FIAT, HÁGASE

La palabra fiat (en griego genoito) constituye el centro de la respuesta de María al ángel de la anunciación según Lucas: «He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu Palabra (Lc 1,38). María empieza diciendo he aquí (aquí estoy, en griego idou, en hebreo hinneni), para así comprometerse con el cuerpo entero, con alma y vida, poniéndose y siendo en manos de Dios. Ésta es su acción, la palabra básica de su vida. No le han obligado, Dios no le ha impuesto ningún tipo de tarea. Le ha pedido permiso, ha dialogado con ella. Sólo por eso, porque libremente le ha llamado, ella puede responderle ¡he aquí! María es sierva (doulê) como el gran profeta anunciador de redención de Is 40–55. Es sierva como lo será Jesús, quien aparece, al menos veladamente, como el siervo de Yahvé. Es sierva a quien el mismo Dios ha tenido que pedir palabra y acción mesiánica. Por eso puede responder ¡hágase (haz) en mí lo que has dicho!, ratificando con su propia acción mesiánica la esperanza que el ángel ha encendido en sus entrañas, desde la misma entraña de la vida de Dios y de la historia israelita. Dios le ha pedido, ella responde. Ella ha esperado y Dios mismo ha tenido que pedir su cooperación para engendrar sobre la tierra al hijo de su entraña, Jesucristo. Esperar no es aguardar pasivamente, dejando que alguien venga y nos resuelva las cosas desde fuera. Ni es tampoco obrar de una manera impositiva, sin respeto a lo que digan y piensen otros seres. Esperar es dialogar, tanto en perspectiva divina como humana. Dios y María han dialogado, abriendo cada uno su ser y acción al otro: Dios ha dialogado como divino (engendrando a su Hijo en la historia humana); María ha dialogado como humana (poniendo su vida al servicio del surgimiento del mismo Hijo divino). Sólo espera de verdad en este mundo aquel que acoge lo que Dios alumbra en sus entrañas. Sólo espera hasta el final quien asiente y se compromete, de una forma activa, diciendo ¡fiat! ¡hágase!, es decir, ¡hagamos, genoito! (= haz en mí, con mi consentimiento) aquello que has dicho. Sólo de esta forma, en colaboración activa, puede entenderse y cumplirse la palabra de esperanza. Así lo ha hecho María. Por eso podemos presentarla como la mujer activa, colaborando con Dios, al servicio de la venida mesiánica. No es mujer opuesta a los varones, sino mujer para todos, varones y mujeres, justos e injustos, pues a favor de todos viene el Señor. Dicho esto, debemos añadir que la palabra latina fiat, lo mismo que la castellana hágase, resultan incapaces de evocar la riqueza de matices del término griego. En latín (y en castellano) empleamos una misma palabra para evocar la acción de Dios que dijo fiat (hágase) la luz (cf. Gn 1,3.6) y la de Cristo en Getsemaní, cuando dice fiat voluntas tua, hágase tu voluntad (cf. Mt 26,42), igual que los cristianos en el Padrenuestro (Mt 6,10). El texto griego distingue, en cambio, los matices: tanto Dios (Gn 1,3.6), como Cristo (Getsemaní: Mt 26,42) dicen genêthêtô, en imperativo, como portadores de una autoridad que ha de cumplirse. María, en cambio, dice genoito, en optativo, sin querer imponerse, como pidiendo a Dios que actúe, de manera que la traducción de su fiat podría ser: haz tú, si quieres, hagamos juntos, si así lo deseas.

Cf. X. PIKAZA, La madre de Jesús. Mariología bíblica, Sígueme, Salamanca 1991.

Todos los derechos: Diccionario de la Biblia, historia y palabra, X. Pikaza

Lectio divina lun, 15 feb, 2021

Tiempo Ordinario

Oración inicial

Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón; concédenos vivir por tu gracia de tal manera, que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor.

Lectura

Del santo Evangelio según Marcos 8,11-13

Y salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole un signo del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: «¿Por qué esta generación pide un signo? Yo os aseguro: no se dará a esta generación ningún signo.» Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.

Reflexión

Marcos 8,11-13: Los fariseos piden un signo del cielo. El Evangelio de hoy presenta una discusión de los fariseos con Jesús. Al igual que Moisés en el Antiguo Testamento, Jesús había dado de comer al pueblo en el desierto, realizando la multiplicación de los panes (Mc 8,1-10). Señal de que se presentaba ante el pueblo como un nuevo Moisés. Pero los fariseos no fueron capaces de percibir el significado de la multiplicación de los panes. Comenzaron a discutir con Jesús y piden un signo “venido del cielo”. No habían entendido nada de lo que Jesús había hecho. “Jesús suspira profundamente”, probablemente de desahogo y de tristeza ante una ceguera tan grande. Y concluye “¡No se dará a esta generación ningún signo!” Los dejó y se fue a la otra orilla del lago. No sirve de nada mostrar una linda pintura a quien no quiere abrir los ojos. ¡Quien cierra los ojos no puede ver! El peligro de la ideología dominante. Aquí se percibe claramente la “levadura de Herodes y de los fariseos” (Mc 8,15), la ideología dominante de la época, hacía perder a las personas la capacidad de analizar con objetividad los eventos. Esa levadura venía de lejos y hundía sus profundas raíces en la vida de la gente. Llegó a contaminar la mentalidad de los discípulos y en ellos se manifestaba de muchas maneras. Con la formación que Jesús les daba él trataba de luchar en contra de esa levadura y de erradicarla.

He aquí algunos ejemplos de esta ayuda fraterna de Jesús a los discípulos.

Mentalidad de grupo cerrado. Un cierto día, alguien que no era de la comunidad, usó el nombre de Jesús para expulsar demonios. Juan vio y prohibió: “Se lo impedimos porque no es de los nuestros” (Mc 9,38). Juan pensaba tener monopolio sobre Jesús y quería prohibir que otros usasen su nombre para hacer el bien. Quería una comunidad encerrada en sí misma. Era la levadura del «¡Pueblo elegido, Pueblo separado!». Jesús responde: «¡No lo impidáis!…

¡Quien no está en contra está por nosotros!» (Mc 9,39-40).

Mentalidad de grupo que se considera superior a los otros. Una vez, los samaritanos no quisieron acoger a Jesús. La reacción de algunos discípulos fue inmediata: “¡Que un fuego del cielo baje sobre este pueblo!” (Lc 9,54). Pensaban que, por el hecho de estar con Jesús, todos deberían acogerlos. Pensaban tener a Dios de su lado para defenderlos. Era la levadura del “¡Pueblo elegido, Pueblo privilegiado!”. Jesús los reprehende: «Vosotros no sabéis con qué espíritu estáis siendo animados» (Lc 9,55).

Mentalidad de competición y de prestigio. Los discípulos discutían entre ellos para obtener el primer puesto (Mc 9,33-34). Era la levadura de clase y de competitividad, que caracterizaba la religión oficial y a la sociedad del Imperio Romano. Se infiltraba ya en la pequeña comunidad alrededor de Jesús. Jesús reacciona y manda tener la mentalidad contraria: «El primero sea el último» (Mc 9, 35).

Mentalidad de quien margina al pequeño. Los discípulos alejaban a los críos. Era la levadura de la mentalidad de la época, segundo la cual los niños no contaban y debían de ser disciplinados por los adultos. Jesús los reprocha: ”¡Dejad que los niños vengan a mí!” (Mc 10,14). El coloca a los niños como profesores de los adultos: “Quien no recibe el Reino como un niño, no puede entrar en el Reino” (Lc 18,17).

Como en el tiempo de Jesús, también hoy la mentalidad neoliberal de la ideología dominante renace y reaparece hasta en la vida de las comunidades y de las familias. La lectura orante del evangelio, hecha en comunidad, puede ayudarnos a cambiar en nosotros la visión de las cosas y a profundizar en nosotros la conversión a la fidelidad que Jesús nos pide.

Para la reflexión personal

Ante la alternativa: tener fe en Jesús o pedir un signo del cielo, los fariseos querían un signo del cielo. No fueron capaces de creer en Jesús. ¿Me ocurrió algo así a mí también? ¿Qué escogí?

La levadura de los fariseos impedía a los discípulos y a las discípulas percibir la presencia del Reino de Dios. ¿Existe en mí algún resto de esta levadura de los fariseos?

