Lectio mié, 9 de feb, 2022

Oración inicial

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 7,14-23

Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”. Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: “¿Ustedes también son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?” Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos.
Luego agregó: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.

Reflexión:

– El Evangelio de hoy es la continuación del asunto que meditamos ayer. Jesús ayuda a la gente y a los discípulos a entender mejor el significado que la pureza tiene ante Dios. Desde siglos, para no volverse impuros, los judíos observaban muchas normas y costumbres relacionadas con comida, bebida, ropa, higiene del cuerpo, lavado de los vasos, contacto con personas de otra religión y raza, etc. (Mc 7,3-4) No tenían permiso para entrar en contacto con los paganos y para comer con ellos. En los años 70, época de Marcos, algunos judíos convertidos decían: “Ahora que somos cristianos tenemos que abandonar estas costumbres antiguas que nos separan de los paganos convertidos.” Pero otros pensaban que debían continuar a observar estas leyes de la pureza (Cf. Col 2,16.20-22). La actitud de Jesús, descrita en el evangelio de hoy, nos ayuda a superar el problema.

– Marcos 7,14-16: Jesús abre un nuevo sendero para que la gente se acerque a Dios. Dice a la multitud: “¡Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle!” (Mc 7,15). Jesús invierte las cosas: lo impuro no viene de fuera para dentro, como enseñaban los doctores de la ley, sino de dentro para fuera. De este modo, nadie más precisa preguntarse si esta o aquella comida o bebida es pura o impura. Jesús coloca lo puro y lo impuro a otro nivel, a nivel del comportamiento ético. Abre un nuevo sendero para llegar hasta Dios y, así, realiza el deseo más profundo de la gente.

– Marcos 7,17-23: En casa m casa, los discípulos piden explicación. Los discípulos no entendieron bien lo que Jesús quería decir con aquella afirmación. Cuando llegaron a casa pidieron una explicación. A Jesús le extraño la pregunta de los discípulos. Pensaba que habían entendido la parábola. En la explicación a los discípulos va hasta el fondo de la cuestión de la pureza. ¡Declara puros todos os alimentos! Es decir: ningún alimento que entra en el ser humano puedo volverlo impuro, pues no va hasta el corazón, sino que va al estómago y termina de nuevo fuera del ser humano. Sino que lo que vuelve impuro, dice Jesús, es aquello que sale del corazón para envenenar la relación humana. Y enumera: prostitución, robo, asesinato, adulterio, ambición, etc. Así, de muchas maneras, por la palabra, por la convivencia, Jesús fue ayudando a las personas a ver y a conseguir la pureza de otra manera. Por la palabra, purificaba a los leprosos (Mc 1,40-44), expulsaba a los espíritus impuros (Mc 1,26.39; 3,15.22 etc.), y vencía la muerte que era fuente de toda impureza. Gracias a Jesús que la toca, la mujer excluida como impura queda curada (Mc 5,25-34). Sin miedo a ser contaminado, Jesús come junto con las personas consideradas impuras (Mc 2,15-17).

– Las leyes de la pureza en el tiempo de Jesús. La gente de aquella época se preocupaba mucho por la pureza. La ley y las normas de la pureza indicaban las condiciones necesarias para que alguien pudiera presentarse ante Dios y sentirse en su presencia. No era posible presentarse ante Dios de cualquier manera. Pues Dios es Santo. La Ley decía: “¡Sed santos, porque yo soy santo!” (Lv 19,2). Los impuros no podían llegar cerca de Dios para recibir de él la bendición prometida a Abrahán. La ley de lo que es puro e impuro (Lv 11 a 16) se escribió después del cautiverio en Babilonia, unos 800 años después del Éxodo, pero tenía sus raíces en la mentalidad y en las antiguas costumbres del pueblo de la Biblia. Una visión religiosa y mítica del mundo llevaba a la gente a apreciar cosas, animales y a las personas, desde la categoría de la pureza (Gn 7,2; Dt 14,13-21; Nm 12,10-15; Dt 24,8-9).

En el contexto de la dominación persa, siglos V y IV antes de Cristo, ante la dificultad de reconstruir el templo de Jerusalén y para la supervivencia del clero, los sacerdotes que estaban en el gobierno del pueblo de la Biblia ampliaron las leyes de la pureza y la obligación de ofrecer sacrificios de purificación por el pecado. Así, después del parto (Lv 12,1-8), de la menstruación (Lv 15,19-24) o de la cura de una hemorragia (Lv 15,25-30), las mujeres debían ofrecer sacrificios para recuperar la pureza. Los leprosos (Lv 13) o quienes entraban en contacto con cosas y animales impuros (Lv 5,1-13) también debían ofrecer sacrificios. Una parte de estas ofrendas quedaba para los sacerdotes (Lv 5,13). En el tiempo de Jesús, tocar un leproso, comer con un publicano, comer sin lavarse las manos, y tantas otras actividades, etc.: todo esto volvía impura a la persona, y cualquier contacto con esta persona contaminaba a los demás. Por esto, las personas “impuras” debían ser evitadas. La gente vivía con miedo, amenazada siempre por tantas cosas impuras que amenazaban su vida. Estaba obligada a vivir desconfiando de todo y de todos. Ahora, de repente, ¡todo cambia! A través de la fe en Jesús, era posible conseguir la pureza y sentirse bien ante Dios, sin que fuera necesario observar todas aquellas leyes y normas de la “Tradición de los Antiguos”. ¡Fue una liberación! ¡La Buena Nueva anunciada por Jesús sacó a la gente de la defensiva, del miedo, y le devolvió las ganas de vivir, la alegría de ser hijo y hija de Dios, sin miedo a ser feliz!

Para la reflexión personal

– En tu vida, ¿hay costumbres que consideras sagrados y otros que consideras no sagrados? ¿Cuáles? ¿Por qué?

– En nombre de la Tradición de los Antiguos, los fariseos olvidaban el Mandamiento de Dios. Esto ¿acontece hoy? ¿Dónde y cuándo? ¿También en mi vida?

Oración final

La salvación del honrado viene de Yahvé, él es su refugio en tiempo de angustia; Yahvé lo ayuda y lo libera, él lo libra del malvado, lo salva porque se acoge a él. (Sal 37,39-40)

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Lectio mar, 8 de feb, 2022

Oración inicial

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 7,1-13

Se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras, y no siguen la tradición de nuestros mayores?” (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).
Jesús les contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.
Después añadió: “De veras son ustedes muy hábiles para violar el mandamiento de Dios y conservar su tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre. El que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Pero ustedes dicen: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Todo aquello con que yo te podría ayudar es corbán (es decir, ofrenda para el templo), ya no puede hacer nada por su padre o por su madre’. Así anulan la palabra de Dios con esa tradición que se han transmitido. Y hacen muchas cosas semejantes a ésta”.

Reflexión:

– El Evangelio de hoy habla de las costumbres religiosas de aquel tiempo y de los fariseos que enseñaban estas costumbres a la gente. Por ejemplo, comer sin lavarse las manos o, como ellos decían, comer con manos impuras. Muchas de estas costumbres estaban desligadas de la vida y habían perdido su sentido. Sin embargo se conservaban o por miedo o por superstición. El Evangelio nos trae algunas instrucciones de Jesús respeto de esas costumbres.

– Marcos 7,1-2: Control de los fariseos y libertad de los discípulos. Los fariseos y algunos escribas, venidos de Jerusalén, observaban como los discípulos de Jesús comían con manos impuras. Aquí hay tres puntos que merecen ser señalados: a) Los escribas eran de Jerusalén, ¡de la capital! Significa que habían venido para observar y controlar los pasos de Jesús. b) Los discípulos ¡no se lavaban las manos para comer! Significa que la convivencia con Jesús los llevó a tener valor para transgredir las normas que la tradición imponía a la gente, pero que habían perdido su sentido para la vida. c) La costumbre de lavarse las manos, que hasta hoy, sigue siendo una norma importante de higiene, tenía para ellos un significado religioso que servía para controlar y discriminar a las personas.

– Marcos 7,3-4: La Tradición de los Antiguos. “La Tradición de los Antiguos” transmitía las normas que debían de ser observadas por la gente para conseguir la pureza exigida por la ley. La observancia de la pureza era un asunto muy serio para la gente de aquel tiempo. Ellos pensaban que una persona impura no podía recibir la bendición prometida por Dios a Abrahán. Las normas de pureza eran enseñadas para abrir el camino hasta Dios, fuente de paz. En realidad, sin embargo, en vez de ser una fuente de paz, las normas eran una prisión, un cautiverio. Para los pobres, era prácticamente imposible observar las muchas normas, las costumbres y las leyes. Por esto, ellos eran despreciados como gente ignorante y maldita que no conocía la ley (Jn 7,49).

– Marcos 7,5: Escribas y fariseos critican el comportamiento de los discípulos de Jesús. Los escribas y fariseos preguntaban a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?” Ellos fingen que están interesados en conocer el porqué del comportamiento de los discípulos. En realidad, critican a Jesús porque permite que los discípulos no cumplan con las normas de pureza. Los fariseos formaban una especie de hermandad, cuya principal preocupación era la de observar todas las leyes de la pureza. Los escribas eran los responsables de la doctrina. Enseñaban las leyes relativas a observancia de la pureza.

– Marcos 7,6-13 Jesús critica la incoherencia de los fariseos. Jesús responde citando a Isaías: Este pueblo me honra sólo con los labios, pero su corazón sigue lejos de mí (cf. Is 29,13). Insistiendo en las normas de pureza, los fariseos vacían de contenido los mandamientos de la ley de Dios. Jesús cita un ejemplo concreto. Ellos decían: la persona que ofrece al templo sus bienes, no puede usarlos para ayudar a los padres necesitados. Así, en nombre de la tradición vaciaban de contenido el cuarto mandamiento que manda amar al padre y a la madre. Estas personas parecían muy observantes, pero lo eran sólo hacia fuera. Por dentro, ¡su corazón quedaba lejos de Dios! Como dice el canto: “¡Su nombre es el Señor y pasa hambre, y clama por la boca del hambriento, y muchos que lo ven pasan de largo, a veces por llegar temprano al Templo!”. En el tiempo de Jesús, la gente, en su sabiduría, no concordaba con todo lo que se le enseñaba. Esperaba que un día el mesías viniese a indicar otro camino para alcanzar la pureza. En Jesús se realiza esta esperanza.

Para la reflexión personal

– ¿Conoces alguna costumbre religiosa de hoy que ya no tiene mucho sentido, pero que sigue siendo enseñado?

– Los fariseos eran judíos practicantes, pero su fe activa era desligada de la vida de la gente. Por eso, Jesús los criticó. Y hoy, ¿Jesús nos criticaría? ¿En qué?

