Visiones

En Teresa de Jesús tuvieron lugar todo tipo de fenómenos místicos extraordinarios. Es la mujer, monja, fundadora, escritora, mística y santa, por excelencia, en quien la presencia de Dios se constata por medio de una abundantísima lluvia de gracias místicas excepcionales.

Bajo dos aspectos se puede estudiar la experiencia mística teresiana: objetivo, uno, y subjetivo, otro. Objetos y modos de experiencia de estos objetos.

Entre las diferentes formas de experiencia mística extraordinaria, destacan sensiblemente las visiones por su amplitud, pues es el modo más frecuente en la vida de la Mística Doctora, por su contenido, por sus objetos y por su influencia. Estas son de una gran importancia, y tienen gran unión y parecido en todo con las apariciones. De hecho, la Santa hablará conjuntamente de apariciones y visiones, como de visiones y revelaciones.

El propósito es presentar las visiones místicas teresianas como un hecho experiencial personal, así como la doctrina que Teresa de Jesús propone, partiendo de su propia experiencia-vivencia.

El método a seguir será rigurosamente analítico-textual, con el fin de constatar directamente su experiencia mística mediante las visiones y, al mismo tiempo, la doctrina por ella propuesta.

I. Naturaleza y especies de visiones

Dos realidades encierra este epígrafe: 1. La noción de visión. 2. Las clases de visiones.

1. Noción de visión mística. La noción de visión mística se puede estructurar o conformar realmente y analógicamente. La noción o naturaleza real de visión es la siguiente: «La función específica del sentido de la vista en exclusividad». Ver es propio de la vista, como oír es propio del oído.

Aplicando en este caso la analogía, el término visión se extiende a los demás sentidos, tanto externos como internos. De hecho, en el lenguaje ordinario se pregunta con frecuencia ¿no ves esto?, aunque se trate de la acción de cualquier otro de los sentidos. De aquí, el nombre de visión a ciertas percepciones del entendimiento, a determinadas actuaciones de nuestras facultades espirituales aplicadas con frecuencia por los místicos, para expresar las realidades que han captado de una manera secreta, mística, misteriosa.

La noción analógica de visión mística es como sigue: «Percepciones sobrenaturales, por un ‘quasi-contacto’ inmediato, de objetos naturalmente invisibles, o no de tal modo visibles, para el hombre». Son cierta forma de contemplación pura, un modo sublime de experiencia mística, que coloca al alma en comunicación inmediata con las realidades espirituales y divinas. Es un fenómeno de orden intelectivo casi exclusivamente, y tiene alguna semejanza con la visión beatífica, de la que es una tenue degustación adelantada, especialmente en las Moradas séptimas. Ha de entenderse todo esto siempre de modo adecuado y conveniente al «status viae» en el que se encuentra el hombre.

Sin embargo, aunque las visiones místicas se llevan a cabo en línea intelectual, por las muchas relaciones y repercusiones que se dan entre los niveles intelectivo, afectivo y orgánico, resulta natural y normal que tengan sus resonancias, simultáneas o sucesivas, en el campo afectivo y somático. Pero el centro de su actividad es el entendimiento.

2. Clases de visiones místicas. Siguiendo la tradición, que comienza con san Agustín, Teresa de Jesús divide las visiones místicas en tres especies generales: corporales, imaginarias, intelectuales. Son los tres niveles diferenciales de las facultades del ser humano: sentidos externos, sentidos internos y facultades espirituales (cf V 30,4). Estas tres clases de visiones místicas pueden ser puras o mixtas, según que la actividad sea sólo de uno de esos sentidos y facultades, o se den mezclados. Esta presencia de toda la persona en el obrar, actuar, la Doctora Mística la afirma muchas veces y de diversas maneras (Se puede ver, a modo de ejemplo, V 28,9). Es verdad que ella no puso visión alguna entre las cualificadas como mixtas, a pesar de que cualificó casi todas sus visiones místicas. Una sola vez encontramos una visión mística cualificada como imaginaria-intelectiva en F 20,7. Y se trata de una visión, no experimentada por la Santa, sino por Teresa Layz. Ella únicamente la refiere. Se puede, incluso, afirmar que santa Teresa de Ávila está más convencida de que no se dan las visiones imaginarias solas, ni intelectuales solas, sino más bien, o imaginarias-intelectivas, o intelectuales-imaginativas.

De todas formas, Teresa de Jesús no tiene demasiadas preocupaciones por la terminología, sino que sencillamente narra los hechos tal y como los percibe en su alma, y como mejor puede hacerlo con su pluma. La cuestión está indudablemente en determinar cuándo una visión es puramente imaginaria, cuándo intelectual, cuándo mixta. Para determinar esto en concreto, se ha hecho ya un estudio completo de la cuestión, y se han analizado pormenorizadamente los capítulos 8 y 9 de M 6.