Oración final

Señor, tú que eres bueno y bienhechor, enséñame tus preceptos. (Sal 119,68)

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Lectio divina Dom, 14 feb, 2021

Jesús cura un leproso – Insertar de nuevo a los excluidos en la convivencia humana Marcos, 1,40-45

Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

Lectura

Clave de lectura:

El evangelio de este sexto domingo del Tiempo Ordinario nos muestra cómo Jesús acoge a un leproso. En aquel tiempo, los leprosos eran las personas más excluidas de la sociedad, evitadas por todos. No podían participar en ninguna cosa. Porque antiguamente, la falta de medicinas eficaces, el miedo al contagio y la necesidad de defender la vida de la comunidad, obligaba a las personas a aislarse y a excluir a los leprosos. Además, entre el pueblo de Dios, donde la defensa del don de la vida era uno de los deberes más sagrados, se llegó a pensar que fuese una obligación divina la exclusión del leproso, porque era el único modo de defender a la comunidad contra el contagio de la muerte. Por esto, en Israel, el leproso se sentía impuro y excluido no sólo de la sociedad, sino hasta de Dios (cfr. Lev 14,1-32). De todos modos, poco a poco, en la medida en que se descubría mejores remedios y sobre todo gracias a la experiencia profunda comunicada por Jesús respecto a Dios nuestro Padre, los leprosos comenzaron a ser acogidos y reintegrados, en nombre del mismo Dios, como hermanos en la convivencia humana.

A pesar de dos mil años de cristianismo, la exclusión y la marginación de ciertas categorías de personas continúan hasta hoy, tanto en la sociedad como en la Iglesia. Por ejemplo, los enfermos de sida, los emigrantes, los homosexuales, los divorciados, etc. ¿Cuáles son hoy, en tu país, las categorías de personas excluidas y evitadas en la sociedad y en la Iglesia? Con estas preguntas en la mente nos disponemos a leer y meditar el evangelio de este domingo.

Una división del texto para ayudarnos en su lectura:

o         Marcos 1,40: La situación de abandono y de exclusión de un leproso Marcos,

1,41- 42: Jesús acoge y cura a un leproso o Marcos 1,43- 44: Insertar de nuevo a los excluidos en la convivencia humana o Marcos 1,45: El leproso proclama el bien recibido por Jesús, y Jesús se convierte en un excluido

Texto:

40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» 41 Enternecido, extendió su mano, le tocó y le dijo:

«Quiero; queda limpio.» 42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. 43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente: 44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.» 45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.

Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

¿Qué punto de este texto te ha gustado más y cuál te ha llamado más la atención?
¿Por qué?¿Cómo se expresa en este texto la marginación de los leprosos?
¿Cómo Jesús acoge, cura y reintegra al leproso? Intentemos observar bien todos los detalles.
¿Cómo imitar hoy la conducta de Jesús con los excluidos?

Para aquellos que desean profundizar más en el tema

•          Contexto de entonces y de hoy:

Tanto en los años 70, época en la que escribe Marcos, como hoy, época en la que vivimos nosotros, era y continúa siendo muy importante tener criterios o modelos para saber cómo vivir y anunciar la Buena Nueva de Dios y cómo realizar nuestra misión de cristiano. En los versículos del 16 al 45 del primer capítulo, al reunir otros episodios, Marcos describe cómo Jesús anunciaba la Buena Nueva. Cada episodio constituye un criterio para la comunidad de su tiempo, de modo que ésta pudiese examinar su misión. El texto de este domingo concreta el octavo criterio: “reinsertar a los excluidos”. He aquí el cuadro de conjunto que se explicará a continuación.

TEXTO

ACTIVIDAD DE JESÚS

OBJETIVO DE LA BUENA NUEVA

Marcos 1,16-20

Jesús llama a los primeros discípulos Formar comunidad

Marcos 1,21-22

La gente se admira de su enseñanza

Crear conciencia crítica

Marcos 1,23-28

Jesús arroja a un demonio

Combatir el poder del mal

Marcos 1,29-31

La curación de la suegra de Pedro

Restaurar la vida por medio del servicio

Marcos, 1,2-34

La curación de enfermos y endemoniados

Acoger a los marginados

Marcos 1,35

Jesús se levanta para orar estando oscuro Permanecer unido al Padre

Marcos 1,36-39

Jesús sigue anunciando la Buena Nueva 

No limitarse a los resultados

Marcos 1,40-45

Jesús cura a un leproso

Reintegrar a los excluidos

•          Comentario del texto

Marcos 1, 40: La situación de abandono y de exclusión de un leproso

Un leproso se acerca a Jesús. Era un excluido, impuro. Debía ser alejado de la fraternal41a humana. Quien se le acercaba también quedaba impuro Pero aquel leproso tenía mucho valor. Hace caso omiso de las normas de la fraterna para poder estar cerca de Jesús. Le dice: “¡Si quieres, puedes curarme!” O sea: “¡No hay necesidad de que me toques! ¡Basta que lo quieras, para que yo sea curado!”. La frase revela dos males: 1) el mal de la enfermedad de la lepra que lo convertía en impuro; 2) el mal de la soledad a la que estaba condenado por la fraterna y por la fraterna. Revela también la gran fe de los hombres en el poder de Jesús.

Marcos 1,41-42: Acogiendo y curando al leproso Jesús revela el nuevo rostro de Dios

Profundamente compasivo, Jesús cura los dos males. En primer lugar, para curar el mal de la soledad, toca al leproso. Es como si le dijese: “Para mí, tú no eres un excluido. ¡Te acojo como hermano!” En fratern lugar, cura la enfermedad de la lepra diciendo: “¡Quiero!

¡Queda limpio!” Para poder entrar en contacto con Jesús, el leproso había transgredido las normas de la ley. Jesús, para poder ayudar al excluido y así revelar el nuevo rostro de Dios, transgredió las normas de su fraterna y toca al leproso. En aquel tiempo, quien tocaba a un leproso se convertía en impuro a los ojos de las autoridades religiosas y ante la ley de la época.

Marcos 1, 43-44: Reinsertar a los excluidos en la fraternal 41a fraternal

Jesús no sólo cura, sino que quiere que la persona curada pueda de nuevo convivir con los otros. Reintegra a la persona en la convivencia. En aquel tiempo, para que un leproso fuera de nuevo acogido en comunidad, tenía necesidad de un certificado de curación dado por un sacerdote. Así estaba escrito en la ley con respecto a la purificación de un leproso (Lev 14, 1- 32) Lo mismo sucede hoy. El enfermo sale del hospital con la cartilla médica firmada del correspondiente médico. Jesús obliga al leproso a consignar el documento a las autoridades competentes de modo que pueda reinsertarse con normalidad en la sociedad. Obligando así a las autoridades a reconocer que el hombre ha sido curado.

Marcos 1, 45: El leproso proclama el bien que Jesús le ha hecho y Jesús se convierte en excluido 

Jesús había prohibido al leproso el hablar de la curación. Pero éste no lo hace. El leproso, comenzó a proclamar y a divulgar el hecho, al punto que Jesús no podía entrar públicamente en una ciudad. Sino que se quedaba fuera en lugares desiertos. ¿Por qué Jesús se quedaba fuera en lugares desiertos? Jesús había tocado al leproso. Por tanto, según la opinión de la religión de aquel tiempo, ahora él mismo estaba impuro, y debía vivir alejado de todos. No podía entrar en las ciudades. Pero Marcos indica que a la gente no le importaba mucho estas normas oficiales, sino que ¡… venían a él de todas partes! ¡Subversión total!

•          Ampliando los conocimientos

Los ocho criterios para evaluar la Misión de la Comunidad

Una doble esclavitud marcaba a la gente de la época de Jesús: la esclavitud de la religión oficial, mantenida por las autoridades oficiales de la época, y la esclavitud de la política de Herodes, apoyada por el Imperio Romano y sostenida por todo el sistema organizado de violencia y represión. A causa de todo esto, una gran parte de la gente era excluida de la religión y de la sociedad. ¡Al contrario, por tanto, de la fraternidad que Dios soñó para todos! Y es precisamente en este contexto en donde Jesús comienza a desarrollar su misión de anunciar la Buena Nueva de Dios.

El evangelio de este domingo forma parte de una unidad literaria más amplia (Mc 1,16- 45). Además de la descripción de la preparación de la Buena Nueva (Mc1,1-13) y de su proclamación (Mc 1,14-15), Marcos reúne ocho actividades de Jesús para describir cómo fue la misión de Jesús de anunciar la Buena Nueva y cómo debe ser la misión de las comunidades (Mc 16-45). Es la misma misión que Jesús recibió del Padre (Jn 20,21). Marcos recoge estos episodios, que se transmitían en las comunidades oralmente, y los une entre sí como viejos ladrillos de una nueva pared. Estos ocho episodios son ocho criterios que sirven a las comunidades para una buena revisión y para verificar si están desarrollando bien su misión. 