Oración final

¡Yahvé, Señor nuestro,
qué glorioso es tu nombre en toda la tierra! Al ver tu cielo, hechura de tus dedos,
la luna y las estrellas que pusiste,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el hijo de Adán para que de él te cuides? (Sal 8,2.4-5)

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Lectio lun, 7 de feb, 2022

Oración inicial

Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 6,53-56

Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron tierra en Genesaret. Apenas bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba, y le llevaban en camillas a los enfermos. A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le ponía a sus enfermos en la calle y le rogaba que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.

Reflexión

– El texto del Evangelio de hoy es la parte final del conjunto más amplio de Marcos 6,45-56 que comprende tres asuntos diferentes: a) Jesús sube solo a la montaña para rezar (Mc 6,45-46). b) Enseguida, al ir sobre las aguas, va al encuentro de los discípulos que luchan contra las olas del mar (Mc 6,47-52). c) Ahora, en el evangelio de hoy, estando ya en tierra la gente busca a Jesús para que sane sus enfermedades (Mc 6,53-56).

– Marcos 6,53-56. La gente le busca. “Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados”. La gente busca a Jesús y acude numerosa. Viene de todos los lados, cargando a los enfermos. Lo que llama la atención es el entusiasmo de la gente que reconoce a Jesús y le va detrás. Lo que impulsa a esta búsqueda de Jesús no es sólo el deseo de encontrarse con él, de estar con él, sino también el deseo de que él sane sus enfermedades. “recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados”. El evangelio de Mateos comenta e ilumina este hecho citando la figura del Siervo de Yahvé, del cual Isaías dice: “Cargó sobre sí todas nuestras enfermedades” (Is 53,4 y Mt 8,16-17).

– Enseñar y curar, curar y enseñar. Desde el comienzo de su actividad apostólica, Jesús anda por todos los poblados de Galilea para hablar a la gente sobre el Reino de Dios que está por llegar (Mc 1,14-15). Allí donde no encuentra gente para escucharle, habla y transmite la Buena Nueva de Dios, y acoge y sana a los enfermos, en cualquier lugar: en las sinagogas durante la celebración de la Palabra los sábados (Mc 1,21; 3,1; 6,2); en reuniones informales en casas de amigos (Mc 2,1.15; 7,17; 9,28; 10,10); andando por el camino con los discípulos (Mc 2,23); a lo largo del mar en la playa, sentado en un barco (Mc 4,1); en el desierto donde se refugia y donde la gente le busca (Mc 1,45; 6,32-34); en la montaña, de donde proclama las bienaventuranzas (Mt 5,1); en las plazas de las aldeas y ciudades, donde la gente carga a los enfermos (Mc 6,55-56); en el Templo de Jerusalén, en ocasión de las romerías, diariamente, ¡sin miedo (Mc 14,49)! Curar y enseñar, enseñar y curar era lo que Jesús más hacía (Mc 2,13; 4,1-2; 6,34). Era lo que siempre hacía (Mc 10,1). La gente quedaba admirada (Mc 12,37; 1,22.27; 11,18) y le buscaba.

– En la raíz de este gran entusiasmo de la gente estaba, por un lado, la persona de Jesús, que llamaba y atraía, y, por el otro, el abandono de la gente que era como oveja sin pastor (cf. Mc 6,34). En Jesús, ¡todo era revelación de aquello que lo animaba por dentro! El no solamente hablaba sobre Dios, sino que más bien lo revelaba. Comunicaba algo de lo que el mismo vivía y experimentaba. No sólo anunciaba la Buena Nueva del Reino. El mismo era una prueba, un testimonio vivo del Reino. En él aparece aquello que acontece cuando un ser humano deja que Dios reine en su vida. Lo que vale no son sólo sus palabras, sino sobre todo el testimonio, el gesto concreto. ¡Esta es la Buena Nueva del Reino que atrae!

Para la reflexión personal

– El entusiasmo de la gente en busca de Jesús, en busca de un sentido de la vida y una solución para sus males. ¿Dónde hay esto hoy? ¿Lo hay en ti, en mí?

– Lo que llama la atención es la actitud cariñosa de Jesús hacia los pobres y los abandonados. Y yo ¿cómo me comporto con las personas excluidas de la sociedad?

Oración final

¡Cuán numerosas tus obras, Yahvé! Todas las hiciste con sabiduría,
de tus creaturas se llena la tierra.
¡Bendice, alma mía, a Yahvé! (Sal 104,24.35)

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Lectio Dom, 6 de feb, 2022

La fe en la palabra de Jesús y la pesca milagrosa. La llamada de los primeros discípulos.

Lucas 5, 1-11

Oración inicial

¡Padre mío! ¡Ahora tu Palabra está aquí! Se ha levantado como un sol después de obscura noche, vacía y solitaria: cuando ella falta, sucede siempre así, lo sé. Te ruego, soples desde el mar el dulce viento del Espíritu Santo que me recoja y me lleve a Cristo, tu Palabra viviente: Quiero escucharle. No me alejaré de esta playa, donde Él amaestra y habla, sino que permaneceré aquí, hasta que me tengas consigo; entonces lo seguiré y caminaré con Él, a donde me lleve.

Lectura

a) Para colocar el pasaje en su contexto:

Este relato, rico de una gran intensidad teológica, se pone como el centro de un recorrido de fe y de encuentro con el Señor Jesús, que nos conduce desde la sordera a la capacidad plena de escucha, de la enfermedad más paralizante a la curación salvífica, que nos vuelve capaces de ayudar a los hermanos a renacer con nosotros.

Jesús ha inaugurado su predicación en la sinagoga de Nazaret, haciendo legibles y luminosas las letras del volumen de la Torah (4, 16 ss.), ha vencido el pecado (4, 31-37) y la enfermedad (4,38-41), alejándolo del corazón del hombre y ha anunciado aquella fuerza misteriosa que lo ha enviado a nosotros y por la cual Él debe moverse, correr como gigante, que llega a todos los ángulos de la tierra. Es aquí, en este momento, donde emerge la respuesta y comienza el seguimiento, la obediencia de la fe; es aquí donde nace ya la Iglesia y el nuevo pueblo, capaz de oír y de decir sí.

b) Para ayudar en la lectura del pasaje:

vv. 1-3: Jesús se encuentra en la orilla del mar de Genesaret y delante de Él está una gran muchedumbre, deseosa de escuchar la Palabra de Dios. Él sube sobre una barca y se aleja de tierra; como un maestro y como un valiente, Él se sienta sobre las aguas y las domina y desde allí ofrece su salvación, que nace de la Palabra, escuchada y acogida.

vv. 4-6: Jesús invita a pescar y Pedro se fía, cree en la Palabra del Maestro. Por fe, se adentra en el mar y echa sus redes; por esta misma fe la pesca es abundante, es milagrosa. v.7: El encuentro con Jesús no está nunca cerrado, sino que por el contrario empuja a la comunicación, a la participación: el don, de hecho, es demasiado grande e incontenible para uno solo. Pedro llama a los compañeros de la otra barca y el don se duplica, continuamente crece.

vv. 8-11: Delante de Jesús, Pedro se arrodilla, adora y reconoce su pecado, su incapacidad, pero Él lo llama, con el mismo tono con el que ha removido las aguas de tantos mares, a lo largo de toda la Escritura: “¡No temáis!”. Dios se revela y se hace compañero del hombre. Pedro acepta la misión de sacar fuera del mar del mundo y del pecado a los hombres, sus hermanos, así como ha sido sacado fuera él; deja la barca, las redes, los peces y sigue a Jesús, junto a sus compañeros.

c) El texto:

En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla.

Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes”. Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos.

Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron. 

Un momento de silencio orante

En este espacio de silencio y soledad que se me ha concedido para vivir con Él, me alejo un poco de la tierra, me adentro y, fiándome del Señor, lanzo la red hasta las profundidades y así espero…

Algunas preguntas

– “Sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre” Jesús baja, se sienta, mora en medio de nosotros, se abaja hasta tocar nuestra tierra y desde esta pequeñez nos ofrece su enseñanza, su Palabra de salvación. Jesús me ofrece tiempo, espacio, disponibilidad plena para encontrarlo y conocerlo, pero ¿Sé quedarme, permanecer, radicarme en Él, delante de Él?

– “Le rogó se alejara un poco de tierra” . La petición del Señor es progresiva. Después de separarse de tierra, Él pide que se adentre en el mar. “¡Aléjate de tierra! ¡Boga mar adentro!” Invitaciones dirigidas a todas las barcas de todos los hombres y mujeres.

– ¿Tengo fe, tengo confianza, confío en Él y por eso me dejo llevar, abandono la pesca? Me miro dentro con sinceridad y seriedad: ¿Dónde están plantados los anclajes de mi vida?

“Echaré las redes”. Pedro nos ofrece un ejemplo luminoso de fe en la Palabra del Señor. En este pasaje el verbo “echar” aparece en dos ocasiones: la primera está referido a las redes y la segunda a la misma persona de Pedro. El significado es fuerte y claro: delante del Señor podemos echar todo nuestro ser. Nosotros echamos, pero Él recoge. Siempre, con una fidelidad absoluta e infalible. ¿Me siento dispuesto a tomar mi vida tal como es hoy y arrojarla a los pies de Jesús, para que Él, una vez más, me recoja, me sane, me salve, haciendo de mí un hombre nuevo?

– “Hicieron señas a los compañeros de la otra barca”. Pedro, de nuevo, me sirve de guía para mi camino y me indica la vía de apertura a los otros, de la participación, porque en la Iglesia no es posible estar aislados y cerrados. Todos somos enviados: “Ve a mis hermanos y diles” (Jn 20, 17) ¿Pero sé yo acercar mi barca a la de los demás? ¿Sé verter en la existencia de los otros hermanos y hermanas los dones y las riquezas, que el Señor ha querido confiarme en depósito?

Una clave de lectura

– El mar y el tema del éxodo: Jesús está en pié, junto a la orilla del mar, está de pié no importa las obscuridades amenazadoras e ignoradas de las olas del mar y de la vida. Se pone de frente a este pueblo reunido, listo para la escucha y para el éxodo, Él , el buen pastor, con el cayado de su Palabra. Quiere conducirlo a través de los mares y de los océanos de este mundo, en un viaje de salvación que nos lleva siempre más cerca del Padre. El Señor habla y las aguas se separan delante de Él, como ya aconteció en el Mar Rojo (Ex 14, 21-23) y junto al río Jordán (Jos. 3, 14-17). También el mar de arena del desierto queda vencido por la fuerza de su Palabra y se abre, convirtiéndose en un jardín, una senda llana y enderezada (Is 43, 16-21) para cuantos deciden el viaje de retorno a Dios y por Él se dejan guiar. En estos pocos versículos del Evangelio, el Señor Jesús prepara, una vez más, para nosotros el gran milagro del éxodo, de la salida de las tinieblas de muerte por la travesía salvadora hacia pastos frescos de la amistad con Él, de la escucha de su voz. Todo está preparado: nuestro nombre ha sido pronunciado con infinito amor por el buen pastor, que nos conoce de siempre y nos guía por toda la eternidad, sin dejarnos abandonados nunca de su mano.

