número de frailes que desgraciadamente desconoce el bagaje historiográfico de la Orden; también incentivará la curiosidad y provocará que se desarrolle algún asunto ahí tratado; y, finalmente, será como un índice de temas ya estudiados y los que hay que abordar de nuestra historiografía en un futuro próximo. Habrá que trabajar con rigor y en comunión para ello, teniendo en cuenta la riqueza documental, bibliográfica y divulgativa de que ya goza la Orden y mejorando esos aspectos todo lo posible, en busca del ideal, que siempre quedará más allá. El material reunido en esta obra es, pues, muy variopinto; la mayor parte, con buen aparato crítico y con lógicas repeticiones (pues muchos temas están interrelacionados). La numeración de las notas, curiosamente, es corrida en toda la obra. Y se publica ésta en la colección “Estudios” del Instituto Histórico Teresiano, con una presentación limpia, de calidad y manejable. Buen material para proseguir el estudio, la investigación y su posterior publicación y divulgación.

– Ignacio Husillos Tamarit.

San Juan de la Cruz. A las raíces del hombre y del carmelita

VELASCO, B,

San Juan de la Cruz.
A las raíces del hombre y del carmelita.

EDE, Madrid 2009, 380 pp.

Presentamos este libro del conocido historiador del Carmen, Balbino Velasco, que viene a completar otro de contenido parecido, publicado por el mismo Autor en 1991 en el cuarto Centenario de la muerte de San Juan de la Cruz. Aquel titulado, De Fontiveros a Salamanca pasando por Medina del Campo. Infancia y juventud de San Juan de la Cruz, este con título distinto pero con el mismo contenido, el de estudiar con todo detalle, aprovechándose de los avances de la investigación, la infancia y juventud de San Juan de la Cruz así como de acompañar al Santo en su primera andadura de Carmelita, en el noviciado de Medina del Campo, en sus estudios universitarios en Salamanca, en su crisis salmantina, así como en su encuentro con Santa Teresa en Medina del Campo, que culmina con su presencia en Duruelo, inaugurando la reforma teresiana entre los religiosos, y es curioso el título que el autor pone a la estancia del Santo en Duruelo: Duruelo: horizonte de riesgo, porque según Balbino, Duruelo fue el germen de una prisión en Toledo, de la que ofrece un juicio totalmente severo y negativo, y de la prisión que sufre el Santo en los últimos meses de su vida. De ambas persecuciones solo hace referencias breves, sin detenerse en analizarlas detalladamente.

En sus páginas nos ofrece un estudio detallado sobre la situación geográfica e histórica de Fontiveros, así como de la situación del Carmen en general, y en especial del Carmen ibérico en ese siglo XVI.

Cierran el libro, un epílogo sobre la presencia devocional al Santo en Fontiveros en los siglos posteriores, y una serie de documentos relacionados con Fontiveros y con el Carmelo, en particular con el Carmelo de Medina del Campo, y una selecta bibliografía sobre el tema. La presentación tipográfica cuidada.

– Segundo Fernández.

Mística y filosofía

SANCHO FERMÍN, FCO. J. (Dir.),

Mística y filosofía

Cites Universidad de la Mística, Ávila, 2009, 376 p.

El volumen recoge las ponencias habidas con motivo del Congreso Internacional sobre Mística y Pensamiento durante el mes de septiembre de 2008 en la sede de la Universidad de la Mística (Ávila). Aunque la materia está definida en el título, las aportaciones cubren un amplio abanico de cuestiones en torno al tema central. Se han dado y se siguen dando puntos de encuentro entre la mística y la filosofía. Ambos saberes aspiran a una presentación acabada y satisfactoria del hombre dentro del cosmos. En ocasiones hasta se ha llegado a suplantar uno por otro. Igualmente se advierten marcadas diferencias que sustentan la experiencia mística por un lado y el pensar filosófico por otro.

