Lectio vie, 11 jun, 2021

Un soldado atraviesa el Corazón de Jesús Juan 19,31-37

LECTIO

a)       Oración inicial:

Concédenos, Señor Jesús, el poder tener una postura de atenta escucha a tu Palabra. Ayúdanos a no tener prisas, a no tener la mente inmersa en la superficialidad y en la distracción. Si somos capaces de meditar tu palabra, ciertamente tendremos la experiencia de estar inundados por el río de ternura, de compasión, de amor, que de tu Corazón traspasado fluye para la Humanidad. Haznos comprender el simbolismo de la sangre y del agua que brotan de tu Corazón. Haz que podamos recoger, también nosotros, aquella agua y aquella sangre para participar en tu infinita pasión de amor y de sufrimiento con la que has cargado con todo nuestro sufrimiento físico y moral. El meditar sobre estos símbolos de tu pasión rompa nuestros egoísmos, nuestra frialdad, nuestra tibieza. Que aquella agua y sangre de las cuáles nos habla el evangelio de hoy, mitigue nuestras ansias y angustias, lave nuestra vanagloria, purifique nuestros deseos, transforme nuestros miedos en esperanzas, nuestras tinieblas en luz. Mientras nos abrimos a la fuerza de tu Palabra te decimos con el corazón y la vida: “Jesús, tú eres verdaderamente la revelación del amor.”

b)       Lectura del evangelio:

Como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, los judíos pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con Jesús. Pero al llegar a él, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua. El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. 

c)       Momentos de silencio orante:

Que el silencio sea en este encuentro con la Palabra una verdadera oración: un hablar con Dios, un escuchar a Áquel que se revela, te llama por tu nombre y te invita a ser uno con Él

MEDITATIO

a)       Clave de lectura – contenido y división:

El pasaje del evangelio comienza con la mención de la Pascua de los “judíos” y con una pregunta de Pilatos (19, 31) Tal episodio tiene para el evangelista una importancia extraordinaria. El corazón del pasaje evangélico es la herida del costado de la que mana sangre y agua. Se debe tener en cuenta en la narración el cúmulo de símbolos: la sangre que es figura de la muerte, símbolo del amor infinito; el agua, de la que viene la vida, símbolo del amor demostrado y comunicado. En el contexto de la Pascua tales símbolos indican la sangre del Cordero que vence la muerte y el agua, la fuente que purifica. La carga simbólica de la narración quiere evidenciar que este amor (sangre) salva dando la vida definitiva (agua- Espíritu). Cuanto el evangelista ha visto, es el fundamento de la fe. La narración está así articulada. Ante todo la obligación del descanso festivo del día después de la pascua provoca la pregunta hecha por Pilatos de que los cuerpos deben ser descolgados (19, 31); sigue la escena que se desarrolla en la cruz, en la que un soldado atraviesa el costado de Jesús (19, 32- 34); finalmente el testimonio del evangelista, basado en la Ley y los profetas (19, 35-37).

  • El descanso festivo y la pregunta de Pilatos (19, 31-33):

Los dirigentes judíos, en fuerza de la pureza legal pedida por la Pascua ya cercana y preocupados porque la ejecución de la muerte de Jesús pudiese profanar el día de sábado o la misma fiesta de la Pascua, “rogaron a Pilatos que les rompiesen las piernas y los quitasen” . Ellos ni siquiera sospechaban que su Pascua había sido sustituida por la de Jesús. Es significativa la mención de los cuerpos. No sólo, el de Jesús, sino también el de los que estaban crucificados con Él. Como expresando la solidaridad de Jesús hacia los que estaban crucificados con Él y hacia todo hombre.

El cuerpo de Jesús en la cruz que lo hace solidario con todos los hombres, es para el evangelista el santuario de Dios (2,21). Los cuerpos de los crucificados no podían permanecer en la cruz el día de sábado, estaba en juego la preparación de la fiesta más solemne de la tradición hebrea. Pero de la misma manera la fiesta quedará privada de su contenido tradicional y sustituido por el de la muerte y resurrección de Jesús.