Veamos:

Mc 1,16-20: Crear comunidad

La primera cosa que Jesús hace es llamar a las personas para que lo sigan. Una tarea fundamental de la misión es congregar las personas en torno a Jesús y crear comunidad.

Mc 1,21-22: Suscitar una conciencia crítica

La primera cosa que la gente percibe es la diferencia entre la enseñanza de Jesús y la de los escribas. Forma parte de la misión obrar de modo que la gente asuma una conciencia crítica, incluso ante la religión oficial.

Mc 1,23-28: Combatir el poder del mal

El primer milagro de Jesús es la expulsión de un espíritu impuro. Forma parte de la misión combatir el poder del mal que destruye la vida y aliena a las personas de si misma.

Mc 1,29-31: Restaurar la vida mediante el servicio

Jesús cura la suegra de Pedro, y ésta se levanta y empieza a servir. Forma parte de la misión preocuparse de los enfermos de modo que puedan alzarse y de nuevo ofrecer a los otros sus servicios.

Mc 1,32-34: Acoger a los marginados

Después que pasó el sábado, la gente llevaba delante de Jesús a todos los enfermos y endemoniados para ser curados por Jesús, y él los cura a todos, imponiendo sus manos. Forma parte de la misión acoger a los marginados.

Mc 1,35: Permanecer unidos al Padre mediante la oración

Después de un día de trabajo que se prolonga hasta el atardecer, Jesús se levanta pronto para poder orar en un lugar desierto. Forma parte de la misión permanecer unidos a la fuente de la Buen Nueva, que es el Padre, mediante la oración.

Mc 1, 36-39: Mantener la conciencia de la misión

Los discípulos estaban contentos de los resultados y querían que Jesús volviese. Pero él continuó por su camino. Forma parte de la misión no contentarse con el resultado obtenido, sino mantener viva la conciencia de la misión.

Mc 1,40-45: Reinsertar a los marginados en la convivencia

Jesús cura a un leproso y pide que se presente al sacerdote para poder ser declarado curado y poder volver a vivir entre la gente. Forma parte de la misión reinsertar a los excluidos en la convivencia humana.

Estos ocho puntos tan bien escogidos por Marcos indican la finalidad de la misión de Jesús: “He venido para que todos tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 19,19). Estos mismos ocho puntos pueden servir para evaluar nuestra comunidad. Así se ve cómo Marcos ha construido su evangelio. Una bella construcción que ha tenido en cuenta dos cosas al mismo tiempo: 1) Informar a las personas respecto a lo que Jesús ha hecho y ha enseñado; 2) formar las comunidades y a las personas en la misión de anunciadores de la Buena Nueva de Dios.

Oración de un Salmo: Salmo 125 (124)

¡Quien confía en el Señor no vacila!
Los que confían en Yahvé son como el monte Sión, inconmovible, estable para siempre. ¡Jerusalén, de montes rodeada! Así rodea a su pueblo Yahvé desde ahora y para siempre.
Nunca caerá el cetro impío sobre la heredad de los justos, para que los justos no alarguen su mano a la maldad.
Favorece a los buenos, Yahvé, a los rectos de corazón.
¡A los que se desvían por sendas tortuosas los suprima Yahvé con los malhechores!
¡Paz a Israel!

Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

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Lectio divina sáb, 13 feb, 2021

Marcos 8:1-10

Oración inicial

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura

Del Evangelio según Marcos 8,1-10

Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo qué comer, llama Jesús a sus discípulos y les dice: «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos han venido de lejos.» Sus discípulos le respondieron: «¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?» Él les preguntaba: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos le respondieron: «Siete.» Entonces él mandó a la gente acomodarse sobre la tierra y, tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos pocos pececillos. Y, pronunciando la bendición sobre ellos, mandó que también los sirvieran. Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete espuertas. Fueron unos cuatro mil; y Jesús los despidió. Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanutá.

Reflexión

El texto del evangelio de hoy nos trae la segunda multiplicación de los panes. El hilo que une los varios episodios de esta parte de Marcos es el alimento, el pan. Después del banquete de la muerte (Mc 6,17-29), viene el banquete de la vida (Mc 6,30-44). Durante la travesía del lago, los discípulos tienen miedo, porque no entendieron nada de la multiplicación del pan en el desierto (Mc 6,51-52). En seguida, Jesús declara puros todos los alimentos (Mc 7,1-23). En la conversación de Jesús con la mujer Cananea, los paganos van a comer las migas que caen de la mesa de los hijos (Mc 7,24-30). Y aquí, en el Evangelio de hoy, Marcos relata la segunda multiplicación del pan (Mc 8,1-10).

Marcos 8,1-3: La situación de la gente y la reacción de Jesús. La multitud, que se reúne alrededor de Jesús en el desierto, estaba sin comer. Jesús llama a los discípulos y expone el problema: “Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. ¡Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino! En esta preocupación de Jesús despuntan dos cosas muy importantes: a) La gente olvida casa y comida para ir detrás de Jesús en el desierto. Señal de que Jesús tiene que haber tenido una simpatía ambulante, hasta el punto que la gente le sigue en el desierto y ¡se queda tres días con él! b) Jesús no manda resolver el problema. Apenas manifiesta su preocupación a los discípulos. Parece un problema sin solución.

Marcos 8,4: La reacción de los discípulos: el primer mal-entendido. Los discípulos piensan en una solución, segundo la cual alguien tiene que buscar pan para la gente. No se les pasa por la cabeza que la gente misma puede tener una solución. Y dicen: “¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos, aquí en el desierto?” Con otras palabras, piensan en una solución tradicional. Alguien tiene que recaudar dinero, comprar el pan y distribuirlo a la gente. Ellos mismos perciben que, en aquel desierto, esta solución no es viable, pero no encuentran otra para resolver el problema. Es decir: si Jesús insiste en no mandar a la gente de vuelta a casa, ¡no habrá solución para el hambre de la gente!

Marcos 8,5-7: Jesús encuentra una solución. Primero, pregunta cuántos panes tienen: “¡Siete!” En seguida, manda la gente a sentarse. Después, tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos para que los sirvieran. Hizo lo mismo con los peces. Como en la primera multiplicación (Mc 6,41), la forma en la que Marcos describe la actitud de Jesús recuerda la Eucaristía. El mensaje es éste: la participación en la Eucaristía tiene que llevarnos a dar y a compartir con los que no tienen pan.

Marcos 8,8-10: El resultado. Todos comieron, quedaron saciados y ¡hasta sobró! Solución inesperada, nacida desde dentro del pueblo, desde lo poco que habían traído. En la primera multiplicación, sobraron doce cestos. Aquí, siete. En la primera había cinco mil personas. Aquí, cuatro mil. En la primera, había cinco panes y dos peces. Aquí, siete panes y algunos peces.

El peligro de la ideología dominante. Los discípulos pensaban de una manera, Jesús piensa de otra manera. En la manera de pensar de los discípulos emerge la ideología dominante, la manera común de pensar de las personas. Jesús piensa de forma diferente. No es porque una persona va con Jesús y vive en comunidad que ya es santa y renovada. En medio de los discípulos, cada vez de nuevo, se infiltraba la mentalidad antigua, ya que el “fermento de Herodes y de los fariseos” (Mc 8,15), esto es, la ideología dominante, tenía raíces profundas en la vida de aquella gente. La conversión que Jesús pide va más allá y más al fondo. El quiere llegar a la raíz y erradicar los varios tipos de “fermento”:

el “fermento” de la comunidad encerrada en si misma, sin apertura: “¡Quien no está en contra, está a favor!» (Mc 9,39-40). Para Jesús, lo que importa no es si la persona es o no miembro de la comunidad, lo importante para él es si hace o no el bien que la comunidad debe realizar.

el “fermento” del grupo que se considera superior a los otros. Jesús responde «No sabéis con qué espíritu estáis siendo animados» (Lc 9,55).

el “fermento” de la mentalidad de clase y de competitividad, que caracterizaba la sociedad del Imperio Romano y que se infiltraba ya en la pequeña comunidad que estaba comenzando. Jesús responde:»El primero que sea el último» (Mc 9, 35). Es el punto en que más insistió y del que más dio testimonio: “No he venido para ser servido, sino para servir” (Mc 10,45; Mt 20,28; Jn 13,1-16).

el “fermento” de la mentalidad de la cultura de la época que marginaba a los pequeños, a los niños. Jesús responde:” ¡Dejad que los niños vengan a mí!” (Mc 10,14). El pone a los niños como profesores de los adultos: “Quien no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Lc 18,17).

