Jonás

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Índice: Sagrada Escritura, Jonás

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Jonás 1
1 La palabra de Yahveh fue dirigida a Jonás, hijo de Amittay, en estos términos:
2 «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella que su maldad ha subido hasta mí.»
3 Jonás se levantó para huir a Tarsis, lejos de Yahveh, y bajó a Joppe, donde encontró un barco que salía para Tarsis: pagó su pasaje y se embarcó para ir con ellos a Tarsis, lejos de Yahveh.
4 Pero Yahveh desencadenó un gran viento sobre el mar, y hubo en el mar una borrasca tan violenta que el barco amenazaba romperse.
5 Los marineros tuvieron miedo y se pusieron a invocar cada uno a su dios; luego echaron al mar la carga del barco para aligerarlo. Jonás, mientras tanto, había bajado al fondo del barco, se había acostado y dormía profundamente.
6 El jefe de la tripulación se acercó a él y le dijo: «¿Qué haces aquí dormido? ¡Levántate e invoca a tu Dios! Quizás Dios se preocupe de nosotros y no perezcamos.»
7 Luego se dijeron unos a otros: «Ea, echemos a suertes para saber por culpa de quién nos ha venido este mal.» Echaron a suertes, y la suerte cayó en Jonás.
8 Entonces le dijeron: «Anda, indícanos tú, por quien nos ha venido este mal, cuál es tu oficio y de dónde vienes, cuál es tu país y de qué pueblo eres.»
9 Les respondió: «Soy hebreo y temo a Yahveh, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra.»
10 Aquellos hombres temieron mucho y le dijeron: «¿Por qué has hecho esto?» Pues supieron los hombres que iba huyendo lejos de Yahveh por lo que él había manifestado.
11 Y le preguntaron: «¿Qué hemos de hacer contigo para que el mar se nos calme?» Pues el mar seguía encrespándose.
12 Les respondió: «Agarradme y tiradme al mar, y el mar se os calmará, pues sé que es por mi culpa por lo que os ha sobrevenido esta gran borrasca.»
13 Los hombres se pusieron a remar con ánimo de alcanzar la costa, pero no pudieron, porque el mar seguía encrespándose en torno a ellos.
14 Entonces clamaron a Yahveh, diciendo: «¡Ah, Yahveh, no nos hagas perecer a causa de este hombre, ni pongas sobre nosotros sangre inocente, ya que tú, Yahveh, has obrado conforme a tu beneplácito!»
15 Y, agarrando a Jonás, le tiraron al mar; y el mar calmó su furia.
16 Y aquellos hombres temieron mucho a Yahveh; ofrecieron un sacrificio a Yahveh y le hicieron votos.
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Jonás 2
1 Dispuso Yahveh un gran pez que se tragase a Jonás, y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches.
2 Jonás oró a Yahveh su Dios desde el vientre del pez.
3 Dijo: Desde mi angustia clamé a Yahveh y él me respondió; desde el seno del seol grité, y tú oíste mi voz.
4 Me habías arrojado en lo más hondo, en el corazón del mar, una corriente me cercaba: todas tus olas y tus crestas pasaban sobre mí.
5 Yo dije: ¡Arrojado estoy de delante de tus ojos! ¿Cómo volveré a contemplar tu santo Templo?
6 Me envolvían las aguas hasta el alma, me cercaba el abismo, un alga se enredaba a mi cabeza.
7 A las raíces de los montes descendí, a un país que echó sus cerrojos tras de mí para siempre, mas de la fosa tú sacaste mi vida, Yahveh, Dios mío.
8 Cuando mi alma en mí desfallecía me acordé de Yahveh, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo Templo.
9 Los que veneran vanos ídolos su propia gracia abandonan.
10 Mas yo con voz de acción de gracias te ofreceré sacrificios, los votos que hice cumpliré. ¡De Yahveh la salvación!
11 Y Yahveh dio orden al pez, que vomitó a Jonás en tierra.
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Jonás 3
1 Por segunda vez fue dirigida la palabra de Yahveh a Jonás en estos términos:
2 «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad y proclama el mensaje que yo te diga.»
3 Jonás se levantó y fue a Nínive conforme a la palabra de Yahveh. Nínive era una ciudad grandísima, de un recorrido de tres días.
4 Jonás comenzó a adentrarse en la ciudad, e hizo un día de camino proclamando: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida.»
5 Los ninivitas creyeron en Dios: ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal desde el mayor al menor.
6 La palabra llegó hasta el rey de Nínive, que se levantó de su trono, se quitó su manto, se cubrió de sayal y se sentó en la ceniza.
7 Luego mandó pregonar y decir en Nínive: «Por mandato del rey y de sus grandes, que hombres y bestias, ganado mayor y menor, no prueben bocado ni pasten ni beban agua.
8 Que se cubran de sayal y clamen a Dios con fuerza; que cada uno se convierta de su mala conducta y de la violencia que hay en sus manos.
9 ¡Quién sabe! Quizás vuelva Dios y se arrepienta, se vuelva del ardor de su cólera, y no perezcamos.»
10 Vio Dios lo que hacían, cómo se convirtieron de su mala conducta, y se arrepintió Dios del mal que había determinado hacerles, y no lo hizo.
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Jonás 4
1 Jonás, se disgustó mucho por esto y se irritó;
2 y oró a Yahveh diciendo: «¡Ah, Yahveh!, ¿no es esto lo que yo decía cuando estaba todavía en mi tierra? Fue por eso por lo que me apresuré a huir a Tarsis. Porque bien sabía yo que tú eres un Dios clemente y misericordioso, tardo a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del mal.
3 Y ahora, Yahveh, te suplico que me quites la vida, porque mejor me es la muerte que la vida.»
4 Mas Yahveh dijo: «¿Te parece bien irritarte?»
5 Salió Jonás de la ciudad y se sentó al oriente de la ciudad; allí se hizo una cabaña bajo la cual se sentó a la sombra, hasta ver qué sucedía en la ciudad.
6 Entonces Yahveh Dios dispuso una planta de ricino que creciese por encima de Jonás para dar sombra a su cabeza y librarle así de su mal. Jonás se puso muy contento por aquel ricino.
7 Pero al día siguiente, al rayar el alba, Yahveh mandó a un gusano, y el gusano picó al ricino, que se secó.
8 Y al salir el sol, mandó Dios un sofocante viento solano. El sol hirió la cabeza de Jonás, y éste se desvaneció; se deseó la muerte y dijo: «¡Mejor me es la muerte que la vida!»
9 Entonces Dios dijo a Jonás: «¿Te parece bien irritarte por ese ricino?» Respondió: «¡Sí, me parece bien irritarme hasta la muerte!»
10 Y Yahveh dijo: «Tu tienes lástima de un ricino por el que nada te fatigaste, que no hiciste tú crecer, que en el término de una noche fue y en el término de una noche feneció.
11 ¿Y no voy a tener lástima yo de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales?»
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Miqueas

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Índice: Sagrada Escritura, Miqueas

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Miqueas 1
1 Palabra de Yahveh que fue dirigida a Miqueas de Moréset, en tiempo de Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá. Sus visiones sobre Samaria y Jerusalén.
2 ¡Escuchad, pueblos todos, atiende tierra y cuanto encierras! ¡Sea testigo Yahveh contra vosotros, el Señor desde su santo Templo!
3 Pues he aquí que Yahveh sale de su lugar, baja y huella las alturas de la tierra.
4 Debajo de él los montes se derriten, y los valles se hienden, como la cera al fuego, como aguas que se precipitan por una pendiente.
5 Todo esto por el delito de Jacob, por los pecados de la casa de Israel. ¿Cuál es el delito de Jacob? ¿No es Samaria? ¿Cuál es el pecado de la casa de Judá? ¿No es Jerusalén?
6 «Voy a hacer de Samaria una ruina de campo, un plantío de viñas. Haré rodar sus piedras por el valle, pondré al desnudo sus cimientos.
7 Todos sus ídolos serán machacados, todos sus dones quemados al fuego, todas sus imágenes las dejaré en desolación, porque han sido amontonadas con don de prostituta y a don de prostituta tornarán.»
8 Por eso me lamentaré y gemiré, andaré descalzo y desnudo, lanzaré aullidos como los chacales, y lamentos como las avestruces;
9 porque su herida es incurable, hasta Judá ha llegado, ha tocado hasta la puerta de mi pueblo, hasta Jerusalén.
10 ¡No lo contéis en Gat en… no derraméis llanto! ¡En Bet Leafrá revolveos en el polvo!
11 ¡Toca el cuerno, habitante de Safir! ¡De su ciudad no sale la que habita en Saanán! ¡Bet Haesel desde sus cimientos ha sido arrancada, desde la base de su emplazamiento!
12 ¿Cómo podrá esperar el bien la que habita en Marot? Porque ha llegado el mal de parte de Yahveh a la puerta de Jerusalén.
13 ¡Unce al carro los corceles, habitante de Lakís! (Tal fue el comienzo del pecado para la hija de Sión, porque en ti se encontraban los delitos de Israel.)
14 Por eso tendrás que devolver la dote a Moréset Gat. Bet Akzib será una mentira para los reyes de Israel.
15 ¡Aún te traeré al conquistador, habitante de Maresá! Hasta Adullam se irá la gloria de Israel!
16 ¡Arranca tus cabellos, mésate, por los hijos de tus delicias, ensancha tu calva como la del buitre, porque lejos de ti van deportados!
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Miqueas 2
1 ¡Ay de aquellos que meditan iniquidad, que traman maldad en sus lechos y al despuntar la mañana lo ejecutan, porque está en poder de sus manos!
2 Codician campos y los roban, casas, y las usurpan; hacen violencia al hombre y a su casa, al individuo y a su heredad.
3 Por eso, así dice Yahveh: He aquí que yo medito, contra esta ralea, una hora de infortunio de la que no podréis sustraer vuestro cuello. ¡No andaréis con altivez, porque será un tiempo de desgracia!
4 Aquel día se proferirá sobre vosotros una sátira, se plañirá una lamentación y se dirá: «¡Estamos despojados del todo; la porción de mi pueblo se ha medido a cordel, y no hay quien restituya; a nuestros saqueadores les tocan nuestros campos!»
5 Por eso no habrá para vosotros nadie que tire el cordel sobre un lote en la asamblea de Yahveh.
6 «¡No babeéis – babean ellos – que no babeen de esa manera! ¡El oprobio no nos alcanzará!
7 ¿Es acaso maldita la casa de Jacob? ¿Se ha cortado el soplo de Yahveh? ¿Es ése su proceder? ¿Es que no favorecen sus palabras a su pueblo Israel?»
8 Sois vosotros los que contra mi pueblo como enemigos os alzáis. Al irreprochable le arrancáis el manto; al que pasa confiado le infligís los desastres de la guerra.
9 A las mujeres de mi pueblo expulsáis de las casas de sus delicias; de sobre sus niños arrancáis mi honor para siempre:
10 «¡Levantaos, marchad, que esta no es hora de reposo! Por una bagatela exigís una prenda agobiante.
11 Si un hombre anda al viento, inventando mentiras: «Yo babeo para ti vino y licor», ése será el baboso de este pueblo.
12 Voy a reunir a Jacob todo entero, voy a recoger al Resto de Israel; los agruparé como ovejas en el aprisco, como rebaño en medio del pastizal, harán estrépito lejos de los hombres.
13 El que abre brecha subirá delante de ellos; abrirán brecha, pasarán la puerta, y por ella saldrán; su rey pasará delante de ellos, y Yahveh a su cabeza.
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Miqueas 3
1 Yo dije: Escuchad, pues, jefes de Jacob, y dirigentes de la casa de Israel: ¿No es cosa vuestra conocer el derecho,
2 vosotros que odiáis el bien y amáis el mal, (que les arrancáis la piel de encima, y la carne de sobre sus huesos?)
3 Los que han comido la carne de mi pueblo y han desollado su piel y quebrado sus huesos, los que le han despedazado como carne en la caldera, como vianda dentro de una olla,
4 clamarán entonces a Yahveh, pero él no les responderá: esconderá de ellos su rostro en aquel tiempo, por los crímenes que cometieron.
5 Así dice Yahveh contra los profetas que extravían a mi pueblo, los que, mientras mascan con sus dientes, gritan: «¡Paz!», mas a quien no pone nada en su boca le declaran guerra santa.
6 Por eso tendréis noche sin visión, oscuridad sin adivinación; ¡se pone el sol sobre los profetas, sobre ellos el día se oscurece!
7 Tendrán vergüenza los videntes, y confusión los adivinos; y se taparán todos el bigote, por no haber ya respuesta de Dios.
8 Yo, en cambio, estoy lleno de fuerza, por el espíritu de Yahveh, y de juicio y bravura, para denunciar a Jacob su delito, y a Israel su pecado.
9 Escuchad esto, jefes de la casa de Jacob, y dirigentes de la casa de Israel, que abomináis el juicio y torcéis toda rectitud,
10 que edificáis a Sión con sangre, y a Jerusalén con maldad.
11 Sus jefes juzgan por soborno, sus sacerdotes enseñan por salario, sus profetas vaticinan por dinero, y se apoyan en Yahveh diciendo: «¿No está Yahveh en medio de nosotros? ¡No vendrá sobre nosotros ningún mal!»
12 Por eso, por culpa vuestra, Sión será un campo que se ara, Jerusalén se hará un montón de ruinas, y el monte de la Casa un otero salvaje.
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Miqueas 4
1 Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes, y se alzará por encima de las colinas. Y afluirán a él los pueblos,
2 acudirán naciones numerosas y dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros sigamos sus senderos». Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh.
3 El juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a naciones poderosas; forjarán ellas sus espadas en azadones, y sus lanzas en podaderas. No blandirá más la espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.
4 Se sentará cada cual bajo su parra, y bajo su higuera, sin que nadie le inquiete, ¡la boca de Yahveh Sebaot ha hablado!
5 Pues todos los pueblos caminan cada uno en el nombre de sus dioses, pero nosotros caminamos en el nombre de Yahveh nuestro Dios, para siempre jamás.
6 Aquel día – oráculo de Yahveh – yo recogeré a la oveja coja, reuniré a la perseguida, y a la que yo había maltratado.
7 De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará Yahveh sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por siempre.
8 Y tú, Torre del Rebaño, Ofel de la hija de Sión, va a venir, va a entrar en ti el dominio de antaño, la realeza de la hija de Jerusalén.
9 Y ahora, ¿por qué clamas? ¿es que no hay rey en ti? ¿Ha perecido tu consejero, que un espasmo te atenaza cual de mujer en parto?
10 ¿Retuércete y grita, hija de Sión, como mujer en parto, porque ahora vas a salir de la ciudad, y en el campo morarás. Llegarás hasta Babel, y allí serás liberada, y allí te rescatará Yahveh de la mano de tus enemigos.
11 Ahora se juntan contra ti numerosas naciones; y dicen: «¡Sea profanada, que en Sión se regodeen nuestros ojos!»
12 Pero ellos no conocen los proyectos de Yahveh, ni comprenden su designio: que los ha reunido como gavillas en la era.
13 ¡Levántate y trilla, hija de Sión! Que yo haré tu cuerno de hierro, y haré de bronce tus pezuñas: triturarás a pueblos numerosos, y consagrarás su botín en anatema a Yahveh, y su riqueza al Señor de toda la tierra.
14 ¡Y ahora, fortifícate, Fortaleza! ¡Se ha puesto asedio contra nosotros, con vara hieren en al mejilla al juez de Israel!
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Miqueas 5
1 Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño.
2 Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel.
3 El se alzará y pastoreará con el poder de Yahveh, con la majestad del nombre de Yahveh su Dios. Se asentarán bien, porque entonces se hará él grande hasta los confines de la tierra.
4 El será la Paz. Si Asur invade nuestra tierra, y huella nuestro suelo, suscitaremos contra él siete pastores, y ocho príncipes de hombres.
5 Ellos pastorearán el país de Asur con espada, y el país de Nemrod con acero. El nos librará de Asur, si invade nuestra tierra, y huella nuestro término.
6 Y será el Resto de Jacob, en medio de pueblos numerosos, como rocío que viene de Yahveh, como lluvia sobre la hierba, él, que no espera en el hombre ni aguarda nada de los hijos de hombre.
7 Será entonces el Resto de Jacob entre las naciones, en medio de pueblos numerosos, como león entre las bestias de la selva, como leoncillo entre los rebaños de ganado menor, que si pasa, pisotea, y si desgarra, no hay quien libre.
8 ¡Que tu mano se alce contra los adversarios y todos tus enemigos sean extirpados!
9 Y sucederá aquel día – oráculo de Yahveh – que yo extirparé de en medio de ti tus caballos, y haré desaparecer tus carros;
10 extirparé las ciudades de tu tierra, y demoleré todas tus fortalezas;
11 extirparé de tu mano las hechicerías, y no habrá para ti más adivinos;
12 extirparé tus estatuas y tus estelas de en medio de ti, y ya no podrás postrarte más ante la obra de tus manos,
13 arrancaré de en medio de ti tus cipos y aniquilaré tus ídolos.
14 ¡Venganza tomaré con cólera y furor de las naciones que no escucharon!
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Miqueas 6
1 Escuchad ahora lo que dice Yahveh: «¡Levántate, pleitea con los montes y oigan las colinas tu voz!»
2 ¡Escuchad, montes, el pleito de Yahveh, prestad oído, cimientos de la tierra, pues Yahveh tiene pleito con su pueblo, se querella contra Israel:
3 «Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he molestado? Respóndeme.
4 ¿En que te hice subir del país de Egipto, y de la casa de servidumbre te rescaté, y mandé delante de ti a Moisés, Aarón y María?
5 Pueblo mío, recuerda, por favor, qué maquinó Balaq, rey de Moab, y qué le contestó Balaam, hijo de Beor, … desde Sittim hasta Guilgal, para que conozcas las justicias de Yahveh.»
6 – «¿Con qué me presentaré yo a Yahveh, me inclinaré ante el Dios de lo alto? ¿Me presentaré con holocaustos, con becerros añales?
7 ¿Aceptará Yahveh miles de carneros, miríadas de torrentes de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi delito, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?»
8 – «Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios.»
9 La voz de Yahveh grita a la ciudad: ¡Escuchad, tribu y consejo de la ciudad!
10 He de soportar yo una medida falsa y una arroba menguada, abominable?
11 ¿Tendré por justa la balanza infractora y la bolsa de pesas de fraude?
12 ¡Sus ricos están llenos de violencia, y sus habitantes hablan falsedad: (su lengua es la mentira en su boca)!
13 Por eso yo también he comenzado a herirte, a devastarte por tus pecados.
14 Tú comerás, pero no te saciarás, tu mugre estará dentro de ti. Pondrás a buen recaudo, mas nada salvarás, y lo que hayas salvado lo entregaré yo a la espada.
15 Sembrarás y no segarás, pisarás la aceituna y no te ungirás de aceite, el mosto, y no beberás vino.
16 Tú observas los decretos de Omrí, y todas las prácticas de la casa de Ajab; te conduces según sus consejos, para que yo te convierta en estupor y a tus habitantes en rechifla, y soportéis el oprobio de los pueblos.
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Miqueas 7
1 ¡Ay de mí, que he venido a ser como en las recolecciones de verano, como en las rebuscas de la vendimia! ¡Ni un racimo que comer, ni una breva que tanto desea mi alma!
2 ¡Ha desaparecido de la tierra el fiel, no queda un justo entre los hombres! Todos acechan en busca de sangre, cada cual atrapa en la red a su hermano.
3 Para el mal sus dos manos adiestran: el príncipe exige, y también el juez, recompensa; el grande habla de la codicia de su alma, y él y ellos lo urden.
4 Su bondad es como cardo, peor que un zarzal su rectitud. ¡El día de tus centinelas, tu visita ha llegado! ¡Ahora será su consternación!
5 ¡No creáis en compañero, no confiéis en amigo; de la que se acuesta en tu seno guarda la puerta de tu boca!
6 Porque el hijo ultraja al padre, la hija se alza contra su madre, la nuera contra su suegra, y enemigos de cada cual son los de su casa.
7 Mas yo miro hacia Yahveh, espero en el Dios de mi salvación: mi Dios me escuchará.
8 No te alegres de mí, enemiga mía, porque si caigo, me levantaré, y si estoy postrada en tinieblas, Yahveh es mi luz.
9 La cólera de Yahveh soportaré, ya que he pecado contra él, hasta que él juzgue mi causa y ejecute mi juicio; él me sacará a la luz, y yo contemplaré su justicia.
10 Lo verá mi enemiga, y se cubrirá de vergüenza, ella que me decía: «¿Dónde está Yahveh tu Dios?» ¡Mis ojos se regodearán en ella cuando sea cosa pisoteada como el fango de las calles!
11 ¡El día de reedificar tus muros! ¡Aquel día será dilatada la frontera,
12 el día que se venga hacia ti desde Asiria hasta Egipto, desde Tiro hasta el Río, de mar a mar, de monte a monte!
13 Y la tierra quedará en desolación, a causa de sus habitantes, como fruto de sus obras.
14 Apacienta tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que mora solitario en la selva, en medio de un campo feraz Que pazcan en Basán y Galaad como en los días de antaño.
15 Como en los días de tu salida del país de Egipto, hazme ver prodigios.
16 Verán las naciones y se avergonzarán de toda su prepotencia; pondrán en la boca la mano y sus oídos quedarán sordos.
17 Lamerán el polvo como la serpiente, como los reptiles de la tierra. ¡Se estremecerán desde sus encierros, hacia Yahveh nuestro Dios vendrán temblando, y tendrán miedo de ti!
18 ¿Qué Dios hay como tú, que quite la culpa y pase por alto el delito del Resto de tu heredad? No mantendrá su cólera por siempre pues se complace en el amor;
19 volverá a compadecerse de nosotros, pisoteará nuestras culpas. ¡Tú arrojarás al fondo del mar todos nuestros pecados!
20 Otorga fidelidad a Jacob amor a Abraham, como juraste a nuestros padres, desde los días de antaño.
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Lectio mié, 2 de feb, 2022

La presentación del Niño en el templo Lucas 2, 22-40

Oración inicial

Oh Dios, nuestro Creador y Padre! Tú has querido que tu Hijo, engendrado antes de la aurora del mundo, fuese miembro de una familia humana; revive en nosotros la veneración por el don y el misterio de la vida, para que los padres se sientan partícipes de la fecundidad de tu amor, los ancianos donen a los jóvenes su madura sabiduría y los hijos crezcan en sabiduría, piedad y gracia, para gloria de tu Santo Nombre. Amén.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 2, 22-40

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones. Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

 

Un momento de silencio orante

– para que la Palabra de Dios pueda morar en nosotros y la dejemos iluminar nuestra vida;
– para que antes de nuestros comentarios, sea la misma luz de la Palabra la que se imponga y brille con su misterio de presencia viviente del Señor.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

¿Por qué Jesús, hijo del Altísimo, y su madre María, concebida sin pecado, deben someterse a las prescripciones de Moisés? ¿Quizás porque María no tenía todavía conciencia de su inocencia y santidad?

Además de las palabras de Simeón, en su forma de obrar, como también en el de la profetisa Ana ¿hay un significado especial? Su obrar y su alegría, ¿no recuerdan quizás el estilo de los antiguos profetas?

¿Cómo explicar esta «espada que traspasa»: se trata de una herida de las conciencias ante los retos y los requerimientos de Jesús? ¿O, más bien, se trata sólo de un íntimo sufrimiento de la Madre?

¿Puede significar algo esta escena para los padres de hoy, para la formación religiosa de sus hijos, para el proyecto que Dios tiene sobre cada uno de sus hijos, para los miedos y angustias que los padres llevan en el corazón pensando qué sucederá cuando sean grandes sus hijos?

Una clave de lectura

para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

Según la ley de Moisés / del Señor: es una especie de estribillo, muchas veces repetido. Lucas mezcla dos prescripciones, sin mucha distinción. La purificación de la madre era prevista por el Levítico (12,2-8) y se cumplía cuarenta días después del parto. Hasta ese momento la mujer no podía acercarse a los lugares sagrados, y la ceremonia era acompañada de una ofrenda de animales pequeños, un cordero primal y un pichón o una tórtola. Sin embargo la consagración del primogénito estaba prescrita en el Éxodo 13, 11-16: y era considerada una especie de «rescate» – también con la ofrenda de pequeños animales – en recuerdo de la acción salvífica de Dios cuando libró a los israelitas de la esclavitud de Egipto. En toda la escena los padres aparecen como en el acto de presentar / ofrecer el hijo como se hacía con las víctimas y los levitas; mientras en la figura de Simeón y Ana aparece más bien Dios que ofrece /presenta al hijo para la salvación del pueblo.

Las figuras de Simeón y Ana: son figuras cargadas de valor simbólico. Ellos tienen la tarea del reconocimiento, que proviene tanto de la iluminación y del movimiento del Espíritu, como también de una vida llevada en la espera más intensa y confiada. En particular a Simeón se le define como el «prosdekòmenos», a saber, uno que está todo concentrado en la espera, uno que va al encuentro para acoger. Por eso, él también aparece obediente a la ley, la del Espíritu, que lo empuja hacia el Niño, dentro del templo. También el cántico proclama manifiestamente esta su pro-existencia: ha vivido para llegar a este momento: ahora se marcha, para que otros vean también la luz y la salvación para Israel y para las gentes. A su vez Ana, con su avanzada edad (valor simbólico : 84 = 7×12: el doce es el número de las tribus; o también 84–7= 77, perfección redoblada), pero sobretodo con su modo de vivir (ayuno y oración) y con la proclamación de quien «esperaba», completa el cuadro. Ella es guiada por el espíritu de profecía, dócil y purificada en el corazón. Además, pertenece a la tribu más pequeña, la de Aser: signo de que los pequeños y los débiles están más dispuestos a reconocer a Jesús el Salvador. Estos dos ancianos – que son como una pareja original – son símbolos del mejor judaísmo, de la Jerusalén fiel y dócil, que espera y se alegra, y que deja desde ahora en adelante brillar la nueva luz.

Una espada que traspasa: en general se interpreta como anuncio de sufrimiento para María, un drama visualizado de la Dolorosa. Pero debemos más bien entender aquí a la Madre como el símbolo de Israel: Simeón intuye el drama de su pueblo, que será profundamente herido de la palabra viva y cortante del redentor (cfr. Lc 12, 51-53). María representa el recorrido. Debe confiar pero atravesará dolores y obscuridad, luchas y silencios angustiosos. La historia del Mesías sufriente será dilacerante para todos, también para la Madre: no se sigue a la nueva luz destinada al mundo entero, sin pagar el precio, sin ser provocados a tomar decisiones de riesgo, sin renacer siempre de nuevo de lo alto y en novedad. Pero estas imágenes de «la espada que traspasa,» del niño «que hará caer» y sacará a los corazones del sopor, no van separadas del gesto tan cargado de sentido de los dos ancianos: el uno, Simeón, toma entre los brazos el niño, para indicar que la fe es encuentro y abrazo, no idea o teorema: la otra, se hace anunciadora y enciende en «los que esperan» una fulgurante luz.

La vida cotidiana, epifanía de Dios: finalmente, es interesante notar que todo el episodio da relieve a las situaciones más simples y familiares: la pareja de esposos con el niño en brazos; el anciano que goza y abraza; la anciana que reza y anuncia, los oyentes que aparecen indirectamente comprometidos. También la conclusión del pasaje escriturístico hace entrever el pueblo de Nazaret, el crecimiento del niño en un contexto normal, la impresión de un niño dotado de forma extraordinaria de sabiduría y bondad. El tema de la sabiduría entrelazada con la vida normal de crecimiento y en el contexto del pueblo, deja la historia como suspendida: ella se reabrirá precisamente con el tema de la sabiduría del muchacho entre los doctores del templo. Y es precisamente también el episodio que sigue inmediatamente (Lc 2, 41-52).

Salmo 122 (123)

¡Qué alegría cuando me dijeron:
Vamos a la Casa de Yahvé!
¡Finalmente pisan nuestros pies tus umbrales, Jerusalén!
Jerusalén, ciudad edificada toda en perfecta armonía, adonde suben las tribus, las tribus de Yahvé,
según costumbre en Israel,
a dar gracias al nombre de Yahvé. Allí están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David.
Invocad la paz sobre Jerusalén, vivan tranquilos los que te aman, haya calma dentro de tus muros, que tus palacios estén en paz.
Por amor de mis hermanos y amigos quiero decir: ¡La paz contigo!
Por la Casa de Yahvé, nuestro Dios, pediré todo bien para ti.

Oración final

Te alabamos y Te bendecimos, oh Padre, porque mediante tu Hijo, nacido de mujer por obra del Espíritu Santo, nacido bajo la ley, nos has rescatado de la ley y has llenado nuestra existencia de luz y esperanza nueva. Haz que nuestras familias sean acogedoras y fieles a tus proyectos, ayuden y sostengan en los hijos los sueños y el nuevo entusiasmo, lo cubran de ternura cuando sean frágiles, lo eduquen en el amor a Tí y a todas las criaturas. A Tí nuestro Padre, todo honor y gloria.

Todos los derechos: www.ocarm.org

El Cielo en la fe

 
Indice: Santa Isabel de la Trinidad, El Cielo en la fe

Día primero

  Primera oración
  Segunda oración

Día segundo
  Primera oración
  Segunda oración

Día tercero
  Primera oración

  Segunda oración

Día cuarto
  Primera oración
  Segunda oración

Día quinto
  Primera oración

  Segunda oración

Día sexto
  Primera oración
  Segunda oración

Día séptimo
  Primera oración
  Segunda oración

Día octavo
  Primera oración
  Segunda oración

Día noveno
  Primera oración

  Segunda oración

Día décimo
  Primera oración
  Segunda oración

El Cielo en la fe

Día primero


Primera oración

1. “Padre, quiero que allí donde yo estoy estén conmigo los que me diste, para que ellos contemplen la gloria que me habéis dado, porque me has amado antes de la creación del mundo” (Jn 17, 24). Tal es la última voluntad de Cristo, su plegaria suprema antes de volver al Padre. Quiere que donde está El estemos también nosotros, no sólo durante la eternidad, sino ya en el tiempo, que es la eternidad comenzada, aunque siempre en constante progreso. Importa, pues, saber dónde debemos vivir con El para realizar su sueño divino. «El lugar donde está escondido el Hijo de Dios es el seno del Padre, que es la esencia divina, la cual es ajena a todo ojo mortal y escondida de todo humano entendimiento», lo que hizo decir a Isaías: “Verdaderamente, tú eres Dios escondido” (Is 45, 15). Y, sin embargo, su voluntad es que nosotros seamos fijados en El, que habitemos donde El habita, en la unidad de amor, que seamos, por decirlo así, como su propia sombra.

2. Por el bautismo, dice San Pablo, hemos sido injertados en Jesucristo. Y también: “Dios nos ha hecho sentar en los cielos en Jesucristo para mostrar a los siglos venideros las riquezas de su gracia” (Ef 2, 67). Y más adelante: “Vosotros ya no sois huéspedes o extranjeros, sino conciudadanos de los santos y de la casa de Dios” (Ef 2, 19). La Trinidad, he ahí nuestra morada, nuestra “casa”, la casa paterna, de donde no debemos salir jamás. El Maestro lo ha dicho un día: “El esclavo no permanece en casa para siempre, pero el hijo permanece siempre” (San Juan) (Jn 8,35)
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Segunda oración

3. «Permaneced en mi» (Jn 15, 4). Es el Verbo de Dios quien da esta orden, quien manifiesta esta voluntad. Permaneced en mí no sólo unos instantes, algunas horas pasajeras, sino “permaneced…” de un modo permanente, habitual. Permaneced en mí, orad en mí, adorad en mí, amad en mí, sufrid en mí, trabajad, obrad en mí. Permaneced en mí para presentaros a cualquier persona, a cualquier cosa, penetrad siempre cada vez más en esta profundidad. Es ésta verdaderamente “la soledad adonde Dios quiere atraer al alma para hablarle”, como cantaba el profeta.

4. Mas para escuchar esta palabra llena de misterio no hay que quedarse, por decirlo así, en la superficie; es necesario entrar siempre más en el Ser divino por medio del recogimiento. “Voy siguiendo mi carrera” (Flp 3, 12), decía San Pablo. Así también debemos nosotros descender cada día por este sendero del Abismo que es Dios. Dejémonos deslizar por esta pendiente con una confianza toda llena de amor. “Un abismo llama a otro abismo” (Sal. 41, 8). Es ahí en lo más profundo donde se efectuará este encuentro divino, donde el abismo de nuestra nada, de nuestra miseria, se encontrará cara a cara con el Abismo de la misericordia, de la inmensidad del todo de Dios. Es ahí donde encontraremos la fortaleza para morir a nosotros mismos y, perdiendo nuestro propio rastro, seremos cambiados en amor. “Bienaventurados los que mueren en el Señor” (Ap 14, 13).
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Día segundo

Primera oración

5. “El reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17, 21). Hace un instante Dios nos invitaba a “permanecer en El”, a vivir con el alma en su herencia de gloria (Ef 1, 18), y ahora nos revela que no hemos de salir de nosotros para encontrarle: “El reino de Dios está dentro…” San Juan de la Cruz dice que es «en la sustancia del alma, donde ni el centro del sentido ni el demonio pueden llegar», donde Dios se comunica al alma; entonces «todos los movimientos de la tal alma son divinos; y aunque son suyos, de él, de ella lo son también, porque los hace Dios en ella con ella».

6. El mismo Santo dice también que «el centro del alma es Dios, al cual, habiendo ella llegado según toda la capacidad de su ser y según la fuerza de su operación, habrá llegado al último y más profundo centro del alma, que será cuando con todas sus fuerzas ame y entienda y goce a Dios». Antes de llegar allá, el alma, «aunque esté en Dios, que es su centro…, no en el más profundo, pues puede ir a más».

«El amor une el alma con Dios; y cuantos más grados de amor tuviere, más profundamente entra en Dios y se concentra con El.» Cuando «tiene un grado de amor, ya está en su centro»; mas cuando ese amor haya alcanzado la perfección, habrá logrado el alma llegar «hasta el más profundo centro», transformada de tal suerte hasta el punto «que parezca Dios». A esta alma que vive dentro de sí se pueden aplicar las palabras del Padre Lacordaire a Santa Magdalena: “No preguntes por el Maestro a nadie en la tierra ni en el cielo, porque El es vuestra alma y vuestra alma es El”.
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Segunda oración

7. “Date prisa a bajar, porque es necesario que hoy me hospede en tu casa” (Lc 19, 5). El Maestro repite sin descanso a nuestra alma esta palabra que un día dirigió a Zaqueo. “Date prisa a bajar.” Pero ¿cuál es, entonces, esta bajada que El exige de nosotros sino una entrada más profunda en nuestro abismo interior? Este acto no es «una separación exterior de las cosas exteriores», sino una «soledad del espíritu», un desasimiento de todo
lo que no es Dios.

8. «Mientras nuestra voluntad tenga caprichos ajenos a la unión divina, fantasías de sí y de no, quedamos en estado de infancia, no caminamos a paso de gigante en el amor, pues el fuego no ha consumido aún toda la escoria; el oro no está puro, todavía nos buscamos a nosotros mismos, Dios no ha consumido toda nuestra hostilidad hacia El. Pero cuando la ebullición de la caldera ha consumido “todo amor vicioso, todo dolor vicioso, todo temor vicioso», «entonces el amor es perfecto, y el anillo de oro de nuestra alianza es más ancho que el cielo y la tierra. He aquí la bodega secreta donde el amor coloca a sus elegidos»; este «amor nos arrastra por los caminos y veredas que El solo conoce; y nos arrastra sin retorno, y no volveremos más sobre nuestros pasos»
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Día tercero

Primera oración


9. “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada” (Jn 14, 23). He aquí el Maestro que nos manifiesta nuevamente su deseo de habitar en nosotros. “¡Si alguno me ama!” El amor, eso es lo que atrae, lo que arrastra a Dios hacia su criatura. No un amor sensible, sino el “amor fuerte como la muerte, al que no pueden apagar las aguas abundantes” (Cant 8, 67).

10. “Porque amo a mi Padre, hago siempre lo que le agrada” (Jn 14, 31; 8, 29). Así hablaba el Maestro santo, y toda alma que quiere vivir en intimidad con El debe vivir también observando esta máxima. El beneplácito del Padre debe ser su alimento, su pan cotidiano. Debe dejarse inmolar según la voluntad del Padre, según el ejemplo de su Cristo adorado. Cada acontecimiento y suceso, cada sufrimiento y alegría son un sacramento que le comunica Dios. Por eso, ella no hace ya diferencia entre estas cosas; ella pasa por encima, las supera para descansar, por encima de todo, en su mismo Maestro. Ella le «eleva» muy alto «en la montaña de su corazón»; sí, «por encima de sus dones, de sus consuelos, y las dulzuras que de El proceden». «La propiedad del amor es no buscarse nunca, no reservarse nada, sino dar todo a quien ama». «Bienaventurada el alma que ama» de verdad. «El Señor se ha hecho su prisionero por amor».
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Segunda oración

11. “Estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3, 3). He aquí a San Pablo que viene a darnos su luz, para alumbrar el sendero del abismo. «¡Estáis muertos!» ¿Qué otra cosa quiere decir, sino que el alma que aspira a vivir en contacto con Dios «en la fortaleza inexpugnable del santo recogimiento» debe estar «separada, despojada, alejada de todas las cosas» (cuanto al espíritu)? Esta alma «encuentra en ella misma una sencilla inclinación de amor que va hacia Dios, hagan lo que hagan las criaturas; tal alma es invencible por las cosas que» pasan, «porque pasa por encima de ellas mirando a Dios».

