Baruc

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Índice: Sagrada Escritura, Baruc
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Baruc 1
1 Este es el texto del libro que Baruc, hijo de Neriyías, hijo de Maaseías, hijo de Sedecías, hijo de Asadías, hijo de Jilquías, escribió en Babilonia,
2 el año quinto, el día siete del mes, en el tiempo en que los caldeos habían tomado e incendiado Jerusalén.
3 Baru leyó el texto de este libro a oídos de Jeconías, hijo de Yoyaquim, rey de Judá, y a oídos de todo el pueblo venido para escuchar el libro;
4 a oídos de las autoridades y de los hijos del rey, a oídos de los ancianos, a oídos del pueblo entero desde el menor al mayor, de todos los que habitaban en Babilonia, a orillas del río Sud.
5 Todos lloraron, ayunaron y oraron delante del Señor.
6 Luego reunieron dinero, según las posibilidades de cada uno,
7 y lo enviaron a Jerusalén, al sacerdote Joaquín, hijo de Jilquías, hijo de Salom, a los demás sacerdotes y a todo el pueblo que se encontraba con él en Jerusalén.
8 Y a Baruc, el día diez del mes de Siván, había tomado los objetos sagrados de la Casa del Señor que habían sido llevados del Templo, con ánimo de volverlos a llevar a la tierra de Judá; objetos de plata mandados hacer por Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá,
9 después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías, a los príncipes, a los cerrajeros, a las autoridades y al pueblo de la tierra, llevándolos a Babilonia.
10 Se les decía: Ahí os enviamos dinero; comprad con él holocaustos, sacrificios por el pecado e incienso; haced oblaciones y ofrendas sobre el altar del Señor Dios nuestro.
11 Rogad por la vida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y por la vida de su hijo Baltasar, para que sean sus días como los días del cielo sobre la tierra.
12 El Señor nos dará fuerzas e iluminará nuestros ojos para vivir a la sombra de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y a la sombra de su hijo Baltasar; les serviremos largos días y hallaremos gracia a sus ojos.
13 Rogad también por nosotros al Señor Dios nuestro, porque hemos pecado contra el Señor Dios nuestro, y todavía hoy no se ha retirado de nosotros el furor y la ira del Señor.
14 Y leed este libro que os mandamos para que hagáis lectura pública en la Casa del Señor, el día de la fiesta y en días oportunos.
15 Diréis: Al Señor Dios nuestro la justicia, a nosotros, en cambio, la confusión del rostro, como sucede en este día; a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén,
16 a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas y a nuestros padres.
17 Porque hemos pecado ante el Señor,
18 le hemos desobedecido y no hemos escuchado la voz del Señor Dios nuestro siguiendo las órdenes que el Señor nos había puesto delante.
19 Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres del país de Egipto hasta el día de hoy hemos sido indóciles al Señor Dios nuestro y prestos en desoír su voz.
20 Por esto se nos han pegado los males y la maldición con que el Señor conminó a su siervo Moisés el día que sacó a nuestros padres del país de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel, como sucede en este día.
21 Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor Dios nuestro de acuerdo con todas las palabras de los profetas que nos ha enviado,
22 sino que hemos sido, cada uno de nosotros según el capricho de su perverso corazón, a servir a dioses extraños, a hacer lo malo a los ojos del Señor Dios nuestro.
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Baruc 2
1 Por eso el Señor Dios nuestro ha cumplido la palabra que había pronunciado contra nosotros, contra nuestros jueces que juzgaron a Israel, contra nuestros reyes y nuestros príncipes, contra los habitantes de Israel y de Judá.
2 Jamás se hizo debajo del cielo entero nada semejante a lo que hizo él en Jerusalén, conforme está escrito en la Ley de Moisés,
3 hasta el punto de que llegamos a comer uno la carne de su propio hijo, otro la carne de su propia hija.
4 Y los entregó el Señor en poder de todos los reinos de nuestro alrededor para que fuesen objeto de oprobio y maldición entre todos los pueblos circundantes donde el Señor los dispersó.
5 Hemos pasado a estar debajo y no encima, por haber pecado contra el Señor Dios nuestro desoyendo su voz.
6 Al Señor Dios nuestro la justicia; a nosotros y a nuestros padres la confusión del rostro, como sucede en este día.
7 Lo que el Señor había dicho contra nosotros, todos esos males nos han sobrevenido.
8 Pero nosotros no hemos suplicado al rostro del Señor volviéndonos cada uno de los pensamientos de su perverso corazón.
9 Por eso el Señor ha estado atento a los males y los ha descargado el Señor sobre nosotros; porque es justo el Señor en todas las obras que nos ordenó;
10 y nosotros no hemos escuchado su voz siguiendo las órdenes que el Señor nos había puesto delante.
11 Y ahora, oh Señor, Dios de Israel, que sacaste a tu pueblo del país de Egipto con mano fuerte, entre señales y prodigios, con gran poder y tenso brazo, haciéndote así un nombre como se ve en este día,
12 nosotros hemos pecado, hemos sido impíos, hemos cometido injusticia, Señor Dios nuestro, contra todos tus decretos.
13 Que tu furor se retire de nosotros, porque hemos quedado bien pocos entre las naciones en medio de las cuales tú nos dispersaste.
14 Escucha, Señor, nuestra oración y nuestra súplica, líbranos por ti mismo, y haz que hallemos gracia a los ojos de los que nos deportaron,
15 para que sepa toda la tierra que tú eres el Señor Dios nuestro y que tu Nombre se invoca sobre Israel y sobre su raza.
16 Mira, Señor, desde tu santa Casa y piensa en nosotros; inclina, Señor, tu oído y escucha;
17 abre, Señor, tus ojos y mira que no son los muertos en el seol, aquellos cuyo espíritu fue arrancado de sus entrañas, los que dan gloria y justicia al Señor,
18 sino el alma colmada de aflicción, el que camina encorvado y extenuado, los ojos lánguidos y el alma hambrienta, esos son los que te dan gloria y justicia, Señor.
19 No apoyados en las obras justas de nuestros padres y de nuestros reyes derramamos nuestra súplica de piedad ante tu rostro, oh Señor Dios nuestro.
20 Porque has descargado sobre nosotros tu furor y tu ira, como habías hablado por medio de tus siervos los profetas diciendo diciendo:
21 «Así dice el Señor: Doblegad vuestra espalda, servid al rey de Babilonia, y os asentaréis en la tierra que yo di a vuestros padres.
22 Pero si no escucháis la invitación del Señor a servir al rey de Babilonia,
23 yo haré cesar en las ciudades de Judá y en Jerusalén el canto de alegría y el canto de alborozo, el canto del novio y el canto de la novia, y todo el país quedará hecho un desierto, sin habitantes.»
24 Pero nosotros no escuchamos tu invitación de servir al rey de Babilonia, y tú entonces ha cumplido tus palabras, pronunciadas por medio de tus siervos los profetas: que los huesos de nuestros reyes y los huesos de nuestros padres serían sacados de sus sepulcros.
25 Y he aquí que efectivamente yacen tirados por el suelo al calor del día y al frío de la noche; y ellos murieron en medio en medio de atroces sufrimientos, de hambre, de espada y de peste;
26 y la Casa sobre la que se invoca tu Nombre la has reducido al estado en que se encuentra en este día, a causa de la maldad de la casa de Israel y de la casa de Judá.
27 Sin embargo has obrado con nosotros, Señor Dios nuestro, según toda tu indulgencia y tu gran misericordia,
28 como habías hablado por medio de tu siervo Moisés, el día en que le ordenaste escribir tu Ley en presencia de los hijos de Israel, diciendo:
29 «Si no escucháis mi voz, esta misma grande, inmensa muchedumbre quedará reducida a un pequeño número en medio de las naciones donde yo los dispersaré.
30 Pues bien sé que no me escucharán, porque es un pueblo de dura cerviz; pero se convertirán en sus corazones en el país de su destierro;
31 y reconocerán entonces que yo soy el Señor su Dios. Yo les daré un corazón y unos oídos que oigan.
32 Y ellos me alabarán en el país de su destierro, se acordarán de mi nombre,
33 desistirán de su dura cerviz y de su perversa conducta acordándose de lo que les sucedió a sus padres que pecaron delante del Señor.
34 Yo les volveré a la tierra que bajo juramento prometí a sus padres, a Abraham, Isaac y Jacob, y tomarán posesión de ella. Los multiplicaré y ya no menguarán.
35 Y estableceré con ellos una alianza eterna de ser yo su Dios y ser ellos mi pueblo, y no volveré a arrojar ya a mi pueblo Israel de la tierra que les di.»
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Baruc 3
1 Señor omnipotente, Dios de Israel, mi alma en angustia, mi espíritu abatido es el que clama a ti.
2 Escucha, Señor, ten piedad, porque hemos pecado ante ti.
3 Pues tú te sientas en tu trono eternamente; mas nosotros por siempre perecemos.
4 Señor omnipotente, Dios de Israel, escucha la oración los muertos de Israel, de los hijos de aquellos que pecaron contra ti: desoyeron ellos la voz del Señor su Dios, y por eso se han pegado a nosotros estos males.
5 No te acuerdes de las iniquidades de nuestros padres, sino acuérdate de tu mano y de tu Nombre en esta hora.
6 Pues eres el Señor Dios nuestro, y nosotros queremos alabarte, Señor.
7 Para eso pusiste tu temor en nuestros corazones, para que invocáramos tu Nombre. Queremos alabarte en nuestro destierro, porque hemos apartado de nuestro corazón toda la iniquidad de nuestros padres, que pecaron ante ti.
8 Aquí estamos todavía en nuestro destierro, donde tú nos dispersaste, para que fuésemos oprobio, maldición y condenación por todas las iniquidades de nuestros padres que apartaron del Señor Dios nuestro.
9 Escucha, Israel, los mandamientos de vida, tiende tu oído para conocer la prudencia.
10 ¿Por qué, Israel, por qué estás en país de enemigos, has envejecido en un país extraño,
11 te has contaminado con cadáveres, contado entre los que bajan al seol?
12 ¡Es que abandonaste la fuente de la sabiduría!
13 Si hubieras andado por el camino de Dios, habrías vivido en paz eternamente.
14 Aprende dónde está la prudencia, dónde la fuerza, dónde la inteligencia, para saber al mismo tiempo dónde está la longevidad y la vida, dónde la luz de los ojos y la paz.
15 Pero ¿quién ha encontrado su mansión, quién ha entrado en sus tesoros?
16 ¿Dónde están los príncipes de las naciones, y los que dominan las bestias de la tierra,
17 los que juegan con las aves del cielo, los que atesoran la plata y el oro en que confían los hombres, y cuyo afán de adquirir no tiene fin;
18 los que labran la plata con cuidado, mas no dejan rastro de sus obras?
19 Desaparecieron, bajaron al seol, y otros surgieron en su lugar.
20 Otros más jóvenes que ellos vieron la luz, y vivieron en la tierra; pero el camino de la ciencia no lo conocieron,
21 ni comprendieron sus senderos. Sus hijos tampoco se preocuparon de ella, quedaron lejos de su camino.
22 No se oyó hablar de ella en Canaán, ni fue vista en Temán.
23 Los hijos de Agar, que andan buscando la inteligencia en la tierra, los mercaderes de Madián y de Temán, los autores de fábulas y los buscadores de inteligencia, no conocieron el camino de la sabiduría ni tuvieron memoria de sus senderos.
24 ¡Oh Israel, qué grande es la casa de Dios, qué vasto el lugar de su dominio!
25 Grande es y sin límites, excelso y sin medida.
26 Allí nacieron los famosos gigantes antiguos, de alta estatura y expertos en la guerra.
27 Pero no fue a éstos a quienes eligió Dios ni les enseñó el camino de la ciencia;
28 y perecieron por no tener prudencia, por su locura perecieron.
29 ¿Quién subió al cielo y la tomó? ¿quién la hizo bajar desde las nubes?
30 ¿Quién atravesó el mar y la encontró? ¿quién la traerá a precio de oro puro?
31 No hay quien conozca su camino, nadie imagina sus senderos.
32 Pero el que todo lo sabe la conoce, con su inteligencia la escrutó, el que dispuso la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos,
33 el que envía la luz, y ella va, el que llama, y temblorosa le obedece;
34 brillan los astros en su puesto de guardia llenos de alegría,
35 los llama él y dicen: ¡Aquí estamos!, y brillan alegres para su Hacedor.
36 Este es nuestro Dios, ningún otro es comparable a él.
37 El descubrió el camino entero de la ciencia, y se lo enseñó a su siervo Jacob, y a Israel su amado.
38 Después apareció ella en la tierra, y entre los hombres convivió.
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Baruc 4
1 Ella es el libro de los preceptos de Dios, la Ley que subsiste eternamente: todos los que la retienen alcanzarán la vida, mas los que la abandonan morirán.
2 Vuelve, Jacob y abrázala, camina hacia el esplendor bajo su luz.
3 No des tu gloria a otro, ni tus privilegios a nación extranjera.
4 Felices somos, Israel, pues lo que agrada al Señor se nos ha revelado.
5 ¡Animo, pueblo mío, memorial de Israel!
6 Vendidos habéis sido a las naciones, mas no para la destrucción. Por haber provocado la ira de Dios, habéis sido entregados a los enemigos.
7 Pues irritasteis a vuestro Creador, sacrificando a los demonios y no a Dios.
8 Olvidasteis al Dios eterno, el que os sustenta, y afligisteis a Jerusalén, la que os crió.
9 Pues vio ella caer sobre vosotros la ira que viene de Dios, y dijo: Escuchad, vecinas de Sión: Dios me ha enviado un gran dolor:
10 he visto el cautiverio de mis hijos y mis hijas que el Eterno hizo venir sobre ellos.
11 Con gozo los había yo criado, y los he despedido con lágrimas y duelo.
12 Que nadie se regocije de mí, la viuda abandonada de tantos; estoy en soledad por los pecados de mis hijos, porque se desviaron de la Ley de Dios,
13 no conocieron sus decretos, no fueron por el camino de los mandamientos de Dios, ni siguieron las sendas de disciplina según su justicia.
14 ¡Que vengan las vecinas de Sión! Acordaos del cautiverio de mis hijos y mis hijas, que el Eterno hizo venir sobre ellos.
15 Pues él trajo sobre ellos una nación de lejos, nación insolente, de lenguaje extraño, que no respetó al anciano, ni del niño tuvo compasión,
16 se llevó a los hijos amados de la viuda, y la dejó sola, privada de sus hijas.
17 Y yo ¿cómo puedo ayudaros?
18 Aquel que trajo sobre vosotros los males os librará de la mano de vuestros enemigos.
19 Andad, hijos, andad vuestro camino, que yo me he quedado sola.
20 Me ha quitado el vestido de paz, me he puesto el sayal de mis súplicas, clamaré al Eterno mientras viva.
21 Animo, hijos, clamad al Señor: el os librará de la tiranía y de la mano de vuestros enemigos.
22 Yo espero del Eterno vuestra salvación, del Santo me ha venido la alegría, por la misericordia que llegará pronto a vosotros de parte del Eterno, vuestro Salvador.
23 Os despedí con duelo y lágrimas, pero Dios os devolverá a mí entre contento y regocijo para siempre.
24 Y como las vecinas de Sión ven ahora vuestro cautiverio, así verán pronto vuestra salvación de parte de Dios, que os llegará con gran gloria y resplandor del Eterno.
25 Hijos, soportad con paciencia la ira que de parte de Dios os ha sobrevenido. Te ha perseguido tu enemigo, pero pronto verás su ruina y en su cerviz pondrás tu pie.
26 Mis hijos más delicados han marchado por ásperos caminos, han sido llevados como rebaño arrebatado por enemigos.
27 ¡Animo, hijos, clamad a Dios! pues el que os trajo esto se acordará de vosotros;
28 y como vuestro pensamiento sólo fue de alejaros de Dios, vueltos a él, buscadle con ardor diez veces mayor.
29 Pues el que trajo sobre vosotros estos males os traerá la alegría eterna con vuestra salvación.
30 ¡Animo, Jerusalén!: te consolará Aquel que te dio nombre.
31 Desdichados los que te hicieron daño y se alegraron de tu caída.
32 Desdichadas las ciudades a las que sirvieron tus hijos. desdichada la que a tus hijos recibió.
33 Pues como se alegró de tu caída y de tu ruina se regocijó, así se afligirá por su desolación.
34 Yo le quitaré su alborozo de ciudad bien poblada y en duelo se trocará su orgullo.
35 Fuego vendrá sobre ella de parte del Eterno por largos días, y será morada de demonios durante mucho tiempo.
36 Mira hacia Oriente, Jerusalén, y ve la alegría que te viene de Dios.
37 Mira, llegan tus hijos, a los que despediste, vuelven reunidos desde oriente a accidente, a la voz del Santo, alegres de la gloria de Dios.
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Baruc 5
1 Jerusalén, quítate tu ropa de duelo y aflicción, y vístete para siempre el esplendor de la gloria que viene de Dios.
2 Envuélvete en el manto de la justicia que procede de Dios, pon en tu cabeza la diadema de gloria del Eterno.
3 Porque Dios mostrará tu esplendor a todo lo que hay bajo el cielo.
4 Pues tu nombre se llamará de parte de Dios para siempre: «Paz de la Justicia» y «Gloria de la Piedad».
5 Levántate, Jerusalén, sube a la altura, tiende tu vista hacia Oriente y ve a tus hijos reunidos desde oriente a occidente, a la voz del Santo, alegres del recuerdo de Dios.
6 Salieron de ti a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve traídos con gloria, como un trono real.
7 Porque ha ordenado Dios que sean rebajados todo monte elevado y los collados eternos, y colmados los valles hasta allanar la tierra, para que Israel marche en seguro bajo la gloria de Dios.
8 Y hasta las selvas y todo árbol aromático darán sombra a Israel por orden de Dios.
9 Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria, con la misericordia y la justicia que vienen de él. Copia de la carta que envió Jeremías a los que iban a ser llevados cautivos a Babilonia por el rey de los babilonios, para comunicarles lo que Dios le había ordenado.
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Baruc 6
1 Por los pecados que habéis cometido delante de Dios, vais a ser llevados cautivos a Babilonia por Nabucodonosor, rey de los babilonios.
2 Una vez llegados a Babilonia, estaréis allí muchos años y por largo tiempo, hasta siete generaciones; pero después yo os sacaré de allí en paz.
3 Ahora vais a ver en Babilonia dioses de plata, de oro y de ma madera, que son llevados a hombros y que infunden temor a los gentiles.
4 Estad alerta, no hagáis vosotros también como los extranjeros de modo que os entre temor de esos dioses,
5 cuando veáis la turba delante y detrás de ellos adorándoles. Decid entonces en vuestro interior: «A ti solo se debe adoración, Señor.»
6 Pues mi ángel está con vosotros: él tiene cuidado de vuestras vidas.
7 Porque la lengua de esos dioses ha sido limada por un artesano, y ellos, por muy dorados y plateados que estén, son falsos y no pueden hablar.
8 Como para una joven presumida, así ellos toman oro y preparan coronas para las cabezas de sus dioses.
9 Ocurre a veces que los sacerdotes roban a sus dioses oro y plata y lo emplean en sus propios gastos, y llegan a dárselo incluso a las prostitutas de la terraza.
10 Los adornan también con vestidos como si fuesen hombres, a esos dioses de plata, oro y madera; pero éstos no se libran ni de la roña ni de los gusanos.
11 Por muy envueltos que estén en vestidos de púrpura, tienen que lavarles la cara, debido al polvo de la casa que los recubre espesamente.
12 Hay quien empuña el cetro como un gobernador de provincia, pero no podría aniquilar al que le ha ofendido.
13 Otro tiene en su diestra espada y hacha, pero no puede defenderse de la guerra ni de los ladrones.
14 Por donde bien dejan ver que no son dioses. Así que no les temáis.
15 Como el vaso que un hombre usa, cuando se rompe, se hace inservible, así les pasa a sus dioses una vez colocados en el templo.
16 Sus ojos están llenos del polvo levantado por los pies de los que entran.
17 Lo mismo que a uno que ha ofendido al rey se le cierran bien las puertas, como que está condenado a muerte, así los sacerdotes aseguran las casas de estos dioses con puertas, cerrojos y trancas, para que no sean saqueados por los ladrones.
18 Les encienden lámparas y aun más que para ellos mismos, cuando los dioses no pueden ver ni una sola de ellas.
19 Les pasa lo mismo que a las vigas de la casa cuyo interior se dice que está apolillado. A los gusanos que suben del suelo y los devoran, a ellos y sus vestidos, no los sienten.
20 Sus caras están ennegrecidas por la humareda de la casa.
21 Sobre su cuerpo y sus cabezas revolotean lechuzas vencejos y otros pájaros; y también hay gatos.
22 Por donde podéis ver que no son dioses; así que no les temáis.
23 El oro mismo con que los recubren para embellecerlos no lograría hacerlos brillar si no hubiera quien le limpiara la herrumbre, pues ni cuando eran fundidos se daban cuenta.
24 A enorme precio han sido comprados esos dioses en los que no hay soplo de vida.
25 Al no tener pies, son llevados a hombros, exhibiendo así a los hombres su propia ignominia; y quedan también en vergüenza sus servidores, porque si aquéllos llegan a caer en tierra, tienen que ser levantados por ellos.
26 Si se les pone en pie, no pueden moverse por sí mismos; si se les tumba, no logran enderezarse solos; como a muertos, se les presentan las ofrendas.
27 Sus víctimas las venden los sacerdotes y sacan provecho de ellas; también sus mujeres ponen una parte en conserva, sin repartir nada al pobre ni al enfermo; y las mujeres que acaban de dar a luz y las que están en estado de impureza tocan sus víctimas.
28 Conociendo, pues, por todo esto que no son dioses, no les temáis.
29 ¿Cómo, en efecto, podrían llamarse dioses? Son mujeres las que presentan ofrendas ante estos dioses de plata, oro y madera.
30 Y en sus templos los sacerdotes se están sentados, con las túnicas desgarradas, las cabezas y las barbas rapadas y la cabeza descubierta;
31 y vocean chillando delante de sus dioses como hacen algunos en un banquete fúnebre.
32 Los sacerdotes les quitan la vestimenta para vestir a sus mujeres y sus hijos.
33 Si alguien les hace daño o favor, no pueden darle su merecido. Ni pueden poner ni quitar rey.
34 Tampoco son capaces de dar ni riquezas ni dinero. Si alguien les hace un voto y no lo cumple, no le piden cuentas.
35 Jamás libran a un hombre de la muerte, ni arrancan al débil de las manos del poderoso.
36 No pueden devolver la vista al ciego, ni liberar al hombre que se halla en necesidad.
37 No tienen piedad de la viuda ni hacen bien al huérfano.
38 A los peñascos sacados del monte se parecen esos maderos recubiertos de oro y plata, y sus servidores quedan en vergüenza.
39 ¿Cómo, pues, se puede creer o afirmar que son dioses?
40 Más aún, los mismos caldeos los desacreditan cuando, al ver a un mudo que no puede hablar, lo llevan donde Bel, pidiéndole que le devuelva el habla, como si este dios pudiera percibir.
41 Y no pueden ellos, que piensan, abandonar a sus dioses que no sienten nada.
42 Las mujeres, ceñidas de cuerdas, se sientan junto a los caminos quemando como incienso el salvado,
43 y, cuando una de ellas, solicitada por algún transeúnte, se acuesta con él, reprocha a su vecina de no haber sido hallada digna como ella y de no haber sido rota su cuerda.
44 Todo lo que se hace en honor de ellos es engaño. ¿Cómo, pues, se puede creer o afirmar que son dioses?
45 Han sido fabricados por artesanos y orfebres, y no son cosa que lo que sus artífices quieren que sean.
46 Los mismos que los han fabricado no duran mucho tiempo; ¿cómo, pues, van a ser dioses las cosas fabricadas por ellos?
47 Sólo mentira y oprobio han dejado a su posteridad.
48 Y cuando les sobrevienen guerras o calamidades, los sacerdotes deliberan entre sí dónde esconderse con ellos.
49 ¿Cómo, pues, no darse cuenta de que no son dioses los que no pueden salvarse a sí mismos de la guerra ni de las calamidades?
50 No siendo otra cosa que madera dorada y plateada, se reconocer reconocerá más tarde que no son más que mentira. Para todos, naciones y reyes, quedará claro que no son dioses, sino obras de manos de hombres, y que no hay en ellos obra alguna de un dios.
51 ¿A quién, pues, no parecerá evidente que no son dioses?
52 No pueden poner rey en un país, ni dar a los hombres la lluvia.
53 No saben juzgar sus pleitos, ni liberar y proteger al agraviado, porque son incapaces; como cornejas son entre el cielo y la tierra.
54 Pues si llega a prender el fuego en la casa de esos dioses de madera, dorados y plateados, sus sacerdotes escaparán y se pondrán a salvo, pero ellos serán, como postes, presa de las llamas.
55 Tampoco pueden resistir a rey ni a ejército enemigo.
56 ¿Cómo pues, admitir o creer que son dioses?
57 Ni de ladrones y salteadores pueden defenderse estos dioses de madera, plateados y dorados; aquéllos, más fuertes que ellos, les quitan el oro, la plata y la vestimenta que los recubre, y se van con ello, sin que los dioses puedan socorrerse a sí mismos.
58 De modo que es mucho mejor ser un rey que ostenta su poder, o un utensilio provechoso en una casa, del cual se sirve su dueño, que no estos falsos dioses; o una puerta en una casa, que guarda cuanto hay dentro de ella, que no estos falsos dioses; o bien un poste de madera en un palacio, que no estos falsos dioses.
59 El sol, la luna y las estrellas, que brillan y tienen una misión, son obedientes:
60 igualmente el relámpago, cuando aparece, es bien visible; asimismo el viento sopla en todo país;
61 las nubes, cuando reciben de Dios la orden de recorrer toda la tierra, la ejecutan al punto; y el fuego, enviado de lo alto a consumir montes y bosques, hace lo que se le ha ordenado.
62 Pero aquéllos no pueden compararse a ninguna de estas cosas, ni en presencia, ni en potencia.
63 Así que no se puede creer ni afirmar que sean dioses, puesto que no son capaces de hacer justicia ni de proporcionar bien alguno a los hombres.
64 Sabiendo, pues, que no son dioses, no les temáis.
65 Tampoco pueden maldecir ni bendecir a los reyes;
66 ni hacer ver a las naciones señales en el cielo; ni resplandecen como el sol, ni alumbran como la luna.
67 Las bestias valen más que ellos, porque pueden, refugiándose bajo cubierto, ser útiles a sí mismas.
68 Por ningún lado, pues, aparece que sean dioses; así que no les temáis.
69 Como espantajo en cohombral, que no guarda nada, así son sus dioses de madera, dorados y plateados.
70 También a un espino en un huerto, en el que todos los pájaros se posan, o a un muerto echado en lugar oscuro, se pueden comparar sus dioses de madera, dorados y plateados.
71 Por la púrpura y el lino que se pudre encima de ellos, conoceréis también que no son dioses. Ellos mismos serán al fin devorados y serán un oprobio para el país.
72 Mucho más vale, pues, el hombre justo, que no tiene ídolos; él estará lejos del oprobio.
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1ra. de Pedro

Índice: Sagrada Escritura, 1ra. de Pedro
     
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1 Pedro 1

1 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los que viven como extranjeros en la Dispersión: en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos
2 según el previo conocimiento de Dios Padre, con la acción santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre. A vosotros gracia y paz abundantes.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva,
4 a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,
5 a quienes el poder de Dios, por medio de la fe, protege para la salvación, dispuesta ya a ser revelada en el último momento.
6 Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas,
7 a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo.
8 A quien amáis sin haberle visto; en quien creéis, aunque de momento no le veáis, rebosando de alegría inefable y gloriosa;
9 y alcanzáis la meta de vuestra fe, la salvación de las almas.
10 Sobre esta salvación investigaron e indagaron los profetas, que profetizaron sobre la gracia destinada a vosotros,
11 procurando descubrir a qué tiempo y a qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando les predecía los sufrimientos destinados a Cristo y las glorias que les seguirían.
12 Les fue revelado que no administraban en beneficio propio sino en favor vuestro este mensaje que ahora os anuncian quienes os predican el Evangelio, en el Espíritu Santo enviado desde el cielo; mensaje que los ángeles ansían contemplar.
13 Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la Revelación de Jesucristo.
14 Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia,
15 más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta,
16 como dice la Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo.
17 Y si llamáis Padre a quien, sin acepción de personas, juzga a cada cual según sus obras, conducíos con temor durante el tiempo de vuestro destierro,
18 sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata,
19 sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo,
20 predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros;
21 los que por medio de él creéis en Dios, que le ha resucitado de entre los muertos y le ha dado la gloria, de modo que vuestra fe y vuestra esperanza estén en Dios.
22 Habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los otros sinceramente como hermanos. Amaos intensamente unos a otros con corazón puro,
23 pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorruptible, por medio de la Palabra de Dios viva y permanente.
24 Pues toda carne es como hierba y todo su esplendor como flor de hierba; se seca la hierba y cae la flor;
25 pero la Palabra del Señor permanece eternamente. Y esta es la Palabra: la Buena Nueva anunciada a vosotros.
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1 Pedro 2
1 Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias.
2 Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación,
3 si es que habéis gustado que el Señor es bueno.
4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios,
5 también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo.
6 Pues está en la Escritura: He aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa y el que crea en ella no será confundido.
7 Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido,
8 en piedra de tropiezo y roca de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la Palabra; para esto han sido destinados.
9 Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz
10 vosotros que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois el Pueblo de Dios, de los que antes no se tuvo compasión, pero ahora son compadecidos.
11 Queridos, os exhorto a que, como extranjeros y forasteros, os abstengáis de las apetencias carnales que combaten contra el alma.
12 Tened en medio de los gentiles una conducta ejemplar a fin de que, en lo mismo que os calumnian como malhechores, a la vista de vuestras buenas obras den gloria a Dios en el día de la Visita.
13 Sed sumisos, a causa del Señor, a toda institución humana: sea al rey, como soberano,
14 sea a los gobernantes, como enviados por él para castigo de los que obran el mal y alabanza de los que obran el bien.
15 Pues esta es la voluntad de Dios: que obrando el bien, cerréis la boca a los ignorantes insensatos.
16 Obrad como hombres libres, y no como quienes hacen de la libertad un pretexto para la maldad, sino como siervos de Dios.
17 Honrad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios, honrad al rey.
18 Criados, sed sumisos, con todo respeto, a vuestros dueños, no sólo a los buenos e indulgentes, sino también a los severos.
19 Porque bella cosa es tolerar penas, por consideración a Dios, cuando se sufre injustamente.
20 ¿Pues qué gloria hay en soportar los golpes cuando habéis faltado? Pero si obrando el bien soportáis el sufrimiento, esto es cosa bella ante Dios.
21 Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas.
22 El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño;
23 el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía en manos de Aquel que juzga con justicia;
24 el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados.
25 Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas.
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1 Pedro 3
1 Igualmente, vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros maridos para que, si incluso algunos no creen en la Palabra, sean ganados no por las palabras sino por la conducta de sus mujeres,
2 al considerar vuestra conducta casta y respetuosa.
3 Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas,
4 sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios.
5 Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos;
6 así obedeció Sara a Abraham, llamándole Señor. De ella os hacéis hijas cuando obráis bien, sin tener ningún temor.
7 De igual manera vosotros, maridos, en la vida común sed comprensivos con la mujer que es un ser más frágil, tributándoles honor como coherederas que son también de la gracia de Vida, para que vuestras oraciones no encuentren obstáculo.
8 En conclusión, tened todos unos mismos sentimientos, sed compasivos, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes.
9 No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición.
10 Pues quien quiera amar la vida y ver días felices, guarde su lengua del mal, y sus labios de palabras engañosas,
11 apártese del mal y haga el bien, busque la paz y corra tras ella.
12 Pues los ojos del Señor miran a los justos y sus oídos escuchan su oración, pero el rostro del Señor contra los que obran el mal.
13 Y ¿quién os hará mal si os afanáis por el bien?
14 Mas, aunque sufrierais a causa de la justicia, dichosos de vosotros. No les tengáis ningún miedo ni os turbeis.
15 Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza.
16 Pero hacedlo con dulzura y respeto. Mantened una buena conciencia, para que aquello mismo que os echen en cara, sirva de confusión a quienes critiquen vuestra buena conducta en Cristo.
17 Pues más vale padecer por obrar el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal.
18 Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu.
19 En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados,
20 en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvados a través del agua;
21 a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva y que no consiste en quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de la Resurrección de Jesucristo,
22 que, habiendo ido al cielo, está a la diestra de Dios, y le están sometidos los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades.
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1 Pedro 4
1 Ya que Cristo padeció en la carne, armaos también vosotros de este mismo pensamiento: quien padece en la carne, ha roto con el pecado,
2 para vivir ya el tiempo que le quede en la carne, no según las pasiones humanas, sino según la voluntad de Dios.
3 Ya es bastante el tiempo que habéis pasado obrando conforme al querer de los gentiles, viviendo en desenfrenos, liviandades, crápulas, orgías, embriagueces y en cultos ilícitos a los ídolos.
4 A este propósito, se extrañan de que no corráis con ellos hacia ese libertinaje desbordado, y prorrumpen en injurias.
5 Darán cuenta a quien está pronto para juzgar a vivos y muertos.
6 Por eso hasta a los muertos se ha anunciado la Buena Nueva, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en espíritu según Dios.
7 El fin de todas las cosas está cercano. Sed, pues, sensatos y sobrios para daros a la oración.
8 Ante todo, tened entre vosotros intenso amor, pues el amor cubre multitud de pecados.
9 Sed hospitalarios unos con otros sin murmurar.
10 Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios.
11 Si alguno habla, sean palabras de Dios; si alguno presta un servicio, hágalo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado en todo por Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
12 Queridos, no os extrañéis del fuego que ha prendido en medio de vosotros para probaros, como si os sucediera algo extraño,
13 sino alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria.
14 Dichosos de vosotros, si sois injuriados por el nombre de Cristo, pues el Espíritu de gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.
15 Que ninguno de vosotros tenga que sufrir ni por criminal ni por ladrón ni por malhechor ni por entrometido:
16 pero si es por cristiano, que no se avergüence, que glorifique a Dios por llevar este nombre.
17 Porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios. Pues si comienza por nosotros, ¿qué fin tendrán los que no creen en el Evangelio de Dios?
18 Si el justo se salva a duras penas ¿en qué pararán el impío y el pecador?
19 De modo que, aun los que sufren según la voluntad de Dios, confíen sus almas al Creador fiel, haciendo el bien.
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1 Pedro 5
1 A los ancianos que están entre vosotros les exhorto yo, anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse.
2 Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón;
3 no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey.
4 Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.
5 De igual manera, jóvenes, sed sumisos a los ancianos; revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce;
7 confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros.
8 Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar.
9 Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos.
10 El Dios de toda gracia, el que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de breves sufrimientos, os restablecerá, afianzará, robustecerá y os consolidará.
11 A él el poder por los siglos de los siglos. Amén.
12 Por medio de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, exhortándoos y atestiguándoos que esta es la verdadera gracia de Dios; perseverad en ella.
13 Os saluda la que está en Babilonia, elegida como vosotros, así como mi hijo Marcos.
14 Saludaos unos a otros con el beso de amor. Paz a todos los que estáis en Cristo.
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Jueces

Índice: Sagrada Escritura, Jueces

1     2     3     4     5     6     7      8     9    10     11     12     13     14     15     16     17     18     19     20     21