Del estudio del capítulo 8, se desprenden estas tres clases de visiones místicas: A/ Visiones intelectuales, que no se ven, ni con los ojos del cuerpo, ni con los ojos del alma. B/ Visiones que se ven con los ojos del cuerpo: visiones corporales. C/ Visiones que se ven con los ojos del alma: visiones imaginarias. Las visiones intelectuales, que son de las que habla en este capítulo 8, son sin formas: no se ve nada; se siente la presencia de lo que se ve y se entiende, mas no se ve nada.

Del análisis del capítulo 9, se deducen las siguientes clases de visiones místicas en Teresa de Jesús: A/ Imaginarias, que se ven con los ojos del alma: sentidos internos. B/ Intelectuales, que no se ven con esos ojos; son más perfectas que las imaginarias. C/ Finalmente, no una especie nueva de visiones intelectuales, sino esa misma especie, pero en grado más alto y puro: son las visiones místicas de las Moradas séptimas. Y en V 28,4 –texto paralelo al de M 4,9,1– Teresa de Jesús habla también de las corporales, que se ven con los ojos del cuerpo: sentidos externos.

En definitiva, la Santa distingue las siguientes especies de visiones místicas: A/ Visiones corporales, o corpóreas, o externas, como también se las conoce científicamente. B/ Visiones imaginarias-intelectuales. C/ Visiones intelectuales-imaginarias. D/ Visiones mixtas. E/ Visiones intelectuales puras; éstas no se ven ni con los ojos del cuerpo ni con los del alma; son visiones en puro espíritu, sin forma de ninguna clase. F/ Visiones de las séptimas Moradas, que no son una clase distinta de las intelectuales, sino más subidas, puras y perfectas (cf M 4,2,1ss.). Según la Doctora Mística, para que se entienda la grandísima diferencia existente entre ellas, pone la comparación de la diferencia que existe entre el desposorio místico y el matrimonio místico (sextas y séptimas Moradas, respectivamente). Pero curiosamente, el matrimonio espiritual en santa Teresa de Ávila se realizó en visión imaginaria, como ella misma nos cuenta.

II. Propiedades de las visiones místicas

Cada una de estas especies de visiones tiene sus propiedades, que brevemente se exponen aquí.

1. Visiones corporales. Santa Teresa de Jesús no las tuvo, como ella misma nos lo dice en varias ocasiones, unas veces intencionada y directamente –V 28,4; 30,4. R 53 (por dos veces)–, y otras veces incidentalmente pero de forma expresa –M 4,9,4–. Las distingue como especie diversa porque se lo dijeron, no porque las experimentara personalmente. Sin embargo, la Santa tuvo gran deseo de ver, también con los ojos del cuerpo, aquellas cosas que contemplaba y veía de otros modos, con el fin de poder decir a sus confesores que las había visto con los ojos del cuerpo, ya que no siempre la creían (cf V 28,4: 29,2).

2. Visiones imaginarias. Dos son las notas características: A/ Presencia de imágenes y de formas bien concretas y determinadas (cf V 31,10). B/ Se ven con los ojos del alma: sentidos internos (cf V 7,6; 27,3; 28,9; 30,4. M 6,5. Hay muchos más textos).

3. Visiones intelectuales. Dos son también las propiedades de estas visiones: A/ Ausencia de cualquier forma o imagen. No se ve nada, ni con los ojos del cuerpo, ni con los del alma (cf V 27,2 y 3; 33,15; 38,17 y 28; 39,22; 40,9. M 6,5,8. M 7,1,6. R 36,1. Y muchos más lugares donde habla de ello). B/ Inefabilidad. Señal clara y convincente de esta inefabilidad es el forcejeo constante de Teresa de Jesús, para que, al menos pueda manifestar, compartir, algo de aquella realidad admirable contemplada, y el modo cómo la contempló y captó. El uso mismo continuado de imágenes, comparaciones, para de alguna manera hacer patente su experiencia, confirma esta inefabilidad. Ella, empero, recibió «la gracia de decir, expresar, comunicar, lo místico, escondido, misterioso («gratia sermonis»).

4. Visiones mixtas. Constan de elementos de las imaginarias y de las intelectuales. En Teresa de Jesús tuvieron una presencia y un influjo especiales. Según su propia experiencia, vienen estas dos clases de visiones casi siempre juntas (cf V 28,8 y 9). Mediante la visión imaginaria se ve el objeto, su excelencia, su hermosura y su gloria –se capta, pues, su existencia–, y a través de la visión intelectual se entiende su naturaleza –se capta su esencia–; y así todo procede de modo más connatural.