– La escucha de la fe que nos conduce a la obediencia: Es el segundo tramo del glorioso camino que el Señor Jesús nos ofrece a través de este pasaje de Lucas. La muchedumbre se apiña en torno a Jesús, llevada del deseo íntimo de “escuchar la Palabra de Dios”; es la respuesta a la invitación perenne del Padre, que invade toda la Escritura: “¡Escucha Israel!” (Dt. 6,4) y “¡Si mi pueblo me escuchase!” (Sal 80, 14). Es como si la muchedumbre dijese: “¡Sí, escucharé qué cosa dice Dios, el Señor!” (Sal 85, 9). Pero la escucha que se nos pide y sugiere es completa no superficial; es viva y vivificante, no muerta; es escucha de la fe, no de la incredulidad y de la dureza de corazón. Es la escucha que dice: Sí, Señor, sobre tu palabra echaré mi red”. La llamada que el Señor nos está dirigiendo en este momento es ante todo la llamada a la fe, a fiarse de Él y de toda palabra que sale de su boca, seguros y ciertos que todo esto que Él dice se realiza. Como Dios dijo a Abrahán: “¿Hay alguna cosa imposible para el Señor?” (Gen 18, 14) o en Jeremías: “¿Existe algo imposible para mí?” (Jer 32, 27); cfr. también Zac 8, 6. O como se le dijo a María: “ Nada hay imposible para Dios” (Lc 1, 37) y entonces Ella dijo: “Hágase en mí como has dicho”. Aquí es a donde debíamos llegar; como María, como Pedro. No podemos ser solamente oyentes, porque nos engañaremos a nosotros mismos, como dice Santiago (1, 19-25), quedaremos engañados por la poca memoria y nos perderemos. La palabra debe realizarse, cumplirse, puesta en práctica. Es una gran ruina para el que escucha, si no pone en práctica la Palabra; se necesita excavar profundamente y poner el fundamento sobre la roca, que es la fe operativa (cfr. Lc 6, 46-49).

– La pesca como misión de la Iglesia: La adhesión a la fe lleva a la misión, esto es, a entrar en la comunidad instituida por Jesús para la difusión del Reino. Parece que Lucas quiere ya, en este pasaje, presentar la Iglesia que vive la experiencia post- pascual del encuentro con Jesús resucitado; conocido es, de hecho, las muchas llamadas al pasaje de Juan 21, 1-8. Jesús escoge una barca y escoge a Pedro y, desde la barca, llama a hombres y mujeres, hijos e hijas, a continuar su misión. Conocido es también que el verbo “boga mar adentro” está en singular, referido a Pedro que recibe el encargo de guía, pero la acción de la pesca es en plural: “¡Hechad las redes!”, referida a todos aquéllos, que quieran adherirse para participar en la misión. ¡Es bella y luminosa, es gozosa esta única misión y fatiga para todos! Es la misión apostólica, que empieza ahora, en obediencia a la Palabra del Señor y que llegará bogando por el mar a todos los rincones de la tierra (cfr. Mt 28, 19; Act 1, 8; Mc 16, 15; 13, 10; Lc 24, 45- 48).

Es interesante notar que el vocablo usado por Lucas para indicar la misión que Jesús confía Pedro y con él a todos nosotros , cuando le dice: “ No temas… tu serás pescador de hombres”. Aquí no se usa el mismo término que encontramos ya en Mt. 4, 18 ss., en Mc 1, 16 o también en este pasaje al vers. 2, simplemente pescador; aquí hay una palabra nueva, que aparece sólo dos veces en todo el Nuevo Testamento y que deriva del verbo “capturar”, en el sentido de “prender vivo y mantener con vida”. Los pescadores del Señor, en efecto, echan las redes en el mar del mundo para ofrecer a los hombres la Vida, para sacarlos de los abismos y hacerlos volver a la verdadera vida. Pedro y los otros, nosotros y nuestros compañeros de navegación en este mundo, podemos continuar, si queremos, en cualquier estado en que nos encontremos, aquella misma hermosa misión suya de enviados del Padre “a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10).

Un momento de oración: Salmo 66

Canto de alabanza al Señor,
que ha abierto nuestro corazón a la fe.
Estr. Mi fuerza y mi canto es el Señor. ¡Él me ha salvado! Aclama a Dios, tierra entera,
cantad a su nombre glorioso, dadle honor con alabanzas,
decid a Dios: ¡Qué admirables tus obras! La tierra entera se postra ante ti
y canta para ti, canta en tu honor. Venid y ved las obras de Dios,
sus hazañas en favor del hombre:
convirtió el mar en tierra firme y cruzaron el río a pie.
¡Alegrémonos en él por aquello! Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, haced que se oiga su alabanza;
él nos devuelve a la vida,
no deja que vacilen nuestros pies. Tú nos probaste, oh Dios,
nos purgaste igual que a la plata; tú nos condujiste a la trampa,
pusiste una correa a nuestros lomos, cabalgadura de hombres nos hiciste; pasamos por el fuego y el agua,
pero luego nos sacaste a la abundancia. Entraré con víctimas en tu Casa, cumpliré mis promesas,
las que hicieron mis labios
y en la angustia pronunció mi boca. Venid, escuchad y os contaré, vosotros, los que estáis por Dios, todo lo que ha hecho por mí.
Mi boca lo invocó,
mi lengua lo ensalzó.
Pero Dios me ha escuchado, atento a la voz de mi oración.
¡Bendito sea Dios,
que no ha rechazado mi oración ni me ha retirado su amor!

Oración final

Señor, Tú has abierto el mar y has venido hasta mí; Tú has desvelado la noche y has inaugurado para mí un día nuevo. Tú me has dirigido tu Palabra y me has tocado el corazón: me has hecho subir contigo en la barca y me has llevado mar adentro. Señor, ¡Tú has hecho cosas grandes! Te alabo, te bendigo, de doy gracias, en tu Palabra, en tu Hijo Jesús, en el Espíritu Santo. Llévame siempre a bogar contigo, dentro de ti y Tú en mí, para echar las redes, las redes del amor, de la amistad, del compartir, de la búsqueda juntos de tu rostro y de tu reino ya en esta tierra. Señor, ¡soy pecador, lo sé! Pero también por esto te doy gracias, porque Tú no has venido a llamar a los justos, sino a los pecadores y yo escucho tu voz y te sigo. Mírame, Padre, lo dejo todo y me voy contigo…

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Lectio sab, 5 de feb, 2022

Oración inicial

Señor: concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda, también, a todos los hombres. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 6,30-34

Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Reflexión

– ¡El evangelio de hoy está en vivo contraste con el de ayer! De un lado, el banquete de la muerte, promovido por Herodes con los grandes del reino en el palacio de la Capital, durante el cual Juan Bautista fue asesinado, (Mc 6,17-29). Por el otro lado, el banquete de vida, promovido por Jesús con el pueblo hambriento de Galilea allí en el desierto (Mc 6,30-44). El evangelio de hoy nos trae la introducción a la multiplicación de los panes y describe la enseñanza de Jesús.

– Marcos 6,30-32. La acogida dada a los discípulos. “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» Estos versículos nos muestran como Jesús formaba a sus discípulos. No se preocupaba sólo del contenido de la predicación, sino que también del descanso. Los llevó a un lugar tranquilo para poder descansar y hacer una revisión.

– Marcos 6,33-34. La acogida a la gente. La gente percibió que Jesús había ido por el otro lado del lago, y se fue detrás procurando alcanzarle, andando por tierra, hasta el otro lado. “Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”. Al ver aquella multitud, Jesús sintió dolor, “pues estaban como ovejas sin pastor”. El olvida el descanso y se pone a enseñar. Al percibir a la gente como oveja sin pastor, Jesús empieza a ser pastor. Empieza a enseñar. Como dice el Salmo “¡El Señor es mi pastor! ¡Nada me falta¡ Fortalece mi alma; me guía por el recto sendero por amor de su Nombre. Aunque pase por quebradas oscuras, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo; tu bastón y tu vara me confortan. Tu preparas ante mi una mesa, frente a mis adversarios” (Sal 23,1.3-5). Jesús quería descansar junto con los discípulos, pero la necesidad de la gente lo lleva a dejar de lado el descanso. Algo semejante aconteció cuando se encontró con la samaritana. Los discípulos fueron a buscar comida. Al volver, dijeron a Jesús: “Maestro, ¡come algo!” (Jn 4,31), pero él respondió: “Tengo un alimento que ustedes no conocen” (Jn 4,32). El deseo de atender la necesidad de la gente samaritana le lleva a no pensar en el hambre. “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34). En primer lugar atiende a la gente que lo busca. La comida viene después.

– Y se puso a enseñarles muchas cosas. El evangelio de Marcos dice muchas veces que Jesús enseñaba. La gente quedaba impresionada: “¡Una nueva enseñanza! ¡Dada con autoridad! ¡Diversa de los escribas!” (Mc 1,22.27). Enseñar era lo que Jesús más hacía (Mc 2,13; 4,1-2; 6,34). Era su costumbre (Mc 10,1). Más de quince veces Marcos dice que Jesús enseñaba, pero raramente dice lo que enseñaba. ¿Es que a Marcos no le interesa el contenido? ¡Depende de a qué se le llama contenido! Enseñar no es sólo una cuestión de enseñar nuevas verdades a la gente. El contenido que Jesús tenía para dar no se manifestaba sólo en las palabras, sino también en los gestos y en su manera de relacionarse con la gente. El contenido no está nunca desligado de la persona que lo comunica. Jesús era una persona acogedora (Mc 6,34). Quería mucho a la gente. La bondad y el amor que se desprendían de sus palabras formaban parte del contenido. Contenido bueno sin bondad es como leche derramada. Esta nueva manera de enseñar de Jesús se manifestaba de muchas maneras. Jesús acepta a sus discípulos no solamente a hombres, sino también a mujeres. Enseña no sólo en la sinagoga, sino en cualquier lugar donde hubiera gente dispuesta a escucharle: en la sinagoga, en casa, en la playa, en el monte, en la llanura, por el camino, en el barco, en el desierto. No crea una relación de alumno-profesor, sino de discípulo a maestro. El profesor da clases y el alumno está con él durante ese tiempo. El maestro da testimonio y el discípulo vive con él muchas horas al día. ¡Es más difícil ser maestro que profesor! Nosotros no somos alumnos de Jesús, ¡somos discípulos y discípulas! La enseñanza de Jesús era una comunicación que desbordaba de la abundancia de su corazón en las formas más variadas: como conversación que trata de esclarecer los hechos (Mc 9,9-13), como comparación que hace que la gente piense y participe (Mc 4,33), como explicación de lo que el mismo hacía (Mc 7,17-23), como discusión que no huye de lo que es polémico (Mc 2,6-12), como crítica que denuncia lo que es falso y equivocado (Mc 12,38-40). Era siempre un testimonio de lo que él mismo vivía, ¡una expresión de su amor! (Mt 11,28-30).