“Los judíos” van a Pilatos con peticiones concretas: que se rompiesen las piernas de los cuerpos de los crucificados para acelerar su muerte y se quite el estorbo que ellos representan en este momento especial. Ninguna de estas peticiones se cumplen en cuanto se refiere a Cristo: los soldados no le quiebran las piernas; ni siquiera lo bajarán de la cruz.

c)       El costado abierto (19, 34)

De hecho, los soldados rompen las piernas a los que están con Jesús, pero llegando a Jesús, como lo vieron “que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas”. Es muy significativo que los soldados quiebren las piernas a los que están crucificados con Jesús. Ellos que están vivos, ahora que Él ha muerto, también pueden ya morir. Es como decir, que Jesús precediéndoles con su muerte les ha abierto el camino hacia el Padre, y ellos lo pueden seguir. Cuando afirma que no le quebraron las piernas, el evangelista parece decir: Ninguno puede quitar la vida a Jesús, él la da por su propia iniciativa (10, 17s; 19, 30). “Uno de los soldados, con una lanza, le atravesó el costado y al instante salió sangre y agua”. El lector se queda sorprendido por el gesto del soldado, porque si ya estaba muerto ¿qué necesidad había de atravesarlo? Evidentemente la hostilidad continúa después de la muerte: al atravesarlo con la punta de la lanza quiere destruirlo para siempre. Este gesto de odio permite a Jesús dar amor que produce vida. El hecho es de una importancia excepcional y posee una gran riqueza de significado. La sangre que sale del costado abierto de Jesús simboliza su muerte, que Él acepta para salvar la humanidad; es expresión de su gloria, de su amor hasta el extremo (1, 14;13, 1); es la entrega del pastor que se da por las ovejas (10, 11) es el amor del amigo que da la vida por sus amigos (15, 13). Esta extrema prueba de amor, que no se rinde ante el suplicio de la muerte en cruz, es objeto de contemplación para nosotros en este día de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. De su costado abierto fluye el amor, que al mismo tiempo es inseparablemente suyo y del Padre. También el agua que brota representa, a su vez, al Espíritu, principio de vida. La sangre y el agua evidencian su amor demostrado y su amor comunicado. La alusión a los símbolos del agua y del vino en las bodas de Caná es claro. Ha llegado la hora en la que Jesús ofrece el vino de su amor. Ahora empiezan las bodas definitivas. La ley del amor extremo y sincero (1, 17) que Él manifiesta en la cruz, revalidado por su mandamiento “como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los otros»(13, 34), viene infusa en el corazón de los creyentes con el Espíritu. El proyecto divino del amor se completa en Jesús en el brotar de la sangre y el agua (19, 28-30); ahora se espera que se realice en los hombres. En esto el hombre será ayudado por el Espíritu que emerge del costado atravesado de Jesús que, transformándolo en un hombre nuevo, le dará la capacidad de amar y de llegar a ser hijos de Dios (1, 12)

  • Testimonio del evangelista y de la Escritura:

Ante el espectáculo de Jesús con el costado atravesado, el evangelista, da una prueba grande y un solemne testimonio, para que todos aquéllos que le escuchan puedan llegar a creer. Esta manifestación definitiva y suprema será el fundamento de la fe de los discípulos futuros. Hay que notar que sólo en este episodio, el evangelista se dirige a sus lectores con el “vosotros”: “para que también vosotros lleguéis a creer”.

El costado atravesado de Jesús sobre la cruz es el gran signo hacia el cuál convergen todos los personajes mencionados a lo largo del evangelio, pero sobre todo los lectores de hoy, a los cuáles se les concede el comprender el pleno significado de la existencia de Jesús. La narración del costado abierto es, para el evangelista, la clave interpretativa de su entregarse por la salvación de la humanidad.

Y aunque si tal signo pudiera parecer como una paradoja para el lector de hoy, en el plan de Dios se convierte en manifestación de su potencia salvífica. ¿No podía escoger Dios otro signo para manifestarse como amor que salva? ¿Por qué ha escogido la de un hombre condenado a muerte y muerto en una cruz? Esta imagen de Dios, Jesús la realiza en este signo: Dios se manifiesta solamente en el amor generoso capaz de dar vida.

e)       Algunas preguntas:

  • En tu oración personal ¿ qué importancia tiene la contemplación del Corazón atravesado de Jesús? ¿Te dejas involucrar por los símbolos de sangre y del agua que expresan el don misterioso de Dios a tu persona y a la humanidad?
  • ¿Has pensado alguna vez que donde se da el máximo rechazo a Dios y a la muerte de Cristo, comienza, también el momento de la gracia, de la misericordia, del don del Espíritu, de la vida de fe?
  • ¿Cómo ves tus debilidades? ¿Te acontece el considerarlas como el instrumento y el lugar dela misericordia, sobre todo cuando se sabe asumir? ¿No sabes que pueden ser el instrumento con el cuál Dios evangeliza tu corazón, te salva, te perdona, y te hace nacer al amor con el amor?
  • Las personas que se alejan de Dios, los jóvenes difíciles, las violencias, las guerras…. A menudo crean dentro de nosotros motivos de quejas, de desesperación, de escepticismo. ¿No has pensado alguna vez que Dios está salvando a los hombres, mujeres, jóvenes, que en las celdas, o en las comunidades de recuperación de los tóxico-dependientes experimentan en aquéllos que le ayudan el encuentro con el Señor y se sienten por Él amados y salvados?