12. “Quotidie morior” (I Cor 15, 31). “Yo muero cada día”, yo disminuyo, me renuncio cada día más, para que Cristo crezca y sea exaltado en mí. Yo «permanezco» en mi pequeñez «en el fondo de mi pobreza»; veo » mi nada, mi miseria, mi impotencia; me veo incapaz de progresar, de perseverar. Veo la multitud de mis negligencias, de mis defectos y me veo en mi indigencia». «Me prosterno en mi miseria, reconociendo mi pobreza y la pongo delante de la misericordia» de mi Maestro. “Quotidie morior.” Pongo la alegría de mi alma (en cuanto a la voluntad, no en cuanto a la sensibilidad) en todo lo que puede inmolarme, destruirme, abajarme, pues quiero hacer lugar a mi Maestro. No soy yo ya quien vive, es El quien vive en mí; no quiero «vivir más de mi propia vida, sino ser transformada en Jesucristo, para que mi vida sea más divina que humana», y el Padre, inclinándose sobre mí, pueda reconocer la imagen del Hijo muy amado en quien El ha puesto todas sus complacencias (Mt 17, 5)
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Día cuarto

Primera oración

13. “Deus ignis consumens”. Nuestro Dios, escribía San Pablo, es un fuego devorador, es decir, «un fuego de amor» que destruye y «transforma en sí mismo todo cuanto toca». «Las delicias de este divino abrazo son renovadas en el fondo de nosotros mediante una actividad jamás interrumpida. Es el abrazo del amor en una complacencia mutua y eterna. Es una renovación que se hace continuamente en el vínculo del amor». Algunas almas «han escogido este asilo para descansar allí eternamente, y éste es el silencio en que ellas en cierto modo se han perdido». «Sacadas de su prisión navegan por el océano de la Divinidad sin que ninguna creatura les sea obstáculo o les moleste».

14. Para estas almas, la muerte mística de que nos hablaba San Pablo ¡qué sencilla y suave es! Piensan mucho menos en el trabajo de destrucción y de despojo que les queda por hacer que en sumergirse en el horno del amor que arde en ellas y que no es otro que el Espíritu Santo, ese mismo Amor que en la Trinidad es el lazo de unión del Padre y de su Verbo. Ellas «entran en El por la fe viva, y allí, simplificadas y pacificadas», son «transportadas por El» por encima de las cosas y de los gustos sensibles «a la tiniebla sagrada» y «transformadas en la imagen» divina. Ellas viven, según la expresión de San Juan, “en comunión” (Jn 1, 3) con las Tres adorables Personas. Su vida es «común», y esto es «la vida contemplativa». Esta contemplación «conduce a la posesión». «Ahora bien, esta posesión sencilla es la vida eterna gustada en el lugar sin fondo. Es allí donde por encima de la razón nos espera la tranquilidad profunda de la inmutabilidad divina»
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Segunda oración

15. “He venido a encender fuego en la tierra y ¿qué otra cosa deseo, sino que arda?” (Lc 12, 49). Es el Maestro mismo quien viene a manifestarnos su deseo de ver arder el fuego del amor. En efecto, «todas nuestras obras, todos nuestros trabajos, no son nada delante de El. Nosotros no podemos darle nada, ni satisfacer su único deseo, que es de realzar la dignidad de nuestra alma». Nada le agrada más que verla «crecer». «Ahora bien, nada puede elevarla tanto como el llegar a ser en cierta manera igual a Dios. He aquí por qué El exige de ella el tributo de su amor, siendo la propiedad del amor igualar en lo posible al amante con el amado. El alma en posesión de este amor» «aparece con Jesús en pie de igualdad, porque su amor recíproco hace todo común entre el uno y la otra». “Yo os he llamado amigos, porque os he manifestado todo lo que he oído decir a mi Padre” (Jn 15, 15)

16. Pero para llegar a este amor el alma debe haberse «entregado toda entera», su «voluntad debe haberse perdido dulcemente en la de Dios», para que sus «inclinaciones», «sus facultades», «no se muevan más que en este amor y por este amor. Hago todo con amor, sufro todo con amor: tal es el sentido de lo que cantaba David: “Guardaré para ti mi fortaleza”. Entonces «el amor la llena de tal manera, la absorbe y la protege» tan bien «que ella encuentra en todo el secreto de crecer en el amor», «incluso en sus relaciones sociales». En medio de las preocupaciones de la vida, puede afirmar con todo derecho: “Sólo en amar es mi ejercicio”
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Día quinto

Primera oración


17. “Mira que estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien oye mi voz y me abre la puerta, yo entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20). ¡Dichosos los oídos del alma suficientemente despierta, suficientemente recogida para escuchar esta palabra del Verbo de Dios! ¡Dichosos también los ojos (Mt 13, 16) del alma que con la luz de la fe viva y profunda puede estar presente a la “llegada” del Maestro a su santuario íntimo! Pero ¿en qué consiste esta llegada? «Es una generación incesante, una ilustración que no merma.» Cristo «viene con sus tesoros, pero es tal el misterio de la rapidez divina, que El llega continuamente, siempre por vez primera, como si no hubiese venido nunca, pues su llegada, independiente del tiempo, consiste en un eterno “ahora” y un eterno deseo renueva eternamente las alegrías de la llegada. Las delicias que El trae son infinitas, porque ellas son El mismo». «La capacidad del alma, dilatada por la llegada del Maestro, parece salir de sí misma para pasar a través de los muros a la inmensidad de Aquel que llega. Y sucede este fenómeno: es Dios, que en el fondo de nosotros recibe a Dios que viene a nosotros, y ¡Dios contempla a Dios! Dios, en quien consiste la bienaventuranza».
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Segunda oración

18. “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56). «El primer signo del amor es que Jesús nos ha dado a comer su carne y a beber su sangre.» «Lo propio del amor es dar siempre y siempre recibir. Ahora bien, el amor» de Cristo es «liberal. Todo lo que tiene, todo lo que es, lo da; todo lo que tenemos, todo lo que somos El lo toma. Nos pide más de lo que nosotros somos capaces de darle con nuestro propio poder. Tiene un hambre inmensa que quiere devorarnos totalmente. El penetra hasta la médula de nuestros huesos, y cuanto más le permitimos con amor, con tanta mayor amplitud le gozamos». «El sabe que somos pobres, pero El no lo tiene en cuenta y nos lo quita todo. El se hace en nosotros su pan, quemando de antemano en su propio amor vicios, faltas y pecados. Después, cuando nos ve purificados, El llega con las fauces abiertas, como un buitre, con ansias de devorarlo todo. Quiere consumir nuestra vida para cambiarla en la suya, la nuestra llena de vicios, la suya llena de gracia y de gloria, toda preparada para nosotros con tal que nos renunciemos. Si nuestros ojos fueran lo suficientemente limpios para ver esos anhelos ávidos de Cristo, que tiene hambre de nuestra salvación, todos nuestros esfuerzos serían incapaces de impedirnos volar a su boca abierta.» Esto «parece un absurdo. «¡Los que aman lo comprenderán!». Cuando nosotros recibimos a Cristo «con entrega íntima, su sangre llena de calor y de gloria circula por nuestras venas, y el fuego prende en el fondo de nosotros», «y la semejanza de sus virtudes se nos transmite, y El vive en nosotros y nosotros en El, y El nos da su alma con la plenitud de la gracia por la que el alma persiste en la caridad y alabanza del Padre». «El amor arrastra hacia sí su objeto; nosotros arrastramos a Jesús hacia nosotros y Jesús nos arrastra hacia El. Entonces, arrebatados por encima de nosotros mismos en el interior de su amor», mirando a Dios, «marchamos delante de El, delante de su Espíritu, que es su amor, y este amor nos quema, nos consume y nos atrae hacia la unidad donde nos espera la bienaventuranza». «A esto se refería Jesucristo cuando decía: “He deseado ardientemente comer esta pascua con vosotros”».
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Día sexto

Primera oración

19. “Para acercarse a Dios es necesario creer” (Heb 11, 6). Es San Pablo quien habla así. Y en otro lugar: “La fe es la sustancia de las cosas que se deben esperar y la demostración de las que no se ven” (Heb 11, 1). Es decir, que «la fe nos hace tan ciertos y presentes los bienes futuros, que, mediante ella, adquieren ser en nuestra alma y subsisten antes que gocemos de ellos». San Juan de la Cruz dice que ella nos sirve de «pies» para ir «a Dios», e incluso que es «la posesión de Dios en la oscuridad». Sólo ella «puede darnos un conocimiento verdadero» sobre Aquel a quien amamos, y nuestra alma debe «escogerla como el medio de llegar a la unión bienaventurada». «Es ella la que derrama a raudales en el fondo de nosotros todos los bienes espirituales. Jesucristo, hablando a la Samaritana, se refería a la fe al prometer a cuantos creyesen en El darles “una fuente de agua viva que saltaría hasta la vida eterna”». «Así pues, la fe nos da a Dios, aun en esta vida, encubierto, es verdad, en el velo en que le oculta; pero, sin embargo, es el mismo Dios». «Cuando llegue lo que es perfecto», es decir, la clara visión, “lo que es imperfecto”, o, en otras palabras, el conocimiento dado por la fe, “recibirá toda su perfección”»
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20. “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y creído en él” (1Jn 4, 16). En esto consiste el grande acto de nuestra fe; es el medio de dar a Dios amor por amor; es “el secreto escondido” en el corazón del Padre de que habla San Pablo, en el que nosotros penetramos al fin, con estremecimiento de toda nuestra alma (Col 1, 26). Cuando ella sabe creer en este “demasiado amor” (Ef 2, 4) para con ella, se puede decir, como se dice de Moisés: “Perseveró firme en su fe como si hubiera visto al invisible” (Heb. 11, 27). Tal alma no se detiene en los consuelos o sentimientos; le importa poco sentir a Dios o no sentirle, si le da alegría o sufrimiento: ella cree en su amor. Cuanto más probada es, más crece su fe, porque ella pasa por encima de todos los obstáculos para ir a reposarse en el seno de Amor infinito, que no puede hacer sino obras de amor. A esta alma, siempre alerta en su fe, la voz del Maestro puede decirla en su secreto íntimo la palabra que un día dirigió a María Magdalena: “Vete en paz, tu fe te ha salvado” (Lc 7, 50).
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Segunda oración

21. “Si tu ojo es simple, todo tu cuerpo será luminoso” (Mt 6, 22). ¿Qué otra cosa es ese ojo simple de que nos habla el Maestro sino esa «simplicidad de intención» que «reduce a la unidad todas las fuerzas dispersas del alma y une a Dios el mismo espíritu? Es la simplicidad la que rinde a Dios honor y alabanza, la que le presenta y ofrece las virtudes. Después, penetrándose y trascendiendo su ser, penetrando y trascendiendo todas las criaturas, encuentra a Dios en su profundidad. Ella es el principio y el fin de las virtudes, su esplendor y su gloria. Llamo intención simple la que no mira sino a Dios, dirigiendo todas las cosas a Dios». «Es ella la que coloca al hombre en presencia de Dios, la que le comunica luz y valor, la que la hace vacío y libre de todo temor hoy y en el día del juicio.» «Ella es la tendencia interior» y «el fundamento de toda la vida espiritual». «Ella pisotea la naturaleza perversa, da la paz, impone silencio a los ruidos vanos que se levantan en nosotros.» Es ella la que «aumentará de hora en hora nuestra semejanza divina. Y después, dejando de lado los intermediarios, nos transportará a la profundidad donde Dios habita y nos dará el reposo del abismo. La herencia que el Señor nos ha preparado en la eternidad nos la dará la sencillez. Toda la vida de los espíritus y toda su virtud consiste, juntamente con la semejanza divina, en la simplicidad, y su reposo supremo en la altura también se realiza en la simplicidad». «Y siguiendo la medida de su amor cada espíritu posee una búsqueda de Dios más o menos profunda en su propia profundidad». El alma simple, «elevándose en virtud de su mirada interior, se concentra en sí misma y contempla en su propio abismo el santuario donde ella es tocada», con un toque de la Trinidad santa. Ella ha penetrado así en su profundidad «hasta su fundamento, que es la puerta de la vida eterna»
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Día séptimo

Primera oración

22. “Dios nos ha elegido en El antes de la creación para que seamos santos e inmaculados ante El en el amor” (Ef 1, 4). «La Trinidad santa nos ha creado a su imagen, conforme al ejemplar eterno que de nosotros poseía en su seno antes de la creación del mundo», en este «comienzo sin comienzo» de que habla Bossuet, después de San Juan: “In principio erat Verbum” (Jn 1,1), en el principio existía el Verbo. Y se puede añadir: en el principio estaba la nada, pues Dios en su eterna soledad nos tenía ya en su pensamiento. «El Padre se contempla a sí mismo» «en el abismo de su fecundidad, y he aquí que por el acto mismo de comprenderse engendra a otra persona, el Hijo, su Verbo eterno. La idea de todas las cosas que aún no habían salido de la nada estaba en El eternamente y Dios las veía y las contemplaba en su idea, pero en El mismo. Esta vida eterna que nuestras ideas ejemplares poseen sin nosotros en Dios es la causa de nuestra creación».

23. «Nuestra esencia creada pide unirse a su principio». El Verbo, «esplendor del Padre, es el ejemplar eterno conforme al cual han sido modeladas las criaturas el día de su creación”. He aquí «por qué Dios quiere que, librados de nosotros mismos, tendamos nuestros brazos hacia nuestro ejemplar y que le poseamos», «subiendo» por encima de todas las cosas «hacia nuestro modelo». «Esta contemplación abre» al alma «horizontes insospechados», «ella posee en cierta manera la corona a que aspira». «Las riquezas inmensas que Dios tiene por naturaleza podemos tenerlas nosotros por la virtud de la caridad, por su inhabitación en nosotros, por nuestra morada en El». «Es también en virtud de este amor inmenso» por lo que nos sentimos atraídos al fondo del «santuario íntimo», donde Dios «imprime en nosotros una especie de reflejo de su majestad». Es, pues, gracias al amor y por el amor, como dice el Apóstol, como podemos ser santos e inmaculados en la presencia de Dios (Ef 1, 4), y cantar con David: “Seré intachable y me defenderé del fondo de iniquidad que hay en mí”.
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Segunda oración

24. “Sed santos, porque yo soy santo”. Es el Señor quien habla así. «Cualquiera que sea nuestro género de vida o el hábito que nos cubre, cada uno de nosotros debe ser el santo de Dios» ¿Quién es, pues, «el más santo?». «Es el que más ama, el que mira más a Dios y cumple más plenamente las exigencias de su mirada». ¿Cómo satisfacer las exigencias de la mirada de Dios sino manteniéndose «sencilla y amorosamente» vuelto hacia El, para que pueda reflejar su propia imagen, como el sol se refleja a través de un puro cristal? “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gen 1, 26). Tal fue el gran deseo del Corazón de nuestro Dios. «Sin el parecido que viene de la gracia, nos espera la condenación eterna. Desde que Dios nos ve capaces de recibir su gracia, su libre bondad está dispuesta a darnos el don que causa su semejanza. Nuestra aptitud para recibir su gracia depende de la integridad interior con la que nos movemos hacia El.» Y Dios, «trayéndonos sus dones», puede, entonces, «darse a Sí mismo, imprimirnos su semejanza, absolvernos y librarnos»

25. Dice un piadoso autor que «la perfección más alta en esta vida consiste en permanecer unidos a Dios de tal modo que el alma con todas sus facultades esté recogida en Dios», «que sus afectos, unidos en el gozo del amor, no encuentren otro reposo que en la posesión del Creador. La imagen de Dios, impresa en el alma, está, en efecto, constituida por el entendimiento, la memoria y la voluntad. Mientras estas facultades no lleven la imagen perfecta de Dios, no se les asemejan como en el día de la creación. La forma del alma es Dios, que debe imprimirse en ella como el sello sobre la cera, como la etiqueta en su objeto. Ahora bien, esto no se realiza plenamente más que si la razón está completamente iluminada por el conocimiento de Dios, la voluntad encadenada al amor del bien soberano y la memoria está plenamente absorta en la contemplación y alegría de la felicidad eterna». «Y como la gloria de los bienaventurados no consiste en otra cosa que, en la posesión perfecta de este estado, es claro que la posesión comenzada de estos bienes constituye la perfección de esta vida». Para «llegar a conseguir este ideal» es necesario «mantenerse recogido dentro de sí mismo», «permanecer en silencio en presencia de Dios», mientras el alma «se abisma, se dilata, se inflama y se funde en El con una plenitud sin límites».
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Día octavo

Primera oración

26. “A los que Dios ha conocido en su presciencia, les ha predestinado también a ser conformes con la imagen de su divino Hijo… Y a los que ha predestinado, los ha llamado; y a los que ha llamado, los ha justificado; y a los que ha justificado, los ha glorificado. Después de esto ¿qué decimos? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?… ¿Quién me separará del amor de Jesucristo?”. Tal aparecía a la mirada iluminada del Apóstol el misterio de la predestinación, el misterio de la elección divina. ¿“A los que El ha conocido.? ¿No hemos sido nosotros de ese número? ¿No puede Dios decir a nuestra alma lo que decía en otro tiempo por la voz de su profeta: «Pasé junto a ti y te miré. Vi que había llegado para ti el tiempo de ser amada. Tendí sobre ti mi manto, hice juramento de protegerte, hice alianza contigo y fuiste mía»? (Ez 16, 8).

27. Sí, nosotras hemos llegado a ser suyas por el bautismo. Es esto lo que quiere decir San Pablo con las palabras: “Los llamó.” Sí, llamadas a recibir el sello de la Santa Trinidad. Al mismo tiempo que hemos sido hechas “partícipes de la naturaleza divina”, según la expresión de San Pedro (II Pe 1, 4), hemos recibido “un principio de su ser” (Heb 3, 14). Después, El nos ha justificado por sus sacramentos, por sus «toques» directos en el recogimiento «en el fondo» de nuestra alma. Justificadas también por la fe (Rom 5, 1) y según la medida de nuestra fe en la redención que Jesucristo nos adquirió. Por fin, El quiere glorificarnos y para eso, dice San Pablo, El “nos ha hecho dignas de tener parte en la herencia de los santos en la luz” (Col 1, 12); pero seremos glorificadas en la medida que seamos conformes con la imagen de su Hijo divino (Rom 8, 29). Contemplemos, pues, esta imagen adorada, permanezcamos sin cesar bajo su irradiación, para que ella se imprima en nosotras; después, vayamos a todas las cosas con la actitud de alma con que iba nuestro Maestro santo. Entonces realizaremos el gran deseo por el que Dios “determinó en sí mismo restaurar todas las cosas en Cristo” (Ef 1, 9‑10).
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Segunda oración

28. “Me parece que todo es pérdida después que sé lo que tiene de trascendente el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por su amor lo he perdido todo, teniendo todas las cosas por estiércol, para ganar a Cristo. Lo que quiero es conocerle a El, la comunión en sus padecimientos y la conformidad con su muerte. Prosigo mi carrera, procurando llegar hasta allí donde me ha destinado al tomarme. Todo mi cuidado es olvidar lo que está detrás, tendiendo constantemente hacia lo que está delante. Corro derecha a la meta, a la vocación a que me ha llamado Cristo Jesús” (Flp 3, 8‑10 y 12‑14). Es decir, no quiero otra cosa más que identificarme con El: “Mihi vivere Christus est”, “Cristo es mi vida…” (Flp 1, 21).

En estas líneas queda manifiesta el alma ardiente de San Pablo. Durante estos Ejercicios., cuyo fin es hacernos más semejantes a nuestro Maestro adorado, más aún, fundirnos de tal manera en El que podamos decir: “No vivo yo, es Él el que vive en mí, y lo que vivo en este cuerpo de muerte lo vivo en la fe del Hijo de Dios, que me ha amado y se ha entregado por mí” (Gal 2, 20). «¡Oh! Estudiemos este divino Modelo: su conocimiento, nos dice el Apóstol, es tan “sublime” (Flp 3, 8).

29. Y, en primer lugar, ¿qué ha dicho al entrar en el mundo? “Los holocaustos no te agradan ya; entonces he tomado un cuerpo. Heme aquí, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Heb. 10, 57). Durante sus treinta y tres años esta voluntad fue de tal modo su pan de cada día que en el momento de entregar su alma en las manos de su Padre podía decirle: “Todo está consumado” (Jn 19, 30). Sí, todos vuestros deseos, todos, han sido cumplidos. Por eso “Yo os he glorificado en la tierra” (Jn 17, 4). En efecto, Jesucristo, hablando a sus apóstoles del alimento que no conocían, les decía “que era hacer la voluntad del que le había enviado” (Jn 4, 34). Por eso podía decir también: “Yo no estoy solo. El que me ha enviado está siempre conmigo, porque hago siempre lo que le agrada” (Jn 8, 29).

30. Comamos con amor este pan de la voluntad de Dios. Si algunas veces sus determinaciones son muy dolorosas, podemos decir sin duda con nuestro Maestro adorado: “Padre, si es posible, pase de mí este cáliz”; pero añadiremos inmediatamente: “No como yo quiero, sino como Vos queréis” (Mt 26, 39). Y con serenidad y fortaleza subiremos también nuestro Calvario con el divino Crucificado, cantando en el fondo de nuestras almas, haciendo subir hacia el Padre un himno de acción de gracias, porque los que van por esta vía dolorosa son aquellos a quienes “El ha conocido y predestinado a ser conformes con la imagen de su divino Hijo” (Rom 8, 29), el Crucificado por amor.
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Día noveno

Primera oración


31. “Dios nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, en unión con El, conforme al decreto de su voluntad, para hacer resplandecer la gloria de su gracia, por la que nos justificó en su Hijo querido, en quien tenemos la redención por su sangre, la remisión de los pecados, según las riquezas de su gracia, que ha sobreabundado en nosotros con toda sabiduría y prudencia” (Ef 1, 58). «El alma que ha llegado realmente a ser hija de Dios es, según el Apóstol, movida por el mismo Espíritu Santo: “Todos los que son movidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios”». Y en otro lugar: “Nosotros no hemos recibido el espíritu de servidumbre para movernos todavía por el temor, sino el espíritu de adopción de hijos, por el que clamamos: ‘¡Abba, Padre!’ En efecto, el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Pero si somos hijos, somos también herederos; digo herederos de Dios y coherederos con Jesucristo, supuesto que suframos con El, para ser glorificados con El” (Rom 8, 15‑17). «Dios nos ha creado a su imagen y semejanza para hacernos llegar hasta este abismo de gloria».

“Ved, dice San Juan, qué amor nos ha mostrado el Padre concediendo ser llamados hijos de Dios, y de serlo de hecho… Ya desde ahora somos hijos de Dios y todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando El se manifieste seremos semejantes a El, porque le veremos según es. Y todo el que tiene esta esperanza en El se santifica, como El mismo es santo” (I Jn 3, 13).

32. He aquí la medida de la santidad de los hijos de Dios: “ser santos como Dios, santos con la santidad de Dios”. Y esto viviendo en contacto con El en el fondo del abismo sin fondo, “dentro”. «El alma parece tener entonces una cierta semejanza con Dios, el cual, aun teniendo sus delicias en todas las cosas, nunca encuentra tantas como en Sí mismo, porque El posee en Sí un bien elevadísimo ante el cual desaparecen todos los demás. Por eso todas las alegrías que sobrevienen al alma son otros tantos avisos que la invitan a saborear con preferencia el bien que posee, con el cual ningún otro se puede comparar». “Padre nuestro que estás en los cielos…” (Mt 6, 9). Es en «este pequeño cielo» que El se ha hecho en el centro de nuestra alma donde nosotros debemos buscarle y, sobre todo, donde debemos morar.

33. Cristo decía un día a la Samaritana que “el Padre buscaba verdaderos adoradores en espíritu y verdad” (Jn 4, 23). Para alegrar su corazón, seamos estas grandes almas adorantes. Adorémosle en “espíritu”, es decir, tengamos el corazón y el pensamiento fijos en El, y el espíritu lleno de su conocimiento mediante la luz de la fe. Adorémosle en “verdad”, es decir, con nuestras obras, pues es sobre todo por nuestras obras como nos mostramos veraces; es hacer siempre lo que agrada al Padre (Jn 8, 29), de quien somos hijos. En fin, “adoremos en espíritu y en verdad”, es decir, por Jesucristo y con Jesucristo, pues sólo El es el verdadero adorador en espíritu y en verdad.

34. Entonces nosotras seremos hijas de Dios; «conoceremos por experiencia la verdad de las palabras de Isaías: “Seréis llevados a los pechos y se os acariciará sobre las rodillas”» (Is 66, 12). En efecto, «todo el cuidado de Dios parece ser llenar al alma de caricias y de señales de afecto, como una madre que cría a su hijo y le alimenta con su leche». ¡Oh! ¡Estemos atentas a la voz misteriosa de nuestro Padre! “Hija mía, dice ella, dame tu corazón” (Prov. 23, 26).
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Segunda oración

35. “Dios, que es rico en misericordia, movido de su mucho amor, cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos dio la vida en Jesucristo” (Ef 2, 45). “Porque todos pecaron y tienen necesidad de la gloria de Dios; son justificados gratuitamente por su gracia, por la redención de Cristo Jesús, a quien Dios ha preestablecido como propiciación por los pecados, mostrando juntamente que El es justo y que justifica a quien tiene fe en El” (Rom 3, 23‑26) (San Pablo).

«El pecado es un mal tan espantoso que no debe cometerse ni para conseguir cualquier bien ni para evitar cualquier mal.» «Ahora bien, nosotros hemos cometido muchos. «¿Cómo podemos no «desfallecer en adoración cuando nos arrojamos al abismo de la misericordia y los ojos de nuestra alma se fijan en este hecho: Dios nos ha perdonado los pecados?». El lo ha dicho: “Borraré todas sus iniquidades y no me acordaré más de sus pecados” (Is 43, 25).

«El Señor en su clemencia ha querido dirigir nuestros pecados contra ellos mismos y en favor nuestro. El ha encontrado el medio de hacérnosles útiles, de convertirles en nuestras manos en instrumentos de salvación. Que esto no disminuya en nada ni nuestro miedo de pecar ni nuestro dolor de haber pecado. Pero nuestros pecados» «se han convertido para nosotros en una fuente de humildad»

36. Cuando el alma «considera en lo íntimo de sí misma, con los ojos abrasados en amor, la inmensidad de Dios, su fidelidad, sus pruebas de amor, sus beneficios, que no pueden añadir nada a su felicidad; cuando después se mira a sí misma y ve sus ofensas contra el inmenso Señor, ella se vuelve hacia su propio fondo con un tal desprecio de sí misma que no sabe qué hacer para acallar su horror». «Lo mejor que puede hacer es quejarse ante Dios, su Amigo, de la insuficiencia de sus fuerzas, que la traicionan, no colocándola tan bajo como ella quería. Ella se resigna a la voluntad de Dios y en la abnegación íntima halla la paz verdadera, invencible y perfecta, que nada turbará, pues ella se ha precipitado en un abismo tan grande que nadie irá a buscarla allá»

37. «Si alguno dijera que haber encontrado este fondo es vivir sumergido en la humildad, yo no le desmentiría. Me parece, sin embargo, que estar sumergido en la humildad es estar sumergido en Dios, porque Dios es el fondo del abismo. Por eso la humildad, como la caridad, puede crecer siempre». «Ya que ese fondo de humildad es el vaso que se necesita, el vaso capaz de la gracia que Dios quiere arrojar en él», seamos «humildes». «Jamás el humilde colocará a Dios demasiado alto, ni a sí mismo demasiado bajo. Y ésta es la maravilla: su impotencia se convertirá en sabiduría, y la imperfección de su acto, siempre deficiente a sus ojos, será el mayor gusto de su vida. Quien posee un fondo de humildad no tiene necesidad de muchas palabras para instruirse. Dios le dice más cosas que las que se le pueden enseñar; los discípulos de Dios se encuentran en esta situación»
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Día décimo

Primera oración

38. “Si scires donum Dei” (Jn 4, 10). Si conocieras el don de Dios, decía una tarde Cristo a la Samaritana. Pero ¿cuál es el don de Dios sino El mismo? Y, nos dice el discípulo amado, El vino a su casa, pero los suyos no le recibieron (Jn 1, 11). San Juan Bautista podría dirigir todavía a muchas almas estas palabras de reproche: “Hay uno, en medio de vosotros, ‘en vosotros’, a quien no conocéis” (Jn 1, 26).

39. “Si conocieras el don de Dios…” Hay una creatura que conoció este don de Dios, una creatura que no perdió ni una partícula, una creatura que fue tan pura, tan luminosa que parece ser la misma luz: Speculum justitiae”. Una creatura cuya vida fue tan sencilla, tan abstraída en Dios, que no se puede decir casi nada de ella.

“Virgo fidelis”: es la Virgen fiel, “la que guardaba todas las cosas en su corazón” (Lc 2, 19 y 51). Ella se mantenía tan pequeña, tan recogida delante de Dios en el secreto del templo, que atraía las complacencias de la Santa Trinidad: “¡Porque ha mirado la bajeza de su sierva, en adelante todas las generaciones me llamarán bienaventurada!” (Lc 1, 48). El Padre, inclinándose hacia esta criatura tan bella, tan ignorante de su belleza, quiso que ella fuese la madre en el tiempo de Aquel de quien El es el Padre en la eternidad. Entonces, el Espíritu de amor, que preside todas las obras de Dios, sobrevino. La Virgen dijo su fiat: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38), y tuvo lugar el más grande de los misterios. Y por la bajada del Verbo a ella, María fue para siempre la presa de Dios.

40. Me parece que la actitud de la Virgen durante los meses transcurridos entre la Anunciación y el Nacimiento es el modelo de las almas interiores; de esos seres que Dios ha escogido para vivir dentro de sí, en el fondo del abismo sin fondo. ¡Con qué paz, con qué recogimiento María se sometía y se prestaba a todas las cosas! ¡Cómo, aun las más vulgares, eran divinizadas por Ella! Porque a través de todo la Virgen no dejaba de ser la adoradora del don de Dios. Esto no la impedía entregarse a las cosas de fuera cuando se trataba de ejercitar la caridad. El Evangelio nos dice que María subió con toda diligencia a las montañas de Judea para ir a casa de su prima Isabel (Lc 1, 39‑40). Jamás la visión inefable que ella contemplaba en sí misma disminuyó su caridad exterior. Porque, como dice un autor piadoso, si la contemplación «tiende hacia la alabanza y a la eternidad de su Señor, ella posee la unidad y nunca la perderá. Si llega un mandato del cielo, ella se vuelve hacia los hombres, se compadece de todas sus necesidades, se inclina hacia todas sus miserias. Es necesario que ella llore y que ella fecunde. Alumbra como el fuego; como él, ella quema, absorbe y devora, elevando hacia el cielo lo que ha devorado. Y una vez que ha acabado su misión en la tierra se remonta y emprende nuevamente, ardiendo en su fuego, el camino de la altura»
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Segunda oración

41. “Hemos sido predestinados por un decreto de Aquel que obra todas las cosas según el consejo de su voluntad, para que seamos la alabanza de su gloria (Ef 1, 11‑12).

Es San Pablo quien habla así, San Pablo enseñado por el mismo Dios. ¿Cómo realizar este gran sueño del corazón de nuestro Dios, este deseo inmutable sobre nuestras almas? ¿Cómo, en una palabra, responder a nuestra vocación y llegar a ser perfectas Alabanzas de gloria de la Santísima Trinidad?

42. «En el cielo» cada alma es una alabanza de gloria del Padre, del Verbo y del Espíritu Santo, porque cada alma está establecida en el puro amor y «no vive más de su propia vida, sino de la vida de Dios». Entonces ella le conoce, dice San Pablo, como ella es conocida de El (I Cor , 13, 12), en otras palabras: «su entendimiento es el entendimiento de Dios; su voluntad, la voluntad de Dios; su amor, el amor de Dios. Es, en realidad, el Espíritu de amor y de fortaleza el que transforma el alma, que, habiendo sido dado para suplir lo que le falta», como dice San Pablo, «obra en ella esta gloriosa transformación». San Juan de la Cruz afirma que «falta poco para que el alma entregada al amor no se eleve en esta vida por virtud del Espíritu Santo hasta el grado de amor de que acabamos de hablar», ya desde aquí abajo. Esto es lo que yo llamo una perfecta alabanza de gloria.

43. Una alabanza de gloria es un alma que mora en Dios, que le ama con un amor puro y desinteresado, sin buscarse en la dulzura de este amor; que le ama por encima de sus dones, incluso cuando no hubiera recibido nada de El; que sólo desea el bien del objeto así amado. Ahora bien, ¿cómo desear y querer efectivamente el bien de Dios, si no es cumpliendo su voluntad, ya que esta voluntad ordena todas las cosas a su mayor gloria? Entonces esta alma debe entregarse plenamente, totalmente, hasta no querer otra cosa que lo que Dios quiera.

Una alabanza de gloria es un alma de silencio que permanece como una lira bajo el toque misterioso del Espíritu Santo para que El arranque de ella armonías divinas; sabe que el sufrimiento es una cuerda que produce los más bellos sonidos; por eso ella desea verla en su instrumento para conmover más deliciosamente el Corazón de Dios.

Una alabanza de gloria es un alma que mira fijamente a Dios en la fe y en la simplicidad. Es un reflector de todo lo que El es. Es como un abismo sin fondo en el cual El puede verterse y expansionarse. Es también como un cristal a través del cual El puede irradiar y contemplar todas sus perfecciones y su propio esplendor. Un alma que de este modo permite al Ser Divino apagar en ella su deseo de comunicar «todo lo que El es y todo lo que tiene», es, en realidad, la alabanza de gloria de todos sus dones.

Una alabanza de gloria es, en fin, un ser que siempre permanece en actitud de acción de gracias. Cada uno de sus actos, de sus movimientos, cada uno de sus pensamientos, de sus aspiraciones, al mismo tiempo que la arraigan más profundamente en el amor, son como un eco del Sanctus eterno.

44. En el cielo los bienaventurados no tienen «reposo día y noche diciendo: Santo, santo, santo, el Señor Todopoderoso… Y prosternándose adoran al que vive en los siglos» (Ap 4, 8‑10).