Para la reflexión personal

– ¿Qué haces tu cuando debes enseñar a los otros algo de la fe y de la religión? ¿Imita a Jesús?
– Jesús se preocupa no sólo del contenido, sino también del descanso. ¿Cómo fue la enseñanza de religión que recibiste en tu infancia? Los/las catequistas ¿imitaban a Jesús?

Oración final

¿Cómo purificará el joven su conducta? Observando la palabra del Señor.
Te busco de todo corazón,
no me desvíes de tus mandatos. (Sal 119,9-10)

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Lectio vie, 4 de feb, 2022

Oración inicial

¡Oh Dios!, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 6, 14-29

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista había resucitado y sus poderes actuaban en Jesús. Otros decían que era Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes insistía: «Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado». Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: «No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano». Por eso Herodes lo mandó encarcelar. Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo. La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: «Pídeme lo que quieras y yo te lo daré». Y le juró varias veces: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».

Ella fue a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?» Su madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista». Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: «Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre. Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron. 

Reflexión

– Hoy conmemoramos el martirio de San Juan Bautista. El evangelio describe cómo murió el Bautista, sin proceso, durante un banquete, víctima de la prepotencia y de la corrupción de Herodes y de su corte.

– Marcos 6,14-20. La causa de la prisión y del asesinato de Juan. Herodes era un empleado del imperio romano. Quien mandaba en Palestina, desde el año 63 antes de Cristo, era César, el imperador de Roma. Herodes, para no ser depuesto, trataba de agradar a Roma en todo. Insistía sobre todo en una administración eficiente que diera lucro al Imperio y a él mismo. La preocupación de Herodes era su propia promoción y seguridad. Por esto, reprimía cualquier tipo de subversión. A él le gustaba ser llamado bienhechor del pueblo, pero en realidad era un tirano (cf. Lc 22,25). Flavio José, un escritor de aquel época, informa que el motivo de la prisión de Juan Bautista era el miedo que Herodes tenía a un levantamiento popular. La denuncia de Juan Bautista contra la moral depravada de Herodes (Mc 6,18), fue la gota que hizo desbordar el vaso, y Juan fue llevado a la cárcel.

– Marcos 6,21-29: La trama del asesinado. Aniversario y banquete de fiesta, con danzas y orgías. Era un ambiente en que los poderosos del reino se reunían y en el cual se hacían las alianzas. La fiesta contaba con una presencia “de los grandes de la corte y de las personas importantes de Galilea”. En este ambiente se trama el asunto de Juan Bautista. Juan, el profeta, era una denuncia viva de ese sistema corrompido. Por eso fue eliminado bajo pretexto de un problema de venganza personal. Todo esto revela la debilidad moral de Herodes. Tanto poder acumulado en mano de un hombre sin control de sí. En el entusiasmo de la fiesta y del vino, Herodes hizo un juramento liviano a una joven bailarina. Supersticioso como era, pensaba que tenía que mantener el juramento. Para Herodes, la vida de los súbditos no valía nada. Disponía de ellos como de la posición de las sillas en su sala. Marcos cuenta el hecho tal y cual y deja a las comunidades y a nosotros la tarea de sacar conclusiones.

– Pero entre líneas, el evangelio de hoy trae muchas informaciones sobre el tiempo en que Jesús vivió y sobre la manera en qué era ejercido el poder por los poderosos de la época. Galilea, tierra de Jesús, era gobernada por Herodes Antipas, hijo del rey Herodes, el Grande, desde el 4 antes de Cristo hasta el 39 después de Cristo. En todo ¡43 años! Durante todo el tiempo en que Jesús vivió, no hubo mudanza en el gobierno en Galilea. Herodes era dueño absoluto de todo, no daba cuenta a nadie, hacía lo que le pasaba por la cabeza. ¡Prepotencia, falta de ética, poder absoluto, sin control por parte de la gente!

– Herodes construyó una nueva capital, llamada Tiberíades. Sefforis, la antigua capital, había sido destruida por los romanos en represalia por un levantamiento popular. Esto aconteció cuando Jesús tenía quizás siete años. Tiberíades, la nueva capital, fue inaugurada trece años más tarde, cuando Jesús tenía 20 años. Era llamada así para agradar a Tiberio, el emperador de Roma. Tiberíades era un lugar extraño en Galiela. Allí vivían el rey, “los grandes, los generales y los magnates de Galilea” (Mc 6,21). Allá moraban los dueños de las tierras, los soldados, los policías, los jueces muchas veces insensibles (Lc 18,1-4). Hacia allí se llevaban los impuestos y el producto de la gente. Era allí donde Herodes hacia sus orgías de muerte (Mc 6,21-29). No consta en los evangelios que Jesús hubiese entrado en la ciudad.

A lo largo de aquellos 43 años de gobierno de Herodes, se crió toda una clase de funcionarios fieles al proyecto del rey: escribas, comerciantes, dueños de tierras, fiscales del mercado, publicanos y recaudadores de impuestos, promotores, jefes locales. La mayor parte de este personal moraba en la capital, gozando de los privilegios que Herodes ofrecía, por ejemplo, exención de impuestos. La otra parte vivía en las aldeas. En cada aldea o ciudad había un grupo de personas que apoyaban al gobierno. Varios escribas y fariseos estaban ligados al sistema y a la política del gobierno. En los evangelios, los fariseos aparecen junto con los herodianos (Mc 3,6; 8,15; 12,13), lo cual refleja la alianza que existía entre el poder religioso y el poder civil. La vida de la gente en las aldeas de Galilea era muy controlada, tanto por el gobierno como por la religión. Era necesario tener mucho valor para comenzar algo nuevo, como hicieron Juan y Jesús. Era lo mismo que atraer sobre sí la rabia de los privilegiados, tanto del poder religioso como del poder civil, tanto a nivel local como estatal.

Para la reflexión personal

– ¿Conoces casos de personas que han muerto víctima de la corrupción y de la dominación de los poderosos? Y aquí entre nosotros, en nuestra comunidad y en la iglesia, ¿hay víctimas de desmando y de autoritarismo? Un ejemplo.
– Superstición, cobardía y corrupción marcaban el ejercicio del poder de Herodes. Compara con el ejercicio del poder religioso y civil hoy en los varios niveles tanto de la sociedad como de la Iglesia.

Oración final

A ti me acojo, Yahvé,
¡nunca quede confundido!
¡Por tu justicia sálvame, líbrame, préstame atención y sálvame! (Sal 71,1-2)

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Lectio jue, 3 de feb, 2022

Oración inicial

Señor: concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda, también, a todos los hombres. Por nuestro Señor.

Lectura del santo Evangelio según Marcos 6,7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica. Y les dijo: “Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos”. Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban. 

Reflexión

El Evangelio de hoy continúa el de ayer. El paso por Nazaret fue doloroso para Jesús. Fue rechazado por su misma gente (Mc 6,1-5). Lo que antes era su comunidad, ahora ha dejado de serlo. Algo cambió. A partir de este momento, como informa el Evangelio de hoy, Jesús empieza a andar por los poblados de Galilea para anunciar la Buena Nueva (Mc 6,6) y a enviar a los doce en misión. En los años 70, época en la que Marcos escribe su evangelio, las comunidades cristianas vivían una situación difícil, sin horizonte. Humanamente hablando, no había futuro para ellas. En el 64, Nerón empezó a perseguir a los cristianos. En el 65, estalló la rebelión de los judíos de Palestina contra Roma. En el 70, Jerusalén fue totalmente destruida por los romanos. Por eso, la descripción del envío de los discípulos, después del conflicto en Nazaret, era fuente de luz y de ánimo para los cristianos.

Marcos 6,7. El objetivo de la Misión. El conflicto creció y tocó de cerca a la persona de Jesús. ¿Cómo reacciona? De dos maneras. a) Ante la cerrazón de la gente de su comunidad, Jesús deja Nazaret y empieza a recorrer los poblados de los alrededores (Mc 6,6). b) Expande la misión e intensifica el anuncio de la Buena Nueva llamando a otras personas para implicarlas en la misión. “Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos”. El objetivo de la misión es sencillo y profundo. Los discípulos participan de la misión de Jesús. No pueden ir solos, sino que deben ir de dos en dos, pues dos personas representan mejor la comunidad que una sola, y se pueden ayudar mutuamente. Reciben poder sobre los espíritus impuros, esto es, deben aliviar el sufrimiento de la gente y, a través de la purificación, deben abrir las puertas de acceso directo a Dios.

– Marcos 6,8-11. Actitudes que hay que tomar en la misión. Las recomendaciones son sencillas: “Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: ”Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.» Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.». Y ellos se fueron. Es el comienzo de una nueva etapa. Ahora ya no es sólo Jesús, sino todo el grupo va a anunciar la Buena Nueva de Dios al pueblo. Si la predicación de Jesús ya causaba conflicto, cuanto más ahora, con la predicación de todo el grupo. Si el misterio ya era grande, ahora va a ser mayor aún con la misión intensificada.

– Marcos 6,12-13. El resultado de la misión. “Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”. Anunciar la Buena Nueva, provocar la conversión o mudanza en las personas y aliviar el dolor de la gente, curando las dolencias y expulsando los males.

– El envío de los discípulos en Misión. En el tiempo de Jesús había otros movimientos de renovación. Por ejemplo, los esenios y los fariseos. Ellos también buscaban una nueva manera de vivir en comunidad y tenían a sus misioneros (Cf. Mt 23,15). Pero cuando iban en misión, iban prevenidos. Llevaban bolsa y dinero para cuidar de su propia comida. Desconfiaban de la comida de la gente porque no era siempre ritualmente “pura”. Al contrario de los otros misioneros, los discípulos y las discípulas de Jesús reciben recomendaciones diferentes que ayudan a entender los puntos fundamentales de la misión de anunciar la Buena Nueva, que reciben de Jesús y que es también nuestra misión:

Debían ir sin nada. No podían llevar nada, ni bolsa, ni cintura, ni bastón, ni pan, ni sandalias, ni tener dos túnicas. Esto significa que Jesús nos obliga a confiar en la hospitalidad. Pues aquel que va sin nada, va porque confía en la gente y cree que la gente va a recibirlo. Con esta actitud criticaban las leyes de exclusión, enseñadas por la religión oficial, y por medio de la nueva práctica, mostraban que tenían otros criterios de comunidad.

Debían comer lo que la gente les daba. No podían vivir separados con su propia comida, sino que debían sentarse con los demás, en la mesa (LC 10,8). Esto significa que, en el contacto con la gente, no debían tener miedo a perder la pureza tal como era enseñada en la época. Con esta actitud criticaban las leyes de la pureza en vigor y por medio de la nueva práctica, mostraban que tenían otro acceso a la pureza, esto es, a la intimidad con Dios.

Debían quedarse hospedados en la primera casa en que fueran acogidos. Debían convivir de manera estable y no andar de casa en casa. Debían trabajar como todo el mundo y vivir de lo que recibían en cambio, “pues el obrero merece su salario” (Lc 10,7). Con otras palabras, ellos debían participar de la vida y del trabajo de la gente, y la gente los acogería en su comunidad y compartiría con ellos su comida. Significa que debían confiar en el compartir.