Como en el tiempo de Jesús, también hoy la mentalidad neoliberal renace y reaparece en la vida de las comunidades y de las familias. La lectura orante del Evangelio, hecha en comunidad, puede ayudarnos a cambiar vida y visión y a seguir convirtiéndonos, siendo fieles al proyecto de Jesús.

Para la reflexión personal

Entre amigos y con los enemigos puede que haya malentendidos. ¿Cuál es el malentendido entre Jesús y los discípulos en ocasión de la multiplicación de los panes? Jesús, ¿cómo se enfrenta a estos malentendidos? Tú, ¿has tenido algún malentendido en casa, con los vecinos y en la comunidad? ¿Cómo has reaccionado? Su comunidad, ¿ha enfrentado ya algún malentendido o conflicto con las autoridades del ayuntamiento o de la iglesia? ¿Cómo fue?
¿Cuál es el fermento que hoy impide la realización del evangelio y que debe ser eliminado?

Oración final

Señor, tú has sido para nosotros un refugio de edad en edad.
Antes de ser engendrados los montes, antes de que naciesen tierra y orbe, desde siempre hasta siempre tú eres Dios. (Sal 90,1-2)

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Lectio divina vie, 12 feb, 2021

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura

Del Evangelio según Marcos 7,31-37

Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Ábrete!» Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Reflexión

En el evangelio de hoy, Jesús cura a un sordo que tartamudeaba. Este episodio es poco conocido. En el episodio de la mujer cananea, Jesús supera las fronteras del territorio nacional y acoge a una mujer extranjera que no era del pueblo y con quien estaba prohibido conversar. Esa misma apertura sigue en el evangelio de hoy.

Marcos 7,31. La región de la Decápolis. “Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis” Decápolis significa, literalmente, Diez Ciudades. Era una región de diez ciudades al sureste de Galilea, cuya población era pagana.

Marcos 7,31-35. Abrir los oídos y soltar la lengua. Un sordo y tartamudo es llevado ante Jesús. La manera de curarle es diferente. La gente quería que Jesús apenas impusiera las manos sobre él. Pero Jesús va mucho más allá de lo que le piden. Lleva al hombre ante la multitud, coloca los dedos en los oídos y con la saliva le toca la lengua, mira hacia el cielo, da un gemido y dice: “Éffata!”, esto es, “¡Ábrete!” En ese mismo instante, los oídos del sordo se abrieron y el hombre empezó a hablar correctamente. ¡Jesús quiere que la gente abra el oído y suelte la lengua! Marcos 7,36-37: Jesús no quiere publicidad. “Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

El le prohíbe hablar de su curación, pero no lo consigue. Aquel que tiene experiencia de Jesús, lo cuenta a los demás, ¡quiera o no quiera! Las personas que han asistido a la curación empiezan a proclamar lo que han visto y resumen así la Buena Nueva: «Todo lo hace bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos». Esta afirmación de la gente hace recordar la creación, en la que se dice: “Dios vio que todo era muy bueno.” (Gen 1,31). Y evoca la profecía de Isaías, donde se dice que en el futuro los sordos oirán y los mudos hablarán (Is 29,28; 35,5. cf. Mt 11,5).

La recomendación de no contar nada a nadie. A veces, se exagera la atención que el Evangelio de Marcos atribuye a la prohibición de divulgar la curación, como si Jesús tuviera un secreto que hay que conservar. La mayoría de las veces que Jesús hace un milagro, no  pide el silencio. Y una vez hasta pide publicidad (Mc 5,19). Algunas veces, sin embargo, da orden de no divulgar la curación (Mc 1,44; 5,43; 7,36; 8,26), pero ellos obtienen el resultado contrario. Cuanto más prohíbe, tanto más la Buena Nueva se difunde (Mc 1,28.45; 3,7-8; 7,36-37). ¡Prohibir, no sirve de nada! ¡Pues la fuerza interna de la Buena Nueva es tan grande que se divulga por si misma!

Apertura creciente en el evangelio de Marcos. A lo largo de las páginas del evangelio de Marcos hay una apertura creciente hacia los demás pueblos. Así, Marcos lleva a los lectores y a las lectoras a abrirse a la realidad del mundo alrededor y a superar ideas preconcebidas que impiden la convivencia pacífica entre la gente. En su paso por la Decápolis, la región pagana, Jesús atiende la súplica de la gente del lugar y cura al sordo tartamudo. No tiene miedo de contaminarse con la impureza de un pagano, pues lo cura tocándole los oídos y la lengua. Las autoridades de los judíos y los discípulos tienen dificultad en escuchar y entender, sin embargo un pagano era sordo y tartamudo consigue hablar y oír gracias a Jesús que le toca. Recuerda el cántico de Isaías: “El Señor Yahvé me ha abierto el oído y no me resistí” (Is 50,4-5). Al expulsar a los vendedores del templo, Jesús critica el comercio injusto y afirma que el templo tiene que ser casa de oración para todos los pueblos (Mc 11,17). En la parábola de los viñadores homicidas, Marcos hace alusión a que el mensaje se sacará del pueblo elegido, los judíos, y se dará a los demás, a los paganos (Mc 12,1-12). Después de la muerte de Jesús, Marcos presenta la profesión de fe de un pagano a los pies de la cruz. Al citar al centurión romano y su reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios, está diciendo que el pagano es más fiel que los discípulos y más fiel que los judíos (Mc 15,39). La apertura hacia los paganos aparece de forma muy clara en la orden final que Jesús da a los discípulos, después de la resurrección:”Id por todo o mundo, proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).

Para la reflexión personal

Jesús fue muy abierto hacia las personas de otra raza, de otra religión y de otras costumbres. Los cristianos, hoy, ¿tenemos esta misma abertura? ¿Yo soy abierto?

Definición de la Buena Nueva: “¡Jesús hace todas las cosas bien!” ¿Soy Buena Nueva para los otros?

Oración final

¡Cantad a Yahvé un nuevo canto, canta a Yahvé, tierra entera,
cantad a Yahvé, bendecid su nombre!
Anunciad su salvación día a día. (Sal 96,1-2)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio divina jue, 11 feb, 2021

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura

Del Evangelio según Marcos 7,24-30

Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era griega, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.» Él, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.» Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido.

Reflexión

En el Evangelio de hoy, veremos cómo Jesús atiende a una mujer extrajera de otra raza y de otra religión, lo cual estaba prohibido por la ley religiosa de aquella época. Inicialmente, Jesús no quería atenderle, pero la mujer insistió y consiguió lo que quería: la curación de la hija.

Jesús trata de abrir la mentalidad de los discípulos y de la gente más allá de la visión tradicional. En la multiplicación de los panes, había insistido en el compartir (Mc 6,30-44). En la discusión sobre lo que es puro e impuro, había declarado puros todos los alimentos (Mc 7,1-23). Ahora, en este episodio de la Mujer Cananea, supera las fronteras del territorio nacional y acoge a una mujer extranjera que no pertenece al pueblo y con la que estaba prohibido conversar. Estas iniciativas de Jesús, nacidas de su experiencia de Dios como Padre, eran extrañas para la mentalidad de la gente de la época. Jesús ayuda a la gente a abrir su manera de experimentar a Dios en la vida.

Marcos 7.24: Jesús sale del territorio. En el evangelio de ayer (Mc 7,14-23) y de antes de ayer (Mc 7,1-13), Jesús había criticado la incoherencia de la “Tradición de los Antiguos” y había ayudado a la gente y a los discípulos a salir de la prisión de las leyes de la pureza. Aquí, en Mc 7,24, sale de Galilea. Parece querer salir de la prisión del territorio y de la raza. Está en el extranjero, y parece que no quiere ser conocido. Pero su fama había llegado antes que él. La gente sabe y le busca.

Marcos 7.25-26: La situación. Una mujer llega cerca y empieza a pedir por la hija enferma. Marcos dice explícitamente que era de otra raza y de otra religión. Esto es, era pagana. Ella se lanza a los pies de Jesús y empieza a suplicar para que cure a su hija poseída por un espíritu impuro. Los paganos no tenían problema en recorrer a Jesús. Los judíos ¡sí que tenían problemas en convivir con los paganos!