ORATIO

a)       Isaías 12, 2; 4cd; 5-6

He aquí a Dios mi Salvador:
estoy seguro y sin miedo,
pues Yahvé es mi fuerza y mi canción, él es mi salvación.»
«Dad gracias a Yahvé, aclamad su nombre,
divulgad entre los pueblos sus hazañas, pregonad que es sublime su nombre.
Cantad a Yahvé, porque ha hecho algo sublime, que es digno de saberse en toda la tierra.
Dad gritos de gozo y de júbilo, moradores de Sión, que grande es en medio de ti el Santo de Israel.»

b)       Oración final:

Al final de este momento de escucha de la Palabra, damos paso a un precioso subsidio de oración sacado de un estudio amoroso y sapiencial de la Biblia. La plegaria comienza con la escucha y nos lleva a obrar “con corazón puro y recta conciencia”. El título de la oración es: “¡Que yo ame, Señor!” ¿Es un fatuo sueño imaginar la humanidad unida, en la que cada uno es feliz de estar con los otros, de sentirse útil, comprendido y amado? ¡Cuántas veces, cuántos hombres, ayer hoy y en el futuro, han tenido y tendrán este sueño, Señor! Porque existe en la naturaleza humana la necesidad de unidad, el ansia de la caridad. El amor, esta ley que une al universo es el motivo y la vocación, que Tú, Señor, confía a cada uno que viene a la vida. Y vivir significa sentirse amado y tener capacidad de amar: cuando nos sentimos solos, cuando a nuestro alrededor está el vacío, la ausencia de amor, parece que la vida no tuviera valor, no tuviera ningún motivo, no tuviera color ¿Por qué, Señor, no todos y no siempre buscan el amor, ni viven para los demás, ni intentan entregarse a si mismos? Darse recíprocamente, significa transformar en don el existir de la tierra. ¡Haz, Señor, que yo comprenda y viva esta maravillosa vocación de amor! (Lucio Renna, carmelita)

CONTEMPLATIO

Sobre la tierra, el conocimiento que podemos tener de Dios, consiste en un silencio divino. Con la Lectio divina, el hambre de la Palabra, no se apaga, sino que se hace más aguda. Decía San Agustín: “Lo encontré sólo para buscarlo más ávidamente.” El corazón cuando está seducido por la Palabra se siente morir, si el encuentro se retarda.. Y esto es lo que experimentaba Santa Teresa de Jesús: “Muero por que no muero” Para preparar este momento contemplativo, quiero citar tres frases de la Beata Isabel de la Trinidad, carmelita. Las tres se han tomado de la sección que tiene por título un “himno” al dolor, pero no queramos pensar que el sufrimiento ha sido el absoluto de su vida. Al contrario, ella afirma que hemos sido llamados para “entrar en el gozo del Señor”. El primer pensamiento: “¡Es una cosa tan grande, tan divino el sufrimiento! Me parece que si los Bienaventurados en el cielo pudieran envidiarnos de algo, nos envidiarían de este tesoro. ¡Es una palanca potente sobre el corazón del Buen Dios! (Carta a la señora Angles,14 agosto 1904). El segundo: “El sufrimiento es una cuerda que produce los sonidos más bellos y el alma ama hacerse su instrumento para conmover más deliciosamente el corazón de Dios” (Retiro: cómo se puede encontrar el cielo sobre la tierra). Finalmente: “Nada conmueve tanto el corazón de Dios, como el sufrimiento. Si no se desea y no se quiere buscar, aceptemos al menos las pruebas que Dios nos manda. Cuanto más ama a un alma, más la hace sufrir” (Diario, 17 marzo 1889). ¿Por qué la Beata Isabel de la Trinidad ve en el sufrimiento “ algo grande y divino que conmueve el corazón de Dios”? Porque es la senda seguida por Cristo. En la Pascua de Cristo, pasión y muerte por una parte, y resurrección por la otra, se unen como lo cóncavo con lo convexo.

Todos los derechos: www.ocarm.org