Debían sanar a los enfermos, curar a los leprosos y expulsar los demonios (Lc 10,9; Mc 6,7.13; Mt 10,8). Debían ejercer la función de “defensor” (goêl) y acoger para dentro del clan, dentro de la comunidad, a los que vivían excluidos. Con esta actitud criticaban la situación de desintegración de la vida comunitaria y apuntaban hacia salidas concretas. Estos eran los cuatro puntos básicos que debían animar la actitud de los misioneros y de las misioneras que anunciaban la Buena Nueva de Dios en nombre de Jesús: hospitalidad, comunión alrededor de la mesa, compartir con los excluidos y acogerlos. Una vez que hubiesen cumplido con esas cuatro exigencias, tenían que gritar a los cuatro vientos: “¡El Reino ha llegado!” (cf. Lc 10,1-12; 9,1-6; Mc 6,7-13; Mt 10,6-16). Pues el Reino de Dios que Jesús nos reveló no es una doctrina, ni un catecismo, ni una ley. El Reino de Dios acontece y se hace presente cuando las personas, motivadas por su fe en Jesús, deciden vivir en comunidad para, así, dar testimonio y revelar a todos que Dios es Padre y Madre y que, por consiguiente, nosotros, los seres humanos, somos hermanos y hermanas, del Reino, del amor de Dios como Padre, que nos hace a todos hermanos y hermanas.

Para la reflexión personal

– ¿Tú participas de la misión como discípulo o discípula de Jesús?
– ¿Cuál es el punto de la misión de los apóstoles que tiene más importancia hoy para nosotros? ¿Por qué?

Oración final

¡Grande es Yahvé y muy digno de alabanza!
En la ciudad de nuestro Dios está su monte santo, hermosa colina,
alegría de toda la tierra. (Sal 48,1-2)

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Oseas

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Índice: Sagrada Escritura, Oseas
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Oseas 1