Jueces 1
1 Después de la muerte de Josué, los israelitas hicieron esta consulta a Yahveh: «¿Quién de nosotros subirá el primero a combatir a los cananeos?»
2 Yahveh respondió: «Subirá Judá, he puesto el país en sus manos.»
3 Judá dijo a su hermano Simeón: «Sube conmigo al territorio que me ha tocado; atacaremos al cananeo; y luego yo también iré contigo a tu territorio.» Y Simeón marchó con él.
4 Subió Judá; Yahveh puso en sus manos a los cananeos y a los perizitas, y derrotaron en Bezeq a 10.000 hombres.
5 Habiendo encontrado en Bezeq a Adoni Bézeq, le atacaron y derrotaron a los cananeos y a los perizitas.
6 Huyó Adoni Bézeq, pero le persiguieron, le capturaron y le cortaron los pulgares de manos y pies.
7 Y Adoni Bézeq dijo: «Setenta reyes, con los pulgares de manos y pies cortados, andaban recogiendo migajas bajo mi mesa. Según lo que yo hice, así me ha pagado Dios.» Le llevaron a Jerusalén, y allí murió.
8 (Los hijos de Judá atacaron a Jerusalén, la tomaron, la pasaron a cuchillo y prendieron fuego a la ciudad).
9 Después, los hijos de Judá bajaron a atacar a los cananeos, que ocupaban la Montaña, el Négueb y la Tierra Baja.
10 Luego Judá marchó contra los cananeos que habitaban en Hebrón – el nombre de Hebrón era antes Quiryat Arbá – y derrotó a Sesay, Ajimán y Talmay.
11 De allí marchó contra los habitantes de Debir -el nombre de Debir era antes Quiryat Séfer.-
12 Y Caleb dijo: «Al que derrote a Quiryat Séfer y la tome, le daré mi hija Aksá por mujer.»
13 La tomó Otniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb. Y éste le dio su hija Aksá por mujer.
14 Cuando ella vino donde el marido, le incitó a que pidiera a su padre un campo. Ella se apeó del asno, y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?»
15 Ella respondió: «Hazme un regalo. Ya que me has dado la tierra del Négueb, dame fuentes de agua.» Y Caleb le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo.
16 Los hijos de Jobab el quenita, suegro de Moisés, subieron con los hijos de Judá de la ciudad de las Palmeras al desierto de Judá, que está en el Négueb de Arad, y fueron a habitar con el pueblo.
17 Judá se fue con su hermano Simeón, derrotaron a los cananeos que habitaban en Sefat y consagraron la ciudad al anatema. Por eso la ciudad se llamó Jormá.
18 Judá se apoderó de Gaza y su comarca, de Ascalón y su comarca, de Ecrón y su comarca;
19 Yahveh estuvo con Judá, que conquistó la Montaña; pero no pudo expulsar a los habitantes del llano, porque tenían carros de hierro.
20 Dieron Hebrón a Caleb, según el mandato de Moisés: y él arrojó de allí a los tres hijos de Anaq.
21 Los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos que habitaban en Jerusalén; por eso los jebuseos siguen habitando en Jerusalén con los hijos de Benjamín, hasta el día de hoy.
22 También la casa de José subió a Betel; Yahveh estuvo con ella.
23 La casa de José hizo una exploración por Betel. (Antes la ciudad se llamaba Luz.)
24 Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron: «Indícanos la entrada de la ciudad y te lo agradeceremos.»
25 El les enseñó la entrada de la ciudad: la pasaron a cuchillo, y dejaron libre a aquel hombre con toda su familia.
26 El hombre se fue al país de los hititas y construyó una ciudad, a la que llamó Luz. Es el nombre que tiene hasta la fecha.
27 Manasés no se apoderó de Bet Seán y sus filiales, ni de Tanak y sus filiales. No expulsó a los habitantes de Dor y sus filiales, ni a los de Yibleam y sus filiales, ni a los de Meguiddó y sus filiales: los cananeos siguieron ocupando el territorio.
28 Sin embargo, cuando Israel cobró más fuerza, sometió a los cananeos a tributo, aunque no llegó a expulsarlos.
29 Tampoco Efraím expulsó a los cananeos que habitaban en Guézer, de manera que los cananeos siguieron viviendo en Guézer, en medio de Israel.
30 Zabulón no expulsó a los habitantes de Quitrón, ni a los de Nahalol. Los cananeos se quedaron en medio de Zabulón, pero fueron sometidos a tributo.
31 Aser no expulsó a los habitantes de Akko, ni a los de Sidón, de Majaleb, de Akzib, de Jelbá, de Afiq, ni de Rejob.
32 Los aseritas se establecieron, pues, entre los cananeos que habitaban en el país, porque no los expulsaron.
33 Neftalí no expulsó a los habitantes de Bet Semes, ni a los de Bet Anat, y se estableció entre los cananeos que habitaban en el país; pero los habitantes de Bet Semes y de Bet Anat fueron sus tributarios.
34 Los amorreos rechazaron hacia la montaña a los hijos de Dan sin dejarles bajar a la llanura.
35 Los amorreos se mantuvieron en Har Jéres, en Ayyalón y en Saalbim, pero luego pesó sobre ellos la mano de la casa de José y fueron reducidos a tributo.
36 (La frontera de los edomitas va desde la cuesta de los Escorpiones, desde la Peña, y hacia arriba.)
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Jueces 2
1 El Ángel de Yahveh subió de Guilgal a Betel y dijo: «Yo os hice subir de Egipto y os introduje en la tierra que había prometido con juramento a vuestros padres. Yo dije: “No romperé jamás mi alianza con vosotros.
2 Pero vosotros no pactaréis con los habitantes de este país; sino que destruiréis sus altares.” Pero no habéis escuchado mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto?
3 Por eso os digo: No los arrojaré delante de vosotros; serán vuestros opresores y sus dioses una trampa para vosotros.»
4 Así que el Ángel de Yahveh dijo estas palabras a todos los israelitas, el pueblo se puso a llorar a gritos.
5 Llamaron a aquel lugar Bokim, y ofrecieron allí sacrificios a Yahveh.
6 Josué despidió al pueblo, y los israelitas se volvieron cada uno a su heredad para ocupar la tierra.
7 El pueblo sirvió a Yahveh en vida de Josué y de los ancianos que le sobrevivieron y que habían sido testigos de todas las grandes hazañas que Yahveh había hecho a favor de Israel.
8 Josué, hijo de Nun, siervo de Yahveh, murió a la edad de 110 años.
9 Le enterraron en el término de su heredad, en Timnat Jeres, en la montaña de Efraím, al norte del monte Gaás.
10 También aquella generación fue a reunirse con sus padres y les sucedió otra generación que no conocía a Yahveh ni lo que había hecho por Israel.
11 Entonces los hijos de Israel hicieron lo que desagradaba a Yahveh y sirvieron a los Baales.
12 Abandonaron a Yahveh, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor; se postraron ante ellos, irritaron a Yahveh;
13 dejaron a Yahveh y sirvieron a Baal y a las Astartés.
14 Entonces se encendió la ira de Yahveh contra Israel. Los puso en manos de salteadores que los despojaron, los dejó vendidos en manos de los enemigos de alrededor y no pudieron ya sostenerse ante sus enemigos.
15 En todas sus campañas la mano de Yahveh intervenía contra ellos para hacerles daño, como Yahveh se lo tenía dicho y jurado. Los puso así en gran aprieto.
16 Entonces Yahveh suscitó jueces que los salvaron de la mano de los que los saqueaban.
17 Pero tampoco a sus jueces los escuchaban. Se prostituyeron siguiendo a otros dioses, y se postraron ante ellos. Se desviaron muy pronto del camino que habían seguido sus padres, que atendían a los mandamientos de Yahveh; no los imitaron.
18 Cuando Yahveh les suscitaba jueces, Yahveh estaba con el juez y los salvaba de la mano de sus enemigos mientras vivía el juez, porque Yahveh se conmovía de los gemidos que proferían ante los que los maltrataban y oprimían.
19 Pero cuando moría el juez, volvían a corromperse más todavía que sus padres, yéndose tras de otros dioses, sirviéndoles y postrándose ante ellos, sin renunciar en nada a las prácticas y a la conducta obstinada de sus padres.
20 Se encendió la ira de Yahveh contra el pueblo de Israel y dijo: «Ya que este pueblo ha quebrantado la alianza que prescribí a sus padres y no ha escuchado mi voz,
21 tampoco yo arrojaré en adelante de su presencia a ninguno de los pueblos que dejó Josué cuando murió.»
22 Era para probar con ellos a Israel, a ver si seguían o no los caminos de Yahveh, como los habían seguido sus padres.
23 Yahveh dejó en paz a estos pueblos, en vez de expulsarlos enseguida, y no los puso en manos de Josué.
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Jueces 3
1 Estos son los pueblos que Yahveh dejó subsistir para probar con ellos a Israel, a cuantos no habían conocido ninguna de las guerras de Canaán.
2 (Era sólo para que aprendieran las generaciones de los hijos de Israel, para enseñarles el arte de la guerra; por lo menos los que antes no lo habían conocido):
3 los cinco príncipes de los filisteos y todos los cananeos, los sidonios y los hititas que vivían en el monte Líbano, desde la montaña de Baal Hermón hasta la entrada de Jamat.
4 Sirvieron para probar con ellos a Israel, a ver si guardaban los mandamientos que Yahveh había prescrito a sus padres por medio de Moisés.
5 Y los israelitas habitaron en medio de los cananeos, hititas, amorreos, perizitas, jivitas y jebuseos;
6 se casaron con sus hijas, dieron sus propias hijas a los hijos de aquellos y sirvieron a sus dioses.
7 Los israelitas hicieron lo que desagradaba a Yahveh. Se olvidaron de Yahveh su Dios y sirvieron a los Baales y a las Aserás.
8 Se encendió la ira de Yahveh contra Israel y los dejó a merced de Kusán Riseatáyim, rey de Edom, y los israelitas sirvieron a Kusán Riseatáyim durante ocho años.
9 Los israelitas clamaron a Yahveh y Yahveh suscitó a los israelitas un libertador que los salvó: Otniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb.
10 El espíritu de Yahveh vino sobre él, fue juez de Israel y salió a la guerra. Yahveh puso en sus manos a Kusán Riseatáyim, rey de Edom y triunfó sobre Kusán Riseatáyim.
11 El país quedó tranquilo cuarenta años. Y murió Otniel, hijo de Quenaz.
12 Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh; y Yahveh fortaleció a Eglón, rey de Moab, por encima de Israel, porque hacían lo que desagradaba a Yahveh.
13 A Eglón se le juntaron los hijos de Ammón y de Amalec; salió y derrotó a Israel, y tomó la ciudad de las Palmeras.
14 Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, dieciocho años.
15 Entonces los israelitas clamaron a Yahveh y Yahveh les suscitó un libertador: Ehúd, hijo de Guerá, benjaminita, que era zurdo. Los israelitas le encargaron de llevar el tributo a Eglón, rey de Moab.
16 Ehúd se hizo un puñal de dos filos, de un codo de largo, se lo ciño debajo de la ropa sobre el muslo derecho,
17 y presentó el tributo a Eglón, rey de Moab. Eglón era un hombre muy obeso.
18 En cuanto terminó de presentar el tributo, Ehúd mandó marchar a la gente que había llevado el tributo;
19 pero él, al llegar a los Ídolos que hay en la región de Guilgal, volvió otra vez y dijo: «Tengo un mensaje secreto para ti ¡oh rey!» El rey respondió: ¡Silencio!» y salieron de su presencia todos los que estaban con él.
20 Ehúd se le acercó . El rey estaba sentado en su galería fresca particular. Ehúd le dijo: «Tengo una palabra de Dios para ti.» El rey se levantó de su silla.
21 Ehúd alargó su mano izquierda, cogió el puñal de su cadera derecha y se lo hundió en el vientre.
22 Detrás de la hoja entró incluso el mango, y la grasa se cerró sobre la hoja, pues Ehúd no le sacó el puñal del vientre. Luego escapó por la ventana.
23 Ehúd salió por el pórtico; había cerrado tras de sí las puertas de la galería y echado el cerrojo.
24 Después que se fue, llegaron los criados y vieron que las puertas de la galería tenían echado el cerrojo. Y se dijeron para sí: «Sin duda se está cubriendo los pies en el aposento de la galería fresca.»
25 Estuvieron esperando hasta quedar desconcertados, porque no acababan de abrirse las puertas de la galería. Cogieron la llave y abrieron. Su amo yacía en tierra, muerto.
26 Mientras esperaban, Ehúd había huido: había pasado los Ídolos y se había puesto a salvo en Hasseirá.
27 En cuanto llegó tocó el cuerno en la montaña de Efraím y los israelitas bajaron con él de la montaña. El se puso al frente de ellos,
28 y les dijo: «Seguidme, porque Yahveh ha entregado a Moab, vuestro enemigo, en vuestras manos.» Bajaron tras él, cortaron a Moab los vados del Jordán y no dejaron pasar a nadie.
29 Derrotaron en aquella ocasión a los de Moab; eran unos 10.000 hombres, todos fuertes y valientes, y no escapó ni uno.
30 Aquél día fue humillado Moab bajo la mano de Israel, y el país quedó tranquilo ochenta años.
31 Después de él vino Samgar, hijo de Anat. Derrotó a los filisteos, que eran seiscientos hombres, con una aguijada de bueyes; él también salvó a Israel.
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Jueces 4
1 Cuando murió Ehúd los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh,
2 y Yahveh los dejó a merced de Yabín, rey de Canaán, que reinaba en Jasor. El jefe de su ejército era Sísara, que habitaba en Jaróset Haggoyim.
3 Entonces los israelitas clamaron a Yahveh. Porque Yabín tenía novecientos carros de hierro y había oprimido duramente a los israelitas durante veinte años.
4 En aquel tiempo, Débora, una profetisa, mujer de Lappidot, era juez en Israel.
5 Se sentaba bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la montaña de Efraím; y los israelitas subían donde ella en busca de justicia.
6 Esta mandó llamar a Baraq, hijo de Abinoam, de Quédes de Neftalí, y le dijo: «¿Acaso no te ordena esto Yahveh, Dios de Israel: “Vete, y en el monte Tabor recluta y toma contigo 10.000 hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de Zabulón.
7 Yo atraeré hacia ti al torrente Quison a Sísara, jefe del ejército de Yabín, con sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos”?»
8 Baraq le respondió: «Si vienes tú conmigo, voy. Pero si no vienes conmigo, no voy, porque no sé en qué día me dará la victoria el Ángel de Yahveh.»
9 «Iré contigo – dijo ella – sólo que entonces no será tuya la gloria del camino que emprendes, porque Yahveh entregará a Sísara en manos de una mujer.» Débora se levantó y marchó con Baraq a Quédes.
10 Y Baraq convocó en Quédes a Zabulón y Neftalí. Subieron tras él 10.000 hombres y Débora subió con el.
11 Jéber el quenita, se había separado de la tribu de Caín y del clan de los hijos de Jobab, el suegro de Moisés; había plantado su tienda cerca de la Encina de Saanannim, cerca de Quédes.
12 Le comunicaron a Sísara que Baraq, hijo de Abinoam, había subido al monte Tabor.
13 Reunió Sísara todos sus carros, y todas las tropas que tenía y las llevó de Jaróset Haggoyim al Torrente de Quisón.
14 Débora dijo a Baraq: «Levántate, porque este es el día en que Yahveh ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No es cierto que Yahveh marcha delante de ti?» Baraq bajó del monte Tabor seguido de los 10.000 hombres.
15 Yahveh sembró el pánico en Sísara, en todos sus carros y en todo su ejército ante Baraq. Sísara bajó de su carro y huyó a pie.
16 Baraq persiguió a los carros y al ejército hasta Jaróset Haggoyim. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada: no quedó ni uno.
17 Pero Sísara huyó a pie hacia la tienda de Yael, mujer de Jéber el quenita, porque reinaba la paz entre Yabín, rey de Jasor, y la casa de Jéber el quenita.
18 Yael salió al encuentro de Sísara y le dijo: «Entra, señor mío, entra en mi casa. No temas.» Y entró en su tienda y ella lo tapó con un cobertor.
19 El le dijo: «Por favor, dame de beber un poco de agua, porque tengo sed.» Ella abrió el odre de la leche, le dio de beber y lo volvió a tapar.
20 El le dijo; «Estáte a la entrada de la tienda y si alguno viene, te pregunta y te dice: “¿Hay alguien aquí?, respóndele que no.»
21 Pero Yael, mujer de Jéber, cogió una clavija de la tienda, tomó el martillo en su mano, se le acercó callando y le hincó la clavija en la sien hasta clavarla en tierra. El estaba profundamente dormido, agotado de cansancio; y murió.
22 Cuando llegó Baraq persiguiendo a Sísara, Yael salió a su encuentro y le dijo: «Ven, que te voy a mostrar al hombre que buscas.» Entró donde ella, y Sísara yacía muerto con la clavija en la sien.
23 Así humilló Dios aquel día a Yabín, rey de Canaán, ante los israelitas.
24 La mano de los israelitas fue haciéndose cada vez más pesada sobre Yabín, rey de Canaán, hasta que acabaron con Yabín, rey de Canaán.
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Jueces 5
1 Aquel día, Débora y Baraq, hijo de Abinoam, entonaron este cántico:
2 Al soltarse en Israel la cabellera, cuando el pueblo se ofrece voluntario, ¡bendecid a Yahveh!
3 ¡Escuchad, reyes! ¡Prestad oídos, príncipes! yo a Yahveh, yo voy a cantar. tocaré el salterio para Yahveh, Dios de Israel.
4 Cuando saliste de Seír, Yahveh, cuando avanzaste por los campos de Edom, tembló la tierra, gotearon los cielos, las nubes en agua se fundieron.
5 Los montes se licuaron delante de Yahveh, el del Sinaí, delante de Yahveh, el Dios de Israel.
6 En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de Yael, no había caravanas; los que hollaban calzadas marchaban por senderos desviados,
7 Vacíos en Israel quedaron los poblados, vacíos hasta tu despertar, oh Débora, hasta tu despertar, oh madre de Israel.
8 Se elegían dioses nuevos; por entonces la guerra en las puertas; ni un escudo se ve ni una lanza para 40.000 en Israel!
9 Mi corazón con los jefes de Israel, con los voluntarios del pueblo. ¡Bendecid a Yahveh!
10 Los que cabalgáis en blancas asnas, los que os sentáis sobre tapices, los que vais por el camino, cantad,
11 al clamor de los repartidores junto a los abrevaderos. Allí se cantan los favores de Yahveh, los favores a sus poblados de Israel. (Entonces el pueblo de Yahveh bajó a las puertas).
12 Despierta, Débora, despierta! ¡Despierta, despierta, entona un cantar! ¡Animo! ¡Arriba, Baraq! ¡Apresa a los que te apresaron, hijo de Abinoam!
13 Entonces Israel bajó a las puertas, el pueblo de Yahveh bajó por él, como un héroe.
14 Los principales de Efraím en el valle. Detrás de ti Benjamín entre tu gente. De Makir han bajado capitanes, de Zabulón los que manejan cetro.
15 Los jefes de Isacar están con Débora, y Neftalí, con Baraq, en la llanura, lanzado tras sus huellas. En los arroyos de Rubén, magnánimas decisiones.
16 ¿Por qué te has quedado en los corrales, escuchando silbidos entre los rebaños? (En los arroyos de Rubén, magnánimas decisiones.)
17 Allende el Jordán, Galaad se queda, y Dan, ¿por qué vive en naves extranjeras? Aser se ha quedado a orillas del mar, tranquilo en sus puertos mora.
18 Zabulón es un pueblo que reta a la muerte, y Neftalí, en las alturas del país.
19 Vinieron los reyes, combatieron, entonces combatieron los reyes de Canaán, en Tanak, en las aguas de Meguiddó, mas sin lograr botín de plata.
20 Desde los cielos lucharon las estrellas, desde sus órbitas lucharon contra Sísara.
21 El torrente Quisón barriólos, ¡el viejo torrente, el torrente Quisón! ¡Avanza, alma mía, con denuedo!
22 Cascos de caballos sacuden el suelo: ¡galopan, galopan sus corceles!
23 Maldecid a Meroz, dice el Ángel de Yahveh, maldecid, maldecid a sus moradores: pues no vinieron en ayuda de Yahveh, en ayuda de Yahveh como los héroes.
24 ¡Bendita entre las mujeres Yael (la mujer de Jéber el quenita), entre las mujeres que habitan en tiendas, bendita sea!
25 Pedía agua, le dio leche, en la copa de los nobles le sirvió nata.
26 Tendió su mano a la clavija, la diestra al martillo de los carpinteros. Hirió a Sísara, le partió la cabeza, le golpeó y le partió la sien;
27 a sus pies se desplomó, cayó, durmió, a sus pies se desplomó, cayó; donde se desplomó, allí cayó, deshecho.
28 A la ventana se asoma y atisba la madre de Sísara, por las celosías: «¿Por qué tarda en llegar su carro? ¿por qué se retrasa el galopar de su carroza?
29 La más discreta de sus princesas le responde; ella se lo repite a sí misma:
30 ¡«Será que han cogido botín y lo reparten: una doncella, dos doncellas para cada guerrero; botín de paños de colores para Sísara, botín de paños de colores; un manto, dos mantos bordados para mi cuello!»
31 ¡Así perezcan todos tus enemigos, oh Yahveh! ¡Y sean los que te aman como el salir del sol con todo su fulgor! Y el país quedó tranquilo cuarenta años.
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Jueces 6
1 Los israelitas hicieron lo que desagradaba a Yahveh y Yahveh los entregó durante siete años en manos de Madián,
2 y la mano de Madián pesó sobre Israel. Para escapar de Madián, los israelitas se valieron de las hendiduras de las montañas, de las cuevas y las cumbres escarpadas.
3 Cuando sembraba Israel, venía Madián, con Amalec y los hijos de Oriente: subían contra Israel,
4 acampaban en sus tierras y devastaban los productos de la tierra hasta la entrada de Gaza. No dejaban víveres en Israel: ni ovejas, ni bueyes, ni asnos,
5 porque subían numerosos como langostas, con sus ganados y sus tiendas. Ellos y sus camellos eran innumerables e invadían el país para saquearlo.
6 Así Madián redujo a Israel a una gran miseria y los israelitas clamaron a Yahveh.
7 Cuando los israelitas clamaron a Yahveh por causa de Madián,
8 Yahveh envió a los israelitas un profeta que les dijo: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Yo os hice subir de Egipto, y os saqué de la casa de servidumbre.
9 Os libré de la mano de los egipcios y de todos los que os oprimían. Los arrojé de delante de vosotros, os di su tierra,
10 y os dije: “Yo soy Yahveh, vuestro Dios. No veneréis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis.” Pero no habéis escuchado mi voz.»
11 Vino el Ángel de Yahveh y se sentó bajo el terebinto de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiézer. Su hijo Gedeón majaba trigo en el lagar para ocultárselo a Madián,
12 cuando el Ángel de Yahveh se le apareció y le dijo: «Yahveh contigo, valiente guerrero.»
13 Contestó Gedeón: «Perdón, señor mío. Si Yahveh está con nosotros ¿por qué nos ocurre todo esto? ¿Dónde están todos esos prodigios que nos cuentan nuestros padres cuando dicen: “¿No nos hizo subir Yahveh de Egipto?” Pero ahora Yahveh nos ha abandonado, nos ha entregado en manos de Madián…»
14 Entonces Yahveh se volvió hacia él y dijo: «Vete con esa fuerza que tienes y salvarás a Israel de la mano de Madián. ¿No soy yo el que te envía?»
15 Le respondió Gedeón: «Perdón, señor mío, ¿cómo voy a salvar yo a Israel? Mi clan es el más pobre de Manasés y yo el último en la casa de mi padre.»
16 Yahveh le respondió: «Yo estaré contigo y derrotarás a Madián como si fuera un hombre solo.»
17 Gedeón le dijo: «Si he hallado gracia a tus ojos dame una señal de que eres tú el que me hablas.
18 No te marches de aquí, por favor, hasta que vuelva donde ti. Te traeré mi ofrenda y la pondré delante de ti». El respondió: «Me quedaré hasta que vuelvas.»
19 Gedeón se fue, preparó un cabrito y con una medida de harina hizo unas tortas ázimas; puso la carne en un canastillo y el caldo en una olla, y lo llevó bajo el terebinto. Cuando se acercaba,
20 le dijo el Ángel de Yahveh: «Toma la carne y las tortas ázimas, ponlas sobre esa roca y vierte el caldo.» Gedeón lo hizo así.
21 Entonces el Ángel de Yahveh extendió la punta del bastón que tenía en la mano y tocó la carne y las tortas ázimas. Salió fuego de la roca, consumió la carne y las tortas ázimas, y el Ángel de Yahveh desapareció de su vista.
22 Entonces Gedeón se dio cuenta de que era el Ángel de Yahveh y dijo: «¡Ay, mi señor Yahveh! ¡Pues he visto al Ángel de Yahveh cara a cara!»
23 Yahveh le respondió: «La paz sea contigo. No temas, no morirás.»
24 Gedeón levantó en aquel lugar un altar a Yahveh y lo llamó Yahveh-Paz. Todavía hoy está en Ofrá de Abiezer.
25 Sucedió que aquella misma noche Yahveh dijo a Gedeón: «Toma el toro de tu padre, el toro de siete años; vas a derribar el altar de Baal propiedad de tu padre y cortar el cipo que está junto a él.
26 Luego construirás a Yahveh tu Dios, en la cima de esa altura escarpada, un altar bien preparado. Tomarás el toro y lo quemarás en holocausto, con la leña del cipo que habrás cortado.»
27 Gedeón tomó entonces diez hombres de entre sus criados e hizo como Yahveh le había ordenado. Pero, como temía a su familia y a la gente de la ciudad, en lugar de hacerlo de día, lo hizo de noche.
28 A la mañana siguiente se levantó la gente de la ciudad; el altar de Baal estaba derruido, el cipo que se alzaba junto a él, cortado; y el toro había sido ofrecido en holocausto sobre el altar recién construido.
29 Entonces se dijeron unos a otros: «¿Quién habrá hecho esto?» Tras indagar y buscar dijeron: «Es Gedeón, hijo de Joás, el que lo ha hecho.»
30 La gente de la ciudad dijo entonces a Joás: «Haz salir a tu hijo, y que muera, pues ha derruido el altar de Baal y cortado el cipo que se alzaba a su lado.»
31 Joás respondió a todos los que tenía delante: «¿Es que vosotros vais a salir en defensa de Baal? ¿Vosotros le vais a salvar? (El que defiende a Baal, tiene que morir antes del amanecer.) Si es dios, que pleitee con él, ya que le destruyó su altar.»
32 Aquel día se llamó a Gedeón Yerubbaal, porque decían: «¡Que Baal pleitee con él, pues le destruyó su altar!».
33 Todo Madián, Amalec y los hijos de Oriente se juntaron, pasaron el Jordán, y acamparon en la llanura de Yizreel.
34 El espíritu de Yahveh revistió a Gedeón; él tocó el cuerno y Abiezer se reunió a él.
35 Envió mensajeros por todo Manasés, que se reunió también con él; y envió mensajeros por Aser, Zabulón y Neftalí, que le salieron al encuentro.
36 Gedeón dijo a Dios: «Si verdaderamente vas a salvar por mi mano a Israel, como has dicho,
37 yo voy a tender un vellón sobre la era; si hay rocío solamente sobre el vellón y todo el suelo queda seco, sabré que tú salvarás a Israel por mi mano, como has prometido.»
38 Así sucedió. Gedeón se levantó de madrugada, estrujó el vellón y exprimió su rocío, una copa llena de agua.
39 Gedeón dijo a Dios: «No te irrites contra mí si me atrevo a hablar de nuevo. Por favor, quisiera hacer por última vez la prueba con el vellón: que quede seco sólo el vellón y que haya rocío por todo el suelo.»
40 Y Dios lo hizo así aquella noche. Quedó seco solamente el vellón y por todo el suelo había rocío.
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Jueces 7
1 Madrugó Yerubbaal (o sea Gedeón), así como todo el pueblo que estaba con él, y acampó junto a En Jarod; el campamento de Madián quedaba al norte del suyo, al pie de la colina de Moré, en el valle.
2 Yahveh dijo a Gedeón: «Demasiado numeroso es el pueblo que te acompaña para que ponga yo a Madián en sus manos; no se vaya a enorgullecer Israel de ello a mi costa diciendo: “¡Mi propia mano me ha salvado!”
3 Ahora pues, pregona esto a oídos del pueblo: “El que tenga miedo y tiemble, que se vuelva y mire desde el monte Gelboé”. 22.000 hombres de la tropa se volvieron y quedaron 10.000.
4 Yahveh dijo a Gedeón: «Hay todavía demasiada gente; hazles bajar al agua y allí te los pondré a prueba. Aquel de quien te diga: “Que vaya contigo”, ése irá contigo. Y aquel de quien te diga: “Que no vaya contigo”, no ha de ir.»
5 Gedeón hizo bajar la gente al agua y Yahveh le dijo: «A todos los que lamieren el agua con la lengua como lame un perro, los pondrás a un lado y a todos los que se arrodillen para beber, los pondrás al otro.»
6 El número de los que lamieron el agua con las manos a la boca resultó ser de trescientos. Todo el resto del pueblo se había arrodillado para beber.
7 Entonces Yahveh dijo a Gedeón: «Con los trescientos hombres que han lamido el agua os salvaré, y entregaré a Madián en tus manos. Que todos los demás vuelvan cada uno a su casa.»
8 Tomaron en sus manos las provisiones del pueblo y sus cuernos, y mandó a todos los israelitas cada uno a su tienda, quedándose sólo con los trescientos hombres. El campamento de Madián estaba debajo del suyo en el valle.
9 Aquella noche le dijo Yahveh: «Levántate y baja al campamento, porque lo he puesto en tus manos.
10 No obstante, si temes bajar, baja al campamento con tu criado Purá,
11 y escucha lo que dicen. Se fortalecerá tu mano con ello y luego bajarás a atacar al campamento. Bajó, pues, con su criado Purá hasta la extremidad de las avanzadillas del campamento.
12 Madián, Amalec y todos los hijos de Oriente habían caído sobre el valle, numerosos como langostas, y sus camellos eran innumerables como la arena de la orilla del mar.
13 Se acercó Gedeón y he aquí que un hombre contaba un sueño a su vecino; decía: «He tenido un sueño: una hogaza de pan de cebada rodaba por el campamento de Madián, llegó hasta la tienda, chocó contra ella y la volcó lo de arriba abajo.»
14 Su vecino le respondió: «Esto no puede significar más que la espada de Gedeón, hijo de Joás, el israelita. Dios ha entregado en sus manos a Madián y a todo el campamento.»
15 Cuando Gedeón oyó la narración del sueño y su explicación, se postró, volvió al campamento de Israel y dijo: « ¡Levantaos! porque Yahveh ha puesto en vuestras manos el campamento de Madián.»
16 Gedeón dividió a los trescientos hombres en tres cuerpos. Les dio a todos cuernos y cántaros vacíos, con antorchas dentro de los cántaros.
17 Les dijo: «Miradme a mí y haced lo mismo. Cuando llegue yo al extremo del campamento, lo que yo haga lo haréis vosotros.
18 Yo y todos mis compañeros tocaremos los cuernos; vosotros también tocaréis los cuernos alrededor del campamento y gritaréis: ¡Por Yahveh y por Gedeón!»
19 Gedeón y los cien hombres que le acompañaban llegaron al extremo del campamento al comienzo de la guardia de la medianoche, cuando acababan de hacer el relevo de los centinelas; tocaron los cuernos y rompieron los cántaros que llevaban en la mano.
20 Entonces los tres cuerpos del ejército tocaron los cuernos, y rompieron los cántaros; en la izquierda tenían las antorchas y en la derecha los cuernos para tocarlos; gritaban: «Espada por Yahveh y por Gedeón!»
21 Y se quedaron quietos cada uno en su lugar alrededor del campamento. Todo el campamento se despertó y, lanzando alaridos, se dieron a la fuga.
22 Mientras los trescientos tocaban los cuernos, Yahveh volvió la espada de cada uno contra su compañero por todo el campamento. La tropa huyó hasta Bet Hassittá, hacia Sartán, hasta la orilla de Abel Mejolá frente a Tabbat.
23 Los hombres de Israel se reunieron, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, y persiguieron a Madián.
24 Gedeón envió mensajeros por toda la montaña de Efraím diciendo: «Bajad al encuentro de Madián y cortadles los vados hasta Bet Bará y el Jordán.» Se reunieron todos los hombres de Efraím y ocuparon los vados hasta Bet Bará y el Jordán.
25 Hicieron prisioneros a los dos jefes de Madián, Oreb y Zeeb; mataron a Oreb en la Peña de Oreb y a Zeeb en el Lagar de Zeeb. Persiguieron a Madián y llevaron a Gedeón, al otro lado del Jordán, las cabezas de Oreb y Zeeb.
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Jueces 8
1 La gente de Efraím dijo a Gedeón: «¿Por qué has hecho esto con nosotros, no convocándonos cuando has ido a combatir a Madián?» Y discutieron con él violentamente.
2 El les respondió: «¿Qué he hecho yo en comparación de lo que habéis hecho vosotros? ¿No vale más el rebusco de Efraím que la vendimia de Abiézer?
3 Dios ha entregado a los jefes de Madián en vuestras manos, a Oreb y a Zeeb. ¿Qué he podido hacer yo en comparación con vosotros?» Con estas palabras que les dijo, se calmó su animosidad contra él.
4 Gedeón llegó al Jordán y lo pasó; pero él y los trescientos hombres que tenía consigo estaban agotados por la persecución.
5 Dijo, pues, a la gente de Sukkot: «Dad, por favor, tortas de pan a la tropa que me sigue, porque está agotada, y voy persiguiendo a Zébaj y a Salmunná, reyes de Madián.
6 Pero los jefes de Sukkot respondieron: «¿Acaso has sujetado ya las manos de Zébaj y Salmunná para que demos pan a tu ejército?»
7 Gedeón les respondió: «Bien; cuando Yahveh haya entregado en mis manos a Zébaj y a Salmunná, os desgarraré las carnes con espinas del desierto y con cardos.»
8 De allí subió a Penuel y les habló de igual manera. Pero la gente de Penuel le respondió como lo había hecho la gente de Sukkot.
9 El respondió a los de Penuel: «Cuando vuelva vencedor, derribaré esa torre.»
10 Zébaj y Salmunná estaban en Carcor con su ejército, unos 15.000 hombres, todos los que habían quedado del ejército de los hijos de Oriente. Los que habían caído eran 120.000 guerreros.
11 Gedeón subió por el camino de los que habitan en tiendas, al este de Nóbaj y de Yogbohá, y derrotó al ejército, cuando se creían ya seguros.
12 Zébaj y Salmunná huyeron. El los persiguió e hizo prisioneros a los dos reyes de Madián, Zébaj y Salmunná. Y destruyó todo el ejército.
13 Después de la batalla, Gedeón, hijo de Joás, volvió por la pendiente de Jares.
14 Habiendo detenido a un joven de la gente de Sukkot, le interrogó, y él le dio por escrito los jefes de Sukkot y los ancianos: 77 hombres.
15 Gedeón se dirigió entonces a la gente de Sukkot y dijo: «Aquí tenéis a Zébaj y Salmunná, a propósito de los cuales me injuriasteis diciendo: ¿Acaso has sujetado ya las manos de Zébaj y Salmunná para que demos pan a tus tropas agotadas?»
16 Tomó entonces a los ancianos de la ciudad y cogiendo espinas del desierto y cardos, desgarró a los hombres de Sukkot.
17 Derribó la torre de Penuel y mató a los habitantes de la ciudad.
18 Luego dijo a Zébaj y Salmunná: «¿Cómo eran los hombres que matasteis en el Tabor?» Ellos respondieron: «Se parecían a ti; cualquiera de ellos tenía la apariencia de un hijo de rey.»
19 Respondió Gedeón: «Eran mis hermanos, hijos de mi madre. ¡Vive Yahveh que, si los hubieseis dejado vivos, no os mataría!»
20 Y dijo a Yéter, su hijo mayor: «¡Levántate! ¡Mátalos!» Pero el muchacho no desenvainó la espada; no se atrevía, porque era todavía muy joven.
21 Zébaj y Salmunná dijeron entonces: «Levántate tú, hiérenos, porque según es el hombre es su valentía.» Gedeón se levantó, mató a Zébaj y a Salmunná y tomó las lunetas que sus camellos llevaban al cuello.
22 Los hombres de Israel dijeron a Gedeón: «Reina sobre nosotros tú, tu hijo y tu nieto, pues nos has salvado de la mano de Madián.»
23 Pero Gedeón les respondió: «No seré yo el que reine sobre vosotros ni mi hijo; Yahveh será vuestro rey.»
24 Y añadió Gedeón: «Os voy a pedir una cosa: que cada uno me dé un anillo de su botín.» Porque los vencidos tenían anillos de oro, pues eran ismaelitas.
25 Respondieron ellos: «Te los damos con mucho gusto.» Extendió él su manto y ellos echaron en él cada uno un anillo de su botín.
26 El peso de los anillos de oro que les había pedido, se elevó a 1.700 siclos de oro, sin contar las lunetas, los pendientes y los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián, ni tampoco los collares que pendían del cuello de sus camellos.
27 Gedeón hizo con todo ello un efod, que colocó en su ciudad, en Ofrá. Y todo Israel se prostituyó allí tras él y vino a ser una trampa para Gedeón y su familia.
28 Allí fue humillado Madián ante los israelitas, y no volvió a levantar cabeza. El país estuvo tranquilo cuarenta años, mientras vivió Gedeón.
29 Se fue, pues, Yerubbaal, hijo de Joás, y se quedó en su casa.
30 Gedeón tuvo setenta hijos, nacidos de él, pues tenía muchas mujeres.
31 Y la concubina que tenía en Siquem, le dio a luz también un hijo, a quien puso por nombre Abimélek.
32 Murió Gedeón, hijo de Joás, después de una dichosa vejez y fue enterrado en la tumba de su padre Joás, en Ofrá de Abiézer.
33 Después de la muerte de Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse ante los Baales y tomaron por dios a Baal Berit.
34 Los israelitas olvidaron a Yahveh su Dios, que los había librado de la mano de todos los enemigos de alrededor.
35 No fueron agradecidos con la casa de Yerubbaal-Gedeón, por todo el bien que había hecho a Israel.
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Jueces 9
1 Abimélek, hijo de Yerubbaal, marchó a Siquem, donde los hermanos de su madre, y les dijo a ellos y a todo el clan de la familia de su madre:
2 «Decid esto, por favor, a oídos de todos los señores de Siquem: ¿Qué es mejor para vosotros, que os estén mandando setenta hombres, todos los hijos de Yerubbaal, o que os mande uno solo? Recordad además que yo soy de vuestros huesos y de vuestra carne.»
3 Los hermanos de su madre hablaron de él en los mismos términos a todos los señores de Siquem, y su corazón se inclinó hacia Abimélek, porque se decían: «Es nuestro hermano.»
4 Le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal Berit, con los que Abimélek contrató a hombres miserables, y vagabundos, que se fueron con él.
5 Fue entonces a casa de su padre, en Ofrá, y mató a sus hermanos, los hijos de Yerubbaal, setenta hombres, sobre una misma piedra. Sólo escapó Jotam, el hijo menor de Yerubbaal, porque se escondió.
6 Luego se reunieron todos los señores de Siquem y todo Bet Milló, y fueron y proclamaron rey a Abimélek junto al Terebinto de la estela que hay en Siquem.
7 Se lo anunciaron a Jotam, quien se colocó en la cumbre del monte Garizim, alzó la voz y clamó: «Escuchadme, señores de Siquem, y que Dios os escuche.
8 Los árboles se pusieron en camino para ungir a uno como su rey. Dijeron al olivo: “Sé tú nuestro rey.”
9 Les respondió el olivo: “¿Voy a renunciar a mi aceite con el que gracias a mí son honrados los dioses y los hombres, para ir a vagar por encima de los árboles?”
10 Los árboles dijeron a la higuera: “Ven tú, reina sobre nosotros.”
11 Les respondió la higuera: “¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a vagar por encima de los árboles?
12 Los árboles dijeron a la vid: “Ven tú, reina sobre nosotros.”
13 Les respondió la vid: “¿Voy a renunciar a mi mosto, el que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a vagar por encima de los árboles?”
14 Todos los árboles dijeron a la zarza: “Ven tú, reina sobre nosotros.”
15 La zarza respondió a los árboles: “Si con sinceridad venís a ungirme a mí para reinar sobre vosotros, llegad y cobijaos a mi sombra. Y si no es así, brote fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano.”»
16 «Ahora pues, ¿habéis obrado con sinceridad y lealtad al elegir rey a Abimélek? ¿Os habéis portado bien con Yerubbaal y su casa y le habéis tratado según el mérito de sus manos?
17 Mi padre combatió por vosotros, arriesgó su vida, os libró de la mano de Madián;
18 y vosotros os habéis alzado hoy contra la casa de mi padre, habéis matado a sus hijos, setenta hombres sobre una misma piedra, y habéis puesto por rey a Abimélek, el hijo de su esclava, sobre los señores de Siquem, por ser él vuestro hermano.
19 Si, pues, habéis obrado con sinceridad y lealtad con Yerubbaal y con su casa en el día de hoy, que Abimélek sea vuestra alegría y vosotros la suya.
20 De lo contrario, que salga fuego de Abimélek y devore a los señores de Siquem y de Bet Milló; y que salga fuego de los señores de Siquem y Bet Milló y devore a Abimélek.»
21 Y Jotam huyó, se puso a salvo y fue a Beer, donde se estableció, lejos del alcance de su hermano Abimélek.
22 Abimélek gobernó tres años en Israel.
23 Pero Dios envió un espíritu de discordia entre Abimélek y los señores de Siquem; y los señores de Siquem traicionaron a Abimélek,
24 para que el crimen cometido contra los setenta hijos de Yerubbaal fuera vengado y su sangre cayera sobre su hermano Abimélek, que los había asesinado, y sobre los señores de Siquem, que le habían ayudado a asesinar a sus hermanos.
25 Los señores de Siquem prepararon contra él emboscadas en las cimas de los montes y saqueaban a todo el que pasaba cerca por el camino. Y se dio aviso a Abimélek.
26 Gaal, hijo de Obed, acompañando a sus hermanos, vino a pasar por Siquem y se ganó la confianza de los señores de Siquem.
27 Salieron éstos al campo a vendimiar sus viñas, pisaron las uvas, hicieron fiesta y entraron en el templo de su dios. Comieron y bebieron y maldijeron a Abimélek.
28 Entonces Gaal, hijo de Obed, exclamó: «¿Quién es Abimélek y qué es Siquem para que le sirvamos? ¿por qué el hijo de Yerubbaal y Zebul, su lugarteniente, no han de servir a la gente de Jamor, padre de Siquem? ¿Por qué hemos de servirles nosotros?
29 ¡Quién pusiera este pueblo en mis manos! Yo echaría a Abimélek y le diría: Refuerza tu ejército y sal a la lucha.»
30 Zebul, gobernador de la ciudad, se enteró de la propuesta de Gaal, hijo de Obed, y montó en cólera.
31 Envió secretamente mensajeros donde Abimélek, para decirle: «Mira que Gaal, hijo de Obed, con sus hermanos, ha llegado a Siquem y están soliviantando a la ciudad contra ti.
32 Por tanto, levántate de noche, tú y la gente que tienes contigo, y tiende una emboscada en el campo;
33 por la mañana temprano, en cuanto salga el sol, te levantas y te lanzas contra la ciudad. Cuando Gaal salga a tu encuentro con su gente, harás con él lo que te venga a mano.»
34 Abimélek se levantó de noche con todas las tropas de que disponía y tendieron una emboscada frente a Siquem, repartidos en cuatro grupos.
35 Cuando Gaal, hijo de Obed, salió y se detuvo a la entrada de la puerta de la ciudad, Abimélek y la tropa que le acompañaba salieron de su emboscada.
36 Gaal vio la tropa y dijo a Zebul: «Mira la gente que baja de las cumbres de los montes.» Zebul respondió: «Es la sombra de los montes lo que ves y te parecen hombres.»
37 Gaal volvió a decir: «Mirad la gente que baja del lado del Ombligo de la Tierra, y otra partida llega por el camino de la Encina de los Adivinos.»
38 Zebul le dijo entonces: «¿Qué has hecho de tu boca tú que decías: “¿Quién es Abimélek para que le sirvamos?” ¿ No es esa la gente que despreciaste? Sal, pues, ahora y pelea contra ellos.»
39 Gaal salió al frente de los señores de Siquem y presentó batalla a Abimélek.
40 Abimélek persiguió a Gaal, pero se le escapó; y muchos cayeron muertos antes de llegar a la puerta.
41 Abimélek habitó en Arumá; y Zebul expulsó a Gaal y a sus hermanos y no les dejó habitar en Siquem.
42 Al día siguiente el pueblo salió al campo. Se dio aviso de ello a Abimélek,
43 que tomó su tropa, la repartió en tres grupos y tendió una emboscada en el campo. Cuando vio que la gente salía de la ciudad, cayó sobre ellos y los derrotó.
44 Abimélek y el grupo que estaba con él, atacó y tomó posiciones a la entrada de la puerta de la ciudad; los otros dos grupos se lanzaron contra todos los que estaban en el campo y los derrotaron.
45 Todo aquel día estuvo Abimélek atacando a la ciudad. Cuando la tomó, mató a la población, arrasó la ciudad y la sembró de sal.
46 Al saberlo los vecinos de Migdal Siquem se metieron en la cripta del templo de El Berit.
47 Se comunicó a Abimélek que todos los señores de Migdal Siquem estaban juntos;
48 entonces Abimélek subió al monte Salmón, con toda su tropa, y tomando un hacha en sus manos, cortó una rama de árbol, la alzó y echándosela al hombro dijo a la tropa que le acompañaba: «Lo que me habéis visto hacer, deprisa, hacedlo también vosotros.»
49 Y todos sus hombres cortaron cada uno su rama; luego siguieron a Abimélek, pusieron las ramas sobre la cripta y prendieron fuego a la cripta con ellos debajo. Así murieron también todos los habitantes de Migdal Siquem, unos mil hombres y mujeres.
50 Marchó Abimélek contra Tebés, la asedió y tomó.
51 Había en medio de la ciudad una torre fuerte, y en ella se refugiaron todos los hombres y mujeres, y todos los señores de la ciudad. Cerraron por dentro y subieron a la terraza de la torre.
52 Abimélek llegó hasta la torre, la atacó y alcanzó la puerta de la torre con ánimo de prenderle fuego.
53 Entonces una mujer le arrojó una muela de molino a la cabeza y le partió el cráneo.
54 El llamó enseguida a su escudero y le dijo: «Desenvaina tu espada y mátame, para que no digan de mí: Lo ha matado una mujer.» Su escudero lo atravesó y murió.
55 Cuando la gente de Israel vio que Abimélek había muerto, se volvió cada uno a su lugar.
56 Así devolvió Dios a Abimélek el mal que había hecho a su padre al matar a sus setenta hermanos.
57 Y también sobre la cabeza de la gente de Siquem hizo Dios caer toda su maldad. De este modo se cumplió en ellos la maldición de Jotam, hijo de Yerubbaal.
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Jueces 10
1 Después de Abimélek surgió para salvar a Israel Tolá, hijo de Puá, hijo de Dodó. Era de Isacar y habitaba en Samir, en la montaña de Efraím.
2 Fue juez de Israel veintitrés años; murió y fue sepultado en Samir.
3 Tras él surgió Yaír, de Galaad, que fue juez de Israel veintidós años.
4 Tenía treinta hijos que montaban treinta pollinos y tenían treinta ciudades, que se llaman todavía hoy los Aduares de Yaír, en el país de Galaad.
5 Murió Yaír, y fue sepultado en Camón.
6 Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh. Sirvieron a los Baales y a las Astartés, a los dioses de Aram y Sidón, a los dioses de Moab, a los de los ammonitas y de los filisteos. Abandonaron a Yahveh y ya no le servían.
7 Entonces se encendió la cólera de Yahveh contra Israel y los entregó en manos de los filisteos y en manos de los ammonitas.
8 Estos molestaron y oprimieron a los israelitas desde aquel año durante dieciocho años, a todos los israelitas que vivían en Transjordania, en el país amorreo de Galaad.
9 Los ammonitas pasaron el Jordán para atacar también a Judá, a Benjamín y a la casa de Efraím, e Israel pasó por grave aprieto.
10 Los israelitas clamaron a Yahveh diciendo: «Hemos pecado contra ti, porque hemos abandonado a Yahveh nuestro Dios para servir a los Baales.»
11 Y Yahveh dijo a los israelitas: «Cuando los egipcios, los amorreos, los ammonitas, los filisteos,
12 los sidonios, Amalec y Madián os oprimían y clamasteis a mí ¿no os salvé de sus manos?
13 Pero vosotros me habéis abandonado y habéis servido a otros dioses. Por eso no he de salvaros otra vez.
14 Id y gritad a los dioses que habéis elegido: que os salven ellos en el tiempo de vuestra angustia».
15 Los israelitas respondieron a Yahveh: «Hemos pecado, haz con nosotros todo lo que te plazca; pero, por favor, sálvanos hoy.»
16 Y retiraron de en medio de ellos a los dioses extranjeros y sirvieron a Yahveh. Y Yahveh no pudo soportar el sufrimiento de Israel.
17 Los ammonitas se concentraron y vinieron a acampar en Galaad. Los israelitas se reunieron y acamparon en Mispá.
18 Entonces el pueblo, los jefes de Galaad, se dijeron unos a otros: «¿Quién será el hombre que emprenda el ataque contra los hijos de Ammón? El estará al frente de todos los habitantes de Galaad.»
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Jueces 11
1 Jefté el galaadita, era un valiente guerrero. Era hijo de una prostituta. Y era Galaad el que había engendrado a Jefté.
2 Pero la mujer de Galaad le había dado hijos, y crecieron los hijos de la mujer y echaron a Jefté diciéndole: « Tú no tendrás herencia en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer.»
3 Jefté huyó lejos de sus hermanos y se quedó en el país de Tob. Se le juntó una banda de gente miserable, que hacía correrías con él.
4 Andando el tiempo, los ammonitas vinieron a combatir contra Israel.
5 Y cuando los ammonitas estaban atacando a Israel, los ancianos de Galaad fueron a buscar a Jefté al país de Tob.
6 Dijeron a Jefté: «Ven, tú serás nuestro caudillo en la guerra con los ammonitas.»
7 Pero Jefté respondió a los ancianos de Galaad: «¿No sois vosotros los que me odiasteis y me echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué acudís a mí ahora que estáis en aprieto?»
8 Los ancianos de Galaad replicaron a Jefté: «Por eso ahora volvemos donde ti: ven con nosotros; tú atacarás a los ammonitas y serás nuestro jefe y el de todos los habitantes de Galaad.»
9 Jefté respondió a los ancianos de Galaad: «Si me hacéis volver para combatir a los ammonitas y Yahveh me los entrega, yo seré vuestro jefe.»
10 Respondieron a Jefté los ancianos de Galaad: «Yahveh sea testigo entre nosotros si no hacemos como tú has dicho.»
11 Jefté partió con los ancianos de Galaad y el pueblo le hizo su jefe y caudillo; y Jefté repitió todas sus condiciones delante de Yahveh en Mispá.
12 Jefté envió al rey de los ammonitas mensajeros que le dijeran: «¿Qué tenemos que ver tú y yo para que vengas a atacarme en mi propio país?»
13 El rey de los ammonitas respondió a los mensajeros de Jefté: «Porque Israel, cuando subía de Egipto, se apoderó de mi país desde el Arnón hasta el Yabboq y el Jordán. Así que ahora devuélvemelo por las buenas.»
14 Jefté envió de nuevo mensajeros al rey de los ammonitas
15 y le dijo: «Así habla Jefté: Israel no se ha apoderado ni del país de Moab ni del de los ammonitas.
16 Cuando subió de Egipto, Israel caminó por el desierto hasta el mar de Suf y llegó a Cadés.
17 Entonces Israel envió mensajeros al rey de Edom para decirle: “Déjame, por favor, pasar por tu país”, pero el rey de Edom no les atendió. Los envió también al rey de Moab, el cual tampoco accedió, e Israel se quedó en Cadés;
18 luego, avanzando por el desierto, rodeó el país de Edom y el de Moab y llegó al oriente del país de Moab. Acamparon a la otra parte del Arnón, sin cruzar la frontera de Moab, pues el Arnón es el límite de Moab.
19 Israel envió mensajeros a Sijón, rey de los amorreos, que reinaba en Jesbón, y le dijo: “Déjame, por favor, pasar por tu país hasta llegar a mi destino.”
20 Pero Sijón le negó a Israel el paso por su territorio, reunió toda su gente, que acampó en Yahsá, y atacó a Israel.
21 Yahveh, Dios de Israel, puso a Sijón y a todo su pueblo en manos de Israel, que los derrotó, y conquistó Israel todo el país de los amorreos que habitaban allí.
22 Así conquistaron todo el territorio de los amorreos, desde el Arnón hasta el Yabboq y desde el desierto hasta el Jordán.
23 Con que Yahveh, Dios de Israel, quitó su heredad a los amorreos en favor de su pueblo Israel, ¿y tú se la vas a quitar?
24 ¿No posees ya todo lo que tu dios Kemós ha quitado para ti a sus poseedores? Igualmente nosotros poseemos todo lo que Yahveh nuestro Dios ha quitado para nosotros a sus poseedores.
25 ¿Vas a ser tú más que Balaq, hijo de Sippor, rey de Moab? ¿Pudo acaso él hacerse fuerte contra Israel y luchar contra él?
26 Cuando se estableció Israel en Jesbón y en sus filiales, en Aroer y en sus filiales y en todas las ciudades que están a ambos lados del Arnón, (trescientos años) ¿por qué no las habéis recuperado desde entonces?
27 Yo no te he ofendido; eres tú el que te portas mal conmigo si me atacas. Yahveh, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Ammón.»
28 Pero el rey de los ammonitas no hizo caso de las palabras que Jefté le mandó decir.
29 El espíritu de Yahveh vino sobre Jefté, que recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mispá de Galaad y de Mispá de Galaad pasó donde los ammonitas.
30 Y Jefté hizo un voto a Yahveh: «Si entregas en mis manos a los ammonitas,
31 el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelva victorioso de los ammonitas, será para Yahveh y lo ofreceré en holocausto.»
32 Jefté pasó donde los ammonitas para atacarlos, y Yahveh los puso en sus manos.
33 Los derrotó desde Aroer hasta cerca de Minnit (veinte ciudades) y hasta Abel Keramim. Fue grandísima derrota y los ammonitas fueron humillados delante de los israelitas.
34 Cuando Jefté volvió a Mispá, a su casa, he aquí que su hija salía a su encuentro bailando al son de las panderetas. Era su única hija; fuera de ella no tenía ni hijo ni hija.
35 Al verla, rasgó sus vestiduras y gritó: «¡Ay, hija mía! ¡Me has destrozado! ¿Habías de ser tú la causa de mi desgracia? Abrí la boca ante Yahveh y no puedo volverme atrás.»
36 Ella le respondió: «Padre mío, has abierto tu boca ante Yahveh, haz conmigo lo que salió de tu boca, ya que Yahveh te ha concedido vengarte de tus enemigos los ammonitas.»
37 Después dijo a su padre: «Que se me conceda esta gracia: déjame dos meses para ir a vagar por las montañas y llorar con mis compañeras mi virginidad.»
38 El le dijo: «Vete.» Y la dejó marchar dos meses. Ella se fue con sus compañeras y estuvo llorando su virginidad por los montes.
39 Al cabo de los dos meses, volvió donde su padre y él cumplió en ella el voto que había hecho. La joven no había conocido varón. Y se hizo costumbre en Israel:
40 de año en año las hijas de Israel van a lamentarse cuatro días al año por la hija de Jefté el galaadita.
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Jueces 12
1 Los hombres de Efraím se juntaron, pasaron el Jordán en dirección a Safón y dijeron a Jefté: «Por qué has ido a atacar a los ammonitas y no nos has invitado a marchar contigo? Vamos a prender fuego a tu casa contigo dentro.»
2 Jefté les respondió: «Teníamos un gran conflicto mi pueblo y yo con los ammonitas; os pedí ayuda y no me librasteis de sus manos.
3 Cuando vi que nadie venía a ayudarme, arriesgué la vida, marché contra los ammonitas y Yahveh los entregó en mis manos. ¿Por qué, pues, habéis subido hoy contra mí para hacerme la guerra?»
4 Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y atacó a Efraím, los de Galaad derrotaron a los de Efraím, porque éstos decían: «vosotros los galaaditas sois fugitivos de Efraím, en medio de Efraím, en medio de Manasés.»
5 Galaad cortó a Efraím los vados del Jordán y cuando los fugitivos de Efraím decían: «Dejadme pasar», los hombres de Galaad preguntaban: «¿Eres efraimita?» Y si respondía: «No»,
6 le añadían: «Pues di Sibbólet». Pero él decía: «Sibbólet» porque no podía pronunciarlo así. Entonces le echaban mano y lo degollaban junto a los vados del Jordán. Perecieron en aquella ocasión 42.000 hombres de Efraím.
7 Jefté juzgó a Israel seis años; luego Jefté el galaadita murió y fue sepultado en su ciudad, Mispá de Galaad.
8 Después de él fue juez en Israel Ibsán de Belén.
9 Tenía treinta hijos y treinta hijas. A éstas las casó fuera y de fuera trajo treinta mujeres para sus hijos. Fue juez en Israel siete años.
10 Y murió Ibsán y fue sepultado en Belén.
11 Después de él fue juez en Israel Elón de Zabulón. Juzgó a Israel diez años.
12 Y murió Elón de Zabulón y fue sepultado en Ayyalón, en tierra de Zabulón.
13 Después de él fue juez en Israel Abdón, hijo de Hillel, de Piratón.
14 Tenía cuarenta hijos y treinta nietos, que montaban setenta pollinos. Juzgó a Israel ocho años.
15 Y murió Abdón, hijo de Hillel de Piratón, y fue sepultado en Piratón, en tierra de Efraím, en la montaña de los amalecitas.
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Jueces 13
1 Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh y Yahveh los entregó a merced de los filisteos durante cuarenta años.
2 Había un hombre en Sorá, de la tribu de Dan, llamado Manóaj. Su mujer era estéril y no había tenido hijos.
3 El ángel de Yahveh se apareció a esta mujer y le dijo: «Bien sabes que eres estéril y que no has tenido hijos,
4 pero concebirás y darás a luz un hijo. En adelante guárdate de beber vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro.
5 Porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. No pasará la navaja por su cabeza, porque el niño será nazir de Dios desde el seno de su madre. El comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos.»
6 La mujer fue a decírselo a su marido: «Un hombre de Dios ha venido donde mí; su aspecto era como el del Ángel de Dios, muy terrible. No le he preguntado de dónde venía ni él me ha manifestado su nombre.
7 Pero me ha dicho: “Vas a concebir y a dar a luz un hijo. En adelante no bebas vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro, porque el niño será nazir de Dios desde el seno de su madre hasta el día de su muerte.»
8 Manóaj invocó a Yahveh y dijo: «Te ruego, Señor, que el hombre de Dios que has enviado venga otra vez donde nosotros y nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño cuando nazca.»
9 Dios escuchó a Manóaj y el Ángel de Dios vino otra vez donde la mujer cuando estaba sentada en el campo. Manóaj, su marido, no estaba con ella.
10 La mujer corrió enseguida a informar a su marido y le dijo: «Mira, se me ha aparecido el hombre que vino donde mí el otro día.»
11 Manóaj se levantó y, siguiendo a su mujer, llegó donde el hombre y le dijo: «¿Eres tú el que has hablado con esta mujer?» El respondió: «Yo soy.»
12 Le dijo Manóaj: «Cuando tu palabra se cumpla ¿cuál deberá ser la norma del niño y su conducta?»
13 El Ángel de Yahveh respondió a Manóaj: «Deberá abstenerse él de todo lo que indiqué a esta mujer.
14 No probará nada de lo que procede de la viña, no beberá vino ni bebida fermentada, no comerá nada impuro y observará todo lo que yo le he mandado.»
15 Manóaj dijo entonces al Ángel de Yahveh: «Permítenos retenerte y prepararte un cabrito.»
16 Pero el Ángel de Yahveh dijo a Manóaj: «Aunque me obligues a quedarme no probaré tu comida. Pero si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Yahveh.» Porque Manóaj no sabía que era el Ángel de Yahveh.
17 Manóaj dijo entonces al Ángel de Yahveh: «¿Cuál es tu nombre para que, cuando se cumpla tu palabra, te podamos honrar?»
18 El Ángel de Yahveh le respondió: «¿Por qué me preguntas el nombre, si es maravilloso?.»
19 Manóaj tomó el cabrito y la oblación y lo ofreció en holocausto, sobre la roca, a Yahveh, que obra maravillas. Manóaj y su mujer estaban mirando.
20 Cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el Ángel de Yahveh subía en la llama. Manóaj y su mujer lo estaban viendo y cayeron rostro en tierra.
21 Al desaparecer el Ángel de Yahveh de la vista de Manóaj y su mujer, Manóaj se dio cuenta de que era el Ángel de Yahveh.
22 Y dijo Manóaj a su mujer: «Seguro que vamos a morir, porque hemos visto a Dios.»
23 Su mujer le respondió: «Si Yahveh hubiera querido matarnos no habría aceptado de nuestra mano el holocausto ni la oblación, no nos habría mostrado todas estas cosas ni precisamente ahora nos habría hecho oír esto.»
24 La mujer dio a luz un hijo y le llamó Sansón. El niño creció y Yahveh le bendijo.
25 Y el espíritu de Yahveh comenzó a excitarle en el Campamento de Dan, entre Sorá y Estaol.
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Jueces 14
1 Sansón bajó a Timná y se fijó en Timná en una mujer entre las hijas de los filisteos.
2 Subió y se lo dijo a su padre y a su madre: «He visto en Timná una mujer de entre las hijas de los filisteos: tomádmela para esposa.»
3 Su padre y su madre le dijeron: «¿No hay ninguna mujer entre las hijas de tus hermanos y en todo mi pueblo, para que vayas a tomar mujer entre esos filisteos incircuncisos?» Pero Sansón respondió a su padre: «Toma a ésa para mí, porque esa es la que me gusta.»
4 Su padre y su madre no sabían que esto venía de Yahveh, que buscaba un pretexto contra los filisteos, pues por aquel tiempo los filisteos dominaban a Israel.
5 Sansón bajó a Timná y al llegar a las viñas de Timná, vio un leoncillo que venía rugiendo a su encuentro.
6 El espíritu de Yahveh le invadió, y sin tener nada en la mano, Sansón despedazó al león como se despedaza un cabrito; pero no contó ni a su padre ni a su madre lo que había hecho.
7 Bajó y habló con la mujer, la cual le agradó.
8 Algún tiempo después, volvió Sansón para casarse con ella. Dio un rodeo para ver el cadáver del león y he aquí que en el cuerpo del león había un enjambre de abejas con miel.
9 La recogió en su mano y según caminaba la iba comiendo. Cuando llegó donde su padre y su madre les dio miel y comieron, pero no les dijo que la había cogido del cadáver del león.
10 Su padre bajó donde la mujer y Sansón hizo allí un banquete, pues así suelen hacer los jóvenes.
11 Pero, al verle, eligieron treinta compañeros para que estuvieran con él.
12 Sansón les dijo: «Os voy a proponer una adivinanza. Si me dais la solución dentro de los siete días de la fiesta y acertáis, os daré treinta túnicas y treinta mudas.
13 Pero si no podéis darme la solución, entonces me daréis vosotros treinta túnicas y treinta mudas.» Ellos le dijeron: «Propón tu adivinanza, que te escuchamos.»
14 El les dijo: «Del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura.» A los tres días aún no habían acertado la adivinanza.
15 Al cuarto día dijeron a la mujer de Sansón: «Convence a tu marido para que nos explique la adivinanza. Si no, te quemaremos a ti y a la casa de tu padre. ¿O es que nos habéis invitado para robarnos?»
16 La mujer de Sansón se puso a llorar sobre él, y dijo: «Tú me odias y no me amas. Has propuesto una adivinanza a los hijos de mi pueblo y a mí no me la has explicado.» El le respondió: «Ni a mi padre ni a mi madre se la he explicado ¿y te la voy a explicar a ti?»
17 Ella estuvo llorando encima de él los siete días que duró la fiesta. Por fin el séptimo día se la explicó, porque lo tenía asediado y ella explicó la adivinanza a los hijos de su pueblo.
18 El séptimo día, antes que entrara en la alcoba, la gente de la ciudad dijo a Sansón: «¿Qué hay más dulce que la miel, y qué más fuerte que el león?» El les respondió: «Si no hubierais arado con mi novilla, no habríais acertado mi adivinanza.»
19 Luego el espíritu de Yahveh le invadió, bajó a Ascalón y mató allí a treinta hombres, tomó sus despojos y entregó las mudas a los acertantes de la adivinanza; luego, encendido en cólera, subió a la casa de su padre.
20 La mujer de Sansón pasó a ser de un compañero suyo, el que había sido su amigo de confianza.
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Jueces 15
1 Algún tiempo después, por los días de la siega del trigo, fue Sansón a visitar a su mujer llevando un cabrito y dijo: «Quiero llegarme a mi mujer, en la alcoba.» Pero el padre de ella no le dejó entrar.
2 y le dijo: «Yo pensé que ya no la querías y se la di a tu compañero. ¿No vale más su hermana menor? Sea tuya en lugar de la otra.»
3 Sansón les replicó: «Esta vez no tengo culpa con los con los filisteos si les hago daño.»
4 Se fue Sansón, y cazó trescientas zorras; cogió unas teas y, juntando a los animales cola con cola, puso una tea en medio entre las dos colas.
5 Prendió fuego a las teas y luego, soltando las zorras por las mieses de los filisteos, incendió las gavillas y el trigo todavía en pie y hasta las viñas y olivares.
6 Los filisteos preguntaron: «¿Quién ha hecho esto?» Y les respondieron: «Sansón, el yerno del timnita, porque éste tomó a su mujer y se la dio a su compañero.» Entonces los filisteos subieron y quemaron a aquella mujer y la casa de su padre.
7 Sansón les dijo: «Ya que os portáis así no he de parar hasta vengarme de vosotros.»
8 Y les midió las costillas causándoles un gran estrago. Después bajó a la gruta de la roca de Etam y se quedó allí.
9 Los filisteos subieron a acampar en Judá e hicieron una incursión por Lejí.
10 Y les dijeron los hombres de Judá: «¿Por qué habéis subido contra nosotros?» Respondieron: «Hemos subido para amarrar a Sansón, para hacer con él lo que él ha hecho con nosotros.»
11 3.000 hombres de Judá bajaron a la gruta de la roca de Etam y dijeron a Sansón: «¿No sabes que los filisteos nos están dominando? ¿Qué nos has hecho?» El les respondió: «Como me trataron a mí, les he tratado yo a ellos.»
12 Ellos le dijeron: «Hemos bajado para amarrarte y entregarte en manos de los filisteos.» Sansón les dijo: «Juradme que no me vais a matar vosotros mismos.»
13 Le respondieron: «No; sólo queremos amarrarte y entregarte, no te mataremos.» Lo amarraron, pues, con dos cordeles nuevos y lo sacaron de entre las rocas.
14 Cuando llegaba a Lejí y los filisteos corrían a su encuentro, con gritos de triunfo, el espíritu de Yahveh vino sobre él: los cordeles que sujetaban sus brazos fueron como hilos de lino que se queman al fuego y las ligaduras se deshicieron entre sus manos.
15 Encontró una quijada de asno todavía fresca, alargó la mano, la cogió y mató con ella a mil hombres.
16 Sansón dijo entonces: «Con quijada de asno los amontoné. Con quijada de asno, a mil hombres sacudí.»
17 Cuando terminó de hablar, tiró la quijada: por eso se llamó aquel lugar Ramat Lejí.
18 Entonces sintió una sed terrible e invocó a Yahveh diciendo: «Tú has logrado esta gran victoria por mano de tu siervo y ahora ¿voy a morir de sed y a caer en manos de los incircuncisos?»
19 Entonces Dios hendió la cavidad que hay en Lejí y brotó agua de ella. Sansón bebió, recobró su espíritu y se reanimó. Por eso se dio el nombre de En Haccoré a la fuente que existe todavía hoy en Lejí.
20 Sansón fue juez en Israel en la época de los filisteos por espacio de veinte años.
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Jueces 16
1 De allí Sansón se dirigió a Gaza, vio allí una meretriz y entró donde ella.
2 Se dio aviso a los hombres de Gaza: «Ha venido Sansón.» Ellos le rodearon y le estuvieron acechando a la puerta de la ciudad. Estuvieron quietos toda la noche pensando: «Esperemos hasta que despunte el día y lo mataremos.»
3 Sansón estuvo durmiendo hasta media noche; y a media noche se levantó, cogió las hojas de la puerta de la ciudad con sus dos jambas, las arrancó junto con la barra, se las cargó a la espalda, y las subió hasta la cumbre del monte que está frente a Hebrón.
4 Después de esto, se enamoró de una mujer de la vaguada de Soreq, que se llamaba Dalila.
5 Los tiranos de los filisteos subieron donde ella y le dijeron: «Sonsácale y entérate de dónde le viene esa fuerza tan enorme, y cómo podríamos dominarlo para amarrarlo y tenerlo sujeto. Nosotros te daremos cada uno 1.100 siclos de plata.»
6 Dalila dijo a Sansón: «Dime, por favor, ¿de dónde te viene esa fuerza tan grande y con qué habría que atarte para tenerte sujeto?»
7 Sansón le respondió: «Si me amarraran con siete cuerdas de arco todavía frescas, sin dejarlas secar, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.»
8 Los tiranos de los filisteos llevaron a Dalila siete cuerdas de arco frescas, sin secar aún, y lo amarró con ellas.
9 Tenía ella hombres apostados en la alcoba y le gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón». El rompió las cuerdas de arco como se rompe el hilo de estopa en cuanto siente el fuego. Así no se descubrió el secreto de la fuerza.
10 Entonces Dalila dijo a Sansón: «Te has reído de mí y me has dicho mentiras; dime pues, por favor, con qué habría que atarte.»
11 El le respondió: «Si me amarraran bien con cordeles nuevos sin usar, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.»
12 Dalila cogió unos cordeles nuevos, lo amarró con ellos y le gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón.» Tenía ella hombres apostados en la alcoba, pero él rompió los cordeles de sus brazos como un hilo.
13 Entonces Dalila dijo a Sansón: «Hasta ahora te has estado burlando de mi y no me has dicho más que mentiras. Dime con qué habría de amarrarte.» El le respondió: «Si tejieras las siete trenzas de mi cabellera con la trama y las clavaras con la clavija del tejedor, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.»
14 Ella le hizo dormir, tejió luego las siete trenzas de su cabellera con la trama, las clavó con la clavija y le gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón.» El se despertó de su sueño y arrancó la trama y la clavija. Así no se descubrió el secreto de su fuerza.
15 Dalila le dijo: «¿Cómo puedes decir: “Te amo “, si tu corazón no está conmigo? Tres veces te has reído ya de mí y no me has dicho en qué consiste esa fuerza tan grande.»
16 Como todos los días le asediaba con sus palabras y le importunaba, aburrido de la vida,
17 le abrió todo su corazón y le dijo: «La navaja no ha pasado jamás por mi cabeza, porque soy nazir de Dios desde el vientre de mi madre. Si me rasuraran, mi fuerza se retiraría de mí, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.»
18 Dalila comprendió entonces que le había abierto todo su corazón, mandó llamar a los tiranos de los filisteos y les dijo: «Venid esta vez, pues me ha abierto todo su corazón.» Y los tiranos de los filisteos vinieron donde ella con el dinero en la mano.
19 Ella hizo dormir a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre que le cortó las siete trenzas de su cabeza. Entonces ella comenzó a humillarlo, y se retiró de él su vigor.
20 Ella gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón.» El se despertó de su sueño y se dijo: «Saldré como las otras veces y me desembarazaré.» No sabía que Yahveh se había apartado de él.
21 Los filisteos le echaron mano, le sacaron los ojos, y lo bajaron a Gaza. Allí lo ataron con una doble cadena de bronce y daba vueltas a la muela en la cárcel.
22 Pero el pelo de su cabeza, nada más rapado, empezó a crecer.
23 Los tiranos de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a su dios Dagón y hacer gran fiesta. Decían: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo.»
24 En cuanto lo vio la gente, alababa a su dios diciendo: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo, al que devastaba nuestro país y multiplicaba nuestras víctimas.»
25 Y como su corazón estaba alegre, dijeron: «Llamad a Sansón para que nos divierta.» Trajeron, pues, a Sansón de la cárcel, y él les estuvo divirtiendo; luego lo pusieron de pie entre las columnas.
26 Sansón dijo entonces al muchacho que lo llevaba de la mano: «Ponme donde pueda tocar las columnas en las que descansa la casa para que me apoye en ellas.»
27 La casa estaba llena de hombres y mujeres. Estaban dentro todos los tiranos de los filisteos y, en el terrado, unos 3.000 hombres y mujeres contemplando los juegos de Sansón.
28 Sansón invocó a Yahveh y exclamó: «Señor Yahveh, dígnate acordarte de mí, hazme fuerte nada más que esta vez, oh Dios, para que de un golpe me vengue de los filisteos por mis dos ojos.»
29 Y Sansón palpó las dos columnas centrales sobre las que descansaba la casa, se apoyó contra ellas, en una con su brazo derecho, en la otra con el izquierdo,
30 y gritó: «¡Muera yo con los filisteos!» Apretó con todas sus fuerzas y la casa se derrumbó sobre los tiranos y sobre toda la gente allí reunida. Los muertos que mató al morir fueron más que los que había matado en vida.
31 Sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron y se lo llevaron. Lo subieron y sepultaron entre Sorá y Estaol, en el sepulcro de su padre Manóaj. Había juzgado a Israel por espacio de veinte años.
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Jueces 17
1 Había en la montaña de Efraím un hombre llamado Miqueas.
2 Dijo a su madre: «Los 1.100 siclos de plata que te quitaron y por los que lanzaste una maldición, incluso oí que dijiste… esa plata la tengo yo; yo la robé.» Su madre respondió: «Que mi hijo sea bendito de Yahveh».
3 Y él le devolvió los 1.100 siclos de plata. Y su madre dijo: «Yo consagré solemne y espontáneamente, por mi hijo, esta plata a Yahveh, para hacer con ella una imagen y un ídolo de fundición, pero ahora te la devuelvo.» Y él devolvió la plata a su madre.
4 Su madre tomó doscientos siclos de plata y los entregó al fundidor. Este le hizo una imagen (y un ídolo de metal fundido) que quedó en casa de Miqueas.
5 Este hombre, Miká, tenía una Casa de Dios; hizo un efod y unos terafim e invistió a uno de sus hijos que vino a ser su sacerdote.
6 En aquel tiempo no había rey en Israel y hacía cada uno lo que le parecía bien.
7 Había un joven de Belén de Judá, de la familia de Judá, que era levita y residía allí como forastero.
8 Este hombre dejó la ciudad de Belén de Judá para ir a residir donde pudiera. Haciendo su camino llegó a la montaña de Efraím, a la casa de Miká.
9 Miká le preguntó: «¿De dónde vienes?» Le respondió: «Soy un levita de Belén de Judá. Vengo de paso para residir donde pueda.»
10 Miká le dijo: «Quédate en mi casa, y serás para mí un padre y un sacerdote; yo te daré diez siclos de plata al año, el vestido y la comida.»
11 El levita accedió a quedarse en casa de aquel hombre y el joven fue para él como uno de sus hijos.
12 Miká invistió al levita; el joven fue su sacerdote y se quedó en casa de Miká.
13 Y dijo Miká: «Ahora sé que Yahveh me favorecerá, porque tengo a este levita como sacerdote.»
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Jueces 18
1 Por aquel tiempo no había rey en Israel. Por entonces la tribu de Dan buscaba un territorio donde habitar, pues hasta aquel día no le había tocado heredad entre las tribus de Israel.
2 Los danitas enviaron a cinco hombres de su familia, hombres valientes de Sorá y Estaol, para recorrer el país y explorarlo. Y les dijeron: «Id a explorar esa tierra.» Llegaron a la montaña de Efraím cerca de la casa de Miká, y pasaron allí la noche.
3 Como estaban cerca de la casa de Miká, reconocieron la voz del joven levita, y llegándose allá le dijeron: «¿Quién te ha traído por acá?, ¿qué haces en este lugar? ¿qué se te ha perdido aquí?»
4 El les respondió: «Esto y esto ha hecho por mí Miká. Me ha tomado a sueldo y soy su sacerdote.»
5 Le dijeron: «Consulta, pues, a Dios, para que sepamos si el viaje que estamos haciendo tendrá feliz término.»
6 Les respondió el sacerdote: «Id en paz; el viaje que hacéis está bajo la mirada de Yahveh.»
7 Los cinco hombres partieron y llegaron a Lais. Vieron que las gentes que habitaban allí vivían seguras, según las costumbres de los sidonios, tranquilas y confiadas; que nada faltaba allí de cuanto produce la tierra, que estaban lejos de los sidonios y no tenían relaciones con los arameos.
8 Volvieron entonces donde sus hermanos, a Sorá y Estaol, y éstos les preguntaron: «¿Qué noticias traéis?»
9 Ellos respondieron: «¿Arriba!, vayamos contra ellos, porque hemos visto el país y es excelente. Pero ¿por qué estáis parados sin decir nada? No dudéis en partir para ir a conquistar aquella tierra.
10 Cuando lleguéis, os encontraréis con un pueblo tranquilo. El país es espacioso: Dios lo ha puesto en nuestras manos; es un lugar en el que no falta nada de lo que puede haber sobre la tierra.»
11 Partieron, pues, de allí, del clan de los danitas, de Sorá y Estaol, seiscientos hombres bien armados.
12 Subieron y acamparon en Quiryat Yearim, en Judá. Por eso, todavía hoy, se llama aquel lugar el Campamento de Dan. Está detrás de Quiryat Yearim.
13 De allí pasaron a la montaña de Efraím y llegaron a la casa de Miká.
14 Los cinco hombres que habían ido a recorrer la tierra, tomaron la palabra y dijeron a sus hermanos: «¿No sabéis que hay aquí en estas casas un efod, unos terafim, una imagen y un ídolo de metal fundido? Considerad, pues, lo que habéis de hacer.»
15 Llegándose allá entraron en la casa del joven levita, la casa de Miká, y le dieron el saludo de paz.
16 Los seiscientos hombres danitas con sus armas de guerra estaban en el umbral de la puerta.
17 Los cinco hombres que habían ido a recorrer la tierra subieron, entraron dentro y cogieron la imagen, el efod, los terafim y el ídolo de fundición; entre tanto el sacerdote estaba en el umbral de la puerta con los seiscientos hombres armados.
18 Aquéllos, pues, entrando en la casa de Miká, cogieron la imagen, el efod, los terafim y el ídolo de fundición. El sacerdote les dijo: «¿Qué estáis haciendo?»
19 «Calla – le contestaron – pon la mano en la boca y ven con nosotros. Serás para nosotros padre y sacerdote. ¿Prefieres ser sacerdote de la casa de un particular a ser sacerdote de una tribu y de un clan de Israel?»
20 Se alegró con ello el corazón del sacerdote, tomó el efod, los terafim y la imagen y se fue en medio de la tropa.
21 Reemprendieron el camino colocando en la cabeza a las mujeres, los niños, los rebaños y los objetos preciosos.
22 Estaban ya lejos de la casa de Miká, cuando los hombres de las casas vecinas a la casa de Miká dieron la alarma y salieron en persecución de los danitas,
23 y les gritaron. Se volvieron éstos y dijeron a Miká: «¿Qué te pasa para gritar así?»
24 Respondió: «Me habéis quitado a mi dios, el que yo me había hecho, y a mi sacerdote. Vosotros os marcháis, y a mí ¿qué me queda? Y encima me decís: ¿Qué te pasa?»
25 Los danitas le contestaron: «Calla de una vez, no sea que algunos irritados caigan sobre vosotros y pierdas tu vida y la de tu casa.»
26 Los danitas siguieron su camino; y Miká, viendo que eran más fuertes, se volvió a su casa.
27 Ellos tomaron el dios que Miká había fabricado y el sacerdote que tenía, y marcharon contra Lais, pueblo tranquilo y confiado. Pasaron a cuchillo a la población e incendiaron la ciudad.
28 Nadie vino en su ayuda, porque estaba lejos de Sidón y no tenía relaciones con los arameos. Estaba situada en el valle que se extiende hacia Bet Rejob. Reconstruyeron la ciudad, se establecieron en ella,
29 y le pusieron el nombre de Dan, en recuerdo de su padre Dan, hijo de Israel. Aunque antiguamente la ciudad se llamaba Lais.
30 Los danitas erigieron para sí la imagen. Jonatán, hijo de Guersón, hijo de Moisés, y después sus hijos, fueron sacerdotes de la tribu de Dan hasta el día de la deportación del país.
31 Se erigieron la imagen que había hecho Miká y allí permaneció mientras estuvo en Silo la casa de Dios.
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Jueces 19
1 En aquel tiempo, cuando aún no había rey en Israel, hubo un hombre, levita, que residía como forastero en los confines de la montaña de Efraím. Tomó por concubina a una mujer de Belén de Judá.
2 Se enfadó con él su concubina y lo dejó para volver a la casa de su padre en Belén de Judá, donde permaneció bastante tiempo, unos cuatro meses.
3 Su marido se puso en camino y fue donde ella, para hablarle al corazón y hacerla volver; llevaba consigo a su criado y un par de asnos. Cuando llegó a casa del padre de ella, le vio el padre de la joven y salió contento a su encuentro.
4 Su suegro, el padre de la joven, lo retuvo y él se quedó con él tres días; comieron y bebieron y pasaron allí la noche.
5 Al cuarto día se levantaron de madrugada y el levita se dispuso a partir; el padre de la joven dijo a su yerno: «Toma un bocado de pan para cobrar ánimo, y luego marcharás.»
6 Se sentaron, y se pusieron a comer y beber los dos juntos. Luego el padre de la joven dijo al hombre: «Decídete, pasa aquí la noche y que se alegre tu corazón.»
7 Se levantó el hombre para marchar, pero el suegro le porfió y se quedó aquella noche.
8 Al quinto día madrugó para marchar, pero el padre de la joven le dijo: «Cobra ánimo primero, por favor.» Y pasaron el tiempo hasta declinar el día y comieron juntos.
9 Se levantaron para marchar el marido con su concubina y su siervo, pero su suegro, el padre de la joven, le dijo: «Mira que la tarde está al caer. Pasa aquí la noche y que se alegre tu corazón. Mañana de madrugada marcharéis y volverás a tu tienda.»
10 Pero el hombre no quiso pasar la noche allí; se levantó, partió y llegó frente a Jebús, o sea, Jerusalén. Llevaba consigo los dos asnos cargados, su concubina y su criado.
11 Cuando llegaban cerca de Jebús, era ya hora muy avanzada. El criado dijo a su amo: «Vamos, dejemos el camino y entremos en esa ciudad de los jebuseos para pasar allí la noche.»
12 Su amo le respondió: «No vamos a entrar en una ciudad de extranjeros, que no son israelitas; pasaremos de largo hasta Guibeá.»
13 Y añadió a su criado: «Vamos a acercarnos a uno de esos poblados; pasaremos la noche en Guibeá o Ramá.»
14 Pasaron, pues, de largo y continuaron su marcha. Y a la puesta del sol, llegaron frente a Guibeá de Benjamín.
15 Se desviaron hacia allí y fueron a pasar la noche en Guibeá. El levita entró y se sentó en la plaza de la ciudad, pero no hubo nadie que les ofreciera casa donde pasar la noche.
16 Llegó un viejo que volvía por la tarde de sus faenas del campo. Era un hombre de la montaña de Efraím que residía como forastero en Guibeá; mientras que la gente del lugar era benjaminita.
17 Alzando los ojos, se fijó en el viajero que estaba en la plaza de la ciudad, y el anciano le dijo: «¿A dónde vas y de dónde vienes?»
18 Y el otro le respondió: «Estamos de paso, venimos de Belén de Judá y vamos hasta los confines de la montaña de Efraím, de donde soy. Fui a Belén de Judá y ahora vuelvo a mi casa, pero nadie me ha ofrecido su casa.
19 Y eso que tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y pan y vino para mí, para tu sierva y para el joven que acompaña a tu siervo. No nos falta de nada.»
20 El viejo le dijo: «La paz sea contigo; yo proveeré a todas tus necesidades; pero no pases la noche en la plaza.»
21 Le llevó, pues, a su casa y echó pienso a los asnos. Y ellos se lavaron los pies, comieron y bebieron.
22 Mientras alegraban su corazón, los hombres de la ciudad, gente malvada, cercaron la casa y golpeando la puerta le dijeron al viejo, dueño de la casa: «Haz salir al hombre que ha entrado en tu casa para que lo conozcamos.»
23 El dueño de la casa salió donde ellos y les dijo: «No, hermanos míos; no os portéis mal. Puesto que este hombre ha entrado en mi casa no cometáis esa infamia.
24 Aquí está mi hija, que es doncella. Os la entregaré. Abusad de ella y haced con ella lo que os parezca; pero no cometáis con este hombre semejante infamia.»
25 Pero aquellos hombres no quisieron escucharle. Entonces el hombre tomó a su concubina y se la sacó fuera. Ellos la conocieron, la maltrataron toda la noche hasta la mañana y la dejaron al amanecer.
26 Llegó la mujer de madrugada y cayó a la entrada de la casa del hombre donde estaba su marido; allí quedó hasta que fue de día.
27 Por la mañana se levantó su marido, abrió las puertas de la casa y salió para continuar su camino; y vio que la mujer, su concubina, estaba tendida a la entrada de la casa, con las manos en el umbral,
28 y le dijo: «Levántate, vámonos.» Pero no le respondió. Entonces el hombre la cargó sobre su asno y se puso camino de su pueblo.
29 Llegado a su casa, cogió un cuchillo y tomando a su concubina la partió miembro por miembro en doce trozos y los envió por todo el territorio de Israel.
30 Y dio esta orden a su emisarios: «Esto habéis de decir a todos los israelitas: ¿Se ha visto alguna vez cosa semejante desde que los israelitas subieron del país de Egipto hasta hoy? Pensad en ello, pedid consejo y tomad una decisión.» Y todos los que lo veían, decían: «Nunca ha ocurrido ni se ha visto cosa igual desde que los israelitas subieron del país de Egipto hasta hoy.»
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Jueces 20
1 Salieron, pues, todos los israelitas y se reunió toda la comunidad como un solo hombre, desde Dan hasta Berseba y el país de Galaad, delante de Yahveh, en Mispá.
2 Los principales de todo el pueblo y todas las tribus de Israel acudieron a la asamblea del pueblo de Dios: 400.000 hombres de a pie, armados de espada.
3 Oyeron los benjaminitas que los hijos de Israel habían subido a Mispá… Los israelitas dijeron: «Decidnos cómo ha sido el crimen.»
4 El levita, marido de la mujer asesinada, tomó la palabra y dijo: «Había llegado yo con mi concubina a Guibeá de Benjamín para pasar la noche.
5 Los señores de Guibeá se levantaron contra mí y rodearon por la noche la casa; intentaron matarme a mí, y abusaron tanto de mi concubina que murió.
6 Tomé entonces a mi concubina, la descuarticé y la envié por todo el territorio de la heredad de Israel, porque habían cometido una vergüenza y una infamia en Israel.
7 Aquí estáis todos, israelitas: tratadlo y tomad aquí mismo una resolución.»
8 Todo el pueblo se levantó como un solo hombre diciendo: «Ninguno de nosotros marchará a su tienda, nadie volverá a su casa.
9 Esto es lo que hemos de hacer con Guibeá. Echaremos a suertes
10 y tomaremos de todas las tribus de Israel diez hombres por cada cien, cien por cada mil, y mil por cada 10.000; ellos recogerán víveres para la tropa, para hacer, en cuanto lleguen, con Guibeá de Benjamín según la infamia que han cometido en Israel.»
11 Así se juntó contra la ciudad toda la gente de Israel como un solo hombre.
12 Las tribus de Israel enviaron emisarios a toda la tribu de Benjamín diciendo: «¿Qué crimen es ése que se ha cometido entre vosotros?
13 Ahora, pues, entregadnos a esos hombres malvados de Guibeá, para que los matemos y desaparezca el mal de Israel.» Pero los benjaminitas no quisieron hacer caso a sus hermanos los israelitas.
14 Los benjaminitas, dejando sus ciudades, se reunieron en Guibeá para salir al combate contra los israelitas.
15 Aquel día los benjaminitas llegados de las diversas ciudades hicieron el censo, que dio en total 25.000 hombres armados de espada, sin contar los habitantes de Guibeá.
16 En toda esta tropa había setecientos hombres elegidos, zurdos, capaces todos ellos de lanzar una piedra con la honda contra un cabello sin errar el tiro.
17 La gente de Israel hizo también el censo. Sin contar a Benjamín, eran 400.000 armados de espada; todos hombres de guerra.
18 Partieron, pues, y subieron a Betel. Consultaron a Dios y le preguntaron los israelitas: «¿Quién de nosotros subirá el primero a combatir contra los benjaminitas?» Y Yahveh respondió: «Judá subirá primero.»
19 Los israelitas se levantaron temprano y acamparon frente a Guibeá.
20 Salieron los hombres de Israel para combatir contra Benjamín y se pusieron en orden de batalla frente a Guibeá.
21 Pero los benjaminitas salieron de Guibeá y dejaron muertos en tierra aquel día a 22.000 hombres de Israel.
22 Los israelitas subieron a llorar delante de Yahveh hasta la tarde y luego consultaron a Yahveh diciendo: «¿He de entablar combate otra vez contra los hijos de mi hermano Benjamín?» Yahveh respondió: «Subid contra él.»
23 Entonces la tropa de Israel recobró su valor y volvió a ponerse en orden de batalla en el mismo lugar que el primer día.
24 El segundo día los israelitas se acercaron a los benjaminitas;
25 pero también aquel segundo día Benjamín salió de Guibeá a su encuentro y volvió a dejar tendidos en tierra a 18.000 israelitas; todos ellos armados de espada.
26 Entonces todos los israelitas y todo el pueblo subieron hasta Betel, lloraron, se quedaron allí delante de Yahveh, ayunaron todo el día hasta la tarde y ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión delante de Yahveh.
27 Consultaron luego los israelitas a Yahveh, pues el arca de la alianza de Dios se encontraba allí,
28 y Pinjás, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, estaba entonces a su servicio. Dijeron: «¿He de salir otra vez a combatir a los hijos de mi hermano Benjamín o debo dejarlo?» Yahveh respondió: «Subid, porque mañana lo entregaré en vuestras manos.»
29 Israel puso gente emboscada alrededor de Guibeá.
30 Al tercer día los israelitas marcharon contra los benjaminitas y se pusieron en orden de batalla como las otras veces frente a Guibeá.
31 Los benjaminitas salieron a su encuentro y se dejaron atraer lejos de la ciudad. Comenzaron como las otras veces a matar gente del pueblo por los caminos que suben, uno a Betel y otro a Guibeá, a campo raso: unos treinta hombres de Israel.
32 Los benjaminitas se dijeron: «Han sido derrotados ante nosotros como la primera vez.» Pero los israelitas se habían dicho: «Vamos a huir para atraerlos lejos de la ciudad hacia los caminos.»
33 Entonces todos los hombres de Israel se levantaron de sus puestos, tomaron posiciones en Baal Tamar, y los emboscados de Israel atacaron desde su puesto al oeste de Gueba.
34 10.000 hombres elegidos de todo Israel llegaron frente a Guibeá. El combate se endureció; los benjaminitas no se daban cuenta de la calamidad que se les venía encima.
35 Yahveh derrotó a Benjamín ante Israel y aquel día los israelitas mataron en Benjamín a 25.100 hombres, todos ellos armados de espada.
36 Los benjaminitas se vieron derrotados. Los hombres de Israel habían cedido terreno a Benjamín porque contaban con la emboscada que habían puesto contra Guibeá.
37 Los emboscados marcharon a toda prisa contra Guibeá, se desplegaron y pasaron a cuchillo a toda la ciudad.
38 La gente de Israel y los emboscados habían convenido en levantar una humareda, como señal, desde la ciudad;
39 entonces harían frente a los combatientes de Israel. Benjamín comenzó matando a algunos israelitas, unos treinta hombres. Y se decían: «Están completamente derrotados ante nosotros, como en la primera batalla.»
40 Pero entonces, la señal, la columna de humo, comenzó a levantarse de la ciudad, y Benjamín, mirando atrás, vio que toda la ciudad subía en llamas al cielo.
41 Entonces los hombres de Israel hicieron frente y los benjaminitas temblaron al ver la calamidad que se les venía encima.
42 Volvieron la espalda ante la gente de Israel camino del desierto, pero los combatientes los acosaban, y los que venían de la ciudad los destrozaban cogiéndolos en medio.
43 Así envolvieron a Benjamín, lo persiguieron sin descanso y lo aplastaron hasta llegar frente a Gueba por el oriente.
44 Cayeron de Benjamín 18.000 hombres, todos ellos hombres valerosos.
45 Volvieron la espalda y huyeron al desierto, hacia la Peña de Rimmón. Los israelitas fueron atrapando por los caminos a 5.000 hombres. Luego persiguieron a Benjamín hasta Guidom y le mataron 2.000 hombres.
46 El total de los benjaminitas que cayeron aquel día fue de 25.000 hombres, armados de espada, todos ellos hombres valerosos.
47 Seiscientos hombres habían podido volverse y escapar al desierto, hacia la Peña de Rimmón. Se quedaron en la Peña de Rimmón cuatro meses.
48 Las tropas de Israel se volvieron contra los benjaminitas, y pasaron a cuchillo a los varones de la ciudad, al ganado, y a todo lo que encontraron. Incendiaron también todas las ciudades que encontraron.
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Jueces 21
1 Los hombres de Israel habían jurado en Mispá: «Ninguno de nosotros dará su hija en matrimonio a Benjamín.»
2 El pueblo fue a Betel y allí permaneció delante de Dios hasta la tarde clamando y llorando con grandes gemidos.
3 Decían: «Yahveh, Dios de Israel, ¿por qué ha de suceder esto en Israel, que desaparezca hoy de Israel una de sus tribus?»
4 Al día siguiente el pueblo se levantó de madrugada, construyó allí un altar, y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión.
5 Dijeron los israelitas: «¿Quién de entre todas las tribus de Israel no acudió a la asamblea ante Yahveh?» Porque se había jurado solemnemente que el que no subiera a Mispá ante Yahveh tenía que morir.
6 Los israelitas estaban apenados por su hermano Benjamín y decían: «Hoy ha sido arrancada una tribu de Israel.
7 ¿Qué haremos para proporcionar mujeres a los que quedan? Pues nosotros hemos jurado por Yahveh no darles nuestras hijas en matrimonio.»
8 Entonces se dijeron: «¿Cuál es la única tribu de Israel que no subió ante Yahveh a Mispá?» Y vieron que nadie de Yabés de Galaad había ido al campamento, a la asamblea.
9 Hicieron el censo del pueblo y no había ninguno de los habitantes de Yabés de Galaad.
10 Entonces la comunidad mandó allá 12.000 hombres de los valientes y les dio esta orden: «Id y pasad a cuchillo a los habitantes de Yabés de Galaad, incluidos las mujeres y los niños.
11 Esto es lo que habéis de hacer: Consagraréis al anatema a todo varón y a toda mujer que haya conocido varón, pero dejaréis con vida a las doncellas.» Así lo hicieron.
12 Entre los habitantes de Yabés de Galaad encontraron cuatrocientas muchachas vírgenes que no habían conocido varón y las llevaron al campamento (de Silo, que está en el país de Canaán).
13 Toda la comunidad mandó emisarios a los benjaminitas que estaban en la Peña de Rimmón para hacer las paces.
14 Volvió entonces Benjamín. Les dieron las mujeres de Yabés de Galaad que habían quedado con vida, pero no hubo suficientes para todos.
15 El pueblo se compadeció de Benjamín, pues Yahveh había abierto una brecha entre las tribus de Israel.
16 Decían los ancianos de la comunidad: «¿Qué podemos hacer para proporcionar mujeres a los que quedan, pues las mujeres de Benjamín han sido exterminadas?»
17 Y añadían: «¿Cómo conservar un resto a Benjamín para que no sea borrada una tribu de Israel?
18 Porque nosotros no podemos darles nuestras hijas en matrimonio.» Es que los israelitas habían pronunciado este juramento: «Maldito sea el que dé mujer a Benjamín.»
19 Pero se dijeron: «Es ahora la fiesta de Yahveh, la que se celebra todos los años en Silo.» (La ciudad está al norte de Betel, al oriente de la calzada que sube de Betel a Siquem y al sur de Leboná.)
20 Dieron esta orden a los benjaminitas: «Id a poner una emboscada entre las viñas.
21 Estaréis alerta, y cuando las muchachas de Silo salgan para danzar en corro, saldréis de las viñas y raptaréis cada uno una mujer de entre las muchachas de Silo y os iréis a la tierra de Benjamín.
22 Si sus padres o sus hermanos vienen a querellarse contra vosotros, les diremos: “Hacednos el favor de perdonarles, pues no hemos podido tomar cada uno una mujer en el combate; porque no sois vosotros los que se las habéis dado, porque entonces seríais culpables.»
23 Así lo hicieron los benjaminitas y se llevaron tantas mujeres cuantos eran ellos de entre las danzarinas que raptaron; luego se fueron, volvieron a su heredad, reedificaron las ciudades y se establecieron en ellas.
24 Los israelitas se marcharon entonces de allí cada uno a su tribu y a su clan y partieron de allí cada uno a su heredad.
25 Por aquel tiempo no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le parecía bien.
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Salmos

