Educación eucarística

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Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), Educación eucarística

 

Educación eucarística

El grandioso homenaje al Salvador eucarístico vivido en las manifestaciones de estos días y en las pasadas festividades -el Corpus Christi y el Sagrado Corazón con sus octavas1Corpus Christi en 1930 cayó el día 19 de junio, y la fiesta de Sagrado Corazón– no tiene que ser algo esporádico y pasajero, sino que tiene que producir en nosotros un efecto duradero. Por eso nos preguntamos en silenciosa reflexión: ¿Cómo podemos encender en los corazones de los demás el amor por el Salvador eucarístico? – esto es, educar eucarísticamente. Se acepta que nosotras como mujeres podemos colaborar en esta obra de un modo especial y que todas nosotras, -independientemente de nuestro puesto en la vida: como esposa y madre, como religiosa, viviendo sola, como mujer profesional o autónoma-, podemos aportar algo en común. Y ¿qué otra cosa podría ser sino un corazón femenino con sus experiencias de entrega abnegada y sin límites, que en cierto modo tiene un natural parentesco con el corazón divino que late por todos en el Tabernáculo, y que por eso, debería ser especialmente receptivo de las inspiraciones del corazón divino? Así pues, queremos reflexionar sobre lo que de útil podemos hacer en esta obra de educación eucarística y cómo podemos llevarlo a cabo. Un principio es válido para todas nosotras que queremos educar eucarísticamente: podemos hacerlo solamente si vivimos eucarísticamente. Si queremos conducir a alguien hacia una vida eucarística lo podremos hacer en la medida en que nosotras lo hayamos vivido anteriormente. Así nuestra primera pregunta será:

I ¿Qué pertenece a una vida eucarística?

Vivir eucarísticamente consiste en dejar que las verdades eucarísticas actúen eficazmente. Esencialmente se trata de tres sencillas verdades de fe: 1 El Salvador está presente en el Santísimo Sacramento; 2. El renueva diariamente su sacrificio de cruz en el altar; 3. El quiere unir íntimamente consigo cada alma particular en la santa comunión. A continuación nos preguntamos:

1 ¿ Qué exigen de nosotras las verdades eucarísticas?

La delicia del Salvador consiste en estar entre los hijos de los hombres2Cf. Prov 8, 31, y él ha prometido permanecer entre nosotros hasta el final del mundo3Cf. Mt 28, 20. El ha cumplido esta promesa a través de su presencia sacramental en el altar. Ahí nos espera, y tendríamos que pensar que los hombres tendrían que apiñarse en estos lugares consagrados. El sencillo significado de esta verdad de fe requiere de nosotras que aquí tendríamos que tener nuestro hogar, y que nos alejásemos sólo en cuanto nuestras tareas lo exigieran, y estas tareas tendríamos que recibirlas diariamente de las manos del Salvador eucarístico y volver a dejar en sus manos el trabajo cumplido.

El Salvador murió en el Calvario por nosotros. Pero a Él no le bastaba con este sacrificio de la muerte para completar de una vez para siempre la redención para nosotros. El quiere ofrecer a cada uno personalmente los frutos de su obra. Por eso Él renueva diariamente el sacrificio en el altar, y todo aquel que con corazón creyente participa, queda purificado en la sangre del Cordero y renovado espiritualmente. Toda santa misa está determinada para alimentar a los hombres con la abundancia de la gracia que pueda ser alcanzada, es decir, para aquellos que les sea posible estar presentes y hacerla fructífera para sí y para los demás. Pero quien pudiera estar presente y no lo está, pasa con frío corazón ante la cruz del Señor pisoteando su gracia

El Salvador nos ofrece los frutos de su sacrificio no sólo en el altar. El quiere venir a cada uno: alimentarnos como una madre a su hijo con su carne y su sangre, entrar en nosotros, para que nosotros nos introduzcamos totalmente en Él, y crecer en Él como miembros de su cuerpo. Cuanto más a menudo se realice la unión, más intensa e íntima será ésta. ¿Es comprensible que alguien se prive de esta muestra extraordinaria del amor divino, incluso sólo una vez menos de lo que le sea posible? Es esto, en definitiva, lo que una justa comprensión de las verdades eucarísticas exige de nosotros: buscar al Salvador en el Tabernáculo tan a menudo como podamos, participar en el Santo Sacrificio tan a menudo como podamos, y recibir la comunión tan a menudo como podamos.
Y ahora nos preguntamos:

2 ¿ Qué nos ofrece el Salvador en la vida eucarística?

El nos espera para acoger todas nuestras cargas, para consolarnos, para aconsejarnos, para ayudarnos como el más fiel y permanente amigo.

Igualmente el nos permite vivir su vida, especialmente cuando nos asociarnos a la Liturgia y ahí experimentamos su vida, pasión y muerte, su resurrección y ascensión, y el inicio y el desarrollo de su Iglesia. Entonces seremos elevados de la estrechez de nuestra existencia a la anchura del reino de Dios; sus asuntos serán nuestros asuntos y cada vez estaremos más profundamente unidos con el Señor y en Él con todos los suyos. Toda soledad desaparece y estamos incontestablemente acogidos en la tienda del Rey, caminando en su luz4Parece alusión a Jn 12, 35.