En el cielo de su alma la alabanza de gloria comienza ya el oficio que tendrá en la eternidad. Su cántico no cesa, porque está bajo la acción del Espíritu Santo, que obra todo en ella; y aunque ella no sea siempre consciente de ello, porque la debilidad de la naturaleza no le permite estar siempre fija en Dios sin distracciones, ella canta siempre, adora siempre; ella se ha convertido, por decirlo así, en la alabanza y el amor, en la pasión por la gloria de su Dios. En el cielo de nuestra alma seamos alabanzas de gloria de la Santísima Trinidad, alabanza de amor de nuestra Madre Inmaculada. Un día se descorrerá el velo, seremos introducidas en los atrios eternos y allí cantaremos en el seno del Amor infinito. Y Dios nos dará el nombre prometido al vencedor (Ap 2, 17). ¿Cuál será? …
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Lamentaciones

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Índice: Sagrada Escritura, Lamentaciones
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Lamentaciones 1

1 Alef. ¡Cómo, ay, yace solitaria la Ciudad populosa! Como una viuda se ha quedado la grande entre las naciones. La Princesa entre las provincias sujeta está a tributo.
2 Bet. Llora que llora por la noche, y las lágrimas surcan sus mejillas. Ni uno hay que la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, ¡se le han trocado en enemigos!
3 Guímel. Judá está desterrada, en postración y en extrema servidumbre. Sentada entre las naciones, no encuentra sosiego. La alcanzan todos sus perseguidores entre las angosturas.
4 Dálet. Las calzadas de Sión están de luto, que nadie viene a las solemnidades. Todas sus puertas desoladas, sus sacerdotes gimiendo, afligidas sus vírgenes, ¡y ella misma en amargura!
5 He. Sus adversarios están a la cabeza, sus enemigos bien felices, porque Yahveh la ha afligido por sus muchos delitos. Sus niños han partido al cautiverio delante del adversario.
6 Vau. De la hija de Sión se ha ido todo su esplendor. Sus príncipes son como ciervos que no encuentran pasto, caminando van sin fuerzas delante del hostigador.
7 Zain. Jerusalén recuerda sus días de miseria y vida errante, cuando a manos del adversario sucumbía su pueblo, sin que nadie viniera en su ayuda. Los adversarios la miraban, riéndose de su ruina.
8 Jet. Mucho ha pecado Jerusalén, por eso se ha hecho cosa impura. Todos los que la honraban la desprecian, porque han visto su desnudez; y ella misma gime y se vuelve de espaldas.
9 Tet. Su inmundicia se pega a su ropa; no pensó ella en su fin, ¡y ha caído asombrosamente! No hay quien la consuele. «¡Mira, Yahveh, mi miseria, que el enemigo se agiganta!»
10 Yod. El adversario ha echado mano a todos sus tesoros; ha visto ella a las gentes entrar en su santuario, aquellos de quienes tú ordenaste: «¡No entrarán en tu asamblea!»
11 Kaf. Su pueblo entero gime buscando pan; dan sus tesoros a cambio de alimento, por recobrar la vida. «Mira, Yahveh, y contempla qué envilecida estoy.»
12 Lámed. Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta, con el que Yahveh me ha herido el día de su ardiente cólera.
13 Mem. Ha lanzado fuego de lo alto, lo ha metido en mis huesos. Ante mis pies ha tendido una red, me ha tirado hacia atrás; me ha dejado desolada, todo el día dolorida.
14 Nun. Ligado ha sido el yugo de mis delitos, entrelazados por su mano. Sobre mi cuello su yugo doblega mi vigor. El Señor me ha dejado a merced de ellos, ¡ya no puedo tenerme!
15 Sámek. Ha desechado a todos mis valientes de en medio de mí el Señor. Ha convocado un concejo contra mí para acabar con mis jóvenes. El Señor ha pisado en lagar a la virgen, hija de Judá.
16 Ain. Por esto lloro yo; mi ojo, mi ojo se va en agua, porque está lejos de mí el consolador que reanime mi alma. Mis hijos están desolados, porque ha ganado el enemigo.
17 Pe. Tiende Sión sus manos: ¡no hay quien la consuele! Ha mandado Yahveh contra Jacob sus adversarios por doquier; Jerusalén se ha hecho cosa impura en medio de ellos.
18 Sade. Justo, justo es Yahveh, porque yo he sido indócil a sus órdenes. Escuchad, pues, pueblos todos, y mirad mi dolor. Mis doncellas y mis jóvenes han ido al cautiverio.
19 Qof. He llamado a mis amantes: me han traicionado ellos. Mis sacerdotes y mis ancianos han expirado en la ciudad, mientras se buscaban alimento por recobrar la vida.
20 Res. ¡Mira, Yahveh, que estoy en angustias! ¡Me hierven las entrañas, el corazón se me retuerce dentro, pues he sido muy rebelde! Afuera, la espada priva de hijos, en casa es como la muerte.
21 Sin. ¡Oye cómo gimo: no hay quien me consuele! Todos mis enemigos, enterados de mi mal, se alegran de lo que tú has hecho. ¡Haz que llegue el Día que tienes anunciado, para que sean como yo!
22 Tau. ¡Llegue ante ti toda su maldad, y trátalos como a mí me trataste por todos mis delitos! Pues son muchos mis gemidos, y languidece mi corazón.
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Lamentaciones 2
1 Alef. ¡Cómo, ay, ha anublado, en su cólera, el Señor a la hija de Sión! ¡Del cielo a la tierra ha precipitado el esplendor de Israel, sin acordarse del estrado de sus pies, en el día de su cólera!
2 Bet. El Señor ha destruido sin piedad todas las moradas de Jacob; ha derruido, en su furor, las fortalezas de la hija de Judá; por tierra ha echado, ha profanado al reino y a sus príncipes.
3 Guímel. En el ardor de su cólera ha quebrado todo el vigor de Israel; ha echado atrás su diestra de frente al enemigo; ha prendido en Jacob como fuego llameante que devora a la redonda.
4 Dálet. Ha tensado su arco, igual que un enemigo, ha afirmado su diestra; como un adversario ha matado a todos los que eran encanto de los ojos; en la tienda de la hija de Sión ha vertido su furor como fuego.
5 He. Se ha portado el Señor como enemigo; ha destruido a Israel, ha destruido todos sus palacios, ha derruido sus fortalezas, ha acumulado en la hija de Judá gemidos y gemidos.
6 Vau. Ha forzado, como a un huerto, su cerca, ha derruido su lugar de reunión. Ha hecho olvidar Yahveh en Sión solemnidades y sábados; ha desechado en el ardor de su cólera a rey y sacerdote.
7 Zain. El Señor ha rechazado su altar, su santuario ha desdeñado; ha dejado a merced del enemigo los muros de sus palacios; ¡gritos se dieron en la Casa de Yahveh, como en día solemne!
8 Jet. Yahveh decidió destruir la muralla de la hija de Sión. Tiró el cordel, y no retrajo su mano de arrasar; ha envuelto en luto antemural y muro, que a la vez se desmoronan.
9 Tet. Sus puertas en tierra se han hundido, él ha deshecho y roto sus cerrojos; su rey y sus príncipes están entre las gentes; ¡ya no hay Ley! Y tampoco sus profetas logran visiones de Yahveh.
10 Yod. En tierra están sentados, en silencio, los ancianos de la hija de Sión; se han echado polvo en su cabeza, se han ceñido de sayal. Inclinan su cabeza hasta la tierra las vírgenes de Jerusalén.
11 Kaf. Se agotan de lágrimas mis ojos, las entrañas me hierven, mi hígado por tierra se derrama, por el desastre de la hija de mi pueblo, mientras desfallecen niños y lactantes en las plazas de la ciudad.
12 Lámed. Dicen ellos a sus madres: «¿Dónde hay pan?», mientras caen desfallecidos, como víctimas, en las plazas de la ciudad, mientras exhalan el espíritu en el regazo de sus madres.
13 Mem. ¿A quién te compararé? ¿A quién te asemejaré, hija de Jerusalén? ¿Quién te podrá salvar y consolar, virgen, hija de Sión? Grande como el mar es tu quebranto: ¿quién te podrá curar?
14 Nun. Tus profetas vieron para ti visiones de falsedad e insipidez. No revelaron tu culpa, para cambiar tu suerte. Oráculos tuvieron para ti de falacia e ilusión.
15 Sámek. Sobre ti baten palmas todos los que pasan de camino; silban y menean la cabeza sobre la hija de Jerusalén. «¿Esa es la ciudad que llamaban la Hermosa, la alegría de toda la tierra?»
16 Pe. Abren su boca contra ti todos tus enemigos; silban y rechinan de dientes, dicen: «¡Nos la hemos tragado! ¡Ah, éste es el Día que esperábamos! 11 Ya lo alcanzamos, ya lo vemos!»
17 Ain. Yahveh ha hecho lo que había resuelto, ha cumplido su palabra que había empeñado desde antiguo; ha destruido sin piedad; ha hecho alegrarse sobre ti al enemigo, ha exaltado la frente de tus adversarios.
18 Sade. ¡Clama, pues, al Señor, muralla de la hija de Sión; deja correr a torrentes tus lágrimas, durante día y noche; no te concedas tregua, no cese la niña de tu ojo!
19 Qof. ¡En pie, lanza un grito en la noche, cuando comienza la ronda; como agua tu corazón derrama ante el rostro del Señor, alza tus manos hacia él por la vida de tus pequeñuelos (que de hambre desfallecen por las esquinas de todas las calles)!
20 Res. Mira, Yahveh, y considera: ¿a quién has tratado de esta suerte? ¿Tenían las mujeres que comer sus frutos, a sus niños de pecho? ¿Tenían que ser asesinados en el santuario del Señor sacerdote y profeta?
21 Sin. Por tierra yacen en las calles niños y ancianos; mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a cuchillo; ¡has matado en el día de tu cólera, has inmolado sin piedad!
22 Tau. Como en día solemne congregaste por todo el ámbito terrores; no hubo en el día de la ira de Yahveh fugitivo ni evadido. Los que yo había criado y mantenido mi enemigo los exterminó.
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Lamentaciones 3
1 Alef. Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor.
2 El me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz.
3 Contra mí solo vuelve él y revuelve su mano todo el día.
4 Bet. Mi carne y mi piel ha consumido, ha quebrado mis huesos.
5 Ha levantado contra mí en asedio amargor y tortura.
6 Me ha hecho morar en las tinieblas, como los muertos para siempre.
7 Guímel. Me ha emparedado y no puedo salir; ha hecho pesadas mis cadenas.
8 Aun cuando grito y pido auxilio, él sofoca mi súplica.
9 Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos.
10 Dálet. Oso en acecho ha sido para mí, león en escondite.
11 Intrincando mis caminos, me ha desgarrado, me ha dejado hecho un horror.
12 Ha tensado su arco y me ha fijado como blanco de sus flechas.
13 He. Ha clavado en mis lomos los hijos de su aljaba.
14 De todo mi pueblo me he hecho la irrisión, su copla todo el día.
15 El me ha colmado de amargura, me ha abrevado con ajenjo.
16 Vau. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza.
17 Mi alma está alejada de la paz, he olvidado la dicha.
18 Digo: ¡Ha fenecido mi vigor, y la esperanza que me venía de Yahveh!
19 Zain. Recuerda mi miseria y vida errante: ¡es ajenjo y amargor!
20 Lo recuerda, lo recuerda, y se hunde mi alma en mí.
21 Esto revolveré en mi corazón, por ello esperaré:
22 Jet. Que el amor de Yahveh no se ha acabado, ni se ha agotado su ternura;
23 cada mañana se renuevan: ¡grande es tu lealtad!
24 «¡Mi porción es Yahveh, dice mi alma, por eso en él espero!»
25 Tet. Bueno es Yahveh para el que en él espera, para el alma que le busca.
26 Bueno es esperar en silencio la salvación de Yahveh.
27 Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud.
28 Yod. Que se siente solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone;
29 que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza;
30 que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios.
31 Kaf. Porque no desecha para siempre a los humanos el Señor:
32 si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor;
33 pues no de corazón humilla él ni aflige a los hijos de hombre.
34 Lámed. Cuando se aplasta bajo el pie a todos los cautivos de un país,
35 cuando se tuerce el derecho de un hombre ante la faz del Altísimo,
36 cuando se causa entuerto a un hombre en su proceso, ¿el Señor no lo ve?
37 Mem. ¿Quién habló y ello fue? ¿No es el Señor el que decide?
38 ¿No salen de la boca del Altísimo los males y los bienes?
39 ¿De qué, pues, se queja el hombre? ¡Que sea hombre contra sus pecados!
40 Nun. Examinemos nuestros caminos, escudriñémoslos, y convirtámonos a Yahveh.
41 Alcemos nuestro corazón y nuestras manos al Dios que está en los cielos.
42 Nosotros hemos sido rebeldes y traidores: ¡Tú no has perdonado!
43 Sámek. Te has envuelto en cólera y nos has perseguido, has matado sin piedad;
44 te has arropado en una nube para que no pasara la oración;
45 basura y abyección nos has hecho en medio de los pueblos.
46 Pe. Abren su boca contra nosotros todos nuestros enemigos.
47 Terror y fosa es nuestra suerte, desolación y ruina.
48 Arroyos de lágrimas derraman mis ojos por la ruina de la hija de mi pueblo.
49 Ain. Mis ojos fluyen y no cesan; ya no hay alivio
50 hasta que mire y vea Yahveh desde los cielos.
51 Me hacen daño mis ojos por todas las hijas de mi ciudad.
52 Sade. Cazar me cazaron como a un pájaro, mis enemigos sin motivo.
53 Sofocaron mi vida en una fosa y echaron piedras sobre mí.
54 Sumergieron las aguas mi cabeza, dije: «¡Estoy perdido!»
55 Qof. Invoqué tu Nombre, Yahveh, desde la hondura de la fosa.
56 Tú oíste mi grito: «¡No cierres tu oído a mi oración que pide ayuda!»
57 Te acercaste el día en que te invocaba, dijiste: «¡No temas!»
58 Res. Tú has defendido, Señor, la causa de mi alma, mi vida has rescatado.
59 Has visto, Yahveh, el entuerto que me hacían: ¡lleva tú mi juicio!
60 Has visto toda su venganza, todos sus planes contra mí.
61 Sin. Has oído sus insultos, Yahveh, todos sus planes contra mí,
62 los labios de mis agresores y sus tramas, contra mí todo el día.
63 Estén sentados o en pie, mira: yo soy la copla de ellos.
64 Tau. Retribúyeles, Yahveh, según la obra de sus manos.
65 Dales embotamiento de corazón, ¡tu maldición sobre ellos!
66 ¡Persíguelos con saña, extírpalos de debajo de tus cielos!
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Lamentaciones 4
1 Alef. ¡Cómo, ay, se ha deslucido, el oro se ha alterado el oro mejor! Las piedras sagradas están, ay, esparcidas por las esquinas de todas las calles.
2 Bet. Los hijos de Sión, los excelentes, valiosos como el oro fino, ¡son, ay, considerados como vasos de arcilla, obra de manos de alfarero!
3 Guímel. Hasta los chacales desnudan la teta, dan de mamar a sus cachorros; la hija de mi pueblo se ha vuelto tan cruel como los avestruces del desierto.
4 Dálet. La lengua del niño de pecho se pega de sed al paladar; los pequeñuelos piden pan: no hay quien se lo reparta.
5 He. Los que comían manjares deliciosos desfallecen por las calles; los que se criaban entre púrpura abrazan los estercoleros.
6 Vau. La culpa de la hija de mi pueblo supera al pecado de Sodoma, que fue aniquilada en un instante sin que manos en ello se cansaran.
7 Zain. Más limpios que la nieve eran sus nazireos, más blancos que la leche; de cuerpo más rojo que corales, un zafiro su figura.
8 Jet. Más oscuro es su semblante que el hollín, ya no se les reconoce por las calles. Su piel está pegada a sus huesos, seca como madera.
9 Tet. Más dichosos fueron los muertos a cuchillo que los muertos de hambre, que extenuados sucumben, por falta de los frutos de los campos.
10 Yod. Las mismas manos de tiernas mujeres cocieron a sus hijos: triste alimento fueron para ellas, en la ruina de la hija de mi pueblo.
11 Kaf. Yahveh ha apurado su furor, ha derramado el ardor de su cólera; encendió fuego en Sión que ha devorado sus cimientos.
12 Lámed. Nunca creyeron los reyes de la tierra ni cuantos moran en el mundo, que el adversario y el enemigo entrarían por las puertas de Jerusalén.
13 Mem. ¡Fue por los pecados de sus profetas, por las culpas de sus sacerdotes, que en medio de ella derramaron sangre de justos!
14 Nun. Titubeaban por las calles como ciegos, manchados de sangre, sin que nadie pudiera tocar sus vestiduras.
15 Sámek. «¡Apartaos! ¡Un impuro!», les gritaban, «¡Apartaos, apartaos! ¡No tocar!» Si huían errantes, se decía entre las naciones: «¡No seguirán de huéspedes aquí!»
16 Pe. El Rostro de Yahveh los dispersó, no volverá a mirarlos. No hubo respeto para los sacerdotes, ni piedad para los ancianos.
17 Ain. Y aún se consumían nuestros ojos, esperando un socorro: ¡ilusión! Desde nuestros oteros oteábamos a una nación incapaz de salvar.
18 Sade. Se acechaban nuestros pasos, para que no anduviéramos por nuestras plazas. Cerca estaba nuestro fin, cumplidos nuestros días, sí, llegaba nuestro fin.
19 Qof. Nuestros perseguidores eran raudos, más que las águilas del cielo; nos acosaban por los montes, en el desierto nos tendían emboscadas.
20 Res. Nuestro aliento vital, el ungido de Yahveh, quedó preso en sus fosas; aquel de quien decíamos: «¡A su sombra viviremos entre las naciones!»
21 Sin. ¡Regocíjate, exulta, hija de Edom, que habitas en el país de Us! ¡También a ti pasará la copa: te embriagarás y te desnudarás!
22 Tau. ¡Se ha borrado tu culpa, hija de Sión; no volverá él a desterrarte! ¡Pero ha de visitar tu culpa, hija de Edom, pondrá al desnudo tus pecados!
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Lamentaciones 5
1 ¡Acuérdate, Yahveh, de lo que nos ha sobrevenido, mira y ve nuestro oprobio!
2 Nuestra heredad ha pasado a extranjeros, nuestras casas a extraños.
3 Somos huérfanos, sin padre; nuestras madres, como viudas.
4 A precio de plata bebemos nuestra agua, nuestra leña nos llega por dinero.
5 El yugo a nuestro cuello, andamos acosados; estamos agotados, no se nos da respiro.
6 Hacia Egipto tendemos nuestra mano, hacia Asur para quitar el hambre.
7 Nuestros padres pecaron: ya no existen; y nosotros cargamos con sus culpas.
8 Esclavos nos dominan, nadie nos libra de su mano.
9 A riesgo de la vida logramos nuestro pan, afrontando la espada del desierto.
10 Nuestra piel abrasa como un horno, a causa del ardor del hambre.
11 Han violado a las mujeres en Sión, a las vírgenes en las ciudades de Judá.
12 Colgados fueron por sus manos los príncipes; la faz de los ancianos no ha sido respetada.
13 Han arrastrado la muela los muchachos, bajo la leña se han doblado los niños.
14 Los ancianos han dejado de acudir a la puerta, los muchachos han parado sus cantares.
15 Ha cesado la alegría de nuestro corazón, se ha trocado en duelo nuestra danza.
16 Ha caído la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado!
17 Por eso está dolorido nuestro corazón, por eso se nublan nuestros ojos:
18 por el monte Sión, que está asolado; ¡las raposas merodean en él!
19 Mas tú, Yahveh, para siempre te sientas; ¡tu trono de generación en generación!
20 ¿Por qué has de olvidarnos para siempre, por qué toda la vida abandonarnos?
21 ¡Haznos volver a ti, Yahveh, y volveremos. Renueva nuestros días como antaño,
22 si es que no nos has desechado totalmente, irritado contra nosotros sin medida!
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Ezequiel

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Índice: Sagrada Escritura, Ezequiel
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Ezequiel 1