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Índice: Sagrada Escritura, Salmos

1      2      3      4      5      6      7      8      9      10      11      12      13      14      15      16      17      18      19      20      21      22      23      24      25      26      27      28      29      30      31      32      33      34      35      36      37      38      39      40      41      42      43      44      45      46      47      48      49      50      51      52      53      54      55      56      57      58      59      60      61      62      63      64      65      66      67      68      69      70      71      72      73      74      75      76      77      78      79      80      81      82      83      84      85      86      87      88      89      90      91      92      93      94      95      96      97      98      99      100      101      102      103      104      105      106      107      108      109      110      111      112      113      114      115      116      117      118      119      120      121      122      123      124      125      126      127      128      129      130      131      132      133      134      135      136      137      138      139      140      141      142      143      144      145      146      147      148      149      150


[Los números de los Salmos entre paréntesis corresponden a la Vulgata]
     






 




Salmo 1
1 ¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta,
2 mas se complace en la ley de Yahveh, su ley susurra día y noche!
3 Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien.
4 ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el viento.
5 Por eso, no resistirán en el Juicio los impíos, ni los pecadores en la comunidad de los justos.
6 Porque Yahveh conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos se pierde.
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Salmo 2
1 ¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos mascullan planes vanos?
2 Se yerguen los reyes de la tierra, los caudillos conspiran aliados contra Yahveh y contra su Ungido:
3 «¡Rompamos sus coyundas, sacudámonos su yugo!»
4 El que se sienta en los cielos se sonríe, Yahveh se burla de ellos.
5 Luego en su cólera les habla, en su furor los aterra:
6 «Ya tengo yo consagrado a mi rey en Sión mi monte santo.»
7 Voy a anunciar el decreto de Yahveh: El me ha dicho: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy.
8 Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra.
9 Con cetro de hierro, los quebrantarás, los quebrarás como vaso de alfarero.»
10 Y ahora, reyes, comprended, corregíos, jueces de la tierra.
11 Servid a Yahveh con temor,
12 con temblor besad sus pies; no se irrite y perezcáis en el camino, pues su cólera se inflama de repente. ¡Venturosos los que a él se acogen!
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Salmo 3
(1) Salmo. De David. Cuando huía de su hijo Absalón.
1 (2) Yahveh, ¡cuán numerosos son mis adversarios, cuántos los que se alzan contra mí!
2 (3) ¡Cuántos los que dicen de mi vida: «No hay salvación para él en Dios!» Pausa.
3 (4) Mas tú, Yahveh, escudo que me ciñes, mi gloria, el que realza mi cabeza.
4 (5) A voz en grito clamo hacia Yahveh, y él me responde desde su santo monte. Pausa.
5 (6) Yo me acuesto y me duermo, me despierto, pues Yahveh me sostiene.
6 (7) No temo a esas gentes que a millares se apostan en torno contra mí.
7 (8) ¡Levántate, Yahveh! ¡Dios mío, sálvame! Tú hieres en la mejilla a todos mis enemigos, los dientes de los impíos tú los rompes.
8 (9) De Yahveh la salvación. Tu bendición sobre tu pueblo. Pausa.
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Salmo 4
(1) Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.
1 (2) Cuando clamo, respóndeme, oh Dios mi justiciero, en la angustia tú me abres salida; tenme piedad, escucha mi oración.
2 (3) Vosotros, hombres, ¿hasta cuándo seréis torpes de corazón, amando vanidad, rebuscando mentira? Pausa.
3 (4) ¡Sabed que Yahveh mima a su amigo, Yahveh escucha cuando yo le invoco.
4 (5) Temblad, y no pequéis; hablad con vuestro corazón en el lecho ¡y silencio! Pausa.
5 (6) Ofreced sacrificios de justicia y confiad en Yahveh.
6 (7) Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?» ¡Alza sobre nosotros la luz de tu rostro! Yahveh,
7 (8) tú has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan ellos de trigo y vino nuevo.
8 (9) En paz, todo a una, yo me acuesto y me duermo, pues tú solo, Yahveh, me asientas en seguro.
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Salmo 5
(1) Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.
1 (2) Escucha mis palabras, Yahveh, repara en mi lamento,
2 (3) atiende a la voz de mi clamor, oh mi Rey y mi Dios. Porque a ti te suplico,
3 (4) Yahveh; ya de mañana oyes mi voz; de mañana te presento mi súplica, y me quedo a la espera.
4 (5) Pues no eres tú un Dios que se complace en la impiedad, no es huésped tuyo el malo.
5 (6) No, los arrogantes no resisten delante de tus ojos. Detestas a todos los agentes de mal,
6 (7) pierdes a los mentirosos; al hombre sanguinario y fraudulento le abomina Yahveh.
7 (8) Mas yo, por la abundancia de tu amor, entro en tu Casa; en tu santo Templo me prosterno, lleno de tu temor.
8 (9) Guíame, Yahveh, en tu justicia, por causa de los que me acechan, allana tu camino ante mí.
9 (10) Que no hay en su boca lealtad, en su interior, tan sólo subversión; sepulcro abierto es su garganta, melosa muévese su lengua.
10 (11) Trátalos, oh Dios, como culpables, haz que fracasen sus intrigas; arrójalos por el exceso de sus crímenes, por rebelarse contra ti.
11 (12) Y se alegren los que a ti se acogen, se alborocen por siempre; tú los proteges, en ti exultan los que aman tu nombre.
12 (13) Pues tú bendices al justo, Yahveh, como un gran escudo tu favor le cubre.
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Salmo 6
(1) Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. En octava. Salmo. De David.
1 (2) Yahveh, no me corrijas en tu cólera, en tu furor no me castigues.
2 (3) Tenme piedad, Yahveh, que estoy sin fuerzas, sáname, Yahveh, que mis huesos están desmoronados,
3 (4) desmoronada totalmente mi alma, y tú, Yahveh, ¿hasta cuándo?
4 (5) Vuélvete, Yahveh, recobra mi alma, sálvame, por tu amor.
5 (6) Porque, en la muerte, nadie de ti se acuerda; en el seol, ¿quién te puede alabar?
6 (7) Estoy extenuado de gemir, baño mi lecho cada noche, inundo de lágrimas mi cama;
7 (8) mi ojo está corroído por el tedio, ha envejecido entre opresores.
8 (9) Apartaos de mí todos los malvados, pues Yahveh ha oído la voz de mis sollozos.
9 (10) Yahveh ha oído mi súplica, Yahveh acoge mi oración.
10 (11) ¡Todos mis enemigos, confusos, aterrados, retrocedan, súbitamente confundidos!
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Salmo 7
(1) Lamentación. De David. La que cantó a Yahveh a propósito del benjaminita Kus.
1 (2) Yahveh, Dios mío, a ti me acojo, sálvame de todos mis perseguidores, líbrame;
2 (3) ¡que no arrebate como un león mi vida el que desgarra, sin que nadie libre!
3 (4) Yahveh, Dios mío, si algo de esto hice, si hay en mis manos injusticia,
4 (5) si a mi bienhechor con mal he respondido si he perdonado al opresor injusto,
5 (6) ¡que el enemigo me persiga y me alcance, estrelle mi vida contra el suelo, y tire mis entrañas por el polvo! Pausa.
6 (7) Levántate, Yahveh, en tu cólera, surge contra los arrebatos de mis opresores, despierta ya, Dios mío, tú que el juicio convocas.
7 (8) Que te rodee la asamblea de las naciones, y tú en lo alto vuélvete hacia ella.
8 (9) (Yahveh, juez de los pueblos.) Júzgame, Yahveh, conforme a mi justicia y según mi inocencia.
9 (10) Haz que cese la maldad de los impíos, y afianza al justo, tú que escrutas corazones y entrañas, oh Dios justo.
10 (11) Dios, el escudo que me cubre, el salvador de los de recto corazón;
11 (12) Dios, el juez justo, tardo a la cólera, pero Dios amenazante en todo tiempo
12 (13) para el que no se vuelve. Afile su espada el enemigo, tense su arco y lo apareje,
13 (14) para sí solo prepara armas de muerte, hace tizones de sus flechas;
14 (15) vedle en su preñez de iniquidad, malicia concibió, fracaso pare.
15 (16) Cavó una fosa, recavó bien hondo, mas cae en el hoyo que él abrió;
16 (17) revierte su obra en su cabeza, su violencia en su cerviz recae.
17 (18) Doy gracias a Yahveh por su justicia, salmodio al nombre de Yahveh, el Altísimo.
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Salmo 8
(1) Del maestro de coro. Según la… de Gat. Salmo. De David.
1 (2) ¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra! Tú que exaltaste tu majestad sobre los cielos,
2 (3) en boca de los niños, los que aún maman, dispones baluarte frente a tus adversarios, para acabar con enemigos y rebeldes.
3 (4) Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas, que fijaste tú,
4 (5) ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides?
5 (6) Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor;
6 (7) le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies:
7 (8) ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo,
8 (9) y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas.
9 (10) ¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra!
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Salmo 9
(1) Del maestro de coro. Para oboes y arpa. Salmo. De David.
1 (2)Alef. Te doy gracias, Yahveh, de todo corazón, cantaré todas tus maravillas;
2 (3) quiero alegrarme y exultar en ti, salmodiar a tu nombre, Altísimo.
3 (4)Bet. Mis enemigos retroceden, flaquean, perecen delante de tu rostro;
4 (5) pues tú has llevado mi juicio y mi sentencia, sentándote en el trono cual juez justo.
5 (6)Guímel. Has reprimido a las gentes, has perdido al impío, has borrado su nombre para siempre jamás;
6 (7) acabado el enemigo, todo es ruina sin fin, has suprimido sus ciudades, perdido su recuerdo. He. He aquí que
7 (8) Yahveh se sienta para siempre, afianza para el juicio su trono;
8 (9) él juzga al orbe con justicia, a los pueblos con rectitud sentencia.
9 (10) Vau. ¡Sea Yahveh ciudadela para el oprimido, ciudadela en los tiempos de angustia!
10 (11) Y en ti confíen los que saben tu nombre, pues tú, Yahveh, no abandonas a los que te buscan.
11 (12) Zain. Salmodiad a Yahveh, que se sienta en Sión, publicad por los pueblos sus hazañas;
12 (13) que él pide cuentas de la sangre, y de ellos se acuerda, no olvida el grito de los desdichados.
13 (14) Jet. Tenme piedad, Yahveh, ve mi aflicción, tú que me recobras de las puertas de la muerte,
14 (15) para que yo cuente todas tus alabanzas a las puertas de la hija de Sión, gozoso de tu salvación.
15 (16) Tet. Se hundieron los gentiles en la fosa que hicieron, en la red que ocultaron, su pie quedó prendido.
16 (17) Yahveh se ha dado a conocer, ha hecho justicia, el impío se ha enredado en la obra de sus manos. Sordina. Pausa.
17 (18) Yod ¡Vuelvan los impíos al seol, todos los gentiles que de Dios se olvidan!
18 (19) Kaf. Que no queda olvidado el pobre eternamente, no se pierde por siempre la esperanza de los desdichados.
19 (20) ¡Levántate, Yahveh, no triunfe el hombre, sean juzgados los gentiles delante de tu rostro!
20 (21) Infunde tú, Yahveh, en ellos el terror, aprendan los gentiles que no son más que hombres. Pausa.
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Salmo 10
1 Lámed ¿Por qué, Yahveh, te quedas lejos, te escondes en las horas de la angustia?
2 Por el orgullo del impío es perseguido el desdichado, queda preso en la trampa que le ha urdido.
3 (Mem.) Sí, el impío se jacta de los antojos de su alma, el avaro que bendice menosprecia a Yahveh,
4 (Nun.) el impío, insolente, no le busca: «¡No hay Dios!», es todo lo que piensa.
5 En todo tiempo se afianzan sus caminos, allá arriba tus juicios muy lejos de él están, a todos sus rivales da soplidos.
6 Dice en su corazón: «¡Jamás vacilaré!» (Sámek.) porque en desgracia no se ve,
7 maldice. (Pe.) De fraude y perfidia está llena su boca, bajo su lengua sólo maldad e iniquidad;
8 al acecho se aposta entre las cañas en los recodos mata al inocente. (Ain.) Todo ojos, espía al desvalido,
9 al acecho escondido como león en su guarida, al acecho para atrapar al desdichado, atrapa al desdichado arrastrándole en su red.
10 (Sade.) Espía, se agazapa, se encoge, el desvalido cae en su poder;
11 dice en su corazón: «Dios se ha olvidado, tiene tapado el rostro, no ha de ver jamás.»
12 Qof. ¡Levántate, Yahveh, alza tu mano, oh Dios! ¡No te olvides de los desdichados!
13 ¿Por qué el impío menosprecia a Dios, dice en su corazón: «No vendrás a indagar?»
14 Res. Lo has visto ya, que la pena y la tristeza las miras tú para tomarlas en tu mano: el desvalido se abandona a ti, tú socorres al huérfano.
15 Sin. ¡Quiebra el brazo del impío, del malvado; indaga su impiedad sin dejar rastro!
16 ¡Yahveh es rey por siempre, por los siglos; los gentiles han sido barridos de su tierra!
17 Tau. El deseo de los humildes escuchas tú, Yahveh, su corazón confortas, alargas tus oídos,
18 para hacer justicia al huérfano, al vejado: ¡cese de dar terror el hombre salido de la tierra!
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Salmo 11 (10)
1 Del maestro de coro. De David. En Yahveh me cobijo; ¿cómo decís a mi alma: «Huye, pájaro, a tu monte?
2 «He aquí que los impíos tensan su arco, ajustan a la cuerda su saeta, para tirar en la sombra a los de recto corazón.
3 Si están en ruinas los cimientos, ¿que puede hacer el justo?»
4 Yahveh en su Templo santo, Yahveh, su trono está en los cielos; ven sus ojos el mundo, sus párpados exploran a los hijos de Adán.
5 Yahveh explora al justo y al impío; su alma odia a quien ama la violencia.
6 ¡Llueva sobre los impíos brasas y azufre, y un viento abrasador por porción de su copa!
7 Que es justo Yahveh y lo justo ama, los rectos contemplarán su rostro.
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Salmo 12 (11)
(1) Del maestro de coro. En octava. Salmo. De David.
1 (2) ¡Salva, Yahveh, que ya no hay fieles, se acabaron los veraces entre los hijos de Adán!
2 (3) Falsedad sólo dicen, cada cual a su prójimo, labios de engaño, lenguaje de corazones dobles.
3 (4) Arranque Yahveh todo labio tramposo, la lengua que profiere bravatas,
4 (5) los que dicen: «La lengua es nuestro fuerte, nuestros labios por nosotros, ¿quien va a ser amo nuestro?»
5 (6) Por la opresión de los humildes, por el gemido de los pobres, ahora me alzo yo, dice Yahveh: auxilio traigo a quien por él suspira.
6 (7) Las palabras de Yahveh son palabras sinceras, plata pura, de ras de tierra, siete veces purgada.
7 (8) Tú, Yahveh, los guardarás, los librarás de esta ralea para siempre;
8 (9) de todas partes se irán los impíos, colmo de vileza entre los hijos de Adán.
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Salmo 13 (12)
(1) Del maestro de coro. Salmo. De David.
1 (2) ¿Hasta cuándo, Yahveh, me olvidarás? ¿Por siempre? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
2 (3) ¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma, en mi corazón angustia, día y noche? ¿Hasta cuándo triunfará sobre mí mi enemigo?
3 (4) ¡Mira, respóndeme, Yahveh, Dios mío! ¡Ilumina mis ojos, no me duerma en la muerte,
4 (5) no diga mi enemigo: «¡Le he podido!», no exulten mis adversarios al verme vacilar!
5 (6) Que yo en tu amor confío; en tu salvación mi corazón exulte.
6 ¡A Yahveh cantaré por el bien que me ha hecho Salmodiaré al nombre de Yahveh, el Altísimo!
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Salmo 14 (13) Sal 53.
(1) Del maestro de coro. De David.
1 Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!» Corrompidos están, de conducta abominable, no hay quien haga el bien.
2 Se asoma Yahveh desde los cielos hacia los hijos de Adán, por ver si hay un sensato, alguien que busque a Dios.
3 Todos ellos están descarriados, en masa pervertidos. No hay nadie que haga el bien. ni uno siquiera.
4 ¿No aprenderán todos los agentes de mal que comen a mi pueblo como se come el pan, y a Yahveh no invocan?
5 Allí de espanto temblarán donde nada hay que espante, que Dios está por la raza del justo:
6 de los planes del desdichado os burláis. mas Yahveh es su refugio.
7 ¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel? Cuando cambie Yahveh la suerte de su pueblo, exultará Jacob, se alegrará Israel.
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Salmo 15 (14)
(1) Salmo. De David.
1 Yahveh, ¿quién morará en tu tienda?, ¿quién habitará en tu santo monte?
2 El que ando sin tacha, y obra la justicia; que dice la verdad de corazón,
3 y no calumnia con su lengua; que no daña a su hermano, ni hace agravio a su prójimo;
4 con menosprecio mira al réprobo, mas honra a los que temen a Yahveh; que jura en su perjuicio y no retracta,
5 no presta a usura su dinero, ni acepta soborno en daño de inocente. Quien obra así jamás vacilará.
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Salmo 16 (15)
(1) A media voz. De David.
1 Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio.
2 Yo digo a Yahveh: «Tú eres mi Señor. mi bien, nada hay fuera de ti»;
3 ellos, en cambio, a los santos que hay en la tierra: «¡Magníficos, todo mi gozo en ellos!».
4 Sus ídolos abundan, tras ellos van corriendo. Mas yo jamás derramaré sus libámenes de sangre, jamás tomaré sus nombres en mis labios.
5 Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa, tú mi suerte aseguras;
6 la cuerda me asigna un recinto de delicias, mi heredad es preciosa para mí.
7 Bendigo a Yahveh que me aconseja; aun de noche mi conciencia me instruye;
8 pongo a Yahveh ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo.
9 Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan, y hasta mi carne en seguro descansa;
10 pues no has de abandonar mi alma al seol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa.
11 Me enseñarás el caminó de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro, a tu derecha, delicias para siempre.
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Salmo 17 (16)
(1) Oración. De David.
1 Escucha, Yahveh, la justicia, atiende a mi clamor, presta oído a mi plegaria, que no es de labios engañosos.
2 Mi juicio saldrá de tu presencia, tus ojos ven lo recto.
3 Mi corazón tú sondas, de noche me visitas; me pruebas al crisol sin hallar nada malo en mí; mi boca no claudica
4 al modo de los hombres. La palabra de tus labios he guardado, por las sendas trazadas
5 ajustando mis pasos; por tus veredas no vacilan mis pies.
6 Yo te llamo, que tú, oh Dios, me respondes, tiende hacia mí tu oído, escucha mis palabras,
7 haz gala de tus gracias, tú que salvas a los que buscan a tu diestra refugio contra los que atacan.
8 Guárdame como la pupila de los ojos, escóndeme a la sombra de tus alas
9 de esos impíos que me acosan, enemigos ensañados que me cercan.
10 Están ellos cerrados en su grasa, hablan, la arrogancia en la boca.
11 Avanzan contra mí, ya me cercan, me clavan sus ojos para tirarme al suelo.
12 Son como el león ávido de presa, o el leoncillo agazapado en su guarida.
13 ¡Levántate, Yahveh, hazle frente, derríbale; libra con tu espada mi alma del impío,
14 de los mortales, con tu mano, Yahveh, de los mortales de este mundo, cuyo lote es la vida! ¡De tus reservas llénales el vientre, que sus hijos se sacien, y dejen las sobras para sus pequeños!
15 Mas yo, en la justicia, contemplaré tu rostro, al despertar me hartaré de tu imagen.
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Salmo 18 (17)
(1) Del maestro de coro. Del siervo de Yahveh, David, que dirigió a Yahveh las palabras de este cántico el día en que Yahveh le libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl.
(2) Dijo:
1 Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza, (mi salvador, que de la violencia me has salvado).
2 (3) Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio.
3 (4) Invoco a Yahveh, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos.
4 (5) Las olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de Belial,
5 (6) los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la Muerte.
6 (7) Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo, resonó mi llamada en sus oídos.
7 (8) La tierra fue sacudida y vaciló, retemblaron las bases de los montes, (vacilaron bajo su furor);
8 (9) una humareda subió de sus narices, y de su boca un fuego que abrasaba, (de él salían carbones encendidos).
9 (10) El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies;
10 (11) cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas de los vientos planeó.
11 (12) Se puso como tienda un cerco de tinieblas, tinieblas de las aguas, espesos nubarrones;
12 (13) del fulgor que le precedía se encendieron granizo y ascuas de fuego.
13 (14) Tronó Yahveh en los cielos, lanzó el Altísimo su voz;
14 (15) arrojó saetas, y los puso en fuga, rayos fulminó y sembró derrota.
15 (16) El fondo del mar quedó a la vista, los cimientos del orbe aparecieron, ante tu imprecación, Yahveh, al resollar el aliento en tus narices.
16 (17) El extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las profundas aguas;
17 (18) me libera de un enemigo poderoso, de mis adversarios más fuertes que yo.
18 (19) Me aguardaban el día de mi ruina, más Yahveh fue un apoyo para mí;
19 (20) me sacó a espacio abierto, me salvó porque me amaba.
20 (21) Yahveh me recompensa conforme a mi justicia, me paga conforme a la pureza de mis manos;
21 (22) porque he guardado los caminos de Yahveh, y no he hecho el mal lejos de mi Dios.
22 (23) Porque tengo ante mí todos sus juicios, y sus preceptos no aparto de mi lado;
23 (24) he sido ante él irreprochable, y de incurrir en culpa me he guardado.
24 (25) Y Yahveh me devuelve según mi justicia, según la pureza de mis manos que tiene ante sus ojos.
25 (26) Con el piadoso eres piadoso, intachable con el hombre sin tacha;
26 (27) con el puro eres puro, con el ladino, sagaz;
27 (28) tú que salvas al pueblo humilde, y abates los ojos altaneros.
28 (29) Tú eres, Yahveh, mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas;
29 (30) con tu ayuda las hordas acometo, con mi Dios escalo la muralla.
30 (31) Dios es perfecto en sus caminos, la palabra de Yahveh acrisolada. El es el escudo de cuantos a él se acogen.
31 (32) Pues ¿quién es Dios fuera de Yahveh? ¿Quién Roca, sino sólo nuestro Dios?
32 (33) El Dios que me ciñe de fuerza, y hace mi camino irreprochable,
33 (34) que hace mis pies como de ciervas, y en las alturas me sostiene en pie,
34 (35) el que mis manos para el combate adiestra y mis brazos para tensar arco de bronce.
35 (36) Tú me das tu escudo salvador, (tu diestra me sostiene), tu cuidado me exalta,
36 (37) mis pasos ensanchas ante mí, no se tuercen mis tobillos.
37 (38) Persigo a mis enemigos, les doy caza, no vuelvo hasta haberlos acabado;
38 (39) los quebranto, no pueden levantarse, sucumben debajo de mis pies.
39 (40) Para el combate de fuerza me ciñes, doblegas bajo mí a mis agresores,
40 (41) a mis enemigos haces dar la espalda, extermino a los que me odian.
41 (42) Claman, mas no hay salvador, a Yahveh, y no les responde.
42 (43) Los machaco como polvo al viento, como al barro de las calles los piso.
43 (44) De las querellas de mi pueblo tú me libras, me pones a la cabeza de las gentes; pueblos que no conocía me sirven;
44 (45) los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me obedecen,
45 (46) los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus refugios.
46 (47) ¡Viva Yahveh, bendita sea mi roca, el Dios de mi salvación sea ensalzado,
47 (48) el Dios que la venganza me concede y abate los pueblos a mis plantas!
48 (49) Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, del hombre violento me salvas.
49 (50) Por eso he de alabarte entre los pueblos, a tu nombre, Yahveh, salmodiaré.
50 (51) El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido, a David y a su linaje para siempre.
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Salmo 19 (18)
(1) Del maestro de coro. Salmo. De David.
1 (2) Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento;
2 (3) el día al día comunica el mensaje, y la noche a la noche trasmite la noticia.
3 (4) No es un mensaje, no hay palabras, ni su voz se puede oír;
4 (5) mas por toda la tierra se adivinan los rasgos, y sus giros hasta el confín del mundo. En el mar levantó para el sol una tienda,
5 (6) y él, como un esposo que sale de su tálamo, se recrea, cual atleta, corriendo su carrera.
6 (7) A un extremo del cielo es su salida, y su órbita llega al otro extremo, sin que haya nada que a su ardor escape.
7 (8) La ley de Yahveh es perfecta, consolación del alma, el dictamen de Yahveh, veraz, sabiduría del sencillo.
8 (9) Los preceptos de Yahveh son rectos, gozo del corazón; claro el mandamiento de Yahveh, luz de los ojos.
9 (10) El temor de Yahveh es puro, por siempre estable; verdad, los juicios de Yahveh, justos todos ellos,
10 (11) apetecibles más que el oro, más que el oro más fino; sus palabras más dulces que la miel, más que el jugo de panales.
11 (12) Por eso tu servidor se empapa en ellos, gran ganancia es guardarlos.
12 (13) Pero ¿quién se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas límpiame.
13 (14) Guarda también a tu siervo del orgullo, no tenga dominio sobre mí. Entonces seré irreprochable, de delito grave exento.
14 (15) ¡Sean gratas las palabras de mi boca, y el susurro de mi corazón, sin tregua ante ti, Yahveh, roca mía, mi redentor.
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Salmo 20 (19)
(1) Del maestro de coro. Salmo. De David.
1 (2) ¡Yahveh te responda el día de la angustia, protéjate el nombre del Dios de Jacob!
2 (3) El te envíe socorro desde su santuario, desde Sión sea tu apoyo.
3 (4) Se acuerde de todas tus ofrendas, halle sabroso tu holocausto; Pausa.
4 (5) te otorgue según tu corazón, cumpla todos tus proyectos.
5 (6) ¡Y nosotros aclamemos tu victoria, de nuestro Dios el nombre tremolemos! ¡Cumpla Yahveh todas tus súplicas!
6 (7) Ahora conozco que Yahveh dará la salvación a su ungido; desde su santo cielo le responderá con las proezas victoriosas de su diestra.
7 (8) Unos con los carros, otros con los caballos, nosotros invocamos el nombre de Yahveh, nuestro Dios.
8 (9) Ellos se doblegan y caen, y nosotros en pie nos mantenemos.
9 (10) ¡Oh Yahveh, salva al rey, respóndenos el día de nuestra súplica!
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Salmo 21 (20)
(1) Del maestro de coro. Salmo. De David.
1 (2) Yahveh, en tu fuerza se regocija el rey; ¡oh, y cómo le colma tu salvación de júbilo!
2 (3) Tú le has otorgado el deseo de su corazón, no has rechazado el anhelo de sus labios. Pausa.
3 (4) Pues le precedes de venturosas bendiciones, has puesto en su cabeza corona de oro fino;
4 (5) vida te pidió y se la otorgaste, largo curso de días para siempre jamás.
5 (6) Gran gloria le da tu salvación, le circundas de esplendor y majestad;
6 (7) bendiciones haces de él por siempre, le llenas de alegría delante de tu rostro.
7 (8) Sí, en Yahveh confía el rey, y por gracia del Altísimo no ha de vacilar.
8 (9) Tu mano alcanzará a todos tus enemigos, tu diestra llegará a los que te odian;
9 (10) harás de ellos como un horno de fuego, el día de tu rostro; Yahveh los tragará en su cólera, y el fuego los devorará;
10 (11) harás perecer su fruto de la tierra, y su semilla de entre los hijos de Adán.
11 (12) Aunque ellos intenten daño contra ti, aunque tramen un plan, nada podrán.
12 (13) Que tú les harás volver la espalda, ajustarás tu arco contra ellos.
13 (14) ¡Levántate, Yahveh, con tu poder, y cantaremos, salmodiaremos a tu poderío!
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Salmo 22 (21)
(1) Del maestro de coro. Sobre «la cierva de la aurora». Salmo. De David.
1 (2) Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡lejos de mi salvación la voz de mis rugidos!
2 (3) Dios mío, de día clamo, y no respondes, también de noche, no hay silencio para mí.
3 (4) ¡Mas tú eres el Santo, que moras en las laudes de Israel!
4 (5) En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste;
5 (6) a ti clamaron, y salieron salvos, en ti esperaron, y nunca quedaron confundidos.
6 (7) Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo,
7 (8) todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza:
8 (9) «Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le ama!»
9 (10) Sí, tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos de mi madre;
10 (11) a ti fui entregado cuando salí del seno, desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios.
11 (12) ¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca, no hay para mí socorro!
12 (13) Novillos innumerables me rodean, acósanme los toros de Basán;
13 (14) ávidos abren contra mí sus fauces; leones que desgarran y rugen.
14 (15) Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas.
15 (16) Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte.
16 (17) Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies.
17 (18) Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran,
18 (19) repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.
19 (20) ¡Mas tú, Yahveh, no te estés lejos, corre en mi ayuda, oh fuerza mía,
20 (21) libra mi alma de la espada, mi única de las garras del perro;
21 (22) sálvame de las fauces del león, y mi pobre ser de los cuernos de los búfalos!
22 (23) ¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!:
23 (24) «Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel».
24 (25) Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó.
25 (26) De ti viene mi alabanza en la gran asamblea, mis votos cumpliré ante los que le temen.
26 (27) Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a Yahveh le alabarán: «¡Viva por siempre vuestro corazón!»
27 (28) Le recordarán y volverán a Yahveh todos los confines de la tierra, ante él se postrarán todas las familias de las gentes.
28 (29) Que es de Yahveh el imperio, del señor de las naciones.
29 (30) Ante él solo se postrarán todos los poderosos de la tierra, ante él se doblarán cuantos bajan al polvo. Y para aquél que ya no viva,
30 (31) le servirá su descendencia: ella hablará del Señor a la edad
31 (32) venidera, contará su justicia al pueblo por nacer: Esto hizo él.
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Salmo 23 (22)
(1) Salmo. De David.
1 Yahveh es mi pastor, nada me falta.
2 Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce,
3 y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre.
4 Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.
5 Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa.
6 Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahveh a lo largo de los días.
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Salmo 24 (23)
(1) Salmo. De David.
1 De Yahveh es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él habitan;
2 que él lo fundó sobre los mares, él lo asentó sobre los ríos.
3 ¿Quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?
4 El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura.
5 El logrará la bendición de Yahveh, la justicia del Dios de su salvación.
6 Tal es la raza de los que le buscan, los que van tras tu rostro, oh Dios de Jacob. Pausa.
7 ¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!
8 ¿Quién es ese rey de gloria? Yahveh, el fuerte, el valiente, Yahveh, valiente en la batalla.
9 ¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!
10 ¿Quién es ese rey de gloria? Yahveh Sebaot, él es el rey de gloria. Pausa
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Salmo 25 (24)
(1) De David
1 Alef. A ti, Yahveh, levanto mi alma,
2 oh Dios mío. Bet. En ti confío, ¡no sea confundido, no triunfen de mí mis enemigos!
3 Guimel. No hay confusión para el que espera en ti, confusión sólo para el que traiciona sin motivo.
4 Dálet. Muéstrame tus caminos, Yahveh, enséñame tus sendas.
5 He. Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación. (Vau) En ti estoy esperando todo el día,
6 Zain. Acuérdate, Yahveh, de tu ternura, y de tu amor, que son de siempre.
7 Jet. De los pecados de mi juventud no te acuerdes, pero según tu amor, acuérdate de mí. por tu bondad, Yahveh.
8 Tet. Bueno y recto es Yahveh; por eso muestra a los pecadores el camino;
9 Yod. conduce en la justicia a los humildes, y a los pobres enseña su sendero.
10 Kaf. Todas las sendas de Yahveh son amor y verdad para quien guarda su alianza y sus dictámenes.
11 Lámed. Por tu nombre, oh Yahveh, perdona mi culpa, porque es grande.
12 Mem. Si hay un hombre que tema a Yahveh, él le indica el camino a seguir;
13 Nun. su alma mora en la felicidad, y su estirpe poseerá la tierra.
14 Sámek. El secreto de Yahveh es para quienes le temen, su alianza, para darles cordura.
15 Ain. Mis ojos están fijos en Yahveh, que él sacará mis pies del cepo.
16 Pe. Vuélvete a mí, tenme piedad, que estoy solo y desdichado.
17 Sade. Alivia los ahogos de mi corazón, hazme salir de mis angustias.
18 (Qof.) Ve mi aflicción y mi penar, quita todos mis pecados.
19 Res. Mira cuántos son mis enemigos, cuán violento el odio que me tienen.
20 Sin. Guarda mi alma, líbrame, no quede confundido, cuando en ti me cobijo.
21 Tau. Inocencia y rectitud me amparen, que en ti espero, Yahveh.
22 Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias.
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Salmo 26 (25)
(1) De David.
1 Hazme justicia, Yahveh, pues yo camino en mi entereza, me apoyo en Yahveh y no vacilo.
2 Escrútame, Yahveh, ponme a prueba, pasa al crisol mi conciencia y mi corazón;
3 está tu amor delante de mis ojos, y en tu verdad camino.
4 No voy a sentarme con los falsos, no ando con hipócritas;
5 odio la asamblea de malhechores, y al lado de los impíos no me siento.
6 Mis manos lavo en la inocencia y ando en torno a tu altar, Yahveh,
7 haciendo resonar la acción de gracias, todas tus maravillas pregonando;
8 amo, Yahveh, la belleza de tu Casa, el lugar de asiento de tu gloria.
9 No juntes mi alma con los pecadores, ni mi vida con los hombres sanguinarios,
10 que tienen en sus manos la infamia, y su diestra repleta de soborno.
11 Yo, en cambio, camino en mi entereza; rescátame, ten piedad de mí;
12 mi pie está firme en suelo llano; a ti, Yahveh, bendeciré en las asambleas.
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Salmo 27 (26)
(1) De David.
1 Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahveh, el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?
2 Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben.
3 Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra contra mí, estoy seguro en ella.
4 Una cosa he pedido a Yahveh, una cosa estoy buscando: morar en la Casa de Yahveh, todos los días de mi vida, para gustar la dulzura de Yahveh y cuidar de su Templo.
5 Que él me dará cobijo en su cabaña en día de desdicha; me esconderá en lo oculto de su tienda, sobre una roca me levantará.
6 Y ahora se alza mi cabeza sobre mis enemigos que me hostigan; en su tienda voy a sacrificar. sacrificios de aclamación. Cantaré, salmodiaré a Yahveh.
7 Escucha, Yahveh, mi voz que clama, ¡tenme piedad, respóndeme!
8 Dice de ti mi corazón: «Busca su rostro.» Sí, Yahveh, tu rostro busco:
9 No me ocultes tu rostro. No rechaces con cólera a tu siervo; tú eres mi auxilio. No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación.
10 Si mi padre y mi madre me abandonan, Yahveh me acogerá.
11 Enséñame tu camino, Yahveh, guíame por senda llana, por causa de los que me asechan;
12 no me entregues al ansia de mis adversarios, pues se han alzado contra mí falsos testigos, que respiran violencia.
13 ¡Ay, si estuviera seguro de ver la bondad de Yahveh en la tierra de los vivos!
14 Espera en Yahveh, ten valor y firme corazón, espera en Yahveh.
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Salmo 28 (27)
(1) De David.
1 Hacia ti clamo, Yahveh, roca mía, no estés mudo ante mí; no sea yo, ante tu silencio, igual que los que bajan a la fosa.
2 Oye la voz de mis plegarias, cuando grito hacia ti, cuando elevo mis manos, oh Yahveh, al santuario de tu santidad.
3 No me arrebates con los impíos, ni con los agentes de mal, que hablan de paz a su vecino, mas la maldad está en su corazón.
4 Dales, Yahveh, conforme a sus acciones, y a la malicia de sus hechos, según la obra de sus manos trátales, págales con su misma moneda.
5 Pues no comprenden los hechos de Yahveh, la obra de sus manos: ¡derríbelos él y no los rehabilite!
6 ¡Bendito sea Yahveh, que ha oído la voz de mis plegarias!
7 Yahveh mi fuerza, escudo mío, en él confió mi corazón y he recibido ayuda: mi carne de nuevo ha florecido, le doy gracias de todo corazón.
8 Yahveh, fuerza de su pueblo, fortaleza de salvación para su ungido.
9 Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad, pastoréalos y llévalos por siempre.
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Salmo 29 (28)
(1) Salmo. De David.
1 ¡Rendid a Yahveh, hijos de Dios, rendid a Yahveh gloria y poder!
2 Rendid a Yahveh la gloria de su nombre, postraos ante Yahveh en esplendor sagrado.
3 Voz de Yahveh sobre las aguas; el Dios de gloria truena, ¡es Yahveh, sobre las muchas aguas!
4 Voz de Yahveh con fuerza, voz de Yahveh con majestad.
5 Voz de Yahveh que desgaja los cedros, Yahveh desgaja los cedros del Líbano,
6 hace brincar como un novillo al Líbano, y al Sarión como cría de búfalo.
7 Voz de Yahveh que afila llamaradas.
8 Voz de Yahveh, que sacude el desierto, sacude Yahveh el desierto de Cadés.
9 Voz de Yahveh, que estremece las encinas, y las selvas descuaja, mientras todo en su Templo dice: ¡Gloria!
10 Yahveh se sentó para el diluvio, Yahveh se sienta como rey eterno.
11 Yahveh da el poder a su pueblo, Yahveh bendice a su pueblo con la paz.
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Salmo 30 (29)
(1) Salmo. Cántico para la dedicación de la Casa. De David.
1 (2) Yo te ensalzo, Yahveh, porque me has levantado; no dejaste reírse de mí a mis enemigos. 2 (3) Yahveh, Dios mío, clamé a ti y me sanaste.
3 (4) Tú has sacado, Yahveh, mi alma del seol, me has recobrado de entre los que bajan a la fosa.
4 (5) Salmodiad a Yahveh los que le amáis, alabad su memoria sagrada.
5 (6) De un instante es su cólera, de toda una vida su favor; por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de alborozo.
6 (7) Y yo en mi paz decía: «Jamás vacilaré.»
7 (8) Yahveh, tu favor me afianzaba sobre fuertes montañas; mas retiras tu rostro y ya estoy conturbado.
8 (9) A ti clamo, Yahveh, a mi Dios piedad imploro:
9 (10) ¿Qué ganancia en mi sangre, en que baje a la fosa? ¿Puede alabarte el polvo, anunciar tu verdad?
10 (11) ¡Escucha, Yahveh, y ten piedad de mí! ¡Sé tú, Yahveh, mi auxilio!
11 (12) Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría;
12 (13) mi corazón por eso te salmodiará sin tregua; Yahveh, Dios mío, te alabaré por siempre.
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Salmo 31 (30)
(1) Del maestro de coro. Salmo. De David.
1 (2) En ti, Yahveh, me
cobijo, ¡oh, no sea confundido jamás! ¡Recóbrame por tu justicia, líbrame,
2 (3) tiende hacia mí tu oído, date prisa! Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve;
3 (4) pues mi roca eres tú, mi fortaleza, y, por tu nombre, me guías y diriges.
4 (5) Sácame de la red que me han tendido, que tú eres mi refugio;
5 (6) en tus manos mi espíritu encomiendo, tú, Yahveh, me rescatas. Dios de verdad,
6 (7) tú detestas a los que veneran vanos ídolos; mas yo en Yahveh confío:
7 (8) ¡exulte yo y en tu amor me regocije! Tú que has visto mi miseria, y has conocido las angustias de mi alma,
8 (9) no me has entregado en manos del enemigo, y has puesto mis pies en campo abierto.
9 (10) Tenme piedad, Yahveh, que en angustias estoy. De tedio se corroen mis ojos, mi alma, mis entrañas.
10 (11) Pues mi vida se consume en aflicción, y en suspiros mis años; sucumbe mi vigor a la miseria, mis huesos se corroen.
11 (12) De todos mis opresores me he hecho el oprobio; asco soy de mis vecinos, espanto de mis familiares. Los que me ven en la calle huyen lejos de mí;
12 (13) dejado estoy de la memoria como un muerto, como un objeto de desecho.
13 (14) Escucho las calumnias de la turba, terror por todos lados, mientras se aúnan contra mí en conjura, tratando de quitarme la vida.
14 (15) Mas yo confío en ti, Yahveh, me digo: «¡Tú eres mi Dios!»
15 (16) Está en tus manos mi destino, líbrame de las manos de mis enemigos y perseguidores;
16 (17) haz que alumbre a tu siervo tu semblante, ¡sálvame, por tu amor!
17 (18) Yahveh, no haya confusión para mí, que te invoco, ¡confusión sólo para los impíos; que bajen en silencio al seol,
18 (19) enmudezcan los labios mentirosos que hablan con insolencia contra el justo, con orgullo y desprecio!
19 (20) ¡Qué grande es tu bondad, Yahveh! Tú la reservas para los que te temen, se la brindas a los que a ti se acogen, ante los hijos de Adán.
20 (21) Tú los escondes en el secreto de tu rostro, lejos de las intrigas de los hombres; bajo techo los pones a cubierto de la querella de las lenguas.
21 (22) ¡Bendito sea Yahveh que me ha brindado maravillas de amor (en ciudad fortificada)!
22 (23) ¡Y yo que decía en mi inquietud: «Estoy dejado de tus ojos!» Mas tú oías la voz de mis plegarias, cuando clamaba a ti.
23 (24) Amad a Yahveh, todos sus amigos; a los fieles protege Yahveh, pero devuelve muy sobrado al que obra por orgullo.
24 (25) ¡Valor, que vuestro corazón se afirme, vosotros todos que esperáis en Yahveh!
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Salmo 32 (31)
(1) De David. Poema.
1 ¡Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado!
2 Dichoso el hombre a quien Yahveh no le cuenta el delito, y en cuyo espíritu no hay fraude.
3 Cuando yo me callaba, se sumían mis huesos en mi rugir de cada día,
4 mientras pesaba, día y noche, tu mano sobre mí; mi corazón se alteraba como un campo en los ardores del estío. Pausa.
5 Mi pecado te reconocí, y no oculté mi culpa; dije: «Me confesaré a Yahveh de mis rebeldías.» Y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado. Pausa.
6 Por eso te suplica todo el que te ama en la hora de la angustia. Y aunque las muchas aguas se desborden, no le alcanzarán.
7 Tú eres un cobijo para mí, de la angustia me guardas, estás en torno a mí para salvarme. Pausa.
8 Voy a instruirte, a mostrarte el camino a seguir; fijos en ti los ojos, seré tu consejero.
9 No seas cual caballo o mulo sin sentido, rienda y freno hace falta para domar su brío, si no, no se te acercan.
10 Copiosas son las penas del impío, al que confía en Yahveh el amor le envuelve.
11 ¡Alegraos en Yahveh, oh justos, exultad, gritad de gozo, todos los de recto corazón!
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Salmo 33 (32)
1 ¡Gritad de júbilo, justos, por Yahveh!, de los rectos es propia la alabanza;
2 ¡dad gracias a Yahveh con la cítara, salmodiad para él al arpa de diez cuerdas;
3 cantadle un cantar nuevo, tocad la mejor música en la aclamación!
4 Pues recta es la palabra de Yahveh, toda su obra fundada en la verdad;
5 él ama la justicia y el derecho, del amor de Yahveh está llena la tierra.
6 Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos por el soplo de su boca toda su mesnada.
7 El recoge, como un dique, las aguas del mar, en depósitos pone los abismos.
8 ¡Tema a Yahveh la tierra entera, ante él tiemblen todos los que habitan el orbe!
9 Pues él habló y fue así, mandó él y se hizo.
10 Yahveh frustra el plan de las naciones, hace vanos los proyectos de los pueblos;
11 mas el plan de Yahveh subsiste para siempre, los proyectos de su corazón por todas las edades.
12 ¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh, el pueblo que se escogió por heredad!
13 Yahveh mira de lo alto de los cielos, ve a todos los hijos de Adán;
14 desde el lugar de su morada observa a todos los habitantes de la tierra,
15 él, que forma el corazón de cada uno, y repara en todas sus acciones.
16 No queda a salvo el rey por su gran ejército, ni el bravo inmune por su enorme fuerza.
17 Vana cosa el caballo para la victoria, ni con todo su vigor puede salvar.
18 Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen, sobre los que esperan en su amor,
19 para librar su alma de la muerte, y sostener su vida en la penuria.
20 Nuestra alma en Yahveh espera, él es nuestro socorro y nuestro escudo;
21 en él se alegra nuestro corazón, y en su santo nombre confiamos.
22 Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros, como está en ti nuestra esperanza.
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Salmo 34 (33)
(1) De David. Cuando fingiéndose demente ante Abimélek, fue despachado por él y se marchó.
1 (2) Alef. Bendeciré a Yahveh en todo tiempo, sin cesar en mi boca su alabanza;
2 (3) Bet. en Yahveh mi alma se gloría, ¡óiganlo los humildes y se alegren!
3 (4) Guimel. Engrandeced conmigo a Yahveh, ensalcemos su nombre todos juntos.
4 (5) Dálet. He buscado a Yahveh, y me ha respondido: me ha librado de todos mis temores.
5 (6) He. Los que miran hacia él, refulgirán: no habrá sonrojo en su semblante.
6 (7) Zain. Cuando el pobre grita, Yahveh oye, y le salva de todas sus angustias.
7 (8) Jet. Acampa el ángel de Yahveh en torno a los que le temen y los libra.
8 (9) Tet. Gustad y ved qué bueno es Yahveh, dichoso el hombre que se cobija en él.
9 (10) Yod. Temed a Yahveh vosotros, santos suyos, que a quienes le temen no les falta nada.
10 (11) Kaf. Los ricos quedan pobres y hambrientos, mas los que buscan a Yahveh de ningún bien carecen.
11 (12) Lámed. Venid, hijos, oídme, el temor de Yahveh voy a enseñaros.
12 (13) Mem. ¿Quién es el hombre que apetece la vida, deseoso de días para gozar de bienes?
13 (14) Nun. Guarda del mal tu lengua, tus labios de decir mentira;
14 (15) Sámek. apártate del mal y obra el bien, busca la paz y anda tras ella.
15 (16) Ain. Los ojos de Yahveh sobre los justos, y sus oídos hacia su clamor,
16 (17) Pe el rostro de Yahveh contra los malhechores, para raer de la tierra su memoria.
17 (18) Sade. Cuando gritan aquéllos, Yahveh oye, y los libra de todas sus angustias;
18 (19) Qof. Yahveh está cerca de los que tienen roto el corazón. él salva a los espíritus hundidos.
19 (20) Res. Muchas son las desgracias del justo, pero de todas le libera Yahveh;
20 (21) Sin. todos sus huesos guarda, no será quebrantado ni uno solo.
21 (22) Tau. La malicia matará al impío, los que odian al justo lo tendrán que pagar.
22 (23) Yahveh rescata el alma de sus siervos, nada habrán de pagar los que en él se cobijan.
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Salmo 35 (34)
(1) De David.
1 Ataca, Yahveh, a los que me atacan, combate a quienes me combaten;
2 embraza el escudo y el pavés, y álzate en mi socorro;
3 blande la lanza y la pica contra mis perseguidores. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.»
4 ¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que andan buscando mi vida! ¡Vuelvan atrás y queden confundidos los que mi mal maquinan!
5 ¡Sean lo mismo que la paja al viento, por el ángel de Yahveh acosados;
6 sea su camino tiniebla y precipicio, perseguidos por el ángel de Yahveh!
7 Pues sin causa me han tendido su red, han cavado una fosa para mí.
8 ¡Sobre cada uno de ellos caiga de improviso la ruina: le prenda la red que había tendido, y en su fosa se hunda!
9 Y mi alma exultará en Yahveh, en su salvación se gozará.
10 Dirán todos mis huesos: Yahveh, ¿quién como tú, para librar al débil del más fuerte, al pobre de su expoliador?
11 Testigos falsos se levantan, sobre lo que ignoro me interrogan;
12 me pagan mal por bien, ¡desolación para mi alma!
13 Yo, en cambio, cuando eran ellos los enfermos, vestido de sayal, me humillaba con ayuno, y en mi interior repetía mi oración;
14 como por un amigo o un hermano iba y venía, como en duelo de una madre, sombrío me encorvaba.
15 Ellos se ríen de mi caída, se reúnen, sí, se reúnen contra mí; extranjeros, que yo no conozco, desgarran sin descanso;
16 si caigo, me rodean rechinando sus dientes contra mí.
17 ¿Cuánto tiempo, Señor, te quedarás mirando? Recobra mi alma de sus garras, de los leones mi vida.
18 Te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre un pueblo copioso.
19 No se rían de mí, mis enemigos pérfidos, ni se guiñen sus ojos los que me odian sin razón.
20 Pues no es de paz de lo que hablan a los pacíficos de la tierra; mascullan palabras de perfidia,
21 abren bien grande su boca contra mí; dicen: «¡Ja, Ja, nuestros ojos lo han visto!»
22 Tú lo has visto, Yahveh, no te quedes callado, Señor, no estés lejos de mí;
23 despiértate, levántate a mi juicio, en defensa de mi causa, oh mi Dios y Señor;
24 júzgame conforme a tu justicia, oh Yahveh, ¡Dios mío, no se rían de mí!
25 No digan en su corazón: «¡Ajá, lo que queríamos!» No digan: «¡Le hemos engullido!»
26 ¡Vergüenza y confusión caigan a una sobre los que se ríen de mi mal; queden cubiertos de vergüenza y de ignominia los que a mi costa medran!
27 Exulten y den gritos de júbilo los que en mi justicia se complacen, y digan sin cesar: «¡Grande es Yahveh, que en la paz de su siervo se complace!»
28 Y tu justicia musitará mi lengua, todo el día tu alabanza.
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Salmo 36 (35)
(1) Del maestro de coro. Del siervo de Yahveh. De David.
1 (2) Un oráculo para el impío es el pecado en el fondo de su corazón; temor de Dios no existe delante de sus ojos.
2 (3) Con ojo harto lisonjero se mira, para encontrar y detestar su culpa;
3 (4) las palabras de su boca, iniquidad y engaño; renunció a ser sensato, a hacer el bien.
4 (5) Sólo maquina iniquidad sobre su lecho; en un camino que no es bueno se obstina y no reprueba el mal.
5 (6) Oh Yahveh, en los cielos tu amor, hasta las nubes tu verdad;
6 (7) tu justicia, como los montes de Dios, tus juicios, como el hondo abismo. A hombres y bestias salvas tú, Yahveh,
7 (8) oh Dios, ¡qué precioso tu amor! Por eso los hijos de Adán, a la sombra de tus alas se cobijan.
8 (9) Se sacian de la grasa de tu Casa, en el torrente de tus delicias los abrevas;
9 (10) en ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz.
10 (11) Guarda tu amor a los que te conocen, y tu justicia a los de recto corazón.
11 (12) ¡Que el pie del orgullo no me alcance, ni la mano de los impíos me avente!
12 (13) Ved cómo caen los agentes de mal, abatidos, no pueden levantarse.
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Salmo 37 (36)
(1) De David.
1 Alef. No te acalores por causa de los malos, no envidies a los que hacen injusticia.
2 Pues aridecen presto como el heno, como la hierba tierna se marchitan.
3 Bet. Ten confianza en Yahveh y obra el bien, vive en la tierra y crece en paz,
4 ten tus delicias en Yahveh, y te dará lo que pida tu corazón.
5 Guimel. Pon tu suerte en Yahveh, confía en él, que él obrará;
6 hará brillar como la luz tu justicia, y tu derecho igual que el mediodía.
7 Dálet. Vive en calma ante Yahveh, espera en él, no te acalores contra el que prospera, contra el hombre que urde intrigas.
8 He. Desiste de la cólera y abandona el enojo, no te acalores, que es peor;
9 pues serán extirpados los malvados, mas los que esperan en Yahveh poseerán la tierra.
10 Vau. Un poco más, y no hay impío, buscas su lugar y ya no está;
11 mas poseerán la tierra los humildes, y gozarán de inmensa paz.
12 Zain. El impío maquina contra el justo, rechinan sus dientes contra él;
13 el Señor de él se ríe, porque ve llegar su día.
14 Jet. Desenvainan la espada los impíos, tienden el arco, para abatir al mísero y al pobre, para matar a los rectos de conducta;
15 su espada entrará en su propio corazón, y sus arcos serán rotos.
16 Tet. Lo poco del justo vale más que la mucha abundancia del impío;
17 pues los brazos de los impíos serán rotos, mientras que a los justos los sostiene Yahveh.
18 Yod. Yahveh conoce los días de los íntegros, su herencia será eterna;
19 no serán confundidos en tiempo de desgracia, en días de penuria gozarán de hartura.
20 Kaf. Perecerán, en cambio, los impíos, los enemigos de Yahveh; se esfumarán como el ornato de los prados, en humo se desvanecerán.
21 Lámed. Toma el impío prestado y no devuelve, mas el justo es compasivo y da;
22 los que él bendice poseerán la tierra, los que él maldice serán exterminados.
23 Mem. De Yahveh penden los pasos del hombre, firmes son y su camino le complace;
24 aunque caiga, no se queda postrado, porque Yahveh la mano le sostiene.
25 Nun. Fui joven, ya soy viejo, nunca vi al justo abandonado, ni a su linaje mendigando el pan.
26 En todo tiempo es compasivo y presta, su estirpe vivirá en bendición.
27 Sámek. Apártate del mal y obra el bien, tendrás para siempre una morada;
28 porque Yahveh ama lo que es justo y no abandona a sus amigos. Ain. Los malvados serán por siempre exterminados, la estirpe de los impíos cercenada;
29 los justos poseerán la tierra, y habitarán en ella para siempre.
30 La boca del justo sabiduría susurra, su lengua habla rectitud;
31 la ley de su Dios está en su corazón, sus pasos no vacilan.
32 Espía el impío al justo, y busca darle muerte;
33 en su mano Yahveh no le abandona, ni deja condenarle al ser juzgado.
34 Espera en Yahveh y guarda su camino, él te exaltará a la herencia de la tierra, el exterminio de los impíos verás.
35 He visto al impío muy arrogante empinarse como un cedro del Líbano;
36 pasé de nuevo y ya no estaba, le busqué y no se le encontró.
37 Observa al perfecto, mira al íntegro: hay descendencia para el hombre de paz;
38 pero los rebeldes serán a una aniquilados, y la posteridad de los impíos extirpada.
39 La salvación de los justos viene de Yahveh, él su refugio en tiempo de angustia;
40 Yahveh los ayuda y los libera, de los impíos él los libra, los salva porque a él se acogen.
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Salmo 38 (37)
(1) Salmo De David. En memoria.
1 (2) Yahveh, no me corrijas en tu enojo, en tu furor no me castigues.
2 (3) Pues en mí se han clavado tus saetas, ha caído tu mano sobre mí;
3 (4) nada intacto en mi carne por tu enojo, nada sano en mis huesos debido a mi pecado.
4 (5) Mis culpas sobrepasan mi cabeza, como un peso harto grave para mí;
5 (6) mis llagas son hedor y putridez, debido a mi locura;
6 (7) encorvado, abatido totalmente, sombrío ando todo el día.
7 (8) Están mis lomos túmidos de fiebre, nada hay sano ya en mi carne;
8 (9) entumecido, molido totalmente, me hace rugir la convulsión del corazón.
9 (10) Señor, todo mi anhelo ante tus ojos, mi gemido no se te oculta a ti.
10 (11) Me traquetea el corazón, las fuerzas me abandonan, y la luz misma de mis ojos me falta.
11 (12) Mis amigos y compañeros se partan de mi llaga, mis allegados a distancia se quedan;
12 (13) y tienden lazos los que buscan mi alma, los que traman mi mal hablan de ruina, y todo el día andan urdiendo fraudes.
13 (14) Mas yo como un sordo soy, no oigo, como un mudo que no abre la boca;
14 (15) sí, soy como un hombre que no oye, ni tiene réplica en sus labios.
15 (16) Que en ti, Yahveh, yo espero, tú responderás, Señor, Dios mío.
16 (17) He dicho: «! No se rían de mí, no me dominen cuando mi pie resbale!».
17 (18) Y ahora ya estoy a punto de caída, mi tormento sin cesar está ante mí.
18 (19) Sí, mi culpa confieso, acongojado estoy por mi pecado.
19 (20) Aumentan mis enemigos sin razón, muchos son los que sin causa me odian,
20 (21) los que me devuelven mal por bien y me acusan cuando yo el bien busco.
21 (22) ¡No me abandones, tú, Yahveh, Dios mío, no estés lejos de mí!
22 (23) Date prisa a auxiliarme, oh Señor, mi salvación!
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Salmo 39 (38)
(1) Del maestro de coro. De Yedutún. Salmo. De David.
1 (2) Yo me decía: «Guardaré mis caminos, sin pecar con mi lengua, pondré un freno en mi boca, mientras esté ante mí el impío.»
2 (3) Enmudecí, quedé en silencio y calma: mas al ver su dicha se enconó mi tormento.
3 (4) Dentro de mí mi corazón se acaloraba, de mi queja prendió el fuego, y mi lengua llegó a hablar:
4 (5) «Hazme saber, Yahveh, mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que sepa yo cuán frágil soy.
5 (6) «Oh sí, de unos palmos hiciste mis días, mi existencia cual nada es ante ti; sólo un soplo, todo hombre que se yergue,