Marcos 7.27: La respuesta de Jesús. Fiel a las normas de su religión, Jesús dice que no conviene tirar el pan de los hijos y darlo a los cachorros. Frase dura. La comparación está sacada de la vida familiar. Hasta hoy, niños y cachorros es lo que más hay en los barrios pobres. Jesús afirma una cosa que es cierta: ninguna madre saca el pan de la boca de los hijos para darlo a los cachorros. En este caso, los hijos eran los judíos y los cachorros, los paganos. En la época del AT, por causa de la rivalidad entre los pueblos, un pueblo acostumbraba llamar a otro “cachorro” (1Sam 17,43). En los otros evangelios Jesús explica el porqué de su rechazo: “No fui enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 15,24). Es decir: “El Padre no quiere que yo me ocupe de esta mujer”

Marcos 7,28: La reacción de la mujer. Ella concuerda con Jesús, pero amplía la comparación y la aplica a su caso: “Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.” Es como si dijera: “Si soy perrito, entonces tengo los derechos de los perritos, es decir, ¡las migajas me pertenecen!” Ella sencillamente sacó las conclusiones de la parábola que Jesús contó y, mostró que, hasta en la casa de Jesús, los perritos comían las migajas que caían de la mesa de los niños. Y en la “casa de Jesús”, esto es, en la comunidad cristiana, la multiplicación del pan para los hijos fue tan abundante que estaban sobrando doce cestos (Mc 6,42) para los “cachorros”, esto es, para ella, ¡para los paganos!

Marcos 7,29-30: La reacción de Jesús: “Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.” En los otros evangelios se explicita: “¡Grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!” (Mt 15,28). Si Jesús atiende la súplica de la mujer es porque comprende que, ahora, el Padre quiere que él escuche su petición. Este episodio ayuda a percibir algo del misterio que envolvía a la persona de Jesús y como él convivía con el Padre. Era observando las reacciones de las personas y las actitudes de las personas, que Jesús descubre la voluntad del Padre en los acontecimientos de la vida. La actitud de la mujer abre un nuevo horizonte en la vida de Jesús. A través de ella, él descubre mejor que el proyecto del Padre es para todos los que buscan la vida y quieren liberarse de las cadenas que aprisionan su energía. Así, a lo largo de las páginas del evangelio de Marcos, hay una apertura creciente hacia los demás pueblos. De este modo, Marcos lleva a los lectores y a las lectoras a abrirse, poco a poco, a la realidad del mundo de alrededor y a superar ideas preconcebidas que impiden la convivencia pacífica entre la gente. Esta apertura hacia los paganos aparece de forma muy clara en la orden final que Jesús da a los discípulos, después de su resurrección: ”Id por el mundo, proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).

Para la reflexión personal

Tú, ¿qué haces concretamente, para convivir en paz con personas de otras iglesias cristianas? En el barrio donde vives ¿hay gente de otras religiones? ¿Cuáles? ¿Hablas normalmente con personas de otras religiones?
¿Cuál es la apertura que este texto nos pide hoy a nosotros, en familia y en comunidad?

Oración final

¡Dichosos los que guardan el derecho, los que practican siempre la justicia!
¡Acuérdate de mí, Yahvé, hazlo por amor a tu pueblo, ven a ofrecerme tu ayuda. (Sal 106,3-4)

Todos los derechos: www.ocarm.org

Lectio divina mié, 10 feb, 2021

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura

Del Evangelio según Marcos 7,14-23

Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga.»

Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. Él les dijo: «¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» -así declaraba puros todos los alimentos-. Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.»

Reflexión

El Evangelio de hoy es la continuación del asunto que meditamos ayer. Jesús ayuda a la gente y a los discípulos a entender mejor el significado que la pureza tiene ante Dios. Desde siglos, para no volverse impuros, los judíos observaban muchas normas y costumbres relacionadas con comida, bebida, ropa, higiene del cuerpo, lavado de los vasos, contacto con personas de otra religión y raza, etc. (Mc 7,3-4) No tenían permiso para entrar en contacto con los paganos y para comer con ellos. En los años 70, época de Marcos, algunos judíos convertidos decían: “Ahora que somos cristianos tenemos que abandonar estas costumbres antiguas que nos separan de los paganos convertidos.” Pero otros pensaban que debían continuar a observar estas leyes de la pureza (Cf. Col 2,16.20-22). La actitud de Jesús, descrita en el evangelio de hoy, nos ayuda a superar el problema.

Marcos 7,14-16: Jesús abre un nuevo sendero para que la gente se acerque a Dios. Dice a la multitud: “¡Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle!” (Mc 7,15). Jesús invierte las cosas: lo impuro no viene de fuera para dentro, como enseñaban los doctores de la ley, sino de dentro para fuera. De este modo, nadie más precisa preguntarse si esta o aquella comida o bebida es pura o impura. Jesús coloca lo puro y lo impuro a otro nivel, a nivel del comportamiento ético. Abre un nuevo sendero para llegar hasta Dios y, así, realiza el deseo más profundo de la gente.

Marcos 7,17-23: En casa m casa, los discípulos piden explicación. Los discípulos no entendieron bien lo que Jesús quería decir con aquella afirmación. Cuando llegaron a casa pidieron una explicación. A Jesús le extraño la pregunta de los discípulos. Pensaba que habían entendido la parábola. En la explicación a los discípulos va hasta el fondo de la cuestión de la pureza. ¡Declara puros todos os alimentos! Es decir: ningún alimento que entra en el ser humano puedo volverlo impuro, pues no va hasta el corazón, sino que va al estómago y termina de nuevo fuera del ser humano. Sino que lo que vuelve impuro, dice Jesús, es aquello que sale del corazón para envenenar la relación humana. Y enumera: prostitución, robo, asesinato, adulterio, ambición, etc. Así, de muchas maneras, por la palabra, por la convivencia, Jesús fue ayudando a las personas a ver y a conseguir la pureza de otra manera. Por la palabra, purificaba a los leprosos (Mc 1,40-44), expulsaba a los espíritus impuros (Mc 1,26.39; 3,15.22 etc.), y vencía la muerte que era fuente de toda impureza. Gracias a Jesús que la toca, la mujer excluida como impura queda curada (Mc 5,25-34). Sin miedo a ser contaminado, Jesús come junto con las personas consideradas impuras (Mc 2,15-17).

Las leyes de la pureza en el tiempo de Jesús. La gente de aquella época se preocupaba mucho por la pureza. La ley y las normas de la pureza indicaban las condiciones necesarias para que alguien pudiera presentarse ante Dios y sentirse en su presencia. No era posible presentarse ante Dios de cualquier manera. Pues Dios es Santo. La Ley decía: “¡Sed santos, porque yo soy santo!” (Lv 19,2). Los impuros no podían llegar cerca de Dios para recibir de él la bendición prometida a Abrahán. La ley de lo que es puro e impuro (Lv 11 a 16) se escribió después del cautiverio en Babilonia, unos 800 años después del Éxodo, pero tenía sus raíces en la mentalidad y en las antiguas costumbres del pueblo de la Biblia. Una visión religiosa y mítica del mundo llevaba a la gente a apreciar cosas, animales y a las personas, desde la categoría de la pureza (Gn 7,2; Dt 14,13-21; Nm 12,10-15; Dt 24,8-9).

En el contexto de la dominación persa, siglos V y IV antes de Cristo, ante la dificultad de reconstruir el templo de Jerusalén y para la supervivencia del clero, los sacerdotes que estaban en el gobierno del pueblo de la Biblia ampliaron las leyes de la pureza y la obligación de ofrecer sacrificios de purificación por el pecado. Así, después del parto (Lv 12,1-8), de la menstruación (Lv 15,19-24) o de la cura de una hemorragia (Lv 15,25-30), las mujeres  debían ofrecer sacrificios para recuperar la pureza. Los leprosos (Lv 13) o quienes entraban en contacto con cosas y animales impuros (Lv 5,1-13) también debían ofrecer sacrificios.  Una parte de estas ofrendas quedaba para los sacerdotes (Lv 5,13). En el tiempo de Jesús, tocar un leproso, comer con un publicano, comer sin lavarse las manos, y tantas otras actividades, etc.: todo esto volvía impura a la persona, y cualquier contacto con esta persona contaminaba a los demás. Por esto, las personas “impuras” debían ser evitadas. La gente vivía con miedo, amenazada siempre por tantas cosas impuras que amenazaban su vida. Estaba obligada a vivir desconfiando de todo y de todos. Ahora, de repente, ¡todo cambia! A través de la fe en Jesús, era posible conseguir la pureza y sentirse bien ante Dios, sin que fuera necesario observar todas aquellas leyes y normas de la “Tradición de los Antiguos”. ¡Fue una liberación! ¡La Buena Nueva anunciada por Jesús sacó a la gente de la defensiva, del miedo, y le devolvió las ganas de vivir, la alegría de ser hijo y hija de Dios, sin miedo a ser feliz!