Las visiones intelectuales puras son más perfectas ciertamente, pero la Santa hace hincapié por encima de todo en la permanencia de la divina presencia en la imaginación, haciéndose así todo más conforme a nuestra flaqueza (cf V 28,8 y 9). Todo esto lo refiere larga y claramente en M 6,5,8 y F 20,7.

5. Visiones intelectuales puras. Nunca usó ella tal terminología, ni dijo jamás que una de sus visiones fuera intelectual pura. Pero da los elementos cualificados para poder denominarlas de este modo, especialmente en el capítulo 40 de Vida y en las Moradas séptimas en general, donde dice que son más elevadas, más subidas, más perfectas que las que ha narrado anteriormente. Las propiedades de las mismas serán: A/ Una mayor pasividad: carencia de actuación de la imaginación, de las facultades espirituales casi por completo, y de los sentidos externos. B/ Son prácticamente las que se dan con exclusividad en las Moradas séptimas. C/ Mayor inefabilidad, puesto que el alma puede asir menos elementos humano-psicológicos de conocimiento.

6. Visiones de las séptimas Moradas. Teresa de Jesús ya en M 6,10,1 habla de las visiones concedidas por Dios al alma en las Moradas séptimas: «Por otras maneras se comunica Su Majestad harto más subidas y menos peligrosas; porque el demonio creo no las podrá contrahacer y así se puede mal decir, por ser cosa muy oculta». Inmediatamente después, hace notar la Santa que estas visiones no son de la Humanidad Sacratísima de Cristo, sino de secretos divinos, y que el alma está muy en sus sentidos (cf M 6,10,2). El título del capítulo primero de las séptimas Moradas dice así: «Trata de mercedes grandes que hace Dios a las almas que han llegado a entrar en las séptimas Moradas». Y, a lo largo y ancho de estas Moradas séptimas, va ella desgranando su experiencia, sus contenidos, sus propiedades y características, su influencia en la vida contemplativa, la presencia continuada de Dios-Trinidad en su vida, las gracias del matrimonio místico y su consumación, la grandeza sublime de todo este cúmulo de gracias místicas extraordinarias que ella recibe, y que la van llevando generosa y graciosamente a la unión transformante con Dios, aquí en la tierra, antesala del cielo.

III. Objeto de las visiones místicas teresianas
Objeto de visión mística puede ser todo lo que existe. En Teresa de Jesús se encuentran ejemplos de casi todo ello, siendo extensísimo el abanico de las realidades vistas místicamente por ella. En una clasificación aleatoria, se pueden agrupar todos esos objetos de la siguiente manera:

1. Divinas: Misterio Trinitario, Espíritu Santo.
2. Cristológicas: Cristo, Dios-Hombre.
3. Celestiales: Virgen María, san José, Santos, Ángeles, realidades celestiales.
4. Demonios. Infierno. Purgatorio.
5. El alma: su estructura. Gracia. Pecado.
6. Varios: personas que viven en la tierra. Cualquier otro objeto posible de visión mística.

Sus especies, y las propiedades o notas características de cada una de esas visiones, completan el panorama de este cuadro-síntesis de los objetos de las visiones místicas teresianas.

IV. Contenido de las visiones

El contenido teológico-experiencial de las visiones místicas en santa Teresa de Ávila es riquísimo y abundantísimo. Se presenta aquí una breve síntesis del mismo, con el fin de conformar una panorámica más completa de todo lo referente al tema de las visiones místicas en la Santa, ya iniciada en la propuesta de los objetos.

1. Cristo y su Humanidad santísima. Habla la Mística Doctora de visiones relativas a la Humanidad santísima de Cristo en: V 27,2ss. y su lugar paralelo M 6,8. V 28,1ss. y su lugar paralelo M 6,9. V 37,5; 38,17; 40,5 y R 41; 42; 44.

2. La Divinidad de Cristo y su Persona dentro del misterio trinitario.
– Visión de la Humanidad de Cristo (V 38,17-18).
– Visión de la Humanidad junto con la Divinidad (V 38,17).
– Cristo, Hijo de Dios vivo (R 41,4).
– Persona de la Santísima Trinidad, que tiene un lugar destacado de presencia en su alma, y que toma carne humana (R 42. R 60,1-5).