6 (7) nada más una sombra el humano que pasa, sólo un soplo las riquezas que amontona, sin saber quién las recogerá.»
7 (8) Y ahora, Señor, ¿qué puedo yo esperar? En ti está mi esperanza.
8 (9) De todas mis rebeldías líbrame, no me hagas la irrisión del insensato.
9 (10) Me callo ya, no abro la boca, pues eres tú el que actúas.
10 (11) Retira de mí tus golpes, bajo el azote de tu mano me anonado.
11 (12) Reprendiendo sus yerros tú corriges al hombre, cual polilla corroes su anhelos. Un soplo sólo, todo hombre. Pausa.
12 (13) Escucha mi súplica, Yahveh, presta oído a mi grito, no te hagas sordo a mis lágrimas. Pues soy un forastero junto a ti, un huésped como todos mis padres.
13 (14) ¡Retira tu mirada para que respire antes que me vaya y ya no exista más!
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Salmo 40 (39)
(1) Del maestro de coro. De David. Salmo.
1 (2) En Yahveh puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
2 (3) Me sacó de la fosa fatal, del fango cenagoso; asentó mis pies sobre la roca, consolidó mis pasos.
3 (4) Puso en mi boca un canto nuevo, una alabanza a nuestro Dios; muchos verán y temerán, y en Yahveh tendrán confianza.
4 (5) Dichoso el hombre aquel que en Yahveh pone su confianza, y no se va con los rebeldes, que andan tras la mentira.
5 (6) ¡Cuántas maravillas has hecho, Yahveh, Dios mío, qué de designios con nosotros: no hay comparable a ti! Yo quisiera publicarlos, pregonarlos, mas su número excede toda cuenta.
6 (7) Ni sacrificio ni oblación querías, pero el oído me has abierto; no pedías holocaustos ni víctimas,
7 (8) dije entonces: Heme aquí, que vengo. Se me ha prescrito en el rollo del libro
8 (9) hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me complazco en el fondo de mi ser.
9 (10) He publicado la justicia en la gran asamblea; mira, no he contenido mis labios, tú lo sabes, Yahveh.
10 (11) No he escondido tu justicia en el fondo de mi corazón, he proclamado tu lealtad, tu salvación, no he ocultado tu amor y tu verdad a la gran asamblea.
11 (12) Y tú, Yahveh, no contengas tus ternuras para mí. Que tu amor y tu verdad incesantes me guarden.
12 (13) Pues desdichas me envuelven en número incontable. Mis culpas me dan caza, y no puedo ya ver; más numerosas son que los cabellos de mi cabeza, y el corazón me desampara.
13 (14) ¡Dígnate, oh Yahveh, librarme, Yahveh, corre en mi ayuda!
14 (15) ¡Queden avergonzados y confusos todos juntos los que buscan mi vida para cercenarla! ¡Atrás, sean confundidos los que desean mi mal!
15 (16) Queden consternados de vergüenza los que dicen contra mí: «¡Ja, Ja!»
16 (17) ¡En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan! Repitan sin cesar: «¡Grande es Yahveh!», los que aman tu salvación.
17 (18) Y yo, pobre soy y desdichado, pero el Señor piensa en mí; tú, mi socorro y mi libertador, oh Dios mío, no tardes.
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Salmo 41 (40)
(1) Del maestro de coro. Salmo. De David.
1 (2) ¡Dichoso el que cuida del débil y del pobre! En día de desgracia le libera Yahveh;
2 (3) Yahveh le guarda, vida y dicha en la tierra le depara, y no le abandona a la saña de sus enemigos;
3 (4) le sostiene Yahveh en su lecho de dolor; tú rehaces entera la postración en que se sume.
4 (5) Yo he dicho: «Tenme piedad, Yahveh, sana mi alma, pues contra ti he pecado!»
5 (6) Mis enemigos hablan mal contra mí: «¿Cuándo se morirá y se perderá su nombre?»
6 (7) Si alguien viene a verme, habla de cosas fútiles, el corazón repleto de maldad, va a murmurar afuera.
7 (8) A una cuchichean contra mí todos los que me odian, me achacan la desgracia que me aqueja:
8 (9) «Cosa de infierno ha caído sobre él, ahora que se ha acostado, ya no ha de levantarse.»
9 (10) Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, el que mi pan comía, levanta contra mí su calcañar.
10 (11) Mas tú, Yahveh, tenme piedad, levántame y les daré su merecido;
11 (12) en esto sabré que tú eres mi amigo: si mi enemigo no lanza más su grito contra mí;
12 (13) y a mí me mantendrás en mi inocencia, y ante tu faz me admitirás por siempre.
13 (14) ¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, desde siempre hasta siempre! ¡Amén! ¡Amén!
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Salmo 42 (41)
(1) Del maestro de coro. Poema. De los hijos de Coré.
1 (2) Como jadea la cierva, tras las corrientes de agua, así jadea mi alma, en pos de ti, mi Dios.
2 (3) Tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo podré ir a ver la faz de Dios?
3 (4) ¡Son mis lágrimas mi pan, de día y de noche, mientras me dicen todo el día: ¿En dónde está tu Dios?
4 (5) Yo lo recuerdo, y derramo dentro de mí mi alma, cómo marchaba a la Tienda admirable, a la Casa de Dios, entre los gritos de júbilo y de loa, y el gentío festivo.
5 (6) ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y
6 (7) mi Dios! En mí mi alma desfallece. por eso te recuerdo desde la tierra del Jordán y los Hermones, a ti, montaña humilde.
7 (8) Abismo que llama al abismo, en el fragor de tus cataratas, todas tus olas y tus crestas han pasado sobre mí.
8 (9) De día mandará Yahveh su gracia, y el canto que me inspire por la noche será una oración al Dios de mi vida.
9 (10) Diré a Dios mi Roca: ¿Por qué me olvidas?, ¿por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo?
10 (11) Con quebranto en mis huesos mis adversarios me insultan, todo el día repitiéndome: ¿En dónde está tu Dios?
11 (12) ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y mi Dios!
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Salmo 43 (42)
1 Hazme justicia, oh Dios, y mi causa defiende contra esta gente sin amor; del hombre falso y fraudulento, líbrame.
2 Tú el Dios de mi refugio: ¿por qué me has rechazado?, ¿por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo?
3 Envía tu luz y tu verdad, ellas me guíen, y me conduzcan a tu monte santo, donde tus Moradas.
4 Y llegaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría. Y exultaré, te alabaré a la cítara, oh Dios, Dios mío.
5 ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y mi Dios!
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Salmo 44 (43)
(1) Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Poema.
1 (2) Oh Dios, con nuestros propios oídos lo oímos, nos lo contaron nuestros padres, la obra que tú hiciste en sus días, en los días antiguos,
2 (3) y con tu propia mano. Para plantarlos a ellos, expulsaste naciones, para ensancharlos, maltrataste pueblos;
3 (4) no por su espada conquistaron la tierra, ni su brazo les dio la victoria, sino que fueron tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque los amabas.
4 (5) Tú sólo, oh Rey mío, Dios mío, decidías las victorias de Jacob;
5 (6) por ti nosotros hundíamos a nuestros adversarios, por tu nombre pisábamos a nuestros agresores.
6 (7) No estaba en mi arco mi confianza, ni mi espada me hizo vencedor;
7 (8) que tú nos salvabas de nuestros adversarios, tú cubrías de vergüenza a nuestros enemigos;
8 (9) en Dios todo el día nos gloriábamos, celebrando tu nombre sin cesar. Pausa.
9 (10) Y con todo, nos has rechazado y confundido, no sales ya con nuestras tropas,
10 (11) nos haces dar la espalda al adversario, nuestros enemigos saquean a placer.
11 (12) Como ovejas de matadero nos entregas, y en medio de los pueblos nos has desperdigado;
12 (13) vendes tu pueblo sin ventaja, y nada sacas de su precio.
13 (14) De nuestros vecinos nos haces la irrisión, burla y escarnio de nuestros circundantes;
14 (15) mote nos haces entre las naciones, meneo de cabeza entre los pueblos.
15 (16) Todo el día mi ignominia está ante mí, la vergüenza cubre mi semblante,
16 (17) bajo los gritos de insulto y de blasfemia, ante la faz del odio y la venganza.
17 (18) Nos llegó todo esto sin haberte olvidado, sin haber traicionado tu alianza.
18 (19) ¡No habían vuelto atrás nuestros corazones, ni habían dejado nuestros pasos tu sendero,
19 (20) para que tú nos aplastaras en morada de chacales, y nos cubrieras con la sombra de la muerte!
20 (21) Si hubiésemos olvidado el nombre de nuestro Dios o alzado nuestras manos hacia un dios extranjero,
21 (22) ¿no se habría dado cuenta Dios, él, que del corazón conoce los secretos?
22 (23) Pero por ti se nos mata cada día, como ovejas de matadero se nos trata.
23 (24) ¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate, no rechaces para siempre!
24 (25) ¿Por qué ocultas tu rostro, olvidas nuestra opresión, nuestra miseria?
25 (26) Pues nuestra alma está hundida en el polvo, pegado a la tierra nuestro vientre.
26 (27) ¡Alzate, ven en nuestra ayuda, rescátanos por tu amor!
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Salmo 45 (44)
(1) Del maestro de coro. Según la melodía: «Lirios…» De los hijos de Coré. Poema. Canto de amor.
1 (2) Bulle mi corazón de palabras graciosas; voy a recitar mi poema para un rey: es mi lengua la pluma de un escriba veloz.
2 (3) Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán, la gracia está derramada en tus labios. Por eso Dios te bendijo para siempre.
3 (4) Ciñe tu espada a tu costado, oh bravo, en tu gloria y tu esplendor
4 (5) marcha, cabalga, por la causa de la verdad, de la piedad, de la justicia. ¡Tensa la cuerda en el arco, que hace terrible tu derecha!
5 (6) Agudas son tus flechas, bajo tus pies están los pueblos, desmaya el corazón de los enemigos del rey.
6 (7) Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino;
7 (8) tú amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros;
8 (9) mirra y áloe y casia son todos tus vestidos. Desde palacios de marfil laúdes te recrean.
9 (10) Hijas de reyes hay entre tus preferidas; a tu diestra una reina, con el oro de Ofir.
10 (11) Escucha, hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre,
11 (12) y el rey se prendará de tu belleza. El es tu Señor, ¡póstrate ante él!
12 (13) La hija de Tiro con presentes, y los más ricos pueblos recrearán tu semblante.
13 (14) Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados;
14 (15) con sus brocados el llevada ante el rey. Vírgenes tras ella, compañeras suyas, donde él son introducidas;
15 (16) entre alborozo y regocijo avanzan, al entrar en el palacio del rey.
16 (17) En lugar de tus padres, tendrás hijos; príncipes los harás sobre toda la tierra.
17 (18) ¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!
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Salmo 46 (45)
(1) Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Para oboes. Cántico.
1 (2) Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro en la angustia siempre a punto.
2 (3) Por eso no tememos si se altera la tierra, si los montes se conmueven en el fondo de los mares,
3 (4) aunque sus aguas bramen y borboten, y los montes retiemblen a su ímpetu. (¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob!) Pausa.
4 (5) ¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios, santificando las moradas del Altísimo.
5 (6) Dios está en medio de ella, no será conmovida, Dios la socorre al llegar la mañana.
6 (7) Braman las naciones, se tambalean los reinos, lanza él su voz, la tierra se derrite.
7 (8) ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob! Pausa.
8 (9) Venid a contemplar los prodigios de Yahveh, el que llena la tierra de estupores.
9 (10) Hace cesar las guerras hasta el extremo de la tierra; quiebra el arco, parte en dos la lanza, y prende fuego a los escudos.
10 (11) «¡Basta ya; sabed que yo soy Dios, excelso sobre las naciones, sobre la tierra excelso!»
11 (12) ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob! Pausa.
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Salmo 47 (46)
(1) Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.
1 (2) ¡Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría!
2 (3) Porque Yahveh, el Altísimo, es terrible, Rey grande sobre la tierra toda.
3 (4) El somete a nuestro yugo los pueblos, y a las gentes bajo nuestros pies;
4 (5) él nos escoge nuestra herencia, orgullo de Jacob, su amado. Pausa.
5 (6) Sube Dios entre aclamaciones, Yahveh al clangor de la trompeta:
6 (7) ¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad, salmodiad para nuestro Rey, salmodiad!
7 (8) Que de toda la tierra él es el rey: ¡salmodiad a Dios con destreza!
8 (9) Reina Dios sobre las naciones, Dios, sentado en su sagrado trono.
9 (10) Los príncipes de los pueblos se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham.
10 Pues de Dios son los escudos de la tierra, él, inmensamente excelso.
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Salmo 48 (47)
(1) Cántico. Salmo. De los hijos de Coré.
1 (2) Grande es Yahveh, y muy digno de loa en la ciudad de nuestro Dios; su monte santo,
2 (3) de gallarda esbeltez, es la alegría de toda la tierra; el monte Sión, confín del Norte, la ciudad del gran Rey:
3 (4) Dios, desde sus palacios, se ha revelado como baluarte.
4 (5) He aquí que los reyes se habían aliado, irrumpían a una;
5 (6) apenas vieron, de golpe estupefactos, aterrados, huyeron en tropel.
6 (7) Allí un temblor les invadió, espasmos como de mujer en parto,
7 (8) tal el viento del este que destroza los navíos de Tarsis.
8 (9) Como habíamos oído lo hemos visto en la ciudad de Yahveh Sebaot, en la ciudad de nuestro Dios, que Dios afirmó para siempre. Pausa.
9 (10) Tu amor, oh Dios, evocamos en medio de tu Templo;
10 (11) ¡como tu nombre, oh Dios, tu alabanza hasta los confines de la tierra! De justicia está llena tu diestra,
11 (12) el monte Sión se regocija, exultan las hijas de Judá a causa de tus juicios.
12 (13) Dad la vuelta a Sión, girad en torno de ella, enumerad sus torres;
13 (14) grabad en vuestros corazones sus murallas, recorred sus palacios; para contar a la edad venidera
14 (15) que así es Dios, nuestro Dios por los siglos de los siglos, aquel que nos conduce.
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Salmo 49 (48)
(1) Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.
1 (2) ¡Oídlo, pueblos todos, escuchad, habitantes todos de la tierra,
2 (3) hijos de Adán, así como hijos de hombre, ricos y pobres a la vez!
3 (4) Mi boca va a decir sabiduría, y cordura el murmullo de mi corazón; 4 (5) tiendo mi oído a un proverbio, al son de cítara descubriré mi enigma.
5 (6) ¿Por qué temer en días de desgracia cuando me cerca la malicia de los que me hostigan,
6 (7) los que ponen su confianza en su fortuna, y se glorían de su gran riqueza?
7 (8) ¡Si nadie puede redimirse ni pagar a Dios por su rescate!;
8 (9) es muy cara la redención de su alma, y siempre faltará,
9 (10) para que viva aún y nunca vea la fosa.
10 (11) Se ve, en cambio, fenecer a los sabios, perecer a la par necio y estúpido, y dejar para otros sus riquezas.
11 (12) Sus tumbas son sus casas para siempre, sus moradas de edad en edad; ¡y a sus tierras habían puesto sus nombres!
12 (13) El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja.
13 (14) Así andan ellos, seguros de sí mismos, y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
14 (15) Como ovejas son llevados al seol, los pastorea la Muerte, y los rectos dominarán sobre ellos. Por la mañana se desgasta su imagen, ¡el seol será su residencia!
15 (16) Pero Dios rescatará mi alma, de las garras del seol me cobrará.
16 (17) No temas cuando el hombre se enriquece, cuando crece el boato de su casa.
17 (18) Que a su muerte, nada ha de llevarse, su boato no bajará con él.
18 (19) Aunque en vida se bendecía a sí mismo – te alaban, porque te has tratado bien -,
19 (20) irá a unirse a la estirpe de sus padres, que nunca ya verán la luz.
20 (21) El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja.
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Salmo 50 (49)
(1) Salmo. De Asaf.
1 El Dios de los dioses, Yahveh, habla y convoca a la tierra desde oriente hasta occidente.
2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece,
3 viene nuestro Dios y no se callará. Delante de él, un fuego que devora, en torno a él, violenta tempestad;
4 convoca a los cielos desde lo alto, y a la tierra para juzgar a su pueblo.
5 «¡Congregad a mis fieles ante mí, los que mi alianza con sacrificio concertaron!»
6 Anuncian los cielos su justicia, porque es Dios mismo el juez. Pausa.
7 «Escucha, pueblo mío, que hablo yo, Israel, yo atestiguo contra ti, yo, Dios, tu Dios.
8 «No es por tus sacrificios por lo que te acuso: ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
9 No tengo que tomar novillo de tu casa, ni machos cabríos de tus apriscos.
10 «Pues mías son todas las fieras de la selva, las bestias en los montes a millares;
11 conozco todas las aves de los cielos, mías son las bestias de los campos.
12 «Si hambre tuviera, no habría de decírtelo, porque mío es el orbe y cuanto encierra.
13 ¿Es que voy a comer carne de toros, o a beber sangre de machos cabríos?
14 «Sacrificio ofrece a Dios de acción de gracias, cumple tus votos al Altísimo;
15 e invócame en el día de la angustia, te libraré y tú me darás gloria.»
16 Pero al impío Dios le dice: «¿Qué tienes tú que recitar mis preceptos, y tomar en tu boca mi alianza,
17 tú que detestas la doctrina, y a tus espaldas echas mis palabras?
18 «Si a un ladrón ves, te vas con él, alternas con adúlteros;
19 sueltas tu boca al mal, y tu lengua trama engaño.
20 «Te sientas, hablas contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre.
21 Esto haces tú, ¿y he de callarme? ¿Es que piensas que yo soy como tú? Yo te acuso y lo expongo ante tus ojos.
22 «¡Entended esto bien los que olvidáis a Dios, no sea que yo arrebate y no haya quien libre!
23 El que ofrece sacrificios de acción de gracias me da gloria, al hombre recto le mostraré la salvación de Dios.»
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Salmo 51 (50)
(1) Del maestro de coro. Salmo. De David.
(2) Cuando el profeta Natán le visitó después que aquél se había unido a Betsabé.
1 (3) Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito,
2 (4) lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame.
3 (5) Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí;
4 (6) contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Por que aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas.
5 (7) Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre.
6 (8) Mas tú amas la verdad en lo íntimo del ser, y en lo secreto me enseñas la sabiduría.
7 (9) Rocíame con el hisopo, y seré limpio, lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
8 (10) Devuélveme el son del gozo y la alegría, exulten los huesos que machacaste tú.
9 (11) Retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas.
10 (12) Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, un espíritu firme dentro de mí renueva;
11 (13) no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu.
12 (14) Vuélveme la alegría de tu salvación, y en espíritu generoso afiánzame;
13 (15) enseñaré a los rebeldes tus caminos, y los pecadores volverán a ti.
14 (16) Líbrame de la sangre, Dios, Dios de mi salvación, y aclamará mi lengua tu justicia;
15 (17) abre, Señor, mis labios, y publicará mi boca tu alabanza.
16 (18) Pues no te agrada el sacrificio, si ofrezco un holocausto no lo aceptas.
17 (19) El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias.
18 (20) ¡Favorece a Sión en tu benevolencia, reconstruye las murallas de Jerusalén!
19 (21) Entonces te agradarán los sacrificios justos, – holocausto y oblación entera – se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos.
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Salmo 52 (51)
(1) Del maestro de coro. Poema. De David.
(2) Cuando el edomita Doeg vino a avisar a Saúl diciéndole: «David ha entrado en casa de Ajimélek.»
1 (3) ¿Por qué te glorías del mal, héroe de infamia? Todo el día
2 (4) pensando estás en crímenes, tu lengua es una afilada navaja, oh artífice de engaño.
3 (5) El mal al bien prefieres, la mentira a la justicia; Pausa.
4 (6) amas toda palabra de perdición, oh lengua engañadora.
5 (7) Por eso Dios te aplastará, te destruirá por siempre, te arrancará de tu tienda, te extirpará de la tierra de los vivos. Pausa.
6 (8) Los justos lo verán y temerán, se reirán de él:
7 (9) «¡Ese es el hombre que no puso en Dios su refugio, mas en su gran riqueza confiaba, se jactaba de su crimen!»
8 (10) Mas yo, como un olivo verde en la Casa de Dios, en el amor de Dios confío para siempre jamás.
9 (11) Te alabaré eternamente por lo que has hecho; esperaré en tu nombre, porque es bueno con los que te aman.
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Salmo 53 (52)
(1) Del maestro de coro. Para la enfermedad. Poema. De David.
1 (2) Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!» Corrompidos están, de conducta abominable, no hay quien haga el bien.
2 (3) Se asoma Dios desde los cielos hacia los hijos de Adán, por ver si hay un sensato, alguien que busque a Dios.
3 (4) Todos ellos están descarriados, en masa pervertidos. No hay quien haga el bien, ni uno siquiera.
4 (5) ¿No aprenderán todos los agentes de mal que comen a mi pueblo como se come el pan, y no invocan a Dios?
5 (6) Allí de espanto temblarán, donde nada hay que espante. Pues Dios dispersa los huesos de tu sitiador, se les ultraja porque Dios los rechaza.
6 (7) ¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel? ¡Cuando Dios cambie la suerte de su pueblo, exultará Jacob, se alegrará Israel!
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Salmo 54 (53)
(1) Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema. De David.
(2) Cuando los zifitas vinieron a decir a Saúl: «¿No está escondido David entre nosotros?»
1 (3) ¡Oh Dios, sálvame por tu nombre, por tu poderío hazme justicia,
2 (4) oh Dios, escucha mi oración, atiende a las palabras de mi boca!
3 (5) Pues se han alzado contra mí arrogantes, rabiosos andan en busca de mi alma, sin tener para nada a Dios presente. Pausa.
4 (6) Mas ved que Dios viene en mi auxilio, el Señor con aquellos que sostienen mi alma.
5 (7) ¡El mal recaiga sobre los que me asechan, Yahveh, por tu verdad destrúyelos!
6 (8) De corazón te ofreceré sacrificios, celebraré tu nombre, porque es bueno,
7 (9) porque de toda angustia me ha librado, y mi ojo se recreó en mis enemigos
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Salmo 55 (54)
(1) Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema. De David.
1 (2) Escucha, oh Dios, mi oración, no te retraigas a mi súplica,
2 (3) dame oídos, respóndeme, en mi queja me agito. Gimo
3 (4) ante la voz del enemigo, bajo el abucheo del impío; pues vierten sobre mí falsedades y con saña me hostigan.
4 (5) Se me estremece dentro el corazón, me asaltan pavores de muerte;
5 (6) miedo y temblor me invaden, un escalofrío me atenaza.
6 (7) Y digo: ¡Quién me diera alas como a la paloma para volar y reposar!
7 (8) Huiría entonces lejos, en el desierto moraría.
8 (9) En seguida encontraría un asilo contra el viento furioso y la tormenta. Pausa.
9 (10) ¡Oh, piérdelos, Señor, enreda sus lenguas!, pues veo discordia y altercado en la ciudad;
10 (11) rondan día y noche por sus murallas. Y dentro de ella falsedad y malicia,
11 (12) insidias dentro de ella, jamás se ausentan de sus plazas la tiranía y el engaño.
12 (13) Si todavía un enemigo me ultrajara, podría soportarlo; si el que me odia se alzara contra mí, me escondería de él.
13 (14) ¡Pero tú, un hombre de mi rango, mi compañero, mi íntimo,
14 (15) con quien me unía una dulce intimidad, en la Casa de Dios! ¡Oh, váyanse en tumulto,
15 (16) caiga la muerte sobre ellos, vivos en el seol se precipiten, pues está el mal instalado en medio de ellos!
16 (17) Yo, en cambio, a Dios invoco, y Yahveh me salva.
17 (18) A la tarde, a la mañana, al mediodía me quejo y gimo: él oye mi clamor.
18 (19) En paz mi alma rescata de la guerra que me hacen: aunque sean muchos contra mí,
19 (20) Dios escucha y los humilla, él, que reina desde siempre. Pero ellos sin enmienda, y sin temor de Dios.
20 (21) Cada uno extiende su mano contra sus aliados, viola su alianza;
21 (22) más blanda que la crema es su boca, pero su corazón es sólo guerra; sus palabras, más suaves que el aceite, son espadas desnudas.
22 (23) Descarga en Yahveh tu peso, y él te sustentará; no dejará que para siempre zozobre el justo.
23 (24) Y tú, oh Dios, los hundirás en el pozo de la fosa, a los hombres de sangre y de fraude, sin alcanzar la mitad de sus días. Mas yo confío en ti.
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Salmo 56 (55)
(1) Del maestro de coro. Según: «La opresión de los príncipes lejanos». De David. A media voz. Cuando los filisteos se apoderaron de él en Gat.
1 (2) Tenme piedad, oh Dios, porque me pisan, todo el día hostigándome me oprimen.
2 (3) Me pisan todo el día los que me asechan, innumerables son los que me hostigan en la altura.
3 (4) El día en que temo, en ti confío.
4 (5) En Dios, cuya palabra alabo, en Dios confío y ya no temo, ¿qué puede hacerme un ser de carne?
5 (6) Todo el día retuercen mis palabras, todos sus pensamientos son de hacerme mal;
6 (7) se conjuran, se ocultan, mis pisadas observan, como para atrapar mi alma.
7 (8) Por su iniquidad, ¿habrá escape para ellos? ¡Abate, oh Dios, a los pueblos en tu cólera!
8 (9) De mi vida errante llevas tú la cuenta, ¡recoge mis lágrimas en tu odre!
9 (10) Entonces retrocederán mis enemigos, el día en que yo clame. Yo sé que Dios está por mí.
10 (11) En Dios, cuya palabra alabo, en Yahveh, cuya palabra alabo,
11 (12) en Dios confío y ya no temo, ¿qué puede hacerme un hombre?
12 (13) A mi cargo, oh Dios, los votos que te hice: sacrificios te ofreceré de acción de gracias,
13 (14) pues tú salvaste mi alma de la muerte, para que marche ante la faz de Dios, en la luz de los vivos.
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Salmo 57 (56)
(1) Del maestro de coro. «No destruyas.» De David. A media voz. Cuando, huyendo de Saúl, se escondió en la cueva.
1 (2) Tenme piedad, oh Dios, tenme piedad, que en ti se cobija mi alma; a la sombra de tus alas me cobijo hasta que pase el infortunio.
2 (3) Invoco al Dios Altísimo, al Dios que tanto hace por mí.
3 (4) Mande desde los cielos y me salve, confunda a quien me pisa, envíe Dios su amor y su verdad. Pausa.
4 (5) Mi alma está tendida en medio de leones, que devoran a los hijos de Adán; sus dientes son lanzas y saetas, su lengua, una espada acerada.
5 (6) ¡Alzate, oh Dios, sobre los cielos, sobre toda la tierra, tu gloria
6 (7) Tendían ellos una red bajo mis pasos, mi alma se doblaba; una fosa cavaron ante mí, ¡cayeron ellos dentro! Pausa.
7 (8) A punto está mi corazón, oh Dios, mi corazón a punto; voy a cantar, voy a salmodiar,
8 (9) ¡gloria mía, despierta!, ¡despertad, arpa y cítara!, ¡a la aurora he de despertar!
9 (10) Te alabaré entre los pueblos, Señor, te salmodiaré entre las gentes;
10 (11) porque tu amor es grande hasta los cielos, tu verdad hasta las nubes.
11 (12) ¡Álzate, oh Dios, sobre los cielos, sobre toda la tierra, tu gloria!
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Salmo 58 (57)
(1) Del maestro de coro. «No destruyas.» De David. A media voz.
1 (2) ¿De veras, dioses, pronunciáis justicia, juzgáis según derecho a los hijos de Adán?
2 (3) No. que de corazón cometéis injusticias, con vuestras manos pesáis la violencia en la tierra.
3 (4) Torcidos están desde el seno los impíos, extraviados desde el vientre los que dicen mentira;
4 (5) tienen veneno como veneno de serpiente, como el de un áspid sordo que se tapa el oído,
5 (6) que no oye la voz de los encantadores, del mago experto en el encanto.
6 (7) ¡Oh Dios, rompe sus dientes en su boca, quiebra, Yahveh, las muelas de los leoncillos.
7 (8) ¡Dilúyanse como aguas que se pasan, púdranse como hierba que se pisa.
8 (9) como limaco que marcha deshaciéndose, como aborto de mujer que no contempla el sol!
9 (10) ¡Antes que espinas echen, como la zarza, verde o quemada, los arrebate el torbellino!
10 (11) Se alegrará el justo de haber visto la venganza, sus pies bañará en la sangre del impío;
11 (12) y se dirá: «Sí, hay un fruto para el justo; sí, hay un Dios que juzga en la tierra.»
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Salmo 59 (58)
(1) Del maestro de coro. «No destruyas.» De David. A media voz. Cuando Saúl mandó a vigilar su casa con el fin de matarle.
1 (2) ¡Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío, de mis agresores protégeme,
2 (3) líbrame de los agentes de mal, de los hombres sanguinarios sálvame!
3 (4) Mira que acechan a mi alma, poderosos se conjuran contra mí; sin rebeldía ni pecado en mí, Yahveh,
4 (5) sin culpa alguna, corren y se aprestan. Despiértate, ven a mi encuentro y mira,
5 (6) tú, Yahveh, Dios Sebaot, Dios de Israel, álzate a visitar a todos los gentiles, no te apiades de ninguno de esos traidores pérfidos. Pausa.
6 (7) Regresan a la tarde, aúllan como perros, rondan por la ciudad.
7 (8) Míralos desbarrar a boca llena, espadas en sus labios: «¿Hay alguno que oiga?»
8 (9) Mas tú, Yahveh, te ríes de ellos, tú te mofas de todos los gentiles.
9 (10) Oh fuerza mía, hacia ti miro. Pues es Dios mi ciudadela,
10 (11) el Dios de mi amor viene a mi encuentro. Dios me hará desafiar a los que me asechan.
11 (12) ¡Oh, no los mates, no se olvide mi pueblo, dispérsalos con tu poder, humíllalos, oh Señor, nuestro escudo!
12 (13) Pecado es en su boca la palabra de sus labios; ¡queden, pues, presos en su orgullo, por la blasfemia, por la mentira que vocean!
13 (14) ¡Suprime con furor, suprímelos, no existan más! Y se sepa que Dios domina en Jacob, hasta los confines de la tierra. Pausa.
14 (15) Regresan a la tarde, aúllan como perros, rondan por la ciudad;
15 (16) vedlos buscando qué comer, hasta que no están hartos van gruñendo.
16 (17) Yo, en cambio, cantaré tu fuerza, aclamaré tu amor a la mañana; pues tú has sido para mí una ciudadela, un refugio en el día de mi angustia.
17 (18) Oh fuerza mía, para ti salmodiaré, pues es Dios mi ciudadela, el Dios de mi amor.
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Salmo 60 (59)
(1) Del maestro de coro. Según «El lirio del testimonio». A media voz. De David. Para enseñar.
(2) Cuando luchó contra Aram de Naharáyim y Aram de Sobá, y Joab, de vuelta, derrotó a Edom, en el valle de la Sal: doce mil hombres.
1 (3) Nos has rechazado, oh Dios, nos has deshecho, estabas irritado, ¡oh, vuélvete a nosotros!
2 (4) Has sacudido la tierra, la has hendido; sana sus grietas, pues se desmorona.
3 (5) Hiciste ver a tu pueblo duras pruebas, nos diste a beber vino de vértigo.
4 (6) Diste a los que le temen la señal para que pudiesen escapar del arco. Pausa.
5 (7) Para que tus amados salgan libres, ¡salva con tu diestra, respóndenos!
6 (8) Ha hablado Dios en su santuario: «Ya exulto, voy a repartir a Siquem, a medir el valle de Sukkot.
7 (9) «Mío es Galaad, mío Manasés, Efraím, yelmo de mi cabeza, Judá, mi cetro,
8 (10) «Moab, la vasija en que me lavo. Sobre Edom tiro mi sandalia. ¡Canta, pues, victoria contra mí, Filistea!»
9 (11) ¿Quién me conducirá hasta la plaza fuerte, quién me guiará hasta Edom?
10 (12) ¿No eres tú, oh Dios, que nos has rechazado, y ya no sales, oh Dios, con nuestras tropas?
11 (13) Danos ayuda contra el adversario, que es vano el socorro del hombre.
12 (14) ¡Con Dios hemos de hacer proezas, y él hollará a nuestros adversarios!
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Salmo 61 (60)
(1) Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. De David.
1 (2) ¡Escucha, oh Dios, mi clamor, atiende a mi plegaria!
2 (3) Desde el extremo de la tierra hacia ti grito, en el desmayo de mi corazón. A la roca que se alza lejos de mí, condúceme;
3 (4) pues tú eres mi refugio, torre fuerte frente al enemigo.
4 (5) ¡Que sea yo siempre huésped de tu tienda, y me acoja al amparo de tus alas! Pausa.
5 (6) Porque tú, oh Dios, oyes mis votos: tú me otorgas la heredad de los que temen tu nombre.
6 (7) A los días del rey añade días, sus años, generación tras generación.
7 (8) ¡Reine por siempre ante la faz de Dios! ¡El Amor y la Verdad le guarden!
8 (9) Entonces salmodiaré a tu nombre para siempre, día tras día cumpliré mis votos.
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Salmo 62 (61)
(1) Del maestro de coro… Yedutún. Salmo. De David.
1 (2) En Dios sólo el descanso de mi alma, de él viene mi salvación;
2 (3) sólo él mi roca, mi salvación, mi ciudadela, no he de vacilar.
3 (4) ¿Hasta cuándo atacaréis a un solo hombre, le abatiréis, vosotros todos, como a una muralla que se vence, como a pared que se desploma?
4 (5) Doblez sólo proyectan, su placer es seducir; con mentira en la boca, bendicen, y por dentro maldicen. Pausa.
5 (6) En Dios sólo descansa, oh alma mía, de él viene mi esperanza;
6 (7) sólo él mi roca, mi salvación, mi ciudadela, no he de vacilar;
7 (8) en Dios mi salvación y mi gloria, la roca de mi fuerza. En Dios mi refugio;
8 (9) confiad en él, oh pueblo, en todo tiempo; derramad ante él vuestro corazón, ¡Dios es nuestro refugio! Pausa.
9 (10) Un soplo solamente los hijos de Adán, los hijos de hombre, una mentira; si subieran a la balanza serían menos que un soplo todos juntos.
10 (11) No os fiéis de la opresión, no os ilusionéis con la rapiña; a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón.
11 (12) Dios ha hablado una vez, dos veces, lo he oído: Que de Dios es la fuerza,
12 (13) tuyo, Señor, el amor; y: Que tú al hombre pagas con arreglo a sus obras.
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Salmo 63 (62)
(1) Salmo. De David. Cuando estaba en el desierto de Judá.
1 (2) Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma, en pos de ti languidece mi carne, cual tierra seca, agotada, sin agua.
2 (3) Como cuando en el santuario te veía, al contemplar tu poder y tu gloria,
3 (4) – pues tu amor es mejor que la vida, mis labios te glorificaban -,
4 (5) así quiero en mi vida bendecirte, levantar mis manos en tu nombre;
5 (6) como de grasa y médula se empapará mi alma, y alabará mi boca con labios jubilosos.
6 (7) Cuando pienso en ti sobre mi lecho, en ti medito en mis vigilias,
7 (8) porque tú eres mi socorro, y yo exulto a la sombra de tus alas;
8 (9) mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene.
9 (10) Mas los que tratan de perder mi alma, ¡caigan en las honduras de la tierra!
10 (11) ¡Sean pasados al filo de la espada, sirvan de presa a los chacales!
11 (12) Y el rey en Dios se gozará, el que jura por él se gloriará, cuando sea cerrada la boca de los mentirosos.
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Salmo 64 (63)
(1) Del maestro de coro. Salmo. De David.
1 (2) Escucha, oh Dios, la voz de mi gemido, del terror del enemigo guarda mi vida;
2 (3) ocúltame a la pandilla de malvados, a la turba de los agentes de mal.
3 (4) Los que afilan su lengua como espada, su flecha apuntan, palabra envenenada,
4 (5) para tirar a escondidas contra el íntegro, le tiran de improviso y nada temen.
5 (6) Se envalentonan en su acción malvada, calculan para tender lazos ocultos, dicen: «¿Quién lo observará
6 (7) y escrutará nuestros secretos?» El los escruta, aquel que escruta lo íntimo del hombre, el corazón profundo.
7 (8) Una saeta ha tirado Dios, repentinas han sido sus heridas;
8 (9) les ha hecho caer por causa de su lengua, menean la cabeza todos los que los ven.
9 (10) Todo hombre temerá. anunciará la obra de Dios y su acción comprenderá.
10 (11) El justo se alegrará en Yahveh, en él tendrá cobijo; y se gloriarán todos los de recto corazón.
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Salmo 65 (64)
(1) Del maestro de coro. Salmo. De David. Cántico.
1 (2) A ti se debe la alabanza, oh Dios, en Sión. A ti el voto se te cumple,
2 (3) tú que escuchas la oración. Hasta ti toda carne viene
3 (4) con sus obras culpables; nos vence el peso de nuestras rebeldías, pero tú las borras.
4 (5) Dichoso tu elegido, tu privado, en tus atrios habita. ¡Oh, hartémonos de los bienes de tu Casa, de las cosas santas de tu Templo!
5 (6) Tú nos responderás con prodigios de justicia, Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los confines de la tierra, y de las islas lejanas;
6 (7) tú que afirmas los montes con tu fuerza, de potencia ceñido,
7 (8) y acallas el estruendo de los mares, el estruendo de sus olas. Están los pueblos en bullicio,
8 (9) por tus señales temen los que habitan los confines, a las puertas de la mañana y de la tarde haces tú gritar de júbilo.
9 (10) Tú visitas la tierra y la haces rebosar, de riquezas la colmas. El río de Dios va lleno de agua, tú preparas los trigales. Así es como la preparas:
10 (11) riegas sus surcos, allanas sus glebas, con lluvias la ablandas, bendices sus renuevos.
11 (12) Tú coronas el año con tu benignidad, de tus rodadas cunde la grosura;
12 (13) destilan los pastos del desierto, las colinas se ciñen de alegría;
13 (14) las praderas se visten de rebaños, los valles se cubren de trigo; ¡y los gritos de gozo, y las canciones!
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Salmo 66 (65)
(1) Del maestro de coro. Cántico. Salmo.
1 Aclamad a Dios, la tierra toda,
2 salmodiad a la gloria de su nombre, rendidle el honor de su alabanza,
3 decid a Dios: ¡Qué terribles tus obras! Por la grandeza de tu fuerza, tus enemigos vienen a adularte;
4 toda la tierra se postra ante ti, y salmodia para ti, a tu nombre salmodia. Pausa.
5 Venid y ved las obras de Dios, temible en sus gestas por los hijos de Adán:
6 él convirtió el mar en tierra firme, el río fue cruzado a pie. Allí, nuestra alegría en él,
7 que por su poder domina para siempre. Sus ojos vigilan las naciones, no se alcen los rebeldes contra él. Pausa.
8 Pueblos, bendecid a nuestro Dios, haced que se oiga la voz de su alabanza,
9 él, que devuelve nuestra alma a la vida, y no deja que vacilen nuestros pies.
10 Tú nos probaste, oh Dios, nos purgaste, cual se purga la plata;
11 nos prendiste en la red, pusiste una correa a nuestros lomos,
12 dejaste que un cualquiera a nuestra cabeza cabalgara, por el fuego y el agua atravesamos; mas luego nos sacaste para cobrar aliento.
13 Con holocaustos entraré en tu Casa, te cumpliré mis votos,
14 los que abrieron mis labios, los que en la angustia pronunció mi boca.
15 Te ofreceré pingües holocaustos, con el sahumerio de carneros, sacrificaré bueyes y cabritos. Pausa.
16 Venid a oír y os contaré, vosotros todos los que teméis a Dios, lo que él ha hecho por mí.
17 A él gritó mi boca, la alabanza ya en mi lengua.
18 Si yo en mi corazón hubiera visto iniquidad, el Señor no me habría escuchado.
19 Pero Dios me ha escuchado, atento a la voz de mi oración.
20 ¡Bendito sea Dios, que no ha rechazado mi oración ni su amor me ha retirado!
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Salmo 67 (66)
(1) Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. Cántico.
1 (2) ¡Dios nos tenga piedad y nos bendiga, su rostro haga brillar sobre nosotros! Pausa.
2 (3) Para que se conozcan en la tierra tus caminos, tu salvación entre todas las naciones.
3 (4) ¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos, todos los pueblos te den gracias!
4 (5) Alégrense y exulten las gentes, pues tú juzgas al mundo con justicia, con equidad juzgas a los pueblos, y a las gentes en la tierra gobiernas. Pausa.
5 (6) ¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos, todos los pueblos te den gracias!
6 (7) La tierra ha dado su cosecha: Dios, nuestro Dios, nos bendice.
7 (8) ¡Dios nos bendiga, y teman ante él todos los confines de la tierra!
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Salmo 68 (67)
(1) Del maestro de coro. De David. Salmo. Cántico.
1 (2) ¡Álcese Dios, sus enemigos se dispersen, huyan ante su faz los que le odian!
2 (3) Cual se disipa el humo, los disipas; como la cera se derrite al fuego, perecen los impíos ante Dios.
3 (4) Mas los justos se alegran y exultan ante la faz de Dios, y saltan de alegría.
4 (5) Cantad a Dios, salmodiad a su nombre, abrid paso al que cabalga en las nubes, alegraos en Yahveh, exultad ante su rostro.
5 (6) Padre de los huérfanos y tutor de las viudas es Dios en su santa morada;
6 (7) Dios da a los desvalidos el cobijo de una casa, abre a los cautivos la puerta de la dicha, mas los rebeldes quedan en un suelo ardiente.
7 (8) Oh Dios, cuando saliste al frente de tu pueblo, cuando pasabas el desierto, Pausa.
8 (9) la tierra retembló, y hasta los cielos se licuaron ante la faz de Dios, ante la faz de Dios, el Dios de Israel.
9 (10) Tú derramaste, oh Dios, una lluvia de larguezas, a tu heredad extenuada, tú la reanimaste;
10 (11) tu grey halló una morada, aquella que en tu bondad, oh Dios, al desdichado preparabas.
11 (12) El Señor da la palabra: es el anuncio de un ejército inmenso.
12 (13) Y mientras los reyes, los ejércitos huyen, huyen, la bella de la casa reparte el botín.
13 (14) Mientras vosotros descansáis entre las tapias del aprisco, las alas de la Paloma se cubren de plata, y sus plumas de destellos de oro verde;
14 (15) cuando Sadday dispersa a los reyes, por ella cae la nieve en el Monte Umbrío.
15 (16) ¡Monte de Dios, el monte de Basán! ¡Monte escarpado, el monte de Basán!
16 (17) ¿Por que miráis celosos, montes escarpados, al monte que Dios escogió por mansión? ¡Oh sí, Yahveh morará allí para siempre!
17 (18) Los carros de Dios, por millares de miríadas; el Señor ha venido del Sinaí al santuario.
18 (19) Tú has subido a la altura, conduciendo cautivos, has recibido tributo de hombres, hasta los rebeldes para que Yahveh Dios tuviera una morada.
19 (20) ¡Bendito sea el Señor día tras día! El carga con nosotros, Dios de nuestra salvación. Pausa.
20 (21) Dios libertador es nuestro Dios; del Señor Yahveh son las salidas de la muerte;
21 (22) mas la cabeza de sus enemigos Dios quebranta, la testa cabelluda de quien sus crímenes pasea.
22 (23) Dijo el Señor: «De Basán haré volver, haré volver de los abismos del mar,
23 (24) para que puedas hundir tu pie en la sangre, y en los enemigos tenga su parte la lengua de tus perros».
24 (25) ¡Se han visto, oh Dios, tus procesiones, las procesiones de mi Dios, mi rey, al santuario: 25 (26) delante los cantores, los músicos detrás, las doncellas en medio, tocando el tamboril!
26 (27) A Dios, en coros, bendecían: ¡es Yahveh, desde el origen de Israel.
27 (28) Allí iba Benjamín, el pequeño, abriendo marcha, los príncipes de Judá con sus escuadras, los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí.
28 (29) ¡Manda, Dios mío, según tu poder, el poder, oh Dios, que por nosotros desplegaste,
29 (30) desde tu Templo en lo alto de Jerusalén, donde vienen los reyes a ofrecerte presentes!
30 (31) Increpa a la bestia del cañaveral, a la manada de toros y novillos de los pueblos. ¡Que se sometan con lingotes de plata! ¡Dispersa a los pueblos que fomentan la guerra!
31 (32) Los magnates acudan desde Egipto, tienda hacia Dios sus manos Etiopía.
32 (33) ¡Cantad a Dios, reinos de la tierra, salmodiad para el Señor,
33 (34) para el que cabalga los cielos, los antiguos cielos: Pausa. ved que lanza él su voz, su voz potente!
34 (35) Reconoced el poderío de Dios. Sobre Israel su exaltación, su poder en las nubes:
35 (36) ¡temible es Dios desde su santuario! El, el Dios de Israel, es quien da poder y fuerza al pueblo. ¡Bendito sea Dios!
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Salmo 69 (68)
(1) Del maestro de coro. Según la melodía: «Lirios…» De David.
1 (2) ¡Sálvame, oh Dios, porque las aguas me llegan hasta el cuello!
2 (3) Me hundo en el cieno del abismo, sin poder hacer pie; he llegado hasta el fondo de las aguas, y las olas me anegan.
3 (4) Estoy exhausto de gritar, arden mis fauces, mis ojos se consumen de esperar a mi Dios.
4 (5) Son más que los cabellos de mi cabeza los que sin causa me odian; más duros que mis huesos los que me hostigan sin razón. (¿Lo que yo no he robado tengo que devolver?)
5 (6) Tú, oh Dios, mi torpeza conoces, no se te ocultan mis ofensas.
6 (7) ¡No se avergüencen por mí los que en ti esperan, oh Yahveh Sebaot! ¡No sufran confusión por mí los que te buscan, oh Dios de Israel!
7 (8) Pues por ti sufro el insulto, y la vergüenza cubre mi semblante;
8 (9) para mis hermanos soy un extranjero, un desconocido para los hijos de mi madre;
9 (10) pues me devora el celo de tu casa, y caen sobre mí los insultos de los que te insultan.
10 (11) Si mortifico mi alma con ayuno, se me hace un pretexto de insulto;
11 (12) si tomo un sayal por vestido, para ellos me convierto en burla,
12 (13) cuento de los que están sentados a la puerta, y copla de los que beben licor fuerte.
13 (14) Mas mi oración hacia ti, Yahveh, en el tiempo propicio: por tu gran amor, oh Dios, respóndeme, por la verdad de tu salvación.
14 (15) ¡Sácame del cieno, no me hunda, escape yo a los que me odian, a las honduras de las aguas!
15 (16) ¡El flujo de las aguas no me anegue no me trague el abismo, ni el pozo cierre sobre mí su boca!
16 (17) ¡Respóndeme, Yahveh, pues tu amor es bondad; en tu inmensa ternura vuelve a mí tus ojos;
17 (18) no retires tu rostro de tu siervo, que en angustias estoy, pronto, respóndeme;
18 (19) acércate a mi alma, rescátala, por causa de mis enemigos, líbrame!
19 (20) Tú conoces mi oprobio, mi vergüenza y mi afrenta, ante ti están todos mis opresores.
20 (21) El oprobio me ha roto el corazón y desfallezco. Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno.
21 (22) Veneno me han dado por comida, en mi sed me han abrevado con vinagre.
22 (23) ¡Que su mesa ante ellos se convierta en un lazo, y su abundancia en una trampa;
23 (24) anúblense sus ojos y no vean, haz que sus fuerzas sin cesar les fallen!
24 (25) Derrama tu enojo sobre ellos, los alcance el ardor de tu cólera;
25 (26) su recinto quede hecho un desierto, en sus tiendas no haya quien habite:
26 (27) porque acosan al que tú has herido, y aumentan la herida de tu víctima.
27 (28) Culpa añade a su culpa, no tengan más acceso a tu justicia;
28 (29) del libro de la vida sean borrados, no sean inscritos con los justos.
29 (30) Y yo desdichado, dolorido, ¡tu salvación, oh Dios, me restablezca!
30 (31) El nombre de Dios celebraré en un cántico, le ensalzaré con la acción de gracias;
31 (32) y más que un toro agradará a Yahveh, más que un novillo con cuernos y pezuñas.
32 (33) Lo han visto los humildes y se alegran; ¡viva vuestro corazón, los que buscáis a Dios!
33 (34) Porque Yahveh escucha a los pobres, no desprecia a sus cautivos.
34 (35) ¡Alábenle los cielos y la tierra, el mar y cuanto bulle en él!
35 (36) Pues salvará Dios a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá: habitarán allí y las poseerán;
36 (37) la heredará la estirpe de sus siervos, los que aman su nombre en ella morarán.
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Salmo 70 (69) 40:14-18
(1) Del maestro de coro. De David. En memoria.
1 (2) ¡Oh Dios, ven a librarme, Yahveh, corre en mi ayuda!
2 (3) ¡Queden avergonzados y confusos los que buscan mi vida! ¡Atrás!, sean confundidos los que desean mi mal,
3 (4) retrocedan de vergüenza los que dicen: ¡Ja, ja!
4 (5) ¡En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan! ¡Repitan sin cesar: «Grande es Dios», los que aman tu salvación!
5 (6) ¡Y yo, desventurado y pobre, oh Dios, ven presto a mí! ¡Tú, mi socorro y mi libertador, Yahveh, no tardes!
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Salmo 71 (70)
1 A ti, Yahveh, me acojo, ¡no sea confundido jamás!
2 ¡Por tu justicia sálvame, libérame! tiende hacia mí tu oído y sálvame!
3 ¡Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve, pues mi roca eres tú y mi fortaleza.
4 ¡Dios mío, líbrame de la mano del impío, de las garras del perverso y del violento!
5 Pues tú eres mi esperanza, Señor, Yahveh, mi confianza desde mi juventud.
6 En ti tengo mi apoyo desde el seno, tú mi porción desde las entrañas de mi madre; ¡en ti sin cesar mi alabanza!
7 Soy el asombro de muchos, mas tú eres mi seguro refugio.
8 Mi boca está repleta de tu loa, de tu gloria todo el día.
9 A la hora de mi vejez no me rechaces, no me abandones cuando decae mi vigor.
10 Porque de mí mis enemigos hablan, los que espían mi alma se conciertan:
11 «¡Dios le ha desamparado, perseguidle, apresadle, pues no hay quien le libere!»
12 ¡Oh Dios, no te estés lejos de mí, Dios mío, ven pronto en mi socorro!
13 ¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que acusan a mi alma; cúbranse de ignominia y de vergüenza los que buscan mi mal!
14 Y yo, esperando sin cesar, más y más te alabaré;
15 publicará mi boca tu justicia, todo el día tu salvación.
16 Y vendré a las proezas de Yahveh, recordaré tu justicia, tuya sólo.
17 ¡Oh Dios, desde mi juventud me has instruido, y yo he anunciado hasta hoy tus maravillas!
18 Y ahora que llega la vejez y las canas, ¡oh Dios, no me abandones!, para que anuncie yo tu brazo a todas las edades venideras, ¡tu poderío
19 y tu justicia, oh Dios, hasta los cielos! Tú que has hecho grandes cosas, ¡oh Dios!, ¿quién como tú?
20 Tú que me has hecho ver tantos desastres y desgracias, has de volver a recobrarme. Vendrás a sacarme de los abismos de la tierra,
21 sustentarás mi ancianidad, volverás a consolarme,
22 Y yo te daré gracias con las cuerdas del arpa, por tu verdad, Dios mío; para ti salmodiaré a la cítara, oh Santo de Israel.
23 Exultarán mis labios cuando salmodie para ti, y mi alma, que tú has rescatado.
24 También mi lengua todo el día musitará tu justicia: porque han sido avergonzados, porque han enrojecido, los que buscaban mi desgracia.
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Salmo 72 (71)
(1) De Salomón.
1 Oh Dios, da al rey tu juicio, al hijo de rey tu justicia:
2 que con justicia gobierne a tu pueblo, con equidad a tus humildes.
3 Traigan los montes paz al pueblo, y justicia los collados.
4 El hará justicia a los humildes del pueblo, salvará a los hijos de los pobres, y aplastará al opresor.
5 Durará tanto como el sol, como la luna de edad en edad;
6 caerá como la lluvia en el retoño, como el rocío que humedece la tierra.
7 En sus días florecerá la justicia, y dilatada paz hasta que no haya luna;
8 dominará de mar a mar, desde el Río hasta los confines de la tierra.
9 Ante él se doblará la Bestia, sus enemigos morderán el polvo;
10 los reyes de Tarsis y las islas traerán tributo. Los reyes de Sabá y de Seba pagarán impuestos;
11 todos los reyes se postrarán ante él, le servirán todas las naciones.
12 Porque él librará al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie ampara;
13 se apiadará del débil y del pobre, el alma de los pobres salvará.
14 De la opresión, de la violencia, rescatará su alma, su sangre será preciosa ante sus ojos;
15 (y mientras viva se le dará el oro de Sabá). Sin cesar se rogará por él, todo el día se le bendecirá.
16 Habrá en la tierra abundancia de trigo, en la cima de los montes ondeará como el Líbano al despertar sus frutos y sus flores, como la hierba de la tierra.
17 ¡Sea su nombre bendito para siempre, que dure tanto como el sol! ¡En él se bendigan todas las familias de la tierra, dichoso le llamen todas las naciones!
18 ¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, el único que hace maravillas!
19 ¡Bendito sea su nombre glorioso para siempre, toda la tierra se llene de su gloria! ¡Amén! ¡Amén!
20 Fin de las oraciones de David, hijo de Jesé.
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Salmo 73 (72)
(1) Salmo. De Asaf.
1 En verdad bueno es Dios para Israel, el Señor para los de puro corazón.
2 Por poco mis pies se me extravían, nada faltó para que mis pasos resbalaran,
3 celoso como estaba de los arrogantes, al ver la paz de los impíos.
4 No, no hay congojas para ellos, sano y rollizo está su cuerpo;
5 no comparten la pena de los hombres, con los humanos no son atribulados.
6 Por eso el orgullo es su collar, la violencia el vestido que los cubre;
7 la malicia les cunde de la grasa, de artimañas su corazón desborda.
8 Se sonríen, pregonan la maldad, hablan altivamente de violencia;
9 ponen en el cielo su boca, y su lengua se pasea por la tierra.
10 Por eso mi pueblo va hacia ellos: aguas de abundancia les llegan.
11 Dicen: «¿Cómo va a saber Dios? ¿Hay conocimiento en el Altísimo?»
12 Miradlos: ésos son los impíos, y, siempre tranquilos, aumentan su riqueza.
13 ¡Así que en vano guardé el corazón puro, mis manos lavando en la inocencia,
14 cuando era golpeado todo el día, y cada mañana sufría mi castigo!
15 Si hubiera dicho: «Voy a hablar como ellos», habría traicionado a la raza de tus hijos;
16 me puse, pues, a pensar para entenderlo, ¡ardua tarea ante mis ojos!
17 Hasta el día en que entré en los divinos santuarios, donde su destino comprendí:
18 oh, sí, tú en precipicios los colocas, a la ruina los empujas.
19 ¡Ah, qué pronto quedan hechos un horror, cómo desaparecen sumidos en pavores!
20 Como en un sueño al despertar, Señor, así, cuando te alzas, desprecias tú su imagen.
21 Sí, cuando mi corazón se exacerbaba, cuando se torturaba mi conciencia,
22 estúpido de mí, no comprendía, una bestia era ante ti.
23 Pero a mí, que estoy siempre contigo, de la mano derecha me has tomado;
24 me guiarás con tu consejo, y tras la gloria me llevarás.
25 ¿Quién hay para mí en el cielo? Estando contigo no hallo gusto ya en la tierra.
26 Mi carne y mi corazón se consumen: ¡Roca de mi corazón, mi porción, Dios por siempre!
27 Sí, los que se alejan de ti perecerán, tú aniquilas a todos los que te son adúlteros.
28 Mas para mí, mi bien es estar junto a Dios; he puesto mi cobijo en el Señor, a fin de publicar todas tus obras.
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Salmo 74 (73)
(1) Poema. De Asaf.
1 ¿Por qué has de rechazar, oh Dios, por siempre, por qué humear de cólera contra el rebaño de tu pasto?
2 Acuérdate de la comunidad que de antiguo adquiriste, la que tú rescataste, tribu de tu heredad, y del monte Sión donde pusiste tu morada.
3 Guía tus pasos a estas ruinas sin fin: todo en el santuario lo ha devastado el enemigo.
4 En el lugar de tus reuniones rugieron tus adversarios, pusieron sus enseñas, enseñas
5 que no se conocían, en el frontón de la entrada. Machetes en bosque espeso,
6 a una cercenaban sus jambas, y con hacha y martillo desgajaban.
7 Prendieron fuego a tu santuario, por tierra profanaron la mansión de tu nombre.
8 Dijeron en su corazón: «¡Destruyámoslos en bloque!» Quemaron en la tierra todo lugar de santa reunión.
9 No vemos nuestras enseñas, no existen ya profetas, ni nadie entre nosotros que sepa hasta cuándo.
10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, provocará el adversario? ¿Ultrajará tu nombre por siempre el enemigo?
11 ¿Por qué retraes tu mano, y en tu seno retienes escondida tu diestra?
12 Oh Dios, mi rey desde el principio, autor de salvación en medio de la tierra,
13 tú hendiste el mar con tu poder, quebraste las cabezas de los monstruos en las aguas;
14 tú machacaste las cabezas de Leviatán y las hiciste pasto de las fieras;
15 tú abriste manantiales y torrentes, y secaste ríos inagotables;
16 tuyo es el día, tuya también la noche, tú la luna y el sol estableciste,
17 tú trazaste todos los confines de la tierra, el verano y el invierno tú formaste.
18 Recuérdalo, Yahveh: provoca el enemigo, tu nombre ultraja un pueblo necio.
19 No entregues a la bestia el alma de tu tórtola, la vida de tus pobres no olvides para siempre.
20 Piensa en la alianza, que están llenos los rincones del país de guaridas de violencia.
21 ¡No vuelva cubierto de vergüenza el oprimido; el humilde y el pobre puedan loar tu nombre!
22 ¡Alzate, oh Dios, a defender tu causa, acuérdate del necio que te provoca todo el día!
23 No olvides el griterío de tus adversarios, el clamor de tus agresores que crece sin cesar!
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Salmo 75 (74)
(1) Del maestro de coro. «No destruyas.» Salmo. De Asaf. Cántico.
1 (2) Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias, invocando tu nombre, tus maravillas pregonando.
2 (3) «En el momento en que decida, yo mismo juzgaré con rectitud.
3 (4) Se estremece la tierra con todos sus habitantes, mas yo sostengo sus columnas. Pausa.
4 (5) «Digo a los arrogantes: ¡Fuera arrogancias!, y a los impíos: ¡No levantéis la frente,
5 (6) no levantéis tan alto vuestra frente, no habléis con un cuello de insolencia!»
6 (7) Pues ya no es por oriente ni por occidente, ya no por el desierto de los montes,