Para la relación personal

En tu vida, ¿hay costumbres que consideras sagrados y otros que consideras no sagrados? ¿Cuáles? ¿Por qué?

En nombre de la Tradición de los Antiguos, los fariseos olvidaban el Mandamiento de Dios. Esto ¿acontece hoy? ¿Dónde y cuándo? ¿También en mi vida?

Oración final

La salvación del honrado viene de Yahvé, él es su refugio en tiempo de angustia; Yahvé lo ayuda y lo libera, él lo libra del malvado, lo salva porque se acoge a él. (Sal 37,39-40)

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Lectio divina mar, 9 feb, 2021

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura

Del Evangelio según Marcos 7,1-13

Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-. Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?» Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito:

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres.

«Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.» Les decía también:

«¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. Pero vosotros decís: Si uno dice a su padre o a su madre: `Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro Korbán -es decir: ofrenda-‘, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.»

Reflexión

El Evangelio de hoy habla de las costumbres religiosas de aquel tiempo y de los fariseos que enseñaban estas costumbres a la gente. Por ejemplo, comer sin lavarse las manos o, como ellos decían, comer con manos impuras. Muchas de estas costumbres estaban desligadas de la vida y habían perdido su sentido. Sin embargo se conservaban o por miedo o por superstición. El Evangelio nos trae algunas instrucciones de Jesús respeto de esas costumbres.

Marcos 7,1-2: Control de los fariseos y libertad de los discípulos. Los fariseos y algunos escribas, venidos de Jerusalén, observaban como los discípulos de Jesús comían con manos impuras. Aquí hay tres puntos que merecen ser señalados: a) Los escribas eran de Jerusalén, ¡de la capital! Significa que habían venido para observar y

controlar los pasos de Jesús. b) Los discípulos ¡no se lavaban las manos para comer! Significa que la convivencia con Jesús los llevó a tener valor para transgredir las normas que la tradición imponía a la gente, pero que habían perdido su sentido para la vida. c) La costumbre de lavarse las manos, que hasta hoy, sigue siendo una norma importante de higiene, tenía para ellos un significado religioso que servía para controlar y discriminar a las personas.

Marcos 7,3-4: La Tradición de los Antiguos. “La Tradición de los Antiguos” transmitía las normas que debían de ser observadas por la gente para conseguir la pureza exigida por la ley. La observancia de la pureza era un asunto muy serio para la gente de aquel tiempo. Ellos pensaban que una persona impura no podía recibir la bendición prometida por Dios a Abrahán. Las normas de pureza eran enseñadas para abrir el camino hasta Dios, fuente de paz. En realidad, sin embargo, en vez de ser una fuente de paz, las normas eran una prisión, un cautiverio. Para los pobres, era prácticamente imposible observar las muchas normas, las costumbres y las leyes. Por esto, ellos eran despreciados como gente ignorante y maldita que no conocía la ley (Jn 7,49).

Marcos 7,5: Escribas y fariseos critican el comportamiento de los discípulos de Jesús. Los escribas y fariseos preguntaban a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?” Ellos fingen que están interesados en conocer el porqué del comportamiento de los discípulos. En realidad, critican a Jesús porque permite que los discípulos no cumplan con las normas de pureza. Los fariseos formaban una especie de hermandad, cuya principal preocupación era la de observar todas las leyes de la pureza. Los escribas eran los responsables de la doctrina. Enseñaban las leyes relativas a observancia de la pureza.

Marcos 7,6-13 Jesús critica la incoherencia de los fariseos. Jesús responde citando a Isaías: Este pueblo me honra sólo con los labios, pero su corazón sigue lejos de mí (cf. Is 29,13). Insistiendo en las normas de pureza, los fariseos vacían de contenido los mandamientos de la ley de Dios. Jesús cita un ejemplo concreto. Ellos decían: la persona que ofrece al templo sus bienes, no puede usarlos para ayudar a los padres necesitados. Así, en nombre de la tradición vaciaban de contenido el cuarto mandamiento que manda amar al padre y a la madre. Estas personas parecían muy observantes, pero lo eran sólo hacia fuera. Por dentro, ¡su corazón quedaba lejos de Dios! Como dice el canto: “¡Su nombre es el Señor y pasa hambre, y clama por la boca del hambriento, y muchos que lo ven pasan de largo, a veces por llegar temprano al Templo!”. En el tiempo de Jesús, la gente, en su sabiduría, no concordaba con todo lo que se le enseñaba. Esperaba que un día el mesías viniese a indicar otro camino para alcanzar la pureza. En Jesús se realiza esta esperanza.

Para la reflexión personal

¿Conoces alguna costumbre religiosa de hoy que ya no tiene mucho sentido, pero que sigue siendo enseñado?

Los fariseos eran judíos practicantes, pero su fe activa era desligada de la vida de la gente. Por eso, Jesús los criticó. Y hoy, ¿Jesús nos criticaría? ¿En qué?

Oración final

¡Yahvé, Señor nuestro, qué glorioso es tu nombre en toda la tierra! Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que pusiste,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él te cuides? (Sal 8,2.4-5)

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Lectio divina lun, 8 feb, 2021

Oración

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura

Del Evangelio según Marcos 6,53-56

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.

Reflexión

El texto del Evangelio de hoy es la parte final del conjunto más amplio de Marcos 6,45-56 que comprende tres asuntos diferentes: a) Jesús sube solo a la montaña para rezar (Mc 6,45- 46). b) Enseguida, al ir sobre las aguas, va al encuentro de los discípulos que luchan contra las olas del mar (Mc 6,47-52). c) Ahora, en el evangelio de hoy, estando ya en tierra la gente busca a Jesús para que sane sus enfermedades (Mc 6,5356).

Marcos 6,53-56. La gente le busca. “Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados”.

La gente busca a Jesús y acude numerosa. Viene de todos los lados, cargando a los enfermos. Lo que llama la atención es el entusiasmo de la gente que reconoce a Jesús y le va detrás. Lo que impulsa a esta búsqueda de Jesús no es sólo el deseo de encontrarse con él, de estar con él, sino también el deseo de que él sane sus enfermedades. “recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados”. El evangelio de Mateos comenta e ilumina este hecho citando la figura del Siervo de Yahvé, del cual Isaías dice: “Cargó sobre sí todas nuestras enfermedades” (Is 53,4 y Mt 8,16-17). Enseñar y curar, curar y enseñar. Desde el comienzo de su actividad apostólica, Jesús anda por todos los poblados de Galilea para hablar a la gente sobre el Reino de Dios que está por llegar (Mc 1,14-15). Allí donde no encuentra gente para escucharle, habla y transmite la Buena Nueva de Dios, y acoge y sana a los enfermos, en cualquier lugar: en las sinagogas durante la celebración de la Palabra los sábados (Mc 1,21; 3,1; 6,2); en reuniones informales en casas de amigos (Mc 2,1.15; 7,17; 9,28; 10,10); andando por el camino con los discípulos (Mc 2,23); a lo largo del mar en la playa, sentado en un barco (Mc 4,1); en el desierto donde se refugia y donde la gente le busca (Mc 1,45; 6,32-34); en la montaña, de donde proclama las bienaventuranzas (Mt 5,1); en las plazas de las aldeas y ciudades, donde la gente carga a los enfermos (Mc 6,55-56); en el Templo de Jerusalén, en ocasión de las romerías, diariamente, ¡sin miedo (Mc 14,49)! Curar y enseñar, enseñar y curar era lo que Jesús más hacía (Mc 2,13; 4,1-2; 6,34). Era lo que siempre hacía (Mc 10,1). La gente quedaba admirada (Mc 12,37; 1,22.27; 11,18) y le buscaba.

En la raíz de este gran entusiasmo de la gente estaba, por un lado, la persona de Jesús, que llamaba y atraía, y, por el otro, el abandono de la gente que era como oveja sin pastor (cf. Mc 6,34). En Jesús, ¡todo era revelación de aquello que lo animaba por dentro! El no solamente hablaba sobre Dios, sino que más bien lo revelaba. Comunicaba algo de lo que el mismo vivía y experimentaba. No sólo anunciaba la Buena Nueva del Reino. El mismo era una prueba, un testimonio vivo del Reino. En él aparece aquello que acontece cuando un ser humano deja que Dios reine en su vida. Lo que vale no son sólo sus palabras, sino sobre todo el testimonio, el gesto concreto.

¡Esta es la Buena Nueva del Reino que atrae!