 

II Educación eucarística

La vida que nosotros llevamos, tenemos y debemos comunicarla a los demás. Esto lo podemos hacer a través del ejemplo, de la enseñanza y del habituarse.

A través del ejemplo: Si la vida eucarística es efectiva en nosotros y se hace perceptible como fuerza, paz, alegría, amor y disposición de servicio -es decir, si por otra parte, claramente la Eucaristía es el centro de nuestra vida y la fuente de donde manan todos estos efectos-, entonces desarrollará fuerza de atracción.

A través de la enseñanza: Una introducción en las verdades eucarísticas es necesaria. La instrucción escolar es apoyada eficazmente por la palabra complementaria y la correspondiente práctica de la madre y del ambiente circundante del niño. El jovencito se muestra especialmente receptivo a estas verdades y a su realización práctica. Entre jóvenes y adultos hay que ser parcos en palabras y aguardar a que se manifieste su deseo de saber, estando siempre dispuestos y preparados para ello.

A través de la costumbre: Cuerpo y alma tienen que ser formados para una vida eucarística; cuanto antes se realice esta labor, mejor estará predispuesto el material y será más fácil de darle forma: por eso comunión temprana. Cuanto más a menudo, más fuerza tendrá el efecto, pues dará un estilo a su vida: por eso, a ser posible, comunión diaria. Esto exige mucho del cuerpo y condiciona fuertemente en el orden de la vida cotidiana; igualmente proporciona protección al alma: deshabituarse del pecado, es decir, un considerable sacrificio para el hombre natural. Y esto no es posible de otro modo, puesto que el Salvador eucarístico es el Salvador crucificado, y la vida en Él es participación en su pasión. Él reveló a Santa Margarita María Alacoque cuánto Él ama los sacrificios expiatorios de sus fieles. Pero la perfecta consagración al corazón divino se obtiene sólo si tenemos en Él nuestro hogar, nuestra estancia diaria y el punto central de nuestra vida, y si su vida se ha convertido en nuestra vida.

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Educación eucarística
(del 2 al 11 de julio 1930)

Las fiestas en honor del Salvador eucarístico

Ahora reflexión: ¿a quién tenemos que formar y cómo? Ambos eventualmente distintos para las madres, las maestras (religiosas o laicas), las mujeres solteras. Pero común: educación eucarística de los otros no posible sin la propia.

1 Vida eucarística

l ¿Qué le debemos al Salvador?
La visita diaria a aquel que habita en el Tabernáculo.
La participación en el sacrificio a aquel que se ofrece diariamente.
Recibirle en la comunión a aquel que quiere venir a nosotros.
2 ¿Qué nos da Él a cambio?
3 ¿Qué podemos dar nosotros entonces a los demás?

3 de julio

[l ¿Qué le debemos al Salvador?]

1 Dogma: presencia sacramental. El Salvador ha venido a la tierra porque su alegría consiste en estar con los hijos de los hombres5Cf. Prov 8, 31. El quiere estar con nosotros hasta el fin del mundo6Cf. Jn 14, 18-19; Hch 1, 8 y está en el Tabernáculo. Nos espera aquí, y no debería haber ningún lugar, que nos atrajese más. Nosotros deberíamos estar en otras partes sólo cuando nuestras tareas lo requieren; pero estas tareas recibirlas de sus manos, devolverlas en sus manos, y recoger de él consejo y ayuda, es decir, sentirse aquí totalmente en casa.

2 Dogma: El Salvador renueva su sacrificio de la cruz en el altar: el quiere dar sus frutos a los que pueden estar presentes. Tan a menudo como podemos participar en una santa misa y no asistimos, despreciamos el fruto de la gracia del sacrificio de la cruz, dejamos morir al Salvador sin preocupamos de ello.

3 Dogma: El Salvador viene a nosotros en la santa comunión. El quiere alimentarnos con su carne y su sangre, preparamos un cuerpo para la gloria, hacernos miembros de su cuerpo. Cuanto más a menudo sucede esto, más crecemos en él. ¿Qué puede ser tan importante como para que nos pueda mantener alejados?

2 ¿ Qué nos da el Salvador en la vida eucarística?

Él nos quita todas las cargas que llevamos con nosotros al acercarnos a El, tiene un consejo para todo y nos lo hace por eso fácil. Nada es para él sin importancia de lo que nos sucede: es el amigo más fiel, siempre constante, cariñoso.

Nos permite vivir su vida, especialmente cuando nos unimos a la liturgia. Ahí revivimos su vida, sufrimiento, muerte, resurrección, ascensión, el nacer y crecer de la Iglesia. Seremos elevados por encima de la estrechez de nuestro ser, su mentalidad será nuestra mentalidad, sus asuntos serán los nuestros, seremos empujados para co-sacrificarnos en su sacrificio, para vivir toda la vida para Él. Crecemos en él, unidos indisolublemente a él y en él con todos los suyos. Desaparece toda soledad, estamos incontestablemente acogidos en la tienda del Rey, caminamos en su luz.