7 (8) por donde Dios, el juez, a uno abate y a otro exalta:
8 (9) sino que hay una copa en la mano de Yahveh, y de vino drogado está lleno el brebaje: él lo escanciará, y sorberán hasta las heces, lo beberán todos los impíos de la tierra.
9 (10) Y yo lo anunciaré por siempre, salmodiaré para el Dios de Jacob;
10 (11) quebraré toda frente de los impíos, y la frente del justo se alzará.
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Salmo 76 (75)
(1) Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De Asaf. Cántico.
1 (2) En Judá Dios es conocido, grande es su nombre en Israel;
2 (3) su tienda está en Salem, su morada en Sión;
3 (4) allí quebró las ráfagas del arco, el escudo, la espada y la guerra. Pausa.
4 (5) Fulgurante eres tú, maravilloso por los montones de botín
5 (6) de que han sido despojados; los bravos durmiendo están su sueño, a todos los hombres fuertes les fallaron los brazos;
6 (7) a tu amenaza, oh Dios de Jacob, carro y caballo se quedaron pasmados.
7 (8) Tú, tú el terrible, ¿quién puede resistir ante tu faz, bajo el golpe de tu ira?
8 (9) Desde los cielos pronuncias la sentencia, la tierra se amedrenta y enmudece
9 (10) cuando Dios se levanta para el juicio, para salvar a todos los humildes de la tierra. Pausa.
10 (11) La cólera del hombre te celebra, te ceñirás con los escapados a la Cólera.
11 (12) Haced votos y cumplidlos a Yahveh, vuestro Dios, los que le rodean traigan presentes al Terrible;
12 (13) el que corta el aliento a los príncipes, el temible para los reyes de la tierra.
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Salmo 77 (76)
(1) Del maestro de coro… Yedutún. De Asaf. Salmo.
1 (2) Mi voz hacia Dios: yo clamo, mi voz hacia Dios: él me escucha.
2 (3) En el día de mi angustia voy buscando al Señor, por la noche tiendo mi mano sin descanso, mi alma el consuelo rehúsa.
3 (4) De Dios me acuerdo y gimo, medito, y mi espíritu desmaya. Pausa.
4 (5) Los párpados de mis ojos tú retienes, turbado estoy, no puedo hablar;
5 (6) pienso en los días de antaño, de los años antiguos
6 (7) me acuerdo; en mi corazón musito por la noche, medito y mi espíritu inquiere:
7 (8) ¿Acaso por los siglos desechará el Señor, no volverá a ser propicio?
8 (9) ¿Se ha agotado para siempre su amor? ¿Se acabó la Palabra para todas las edades?
9 (10) ¿Se habrá olvidado Dios de ser clemente, o habrá cerrado de ira sus entrañas? Pausa.
10 (11) Y digo: «Este es mi penar: que se ha cambiado la diestra del Altísimo.»
11 (12) Me acuerdo de las gestas de Yahveh, sí, recuerdo tus antiguas maravillas,
12 (13) medito en toda tu obra, en tus hazañas reflexiono.
13 (14) ¡Oh Dios, santos son tus caminos! ¿Qué dios hay grande como Dios?
14 (15) Tú, el Dios que obras maravillas, manifestaste tu poder entre los pueblos;
15 (16) con tu brazo a tu pueblo rescataste, a los hijos de Jacob y de José. Pausa .
16 (17) Viéronte, oh Dios, las aguas, las aguas te vieron y temblaron, también se estremecieron los abismos.
17 (18) Las nubes derramaron sus aguas, su voz tronaron los nublados, también cruzaban tus saetas.
18 (19) ¡Voz de tu trueno en torbellino! Tus relámpagos alumbraban el orbe, la tierra se estremecía y retemblaba.
19 (20) Por el mar iba tu camino, por las muchas aguas tu sendero, y no se descubrieron tus pisadas.
20 (21) Tú guiaste a tu pueblo cual rebaño por la mano de Moisés y de Aarón.
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Salmo 78 (77)
(1) Poema. De Asaf.
1 Escucha mi ley, pueblo mío, tiende tu oído a las palabras de mi boca;
2 voy a abrir mi boca en parábolas, a evocar los misterios del pasado.
3 Lo que hemos oído y que sabemos, lo que nuestros padres nos contaron,
4 no se lo callaremos a sus hijos, a la futura generación lo contaremos: Las alabanzas de Yahveh y su poder, las maravillas que hizo;
5 él estableció en Jacob un dictamen, y puso una ley en Israel; El había mandado a nuestros padres que lo comunicaran a sus hijos,
6 que la generación siguiente lo supiera, los hijos que habían de nacer; y que éstos se alzaran y se lo contaran a sus hijos,
7 para que pusieran en Dios su confianza, no olvidaran las hazañas de Dios, y sus mandamientos observaran;
8 para que no fueran, lo mismo que sus padres, una generación rebelde y revoltosa, generación de corazón voluble y de espíritu desleal a Dios.
9 Los hijos de Efraím, diestros arqueros, retrocedieron el día del combate;
10 no guardaban la alianza hecha con Dios, rehusaban caminar según su ley;
11 tenían olvidados sus portentos, las maravillas que él les hizo ver:
12 prodigios hizo a la vista de sus padres en el país de Egipto, en los campos de Tanis.
13 Hendió la mar y los pasó a través, contuvo las aguas como un dique;
14 de día los guiaba con la nube, y cada noche con resplandor de fuego;
15 en el desierto hendió las rocas, los abrevó a raudales sin medida;
16 hizo brotar arroyos de la peña y descender las aguas como ríos.
17 Pero ellos volvían a pecar contra él, a rebelarse contra el Altísimo en la estepa;
18 a Dios tentaron en su corazón reclamando manjar para su hambre.
19 Hablaron contra Dios; dijeron: «¿Será Dios capaz de aderezar una mesa en el desierto?
20 «Ved que él hirió la roca, y corrieron las aguas, fluyeron los torrentes: ¿podrá de igual modo darnos pan, y procurar carne a su pueblo?»
21 Entonces Yahveh lo oyó y se enfureció, un fuego se encendió contra Jacob, y la Cólera estalló contra Israel,
22 porque en Dios no habían tenido fe ni confiaban en su salvación.
23 Y a las nubes mandó desde lo alto, abrió las compuertas de los cielos;
24 hizo llover sobre ellos maná para comer, les dio el trigo de los cielos;
25 pan de Fuertes comió el hombre, les mandó provisión hasta la hartura.
26 Hizo soplar en los cielos el solano, el viento del sur con su poder atrajo,
27 y llovió sobre ellos carne como polvo, y aves como la arena de los mares;
28 las dejó caer en medio de su campo, en torno a sus moradas.
29 Comieron hasta quedar bien hartos, así satisfizo su avidez;
30 mas aún no habían colmado su avidez, su comida estaba aún en su boca,
31 cuando la cólera de Dios estalló contra ellos: hizo estragos entre los más fuertes, y abatió a la flor de Israel.
32 Mas con todo pecaron todavía, en sus maravillas no tuvieron fe.
33 El consumió sus días con un soplo, y sus años con espanto.
34 Cuando los mataba, le buscaban, se convertían, se afanaban por él,
35 y recordaban que Dios era su roca, su redentor, el Dios Altísimo.
36 Mas le halagaban con su boca, y con su lengua le mentían;
37 su corazón no era fiel para con él, no tenían fe en su alianza.
38 El, con todo, enternecido, borraba las culpas y no exterminaba; bien de veces su cólera contuvo y no despertó todo su furor:
39 se acordaba de que ellos eran carne, un soplo que se va y no vuelve más.
40 ¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, le irritaron en aquellas soledades!
41 Otra vez a tentar a Dios volvían, a exasperar al Santo de Israel;
42 no se acordaron de su mano, del día en que les libró del adversario;
43 cuando hizo en Egipto sus señales, en el campo de Tanis sus prodigios.
44 Trocó en sangre sus ríos y sus arroyos para que no bebiesen.
45 Tábanos les mandó que los comieron, y ranas que los infestaron;
46 entregó a la langosta sus cosechas, el fruto de su afán al saltamontes;
47 asoló con granizo sus viñedos, y con la helada sus sicómoros;
48 entregó sus ganados al pedrisco y a los rayos sus rebaños.
49 Lanzó contra ellos el fuego de su cólera, indignación, enojo y destrucción, tropel de mensajeros de desgracias;
50 libre curso dio a su ira. No preservó sus almas de la muerte, a la peste sus vidas entregó;
51 hirió en Egipto a todo primogénito, las primicias de la raza en las tiendas de Cam.
52 Y sacó a su pueblo como ovejas, cual rebaño los guió por el desierto;
53 los guió en seguro, sin temor, mientras el mar cubrió a sus enemigos;
54 los llevó a su término santo, a este monte que su diestra conquistó;
55 arrojó a las naciones ante ellos; a cordel les asignó una heredad, y estableció en sus tiendas las tribus de Israel.
56 Pero ellos le tentaron, se rebelaron contra el Dios Altísimo, se negaron a guardar sus dictámenes,
57 se extraviaron, infieles, lo mismo que sus padres, se torcieron igual que un arco indócil:
58 le irritaron con sus altos, con sus ídolos excitaron sus celos.
59 Dios lo oyó y se enfureció, desechó totalmente a Israel;
60 abandonó la morada de Silo, la tienda en que habitaba entre los hombres.
61 Mandó su fuerza al cautiverio, a manos del adversario su esplendor;
62 entregó su pueblo a la espada, contra su heredad se enfureció.
63 El fuego devoró a sus jóvenes, no hubo canto nupcial para sus vírgenes;
64 sus sacerdotes cayeron a cuchillo, sus viudas no entonaron lamentos.
65 Entonces despertó el Señor como un durmiente, como un bravo vencido por el vino;
66 hirió a sus adversarios en la espalda, les infligió un oprobio eterno.
67 Desechó la tienda de José, y no eligió a la tribu de Efraím;
68 mas eligió a la tribu de Judá, el monte Sión al cual amaba.
69 Construyó como las alturas del cielo su santuario, como la tierra que fundó por siempre.
70 Y eligió a David su servidor, le sacó de los apriscos del rebaño,
71 le trajo de detrás de las ovejas, para pastorear a su pueblo Jacob, y a Israel, su heredad.
72 El los pastoreaba con corazón perfecto, y con mano diestra los guiaba.
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Salmo 79 (78)
(1) Salmo. De Asaf.
1 Oh Dios, han invadido tu heredad las gentes, han profanado tu sagrado Templo; han dejado en ruinas a Jerusalén,
2 han entregado el cadáver de tus siervos por comida a los pájaros del cielo, la carne de tus amigos a las bestias de la tierra.
3 Han derramado como agua su sangre en torno a Jerusalén, ¡y nadie sepultaba!
4 Nos hemos hecho la irrisión de los vecinos, burla y escarnio de nuestros circundantes.
5 ¿Hasta cuándo, Yahveh, tu cólera? ¿hasta el fin? ¿han de quemar tus celos como fuego?
6 Derrama tu furor sobre las gentes, que no te reconocen, y sobre los reinos que tu nombre no invocan.
7 Porque han devorado a Jacob y han devastado su dominio.
8 No recuerdes contra nosotros culpas de antepasados, vengan presto a nuestro encuentro tus ternuras, pues estamos abatidos del todo;
9 ayúdanos, Dios de nuestra salvación, por amor de la gloria de tu nombre; líbranos, borra nuestros pecados, por causa de tu nombre.
10 ¿Por qué han de decir las gentes: «¿Dónde está su Dios?» ¡Que entre las gentes se conozca, a nuestros propios ojos, la venganza de la sangre de tus siervos derramada!
11 ¡Llegue hasta ti el suspiro del cautivo, con la grandeza de tu brazo preserva a los hijos de la muerte!
12 ¡Devuelve siete veces a nuestros vecinos, en su entraña, su afrenta, la afrenta que te han hecho, Señor!
13 Y nosotros, tu pueblo, rebaño de tu pasto, eternamente te daremos gracias, de edad en edad repetiremos tu alabanza.
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Salmo 80 (79)
(1) Del maestro de coro. Según la melodía: «Lirios es el dictamen.» De Asaf. Salmo.
1 (2) Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como un rebaño; tú que estás sentado entre querubes, resplandece
2 (3) ante Efraím, Benjamín y Manasés; ¡despierta tu poderío, y ven en nuestro auxilio!
3 (4) ¡Oh Dios, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos!
4 (5) ¿Hasta cuándo, oh Yahveh Dios Sebaot, estarás airado contra la plegaria de tu pueblo?
5 (6) Les das a comer un pan de llanto les haces beber lágrimas al triple;
6 (7) habladuría nos haces de nuestros convecinos, y nuestros enemigos se burlan de nosotros.
7 (8) ¡Oh Dios Sebaot, haznos volver, y brille tu rostro, para que seamos salvos!
8 (9) Una viña de Egipto arrancaste, expulsaste naciones para plantarla a ella,
9 (10) le preparaste el suelo, y echó raíces y llenó la tierra.
10 (11) Su sombra cubría las montañas, sus pámpanos los cedros de Dios;
11 (12) extendía sus sarmientos hasta el mar, hasta el Río sus renuevos.
12 (13) ¿Por qué has hecho brecha en sus tapias, para que todo el que pasa por el camino la vendimie,
13 (14) el jabalí salvaje la devaste, y la pele el ganado de los campos?
14 (15) ¡Oh Dios Sebaot, vuélvete ya, desde los cielos mira y ve, visita a esta viña,
15 (16) cuídala, a ella, la que plantó tu diestra!
16 (17) ¡Los que fuego le prendieron, cual basura, a la amenaza de tu faz perezcan!
17 (18) Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste.
18 (19) Ya no volveremos a apartarnos de ti; nos darás vida y tu nombre invocaremos.
19 (20) ¡Oh Yahveh, Dios Sebaot, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos!
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Salmo 81 (80)
(1) Del maestro de coro. Según la… de Gat. De Asaf.
1 (2) ¡Gritad de gozo a Dios, nuestra fuerza, aclamad al Dios de Jacob!
2 (3) ¡Entonad la salmodia, tocad el tamboril, la melodiosa cítara y el arpa;
3 (4) tocad la trompeta al nuevo mes, a la luna llena, el día de nuestra fiesta!
4 (5) Porque es una ley para Israel, una norma del Dios de Jacob;
5 (6) un dictamen que él impuso en José, cuando salió contra el país de Egipto. Una lengua desconocida se oye:
6 (7) «Yo liberé sus hombros de la carga, sus manos la espuerta abandonaron;
7 (8) en la aflicción gritaste y te salvé. «Te respondí en el secreto del trueno, te probé junto a las aguas de Meribá. Pausa.
8 (9) Escucha, pueblo mío, yo te conjuro, ¡ah Israel, si quisieras escucharme!
9 (10) «No haya en ti dios extranjero, no te postres ante dios extraño;
10 (11) yo, Yahveh, soy tu Dios, que te hice subir del país de Egipto; abre toda tu boca, y yo la llenaré.
11 (12) «Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no me quiso obedecer;
12 (13) yo les abandoné a la dureza de su corazón, para que caminaran según sus designios.
13 (14) «¡Ah!, si mi pueblo me escuchara, si Israel mis caminos siguiera,
14 (15) al punto yo abatiría a sus enemigos, contra sus adversarios mi mano volvería.
15 (16) «Los que odian a Yahveh le adularían, y su tiempo estaría para siempre fijado;
16 (17) y a él lo sustentaría con la flor del trigo, lo saciaría con la miel de la peña.»
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Salmo 82 (81)
(1) Salmo. De Asaf.
1 Dios se levanta en la asamblea divina, en medio de los dioses juzga:
2 «¿Hasta cuándo juzgaréis inicuamente, y haréis acepción de los impíos?
3 Juzgad en favor del débil y del huérfano, al humilde, al indigente haced justicia;
4 al débil y al pobre liberad, de la mano de los impíos arrancadle!» Pausa.
5 No saben ni comprenden; caminan en tinieblas, todos los cimientos de la tierra vacilan.
6 Yo había dicho: «¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!»
7 Mas ahora, como el hombre moriréis, como uno solo caeréis, príncipes.
8 ¡Alzate, oh Dios, juzga a la tierra, pues tú eres el señor de todas las naciones!
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Salmo 83 (82)
(1) Cántico. Salmo. De Asaf.
1 (2) ¡Oh Dios, no te estés mudo, cese ya tu silencio y tu reposo, oh Dios!
2 (3) Mira cómo tus enemigos braman, los que te odian levantan la cabeza.
3 (4) Contra tu pueblo maquinan intriga, conspiran contra tus protegidos;
4 (5) dicen: «Venid, borrémoslos de las naciones, no se recuerde más el nombre de Israel!»
5 (6) Así conspiran de corazón a una, pactan una alianza contra ti:
6 (7) las tiendas de Edom, los ismaelitas, Moab y los hagreos,
7 (8) Guebal, Ammón, Amalec, Filistea con los habitantes de Tiro;
8 (9) también Assur se ha juntado a ellos y se hace el brazo de los hijos de Lot.
9 (10) Trátalos como a Madián y como a Sísara, Pausa. como a Yabín en el torrente de Quisón,
10 (11) que fueron exterminados en Endor, quedaron hechos estiércol de la tierra.
11 (12) Trata a sus caudillos como a Oreb y Zeeb, a todos sus príncipes como a Zébaj y a Salmunná,
12 (13) que habían dicho: «¡Para nosotros conquistemos los dominios de Dios!»
13 (14) Dios mío, ponlos como hoja en remolino, como paja ante el viento.
14 (15) Como el fuego abrasa una selva, como la llama devora las montañas,
15 (16) así persíguelos con tu tormenta, con tu huracán llénalos de terror.
16 (17) Cubre sus rostros de ignominia, para que busquen tu nombre, Yahveh.
17 (18) ¡Sean avergonzados y aterrados para siempre, queden confusos y perezcan,
18 (19) para que sepan que sólo tú tienes el nombre de Yahveh, Altísimo sobre toda la tierra!
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Salmo 84 (83)
(1) Del maestro de coro. Según la… de Gat. De los hijos de Coré. Salmo.
1 (2) ¡Qué amables tus moradas, oh Yahveh Sebaot!
2 (3) Anhela mi alma y languidece tras de los atrios de Yahveh, mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo.
3 (4) Hasta el pajarillo ha encontrado una casa, y para sí la golondrina un nido donde poner a sus polluelos: ¡Tus altares, oh Yahveh Sebaot, rey mío y Dios mío! Pausa.
4 (5) Dichosos los que moran en tu casa, te alaban por siempre.
5 (6) Dichosos los hombres cuya fuerza está en ti, y las subidas en su corazón.
6 (7) Al pasar por el valle del Bálsamo, lo hacen un hontanar, y la lluvia primera lo cubre de bendiciones.
7 (8) De altura en altura marchan, y Dios se les muestra en Sión.
8 (9) ¡Yahveh Dios Sebaot, escucha mi plegaria, tiende tu oído, oh Dios de Jacob!
9 (10) Oh Dios, escudo nuestro, mira, pon tus ojos en el rostro de tu ungido. Pausa.
10 (11) Vale más un día en tus atrios que mil en mis mansiones, estar en el umbral de la Casa de mi Dios que habitar en las tiendas de impiedad.
11 (12) Porque Yahveh Dios es almena y escudo, él da gracia y gloria; Yahveh no niega la ventura a los que caminan en la perfección.
12 (13) ¡Oh Yahveh Sebaot, dichoso el hombre que confía en ti!
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Salmo 85 (84)
(1) Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.
1 (2) Propicio has sido, Yahveh, con tu tierra, has hecho volver a los cautivos de Jacob;
2 (3) has quitado la culpa de tu pueblo, has cubierto todos sus pecados, Pausa.
3 (4) has retirado todo tu furor, has desistido del ardor de tu cólera.
4 (5) ¡Haznos volver, Dios de nuestra salvación, cesa en tu irritación contra nosotros!
5 (6) ¿Vas a estar siempre airado con nosotros? ¿Prolongarás tu cólera de edad en edad?
6 (7) ¿No volverás a darnos vida para que tu pueblo en ti se regocije?
7 (8) ¡Muéstranos tu amor, Yahveh, y danos tu salvación!
8 (9) Voy a escuchar de qué habla Dios. Sí, Yahveh habla de paz para su pueblo y para sus amigos, con tal que a su torpeza no retornen.
9 (10) Ya está cerca su salvación para quienes le temen, y la Gloria morará en nuestra tierra.
10 (11) Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan;
11 (12) la Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia.
12 (13) El mismo Yahveh dará la dicha, y nuestra tierra su cosecha dará;
13 (14) La Justicia marchará delante de él, y con sus pasos trazará un camino.
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Salmo 86 (85)
(1) Oración. De David.
1 Tiende tu oído, Yahveh, respóndeme, que soy desventurado y pobre,
2 guarda mi alma, porque yo te amo, salva a tu siervo que confía en ti. Tú eres mi Dios,
3 tenme piedad, Señor, pues a ti clamo todo el día;
4 recrea el alma de tu siervo, cuando hacia ti, Señor, levanto mi alma.
5 Pues tú eres, Señor, bueno, indulgente, rico en amor para todos los que te invocan;
6 Yahveh, presta oído a mi plegaria, atiende a la voz de mis súplicas.
7 En el día de mi angustia yo te invoco, pues tú me has de responder;
8 entre los dioses, ninguno como tú, Señor, ni obras como las tuyas.
9 Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria a tu nombre;
10 pues tú eres grande y obras maravillas, tú, Dios, y sólo tú.
11 Enséñame tus caminos Yahveh, para que yo camine en tu verdad, concentra mi corazón en el temor de tu nombre.
12 Gracias te doy de todo corazón, Señor Dios mío, daré gloria a tu nombre por siempre,
13 pues grande es tu amor para conmigo, tú has librado mi alma del fondo del seol.
14 Oh Dios, los orgullosos se han alzado contra mí, una turba de violentos anda buscando mi alma, y no te tienen a ti delante de sus ojos.
15 Mas tú, Señor, Dios clemente y compasivo, tardo a la cólera, lleno de amor y de verdad,
16 ¡vuélvete a mí, tenme compasión! Da tu fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu sierva.
17 Haz conmigo un signo de bondad: Que los que me odian vean, avergonzados, que tú, Yahveh, me ayudas y consuelas.
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Salmo 87 (86)
(1) De los hijos de Coré. Salmo. Cántico.
1 Su fundación sobre los santos montes
2 ama Yahveh: las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob.
3 Glorias se dicen de ti, ciudad de Dios: Pausa.
4 «Yo cuento a Ráhab y Babel entre los que me conocen. Tiro, Filistea y Etiopía, fulano nació allí.»
5 Pero de Sión se ha de decir: «Todos han nacido en ella», y quien la funda es el propio Altísimo.
6 Yahveh a los pueblos inscribe en el registro: «Fulano nació allí», Pausa.
7 y los príncipes, lo mismo que los hijos, todos ponen su mansión en ti.
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Salmo 88 (87)
(1) Cántico. Salmo. De los hijos de Coré. Del maestro de coro. Para la enfermedad. Para la aflicción. Poema. De Hemán el indígena.
1 (2) Yahveh, Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y noche;
2 (3) llegue hasta ti mi súplica, presta oído a mi clamor.
3 (4) Porque mi alma de males está ahíta, y mi vida está al borde del seol;
4 (5) contado entre los que bajan a la fosa, soy como un hombre acabado:
5 (6) relegado entre los muertos, como los cadáveres que yacen en la tumba, aquellos de los que no te acuerdas más, que están arrancados de tu mano.
6 (7) Me has echado en lo profundo de la fosa, en las tinieblas, en los abismos;
7 (8) sobre mí pesa tu furor, con todas tus olas me hundes. Pausa.
8 (9) Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho para ellos un horror, cerrado estoy y sin salida, 9 (10) mi ojo se consume por la pena. Yo te llamo, Yahveh, todo el día, tiendo mis manos hacia ti. Pausa.
10 (11) ¿Acaso para los muertos haces maravillas, o las sombras se alzan a alabarte?
11 (12) ¿Se habla en la tumba de tu amor, de tu lealtad en el lugar de perdición?
12 (13) ¿Se conocen en las tinieblas tus maravillas, o tu justicia en la tierra del olvido ?»
13 (14) Mas yo grito hacia ti, Yahveh, de madrugada va a tu encuentro mi oración;
14 (15) ¿por qué, Yahveh, mi alma rechazas, lejos de mí tu rostro ocultas?
15 (16) Desdichado y agónico estoy desde mi infancia, he soportado tus terrores, y ya no puedo más;
16 (17) han pasado tus iras sobre mí, tus espantos me han aniquilado.
17 (18) Me envuelven como el agua todo el día, se aprietan contra mí todos a una.
18 (19) Has alejado de mí compañeros y amigos, son mi compañía las tinieblas.
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Salmo 89 (88)
(1) Poema. De Etán el indígena.
1 (2) El amor de Yahveh por siempre cantaré, de edad en edad anunciará mí boca tu lealtad.
2 (3) Pues tú dijiste: «Cimentado está el amor por siempre, asentada en los cielos mi lealtad.
3 (4) «Una alianza pacté con mi elegido, un juramento hice a mi siervo David:
4 (5) Para siempre jamás he fundado tu estirpe, de edad en edad he erigido tu trono.» Pausa.
5 (6) Los cielos celebran, Yahveh, tus maravillas, y tu lealtad en la asamblea de los santos.
6 (7) Porque ¿quién en las nubes es comparable a Yahveh, quién a Yahveh se iguala entre los hijos de los dioses?
7 (8) Dios temible en el consejo de los santos, grande y terrible para toda su corte.
8 (9) Yahveh, Dios Sebaot, ¿quién como tú?, poderoso eres, Yahveh, tu lealtad te circunda.
9 (10) Tú domeñas el orgullo del mar, cuando sus olas se encrespan las reprimes;
10 (11) tú machacaste a Ráhab lo mismo que a un cadáver, a tus enemigos dispersaste con tu potente brazo.
11 (12) Tuyo es el cielo, tuya también la tierra, el orbe y cuanto encierra tú fundaste;
12 (13) tú creaste el norte y el mediodía, el Tabor y el Hermón exultan en tu nombre.
13 (14) Tuyo es el brazo y su bravura, poderosa tu mano, sublime tu derecha;
14 (15) Justicia y Derecho, la base de tu trono, Amor y Verdad ante tu rostro marchan.
15 (16) Dichoso el pueblo que la aclamación conoce, a la luz de tu rostro caminan, oh Yahveh;
16 (17) en tu nombre se alegran todo el día, en tu justicia se entusiasman.
17 (18) Pues tú eres el esplendor de su potencia, por tu favor exaltas nuestra frente;
18 (19) sí, de Yahveh nuestro escudo; del Santo de Israel es nuestro rey.
19 (20) Antaño hablaste tú en visión a tus amigos, y dijiste: «He prestado mi asistencia a un bravo, he exaltado a un elegido de mi pueblo.
20 (21) «He encontrado a David mi servidor, con mi óleo santo le he ungido;
21 (22) mi mano será firme para él, y mi brazo le hará fuerte.
22 (23) «No le ha de sorprender el enemigo, el hijo de iniquidad no le oprimirá;
23 (24) yo aplastaré a sus adversarios ante él, heriré a los que le odian.
24 (25) «Mi lealtad y mi amor irán con él, por mi nombre se exaltará su frente;
25 (26) pondré su mano sobre el mar, sobre los ríos su derecha.
26 (27) «El me invocará: ¡Tú, mi Padre, mi Dios y roca de mi salvación!
27 (28) Y yo haré de él el primogénito, el Altísimo entre los reyes de la tierra.
28 (29) «Le guardaré mi amor por siempre, y mi alianza será leal con él;
29 (30) estableceré su estirpe para siempre, y su trono como los días de los cielos.
30 (31) «Si sus hijos abandonan mi ley, y no siguen mis juicios,
31 (32) si profanan mis preceptos, y mis mandamientos no observan,
32 (33) «castigaré su rebelión con vara, y su culpa con azote,
33 (34) mas no retiraré de él mi amor, en mi lealtad no fallaré.
34 (35) «No violaré mi alianza, no cambiaré lo que sale de mis labios;
35 (36) una vez he jurado por mi santidad: ¡a David no he de mentir!
36 (37) «Su estirpe durará por siempre, y su trono como el sol ante mí,
37 (38) por siempre se mantendrá como la luna, testigo fiel en el cielo.» Pausa.
38 (39) Pero tú has rechazado y despreciado, contra tu ungido te has enfurecido;
39 (40) has desechado la alianza con tu siervo, has profanado por tierra su diadema.
40 (41) Has hecho brecha en todos sus vallados, sus plazas fuertes en ruina has convertido;
41 (42) le han saqueado todos los transeúntes, se ha hecho el baldón de sus vecinos.
42 (43) A sus adversarios la diestra has exaltado, a todos sus enemigos has llenado de gozo;
43 (44) has embotado el filo de su espada, y no le has sostenido en el combate.
44 (45) Le has quitado su cetro de esplendor, y su trono por tierra has derribado;
45 (46) has abreviado los días de su juventud, le has cubierto de ignominia. Pausa.
46 (47) ¿Hasta cuándo te esconderás, Yahveh? ¿arderá tu furor por siempre como fuego?
47 (48) Recuerda, Señor, qué es la existencia, para qué poco creaste a los hijos de Adán.
48 (49) ¿Qué hombre podrá vivir sin ver la muerte, quién librará su alma de la garra del seol? Pausa.
49 (50) ¿Dónde están tus primeros amores, Señor, que juraste a David por tu lealtad?
50 (51) Acuérdate, Señor, del ultraje de tus siervos: cómo recibo en mi seno todos los dardos de los pueblos;
51 (52) así ultrajan tus enemigos, Yahveh, así ultrajan las huellas de tu ungido.
52 (53) ¡Bendito sea Yahveh por siempre! ¡Amén! ¡Amén!
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Salmo 90 (89)
(1) Oración. De Moisés, hombre de Dios.
1 Señor, tú has sido para nosotros un refugio de edad en edad.
2 Antes que los montes fuesen engendrados, antes que naciesen tierra y orbe, desde siempre hasta siempre tú eres Dios.
3 Tú al polvo reduces a los hombres, diciendo: «¡Tornad, hijos de Adán!»
4 Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche.
5 Tú los sumerges en un sueño, a la mañana serán como hierba que brota;
6 por la mañana brota y florece, por la tarde se amustia y se seca.
7 Pues por tu cólera somos consumidos, por tu furor anonadados.
8 Has puesto nuestras culpas ante ti, a la luz de tu faz nuestras faltas secretas.
9 Bajo tu enojo declinan todos nuestros días, como un suspiro consumimos nuestros años.
10 Los años de nuestra vida son unos setenta, u ochenta, si hay vigor; mas son la mayor parte trabajo y vanidad, pues pasan presto y nosotros nos volamos.
11 ¿Quién conoce la fuerza de tu cólera, y, temiéndote, tu indignación?
12 ¡Enséñanos a contar nuestros días, para que entre la sabiduría en nuestro corazón!
13 ¡Vuelve, Yahveh! ¿Hasta cuándo? Ten piedad de tus siervos.
14 Sácianos de tu amor a la mañana, que exultemos y cantemos toda nuestra vida.
15 Devuélvenos en gozo los días que nos humillaste, los años en que desdicha conocimos.
16 ¡Que se vea tu obra con tus siervos, y tu esplendor sobre sus hijos!
17 ¡La dulzura del Señor sea con nosotros! ¡Confirma tú la acción de nuestras manos!
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Salmo 91 (90)
1 El que mora en el secreto de Elyón pasa la noche a la sombra de Sadday,
2 diciendo a Yahveh: «¡Mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien confío!»
3 Que él te libra de la red del cazador, de la peste funesta;
4 con sus plumas te cubre, y bajo sus alas tienes un refugio: escudo y armadura es su verdad.
5 No temerás el terror de la noche, ni la saeta que de día vuela,
6 ni la peste que avanza en las tinieblas, ni el azote que devasta a mediodía.
7 Aunque a tu lado caigan mil y diez mil a tu diestra, a ti no ha de alcanzarte.
8 Basta con que mires con tus ojos, verás el galardón de los impíos,
9 tú que dices: «¡Mi refugio es Yahveh!», y tomas a Elyón por defensa.
10 No ha de alcanzarte el mal, ni la plaga se acercará a tu tienda;
11 que él dará orden sobre ti a sus ángeles de guardarte en todos tus caminos.
12 Te llevarán ellos en sus manos, para que en piedra no tropiece tu pie;
13 pisarás sobre el león y la víbora, hollarás al leoncillo y al dragón.
14 Pues él se abraza a mí, yo he de librarle; le exaltaré, pues conoce mi nombre.
15 Me llamará y le responderé; estaré a su lado en la desgracia, le libraré y le glorificaré.
16 Hartura le daré de largos días, y haré que vea mi salvación.
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Salmo 92 (91)
(1) Salmo. Cántico. Para el día de sábado.
1 (2) Bueno es dar gracias a Yahveh, y salmodiar a tu nombre, Altísimo,
2 (3) publicar tu amor por la mañana, y tu lealtad por las noches,
3 (4) al son del arpa de diez cuerdas y la lira, con un susurro de cítara.
4 (5) Pues con tus hechos, Yahveh, me regocijas, ante las obras de tus manos grito:
5 (6) «¡Qué grandes son tus obras, Yahveh, qué hondos tus pensamientos!»
6 (7) El hombre estúpido no entiende, el insensato no comprende estas cosas.
7 (8) Si brotan como hierba los impíos, si florecen todos los agentes de mal, es para ser destruidos por siempre;
8 (9) mas tú, Yahveh, eres excelso por los siglos.
9 (10) Mira cómo tus enemigos perecen, se dispersan todos los agentes de mal.
10 (11) Pero tú alzas mi frente como la del búfalo, derramas sobre mí aceite nuevo;
11 (12) mi ojo desafía a los que me acechaban, mi oído escucha a los malvados.
12 (13) Florece el justo como la palmera, crece como un cedro del Líbano.
13 (14) Plantados en la Casa de Yahveh, dan flores en los atrios del Dios nuestro.
14 (15) Todavía en la vejez producen fruto, se mantienen frescos y lozanos,
15 (16) para anunciar lo recto que es Yahveh: mi Roca, no hay falsedad en él.
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Salmo 93 (92)
1 Reina Yahveh, de majestad vestido, Yahveh vestido, ceñido de poder, y el orbe está seguro, no vacila.
2 Desde el principio tu trono esta fijado, desde siempre existes tú.
3 Levantan los ríos, Yahveh, levantan los ríos su voz, los ríos levantan su bramido;
4 más que la voz de muchas aguas más imponente que las ondas del mar, es imponente Yahveh en las alturas.
5 Son veraces del todo tus dictámenes; la santidad es el ornato de tu Casa, oh Yahveh, por el curso de los días.
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Salmo 94 (93)
1 ¡Dios de las venganzas, Yahveh, Dios de las venganzas, aparece!
2 ¡Levántate, juez de la tierra, da su merecido a los soberbios!
3 ¿Hasta cuándo los impíos, Yahveh, hasta cuándo triunfarán los impíos?
4 Cacarean, dicen insolencias, se pavonean todos los agentes de mal.
5 A tu pueblo, Yahveh, aplastan, a tu heredad humillan.
6 Matan al forastero y a la viuda, asesinan al huérfano.
7 Y dicen: «No lo ve Yahveh, el Dios de Jacob no se da cuenta.»
8 ¡Comprended, estúpidos del pueblo!, insensatos, ¿cuándo vais a ser cuerdos?
9 El que plantó la oreja, ¿no va a oír? El que formó los ojos, ¿no ha de ver?
10 El que corrige a las naciones, ¿no ha de castigar? El que el saber al hombre enseña,
11 Yahveh, conoce los pensamientos del hombre, que no son más que un soplo.
12 Dichoso el hombre a quien corriges tú, Yahveh, a quien instruyes por tu ley,
13 para darle descanso en los días de desgracia, mientras se cava para el impío la fosa.
14 Pues Yahveh no dejará a su pueblo, no abandonará a su heredad;
15 sino que el juicio volverá a la justicia, y en pos de ella todos los de recto corazón.
16 ¿Quién se alzará por mí contra los malvados? ¿quién estará por mí contra los agentes de mal?
17 Si Yahveh no viniese en mi ayuda, bien presto mi alma moraría en el silencio.
18 Cuando digo: «Vacila mi pie», tu amor, Yahveh, me sostiene;
19 en el colmo de mis cuitas interiores, tus consuelos recrean mi alma.
20 ¿Eres aliado tú de un tribunal de perdición, que erige en ley la tiranía?
21 Se atropella la vida del justo, la sangre inocente se condena.
22 Mas Yahveh es para mí una ciudadela, mi Dios la roca de mi amparo;
23 él hará recaer sobre ellos su maldad, los aniquilará por su malicia, Yahveh, nuestro Dios, los aniquilará.
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Salmo 95 (94)
1 Venid, cantemos gozosos a Yahveh, aclamemos a la Roca de nuestra salvación;
2 con acciones de gracias vayamos ante él, aclamémosle con salmos.
3 Porque es Yahveh un Dios grande, Rey grande sobre todos los dioses;
4 en sus manos están las honduras de la tierra, y suyas son las cumbres de los montes;
5 suyo el mar, pues él mismo lo hizo, y la tierra firme que sus manos formaron.
6 Entrad, adoremos, prosternémonos, ¡de rodillas ante Yahveh que nos ha hecho!
7 Porque él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su pasto, el rebaño de su mano. ¡Oh, si escucharais hoy su voz!:
8 «No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá, como el día de Massá en el desierto,
9 donde me pusieron a prueba vuestros padres, me tentaron aunque habían visto mi obra.
10 «Cuarenta años me asqueó aquella generación, y dije: Pueblo son de corazón torcido, que mis caminos no conocen.
11 Y por eso en mi cólera juré: ¡No han de entrar en mi reposo!»
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Salmo 96 (95)
1 ¡Cantad a Yahveh un canto nuevo, cantad a Yahveh, toda la tierra,
2 cantad a Yahveh, su nombre bendecid! Anunciad su salvación día tras día,
3 contad su gloria a las naciones, a todos los pueblos sus maravillas.
4 Que grande es Yahveh, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.
5 Pues nada son todos los dioses de los pueblos. Mas Yahveh los cielos hizo;
6 gloria y majestad están ante él, poder y fulgor en su santuario.
7 Rendid a Yahveh, familias de los pueblos, rendid a Yahveh gloria y poder,
8 rendid a Yahveh la gloria de su nombre. Traed ofrendas y en sus atrios entrad,
9 postraos ante Yahveh en esplendor sagrado, ¡tiemble ante su faz la tierra entera!
10 Decid entre las gentes: «¡Yahveh es rey!» El orbe está seguro, no vacila; él gobierna a los pueblos rectamente.
11 ¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra, retumbe el mar y cuanto encierra;
12 exulte el campo y cuanto en él existe, griten de júbilo todos los árboles del bosque,
13 ante la faz de Yahveh, pues viene él, viene, sí, a juzgar la tierra! El juzgará al orbe con justicia, a los pueblos con su lealtad.
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Salmo 97 (96)
1 ¡Reina Yahveh! ¡La tierra exulte, alégrense las islas numerosas!
2 Nube y Bruma densa en torno a él, Justicia y Derecho, la base de su trono.
3 Delante de él avanza fuego y a sus adversarios en derredor abrasa;
4 iluminan el orbe sus relámpagos, lo ve la tierra y se estremece.
5 Los montes como cera se derriten ante el Dueño de la tierra toda;
6 los cielos anuncian su justicia, y todos los pueblos ven su gloria.
7 ¡Se avergüenzan los que sirven a los ídolos, los que se glorían de vanidades; se postran ante él todos los dioses!
8 Sión lo oye y se alboroza, exultan las hijas de Judá a causa de tus juicios, Yahveh.
9 Porque tú eres Yahveh, el Altísimo sobre toda la tierra, muy por encima de los dioses todos.
10 Yahveh ama a los que el mal detestan, él guarda las almas de sus fieles y de la mano de los impíos los libra.
11 La luz se alza para el justo, y para los de recto corazón la alegría.
12 Justos, alegraos en Yahveh, celebrad su memoria sagrada.
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Salmo 98 (97)
1 Salmo. Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo.
2 Yahveh ha dado a conocer su salvación, a los ojos de las naciones ha revelado su justicia;
3 se ha acordado de su amor y su lealtad para con la casa de Israel. Todos los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios.
4 ¡Aclamad a Yahveh, toda la tierra, estallad, gritad de gozo y salmodiad!
5 Salmodiad para Yahveh con la cítara, con la cítara y al son de la salmodia;
6 con las trompetas y al son del cuerno aclamad ante la faz del rey Yahveh.
7 Brama el mar y cuanto encierra, el orbe y los que le habitan;
8 los ríos baten palmas, a una los montes gritan de alegría,
9 ante el rostro de Yahveh, pues viene a juzgar a la tierra; él juzgará al orbe con justicia, y a los pueblos con equidad.
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Salmo 99 (98)
1 Reina Yahveh, los pueblos tiemblan; se sienta en querubines, la tierra se estremece;
2 grande es Yahveh en Sión. Excelso sobre los pueblos todos;
3 loen tu nombre grande y venerable: santo es él.
4 Poderoso rey que el juicio ama, tú has fundado el derecho, juicio y justicia tú ejerces en Jacob.
5 Exaltad a Yahveh nuestro Dios, postraos ante el estrado de sus pies: santo es él.
6 Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, Samuel entre aquellos que su nombre invocaban, invocaban a Yahveh y él les respondía.
7 En la columna de nube les hablaba, ellos guardaban sus dictámenes, la ley que él les dio.
8 Yahveh, Dios nuestro, tú les respondías, Dios paciente eras para ellos, aunque vengabas sus delitos.
9 Exaltad a Yahveh nuestro Dios, postraos ante su monte santo: santo es Yahveh, nuestro Dios.
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Salmo 100 (99)
(1) Salmo. Para la acción de gracias.
1 ¡Aclamad a Yahveh, toda la tierra,
2 servid a Yahveh con alegría, llegaos ante él entre gritos de júbilo!
3 Sabed que Yahveh es Dios, él nos ha hecho y suyos somos, su pueblo y el rebaño de su pasto.
4 ¡Entrad en sus pórticos con acciones de gracias, con alabanzas en sus atrios, dadle gracias, bendecid su nombre!
5 Porque es bueno Yahveh, para siempre su amor, por todas las edades su lealtad.
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Salmo 101 (100)
(1) De David. Salmo.
1 Quiero cantar el amor y la justicia, para ti, Yahveh, salmodiaré;
2 cursaré el camino de la perfección: ¿cuándo vendrás a mí? Procederé con corazón perfecto, dentro de mi casa;
3 no pondré delante de mis ojos cosa villana. Detesto la conducta de los extraviados, no se me pegará;
4 el corazón perverso está lejos de mí, no conozco al malvado.
5 Al que infama a su prójimo en secreto, a ése le aniquilo; ojo altanero y corazón hinchado no los soporto.
6 Mis ojos, en los fieles de la tierra, por que vivan conmigo; el que anda por el camino de la perfección será mi servidor.
7 No mora dentro de mi casa el agente de engaño; el que dice mentiras no persiste delante de mis ojos.
8 Cada mañana he de aniquilar a todos los impíos del país, para extirpar de la ciudad de Yahveh a todos los agentes de mal.
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Salmo 102 (101)
(1) Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante Yahveh.
1 (2) Yahveh, escucha mi oración, llegue hasta ti mi grito;
2 (3) no ocultes lejos de mí tu rostro el día de mi angustia; tiende hacia mí tu oído, ¡el día en que te invoco, presto, respóndeme!
3 (4) Pues mis días en humo se disipan, mis huesos arden lo mismo que un brasero;
4 (5) trillado como el heno, mi corazón se seca, y me olvido de comer mi pan;
5 (6) ante la voz de mis sollozos, mi piel a mis huesos se ha pegado.
6 (7) Me parezco al búho del yermo, igual que la lechuza de las ruinas;
7 (8) insomne estoy y gimo cual solitario pájaro en tejado;
8 (9) me insultan todo el día mis enemigos, los que me alababan maldicen por mi nombre.
9 (10) El pan que como es la ceniza, mi bebida mezclo con mis lágrimas,
10 (11) ante tu cólera y tu enojo, pues tú me alzaste y después me has tirado:
11 (12) mis días son como la sombra que declina, y yo me seco como el heno.
12 (13) Mas tú, Yahveh, permaneces para siempre, y tu memoria de edad en edad.
13 (14) Tú te alzarás, compadecido de Sión, pues es ya tiempo de apiadarte de ella, ha llegado la hora;
14 (15) que están tus siervos encariñados de sus piedras y se compadecen de sus ruinas.
15 (16) Y temerán las naciones el nombre de Yahveh, y todos los reyes de la tierra tu gloria;
16 (17) cuando Yahveh reconstruya a Sión, y aparezca en su gloria,
17 (18) volverá su rostro a la oración del despojado, su oración no despreciará.
18 (19) Se escribirá esto para la edad futura, y en pueblo renovado alabará a Yahveh:
19 (20) que se ha inclinado Yahveh desde su altura santa, desde los cielos ha mirado a la tierra,
20 (21) para oír el suspiro del cautivo, para librar a los hijos de la muerte.
21 (22) Para pregonar en Sión el nombre de Yahveh, y su alabanza en Jerusalén,
22 (23) cuando a una se congreguen los pueblos, y los reinos para servir a Yahveh.
23 (24) El ha enervado mi fuerza en el camino, ha abreviado mis días.
24 (25) Digo: ¡Dios mío, en la mitad de mis días no me lleves! ¡De edad en edad duran tus años!
25 (26) Desde antiguo, fundaste tú la tierra, y los cielos son la obra de tus manos;
26 (27) ellos perecen, mas tú quedas, todos ellos como la ropa se desgastan, como un vestido los mudas tú, y se mudan.
27 (28) Pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años.
28 (29) Los hijos de tus siervos tendrán una morada, y su estirpe ante ti subsistirá.
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Salmo 103 (102)
(1) De David.
1 Bendice a Yahveh, alma mía, del fondo de mi ser, su santo nombre,
2 bendice a Yahveh, alma mía, no olvides sus muchos beneficios.
3 El, que todas tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias,
4 rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y de ternura,
5 satura de bienes tu existencia, mientras tu juventud se renueva como el águila.
6 Yahveh, el que hace obras de justicia, y otorga el derecho a todos los oprimidos,
7 manifestó sus caminos a Moisés, a los hijos de Israel sus hazañas.
8 Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y lleno de amor;
9 no se querella eternamente ni para siempre guarda su rencor;
10 no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.
11 Como se alzan los cielos por encima de la tierra, así de grande es su amor para quienes le temen;
12 tan lejos como está el oriente del ocaso aleja él de nosotros nuestras rebeldías.
13 Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahveh para quienes le temen;
14 que él sabe de qué estamos plasmados, se acuerda de que somos polvo.
15 ¡El hombre! Como la hierba son sus días, como la flor del campo, así florece;
16 pasa por él un soplo, y ya no existe, ni el lugar donde estuvo vuelve a conocerle.
17 Mas el amor de Yahveh desde siempre hasta siempre para los que le temen, y su justicia para los hijos de sus hijos,
18 para aquellos que guardan su alianza, y se acuerdan de cumplir sus mandatos.
19 Yahveh en los cielos asentó su trono, y su soberanía en todo señorea.
20 Bendecid a Yahveh, ángeles suyos, héroes potentes, ejecutores de sus órdenes, en cuanto oís la voz de su palabra.
21 Bendecid a Yahveh, todas sus huestes, servidores suyos, ejecutores de su voluntad.
22 Bendecid a Yahveh, todas sus obras, en todos los lugares de su imperio. ¡Bendice a Yahveh, alma mía!
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Salmo 104 (103)
1 ¡Alma mía, bendice a Yahveh! ¡Yahveh, Dios mío, qué grande eres! Vestido de esplendor y majestad,
2 arropado de luz como de un manto, tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda,
3 levantas sobre las aguas tus altas moradas; haciendo de las nubes carro tuyo, sobre las alas del viento te deslizas;
4 tomas por mensajeros a los vientos, a las llamas del fuego por ministros.
5 Sobre sus bases asentaste la tierra, inconmovible para siempre jamás.
6 Del océano, cual vestido, la cubriste, sobre los montes persistían las aguas;
7 al increparlas tú, emprenden la huida, se precipitan al oír tu trueno,
8 y saltan por los montes, descienden por los valles, hasta el lugar que tú les asignaste;
9 un término les pones que no crucen, por que no vuelvan a cubrir la tierra.
10 Haces manar las fuentes en los valles, entre los montes se deslizan;
11 a todas las bestias de los campos abrevan, en ellas su sed apagan los onagros;
12 sobre ellas habitan las aves de los cielos, dejan oír su voz entre la fronda.
13 De tus altas moradas abrevas las montañas, del fruto de tus obras se satura la tierra;
14 la hierba haces brotar para el ganado, y las plantas para el uso del hombre, para que saque de la tierra el pan,
15 y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre.
16 Se empapan bien los árboles de Yahveh, los cedros del Líbano que él plantó;
17 allí ponen los pájaros su nido, su casa en su copa la cigüeña;
18 los altos montes, para los rebecos, para los damanes, el cobijo de las rocas.
19 Hizo la luna para marcar los tiempos, conoce el sol su ocaso;
20 mandas tú las tinieblas, y es la noche, en ella rebullen todos los animales de la selva,
21 los leoncillos rugen por la presa, y su alimento a Dios reclaman.
22 Cuando el sol sale, se recogen, y van a echarse a sus guaridas;
23 el hombre sale a su trabajo, para hacer su faena hasta la tarde.
24 ¡Cuán numerosas tus obras, Yahveh! Todas las has hecho con sabiduría, de tus criaturas está llena la tierra.
25 Ahí está el mar, grande y de amplios brazos, y en él el hervidero innumerable de animales, grandes y pequeños;
26 por allí circulan los navíos, y Leviatán que tú formaste para jugar con él.
27 Todos ellos de ti están esperando que les des a su tiempo su alimento;
28 tú se lo das y ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes.
29 Escondes tu rostro y se anonadan, les retiras su soplo, y expiran y a su polvo retornan.
30 Envías tu soplo y son creados, y renuevas la faz de la tierra.
31 ¡Sea por siempre la gloria de Yahveh, en sus obras Yahveh se regocije!
32 El que mira a la tierra y ella tiembla, toca los montes y echan humo.
33 A Yahveh mientras viva he de cantar, mientras exista salmodiaré para mi Dios.
34 ¡Oh, que mi poema le complazca! Yo en Yahveh tengo mi gozo.
35 ¡Que se acaben los pecadores en la tierra, y ya no más existan los impíos! ¡Bendice a Yahveh, alma mía!
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Salmo 105 (104)
¡Aleluya!
1 ¡Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas!
2 ¡Cantadle, salmodiad para él, sus maravillas todas recitad;
3 gloriaos en su santo nombre, se alegre el corazón de los que buscan a Yahveh!
4 ¡Buscad a Yahveh y su fuerza, id tras su rostro sin descanso,
5 recordad las maravillas que él ha hecho, sus prodigios y los juicios de su boca!
6 Raza de Abraham, su servidor, hijos de Jacob, su elegido:
7 él, Yahveh, es nuestro Dios, por toda la tierra sus juicios.
8 El se acuerda por siempre de su alianza, palabra que impuso a mil generaciones,
9 lo que pactó con Abraham, el juramento que hizo a Isaac,
10 y que puso a Jacob como precepto, a Israel como alianza eterna,
11 diciendo: «Yo te daré la tierra de Canaán por parte de vuestra herencia».
12 Aunque ellos eran poco numerosos, gente de paso y forasteros allí,
13 cuando iban de nación en nación, desde un reino a otro pueblo,
14 a nadie permitió oprimirles, por ellos castigó a los reyes:
15 «Guardaos de tocar a mis ungidos, ni mal alguno hagáis a mis profetas.»
16 Llamó al hambre sobre aquel país, todo bastón de pan rompió;
17 delante de ellos envió a un hombre, José, vendido como esclavo.
18 Sus pies vejaron con grilletes, por su cuello pasaron las cadenas,
19 hasta que se cumplió su predicción, y le acreditó la palabra de Yahveh.
20 El rey mandó a soltarle, el soberano de pueblos, a dejarle libre;
21 le erigió señor sobre su casa, y de toda su hacienda soberano,
22 para instruir a su gusto a sus magnates, y a sus ancianos hacer sabios.
23 Entonces Israel entró en Egipto, Jacob residió en el país de Cam.
24 El aumentó a su pueblo en gran manera, le hizo más fuerte que sus adversarios;
25 cambió el corazón de éstos para que odiasen a su pueblo y a sus siervos pusieran asechanzas.
26 Luego envió a Moisés su servidor, y Aarón, su escogido,
27 que hicieron entre ellos sus señales anunciadas, prodigios en el país de Cam.
28 Mandó tinieblas y tinieblas hubo, mas ellos desafiaron sus palabras.
29 Trocó en sangre sus aguas y a sus peces dio muerte.
30 Pululó de ranas su país, hasta en las moradas de sus reyes;
31 mandó él, y vinieron los mosquitos, los cínifes por toda su comarca.
32 Les dio por lluvia el granizo, llamas de fuego en su país;
33 hirió sus viñedos, sus higueras, y los árboles quebró de su comarca.
34 Dio la orden, y llegó la langosta, y el pulgón en número incontable;
35 comieron toda hierba en su país, comieron el fruto de su suelo.
36 E hirió en su país a todo primogénito, las primicias de todo su vigor;
37 y a ellos los sacó con plata y oro, ni uno solo flaqueó de entre sus tribus.
38 Egipto se alegró de su salida, pues era presa del terror.
39 El desplegó una nube por cubierta, y un fuego para alumbrar de noche.
40 Pidieron, y trajo codornices, de pan de los cielos los hartó;
41 abrió la roca, y brotaron las aguas, como río corrieron por los sequedales.
42 Recordando su palabra sagrada dada a Abraham su servidor,
43 sacó a su pueblo en alborozo, a sus elegidos entre gritos de júbilo.
44 Y las tierras les dio de las naciones, el trabajo de las gentes heredaron,
45 a fin de que guarden sus preceptos y sus leyes observen.
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Salmo 106 (105)
1 ¡Aleluya! ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!
2 ¿Quién dirá las proezas de Yahveh, hará oír toda su alabanza?
3 ¡Dichosos los que guardan el derecho, los que practican en todo tiempo la justicia!
4 ¡Acuérdate de mí, Yahveh, por amor de tu pueblo; con tu salvación visítame,
5 que vea yo la dicha de tus elegidos, me alegre en la alegría de tu pueblo, con tu heredad me felicite!
6 Hemos pecado como nuestros padres, hemos faltado, nos hemos hecho impíos;
7 nuestros padres, en Egipto, no comprendieron tus prodigios. No se acordaron de tu inmenso amor, se rebelaron contra el Altísimo junto al mar de Suf.
8 El los salvó por amor de su nombre, para dar a conocer su poderío.
9 Increpó al mar de Suf y éste se secó, los llevó por los abismos como por un desierto,
10 los salvó de la mano del que odiaba, de la mano del enemigo los libró.
11 El agua cubrió a sus adversarios, ni uno solo quedó.
12 Entonces ellos tuvieron fe en sus palabras y sus laudes cantaron.
13 Mas pronto se olvidaron de sus obras, no tuvieron en cuenta su consejo;
14 en el desierto ardían de avidez, a Dios tentaban en la estepa.
15 El les concedió lo que pedían, mandó fiebre a sus almas.
16 Y en el campamento, de Moisés tuvieron celos, de Aarón, el santo de Yahveh.
17 Se abre la tierra, traga a Datán, y cubre a la cuadrilla de Abirón;
18 un fuego se enciende contra su cuadrilla, una llama abrasa a los impíos
19 En Horeb se fabricaron un becerro, se postraron ante un metal fundido,
20 y cambiaron su gloria por la imagen de un buey que come heno.
21 Olvidaban a Dios que les salvaba, al autor de cosas grandes en Egipto,
22 de prodigios en el país de Cam, de portentos en el mar de Suf.
23 Hablaba ya de exterminarlos, si no es porque Moisés, su elegido, se mantuvo en la brecha en su presencia, para apartar su furor de destruirlos.
24 Una tierra de delicias desdeñaron, en su palabra no tuvieron fe;
25 murmuraron dentro de sus tiendas, no escucharon la voz de Yahveh.
26 Y él, mano en alto, les juró hacerles caer en el desierto,
27 desperdigar su raza entre las naciones, y dispersarlos por los países.
28 Luego se vincularon a Baal Peor y comieron sacrificios de muertos.
29 Así le irritaron con sus obras, y una plaga descargó sobre ellos.
30 Entonces surgió Pinjás, zanjó, y la plaga se detuvo;
31 esto se le contó como justicia de edad en edad, para siempre.
32 En las aguas de Meribá le enojaron, y mal le fue a Moisés por culpa de ellos,
33 pues le amargaron el espíritu, y habló a la ligera con sus labios.
34 No exterminaron a los pueblos que Yahveh les había señalado,
35 sino que se mezclaron con las gentes, aprendieron sus prácticas.
36 Sirvieron a sus ídolos que fueron un lazo para ellos;
37 sacrificaban sus hijos y sus hijas a demonios.
38 Sangre inocente derramaban, la sangre de sus hijos y sus hijas, que inmolaban a los ídolos de Canaán, y fue el país profanado de sangre.
39 Así se manchaban con sus obras, y se prostituían con sus prácticas.
40 Entonces se inflamó la cólera de Yahveh contra su pueblo, y abominó de su heredad.
41 Los entregó en mano de las gentes, y los dominaron los que los odiaban;
42 sus enemigos los tiranizaron, bajo su mano quedaron humillados.
43 Muchas veces los libró aunque ellos, en su propósito obstinados, se hundían en su culpa;
44 y los miró cuando estaban en apuros, escuchando su clamor.
45 Se acordó en favor de ellos de su alianza, se enterneció según su inmenso amor;
46 hizo que de ellos se apiadaran aquellos que cautivos los tenían.
47 ¡Sálvanos, Yahveh, Dios nuestro, reúnenos de entre las naciones, para dar gracias a tu nombre santo, y gloriarnos en tu alabanza!
48 ¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, por eternidad de eternidades! Y el pueblo todo diga: ¡Amén!
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Salmo 107 (106)
¡Aleluya!
1 Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor.
2 Que lo digan los redimidos de Yahveh, los que él ha redimido del poder del adversario,
3 los que ha reunido de entre los países, de oriente y de poniente, del norte y mediodía.
4 En el desierto erraban, por la estepa, no encontraban camino de ciudad habitada;
5 hambrientos, y sedientos, desfallecía en ellos su alma.
6 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los libró de sus angustias,
7 les condujo por camino recto, hasta llegar a ciudad habitada.
8 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán!
9 Porque él sació el alma anhelante, el alma hambrienta saturó de bienes.
10 Habitantes de tiniebla y sombra, cautivos de la miseria y de los hierros,
11 por haber sido rebeldes a las órdenes de Dios y haber despreciado el consejo del Altísimo,
12 él sometió su corazón a la fatiga, sucumbían, y no había quien socorriera.
13 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los salvó de sus angustias,
14 los sacó de la tiniebla y de la sombra, y rompió sus cadenas.
15 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán!
16 Pues las puertas de bronce quebrantó, y los barrotes de hierro hizo pedazos.
17 Embotados de resultas de sus yerros, miserables a causa de sus culpas,
18 todo manjar les daba náusea, tocaban ya a las puertas de la muerte.
19 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los salvó de sus angustias;
20 su palabra envió para sanarlos y arrancar sus vidas de la fosa.
21 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán!
22 Ofrezcan sacrificios de acción de gracias, y sus obras pregonen con gritos de alegría.