Para la reflexión personal

El entusiasmo de la gente en busca de Jesús, en busca de un sentido de la vida y una solución para sus males. ¿Dónde hay esto hoy? ¿Lo hay en ti, en mí?

Lo que llama la atención es la actitud cariñosa de Jesús hacia los pobres y los abandonados. Y yo ¿cómo me comporto con las personas excluidas de la sociedad?

Oración final

¡Cuán numerosas tus obras, Yahvé! Todas las hiciste con sabiduría, de tus creaturas se llena la tierra.
¡Bendice, alma mía, a Yahvé! (Sal 104,24.35)

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Lectio divina Dom, 7 feb, 2021

La curación de la suegra de Pedro y el anuncio del reino en Galilea El encuentro con Jesús, Médico misericordioso Marcos 1, 29-39

Oración inicial

Señor, no curan las heridas y males del alma una hierba ni un bálsamo, sino tu Palabra, que todo lo sostiene y crea, siempre nuevo cada día. Acércate a nosotros y extiende tu mano fuerte, para que asidos a ella, podamos dejarnos levantar, podamos resucitar y comenzar a ser tus discípulos, tus siervos. Jesús, Tú eres la Puerta de las ovejas, la puerta abierta en el cielo: a Ti nos acogemos, con todo lo que somos y llevamos en el corazón. Llévanos contigo, en el silencio, en el desierto florido de tu compañía y allí enséñanos a rezar, con tu voz, con tu palabra para que también nosotros lleguemos a ser anunciadores del Reino. Manda ahora sobre nosotros tu Espíritu con abundancia para que te escuchemos con todo el corazón y con toda el alma. Amén.

Lectura

Para colocar el pasaje en su contexto:

En continuidad con los vv. precedentes (21-28), el pasaje describe la conclusión de una jornada típica de Jesús. Aquí está en Cafarnaún, un día de Sábado, y, después de haber participado en la liturgia sinagogal, Jesús continúa la celebración de la fiesta en la casa de Pedro, en un clima familiar.

Con el ocaso del sol, terminado el descanso, Jesús continúa su ministerio, extendiéndolo a toda Galilea. El Evangelio nos presenta tres secuencias, que no es una crónica, para que yo sepa lo que ha hecho Jesús en Cafarnaún, sino que revelan el misterio grande de la salvación de Cristo, que trastorna mi vida. Puede ayudar el estar atentos al recorrido que Jesús hace: de la sinagoga a la casa, al desierto, hasta todas las aldeas de Galilea. Y también en el trascorrer de los tiempos que subraya el evangelista: al llegar la tarde, o sea al ocaso del sol y la mañana inmersa todavía en la obscuridad.

Para ayudar en la lectura del pasaje:

vv. 29-31: Jesús entra en la casa de Pedro y acoge la súplica de los discípulos, curando la suegra de Pedro, que yace en el lecho con fiebre.
vv. 32-34: Pasado el sábado, Jesús cura muchos enfermos y endemoniados, que le han traido.
vv. 35-39: Jesús se adelanta a la luz en la oración, retirándose a un lugar solitario, pero muchos lo siguen, hasta que consiguen encontrarlo. Él los lanza consigo, hacia un ministerio más amplio, que abraza toda la Galilea

El texto:

29-31: Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.

32-34: Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios.Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.

35-39: De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.» Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.» Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Momento de silencio orante

Entro en el silencio que Jesús me ha preparado con su obra de curación profunda, con su oración que disipa la noche. Dispongo mi ser, a buscar a Jesús, sin cansarme y a seguirlo, adonde Él me lleve.

Algunas preguntas

Que pueden ayudar a mis oídos espirituales a escuchar más profundamente y a los ojos de mi corazón a contemplar, hasta encontrar la mirada de Jesús.

Jesús deja la sinagoga para entrar en la casa de Pedro, que se convierte en el centro luminoso de su obra de salvación. Pruebo a seguir el recorrido de Jesús: El llega hasta el sitio más íntimo de la casa, a saber, la alcoba con el lecho. Reflexiono, buscando y mirando, el «camino» que está dentro de mí, casa de Dios. ¿Dejo a Jesús la posibilidad de recorrer este camino hasta el fondo, hasta el corazón? Observo y tomo nota de los gestos de Jesús: Entra rápido, se acerca, toma la mano, levanta. Son términos típicos de la resurrección. ¿No siento al Señor que me dice también a mí:»¡ Álzate, resucita, nace de nuevo!»? Noto la insistencia sobre la obscuridad: «ocaso del sol, todavía obscuro» ¿Por qué? ¿Qué significa y qué otros términos puede añadir a estas expresiones? «Todos delante a la puerta de Jesús» Estoy también yo en medio de aquellos «todos«. Me resuena en el corazón aquella palabra de Jesús, que dice: «Llamad y se os abrirá». Pruebo a imaginarme la escena: alzo la mano y llamo a la puerta de Jesús. Él abre. ¿Qué le diré? ¿Y cómo me responderá Él? «Lo conocían». Me pregunto sobre mi relación con el Señor. ¿Lo conozco verdaderamente?¿O sólo he sentido hablar de Él, como afirma Job? Me miro dentro y pido a Jesús que me ayude en esta relación de descubrimiento, de acercamiento, de comunión y de compartir con Él. Trato de recordar los versículos que puedan ayudarme: «Hazme conocer, Señor, tus caminos», «Muéstrame tu rostro» Jesús ora en un lugar desierto. ¿Tengo miedo de entrar yo también en esta oración, que atraviesa la noche y precede a la luz? ¿Tengo miedo de los tiempos de silencio, de soledad, de compañía a solas con Él? Noto el tiempo imperfecto del verbo «oraba «, que indica una acción calmada, prolongada, profunda. ¿Tiendo, a veces, a huir, a no quererme parar? «Las huellas de Jesús» Es una bella expresión que me recuerda el manuscrito de Santa Teresa del Niño Jesús, donde ella dice que las huellas luminosas de Jesús se hayan diseminadas a lo largo de las páginas del evangelio. Reflexiono. ¿Me he comprometido alguna vez a seguir estas huellas, a veces bien marcadas, a veces casi imperceptibles? ¿Sé reconocerlo, a lo largo de los senderos del tiempo y de la historia de cada día, la mía y la de todos los hombres? ¿Hay una huella especial de Jesús, un impronta indeleble, que haya dejado en la tierra de mi corazón, de mi vida?

Hago una pausa sobre los últimos versículos y traigo a la luz los verbos de movimiento, de acción: «Vamos a otro lugar, para predicar, he venido, fue, predicando». Sé que yo también he sido llamado para caminar y hacerme anunciador del amor y de la salvación de Jesús.

¿Estoy dispuesto, con la gracia y la fuerza que viene de esta Palabra que he meditado, a tomar ahora un compromiso concreto, preciso, aunque sea pequeño, de anunciar y evangelizar?

¿Hacia donde iré? ¿Qué pasos decido dar?

Una clave de lectura

Puedo hacer algunos recorridos de profundidad, que me ayuden a entrar más aun en diálogo con el Señor, escuchando su Palabra.

•          El paso de la sinagoga a la Iglesia

La sinagoga es la madre, pero la Iglesia es la Esposa. Jesús, que es el Esposo, la revela y nos hace conocer la belleza y el esplendor, que ella nos irradia. Si probamos a seguirlo, en los evangelios, nos damos cuenta que Jesús nos conduce, en un camino de salvación, de la sinagoga a la Iglesia. Marcos, como también Lucas, insiste mucho sobre el nexo que Jesús instaura con la sinagoga, que llega a ser el lugar privilegiado y sagrado de su revelación, el lugar de sus enseñanzas. Leo, por ejemplo, Mc 1,21 y Mc 6,2, o también Lc 4, 16 y 6,6, y también Jn 6,59; durante la pasión, Jesús dirá delante de Pilato que Él siempre ha enseñado abiertamente, en la sinagoga y en templo (Jn 18,20). Pero es además el lugar de las curaciones, donde Jesús se revela como potente Médico, que cura y salva: por ejemplo, en Mc 1, 23 y 3,1: Esta doble acción de Jesús se convierte en el puente a través del cual se pasa a la nueva casa de Dios, casa de oración para todos los pueblos, o sea la Iglesia (Ef 5,25), porque Él es la cabeza (Ef 1, 22; 5,23), con su propia sangre la ha comprado (At 20,28) y no cesa de alimentarla y cuidarla (Ef 5, 29). Ella es el edificio espiritual constituido de piedras vivas, que somos nosotros, como dice San Pedro (1 Pt 2, 4s). La vida surge de nosotros, como agua de la roca, si nos abandonamos en el Señor (Ef 5,24) en un don recíproco de amor y confianza, si perseveramos en la oración insistente y por todos (At 12,5) y si participamos en la pasión del Señor por la humanidad (Col 1,24). La iglesia es la columna y el sostén de la verdad (1 Tim 3,15), es bello caminar en ella, unidos a Cristo el Señor.