4 de julio

Formación de toda la vida
bajo la influencia de la Eucaristía:

l De la religiosa: liberada de la familia natural, de las relaciones de amistad, etc.. La familia religiosa sin consideración personal. El Salvador es padre, madre, amigo personal, consolador o consejero de la sponsa Christi.

2 De la esposa y madre: preocupación por el marido y los hijos, el peso de las tareas domésticas, detalles agobiantes sin reconocimiento, peligro de sobreexcitación nerviosa. Con el Salvador descanso, comprensión, consuelo, fortaleza.

3 La mujer profesional que vive sola: mucho trabajo diario, poco cariñosa, eventualmente ambiente vulgar, burla. Con el Salvador liberada de todo y elevada a su reino, generosa y libre hasta el amor por su enemigo7Mt 5,44, ennoblecida como esposa e Rey y como tal inspiradora de respeto.

5 de julio

3 ¿Qué podemos dar a los demás?
= II. Educación eucarística

Esto es, la transmisión de la vida eucarística a otros.

¿Qué mejor cosa puede desear una madre para su hijo, sino que esté acogido permanentemente en la tienda del Rey?

¿Qué mejor cosa puede hacer la educadora, sino enseñar a los niños a vivir con el Salvador eucarístico?

¿Qué otra cosa querría dar al cansado y cargado, al hombre errado, apurado y sin descanso, sino la paz de la vida eucarística?

¿Cómo se puede dar? Ejemplo, enseñanza, costumbre.

6 de julio

1 La fuerza testimonial de la propia vida eucarística: la impresión de fuerza, paz, alegría, amor, y disponibilidad – y por otro lado, la eucaristía como el punto central, el más alto y el más importante.

2 Enseñanza: en primer lugar, para el niño introducción en las verdades eucarísticas con clases de religión. Pero apoyo muy esencial con palabras complementarias y la correspondiente práctica de la madre y de la maestra. Sensibilidad propia del niño para estas verdades (corazón ingenuo, que aún permanece abierto a la verdad celestial) y para llevarlo a la práctica.

Para los más mayores -en edad de cambio- y para los adultos, ahorro de palabras, pero atender a las exigencias, estando para ello preparado lo mejor posible.

3 Habituarse: Cuerpo y alma están hechos deforma que todo acto es un primer paso en un camino y comienza de una formación permanente. Cuanto antes se comience, se encontrará con más material. Por eso

temprana comunión de los niños.

El período de desarrollo lo más impropio.

Quien desde la infancia ha cuidado una relación confiada con el Salvador, no lo dejará fácilmente. Ciertamente no, si realmente él ha sido una vez el centro de la vida. El momento de acostumbrarse produce sus efectos mayormente en la

santa comunión diaria,

que, por supuesto, es una consecuencia lógica de las verdades eucarísticas. Además, surgen exigencias para

que se habitúe el cuerpo y se lleve el debido orden.

8 de julio

Para los niños que tienen la obligación de ir a la escuela -como para la mayoría de los adultos- es necesario levantarse temprano y, correspondientemente, concluir pronto el día, y evitar, a ser posible, actividades nocturnas. Un niño sano, que se va a la cama hacia las 8 (eventualmente las 9), podrá levantarse temprano, hacia las 6, sin perjuicio alguno; e, igualmente, con unos horarios de comida regulados podrá permanecer en ayunas sin perjuicio alguno. Con los niños enfermos y débiles hay que proceder, naturalmente, con cuidado.

Naturalmente, se cuida debidamente la disposición anímica para la santa comunión durante toda la vida; por eso, la santa comunión diaria es el medio más fuerte para deshabituarse del pecado; al mismo tiempo, la relación íntima con el Salvador es un adiestramiento en lo que le agrada al corazón divino, es decir, la escuela de virtud más eficaz. Y así toda la vida es formada eucarísticamente por dentro y por fuera. La firme regulación de la vida externa recuerda la Regla de las Órdenes, que, por así decirlo, sólo es la extraordinaria «ley natural» de la vida de la gracia. Esto es un sacrificio para el hombre natural, pero la vida eucarística es, al mismo tiempo, una vida con el Salvador crucificado y en unión con el corazón coronado de espinas, que invita a la compasión y a la expiación.

9 de julio

Cristo está presente en el sacramento con la divinidad y la humanidad. Él mostró al beato Enrique Suso la humanidad sufriente como acceso a la divinidad. Él reveló a Santa Margarita María cómo le es querida la expiación por parte de sus fieles: oración de expiación, comunión de expiación, fiesta del Sagrado Corazón. Pero la perfecta consagración al Sagrado Corazón es entonces sólo alcanzable, cuando tenemos plenamente en él nuestro hogar, el verdadero punto central, la estancia cotidiana y el pan cotidiano, cuando su vida se ha convertido en nuestra vida y la nuestra desaparece en la suya. Anticiparse a vivir esta entrega perfecta y, además, incitar a ello a los demás, esto es una auténtica educación eucarística.