23 Los que a la mar se hicieron en sus naves, llevando su negocio por las muchas aguas,
24 vieron las obras de Yahveh, sus maravillas en el piélago.
25 Dijo, y suscitó un viento de borrasca, que entumeció las olas;
26 subiendo hasta los cielos, bajando hasta el abismo, bajo el peso del mal su alma se hundía;
27 dando vuelcos, vacilando como un ebrio, tragada estaba toda su pericia.
28 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los sacó de sus angustias;
29 a silencio redujo la borrasca, y las olas callaron.
30 Se alegraron de verlas amansarse, y él los llevó hasta el puerto deseado.
31 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán!
32 ¡Ensálcenle en la asamblea del pueblo, en el concejo de los ancianos le celebren!
33 El cambia los ríos en desierto, y en suelo de sed los manantiales,
34 la tierra fértil en salinas, por la malicia de sus habitantes.
35 Y él cambia el desierto en un estanque, y la árida tierra en manantial.
36 Allí asienta a los hambrientos, y ellos fundan una ciudad habitada.
37 Y siembran campos, plantan viñas, que producen sus frutos de cosecha.
38 El los bendice y crecen mucho y no deja que mengüen sus ganados.
39 Menguados estaban, y abatidos por la tenaza del mal y la aflicción.
40 El que vierte desprecio sobre príncipes, los hacía errar por caos sin camino.
41 Mas él recobra de la miseria al pobre, aumenta como un rebaño las familias;
42 los hombres rectos lo ven y se recrean, y toda iniquidad cierra su boca.
43 ¿Hay algún sabio? ¡Que guarde estas cosas, y comprenda el amor de Yahveh!
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Salmo 108 (107)
(1) Cántico. Salmo. De David.
1 (2) A punto está mi corazón, oh Dios, – voy a cantar, voy a salmodiar – ¡anda, gloria mía!
2 (3) ¡despertad, arpa y cítara! ¡a la aurora he de despertar!
3 (4) Te alabaré entre los pueblos, Yahveh, te salmodiaré entre las gentes,
4 (5) porque tu amor es grande hasta los cielos, tu lealtad hasta las nubes.
5 (6) ¡Alzate, oh Dios, sobre los cielos, sobre toda la tierra, tu gloria!
6 (7) Para que tus amados salgan libres, ¡salva con tu diestra, respóndenos!
7 (8) Ha hablado Dios en su santuario: «Ya exulto, voy a repartir a Siquem, a medir el valle de Sukkot.
8 (9) «Mío es Galaad, mío Manasés, Efraím, yelmo de mi cabeza, Judá mi cetro.
9 (10) «Moab, la vasija en que me lavo. Sobre Edom tiro mi sandalia, contra Filistea lanzo el grito de guerra.»
10 (11) ¿Quién me conducirá hasta la plaza fuerte, quién me guiará hasta Edom?
11 (12) ¿No eres tú, oh Dios, que nos has rechazado y ya no sales, oh Dios, con nuestras tropas?
12 (13) ¡Danos ayuda contra el adversario, que es vano el socorro del hombre!
13 (14) ¡Con Dios hemos de hacer proezas, y él hollará a nuestros adversarios!
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Salmo 109 (108)
(1) Del maestro de coro. De David. Salmo.
1 ¡Oh Dios de mi alabanza, no te quedes mudo!
2 Boca de impío, boca de engaño, se abren contra mí. Me hablan con lengua de mentira, 3 con palabras de odio me envuelven, me atacan sin razón.
4 En pago de mi amor, se me acusa, y yo soy sólo oración;
5 se me devuelve mal por bien y odio por mi amor:
6 «¡Suscita a un impío contra él, y que un fiscal esté a su diestra;
7 que en el juicio resulte culpable, y su oración sea tenida por pecado!
8 «¡Sean pocos sus días, que otro ocupe su cargo; 9 queden sus hijos huérfanos y viuda su mujer!
10 «¡Anden sus hijos errantes, mendigando, y sean expulsados de sus ruinas;
11 el acreedor le atrape todo lo que tiene, y saqueen su fruto los extraños!
12 «¡Ni uno solo tenga con él amor, nadie se compadezca de sus huérfanos,
13 sea dada al exterminio su posteridad, en una generación sea borrado su nombre!
14 «¡Sea ante Yahveh recordada la culpa de sus padres, el pecado de su madre no se borre;
15 estén ante Yahveh constantemente, y él cercene de la tierra su memoria!»
16 Porque él no se acordó de actuar con amor: persiguió al pobre, al desdichado, y al de abatido corazón para matarle;
17 amó la maldición: sobre él recaiga, no quiso bendición: que de él se aleje.
18 Se vistió de maldición como de un manto: ¡que penetre en su seno como agua, igual que aceite dentro de sus huesos!
19 ¡Séale cual vestido que le cubra, como cinto que la ciña siempre!
20 ¡Tal sea de parte de Yahveh la paga de mis acusadores, de los que dicen mal contra mi alma!
21 ¡Y tú, Señor Yahveh, actúa por mí en gracia de tu nombre, porque tu amor es bueno, líbrame!,
22 Porque soy pobre y desdichado, y tengo dentro herido el corazón;
23 cual sombra que declina me voy yendo, me han sacudido igual que a la langosta.
24 Por tanto ayuno se doblan mis rodillas, falta de aceite mi carne ha enflaquecido;
25 me he hecho el insulto de ellos, me ven y menean su cabeza.
26 ¡Ayúdame, Yahveh, Dios mío, sálvame por tu amor!
27 ¡Sepan ellos que tu mano es ésta, que tú, Yahveh, lo has hecho!
28 ¡Maldigan ellos, pero tú bendice, los que me atacan sean confundidos y tu siervo se alegre!
29 ¡Los que me acusan queden vestidos de ignominia, como en un manto en su vergüenza envueltos!
30 ¡Copiosas gracias a Yahveh en mi boca, entre la multitud le alabaré:
31 porque él se pone a la diestra del pobre para salvar su alma de sus jueces!
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Salmo 110 (109)
(1) De David. Salmo.
1 Oráculo de Yahveh a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies.
2 El cetro de tu poder lo extenderá Yahveh desde Sión: ¡domina en medio de tus enemigos!
3 Para ti el principado el día de tu nacimiento, en esplendor sagrado desde el seno, desde la aurora de tu juventud.
4 Lo ha jurado Yahveh y no ha de retractarse: «Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec.»
5 A tu diestra, Señor, él quebranta a los reyes el día de su cólera;
6 sentencia a las naciones, amontona cadáveres, cabezas quebranta sobre la ancha tierra.
7 En el camino bebe del torrente, por eso levanta la cabeza.
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Salmo 111 (110)
1 ¡Aleluya! Alef. Doy gracias a Yahveh de todo corazón, Bet. en el consejo de los justos y en la comunidad.
2 Guímel. Grandes son las obras de Yahveh, Dálet. meditadas por los que en ellas se complacen.
3 He. Esplendor y majestad su obra, Vau. su justicia por siempre permanece.
4 Zain. De sus maravillas ha dejado un memorial. Jet. ¡Clemente y compasivo Yahveh!
5 Tet. Ha dado alimento a quienes le temen, Yod. se acuerda por siempre de su alianza.
6 Kaf. Ha revelado a su pueblo el poder de sus obras, Lámed. Dándole la heredad de las naciones.
7 Mem. Verdad y justicia, las obras de sus manos, Nun. leales todas sus ordenanzas,
8 Sámek. afirmadas para siempre jamás, Ain. ejecutadas con verdad y rectitud.
9 Pe. Ha enviado redención a su pueblo, Sade. ha fijado para siempre su alianza; Qof. santo y temible es su nombre.
10 Res. Principio del saber, el temor de Yahveh; Sin. muy cuerdos todos los que lo practican. Tau. Su alabanza por siempre permanece.
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Salmo 112 (111)
1 ¡Aleluya! Alef. ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, Bet. que en sus mandamientos mucho se complace!
2 Guímel. Fuerte será en la tierra su estirpe, Dálet. bendita la raza de los hombres rectos.
3 He. Hacienda y riquezas en su casa, Vau. su justicia por siempre permanece.
4 Zain En las tinieblas brilla, como luz de los rectos, Jet. tierno, clemente y justo.
5 Tet. Feliz el hombre que se apiada y presta, Yod. y arregla rectamente sus asuntos.
6 Kaf. No, no será conmovido jamás, Lámed. en memoria eterna permanece el justo;
7 Mem. no tiene que temer noticias malas, Nun. firme es su corazón, en Yahveh confiado.
8 Sámek. Seguro está su corazón, no teme: Ain. al fin desafiará a sus adversarios.
9 Pe. Con largueza da a los pobres; Sade. su justicia por siempre permanece, Qof. su frente se levanta con honor.
10 Res. Lo ve el impío y se enfurece, Sin. rechinando sus dientes, se consume. Tau. El afán de los impíos se pierde.
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Salmo 113 (112)
(1) ¡Aleluya!
1 ¡Alabad, servidores de Yahveh, alabad el nombre de Yahveh!
2 ¡Bendito sea el nombre de Yahveh, desde ahora y por siempre!
3 ¡De la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre de Yahveh!
4 ¡Excelso sobre todas las naciones Yahveh, por encima de los cielos su gloria!
5 ¿Quién como Yahveh, nuestro Dios, que se sienta en las alturas,
6 y se abaja para ver los cielos y la tierra?
7 El levanta del polvo al desvalido, del estiércol hace subir al pobre,
8 para sentarle con los príncipes, con los príncipes de su pueblo.
9 El asienta a la estéril en su casa, madre de hijos jubilosa.
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Salmo 114 (113 A)
¡Aleluya!
1 Cuando Israel salió de Egipto, la casa de Jacob de un pueblo bárbaro, 2 se hizo Judá su santuario, Israel su dominio.
3 Lo vio la mar y huyó, retrocedió el Jordán,
4 los montes brincaron lo mismo que carneros, las colinas como corderillos.
5 Mar, ¿qué es lo que tienes para huir, y tú, Jordán, para retroceder,
6 montes, para saltar como carneros, colinas, como corderillos?
7 ¡Tiembla, tierra, ante la faz del Dueño, ante la faz del Dios de Jacob,
8 aquel que cambia la peña en un estanque, y el pedernal en una fuente!
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Salmo 115 (113 B)
1 ¡No a nosotros, Yahveh, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria, por tu amor, por tu verdad!
2 ¿Por qué han de decir las gentes: «¿Dónde está su Dios?»
3 Nuestro Dios está en los cielos, todo cuanto le place lo realiza.
4 Plata y oro son sus ídolos, obra de mano de hombre.
5 Tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven,
6 tienen oídos y no oyen, tienen nariz y no huelen.
7 Tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, ni un solo susurro en su garganta.
8 Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza.
9 Casa de Israel, confía en Yahveh, él, su auxilio y su escudo;
10 casa de Aarón, confía en Yahveh, él, su auxilio y su escudo;
11 los que teméis a Yahveh, confiad en Yahveh, él, su auxilio y su escudo.
12 Yahveh se acuerda de nosotros, él bendecirá, bendecirá a la casa de Israel, bendecirá a la casa de Aarón,
13 bendecirá a los que temen a Yahveh, a pequeños y grandes.
14 ¡Yahveh os acreciente a vosotros y a vuestros hijos!
15 ¡Benditos vosotros de Yahveh, que ha hecho los cielos y la tierra!
16 Los cielos, son los cielos de Yahveh, la tierra, se la ha dado a los hijos de Adán.
17 No alaban los muertos a Yahveh, ni ninguno de los que bajan al Silencio;
18 mas nosotros, los vivos, a Yahveh bendecimos, desde ahora y por siempre.
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Salmo 116 (114-115)
¡Aleluya!
1 Yo amo, porque Yahveh escucha mi voz suplicante;
2 porque hacia mí su oído inclina el día en que clamo.
3 Los lazos de la muerte me aferraban, me sorprendieron las redes del seol; en angustia y tristeza me encontraba,
4 y el nombre de Yahveh invoqué: ¡Ah, Yahveh, salva mi alma!
5 Tierno es Yahveh y justo, compasivo nuestro Dios;
6 Yahveh guarda a los pequeños, estaba yo postrado y me salvó.
7 Vuelve, alma mía, a tu reposo, porque Yahveh te ha hecho bien.
8 Ha guardado mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, y mis pies de mal paso.
9 Caminaré en la presencia de Yahveh por la tierra de los vivos.
10 ¡Tengo fe, aún cuando digo: «Muy desdichado soy»!,
11 yo que he dicho en mi consternación: «Todo hombre es mentiroso».
12 ¿Cómo a Yahveh podré pagar todo el bien que me ha hecho?
13 La copa de salvación levantaré, e invocaré el nombre de Yahveh.
14 Cumpliré mis votos a Yahveh, ¡sí, en presencia de todo su pueblo!
15 Mucho cuesta a los ojos de Yahveh la muerte de los que le aman.
16 ¡Ah, Yahveh, yo soy tu siervo, tu siervo, el hijo de tu esclava, tú has soltado mis cadenas!
17 Sacrificio te ofreceré de acción de gracias, e invocaré el nombre de Yahveh.
18 Cumpliré mis votos a Yahveh, sí, en presencia de todo su pueblo,
19 en los atrios de la Casa de Yahveh, en medio de ti, Jerusalén.
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Salmo 117 (116)
¡Aleluya!
1 ¡Alabad a Yahveh, todas las naciones, celebradle, pueblos todos!
2 Porque es fuerte su amor hacia nosotros, la verdad de Yahveh dura por siempre.
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Salmo 118 (117)
¡Aleluya!
1 ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!
2 ¡Diga la casa de Israel: que es eterno su amor!
3 ¡Diga la casa de Aarón: que es eterno su amor!
4 ¡Digan los que temen a Yahveh: que es eterno su amor!
5 En mi angustia hacia Yahveh grité, él me respondió y me dio respiro;
6 Yahveh está por mí, no tengo miedo, ¿qué puede hacerme el hombre?
7 Yahveh está por mí, entre los que me ayudan, y yo desafío a los que me odian.
8 Mejor es refugiarse en Yahveh que confiar en hombre;
9 mejor es refugiarse en Yahveh que confiar en magnates.
10 Me rodeaban todos los gentiles: en el nombre de Yahveh los cercené;
11 me rodeaban, me asediaban: en el nombre de Yahveh los cercené.
12 Me rodeaban como avispas, llameaban como fuego de zarzas: en el nombre de Yahveh los cercené.
13 Se me empujó, se me empujó para abatirme, pero Yahveh vino en mi ayuda;
14 mi fuerza y mi cántico es Yahveh, él ha sido para mí la salvación.
15 Clamor de júbilo y salvación, en las tiendas de los justos: «¡La diestra de Yahveh hace proezas,
16 excelsa la diestra de Yahveh, la diestra de Yahveh hace proezas!»
17 No, no he de morir, que viviré, y contaré las obras de Yahveh;
18 me castigó, me castigó Yahveh, pero a la muerte no me entregó.
19 ¡Abridme las puertas de justicia, entraré por ellas, daré gracias a Yahveh!
20 Aquí está la puerta de Yahveh, por ella entran los justos.
21 Gracias te doy, porque me has respondido, y has sido para mí la salvación.
22 La piedra que los constructores desecharon en piedra angular se ha convertido;
23 esta ha sido la obra de Yahveh, una maravilla a nuestros ojos.
24 ¡Este es el día que Yahveh ha hecho, exultemos y gocémonos en él!
25 ¡Ah, Yahveh, da la salvación! ¡Ah, Yahveh, da el éxito!
26 ¡Bendito el que viene en el nombre de Yahveh! Desde la Casa de Yahveh os bendecimos.
27 Yahveh es Dios, él nos ilumina. ¡Cerrad la procesión, ramos en mano, hasta los cuernos del altar!
28 Tú eres mi Dios, yo te doy gracias, Dios mío, yo te exalto.
29 ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!
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Salmo 119 (118)
1 Alef Dichosos los que van por camino perfecto, los que proceden en la ley de Yahveh.
2 Dichosos los que guardan sus dictámenes, los que le buscan de todo corazón,
3 y los que, sin cometer iniquidad, andan por sus caminos.
4 Tú tus ordenanzas promulgaste, para que sean guardadas cabalmente.
5 ¡Ojalá mis caminos se aseguren para observar tus preceptos!
6 Entonces no tendré vergüenza alguna al mirar a todos tus mandamientos.
7 Con rectitud de corazón te daré gracias, al aprender tus justos juicios.
8 Tus preceptos, los observaré, no me abandones tú del todo.
9 Bet. ¿Cómo el joven guardará puro su camino? Observando tu palabra.
10 De todo corazón ando buscándote, no me desvíes de tus mandamientos.
11 Dentro del corazón he guardado tu promesa, para no pecar contra ti.
12 Bendito tú, Yahveh, enséñame tus preceptos.
13 Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca.
14 En el camino de tus dictámenes me recreo más que en toda riqueza.
15 En tus ordenanzas quiero meditar y mirar a tus caminos.
16 En tus preceptos tengo mis delicias, no olvido tu palabra.
17 Guímel. Haz merced a tu siervo y viviré. y guardaré tu palabra.
18 Abre mis ojos para que contemple las maravillas de tu ley.
19 Un forastero soy sobre la tierra, tus mandamientos no me ocultes.
20 Mi alma se consume deseando tus juicios en todo tiempo.
21 Tú increpas a los soberbios, los malditos, que se desvían de tus mandamientos.
22 Echa lejos de mí oprobio y menosprecio, porque he guardado tus dictámenes.
23 Aunque los príncipes hablen en sesión contra mí, tu servidor medita en tus preceptos.
24 Tus dictámenes hacen mis delicias, mis consejeros, tus preceptos.
25 Dálet. Mi alma está pegada al polvo, hazme vivir conforme a tu palabra.
26 Mis caminos expuse, y tú me respondiste, enséñame tus preceptos.
27 Hazme entender el camino de tus ordenanzas, y meditaré en tus maravillas.
28 Se va en lágrimas mi alma por el tedio, sosténme conforme a tu palabra.
29 Aléjame del camino de mentira, y dame la gracia de tu ley,
30 He escogido el camino de la lealtad, a tus juicios me conformo.
31 A tus dictámenes me mantengo adherido, no me confundas, tú, Yahveh.
32 Corro por el camino de tus mandamientos, pues tú mi corazón dilatas.
33 He. Enséñame, Yahveh, el camino de tus preceptos, yo lo quiero guardar en recompensa.
34 Hazme entender, para guardar tu ley y observarla de todo corazón.
35 Llévame por la senda de tus mandamientos porque mi complacencia tengo en ella.
36 Inclina mi corazón hacia tus dictámenes, y no a ganancia injusta.
37 Aparta mis ojos de mirar vanidades, por tu palabra vivifícame.
38 Mantén a tu siervo tu promesa, que conduce a tu temor.
39 Aparta de mí el oprobio que me espanta, pues son buenos tus juicios.
40 Mira que deseo tus ordenanzas, hazme vivir por tu justicia.
41 Vau. ¡Llegue hasta mí tu amor, Yahveh, tu salvación, conforme a tu promesa!
42 Y daré respuesta al que me insulta, porque confío en tu palabra.
43 No quites de mi boca la palabra de verdad, porque espero en tus juicios.
44 Yo observaré sin descanso tu ley para siempre jamás.
45 Y andaré por camino anchuroso, porque tus ordenanzas voy buscando.
46 De tus dictámenes hablaré ante los reyes, y no tendré que avergonzarme.
47 Y me deleitaré en tus mandamientos, que amo mucho.
48 Tiendo mis manos hacia tus mandamientos, en tus preceptos medito.
49 Zain. Recuerda la palabra dada a tu servidor, de la que has hecho mi esperanza.
50 Este es mi consuelo en mi miseria: que tu promesa me da vida.
51 Los soberbios me insultan hasta el colmo, yo no me aparto de tu ley.
52 Me acuerdo de tus juicios de otro tiempo, oh Yahveh, y me consuelo.
53 Me arrebata el furor por los impíos que abandonan tu ley.
54 Tus preceptos son cantares para mí en mi mansión de forastero.
55 Me acuerdo por la noche de tu nombre, Yahveh, quiero guardar tu ley.
56 Esta es mi tarea: guardar tus ordenanzas.
57 Jet. Mi porción, Yahveh, he dicho, es guardar tus palabras.
58 Con todo el corazón busco tu favor, tenme piedad conforme a tu promesa.
59 He examinado mis caminos y quiero volver mis pies a tus dictámenes.
60 Me doy prisa y no me tardo en observar tus mandamientos.
61 Las redes de los impíos me aprisionan, yo no olvido tu ley.
62 Me levanto a medianoche a darte gracias por tus justos juicios.
63 Amigo soy de todos los que te temen y observan tus ordenanzas.
64 De tu amor, Yahveh, está la tierra llena, enséñame tus preceptos.
65 Tet. Has sido generoso con tu siervo, oh Yahveh, conforme a tu palabra.
66 Cordura y sabiduría enséñame, pues tengo fe en tus mandamientos.
67 Antes de ser humillado, me descarriaba, mas ahora observo tu promesa.
68 Tú, que eres bueno y bienhechor, enséñame tus preceptos.
69 Los soberbios me enredan con mentira, yo guardo tus ordenanzas de todo corazón.
70 Como de grasa su corazón está embotado. mas yo en tu ley tengo mis delicias.
71 Un bien para mí ser humillado, para que aprenda tus preceptos.
72 Un bien para mí la ley de tu boca, más que miles de oro y plata.
73 Yod. Tus manos me han hecho y me han formado, hazme entender, y aprenderé tus mandamientos.
74 Los que te temen me ven con alegría, porque espero en tu palabra.
75 Yo sé, Yahveh, que son justos tus juicios, que con lealtad me humillas tú.
76 Sea tu amor consuelo para mí, según tu promesa a tu servidor.
77 Me alcancen tus ternuras y viviré, porque tu ley es mi delicia.
78 Sean confundidos los soberbios que me afligen con mentira, yo en tus ordenanzas medito.
79 Vuélvanse hacia mí los que te temen, los que conocen tus dictámenes.
80 Sea mi corazón perfecto en tus preceptos, para que no sea confundido.
81 Kaf. En pos de tu salvación mi alma languidece, en tu palabra espero.
82 Languidecen mis ojos en pos de tu promesa diciendo: «¿Cuándo vas a consolarme?»
83 Aun hecho igual que un pellejo que se ahúma, de tus preceptos no me olvido.
84 ¿Cuántos serán los días de tu siervo? ¿cuándo harás justicia de mis perseguidores?
85 Los soberbios han cavado fosas para mí en contra de tu ley.
86 Todos tus mandamientos son verdad, con mentira se me persigue, ¡ayúdame!
87 Poco falta para que me borren de la tierra, mas yo tus ordenanzas no abandono.
88 Según tu amor dame la vida, y guardaré el dictamen de tu boca.
89 Lámed. Para siempre, Yahveh, tu palabra, firme está en los cielos.
90 Por todas las edades tu verdad, tú fijaste la tierra, ella persiste.
91 Por tus juicios subsiste todo hasta este día, pues toda cosa es sierva tuya.
92 Si tu ley no hubiera sido mi delicia, ya habría perecido en mi miseria.
93 Jamás olvidaré tus ordenanzas, por ellas tú me das la vida.
94 Tuyo soy, sálvame, pues tus ordenanzas voy buscando.
95 Para perderme me acechan los impíos, yo estoy atento a tus dictámenes.
96 De todo lo perfecto he visto el límite: ¡Qué inmenso es tu mandamiento!
97 Mem. ¡Oh, cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.
98 Más sabio me haces que mis enemigos por tu mandamiento, que por siempre es mío.
99 Tengo más prudencia que todos mis maestros, porque mi meditación son tus dictámenes.
100 Poseo más cordura que los viejos, porque guardo tus ordenanzas.
101 Retraigo mis pasos de toda mala senda para guardar tu palabra.
102 De tus juicios no me aparto, porque me instruyes tú.
103 ¡Cuán dulce al paladar me es tu promesa, más que miel a mi boca!
104 Por tus ordenanzas cobro inteligencia, por eso odio toda senda de mentira.
105 Nun. Para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero.
106 He jurado, y he de mantenerlo, guardar tus justos juicios.
107 Humillado en exceso estoy, Yahveh, dame la vida conforme a tu palabra.
108 Acepta los votos de mi boca, Yahveh, y enséñame tus juicios.
109 Mi alma está en mis manos sin cesar, mas no olvido tu ley.
110 Me tienden un lazo los impíos, mas yo no me desvío de tus ordenanzas.
111 Tus dictámenes son mi herencia por siempre, ellos son la alegría de mi corazón.
112 Inclino mi corazón a practicar tus preceptos, recompensa por siempre.
113 Sámek. Aborrezco la doblez y amo tu ley.
114 Mi refugio y mi escudo eres tú, yo espero en tu palabra.
115 ¡Apartaos de mí, malvados, quiero guardar los mandamientos de mi Dios!
116 Sosténme conforme a tu promesa, y viviré, no defraudes mi esperanza.
117 Sé tú mi apoyo, y seré salvo, y sin cesar tendré a la vista tus preceptos.
118 Tú deshaces a todos los que se desvían de tus preceptos, mentira es su astucia.
119 Tienes por escoria a todos los impíos de la tierra, por eso amo yo tus dictámenes.
120 Por tu terror tiembla mi carne, de tus juicios tengo miedo.
121 Ain. Juicio y justicia he practicado, a mis opresores no me entregues.
122 Sé fiador de tu siervo para el bien, no me opriman los soberbios.
123 En pos de tu salvación languidecen mis ojos, tras tu promesa de justicia.
124 Según tu amor trata a tu siervo, enséñame tus preceptos.
125 Yo soy tu servidor, hazme entender, y aprenderé tus dictámenes.
126 Ya es hora de actuar, Yahveh, se ha violado tu ley.
127 Por eso amo yo tus mandamientos más que el oro, más que el oro fino.
128 Por eso me guío por todas tus ordenanzas y odio toda senda de mentira.
129 Pe. Maravillas son tus dictámenes, por eso mi alma los guarda.
130 Al abrirse, tus palabras iluminan dando inteligencia a los sencillos.
131 Abro mi boca franca, y hondo aspiro, que estoy ansioso de tus mandamientos.
132 Vuélvete a mí y tenme piedad, como es justo para los que aman tu nombre.
133 Mis pasos asegura en tu promesa, que no me domine ningún mal.
134 Rescátame de la opresión del hombre, y tus ordenanzas guardaré.
135 Haz que brille tu faz para tu siervo, y enséñame tus preceptos.
136 Mis ojos destilan ríos de lágrimas, porque tu ley no se guarda.
137 Sade. ¡Justo eres tú, Yahveh, y rectitud tus juicios!
138 Con justicia impones tus dictámenes, con colmada verdad.
139 Mi celo me consume, porque mis adversarios olvidan tus palabras.
140 Acendrada en extremo es tu promesa, tu servidor la ama.
141 Pequeño soy y despreciado, mas no olvido tus ordenanzas.
142 Justicia eterna es tu justicia, verdad tu ley.
143 Angustia y opresión me han alcanzado, tus mandamientos hacen mis delicias.
144 Justicia eterna tus dictámenes, hazme entender para que viva.
145 Qof. Invoco con todo el corazón, respóndeme, Yahveh, y guardaré tus preceptos.
146 Yo te invoco, sálvame, y guardaré tus dictámenes.
147 Me adelanto a la aurora y pido auxilio, en tu palabra espero.
148 Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche, a fin de meditar en tu promesa.
149 Por tu amor, Yahveh, escucha mi voz, por tus juicios, vivifícame.
150 Se acercan a la infamia los que me persiguen, se alejan de tu ley.
151 Tú estás cerca, Yahveh, todos tus mandamientos son verdad.
152 De tus dictámenes sé desde hace tiempo que para siempre los fundaste.
153 Res Mira mi aflicción y líbrame, porque tu ley no olvido.
154 Aboga por mi causa tú, rescátame, dame la vida conforme a tu promesa.
155 Lejos de los impíos la salvación, pues no van buscando tus preceptos.
156 Muchas son tus ternuras, Yahveh, por tus juicios, vivifícame.
157 Numerosos mis perseguidores y adversarios, yo no me aparto de tus dictámenes.
158 He visto a los traidores, me disgusta que no guarden tu promesa.
159 Mira que amo tus ordenanzas, Yahveh, dame la vida por tu amor.
160 Es verdad el principio de tu palabra, por siempre, todos tus justos juicios.
161 Sin. Príncipes me persiguen sin razón, mas mi corazón teme tus palabras.
162 Me regocijo en tu promesa como quien halla un gran botín.
163 La mentira detesto y abomino, amo tu ley.
164 Siete veces al día te alabo por tus justos juicios.
165 Mucha es la paz de los que aman tu ley, no hay tropiezo para ellos.
166 Espero tu salvación, Yahveh, tus mandamientos cumplo.
167 Mi alma guarda tus dictámenes, mucho los amo.
168 Guardo tus ordenanzas y dictámenes que ante ti están todos mis caminos.
169 Tau. Mi grito llegue hasta tu faz, Yahveh, por tu palabra dame inteligencia.
170 Mi súplica llegue ante tu rostro, por tu promesa líbrame.
171 Mis labios proclaman tu alabanza, pues tú me enseñas tus preceptos.
172 Mi lengua repita tu promesa, pues todos tus mandamientos son justicia.
173 Venga tu mano en mi socorro, porque tus ordenanzas he escogido.
174 Anhelo tu salvación, Yahveh, tu ley hace mis delicias.
175 Viva mi alma para alabarte, y ayúdenme tus juicios.
176 Me he descarriado como oveja perdida: ven en busca de tu siervo. No, no me olvido de tus mandamientos.
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Salmo 120 (119)
(1) Canción de las subidas.
1 Hacia Yahveh, cuando en angustias me encontraba, clamé, y él me respondió.
2 ¡Yahveh, libra mi alma del labio mentiroso, de la lengua tramposa!
3 ¿Qué te dará y qué te añadirá, lengua tramposa?
4 ¡Flechas de guerrero afiladas con brasas de retama!
5 ¡Qué desgracia para mí vivir en Mések, morar en las tiendas de Quedar!
6 Harto ha vivido ya mi alma con los que odian la paz.
7 Que si yo hablo de paz, ellos prefieren guerra.
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Salmo 121 (120)
(1) Canción para las subidas.
1 Alzo mis ojos a los montes: ¿de dónde vendrá mi auxilio?
2 Mi auxilio me viene de Yahveh, que hizo el cielo y la tierra.
3 ¡No deje él titubear tu pie! ¡no duerme tu guardián!
4 No, no duerme ni dormita el guardián de Israel.
5 Yahveh es tu guardián, tu sombra, Yahveh, a tu diestra.
6 De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
7 Te guarda Yahveh de todo mal, él guarda tu alma;
8 Yahveh guarda tus salidas y entradas, desde ahora y por siempre.
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Salmo 122 (121)
(1) Canción de las subidas. De David.
1 ¡Oh, qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa de Yahveh!
2 ¡Ya estamos, ya se posan nuestros pies en tus puertas, Jerusalén!
3 Jerusalén, construida cual ciudad de compacta armonía,
4 a donde suben las tribus, las tribus de Yahveh, es para Israel el motivo de dar gracias al nombre de Yahveh.
5 Porque allí están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David.
6 Pedid la paz para Jerusalén: ¡en calma estén tus tiendas,
7 haya paz en tus muros, en tus palacios calma!
8 Por amor de mis hermanos y de mis amigos, quiero decir: ¡La paz contigo!
9 ¡Por amor de la Casa de Yahveh nuestro Dios, ruego por tu ventura.
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Salmo 123 (122)
(1) Canción de las subidas.
1 A ti levanto mis ojos, tú que habitas en el cielo;
2 míralos, como los ojos de los siervos en la mano de sus amos. Como los ojos de la sierva en la mano de su señora, así nuestros ojos en Yahveh nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros.
3 ¡Ten piedad de nosotros, Yahveh, ten piedad de nosotros, que estamos saturados de desprecio!
4 ¡Nuestra alma está por demás saturada del sarcasmo de los satisfechos, (¡El desprecio es para los soberbios!)
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Salmo 124 (123)
(1) Canción de las subidas. De David.
1 Si Yahveh no hubiera estado por nosotros, – que lo diga Israel –
2 si Yahveh no hubiera estado por nosotros, cuando contra nosotros se alzaron los hombres,
3 vivos entonces nos habrían tragado en el fuego de su cólera.
4 Entonces las aguas nos habrían anegado, habría pasado sobre nosotros un torrente,
5 habrían pasado entonces sobre nuestra alma aguas voraginosas.
6 ¡Bendito sea Yahveh que no nos hizo presa de sus dientes!
7 Nuestra alma como un pájaro escapó del lazo de los cazadores. El lazo se rompió y nosotros escapamos;
8 nuestro socorro en el nombre de Yahveh, que hizo el cielo y la tierra.
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Salmo 125 (124)
(1) Canción de las subidas.
1 Los que confían en Yahveh son como el monte Sión, que es inconmovible, estable para siempre.
2 ¡Jerusalén, de montes rodeada! Así Yahveh rodea a su pueblo desde ahora y por siempre.
3 Jamás ha de caer el cetro de impiedad sobre la suerte de los justos, para que los justos no alarguen a la maldad su mano.
4 Haz bien, Yahveh, a los buenos, a los de recto corazón.
5 ¡Mas a los que yerran por sus caminos tortuosos, los suprima Yahveh con los agentes de mal! ¡Paz a Israel!
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Salmo 126 (125)
(1) Canción de las subidas.
1 Cuando Yahveh hizo volver a los cautivos de Sión, como soñando nos quedamos;
2 entonces se llenó de risa nuestra boca y nuestros labios de gritos de alegría. Entonces se decía entre las naciones: ¡Grandes cosas ha hecho Yahveh con éstos!
3 ¡Sí, grandes cosas hizo con nosotros Yahveh, el gozo nos colmaba!
4 ¡Haz volver, Yahveh, a nuestros cautivos como torrentes en el Négueb!
5 Los que siembran con lágrimas cosechan entre cánticos.
6 Al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo sus gavillas.
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Salmo 127 (126)
(1) Canción de las subidas. De Salomón.
1 Si Yahveh no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si Yahveh no guarda la ciudad, en vano vigila la guardia.
2 En vano madrugáis a levantaros, el descanso retrasáis, los que coméis pan de fatigas, cuando él colma a su amado mientras duerme.
3 La herencia de Yahveh son los hijos, recompensa el fruto de las entrañas;
4 como flechas en la mano del héroe, así los hijos de la juventud.
5 Dichoso el hombre que ha llenado de ellas su aljaba; no quedarán confusos cuando tengan pleito con sus enemigos en la puerta.
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Salmo 128 (127)
(1) Canción de las subidas.
1 Dichosos todos los que temen a Yahveh, los que van por sus caminos.
2 Del trabajo de tus manos comerás, ¡dichoso tú, que todo te irá bien!
3 Tu esposa será como parra fecunda en el secreto de tu casa. Tus hijos, como brotes de olivo en torno a tu mesa.
4 Así será bendito el hombre que teme a Yahveh.
5 ¡Bendígate Yahveh desde Sión, que veas en ventura a Jerusalén todos los días de tu vida,
6 y veas a los hijos de tus hijos! ¡Paz a Israel!
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Salmo 129 (128)
(1) Canción de las subidas.
1 Mucho me han asediado desde mi juventud, – que lo diga Israel –
2 mucho me han asediado desde mi juventud, pero conmigo no han podido.
3 Sobre mi espalda araron aradores, alargaron sus surcos.
4 Yahveh, el justo ha roto las coyundas de los impíos.
5 ¡Sean avergonzados, retrocedan todos los que odian a Sión;
6 sean como la hierba de los techos que se seca antes de arrancarla!
7 De ella no llena el segador su mano ni su regazo el gavillador;
8 y no dicen tampoco los que pasan: ¡Bendición de Yahveh sobre vosotros! Nosotros os bendecimos en el nombre de Yahveh.
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Salmo 130 (129)
(1) Canción de las subidas.
1 Desde lo más profundos grito a ti, Yahveh:
2 ¡Señor, escucha mi clamor! ¡Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas!
3 Si en cuenta tomas las culpas, oh Yahveh, ¿quién, Señor, resistirá?
4 Mas el perdón se halla junto a ti, para que seas temido.
5 Yo espero en Yahveh, mi alma espera en su palabra;
6 mi alma aguarda al Señor más que los centinelas la aurora; mas que los centinelas la aurora,
7 aguarde Israel a Yahveh. Porque con Yahveh está el amor, junto a él abundancia de rescate;
8 él rescatará a Israel de todas sus culpas.
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Salmo 131 (130)
(1) Canción de las subidas. De David.
1 No está inflado, Yahveh, mi corazón, ni mis ojos subidos. No he tomado un camino de grandezas ni de prodigios que me vienen anchos.
2 No, mantengo mi alma en paz y silencio como niño destetado en el regazo de su madre. ¡Como niño destetado está mi alma en mí!
3 ¡Espera, Israel, en Yahveh desde ahora y por siempre!
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Salmo 132 (131)
(1) Canción de las subidas.
1 Acuérdate, Yahveh, en favor de David, de todos sus desvelos,
2 del juramento que hizo a Yahveh, de su voto al Fuerte de Jacob:
3 «No he de entrar bajo el techo de mi casa, no he de subir al lecho en que reposo,
4 sueño a mis ojos no he de conceder ni quietud a mis párpados,
5 mientras no encuentre un lugar para Yahveh, una Morada para el Fuerte de Jacob.»
6 Mirad: hemos oído de Ella que está en Efratá, ¡la hemos encontrado en los Campos del Bosque!
7 ¡Vayamos a la Morada de él, ante el estrado de sus pies postrémonos!
8 ¡Levántate, Yahveh, hacia tu reposo, tú y el arca de tu fuerza!
9 Tus sacerdotes se vistan de justicia, griten de alegría tus amigos.
10 En gracia a David, tu servidor, no rechaces el rostro de tu ungido.
11 Juró Yahveh a David, verdad que no retractará: «El fruto de tu seno asentaré en tu trono.
12 «Si tus hijos guardan mi alianza, el dictamen que yo les enseño, también sus hijos para siempre se sentarán sobre tu trono.»
13 Porque Yahveh ha escogido a Sión, la ha querido como sede para sí:
14 «Aquí está mi reposo para siempre, en él me sentaré, pues lo he querido.
15 «Sus provisiones bendeciré sin tasa, a sus pobres hartaré de pan,
16 de salvación vestiré a sus sacerdotes, y sus amigos gritarán de júbilo.
17 «Allí suscitaré a David un fuerte vástago, aprestaré una lámpara a mi ungido;
18 de vergüenza cubriré a sus enemigos, y sobre él brillará su diadema».
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Salmo 133 (132)
(1) Canción de las subidas. De David.
1 ¡Oh, qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos juntos!
2 Como un ungüento fino en la cabeza, que baja por la barba, que baja por la barba de Aarón, hasta la orla de sus vestiduras.
3 Como el rocío del Hermón que baja por las alturas de Sión; allí Yahveh la bendición dispensa, la vida para siempre.
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Salmo 134 (133)
(1) Canción de las subidas.
1 ¡Oh, bendecid a Yahveh todos los servidores de Yahveh, que servís en la Casa de Yahveh, en los atrios de la Casa del Dios nuestro!
2 ¡Por las noches alzad las manos hacia el santuario, y bendecid a Yahveh!
3 ¡Bendígate Yahveh desde Sión, él, que hizo los cielos y la tierra!
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Salmo 135 (134)
(1) ¡Aleluya!
1 Alabad el nombre de Yahveh, alabad, servidores de Yahveh,
2 que servís en la Casa de Yahveh, en los atrios de la Casa del Dios nuestro.
3 Alabad a Yahveh, porque es bueno Yahveh, salmodiad a su nombre, que es amable.
4 Pues Yahveh se ha elegido a Jacob, a Israel, como su propiedad.
5 Bien sé yo que es grande Yahveh, nuestro Señor más que todos los dioses.
6 Todo cuanto agrada a Yahveh, lo hace en el cielo y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.
7 Levantando las nubes desde el extremo de la tierra, para la lluvia hace él los relámpagos, saca de sus depósitos el viento.
8 El hirió a los primogénitos de Egipto, desde el hombre al ganado;
9 mandó señales y prodigios en medio de ti, Egipto, contra Faraón y todos sus siervos.
10 Hirió a naciones en gran número, dio muerte a reyes poderosos,
11 a Sijón, rey de los amorreos, a Og, rey de Basán, y a todos los reinos de Canaán;
12 y dio sus tierras en herencia, en herencia a su pueblo Israel.
13 ¡Yahveh, tu nombre para siempre, Yahveh, tu memoria de edad en edad!
14 Porque Yahveh a su pueblo hace justicia, y se compadece de sus siervos.
15 Los ídolos de las naciones, plata y oro, obra de manos de hombre
16 tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven;
17 tienen oídos y no oyen, ni un soplo siquiera hay en su boca.
18 Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza.
19 Caza de Israel, bendecid a Yahveh, casa de Aarón, bendecid a Yahveh,
20 casa de Leví, bendecid a Yahveh, los que a Yahveh teméis, bendecid a Yahveh.
21 ¡Bendito sea Yahveh desde Sión, el que habita en Jerusalén!
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Salmo 136 (135)
¡Aleluya!
1 ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!
2 Dad gracias al Dios de los dioses, porque es eterno su amor;
3 dad gracias al Señor de los señores, porque es eterno su amor.
4 El solo hizo maravillas, porque es eterno su amor.
5 Hizo los cielos con inteligencia, porque es eterno su amor;
6 sobre las aguas asentó la tierra, porque es eterno su amor.
7 Hizo las grandes lumbreras, porque es eterno su amor;
8 el sol para regir el día, porque es eterno su amor;
9 la luna y las estrellas para regir la noche, porque es eterno su amor.
10 Hirió en sus primogénitos a Egipto, porque es eterno su amor;
11 y sacó a Israel de entre ellos, porque es eterno su amor;
12 con mano fuerte y tenso brazo, porque es eterno su amor.
13 El mar de Suf partió en dos, porque es eterno su amor;
14 por medio a Israel hizo pasar, porque es eterno su amor;
15 y hundió en él a Faraón con sus huestes, porque es eterno su amor.
16 Guió a su pueblo en el desierto, porque es eterno su amor;
17 hirió a grandes reyes, porque es eterno su amor;
18 y dio muerte a reyes poderosos, porque es eterno su amor;
19 a Sijón, rey de los amorreos, porque es eterno su amor;
20 y a Og, rey de Basán, porque es eterno su amor.
21 Y dio sus tierras en herencia, porque es eterno su amor;
22 en herencia a su siervo Israel, porque es eterno su amor.
23 En nuestra humillación se acordó de nosotros, porque es eterno su amor;
24 y nos libró de nuestros adversarios, porque es eterno su amor.
25 El da el pan a toda carne, porque es eterno su amor;
26 ¡Dad gracias al Dios de los cielos, porque es eterno su amor!
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Salmo 137 (136)
1 A orillas de los ríos de Babilonia estábamos sentados y llorábamos, acordándonos de Sión;
2 en los álamos de la orilla teníamos colgadas nuestras cítaras.
3 Allí nos pidieron nuestros deportadores cánticos, nuestros raptores alegría: «¡Cantad para nosotros un cantar de Sión!»
4 ¿Cómo podríamos cantar un canto de Yahveh en una tierra extraña?
5 ¡Jerusalén, si yo de ti me olvido, que se seque mi diestra!
6 ¡Mi lengua se me pegue al paladar si de ti no me acuerdo, si no alzo a Jerusalén al colmo de mi gozo!
7 Acuérdate, Yahveh, contra los hijos de Edom, del día de Jerusalén, cuando ellos decían: ¡Arrasad, arrasadla hasta sus cimientos!
8 ¡Hija de Babel, devastadora, feliz quien te devuelva el mal que nos hiciste,
9 feliz quien agarre y estrelle contra la roca a tus pequeños!
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Salmo 138 (137)
(1) De David.
1 Te doy gracias, Yahveh, de todo corazón, pues tú has escuchado las palabras de mi boca. En presencia de los ángeles salmodio para ti,
2 hacia tu santo Templo me prosterno. Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad, pues tu promesa ha superado tu renombre.
3 El día en que grité, tú me escuchaste, aumentaste la fuerza en mi alma.
4 Te dan gracias, Yahveh, todos los reyes de la tierra, porque oyen las promesas de tu boca;
5 y cantan los caminos de Yahveh: «¡Qué grande la gloria de Yahveh!
6 ¡Excelso es Yahveh, y ve al humilde, al soberbio le conoce desde lejos!»
7 Si ando en medio de angustias, tú me das la vida, frente a la cólera de mis enemigos, extiendes tú la mano y tu diestra me salva:
8 Yahveh lo acabará todo por mí. ¡Oh Yahveh, es eterno tu amor, no dejes la obra de tus manos!
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Salmo 139 (138)
(1) Del maestro de coro. De David. Salmo.
1 Yahveh, tú me escrutas y conoces;
2 sabes cuándo me siento y cuándo me levanto, mi pensamiento calas desde lejos;
3 esté yo en camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas.
4 Que no está aún en mi lengua la palabra, y ya tú, Yahveh, la conoces entera;
5 me aprietas por detrás y por delante, y tienes puesta sobre mí tu mano.
6 Ciencia es misteriosa para mí, harto alta, no puedo alcanzarla.
7 ¿A dónde iré yo lejos de tu espíritu, a dónde de tu rostro podré huir?
8 Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el seol me acuesto, allí te encuentras.
9 Si tomo las alas de la aurora, si voy a parar a lo último del mar,
10 también allí tu mano me conduce, tu diestra me aprehende.
11 Aunque diga: «¡Me cubra al menos la tiniebla, y la noche sea en torno a mí un ceñidor,
12 ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día.
13 Porque tú mis riñones has formado, me has tejido en el vientre de mi madre;
14 yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios son tus obras. Mi alma conocías cabalmente,
15 y mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra.
16 Mi embrión tus ojos lo veían; en tu libro están inscritos todos los días que han sido señalados, sin que aún exista uno solo de ellos.
17 Mas para mí ¡qué arduos son tus pensamientos, oh, Dios, qué incontable su suma!
18 ¡Son más, si los recuento, que la arena, y al terminar, todavía estoy contigo!
19 ¡Ah, si al impío, oh Dios, mataras, si los hombres sanguinarios se apartaran de mí!
20 Ellos que hablan de ti dolosamente, tus adversarios que se alzan en vano.
21 ¿No odio, Yahveh, a quienes te odian? ¿No me asquean los que se alzan contra ti?
22 Con odio colmado los odio, son para mí enemigos.
23 Sóndame, oh Dios, mi corazón conoce, pruébame, conoce mis desvelos;
24 mira no haya en mí camino de dolor, y llévame por el camino eterno.
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Salmo 140 (139)
(1) Del maestro de coro. Salmo. De David.
1 (2) Líbrame, Yahveh, del hombre malo, del hombre violento guárdame,
2 (3) los que en su corazón maquinan males, y peleas albergan todo el día,
3 (4) aguzan su lengua igual que una serpiente, veneno de víbora hay bajo sus labios. Pausa
4 (5) Presérvame, Yahveh, de las manos del impío, del hombre violento guárdame, los que proyectan trastornar mis pasos,
5 (6) los insolentes que me han ocultado cepo y lazos, y tienden una red bajo mis pies, y al borde del sendero me han emplazado trampas. Pausa.
6 (7) Yo he dicho a Yahveh: Tú eres mi Dios, escucha, Yahveh, la voz de mis súplicas.
7 (8) Oh Yahveh, Señor mío, fuerza de mi salvación, tú cubres mi cabeza el día del combate.
8 (9) No otorgues, Yahveh, al impío su deseo, no dejes que su plan se realice. Los que me asedian no alcen sobre mí
9 (10) su cabeza, Pausa ahóguelos la malicia de sus labios;
10 (11) llueva sobre ellos carbones encendidos, en el abismo hundidos, no se levanten más;
11 (12) no arraigue más en la tierra el deslenguado. al violento lo atrape de golpe la desgracia.
12 (13) Sé que Yahveh al humilde hará justicia, y llevará el juicio de los pobres.
13 (14) Sí, los justos darán gracias a tu nombre, los rectos morarán en tu presencia.
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Salmo 141 (140)
(1) Salmo. De David.
1 Yo te invoco, Yahveh, ven presto a mí, escucha mi voz cuando a ti clamo.
2 Valga ante ti mi oración como incienso, el alzar de mis manos como oblación de la tarde.
3 Pon, Yahveh, en mi boca un centinela, un vigía a la puerta de mis labios.
4 No dejes que tienda mi corazón a cosa mala, a perpetrar acciones criminales en compañía de malhechores, y no guste yo lo que hace sus delicias.
5 Que el justo me hiera por amor, y me corrija, pero el ungüento del impío jamás lustre mi cabeza, pues me comprometería aún más en sus maldades.
6 Han quedado a merced de la Roca, su juez, los que oyeron con regodeo mis palabras:
7 «Como piedra de molino estrellada por tierra son esparcidos nuestros huesos a la boca del seol.»
8 Hacia ti, Señor Yahveh, miran mis ojos, ¡en ti me cobijo, no desampares mi alma!
9 Guárdame del lazo que me tienden, de la trampa de los malhechores.
10 Caigan los impíos, cada uno en su red, mientras yo paso indemne.
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Salmo 142 (141)
(1) Poema. De David. Cuando estaba en la cueva. Oración.
1 (2) A Yahveh en mi clamor imploro. A Yahveh en mi clamor suplico.
2 (3) Ante él derramo mi lamento, mi angustia ante él expongo,
3 (4) cuando el aliento en mí se apaga; mas tú conoces mi sendero. En el camino por donde voy me han escondido un lazo.
4 (5) A la derecha mira, y ve, nadie hay que me conozca. Huye de mí todo refugio, nadie hay que cuide de mi alma.
5 (6) Hacia ti clamo, Yahveh; digo: ¡Tú, mi refugio, mi porción en la tierra de los vivos!
6 (7) Atiende a mi clamor, pues estoy abatido del todo. ¡Líbrame tú de mis perseguidores, pues son más fuertes que yo!
7 (8) ¡Saca mi alma de la cárcel, y daré gracias a tu nombre! En torno a mí los justos harán corro, por tu favor para conmigo.
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Salmo 143 (142)
(1) Salmo. De David.
1 Yahveh, escucha mi oración, presta oído a mis súplicas, por tu lealtad respóndeme, por tu justicia;
2 no entres en juicio con tu siervo, pues no es justo ante ti ningún viviente.
3 Persigue mi alma el enemigo, mi vida estrella contra el suelo; me hace morar en las tinieblas, como los que han muerto para siempre;
4 se apaga en mí el aliento, mi corazón dentro de mí enmudece.
5 Me acuerdo de los días de antaño, medito en todas tus acciones, pondero las obras de tus manos;
6 hacia ti mis manos tiendo, mi alma es como una tierra que tiene sed de ti. Pausa.
7 ¡Oh, pronto, respóndeme, Yahveh, el aliento me falta; no escondas lejos de mí tu rostro, pues sería yo como los que bajan a la fosa!
8 Haz que sienta tu amor a la mañana, porque confío en ti; hazme saber el camino a seguir, porque hacia ti levanto mi alma.
9 Líbrame de mis enemigos, Yahveh en ti me refugio;
10 enséñame a cumplir tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu espíritu que es bueno me guíe por una tierra llana.
11 Por tu nombre, Yahveh, dame la vida, por tu justicia saca mi alma de la angustia;
12 por tu amor aniquila a mis enemigos, pierde a todos los que oprimen mi alma, porque yo soy tu servidor.
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Salmo 144 (143)
(1) De David.
1 Bendito sea Yahveh, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la batalla;
2 él, mi amor y mi baluarte, mi ciudadela y mi libertador, mi escudo en el que me cobijo, el que los pueblos somete a mi poder.
3 Yahveh, ¿qué es el hombre para que le conozcas, el hijo de hombre para que en él pienses?
4 El hombre es semejante a un soplo, sus días, como sombra que pasa.
5 ¡Yahveh, inclina tus cielos y desciende, toca los montes, que echen humo;
6 fulmina el rayo y desconciértalos, lanza tus flechas y trastórnalos!
7 Extiende tu mano desde lo alto, sálvame, líbrame de las muchas aguas, de la mano de los hijos de extranjeros,
8 cuya boca profiere falsedad y cuya diestra es diestra de mentira.
9 Oh Dios, quiero cantarte un canto nuevo, salmodiar para ti al arpa de diez cuerdas,
10 tú que das a los reyes la victoria, que salvas a David tu servidor. De espada de infortunio
11 sálvame. líbrame de la mano de extranjeros, cuya boca profiere falsedad y cuya diestra es diestra de mentira.
12 Sean nuestros hijos como plantas florecientes en su juventud, nuestras hijas como columnas angulares, esculpidas como las de un palacio;
13 nuestros graneros llenos, rebosantes de frutos de toda especie, nuestras ovejas, a millares, a miríadas, por nuestras praderías;
14 nuestras bestias bien cargadas; no haya brecha ni salida, ni grito en nuestras plazas.
15 ¡Feliz el pueblo a quien así sucede feliz el pueblo cuyo Dios es Yahveh!
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Salmo 145 (144)
(1) Himno. De David.
1 Alef. Yo te ensalzo, oh Rey Dios mío, y bendigo tu nombre para siempre jamás;
2 Bet. todos los días te bendeciré, por siempre jamás alabaré tu nombre;
3 Guímel. grande es Yahveh y muy digno de alabanza, insondable su grandeza.
4 Dálet. Una edad a otra encomiará tus obras, pregonará tus proezas.
5 He. El esplendor, la gloria de tu majestad, el relato de tus maravillas, yo recitaré.
6 Vau. Del poder de tus portentos se hablará, y yo tus grandezas contaré;
7 Zain. se hará memoria de tu inmensa bondad, se aclamará tu justicia.
8 Jet. Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y grande en amor;
9 Tet bueno es Yahveh para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras.
10 Yod. Te darán gracias, Yahveh, todas tus obras y tus amigos te bendecirán;
11 Kaf. dirán la gloria de tu reino, de tus proezas hablarán,
12 Lámed. para mostrar a los hijos de Adán tus proezas, el esplendor y la gloria de tu reino.
13 Mem. Tu reino, un reino por los siglos todos, tu dominio, por todas las edades. (Nun.) Yahveh es fiel en todas sus palabras, en todas sus obras amoroso;
14 Sámek. Yahveh sostiene a todos los que caen, a todos los encorvados endereza.
15 Ain. Los ojos de todos fijos en ti, esperan que les des a su tiempo el alimento;
16 Pe. abres la mano tú y sacias a todo viviente a su placer.
17 Sade. Yahveh es justo en todos sus caminos, en todas sus obras amoroso;
18 Qof. cerca está Yahveh de los que le invocan, de todos los que le invocan con verdad.
19 Res. El cumple el deseo de los que le temen, escucha su clamor y los libera;
20 Sin. guarda Yahveh a cuantos le aman, a todos los impíos extermina.
21 Tau. ¡La alabanza de Yahveh diga mi boca, y toda carne bendiga su nombre sacrosanto, para siempre jamás!
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Salmo 146 (145)
(1) ¡Aleluya!
1 ¡Alaba a Yahveh, alma mía!
2 A Yahveh, mientras viva, he de alabar, mientras exista salmodiaré para mi Dios.
3 No pongáis vuestra confianza en príncipes, en un hijo de hombre, que no puede salvar;
4 su soplo exhala, a su barro retorna, y en ese día sus proyectos fenecen.
5 Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo, y su esperanza en Yahveh su Dios,
6 que hizo los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay; que guarda por siempre lealtad,
7 hace justicia a los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Yahveh suelta a los encadenados.
8 Yahveh abre los ojos a los ciegos, Yahveh a los encorvados endereza, Ama Yahveh a los justos,
9 Yahveh protege al forastero, a la viuda y al huérfano sostiene. mas el camino de los impíos tuerce;
10 Yahveh reina para siempre, tu Dios, Sión, de edad en edad.
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Salmo 147 (146-147)
¡Aleluya!
1 Alabad a Yahveh, que es bueno salmodiar, a nuestro Dios, que es dulce la alabanza.
2 Edifica Yahveh a Jerusalén, congrega a los deportados de Israel;
3 él sana a los de roto corazón, y venda sus heridas.
4 El cuenta el número de estrellas, y llama a cada una por su nombre;
5 grande es nuestro Señor, y de gran fuerza, no tiene medida su saber.
6 Yahveh sostiene a los humildes, hasta la tierra abate a los impíos.
7 Cantad a Yahveh en acción de gracias, salmodiad a la cítara para nuestro Dios:
8 El que cubre de nubes los cielos, el que lluvia a la tierra prepara, el que hace germinar en los montes la hierba, y las plantas para usos del hombre,
9 el que dispensa al ganado su sustento, a las crías del cuervo cuando chillan.
10 No le agrada el brío del caballo, ni se complace en los músculos del hombre.
11 Se complace Yahveh en los que le temen, en los que esperan en su amor.
12 ¡Celebra a Yahveh, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión!
13 Que él ha reforzado los cerrojos de tus puertas, ha bendecido en ti a tus hijos;
14 pone paz en tu término, te sacia con la flor del trigo.
15 El envía a la tierra su mensaje, a toda prisa corre su palabra;
16 como lana distribuye la nieve, esparce la escarcha cual ceniza.
17 Arroja su hielo como migas de pan, a su frío ¿quién puede resistir?
18 Envía su palabra y hace derretirse, sopla su viento y corren las aguas.
19 El revela a Jacob su palabra, sus preceptos y sus juicios a Israel:
20 no hizo tal con ninguna nación, ni una sola sus juicios conoció.
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Salmo 148
(1) ¡Aleluya!
1 ¡Alabad a Yahveh desde los cielos, alabadle en las alturas,
2 alabadle, ángeles suyos todos, todas sus huestes, alabadle!
3 ¡Alabadle, sol y luna, alabadle todas las estrellas de luz,
4 alabadle, cielos de los cielos, y aguas que estáis encima de los cielos!
5 Alaben ellos el nombre de Yahveh: pues él ordenó y fueron creados;
6 él los fijó por siempre, por los siglos, ley les dio que no pasará.
7 ¡Alabad a Yahveh desde la tierra, monstruos del mar y todos los abismos,
8 fuego y granizo, nieve y bruma, viento tempestuoso, ejecutor de su palabra,
9 montañas y todas la colinas, árbol frutal y cedros todos,
10 fieras y todos los ganados, reptil y pájaro que vuela,
11 reyes de la tierra y pueblos todos, príncipes y todos los jueces de la tierra,
12 jóvenes y doncellas también, viejos junto con los niños!
13 Alaben el nombre de Yahveh: porque sólo su nombre es sublime, su majestad por encima de la tierra y el cielo.
14 El realza la frente de su pueblo, de todos sus amigos alabanza, de los hijos de Israel, pueblo de sus íntimos.
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Salmo 149
(1) ¡Aleluya!
1 ¡Cantad a Yahveh un cantar nuevo: su alabanza en la asamblea de sus amigos!
2 ¡Regocíjese Israel en su hacedor, los hijos de Sión exulten en su rey;
3 alaben su nombre con la danza, con tamboril y cítara salmodien para él!
4 Porque Yahveh en su pueblo se complace, adorna de salvación a los humildes.
5 Exalten de gloria sus amigos, desde su lecho griten de alegría:
6 los elogios de Dios en su garganta, y en su mano la espada de dos filos;
7 para ejecutar venganza en las naciones, castigos en los pueblos,
8 para atar con cadenas a sus reyes, con grillos de hierro a sus magnates,
9 para aplicarles la sentencia escrita: ¡será un honor para todos sus amigos!
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Salmo 150
(1) ¡Aleluya!
1 Alabad a Dios en su santuario, alabadle en el firmamento de su fuerza,
2 alabadle por sus grandes hazañas, alabadle por su inmensa grandeza.
3 Alabadle con clangor de cuerno, alabadle con arpa y con cítara,
4 alabadle con tamboril y danza, alabadle con laúd y flauta,
5 alabadle con címbalos sonoros, alabadle con címbalos de aclamación.
6 ¡Todo cuanto respira alabe a Yahveh! ¡Aleluya!
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2do. de Reyes