3. Penetración de los misterios de Cristo: Encarnación, Eucaristía. Se pueden ver: V 28,8 y 9. V 37,5. R 42. R 60,3. En relación a las visiones de Cristo-Eucaristía: V 38,14. R 14,6. R 39.

4. El alma. Su misterio. Importancia que para Teresa de Jesús tuvo el descubrimiento de su propia alma y de su valor interior (cf M 1,2; M 7,1,3; M 7, 2. V 40,5. R 41). Visión del alma en estado de gracia y en pecado (cf R 24. M 1,2,2; M 7,1,3-4). Encuentro y experiencia de la presencia de Dios al alma, y encuentro y experiencia de la presencia del alma a Dios. Distinción entre alma y potencias del alma. El alma, en su ser natural, imagen de Dios. Percepción de la división y distinción entre alma y espíritu. Descubrimiento y percepción experiencial de la propia alma, como centro y escenario de toda su experiencia mística.

5. Dios, Uno. Dios, Verdad pura, Fuente de toda verdad. Dios presente en el alma en gracia, y paso al estado de pecado en el cual permanece el alma. Dios presente en el alma y en las cosas.

6. El Misterio de la Santísima Trinidad. Tránsito de la percepción habitual de Cristo a la percepción de la Santísima Trinidad (cf M 6,10,2; M 7,2,6). Conocimiento y declaración experiencial del Misterio Trinitario: «Se ve el alma en un momento sabia, y tan declarado el misterio de la Santísima Trinidad» (V 27,9). «Cuando pienso o se trata de la Santísima Trinidad, parece entiendo cómo puede ser» (V 39,25). «Se le muestra la Santísima Trinidad, todas tres Personas» (M 7,1,6).

V. Efectos de las visiones en la vida de Teresa de Jesús

El primer efecto o fruto de todas las gracias místicas en la Santa es disponer el alma a corresponder a la gracia santificante, a actuar y hacer eficaz la vida de gracia y aumentarla. Las visiones divinas activan vitalmente el alma y mueven sus potencias al bien. Al principio, las visiones infunden temor en el alma. Después suscitan, y ellas mismas generan, una inefable y gozosa paz. Otros efectos experienciados por santa Teresa de Ávila, y algunos de ellos propuestos como norma segura de autenticidad, son: 1/ En cuanto al alma: aprovechamiento, fortaleza, claridad en el entendimiento, deseo de perfección, de pobreza, de obediencia a los confesores, seguridad y certeza de que son de Dios, consuelo con grandes regalos, gran paz, grandísima gloria y contento, recogimiento, deseo de trabajar, temor, grandísima confusión, humildad. 2/ En cuanto al cuerpo: quietud, salud, deseo de padecer en el cuerpo. Queda probada, y aprobada, la repercusión de las realidades espirituales en el cuerpo.

Estos efectos repercuten positivamente en todo el trayecto de la vida orante de la Santa. Hay un paralelismo claro entre la fenomenología mística y la oración en su vida.

VI. Valoración teológica y espiritual

Las visiones místicas teresianas tienen una doble dimensión digna de hacerse notar. No son sólo fuente de un conocimiento hondo y sabroso de los inescrutables misterios de Dios, sino también de la existencia del pecado y de sus funestas secuelas, de la hermosura del alma en gracia de Dios, de su amistad con Dios, de la vanidad y fugacidad de las cosas de esta vida. Son, pues, como un espejo de doble faz, donde se contempla la majestad y grandeza de Dios, el valor de las cosas eternas, la vida íntima de las almas, juntamente con sus realidades trascendentales, y, por otra parte, la inconsistencia y transitoriedad de lo temporal.

1. Ignorancia y sabiduría. Poco sabía Teresa de Jesús, antes de su experiencia mística, de las arcanas realidades divinas, y de las casi tan arcanas realidades del ser y del alma humanos. Lo mismo se ha de decir acerca de la presencia de Dios en el alma y del alma en Dios, como acerca de Cristo, de los santos, de los ángeles, del demonio. La experiencia mística, por medio de las visiones divinas, ilumina zonas total, o casi totalmente, desconocidas por la Santa, enriquece maravillosamente a la Mística Doctora y la llena de admiración y contento. Las visiones sobrenaturales hacen que viva ya, con visión de fe, en el cielo, viviendo en la tierra, pero amando más y más lo eterno, sin desprecio de la humano, que ella tanto exaltó y defendió.

2. Dolor y regalo. Las visiones místicas en Teresa de Jesús son también elementos purificativos de consecuencias más inmediatas a su personalidad, más psicológicas y hondas en su vida espiritual. Producen en su alma, por una parte, un sentimiento vital de miseria («ruin y flaca»), de dolor, de tristeza, por el recuerdo de su infidelidad, y por otra, de gozo intenso, de regalo purísimo, de consuelo y paz sin igual en la contemplación de lo sobrenatural, por su verdad y belleza. Son secuelas purificadoras, que cubren al alma de espantosas noches, temor, luchas, dudas e inquietudes.