•          La fiebre como signo del pecado

Como dice la misma etimología de la palabra griega, la fiebre es como un fuego que se enciende dentro de nosotros y nos consume de modo negativo, atacando nuestras energías interiores, espirituales, haciéndonos incapaces de cumplir el bien. En el salmo 31, por ejemplo, encontramos una expresión muy elocuente, que puede representar bien la acción de la fiebre del pecado en nosotros: » Tornóse mi vigor en sequedades de estío. Te confesé mi pecado..,» (Sal 31,4s). El único modo para ser curados, en efecto, es el ya visto en el evangelio, a saber, la confesión, el llevar delante del Señor nuestro mal.

El libro de la Sabiduría revela otro aspecto muy importante, allá donde dice que un fuego devorará a aquellos que rechazan conocer al Señor (Sab 16, 16).

También en el Deuteronomio la fiebre se señala como una consecuencia de la lejanía de Dios, de la dureza del corazón, que no quiere escuchar su voz y seguir sus caminos (cfr. Dt 28, 15.22; 32,24).

•          Jesús médico misericordioso

Este pasaje del Evangelio, como muchos otros, nos ha hecho encontrar con Jesús, que como verdadero médico y verdadera medicina, se acerca a nosotros para alcanzarnos en los puntos más heridos, más enfermos y traernos su curación, que es siempre salvación. Él es el samaritano, que a lo largo del camino de la vida, nos ve con certeza, con mirada aguda y amorosa y no pasa de largo, sino que se acerca, se inclina, venda las heridas y deja caer sobre ellas la buena medicina que lleva en su corazón. Son muchísimos los episodios en el Evangelio que narran las curaciones obradas por Jesús; puedo buscar algunas, aunque sea limitándome al Evangelio de Marcos: Mc 2,1-12; 3,1-6; 5,25-34; 6,54-56; 724-30; 7, 3137; 8, 22-26; 10, 46-52: Puede ayudarme en un trabajo para profundizar y confrontar, para meter dentro de mí las características de Jesús, que cura y, así, recibir también yo, a través de la escucha profunda de su Palabra, la curación interior y de todo mi ser. Por ejemplo, hago una parada en los verbos, sobre los gestos específicos que Jesús cumple y que se repiten en muchas de estas narraciones y pongo todavía más a la luz las palabras que Él dice. Me doy cuenta que no son muchos los gestos de Jesús para curar, sino su palabra: «álzate y ve; vete en paz; ve, tu fe te ha salvado» Raramente hace Él gestos especiales que atraigan la atención y que asombren; encuentro estas expresiones: «lo tomó por la mano, llevándolo a parte; puso, impuso las manos». Resuena en estas narraciones, la palabra del salmo que dice: Envió su palabra y los curó (Sal 106, 20). Jesús es el Señor, Áquel que cura, como ya proclamó en  el libro del Éxodo (Ex 15,26) y puede serlo porque Él mismo carga sobre si nuestra enfermedad, nuestros pecados: Él es un Médico herido, que nos cura con sus heridas (cfr 1 Pt 2, 24-25).

•          La tarde, las tinieblas transfiguradas por la luz de Cristo

El tema de la noche, de la obscuridad, de las tinieblas, atraviesa un poco toda la Escritura, desde los primeros versículos, cuando la luz aparece como la primera manifestación de la fuerza del amor de Dios, que crea y salva. A las tinieblas sigue la luz, a la noche el día y paralelamente la Biblia nos hace ver que también a la obscuridad interior que puede invadir al hombre, sigue la luz nueva de la salvación y del encuentro con Dios, del abrazo en aquella mirada suya luminosa que embelesa. «Por ti las tinieblas son como la luz», dice el salmo (138,12) y es verdad, porque el Señor es la misma luz: «El Señor es mi luz y mi salvación» (Sal 26,1). En el Evangelio de Juan, Jesús afirma de si mismo que es la luz del mundo (Jn 9,5), para indicarnos que quien Le sigue no camina entre tinieblas; de hecho, es Él quien, como Palabra de Dios, se convierte en lámpara para nuestros pasos en este mundo (Sal 118,105).

Las tinieblas son muchas veces asociadas con las sombras de la muerte, por decir que la obscuridad espiritual es igual a la muerte; puedo leer, por ejemplo, el salmo 87, 7; 106,10.14. El brazo fuerte del Señor no teme la obscuridad, sino que en ella Él nos apresa y nos hace salir, rompiendo las cadenas que nos oprimen. «Sea la luz» es una palabra eterna, que Dios no se cansa nunca de pronunciar y que alcanza a todo hombre, en toda situación.

«Quédate , Señor, con nosotros, porque se hace tarde» (Lc 24,9); es la oración de los dos de Emaús, pero puede ser la oración de todos; así como las palabras de la esposa en el Cántico resuenan también en nuestros labios: «¡Antes que se alarguen las sombras, regresa, o amado mío»! (T 2,17)

San Pablo nos ayuda a hacer un recorrido interior muy fuerte, que nos acerca a Cristo y nos salva del pecado. Así nos invita: «La noche está avanzada, el día esta cercano. Arrojemos pues las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz» (Rm 13,12); «Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche, de las tinieblas (1 Tes 5,5ss.). Pero también de otras muchas maneras la Palabra nos invita a hacernos hijos de la luz, y a exponernos a los rayos del Sol divino, que es Jesús, el Oriente, para ser iluminados y transfigurados. Cuanto más nos apropiemos de la luz de Cristo, tanto más verdad será para nosotros la palabra del Apocalypsis: «No habrá para ellos noche, ni necesitarán de luz de lámpara, ni de luz, ni de sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos» (Ap 22,5).

Un momento de oración: Salmo 29

Canto de acción de gracias por la liberación de una gran prueba

Rit. En tus manos Señor encomiendo mi vida Te ensalzo, Yahvé, porque me has levantado, no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Yahvé, Dios mío, te pedí auxilio y me curaste. Tú, Yahvé, sacaste mi vida del Seol, me reanimaste cuando bajaba a la fosa. – Rit.

Cantad para Yahvé los que lo amáis, recordad su santidad con alabanzas. Un instante dura su ira, su favor toda una vida; por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de júbilo. Al sentirme seguro me decía: «Jamás vacilaré».
Tu favor, Yahvé, me afianzaba más firme que sólidas montañas; pero luego escondías tu rostro y quedaba todo conturbado. – Rit. A ti alzo mi voz, Yahvé, a mi Dios piedad imploro:

¿Qué ganas con mi sangre, con que baje a la fosa?
¿Puede el polvo alabarte, anunciar tu verdad?
¡Escucha, Yahvé, ten piedad de mí!
¡Sé tú, Yahvé, mi auxilio!
Has cambiado en danza mi lamento:
me has quitado el sayal, me has vestido de fiesta. Por eso mi corazón te cantará sin parar; Yahvé, Dios mío, te alabaré por siempre. – Rit.

Oración final

Señor, deseo alabarte, bendecirte y darte gracias con todo el corazón por esta tu Palabra, escrita para mí, hoy, pronunciada por tu Amor por mí, porque Tú me amas verdaderamente. Gracias, porque has venido, has bajado, has entrado en mi casa y me has alcanzado precisamente allí donde estaba enfermo, donde me quemaba una fiebre enemiga; has llegado allí donde yo estaba lejano y solo. Y me has abrazado. Me has cogido de la mano y me has levantado, devolviéndome la vida plena y verdadera que viene de Ti, la que se vive junto a Ti. Por ahora soy feliz, Señor mío.

Gracias porque has atravesado mi obscuridad, has vencido la noche con tu potente oración, solitaria, amorosa; has hecho resplandecer tu luz en mi, en mis ojos y ahora yo también veo de nuevo, estoy iluminado por dentro. También yo rezo contigo y también crezco gracias a esta oración que hemos hecho juntos.

Señor, gracias porque me lanzas hacia los otros, hacia mundos nuevos, fuera de las puertas de la casa. Yo no soy del mundo, lo sé, pero estoy y quedo dentro del mundo, para continuar amándolo y evangelizándolo. Señor, tu Palabra puede hacer el mundo más bello.

Gracias, Señor. Amén.

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