1 Palabra de Yahveh que fue dirigida a Oseas, hijo de Beerí, en tiempo de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá, y en tiempo de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel.
2 Comienzo de lo que habla Yahveh por Oseas. Dijo Yahveh a Oseas: «Ve, tómate una mujer dada a la prostitución e hijos de prostitución, porque la tierra se está prostituyendo enteramente, apartándose de Yahveh.»
3 Fue él y tomó a Gómer, hija de Dibláyim, la cual concibió y le dio a luz un hijo.
4 Yahveh le dijo: «Ponle el nombre de Yizreel, porque dentro de poco visitaré yo la casa de Jehú por la sangre derramada en Yizreel, y pondré fin al reinado de la casa de Israel.
5 Aquel día romperé el arco de Israel en el valle de Yizreel.»
6 Concibió ella de nuevo y dio a luz una hija. Y Yahveh dijo a Oseas: «Ponle el nombre de “No-compadecida”, porque yo no me compadeceré más de la casa de Israel, soportándoles todavía.
7 (Pero de la casa de Judá me compadeceré y los salvaré por Yahveh su Dios. No los salvaré con arco ni espada ni guerra, ni con caballos ni jinetes.)»
8 Después de destetar a «No-compadecida», concibió otra vez y dio a luz un hijo.
9 Y dijo Yahveh: «Ponle el nombre de “No-mi-pueblo”, porque vosotros no sois mi pueblo ni yo soy para vosotros El-Que-Soy.»
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Oseas 2
1 El número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se mide ni se cuenta. Y en el lugar mismo donde se les decía «No-mi pueblo», se les dirá: «Hijos-de-Dios-vivo.»
2 Se juntarán los hijos de Judá y los hijos de Israel en uno, se pondrán un solo jefe, y desbordarán de la tierra, porque será grande el día de Yizreel.
3 Decid a vuestros hermanos: «Mi pueblo», y a vuestras hermanas: «Compadecida».
4 ¡Pleitead con vuestra madre, pleitead, porque ella ya no es mi mujer, y yo no soy su marido! ¡Que quite de su rostro sus prostituciones y de entre sus pechos sus adulterios;
5 no sea que yo la desnude toda entera, y la deje como el día en que nació, la ponga hecha un desierto, la reduzca a tierra árida, y la haga morir de sed!
6 Ni de sus hijos me compadeceré, porque son hijos de prostitución.
7 Pues su madre se ha prostituido, se ha deshonrado la que los concibió, cuando decía: «Me iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas.»
8 Por eso, yo cercaré su camino con espinos, la cercaré con seto y no encontrará más sus senderos;
9 perseguirá a sus amantes y no los alcanzará, los buscará y no los hallará. Entonces dirá: «Voy a volver a mi primer marido, que entonces me iba mejor que ahora.»
10 No había conocido ella que era yo quien le daba el trigo, el mosto y el aceite virgen, ¡la plata yo se la multiplicaba, y el oro lo empleaban en Baal!
11 Por eso volveré a tomar mi trigo a su tiempo y mi mosto a su estación, retiraré mi lana y mi lino que habían de cubrir su desnudez.
12 Y ahora descubriré su vergüenza a los ojos de sus amantes, y nadie la librará de mi mano.
13 Haré cesar todo su regocijo, sus fiestas, sus novilunios, sus sábados, y todas sus solemnidades.
14 Arrasaré su viñedo y su higuera, de los que decía: «Ellos son mi salario, que me han dado mis amantes»; en matorral los convertiré, y la bestia del campo los devorará.
15 La visitaré por los días de los Baales, cuando les quemaba incienso, cuando se adornaba con su anillo y su collar y se iba detrás de sus amantes, olvidándose de mí, – oráculo de Yahveh.
16 Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón.
17 Allí le daré sus viñas, el valle de Akor lo haré puerta de esperanza; y ella responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto.
18 Y sucederá aquel día – oráculo de Yahveh – que ella me llamará: «Marido mío», y no me llamará más: «Baal mío.»
19 Yo quitaré de su boca los nombres de los Baales, y no se mentarán más por su nombre.
20 Haré en su favor un pacto el día aquel con la bestia del campo, con el ave del cielo, con el reptil del suelo; arco, espada y guerra los quebraré lejos de esta tierra, y haré que ellos reposen en seguro.
21 Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho en amor y en compasión,
22 te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahveh.
23 Y sucederá aquel día que yo responderé – oráculo de Yahveh – responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra;
24 la tierra responderá al trigo, al mosto y al aceite virgen, y ellos responderán a Yizreel.
25 Yo la sembraré para mí en esta tierra, me compadeceré de «No-compadecida», y diré a «No-mi-pueblo»: Tú «Mi pueblo», y él dirá: «¡Mi Dios!»
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Oseas 3
1 Yahveh me dijo: «Ve otra vez, ama a una mujer que ama a otro y comete adulterio, como ama Yahveh a los hijos de Israel, mientras ellos se vuelven a otros dioses y gustan de las tortas de uva.»
2 Yo me la compré por quince siclos de plata y carga y media de cebada.
3 Y le dije: «Durante muchos días te me quedarás quieta sin prostituirte ni ser de ningún hombre, y yo haré lo mismo contigo.»
4 Porque durante muchos días se quedarán los hijos de Israel sin rey ni príncipe, sin sacrificios ni estela, sin efod ni terafim.
5 Después volverán los hijos de Israel; buscarán a Yahveh su Dios y a David, su rey, y acudirán con temor a Yahveh y a sus bienes en los días venideros.
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Oseas 4
1 Escuchad la palabra de Yahveh, hijos de Israel, que tiene pleito Yahveh con los habitantes de esta tierra, pues no hay ya fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra;
2 sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre.
3 Por eso, la tierra está en duelo, y se marchita cuanto en ella habita, con las bestias del campo y las aves del cielo; y hasta los peces del mar desaparecen.
4 ¡Pero nadie pleitee ni reprenda nadie, pues sólo contigo, sacerdote, es mi pleito!
5 En pleno día tropezarás tú, también el profeta tropezará contigo en la noche, y yo haré perecer a tu madre.
6 Perece mi pueblo por falta de conocimiento. Ya que tú has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; ya que tú has olvidado la Ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.
7 Todos, cuantos son, han pecado contra mí, han cambiado su Gloria por la Ignominia.
8 Del pecado de mi pueblo comen y hacia su culpa llevan su avidez.
9 Mas será del sacerdote lo que sea del pueblo: yo le visitaré por su conducta y sus obras le devolveré.
10 Comerán, pero no se saciarán, se prostituirán, pero no proliferarán, porque han abandonado a Yahveh para dedicarse
11 a la prostitución. El vino y el mosto arrebatan el seso.
12 Mi pueblo consulta a su madero, y su palo le adoctrina, porque un espíritu de prostitución le extravía, y se prostituyen sacudiéndose de su Dios.
13 En las cimas de los montes sacrifican, en las colinas queman incienso, bajo la encina, el chopo o el terebinto, ¡porque es buena su sombra! Por eso, si se prostituyen vuestras hijas y vuestras nueras cometen adulterio,
14 no visitaré yo a vuestras hijas porque se prostituyan ni a vuestras nueras porque cometan adulterio, pues que ellos también se retiran con esas prostitutas y sacrifican con las consagradas a la prostitución; ¡y el pueblo, insensato, se pierde!
15 Si tú, Israel, te prostituyes, que no se haga culpable Judá. ¡No vayáis a Guilgal, No subáis a Bet-Aven, no juréis «por vida de Yahveh»!
16 Ya que Israel se ha embravecido cual vaca brava, ¿los va a apacentar ahora Yahveh como a un cordero en ancho prado?
17 Efraím se ha apegado a sus ídolos, ¡déjale!
18 En saliendo de beber se prostituyen más y más, prefieren a su Prez la Ignominia.
19 El viento los cerrará entre sus alas, y se avergonzarán de sus sacrificios.
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Oseas 5
1 Escuchad esto, sacerdotes, estad atentos, casa de Israel, casa real, prestad oído, porque el juicio es cosa vuestra; pero vosotros habéis sido un lazo en Mispá, y una red tendida en el Tabor.
2 Han ahondado la fosa de Sittim, mas yo seré castigo para todos ellos.
3 Yo conozco a Efraím, e Israel no se me oculta. Sí, tú te has prostituido, Efraím, e Israel se ha contaminado,
4 No les permiten sus obras volver a su Dios, pues un espíritu de prostitución hay dentro de ellos, y no conocen a Yahveh.
5 El orgullo de Israel testifica contra él; Israel y Efraím tropiezan por sus culpas, y también Judá tropieza con ellos.
6 Con su ganado menor y mayor irán en busca de Yahveh, pero no lo encontrarán: ¡se ha retirado de ellos!
7 Han sido infieles a Yahveh, han engendrado hijos bastardos; pues ahora los va a devorar el novilunio juntamente con sus campos.
8 Tocad el cuerno en Guibeá, la trompeta en Ramá, dad la alarma en Bet Aven, ¡detrás de ti, Benjamín!
9 Efraím será una desolación el día del castigo; en las tribus de Israel hago saber cosa segura.
10 Los príncipes de Judá son como los que desplazan los linderos, sobre ellos voy a derramar como agua mi furor.
11 Está oprimido Efraím, quebrantado el juicio, porque se complace en ir tras la Vanidad.
12 Pues yo he de ser como polilla para Efraím, como carcoma para la casa de Judá.
13 Efraím ha visto su dolencia y Judá su llaga. Efraím entonces ha sido a Asiria, y Judá ha mandado mensaje al gran rey; pero éste no podrá sanaros ni curar vuestra llaga.
14 Porque yo soy como un león para Efraím, como un leoncillo para la casa de Judá. Yo, yo mismo desgarraré y me iré, arrebataré y no habrá quien salve.
15 Voy a volverme a mi lugar, hasta que hayan expiado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán.
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Oseas 6
1 «Venid, volvamos a Yahveh, pues él ha desgarrado y él nos curará, él ha herido y él nos vendará.
2 Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos.
3 Conozcamos, corramos al conocimiento de Yahveh: cierta como la aurora es su salida; vendrá a nosotros como la lluvia temprana, como la lluvia tardía que riega la tierra.»
4 ¿Qué he de hacer contigo, Efraím? ¿Qué he de hacer contigo, Judá? ¡Vuestro amor es como nube mañanera, como rocío matinal, que pasa!
5 Por eso les he hecho trizas por los profetas, los he matado por las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz.
6 Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos.
7 Pero ellos en Adam han violado la alianza, allí me han sido infieles.
8 Galaad es ciudad de malhechores, llena de huellas de sangre.
9 Como emboscada de bandidos es la pandilla de sacerdotes: asesinan por el camino de Siquem, y cometen infamia.
10 Cosa horrible he visto en Betel: allí se prostituye Efraím y se contamina Israel.
11 También para ti, Judá, hay preparada una cosecha, cuando yo cambie la suerte de mi pueblo.
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Oseas 7
1 Cuando yo quiero sanar a Israel, se descubre la culpa de Efraím y las maldades de Samaria; porque practican la mentira, y mientras el ladrón entra dentro se despliega la pandilla afuera.
2 Y no se dicen en su corazón que yo me acuerdo de toda su maldad. Ahora les envuelven sus obras, ante mi rostro están.
3 Con su maldad recrean al rey, con sus mentiras a los príncipes.
4 Todos ellos, adúlteros, son como un horno ardiente, que el panadero deja de atizar desde que amasa la pasta hasta que fermenta.
5 En el día de nuestro rey los príncipes enferman por el ardor del vino, ¡y aquél tiende la mano a chocarreros!
6 Cuando acechan, su corazón es como un horno en sus intrigas: toda la noche duerme el panadero, y a la mañana él quema con fuego llameante.
7 Todos están calientes como un horno, y devoran a sus propios jueces. Todos sus reyes han caído, y ninguno entre ellos clama a mí.
8 Efraím se mezcla con los pueblos, Efraím es una torta a la que no se ha dado vuelta.
9 Extranjeros devoran su fuerza, ¡y él no lo sabe! Ya las canas blanquean en él, ¡y él no lo sabe!
10 El orgullo de Israel testifica contra él, pero no se vuelven a Yahveh su Dios, con todo esto, no le buscan.
11 Efraím es cual ingenua paloma, sin cordura; llaman a Egipto, acuden a Asiria.
12 Dondequiera que vayan, yo echaré mi red sobre ellos, como ave del cielo los haré caer y los visitaré por su maldad.
13 ¡Ay de ellos, que de mí se han alejado! ¡Ruina sobre ellos por haberse rebelado contra mí! Yo los rescataría, pero ellos dicen contra mí mentiras.
14 Y no claman a mí de corazón cuando gimen en sus lechos; por el trigo y el mosto se hacen incisiones se rebelan contra mí.
15 Yo fortalecí su brazo, ¡y ellos contra mí maquinan el mal!
16 Se vuelven a lo que no es nada, son como un arco engañoso. Caerán a espada sus príncipes, por la iracundia de su lengua: ¡tal será su escarnio en el país de Egipto!
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Oseas 8
1 ¡Emboca la trompeta! Como un águila cae el mal sobre la casa de Yahveh; porque han quebrantado mi alianza y han sido rebeldes a mi Ley.
2 Ellos me gritan: «¡Dios mío, los de Israel te conocemos!»
3 Pero Israel ha rechazado el bien: ¡el enemigo le perseguirá!
4 Han puesto reyes sin contar conmigo, han puesto príncipes sin saberlo yo. Con su plata y su oro se han hecho ídolos, ¡para ser encarcelados!
5 ¡Tu becerro repele, Samaria! Mi cólera se ha inflamado contra ellos: ¿hasta cuándo no podrán purificarse?
6 Porque viene de Israel, un artesano ha hecho eso, y eso no es Dios. Sí, quedará hecho trizas el becerro de Samaria.
7 Pues que viento siembran, segarán tempestad: tallo que no tendrá espiga, que no dará harina; y si la da, extranjeros la tragarán.
8 ¡Tragado ha sido Israel! Están ahora entre las naciones como un objeto que nadie quiere.
9 Porque han subido a Asiria, ese onagro solitario; Efraím se ha comprado amores;
10 aunque los compre entre las naciones, yo los voy a reunir ahora y pronto sufrirán bajo la carga del rey de príncipes.
11 Efraím ha multiplicado los altares para pecar, sólo para pecar le han servido los altares.
12 Aunque yo escriba para él las excelencias de mi ley, por cosa extraña se las considera.
13 ¡Ya pueden ofrecer sacrificios en mi honor, y comerse la carne! Yahveh no los acepta; ahora recordará sus culpas y visitará sus pecados: ellos volverán a Egipto.
14 Olvida Israel a su Hacedor, edifica palacios; Judá multiplica las ciudades fuertes. Pero yo prenderé fuego a sus ciudades, que devorará sus alcázares.
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Oseas 9
1 No te regocijes, Israel, no jubiles como los pueblos, pues te has prostituido, lejos de tu Dios, y amas ese salario sobre todas las eras de grano.
2 Ni la era ni el lagar los alimentarán, y el mosto los dejará corridos.
3 No habitarán ya en la tierra de Yahveh: Efraím volverá a Egipto, y en Asiria comerán viandas impuras.
4 No harán a Yahveh libaciones de vino, ni sus sacrificios le serán gratos: cual pan de duelo será para ellos, cuantos lo coman se harán impuros; pues su pan será para ellos solos, no entrará en la Casa de Yahveh.
5 ¿Qué haréis el día de solemnidad, el día de la fiesta de Yahveh?
6 Vedlos que han escapado de la devastación: Egipto los recogerá, Menfis los sepultará; sus tesoros de plata, la ortiga los heredará, la zarza llenará sus tiendas.
7 Han llegado los días de la visita, han llegado los días de la retribución. ¡Lo sabrá Israel! – «¡El profeta es un necio, un loco el hombre del espíritu!» – Por la grandeza de tu culpa, grande será la hostilidad.
8 Vigila a Efraím, con mi Dios, el profeta: lazos se le tienden en todos sus caminos, hostilidad en la Casa de su Dios.
9 Han llegado al fondo de la corrupción, como en los días de Guibeá; él recordará sus culpas y visitará sus pecados.
10 Como uvas en desierto encontré yo a Israel, como breva de higuera en sus primicias vi a vuestros padres. Pero al llegar ellos a Baal Peor se consagraron a la Infamia, y se hicieron abominables como el objeto de su amor.
11 A Efraím, como un pájaro, se le vuela su gloria, desde el nacimiento, desde el seno, desde la concepción.
12 Y aunque críen a sus hijos, yo les privaré de ellos antes que se hagan hombres: y ¡ay de ellos también cuando yo los abandone!
13 Efraím, tal lo he visto, era como Tiro plantada en la pradera, pero Efraím tendrá que sacar sus hijos al verdugo.
14 Dales, Yahveh…, ¿qué les darás? ¡Dales seno que aborte y pechos secos!
15 Toda su maldad apareció en Guilgal, sí, allí les cobré odio. Por la maldad de sus acciones, de mi Casa los expulsaré; ya no he de amarlos más: rebeldes son todos sus príncipes.
16 Efraím ha sido herido, su raíz está seca, ya no darán fruto. Aunque den a luz, yo haré morir el tesoro de su seno.
17 Mi Dios los rechazará porque no le han escuchado, y andarán errantes entre las naciones.
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Oseas 10
1 Vid frondosa era Israel produciendo fruto a su aire: cuanto más aumentaba su fruto, más aumentaba los altares; cuanto mejor era su tierra, mejores hacía las estelas.
2 Su corazón es doble, mas ahora van a expiar; él romperá sus altares, demolerá sus estelas.
3 Entonces dirán: «No tenemos rey, porque no hemos temido a Yahveh, y el rey, ¿qué haría por nosotros?
4 Pronuncian palabras, juramentos vanos, conclusión de alianzas, y el juicio florece como hierba venenosa en los surcos del campo.
5 Por el becerro de Bet Aven tiemblan los habitantes de Samaria; sí, por él hace duelo su pueblo, por él sus sacerdotes: ¡que exulten por su gloria, porque ha emigrado lejos de él!
6 El también será llevado a Asiria, como ofrenda para el gran rey. Efraím recogerá vergüenza, e Israel quedará corrida de su plan.
7 ¡Se ha acabado Samaria! Su rey es como espuma sobre la haz del agua.
8 Serán destruidos los altos de Aven, el pecado de Israel. Espinas y zarzas treparán por sus altares. Dirán entonces a los montes: «¡Cubridnos!» y a las colinas: «¡Caed sobre nosotros!»
9 Desde los días de Guibeá, has pecado, Israel, ¡allí se han plantado! ¿No los alcanzará en Guibeá la guerra, a los hijos de la injusticia?
10 Voy a venir a visitarlos, y se aliarán pueblos contra ellos, cuando sean visitados por su doble culpa.
11 Efraím era una novilla domesticada, que gustaba de la trilla; yo pasé el yugo sobre su hermoso cuello; uncí el carro a Efraím, Judá araba, Jacob rastrillaba.
12 Sembraos simiente de justicia, recoged cosecha de amor, desbarbechad lo que es barbecho; ya es tiempo de buscar a Yahveh, hasta que venga a lloveros justicia.
13 Habéis arado maldad, injusticia habéis segado, habéis comido fruto de mentira. Por haber confiado en tus carros, en la multitud de tus valientes,
14 tumulto de guerra se alzará en tu pueblo, y todas tus fortalezas serán devastadas, como Salmán devastó a Bet Arbel el día de la batalla, cuando la madre fue estrellada sobre sus hijos.
15 Eso ha hecho con vosotros Betel por vuestra redoblada maldad. ¡A la aurora desaparecerá el rey de Israel!
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Oseas 11
1 Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo.
2 Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: a los Baales sacrificaban, y a los ídolos ofrecían incienso.
3 Yo enseñé a Efraím a caminar, tomándole por los brazos, pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos.
4 Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer.
5 Volverá al país de Egipto, y Asur será su rey, porque se han negado a convertirse.
6 Hará estragos la espada en sus ciudades, aniquilará sus cerrojos y devorará, por sus perversos planes.
7 Mi pueblo tiene querencia a su infidelidad; cuando a lo alto se les llama, ni uno hay que se levante.
8 ¿Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel? ¿Voy a dejarte como a Admá, y hacerte semejante a Seboyim? Mi corazón está en mí trastornado, y a la vez se estremecen mis entrañas.
9 No daré curso al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraím, porque soy Dios, no hombre; en medio de ti yo soy el Santo, y no vendré con ira.
10 En pos de Yahveh marcharán, él rugirá como un león; y cuando ruja él, los hijos vendrán azorados de occidente,
11 azorados vendrán de Egipto, como un pájaro, como paloma desde el país de Asiria; y yo les asentaré en sus casas -oráculo de Yahveh-.
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Oseas 12
1 Efraím me ha rodeado de mentira, de engaño la casa de Israel. (Pero Judá todavía está con Dios, y sigue fiel al Santo.)
2 Efraím se apacienta de viento, anda tras el solano todo el día; mentira y pillaje multiplica, hacen alianza con Asiria y llevan aceite a Egipto.
3 Yahveh tiene pleito con Judá, va a visitar a Jacob, según su conducta, según sus obras le devolverá.
4 En el seno materno suplantó a su hermano, y de mayor luchó con Dios.
5 Luchó con el ángel y le pudo, lloró y le imploró gracia. En Betel le encontró y allí habló con nosotros.
6 Sí, Yahveh Dios Sebaot, Yahveh es su renombre.
7 Y tú volverás, gracias a tu Dios: observa amor y derecho, y espera en tu Dios siempre.
8 Canaán tiene en su mano balanzas tramposas, es amigo de explotar.
9 Y Efraím dice: «Sí, me he enriquecido, me ha fraguado una fortuna.» ¡Ninguna de sus ganancias se hallará, por el pecado de que se ha hecho culpable!
10 Yo soy Yahveh, tu Dios, desde el país de Egipto: aún te haré morar en tiendas como en los días del Encuentro;
11 hablaré a los profetas, multiplicaré las visiones, y por medio de los profetas hablaré en parábolas.
12 Si Galaad es iniquidad, ellos no son más que mentira. En Guilgal sacrifican toros; por eso sus altares serán como escombros sobre los surcos de los campos.
13 Huyó Jacob a la campiña de Aram, sirvió Israel por una mujer, por una mujer guardó rebaños.
14 Por un profeta subió Yahveh a Israel de Egipto, y por un profeta fue guardado.
15 Efraím le ha irritado amargamente: él dejará su sangre sobre él, su Señor le pagará su agravio.
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Oseas 13
1 Cuando hablaba Efraím, cundía el terror, se había impuesto en Israel, pero se hizo culpable con Baal y murió.
2 Y todavía continúan pecando: se han hecho imágenes fundidas, con su plata, ídolos de su invención: ¡obra de artesanos todo ello! ¡Con ellos hablan los que sacrifican hombres que envían besos a becerros!
3 Por eso serán como nube mañanera, como rocío matinal que pasa, como paja aventada de la era, como humo por la ventana.
4 Pero yo soy Yahveh, tu Dios, desde el país de Egipto. No conoces otro Dios fuera de mí, ni hay más salvador que yo.
5 Yo te conocí en el desierto, en la tierra ardorosa.
6 Cuando estaban en su pasto se saciaron, se saciaron y se engrió su corazón, por eso se olvidaron de mí.
7 Pues yo seré para ellos cual león, como leopardo en el camino acecharé.
8 Caeré sobre ellos como osa privada de sus cachorros, desgarraré las telas de su corazón, los devoraré allí mismo cual leona, la bestia del campo los despedazará.
9 Tu destrucción ha sido, Israel, porque sólo en mí estaba tu socorro.
10 ¿Dónde está, pues, tu rey, para que te salve, y en todas tus ciudades tus jueces? aquellos de quienes tú decías: «Dame rey y príncipes.»
11 Rey en mi cólera te doy, y te lo quito en mi furor.
12 Encerrada está la culpa de Efraím, bien guardado su pecado.
13 Dolores de parturienta le asaltan, pero él es un hijo necio que no se presenta a tiempo por donde rompen los hijos.
14 ¿De la garra del seol los libraré, de la muerte los rescataré? ¿Dónde están, muerte, tus pestes, dónde tu contagio, seol? La compasión está oculta a mis ojos.
15 Aunque Efraím dé fruto entre sus hermanos, el solano llegará, el viento de Yahveh subirá del desierto, para que se seque su manantial, y se agote su fuente; él arrebatará el tesoro de todos los objetos preciosos.
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Oseas 14
1 Rea de castigo es Samaria, porque se rebeló contra su Dios. A espada caerán, serán sus niños estrellados, y reventadas sus mujeres encinta.
2 Vuelve, Israel, a Yahveh tu Dios, pues has tropezado por tus culpas.
3 Tomad con vosotros palabras, y volved a Yahveh. Decidle: «Quita toda culpa; toma lo que es bueno; y en vez de novillos te ofreceremos nuestros labios.
4 Asiria no nos salvará, no montaremos ya a caballo, y no diremos más “Dios nuestro” a la obra de nuestros manos, oh tú, en quien halla compasión el huérfano.»
5 – Yo sanaré su infidelidad, los amaré graciosamente; pues mi cólera se ha apartado de él,
6 seré como rocío para Israel: él florecerá como el lirio, y hundirá sus raíces como el Líbano.
7 Sus ramas se desplegarán, como el del olivo será su esplendor, y su fragancia como la del Líbano.
8 Volverán a sentarse a mi sombra; harán crecer el trigo, florecerán como la vid, su renombre será como el del vino del Líbano.
9 Efraím… ¿qué tiene aún con los ídolos? Yo le atiendo y le miro. Yo soy como un ciprés siempre verde, y gracias a mí se te halla fruto.
10 ¿Quién es sabio para entender estas cosas, inteligente para conocerlas?: Que rectos son los caminos de Yahveh, por ellos caminan los justos, mas los rebeldes en ellos tropiezan.
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Grandeza de nuestra vocación