Todo esto conduce a la Santa a un estado espiritual de purificación pasiva y de unión con Dios, donde ya no habrá ni tribulación, ni dolor, ni vacilación, sino seguridad, certidumbre, gozo, regalo, dulzura, amor, esperanza de vida y de gloria futura, de bienaventuranza eterna.

Contribuyeron en gran medida a la purificación de la Mística Doctora todos los fenómenos místicos extraordinarios, los cuales, como tales epifenómenos de la mística, no son medios usuales y ordinarios. Pero, quizá, ninguno como las visiones divinas, pues le mostraron al vivo la miseria, debilidad, pequeñez, temporalidad y fugacidad, de toda criatura, en contraste con la omnipotencia, grandeza y santidad divinas.

3. Lo divino expresado en palabras sencillas. Todavía aportaron más las visiones místicas a la Santa. La fijación de las realidades sobrenaturales y divinas en su mente, memoria, imaginación, en el centro y en lo más recóndito de su alma, le dotaron de una sorprendente facilidad, –dentro de los límites humanos, y contando siempre con lo misterioso del asunto–, para comunicar, y hacer comprensibles con nitidez, sus experiencias tan misteriosas e inefables. Verdad es que no fue breve, ni poco laboriosa, la lucha que tuvo que sostener en sus facultades para poder reducir a categorías accesibles lo profundo e inefable de su experiencia mística.

Aun con todo, sabe muy bien la Doctora Mística que este modo humano de expresar las realidades sobrenaturales y divinas jamás puede contener todo lo que en esa secreta experiencia percibe y vive personalmente. Existen, pues, realidades fenoménicas del todo inefables, que no pueden ser manifestadas con palabras y fórmulas humanas (cf 5,27,11-12; 32, tít; 38,2. M 7,1,1). Pero ella tiene conciencia de decir las cosas del espíritu, que ha experienciado algunas y muchas veces (cf R 54,1. V 18,8; 28,5, y muchos más textos). Está convencida siempre de que refiere la verdad (cf V 30,22). Y esto no sólo en relación a las visiones divinas, sino a todo lo experienciado por ella mediante cualquier clase de fenómeno místico extraordinario.

Esta sencillez, unida a la hermosura y llaneza de lenguaje en las descripciones, es una de las notas características de todo el magisterio teresiano. Oyó, vio, sintió, contempló, aprendió, saboreó y, en lo posible, lo redujo a categorías y principios teológicos con nitidez y hondura como nunca en la historia de la espiritualidad y en la experiencia mística se había hecho. Es un mérito enorme e inapreciable por su valía de la primera Doctora de la Iglesia Universal.

VII. Influencia en la vida de la Santa

La vida de Teresa de Jesús está repleta de fenómenos místicos extraordinarios. Todos ellos influyeron decisivamente en ella. Hasta qué grado fuera el influjo de cada uno de estos epifenómenos, no es fácil medirlo. Por una parte, porque, a veces, se dan al mismo tiempo algunos de estos fenómenos extraordinarios. De otra, porque ni siquiera de la misma narración de los hechos se puede deducir claramente.

No se puede, sin embargo, negar la influencia determinante de las visiones divinas en la Mística Doctora. Este influjo es real, y respecto, por ejemplo, a la fundación del primer monasterio de monjas descalzas de san José de Ávila, evidente, por la fortaleza que la Fundadora recibe mediante las visiones místicas en la lid contra sus adversarios, y por la iluminación y pacificación de la Santa después de la irrupción continuada de locuciones y visiones divinas, con el fin de manifestarle su veracidad. Pero, principalmente, la influencia de las visiones místicas se hace más evidente en la vida de fe de Teresa de Jesús, para confirmarla en la existencia de las realidades sobrenaturales, y en el conocimiento de los misterios del alma y de Dios, su naturaleza y su vida intratrinitaria.

El influjo de las visiones divinas en la vida de Teresa de Ávila se da en línea existencial-vital, particularmente en cuanto a los misterios divinos, mientras que la influencia ejercida por las locuciones sobrenaturales se da, más bien, en línea intelectual-noética. Los raptos místicos, los ímpetus de amor, y los otros fenómenos místicos extraordinarios, recibidos por la Santa, ejercen su influjo en línea afectivo-volitiva.