El libro está dividido en dos partes: la primera presenta cuatro contribuciones amplias, en las que se pasa revista a posicionamientos religiosos, místicos y proféticos desde una óptica más bien filosófica. Ahí está los títulos: Mística y filosofía: un encuentro (Luis Aróstegui); Filosofía y mística: dos formas de vida (Miguel García-Baró); Experiencia, mística y filosofía (Gabriel Amengual); Mística para el siglo XXI: mística y profecía (Juan Martín Velasco).

La segunda parte recoge artículos monográficos, en donde se pasa revista a una serie de autores clásicos, encuadrados en ámbitos filosóficos, espirituales, literarios, etc., que de alguna manera se han visto implicados en el tema de la mística. Por aquí desfilan figuras como el Maestro Eckhart, Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, J. G. Fichte, Henri Bergson, Franz Rosenzweig, Gabriel Marcel, Edith Stein, María Zambrano, Emmanuel Levinas, Simone Weil. Estamos ante una obra que brinda diferentes perspectivas al mundo siempre complejo y recurrente de la experiencia mística.

– Ezequiel García Rojo.

Historia del Carmelo Teresiano

ORTEGA, P.,

Historia del Carmelo Teresiano

Monte Carmelo, Burgos, 2009, 483 pp.

Dar a conocer de una manera sencilla y bien documentada la historia del Carmelo Teresiano es la finalidad de esta obra que ha publicado recientemente el P. Pedro Ortega OCD, en su segunda edición corregida y aumentada, en la editorial Monte Carmelo. Este manual de Historia del Carmelo Teresiano, nos anticipa ya el autor en la presentación de su trabajo, no pretende ser un estudio exhaustivo ni científico, sino más bien formativo y divulgativo para todas aquellas personas que deseen tener un primer contacto con el Carmelo Teresiano, ya sean religiosos o religiosas en formación, seglares afines a la Orden o grupos parroquiales interesados por conocer un poco más en profundidad la familia del Carmelo Teresiano.

La segunda edición que se nos presenta está corregida y aumentada. Se han eliminado algunos capítulos de la primera edición, se han corregido algunos y se han añadido otros. La metodología de trabajo seguida por el autor en su manual ha sido la temática. Lo ha visto más oportuno ya que facilita mucho más la comprensión general de la historia del Carmelo Teresiano a aquellos que no la conocen. El Manual está dividido en siete partes con tres, cinco o dos capítulos. Y finaliza con un apéndice biográfico de figuras relevantes que han influido de alguna manera significativa en la historia del Carmelo Teresiano. En la primera parte, a modo de introducción, se nos presenta los orígenes del Carmelo, nacimiento y expansión, regla y el espíritu mariano de la Orden naciente. En el resto de las partes se desarrolla con más amplitud los temas centrales del manual, la nueva fundación del Carmelo Teresiano, su expansión, tanto de frailes como de monjas, la crisis de la exclaustración y el resurgir, la dilatación de la Orden por el mundo y su espíritu misionero, para el servicio de la Iglesia.

Creemos que es un manual completo en cuanto a contenido, sencillo en su lenguaje y de fácil comprensión. Rico en su abundante bibliografía, que ayuda al lector a profundizar en su conocimiento sobre el Carmelo y su historia.

Concluimos esta breve recensión, de este manual de historia del Carmelo Teresiano agradeciendo al autor, hermano y amigo, su trabajo y esfuerzo por dar a conocer a un público mucho más amplio y no tan especializado el recorrido histórico de una nueva Orden fundada por la Madre Teresa de Jesús.

– Celedonio Martínez Daimiel.

Tras las huellas de Juan de la Cruz

MARTÍNEZ GONZÁLEZ, E. J.,

Tras las huellas de Juan de la Cruz.
Nueva biografía.

Madrid, EDE, 2006, 184, pp.

Quizás a muchos lectores entendidos les llame la atención eso de “nueva biografía” que aparece en el título. ¿En qué sentido es “nueva”? No sólo porque es la última del mercado, sino porque el autor se esfuerza en hacer una síntesis de todo lo dicho y escrito hasta ahora sobre san Juan de la Cruz, releyendo la bibliografía más importante, deslindando lo biográfico de lo hagiográfico y depurando lo que está históricamente probado y aceptado por los sanjuanistas, de lo se presenta como hipótesis de trabajo. Con otras palabras, se puede definir esta biografía de san Juan de la Cruz como una “aproximación a la biografía crítica” (p. 9), que todavía está por escribir, aunque parezca mentira, si queremos acercarnos a la vida real del Santo, completando algunos capítulos todavía oscuros.