Grandeza de nuestra vocación

J.M. + J.T.

1. ¡He aquí, por fin, a Sabel, que viene a colocarse con su lápiz cerca de su Francisca querida! Digo con su lápiz porque la instalación de corazón a corazón hace mucho que está hecha. ¿verdad?, y permanecemos unidas las dos. ¡Cuánto me gusta nuestro encuentro de la noche!. Es como el preludio de la comunión que se establecerá entre nuestras almas del cielo a la tierra. Me parece que estoy inclinada sobre ti, como una madre sobre su hijo predilecto. Levanto los ojos, miro a Dios, después los bajo a ti, exponiéndote a los rayos de su Amor. Francisca, no le hablo de ti, pero El me comprende mejor, prefiere mi silencio. Hija mía querida, quisiera ser santa para poder ayudarte desde aquí abajo, esperando hacerlo allá arriba. ¡Qué no sufriría yo para obtenerte las gracias de fortaleza que necesitas!

2. Quiero responder a tus preguntas. Tratemos primeramente de la humildad. He leído sobre ella en el libro de que te he hablado páginas magníficas. El piadoso autor dice que nada puede «turbar» al humilde, que él posee «la paz imperturbable, porque se ha precipitado en un abismo tal que nadie irá a buscarle hasta allí». Dice también que el humilde encuentra el mayor consuelo de su vida en el sentimiento de su «impotencia» «ante Dios». Francisquita, el orgullo no es una cosa que se puede destruir con un golpe de espada. Ciertamente, algunos actos heroicos de humildad, como se ve en las vidas de los Santos, le dan un golpe, no mortal, pero que por lo menos le debilitan considerablemente. Pero, fuera de estos casos, hay que hacerle morir cada día. “Quotidie morior, gritaba San Pablo; muero cada día” (I Cor. 15, 31).

3. Francisca, esta doctrina de morir a sí mismo, que es, sin embargo, la ley después que Cristo ha dicho: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que tome su cruz y se renuncie” (Mt. 16, 24), esta doctrina, que parece tan austera, es de una suavidad deliciosa, cuando se mira el término de esta muerte, que es la vida de Dios en lugar de nuestra vida de pecado y miserias. Es lo que quería decir San Pablo cuando escribía: “Despojaos del hombre viejo y revestíos del nuevo, según la imagen del que le ha creado” (Col. 3, 9‑10). Esta imagen es Dios mismo. ¿Te acuerdas de ese deseo que El expresa tan formalmente el día de la creación: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza?” (Gen. 1, 26). ¡Oh!, ya ves, si pensásemos más en el origen de nuestra alma, las cosas de la tierra nos parecerían tan pueriles que no tendríamos otra cosa que desprecio hacia ellas… San Pedro escribe en una de sus epístolas “que hemos sido hechos partícipes de la naturaleza divina” (II Pe. 1, 4), y San Pablo recomienda que “conservemos hasta el fin el principio de su ser que El nos ha dado” (Heb. 3, 14).

4. Me parece que el alma que tiene conciencia de su grandeza entra en esta “santa libertad de los hijos de Dios” de que habla el Apóstol (Rom. 8, 21), es decir, que ella trasciende todas las cosas y se trasciende a sí misma. Me parece que el alma más libre es la que más se olvida de sí misma. Si se me preguntase el secreto de la felicidad, yo diría que es no tenerse en cuenta a sí mismo, negarse en todo tiempo. He aquí un modo eficaz de hacer morir el orgullo: ¡matarle de hambre! Ya ves, e! orgullo es el amor de nosotros mismos; pues bien, es necesario que el amor de Dios sea tan fuerte que apague todo nuestro amor propio. San Agustín dice que nosotros tenemos dentro dos ciudades, la ciudad de Dios y la ciudad del YO. En la medida que crezca la primera se destruirá la segunda. Un alma que viviese en la fe, bajo la mirada de Dios, que tuviese el “ojo simple” de que habla Cristo en el Evangelio, es decir, esa pureza «de intención» «que no mira más que a Dios», esa alma me parece que viviría siempre en la humildad. Ella sabría reconocer los dones recibidos, pues «la humildad es la verdad». Pero ella no se apropia nada, lo dirige todo a Dios, como hacía la santa Virgen.