Se puede concluir afirmando que la influencia de las visiones místicas en la existencia teresiana abarca su ser y quehacer, tanto a nivel de Fundadora, como a nivel de vida de oración, como a nivel de su actuación como madre y maestra del espíritu, como en su tarea de escritora-poetisa.

VIII. Finalidad de las visiones místicas teresianas

La finalidad, en general, de cualquier revelación es siempre la dirección de la conducta humana en una situación particular y determinada de la vida de las personas o de las instituciones.

Es esta particularidad la que viene siempre puesta de relieve por la Santa abulense. En realidad, todos los epifenómenos místicos en la vida de Teresa de Jesús, y no sólo las visiones, tienen una estrecha conjunción con su personal vivencia.

El fin de las visiones místicas puede quedar sintetizado en este texto: «Bien será, hermanas, deciros qué es el fin para que hace el Señor tantas mercedes en este mundo. Aunque en los efectos de ellas lo habréis entendido si advertisteis en ello, os lo quiero tornar a decir aquí, porque no piense alguna que es para sólo regalar estas almas, que sería grande yerro…; y así tengo yo por cierto, que son estas mercedes para fortalecer nuestra flaqueza –como aquí he dicho alguna vez– para poderle imitar en el mucho padecer» (M 7,4,4; cf M 6,10,1. V 22,11; 29,4; 33,12. R 53,22; R 66,3).

En este texto citado, y en los otros referenciados, aparece bien clara la finalidad de las visiones místicas: conocimiento propio, ayuda en las necesidades personales y de otras personas, fortaleza de la flaqueza humana, además de llevar a la Santa al cumplimiento de la voluntad de Dios en medio de cualquier situación personal, y circunstancia en que se pudiera encontrar. La Santa fue conducida a la cima de la santidad, en gran parte a través de visiones, locuciones, revelaciones y demás fenómenos místicos extraordinarios, tan abundantes y continuados en su vida, que jugaron un papel importante en la vida espiritual de Teresa de Ávila, así como también en su tarea de Fundadora, escritora y poetisa. Actividad y vida interiores y exteriores, que fueron las que fueron, y que no hubieran sido tales sin estos fenómenos místicos de las visiones divinas.

IX. Criterios de discernimiento

Dos cuestiones que atañen al discernimiento de las visiones místicas, si son auténticas o no, pueden ser: 1/ El origen de las mismas. 2/ Criterios concretos de distinción entre místicas y pseudo-místicas.

1. Origen de las visiones místicas. Distingue santa Teresa una triple fuente originaria de las visiones sobrenaturales: Dios, el demonio, la propia persona (autosugestión): «En la relación verá el confesor si es Dios, o imaginación, o demonio» (M 6,9,11). «Cuando es de Nuestro Señor y no imaginación o engaño del demonio» (M 7,4,5). Es decir, puede haber visiones místicas y pseudo-místicas, verdaderas y falsas.

Evidentemente, por parte de Dios son posibles cualquier clase de visiones. Respecto a la posibilidad de engaño por parte del diablo, conviene distinguir entre visiones místicas intelectuales y visiones místicas imaginarias. La Mística Doctora insinúa una sutil distinción entre las intelectuales-imaginarias, en las que sí se puede inmiscuir la acción diabólica (cf V 28,4 y 10; 31, tít y números 1-3. R 1,34-37. M 6,9,1), y las visiones intelectuales puras de las séptimas Moradas, en las que no hay posibilidad alguna de engaño demoníaco (cf M 6,9,1; 10,1-2. M 7,3,10. V 28,4 y 38,28). En lo que se refiere a la autosugestión, está claro que no pueden ser fruto de la fantasía las visiones intelectuales, sean de la especie que sean, ya que la imaginación no obra sino mediante fantasmas e imágenes concretas, que no se dan en esa clase de visiones. Pero ni se permite dudar de la existencia de la autosugestión en las visiones imaginarias. Las almas débiles y melancólicas son las más predispuestas a sufrir los engaños del diablo y de la propia imaginación. Santa Teresa de Jesús habla con frecuencia de estas almas, y da normas sabias y prudentes al respecto (cf M 6,1,2,3 y 10; 4,9; 9,9. F 8). Relativo a las visiones corporales, nada se puede decir en cuanto a vida y doctrina teresianas, puesto que ninguna tuvo santa Teresa de Jesús.