1 El año treinta, el día cinco el cuarto mes, encontrándome yo entre los deportados, a orillas del río Kebar, se abrió el cielo y contemplé visiones divinas.
2 El día cinco del mes – era el año quinto de la deportación del rey Joaquín –
3 la palabra de Yahveh fue dirigida al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzí, en el país de los caldeos, a orillas del río Kebar, y allí fue sobre él la mano de Yahveh.
4 Yo miré: vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego.
5 Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana.
6 Tenían cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno.
7 Sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del buey, y relucían como el fulgor del bronce bruñido.
8 Bajo sus alas había unas manos humanas vueltas hacia las cuatro direcciones, lo mismo que sus caras y sus alas, las de los cuatro.
9 Sus alas estaban unidas una con otra; al andar no se volvían; cada uno marchaba de frente.
10 En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila.
11 Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto; cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que le cubrían el cuerpo;
12 y cada uno marchaba de frente; donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y no se volvían en su marcha.
13 Entre los seres había algo como brasas incandescentes, con aspecto de antorchas, que se movía entre los seres; el fuego despedía un resplandor, y del fuego salían rayos.
14 Y los seres iban y venían con el aspecto del relámpago.
15 Miré entonces a los seres y vi que había una rueda en el suelo, al lado de los seres de cuatro caras.
16 El aspecto de las ruedas y su estructura era como el destello del crisólito. Tenían las cuatro la misma forma y parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra.
17 En su marcha avanzaban en las cuatro direcciones; no se volvían en su marcha.
18 Su circunferencia tenía gran altura, era imponente, y la circunferencia de las cuatro estaba llena de destellos todo alrededor.
19 Cuando los seres avanzaban, avanzaban las ruedas junto a ellos, y cuando los seres se elevaban del suelo, se elevaban las ruedas.
20 Donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas.
21 Cuando avanzaban ellos, avanzaban ellas, cuando ellos se paraban, se paraban ellas, y cuando ellos se elevaban del suelo, las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas.
22 Sobre las cabezas del ser había una forma de bóveda resplandeciente como el cristal, extendida por encima de sus cabezas,
23 y bajo la bóveda sus alas estaban rectas, una paralela a la otra; cada uno tenía dos que le cubrían el cuerpo.
24 Y oí el ruido de sus alas, como un ruido de muchas aguas, como la voz de Sadday; cuando marchaban, era un ruido atronador, como ruido de batalla; cuando se paraban, replegaban sus alas.
25 Y se produjo un ruido.
26 Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había algo como una piedra de zafiro en forma de trono, y sobre esta forma de trono, por encima, en lo más alto, una figura de apariencia humana.
27 Vi luego como el fulgor del electro, algo como un fuego que formaba una envoltura, todo alrededor, desde lo que parecía ser sus caderas para arriba; y desde lo que parecía ser sus caderas para abajo, vi algo como fuego que producía un resplandor en torno,
28 con el aspecto del arco iris que aparece en las nubes los días de lluvia: tal era el aspecto de este resplandor, todo en torno. Era algo como la forma de la gloria de Yahveh. A su vista caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba.
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Ezequiel 2
1 Me dijo: «Hijo de hombre, ponte en pie, que voy a hablarte».
2 El espíritu entró en mí como se me había dicho y me hizo tenerme en pie; y oí al que me hablaba.
3 Me dijo: «Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a la nación de los rebeldes, que se han rebelado contra mí. Ellos y sus padres me han sido contumaces hasta este mismo día.
4 Los hijos tienen la cabeza dura y el corazón empedernido; hacia ellos te envío para decirles: Así dice el señor Yahveh.
5 Y ellos, escuchen o no escuchen, ya que son una casa de rebeldía, sabrán que hay un profeta en medio de ellos.
6 Y tú, hijo de hombre, no les tengas miedo, no tengas miedo de sus palabras si te contradicen y te desprecian y si te ves sentado sobre escorpiones. No tengas miedo de sus palabras, no te asustes de ellos, porque son una casa de rebeldía.
7 Les comunicarás mis palabras, escuchen o no escuchen, porque son una casa de rebeldía.
8 «Y tú, hijo de hombre, escucha lo que voy a decirte, no seas rebelde como esa casa de rebeldía. Abre la boca y come lo que te voy a dar.»
9 Yo miré: vi una mano que estaba tendida hacia mí, y tenía dentro un libro enrollado.
10 Lo desenrolló ante mi vista: estaba escrito por el anverso y por el reverso; había escrito: «Lamentaciones, gemidos y ayes.»
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Ezequiel 3
1 Y me dijo: «Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel.»
2 Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo,
3 y me dijo: «Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy.» Lo comí y fue en mi boca dulce como la miel.
4 Entonces me dijo: «Hijo de hombre, ve a la casa de Israel y háblales con mis palabras.
5 Pues no eres enviado a un pueblo de habla oscura y de lengua difícil, sino a la casa de Israel.
6 No a pueblos numerosos, de habla oscura y de lengua difícil cuyas palabras no entenderías. Si te enviara a ellos, ¿no es verdad que te escucharían?
7 Pero la casa de Israel no quiere escucharte a ti porque no quiere escucharme a mí, ya que toda la casa de Israel tiene la cabeza dura y el corazón empedernido.
8 Mira, yo he hecho tu rostro duro como su rostro, y tu frente tan dura como su frente;
9 yo te hecho tu frente dura como el diamante, que es más duro que la roca. No los temas, no tengas miedo de ellos, porque son una casa de rebeldía.»
10 Luego me dijo: «Hijo de hombre, todas las palabras que yo te dirija, guárdalas en tu corazón y escúchalas atentamente,
11 y luego, anda, ve donde los deportados, donde los hijos de tu pueblo; les hablarás y les dirás: “Así dice el Señor Yahveh”, escuchen o no escuchen.»
12 Entonces, el espíritu me levantó y oí detrás de mí el ruido de una gran trepidación: «Bendita sea la gloria de Yahveh, en el lugar donde está»,
13 el ruido que hacían las alas de los seres al batir una contra otra, y el ruido de las ruedas junto a ellos, ruido de gran trepidación.
14 Y el espíritu me levantó y me arrebató; yo iba amargado con quemazón de espíritu, mientras la mano de Yahveh pesaba fuertemente sobre mí.
15 Llegué donde los deportados de Tel Abib que residían junto al río Kebar – era aquí donde ellos residían -, y permanecí allí siete días, aturdido, en medio de ellos.
16 Al cabo de los siete días, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
17 «Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel. Oirás de mi boca la palabra y les advertirás de mi parte.
18 Cuando yo diga al malvado: “Vas a morir”, si tú no le adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, a fin de que viva, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti.
19 Si por el contrario adviertes al malvado y él no se aparta de su maldad y de su mala conducta, morirá él por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida.
20 Cuando el justo se aparte de su justicia para cometer injusticia, yo pondré un obstáculo ante él y morirá; por no haberle advertido tú, morirá él por su pecado y no se recordará la justicia que había practicado, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti.
21 Si por el contrario adviertes al justo que no peque, y él no peca, vivirá él por haber sido advertido, y tú habrás salvado tu vida.»
22 Allí fue sobre mí la mano de Yahveh; me dijo: «Levántate, sal a la vega, y allí te hablaré.»
23 Me levanté y salí a la vega, y he aquí que la gloria de Yahveh estaba parada allí, semejante a la gloria que yo había visto junto al río Kebar, y caí rostro en tierra.
24 Entonces, el espíritu entró en mí y me hizo tenerme en pie, y me habló. Me dijo: «Ve a encerrarte en tu casa.
25 Hijo de hombre, he aquí que se te van a echar cuerdas con las que serás atado, para que no aparezcas en medio de ellos.
26 Yo haré que tu lengua se te pegue al paladar, quedarás mudo y dejarás de ser su censor, porque son una casa de rebeldía.
27 Mas cuando yo te hable, abriré tu boca y les dirás: Así dice el Señor Yahveh; quien quiera escuchar, que escuche, y quien no quiera, que lo deje; porque son una casa de rebeldía.»
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Ezequiel 4
1 Tú, hijo de hombre, toma un ladrillo y ponlo delante de ti; grabarás en él una ciudad, Jerusalén,
2 y emprenderás contra ella un asedio: construirás contra ella trincheras, levantarás contra ella terraplenes, emplazarás contra ella campamentos, instalarás contra ella arietes, todo alrededor.
3 Toma luego una sartén de hierro y colócala como un muro de hierro entre ti y la ciudad. Fijarás tu rostro sobre ella, y quedará en estado de sitio: tú la sitiarás. Es una señal para la casa de Israel.
4 Acuéstate del lado izquierdo y pon sobre ti la culpa de la casa de Israel. Todo el tiempo que estés acostado así, llevarás su culpa.
5 Yo te he impuesto los años de su culpa en una duración de trescientos noventa días, durante los cuales cargarás con la culpa de la casa de Israel.
6 Cuando hayas terminado estos últimos, te acostarás otra vez del lado derecho, y llevarás la culpa de la casa de Judá durante cuarenta días. Yo te he impuesto un día por año.
7 Después fijarás tu rostro y tu brazo desnudo sobre el asedio de Jerusalén, y profetizarás contra ella.
8 He aquí que yo te he atado con cuerdas, y no te darás vuelta de un lado a otro hasta que no hayas cumplido los días de tu reclusión.
9 Toma, pues, trigo, cebada, habas, lentejas, mijo, espelta: ponlo en una misma vasija y haz con ello tu pan. Durante todo el tiempo que estés acostado de un lado – trescientos noventa días – comerás de ello.
10 El alimento que comas será de un peso de veinte siclos por día, que comerás de tal a tal hora.
11 También beberás el agua con medida, beberás la sexta parte de un sextario, de tal a tal hora.
12 Comerás este alimento en forma de galleta de cebada que será cocida, a la vista de ellos, sobre excrementos humanos.»
13 Y dijo Yahveh: «Así comerán los israelitas su alimento impuro en medio de las naciones donde yo los arrojaré.»
14 Yo dije entonces: «¡Ah, Señor Yahveh!, mi alma no está impura. Desde mi infancia hasta el presente jamás he comido bestia muerta o despedazada, ni carne corrompida entró en mi boca.»
15 El me dijo: «Bien, en lugar de excrementos humanos te permito usar boñiga de buey para que hagas tu pan encima.»
16 Luego me dijo: «Hijo de hombre, he aquí que yo voy a destruir la provisión de pan en Jerusalén: comerán el pan con peso y con angustia; y el agua con medida y con ansiedad la beberán,
17 porque faltarán el pan y el agua: quedarán pasmados todos juntos y se consumirán por sus culpas.»
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Ezequiel 5
1 Tú, hijo de hombre, toma una espada afilada, tómala como navaja de barbero, y pásatela por tu cabeza y tu barba. Luego tomarás una balanza y dividirás en partes lo que hayas cortado.
2 A un tercio le prenderás fuego en medio de la ciudad, al cumplirse los días del asedio. El otro tercio lo tomarás y lo cortarás con la espada todo alrededor de la ciudad. El último tercio lo esparcirás al viento, y yo desenvainaré la espada detrás de ellos.
3 Pero de aquí tomarás una pequeña cantidad que recogerás en el vuelo de tu manto,
4 y de éstos tomarás todavía un poco, lo echarás en medio del fuego y lo quemarás en él. De ahí saldrá el fuego hacia toda la casa de Israel.
5 Así dice el Señor Yahveh: Esta es Jerusalén; yo lo había colocado en medio de las naciones, y rodeado de países.
6 Pero ella se ha rebelado contra mis normas con más perversidad que las naciones, y contra mis decretos más que los países que la rodean. Sí, han rechazado mis normas y no se han conducido según mis decretos.
7 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Porque vuestro tumulto es mayor que el de las naciones que os rodean, porque no os habéis conducido según mis decretos ni habéis observado mis normas, y ni siquiera os habéis ajustado a las normas de las naciones que os rodean,
8 por eso, así dice el Señor Yahveh: También yo me declaro contra ti, ejecutaré mis juicios en medio de ti a los ojos de las naciones,
9 y haré contigo lo que jamás he hecho y lo que no volveré a hacer jamás, a causa de todas tus abominaciones.
10 Por eso, los padres devorarán a sus hijos, en medio de ti, y los hijos devorarán a sus padres. Yo haré justicia de ti y esparciré lo que quede de ti a todos los vientos.
11 Por eso, por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que de la misma manera que tú has contaminado mi santuario con todos tus horrores y todas tus abominaciones, yo también te rechazaré a ti sin una mirada de piedad, tampoco yo perdonaré.
12 Un tercio de los tuyos morirá de peste o perecerá de hambre en medio de ti, otro tercio caerá a espada, en tus alrededores, y al otro tercio lo esparciré yo a todos los vientos, desenvainando la espada detrás de ellos.
13 Mi cólera se desahogará y saciaré en ellos mi furor; me vengaré y sabrán entonces que yo, Yahveh, he hablado en mi celo, cuando desahogue mi furor en ellos.
14 Y haré de ti una ruina, un oprobio entre las naciones que te rodean, a los ojos de todos los transeúntes.
15 Serás oprobio y blanco de insultos, ejemplo y asombro para las naciones que te rodean, cuando yo haga justicia de ti con cólera y furor, con furiosos escarmientos. Yo, Yahveh, he hablado.
16 Cuando lance contra ellos las terribles flechas del hambre, que causan el exterminio, y que yo enviaré para exterminaros, añadiré el hambre contra vosotros, y destruiré vuestras provisiones de pan.
17 Enviaré contra vosotros el hambre y las bestias feroces, que te dejarán sin hijos; la peste y la sangre pasarán por ti, y haré venir contra ti la espada. Yo, Yahveh, he hablado.
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Ezequiel 6
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia los montes de Israel y profetiza contra ellos.
3 Dirás: Montes de Israel, escuchad la palabra del Señor Yahveh. Así dice el Señor Yahveh a los montes, a las colinas, a los barrancos y a los valles: He aquí que yo voy a hacer venir contra vosotros la espada y destruiré vuestros altos.
4 Vuestros altares serán devastados, vuestros braseros de incienso serán rotos, haré caer a vuestros habitantes, acribillados, delante de vuestras basuras,
5 pondré los cadáveres de los israelitas delante de sus basuras, y esparciré sus huesos alrededor de vuestros altares.
6 En todo lugar donde habitéis, las ciudades quedarán en ruinas y los altos serán devastados, de forma que vuestros altares queden en ruinas, como cosa culpable, vuestras basuras sean destrozadas y aventadas, vuestros braseros de incienso hechos pedazos y aniquiladas vuestras obras.
7 Caerán las víctimas en medio de vosotros, y sabréis que yo soy Yahveh.
8 Pero haré que os queden, entre las naciones, algunos supervivientes de la espada, cuando seáis dispersados por los países.
9 Y vuestros supervivientes se acordarán de mí, entre las naciones adonde hayan sido deportados, aquellos a quienes yo haya quebrantado el corazón adúltero que se apartó de mí y los ojos que se prostituyeron detrás de sus basuras. Tendrán horror de sí mismos por las maldades que cometieron con todas sus abominaciones.
10 Y sabrán que yo soy Yahveh: no había hablado en vano de infligirles todos estos males.
11 Así dice el Señor Yahveh. Bate las manos, patalea y di: «¡Ay!», por todas las execrables abominaciones de la casa de Israel, que va a caer por la espada, el hambre y la peste.
12 El que esté lejos morirá de peste, el que esté cerca caerá a espada, el que quede sitiado morirá de hambre, porque yo desahogaré mi furor en ellos.
13 Y sabréis que yo soy Yahveh, cuando sus víctimas queden allí entre sus basuras alrededor de sus altares, en toda colina elevada, en la cima de todos los montes, bajo todo árbol verde, bajo toda encina frondosa, dondequiera que ofrecen calmante aroma a todas sus basuras.
14 Extenderé mi mano contra ellos y haré de esta tierra una soledad desolada, desde el desierto hasta Riblá, en todo lugar donde habiten; y sabrán que yo soy Yahveh.
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Ezequiel 7
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, di: Así dice el Señor Yahveh a la tierra de Israel: ¡El fin! Llega el fin sobre los cuatro extremos de esta tierra.
3 Ahora es el fin para ti; voy a desencadenar mi cólera contra ti, para juzgarte según tu conducta y pedirte cuentas de todas tus abominaciones.
4 No tendré para ti una mirada de piedad, no te perdonaré, sino que te pediré cuentas de tu conducta; aparecerán tus abominaciones en medio de ti, y sabréis que yo soy Yahveh.
5 Así dice el Señor Yahveh: ¡Desgracia única! ¡Ya viene la desgracia!
6 Se acerca el fin, el fin se acerca vigilante sobre ti, es ya inminente.
7 Te llega el turno, habitante del país. Llega el tiempo, está cercano el día, consternación, que no ya ¡hurra!, en los montes.
8 Ahora voy a derramar sin tregua mi furor sobre ti y a desahogar mi cólera en ti; voy a juzgarte según tu conducta y a pedirte cuentas de todas tus abominaciones.
9 No tendré una mirada de piedad, no perdonaré; te pediré cuentas de tu conducta; tus abominaciones aparecerán en medio de ti, y sabréis que yo soy Yahveh, el que hiere.
10 He aquí el día, hele que viene: sale el turno, la vara está florida, florida la insolencia.
11 Se ha erguido la violencia para hacerse vara de maldad…
12 Ha llegado el momento, está cercano el día. No se alegre el comprador, no se entristezca el vendedor, porque la ira es contra toda su multitud.
13 El vendedor no volverá a lo vendido, mientras viva entre los vivos, pues la ira contra toda su multitud no será revocada; y nadie, por su iniquidad, tendrá segura su vida.
14 Se tocará la trompeta, todo estará a punto, pero nadie marchará al combate, porque mi ira es contra toda su multitud.
15 Está la espada afuera, la peste y el hambre dentro. El que se encuentre en el campo morirá a espada, y al que esté en la ciudad, el hambre y la peste lo devorarán.
16 Sus supervivientes escaparán, andarán por los montes, como las palomas de los valles, todos ellos gimiendo, cada uno por sus culpas.
17 Todas las manos desmayarán, todas las rodillas se irán en agua.
18 Se ceñirán ellos de sayal, un escalofrío los invadirá. En todos los rostros la vergüenza, todas las cabezas rasuradas.
19 Arrojarán su plata por las calles y su oro se convertirá en inmundicia; ni su plata, ni su oro les podrán salvar el día del enojo de Yahveh. No se saciarán más, no llenarán más su vientre, porque ello era la ocasión de su culpa.
20 De la hermosura de sus joyas hicieron el objeto de su orgullo: con ellas fabricaron las imágenes de sus monstruos abominables; por eso yo se lo convertiré en inmundicia.
21 Yo lo entregaré al saqueo de los extranjeros, al despojo de los más impíos de la tierra, que lo profanarán.
22 Retiraré mi rostro de ellos, mi tesoro será profanado: los invasores penetrarán en él y lo profanarán.
23 Haz una cadena, porque esta tierra está llena de delitos de sangre, la ciudad repleta de violencia.
24 Yo haré venir a las naciones más crueles, que se apoderarán de sus casas. Pondré fin al orgullo de los poderosos y sus santuarios serán profanados.
25 Llega el terror; ellos buscarán la paz, pero no la habrá.
26 Vendrá desastre tras desastre, noticia tras noticia: se pedirá al profeta una visión, le faltará al sacerdote la ley, el consejo a los ancianos.
27 El rey estará en duelo, el príncipe hundido en la desolación, las manos del pueblo de la tierra temblarán. Yo los trataré según su conducta, los juzgaré según sus juicios, y sabrán que yo soy Yahveh.
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Ezequiel 8
1 El año sexto, el día cinco del sexto mes, estaba yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá sentados ante mí, cuando se posó allí sobre mí la mano del Señor Yahveh.
2 Miré: había allí una forma con aspecto de hombre. Desde lo que parecían ser sus caderas para abajo era de fuego, y desde sus caderas para arriba era algo como un resplandor, como el fulgor del electro.
3 Alargó una especie de mano y me agarró por un mechón de mi cabeza; el espíritu me elevó entre el cielo y la tierra y me llevó a Jerusalén, en visiones divinas, a la entrada del pórtico interior que mira al norte, allí donde se alza el ídolo de los celos, que provoca los celos.
4 Y he aquí que la gloria del Dios de Israel estaba allí; tenía el aspecto de lo que yo había visto en la vega.
5 El me dijo: «Hijo de hombre, levanta tus ojos hacia el norte.» Levanté mis ojos hacia el norte y vi que al norte del pórtico del altar estaba este ídolo de los celos, a la entrada.
6 Me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen éstos, las grandes abominaciones que la casa de Israel comete aquí para alejarme de mi santuario? Todavía has de ver otras grandes abominaciones».
7 Me llevó a la entrada del atrio. Yo miré: había un agujero en la pared.
8 Y me dijo: «Hijo de hombre, perfora la pared.» Perforé la pared y se hizo una abertura.
9 Y me dijo: «Entra y contempla las execrables abominaciones que éstos cometen ahí.»
10 Entré y observé: toda clase de representaciones de reptiles y animales repugnantes, y todas las basuras de la casa de Israel estaban grabados en la pared, todo alrededor.
11 Y setenta hombres, de los ancianos de la casa de Israel – uno de ellos era Yazanías, hijo de Safán -, estaban de pie delante de ellos cada uno con su incensario en la mano. Y el perfume de la nube de incienso subía.
12 Me dijo entonces: «¿Has visto, hijo de hombre, lo que hacen en la oscuridad los ancianos de la casa de Israel, cada uno en su estancia adornada de pinturas? Están diciendo: “Yahveh no nos ve, Yahveh ha abandonado esta tierra.”»
13 Y me dijo: «Todavía les verás cometer otras grandes abominaciones.»
14 Me llevó a la entrada del pórtico de la Casa de Yahveh que mira al norte, y vi que allí estaban sentadas las mujeres, plañiendo a Tammuz.
15 Me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre? Todavía verás abominaciones mayores que éstas.»
16 Me condujo luego al atrio interior de la Casa de Yahveh. Y he aquí que a la entrada del santuario de Yahveh, entre el vestíbulo y el altar, había unos veinticinco hombres que, vuelta la espalda al santuario de Yahveh y la cara a oriente, se postraban en dirección a oriente hacia el sol.
17 Y me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre? ¿Aún no le bastan a la casa de Judá las abominaciones que cometen aquí, para que llenen también la tierra de violencia y vuelvan a irritarme? Mira cómo se llevan el ramo a la nariz.
18 Pues yo también he de obrar con furor; no tendré una mirada de piedad, no perdonaré. Con voz fuerte gritarán a mis oídos, pero yo no les escucharé.
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Ezequiel 9
1 Entonces gritó a mis oídos con voz fuerte: «¡Se acercan los castigos de la ciudad, cada uno con su azote en la mano!»
2 Y en esto vinieron, de la dirección del pórtico superior que mira al norte, seis hombres, cada cual con su azote en la mano. En medio de ellos había un hombre vestido de lino con una cartera de escriba a la cintura. Entraron y se detuvieron ante al altar de bronce.
3 La gloria del Dios de Israel se levantó de sobre los querubines sobre los cuales estaba, hacia el umbral de la Casa. Llamó entonces al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba a la cintura;
4 y Yahveh le dijo: «Pasa por la ciudad, por Jerusalén, y marca una cruz en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella.»
5 Y a los otros oí que les dijo: «Recorred la ciudad detrás de él y herid. No tengáis una mirada de piedad, no perdonéis;
6 a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres matadlos hasta que no quede uno. Pero al que lleve la cruz en la frente, no le toquéis. Empezad a partir de mi santuario.» Empezaron, pues, por los ancianos que estaban delante de la Casa.
7 Luego les dijo: «Manchad la Casa, llenad de víctimas los atrios; salid.» Salieron y fueron hiriendo por la ciudad.
8 Mientras ellos herían, yo quedé solo allí y caí rostro en tierra. Exclamé: «¡Ah, Señor Yahveh!, ¿vas a exterminar a todo el resto de Israel, derramando tu furor contra Jerusalén?»
9 Me dijo: «La culpa de la casa de Israel y de Judá es muy grande, mucho; la tierra está llena de sangre, la ciudad llena de perversidad. Pues dicen: “Yahveh ha abandonado la tierra, Yahveh no ve nada.”
10 Pues bien, tampoco yo tendré una mirada de piedad ni perdonaré. Haré caer su conducta sobre su cabeza».
11 En aquel momento el hombre vestido de lino que llevaba la cartera a la cintura, vino a hacer su relación: «He ejecutado lo que me ordenaste.»
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Ezequiel 10
1 Miré y vi que sobre el firmamento que estaba sobre la cabeza de los querubines aparecía, semejante a la piedra de zafiro, algo como una forma de trono, por encima de ellos.
2 Y dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre las ruedas, debajo de los querubines, toma a manos llenas brasas ardientes de entre los querubines y espárcelas por la ciudad.» Y él entró, ante mis ojos.
3 Los querubines estaban parados a la derecha de la Casa cuando el hombre entró, y la nube llenaba el atrio interior.
4 La gloria de Yahveh se elevó de encima de los querubines hacia el umbral de la Casa y la Casa se llenó de la nube, mientras el atrio estaba lleno del resplandor de la gloria de Yahveh.
5 Y el ruido de las alas de los querubines llegaba hasta el atrio exterior, semejante a la voz del Dios Sadday cuando habla.
6 Cuando dio esta orden al hombre vestido de lino: «Toma fuego de en medio de las ruedas, de entre los querubines», el hombre fue y se detuvo junto a la rueda;
7 el querubín alargó su mano de entre los querubines hacia el fuego que había en medio de los querubines, lo tomó y lo puso en las manos del hombre vestido de lino. Este lo tomó y salió.
8 Entonces apareció en los querubines una especie de mano humana debajo de sus alas.
9 Miré: había cuatro ruedas al lado de los querubines, cada rueda junto a cada querubín, y el aspecto de las ruedas era como el destello del crisólito.
10 Las cuatro parecían tener la misma forma, como si una rueda estuviese dentro de la otra.
11 En su marcha, avanzaban en las cuatro direcciones; no se volvían en su marcha; seguían, en efecto, la dirección del lado adonde miraba la cabeza, y no se volvían en su marcha.
12 Y todo su cuerpo, su espalda, sus manos y sus alas, así como las ruedas, estaban llenos de destellos todo alrededor; sus ruedas, las de los cuatro.
13 Oí que a las ruedas se les daba el nombre de «galgal».
14 Y cada uno tenía cuatro caras: la primera era la cara del querubín, la segunda una cara de hombre, la tercera una cara de león y la cuarta una cara de águila.
15 Los querubines se levantaron: era el ser que yo había visto sobre el río Kebar.
16 Cuando los querubines avanzaban, avanzaban las ruedas a su lado; cuando los querubines desplegaban sus alas para elevarse del suelo, las ruedas no se volvían tampoco de su lado.
17 Cuando ellos se paraban, se paraban ellas, y cuando ellos se elevaban, se elevaban con ellos las ruedas, porque el espíritu del ser estaba en ellas.
18 La gloria de Yahveh salió de sobre el umbral de la Casa y se posó sobre los querubines.
19 Los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo ante mis ojos, al salir, y las ruedas con ellos. Y se detuvieron a la entrada del pórtico oriental de la Casa de Yahveh; la gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos.
20 Era el ser que yo había visto debajo del Dios de Israel en el río Kebar; y supe que eran querubines.
21 Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas, y bajo sus alas formas de manos humanas.
22 En cuanto a la forma de sus caras, tenían la apariencia de las caras que yo había visto junto al río Kebar. Cada uno marchaba de frente a derecho.
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Ezequiel 11
1 El espíritu me elevó y me condujo al pórtico oriental de la Casa de Yahveh, el que mira a oriente. Y he aquí que a la entrada del pórtico había veinticinco hombres, entre los cuales vi a Yazanías, hijo de Azzur, y a Pelatías, hijo de Benaías, jefes del pueblo.
2 El me dijo: «Hijo de hombre, éstos son los hombres que maquinan el mal, que dan malos consejos en esta ciudad.
3 Dicen: “¡No es para pronto el construir casas! Ella es la olla y nosotros somos la carne.”
4 Por eso, profetiza contra ellos, profetiza, hijo de hombre.»
5 El espíritu de Yahveh irrumpió en mí y me dijo: «Di: Así dice Yahveh: Eso es lo que habéis dicho, casa de Israel, conozco bien vuestra insolencia.
6 Habéis multiplicado vuestras víctimas en esta ciudad; habéis llenado de víctimas sus calles.
7 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Las víctimas que habéis tirado en medio de ella son la carne, y ella es la olla; pero yo os haré salir de ella.
8 Teméis la espada, pues yo traeré espada contra vosotros, oráculo del Señor Yahveh.
9 Os sacaré de la ciudad, os entregaré en mano de extranjeros, y haré justicia de vosotros.
10 A espada caeréis; en el término de Israel os juzgaré yo, y sabréis que yo soy Yahveh.
11 Esta ciudad no será olla para vosotros, ni vosotros seréis carne en medio de ella; dentro del término de Israel os juzgaré yo.
12 Y sabréis que yo soy Yahveh cuyos preceptos no habéis seguido y cuyas normas no habéis guardado – por el contrario habéis obrado según las normas de las naciones que os circundan.»
13 En esto, mientras yo estaba profetizando, Pelatías, hijo de Benaías, murió. Yo caí rostro en tierra y grité con voz fuerte: «¡Ah, Señor Yahveh!, ¿vas a aniquilar al resto de Israel?»
14 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
15 «Hijo de hombre; de cada uno de tus hermanos, de tus parientes y de toda la casa de Israel, dicen los habitantes de Jerusalén: Seguid lejos de Yahveh; a nosotros se nos ha dado esta tierra en posesión.
16 Por eso, di: Así dice el Señor Yahveh: Sí, yo los he alejado entre las naciones, y los he dispersado por los países, pero yo he sido un santuario para ellos, por poco tiempo, en los países adonde han ido.
17 Por eso, di: Así dice el Señor Yahveh: Yo os recogeré de en medio de los pueblos, os congregaré de los países en los que habéis sido dispersados, y os daré la tierra de Israel.
18 Vendrán y quitarán de ella todos sus monstruos y abominaciones;
19 yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne,
20 para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios.
21 En cuanto a aquellos cuyo corazón va en pos de sus monstruos y abominaciones, yo haré recaer su conducta sobre su cabeza, oráculo del Señor Yahveh.»
22 Los querubines desplegaron sus alas y las ruedas les siguieron, mientras la gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos.
23 La gloria de Yahveh se elevó de en medio de la ciudad y se detuvo sobre el monte que está al oriente de la ciudad.
24 El espíritu me elevó y me llevó a Caldea, donde los desterrados, en visión, en el espíritu de Dios; y la visión que había contemplado se retiró de mí.
25 Yo conté a los desterrados todo lo que Yahveh me había dado a ver.
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Ezequiel 12
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, tú vives en medio de la casa de rebeldía: tienen ojos para ver y no ven, oídos para oír y no oyen, porque son una casa de rebeldía.
3 Ahora, pues, hijo de hombre, prepárate un equipo de deportado y sal deportado en pleno día, a sus propios ojos. Saldrás del lugar en que te encuentras hacia otro lugar, ante sus ojos. Acaso vean que son una casa de rebeldía.
4 Arreglarás tu equipo como un equipo de deportado, de día, ante sus ojos. Y saldrás por la tarde, ante sus ojos, como salen los deportados.
5 Haz a vista de ellos un agujero en la pared, por donde saldrás.
6 A sus ojos, cargarás con tu equipaje a la espalda y saldrás en la oscuridad; te cubrirás el rostro para no ver la tierra, porque yo he hecho de ti un símbolo para la casa de Israel.
7 Yo hice como se me había ordenado; preparé de día mi equipo, como un equipo de deportado, y por la tarde hice un agujero en la pared con la mano. Y salí en la oscuridad, cargando con el equipaje a mis espaldas, ante sus ojos.
8 Por la mañana la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
9 Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, esta casa de rebeldía: «Qué es lo que haces»?
10 Diles: Así dice el Señor Yahveh. Este oráculo se refiere a Jerusalén y a toda la casa de Israel que está en medio de ella.
11 Di: Yo soy un símbolo para vosotros; como he hecho yo, así se hará con ellos; serán deportados, irán al destierro.
12 El príncipe que está en medio de ellos cargará con su equipo a la espalda, en la oscuridad, y saldrá; horadarán la muralla para hacerle salir por ella; y se tapará la cara para no ver la tierra con sus propios ojos.
13 Mas yo tenderé mi lazo sobre él y quedará preso en mi red; le conduciré a Babilonia, al país de los caldeos; pero no lo verá, y morirá allí.
14 Y a todo su séquito, su guardia y todas sus tropas, yo los esparciré a todos los vientos y desenvainaré la espada detrás de ellos.
15 Y sabrán que yo soy Yahveh cuando los disperse entre las naciones y los esparza por los países.
16 Sin embargo, dejaré que un pequeño número de ellos escapen a la espada, al hambre y a la peste, para que cuenten todas sus abominaciones entre las naciones adonde vayan, a fin de que sepan que yo soy Yahveh.
17 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
18 Hijo de hombre, comerás tu pan con temblor y beberás tu agua con inquietud y angustia;
19 y dirás al pueblo de la tierra: Así dice el Señor Yahveh a los habitantes de Jerusalén que andan por el suelo de Israel: comerán su pan con angustia, beberán su agua con estremecimiento, para que esta tierra y los que en ella se encuentran queden libres de la violencia de todos sus habitantes.
20 Las ciudades populosas serán destruidas y esta tierra se convertirá en desolación; y sabréis que yo soy Yahveh.
21 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
22 Hijo de hombre, ¿qué queréis decir con ese proverbio que circula acerca del suelo de Israel: Los días se prolongan y toda visión se desvanece?
23 Pues bien diles: Así dice el Señor Yahveh: Yo haré que calle ese proverbio; no se le repetirá más en Israel. Diles en cambio: Llegan los días en que toda visión se cumplirá,
24 pues ya no habrá ni visión vana ni presagio mentiroso en medio de la casa de Israel.
25 Yo, Yahveh, hablaré, y lo que yo hablo es una palabra que cumple sin dilación. Sí, en vuestros días, casa de rebeldía, yo pronunciaré una palabra y la ejecutaré, oráculo del Señor Yahveh.
26 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
27 Hijo de hombre, mira, la casa de Israel está diciendo: «La visión que éste contempla es para días lejanos, éste profetiza para una época remota.»
28 Pues bien, diles: Así dice el Señor Yahveh: Ya no habrá más dilación para ninguna de mis palabras. Lo que yo hablo es una palabra que se cumple, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 13
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel; profetiza y di a los que profetizan por su propia cuenta: Escuchad la palabra de Yahveh.
3 Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de los profetas insensatos que siguen su propia inspiración, sin haber visto nada!
4 Como chacales entre las ruinas, tales han sido tus profetas, Israel.
5 No habéis escalado a las brechas, no habéis construido una muralla en torno a la casa de Israel, para que pueda resistir en el combate, en el día de Yahveh.
6 Tienen visiones vanas, presagio mentiroso los que dicen: «Oráculo de Yahveh», sin que Yahveh les haya enviado; ¡y esperan que se confirme su palabra!
7 ¿No es cierto que no tenéis más que visiones vanas, y no anunciáis más que presagios mentirosos, cuando decís: «Oráculo de Yahveh», siendo así que yo no he hablado?
8 Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Por causa de vuestras palabras vanas y vuestras visiones mentirosas, sí, aquí estoy contra vosotros, oráculo del Señor Yahveh.
9 Extenderé mi mano contra los profetas de visiones vanas y presagios mentirosos; no serán admitidos en la asamblea de mi pueblo, no serán inscritos en el libro de la casa de Israel, no entrarán en el suelo de Israel, y sabréis que yo soy el Señor Yahveh.
10 Porque, en efecto, extravían a mi pueblo diciendo: «¡Paz!», cuando no hay paz. Y mientras él construye un muro, ellos le recubren de argamasa.
11 Di a los que lo recubren de argamasa: ¡Que haya una lluvia torrencial, que caiga granizo y un viento de tormenta se desencadene,
12 y ved ahí el muro derrumbado! ¿No se os dirá entonces: «¿Dónde está la argamasa con que lo recubristeis?»
13 Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Voy a desencadenar en mi furor un viento de tormenta, una lluvia torrencial habrá en mi cólera, granizos caerán en mi furia destructora.
14 Derribaré el muro que habéis recubierto de argamasa, lo echaré por tierra, y sus cimientos quedarán al desnudo. Caerá y vosotros pereceréis debajo de él, y sabréis que yo soy Yahveh.
15 Cuando haya desahogado mi furor contra el muro y contra los que lo recubren de argamasa, os diré: Ya no existe el muro ni los que lo revocaban,
16 los profetas de Israel que profetizaban sobre Jerusalén y veían para ella visiones de paz, cuando no había paz, oráculo del Señor Yahveh.
17 Y tú, hijo de hombre, vuélvete hacia las hijas de tu pueblo que profetizan pro su propia cuenta, y profetiza contra ellas.
18 Dirás: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de aquellas que cosen bandas para todos los puños, que hacen velos para cabezas de todas las tallas, con ánimo de atrapar a las almas! Vosotras atrapáis a las almas de mi pueblo, ¿y vais a asegurar la vida de vuestras propias almas?
19 Me deshonráis delante de mi pueblo por unos puñados de cebada y unos pedazos de pan, haciendo morir a las almas que no deben morir y dejando vivir a las almas que no deben vivir, diciendo mentiras al pueblo que escucha la mentira.
20 Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Heme aquí contra vuestras bandas con las cuales atrapáis a las almas como pájaros. Yo las desgarraré en vuestros brazos, y soltaré libres las almas que atrapáis como pájaros.
21 Rasgaré vuestros velos y libraré a mi pueblo de vuestras manos; ya no serán más presa en vuestras manos, y sabréis que yo soy Yahveh.
22 Porque afligís el corazón del justo con mentiras, cuando yo no lo aflijo, y aseguráis las manos del malvado para que no se convierta de su mala conducta a fin de salvar su vida,
23 por eso, no veréis más visiones vanas ni pronunciaréis más presagios. Yo libraré a mi pueblo de vuestras manos, y sabréis que yo soy Yahveh.
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Ezequiel 14
1 Algunos ancianos de Israel vinieron a mi casa y se sentaron ante mí.
2 Entonces la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
3 Hijo de hombre, estos hombres han erigido sus basuras en su corazón, han puesto delante de su rostro la ocasión de sus culpas, ¿y voy a dejarme consultar por ellos?
4 Habla, pues, y diles: Así dice el Señor Yahveh: A todo aquel de la casa de Israel que erija sus basuras en su corazón o que ponga delante de su rostro la ocasión de sus culpas, y luego se presente al profeta, yo mismo, Yahveh, le responderé, a causa de la multitud de sus basuras,
5 a fin de prender a la casa de Israel en su corazón, a aquellos que se han alejado de mí a causa de todas sus basuras.
6 Por eso, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Convertíos, apartaos de vuestras basuras, de todas vuestras abominaciones apartad vuestro rostro,
7 porque a todo hombre de la casa de Israel, o de los forasteros residentes en Israel, que se aleje de mí para erigir sus basuras en su corazón, que ponga delante de su rostro la ocasión de sus culpas, y se presente al profeta para consultarme, yo mismo, Yahveh, le responderé.
8 Volveré mi rostro contra ese hombre, haré de él ejemplo y proverbio, le extirparé de en medio de mi pueblo, y sabréis que yo soy Yahveh.
9 Y si el profeta se deja seducir y pronuncia una palabra, es que yo, Yahveh, he seducido a ese profeta; extenderé mi mano contra él y le exterminaré de en medio de mi pueblo Israel.
10 Cargarán con el peso de sus culpas ambos: la culpa del profeta será como la del que le consulte.
11 Así, la casa de Israel no se desviará más lejos de mí ni seguirá manchándose con todas sus culpas. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, oráculo del Señor Yahveh.
12 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
13 Hijo de hombre, si un país peca contra mí cometiendo infidelidad, y yo extiendo mi mano contra él, destruyo su provisión de pan y envío contra él el hambre para extirpar de allí hombres y bestias,
14 y en ese país se hallan estos tres hombres, Noé, Danel y Job, ellos salvarán su vida por su justicia, oráculo del Señor Yahveh.
15 Si yo suelto las bestias feroces contra ese país para privarle de sus hijos y convertirle en una desolación por donde nadie pase a causa de las bestias,
16 y en ese país se hallan esos tres hombres: por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que ni hijos ni hijas podrán salvar; sólo se salvarán a sí mismos, pero el país quedará convertido en desolación.
17 O bien, si yo hago venir contra ese país la espada, si digo: «Pase la espada por este país», y extirpo de él hombres y bestias,
18 y esos tres hombres se hallan en ese país: por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que no podrán salvar ni hijos ni hijas; ellos solos se salvarán.
19 O si envío la peste sobre ese país y derramo en sangre mi furor contra ellos, extirpando de él hombres y bestias,
20 y en ese país se hallan Noé, Danel y Job: por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que ni hijos ni hijas podrán salvar; sólo se salvarán a sí mismos por su justicia.
21 Pues así dice el Señor Yahveh: Aun cuando yo mande contra Jerusalén mis cuatro terribles azotes: espada, hambre, bestias feroces y peste, para extirpar de ella hombres y bestias,
22 he aquí que quedan en ella algunos supervivientes que han podido salir, hijos e hijas; y he aquí que salen hacia vosotros, para que veáis su conducta y sus obras y os consoléis de la desgracia que yo he acarreado sobre Jerusalén, de todo lo que he acarreado sobre ella.
23 Ellos os consolarán cuando veáis su conducta y sus obras, y sabréis que no sin motivo hice yo todo lo que hice en ella, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 15
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, ¿en qué vale más el leño de la vid que el leño de cualquier rama que haya entre los árboles del bosque?
3 ¿Se toma de él madera para hacer alguna cosa? ¿Se hace con él un gancho para colgar algún objeto?
4 No, se tira al fuego para que lo devore: el fuego devora los dos cabos; el centro está quemado, ¿sirve aún para hacer algo?
5 Si ya, cuando estaba intacto, no se podía hacer nada con él, ¡cuánto menos, cuando lo ha devorado el fuego y lo ha quemado, se podrá hacer con él alguna cosa!
6 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Lo mismo que el leño de la vid, entre los árboles del bosque, al cual he arrojado al fuego para que lo devore, así he entregado a los habitantes de Jerusalén.
7 He vuelto mi rostro contra ellos. Han escapado al fuego, pero el fuego los devorará. Y sabréis que yo soy Yahveh, cuando vuelva mi rostro contra ellos.
8 Convertiré esta tierra en desolación, porque han cometido infidelidad, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 16
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, haz saber a Jerusalén sus abominaciones.
3 Dirás: Así dice el Señor Yahveh a Jerusalén: Por tu origen y tu nacimiento eres del país de Canaán. Tu padre era amorreo y tu madre hitita.
4 Cuando naciste, el día en que viniste al mundo, no se te cortó el cordón, no se te lavó con agua para limpiarte, no se te frotó con sal, ni se te envolvió en pañales.
5 Ningún ojo se apiadó de ti para brindarte alguno de estos menesteres, por compasión a ti. Quedaste expuesta en pleno campo, porque dabas repugnancia, el día en que viniste al mundo.
6 Yo pasé junto a ti y te vi agitándote en tu sangre. Y te dije, cuando estabas en tu sangre: «Vive»,
7 y te hice crecer como la hierba de los campos. Tú creciste, te desarrollaste, y llegaste a la edad núbil. Se formaron tus senos, tu cabellera creció; pero estabas completamente desnuda.
8 Entonces pasé yo junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con juramento, hice alianza contigo -oráculo del señor Yahveh- y tú fuiste mía.
9 Te bañé con agua, lavé la sangre que te cubría, te ungí con óleo.
10 Te puse vestidos recamados, zapatos de cuero fino, una banda de lino fino y un manto de seda.
11 Te adorné con joyas, puse brazaletes en tus muñecas y un collar a tu cuello.
12 Puse un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas, y una espléndida diadema en tu cabeza.
13 Brillabas así de oro y plata, vestida de lino fino, de seda y recamados. Flor de harina, miel y aceite era tu alimento. Te hiciste cada día más hermosa, y llegaste al esplendor de una reina.
14 Tu nombre se difundió entre las naciones, debido a tu belleza, que era perfecta, gracias al esplendor de que yo te había revestido – oráculo del Señor Yahveh.
15 Pero tú te pagaste de tu belleza, te aprovechaste de tu fama para prostituirte, prodigaste tu lascivia a todo transeúnte entregándote a él.
16 Tomaste tus vestidos para hacerte altos de ricos colores y te prostituiste en ellos.
17 Tomaste tus joyas de oro y plata que yo te había dado y te hiciste imágenes de hombres para prostituirte ante ellas.
18 Tomaste tus vestidos recamados y las recubriste con ellos; y pusiste ante ellas mi aceite y mi incienso.
19 El pan que yo te había dado, la flor de harina, el aceite y la miel con que yo te alimentaba, lo presentaste ante ellas como calmante aroma. Y sucedió incluso -oráculo del Señor Yahveh-
20 que tomaste a tus hijos y a tus hijas que me habías dado a luz y se los sacrificaste como alimento. ¿Acaso no era suficiente tu prostitución,
