«Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la mañana, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creí do!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
- Este episodio está situado entre dos anuncios angélicos de concepciones (la de Isabel y la de María) y dos relatos de nacimientos (el de Juan y el de Jesús). Y sirve para unir a los personajes de ambos relatos, mostrando sobre todo la posición subordinada de Juan Bautista respecto a Jesús (R. E. Brown). Fue una preocupación del cristianismo naciente el destacar la superioridad de Jesús respecto a Juan. Porque se sabe que los discípulos de Juan se mantuvieron fieles a su bautismo y doctrina durante bastante tiempo (cf. Hech 19, 4). De ahí la preocupación de los seguidores de Jesús.
- ¿Qué se destaca aquí en Jesús? Causa la admiración y la conciencia de pequeñez en Isabel, que era de la familia de Aarón (Lc 1, 5), la más importante de las familias sacerdotales. Lucas apunta ya la mayor importancia del laicado sobre el sacerdocio. Al acercarse Jesús, Juan salta de alegría en el seno materno. Lo primero que provocó la proximidad de Jesús fue una enorme alegría. Es decir, la alegría es signo indicativo de la cercanía de Jesús. Y, sobre todo, la llegada de Jesús a casa de Isabel lleva consigo la plenitud de la presencia del Espíritu Santo en aquella mujer y en aquella casa.
- Jesús, ya antes de nacer y en el seno materno, se pone en camino, va a toda prisa, para dar alegría y, más que nada, para transmitir Espíritu. Los signos de la presencia de Jesús en la vida son la prontitud para ponerse en camino, para transmitir felicidad, para enaltecer a las mujeres, para destacar que ya «lo sagrado» no ocupa una posición superior a «lo laico». La cercanía de Jesús anuncia ya cambios muy profundos en la tradicional forma de entender y vivir la religiosidad.