2. Distinción entre visiones místicas y pseudo-místicas. El criterio fundamental de discernimiento es la eficacia, es decir, los frutos inmediatos en el mismo preciso instante que se recibe la visión sobrenatural. Es algo intrínseco, pues, a la misma visión: se da la visión y a la vez se generan los efectos. Es una norma general teresiana respecto a cualquier tipo de fenómeno místico extraordinario, e incluso ordinario. En lo que respecta a las visiones: «Porque en los efectos se conoce no tiene fuerza aquí el demonio» (V 28,10). «Si es de Dios entiéndese por los efectos» (V 37,7). «Traía consigo grandes efectos para entender que lo era de Dios» (M 6,8,2,3-10, 9,9 y 11. M 7,4,4-7. V 14,8 y todo el capítulo 25). Evidentemente, la norma primera tenida en cuenta por la Santa es enteramente evangélica.

Un segundo criterio de discernimiento, igualmente básico, es la pasividad absoluta, la propia iniciativa, y por sí sola, poco puede hacer. El alma ni las puede rechazar, ni nada puede hacer para tenerlas, ni las puede reactualizar en sí. No hay ni quitar ni poner, ni ver ni dejar de ver, Dios las da a quien quiere, cuando quiere y porque quiere (cf V 29,1,2,3; 38,2 y 4. M 6,8,5. M 7,1,9: 3,10). Y esto es en todas las visiones, pues ninguna que sea auténtica puede ser obra propia.

No sucede así en las visiones pseudo-místicas, sino todo lo contrario. De hecho, el alma es consciente de su actuación , y sus sugestiones las puede provocar el alma cuando quiera y como quiera, a su capricho.

Estos son los dos criterios fundamentales. Pero existen otros complementarios y seguros, aunque más secundarios. Estos son los siguientes: espontaneidad o eventualidad, fijación y recuerdo, no se olvidan nunca, brevedad, gran brevedad, dejan gran humildad, la experiencia personal, que siempre es fuente de discernimiento para evitar los errores posibles en la interpretación y aceptación de las visiones místicas, como de cualquier otro episodio sobrenatural.

X. Actitud personal de la Santa

Se quiere hacer luz al respecto, con una distinción inicial, que ayuda a sopesar justamente la actitud personal teresiana en cuanto a las visiones divinas concretamente: 1) Elementos esenciales de su actitud personal. 2) Breve análisis del capítulo 8 de las Fundaciones.

1. Elementos esenciales de su actitud personal. Su actitud personal y propia es ésta: las visiones místicas son signos especiales de una particular benevolencia de Dios, medios de santificación, cuya interpretación es muy delicada, y de los cuales no se usa sin peligro. «Porque todo lo que veía y entendía siempre la afirmaba más en la fe católica» (R 53,7). Los textos que refrendan esta afirmación son abundantes. La Santa se rebela espiritualmente contra los confesores, y otras personas, que atemorizan y turban las almas por razón de las visiones sobrenaturales, siendo funesto para su vida espiritual (cf V 25,14; 28,9; 29,5 y 6. M 6,9,13. M 7,10,8. R 66,3). Sin embargo, no se deben desear ni pedir. Aunque son un gran don de Dios, hay otras razones por las que no se deben suplicar (cf M 6,9,14 y 15). No se es más santo por tenerlas; es decir, no se las concede el Señor a tales o cuales personas porque son más santas, sino porque Dios se las quiere conceder a ellas y no a otras (cf M 1,1,3. M 6,8,10). Las señales de santidad son las virtudes, por lo que hay que trabajar para adquirirlas (cf M 6,9,17). Tampoco por tener visiones se merece mayor gloria (cf M 6,9,16, V 27,4 y siguientes).

Por otra parte, en el deseo y en el pedir las visiones divinas hay un gran peligro de autosugestión, por el mero hecho de que si alguien vehementemente desea algo, y tiene en su mente como una idea obsesiva de esa realidad tan intensamente deseada, puede llegar un momento en que la misma mente padezca una presión tal que estime ver lo que desea, cuando en realidad no hay nada de nada. Igualmente porque el demonio aprovecha la ocasión favorable para engañar, y fácilmente obtendrá su objetivo.

No obstante, las visiones sobrenaturales son un regalo de Dios, y «son grandísima ayuda para tener las virtudes en más subida perfección» (M 6,9,17).

La actitud teresiana no es negativa, sino positiva, siempre que haya un comportamiento sabio y prudente con los directores espirituales, atendiendo, escuchando y observando, sus consejos. Para ello, el confesor ha de reunir unas condiciones básicas de ciencia, conocimiento, prudencia y experiencia contrastada.