Índice: Sagrada Escritura, 2do de Reyes

1     2     3     4     5     6     7     8     9     10     11     12     13     14     15     16     17     18     19     20     21     22     23     24     25     

     

2 Reyes 1
1 Después de la muerte de Ajab, Moab se rebeló contra Israel.
2 Ocozías se cayó por la celosía de su habitación de arriba de Samaría; quedó maltrecho, y envió mensajeros a los que dijo: «Id a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, si sobreviviré a esta desgracia.»
3 Pero el Angel de Yahveh dijo a Elías tesbita: «Levántate y sube al encuentro de los mensajeros del rey de Samaría y diles: ¿Acaso porque no hay Dios en Israel vais vosotros a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón?
4 Por eso, así habla Yahveh: Del lecho al que has subido no bajarás, porque de cierto morirás.» Y Elías se fue.
5 Los mensajeros se volvieron a Ocozías y éste les dijo: «¿Cómo así os habéis vuelto?»
6 Le respondieron: «Nos salió al paso un hombre que nos dijo: “Andad, volveos al rey que os ha enviado y decidle: Así habla Yahveh: ¿Acaso porque no hay Dios en Israel envías tú a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón? Por eso, del lecho al que has subido no bajarás, porque de cierto morirás.”»
7 Les preguntó: «¿Qué aspecto tenía el hombre que os salió al paso y os dijo estas palabras?»
8 Le respondieron: «Era un hombre con manto de pelo y con una faja de piel ceñida a su cintura.» El dijo: «Es Elías tesbita.»
9 Le envió un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres, que subió a donde él; estaba él sentado en la cumbre de la montaña, y le dijo: «Hombre de Dios, el rey manda que bajes.»
10 Respondió Elías y dijo al jefe de cincuenta: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta.» Bajó fuego del cielo que le devoró a él y a sus cincuenta.
11 Volvió a enviarle otro jefe de cincuenta, que subió y le dijo: «Hombre de Dios. Así dice el rey: Apresúrate a bajar.»
12 Respondió Elías y le dijo: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta.» Bajó fuego del cielo que le devoró a él y a sus cincuenta.
13 Volvió a enviar un tercer jefe de cincuenta con sus cincuenta; llegó el tercer jefe de cincuenta, cayó de rodillas ante Elías y le suplicó diciendo: «Hombre de Dios, te ruego que mi vida y la vida de estos cincuenta tuyos sea preciosa a tus ojos.
14 Ya ha bajado fuego del cielo y ha devorado a los dos jefes de cincuenta anteriores y a sus cincuenta; pues que ahora mi vida sea preciosa a tus ojos.»
15 El Angel de Yahveh dijo a Elías: «Baja con él y no temas ante él.» Se levantó y bajó con él donde el rey,
16 y le dijo: «Así dice Yahveh: Porque has enviado mensajeros para consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, por eso, del lecho al que has subido no bajarás, pues de cierto morirás.»
17 Murió según la palabra de Yahveh que Elías había dicho, y reinó en su lugar su hermano Joram, en el año segundo de Joram, hijo de Josafat, rey de Judá, porque él no tenía hijos.
18 El resto de los hechos de Ocozías, lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
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2 Reyes 2
1 Esto pasó cuando Yahveh arrebató a Elías en el torbellino al cielo. Elías y Eliseo partieron de Guilgal.
2 Dijo Elías a Eliseo: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía a Betel.» Eliseo dijo: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré.» Y bajaron a Betel.
3 Salió la comunidad de los profetas que había en Betel al encuentro de Eliseo y le dijeron: «¿No sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima de tu cabeza?» Respondió: «También yo lo sé. ¡Callad!»
4 Elías dijo a Eliseo: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía a Jericó.» Pero él respondió: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré», y siguieron hacia Jericó.
5 Se acercó a Eliseo la comunidad de los profetas que había en Jericó y le dijeron: «¿No sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima de tu cabeza?» Respondió: «También yo lo sé. ¡Callad!»
6 Le dijo Elías: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía al Jordán.» Respondió: «Vive Yahveh y vive tu alma que no te dejaré», y fueron los dos.
7 Cincuenta hombres de la comunidad de los profetas vinieron y se quedaron enfrente, a cierta distancia; ellos dos se detuvieron junto al Jordán.
8 Tomó Elías su manto, lo enrolló y golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasaron ambos a pie enjuto.
9 Cuando hubieron pasado, dijo Elías a Eliseo: «Pídeme lo que quieras que haga por ti antes de ser arrebatado de tu lado.» Dijo Eliseo: «Que tenga dos partes de tu espíritu.»
10 Le dijo: «Pides una cosa difícil; si alcanzas a verme cuando sea llevado de tu lado, lo tendrás; si no, no lo tendrás.»
11 Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en el torbellino.
12 Eliseo le veía y clamaba: «¡Padre mío, padre mío! Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo!» Y no le vio más. Asió sus vestidos y los desgarró en dos.
13 Tomó el manto que se le había caído a Elías y se volvió, parándose en la orilla del Jordán.
14 Tomó el manto de Elías y golpeó las aguas diciendo: ¿Dónde está Yahveh, el Dios de Elías?» Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasó Eliseo.
15 Habiéndole visto la comunidad de los profetas que estaban enfrente, dijeron: «El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo.» Fueron a su encuentro, se postraron ante él en tierra,
16 y le dijeron: «Hay entre tus siervos cincuenta hombres valerosos; que vayan a buscar a tu señor, no sea que el espíritu de Yahveh se lo haya llevado y le haya arrojado en alguna montaña o algún valle.» El dijo: «No mandéis a nadie.»
17 Como le insistieran hasta la saciedad dijo: «Mandad.» Mandaron cincuenta hombres que le buscaron durante tres días, pero no le encontraron.
18 Se volvieron donde él, que se había quedado en Jericó, y les dijo: «¿No os dije que no fuerais?».
19 Los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: «El emplazamiento de la ciudad es bueno, como mi señor puede ver, pero las aguas son malas y la tierra es estéril.»
20 El dijo: «Traedme una olla nueva y poned sal en ella.» Y se la trajeron.
21 Fue al manantial de las aguas, arrojó en él la sal y dijo: «Así dice Yahveh: Yo he saneado estas aguas; ya no habrá en ellas muerte ni esterilidad.»
22 Y las aguas quedaron saneadas hasta el día de hoy, según la palabra que dijo Eliseo.
23 De allí subió a Betel. Iba subiendo por el camino, cuando unos niños pequeños salieron de la ciudad y se burlaban de él diciendo: «¡Sube, calvo; sube, calvo!»
24 El se volvió, los vio y los maldijo en nombre de Yahveh. Salieron dos osos del bosque y destrozaron a 42 de ellos.
25 De allí se fue al monte Carmelo, de donde se volvió a Samaría.
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2 Reyes 3
1 Joram, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaría el año dieciocho de Josafat, rey de Judá, y reinó doce años.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, pero no como su padre y como su madre, porque retiró la estela de Baal que su padre había hecho.
3 Tan sólo que se adhirió a los pecados de Jeroboam, hijo de Nebat, que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.
4 Mesá, rey de Moab, era pastor de ovejas y pagaba al rey de Israel 100.000 corderos y 100.000 carneros con su lana;
5 pero a la muerte de Ajab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel.
6 Aquel día salió el rey Joram de Samaría y pasó revista a todo Israel.
7 Fue y envió a decir a Josafat, rey de Judá: «El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Quieres venir conmigo a la guerra contra Moab?» Respondió: «Subiré. Yo seré como tú; mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos.»
8 Y preguntó: «¿Por qué camino subiremos?» Respondió: «Por el camino del desierto de Edom.»
9 Fueron el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom; dieron un rodeo durante siete días y faltó el agua para el campamento y para las bestias de carga que les seguían.
10 El rey de Israel dijo: «¡Ay! Que Yahveh ha llamado a estos tres reyes para entregarlos en manos de Moab!»
11 Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí algún profeta de Yahveh para que consultemos a Yahveh por su medio?» Respondió uno de los servidores del rey de Israel y dijo: «Esta aquí Eliseo, hijo de Safat, el que vertía el agua en manos de Elías.»
12 Dijo Josafat: «Con él está la palabra de Yahveh.» Y bajaron donde él el rey de Israel, Josafat, y el rey de Edom.
13 Dijo Eliseo al rey de Israel: «¿Qué tengo que ver yo contigo? ¡Vete a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre!» Respondió el rey de Israel: «Es que Yahveh ha llamado a estos tres reyes para entregarlos en manos de Moab.»
14 Dijo Eliseo: «Vive Yahveh Seboat a quien sirvo, que si no tuviera delante a Josafat, rey de Judá, no te atendería ni te miraría.
15 Traedme, pues, un tañedor. Y sucedió que, mientras tocaba el tañedor, vino sobre él la mano de Yahveh,
16 y dijo: «Así dice Yahveh: “Haced en este valle zanjas y más zanjas”,
17 porque así, dice Yahveh: “No veréis viento y no veréis lluvia, pero este valle se llenará de agua y beberéis vosotros y vuestros campamentos y vuestros ganados.”
18 Y aún es poco esto a los ojos de Yahveh, pues entregaré a Moab en vuestras manos
19 y heriréis a toda ciudad fuerte, talaréis todo árbol bueno, cegaréis todas las fuentes y devastaréis todos los campos fértiles cubriéndolos de piedra.»
20 A la mañana, a la hora de alzar la oblación, venían las aguas de la parte de Edom y la tierra se llenó de agua.
21 Habiendo oído todo Moab que subían los reyes para hacerles la guerra, convocaron a todos, desde los que empezaban a ceñir espada en adelante, y se apostaron en la frontera.
22 Al levantarse de mañana brillaba el sol sobre las aguas y los moabitas vieron enfrente las aguas rojas como la sangre,
23 y exclamaron: «Es sangre; sin duda los reyes se han matado entre sí y se han herido unos a otros. Conque ¡al botín, Moab!»
24 Cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas y batieron a Moab, que huyó ante ellos; ellos avanzaron impetuosamente y derrotaron a Moab,
25 destruyeron las ciudades, arrojaron sobre los mejores campos cada uno su piedra y los llenaron, cegaron todos los manantiales, talaron todo árbol bueno; sólo le quedaron sus piedras a Quir Jeres, y los honderos la cercaron y la batieron.
26 Viendo el rey de Moab que llevaba la parte peor de la batalla, tomó consigo setecientos hombres que tiraban de espada para abrir brecha hacía el rey de Aram, pero no pudieron.
27 Tomó entonces a su primogénito, el que había de reinar en su lugar, y lo alzó en holocausto sobre la muralla, y hubo gran cólera contra los israelitas, que se alejaron de allí volviendo al país.
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2 Reyes 4
1 Una de las mujeres de la comunidad de los profetas clamó a Eliseo diciendo: «Tu siervo, mi marido, ha muerto; tú sabes que tu siervo temía a Yahveh. Pero el acreedor ha venido a tomar mis dos hijos para esclavos suyos.»
2 Eliseo dijo: «¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa.» Respondió ella: «Tu sierva no tiene en casa más que una orza de aceite.»
3 Dijo él: «Anda y pide fuera vasijas a todas tus vecinas, vasijas vacías, no te quedes corta.
4 Entra luego y cierra la puerta tras de ti y tras de tus hijos, y vierte sobre todas esas vasijas, y las pones aparte a medida que se vayan llenando.»
5 Se fue ella de su lado y cerró la puerta tras de sí y tras de sus hijos; éstos le acercaban las vasijas y ella iba vertiendo.
6 Cuando las vasijas se llenaron, dijo ella a su hijo: «Tráeme otra vasija.» El dijo: «Ya no hay más.» Y el aceite se detuvo.
7 Fue ella a decírselo al hombre de Dios, que dijo: «Anda y vende el aceite y paga a tu acreedor, y tú y tus hijos viviréis de lo restante.»
8 Un día pasó Eliseo por Sunem; había allí una mujer principal y le hizo fuerza para que se quedara a comer, y después, siempre que pasaba, iba allí a comer.
9 Dijo ella a su marido: «Mira, sé que es un santo hombre de Dios que siempre viene por casa.
10 Vamos a hacerle una pequeña alcoba de fábrica en la terraza y le pondremos en ella una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y cuando venga por casa, que se retire allí.»
11 Vino él en su día, se retiró a la habitación de arriba, y se acostó en ella.
12 Dijo él a Guejazí su criado: «Llama a esta sunamita.» La llamó y ella se detuvo ante él.
13 El dijo a su criado: «Dile: Te has tomado todos estos cuidados por nosotros, ¿qué podemos hacer por ti?, ¿quieres que hablemos en tu favor al rey o al jefe del ejército?» Ella dijo: «Vivo en medio de mi pueblo.»
14 Dijo él: «¿Qué podemos hacer por ella?» Respondió Guejazí: «Por desgracia ella no tiene hijos y su marido es viejo.»
15 Dijo él: «Llámala.» La llamó y ella se detuvo a la entrada.
16 Dijo él: «Al año próximo, por este mismo tiempo, abrazarás un hijo.» Dijo ella: «No, mi señor, hombre de Dios, no engañes a tu sierva.»
17 Concibió la mujer y dio a luz un niño en el tiempo que le había dicho Eliseo.
18 Creció el niño y un día se fue donde su padre junto a los segadores.
19 Dijo a su padre: «¡Mi cabeza, mi cabeza!» El padre dijo a un criado: «Llévaselo a su madre.»
20 Lo tomó y lo llevó a su madre. Estuvo sobre las rodillas de ella hasta el mediodía y murió.
21 Subió y le acostó sobre el lecho del hombre de Dios, cerró tras el niño y salió.
22 Llamó a su marido y le dijo: «Envíame uno de los criados con una asna. Voy a salir donde el hombre de Dios y volveré.»
23 Dijo él: «¿Por qué vas donde él? No es hoy novilunio ni sábado.» Pero ella dijo: «Paz.»
24 Hizo aparejar el asna y dijo a su criado: «Guía y anda, no me detengas en el viaje hasta que yo te diga.»
25 Fue ella y llegó donde el hombre de Dios, al monte Carmelo. Cuando el hombre de Dios la vio a lo lejos, dijo a su criado Guejazí: «Ahí viene nuestra sunamita.
26 Así que corre a su encuentro y pregúntale: ¿Estás bien tú? ¿Está bien tu marido? ¿Está bien el niño?» Ella respondió: «Bien.»
27 Llegó donde el hombre de Dios, al monte, y se abrazó a sus pies; se acercó Guejazí para apartarla, pero el hombre de Dios dijo: «Déjala, porque su alma está en amargura y Yahveh me lo ha ocultado y no me lo ha manifestado.»
28 Ella dijo: «¿Acaso pedí un hijo a mi señor? ¿No te dije que no me engañaras?»
29 Dijo a Guejazí: «Ciñe tu cintura, toma mi bastón en tu mano y vete; si te encuentras con alguien no le saludes, y si alguien te saluda no le respondas, y pon mi bastón sobre la cara del niño.»
30 Pero la madre del niño dijo: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré.» El pues, se levantó y se fue tras ella.
31 Guejazí había partido antes que ellos y había colocado el bastón sobre la cara del niño, pero no tenía voz ni señales de vida, de modo que se volvió a su encuentro y le manifestó: «El niño no se despierta.»
32 Llegó Eliseo a la casa; el niño muerto estaba acostado en su lecho.
33 Entró y cerró la puerta tras de ambos, y oró a Yahveh.
34 Subió luego y se acostó sobre el niño, y puso su boca sobre la boca de él, sus ojos sobre los ojos, sus manos sobre las manos, se recostó sobre él y la carne del niño entró en calor.
35 Se puso a caminar por la casa de un lado para otro, volvió a subir y a recostarse sobre él hasta siete veces y el niño estornudó y abrió sus ojos.
36 Llamó a Guejazí y le dijo: «Llama a la sunamita.» La llamó y ella llegó donde él. Dijo él: «Toma tu hijo.»
37 Entró ella y, cayendo a sus pies, se postró en tierra y salió llevándose a su hijo.
38 Cuando Eliseo se volvió a Guilgal había hambre en el país. La comunidad de los profetas estaba sentada ante él y dijo a su criado: «Toma la olla grande y pon a cocer potaje para los profetas.»
39 Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas comestibles; encontró una viña silvestre y recogió una especie de calabazas silvestres hasta llenar su vestido; fue y las cortó en pedazos en la olla del potaje, pues no sabía lo que era.
40 Lo sirvieron después para que comieran los hombres y, cuando estaban comiendo, comenzaron a gritar diciendo: « ¡La muerte en la olla, hombre de Dios!» Y no pudieron comer.
41 El dijo: «Traedme harina», y la echó en la olla. Dijo: «Repartid entre la gente.» Comieron y no había nada malo en la olla.
42 Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga; y dijo Eliseo: «Dáselo a la gente para que coman.»
43 Su servidor dijo: «¿Cómo voy a dar esto a cien hombres?» Él dijo: «Dáselo a la gente para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y sobrará.»
44 Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la palabra de Yahveh.
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2 Reyes 5
1 Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, era hombre muy estimado y favorecido por su señor, porque por su medio había dado Yahveh la victoria a Aram. Este hombre era poderoso, pero tenía lepra.
2 Habiendo salido algunas bandas de arameos, trajeron de la tierra de Israel una muchachita que se quedó al servicio de la mujer de Naamán.
3 Dijo ella a su señora: «Ah, si mi señor pudiera presentarse al profeta que hay en Samaría, pues le curaría de su lepra.»
4 Fue él y se lo manifestó a su señor diciendo: «Esto y esto ha dicho la muchacha israelita.»
5 Dijo el rey de Aram: «Anda y vete; yo enviaré una carta al rey de Israel.» Fue y tomó en su mano diez talentos de plata, 6.000 siclos de oro y diez vestidos nuevos.
6 Llevó al rey de Israel la carta que decía: «Con la presente, te envío a mi siervo Naamán, para que le cures de su lepra.»
7 Al leer la carta el rey de Israel, desgarró sus vestidos diciendo: «¿Acaso soy yo Dios para dar muerte y vida, pues éste me manda a que cure a un hombre de su lepra? Reconoced y ved que me busca querella.»
8 Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: « ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.»
9 Llegó Naamán con sus caballos y su carro y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo.
10 Eliseo envió un mensajero a decirle: «Vete y lávate siete veces en el Jordán y tu carne se te volverá limpia.»
11 Se irritó Naamán y se marchaba diciendo: «Yo que había dicho: ¡Seguramente saldrá, se detendrá, invocará el nombre de Yahveh su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra!
12 ¿Acaso el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, no son mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podría bañarme en ellos para quedar limpio?» Y, dando la vuelta, partió encolerizado.
13 Se acercaron sus servidores, le hablaron y le dijeron: «Padre mío; si el profeta te hubiera mandado una cosa difícil ¿es que no la hubieras hecho? ¡Cuánto más habiéndote dicho: Lávate y quedarás limpio!»
14 Bajó, pues, y se sumergió siete veces en el Jordán, según la palabra del hombre de Dios, y su carne se tornó como la carne de un niño pequeño, y quedó limpio.
15 Se volvió al hombre de Dios, él y todo su acompañamiento, llegó, se detuvo ante él y dijo: «Ahora conozco bien que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Así pues, recibe un presente de tu siervo.»
16 Pero él dijo: «Vive Yahveh a quien sirvo, que no lo aceptaré»; le insistió para que lo recibiera, pero no quiso.
17 Dijo Naamán: «Ya que no, que se dé a tu siervo, de esta tierra, la carga de dos mulos, porque tu siervo ya no ofrecerá holocausto ni sacrificio a otros dioses sino a Yahveh.
18 Que Yahveh dispense a su siervo por tener que postrarse en el templo de Rimmón cuando mi señor entre en el templo para adorar allí, apoyado en mi brazo; que Yahveh dispense a tu siervo por ello.»
19 El le dijo: «Vete en paz.» Y se alejó de él una cierta distancia.
20 Guejazí, el criado de Eliseo, el hombre de Dios, se dijo: «Mi amo ha sido indulgente con Naamán, ese arameo, al no aceptar de su mano lo que traía. ¡Vive Yahveh!, que voy a correr tras él y tomaré algo de su mano.»
21 Guejazí partió en seguimiento de Naamán. Naamán vio que corría tras de él y saltó del carro a su encuentro y dijo: «Todo va bien?»
22 Respondió: «Bien. Mi señor me envía a decirte: Acaban de llegar a mí dos jóvenes de la montaña de Efraím, de la comunidad de los profetas; dame, por favor, para ellos un talento de plata y dos vestidos de fiesta.»
23 Dijo Naamán: «Dígnate aceptar dos talentos y dos vestidos de fiesta.» Le insistió, y metió dos talentos de plata en dos sacos y se lo entregó a dos de sus criados que lo llevaron delante de él.
24 Cuando llegó a Ofel, lo tomó de sus manos, y lo puso en la casa y despidió a los hombres, que se fueron.
25 Cuando llegó y se presentó a su señor, Eliseo le dijo: «¿De dónde vienes Guejazí?» Respondió él: «Tu siervo no ha ido ni aquí ni allá.»
26 Le replicó: «¿No iba contigo mi corazón cuando un hombre saltó de su carro a tu encuentro? Ahora has recibido plata y puedes adquirir jardines, olivares y viñas, rebaños de ovejas y bueyes, siervos y siervas.
27 Pero la lepra de Naamán se pegará a ti y a tu descendencia para siempre.» Y salió de su presencia con lepra blanca como la nieve.
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2 Reyes 6
1 Los profetas dijeron a Eliseo: «Mira, el lugar en que habitamos a tu lado, es estrecho para nosotros.
2 Vayamos al Jordán y tomemos allí cada uno una viga, y nos haremos allí un lugar para habitar en él.» Dijo: «Id.»
3 Uno de ellos dijo: «Dígnate venir con tus siervos.» Dijo él: «Iré.»
4 Se fue con ellos y llegando al Jordán se pusieron a cortar los árboles.
5 Estaba uno derribando una viga cuando el hierro se cayó al agua y gritó diciendo: «¡Ay, mi señor, que era prestado!»
6 El hombre de Dios dijo: «¿Dónde ha caído?» Y le mostró el sitio. Entonces cortó un trozo de madera y lo arrojó allí, y sacó el hierro a flote.
7 Dijo: «Hazlo subir hacia ti.» El extendió su mano y lo agarró.
8 El rey de Aram estaba en guerra con Israel y celebró consejo con sus siervos diciendo: «Bajad contra tal plaza.»
9 El hombre de Dios envió a decir al rey de Israel: «Ten cuidado de esa plaza, porque los arameos bajan contra ella.»
10 El rey de Israel envió gente al lugar que el hombre de Dios le había dicho. El le advertía y el rey estaba allí alerta, y no una ni dos veces.
11 El corazón del rey de Aram se inquietó por este hecho, y llamando a sus oficiales les dijo: «¿No me vais a descubrir quién nos traiciona ante el rey de Israel?»
12 Uno de los oficiales dijo: «No, rey mi señor, sino que Eliseo, el profeta que hay en Israel, ha avisado al rey de Israel de las palabras que has dicho en el interior de tu dormitorio.»
13 El dijo: «Id y ved dónde está y enviaré a prenderlo.» Se le avisó diciendo: «Está en Dotán.»
14 Y mandó allí caballos, carros y un fuerte destacamento, que llegaron por la noche y cercaron la ciudad.
15 Al día siguiente se levantó el criado del hombre de Dios para salir, pero el destacamento rodeaba la ciudad, con caballos y carros, y su criado le dijo: «¡Ay, mi señor!, ¿qué vamos a hacer?»
16 El respondió: «No temas, que hay más con nosotros que con ellos.»
17 Oró Eliseo y dijo: «Yahveh, abre sus ojos para que vea.» Abrió Yahveh los ojos del criado y vio que la montaña estaba llena de caballos y carros de fuego en torno a Eliseo.
18 Bajaron hacia él los arameos y entonces Eliseo suplicó a Yahveh diciendo: «Deslumbra a esas gentes.» Y las deslumbró según la palabra de Eliseo.
19 Eliseo les dijo: «No es éste el camino y no es ésta la ciudad. Venid detrás de mí y os llevaré donde el hombre que buscáis.» Y los llevó a Samaría.
20 Cuando entraron en Samaría, Eliseo dijo: «Yahveh, abre sus ojos para que vean.» Abrió Yahveh sus ojos y vieron que estaban dentro de Samaría.
21 Cuando el rey de Israel los vio dijo a Eliseo: «¿Los mato, padre mío?»
22 El respondió: «No los mates. ¿Acaso a los que haces cautivos con tu espada y con tu arco los matas? Pon ante ellos pan y agua para que coman y beban y se vuelvan a su señor.»
23 Les sirvió un gran banquete, comieron, bebieron y los despidió, y se fueron a su señor, y las bandas de Aram no volvieron a entrar en la tierra de Israel.
24 Sucedió después de esto que Ben Hadad, rey de Aram, reunió todas sus tropas y subió y puso sitio a Samaría.
25 Hubo gran hambre en Samaría; y tanto la apretaron que una cabeza de asno valía ochenta siclos de plata, y un par de cebollas silvestres cinco siclos de plata.
26 Pasaba el rey de Israel por la muralla cuando una mujer clamó a él diciendo: «Sálvame, rey mi señor!»
27 Respondió: «Si Yahveh no te salva, ¿con qué puedo salvarte yo? ¿Con la era o con el lagar?»
28 Díjole el rey: «¿Qué te ocurre?» Ella respondió: «Esta mujer me dijo: “Trae a tu hijo y lo comeremos hoy; y el mío lo comeremos mañana.”
29 Cocimos a mi hijo y nos lo comimos; al otro día le dije: “Trae tu hijo y lo comeremos”, pero ella lo ha escondido.»
30 Cuando el rey oyó las palabras de la mujer desgarró sus vestidos; como pasaba sobre la muralla, el pueblo vio que llevaba sayal a raíz de su carne.
31 Dijo: «Esto me haga el señor y esto me añada si hoy le queda la cabeza sobre los hombros a Eliseo, hijo de Safat.»
32 Estaba Eliseo sentado en su casa y los ancianos estaban sentados con él. El rey envió un hombre por delante, pero antes que llegara el mensajero a donde él, dijo él a los ancianos: «Habéis visto que este hijo de asesino ha mandado cortar mi cabeza. Mirad, cuando llegue el mensajero, cerrad la puerta y rechazadle con ella. ¿Acaso no se oye tras de él el ruido de los pasos de su señor?»
33 Todavía estaba hablando con ellos cuando el rey bajó al él y dijo: «¡Todo este mal viene de Yahveh! ¿Cómo he de confiar aún en Yahveh?»
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2 Reyes 7
1 Dijo Eliseo: «Escucha la palabra de Yahveh: Así dice Yahveh: Mañana a esta hora estará la arroba de flor de harina a siclo, y las dos arrobas de cebada a siclo, en la puerta de Samaría.»
2 El escudero, sobre cuyo brazo se apoyaba el rey, respondió al hombre de Dios y le dijo: «Aunque Yahveh abriera ventanas en el cielo ¿podría ocurrir tal cosa?» Respondió: «Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás.»
3 Cuatro hombres que estaban leprosos se hallaban a la entrada de la puerta y se dijeron uno a otro: «¿Por qué estarnos aquí hasta morir?
4 Si decimos: “vamos a entrar en la ciudad”, como hay hambre en ella, allí nos moriremos, y si nos quedamos aquí, moriremos igual. Así que vamos a pasarnos al campamento de Aram; si nos dejan vivir, viviremos, y si no matan, moriremos.»
5 Se levantaron al anochecer para ir al campamento de Aram; llegaron hasta el límite del campamento de Aram y no había allí nadie,
6 porque el Señor había hecho oír en el campamento de Aram estrépito de carros, estrépito de caballos y estrépito de un gran ejército, y se dijeron unos a otros: «El rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los hititas y a los reyes de Egipto para que vengan contra nosotros.»
7 Se levantaron y huyeron al anochecer abandonando su tiendas, sus caballos y sus asnos, el campamento tal como estaba, y huyeron para salvar sus vidas.
8 Aquellos leprosos llegaron al límite del campamento y, entrando en una tienda, comieron, bebieron y se llevaron de allí plata, oro y vestidos, y fueron a esconderlo. Regresaron y entraron en otra tienda y escondieron lo que de allí se llevaron.
9 Se dijeron uno a otro: «No está bien lo que hacemos; hoy es un día de albricias; y si nosotros estamos callados hasta el lucir de la mañana incurriremos en culpa; así pues, vayamos, entremos y anunciémoslo a la casa del rey.»
10 Llegaron y llamaron a los guardias de la ciudad y se lo anunciaron diciendo: «Hemos ido al campamento de Aram y no hay nadie, ninguna voz de hombre; sólo los caballos atados, los asnos atados y las tiendas intactas.»
11 Llamaron los centinelas y lo comunicaron al interior de la casa del rey.
12 Se levantó el rey de noche y dijo a sus oficiales: «Os voy a decir lo que nos ha hecho Aram; saben que estamos hambrientos, han salido del campamento y se han escondido en el campo pensando: Saldrán de la ciudad, los prenderemos vivos y entraremos en la ciudad.»
13 Uno de los oficiales respondió y dijo: «Que se tomen cinco de los caballos restantes, pues les va a pasar lo que a toda la muchedumbre de Israel que ha perecido; y enviémosles para ver.»
14 Tomaron dos tiros de caballos y los envió el rey en pos de los arameos diciendo: «Id y ved.»
15 Fueron tras ellos hasta el Jordán, y todo el camino estaba lleno de vestidos y objetos que habían arrojado los arameos en su precipitación. Los mensajeros volvieron y se lo comunicaron al rey.
16 Salió el pueblo y saqueó el campamento de Aram; la arroba de flor de harina estaba a siclo y las dos arrobas de cebada a siclo, según la palabra de Yahveh.
17 El rey había puesto de vigilancia a la puerta al escudero en cuyo brazo se apoyaba; pero el pueblo le pisoteó en la puerta y murió, según la palabra del hombre de Dios, cuando el rey bajó donde él.
18 Sucedió según la palabra del hombre de Dios al rey cuando dijo: «Mañana a esta hora estarán a siclo las dos arrobas de cebada y a siclo la arroba de flor de harina en la puerta de Samaría.»
19 Respondió el escudero al hombre de Dios diciendo: «Aunque Yahveh abriera ventanas en el cielo, ¿podría ocurrir tal cosa?» Respondió: «Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás.»
20 Y así sucedió. El pueblo lo pisoteó en la puerta y murió.
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2 Reyes 8
1 Eliseo dijo a la mujer cuyo hijo había resucitado: «Levántate y vete, tú y tu casa, a residir donde puedas, porque Yahveh ha llamado al hambre y viene ya hacia la tierra por siete años.»
2 Se levantó la mujer e hizo según la palabra del hombre de Dios; se fue ella y su familia a vivir en tierra de filisteos siete años.
3 Al cabo de los siete años volvió la mujer del país de los filisteos y fue a apelar al rey por su casa y por su campo.
4 Estaba el rey hablando con Guejazí, criado del hombre de Dios, y le decía: «Cuéntame todas las grandes cosas que hizo Eliseo.»
5 Estaba él contando al rey cómo había resucitado al muerto, cuando llegó la mujer, cuyo hijo había resucitado, para apelar al rey por su casa y su campo y dijo Guejazí: «¡Oh mi señor! Esta es la mujer y éste su hijo, al que resucitó Eliseo.»
6 Preguntó el rey a la mujer y ella se lo relató; el rey puso un eunuco a disposición de la mujer diciendo: «Que se le devuelva todo lo suyo, con todos los productos del campo, desde el día en que ella abandonó la tierra hasta ahora.»
7 Eliseo fue a Damasco. Ben Hadad, rey de Aram, estaba enfermo y le avisaron: «El hombre de Dios ha venido aquí.»
8 Dijo el rey a Jazael: «Toma en tu mano un presente y vete al encuentro del hombre de Dios y consulta a Yahveh por su medio diciendo: ¿Sobreviviré a esta enfermedad?»
9 Fue Jazael a su encuentro llevando en su mano un presente de todo lo mejor de Damasco, la carga de cuarenta camellos; entró, se detuvo ante él y dijo: «Tu hijo Ben Hadad, rey de Aram, me ha enviado a ti para preguntarte: ¿Sobreviviré a esta enfermedad»
10 Eliseo le dijo: «Vete y dile: “Puedes vivir”; pero Yahveh me ha hecho ver que de cierto morirá.»
11 Y se inmovilizaron sus facciones quedándose rígido en extremo, y rompió a llorar el varón de Dios.
12 Dijo Jazael: «¿Por qué llora mi señor?» Le respondió: «Porque sé el mal que vas a hacer a los israelitas: pasarás a fuego sus fortalezas, matarás a espada a sus mejores, aplastarás a sus pequeñuelos y abrirás el vientre a sus embarazadas.»
13 Dijo Jazael: «Pues, ¿qué es tu siervo? ¿Como un perro hará cosa tan enorme?» Respondió Eliseo: «Yahveh ha hecho que te vea como rey de Aram.»
14 Partió de junto a Eliseo y llegó donde su señor. Le preguntó: «¿Qué te ha dicho Eliseo?» Respondió: «Me ha dicho que puedes vivir.»
15 A la mañana siguiente tomó una manta, la empapó en agua y la extendió sobre su rostro y murió. Reinó en su lugar Jazael.
16 El año quinto de Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar Joram, hijo de Josafat, rey de Judá.
17 Tenía 32 años cuando comenzó a reinar y reinó ocho años en Jerusalén.
18 Anduvo por el camino de los reyes de Israel como había hecho la casa de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab, e hizo mal a los ojos de Yahveh.
19 Pero Yahveh no quiso destruir a Judá a causa de David su siervo según lo que le había dicho, que le daría una lámpara en su presencia para siempre.
20 En sus días se rebeló Edom de bajo la mano de Judá, y se proclamaron un rey.
21 Pasó Joram a Saír con todos sus carros. Se levantó por la noche y batió a Edom que le tenía cercado a él y a los jefes de los carros, pero el pueblo huyó a sus tiendas.
22 Así se rebeló Edom de bajo la mano de Judá hasta el día de hoy; también se rebeló Libná. En aquel tiempo…
23 El resto de los hechos de Joram, todo lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
24 Joram se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de David, y reinó en su lugar su hijo Ocozías.
25 El año doce de Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá.
26 Veintidós años tenía Ocozías cuando comenzó a reinar y reinó un año en Jerusalén; el nombre de su madre era Atalía, hija de Omrí, rey de Israel.
27 Anduvo por el camino de la casa de Ajab, e hizo mal a los ojos de Yahveh como la casa de Ajab, porque había emparentado con la casa de Ajab.
28 Partió con Joram, hijo de Ajab, para hacer la guerra a Jazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad, y los arameos hirieron a Joram.
29 El rey Joram se volvió a Yizreel para curarse de las heridas que le habían infligido los arameos en Ramot cuando combatía a Jazael, rey de Aram; Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, bajó a Yizreel a visitar a Joram, hijo de Ajab, porque estaba enfermo.
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2 Reyes 9
1 El profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas y le dijo: «Ciñe tu cintura y toma este frasco de aceite en tu mano y vete a Ramot de Galaad.
2 Cuando llegues allí, verás a Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí; en llegando, haz que se levante de entre sus compañeros y hazle entrar en una habitación apartada.
3 Tomarás el frasco de aceite y lo derramarás sobre su cabeza diciendo: “Así dice Yahveh: Te he ungido rey de Israel.” Abres luego la puerta y huyes sin detenerte.»
4 El joven partió para Ramot de Galaad.
5 Cuando llegó estaban los jefes del ejército sentados y dijo: «Tengo una palabra para ti, jefe.» Jehú preguntó: «¿Para quién de nosotros?» Respondió: «Para ti, jefe.»
6 Jehú se levantó y entró en la casa; el joven derramó el aceite sobre su cabeza y le dijo: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Te he ungido rey del pueblo de Yahveh, de Israel.
7 Herirás a la casa de Ajab, tu señor, y vengaré la sangre de mis siervos los profetas y la sangre de todos los siervos de Yahveh de mano de Jezabel.
8 Toda la casa de Ajab perecerá y exterminaré a todos los varones de Ajab, libres o esclavos, en Israel.
9 Dejaré la casa de Ajab como la casa de Jeroboam, hijo de Nebat, y como la casa de Basá, hijo de Ajías.
10 Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de Yizreel; no tendrá sepultura.» Y abriendo la puerta, huyó.
11 Jehú salió a donde los servidores de su señor. Le dijeron: «¿Todo va bien? ¿A qué ha venido a ti ese loco?» Respondió: «Vosotros conocéis a ese hombre y sus palabras.»
12 Dijeron: «No es verdad. Dínoslo.» Replicó «Esto y esto me ha dicho: Así dice Yahveh: Te he ungido rey de Israel.»
13 Se apresuraron a tomar cada uno su manto que colocaron bajo él encima de las gradas; tocaron el cuerno y gritaron: «Jehú es rey.»
14 Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí, conspiró contra Joram. Estaba Joram custodiando Ramot de Galaad, él y todo Israel, contra Jazael, rey de Aram.
15 Pero el rey Joram tuvo que volverse a Yizreel para curarse de las heridas que le habían infligido los arameos en su batalla contra Jazael, rey de Aram. Jehú dijo: «Si éste es vuestro deseo, que no salga de la ciudad ningún fugitivo que ponga en aviso a Yizreel.»
16 Montó Jehú en el carro y se fue a Yizreel, pues Joram estaba acostado allí, y Ocozías, rey de Judá, había bajado a visitar a Joram.
17 El vigía que estaba sobre la torre de Yizreel vio la tropa de Jehú que llegaba y dijo: «Veo una tropa.» Dijo Joram: «Que se tome uno de a caballo y se le envíe a su encuentro y pregunte: ¿Hay paz?»
18 Salió el jinete a su encuentro y dijo: «Así dice el rey: ¿Hay paz?» Jehú respondió: «¿Qué te importa a ti la paz? Ponte detrás de mí.» El vigía avisó: «El mensajero ha llegado donde ellos, pero no vuelve.»
19 Volvió segunda vez a enviar un jinete que llegó donde ellos y dijo: «Así dice el rey: ¿Hay paz?» Respondió Jehú: «¿Qué te importa a ti la paz? Ponte detrás de mí.»
20 El vigía avisó: «Ha llegado a ellos pero no vuelve. Su modo de guiar es el guiar de Jehú, hijo de Nimsí, pues conduce como un loco.»
21 Dijo Joram: «Enganchad.» Engancharon su carro y salieron Joram, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su carro, y partieron al encuentro de Jehú. Le encontraron en el campo de Nabot el de Yizreel.
22 Cuando Joram vio a Jehú, preguntó: «¿Hay paz, Jehú?» Respondió: «¿Qué paz mientras duran las prostituciones de tu madre Jezabel y sus muchas hechicerías?»
23 Volvió riendas Joram y huyó diciendo a Ocozías: «Traición, Ocozías.»
24 Jehú tensó el arco en su mano y alcanzó a Joram entre los hombros; la flecha le atravesó el corazón y se desplomó en su carro.
25 Jehú dijo a su escudero Bidcar: «Llévale y arrójale en el campo de Nabot de Yizreel, pues recuerda que, cuando yo y tú marchábamos en carro detrás de Ajab, su padre, Yahveh lanzó contra él esta sentencia:
26 “¿Es que no he visto yo ayer la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos?, oráculo de Yahveh. Yo le devolveré lo mismo en este campo, oráculo de Yahveh.” Así que llévale y arrójale en el campo según la palabra de Yahveh.»
27 Viendo esto Ocozías, rey de Judá, huyó por el camino de Bet Haggan; Jehú partió en su persecución diciendo: «¡También a él! ¡Matadle!» Y le hirieron en su carro en la cuesta de Gur, la de Yibleam; se refugió en Meguiddó y murió allí.
28 Sus servidores le llevaron en carro a Jerusalén y le sepultaron en su sepulcro con sus padres en la ciudad de David.
29 Ocozías había comenzado a reinar en Judá en el año once de Joram, hijo de Ajab.
30 Entró Jehú en Yizreel; habiéndolo oído Jezabel, se puso afeites en los ojos, adornó su cabeza y se asomó a la ventana,
31 y cuando Jehú entraba por la puerta, dijo ella: «¿Todo va bien, Zimrí, asesino de su señor?»
32 Alzó su rostro hacia la ventana y dijo: «¿Quién está conmigo, quién?» Se asomaron hacia él dos o tres eunucos,
33 y él les dijo: «Echadla abajo.» La echaron abajo y su sangre salpicó los muros y a los caballos, que la pisotearon.
34 Entró, comió, bebió y dijo: «Ocupaos de esa maldita y enterradla, pues es hija de rey.»
35 Fueron a enterrarla y no hallaron de ella más que el cráneo, los pies y las palmas de las manos.
36 Volvieron a comunicárselo y él dijo: «Es la palabra que Yahveh había dicho por boca de su siervo Elías tesbita: “En el campo de Yizreel comerán los perros la carne de Jezabel.
37 El cadáver de Jezabel será como estiércol sobre la superficie del campo, de modo que no se podrá decir: Esta es Jezabel.”»
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2 Reyes 10
1 Tenía Ajab setenta hijos en Samaría. Escribió Jehú cartas y las envió a Samaría, a los jefes de la ciudad, a los ancianos y a los preceptores de los hijos de Ajab diciendo:
2 «Así que esta carta llegue a vosotros, como están con vosotros los hijos de vuestro señor y tenéis carros, caballos, una ciudad fuerte y armas,
3 ved quién es el mejor y más justo de los hijos de vuestro señor y ponedle en el trono de su padre y pelead por la casa de vuestro señor.»
4 Pero ellos tuvieron grandísimo temor y dijeron: «Los dos reyes no pudieron sostenerse ante él. ¿Cómo podremos resistir nosotros?»
5 El mayordomo de palacio, el comandante de la ciudad, los ancianos y los preceptores enviaron a decir a Jehú: « Somos siervos tuyos; haremos cuanto nos digas; no proclamaremos rey a nadie; haz lo que parezca bien a tus ojos.»
6 Les envió una segunda carta diciendo: «Si estáis por mí y escucháis mi voz, tomad a los jefes de los hombres de la casa de vuestro señor y venid a mí mañana a esta hora, a Yizreel.» (Los setenta hijos del rey estaban con los magnates de la ciudad que los criaban.)
7 En llegando la carta, tomaron a los hijos del rey y degollaron a los setenta, pusieron sus cabezas en cestas y se las enviaron a Yizreel.
8 Entró el mensajero y le avisó diciendo: «Han hecho traer las cabezas de los hijos del rey.» Respondió: «Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta, hasta la mañana.»
9 Por la mañana salió, se presentó y dijo a todo el pueblo: «Sed justos. Yo he conspirado contra mi señor y le he matado, pero ¿quién ha matado a todos éstos?
10 Sabed, pues, que no caerá en tierra ninguna de las palabras que Yahveh dijo contra la casa de Ajab: Yahveh ha hecho lo que dijo por boca de su siervo Elías.»
11 Y Jehú mató a todos los que quedaban de la casa de Ajab en Yizreel, a todos sus magnates, sus familiares, sus sacerdotes, sin dejar ni uno con vida.
12 Se levantó Jehú y entró. Luego partió para Samaría y, estando de camino en Bet Equed de los Pastores,
13 encontró Jehú a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y preguntó: «¿Quiénes sois vosotros?» Ellos respondieron: «Somos los hermanos de Ocozías y bajamos a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina.»
14 Dijo él: «Prendedlos vivos.» Los prendieron vivos, y los degolló en la cisterna de Bet Equed, 42 hombres, y no dejó ni uno de ellos.
15 Partió de allí y encontró a Yonadab, hijo de Rekab, que le salía al encuentro; le saludó y le dijo: «¿Es tu corazón tan recto como el mío para el tuyo?» Respondió Yonadab: «Lo es.» «Si lo es, dame tu mano.» Yonadab le dio la mano, y él le hizo subir a su carro.
16 Y le dijo: «Sube conmigo y verás mi celo por Yahveh»; y le llevó en su carro.
17 Entró en Samaría y mató a todos los supervivientes de Ajab en Samaría, hasta exterminarlos, según la palabra que había dicho Yahveh a Elías.
18 Reunió Jehú a todo el pueblo y les dijo: «Ajab sirvió a Baal un poco, Jehú le servirá mucho,
19 así que llamadme a todos los profetas de Baal, y a todos sus sacerdotes, sin que falte ninguno, porque tengo que hacer un gran sacrificio a Baal; todo el que falte morirá.» Jehú obraba con astucia para hacer perecer a los servidores de Baal.
20 Dijo Jehú: «Convocad una reunión santa para Baal.» Ellos la convocaron.
21 Envió Jehú mensajeros por todo Israel y vinieron todos los siervos de Baal, no quedó nadie sin venir. Entraron en el templo de Baal quedando lleno el templo de punta a cabo.
22 Dijo al encargado del vestuario: «Saca los vestidos para todos los servidores de Baal.» El hizo sacar los vestidos para ellos.
23 Jehú vino con Yonadab, hijo de Rekab, al templo de Baal y dijo a los fieles de Baal: «Investigad y ved no haya aquí entre vosotros algún siervo de Yahveh, sino tan sólo siervos de Baal.»
24 Y entró para hacer los sacrificios y los holocaustos. Pero Jehú había colocado fuera ochenta hombres y dijo: « El que deje escapar a uno de los hombres que yo voy a entregar en vuestras manos, responderá con su vida.»
25 Cuando hubo acabado de hacer el holocausto, dijo Jehú a la guardia y a los escuderos: «Entrad y matadles. Que nadie salga.» La guardia y los escuderos entraron, los pasaron a filo de espada y llegaron hasta el santuario del templo de Baal.
26 Sacaron el cipo del templo de Baal y lo quemaron.
27 Derribaron el altar de Baal, demolieron el templo de Baal, y lo convirtieron en cloaca hasta el día de hoy.
28 Jehú exterminó a Baal de Israel.
29 Pero Jehú no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, los becerros de oro de Betel y de Dan.
30 Dijo Yahveh a Jehú: «Porque te has portado bien haciendo lo recto a mis ojos y has hecho a la casa de Ajab según todo lo que yo tenía en mi corazón, tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán sobre el trono de Israel.»
31 Pero Jehú no guardó el camino de la ley de Yahveh, Dios de Israel, con todo su corazón, no se apartó de los pecados con que Jeroboam hizo pecar a Israel.
32 En aquellos días comenzó Yahveh a cercenar a Israel, y Jazael batió todas las fronteras de Israel,
33 desde el Jordán al sol levante, todo el país de Galaad, de los gaditas, de los rubenitas, de Manasés, desde Aroer, sobre el torrente Arnón, Galaad y Basán.
34 El resto de los hechos de Jehú, todo cuanto hizo, toda su bravura ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
35 Se acostó Jehú con sus padres y le sepultaron en Samaría, y su hijo Joacaz reinó en su lugar.
36 Los días que Jehú reinó sobre Israel fueron veintiocho años en Samaría.
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2 Reyes 11
1 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se levantó y exterminó toda la estirpe real.
2 Pero Yehosebá, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, tomó a Joás, hijo de Ocozías y lo sacó de entre los hijos del rey a quienes estaban matando, y puso a él y a su nodriza en el dormitorio, ocultándolo de la vista de Atalia, y no le mataron.
3 Seis años estuvo escondido con ella en la Casa de Yahveh, mientras Atalía reinaba en el país.
4 El año séptimo, Yehoyadá envió a buscar a los jefes de cien de los carios y de los corredores, y los hizo venir donde él a la Casa de Yahveh y, haciendo un pacto con ellos, les hizo prestar juramento y les mostró al hijo del rey.
5 Luego, les ordenó: «Esto es lo que tenéis que hacer: un tercio de vosotros, los que entran el sábado, que custodien la casa del rey.
7 Las otras dos partes, todos los que salen el sábado, se quedarán guardando la Casa de Yahveh, junto al rey.
8 Os pondréis en torno al rey, cada uno con sus armas en la mano. Todo el que venga contra vuestras filas, morirá. Estaréis junto al rey en sus idas y venidas.»
9 Los jefes de cien hicieron cuanto les mandó el sacerdote Yehoyadá. Cada uno tomó sus hombres, los que entraban el sábado y los que salían el sábado, y vinieron junto al sacerdote Yehoyadá.
10 El sacerdote dio a los jefes de cien las lanzas y escudos del rey David que estaban en la Casa de Yahveh.
11 La guardia se apostó cada uno con sus armas en la mano, desde el lado derecho de la Casa hasta el lado izquierdo, entre el altar y la Casa, para que rodeasen al rey.
12 Hizo salir entonces al hijo del rey, le puso la diadema y el Testimonio y le ungió. Batieron palmas y gritaron: «¡Viva el rey!»
13 Oyó Atalía el clamor del pueblo y se acercó al pueblo que estaba en la Casa de Yahveh.
14 Cuando vio al rey de pie junto a la columna, según la costumbre, y a los jefes y las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo de la tierra lleno de alegría y tocando las trompetas, rasgó Atalía sus vestidos y gritó: «¡Traición, traición!»
15 El sacerdote Yehoyadá dio orden a los jefes de las tropas diciendo: «Hacedla salir de las filas y el que la siga que sea pasado a espada», porque dijo el sacerdote: «Que no la maten en la Casa de Yahveh.»
16 Le echaron mano y, cuando llegó a la casa del rey, por el camino de la Entrada de los Caballos, allí la mataron.
17 Yehoyadá hizo una alianza entre Yahveh, el rey y el pueblo, para ser pueblo de Yahveh; y entre el rey y el pueblo.
18 Fue todo el pueblo de la tierra al templo de Baal y lo derribó. Destrozaron sus altares y sus imágenes, y mataron ante los altares a Matán, sacerdote de Baal. El sacerdote puso centinelas en la Casa de Yahveh,
19 y después tomó a los jefes de cien, a los carios y a la guardia y a todo el pueblo de la tierra, e hicieron bajar al rey de la Casa de Yahveh y entraron a la casa del rey por el camino de la guardia, y se sentó en el trono de los reyes.
20 Todo el pueblo de la tierra estaba contento y la ciudad quedó tranquila; en cuanto a Atalía, había muerto a espada en la casa del rey.
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2 Reyes 12
1 Siete años tenía Joás cuando comenzó a reinar.
2 El año séptimo de Jehú comenzó a reinar Joás y reinó cuarenta años en Jerusalén; el nombre de su madre era Sibía de Berseba.
3 Joás hizo lo recto a los ojos de Yahveh todos los días, porque el sacerdote Yehoyadá le había instruido.
4 Sólo que los altos no desaparecieron y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos.
5 Joás dijo a los sacerdotes: «Todo el dinero de las ofrendas sagradas que ha entrado en la Casa de Yahveh, el dinero de las tasas personales, todo el dinero que ofrece el corazón de cada uno a la Casa de Yahveh,
6 lo tomarán los sacerdotes, cada uno en el círculo de sus amistades, y ellos proveerán a las reparaciones de la Casa, en todo lo que deba ser reparado».
7 Pero en el año veintitrés del rey Joás los sacerdotes no habían hecho las reparaciones de la Casa.
8 Llamó entonces el rey Joás al sacerdote Yehoyadá y a los sacerdotes y les dijo: «¿Por qué no hacéis las reparaciones de la Casa? Así que no recibiréis el dinero de vuestras amistades, sino que lo daréis para la reparación de la Casa.»
9 Los sacerdotes consintieron en no tomar dinero del pueblo ni hacer reparaciones en la Casa.
10 El sacerdote Yehoyadá tomó un cofre, hizo un agujero en la tapa y lo puso junto a la estela, a la derecha según se entra en la Casa de Yahveh, y los sacerdotes que custodiaban el umbral depositaban en él todo el dinero ofrecido a la Casa de Yahveh.
11 Cuando veían que había mucha plata en el cofre subía el secretario del rey y el sumo sacerdote, se fundía, y se contaba la plata que se hallaba en la Casa de Yahveh.
12 Entregaban el dinero contado en manos de los que hacían el trabajo, los encargados de la Casa de Yahveh; éstos lo empleaban en los carpinteros y constructores que trabajaban en la Casa de Yahveh,
13 los albañiles y canteros, para comprar maderas y piedra de cantería para hacer reparaciones en la Casa de Yahveh y para cuanto había que reparar en la Casa.
14 Pero no se hacían para la Casa de Yahveh ni fuentes de plata, ni cuchillos, ni acetres, ni trompetas, ni objetos de oro o plata con el dinero ofrecido a la Casa de Yahveh,
15 sino que se daba a los que hacían el trabajo de las reparaciones de la Casa de Yahveh.
16 No se pedían cuentas a los hombres en cuyas manos se ponía el dinero para que lo dieran a los que hacían el trabajo, porque trabajaban con fidelidad.
17 El dinero por la expiación y el dinero por el pecado no era entregado a la Casa de Yahveh; era para los sacerdotes.
18 Entonces Jazael, rey de Aram, subió para combatir contra Gat, la tomó y se volvió para subir contra Jerusalén.
19 Joás, rey de Judá, tomó todas las cosas sagradas que habían consagrado sus padres Josafat, Joram y Ocozías, reyes de Judá, todas las cosas que él mismo había consagrado y todo el oro que se pudo encontrar en los tesoros de la Casa de Yahveh y de la casa del rey, y lo mando a Jazael, rey de Aram, que se alejó de Jerusalén.
20 El resto de los hechos de Joás, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
21 Sus servidores se levantaron y tramaron una conjura y mataron a Joás en Bet Milló…
22 Le hirieron sus siervos Yozakar, hijo de Simat, y Yehozabad, hijo de Somer, y murió. Le sepultaron con sus padres en la ciudad de David y reinó en su lugar su hijo Amasías.
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2 Reyes 13
1 En el año veintitrés de Joás, hijo de Ocozías, rey de Judá, comenzó a reinar Joacaz, hijo de Jehú, sobre Israel, en Samaría; reinó diecisiete años.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y anduvo tras los pecados con que Jeroboam hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, sin apartarse de ellos.
3 Se encendió la ira de Yahveh contra los israelitas y los entregó en manos de Jazael, rey de Aram, y en manos de Jazael, rey de Aram, y en manos de Ben Hadad, hijo de Jazael, todo aquel tiempo.
4 Joacaz aplacó el rostro de Yahveh y Yahveh le escuchó porque había visto la opresión de Israel, pues el rey de Aram los oprimía.
5 Concedió Yahveh a Israel un liberador que lo sacó de bajo la mano de Aram, pudiendo habitar los hijos de Israel en sus tiendas como antes.
6 Pero no se apartaron de los pecados con que Jeroboam había hecho pecar a Israel, sino que anduvieron por ellos y el cipo siguió en pie en Samaría.
7 Pero no le quedaron a Joacaz como tropas sino cincuenta jinetes, diez carros y 10.000 infantes, pues el rey de Aram los había exterminado y reducido a polvo de la tierra.
8 El resto de los hechos de Joacaz, todo cuanto hizo y su bravura ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
9 Se acostó Joacaz con sus padres y lo sepultaron en Samaría. Reinó en su lugar su hijo Joás.
10 En el año 37 de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar Joás, hijo de Joacaz, sobre Israel, en Samaría; reinó dieciséis años.
11 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, no se apartó de ninguno de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, sino que anduvo por ellos.
12 El resto de los hechos de Joás, todo cuanto hizo, su bravura y cómo combatió contra Amasías, rey de Judá ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
13 Se acostó Joás con sus padres y Jeroboam ocupó su trono. Fue sepultado Joás en Samaría, junto a los reyes de Israel.
14 Cuando Eliseo enfermó de la enfermedad de que murió, bajó donde él Joás, rey de Israel, y lloró sobre su rostro diciendo: «¡Padre mío, padre mío, carro y caballos de Israel!»
15 Eliseo le dijo: «Toma un arco y flechas.» El se hizo con un arco y flechas.
16 Dijo al rey de Israel: «Pon tu mano sobre el arco»; puso su mano. Entonces Eliseo colocó sus manos sobre las manos del rey
17 y dijo: «Abre la ventana hacia Oriente.» El la abrió. Dijo Eliseo: «¡Tira!» El tiró. Dijo Eliseo: «Flecha de victoria de Yahveh, flecha de victoria contra Aram. Batirás a Aram en Afeq hasta el exterminio.»
18 Añadió: «Toma las flechas.» El las tomó. Eliseo dijo al rey: «Hiere la tierra.» La hirió tres veces y se detuvo.
19 El hombre de Dios se irritó contra él y le dijo: «Tenías que haber herido cinco o seis veces y entonces hubieras batido a Aram hasta el exterminio, pero ahora lo batirás sólo tres veces.»
20 Eliseo murió y le sepultaron. Las bandas de Moab hacían incursiones todos los años.