5. Francisca, todos los movimientos de orgullo que sientes en ti no son faltas más que cuando la voluntad los consiente. Cuando esto no hay, podrás sufrir mucho pero no ofendes a Dios. Esas faltas que se te escapan, como me dices, sin reflexionar, denotan sin duda un fondo de amor propio; pero esto, querida mía, forma parte de nosotros… Lo que el buen Dios te pide es que nunca te detengas voluntariamente en cualquier pensamiento de orgullo, y no hacer nunca un acto inspirado por él; porque esto no está bien. Y si todavía notas alguna de estas cosas, no hay que desanimarse, porque es aún el orgullo el que se irrita, sino debes «exponer tu miseria», como Magdalena a los pies del Maestro, y pedirle que te libre. ¡Le gusta tanto que el alma reconozca su impotencia! Entonces, como decía una gran santa, «el abismo de la inmensidad de Dios se encuentra cara a cara con el abismo de la nada» de la creatura y Dios estrecha esa nada.

6. No es orgullo, hija querida, pensar que no quieres una vida fácil. Yo creo que Dios quiere que tu vida discurra en un ambiente donde se respire el aire divino. ¡Oh!, ya ves, tengo una compasión profunda de las almas que no viven más alto que la tierra y sus cosas vanas. Me parece que son esclavas, y quisiera decirles: Sacudid ese yugo que pesa sobre vosotras. ¿Qué hacéis con estos lazos que os encadenan a vosotras mismas y a las cosas más pequeñas que vosotras? Me parece que los bienaventurados en este mundo son los que tienen suficiente desprecio y olvido de sí para elegir la Cruz por su porción. Cuando se sabe colocar la alegría en el sufrimiento ¡qué deliciosa paz!

7. “Cumplo en mi carne lo que falta a la Pasión de Jesucristo por su cuerpo, que es la Iglesia” (Col. 1, 24). He aquí lo que constituía la felicidad del Apóstol. Este pensamiento me persigue y te confieso que experimento una alegría íntima y profunda al pensar que Dios me ha escogido para asociarme a la Pasión de su Cristo, y este camino del Calvario que subo cada día me parece más bien la ruta de la felicidad. ¿No has visto esas estampas que representan a la muerte segando con la hoz? Pues bien, ése es mi estado; me parece que la siento destruirme así… Para la naturaleza esto es a veces doloroso, y te aseguro que si me quedase ahí, no sentiría más que flaqueza en el sufrimiento. Pero esto es la consideración humana, y muy pronto «abro el ojo de mi alma a la luz de la fe», y esta fe me dice que es el amor el que me destruye, quien me consume lentamente, y mi alegría es inmensa y me ofrezco a él como presa.

8. Francisca, para llegar a la vida ideal del alma creo que hay que vivir en lo sobrenatural, es decir, no obrar nunca “naturalmente”… Hay que tomar conciencia de que Dios está en lo más íntimo de nosotros y que hay que ir a todo con El. Entonces nunca se es superficial, aun haciendo las acciones más ordinarias, porque no se vive en estas cosas, las supera. Un alma sobrenatural no trata nunca con las causas segundas, sino solamente con Dios. ¡Oh!, ¡cómo se simplifica su vida, cómo se acerca a la vida de los bienaventurados, cómo está libre de ella misma y de todas las cosas! Para ella todo se reduce a la unidad, a ese “único necesario” (Lc. 10, 42) de que hablaba el Maestro a la Magdalena. Entonces ella es verdaderamente grande, verdaderamente libre, porque ella “ha encerrado su voluntad en la voluntad de Dios”

9. Francisca mía, cuando se contempla nuestra eterna predestinación parecen las cosas visibles tan despreciables… Escucha a San Pablo: “A los que Dios ha conocido en su presencia, los ha predestinado a ser conformes con la imagen de su Hijo” (Rom. 8, 29). ¡Esto no es todo. Vas a ver, mi pequeña, que tú perteneces al número de los “conocidos”.) “Y a los que ha conocido, los ha llamado”: es el bautismo quien te ha hecho hija de adopción (Rom. 8, 15), el que te ha marcado con el sello de la Santa Trinidad. “A los que El ha llamado, El los ha justificado”: ¡cuántas veces lo has sido tú por el sacramento de la penitencia y por todos estos toques de Dios en tu alma, sin que te des cuenta!

“Y a los que El ha justificado, también los ha glorificado.” ¡Esto es lo que te espera en la eternidad! Pero recuerda que nuestro grado de gloria será el grado de gracia en que nos encuentre al momento de la muerte. Permítele acabar en ti la obra de su predestinación, y para ello escucha aún a San Pablo, que te va a dar un programa de vida.

10. “Caminad en Jesucristo, enraizada en El, edificada sobre El, asegurada en la fe y creciendo en El en la acción de gracias”. Sí, hijita de mi alma y de mi corazón, camina por Cristo Jesús. El te hace este camino ancho, tú no estás hecha para los caminos estrechos de aquí abajo. Enraízate en El, y para esto desarráigate de ti misma, o cosa parecida; es decir, negándote cada vez que te encuentres. Permanece edificada sobre El, muy por encima de todo lo pasajero, allá donde todo es puro, luminoso.

11. Asegúrate en la fe, es decir, no obres más que bajo la luz potente de Dios, nunca según las impresiones y la imaginación. Cree que El te ama, que quiere ayudarte El mismo en las luchas que tendrás que sostener. Cree en su amor, su demasiado gran amor, como dice San Pablo (Ef. 2, 4). Alimenta tu alma de las grandes verdades de la fe, que le revelan toda su riqueza y el fin para el que Dios la ha creado. Si tú vives en todas sus cosas, tu piedad no será una exaltación nerviosa, como temes, sino será verdadera. ¡Es tan hermosa la verdad, la verdad del amor: “El me ha amado, El se ha entregado por mí” ¡Gal. 2, 20)! He aquí, hijita, lo que es ser verdadero.

12. Y después crece en la acción de gracias. Es la última palabra del programa y es su consecuencia: si marchas arraigada en Jesucristo, asegurada en tu fe, vivirás en la acción de gracias. ¡El amor de los hijos de Dios! Me pregunto cómo el alma que ha sondeado el amor que existe en el Corazón de Dios “hacia ella” puede dejar de estar siempre alegre, incluso en todo sufrimiento y dolor. Acuérdate de que “El te ha elegido en El antes de la creación para que seas inmaculada y pura en su presencia, en el amor” (Ef. 1, 4). Es también San Pablo el que dice esto. Por consiguiente, no temas la lucha, la tentación: “Cuando yo soy débil, decía el Apóstol, es entonces cuando soy fuerte, porque la fortaleza de Cristo habita en mí” (2 Cor. 12, 10, 9).

13. Me pregunto qué va a pensar nuestra Reverenda Madre si ve este diario. Ella no me permite escribir más, pues estoy sumamente débil y me siento desfallecer a cada momento. Esta carta será posiblemente la última de tu Sabel; ella ha tardado muchos días en escribírtela, lo que te explicará su incoherencia. Y esta noche no me puedo decidir a dejarte. Estoy sola, son las siete y media de la tarde, la comunidad está en recreación… y yo me creo ya un poco en el cielo en mi celdita, sola con El solo, llevando mi cruz con mi Maestro. Francisca, mi felicidad crece en proporción con mi sufrimiento. ¡Si supieras qué dulzura se encuentra en el fondo del cáliz preparado por el Padre del cielo!

Adiós, Francisca querida, no puedo continuar. Y en el silencio de nuestros encuentros tú adivinarás, tú comprenderás lo que no te digo. Te abrazo. Te amo como una madre a su hijo pequeñito. Adiós, mi pequeñita… «que a la sombra de sus alas te guarde de todo mal» (Sal. 90, 4, 10, 11).

Hna. M. Isabel de la Trinidad

Laudem Gloriae (Este será mi nombre en el cielo)

Un recuerdo respetuoso y filial a tu querida mamá, amistades y a la querida María Luisa.

Abdías

Sagrada Escritura, Abdías

Abdías 1
1 Visión de Abdías. Así dice el Señor Yahveh a Edom: Una nueva he oído de parte de Yahveh, un mensajero ha sido enviado entre las naciones: «¡En pie, levantémonos contra él en guerra!»
2 Mira, yo te he hecho pequeño entre las naciones, bien despreciable eres.
3 La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que habitas en las hendiduras de la roca, que pones en la altura tu morada, y dices en tu corazón: «¿Quién me hará bajar a tierra?»
4 Aunque te encumbres como él águila, y pongas tu nido en las estrellas, de allí te haré bajar yo – oráculo de Yahveh.
5 Si vinieran ladrones donde ti o salteadores por la noche, ¿no te robarían lo que les bastase? Si vinieran a ti vendimiadores, ¿no dejarían rebuscos? ¡Cómo has sido arrasado!
6 ¡Cómo ha sido registrado Esaú, escudriñados sus escondrijos!
7 Te han rechazado hasta la frontera todos los que eran tus aliados, te han engañado, te han podido los que contigo en paz estaban. Los que comían tu pan te ponen debajo un lazo: «¡Ya no hay en él inteligencia!»
8 ¿Es que el día aquel – oráculo de Yahveh – no suprimiré yo de Edom los sabios, y la inteligencia de la montaña de Esaú?
9 Y tendrán miedo tus bravos, Temán, para que sea extirpado todo hombre de la montaña de Esaú. Por la matanza,
10 por la violencia contra Jacob tu hermano, te cubrirá la vergüenza, y serás extirpado para siempre.
11 El día que te quedaste a un lado, cuando extranjeros llevaban su ejército cautivo, cuando entraban extraños por sus puertas, y sobre Jerusalén echaban suertes, tú eras como uno de ellos.
12 ¡No mires con placer el día de tu hermano, el día de su desgracia, no te alegres de los hijos de Judá, en el día de su ruina, no dilates tu boca en el día de su angustia!
13 ¡No entres por la puerta de mi pueblo en el día de su infortunio, no mires con placer también tú su desgracia en el día de su infortunio, no lleves tu mano a su riqueza, en el día de su infortunio!
14 ¡No te apostes en las encrucijadas, para exterminar a sus fugitivos, no entregues a sus supervivientes en el día de la angustia!
15 Porque está cerca el Día de Yahveh para todas las naciones. Como tú has hecho, se te hará: sobre tu cabeza recaerá tu merecido.
16 ¡Sí, como vosotros bebisteis sobre mi santo monte, beberán sin cesar todas las naciones, beberán y se relamerán, y serán luego como si no hubiesen sido!
17 Pero en el monte Sión habrá supervivencia – será lugar santo – y la casa de Jacob recobrará sus posesiones.
18 Y será fuego la casa de Jacob, la casa de José una llama, estopa la casa de Esaú. Los quemarán y los devorarán, no habrá un evadido de la casa de Esaú: ¡ha hablado Yahveh!
19 Los del Négueb poseerán la montaña de Esaú, los de la Tierra Baja el país de los filisteos, poseerán la campiña de Efraím y la campiña de Samaria, y los de Benjamín poseerán Galaad.
20 Los deportados, este ejército de los hijos de Israel, poseerán Canaán hasta Sarepta, y los deportados de Jerusalén, que están en Sefarad, poseerán las ciudades del Négueb.
21 Y subirán victoriosos al monte Sión, para juzgar a la montaña de Esaú. ¡Y la realeza será de Yahveh!