2. Breve análisis del capítulo 8 de las Fundaciones. Este capítulo es una síntesis clara y precisa de la experiencia y doctrina teresianas. Se propone la siguiente síntesis-análisis: A/ Un hecho: «Parece hace espanto a algunas personas sólo en oír nombrar visiones o revelaciones. No entiendo la causa por qué tienen por camino tan peligroso el llevar Dios un alma por aquí, ni de dónde ha procedido este pasmo» (n. 1). B/ Su objetivo: No quiere ahora tratar de cuáles son buenas o malas, ni de las señales que ha oído a personas muy devotas para conocer esto, ni tampoco de cuándo las revelaciones son de Dios, pues se conocen por los grandes bienes que hacen al alma, sino que quiere tratar de lo que ha de hacer quien se viere en semejante ocasión, ya que casi todos los confesores atemorizan a las almas que las reciben, y de las representaciones del demonio para engañar, el cual se aprovecha de la imagen de Cristo y de sus santos, lo que no permitirá el Señor en el alma, a no ser por su propia culpa; al menos si hay humildad por parte del alma (nn. 1-2). C/ Su caso personal. Fue uno de los más incomprendidos por sus confesores y consejeros espirituales (medio-letrados y medio-espirituales): la mandaron que se santiguase y diera «higas» al demonio; es decir, signos de desprecio al diablo. Ella no estaba de acuerdo con esto, y sufría lo indecible, pues estaba segura que eran de Dios, y los confesores y consejeros, que eran letrados y buenos directores de almas, también se lo desaconsejaron (n. 3. Se puede ver: V 29,5-6 y M 6,9,13). D/ Humildad: criterio seguro de conducta personal (n. 3-4). E/ En los casos de las visiones, necesidad de someter todo al juicio de un confesor sabio y prudente, y no creer ni hacer nada más que lo que él diga. Obedecer siempre. Téngase en cuenta, además, la flaqueza natural, que es muy grande, en particular en las mujeres. Y todavía más cuidado y aviso se ha de tener con quienes tienen algo de melancolía, pues espanta lo que la imaginación puede hacer aquí (n. 5-6). F/ A continuación, cuenta un caso concreto, en el que se probó «era todo desatino» (n. 7). G/ Que no crea luego el alma todo lo que ve, sino que espere un tiempo y vaya «entendiéndose bien antes que lo comunique, para que no engañe al confesor, sin querer engañarle». Necesidad de experiencia en el confesor, ya que no basta sólo la ciencia. Todo esto lo confirma con un hecho. Ciencia, experiencia y santidad son los requisitos imprescindibles en los que tratan a las almas de grandes experiencias místicas (n. 8). H/ A modo de conclusión, afirma la Santa lo que es conveniente hacer, o tener en cuenta, por parte de las súbditas de los confesores conventuales, y por parte de las prioras de los monasterios (n. 9). ’ Apariciones. Locuciones. Mercedes. Mística. Representaciones. Revelaciones.

BIBL. – Ángel María García Ordás, Características de la experiencia teresiana, en RevEspir 25 (1966) 38-61; Aumann, J., La credibilidad de las revelaciones privadas, en TEps 3 (1959) 37-46; Bandera, A., Teología y crítica en torno al tema de las apariciones, en CT 85 (1958) 223-293; 632-685; Gabriel de Sainte Marie Madeleine, Visioni e rivelazioni nella vita spirituale, Firenze 1941; Gagnon, R., Les visions intellectuelles (Thérèse d’Ávila, Marie d l’Incarnation), Rome 1959; José Cristino Garrido, Experiencia de la vida sobrenatural en la mística teresiana, Edit. Monte Carmelo, Burgos 1969; Marechal. J., Les hallucinations, Paris 1951; Mouroux, J., L’expérience chrétienne, Paris 1954; Mauricio Martín del Blanco, Visiones místicas en Santa Teresa de Jesús, Edit. Monte Carmelo, Burgos 1969; Id., Los fenómenos extraordinarios en la mística de Santa Teresa de Jesús, en Teresianum XXXIII (1982-I/II) 361-410; Oddone, A., Visioni ed apparizioni, Roma 1948; Pacheu, J., L’expérience mystique et l’activité subconsciente, Paris 1911; Rof Carballo, J., La estructura del alma según Santa Teresa, en RevEspir 22 (1963) 413-431; Schumann, P. A., Sobre fenomenología y mística, en RevEspir 21 (1962) 397-400; Staehlin, C.M., Apariciones, Madrid 1954; Stolz, A., Teología de la mística, Madrid 1952; Tomás Álvarez, Santa Teresa de Jesús contemplativa, en Estudios Teresianos III., Edit. Monte Carmelo, Burgos 1996, páginas 103-163; Volken, L., Les révélations dans l’Eglise, Paris 1961; publicado en español el año 1962.

Mauricio Martín del Blanc