21 que inmolaste también a mis hijos y los entregaste haciéndoles pasar por el fuego en su honor?
22 Y en medio de todas tus abominaciones y tus prostituciones no te acordaste de los días de tu juventud, cuando estabas completamente desnuda, agitándote en tu sangre.
23 Y para colmo de maldad -¡ay, ay de ti!, oráculo del Señor Yahveh-
24 te construiste un prostíbulo, te hiciste una altura en todas las plazas.
25 En la cabecera de todo camino te construiste tu altura y allí contaminaste tu hermosura, entregaste tu cuerpo a todo transeúnte y multiplicaste tus prostituciones.
26 Te prostituiste a los egipcios, tus vecinos, de cuerpos fornidos, y multiplicaste tus prostituciones para irritarme.
27 Entonces yo levanté mi mano contra ti. Disminuí tu ración y te entregué a la animosidad de tus enemigas, las hijas de los filisteos, que se avergonzaban de la infamia de tu conducta.
28 Y no harta todavía, te prostituiste a los asirios; te prostituiste sin hartarte tampoco.
29 Luego, multiplicaste tus prostituciones en el país de los mercaderes, en Caldea, y tampoco esta vez quedaste harta.
30 ¡Oh, qué débil era tu corazón -oráculo del Señor Yahveh– para cometer todas estas acciones, dignas de una prostituta descarada!
31 Cuando te construías un prostíbulo a la cabecera de todo camino, cuando te hacías una altura en todas las plazas, despreciando el salario, no eras como la prostituta.
32 La mujer adúltera, en lugar de su marido, toma ajenos.
33 A toda prostituta se le da un regalo. Tú, en cambio, dabas regalos a todos tus amantes, y los atraías con mercedes para que vinieron a ti de los alrededores y se prestasen a tus prostituciones.
34 Contigo ha pasado en tus prostituciones al revés que con las otras mujeres; nadie andaba solicitando detrás de ti; eras tú la que pagabas, y no se te pagaba: ¡ha sido al revés!
35 Pues bien, prostituta, escucha la palabra de Yahveh.
36 Así dice el Señor Yahveh: Por haber prodigado tu bronce y descubierto tu desnudez en tus prostituciones con tus amantes y con todas tus abominables basuras, por la sangre de tus hijos que les has dado,
37 por esto he aquí que yo voy a reunir a todos los amantes a quienes complaciste, a todos los que amaste y también a los que aborreciste; los voy a congregar de todas partes contra ti, y descubriré tu desnudez delante de ellos, para que vean toda tu desnudez.
38 Voy a aplicarte el castigo de las mujeres adúlteras y de las que derraman sangre: te entregaré al furor y a los celos,
39 te entregaré en sus manos, ellos arrasarán tu prostíbulo y demolerán tus alturas, te despojarán de tus vestidos, te arrancarán tus joyas y te dejarán completamente desnuda.
40 Luego, incitarán a la multitud contra ti, te lapidarán, te acribillarán con sus espadas,
41 prenderán fuego a tus casas y harán justicia de ti, a la vista de una multitud de mujeres; yo pondré fin a tus prostituciones, y no volverás a dar salario de prostituta.
42 Desahogaré mi furor en ti; luego mis celos se retirarán de ti, me apaciguaré y no me airaré más.
43 Porque no te has acordado de los días de tu juventud, y con todas estas cosas me has provocado, he aquí que también yo por mi parte haré recaer tu conducta sobre tu cabeza, oráculo del Señor Yahveh. Pues ¿no has cometido infamia con todas tus abominaciones?
44 Mira, todos los autores de proverbios harán uno a propósito de ti, diciendo: «Cual la madre, tal la hija.»
45 Hija eres, sí, de tu madre, que dejó de amar a sus maridos y a sus hijos, y hermana de tus hermanas, que dejaron de amar a sus maridos y a sus hijos. Vuestra madre era una hitita y vuestro padre un amorreo.
46 Tu hermana mayor es Samaria, que habita a tu izquierda con sus hijas. Tu hermana menor es Sodoma, que habita a tu derecha con sus hijas.
47 No has sido parca en imitar su conducta y en cometer sus abominaciones; te has mostrado más corrompida que ellas en toda tu conducta.
48 Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que tu hermana Sodoma y sus hijas no obraron como habéis obrado vosotras, tú y tus hijas.
49 Este fue el crimen de tu hermana Sodoma: orgullo, voracidad, indolencia de la dulce vida tuvieron ella y sus hijas; no socorrieron al pobre y al indigente,
50 se enorgullecieron y cometieron abominaciones ante mí: por eso las hice desaparecer, como tú viste.
51 En cuanto a Samaria, ni la mitad de tus pecados ha cometido. Tú has cometido muchas más abominaciones que ellas y, al cometer tantas abominaciones, has hecho parecer justas a tus hermanas.
52 Así, pues, carga con tu ignominia por haber decidido el fallo en favor de tus hermanas: a causa de los pecados que has cometido, mucho más abominables que los suyos, ellas resultan ser más justas que tú. Avergüénzate, pues, y carga con tu ignominia por hacer parecer justas a tus hermanas.
53 Yo las restableceré. Restableceré a Sodoma y a sus hijas, restableceré a Samaria y a sus hijas, y después te restableceré a ti en medio de ella,
54 a fin de que soportes tu ignominia y te avergüences de todo lo que has hecho, para consuelo de ellas.
55 Tu hermana Sodoma y sus hijas serán restablecidas en su antiguo estado. Samaria y sus hijas serán restablecidas en su antiguo estado. Tú y tus hijas seréis restablecidas también en vuestro antiguo estado.
56 ¿No hiciste burla de tu hermana Sodoma, el día de tu orgullo,
57 antes que fuese puesta al descubierto tu desnudez? Como ella, eres tú ahora el blanco de las burlas de las hijas de Edom y de todas las de los alrededores, de las hijas de los filisteos, que por todas partes te agobian a desprecios.
58 Tú misma soportas las consecuencias de tu infamia y tus abominaciones, oráculo de Yahveh.
59 Pues así dice el Señor Yahveh: Yo haré contigo como has hecho tú, que menospreciaste el juramento, rompiendo la alianza.
60 Pero yo me acordaré de mi alianza contigo en los días de tu juventud, y estableceré en tu favor una alianza eterna.
61 Y tú te acordarás de tu conducta y te avergonzarás de ella, cuando acojas a tus hermanas, las mayores y las menores, y yo te las dé como hijas, si bien no en virtud de tu alianza.
62 Yo mismo restableceré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy Yahveh,
63 para que te acuerdes y te avergüences y no oses más abrir la boca de vergüenza, cuando yo te haya perdonado todo lo que has hecho, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 17
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, propón un enigma, presenta una parábola a la casa de Israel.
3 Dirás: Así dice el Señor Yahveh: El águila grande, de grandes alas, de enorme envergadura, de espeso plumaje abigarrado, vino al Líbano y cortó la cima del cedro;
4 arrancó la punta más alta de sus ramas, la llevó a un país de mercaderes y la colocó en una ciudad de comerciantes.
5 Luego, tomó de la semilla de la tierra y la puso en un campo de siembra; junto a una corriente de agua abundante la colocó como un sauce.
6 Y brotó y se hizo una vid desbordante, de pequeña talla, que volvió sus ramas hacia el águila, mientras sus raíces estaban bajo ella. Se hizo una vid, echó cepas y alargó sarmientos.
7 Había otra águila grande, de grandes alas, de abundante plumaje, y he aquí que esta vid tendió sus raíces hacia ella, hacia ella alargó sus ramas, para que la regase desde el terreno donde estaba plantada.
8 En campo fértil, junto a una corriente de agua abundante, estaba plantada, para echar ramaje y dar fruto, para hacerse una vid magnífica.
9 Di: Así dice el Señor Yahveh: ¿Le saldrá bien acaso? ¿No arrancará sus raíces el águila, no cortará sus frutos, de suerte que se sequen todos los brotes tiernos que eche, sin que sea menester brazo grande ni pueblo numeroso para arrancarla de raíz?
10 Vedla ahí plantada, ¿prosperará tal vez? Al soplar el viento del este, ¿no se secará totalmente? En el terreno en que brotó, se secará.
11 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
12 Di a esa casa de rebeldía: ¿No sabéis lo que significa esto? Di: Mirad, el rey de Babilonia vino a Jerusalén; tomó al rey y a los príncipes y los llevó con él a Babilonia.
13 Escogió luego a uno de estirpe real, concluyó un pacto con él y le hizo prestar juramento, después de haberse llevado a los grandes del país,
14 a fin de que el reino quedase modesto y sin ambición, para guardar su alianza y mantenerla.
15 Pero este príncipe se ha rebelado contra él enviando mensajeros a Egipto en busca de caballos y tropas en gran número. ¿Le saldrá bien? ¿Se salvará el que ha hecho esto? Ha roto el pacto ¡y va a salvarse!
16 Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que en el lugar del rey que le puso en el trono, cuyo juramento despreció y cuyo pacto rompió, allí en medio de Babilonia morirá.
17 Ni con su gran ejército y sus numerosas tropas le salvará Faraón en la guerra, cuando se levanten terraplenes y se hagan trincheras para exterminar muchas vidas humanas.
18 Ha despreciado el juramento, rompiendo el pacto; aun después de haber dado su mano, ha hecho todo esto: ¡no tendrá remedio!
19 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Por mi vida que el juramento mío que ha despreciado, mi alianza que ha roto, lo haré recaer sobre su cabeza.
20 Extenderé mi lazo sobre él y quedará preso en mi red; le llevaré a Babilonia y allí le pediré cuentas de la infidelidad que ha cometido contra mí.
21 Lo más selecto, entre todas sus tropas, caerá a espada, y los que queden serán dispersados a todos los vientos. Y sabréis que yo, Yahveh, he hablado.
22 Así dice el Señor Yahveh: También yo tomaré de la copa del alto cedro, de la punta de sus ramas escogeré un ramo y lo plantaré yo mismo en una montaña elevada y excelsa:
23 en la alta montaña de Israel lo plantaré. Echará ramaje y producirá fruto, y se hará un cedro magnífico. Debajo de él habitarán toda clase de pájaros, toda clase de aves morarán a la sombra de sus ramas.
24 Y todos los árboles del campo sabrán que yo, Yahveh, humillo al árbol elevado y elevo al árbol humilde, hago secarse al árbol verde y reverdecer al árbol seco. Yo, Yahveh, he hablado y lo haré.
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Ezequiel 18
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 ¿Por qué andáis repitiendo este proverbio en la tierra de Israel: Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera?
3 Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que no repetiréis más este proverbio en Israel.
4 Mirad: todas las vidas son mías, la vida del padre lo mismo que la del hijo, mías son. El que peque es quien morirá.
5 El que es justo y practica el derecho y la justicia,
6 no come en los montes ni alza sus ojos a las basuras de la casa de Israel, no contamina a la mujer de su prójimo, ni se acerca a una mujer durante su impureza,
7 no oprime a nadie, devuelve la prenda de una deuda, no comete rapiñas, da su pan al hambriento y viste al desnudo,
8 no presta con usura ni cobra intereses, aparta su mano de la injusticia, dicta un juicio honrado entre hombre y hombre,
9 se conduce según mis preceptos y observa mis normas, obrando conforme a la verdad, un hombre así es justo: vivirá sin duda, oráculo del Señor Yahveh.
10 Si éste engendra un hijo violento y sanguinario, que hace alguna de estas cosas
11 que él mismo no había hecho, un hijo que come en los montes, contamina a la mujer de su prójimo,
12 oprime al pobre y al indigente, comete rapiñas, no devuelve la prenda, alza sus ojos a las basuras, comete abominación,
13 presta con usura y cobra intereses, éste no vivirá en modo alguno después de haber cometido todas estas abominaciones; morirá sin remedio, y su sangre recaerá sobre él.
14 Y si éste, a su vez, engendra un hijo que ve todos los pecados que ha cometido su padre, que los ve sin imitarlos,
15 que no come en los montes ni alza sus ojos a las basuras de la casa de Israel, no contamina a la mujer de su prójimo,
16 no oprime a nadie, no guarda la prenda, no comete rapiñas, da su pan al hambriento, viste al desnudo,
17 aparta su mano de la injusticia, no presta con usura, ni cobra intereses, practica mis normas y se conduce según mis preceptos, éste no morirá por la culpa de su padre, vivirá sin duda.
18 Su padre, porque fue violento, cometió rapiñas y no obró bien en medio de su pueblo, por eso morirá a causa de su culpa.
19 Y vosotros decís: «¿Por qué no carga el hijo con la culpa de su padre?» Pero el hijo ha practicado el derecho y la justicia, ha observado todos mis preceptos y los ha puesto en práctica: vivirá sin duda.
20 El que peque es quien morirá; el hijo no cargará con la culpa de su padre, ni el padre con la culpa de su hijo: al justo se le imputará su justicia y al malvado su maldad.
21 En cuanto al malvado, si se aparta de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, vivirá sin duda, no morirá.
22 Ninguno de los crímenes que cometió se le recordará más; vivirá a causa de la justicia que ha practicado.
23 ¿Acaso me complazco yo en la muerte del malvado -oráculo del Señor Yahveh- y no más bien en que se convierta de su conducta y viva?
24 Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿vivirá acaso? No, no quedará ya memoria de ninguna de las obras justas que había practicado, sino que, a causa de la infidelidad en que ha incurrido y del pecado que ha cometido, morirá.
25 Y vosotros decís: «No es justo el proceder del Señor.» Escuchad, casa de Israel: ¿Que no es justo mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que no es justo?
26 Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido muere.
27 Y si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la justicia, conservará su vida.
28 Ha abierto los ojos y se ha apartado de todos los crímenes que había cometido; vivirá sin duda, no morirá.
29 Y sin embargo la casa de Israel dice: «No es justo el proceder del Señor.» ¿Que mi proceder no es justo, casa de Israel? ¿No es más bien vuestro proceder el que no es justo?
30 Yo os juzgaré, pues, a cada uno según su proceder, casa de Israel, oráculo del Señor Yahveh. Convertíos y apartaos de todos vuestros crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa.
31 Descargaos de todos los crímenes que habéis cometido contra mí, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel?
32 Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor Yahveh. Convertíos y vivid.
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Ezequiel 19
1 Y tú entona una elegía sobre los príncipes de Israel.
2 Dirás: ¿Qué era tu madre? Una leona entre leones. Echada entre los leoncillos, criaba a sus cachorros.
3 Exaltó a uno de sus cachorros, que se hizo un león joven; y aprendió a desgarrar su presa, devoró hombres.
4 Oyeron hablar de él las naciones, en su fosa quedó preso; con garfios le llevaron al país de Egipto.
5 Vio ella que su espera era fallida, fallida su esperanza; y tomo otro de sus cachorros, le hizo un león joven.
6 Andaba éste entre los leones, se hizo un león joven, aprendió a desgarrar su presa, devoró hombres;
7 derribó sus palacios, devastó sus ciudades; la tierra y sus habitantes estaban aterrados por la voz de su rugido.
8 Se alzaron contra él las naciones, las provincias circundantes; tendieron sobre él su red y en su fosa quedó preso.
9 Con garfios le cerraron en jaula, le llevaron al rey de Babilonia en calabozos le metieron, para que no se oyese más su voz por los montes de Israel.
10 Tu madre se parecía a una vid plantada a orillas de las aguas. Era fecunda, exuberante, por la abundancia de agua.
11 Tenía ramas fuertes para ser cetros reales; su talla se elevó hasta dentro de las nubes. Era imponente por su altura, por su abundancia de ramaje.
12 Pero ha sido arrancada con furor, tirada por tierra; el viento del este ha agostado su fruto; ha sido rota, su rama fuerte se ha secado, la ha devorado el fuego.
13 Y ahora está plantada en el desierto, en tierra de sequía y de sed.
14 Ha salido fuego de su rama, ha devorado sus sarmientos y su fruto. No volverá a tener su rama fuerte, su cetro real. Esto es una elegía; y de elegía sirvió.
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Ezequiel 20
1 El año séptimo, el día diez del quinto mes, algunos de los ancianos de Israel vinieron a consultar a Yahveh y se sentaron ante mí.
2 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
3 Hijo de hombre, habla a los ancianos de Israel. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: ¿A consultarme venís? Por mi vida, que no me dejaré consultar por vosotros, oráculo del Señor Yahveh.
4 ¿Vas a juzgarlos? ¿Vas a juzgar, hijo de hombre? Hazles saber las abominaciones de sus padres.
5 Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: El día que yo elegí a Israel, alcé mi mano hacia la raza de la casa de Jacob, me manifesté a ellos en el país de Egipto, y levanté mi mano hacia ellos diciendo: Yo soy Yahveh, vuestro Dios.
6 Aquel día alcé mi mano hacia ellos jurando sacarlos del país de Egipto hacia una tierra que había explorado para ellos, que mana leche y miel, la más hermosa de todas las tierras.
7 Y les dije: Arrojad cada uno los monstruos que seducen vuestros ojos, no os contaminéis con las basuras de Egipto; yo soy Yahveh, vuestro Dios.
8 Pero ellos se rebelaron contra mí y no quisieron escucharme. Ninguno arrojó los monstruos que seducían sus ojos; ninguno abandonó las basuras de Egipto. Pensé entonces, derramar mi furor sobre ellos y desahogar en ellos mi cólera, en medio del país de Egipto.
9 Pero tuve consideración a mi nombre y procedí de modo que no fuese profanado a los ojos de las naciones entre las que ellos se encontraban, y a la vista de las cuales me había manifestado a ellos, sacándolos del país de Egipto.
10 Por eso, los saqué del país de Egipto y los conduje al desierto.
11 Les di mis preceptos y les di a conocer mis normas, por las que el hombre vive, si las pone en práctica.
12 Y les di además mis sábados como señal entre ellos y yo, para que supieran que yo soy Yahveh, que los santifico.
13 Pero la casa de Israel se rebeló contra mí en el desierto; no se condujeron según mis preceptos, rechazaron mis normas por las que vive el hombre, si las pone en práctica, y no hicieron más que profanar mis sábados. Entonces pensé en derramar mi furor sobre ellos en el desierto, para exterminarlos.
14 Pero tuve consideración a mi nombre, y procedí de modo que no fuese profanado a los ojos de las naciones, a la vista de las cuales los había sacado.
15 Y, una vez más alcé mi mano hacia ellos en el desierto, jurando que no les dejaría entrar en la tierra que les había dado, que mana leche y miel, la más hermosa de todas las tierras.
16 Pues habían despreciado mis normas, no se habían conducido según mis preceptos y habían profanado mis sábados; porque su corazón se iba tras sus basuras.
17 Pero tuve una mirada de piedad para no exterminarlos, y no acabé con ellos en el desierto.
18 Y dije a sus hijos en el desierto: No sigáis las reglas de vuestros padres, no imitéis sus normas, no os contaminéis con sus basuras.
19 Yo soy Yahveh, vuestro Dios. Seguid mis preceptos, guardad mis normas y ponedlas en práctica.
20 Santificad mis sábados; que sean una señal entre yo y vosotros, para que se sepa que yo soy Yahveh, vuestro Dios.
21 Pero los hijos se rebelaron contra mí, no se condujeron según mis preceptos, no guardaron ni pusieron en práctica mis normas, aquéllas por las que vive el hombre, si las pone en práctica, y profanaron mis sábados. Entonces pensé en derramar mi furor sobre ellos y desahogar en ellos mi cólera, en el desierto.
22 Pero retiré mi mano y tuve consideración a mi nombre, procediendo de modo que no fuese profanado a los ojos de las naciones, a la vista de las cuales los había sacado.
23 Pero una vez más alcé mi mano hacia ellos, en el desierto, jurando dispersarlos entre las naciones y esparcirlos por los países.
24 Porque no habían puesto en práctica mis normas, habían despreciado mis preceptos y profanado mis sábados, y sus ojos se habían ido tras las basuras de sus padres.
25 E incluso llegué a darles preceptos que no eran buenos y normas con las que no podrían vivir,
26 y los contaminé con sus propias ofrendas, haciendo que pasaran por el fuego a todo primogénito, a fin de infundirles horror, para que supiesen que yo soy Yahveh.
27 Por eso, hijo de hombre, habla a la casa de Israel. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: En esto todavía me ultrajaron vuestros padres siéndome infieles.
28 Yo les conduje a la tierra que, mano en alto, había jurado darles. Allí vieron toda clase de colinas elevadas, toda suerte de árboles frondosos, y en ellos ofrecieron sus sacrificios y presentaron sus ofrendas provocadoras; allí depositaron el calmante aroma y derramaron sus libaciones.
29 Y yo les dije: ¿Qué es el alto adonde vosotros vais?; y se le puso el nombre de Bamá , hasta el día de hoy.
30 Pues bien, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Con que vosotros os contamináis conduciéndoos como vuestros padres, prostituyéndoos detrás de sus monstruos,
31 presentando vuestras ofrendas, haciendo pasar a vuestros hijos por el fuego; os contamináis con todas vuestras basuras, hasta el día de hoy, ¿y yo voy a dejarme consultar por vosotros, casa de Israel? Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que no me dejaré consultar por vosotros.
32 Y no se realizará jamás lo que se os pasa por la imaginación, cuando decís: «Seremos como las naciones, como las tribus de los otros países, adoradores del leño y de la piedra.»
33 Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo reinaré sobre vosotros, con mano fuerte y tenso brazo, con furor derramado.
34 Os haré salir de entre los pueblos y os reuniré de los países donde fuisteis dispersados, con mano fuerte y tenso brazo, con furor derramado;
35 os conduciré al desierto de los pueblos y allí os juzgaré cara a cara.
36 Como juzgué a vuestros padres en el desierto de Egipto, así os juzgaré a vosotros, oráculo del Señor Yahveh.
37 Os haré pasar bajo el cayado y os haré entrar por el aro de la alianza;
38 separaré de vosotros a los rebeldes, a los que se han rebelado contra mí: les haré salir del país en que residen, pero no entrarán en la tierra de Israel, y sabréis que yo soy Yahveh.
39 En cuanto a vosotros, casa de Israel, así dice el Señor Yahveh: Que vaya cada uno a servir a sus basuras; después, yo juro que me escucharéis y no profanaréis más mi santo nombre con vuestras ofrendas y vuestras basuras.
40 Porque será en mi santa montaña, en la alta montaña de Israel -oráculo del Señor Yahveh- donde me servirá toda la casa de Israel, toda ella en esta tierra. Allí los acogeré amorosamente y allí solicitaré vuestras ofrendas y las primicias de vuestros dones, con todas vuestras cosas santas.
41 Como calmante aroma yo os acogeré amorosamente, cuando os haya hecho salir de entre los pueblos, y os reúna de en medio de los países en los que habéis sido dispersados; y por vosotros me mostraré santo a los ojos de las naciones.
42 Sabréis que yo soy Yahveh, cuando os conduzca al suelo de Israel, a la tierra que, mano en alto, juré dar a vuestros padres.
43 Allí os acordaréis de vuestra conducta y de todas las acciones con las que os habéis contaminado, y cobraréis asco de vosotros mismos por todas las maldades que habéis cometido.
44 Sabréis que yo soy Yahveh, cuando actúe con vosotros por consideración a mi nombre, y no con arreglo a vuestra mala conducta y a vuestras corrompidas acciones, casa de Israel, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 21
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia el mediodía, destila tus palabras hacia el sur, profetiza contra el bosque de la región del Négueb.
3 Dirás al bosque del Négueb: Escucha la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo te prendo fuego, que devorará todo árbol verde y todo árbol seco; será una llama que no se apagará, y arderá todo, desde el Négueb hasta el Norte.
4 Todo el mundo verá que yo, Yahveh, lo he encendido; y no se apagará.
5 – Yo dije: ¡Ah, Señor Yahveh!, ésos andan diciendo de mí: «¿No es éste un charlatán de parábolas?» –
6 Entonces, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
7 Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Jerusalén, destila tus palabras hacia su santuario y profetiza contra la tierra de Israel.
8 Dirás a la tierra de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti; voy a sacar mi espada de la vaina y extirparé de ti al justo y al malvado.
9 Para extirpar de ti al justo y al malvado va a salir mi espada de la vaina, contra toda carne, desde el Négueb hasta el Norte.
10 Y todo el mundo sabrá que yo, Yahveh, he sacado mi espada de la vaina; no será envainada.
11 Y tú, hijo de hombre, lanza gemidos, con corazón quebrantado. Lleno de amargura, lanzarás gemidos ante sus ojos.
12 Y si acaso te dicen: «¿Por qué esos gemidos?», dirás: «Por causa de una noticia a cuya llegada todos los corazones desfallecerán, desmayarán todos los brazos, todos los espíritus se amilanarán, y todas las rodillas se irán en agua. Ved que ya llega; es cosa hecha, oráculo del Señor Yahveh.»
13 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
14 Hijo de hombre, profetiza. Dirás: Así dice el Señor. Di: ¡Espada, espada! Afilada está, bruñida.
15 Para la matanza está afilada, para centellear está bruñida…
16 Se la ha hecho bruñir para empuñarla; ha sido afilada la espada, ha sido bruñida para ponerla en mano de matador.
17 Grita, da alaridos, hijo de hombre, porque está destinada a mi pueblo, a todos los príncipes de Israel destinados a la espada con mi pueblo. Por eso golpéate el pecho,
18 pues la prueba está hecha… oráculo del Señor Yahveh.
19 Y tú, hijo de hombre, profetiza y bate palmas. ¡Golpee la espada dos, tres veces, la espada de las víctimas, la espada de la gran víctima, que les amenaza en torno!
20 A fin de que desmaye el corazón y abunden las ocasiones de caída, en todas las puertas he puesto yo matanza por la espada, hecha para centellear, bruñida para la matanza.
21 ¡Toma un rumbo: a la derecha, vuélvete a la izquierda, donde tus filos sean requeridos!
22 Yo también batiré palmas, saciaré mi furor. Yo, Yahveh, he hablado.
23 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
24 Y tú, hijo de hombre, marca dos caminos por donde venga la espada del rey de Babilonia, que salgan los dos del mismo país, y marca una señalización, márcala en la cabecera del camino de la ciudad;
25 trazarás el camino para que venga la espada hacia Rabbá de los ammonitas y hacia Judá, a la fortaleza de Jerusalén.
26 Porque el rey de Babilonia se ha detenido en el cruce, en la cabecera de los dos caminos, para consultar a la suerte. Ha sacudido las flechas, ha interrogado a los terafim, ha observado el hígado.
27 En su mano derecha está la suerte de Jerusalén: para situar arietes, dar la orden de matanza, lanzar el grito de guerra, situar arietes contra las puertas, levantar un terraplén, hacer trincheras.
28 Para ellos y a sus ojos, no es más que un vano presagio: se les había dado un juramento. Pero él recuerda las culpas por las que caerán presos.
29 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Por haber hecho recordar vuestras culpas, descubriendo vuestros crímenes, haciendo aparecer vuestros pecados en todas vuestras acciones, y porque así se os ha recordado, caeréis presos en su mano.
30 En cuanto a ti, vil criminal, príncipe de Israel, cuya hora ha llegado con la última culpa,
31 así dice el Señor Yahveh: La tiara se quitará, se depondrá la corona, todo será transformado; lo humilde será elevado, lo elevado será humillado.
32 Ruina, ruina, ruina, eso es lo que haré con él, como jamás la hubo, hasta que llegue aquel a quien corresponde el juicio y a quien yo se lo entregaré.
33 Y tú, hijo de hombre, profetiza y di: Así dice el Señor Yahveh a los ammonitas y sus burlas. Dirás: ¡La espada, la espada está desenvainada para la matanza, bruñida para devorar, para centellear
34 -mientras se tienen para ti visiones vanas, y para ti se presagia la mentira-, para degollar a los viles criminales cuya hora ha llegado con la última culpa!
35 Vuélvela a la vaina. En el lugar donde fuiste creada, en tu tierra de origen, te juzgaré yo;
36 derramaré sobre ti mi ira, soplaré contra ti el fuego de mi furia, y te entregaré en manos de hombres bárbaros, agentes de destrucción.
37 Serás pasto del fuego, tu sangre correrá en medio del país, no quedará de ti recuerdo alguno, porque yo, Yahveh, he hablado.
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Ezequiel 22
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Y tú, hijo de hombre, ¿no vas a juzgar? ¿No vas a juzgar a la ciudad sanguinaria? Hazle saber todas sus abominaciones.
3 Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Ciudad que derramas sangre en medio de ti para que llegue tu hora, que haces basuras en tu suelo para contaminarte,
4 por la sangre que derramaste te has hecho culpable, con las basuras que hiciste te has contaminado; has adelantado tu hora, ha llegado el término de tus años. Por eso yo he hecho de ti la burla de las naciones y la irrisión de todos los países.
5 Próximos y lejanos, se reirán de ti, ciudad de nombre impuro, llena de desórdenes.
6 Ahí están dentro de ti los príncipes de Israel, cada uno según su poder, sólo ocupados en derramar sangre.
7 En ti se desprecia al padre y a la madre, en ti se maltrata al forastero residente, en ti se oprime al huérfano y a la viuda.
8 No tienes respeto a mis cosas sagradas, profanas mis sábados.
9 Hay en ti gente que calumnia para verter sangre. En ti se come en los montes, y se comete infamia.
10 En ti se descubre la desnudez del propio padre, en ti se hace violencia a la mujer en estado de impureza.
11 Un comete abominación con la mujer de su prójimo, el otro se contamina de manera infame con su nuera, otro hace violencia a su hermana, la hija de su propio padre;
12 en ti se acepta soborno para derramar sangre; tomas a usura e interés, explotas a tu prójimo con violencia, y te has olvidado de mí, oráculo del Señor Yahveh.
13 Mira, yo voy a batir palmas a causa de los actos de pillaje que has cometido y de la sangre que corre en medio de ti.
14 ¿Podrá tu corazón resistir y tus manos seguir firmes el día en que yo actúe contra ti? Yo, Yahveh, he hablado y lo haré.
15 Te dispersaré entre las naciones, te esparciré por los países, borraré la impureza que hay en medio de ti,
16 por ti misma te verás profanada a los ojos de las naciones, y sabrás que yo soy Yahveh.
17 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
18 Hijo de hombre, la casa de Israel se me ha convertido en escoria; todos son cobre, estaño, hierro, plomo, en medio de un horno; ¡escoria son!
19 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Por haberos convertido todos vosotros en escoria, por eso voy a juntaros en medio de Jerusalén.
20 Como se pone junto plata, cobre, hierro, plomo y estaño en el horno, y se atiza el fuego por debajo para fundirlo todo, así os juntaré yo en mi cólera y mi furor; os pondré y os fundiré.
21 Os reuniré, atizaré contra vosotros el fuego de mi furia, y os fundiré en medio de la ciudad.
22 Como se funde la plata en medio del horno, así seréis fundidos vosotros en medio de ella, y sabréis que yo, Yahveh, he derramado mi furor sobre vosotros.
23 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
24 Hijo de hombre, dile: Eres una tierra que no ha tenido lluvia ni inundación en el día de la Ira;
25 los príncipes que en ella residen son como un león rugiente que desgarra su presa. Han devorado a la gente, se han apoderado de haciendas y joyas, han multiplicado las viudas en medio de ella.
26 Sus sacerdotes han violado mi ley y profanado mis cosas sagradas; no han hecho diferencia entre lo sagrado y lo profano, ni han enseñado a distinguir entre lo puro y lo impuro; se han tapado los ojos para no ver mis sábados, y yo he sido deshonrado en medio de ellos.
27 Sus jefes, en medio de ella, son como lobos que desgarran su presa, que derraman sangre, matando a las personas para robar sus bienes.
28 Sus profetas los han recubierto de argamasa con sus vanas visiones y sus presagios mentirosos, diciendo: «Así dice el Señor Yahveh», cuando Yahveh no había hablado.
29 El pueblo de la tierra ha hecho violencia y cometido pillaje, ha oprimido al pobre y al indigente, ha maltratado al forastero sin ningún derecho.
30 He buscado entre ellos alguno que construyera un muro y se mantuviera de pie en la brecha ante mí, para proteger la tierra e impedir que yo la destruyera, y no he encontrado a nadie.
31 Entonces he derramado mi ira sobre ellos; en el fuego de mi furia los he exterminado: he hecho caer su conducta sobre su cabeza, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 23
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre: Había dos mujeres, hijas de la misma madre.
3 Se prostituyeron en Egipto; se prostituyeron en su juventud. Allí fueron palpados sus pechos y acariciado su seno virginal.
4 Estos eran sus nombres: Oholá, la mayor, y Oholibá, su hermana. Fueron mías y dieron a luz hijos e hijas. Sus nombres: Oholá es Samaria; Oholibá, Jerusalén.
5 Oholá se prostituyó cuando me pertenecía a mí; se enamoró perdidamente de sus amantes, los asirios sus vecinos,
6 vestidos de púrpura, gobernadores y prefectos, todos ellos jóvenes apuestos y hábiles caballeros.
7 Les otorgó sus favores -eran todos ellos la flor de los asirios- y, con todos aquellos de los que se había enamorado, se contaminó al contacto de todas sus basuras.
8 No cejó en sus prostituciones comenzadas en Egipto, donde se habían acostado con ella en su juventud, acariciando su seno virginal, y desahogando con ella su lascivia.
9 Por eso yo la entregué en manos de sus amantes, en manos de los asirios de los que se había enamorado.
10 Estos descubrieron su desnudez, se llevaron a sus hijos y sus hijas, y a ella misma la mataron a espada. Vino así a ser ejemplo para las mujeres, porque se había hecho justicia de ella.
11 Su hermana Oholibá vio esto, pero su pasión y sus prostituciones fueron todavía más escandalosas que las de su hermana.
12 Se enamoró de los asirios, gobernadores y prefectos, vecinos suyos, magníficamente vestidos, hábiles caballeros, y todos ellos jóvenes apuestos.
13 Yo vi que estaba impura; la conducta era la misma para las dos,
14 pero ésta superó sus prostituciones: vio hombres pintados en la pared, figuras de caldeos pintadas con bermellón,
15 con cinto en las caderas y amplios turbantes en sus cabezas, con aspecto de escuderos todos ellos, que representaban a los babilonios, caldeos de origen,
16 y en cuanto los vio se enamoró de ellos y les envió mensajeros a Caldea.
17 Los babilonios vinieron donde ella, a compartir el lecho de los amores y a contaminarla con su lascivia; y cuando se contaminó con ellos, su deseo se apartó de ellos.
18 Dejó así al descubierto sus prostituciones y su desnudez; y yo me aparté de ella como me había apartado de su hermana.
19 Pero ésta multiplicó sus prostituciones, acordándose de los días de su juventud, cuando se prostituía en el país de Egipto,
20 y se enamoraba de aquellos disolutos de carne de asnos y miembros de caballos.
21 Has renovado así la inmoralidad de tu juventud, cuando en Egipto acariciaban tu busto palpando tus pechos juveniles.
22 Pues bien, Oholibá, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo suscito contra ti a todos tus amantes, de los que te has apartado; los voy a traer contra ti de todas partes,
23 a los babilonios y a todos los caldeos, los de Pecod, de Soa y de Coa, y con ellos a todos los asirios, jóvenes apuestos, gobernadores y prefectos, todos ellos escuderos de título y hábiles caballeros;
24 y vendrán contra ti desde el norte carros y carretas, con una asamblea de pueblos. Por todas partes te opondrán el pavés, el escudo y el yelmo. Yo les daré el encargo de juzgarte y te juzgarán conforme a su derecho.
25 Desencadenaré mis celos contra ti, y te tratarán con furor, te arrancarán la nariz y las orejas, y lo que quede de los tuyos caerá a espada; se llevarán a tus hijos y a tus hijas, y lo que quede de los tuyos será devorado por el fuego.
26 Te despojarán de tus vestidos y se apoderarán de tus joyas.
27 Yo pondré fin a tu inmoralidad y a tus prostituciones comenzadas en Egipto; no levantarás más tus ojos hacia ellos, ni volverás a acordarte de Egipto.
28 Porque así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo te entrego en manos de los que detestas, en manos de aquellos de los que te has apartado.
29 Ellos te tratarán con odio, se apoderarán de todo el fruto de tu trabajo y te dejarán completamente desnuda. Así quedará al descubierto la vergüenza de tus prostituciones. Tu inmoralidad y tus prostituciones
30 te han acarreado todo esto, por haberte prostituido a las naciones, por haberte contaminado con sus basuras.
31 Has imitado la conducta de tu hermana, y yo pondré su cáliz en tu mano.
32 Así dice el Señor Yahveh: Beberás el cáliz de tu hermana, cáliz ancho y profundo, que servirá de burla e irrisión, tan grande es su cabida.
33 Te empaparás de embriaguez y de aflicción. Cáliz de desolación y de angustia, el cáliz de tu hermana Samaria.
34 Lo beberás, lo apurarás; roerás hasta los cascotes, y te desgarrarás el seno. Porque he hablado yo, oráculo del Señor Yahveh.
35 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Puesto que me has olvidado y me has arrojado a tus espaldas, carga tú también con tu inmoralidad y tus prostituciones.
36 Después, Yahveh me dijo: Hijo de hombre, ¿vas a juzgar a Oholá y Oholibá? Repróchales sus abominaciones.
37 Han cometido adulterio, están ensangrentadas sus manos, han cometido adulterio con sus basuras, y hasta a sus hijos, que me habían dado a luz, los han hecho pasar por el fuego como alimento para ellas.
38 Han llegado a hacerme hasta esto: han contaminado mi santuario en este día y han profanado mis sábados;
39 después de haber inmolado sus hijos a sus basuras, el mismo día, han entrado en mi santuario para profanarlo. Esto es lo que han hecho en mi propia casa.
40 Más aún, mandaron en busca de hombres que vinieran de lejos, enviándoles un mensajero, y cuando vinieron te bañaste, te pintaste los ojos y te pusiste las joyas;
41 luego te reclinaste en un espléndido diván, ante el cual estaba aderezada una mesa en la que habías puesto mi incienso y mi aceite.
42 Se oía allí el ruido de una turba indolente, por la multitud de hombres, de bebedores traídos del desierto; ponían ellos brazaletes en las manos de ellas y una corona preciosa en su cabeza.
43 Y yo decía de aquella que estaba gastada de adulterios: Todavía sigue entregándose a sus prostituciones,
44 y vienen donde ella, como se viene donde una prostituta. Así han venido donde Oholá y Oholibá, estas mujeres depravadas.
45 Pero hay hombres justos que les aplicarán el juicio reservado a las adúlteras y a las que derraman sangre, porque ellas son adúlteras y hay sangre en sus manos.
46 Porque así dice el Señor Yahveh: Convóquese contra ellas una asamblea para entregarlas al terror y al pillaje,
47 y la asamblea las matará a pedradas y las acribillará a golpes de espada; matarán a sus hijos y a sus hijas, y prenderán fuego a sus casas.
48 Yo pondré fin a la inmoralidad en esta tierra; todas las mujeres quedarán así avisadas y no imitarán vuestra inmoralidad.
49 Se hará recaer sobre vosotras vuestra inmoralidad, cargaréis con los pecados cometidos con vuestras basuras, y sabréis que yo soy el Señor Yahveh.
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Ezequiel 24
1 El año noveno, el día diez del décimo mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, escribe la fecha de hoy, de este mismo día, porque el rey de Babilonia se ha lanzado sobre Jerusalén precisamente en este día.
3 Compón una parábola sobre esta casa de rebeldía. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: Arrima la olla al fuego, arrímala, y echa agua en ella.
4 Amontona dentro trozos de carne, todos los trozos buenos, pierna y espalda. Llénala de los huesos mejores.
5 Toma lo mejor del ganado menor. Apila en torno la leña debajo, hazla hervir a borbotones, de modo que hasta los huesos se cuezan.
6 Porque así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de la ciudad sanguinaria, olla toda roñosa, cuya herrumbre no se le va! ¡Vacíala trozo a trozo, sin echar suertes sobre ella!
7 Porque su sangre está en medio de ella, la ha esparcido sobre la roca desnuda, no la ha derramado en la tierra recubriéndola de polvo.
8 Para que el furor desborde, para tomar venganza, he puesto yo su sangre sobre roca desnuda, para que no fuera recubierta.
9 Pues bien, así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de la ciudad sanguinaria! También yo voy a hacer un gran montón de leña.
10 Apila bien la leña, enciende el fuego, cuece la carne a punto, prepara las especias, que los huesos se abrasen.
11 Y mantén la olla vacía sobre las brasas, para que se caliente, se ponga al rojo el bronce, se funda dentro de ella su suciedad, y su herrumbre se consuma.
12 Pero ni por el fuego se va la herrumbre de la que está roñosa.
13 De la impureza de tu inmoralidad he querido purificarte, pero tú no te has dejado purificar de tu impureza. No serás, pues, purificada hasta que yo no desahogue mi furor en ti.
14 Yo, Yahveh, he hablado, y cumplo la palabra: no me retraeré, no tendré piedad ni me compadeceré. Según tu conducta y según tus obras te juzgarán, oráculo del Señor Yahveh.
15 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
16 «Hijo de hombre, mira, voy a quitarte de golpe el encanto de tus ojos. Pero tú no te lamentarás, no llorarás, no te saldrá una lágrima.
17 Suspira en silencio, no hagas duelo de muertos; ciñe el turbante a tu cabeza, ponte tus sandalias en los pies, no te cubras la barba, no comas pan ordinario.»
18 Yo hablé al pueblo por la mañana, y por la tarde murió mi mujer; y al día siguiente por la mañana hice como se me había ordenado.
19 El pueblo me dijo: «¿No nos explicarás qué significado tiene para nosotros lo que estás haciendo?»
20 Yo les dije: «La palabra de Yahveh me ha sido dirigida en estos términos:
21 Di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a profanar mi santuario, orgullo de vuestra fuerza, encanto de vuestros ojos, pasión de vuestras almas. Vuestros hijos y vuestras hijas que habéis abandonado, caerán a espada.
22 Y vosotros haréis como yo he hecho: no os cubriréis la barba, no comeréis pan ordinario,
23 seguiréis llevando vuestros adornos en la cabeza y vuestras sandalias en los pies, no os lamentaréis ni lloraréis. Os consumiréis a causa de vuestras culpas y gemiréis los unos con los otros.
24 Ezequiel será para vosotros un símbolo; haréis todo lo que él ha hecho. Y cuando esto suceda, sabréis que yo soy el Señor Yahveh.»
25 Y tú, hijo de hombre, el día en que yo les quite su apoyo, su alegre ornato, el encanto de sus ojos, el anhelo de su alma, sus hijos y sus hijas,
26 ese día llegará donde ti el fugitivo que traerá la noticia.
27 Aquel día se abrirá tu boca para hablar al fugitivo; hablarás y ya no seguirás mudo; serás un símbolo para ellos, y sabrán que yo soy Yahveh.
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Ezequiel 25
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia los ammonitas y profetiza contra ellos.
3 Dirás a los ammonitas: Escuchad la palabra del Señor Yahveh. Así dice el Señor Yahveh: Por haber dicho: «¡Ja, ja!» sobre mi santuario cuando era profanado, sobre la tierra de Israel cuando era devastada y sobre la casa de Judá cuando marchaba al destierro,
4 por eso, he aquí que yo te entrego en posesión a los hijos de Oriente; emplazarán en ti sus campamentos, y pondrán en ti sus tiendas; ellos comerán tus frutos y ellos beberán tu leche.
5 Yo haré de Rabbá un establo de camellos, y de las ciudades de Ammón un redil de ovejas. Y sabréis que yo soy Yahveh.
6 Así dice el Señor Yahveh: Por haber batido palmas y haber pataleado, por haberte alegrado, con todo tu desprecio y animosidad, a costa de la tierra de Israel,
7 por eso, he aquí que yo extiendo mi mano contra ti y te entregaré al saqueo de las naciones, te extirparé de entre los pueblos y te exterminaré de entre los países. Te destruiré, y sabrás que yo soy Yahveh.
8 Así dice el Señor Yahveh: Porque Moab y Seír han dicho: «Mirad, la casa de Judá es igual que todas las naciones»,
9 por eso, he aquí que yo voy a abrir las espaldas de Moab, y a destruir de un extremo al otro sus ciudades, las joyas de ese país, Bet Hayesimot, Baal Meón, Quiryatáyim.
10 A los hijos de Oriente, además de los ammonitas, la entrego en posesión, para que no se recuerde más entre las naciones.
11 Haré justicia de Moab, y se sabrá que yo soy Yahveh.
12 Así dice el Señor Yahveh: Porque Edom ha ejecutado su venganza sobre la casa de Judá y se ha hecho gravemente culpable al vengarse de ella,
13 por eso, así dice el Señor Yahveh: Yo extenderé mi mano contra Edom y extirparé de ella hombres y bestias. La convertiré en desierto; desde Temán a Dedán caerán a espada.
14 Pondré mi venganza contra Edom en manos de mi pueblo Israel, que tratará a Edom según mi cólera y mi furor, y se sabrá lo que es mi venganza, oráculo del Señor Yahveh.
15 Así dice el Señor Yahveh: Porque los filisteos han actuado vengativamente y han ejecutado su venganza con desprecio y animosidad, tratando de destruir a impulsos de un odio eterno,
16 por eso, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo extiendo mi mano contra los filisteos; extirparé a los kereteos y destruiré lo que queda en el litoral del mar.
17 Ejecutaré contra ellos terribles venganzas, furiosos escarmientos, y sabrán que yo soy Yahveh, cuando les aplique mi venganza.
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Ezequiel 26
1 El año undécimo, el día primero del mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, porque Tiro ha dicho contra Jerusalén: «¡Ja, ja! Ahí está rota, la puerta de los pueblos; se vuelve hacia mí, su riqueza está en ruinas»,
3 por eso, así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Tiro. Voy a hacer subir contra ti a naciones numerosas, como el mar hace subir sus olas.
4 Derruirán las murallas de Tiro y abatirán sus torres. Yo barreré de ella hasta el polvo y la dejaré como roca pelada.
5 Quedará, en medio del mar, como un secadero de redes. Porque he hablado yo, oráculo del Señor Yahveh. Tiro será presa propicia para las naciones.
6 Y sus hijas que están tierra adentro serán muertas a espada. Y se sabrá que yo soy Yahveh.
7 Pues así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo traigo contra Tiro, por el norte, a Nabucodonosor, rey de Babilonia, rey de reyes, con caballos, carros y jinetes y gran número de tropas.
8 A tus hijas que están tierra adentro las matará a espada. Hará contra ti trincheras, levantará contra ti un terraplén, alzará contra ti un testudo,