Por eso, el primer paso para proceder científicamente es el estudio de fuentes con las que cuenta el historiador, que el autor trata en el capítulo primero: “Cuestiones previas: materiales-base y criterios de utilización” (pp. 11-28). La biografía del Santo sigue el ritmo de la cronología de su vida y los lugares donde ha residido: Fontiveros, Medina del Campo, Salamanca, Duruelo, Alcalá de Henares, Baeza, Toledo, Granada, etc., hasta su muerte en Úbeda en 1591. En ellos ilustra lo que allí ha vivido Juan de la Cruz, como suelen hacer todos los hagiógrafos y biógrafos.

Pero lo importante no son los lugares donde ha residido, sino lo hecho en cada uno de ellos: pobreza en el hogar paterno-materno, pobre de solemnidad en Arévalo y Medina, además de mendigo, estudiante y fraile carmelita; carmelita descalzo en Duruelo, vocación frustrada de cartujo, siempre sacerdote, apóstol, director espiritual y escritor poco fecundo, pero autor de obras de mística de un valor teológico y místico inmenso, etc. Y, al final, después de haber pasado la noche oscura en una cárcel conventual de los carmelitas de Toledo, y desempeñar muchos cargos de responsabilidad en la Reforma de santa Teresa (formador de novicios y estudiantes, prior, consiliario de la Consulta, vicario provincial de Andalucía), morir olvidado en un lugar lejano de su Castilla natal: Úbeda, en Andalucía.

Toda esta trayectoria es la que describe el autor de esta obra y lo hace apegado a las fuentes antiguas, releídas con el criterio científico de los historiadores sanjuanistas modernos, y apoyado en una riquísima bibliografía leída y asimilada, que da a esta obra un carácter de seriedad en el que puede confiar el lector. Los acostumbrados a leer otras biografías antiguas y modernas, encontrarán en estas páginas un resumen seguro y conciso de lo ya aprendido y les servirá de recordatorio y de repaso de lo ya sabido; quizás hasta se alegrará de descubrir a veces la confrontación de varias opiniones y de encontrar que el autor se ha identificado con la propia del lector.

Para que no todo esto suene a apología excesiva de una obra rica y bien construida, propongo al autor unas observaciones metodológicas por si las quiere tener en cuenta en futuras ediciones, como espero tendrá. Entre las cosas negativas que encuentro en esta rica biografía de san Juan de la Cruz es que en las citas abundantes de autores y sus obras en las notas a pie de página, abusa mucho de la referencia o. c. (obra citada). Pienso que, como son tantas las “obras citadas”, el lector no sabe dónde se halla la obra concreta del autor citado, porque a veces lo cita en un capítulo y la referencia completa se encuentra en el capítulo anterior o en otros precedentes, con lo cual el lector interesado tiene que dar marcha atrás a la búsqueda del citado autor y su obra. Al menos en cada capítulo debe repetirse el autor y su obra.

Además, como utiliza tanta bibliografía, remite a ciertas obras mediante siglas: por ejemplo, ABCT, BMC, MHCT, etc. Pues bien, el autor las coloca en la sección de “Bibliografía”, al final del libro (pp. 177-191), y después del nombre del autor y su obra u obras. Quizás el autor ha pensado que los lectores no leen las notas o que servirán para poco. Algunos tienen la buena o mala costumbre de controlarlas. Ya sé que son nimiedades que no perjudican en nada el rico contenido del libro, buena síntesis no sólo de la vida de san Juan de la Cruz, sino de lo que la historiografía hagiográfica y científica ha dicho sobre él. Le deseo mucha difusión para gloria del Santo y del sanjuanismo.

– Daniel de Pablo Maroto.