21 Estaban unos sepultando un hombre cuando vieron la banda y, arrojando al hombre en el sepulcro de Eliseo, se fueron. Tocó el hombre los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso en pie.
22 Jazael, rey de Aram, había oprimido a Israel todos las días de Joacaz.
23 Pero Yahveh tuvo piedad y se compadeció de ellos volviéndose a ellos a causa de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob y no quiso aniquilarlos ni echarlos lejos de su rostro.
24 Murió Jazael, rey de Aram, y reinó en su lugar su hijo Ben Hadad.
25 Entonces Joás, hijo de Joacaz, volvió a tomar de mano de Ben Hadad, hijo de Jazael, las ciudades que había tomado de mano de Joacaz su padre, por las armas. Joás le batió tres veces y recobró las ciudades de Israel.
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2 Reyes 14
1 En el año segundo de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel, comenzó a reinar Amasías, hijo de Joás, rey de Judá.
2 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yehoaddán, de Jerusalén.
3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, pero no como su padre David; hizo en todo como su padre Joás.
4 Tan sólo que no desaparecieron los altos, y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos.
5 Cuando el reino se afianzó en sus manos, mató a los servidores que habían matado al rey su padre,
6 pero no hizo morir a los hijos de los asesinos, según está escrito en el libro de la Ley de Moisés, donde Yahveh dio una orden diciendo: «No harán morir a los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su pecado.»
7 El fue el que batió a los edomitas en el valle de la Sal, a 10.000 hombres, y conquistó la Peña por las armas. La llamó Yoqteel hasta el día de hoy.
8 Entonces Amasías envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, diciendo: «Sube, y nos veremos las caras.»
9 Joás, rey de Israel, mandó a decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija para mujer de mi hijo; pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon el cardo.
10 Cierto que has batido a Edom y tu corazón te ha envanecido; sé glorioso, pero quédate en tu casa. ¿Por qué exponerte a una calamidad y a caer tú y Judá contigo?»
11 Pero Amasías no le escuchó; subió Joás, rey de Israel, y se enfrentaron él y Amasías, rey de Judá, en Bet Semes de Judá.
12 Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda.
13 Joás, rey de Israel, capturó en Bet Semes a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, y lo llevó a Jerusalén. Abrió brecha de cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraím hasta la puerta del Angulo.
14 Tomó todo el oro, toda la plata y todos los objetos que se hallaban en la Casa de Yahveh, los tesoros de la casa del rey y también rehenes, y se volvió a Samaría.
15 El resto de los hechos de Joás, cuanto hizo, su bravura y cómo combatió contra Amasías, rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
16 Se acostó Joás con sus padres y fue sepultado en Samaría junto a los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Jeroboam.
17 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.
18 El resto de los hechos de Amasías, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
19 Se conjuraron contra él en Jerusalén y huyó a Lakís, pero enviaron gente en su persecución hasta Lakís y allí lo mataron.
20 Trajéronle a caballo y le sepultaron en Jerusalén con sus padres, en la Ciudad de David.
21 Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y le proclamaron rey en lugar de su padre Amasías.
22 Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo acostado con sus padres.
23 En el año quince de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, en Samaría. Reinó 41 años.
24 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de todos los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
25 El restableció las fronteras de Israel desde la Entrada de Jamat hasta el mar de la Arabá, según la palabra que Yahveh, Dios de Israel, había dicho por boca de su siervo, el profeta Jonás, hijo de Amittay, el de Gat de Jéfer,
26 porque Yahveh había visto la miseria, amarga en extremo, de Israel; no había esclavo ni libre, ni quien auxiliara a Israel.
27 No había decidido Yahveh borrar el nombre de Israel de debajo de los cielos y lo salvó por mano de Jeroboam, hijo de Joás.
28 El resto de los hechos de Jeroboam, todo cuanto hizo y la bravura con que guerreó, y cómo devolvió Jamat y Damasco a Judá y a Israel, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
29 Se acostó Jeroboam con sus padres y fue sepultado en Samaría con los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Zacarías.
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2 Reyes 15
1 En el año veintisiete de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar Ozías, hijo de Amasías, rey de Judá.
2 Tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar y reinó 52 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yekolía de Jerusalén.
3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había hecho su padre Amasías.
4 Sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos.
5 Yahveh hirió al rey y quedó leproso hasta el día de su muerte. Vivió en una casa aislada, y Jotam, hijo del rey, estaba al frente de la casa y administraba justicia al pueblo de la tierra.
6 El resto de los hechos de Ozías, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
7 Se acostó Ozías con sus padres y le sepultaron con sus padres en la Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Jotam.
8 En el año 38 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Zacarías, hijo de Jeroboam, sobre Israel, en Samaría; reinó seis meses.
9 Hizo el mal a los ojos de Yahveh como hicieron sus padres; no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
10 Sallum, hijo de Yabés, conspiró contra él, le hirió en Yibleam, le mató, y reinó en su lugar.
11 El resto de los hechos de Zacarías ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
12 Esta fue la palabra de Yahveh, la que habló a Jehú diciendo: «Tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán en el trono de Israel.» Y así fue.
13 Sallum, hijo de Yabés, comenzó a reinar el año 39 de Ozías, rey de Judá, y reinó un mes en Samaría.
14 Menajem, hijo de Gadí, subió de Tirsá, entró en Samaría e hirió a Sallum, hijo de Yabés, en Samaría; le mató y reinó en su lugar.
15 El resto de los hechos de Sallum y la conspiración que tramó está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel.
16 Entonces hirió Menajem a Tappúaj y a todos los que había en ella y a su territorio, a partir de Tirsá, porque no le abrieron las puertas; a todas sus embarazadas abrió el vientre.
17 En el año 39 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Menajem, hijo de Gadí, en Israel. Reinó diez años en Samaría.
18 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel. En su tiempo,
19 Pul, rey de Asiria, vino contra el país. Menajem dio a Pul mil talentos de plata para que le ayudara a él y afianzara el reino en su mano.
20 Menajem exigió el dinero a Israel, a todos los notables, que habían de dar al rey de Asiria cincuenta siclos de plata cada uno. Entonces se volvió el rey de Asiria y no se detuvo allí en el país.
21 El resto de los hechos de Menajem, todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
22 Menajem se acostó con sus padres, y reinó en su lugar su hijo Pecajías.
23 En el año cincuenta de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Pecajías, hijo de Menajem, sobre Israel, en Samaría. Reinó dos años.
24 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
25 Su escudero Pecaj, hijo de Remalías, se conjuró contra él y le hirió en Samaría, en el torreón de la casa del rey… Había con él cincuenta hombres de los hijos de Galaad. Hizo morir al rey y reinó en su lugar.
26 El resto de los hechos de Pecajías, todo cuanto hizo, está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel.
27 En el año 52 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Pecaj, hijo de Remalías, sobre Israel, en Samaría. Reinó veinte años.
28 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
29 En tiempo de Pecaj, rey de Israel, vino Teglatfalasar, rey de Asiria, y tomó Iyyón, Abel Bet Maacá, Yanóaj, Cadés, Jasor, Galaad, Galilea, todo el país de Neftalí, y los deportó a Asiria.
30 Oseas, hijo de Elá, tramó una conjuración contra Pecaj, hijo de Remalías, le hirió, le mató y reinó en su lugar.
31 El resto de los hechos de Pecaj, todo cuanto hizo, está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel.
32 En el año segundo de Pecaj, hijo de Remalías, rey de Israel, comenzó a reinar Jotam, hijo de Ozías, rey de Judá.
33 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yerusá, hija de Sadoq.
34 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como había hecho su padre Ozías,
35 sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió sacrificando y quemando incienso en los altos. Él construyó la Puerta Superior de la Casa de Yahveh.
36 El resto de los hechos de Jotam, lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
37 En aquellos días comenzó Yahveh a enviar contra Judá a Rasón, rey de Aram, y a Pecaj, hijo de Remalías.
38 Jotam se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de su padre David. Reinó en su lugar su hijo Ajaz.
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2 Reyes 16
1 En el año diecisiete de Pecaj, hijo de Remalías, comenzó a reinar Ajaz, hijo de Jotam, rey de Judá.
2 Tenía Ajaz veinte años cuando comenzó a reinar y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahveh su Dios, como su padre David.
3 Anduvo por el camino de los reyes de Israel e incluso hizo pasar por el fuego a su hijo, según las abominaciones de las naciones que Yahveh había arrojado ante los israelitas.
4 Ofreció sacrificios y quemó incienso en los altos, en las colinas y bajo todo árbol frondoso.
5 Entonces subió Rasón, rey de Aram, y Pecaj, hijo de Remalías, rey de Israel, para combatir a Jerusalén y la cercaron, pero no pudieron conquistarla.
6 En aquel tiempo el rey de Edom recobró Elat para Edom; expulsó a los de Judá de Elat, entraron los edomitas en Elat y habitaron allí hasta el día de hoy.
7 Ajaz envió mensajeros a Teglatfalasar, rey de Asiria, diciendo: «Soy tu siervo y tu hijo. Sube, pues y sálvame de manos del rey de Israel que se han levantado contra mí.»
8 Y tomó Ajaz la plata y el oro que había en la Casa de Yahveh y en los tesoros de la casa del rey y lo envió al rey de Asiria como presente.
9 El rey de Asiria le escuchó y subió contra Damasco, la conquistó, los deportó a Quir y mató a Rasón.
10 El rey Ajaz fue a Damasco al encuentro de Teglatfalasar, rey de Asiria, y viendo el altar que había en Damasco, envío al sacerdote Urías la imagen del altar y su modelo, según toda su hechura.
11 El sacerdote Urías construyó un altar; todo cuanto el rey Ajaz había mandado desde Damasco lo realizó el sacerdote Urías antes de que el rey Ajaz regresara de Damasco.
12 Cuando el rey regresó de Damasco vio el altar, se acercó y subió a él.
13 Mandó quemar sobre el altar su holocausto y su oblación, hizo su libación y derramó la sangre de sus sacrificios de comunión;
14 desplazó el altar de bronce que estaba ante Yahveh, delante de la Casa, de entre el altar nuevo y la Casa de Yahveh, y lo colocó al lado del altar nuevo, hacia el norte.
15 El rey Ajaz ordenó al sacerdote Urías: «Sobre el altar grande quemarás el holocausto de la mañana y la oblación de la tarde, el holocausto del rey y su oblación, el holocausto de todo el pueblo de la tierra, sus oblaciones y sus libaciones, derramarás sobre él toda la sangre del holocausto y toda la sangre del sacrificio. Cuanto al altar de bronce, yo me ocuparé de él.»
16 El sacerdote Urías hizo cuanto le había ordenado el rey Ajaz.
17 El rey Ajaz desmontó los paneles de las basas, quitó de encima de ellos la jofaina; hizo bajar el Mar de bronce de sobre los bueyes que estaban debajo de él y lo colocó sobre un solado de piedra.
18 Cuanto al estrado del trono de la Casa de Yahveh, que se había construido en ella, y la entrada exterior del rey, lo quitó por causa del rey de Asiria.
19 El resto de los hechos de Ajaz, lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
20 Ajaz se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Ezequías.
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2 Reyes 17
1 En el año doce de Ajaz, rey de Judá, comenzó a reinar Oseas, hijo de Elá, en Samaría, sobre Israel. Reinó nueve años.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, aunque no como los reyes de Israel que le precedieron.
3 Salmanasar, rey de Asiria, subió contra Oseas; Oseas se le sometió y le pagó tributo.
4 Pero el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba, pues había enviado mensajeros a So, rey de Egipto, y no pagó tributo al rey de Asiria, como lo venía haciendo cada año; el rey de Asiria lo detuvo y lo encadenó en la cárcel.
5 El rey de Asiria subió por toda la tierra, llegó a Samaría y la asedió durante tres años.
6 El año noveno de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaría y deportó a los israelitas a Asiria; los estableció en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos.
7 Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra Yahveh su Dios, que los había hecho subir de la tierra de Egipto, de bajo la mano de Faraón, rey de Egipto, y habían reverenciado a otros dioses,
8 siguiendo las costumbres de las naciones que Yahveh había arrojado delante de ellos.
9 Los israelitas maquinaron acciones no rectas contra Yahveh su Dios, se edificaron altos en todas las ciudades, desde las torres de guardia hasta las ciudades fortificadas.
10 Se alzaron estelas y cipos sobre toda colina elevada y bajo todo árbol frondoso,
11 y quemaron allí, sobre todos los altos, incienso, como las naciones que Yahveh había expulsado de delante de ellos, y cometieron maldades, que irritaban a Yahveh.
12 Sirvieron a los ídolos acerca de los que Yahveh les había dicho: «No haréis tal cosa.»
13 Yahveh advertía a Israel y Judá por boca de todos los profetas y de todos los videntes diciendo: «Volveos de vuestros malos caminos y guardad mis mandamientos y mis preceptos conforme a la Ley que ordené a vuestros padres y que les envié por mano de mis siervos los profetas.»
14 Pero ellos no escucharon y endurecieron sus cervices como la cerviz de sus padres, que no creyeron en Yahveh su Dios.
15 Despreciaron sus decretos y la alianza que hizo con sus padres y las advertencias que les hizo, caminando en pos de vanidades, haciéndose ellos mismos vanidad, en pos de las naciones que les rodeaban, acerca de las que Yahveh les había ordenado: «No haréis como ellas.»
16 Abandonaron todos los mandamientos de Yahveh su Dios, y se hicieron ídolos fundidos, los dos becerros; se hicieron cipos y se postraron ante todo el ejército de los cielos y dieron culto a Baal.
17 Hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por el fuego, practicaron la adivinación y los augurios, y se prestaron a hacer lo malo a los ojos de Yahveh, provocando su cólera.
18 Yahveh se airó en gran manera contra Israel y los apartó de su rostro, quedando solamente la tribu de Judá.
19 Tampoco Judá guardó los mandamientos de Yahveh su Dios y siguió las costumbres que practicó Israel.
20 Rechazó Yahveh el linaje de Israel, los humilló y los entregó en mano de saqueadores, hasta que los arrojó de su presencia;
21 pues como había arrancado a Israel de la casa de David y ellos se habían elegido rey a Jeroboam, hijo de Nebat, Jeroboam alejó a Israel del seguimiento de Yahveh, haciéndoles cometer un gran pecado.
22 Cometieron los israelitas todos los pecados que hizo Jeroboam, y no se apartaron de ellos,
23 hasta que Yahveh apartó a Israel de su presencia, como había anunciado por medio de todos sus siervos los profetas; deportó a Israel de su tierra a Asiria, hasta el día de hoy.
24 El rey de Asiria hizo venir gentes de Babilonia, de Kutá, de Avvá, de Jamat y de Sefarváyim y los estableció en las ciudades de Samaría en lugar de los israelitas; ellos ocuparon Samaría y se establecieron en sus ciudades.
25 Sucedió que, cuando comenzaron a establecerse allí, no veneraban a Yahveh, y Yahveh envió contra ellos leones que mataron a muchos.
26 Entonces dijeron al rey de Asiria: «Las gentes que has hecho deportar para establecerlas en las ciudades de Samaría no conocen el culto del dios de la tierra, y ha enviado contra ellos leones que los matan, porque ellos no conocen el culto del dios de la tierra.»
27 El rey de Asiria dio esta orden: «Haced partir allá a uno de los sacerdotes que deporté de allí; que vaya y habite allí y les enseñe el culto del dios de la tierra.»
28 Vino entonces uno de los sacerdotes deportados de Samaría, se estableció en Betel y les enseñó cómo debían reverenciar a Yahveh.
29 Pero cada nación se hizo sus dioses y los pusieron en los templos de los altos que habían hecho los samaritanos, cada nación en las ciudades que habitaba.
30 Las gentes de Babilonia hicieron un Sukkot Benot, las gentes de Kutá hicieron un Nergal, las gentes de Jamat hicieron un Asimá,
31 los avvitas hicieron un Nibjaz y un Tartaq y los sefarvitas quemaban a sus hijos en honor de Adrammélek y Anammélek, dioses de los sefarvitas.
32 Veneraban también a Yahveh y se hicieron sacerdotes en los altos, tomados de entre ellos, que oficiaban por ellos en los templos de los altos.
33 Reverenciaban a Yahveh y servían a sus dioses según el rito de las naciones de donde habían sido deportados.
34 Hasta el día de hoy siguen sus antiguos ritos. No reverenciaban a Yahveh y no seguían sus preceptos y sus ritos, la ley y los mandamientos que había mandado Yahveh a los hijos de Jacob, al que dio el nombre de Israel.
35 Yahveh hizo una alianza con ellos y les dio esta orden: «No reverenciaréis dioses extraños, no os postraréis ante ellos, no les serviréis y no les ofreceréis sacrificios.
36 Sino que solamente a Yahveh, que os hizo subir de la tierra de Egipto con gran fuerza y tenso brazo, a él reverenciaréis, ante él os postraréis y a él ofreceréis sacrificios.
37 Guardaréis los preceptos, los ritos, la ley y los mandamientos que os dio por escrito para cumplirlos todos los días, y no reverenciaréis dioses extraños.
38 No olvidaréis la alianza que hice con vosotros y no reverenciaréis dioses extraños,
39 sino que reverenciaréis sólo a Yahveh vuestro Dios, y él os librará de la mano de todos vuestros enemigos.»
40 Pero ellos no escucharon, sino que siguieron haciendo según sus antiguos ritos.
41 De modo que aquellas gentes reverenciaban a Yahveh, pero servían a sus ídolos; sus hijos y los hijos de sus hijos continúan haciendo como hicieron sus padres hasta el día de hoy.
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2 Reyes 18
1 En el año tercero de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías, hijo de Ajaz, rey de Judá.
2 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en Jerusalén; el nombre de su madre era Abía, hija de Zacarías.
3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh enteramente como David su padre.
4 El fue quien quitó los altos, derribó las estelas, cortó los cipos y rompió la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los israelitas le habían quemado incienso hasta aquellos días; se la llamaba Nejustán.
5 Confió en Yahveh, Dios de Israel. Después de él no le ha habido semejante entre todos los reyes de Judá, ni tampoco antes.
6 Se apegó a Yahveh y no se apartó de él; guardó los mandamientos que Yahveh había mandado a Moisés.
7 Yahveh estuvo con él y tuvo éxito en todas sus empresas; se rebeló contra el rey de Asiria y no le sirvió.
8 El batió a los filisteos hasta Gaza y sus fronteras, desde las torres de guardia hasta las ciudades fortificadas.
9 En el año cuarto del rey Ezequías, que es el año séptimo de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, subió Salmanasar, rey de Asiria, contra Samaría y la asedió.
10 La conquistó al cabo de tres años. En el año sexto de Ezequías, que es el año noveno de Oseas, rey de Israel, fue conquistada Samaría.
11 El rey de Asiria deportó a los israelitas a Asiria y los instaló en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos,
12 porque no escucharon la voz de Yahveh su Dios y violaron su alianza y todo cuanto había ordenado Moisés, siervo de Yahveh. No lo escucharon y no lo practicaron.
13 En el año catorce del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asiria, contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas.
14 Ezequías, rey de Judá, envió a decir a Senaquerib a Lakís: «He pecado; deja de atacarme, y haré cuanto me digas.» El rey de Asiria impuso a Ezequías, rey de Judá, trescientos talentos de plata y treinta talentos de oro.
15 Ezequías entregó todo el dinero que se encontró en la Casa de Yahveh y en los tesoros de la casa del rey.
16 En aquella ocasión Ezequías quitó las puertas del santuario de Yahveh y los batientes que…, rey de Judá, había revestido de oro, y lo entregó al rey de Asiria.
17 El rey de Asiria envió desde Lakís a Jerusalén, donde el rey Ezequías, al copero mayor con un fuerte destacamento. Subió a Jerusalén y en llegando se colocó en el canal de la alberca superior que está junto al camino del campo del Batanero.
18 Llamó al rey, y el mayordomo de palacio, Elyaquim, hijo de Jilquías, el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, salieron hacia él.
19 El copero mayor les dijo: «Decid a Ezequías: Así habla el gran rey, el rey de Asiria: ¿Qué confianza es ésa en la que te fías?
20 Te has pensado que meras palabras de los labios son consejo y bravura para la guerra. Pero ahora ¿en quién confías, que te has rebelado contra mí?
21 Mira: te has confiado al apoyo de esa caña rota, de Egipto, que penetra y traspasa la mano del que se apoya sobre ella. Pues así es Faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.
22 Pero vais a decirme: “Nosotros confiamos en Yahveh, nuestro Dios.” ¿No ha sido él, Ezequías, quien ha suprimido los altos y los altares y ha dicho a Judá y a Jerusalén: “Os postraréis delante de este altar en Jerusalén?”
23 Pues apostad ahora con mi señor, el rey de Asiria: te daré 2.000 caballos si eres capaz de encontrarte jinetes para ellos.
24 ¿Cómo harías retroceder a uno solo de los más pequeños servidores de mi señor? ¡Te fías de Egipto para tener carros y gentes de carro!
25 Y ahora ¿es que yo he subido contra este lugar para destruirlo, sin Yahveh? Yahveh me ha dicho: Sube contra esa tierra y destrúyela.»
26 Dijeron Elyaquim, Sebná y Yoaj al copero mayor: «Por favor, háblanos a nosotros, tus siervos, en arameo, que lo entendemos; no nos hables en lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre la muralla.»
27 El copero mayor dijo: «¿Acaso mi señor me ha enviado a decir estas cosas a tu señor, o a ti, y no a los hombres que se encuentran sobre la muralla, que tienen que comer sus excrementos y beber sus orinas con vosotros?»
28 Se puso en pie el copero mayor y gritó con gran voz, en lengua de Judá, diciendo: «Escuchad la palabra del gran rey, del rey de Asiria. 29 Así habla el rey: No os engañe Ezequías, porque no podrá libraros de mi mano.
30 Que Ezequías no os haga confiar en Yahveh diciendo: “De cierto nos librará Yahveh, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asiria.”
31 No escuchéis a Ezequías, porque así habla el rey de Asiria: Haced paces conmigo, rendíos a mi y comerá cada uno de su viña y de su higuera, y beberá cada uno de su cisterna,
32 hasta que yo llegue y os lleve a una tierra como vuestra tierra, tierra de trigo y de mosto, tierra de pan y de viñas, tierra de aceite y de miel, y viviréis y no moriréis. Pero no escuchéis a Ezequías, porque os engaña diciendo: “Yahveh nos librará.”
33 ¿Acaso los dioses de las naciones han librado cada uno a su tierra de la mano del rey de Asiria?
34 ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad, dónde están los dioses de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá? ¿Acaso han librado a Samaría de mi mano?
35 ¿Quiénes, de entre todos los dioses de los países, los han librado de mi poder para que libre Yahveh a Jerusalén de mi mano?»
36 Calló el pueblo y no le respondió una palabra, porque el rey había dado esta orden diciendo: «No le respondáis.»
37 Elyaquim, hijo de Jilquías, mayordomo de palacio, y el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, fueron a Ezequías, desgarrados los vestidos, y le relataron las palabras del copero mayor.
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2 Reyes 19
1 Cuando lo oyó el rey Ezequías desgarró sus vestidos, se cubrió de sayal y se fue a la Casa de Yahveh.
2 Envió a Elyaquim, mayordomo, a Sebná, secretario, y a los sacerdotes ancianos cubiertos de sayal, donde el profeta Isaías, hijo de Amós.
3 Ellos le dijeron: «Así habla Ezequías: Este día es día de angustia, de castigo y de vergüenza. Los hijos están para salir del seno, pero no hay fuerza para dar a luz.
4 ¿No habrá oído Yahveh tu Dios, todas las palabras del copero mayor al que ha enviado el rey de Asiria su señor, para insultar al Dios vivo? ¿No castigará Yahveh tu Dios, las palabras que ha oído? ¡Dirige una plegaria en favor del resto que aún queda!»
5 Cuando los siervos del rey Ezequías llegaron donde Isaías,
6 éste les dijo: «Así diréis a vuestro señor: Esto dice Yahveh: No tengas miedo por las palabras que has oído, con las que me insultaron los criados del rey de Asiria.
7 Voy a poner en él un espíritu, oirá una noticia y se volverá a su tierra, y en su tierra yo le haré caer a espada.»
8 El copero mayor se volvió y encontró al rey de Asiria atacando a Libná, pues había oído que había partido de Lakís,
9 porque había recibido esta noticia acerca de Tirhacá, rey de Kus: «Mira que ha salido a guerrear contra ti.» Volvió a enviar mensajeros para decir a Ezequías:
10 «Así hablaréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu Dios en el que confías pensando: “No será entregada Jerusalén en manos del rey de Asiria”.
11 Bien has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, entregándolos al anatema, ¡y tú te vas a librar!
12 ¿Acaso los dioses de las naciones salvaron a aquellos que mis padres aniquilaron, a Gozán, a Jarán, a Résef, a los edenitas que estaban en Tel Basar?
13 ¿Dónde está el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Laír, de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá?».
14 Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Luego subió a la Casa de Yahveh y Ezequías la desenrolló ante Yahveh.
15 Hizo Ezequías esta plegaria ante Yahveh: «Yahveh, Dios de Israel, que estás sobre los Querubines, tú sólo eres Dios en todos los reinos de la tierra, tú el que has hecho los cielos y la tierra.
16 ¡Tiende, Yahveh, tu oído y escucha; abre, Yahveh, tus ojos y mira! Oye las palabras con que Senaquerib ha enviado a insultar al Dios vivo.
17 Es verdad, Yahveh, que los reyes de Asiria han exterminado las naciones
18 y han entregado sus dioses al fuego, porque ellos no son dioses, sino hechuras de mano de hombre, de madera y de piedra, y por eso han sido aniquilados.
19 Ahora pues, Yahveh, Dios nuestro, sálvanos de su mano, y sabrán todos los reinos de la tierra que sólo tú eres Dios, Yahveh.»
20 Isaías, hijo de Amós, envió a decir a Ezequías: «Así dice Yahveh, Dios de Israel: He escuchado tu plegaria acerca de Senaquerib, rey de Asiria.
21 Esta es la palabra que Yahveh pronuncia contra él: Ella te desprecia, ella te hace burla, la virgen hija de Sión. Mueve la cabeza a tus espaldas, la hija de Jerusalén.
22 ¿A quién has insultado y blasfemado? ¿Contra quién has alzado tu voz y levantas tus ojos altaneros? ¡Contra el Santo de Israel!
23 Por tus mensajeros insultas a Adonay y dices: Con mis muchos carros subo a los cumbres de los montes a las laderas del Líbano, derribo la altura de sus cedros, la flor de sus cipreses, alcanzo el postrer de sus refugios, su jardín del bosque.
24 Yo he cavado y bebido en extranjeras aguas. Secaré bajo la planta de mis pies. todos los Nilos del Egipto.
25 ¿Lo oyes bien? Desde antiguo lo tengo preparado; desde viejos días lo había planeado. Ahora lo ejecuto. Tú convertirás en cúmulos de ruinas las fuertes ciudades
26 Sus habitantes, de débiles manos, confusos y aterrados, son plata del campo, verdor de hierba, hierba de tejados, pasto quemado por el viento de Oriente.
27 Si te alzas o te sientas, si sales o entras, estoy presente y lo sé.
28 Pues que te alzas airado contra mí y tu arrogancia ha subido a mis oídos, voy a poner mi anillo en tus narices, mi brida en tu boca, y voy a devolverte por la ruta por la que has venido.
29 La señal será ésta: Este año se comerá lo que rebrote, lo que nazca de sí al año siguiente. Al año tercero sembrad y segad, plantad las viñas y comed su fruto.
30 El resto que se salve de la casa de Judá echará raíces por debajo y frutos en lo alto.
31 Pues saldrá un Resto de Jerusalén, y supervivientes del monte Sión; el celo de Yahveh Sebaot lo hará.
32 Por eso, así dice Yahveh al rey de Asiria: No entrará en esta ciudad. No lanzará flechas en ella. No le opondrá escudo, ni alzará en contra de ella empalizada.
33 Volverá por la ruta que ha traído. No entrará en esta ciudad. Palabra de Yahveh.
34 Protegeré a esta ciudad para salvarla, por quien soy y por mi siervo David.»
35 Aquella misma noche salió el Angel de Yahveh e hirió en el campamento asirio a 185.000 hombres; a la hora de despertarse, por la mañana, no había más que cadáveres.
36 Senaquerib, rey de Asiria, partió y, volviéndose, se quedó en Nínive.
37 Y sucedió que estando él postrado en el templo de su dios Nisrok, sus hijos Adrammélek y Saréser le mataron a espada y se pusieron a salvo en el país de Ararat. Su hijo Asarjaddón reinó en su lugar.
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2 Reyes 20
1 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías, hijo de Amós, vino a decirle: «Así habla Yahveh: Da órdenes acerca de tu casa, porque vas a morir y no vivirás.»
2 Ezequías volvió su rostro a la pared y oró a Yahveh diciendo:
3 «¡Ah, Yahveh! Dígnate recordar que yo he andado en tu presencia con fidelidad y corazón perfecto haciendo lo recto a tu ojos.» Y Ezequías lloró con abundantes lágrimas.
4 Antes de que Isaías hubiera salido del patio central, le fue dirigida la palabra de Yahveh diciendo:
5 «Vuelve y di a Ezequías, jefe de mi pueblo: Así habla Yahveh, Dios de tu padre David: He oído tu plegaria y he visto tus lágrimas y voy a curarte. Dentro de tres días subirás a la Casa de Yahveh.
6 Voy a darte quince años más de vida y te libraré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria, y ampararé esta ciudad por quien soy y por amor a mi siervo David.»
7 Isaías dijo: «Tomad una masa de higos.» La tomaron, la aplicaron sobre la úlcera y sanó.
8 Ezequías dijo a Isaías: «¿Cuál será la señal de que Yahveh me va a curar y dentro de tres días subiré a la Casa de Yahveh?»
9 Isaías respondió: «Esta será para ti, de parte de Yahveh, la señal de que Yahveh hará lo que ha dicho: ¿Quieres que la sombra avance diez grados o que retroceda diez grados?»
10 Ezequías dijo: «Fácil es para la sombra extenderse diez grados. No. Mejor que la sombra retroceda diez grados.»
11 El profeta Isaías invocó a Yahveh y Yahveh hizo retroceder la sombra diez grados sobre los grados que había recorrido en los grados de la habitación de arriba de Ajaz.
12 En aquel tiempo Merodak Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un presente a Ezequías porque había oído que Ezequías había estado enfermo.
13 Se alegró Ezequías por ello y enseñó a los enviados su cámara del tesoro, la plata, el oro, los aromas, el aceite precioso, su arsenal y todo cuanto había en los tesoros; no hubo nada que Ezequías no les mostrara en su casa y en todo su dominio.
14 Fue el profeta Isaías al rey Ezequías y le dijo: «¿Qué han dicho estos hombres y de dónde han venido a ti?» Respondió Ezequías: «Han venido de un país lejano, de Babilonia.»
15 Dijo: «¿Qué han visto en tu casa?» Respondió Ezequías: «Han visto cuanto hay en mi casa; nada hay en los tesoros que no les haya enseñado.»
16 Dijo Isaías a Ezequías: «Escucha la palabra de Yahveh:
17 Vendrán días en que todo cuanto hay en tu casa y cuanto reunieron tus padres hasta el día de hoy será llevado a Babilonia; nada quedará, dice Yahveh.
18 Se tomará de entre tus hijos, los que han salido de ti, los que has engendrado, para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia.»
19 Respondió Ezequías a Isaías: «Es buena la palabra de Yahveh que me dices.» Pues pensaba: «¿Qué me importa, si hay paz y seguridad en mis días?»
20 El resto de los hechos de Ezequías, toda su bravura, cómo hizo la alberca y la traída de aguas a la ciudad ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
21 Ezequías se acostó con sus padres y reinó en su lugar su hijo Manasés.
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2 Reyes 21
1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Jefsí Baj.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas.
3 Volvió a edificar los altos que había destruido su padre Ezequías, alzó altares a Baal e hizo un cipo como lo había hecho Ajab, rey de Israel; se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió.
4 Construyó altares en la Casa de la que Yahveh había dicho: «En Jerusalén pondré mi Nombre.»
5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la Casa de Yahveh.
6 Hizo pasar a su hijo por el fuego; practicó los presagios y los augurios, hizo traer los adivinos y nigromantes, haciendo mucho mal a los ojos de Yahveh y provocando su cólera.
7 Colocó el ídolo de Aserá, que había fabricado, en la Casa de la que dijo Yahveh a David y Salomón su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre.
8 No haré errar más los pasos de Israel fuera de la tierra que di a sus padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he mandado y según toda la Ley que les ordené por mi siervo Moisés.»
9 Pero no han escuchado, y Manasés los ha extraviado para que obren el mal más que las naciones que había aniquilado Yahveh delante de los israelitas.
10 Entonces habló Yahveh por boca de sus siervos, los profetas, diciendo:
11 «Porque Manasés, rey de Judá, ha hecho estas abominaciones, haciendo el mal más que cuanto hicieron los amorreos antes de él, haciendo que también Judá pecase con sus ídolos,
12 por eso, así habla Yahveh, Dios de Israel: Voy a hacer venir sobre Jerusalén y Judá un mal tan grande que a quienes lo oyeren les zumbarán los oídos.
13 Extenderé sobre Jerusalén la cuerda de Samaría y el nivel de la casa de Ajab, y fregaré a Jerusalén como se friega un plato, que se le vuelve del revés después de fregado.
14 Arrojaré el resto de mi heredad y los entregaré en manos de sus enemigos; serán presa y botín de todos sus enemigos,
15 porque hicieron lo que es malo a mis ojos y me han irritado desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta este día.»
16 Manasés derramó también sangre inocente en tan gran cantidad que llenó a Jerusalén de punta a cabo, aparte del pecado que hizo cometer a Judá haciendo lo que es malo a los ojos de Yahveh.
17 El resto de los hechos de Manasés, todo cuanto hizo, los pecados que cometió ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
18 Manasés se acostó con sus padres y fue sepultado en el jardín de su casa, en el jardín de Uzzá, y reinó en su lugar su hijo Amón.
19 Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar y reinó dos años en Jerusalén; el nombre de su madre era Mesullémet, hija de Jarús de Yotbá.
20 Hizo el mal a los ojos de Yahveh como había hecho su padre Manasés.
21 Caminó enteramente por el camino que siguió su padre, sirvió a los ídolos a los que sirvió su padre y se postró ante ellos.
22 Abandonó a Yahveh, Dios de sus padres, y no anduvo por el camino de Yahveh.
23 Los siervos de Amón se conjuraron contra él y mataron al rey en su casa.
24 Mató el pueblo de la tierra a todos los conjurados contra el rey Amón, y el pueblo de la tierra proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.
25 El resto de los hechos de Amón, lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
26 Le sepultaron en su sepulcro, en el jardín de Uzzá, y reinó en su lugar su hijo Josías.
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2 Reyes 22
1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar y reinó 31 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yedidá, hija de Adías, de Boscat.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh y anduvo enteramente por el camino de David su padre, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda.
3 En el año dieciocho del rey Josías, envió el rey al secretario Safán, hijo de Asalías, hijo de Mesullam, a la Casa de Yahveh diciendo:
4 «Sube donde Jilquías, sumo sacerdote, para que funda el dinero llevado a la Casa de Yahveh y que los guardianes del umbral han recogido del pueblo,
5 y que se ponga en manos de los que hacían las obras, los encargados de la Casa de Yahveh y ellos lo den a los que trabajan en la Casa para hacer las reparaciones de la Casa de Yahveh,
6 a los carpinteros y obreros de la construcción y albañiles, y para comprar maderas y piedra de cantería para la reparación de la Casa.
7 Pero no se les pida cuentas del dinero que se pone en sus manos porque se portan con fidelidad.»
8 El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán: «He hallado en la Casa de Yahveh el libro de la Ley.» Jilquías entregó el libro a Safán, que lo leyó.
9 Fue el secretario Safán al rey y le rindió cuentas diciendo: «Tus siervos han fundido el dinero en la Casa y lo han puesto en manos de los que hacen las obras, los encargados de la Casa de Yahveh.»
10 Después el secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro.» Y Safán lo leyó en presencia del rey.
11 Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley rasgó sus vestiduras.
12 Y ordenó el rey al sacerdote Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Akbor, hijo de Miqueas, al secretario Safán y a Asaías, ministro del rey:
13 «Id a consultar a Yahveh por mí y por el pueblo y por todo Judá acerca de las palabras de este libro que se ha encontrado, porque es grande la cólera de Yahveh que se ha encendido contra nosotros porque nuestros padres no escucharon las palabras de este libro haciendo lo que está escrito en él.»
14 El sacerdote Jilquías, Ajicam, Akbor, Safán y Asaías fueron donde la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Tiqvá, hijo de Jarjás, encargado del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva. Ellos le hablaron
15 y ella les respondió: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Decid al hombre que os ha enviado a mí:
16 “Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes, según todas las palabras del libro que ha leído el rey de Judá,
17 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses irritándome con todas las obras de sus manos. Mi cólera se ha encendido contra este lugar y no se apagará.”
18 Y al rey de Judá, que os ha enviado para consultar a Yahveh, le diréis: “Así dice Yahveh, Dios de Israel: Las palabras que has oído…
19 Pero ya que tu corazón se ha conmovido y te has humillado en presencia de Yahveh, al oír lo que he dicho contra este lugar y contra sus habitantes, que serán objeto de espanto y execración, ya que has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, yo a mi vez he oído, oráculo de Yahveh.
20 Por eso voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu sepulcro, y no verán tus ojos ninguno de los males que yo voy a traer contra este lugar.”» Ellos llevaron la respuesta al rey.
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2 Reyes 23
1 El rey hizo convocar a su lado a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén,
2 y subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén; los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo desde el menor al mayor; y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la alianza hallado en la Casa de Yahveh.
3 El rey estaba de pie junto a la columna; hizo en presencia de Yahveh la alianza para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos con todo el corazón y toda el alma, y para poner en vigor las palabras de esta alianza escritas en este libro. Todo el pueblo confirmó la alianza.
4 El rey ordenó a Jilquías, al segundo de los sacerdotes y a los encargados del umbral que sacaran del santuario de Yahveh todos los objetos que se habían hecho para Baal, para Aserá y para todo el ejército de los cielos; los quemó fuera de Jerusalén en los yermos del Cedrón y llevó sus cenizas a Betel.
5 Suprimió los sacerdotes paganos que pusieron los reyes de Judá y que quemaban incienso en los altos, en las ciudades de Judá y en los contornos de Jerusalén, a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a los astros celestes y a todo el ejército de los cielos.
6 Sacó la Aserá de la Casa de Yahveh fuera de Jerusalén, al torrente Cedrón, la quemó allí en el torrente Cedrón, la redujo a cenizas y arrojó las cenizas a las tumbas de los hijos del pueblo.
7 Derribó las casas de los consagrados a la prostitución que estaban en la Casa de Yahveh y donde las mujeres tejían velos para Aserá.
8 Hizo venir a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó los altos donde quemaban incienso, desde Gueba hasta Berseba. Derribó los altos de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, a la izquierda según se pasa la puerta de la ciudad.
9 Con todo, los sacerdotes de los altos no podían acercarse al altar de Yahveh en Jerusalén, aunque comían los panes ázimos en medio de sus hermanos.
10 Profanó el Tofet del valle de Ben Hinnom, para que nadie hiciera pasar por el fuego a su hijo o a su hija en honor de Mólek.
11 Suprimió los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al Sol, a la entrada de la Casa de Yahveh, cerca de la habitación del eunuco Netán Mélek, en las dependencias, y quemó el carro del Sol.
12 Los altares que estaban sobre el terrado de la habitación superior de Ajaz, que hicieron los reyes de Judá, y los altares que hizo Manasés en los dos patios de la Casa de Yahveh, el rey los derribó, los rompió allí y arrojó sus cenizas al torrente Cedrón.
13 El rey profanó los altos que estaban frente a Jerusalén, al sur del Monte de los Olivos, que Salomón, rey de Israel, había construido a Astarté, monstruo abominable de los sidonios, a Kemós, monstruo abominable de Moab, y a Milkom, abominación de los amonitas.
14 Rompió las estelas, cortó los cipos y llenó sus emplazamientos de los huesos humanos.
15 También el altar que había en Betel y el alto que hizo Jeroboam, hijo de Nebat, el que hizo pecar a Israel, derribó este altar y este alto, rompió las piedras, las redujo a polvo, y quemó el cipo.
16 Volvió la cabeza Josías y vio los sepulcros que habían allí en la montaña; mandó tomar los huesos de las tumbas y los quemó sobre el altar, profanándolo, y cumpliéndose así la palabra de Yahveh que había dicho al hombre de Dios cuando Jeroboam estaba en pie junto al altar durante la fiesta. Josías se volvió y vio la tumba del hombre de Dios que había dicho estas cosas;
17 y dijo: «¿Qué monumento es ése que veo?» Los hombres de la ciudad le respondieron: «Es la tumba del hombre de Dios que vino de Judá y anunció estas cosas que has hecho contra el altar de Betel.»
18 Dijo él: «Dejadle en paz. Que nadie toque sus huesos.» Y salvaron sus huesos, junto con los huesos del profeta que vino de Samaría.
19 También hizo desaparecer Josías todos los templos de los altos de las ciudades de Samaría que hicieron los reyes de Israel, irritando a Yahveh, e hizo con ellos enteramente como había hecho en Betel.
20 Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los altos que se encontraban allí y quemó sobre ellos huesos humanos. Y se volvió a Jerusalén.
21 El rey dio esta orden a todo el pueblo: «Celebrad la Pascua en honor de Yahveh, vuestro Dios, según está escrito en este libro de la alianza.»
22 No se había celebrado una Pascua como está desde los días de los Jueces que habían juzgado a Israel, ni en los días de los reyes de Israel y de los reyes de Judá.
23 Tan sólo en el año dieciocho del rey Josías se celebró una Pascua así en honor de Yahveh en Jerusalén.
24 También los nigromantes y los adivinos, los terafim y los ídolos y todos los monstruos abominables que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, fueron eliminados por Josías, para poner en vigor las palabras de la Ley escritas en el libro que encontró el sacerdote Jilquías en la Casa de Yahveh.
25 No hubo antes de él ningún rey que se volviera como él a Yahveh, con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza, según toda la ley de Moisés, ni después de él se ha levantado nadie como él.
26 Sin embargo, Yahveh no se volvió del ardor de su gran cólera que se había encendido contra Judá por todas las irritaciones con que le había irritado Manasés.
27 Yahveh había dicho: «También a Judá apartaré de mi presencia, como he apartado a Israel, y rechazaré a esta ciudad que había elegido, a Jerusalén y a la Casa de que había dicho: Mi Nombre estará en ella.»
28 El resto de los hechos de Josías, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
29 En sus días subió el Faraón Nekó, rey de Egipto, hacia el rey de Asiria, junto al río Eufrates. Fue el rey Josías a su encuentro, pero Nekó le mató en Meguiddó en cuanto le vio.
30 Sus servidores trasladaron en carro el cadáver desde Meguiddó, llegaron a Jerusalén y lo sepultaron en su sepulcro. El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le ungieron y proclamaron rey, en lugar de su padre.
31 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar y reinó tres meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de Libná.
32 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como le habían hecho sus padres.
33 El Faraón Nekó lo encadenó en Riblá, en el país de Jamat, para que no reinara más en Jerusalén y puso un impuesto al país de cien talentos de plata y diez talentos de oro.
34 El faraón Nekó puso por rey a Elyaquim, hijo de Josías, en lugar de su padre Josías, y le cambió el nombre en Yoyaquim. Cuando a Joacaz, le tomó y le llevó a Egipto, donde murió.
35 Yoyaquim entregó la plata y el oro a Faraón, pero para dar el dinero según la orden de Faraón, impuso una derrama al país, a cada uno según sus bienes; apremió al pueblo de la tierra acerca del dinero que había de dar al faraón Nekó. Nekó.
36 Veinticinco años tenía Yoyaquim cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén; el nombre de su madre era Zebida, hija de Pedaías de Rumá.
37 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como hicieron sus padres.
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2 Reyes 24
1 En sus días, Nabucodonosor, rey de Babilonia, hizo una expedición y Yoyaquim le quedó sometido durante tres años. Luego volvió a rebelarse contra él.
2 Yahveh envió contra él bandas de caldeos, bandas de arameos, bandas de moabitas y bandas de ammonitas; los envió contra Judá para destruirlo según la palabra que Yahveh había dicho por boca de sus siervos
los profetas.
3 Tan sólo por orden de Yahveh ocurrió esto en Judá, para apartarlo de su presencia por los pecados de Manasés, por todo lo que había hecho,
4 y también por la sangre inocente que había derramado llenando a Jerusalén de sangre inocente. Yahveh no quiso perdonar.
5 El resto de los hechos de Yoyaquim, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
6 Se acostó Yoyaquim con sus padres y reinó en su lugar su hijo Joaquín.
7 No volvió a salir de su tierra el rey de Egipto, porque el rey de Babilonia había conquistado, desde el torrente de Egipto hasta el río Eufrates, todo cuanto era del rey de Egipto.
8 Dieciocho años tenía Joaquín cuando comenzó a reinar y reinó tres meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Nejustá, hija de Elnatán, de Jerusalén.
9 Hizo el mal a los ojos de Yahveh enteramente como había hecho su padre.
10 En aquel tiempo las gentes de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la ciudad fue asediada.
11 Vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, a la ciudad, mientras sus siervos la estaban asediando.
12 Joaquín, rey de Judá, se rindió al rey de Babilonia, él, su madre, sus servidores, sus jefes y eunucos; los apresó el rey de Babilonia en el año octavo de su reinado.
13 Se llevó de allí todos los tesoros de la Casa de Yahveh y los tesoros de la casa del rey, rompió todos los objetos de oro que había hecho Salomón, rey de Israel, para el santuario de Yahveh, según la palabra de Yahveh.
14 Deportó a todo Jerusalén, todos los jefes y notables, 10.000 deportados; a todos los herreros y cerrajeros; no dejó más que a la gente pobre del país.
15 Deportó a Babilonia a Joaquín, a la madre del rey y a las mujeres del rey, a sus eunucos y a los notables del país; los hizo partir al destierro, de Jerusalén a Babilonia.
16 Todos los hombres de valor, en número de 7.000, los herreros y cerrajeros, un millar, todos los hombres aptos para la guerra, el rey de Babilonia los llevó deportados a Babilonia.
17 El rey de Babilonia puso por rey, en lugar de Joaquín, a su tío Mattanías, cambiando su nombre en Sedecías.
18 Veintiún años tenía Sedecías cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de Libná.
19 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como había hecho Joaquín.
20 Esto sucedió a causa de la cólera de Yahveh contra Jerusalén y Judá, hasta que los arrojó de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia.
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2 Reyes 25
1 En el año noveno de su reinado, en el mes décimo, el diez del mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén; acampó contra ella y la cercaron con una empalizada.
2 La ciudad estuvo sitiada hasta el año once de Sedecías.
3 El mes cuarto, el nueve del mes, cuando arreció el hambre en la ciudad y no había pan para la gente del pueblo,
4 se abrió una brecha en la ciudad y el rey partió con todos los hombres de guerra, durante la noche, por el camino de la Puerta, entre los dos muros que están sobre el parque del rey, mientras los caldeos estaban alrededor de la ciudad, y se fue por el camino de la Arabá.
5 Las tropas caldeas persiguieron al rey y le dieron alcance en los llanos de Jericó; entonces todo el ejército se dispersó de su lado.
6 Capturaron al rey y lo subieron a Riblá donde el rey de Babilonia, que lo sometió a juicio.
7 Los hijos de Sedecías fueron degollados a su vista, y a Sedecías le sacó los ojos, le encadenó y le llevó a Babilonia.
8 En el mes quinto, el siete del mes, en el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nebuzaradán, jefe de la guardia, siervo del rey de Babilonia, vino a Jerusalén.
9 Incendió la Casa de Yahveh y la casa del rey y todas las casas de Jerusalén.
10 Todas las tropas caldeas que había con el jefe de la guardia demolieron las murallas que rodeaban a Jerusalén.
11 Cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y el resto de la gente, Nebuzaradán, jefe de la guardia, los deportó.
12 El jefe de la guardia dejó algunos para viñadores y labradores de entre la gente pobre.
13 Los caldeos rompieron las columnas de bronce que había en la Casa de Yahveh, las basas, el Mar de bronce de la Casa de Yahveh, y se llevaron el bronce a Babilonia.
14 Tomaron también los ceniceros, las paletas, los cuchillos, las cucharas y todos los utensilios de bronce de que se servían.
15 El jefe de la guardia tomó los incensarios y los aspersorios, cuanto había de oro y plata.
16 Cuanto a las dos columnas, el Mar y las basas que Salomón había hecho para la Casa de Yahveh, no se pudo calcular el peso del bronce de todos aquellos objetos.
17 La altura de una columna era dieciocho codos, y encima tenía un capitel de bronce; la altura del capitel era cinco codos; había un trenzado y granadas en torno al capitel, todo de bronce. Lo mismo para la segunda columna.
18 El jefe de la guardia tomó preso a Seraías, primer sacerdote, y a Sefanías, segundo sacerdote, y a los tres encargados del umbral.
19 Tomó a un eunuco de la ciudad, que era inspector de los hombres de guerra, a cinco hombres de los cortesanos del rey, que se encontraban en la ciudad, al secretario del jefe del ejército, encargado del alistamiento del pueblo de la tierra, y a sesenta hombres de la tierra que se hallaban en la ciudad.
20 Nebuzaradán, jefe de la guardia, los tomó y los llevó a Riblá, donde el rey de Babilonia;
21 y el rey de Babilonia los hirió haciéndoles morir en Riblá, en el país de Jamat. Así fue deportado Judá, lejos de su tierra.
22 Al pueblo que quedó en la tierra de Judá y que había dejado Nabucodonosor, rey de Babilonia, le puso por gobernador a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán.
23 Todos los jefes de tropas y sus hombres oyeron que el rey de Babilonia había puesto por gobernador a Godolías y fueron donde Godolías a Mispá: Ismael, hijo de Netanías, Yojanán, hijo de Caréaj, Seraías, hijo de Tanjumet el netofita, Yaazanías de Maaká, ellos y sus hombres.
24 Godolías les hizo un juramento, a ellos y a sus hombres, y les dijo: «No temáis nada de los siervos de los caldeos, quedaos en el país y servid al rey de Babilonia, y os irá bien.»
25 Pero en el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá, que era de linaje real, vino con diez hombres e hirieron de muerte a Godolías, así como a los judíos y caldeos que estaban con él, en Mispá.
26 Entonces todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande, y los jefes de tropas se levantaron y se fueron a Egipto, porque tuvieron miedo de los caldeos.
27 En el año 37 de la deportación de Joaquín, rey de Judá, en el mes doce, el veintisiete del mes, Evil Merodak, rey de Babilonia, hizo gracia, en el año en que comenzó a reinar, a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel.
28 Le habló con benevolencia y le dio un asiento superior al asiento de los reyes que estaban con él en Babilonia.
29 Joaquín se quitó sus vestidos de prisión y comió siempre a la mesa en su presencia, todos los días de su vida.
30 Le fue dado constantemente su sustento de parte del rey, día tras día, todos los días de su vida.
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