9 lanzará los golpes de su ariete contra tus murallas, demolerá tus torres con sus máquinas.
10 Sus caballos son tan numerosos que su polvo te cubrirá. Al estrépito de su caballería, de sus carros y carretas, trepidarán tus murallas cuando entre él por tus puertas, como se entra en una ciudad, brecha abierta.
11 Con los cascos de sus caballos hollará todas tus calles, a tu pueblo pasará a cuchillo, y tus grandiosas estelas se desplomarán en tierra.
12 Se llevarán como botín tus riquezas, saquearán tus mercancías, destruirán tus murallas, demolerán tus casas suntuosas. Tus piedras, tus vigas y tus escombros los echarán al fondo de las aguas.
13 Yo haré cesar la armonía de tus canciones, y no se volverá a oír el son de tus cítaras.
14 Te convertiré en roca pelada, quedarás como secadero de redes; no volverás a ser reconstruida, porque yo, Yahveh, he hablado, oráculo del Señor Yahveh.
15 Así dice el Señor Yahveh a Tiro: Al estruendo de tu caída, cuando giman las víctimas, cuando hierva la carnicería en medio de ti, ¿no temblarán las islas?
16 Bajarán de sus tronos todos los príncipes del mar, se quitarán sus mantos, dejarán sus vestidos recamados. Se vestirán de pavores, se sentarán en tierra, sin tregua temblarán y quedarán pasmados por ti.
17 Entonarán por ti una elegía y te dirán: ¡Ah! ahí estás destruida, desaparecida de los mares, la ciudad famosa, que fue poderosa en el mar, con tus habitantes, los que infundían el terror en todo el continente.
18 Ahora tiemblan las islas en el día de tu caída, las islas del mar están aterradas de tu fin.
19 Porque así dice el Señor Yahveh: Cuando yo te convierta en una ciudad en ruinas como las ciudades despobladas, cuando yo empuje sobre ti el océano, y te cubran las muchas aguas,
20 entonces te precipitaré con los que bajan a la fosa, con el pueblo de antaño; te haré habitar en los infiernos, como las ruinas de antaño, con los que bajan a la fosa, para que no vuelvas a ser restablecida en la tierra de los vivos.
21 Haré de ti un objeto de espanto, y no existirás más. Se te buscará y no se te encontrará jamás, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 27
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Y tú, hijo de hombre, entona una elegía sobre Tiro.
3 Dirás a Tiro, la ciudad sentada a la entrada del mar, centro del tráfico de los pueblos hacia islas sin cuento: Así dice el Señor Yahveh: Tiro, tú decías: Yo soy un navío de perfecta hermosura.
4 En el corazón de los mares estaban tus fronteras. Tus fundadores hicieron perfecta tu hermosura.
5 Con cipreses de Senir te construyeron todas tus planchas. Del Líbano tomaron un cedro para erigirte un mástil.
6 De las encinas de Basán hicieron tus remos. El puente te lo hicieron de marfil incrustado en cedro de las islas de Kittim.
7 De lino recamado de Egipto era tu vela que te servía de enseña. Púrpura y escarlata de las islas de Elisá formaban tu toldo.
8 Los habitantes de Sidón y de Arvad eran tus remeros. Y tus sabios, Tiro, iban a bordo como timoneles.
9 En ti estaban los ancianos de Guebal y sus artesanos para reparar tus averías. Todas las naves del mar y sus marineros estaban contigo para asegurar tu comercio.
10 Los de Persia, de Lud y de Put servían en tu ejército como hombres de guerra; suspendían en ti el escudo y el yelmo, te daban esplendor.
11 Los hijos de Arvad, con tu ejército, guarnecían por todas partes tus murallas, y los gammadeos tus torres. Suspendían sus escudos en tus murallas, todo alrededor, y hacían perfecta tu hermosura.
12 Tarsis era cliente tuya, por la abundancia de toda riqueza: plata, hierro, estaño y plomo daba por tus mercancías.
13 Yaván, Túbal y Mések traficaban contigo: te daban a cambio hombres y utensilios de bronce.
14 Los de Bet Togarmá daban por tus mercancías caballos de tiro y de silla, y mulos.
15 Los hijos de Rodán traficaban contigo; numerosas islas eran clientes tuyas; te pagaban con colmillos de marfil y madera de ébano.
16 Edom era cliente tuyo por la abundancia de tus productos: daba por tus mercancías malaquita, púrpura, recamados, batista, coral y rubíes.
17 Judá y la tierra de Israel traficaban también contigo: te daban a cambio trigo de Minnit, pannag, miel, aceite y resina.
18 Damasco era cliente tuya por la abundancia de tus productos; gracias a la abundancia de toda riqueza, te proveía de vino de Jelbón y lana de Sajar.
19 Dan y Yaván, desde Uzal, daban por tus mercancías hierro forjado, canela y caña.
20 Dedán traficaba contigo en sillas de montar.
21 Arabia y todos los príncipes de Quedar eran también tus clientes: pagaban con corderos, carneros y machos cabríos.
22 Los mercaderes de Sabá y de Ramá traficaban contigo: aromas de primera calidad y toda clase de piedras preciosas y oro daban por tus mercancías.
23 Jarán, Kanné y Edén, los mercaderes de Sabá, de Asur y de Kilmad traficaban contigo.
24 Traían a tu mercado vestidos de lujo, mantos de púrpura y brocado, tapices multicolores y maromas trenzadas.
25 Las naves de Tarsis formaban tu flota comercial. Estabas repleta y pesada en el corazón de los mares.
26 A alta mar te condujeron los que a remo te llevaban. El viento de oriente te ha quebrado en el corazón de los mares.
27 Tus riquezas, tus mercancías y tus fletes, tus marineros y tus timoneles, tus calafates, tus agentes comerciales, todos los guerreros que llevas, toda la tripulación que transportas, se hundirán en el corazón de los mares el día de tu naufragio.
28 Al oír los gritos de tus marinos, se asustarán las costas.
29 Entonces desembarcarán de sus naves todos los remeros. Los marineros, todos los hombres de mar, se quedarán en tierra.
30 Lanzarán su clamor por ti, gritarán amargamente. Se echarán polvo en la cabeza, se revolcarán en la ceniza;
31 se raparán el pelo por tu causa, se ceñirán de sayal. Llorarán por ti, en la amargura de su alma, con amargo lamento.
32 Entonarán por ti, en su duelo, una elegía, harán por ti esta lamentación: «¿Quién era semejante a Tiro en medio del mar?
33 Cuando tus mercancías se desembarcaban, saciabas a muchos pueblos; con la abundancia de tus riquezas y productos enriquecías a los reyes de la tierra.
34 Mas ahora estás ahí quebrada por los mares en las honduras de las aguas. Tu carga y toda tu tripulación se han hundido contigo.
35 Todos los habitantes de las islas están pasmados por tu causa. Sus reyes están estremecidos de terror, descompuesto su rostro.
36 Los mercaderes de los pueblos silban sobre ti, porque te has convertido en objeto de espanto, y has desaparecido para siempre.»
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Ezequiel 28
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Así dice el Señor Yahveh: ¡Oh!, tu corazón se ha engreído y has dicho: «Soy un dios, estoy sentado en un trono divino, en el corazón de los mares.» Tú que eres un hombre y no un dios, equiparas tu corazón al corazón de Dios.
3 ¡Oh sí, eres más sabio que Danel! Ningún sabio es semejante a ti.
4 Con tu sabiduría y tu inteligencia te has hecho una fortuna, has amontonado oro y plata en tus tesoros.
5 Por tu gran sabiduría y tu comercio has multiplicado tu fortuna, y por su fortuna se ha engreído tu corazón.
6 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Porque has equiparado tu corazón al corazón de Dios,
7 por eso, he aquí que yo traigo contra ti extranjeros, los más bárbaros entre las naciones. Desenvainarán la espada contra tu linda sabiduría, y profanarán tu esplendor;
8 te precipitarán en la fosa, y morirás de muerte violenta en el corazón de los mares.
9 ¿Podrás decir aún: «Soy un dios», ante tus verdugos? Pero serás un hombre, que no un dios, entre las manos de los que te traspasen.
10 Tendrás la muerte de los incircuncisos, a manos de extranjeros. Porque he hablado yo, oráculo del Señor Yahveh.
11 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
12 Hijo de hombre, entona una elegía sobre el rey de Tiro. Le dirás: Así dice el Señor Yahveh: Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza.
13 En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación.
14 Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego.
15 Fuiste perfecto en su conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad.
16 Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego.
17 Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes.
18 Por la multitud de tus culpas por la inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos de todos los que te miraban.
19 Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre.
20 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
21 Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Sidón y profetiza contra ella.
22 Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Sidón; en medio de ti seré glorificado. Se sabrá que yo soy Yahveh, cuando yo haga justicia de ella y manifieste en ella mi santidad.
23 Mandaré contra ella la peste, habrá sangre en sus calles; las víctimas caerán en medio de ella, bajo la espada que la cercará por todas partes, y se sabrá que yo soy Yahveh.
24 No habrá más, para la casa de Israel, espina que punce ni zarza que lacere, entre todos sus vecinos que la desprecian, y se sabrá que yo soy el Señor Yahveh.
25 Así dice el Señor Yahveh: Cuando yo reúna a la casa de Israel de en medio de los pueblos donde está dispersa, manifestaré en ellos mi santidad a los ojos de las naciones. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob;
26 habitarán allí con seguridad, construirán casas y plantarán viñas; vivirán seguros. Cuando yo haga justicia de todos sus vecinos que los desprecian, se sabrá que yo soy Yahveh su Dios.
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Ezequiel 29
1 El año décimo, el día doce del décimo mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Faraón, rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todo Egipto.
3 Habla y di: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Faraón, rey de Egipto, gran cocodrilo, recostado en medio de sus Nilos, tú que has dicho: «Mi Nilo es mío. yo mismo lo he hecho.»
4 Voy a ponerte garfios en las quijadas, pegaré a tus escamas los peces de tus Nilos, te sacaré fuera de tus Nilos, con todos los peces de tus Nilos, pegados a tus escamas.
5 Te arrojaré al desierto, a ti y a todos los peces de tus Nilos. En la haz del campo caerás, no serás recogido ni enterrado. A las bestias de la tierra y a las aves del cielo te entregaré como pasto,
6 y sabrán todos los habitantes de Egipto que yo soy Yahveh. Porque has sido un apoyo de caña para la casa de Israel;
7 cuando ellos te agarraban, te rompías en sus manos y desgarrabas toda su palma; cuando se apoyaban en tí, te hacías pedazos y hacías vacilar todos los riñones.
8 Por eso, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo traigo contra ti la espada, para extirpar de ti hombres y bestias.
9 El país de Egipto se convertirá en desolación y ruina, y se sabrá que yo soy Yahveh. Por haber dicho: «El Nilo es mío, yo mismo lo he hecho»,
10 por eso, aquí estoy yo contra ti y contra tus Nilos. Convertiré el país de Egipto en ruinas, devastación y desolación, desde Migdol hasta Siene y hasta la frontera de Etiopía.
11 No pasará por él pie de hombre, pie de animal no pasará por él. Quedará deshabitado durante cuarenta años.
12 Yo haré del país de Egipto una desolación en medio de países desolados; sus ciudades serán una desolación entre ciudades en ruinas, durante cuarenta años. Dispersaré a los egipcios entre las naciones y los esparciré por los países.
13 Porque así dice el Señor Yahveh: Al cabo de cuarenta años, reuniré a los habitantes de Egipto de entre los pueblos en los que habían sido dispersados.
14 Recogeré a los cautivos egipcios y los haré volver al país de Patrós, su país de origen. Allí formarán un reino modesto.
15 Egipto será el más modesto de los reinos y no se alzará más sobre las naciones; le haré pequeño para que no vuelva a imponerse a las naciones.
16 No volverá a ser para la casa de Israel apoyo de su confianza, que provoque el delito de irse en pos de él. Y se sabrá que yo soy el Señor Yahveh.
17 El año veintisiete, el día uno del primer mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
18 Hijo de hombre, Nabucodonosor, rey de Babilonia, ha emprendido con su ejército grandes movimientos contra Tiro. Todas las cabezas han quedado peladas y todas las espaldas llagadas, pero no ha obtenido de Tiro, ni para sí ni para su ejército, ningún provecho de la empresa acometida contra ella.
19 Por eso, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo entrego a Nabucodonosor, rey de Babilonia, el país de Egipto. El saqueará sus riquezas, se apoderará de sus despojos y se llevará su botín, que será la paga de su ejército.
20 En compensación de su esfuerzo contra Tiro, yo le entrego el país de Egipto, porque han trabajado para mí, oráculo del Señor Yahveh.
21 Aquel día yo haré brotar un cuerno a la casa de Israel, y a ti te permitiré abrir la boca en medio de ellos. Y sabrán que yo soy Yahveh.
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Ezequiel 30
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, profetiza y di: Así dice el Señor Yahveh: Gemid: «¡Ah, el día aquel!»
3 Porque está cercano el día, está cercano el día de Yahveh, día cargado de nubarrones, la hora de las naciones será.
4 Vendrá la espada sobre Egipto, cundirá el pánico en Kus, cuando las víctimas caigan en Egipto, cuando sean saqueadas sus riquezas y sus cimientos derruidos.
5 Kus, Put y Lud, toda Arabia y Kub, y los hijos del país de la alianza, caerán con ellos a espada.
6 Así dice Yahveh: Caerán los apoyos de Egipto, se desplomará el orgullo de su fuerza; desde Migdol a Siene, caerán todos a espada, oráculo del Señor Yahveh.
7 Quedarán desolados entre los países desolados, y sus ciudades estarán entre las ciudades en ruinas.
8 Sabrán que yo soy Yahveh, cuando prenda fuego a Egipto, y se rompan todos sus apoyos.
9 Aquel día saldrán de mi presencia mensajeros en navíos a sembrar el terror en Kus que se cree segura. Cundirá el pánico entre sus habitantes, en el día de Egipto, vedle aquí que llega.
10 Así dice el Señor Yahveh: Yo pondré fin a la multitud de Egipto, por mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia.
11 El, y su pueblo con él, la más bárbara de las naciones, serán enviados a asolar el país. Desenvainarán la espada contra Egipto, y llenarán el país de víctimas.
12 Yo dejaré secos los Nilos, y venderé el país en manos de malvados. Devastaré el país y todo lo que encierra, por mano de extranjeros. Yo, Yahveh, he hablado.
13 Así dice el Señor Yahveh: Haré desaparecer las basuras, y pondré fin a los falsos dioses de Nof. No habrá más príncipes en Egipto, y yo sembraré el terror en el país de Egipto.
14 Devastaré Patrós, prenderé fuego a Soán, haré justicia de No.
15 Derramaré mi furor en Sin, la fortaleza de Egipto, exterminaré la multitud de No.
16 Prenderé fuego a Egipto. Sin se retorcerá de dolor, en No se abrirá brecha y cundirán las aguas.
17 Los jóvenes de On y de Pi Béset caerán a espada, y las ciudades mismas partirán al cautiverio.
18 En Tafnis el día se convertirá en tinieblas cuando yo quiebre allí el yugo de Egipto y se acabe el orgullo de su fuerza. A ella le cubrirá un nubarrón, y sus hijas partirán al cautiverio.
19 Así haré justicia de Egipto, y se sabrá que yo soy Yahveh.
20 El año undécimo, el día siete del primer mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
21 Hijo de hombre, yo he roto el brazo de Faraón, rey de Egipto, y he aquí que nadie ha curado su herida aplicándole medicamentos y vendas para curarle, de modo que recobre el vigor para empuñar la espada.
22 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra Faraón, rey de Egipto; quebraré sus brazos, el que está sano y el que está roto, y haré que la espada caiga de su mano.
23 Dispersaré a Egipto entre las naciones, lo esparciré por los países.
24 Robusteceré los brazos del rey de Babilonia, pondré mi espada en su mano y romperé los brazos de Faraón, que lanzará ante él gemidos de víctima.
25 Robusteceré los brazos del rey de Babilonia, y los brazos de Faraón desmayarán. Y se sabrá que yo soy Yahveh, cuando pongo mi espada en la mano del rey de Babilonia y él la esgrima contra el país de Egipto.
26 Dispersaré a Egipto entre las naciones, lo esparciré por los países; y se sabrá que yo soy Yahveh.
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Ezequiel 31
1 El año undécimo, el día uno del tercer mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, di a Faraón, rey de Egipto, y a la multitud de sus súbditos: ¿A quién compararte en tu grandeza?
3 Mira: a un cedro del Líbano de espléndido ramaje, de fronda de amplia sombra y de elevada talla. Entre las nubes despuntaba su copa.
4 Las aguas le hicieron crecer, el abismo le hizo subir, derramando sus aguas en torno a su plantación, enviando sus acequias a todos los árboles del campo.
5 Por eso su tronco superaba en altura a todos los árboles del campo, sus ramas se multiplicaban, se alargaba su ramaje, por la abundancia de agua que le hacía crecer.
6 En sus ramas anidaban todos los pájaros del cielo, bajo su fronda parían todas las bestias del campo, a su sombra se sentaban naciones numerosas.
7 Era hermoso en su grandeza, en su despliegue de ramaje, porque sus raíces se alargaban hacia aguas abundantes.
8 No le igualaban los demás cedros en el jardín de Dios, los cipreses no podían competir con su ramaje, los plátanos no tenían ramas como las suyas. Ningún árbol, en el jardín de Dios, le igualaba en belleza.
9 Yo le había embellecido con follaje abundante, y le envidiaban todos los árboles de Edén, los del jardín de Dios.
10 Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Por haber exagerado su talla, levantando su copa por entre las nubes, y haberse engreído su corazón de su altura,
11 yo le he entregado en manos del conductor de las naciones, para que le trate conforme a su maldad; ¡le he desechado!
12 Extranjeros, los más bárbaros entre las naciones, lo han talado y lo han abandonado. En los montes y por todos los valles yace su ramaje; sus ramas están destrozadas por todos los barrancos del país; toda la población del país se ha retirado de su sombra y lo ha abandonado.
13 Sobre sus despojos se han posado todos los pájaros del cielo, a sus ramas han venido todas las bestias del campo.
14 Ha sido para que ningún árbol plantado junto a las aguas se engría de su talla, ni levante su copa por entre las nubes, y para que ningún árbol bien regado se estire hacia ellas con su altura. ¡Porque todos ellos están destinados a la muerte, a los infiernos, como el común de los hombres, como los que bajan a la fosa!
15 Así dice el Señor Yahveh: El día que bajó al seol, en señal de duelo yo cerré sobre él el abismo, detuve sus ríos, y las aguas abundantes cesaron; por causa de él llené de sombra el Líbano, y todos los árboles del campo se amustiaron por él.
16 Hice temblar a las naciones por el estrépito de su caída, cuando le precipité en el seol, con los que bajan a la fosa. En los infiernos se consolaron todos los árboles de Edén, lo más selecto y más bello del Líbano, regados todos por las aguas.
17 Y al mismo tiempo que él, bajaron al seol, donde las víctimas de la espada, los que eran su brazo y moraban a su sombra en medio de las naciones.
18 ¿A quién eras comparable en gloria y en grandeza, entre los árboles de Edén? Sin embargo has sido precipitado, con los árboles de Edén, en los infiernos; en medio de incircuncisos yaces, con las víctimas de la espada: ése es Faraón y toda su multitud, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 32
1 El año duodécimo, el día uno del duodécimo mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, entona una elegía sobre Faraón, rey de Egipto. Le dirás: Leoncillo de las naciones, estás perdido. Eras como un cocodrilo en los mares, chapoteabas en tus ríos, enturbiabas el agua con tus patas, agitabas su corriente.
3 Así dice el Señor Yahveh: Yo echaré sobre ti mi red entre una asamblea de pueblos numerosos, en mi red te sacarán.
4 Te dejaré abandonado por tierra, te tiraré sobre la haz del campo, haré que se posen sobre ti todos los pájaros del cielo, hartaré de ti a todas las bestias de la tierra.
5 Echaré tu carne por los montes, de tu carroña llenaré los valles.
6 Regaré el país con tus despojos, con tu sangre, sobre los montes, y los barrancos se llenarán de ti.
7 Cuando te extingas, velaré los cielos y oscureceré las estrellas. Cubriré el sol de nubes y la luna no dará más su claridad.
8 Oscureceré por tu causa todos los astros que brillan en el cielo, y traeré tinieblas sobre tu país, oráculo del Señor Yahveh.
9 Entristeceré el corazón de muchos pueblos cuando haga llegar la noticia de tu ruina entre las naciones, hasta países que no conoces.
10 Dejaré pasmados por ti a muchos pueblos, y sus reyes se estremecerán de horror por tu causa, cuando yo blanda mi espada ante ellos. Temblarán sin tregua, cada uno por su vida, el día de tu caída.
11 Porque así dice el Señor Yahveh: La espada del rey de Babilonia caerá sobre ti.
12 Abatiré la multitud de tus súbditos, por la espada de guerreros, todos ellos los más bárbaros de las naciones; arrasarán el orgullo de Egipto y toda su multitud será exterminada.
13 Y haré perecer a todo tu ganado, junto a las aguas abundantes. No las enturbiará más pie de hombre, no volverá a enturbiarlas pezuña de animal.
14 Entonces yo amansaré sus aguas, haré correr sus ríos como aceite, oráculo del Señor Yahveh.
15 Cuando yo convierta a Egipto en desolación, y el país sea despojado de cuanto contiene, cuando hiera a todos los que lo habitan, sabrán que yo soy Yahveh.
16 Una elegía es ésta, que cantarán las hijas de las naciones. La cantarán sobre Egipto y sobre toda su multitud. Cantarán esta elegía, oráculo del Señor Yahveh.
17 El año duodécimo, el quince del primer mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
18 Hijo de hombre, haz una lamentación sobre la multitud de Egipto, hazle bajar, a él y a las hijas de las naciones, majestuosas, a los infiernos, con los que bajan a la fosa.
19 ¿A quién superas en belleza? Baja, acuéstate con los incircuncisos.
20 En medio de las víctimas de la espada caen (la espada ha sido entregada, la han sacado) él y todas sus multitudes.
21 Le hablan de en medio del seol los más esclarecidos héroes, con sus auxiliares: «Han bajado, yacen ya los incircuncisos, víctimas de la espada».
22 Allí está Asur y toda su asamblea con sus sepulcros en torno a él, todos caídos, víctimas de la espada;
23 sus sepulcros han sido puestos en las profundidades de la fosa, y su asamblea está en torno a su sepulcro, todos caídos víctimas de la espada, los que sembraban el pánico en la tierra de los vivos.
24 Allí está Elam con toda su multitud en torno a su sepulcro; todos caídos víctimas de la espada, han bajado, incircuncisos, a los infiernos, ellos que sembraban el pánico en la tierra de los vivos. Soportan su ignominia con los que bajan a la fosa.
25 En medio de estas víctimas se le ha preparado un lecho, entre toda su multitud con sus sepulcros en torno a él; todos ellos incircuncisos, víctimas de la espada, por haber sembrado el pánico en la tierra de los vivos; soportan su ignominia con los que bajan a la fosa. Se les ha puesto en medio de estas víctimas.
26 Allí están Mesek, Túbal y toda su multitud con sus sepulcros en torno a él, todos incircuncisos, atravesados por la espada, por haber sembrado el pánico en la tierra de los vivos.
27 No yacen con los héroes caídos de antaño, aquellos que bajaron al seol con sus armas de guerra, a los que se les ha puesto la espada bajo su cabeza y los escudos sobre sus huesos, porque el pánico de los héroes cundía en la tierra de los vivos.
28 Pero tú serás quebrantado en medio de incircuncisos y yacerás con las víctimas de la espada.
29 Allí está Edom, sus reyes y todos sus príncipes, que fueron puestos, a pesar de su prepotencia, entre las víctimas de la espada. Yacen entre incircuncisos, con los que bajan a la fosa.
30 Allí están todos los príncipes del norte, todos los sidonios, que bajaron con las víctimas, a pesar del pánico que sembraba su prepotencia. Confundidos, yacen, incircuncisos, entre las víctimas de la espada, y soportan su ignominia con los que bajan a la fosa.
31 Faraón los verá y se consolará a la vista de toda esa multitud, víctima de la espada, Faraón y todo su ejército, oráculo del Señor Yahveh.
32 Porque había sembrado el pánico en la tierra de los vivos, será tendido en medio de incircuncisos, con las víctimas de la espada: Faraón y toda su multitud, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 33
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo. Les dirás: Si yo hago venir la espada sobre un país, y la gente de ese país escoge a uno de los suyos y le ponen como centinela;
3 y éste, al ver venir la espada sobre el país, toca el cuerno para advertir al pueblo:
4 si resulta que alguien oye bien el sonido del cuerno, pero no hace caso, de suerte que la espada sobreviene y le mata, la sangre de este hombre recaerá sobre su propia cabeza.
5 Ha oído el sonido del cuerno y no ha hecho caso: su sangre recaerá sobre él. En cambio, el que haya hecho caso, salvará su vida.
6 Si, por el contrario, el centinela ve venir la espada y no toca el cuerno, de suerte que el pueblo no es advertido, y la espada sobreviene y mata a alguno de ellos, perecerá éste por su culpa, pero de su sangre yo pediré cuentas al centinela.
7 A ti, también, hijo de hombre, te he hecho yo centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte.
8 Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti.
9 Si por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida.
10 Y tú, hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros andáis diciendo: «Nuestros crímenes y nuestros pecados pesan sobre nosotros y por causa de ellos nos consumimos. ¿Cómo podremos vivir?»
11 Diles: «Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel?»
12 Y tú, hijo de hombre, di a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no le salvará el día de su perversión, ni la maldad del malvado le hará sucumbir el día en que se aparte de su maldad. Pero tampoco el justo vivirá en virtud de su justicia el día en que peque.
13 Si yo digo al justo: «Vivirás», pero él, fiándose de su justicia, comete la injusticia, no quedará memoria de toda su justicia, sino que morirá por la injusticia que cometió.
14 Y si digo al malvado: «Vas a morir», y él se aparta de pecado y practica el derecho y la justicia,
15 si devuelve la prenda, restituye lo que robó, observa los preceptos que dan la vida y deja de cometer injusticia, vivirá ciertamente, no morirá.
16 Ninguno de los pecados que cometió se le recordará más: ha observado el derecho y la justicia; ciertamente vivirá.
17 Y los hijos de tu pueblo dicen: «No es justo el proceder del Señor.» El proceder de ellos es el que no es justo.
18 Cuando el justo se aparta de su justicia para cometer injusticia, muere por ello.
19 Y cuando el malvado se aparta de su maldad y observa el derecho y la justicia, vive por ello.
20 Y vosotros decís: «No es justo el proceder del Señor.» Yo os juzgaré, a cada uno según su conducta, casa de Israel.
21 El año duodécimo, el día cinco del décimo mes de nuestra cautividad, llegó donde mí el fugitivo de Jerusalén y me anunció: «La ciudad ha sido tomada.»
22 La mano de Yahveh había venido sobre mí, la tarde antes de llegar el fugitivo, y me había abierto la boca para cuando éste llegó donde mí por la mañana; mi boca se abrió y no estuve más mudo.
23 Entonces, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
24 Hijo de hombre, los que habitan esas ruinas, en el suelo de Israel, dicen: «Uno solo era Abraham y obtuvo en posesión esta tierra. Nosotros somos muchos; a nosotros se nos ha dado esta tierra en posesión.»
25 Pues bien, diles: Así dice el Señor Yahveh: Vosotros coméis con sangre, alzáis los ojos hacia vuestras basuras, derramáis sangre, ¡y vais a poseer esta tierra!
26 Confiáis en vuestras espadas, cometéis abominación, cada cual contamina a la mujer de su prójimo, ¡y vais a poseer esta tierra!
27 Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: Por mi vida, que los que están entre las ruinas caerán a espada, a los que andan por el campo los entregaré a las bestias como pasto, y los que están en las escarpaduras y en las cuevas morirán de peste.
28 Convertiré esta tierra en soledad desolada, y se acabará el orgullo de su fuerza. Los montes de Israel serán devastados y nadie pasará más por ellos.
29 Y se sabrá que yo soy Yahveh, cuando convierta esta tierra soledad desolada, por todas las abominaciones que han cometido.
30 En cuanto a ti, hijo de hombre, los hijos de tu pueblo hablan de ti a la vera de los muros y a las puertas de las casas. Se dicen unos a otros: «Vamos a escuchar qué palabra viene de parte de Yahveh.»
31 Y vienen a ti en masa, y mi pueblo se sienta delante de ti; escuchan tus palabras, pero no las ponen en práctica. Porque hacen amores con su boca, pero su corazón sólo anda buscando su interés.
32 Tú eres para ellos como una canción de amor, graciosamente cantada, con acompañamiento de buena música. Escuchan tus palabras, pero no hay quien las cumpla.
33 Mas cuando todo esto llegue – y he aquí que ya llega -, sabrán que había un profeta en medio de ellos.
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Ezequiel 34
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza. Dirás a los pastores: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño?
3 Vosotros os habéis tomado la leche, os habéis vestido con la lana, habéis sacrificado las ovejas más pingües; no habéis apacentado el rebaño.
4 No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida, no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza.
5 Y ellas se han dispersado, por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las fieras del campo; andan dispersas.
6 Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca.
7 Por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh:
8 Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, lo juro: Porque mi rebaño ha sido expuesto al pillaje y se ha hecho pasto de todas las fieras del campo por falta de pastor, porque mis pastores no se ocupan de mi rebaño, porque ellos, los pastores, se apacientan a sí mismos y no apacientan mi rebaño;
9 por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh.
10 Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mi rebaño de sus manos y les quitaré de apacentar mi rebaño. Así los pastores no volverán a apacentarse a sí mismos. Yo arrancaré mis ovejas de su boca, y no serán más su presa.
11 Porque así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él.
12 Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas.
13 Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países, y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes de Israel, por los barrancos y por todos los poblados de esta tierra.
14 Las apacentaré en buenos pastos, y su majada estará en los montes de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y pacerán pingües pastos por los montes de Israel.
15 Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar, oráculo del Señor Yahveh.
16 Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma; pero a la que está gorda y robusta la exterminaré: las pastorearé con justicia.
17 En cuanto a vosotras, ovejas mías, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.
18 ¿Os parece poco pacer en buenos pastos, para que pisoteéis con los pies el resto de vuestros pastos? Os parece poco beber en agua limpia, para que enturbiéis el resto con los pies?
19 ¡Mis ovejas tienen que pastar lo que vuestros pies han pisoteado y beber lo que vuestros pies han enturbiado!
20 Por eso, así les dice el Señor Yahveh: Yo mismo voy a juzgar entre la oveja gorda y la flaca.
21 Puesto que vosotras habéis empujado con el flanco y con el lomo y habéis topado con los cuernos a todas las ovejas más débiles hasta dispersarlas fuera,
22 yo vendré a salvar a mis ovejas para que no estén más expuestas al pillaje; voy a juzgar entre oveja y oveja.
23 Yo suscitaré para ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará, mi siervo David: él las apacentará y será su pastor.
24 Yo, Yahveh, seré su Dios, y mi siervo David será príncipe en medio de ellos. Yo, Yahveh, he hablado.
25 Concluiré con ellos una alianza de paz, haré desaparecer de esta tierra las bestias feroces. Habitarán en seguridad en el desierto y dormirán en los bosques.
26 Yo los asentaré en los alrededores de mi colina, y mandaré a su tiempo la lluvia, que será una lluvia de bendición.
27 El árbol del campo dará su fruto, la tierra dará sus productos, y ellos vivirán en seguridad en su suelo. Y sabrán que yo soy Yahveh, cuando despedace las barras de su yugo y los libre de la mano de los que los tienen esclavizados.
28 No volverán a ser presa de las naciones, las bestias salvajes no volverán a devorarlos. Habitarán en seguridad y no se les turbará más.
29 Haré brotar para ellos un plantío famoso; no habrá más víctimas del hambre en el país, ni sufrirán más el ultraje de las naciones.
30 Y sabrán que yo, Yahveh su Dios, estoy con ellos, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo, oráculo del Señor Yahveh.
31 Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño humano que yo apaciento, y yo soy vuestro Dios, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 35
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia la montaña de Seír, y profetiza contra ella.
3 Le dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, montaña de Seír. Voy a extender mi mano contra ti: te convertiré en soledad desolada,
4 y dejaré en ruinas tus ciudades; serás una desolación, y sabrás que yo soy Yahveh.
5 Por haber alimentado un odio eterno y haber entregado a la espada a los hijos de Israel el día de su desastre, el día de su última culpa,
6 por eso, por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo te dejaré en sangre y la sangre te perseguirá. Sí, eres rea de sangre, ¡y la sangre te perseguirá!
7 Haré de la montaña de Seír una soledad desolada, y extirparé de allí al que va y al que viene.
8 Llenaré de víctimas sus montes; en tus colinas, en tus valles y en todos tus barrancos, caerán las víctimas de la espada.
9 Te convertiré en soledades eternas, tus ciudades no volverán a ser habitadas, y sabréis que yo soy Yahveh.
10 Por haber dicho tú: «Las dos naciones, los dos países son míos, vamos a tomarlos en posesión», siendo así que Yahveh estaba allí,
11 por eso, por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que procederé con la misma cólera y los mismos celos con que tú has procedido en tu odio contra ellos, y me daré a conocer, por ellos, cuando te castigue.
12 Sabrás que yo, Yahveh, he oído todos los insultos que lanzabas contra los montes de Israel diciendo: «Están devastados, nos han sido entregados como pasto.»
13 Me habéis desafiado con vuestra boca, habéis multiplicado contra mí vuestras palabras, lo he oído todo.
14 Así dice el Señor Yahveh: Para alegría de toda esta tierra yo haré de ti una desolación.
15 Como tú te alegraste cuando la heredad de la casa de Israel era una desolación, yo te trataré a ti de la misma manera. Serás una desolación, montaña de Seír, así como Edom entero, y se sabrá que yo soy Yahveh.
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Ezequiel 36
1 Y tú, hijo de hombre, profetiza sobre los montes de Israel. Dirás: Montes de Israel, escuchad la palabra de Yahveh.
2 Así dice el Señor Yahveh: Porque el enemigo ha dicho contra vosotros: «¡Ja, ja, estas alturas eternas han pasado a ser posesión nuestra!»,
3 por eso, profetiza. Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Porque habéis sido asolados y se os ha codiciado por todas partes hasta pasar a ser posesión de las otras naciones, porque habéis sido el blanco de la habladuría y de la difamación de la gente,
4 por eso, escuchad, montes de Israel, la palabra del Señor Yahveh. Así dice el Señor Yahveh a los montes, a las colinas, a los barrancos y a los valles, a las ruinas desoladas y a las ciudades abandonadas que han sido entregadas al pillaje y a la irrisión del resto de las naciones circunvecinas.
5 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Sí, en el ardor de mis celos voy a hablar contra las otras naciones y contra Edom entero, que, con alegría en el corazón y desprecio en el alma, se han atribuido mi tierra en posesión para entregar su pasto al pillaje.
6 Por ello, profetiza sobre la tierra de Israel. Dirás a los montes y a las colinas, a los barrancos y a los valles: Así dice el Señor Yahveh: Ved que hablo en mis celos y mi furor: Porque habéis sufrido el ultraje de las naciones,
7 por eso, así dice el Señor Yahveh: Juro mano en alto que las naciones que os rodean cargarán con sus propios ultrajes.
8 Y vosotros, montes de Israel, vais a echar vuestras ramas y a producir vuestros frutos para mi pueblo Israel, porque está a punto de volver.
9 Sí, heme aquí por vosotros, a vosotros me vuelvo, vais a ser cultivados y sembrados.
10 Yo multiplicaré sobre vosotros los hombres, la casa de Israel entera. Las ciudades serán habitadas y las ruinas reconstruidas.
11 Multiplicaré en vosotros hombres y bestias, y serán numerosos y fecundos. Os repoblaré como antaño, mejoraré vuestra condición precedente, y sabréis que yo soy Yahveh.
12 Haré que circulen por vosotros los hombres, mi pueblo Israel. Tomarán posesión de ti, y tu serás su heredad, y no volverás a privarles de sus hijos.
13 Así dice el Señor Yahveh: Porque se ha dicho de ti que devoras a los hombres y que has privado a tu nación de hijos,
14 por eso, ya no devorarás más hombres, ni volverás a privar de hijos a tu nación, oráculo del Señor Yahveh.
15 No consentiré que vuelvas a oír el ultraje de las naciones, no sufrirás más los insultos de los pueblos, y no volverás a privar de hijos a tu nación, oráculo del Señor Yahveh.
16 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
17 Hijo de hombre, los de la casa de Israel que habitaban en su tierra, la contaminaron con su conducta y sus obras; como la impureza de una menstruante era su conducta ante mí.
18 Entonces yo derramé mi furor sobre ellos, por la sangre que habían vertido en su tierra y por las basuras con las que la habían contaminado.
19 Los dispersé entre las naciones y fueron esparcidos por los países. Los juzgué según su conducta y sus obras.
20 Y en las naciones donde llegaron, profanaron mi santo nombre, haciendo que se dijera a propósito de ellos: «Son el pueblo de Yahveh, y han tenido que salir de su tierra.»
21 Pero yo he tenido consideración a mi santo nombre que la casa de Israel profanó entre las naciones adonde había ido.
22 Por eso, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: No hago esto por consideración a vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, que vosotros habéis profanado entre las naciones adonde fuisteis.
23 Yo santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros. Y las naciones sabrán que yo soy Yahveh – oráculo del Señor Yahveh – cuando yo, por medio de vosotros, manifieste mi santidad a la vista de ellos.
24 Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo.
25 Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré.
26 Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
27 Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas.
28 Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.
29 Os salvaré de todas vuestras impurezas, llamaré al trigo y lo multiplicaré y no os someteré más al hambre.
30 Multiplicaré los frutos de los árboles y los productos de los campos, para que no sufráis más el oprobio del hambre entre las naciones.
31 Entonces os acordaréis de vuestra mala conducta y de vuestras acciones que no eran buenas, y sentiréis asco de vosotros mismos por vuestras culpas y vuestras abominaciones.
32 No hago esto por vosotros – oráculo del Señor Yahveh – sabedlo bien. Avergonzaos y confundíos de vuestra conducta, casa de Israel.
33 Así dice el Señor Yahveh: El día que yo os purifique de todas vuestras culpas, repoblaré las ciudades y las ruinas serán reconstruidas;
34 la tierra devastada será cultivada, después de haber sido una desolación a los ojos de todos los transeúntes.
35 Y se dirá: «Esta tierra, hasta ahora devastada, se ha hecho como jardín de Edén, y las ciudades en ruinas, devastadas y demolidas, están de nuevo fortificadas y habitadas.»
36 Y las naciones que quedan a vuestro alrededor sabrán que yo, Yahveh, he reconstruido lo que estaba demolido y he replantado lo que estaba devastado. Yo, Yahveh, lo digo y lo hago.
37 Así dice el Señor Yahveh: Me dejaré todavía buscar por la casa de Israel, para hacer por ellos esto: multiplicarlos como un rebaño humano,
38 como un rebaño de reses consagradas, como el rebaño reunido en Jerusalén, en las fiestas solemnes. Así se llenarán de un rebaño humano vuestras ciudades en ruinas, y se sabrá que yo soy Yahveh.
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Ezequiel 37
1 La mano de Yahveh fue sobre mí y, por su espíritu, Yahveh me sacó y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos.
2 Me hizo pasar por entre ellos en todas las direcciones. Los huesos eran muy numerosos por el suelo de la vega, y estaban completamente secos.
3 Me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán vivir estos huesos?» Yo dije: «Señor Yahveh, tú lo sabes.»
4 Entonces me dijo: «Profetiza sobre estos huesos. Les dirás: Huesos secos, escuchad la palabra de Yahveh.
5 Así dice el Señor Yahveh a estos huesos: He aquí que yo voy a hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis.
6 Os cubriré de nervios, haré crecer sobre vosotros la carne, os cubriré de piel, os infundiré espíritu y viviréis; y sabréis que yo soy Yahveh.»
7 Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras yo profetizaba se produjo un ruido. Hubo un estremecimiento, y los huesos se juntaron unos con otros.
8 Miré y vi que estaban recubiertos de nervios, la carne salía y la piel se extendía por encima, pero no había espíritu en ellos.
9 El me dijo: «Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu: Así dice el Señor Yahveh: Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan.»
10 Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; revivieron y se incorporaron sobre sus pies: era un enorme, inmenso ejército.
11 Entonces me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros.
12 Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel.
13 Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío.
14 Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.»
15 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
16 Y tú, hijo de hombre, toma un leño y escribe en él: «Judá y los israelitas que están con él.» Toma luego otro leño y escribe en él: «José, leño de Efraím, y toda la casa de Israel que está con él.»
17 Júntalos el uno con el otro de suerte que formen un solo leño, que sean una sola cosa en tu mano.
18 Y cuando los hijos de tu pueblo te digan: «¿No nos explicarás qué es eso que tienes ahí?»,
19 les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que voy a tomar el leño de José (que está en la mano de Efraím) y las tribus de Israel que están con él, los pondré junto al leño de Judá, haré de todo un solo leño, y serán una sola cosa en mi mano.
20 Los leños en los cuales hayas escrito tenlos en tu mano, ante sus ojos,
21 y diles: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo recojo a los hijos de Israel de entre las naciones a las que marcharon. Los congregaré de todas partes para conducirlos a su suelo.
22 Haré de ellos una sola nación en esta tierra, en los montes de Israel, y un solo rey será el rey de todos ellos; no volverán a formar dos naciones, ni volverán a estar divididos en dos reinos.
23 No se contaminarán más con sus basuras, con sus monstruos y con todos sus crímenes. Los salvaré de las infidelidades por las que pecaron, los purificaré, y serán mi pueblo y yo seré su Dios.
24 Mi siervo David reinará sobre ellos, y será para todos ellos el único pastor; obedecerán mis normas, observarán mis preceptos y los pondrán en práctica.
25 Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, donde habitaron vuestros padres. Allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos, para siempre, y mi siervo David será su príncipe eternamente.
26 Concluiré con ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre.
27 Mi morada estará junto a ellos, seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
28 Y sabrán las naciones que yo soy Yahveh, que santifico a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre.
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Ezequiel 38
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Gog, en el país de Magog, príncipe supremo de Mesek y Túbal, y profetiza contra él.
3 Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe supremo de Mesek y Túbal.
4 Yo te haré dar media vuelta, te pondré garfios en las quijadas, y te haré salir con todo tu ejército, caballos y caballeros, todos bien equipados, inmensa asamblea, todos con escudos y paveses, y diestros en el manejo de la espada.
5 Persia, Kus y Put están con ellos, todos con escudo y yelmo.
6 Gómer, con todas sus huestes, Bet Togarmá, en el extremo norte, con todas sus huestes, pueblos numerosos, están contigo.
7 Disponte y prepárate, tú y toda tu asamblea concentrada en torno a ti, y ponte a mi servicio.
8 Al cabo de muchos días, recibirás órdenes. Después de muchos años, vendrás hacia la tierra cuyos habitantes escaparon a la espada y fueron congregados de entre una multitud de pueblos en los montes de Israel, que
habían sido un desierto permanente. Desde que fueron separados de los otros pueblos, habitan todos en seguridad.
9 Tú subirás, avanzarás como un huracán, como un nubarrón que cubrirá la tierra, tú y todas tus huestes, y los numerosos pueblos que están contigo.
10 Así dice el Señor Yahveh: Aquel día te vendrán al corazón proyectos y concebirás perversos planes.
11 Dirás: «Voy a subir contra una tierra abierta, marcharé contra gente tranquila que habita en seguridad. Habitan todos en ciudades sin murallas, sin cerrojos ni puertas.»
12 Irás a saquear, a hacer botín, a poner tu mano sobre ruinas repobladas, en un pueblo congregado de entre las naciones, entregado a reponer el ganado y la hacienda, que habita en el centro de la tierra.»
13 Sabá, Dedán, los mercaderes de Tarsis y todos sus leoncillos te dirán: «¿A saquear has venido? ¿Para hacer botín has concentrado tu asamblea? ¿Para llevarte el oro y la plata, para apoderarte de ganados y haciendas, para hacer un gran botín?»
14 Por eso, profetiza, hijo de hombre. Dirás a Gog: Así dice el Señor Yahveh: ¿No es verdad que aquel día, cuando mi pueblo Israel viva en seguridad, te pondrás en movimiento?
15 Vendrás de tu lugar, del extremo norte, tú y pueblos numerosos contigo, todos montados a caballo, enorme asamblea, ejército innumerable.
16 Subirás contra mi pueblo Israel como un nublado que recubre la tierra. Será al fin de los días; yo te haré venir entonces contra mi tierra para que las naciones me conozcan, cuando yo manifieste mi santidad a sus ojos, a costa tuya, Gog.
17 Así dice el Señor Yahveh: Tú eres aquel de quien yo hablé antaño, por medio de mis siervos los profetas de Israel, que profetizaron en aquel tiempo, durante años, que yo te haría venir contra ellos.
18 Aquel día, cuando Gog avance contra el suelo de Israel – oráculo del Señor Yahveh – estallará mi furor. En mi cólera,
19 en mis celos, en el ardor de mi furia lo digo: Sí, aquel día habrá un gran terremoto en el suelo de Israel.
20 Temblarán entonces ante mí los peces del mar y los pájaros del cielo, las bestias del campo y todos los reptiles que serpean por el suelo, y todos los hombres de sobre la haz de la tierra. Se desplomarán los montes, caerán las rocas, todas las murallas caerán por tierra.
21 Convocaré contra él toda clase de terrores, oráculo del Señor Yahveh. Volverán la espada unos contra otros.
22 Le castigaré con la peste y la sangre, haré caer una lluvia torrencial, granizos, fuego y azufre, sobre él, sobre sus huestes y sobre los numerosos pueblos que van con él.
23 Manifestaré mi grandeza y mi santidad, me daré a conocer a los ojos de numerosas naciones y sabrán que yo soy Yahveh.
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Ezequiel 39
1 Y tú, hijo de hombre, profetiza contra Gog. Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe supremo de Mések y Túbal.
2 Yo te haré dar media vuelta, te conduciré, te haré subir desde el extremo norte y te guiaré a los montes de Israel.
3 Romperé tu arco en tu mano izquierda y haré caer tus flechas de tu mano derecha.
4 En los montes de Israel caerás tú, tus huestes y los pueblos que van contigo. Te he entregado como pasto a toda clase de aves de rapiña y a las fieras del campo.
5 En la haz del campo caerás, porque he hablado yo, oráculo del Señor Yahveh.
6 Mandaré fuego sobre Magog y sobre los que viven seguros en las islas, y sabrán que yo soy Yahveh.
7 Manifestaré mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, no dejaré que vuelva a ser profanado mi santo nombre, y las naciones sabrán que yo soy Yahveh, santo en Israel.
8 He aquí que todo esto llega y se va a realizar – oráculo del Señor Yahveh -: éste es el día que yo he anunciado.
9 Entonces los habitantes de las ciudades de Israel saldrán a quemar y a entregar a las llamas las armas, paveses y escudos, arcos y flechas, mazas y lanzas. Harán fuego con ello durante siete años.
10 No irán ya a buscar leña en el campo, ni la recogerán en el bosque, porque harán el fuego con las armas. Saquearán a sus saqueadores y harán botín de sus depredadores, oráculo del Señor Yahveh.
11 Aquel día, yo daré a Gog como sepulcro en Israel un lugar famoso, el valle de los Oberim, al este del mar, el que corta el paso a los viajeros: allí será enterrado Gog con toda su multitud, y se le llamará valle de Hamón Gog.
12 La casa de Israel los enterrará para purificar la tierra, durante siete meses.
13 Todo el pueblo de la tierra será movilizado para enterrarlos, y ello les dará renombre el día que yo manifieste mi gloria, oráculo del Señor Yahveh.
14 Luego se escogerán hombres que recorran constantemente el país y entierren a los que hayan quedado por el suelo, para purificarlo. Al cabo de siete meses empezarán su búsqueda.
15 Cuando, al recorrer el país, alguno de ellos vea huesos humanos, pondrá al lado una señal hasta que los sepultureros los entierren en el valle de Hamón Gog,
16 (Hamoná es también el nombre de una ciudad) y purifiquen así la tierra.
17 En cuanto a ti, hijo de hombre, así dice el Señor Yahveh: Di a los pájaros de todas clases y a todas las fieras del campo: Congregaos, venid, reuníos de todas partes para el sacrificio que yo os ofrezco, un gran sacrificio sobre los montes de Israel; comeréis carne y beberéis sangre.
18 Carne de héroes comeréis, sangre de príncipes de la tierra beberéis. Todos son carneros, corderos, machos cabríos, pingües toros de Basán.
19 Comeréis grasa hasta la saciedad y beberéis sangre hasta la embriaguez, en este sacrificio que yo os brindo.
20 Os hartaréis a mi mesa de caballos y caballeros, de héroes y de toda clase de guerreros, oráculo del Señor Yahveh.
21 Así manifestaré yo mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán el juicio que voy a ejecutar y la mano que pondré sobre ellos.
22 Y la casa de Israel sabrá desde ese día en adelante que yo soy Yahveh su Dios.
23 Y sabrán las naciones que la casa de Israel fue deportada por sus culpas, que, por haberme sido infieles, yo les oculté mi rostro y los entregué en manos de sus enemigos, y cayeron todos a espada.
24 Los traté como lo merecían sus impurezas y sus crímenes, y les oculté mi rostro.
25 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Ahora voy a hacer volver a los cautivos de Jacob, me compadeceré de toda la casa de Israel, y me mostraré celoso de mi santo nombre.
26 Ellos olvidarán su ignominia y todas las infidelidades que cometieron contra mí, cuando vivan seguros en su país, sin que nadie los inquiete.
27 Cuando yo los haga volver de entre los pueblos y los recoja de los países de sus enemigos, manifestaré en ellos mi santidad a los ojos de numerosas naciones,
28 y sabrán que yo soy Yahveh su Dios, cuando, después de haberlos llevado al cautiverio entre las naciones, los reúna en su suelo sin dejar allí a ninguno de ellos.
29 No les ocultaré más mi rostro, porque derramaré mi Espíritu sobre la casa de Israel, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 40
1 El año veinticinco de nuestra cautividad, al comienzo del año, el día diez del mes, catorce años después de la caída de la ciudad, el mismo día, la mano de Yahveh fue sobre mí, y me llevó allá.
2 En visiones divinas, me llevó a la tierra de Israel, y me posó sobre un monte muy alto, en cuya cima parecía que estaba edificada una ciudad, al mediodía.
3 Me llevó allá, y he aquí que había allí un hombre de aspecto semejante al del bronce. Tenía en la mano una cuerda de lino y una vara de medir, y estaba de pie en el pórtico.
4 El hombre me dijo: «Hijo de hombre, mira bien, escucha atentamente y presta atención a todo lo que te voy a mostrar, porque has sido traído aquí para que yo te lo muestre. Comunica a la casa de Israel todo lo que vas a ver.»
5 Y he aquí que por el exterior de la Casa había un muro, todo alrededor. La vara de medir que el hombre tenía en la mano era de seis codos de codo y palmo. Midió el espesor de la construcción: una vara, y su altura: una vara.
6 Vino luego al pórtico que miraba a oriente, subió sus gradas y midió el umbral del pórtico: una vara de profundidad.
7 La lonja: una vara de largo por una vara de ancho; la pilastra entre las lonjas: cinco codos; el umbral del pórtico por el lado del vestíbulo del pórtico, hacia el interior: una vara.
9 Midió el vestíbulo del pórtico: ocho codos; su pilastra: dos codos; el vestíbulo del pórtico estaba situado hacia el interior.
10 Las lonjas del pórtico oriental eran tres por cada lado, todas ellas de la misma dimensión; las pilastras tenían también las mismas dimensiones por cada lado.
11 Midió la anchura del vano del pórtico: diez codos, y la longitud del pórtico: trece codos.
12 Había un parapeto delante de las lonjas; cada parapeto tenía un codo por ambos lados. Y la lonja tenía seis codos por cada lado.
13 Midió el pórtico desde el fondo de una lonja hasta el fondo de la otra; anchura: veinticinco codos de una entrada a la otra.
14 Midió el vestíbulo: veinte codos; el atrio giraba todo alrededor del pórtico.
15 Desde la fachada del pórtico donde estaba la entrada, hasta el fondo del vestíbulo interior del pórtico, había cincuenta codos.
16 Había ventanas enrejadas sobre las lonjas y sobre sus pilastras, hacia el interior del pórtico, todo alrededor, e igualmente el vestíbulo tenía, por el interior, ventanas todo alrededor; y sobre las pilastras había palmeras.
17 Me llevó al atrio exterior, y he aquí que allí había salas y un enlosado tirado alrededor del atrio: treinta salas daban a este enlosado.
18 El enlosado que flanqueaba los pórticos correspondía a la profundidad de los mismos: esto es el enlosado inferior.
19 Midió la anchura del atrio, desde la fachada del pórtico inferior hasta la fachada del atrio interior, por fuera: cien codos (a oriente y al norte).
20 Midió después la longitud y la anchura del pórtico que daba al norte del atrio exterior.
21 Sus lonjas eran tres por cada lado; sus pilastras y vestíbulos tenían las mismas dimensiones que los del primer pórtico: cincuenta codos de largo y veinticinco de ancho.
22 Sus ventanas, su vestíbulo y sus palmeras tenían las mismas dimensiones que las del pórtico que daba a oriente. Se subía a él por siete gradas y su vestíbulo estaba situado hacia el interior.
23 Había un pórtico en el atrio interior, frente al pórtico septentrional, lo mismo que en el pórtico oriental. Midió la distancia de un pórtico a otro: cien codos.
24 Me condujo luego hacia el lado del mediodía: había allí un pórtico en dirección del mediodía; midió sus lonjas, sus pilastras y su vestíbulo: tenían las mismas dimensiones.
25 Tenía, lo mismo que su vestíbulo, ventanas todo alrededor, iguales que las otras ventanas; dimensiones: cincuenta codos de largo y veinticinco de ancho;
26 su escalera tenía siete gradas; su vestíbulo estaba situado hacia el interior, y tenía palmeras, una a cada lado, sobre sus pilastras.
27 El atrio interior tenía también un pórtico hacia el mediodía; midió la distancia de un pórtico a otro, en dirección del mediodía: cien codos.
28 Luego me llevó al atrio, por el pórtico meridional; midió el pórtico meridional: tenía las mismas dimensiones.
29 Sus lonjas, pilastras y vestíbulo tenían estas mismas dimensiones. Lo mismo que su vestíbulo, tenía ventanas todo alrededor; dimensiones: cincuenta codos de largo y veinticinco de ancho.
30 Y el perímetro del vestíbulo: veinticinco codos de largo y cinco de ancho.
31 Su vestíbulo daba al atrio exterior. Había palmeras sobre sus pilastras y su escalera tenía ocho gradas.
32 Me llevó al pórtico interior, hacia oriente, y midió el pórtico:
33 tenía las mismas dimensiones. Sus lonjas, pilastras y vestíbulo tenían estas mismas dimensiones. Tenía, así como su vestíbulo, ventanas alrededor. Dimensiones: cincuenta codos de largo y veinticinco de ancho.
34 Su vestíbulo daba al atrio exterior. Había palmeras sobre sus pilastras, a cada lado, y su escalera tenía ocho gradas.
35 Me llevó luego al pórtico septentrional y lo midió: tenía las mismas dimensiones:
36 tenía alrededor, sus lonjas, sus pilastras, su vestíbulo y sus ventanas. Dimensiones: cincuenta codos de largo y veinticinco de ancho.
37 Su vestíbulo daba al atrio exterior. Había palmeras sobre sus pilastras, a cada lado, y su escalera tenía ocho gradas.
38 Había una sala cuya entrada estaba en el vestíbulo del pórtico. Allí se lavaba el holocausto.
39 Y en el vestíbulo del pórtico había, a cada lado, dos mesas para inmolar sobre ellas el holocausto, el sacrificio por el pecado y el sacrificio de expiación.
40 Por el lado exterior de quien sube hacia la entrada del pórtico, al norte, había dos mesas, y al otro lado, hacia el vestíbulo del pórtico, dos mesas.
41 Cuatro mesas a un lado y cuatro mesas al otro lado del pórtico, o sea ocho mesas sobre las que se hacía la inmolación.
42 Además cuatro mesas para el holocausto, de piedra de sillería, de codo y medio de largo, codo y medio de ancho y un codo de alto, sobre las cuales se colocaban los instrumentos con los que se inmolaba el holocausto y el sacrificio.
43 Las ranuras, de un palmo de anchura, estaban dispuestas en el interior, todo en torno. Sobre estas mesas se ponía la carne de las ofrendas.
44 Me llevó al atrio interior; había allí, en el atrio interior, dos salas, una al lado del pórtico septentrional, con su fachada al mediodía, y la otra al lado del pórtico meridional, con su fachada al norte.
45 Me dijo: «Esta sala que mira al mediodía está destinada a los sacerdotes que cumplen el ministerio de la Casa.
46 Y la sala que mira al norte está destinada a los sacerdotes que cumplen el ministerio del altar. Son los hijos de Sadoq, los que, entre los hijos de Leví, se acercan a Yahveh para servirle.»
47 Midió el atrio. Tenía cien codos de largo y cien codos de ancho, o sea un cuadrado, y el altar estaba delante de la Casa.
48 Me llevó al Vestíbulo de la Casa y midió las pilastras del Vestíbulo: cinco codos por cada lado; luego la anchura del pórtico: catorce codos; y las paredes laterales del pórtico: tres codos por cada lado.
49 La longitud del Vestíbulo era de veinte codos y su anchura de doce codos. Se subía a él por diez gradas, y tenía columnas junto a las pilastras, una a cada lado.
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Ezequiel 41
1 Me llevó dentro del Santo y midió sus pilastras: seis codos de ancho por un lado y seis codos de ancho por el otro.
2 Anchura de la entrada: diez codos. Las paredes laterales de la entrada: cinco codos de ancho por un lado y cinco por el otro. Midió su longitud: cuarenta codos; y su anchura: veinte codos.
3 Penetró en el interior y midió la pilastra de la entrada: dos codos; después la entrada: seis codos; y las paredes laterales de la entrada: siete codos.
4 Midió su longitud: veinte codos; y su anchura: veinte codos delante del Santo; y me dijo: «Esto es el Santo de los Santos.»
5 Midió el muro de la Casa: seis codos; y la anchura de la parte lateral: cuatro codos, todo alrededor de la Casa.
6 Las celdas laterales estaban superpuestas en tres pisos de treinta celdas cada uno. Se habían dispuesto en el muro de la Casa salientes para estribar las celdas por todo el ámbito: así las celdas no estribaban en el muro de la Casa.
7 La anchura de las celdas aumentaba a medida que se subía, ensanchamiento que se lograba, a costa del muro, según se subía, y todo alrededor de la Casa; por eso el interior se ensanchaba por arriba. Del piso inferior se subía al del medio, y de éste al superior.
8 Y vi que la Casa tenía un talud todo alrededor. Era la base de las celdas laterales, de una vara entera de seis codos.
9 El espesor del muro de las celdas laterales, por el exterior, era de cinco codos; quedaba un pasadizo entre las celdas laterales de la Casa.
10 Entre las salas había una anchura de veinte codos, por todo el ámbito de la Casa.
11 Y las celdas laterales tenían dos entradas sobre el pasadizo, una hacia el norte y otra hacia el mediodía. La anchura del pasadizo era de cinco codos todo alrededor.
12 El edificio que bordeaba el patio por el lado occidental tenía setenta codos de anchura; y la pared de este edificio tenía un espesor de cinco codos, todo alrededor, con una longitud de noventa codos.
13 Midió la Casa: su longitud era de cien codos. El patio más el edifico y sus muros tenían una longitud de cien codos.
14 Anchura de la fachada de la Casa más el patio hasta oriente: cien codos.
15 Midió la longitud del edificio a lo largo del patio que tenía detrás, y sus galerías a cada lado: cien codos. El interior del Santo y los vestíbulos del atrio,
16 los umbrales, las ventanas enrejadas, las galerías de los tres lados, alrededor, frente al umbral, estaban recubiertos de madera por todo el ámbito, desde el suelo hasta las ventanas, y las ventanas estaban guarnecidas de un enrejado.
17 Desde la entrada hasta el interior de la Casa, y por fuera, así como en todo el ámbito del muro, por fuera y por dentro,
18 había representado querubines y palmeras, una palmera entre querubín y querubín; cada querubín tenía dos caras:
19 una cara de hombre vuelta hacia la palmera de un lado y una cara de león hacia la palmera del otro lado; así por todo el ámbito de la Casa.
20 Desde el suelo hasta encima de la entrada estaban representados los querubines y las palmeras en el muro.
21 El jambaje del Santo era cuadrado. Delante del Santuario se veía algo como
22 un altar de madera de tres codos de alto, dos codos de largo y dos de ancho. Sus ángulos, su base y sus lados eran de madera. El hombre me dijo: «Esta es la mesa que está delante de Yahveh.»
23 El Santo tenía una puerta doble, y el Santuario una puerta doble.
24 Eran puertas de dos hojas movibles, dos hojas en una puerta y dos en la otra.
25 Y por encima (sobre las puertas del Santo), había representados querubines y palmeras como los representados en los muros. Sobre la fachada del Vestíbulo, por el exterior, había un arquitrabe de madera.
26 Ventanas enrejadas y palmeras había a ambos lados, en las paredes laterales del Vestíbulo, las celdas laterales de la Casa y los arquitrabes.
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Ezequiel 42
1 Luego me hizo salir al atrio exterior, hacia el norte, y me llevó a las salas situadas cara al patio, es decir frente al edificio, al norte.
2 La longitud era de cien codos, hacia el norte, y la anchura de cincuenta codos.
3 Frente a los pórticos del atrio interior, y frente al enlosado del atrio exterior, había una galería a lo largo de la galería triple,
4 y, por delante de las salas, un corredor de diez codos de ancho hacia el interior, y cien codos de largo; sus puertas daban al norte.
5 Las salas superiores eran estrechas, porque las galerías les comían parte de su espacio, más estrechas que las de abajo y las del medio del edificio,
6 porque estaban divididas en tres pisos y no tenían columnas como el atrio. Por eso, se iban estrechando con relación a las de abajo y las del medio (a partir del suelo).
7 Y el muro exterior, paralelo a las salas, en dirección al atrio exterior, frente a las salas, tenía cincuenta codos de longitud.
8 Pues la longitud de las salas que daban al atrio exterior era de cincuenta codos, mientras que las que miraban al Santo tenían cien codos.
9 Por debajo de las salas había una entrada del lado de oriente, que daba acceso desde el atrio exterior.
10 A todo lo largo del muro del atrio, en dirección del mediodía, cara al patio y al edificio, había salas.
11 Un corredor pasaba por delante de ellas, como en las salas situadas en dirección norte; tenían igual longitud e igual anchura; iguales salidas, igual disposición y entradas iguales.
12 Por debajo de las salas orientadas al mediodía había una entrada al comienzo de cada corredor, frente al muro situado hacia oriente, según se entra.
13 El me dijo: «Las salas del norte y las salas del mediodía que miran al patio son las salas del Santuario, donde los sacerdotes que se acercan a Yahveh comerán las cosas sacratísimas. Allí depositarán las cosas sacratísimas, la oblación, el sacrificio por el pecado y el sacrificio de expiación, porque es un lugar santo.
14 Y cuando los sacerdotes entren allí, no saldrán del santuario al atrio exterior sin haber dejado allí sus vestiduras litúrgicas, porque estas vestiduras son santas; para acercarse a los lugares destinados al pueblo se pondrán otras ropas.»
15 Cuando acabó de medir el interior de la Casa, me hizo salir en dirección al pórtico que mira a oriente y midió todo el ámbito.
16 Midió el lado oriental con su vara de medir: quinientos codos de perímetro, con la vara de medir.
17 Luego midió el lado norte con la vara de medir: quinientos codos de perímetro.
18 Después midió el lado sur con la vara de medir: quinientos codos
19 de perímetro. Por el lado occidental midió con la vara de medir: quinientos codos.
20 Midió por fin por los cuatro lados el muro que lo cercaba, todo alrededor: longitud, quinientos; anchura, quinientos; para separar lo sagrado de lo profano.
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Ezequiel 43
1 Me condujo luego hacia el pórtico, el pórtico que miraba a oriente,
2 y he aquí que la gloria del Dios de Israel llegaba de la parte de oriente, con un ruido como el ruido de muchas aguas, y la tierra resplandecía de su gloria.
3 Esta visión era como la que yo había visto cuando vine para la destrucción de la ciudad, y también como lo que había visto junto al río Kebar. Entonces caí rostro en tierra.
4 La gloria de Yahveh entró en la Casa por el pórtico que mira a oriente.
5 El espíritu me levantó y me introdujo en el atrio interior, y he aquí que la gloria de Yahveh llenaba la Casa.
6 Y oí que alguien me hablaba desde la Casa, mientras el hombre permanecía en pie junto a mí.
7 Me dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde se posa la planta de mis pies. Aquí habitaré en medio de los hijos de Israel para siempre; y la casa de Israel, así como sus reyes, no contaminarán más mi santo nombre con sus prostituciones y con los cadáveres de sus reyes,
8 poniendo su umbral junto a mi umbral y sus jambas junto a mis jambas, con un muro común entre ellos y yo. Ellos contaminaron mi santo nombre con las abominaciones que cometieron; por eso los he devorado en mi cólera.
9 De ahora en adelante alejarán de mí sus prostituciones y los cadáveres de sus reyes, y yo habitaré en medio de ellos para siempre.
10 «Y tú, hijo de hombre, describe este Templo a la casa de Israel, para que queden avergonzados de sus culpas y tomen nota de su plano.
11 Se avergüenzan de toda su conducta, enséñales la forma del Templo y su plano, sus salidas y entradas, su forma y todas sus disposiciones, toda su forma y todas sus leyes. Pon todo esto por escrito ante sus ojos, para que guarden con exactitud todas sus leyes y disposiciones, y las pongan en práctica.
12 Este es el fuero del Templo: En la cumbre del monte, todo el territorio en su ámbito es santísimo. (Tal es el fuero del Templo.)»
13 Y estas son las dimensiones del altar en codos de codo y palmo: su cavidad, un codo por un codo de ancha. El reborde junto a la ranura, todo alrededor, un palmo. Y está la altura del altar:
14 desde la cavidad del suelo hasta el zócalo inferior, dos codos por un codo de ancho; desde el zócalo pequeño hasta el grande, cuatro codos por un codo de ancho.
15 El fóculo tenía cuatro codos, y por encima del fóculo había cuatro cuernos.
16 El fóculo medía doce codos de largo por doce codos de ancho: era cuadrado por sus cuatro lados.
17 Y el zócalo: catorce codos de largo por catorce de ancho: un cuadrado. El reborde todo alrededor: medio codo; y la cavidad, todo alrededor: un codo. Las gradas estaban vueltas hacia oriente.
18 Y me dijo: Hijo de hombre, así dice el Señor Yahveh: Estas son las disposiciones del altar el día en que sea erigido para ofrecer en él el holocausto y derramar la sangre.
19 A los sacerdotes levitas – los de la descendencia de Sadoq que se acercan a mí para servirme, oráculo del Señor Yahveh – les darás un novillo en sacrificio por el pecado.
20 Tomarás su sangre, y rociarás los cuatro cuernos, los cuatro ángulos del zócalo y el reborde todo alrededor. Así quitarás el pecado y harás expiación por él.
21 Luego tomarás el novillo del sacrificio por el pecado: se le quemará en una dependencia de la Casa, fuera del Santuario.
22 El segundo día, ofrecerás un macho cabrío sin defecto en sacrificio por el pecado y se quitará el pecado del altar como se hizo con el novillo.
23 Cuando hayas acabado de quitar el pecado, ofrecerás un novillo sin defecto y un carnero del rebaño sin defecto.
24 Los ofrecerás delante de Yahveh, y los sacerdotes les echarán sal y los ofrecerán en holocausto a Yahveh.
25 Durante siete días ofrecerás el macho cabrío del sacrificio por el pecado, cada día; se hará también el sacrificio del novillo y del carnero sin defecto tomado del rebaño.
26 Así, durante siete días se hará la expiación del altar, se le purificará y se le consagrará.
27 Pasados estos días, desde el octavo en adelante, los sacerdotes ofrecerán sobre el altar vuestros holocaustos y vuestros sacrificios de comunión. Y yo os seré propicio, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 44
1 Me volvió después hacia el pórtico exterior del santuario, que miraba a oriente. Estaba cerrado.
2 Y Yahveh me dijo: Este pórtico permanecerá cerrado. No se le abrirá, y nadie pasará por él, porque por él ha pasado Yahveh, el Dios de Israel. Quedará, pues, cerrado.
3 Pero el príncipe sí podrá sentarse en él para tomar su comida en presencia de Yahveh. Entrará por el vestíbulo del pórtico y por el mismo saldrá.
4 Luego me llevó por el pórtico septentrional hacia la fachada de la Casa; miré, y he aquí que la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh, y caí rostro en tierra.
5 Yahveh me dijo: Hijo de hombre, presta atención, mira bien y escucha con cuidado lo que te voy a decir acerca de todas las disposiciones de la Casa de Yahveh y de todas sus leyes. Te fijarás bien en lo que respecta a la admisión en la Casa y a la exclusión del santuario.
6 Y dirás a esta casa de rebeldía, la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Ya pasan de la raya todas vuestras abominaciones, casa de Israel,
7 que habéis cometido introduciendo extranjeros incircuncisos de corazón y de cuerpo para que estuvieran en mi santuario y profanaran mi Casa, cuando me ofrecíais mi alimento, grasa y sangre; así habéis roto mi alianza con todas vuestras abominaciones.
8 En lugar de atender al ministerio de mis cosas santas, habéis encargado a otros el ejercicio de mi ministerio en mi Santuario, en lugar vuestro.
9 Así dice el Señor Yahveh: Ningún extranjero, incircunciso de corazón y de cuerpo, entrará en mi santuario, ninguno de los extranjeros que viven en medio de los israelitas.
10 En cuanto a los levitas, que me abandonaron cuando Israel se descarriaba lejos de mí para ir en pos de sus basuras, soportarán el peso de sus culpas.
11 Serán en mi Santuario los encargados de la guardia de las puertas de la Casa y ministros del servicio de la Casa. Ellos inmolarán el holocausto y el sacrificio por el pueblo, y estarán a su disposición para servirle.
12 Por haberse puesto a su servicio delante de sus basuras y haber sido para la casa de Israel ocasión de culpa, por eso, yo levanto la mano contra ellos – oráculo del Señor Yahveh – y soportarán el peso de su culpa.
13 No se acercarán más a mí para ejercer ante mí el sacerdocio ni para tocar mis cosas santas y las cosas sacratísimas: soportarán el peso de su ignominia y de las abominaciones que cometieron.
14 Les encargaré de ejercer el ministerio en la Casa, en lo que atañe a su servicio y a todo lo que allí se hace.
15 Pero los sacerdotes levitas, hijos de Sadoq, que cumplieron mi ministerio en el santuario cuando los israelitas se descarriaban lejos de mí, ellos sí se acercarán a mí para servirme, y estarán en mi presencia para ofrecerme la grasa y la sangre, oráculo del Señor Yahveh.
16 Ellos entrarán en mi Santuario y se acercarán a mi mesa para servirme; ellos cumplirán mi ministerio.
17 Cuando entren por los pórticos del atrio interior, llevarán hábitos de lino; no irán vestidos de lana cuando oficien en los pórticos del atrio interior, y en la Casa.
18 Llevarán en la cabeza turbantes de lino, y fajas de lino a los riñones; no se ceñirán nada que transpire el sudor.
19 Cuando salgan al atrio exterior, donde el pueblo, se quitarán las vestiduras con que hayan oficiado, las dejarán en las salas del Santo, y se pondrán otras ropas, con el fin de no santificar al pueblo con sus vestiduras.
20 No se raparán la cabeza, ni dejarán crecer libremente su cabellera, sino que se cortarán cuidadosamente el pelo.
21 Ningún sacerdote beberá vino el día que tenga que entrar en el atrio interior.
22 No tomarán por esposa ni una viuda ni una mujer repudiada, sino una virgen de la raza de Israel; una viuda sólo en el caso de que sea viuda de un sacerdote.
23 Enseñarán a mi pueblo a distinguir lo sagrado de lo profano y le harán saber la diferencia entre lo puro y lo impuro.
24 En los pleitos serán ellos los jueces; juzgarán conforme a mi derecho; observarán en todas mis fiestas mis leyes y preceptos, y santificarán mis sábados.
25 No se acercarán a un muerto, para no contaminarse, pero por un padre, una madre, un hijo, una hija, un hermano, o una hermana no casada podrán contaminarse.
26 Después de haberse purificado, se contará una semana,
27 y luego, el día en que entre en el Santo, en el atrio interior para oficiar en el Santo, ofrecerá su sacrificio por el pecado, oráculo del Señor Yahveh.
28 No tendrán heredad alguna: yo seré su heredad. No les daréis propiedad en Israel: yo seré su propiedad particular.
29 Ellos comerán la oblación, el sacrificio por el pecado y el sacrificio de expiación. Todo lo que sea consagrado al anatema en Israel será para ellos.
30 Lo mejor de todas vuestras primicias y de toda clase de ofrendas reservadas que ofrezcáis, será para los sacerdotes; y lo mejor de vuestras moliendas, se lo daréis a los sacerdotes, para que la bendición repose sobre vuestra casa.
31 Los sacerdotes no comerán carne de ningún ave ni bestia muerta o desgarrada.
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Ezequiel 45
1 Cuando os repartáis por sorteo esta tierra en heredad, reservaréis como ofrenda para Yahveh un recinto sagrado de la tierra, de una longitud de veinticinco mil codos por una anchura de veinte mil. Será sagrado en toda su extensión.
2 De aquí se tomará para el santuario un cuadrado de quinientos codos por quinientos, alrededor del cual habrá un margen de cincuenta codos.
3 También de su área medirás una longitud de veinticinco mil codos por una anchura de diez mil: aquí estará el santuario, el Santo de los Santos.
4 Será el recinto sagrado de la tierra, destinado a los sacerdotes, que ejercen el ministerio del santuario y que se acercan a Yahveh para servirle. Para ellos será este lugar, para que construyan sus casas y como lugar sagrado para el santuario.
5 Un terreno de veinticinco mil codos de largo por diez mil de ancho será reservado a los levitas, servidores de la Casa, en propiedad, con ciudades para vivir.
6 Y como propiedad de la ciudad fijaréis un terreno de cinco mil codos de ancho por veinticinco mil de largo, junto a la parte reservada del santuario: esto será para toda la casa de Israel.
7 Al príncipe le tocará, a ambos lados del recinto de la parte reservada para el santuario y de la propiedad de la ciudad, a lo largo de la parte reservada para el santuario y de la propiedad de la ciudad, por el lado occidental hacia occidente, y por el oriental hacia oriente, una longitud igual a cada una de las partes, desde la frontera occidental hasta la frontera oriental
8 de la tierra. Esto será su propiedad en Israel. Así mis príncipes no oprimirán más a mi pueblo: dejarán la tierra a la casa de Israel, a sus tribus.
9 Así dice el Señor Yahveh: Ya es demasiado, príncipes de Israel. Desistid de la opresión y de la violencia, practicad el derecho y la justicia, liberad a mi pueblo de vuestros impuestos, oráculo del Señor Yahveh.
10 Usad balanzas justas, una arroba justa, una medida justa.
11 La arroba y la medida sean iguales, de suerte que la medida contenga un décimo de carga y la arroba un décimo de carga. A partir de la carga serán fijadas las medidas.
12 El siclo será de veinte óbolos. Veinte siclos, veinticinco siclos y quince siclos harán una mina.
13 Esta es la ofrenda que reservaréis: un sexto de arroba por cada carga de trigo y un sexto de arroba por cada carga de cebada.
14 Regla para el aceite, para la medida de aceite: una medida de aceite por cada diez medidas, es decir, por un tonel de diez medidas, o de una carga, pues diez medidas hacen una carga.
15 Se reservará una oveja por cada rebaño de doscientas de las praderas de Israel, para la oblación, el holocausto y el sacrificio de comunión, como expiación por ellos, oráculo del Señor Yahveh.
16 Todo el pueblo de la tierra contribuirá a esta ofrenda reservada para el príncipe de Israel.
17 El príncipe se encargará de los holocaustos, de la oblación y de la libación en las fiestas, novilunios y sábados, en todas las solemnidades de la casa de Israel. El proveerá lo necesario para el sacrificio por el pecado, para la oblación, el holocausto y los sacrificios de comunión, para la expiación de la casa de Israel.
18 Así dice el Señor Yahveh: El primer mes, el día uno del mes, tomarás un novillo sin defecto, para quitar el pecado del santuario.
19 El sacerdote tomará la sangre de la víctima por el pecado y la pondrá en las jambas del pórtico de la Casa, en los cuatro ángulos del zócalo del altar, y en las jambas de los pórticos del atrio interior.
20 Lo mismo harás el día siete del mes, en favor de todo aquel que haya pecado por inadvertencia o irreflexión. Así haréis la expiación de la Casa.
21 El día catorce del primer mes será para vosotros la fiesta de la Pascua. Durante siete días se comerá el pan sin levadura.
22 Aquel día, el príncipe ofrecerá por sí mismo y por todo el pueblo de la tierra un novillo en sacrificio por el pecado.
23 Durante los siete días de la fiesta, ofrecerá en holocausto a Yahveh siete novillos y siete carneros sin defecto, cada uno de los siete días, y en sacrificio por el pecado, un macho cabrío cada día.
24 Como oblación, ofrecerá una medida por novillo y una medida por carnero, y de aceite un sextario por medida.
25 El día quince del séptimo mes, en la fiesta, hará lo mismo durante siete días, ofreciendo el sacrificio por el pecado, el holocausto, la oblación y el aceite.
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Ezequiel 46
1 Así dice el Señor Yahveh: El pórtico del atrio interior que mira a oriente estará cerrado los seis días laborables. El sábado se le abrirá, así como el día del novilunio;
2 y el príncipe entrará desde el exterior por el vestíbulo del pórtico y se quedará de pie junto a las jambas del pórtico. Entonces los sacerdotes ofrecerán su holocausto y su sacrificio de comunión. El se postrará en el umbral del pórtico, luego saldrá, y no se cerrará el pórtico hasta la tarde.
3 El pueblo de la tierra se postrará ante Yahveh a la entrada de este pórtico, los sábados y los días de novilunio.
4 El holocausto que el príncipe ofrecerá a Yahveh el sábado, será de seis corderos sin defecto y de un carnero sin defecto;
5 y como oblación una medida por carnero; por los corderos, una oblación que queda a discreción, y de aceite un sextario por medida.
6 En el día del novilunio: un novillo sin defecto, seis corderos y un carnero sin defecto.
7 Y hará oblación de una medida por novillo y de una medida por carnero; por los corderos, lo que pueda, y de aceite un sextario por medida.
8 Cuando el príncipe entre, entrará por el vestíbulo del pórtico y por el mismo saldrá.
9 Y cuando el pueblo de la tierra venga ante Yahveh en las solemnidades, los que entren por el pórtico septentrional para postrarse, saldrán por el pórtico meridional, y los que entren por el pórtico meridional saldrán por el pórtico septentrional. Nadie volverá a salir por el pórtico por donde entró, sino que saldrá por el de enfrente.
10 Y el príncipe irá en medio de ellos; entrará como ellos y saldrá como ellos.
11 En las fiestas y solemnidades, la oblación será de una medida por novillo, de una medida por carnero, por los corderos a discreción, y de aceite, un sextario por medida.
12 Cuando el príncipe ofrezca un holocausto voluntario o un sacrificio de comunión voluntario a Yahveh, se le abrirá el pórtico que mira a oriente, ofrecerá su holocausto y su sacrificio de comunión, de la misma manera que el día de sábado, saldrá luego, y el pórtico se cerrará en cuanto haya salido.
13 Ofrecerás cada día en holocausto a Yahveh un cordero de un año sin defecto: lo ofrecerás cada mañana.
14 Ofrecerás además cada mañana, como oblación, un sexto de medida, y de aceite, un tercio de sextario, para amasar la flor de harina. Esto es la oblación a Yahveh, decreto eterno, fijo para siempre.
15 Se ofrecerá el cordero, la oblación y el aceite, cada mañana, como holocausto perpetuo.
16 Así dice el Señor Yahveh: Si el príncipe hace un regalo a alguno de sus hijos, tomándolo de su heredad, el regalo pertenecerá a sus hijos, será su propiedad por derecho de herencia.
17 Pero si hace de su heredad un regalo a uno de sus siervos, pertenecerá a éste sólo hasta el año de la liberación, luego retornará al príncipe. Solamente a sus hijos podrá pasar su heredad.
18 El príncipe no tomará nada de la heredad del pueblo despojándole de su propiedad; sólo de su propiedad particular legará partes a sus hijos, para que nadie de mi pueblo sea privado de su propiedad.
19 Luego me llevó, por la entrada que estaba al lado del pórtico, a las salas del Santo reservadas a los sacerdotes, las que miraban al norte. Allí, en la extremidad occidental, había un espacio.
20 Me dijo: «Este es el lugar donde los sacerdotes cocerán las víctimas de los sacrificios de expiación y de los sacrificios por el pecado, y donde cocerán la oblación, a fin de que no se saque nada al atrio exterior y se ve santifique así al pueblo.»
21 Me sacó luego al atrio exterior y me hizo pasar junto a los cuatro ángulos del atrio; en cada uno de los ángulos del atrio había un patio:
22 esto es, en los cuatro ángulos del atrio, cuatro pequeños patios de cuarenta codos de longitud y treinta de anchura, los cuatro de las mismas dimensiones.
23 Una tapia cercaba los cuatro, y en la parte baja de la tapia había levantados unos fogones, todo alrededor.
24 Y me dijo: «Estos son los fogones donde los servidores de la Casa cocerán los sacrificios del pueblo.»
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Ezequiel 47
1 Me llevó a la entrada de la Casa, y he aquí que debajo del umbral de la Casa salía agua, en dirección a oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia oriente. El agua bajaba de debajo del lado derecho de la Casa, al sur del altar.
2 Luego me hizo salir por el pórtico septentrional y dar la vuelta por el exterior, hasta el pórtico exterior que miraba hacia oriente, y he aquí que el agua fluía del lado derecho.
3 El hombre salió hacia oriente con la cuerda que tenía en la mano, midió mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta los tobillos.
4 Midió otros mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta las rodillas. Midió mil más y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta la cintura.
5 Midió otros mil: era ya un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido hasta hacerse un agua de pasar a nado, un torrente que no se podía atravesar.
6 Entonces me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre?» Me condujo, y luego me hizo volver a la orilla del torrente.
7 Y a volver vi que a la orilla del torrente había gran cantidad de árboles, a ambos lados.
8 Me dijo: «Esta agua sale hacia la región oriental, baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua hedionda, y el agua queda saneada.
9 Por dondequiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes adonde llega el torrente.
10 A sus orillas vendrán los pescadores; desde Engadí hasta Eneglayim se tenderán redes. Los peces serán de la misma especie que los peces del mar Grande, y muy numerosos.
11 Pero sus marismas y sus lagunas no serán saneadas, serán abandonadas a la sal.
12 A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses frutos nuevos, porque esta agua viene del santuario. Sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de medicina.»
13 Así dice el Señor Yahveh: Esta es la frontera de la tierra que os repartiréis entre las doce tribus de Israel, dando a José dos partes.
14 Recibiréis cada uno por igual vuestra parte, porque yo juré, mano en alto, dársela a vuestros padres, y esta tierra os pertenecerá en heredad.
15 Esta es la frontera de la tierra: lado septentrional: desde el mar Grande, el camino de Jetlón hasta la Entrada de Jamat, Sedad,
16 Berotá, Sibráyim, que está entre el territorio de Damasco y el de Jamar, Jaser Hattikón hacia el territorio del Jaurán;
17 la frontera correrá desde el mar hasta Jasar Enán, quedando al norte el territorio de Damasco, así como el territorio de Jamat. Este, el lado septentrional.
18 Lado oriental: entre el Jaurán y Damasco, entre Galaad y la tierra de Israel, el Jordán servirá de frontera hacia el mar oriental, hasta Tamar: Este, el lado oriental.
19 Lado meridional, al sur: desde Tamar hasta las aguas de Meribá de Cadés, hacia el torrente, hasta el mar Grande. Este, el lado meridional, al sur.
20 Lado occidental: el mar Grande será la frontera hasta enfrente de la Entrada de Jamat. Este, el lado occidental.
21 Os repartiréis esta tierra, según las tribus de Israel.
22 Os la repartiréis como heredad para vosotros y para los forasteros que residan con vosotros y que hayan engendrado hijos entre vosotros, porque los consideraréis como al israelita nativo. Con vosotros participarán en la suerte de la heredad, en medio de las tribus de Israel.
23 En la tribu donde resida el forastero, allí le daréis su heredad, oráculo del Señor Yahveh.
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Ezequiel 48
1 Y estos son los nombres de las tribus. Desde el extremo norte, a lo largo del camino de Jetlón, hacia la Entrada de Jamat, Jasar Enán, quedando al norte el territorio de Damasco, a lo largo de Jamat: será para él desde el lado oriental hasta el lado occidental: Dan, una parte.
2 Limitando con Dan, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Aser, una parte.
3 Limitando con Aser, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Neftalí, una parte.
4 Limitando con Neftalí, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Manasés, una parte.
5 Limitando con Manasés, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Efraím, una parte.
6 Limitando con Efraím, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Rubén, una parte.
7 Limitando con Rubén, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Judá, una parte.
8 Limitando con Judá, desde el lado oriental hasta el lado occidental, estará la ofrenda sagrada que reservaréis, de veinticinco mil codos de ancha, y de larga como cada una de las otras partes desde el lado oriental hasta el lado occidental. Y en medio estará el santuario.
9 La ofrenda sagrada que reservaréis para Yahveh tendrá veinticinco mil codos de longitud y diez mil de anchura.
10 A ellos, a los sacerdotes, pertenecerá la ofrenda santa reservada: veinticinco mil codos al norte, diez mil codos de anchura al oeste, diez mil codos de anchura al este, y veinticinco mil codos de longitud al sur; y el santuario de Yahveh estará en el medio;
11 a los sacerdotes consagrados, aquellos de entre los hijos de Sadoq que cumplieron mi ministerio, y que no se descarriaron al descarriarse los israelitas, como se descarriaron los levitas,
12 a ellos les corresponderá una parte de la tierra reservada como ofrenda sacratísima, junto al territorio de los levitas.
13 Los levitas, a semejanza del territorio de los sacerdotes, tendrán un territorio de veinticinco mil codos de largo y diez mil de ancho – longitud total, veinticinco mil, y anchura, diez mil.
14 No podrán vender ni cambiar ni ceder nada de esta parte de la tierra, porque está consagrada a Yahveh.
15 Los cinco mil codos de anchura que quedan a lo largo de los veinticinco mil, serán un terreno profano para la ciudad, para viviendas y pastizales. La ciudad quedará en medio.
16 Y estas serán sus dimensiones: por el lado norte, cuatro mil quinientos codos; por el lado sur, cuatro mil quinientos codos; por el lado este, cuatro mil quinientos codos; por el lado oeste, cuatro mil quinientos codos.
17 Y los pastizales de la ciudad se extenderán hacia el norte doscientos cincuenta codos, hacia el sur doscientos cincuenta, hacia el este doscientos cincuenta y hacia el oeste doscientos cincuenta.
18 Quedará una extensión, a lo largo de la ofrenda santa reservada, de diez mil codos hacia oriente y diez mil hacia occidente, a lo largo de la ofrenda santa reservada: sus productos servirán para la alimentación de los trabajadores de la ciudad.
19 Los trabajadores que trabajen en la ciudad serán tomados de todas las tribus de Israel.
20 El total de la ofrenda reservada será de veinticinco mil codos por veinticinco mil. Reservaréis un cuarto de la ofrenda santa reservada para la propiedad de la ciudad.
21 Lo que quede será para el príncipe, a uno y otro lado de la ofrenda santa reservada y de la propiedad de la ciudad, a lo largo de los veinticinco mil codos al este, hasta la frontera oriental, y al oeste a lo largo de los veinticinco mil codos hasta la frontera occidental, para el príncipe, en correspondencia a las demás partes; y en el medio estará la ofrenda santa reservada y el santuario de la Casa.
22 Así, desde la propiedad de los levitas y la propiedad de la ciudad que están en medio de la parte del príncipe, entre la frontera de Judá y la de Benjamín, pertenecerá al príncipe.
23 Y las demás tribus: desde el lado oriental hasta el lado occidental: Benjamín, una parte.
24 Limitando con Benjamín, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Simeón, una parte.
25 Limitando con Simeón, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Isacar, una parte.
26 Limitando con Isacar, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Zabulón, una parte.
27 Limitando con Zabulón, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Gad, una parte.
28 Y limitando con Gad, por el lado meridional, al sur, la frontera correrá desde Tamar hacia las aguas de Meribá de Cadés, el torrente, hasta el mar Grande.
29 Tal es la tierra que repartiréis en heredad entre las tribus de Israel y tales serán sus partes, oráculo del Señor Yahveh.
30 Y estas son las salidas de la ciudad: por el lado norte, se medirán cuatro mil quinientos codos.
31 Las puertas de la ciudad llevarán los nombres de las tribus de Israel. Al norte tres puertas: la puerta de Rubén, la puerta de Judá y la puerta de Leví.
32 Por el lado oriental, cuatro mil quinientos codos y tres puertas: la puerta de José, la puerta de Benjamín y la puerta de Dan.
33 Por el lado meridional, cuatro mil quinientos codos y tres puertas: la puerta de Simeón, la puerta de Isacar y la puerta de Zabulón.
34 Por el lado occidental, cuatro mil quinientos codos y tres puertas: la puerta de Gad, la puerta de Aser y la puerta de Neftalí.
35 El perímetro total será de dieciocho mil codos. Y en adelante el nombre de la ciudad será: «Yahveh está allí.»
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Filemón

Sagrada Escritura, Filemón

Filemón 1
1 Pablo, preso de Cristo Jesús, y Timoteo, el hermano, a nuestro querido amigo y colaborador Filemón,
2 a la hermana Apfia, a nuestro compañero de armas, Arquipo, y a la Iglesia de tu casa.
3 Gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
4 Doy gracias sin cesar a mi Dios, recordándote en mis oraciones,
5 pues tengo noticia de tu caridad y de tu fe para con el Señor Jesús y para bien de todos los santos,
6 a fin de que tu participación en la fe se haga eficiente mediante el conocimiento perfecto de todo el bien que hay en nosotros en orden a Cristo.
7 Pues tuve gran alegría y consuelo a causa de tu caridad, por el alivio que los corazones de los santos han recibido de ti, hermano.
8 Por lo cual, aunque tengo en Cristo bastante libertad para mandarte lo que conviene,
9 prefiero más bien rogarte en nombre de la caridad, yo, este Pablo ya anciano, y además ahora preso de Cristo Jesús.
10 Te ruego en favor de mi hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo,
11 que en otro tiempo te fue inútil, pero ahora muy útil para ti y para mí.
12 Te lo devuelvo, a éste, mi propio corazón.
13 Yo querría retenerle conmigo, para que me sirviera en tu lugar, en estas cadenas por el Evangelio;
14 mas, sin consultarte, no he querido hacer nada, para que esta buena acción tuya no fuera forzada sino voluntaria.
15 Pues tal vez fue alejado de ti por algún tiempo, precisamente para que lo recuperaras para siempre,
16 y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que, siéndolo mucho para mí, ¡cuánto más lo será para ti, no sólo como amo, sino también en el Señor!.
17 Por tanto, si me tienes como algo unido a ti, acógele como a mí mismo.
18 Y si en algo te perjudicó, o algo te debe, ponlo a mi cuenta.
19 Yo mismo, Pablo, lo firmo con mi puño; yo te lo pagaré… Por no recordarte deudas para conmigo, pues tú mismo te me debes.
20 Sí, hermano, hazme este favor en el Señor. ¡Alivia mi corazón en Cristo!
21 Te escribo confiado en tu docilidad, seguro de que harás más de lo que te pido.
22 Y al mismo tiempo, prepárame hospedaje; pues espero que por vuestras oraciones se os concederá la gracia de mi presencia.
23 Te saludan Epafras, mi compañero de cautiverio en Cristo Jesús,
24 Marcos, Aristarco, Demás y Lucas, mis colaboradores.
25 Que la gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu.


 

1ra. Tesalonicenses

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Índice: Sagrada Escritura, 1ra. tesalonicenses

1     2     3     4     5

     

 



1 Tesalonicenses 1

1 Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros gracia y paz.
2 En todo momento damos gracia a Dios por todos vosotros, recordándoos sin cesar en nuestras oraciones.
3 Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad, y la tenacidad de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor.
4 Conocemos, hermanos queridos de Dios, vuestra elección;
5 ya que os fue predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras sino también con poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión. Sabéis cómo nos portamos entre vosotros en atención a vosotros.
6 Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, abrazando la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones.
7 De esta manera os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
8 Partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la Palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en Acaya, sino por todas partes, de manera que nada nos queda por decir.
9 Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero,
10 y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera.
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1 Tesalonicenses 2
1 Bien sabéis vosotros, hermanos, que nuestra ida a vosotros no fue estéril,
2 sino que, después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos, como sabéis, confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas.
3 Nuestra exhortación no procede del error, ni de la impureza ni con engaño,
4 sino que así como hemos sido juzgados aptos por Dios para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos, no buscando agradar a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones.
5 Nunca nos presentamos, bien lo sabéis, con palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia, Dios es testigo,
6 ni buscando gloria humana, ni de vosotros ni de nadie.
7 Aunque pudimos imponer nuestra autoridad por ser apóstoles de Cristo, nos mostramos amables con vosotros, como una madre cuida con cariño de sus hijos.
8 De esta manera, amándoos a vosotros, queríamos daros no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestro propio ser, porque habíais llegado a sernos muy queridos.
9 Pues recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas. Trabajando día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os proclamamos el Evangelio de Dios.
10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprochablemente nos comportamos con vosotros, los creyentes.
11 Como un padre a sus hijos, lo sabéis bien, a cada uno de vosotros
12 os exhortábamos y alentábamos, conjurándoos a que vivieseis de una manera digna de Dios, que os ha llamado a su Reino y gloria.
13 De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar gracias a Dios porque, al recibir la Palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.
14 Porque vosotros, hermanos, habéis seguido el ejemplo de las Iglesias de Dios que están en Judea, en Cristo Jesús, pues también vosotros habéis sufrido de vuestros compatriotas las mismas cosas que ellos de parte de los judíos;
15 éstos son los que dieron muerte al Señor y a los profetas y los que nos han perseguido a nosotros; no agradan a Dios y son enemigos de todos los hombres,
16 impidiéndonos predicar a los gentiles para que se salven; así van colmando constantemente la medida de sus pecados; pero la Cólera irrumpe sobre ellos con vehemencia.
17 Mas nosotros, hermanos, separados de vosotros por breve tiempo – físicamente, mas no con el corazón – ansiábamos con ardiente deseo ver vuestro rostro.
18 Por eso quisimos ir a vosotros – yo mismo, Pablo, lo intenté una y otra vez – pero Satanás nos lo impidió.
19 Pues ¿cuál es nuestra esperanza, nuestro gozo, la corona de la que nos sentiremos orgullosos, ante nuestro Señor Jesús en su Venida, sino vosotros?
20 Sí, vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo.
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1 Tesalonicenses 3
1 Por lo cual, no pudiendo soportar más, decidimos quedarnos solos en Atenas
2 y os enviamos a Timoteo, hermano nuestro y colaborador de Dios en el Evangelio de Cristo, para afianzaros y daros ánimos en vuestra fe,
3 para que nadie vacile en esas tribulaciones. Bien sabéis que este es nuestro destino:
4 ya cuando estábamos con vosotros os predecíamos que íbamos a sufrir tribulaciones, y es lo que ha sucedido, como sabéis.
5 Por lo cual también yo, no pudiendo soportar ya más, le envié para tener noticias de vuestra fe, no fuera que el Tentador os hubiera tentado y que nuestro trabajo quedara reducido a nada.
6 Nos acaba de llegar de ahí Timoteo y nos ha traído buenas noticias de vuestra fe y vuestra caridad; y dice que conserváis siempre buen recuerdo de nosotros y que deseáis vernos, así como nosotros a vosotros.
7 Así pues, hermanos, hemos recibido de vosotros un gran consuelo, motivado por vuestra fe, en medio de todas nuestras congojas y tribulaciones.
8 Ahora sí que vivimos, pues permanecéis firmes en el Señor.
9 Y ¿cómo podremos agradecer a Dios por vosotros, por todo el gozo que, por causa vuestra, experimentamos ante nuestro Dios?
10 Noche y día le pedimos insistentemente poder ver vuestro rostro y completar lo que falta a vuestra fe.
11 Que Dios mismo, nuestro Padre y nuestro Señor Jesús orienten nuestros pasos hacia vosotros.
12 En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros,
13 para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la Venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos.
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1 Tesalonicenses 4
1 Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús a que viváis como conviene que viváis para agradar a Dios, según aprendisteis de nosotros, y a que progreséis más.
2 Sabéis, en efecto, las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús.
3 Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación,
4 que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor,
5 y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios.
6 Que nadie falte a su hermano ni se aproveche de él en este punto, pues el Señor se vengará de todo esto, como os lo dijimos ya y lo atestiguamos,
7 pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad.
8 Así pues, el que esto deprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os hace don de su Espíritu Santo.
9 En cuanto al amor mutuo, no necesitáis que os escriba, ya que vosotros habéis sido instruidos por Dios para amaros mutuamente.
10 Y lo practicáis bien con los hermanos de toda Macedonia. Pero os exhortamos, hermanos, a que continuéis practicándolo más y más,
11 y a que ambicionéis vivir en tranquilidad, ocupándoos en vuestros asuntos, y trabajando con vuestras manos, como os lo tenemos ordenado,
12 a fin de que viváis dignamente ante los de fuera, y no necesitéis de nadie.
13 Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza.
14 Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús.
15 Os decimos eso como Palabra des Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron.
16 El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar.
17 Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor.
18 Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
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1 Tesalonicenses 5
1 En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad que os escriba.
2 Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche.
3 Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán.
4 Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón,
5 pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas.
6 Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.
7 Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan.
8 Nosotros, por el contrario, que somos del día, seamos sobrios; revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación.
9 Dios no nos ha destinado para la cólera, sino para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo,
10 que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos juntos con él.
11 Por esto, confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros, como ya lo hacéis.
12 Os pedimos, hermanos, que tengáis en consideración a los que trabajan entre vosotros, os presiden en el Señor y os amonestan.
13 Tenedles en la mayor estima con amor por su labor. Vivid en paz unos con otros.
14 Os exhortamos, asimismo, hermanos, a que amonestéis a los que viven desconcertados, animéis a los pusilánimes, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos.
15 Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal, antes bien, procurad siempre el bien mutuo y el de todos.
16 Estad siempre alegres.
17 Orad constantemente.
18 En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros.
19 No extingáis el Espíritu;
20 no despreciéis las profecías;
21 examinadlo todo y quedaos con lo bueno.
22 Absteneos de todo genero de mal.
23 Que El, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo.
24 Fiel es el que os llama y es él quien lo hará.
25 Hermanos, orad también por nosotros.
26 Saludad a todos los hermanos con el beso santo.
27 Os conjuro por el Señor que esta carta sea leída a todos los hermanos.
28 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.
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Gálatas

Índice: Sagrada Escritura, Gálatas

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Gálatas 1

1 Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos,
2 y todos los hermanos que conmigo están, a las Iglesias de Galacia.
3 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo,
4 que se entregó a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este mundo perverso, según la voluntad de nuestro Dios y Padre,
5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
6 Me maravillo de que abandonando al que os llamó por la gracia de Cristo, os paséis tan pronto a otro evangelio
7 – no que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren deformar el Evangelio de Cristo -.
8 Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!
9 Como lo tenemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!
10 Porque ¿busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo.
11 Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano,
12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.
13 Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el Judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba,
14 y cómo sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres.
15 Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien
16 revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre,
17 sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco.
18 Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía.
19 Y no vi a ningún otro apóstol, y sí a Santiago, el hermano del Señor.
20 Y en lo que os escribo, Dios me es testigo de que no miento.
21 Luego me fui a las regiones de Siria y Cilicia;
22 pero personalmente no me conocían las Iglesias de Judea que están en Cristo.
23 Solamente habían oído decir: «El que antes nos perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería destruir».
24 Y glorificaban a Dios a causa de mí.
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Gálatas 2
1 Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito.
2 Subí movido por una revelación y les expuse el Evangelio que proclamo entre los gentiles – tomando aparte a los notables – para saber si corría o había corrido en vano.
3 Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse.
4 Pero, a causa de los intrusos, los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud,
5 a quienes ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio…
6 Y de parte de los que eran tenidos por notables – ¡qué me importa lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas – en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron.
7 Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos,
8 – pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles –
9 y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos;
10 sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero.
11 Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión.
12 Pues antes que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor de los circuncisos.
13 Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos.
14 Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?»
15 Nosotros somos judíos de nacimiento y no gentiles pecadores; a pesar de todo,
16 conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la ley sino sólo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las obras de la ley nadie será justificado.
17 Ahora bien, si buscando nuestra justificación en Cristo, resulta que también nosotros somos pecadores, ¿estará Cristo al servicio del pecado? ¡De ningún modo!
18 Pues si vuelvo a edificar lo que una vez destruí, a mí mismo me declaro transgresor.
19 En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado:
20 y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.
21 No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano.
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Gálatas 3
1 ¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado?
2 Quiero saber de vosotros una sola cosa: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por la fe en la predicación?
3 ¿Tan insensatos sois? Comenzando por espíritu, ¿termináis ahora en carne?
4 ¿Habéis pasado en vano por tales experiencias? ¡Pues bien en vano sería!
5 El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación?
6 Así Abraham creyó en Dios y le fue reputado como justicia.
7 Tened, pues, entendido que los que viven de la fe, ésos son los hijos de Abraham.
8 La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abraham esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones.
9 Así pues, los que viven de la fe son bendecidos con Abraham el creyente.
10 Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en maldición. Pues dice la Escritura: Maldito todo el que no se mantenga en la práctica de todos los preceptos escritos en el libro de la Ley.
11 – Y que la ley no justifica a nadie ante Dios es cosa evidente, pues el justo vivirá por la fe;
12 pero la ley no procede de la fe, sino que quien practique sus preceptos, vivirá por ellos –
13 Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero,
14 a fin de que llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de Abraham, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la Promesa.
15 Hermanos, voy a explicarme al modo humano: aun entre los hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento hecho en regla.
16 Pues bien, las promesas fueron dirigidas a Abraham y a su descendencia. No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo.
17 Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma, no puede ser anulado por la ley, que llega 430 años más tarde, de tal modo que la promesa quede anulada.
18 Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abraham su favor en forma de promesa.
19 Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba destinada la promesa, ley que fue promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador.
20 Ahora bien, cuando hay uno solo no hay mediador, y Dios es uno solo.
21 Según eso, ¿la ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ningún modo! Si de hecho se nos hubiera otorgado una ley capaz de vivificar, en ese caso la justicia vendría realmente de la ley.
22 Pero, de hecho, la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la Promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo.
23 Y así, antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse.
24 De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe.
25 Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo.
26 Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
27 En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo:
28 ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
29 Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la Promesa.
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Gálatas 4
1 Pues yo digo: Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, con ser dueño de todo;
2 sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el padre.
3 De igual manera, también nosotros, cuando éramos menores de edad, vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo.
4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,
5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva.
6 La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!
7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios.
8 Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que en realidad no son dioses.
9 Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo?
10 Andáis observando los días, los meses, las estaciones, los años.
11 Me hacéis temer no haya sido en vano todo mi afán por vosotros.
12 Os ruego que os hagáis como yo, pues yo me hice como vosotros. Ningún agravio me hicisteis.
13 Pero bien sabéis que una enfermedad me dio ocasión para evangelizaros por primera vez;
14 y, no obstante la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a un ángel de Dios: como a Cristo Jesús.
15 ¿Dónde están ahora los parabienes que os dabais? Pues yo mismo puedo atestiguaros que os hubierais arrancado los ojos, de haber sido posible, para dármelos.
16 ¿Es que me he vuelto enemigo vuestro diciéndoos la verdad?
17 El celo que ésos muestran por vosotros no es bueno; quieren alejaros de mí para que mostréis celo por ellos.
18 Bien está procurarse el celo de otros para el bien, siempre, y no sólo cuando yo estoy entre vosotros,
19 ¡hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros.
20 Quisiera hallarme ahora en medio de vosotros para poder acomodar el tono de mi voz, pues no sé cómo habérmelas con vosotros.
21 Decidme vosotros, los que queréis estar sometidos a la ley: ¿No oís la ley?.
22 Pues dice la Escritura que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre.
23 Pero el de la esclava nació según la naturaleza; el de la libre, en virtud de la Promesa.
24 Hay en ello una alegoría: estas mujeres representan dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, madre de los esclavos, es Agar,
25 (pues el monte Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén actual, que es esclava, y lo mismo sus hijos.
26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre,
27 pues dice la Escritura: Regocíjate estéril, la que no das hijos; rompe en gritos de júbilo, la que no conoces los dolores de parto, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada.
28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la Promesa.
29 Pero, así como entonces el nacido según la naturaleza perseguía al nacido según el espíritu, así también ahora.
30 Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, pues no ha de heredar el hijo de la esclava juntamente con el hijo de la libre.
31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
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Gálatas 5
1 Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud.
2 Soy yo, Pablo, quien os lo dice: Si os dejáis circuncidar, Cristo no os aprovechará nada.
3 De nuevo declaro a todo hombre que se circuncida que queda obligado a practicar toda la ley.
4 Habéis roto con Cristo todos cuantos buscáis la justicia en la ley. Os habéis apartado de la gracia.
5 Pues a nosotros nos mueve el Espíritu a aguardar por la fe los bienes esperados por la justicia.
6 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad.
7 Comenzasteis bien vuestra carrera, ¿quién os puso obstáculo para no seguir a la verdad?
8 Semejante persuasión no proviene de Aquel que os llama.
9 Un poco de levadura fermenta toda la masa.
10 Por mi parte, confío en el Señor que vosotros no pensaréis de otra manera; pero el que os perturba llevará su castigo, quienquiera que sea.
11 En cuanto a mí, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué soy todavía perseguido? ¡Pues se acabó ya el escándalo de la cruz!
12 ¡Ojalá que se mutilaran los que os perturban!
13 Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros.
14 Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
15 Pero si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros!
16 Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne.
17 Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais.
18 Pero, si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
19 Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje,
20 idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones,
21 envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.
22 En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,
23 mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley.
24 Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.
25 Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu.
26 No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.
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Gálatas 6
1 Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado.
2 Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo.
3 Porque si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo.
4 Examine cada cual su propia conducta y entonces tendrá en sí solo, y no en otros, motivo para glorificarse,
5 pues cada uno tiene que llevar su propia carga.
6 Que el discípulo haga partícipe en toda suerte de bienes al que le instruye en la Palabra.
7 No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará:
8 el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna.
9 No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.
10 Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.
11 Mirad con qué letras tan grandes os escribo de mi propio puño.
12 Los que quieren ser bien vistos en lo humano, ésos os fuerzan a circuncidaros, con el único fin de evitar la persecución por la cruz de Cristo.
13 Pues ni siquiera esos mismos que se circuncidan cumplen la ley; sólo desean veros circuncidados para gloriarse en vuestra carne.
14 En cuanto a mí ¡Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!
15 Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva.
16 Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia, lo mismo que para el Israel de Dios.
17 En adelante nadie me moleste, pues llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús.
18 Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.
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Filipenses

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Índice: Sagrada Escritura, Filipenses

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Filipenses 1

1 Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los epíscopos y diáconos.
2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3 Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros,
4 rogando siempre y en todas mis oraciones con alegría por todos vosotros
5 a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy;
6 firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús.
7 Y es justo que yo sienta así de todos vosotros, pues os llevo en mi corazón, partícipes como sois todos de mi gracia, tanto en mis cadenas como en la defensa y consolidación del Evangelio.
8 Pues testigo me es Dios de cuánto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús.
9 Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento,
10 con que podáis aquilatar los mejor para ser puros y sin tacha para el Día de Cristo,
11 llenos de los frutos de justicia que vienen por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
12 Quiero que sepáis, hermanos, que lo que me ha sucedido ha contribuido más bien al progreso del Evangelio;
13 de tal forma que se ha hecho público en todo el Pretorio y entre todos los demás, que me hallo en cadenas por Cristo.
14 Y la mayor parte de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas, tienen mayor intrepidez en anunciar sin temor la Palabra.
15 Es cierto que algunos predican a Cristo por envidia y rivalidad; mas hay también otros que lo hacen con buena intención;
16 éstos, por amor, conscientes de que yo estoy puesto para defender el Evangelio;
17 aquéllos, por rivalidad, no con puras intenciones, creyendo que aumentan la tribulación de mis cadenas.
18 Pero ¿y qué? Al fin y al cabo, hipócrita o sinceramente, Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome.
19 Pues yo sé que esto servirá para mi salvación gracias a vuestras oraciones y a la ayuda prestada por el Espíritu de Jesucristo,
20 conforme a lo que aguardo y espero, que en modo alguno seré confundido; antes bien, que con plena seguridad, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte,
21 pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.
22 Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger…
23 Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor;
24 mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros.
25 Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe,
26 a fin de que tengáis por mi causa un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús cuando yo vuelva a estar entre vosotros.
27 Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio,
28 sin dejaros intimidar en nada por los adversarios, lo cual es para ellos señal de perdición, y para vosotros de salvación. Todo esto viene de Dios.
29 Pues a vosotros se os ha concedido la gracia de que por Cristo… no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él,
30 sosteniendo el mismo combate en que antes me visteis y en el que ahora sabéis que me encuentro.
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Filipenses 2
1 Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión,
2 que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos.
3 Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo,
4 buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás.
5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:
6 El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
7 Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre;
8 y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre.
10 Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos,
11 y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre.
12 Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación,
13 pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece.
14 Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones
15 para que seáis irreprochables e inocentes, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación tortuosa y perversa, en medio de la cual brilláis como antorchas en el mundo,
16 presentándole la Palabra de vida para orgullo mío en el Día de Cristo, ya que no habré corrido ni me habré fatigado en vano.
17 Y aun cuando mi sangre fuera derramada como libación sobre el sacrificio y la ofrenda de vuestra fe, me alegraría y congratularía con vosotros.
18 De igual manera también vosotros alegraos y congratulaos conmigo.
19 Espero en el Señor Jesús poder enviaros pronto a Timoteo, para quedar también yo animado con vuestras noticias.
20 Pues a nadie tengo de tan iguales sentimientos que se preocupe sinceramente de vuestros intereses,
21 ya que todos buscan sus propios intereses y no los de Cristo Jesús.
22 Pero vosotros conocéis su probada virtud, pues como un hijo junto a su padre ha servido conmigo en favor del Evangelio.
23 A él, pues, espero enviaros tan pronto como vea clara mi situación.
24 Y aun confío en el Señor que yo mismo podré ir pronto.
25 Entretanto, he juzgado necesario devolveros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, enviado por vosotros con el encargo de servirme en mi necesidad,
26 porque os está añorando a todos vosotros y anda angustiado porque sabe que ha llegado a vosotros la noticia de su enfermedad.
27 Es cierto que estuvo enfermo y a punto de morir. Pero Dios se compadeció de él; y no sólo de él, sino también de mí, para que no tuviese yo tristeza sobre tristeza.
28 Así pues, me apresuro a enviarle para que viéndole de nuevo os llenéis de alegría y yo quede aliviado en mi tristeza.
29 Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría, y tened en estima a los hombres como él,
30 ya que por la obra de Cristo ha estado a punto de morir, arriesgando su vida para supliros en el servicio que no podíais prestarme vosotros mismos.
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Filipenses 3
1 Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor… Volver a escribiros las mismas cosas, a mí no me es molestia, y a vosotros os da seguridad.
2 Atención a los perros; atención a los obreros malos; atención a los falsos circuncisos.
3 Pues los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que damos culto según el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús sin poner nuestra confianza en la carne,
4 aunque yo tengo motivos para confiar también en la carne. Si algún otro cree poder confiar en la carne, más yo.
5 Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo;
6 en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable.
7 Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo.
8 Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo,
9 y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe,
10 y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte,
11 tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos.
12 No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús.
13 Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante,
14 corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús.
15 Así pues, todos los perfectos tengamos estos sentimientos, y si en algo sentís de otra manera, también eso os lo declarará Dios.
16 Por lo demás, desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos adelante.
17 Hermanos, sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros.
18 Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo,
19 cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza, que no piensan más que en las cosas de la tierra.
20 Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo,
21 el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas.
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Filipenses 4
1 Por tanto, hermanos míos queridos y añorados, mi gozo y mi corona, manteneos así firmes en el Señor, queridos.
2 Ruego a Evodia, lo mismo que a Síntique, tengan un mismo sentir en el Señor.
3 También te ruego a ti, Sícigo, verdadero «compañero», que las ayudes, ya que lucharon por el Evangelio a mi lado, lo mismo que Clemente y demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.
4 Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres.
5 Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
6 No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias.
7 Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
8 Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta.
9 Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros.
10 Me alegré mucho en el Señor de que ya al fin hayan florecido vuestros buenos sentimientos para conmigo. Ya los teníais, sólo que os faltaba ocasión de manifestarlos.
11 No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo.
12 Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación.
13 Todo lo puedo en Aquel que me conforta.
14 En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación.
15 Y sabéis también vosotros, filipenses, que en el comienzo de la evangelización, cuando salí de Macedonia, ninguna Iglesia me abrió cuentas de «haber y debe», sino vosotros solos.
16 Pues incluso cuando estaba yo en Tesalónica enviasteis por dos veces con que atender a mi necesidad.
17 No es que yo busque el don; sino que busco que aumenten los intereses en vuestra cuenta.
18 Tengo cuanto necesito, y me sobra; nado en la abundancia después de haber recibido de Epafrodito lo que me habéis enviado, suave aroma, sacrificio que Dios acepta con agrado.
19 Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús.
20 Y a Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
21 Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Os saludan los hermanos que están conmigo.
22 Os saludan todos los Santos, especialmente los de la Casa del César.
23 La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu.
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